Pasito A Paso - La Honestidad

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Contenido:

El trampolín . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4
El reloj de Emilia . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
La almohada de plumas . . . . . . . . . . . 11
Ejercita la memoria . . . . . . . . . . . . . . . . 14
Laberinto de la verdad . . . . . . . . . . . . . 15
La tortuga parlanchina . . . . . . . . . . . . . 16
Un mensaje que da vueltas . . . . . . . . 17
Piensa… . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19

¡En qué horrible telaraña te has metido


el día que el engaño has concebido!
– Sir Walter Scott

Diseño: Amber Darley y Agnes Lemaire


Copyright © 2011 Aurora Productions. Derechos reservados.
El trampolín
Mi familia y yo vivíamos junto a un enorme río. Aunque el nuestro era un pueblo pequeño de
pescadores, no tan poblado ni moderno como las grandes ciudades, éramos felices pues nos teníamos
los unos a los otros. Tenía muchos amigos en el pueblo, y lo pasaba muy bien jugando con ellos.
Teníamos mucho en común, ya que todas nuestras familias se ganaban la vida con la pesca.
También vivíamos de la tierra: cosechábamos nuestros propios alimentos. Y en lugar de usar dinero,
casi siempre intercambiábamos pescado por productos que se conseguían en las aldeas vecinas. Por
ejemplo, conseguíamos verduras, granos, fruta, semillas, bayas y nueces a cambio de pescado. Algunas
familias producían alimentos, mientras que otras criaban ganado y comerciaban con la carne y las pieles.
Llevábamos una vida muy sencilla. Sin embargo, por lo general no nos faltaba nada.
Cierto día, a nuestra aldea llegó un grupo de turistas. Mi padre decidió llevarlos a dar un paseo por
el río para enseñarles cómo era la vida de campo. ¡Hasta les mostró cómo pescábamos con redes y
lanzas! A mi papá le encantaba enseñar y ayudar a los demás. Era un hombre muy bondadoso.
Pues resulta que aquella visita agradó tanto a los turistas, que al poco tiempo vinieron más. Poco a
poco, nuestro pintoresco pueblito, la abundancia y variedad de peces de su río, el hermoso paisaje que
nos rodeaba y la vida que llevábamos —que tan interesante resultaba a los extranjeros— hicieron que
nuestra aldea se convirtiera en un paraje turístico, y cada tanto, mi padre y otros hombres del pueblo
hacían de guías para los viajeros. En muchas ocasiones venían a pescar con nosotros y compartíamos
con ellos la comida y nuestras pertenencias.
Para agradecernos la hospitalidad, nos hablaban de sus países, nos contaban sobre la vida que
llevaban, a qué se dedicaban, y nos describían las comidas y la cultura de sus países. Aquellos viajeros
nos enseñaron mucho a mí y a mis amigos.
Nunca olvidaré el día en que mis amigos y yo llevamos al bosque una de las mejores y más
grandes redes de pescar de mi padre. Amarramos cada una de sus extremidades a un árbol distinto
y nos pusimos a saltar sobre la red. Es que, uno de los turistas nos había hablado de lo que ellos
denominaban trampolín. Dijo que se parecía a una red sobre la que se podía saltar. Y como éramos
muy curiosos, decidimos hacer el intento. Sin que nadie se diera cuenta tomamos aquella enorme
red y salimos sigilosamente del pueblo aprovechando que aquel día mi padre había salido de viaje.
Estábamos seguros de que nadie se enteraría de nuestra travesura.
Mi papá siempre nos había pedido que cuidáramos mucho las redes, de modo que no se
rompieran. Es que, para obtener una buena pesca se requería una red muy fuerte. Demoraba bastante
tiempo tejer esas redes, y mi padre nunca nos habría autorizado a jugar con ellas. Se habría disgustado
bastante si nos hubiera visto amarrarla a esos árboles y saltarle encima como si fuera de juguete.
Hasta que sucedió lo que tenía que suceder. ¡Ras, ras, ras!, hizo la red. Comenzó poco a poco, pero
el agujero fue haciéndose cada vez más grande. Al verlo, dejamos de saltar inmediatamente para no
seguir rompiéndola. Nos bajamos de la red y la desatamos de los árboles a toda prisa. Les dije a mis
amigos que no se preocuparan, que yo me ocuparía de repararla. No quería que se metieran en líos
por algo que en realidad había sido idea mía.
«¿Y ahora qué hago?», me pregunté. «¿Cómo voy a contarle a mi padre lo que ha pasado? Hmm…
a lo mejor no le digo nada. O quizás, si la entierro en alguna parte nunca se enterará de lo que hicimos.
Pensará que alguien se la robó. Y entonces no se alterará conmigo por haberle roto su red preferida.
¿Qué pasaría si le dijera la verdad?» Y así fue que llegué a la conclusión de que lo más fácil sería
encubrir lo sucedido.
Pero mientras entretenía todos esos pensamientos, de pronto recordé algo que me había sucedido
un tiempo atrás. Resulta que era el cumpleaños de mi padre, y mi hermana y yo habíamos madrugado
para ir a pescar. Teníamos pensado prepararle una sorpresa a papá: un delicioso desayuno con
pescado fresco en su día.
4 La honestidad
Sin preguntarle, tomé prestada su lanza preferida y con ella sacamos dos enormes peces. Para
mi desgracia, justo cuando trataba de atrapar el último, la lanza se me fue de las manos y comenzó a
hundirse. Como la barca en que estábamos iba río abajo y había una fuerte corriente, aunque traté de
recuperar la lanza, no pude. Se me fue el alma al piso…
Así fue que tuve que decidir si le decía a mi padre lo que había pasado o no. Sabía que
aunque no le había pedido permiso para llevarme su lanza, se había tratado de un accidente y que
probablemente él se mostraría comprensivo. Decidí jugarme el todo por el todo y decirle la verdad. Ese
día mi padre me perdonó. Reconoció que en el fondo mis intenciones habían sido puras.
Pero esta vez era otra cosa. Esta vez mis intenciones no tenían nada de puras, y sabía que llevarnos
aquella red al bosque estaba mal. Lo único que quería era divertirme, y sabía que mi padre no lo
hubiera aprobado, pero decidí hacerlo de todas maneras.
«Ahora sí que estoy metido en tremendo lío. Le rompí su mejor red de pescar. Uf, ¡no sé qué hacer!»
No podía parar de pensar. Me preguntaba: «¿Digo la verdad?» Y le daba vueltas y más vueltas al
asunto. «Sí, mejor digo la verdad, no hay otra salida. Además, mi padre ha sido siempre comprensivo
conmigo, así que lo mejor es confesar que cometí un error y pedir perdón».
Me quedé un buen rato en el bosque, pensando bien el asunto y tratando de decidir qué hacer.
Hasta que por fin, con la cabeza gacha y el rabo entre las patas, volví a casa arrastrando la red rota.
Papá ya había regresado de su viaje y me estaba esperando. A medida que iba acercándome, más
cuenta se daba él de que yo estaba avergonzado, pues apenas lograba mirarlo a los ojos. Entonces
sucedió algo inesperado: me tomó entre sus brazos y me dio un fuertísimo abrazo.
—Padre, me temo que te he desilusionado. Estábamos jugando con mis amigos en el bosque,
tratando de hacer lo que algunos de los turistas llaman el ‘trampolín’. Ya sé que me has dicho una y otra
vez que no debo jugar nunca con las redes, pero te desobedecí y me llevé la red grande. Y lo peor es que
mientras jugábamos se rompió. Lo lamento mucho y sé que me merezco un castigo—. Estaba seguro de
que mi padre se pondría furioso, y además me parecía que tenía motivos de sobra para enojarse.
—Lamento mucho esta pérdida —dijo—. Pero quiero felicitarte por haberme contado la verdad, por
haber sido honesto conmigo. Sé que es difícil decir la verdad y que debe de haberte costado mucho
admitir que me desobedeciste y que has cometido un error. Hubieras podido inventarte cualquier
cuento o sencillamente no decirme nada, y a lo mejor yo nunca me hubiera enterado nunca de lo que le
había pasado a mi red. Sin embargo, no lo hiciste. Decidiste decir la verdad, y eso me llena de orgullo.
Te perdono, hijo mío. Vamos a reparar la red juntos, y mientras lo hacemos quizás de paso puedas
hacerte uno de esos… ¿cómo se llaman?... ¿trampolines? Pues, ¡hagamos uno que no se rompa tan
fácilmente!
No se imaginan lo feliz que me sentí de haber decidido contar la verdad. Por difícil que me resultó,
no me arrepiento. ¡Y cómo admiré a mi padre al ver su capacidad de perdonar…! Me sentí libre
cuando le conté la verdad. Es que si no hubiese sido honesto, estoy seguro de que me habría sentido

?
como un pájaro enjaulado. El engaño es como una coraza que destruye la confianza, mientras que la
verdad libera y nos une cada vez más estrechamente.

¿
 ¿Por qué a aquel muchachito le resultaba tan difícil decir la verdad?
 ¿A qué conclusión llegó?
 ¿Cómo se sintió al decir la verdad?
 Intenta ponerte en el lugar de su papá. ¿Cómo te hubieras sentido si el muchachito te
hubiera confesado su error? ¿Cómo te hubieras sentido si hubiese intentado esconderlo y
te hubiese mentido para no meterse en líos?
 ¿Alguna vez rompiste algo y no quisiste contárselo a nadie? ¿Qué terminaste haciendo?
¿Qué sucedió?
 ¿Qué ventajas tiene ser honesto, aunque cueste?

6 La honestidad
El reloj de Emilia
El siguiente relato ocurrió allí por la década del cincuenta, cuando aún no
existían los relojes automáticos. Había que darles cuerda para que funcionaran, y
como no eran herméticos tampoco se los podía sumergir.
Nada complica más las cosas que tratar de encubrir un problema y hacer de
cuenta que ya pasó.
Emilia descubrió que el silencio y las mentiras pueden llegar a empeorar las
cosas.
Lo que pasa es que Emilia era incapaz de admitir que se había equivocado. Por
el contrario: se inventaba cualquier cuento con tal de encubrir sus errores. Y claro,
nunca le daba resultado. Su mamá siempre la descubría. Por muchas mentiras
que dijera Emilia, la verdad siempre salía a flote.
A pesar de que Emilia ya había inventado cantidad de cuentos y la habían
descubierto decenas de veces, seguía contando mentiras. Y eso que siempre se
ganaba una reprimenda. Un día, sin embargo, pasó algo que lo cambió todo.
Era el cumpleaños de Emilia, y su papá y su mamá le habían comprado algo
muy especial: ¡el relojito más lindo que se hubiera visto! Su alegría era tal que se
quedó sin palabras. Jamás hubiera podido imaginarse que le regalarían algo tan
precioso.
Emilia se puso el reloj en la muñeca y se pasó el día admirándolo. Pensar que
era un reloj de verdad, que daba la hora de verdad, y no un reloj de juguete como
los que había tenido hasta ese día.
Su mamá y su papá le pidieron que tuviera mucho cuidado con tan costoso
regalo. Debía darle cuerda despacito, y nunca pasarse de rosca. Debía quitárselo
antes de meter las manos en el agua, y por supuesto, antes de ducharse o
bañarse.
—Si cuidas bien tu reloj nuevo —le dijo su padre— te durará mucho, mucho
tiempo.
—¡Claro que lo voy a cuidar! —respondió Emilia—. ¡Por nada del mundo dejaré
que le pase algo! Es la cosa más hermosa que he tenido jamás.
Más o menos un mes después, por la noche, Emilia se dio un baño. Ya se
había enjuagado el pelo y se había lavado todita cuando de repente se dio cuenta
de que tenía puesto su tan preciado reloj. Emilia entró en pánico y salió de un salto
de la bañera. Se quitó el reloj a toda prisa y se lo acercó al oído. ¡Se había parado!
La honestidad 7
—¡Ayyyyyyyyy! —se lamentó—. ¡Mi reloj querido! ¡Lo arruiné, lo arruiné!
Enseguida se dio cuenta del dilema que se le presentaba: «¿Les cuento a papá
y mamá lo que sucedió? ¿O se enojarán conmigo?» De pronto tuvo miedo de
decirles la verdad. Aunque eran muy cariñosos y comprensivos, simplemente no
tenía el valor para contarles lo que había pasado.
¿Qué podía hacer? Si no se ponía el reloj, de todas maneras les parecería raro.
Si se lo ponía y se daban cuenta de que se había parado, le preguntarían qué
había pasado. Decidió inventar un cuento sobre lo que había pasado para que
nunca llegaran a enterarse de la verdad.
Pasaron los días, y Emilia seguía guardando su secreto. Pero una mañana,
durante el desayuno, su padre le preguntó la hora.
—No estoy segura —dijo—, y se sonrojó un poquito. Me temo que mi reloj se ha
parado.
—¿Parado? —preguntó el padre—. ¿Se te olvidó darle cuerda anoche?
—No, no. Claro que le di cuerda, pero… no sé, se ha parado.
—Déjame verlo —le respondió su padre.
Emilia se lo quitó y se lo dio.
—Qué raro, hay un poco de humedad debajo del cristal. ¿Qué la habrá
provocado?
—No lo sé, justo me preguntaba lo mismo —mintió Emilia—. A lo mejor se me
mojó anoche, cuando me agarró la lluvia. No sabía que la lluvia podía filtrarse así.
—Yo tampoco —comentó el papá—. Le echaré otro vistazo esta noche cuando
vuelva a casa.
Emilia sintió alivió cuando su padre se fue. Pero a los pocos minutos su madre
le pidió el reloj para mirarlo. Ella también advirtió que había humedad bajo el
cristal.
—Qué raro, —dijo—. Tiene unas gotitas de agua adentro. Emilia, ¿estás segura de
que tenías el reloj puesto bajo la lluvia?
—Sí, sí, mamá, claro que sí. Y llovía muy fuerte.
—Pero anoche no llovió —insistió la madre, que comenzaba a sospechar—.
Anoche no llovió para nada.
—Entonces debe haber sido anteanoche —replicó Emilia— sonrojándose todavía
más.
Su mamá la miró a los ojos y le preguntó:
—Emilia, ¿estás segura de que el agua de tu reloj es agua de lluvia?
—Sí, claro que sí… no, bueno… quiero decir… no, no estoy muy segura —
La honestidad 9
balbuceó Emilia—, que comenzaba a temblar por dentro.
—Dime la verdad, Emilia. ¿Te metiste en la bañera con el reloj puesto?
Emilia se dio cuenta de que ya no valía la pena seguir tratando de engañar a su
madre.
—Sí —admitió— se me olvidó quitármelo.
—Entonces, ¿por qué me dijiste que lo llevabas puesto bajo la lluvia?
—Porque me daba miedo que tú y papá se enojaran conmigo.
—¿Y cuándo fue que sucedió?
—La semana pasada, creo que fue el lunes por la noche.
—¿Hace tanto tiempo? Pero, ¡qué pena que no me lo dijiste enseguida!
—¿Por qué?
—Porque si me lo hubieras dicho enseguida, se lo habría llevado de inmediato
al relojero. Lo hubiera podido secar enseguida y no le habría pasado nada. Ahora
debe estar todo oxidado por dentro, y probablemente no tenga arreglo.
—¿No funcionará nunca más? —sollozaba la pobre Emilia—. ¡Te hubiera dicho la
verdad enseguida! ¿Por qué te mentí? Ahora he perdido mi reloj para siempre.
Ese día Emilia aprendió una gran lección, una lección que jamás olvidó. Pero
me alegra poder contarles que escarmentó. A partir de aquel momento, cada vez
que sentía la tentación de encubrir un error con una mentira, Emilia se acordaba
de lo que le había pasado a su precioso reloj. Entonces, optaba siempre por decir
la verdad de inmediato.

¿ 



¿Qué consecuencias tiene decir mentiras?
¿Cómo habrían sido las cosas si Emilia hubiera dicho la verdad?
¿Qué hubieras hecho tú en el lugar de Emilia?
Comenta algo que, de ser cierto, te costaría mucho admitir, y explica qué ventajas
tendría decir la verdad por difícil que fuera.
?
10 La honestidad
La almohada de plumas
Había una vez una mujer que estaba muy enfadada con su hermano. Tal
era su enojo, que dondequiera que fuera, sembraba calumnias y habladurías
sobre él. Se propuso volver a todo el pueblo en contra de su hermano, y lo
hizo propagando chismes y mentiras terribles. Pero cuanto más lo hacía, peor
se sentía. Hasta que por fin se puso tan infeliz que comenzó a lamentar todas
las mentiras que había dicho.
Arrepentida, la mujer se fue a ver a su hermano para pedirle que la
perdonara.
—He dicho cosas muy feas acerca de ti —le confesó—. Te ruego que me
perdones.
Su hermano tardó un buen rato en responderle. Se quedó allí parado,
pensando. Y por fin le dijo:
—Te perdonaré, pero primero quiero que hagas algo por mí.
—¿Qué quieres que haga? —le preguntó ella, un poco sorprendida.
—Acompáñame hasta allá —le pidió, señalando un edificio alto que se veía
desde la ventana—. Subiremos hasta el último piso y allí te explicaré lo que
quiero que hagas —explicó—. Pero antes debo ir a mi habitación a buscar algo.
Su hermano regresó cargando una gran almohada de plumas bajo el
brazo. A ella le costó disimular su sorpresa y la curiosidad que sentía. Estaba
tan aturdida que tuvo que morderse la lengua para no preguntarle para qué
era esa almohada y por qué estaban subiendo hasta la azotea del edificio.
En la azotea corría una suave brisa. Desde allí arriba se divisaba el
horizonte; el panorama llegaba hasta donde se abría el campo en las afueras
de la ciudad.
De repente, sin que mediara ninguna explicación, el hermano hizo un tajo
en la almohada y la sacudió, dejando volar todas las plumas desde la azotea.
Las suaves ráfagas recogieron las plumas y se las llevaron por todas
partes: hacia las otras azoteas, a las calles y las copas de los árboles; debajo
de los autos, a los tejados y a los patios donde jugaban los niños. ¡Las
desparramaron por todas partes! Había plumas hasta en la autopista y el
zoológico.
Desde la azotea, los hermanos se quedaron mirando cómo revoloteaban y
se alejaban las plumas. Por fin, el hermano se volvió hacia ella y le dijo:
La honestidad 11
—Lo que quiero que hagas es que recojas todas esas plumas y me las
traigas.
—¿Que yo recoja todas esas plumas? —balbuceó ella—. ¡Pero eso es
imposible!
—Sí, ya lo sé —le contestó él con tono apagado—. Esas plumas son como las
mentiras que has diseminado sobre mi persona. Eso que has desencadenado
ya no lo puedes parar, por mucho que lo lamentes. A lo mejor podrás
explicarle a algunas personas que lo que dijiste de mí era mentira, pero los
vientos del chisme han esparcido tus mentiras a todas partes. Podrás apagar
una cerilla, pero jamás lograrás extinguir el enorme incendio que un solo
fósforo es capaz de encender.

?
¿
 ¿Alguna vez dijiste una mentira sobre alguien que luego pasó de boca en boca hasta
que no pudiste pararla? Explica cómo es posible que suceda algo así.
 Aunque su hermano la perdonó, ¿pudo ella deshacer el daño que le había hecho, y
curar la herida que le había provocado?
 ¿Alguna vez alguien dijo una mentira acerca de ti? ¿Cómo te sentiste?
 En lugar de ponerse a decir mentiras y circular rumores, ¿qué pudo haber hecho la
hermana cuando se enfadó con su hermano?
 Piensa en todos los problemas que son capaces de generar la deshonestidad y los
chismes sobre los demás.

12 La honestidad
Ejercita la memoria

Te perdono Jaime,
gracias por decirme la verdad.

Vale la pena decir la verdad.

14 La honestidad
¡Saca el lápiz!
Laberinto de la verdad
Sigue las líneas para descubrir cuál de los niños ha escogido el camino de la verdad.

L
A
V
E
R
D
A
D

Mensaje oculto
Colorea todas las casillas que tienen estrellas y descubrirás el mensaje oculto.

La honestidad 15
¡A desenredar las palabras!
La tortuga parlanchina
Busca en la caparazón de la tortuga las palabras que tienen que ver con la honestidad.
Las letras que están en negrita, debes copiarlas en los espacios en blanco para descubrir
lo que nos quiere decir Doña Tortuga.

¡Di la
_ _ _ _ _ _! I N CE
S R
I
U D I N
D
T T
R N OR E A
I O D
H G
V
D A D I R F
A R
Z E A
UQ N

¡A desenredar las palabras!


Desenreda las palabras revueltas numeradas del recuadro. Llena los espacios en blanco con las palabras
desenredadas según el número correspondiente.

La honestidad es algo muy _ _ _ _ _ _ _ _ _ _.


1
Vale la pena ser _ _ _ _ _ _ _ _. 1. MOPRIETTAN
2 2. OHESNTOS
Este es el _ _ _ _ _ _ _ para un _ _ _ _ _ _ _ _ _: 3. OGCTASI
3 4
A él no le cree nadie incluso cuando _ _ _ _ la verdad 4. TMEONIROS
5
Aleja de mí el camino de la _ _ _ _ _ _ _. 5. ECDI
6 6. MTIERNA
He escogido el _ _ _ _ _ _ de la verdad .
7 7. CANOMI
Es mejor que _ _ _ _ _ digamos la verdad en lugar de 8. TDOSO
8
______. 9. MTIERN
9
16 Respuestas: 1.importante 2.honestos 3.castigo 4.mentiroso 5.dice 6.mentira 7.camino 8.todos 9.mentia La honestidad
Cortar y pegar
Un mensaje que da vueltas
Instrucciones:
 Colorea círculos y móntalos sobre cartón. Materiales:
lápices de colores o crayones
 Recorta los círculos.
cartón
 Pega los círculos reverso contra reverso. Pega la carita gomas elásticas (ligas)
ALEGRE con el círculo que dice VERDAD, y la cara TRISTE con tijeras
el que dice MENTIRA.
goma de pegar
 Cuando se haya secado la goma, perfora un agujero en
cada costado.
 Pasa una goma elástica (de aproximadamente 12 cm de
largo) por el agujero del costado y pásala por su propio ojal
para que quede ajustada y no se mueva.
 Repite con la segunda goma elástica en el extremo opuesto.
 Coloca en cada dedo índice cada goma elástica. Enrolla
hasta darle por lo menos 20 vueltas al círculo.
 Ahora separa rápidamente tus dos dedos y verás que el
círculo gira a gran velocidad. ¿Qué ves? ¡Una cara feliz
porque ha dicho la verdad, y una cara triste porque ha
mentido!

Yo dije la Yo dije una

VERDAD MENTIRA

La honestidad 17
18 La honestidad
Piensa…
La honestidad limpia el corazón y te convierte en una persona a quien la gente ama y
en quien confía. Si tuvieras un amigo o una amiga que siempre te miente acerca de todo,
¿confiarías en él o en ella? No lo creo.
¿Y qué pasaría si fueras tú la persona que siempre miente? ¿Crees que tu padre y tu
madre podrían confiarte responsabilidades importantes? Me parece que no.
A veces es difícil decir la verdad, pero es lo mejor que puedes hacer. Tienes que confiar
en que los demás te comprenderán. Si haces algo malo y luego mientes para que nadie
se entere, empiezas a sentirte muy mal por dentro, ¿no es así? Empiezas a ponerte triste,
y se te hace difícil hablar con la persona a la que le has dicho una mentira o sonreírle.
Por eso, di siempre la verdad, y así tu corazón siempre estará limpio y libre de mentiras y
encubrimientos.
Cada vez que te veas tentado a obrar mal o mentir, procura hacer lo que sabes que
tienes que hacer, aunque suponga un gran esfuerzo de tu parte. Tú quieres ser feliz,
¿verdad? Seguramente querrás también que tus amigos y la gente que aprecias confíen en
ti y se sientan contentos de ser amigos tuyos, ¿no es así? Pues entonces, ocúpate de que tu
corazón esté limpio y trata de decir siempre la verdad.

La honestidad 19
Curso para la formación de valores y el
desarrollo de la inteligencia emocional y social
de los niños, en 20 módulos.

Enseña habilidades para encarar eficazmente las exigencias y


desafíos de la vida diaria. Pueden impartirlo indistintamente
padres de familia, orientadores, monitores y maestros, en casa,
en el aula, en campamentos educativos, colonias de vacaciones,
etc. Cada módulo se centra en una virtud, cualidad personal,
habilidad social o destreza comunicacional de gran importancia
para adquirir una sana autoestima
y disfrutar de una vida gratificante
en paz y armonía con los demás.

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Tel. (52-81) 8123-0605 ó 01-800-714-4790
Hecho en México E-mail: [email protected]
www.prodidsa.com

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