Nela Martínez (1912 - 2004)

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Nela Martínez
Espinosa
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| Feministas no3
Nela Martínez Espinosa
(1912 - 2004)
Mujeres de lucha, mujeres en lucha

Instituto Tricontinental de Investigación Social


Marzo 2022

Publicación conjunta con el Archivo Martínez-Meriguet


(Quito, Ecuador)
Nela Martínez en agosto de 1988, un mes después del fallecimiento de
su marido Raymond Meriguet

Créditos: Archivo Martínez-Meriguet


Introducción
La segunda mitad del siglo XX estuvo marcada por luchas
de independencia en los países aún colonizados en África
y Asia. En América Latina, las estructuras neocoloniales
habían subordinado a las repúblicas constituidas como
independientes a comienzos del siglo XIX, consolidando
la posición subalterna de los nuevos Estados en la división
internacional del trabajo.

Durante las décadas de crisis mundial (1914-1948), en


América Latina se libraron combates entre una corriente
oligárquica que intentó violentamente imponer el peso
de la debacle sobre los hombros de las clases populares,
y una corriente de izquierda nutrida por dos procesos: la
creciente organización popular campesina y sindical, y
una clase media radicalizada. Ambos sectores, mirando las
nuevas formas desposesión material que hacían impo-
sibles las promesas de la democracia republicana, enar-
bolaron un discurso sobre las contradicciones de clase,
las dominaciones patriarcales y neocoloniales, junto con
nuevas visiones de lo nacional así como perspectivas de
un internacionalismo democrático y socialista contra el
fascismo en despliegue. Fueron inspirados por las movili-
zaciones y transformaciones del poder público consegui-
dos por la Revolución mexicana y la Revolución rusa. La
lucha por la igualdad y el poder popular con el liderazgo

3
de la clase trabajadora continúa en las disputas antiimpe-
rialistas de nuestro tiempo. Las mujeres, en una infinidad
de maneras, han dado y continúan dando forma a esta
lucha contra el capitalismo oligopólico, patriarcal, racista
y neocolonial.

En la serie Mujeres de lucha, mujeres en lucha del Instituto


Tricontinental de Investigación Social presentamos las
historias de mujeres que contribuyeron no solo al ámbito
más amplio de la política, sino que también fueron pione-
ras en la creación de organizaciones de mujeres, abriendo
caminos de resistencia y lucha feministas a lo largo del
siglo XX.

La praxis, como conocimiento de la teoría y de los


métodos organizativos de lucha a medida que cambian
y responden a la historia, da sostén a los movimientos
en marcha para enfrentar la opresión. Como militantes,
estudiamos los diversos métodos de las mujeres y sus
organizaciones no solo para entender mejor sus contribu-
ciones políticas, sino también para inspirarnos mientras
construimos en la actualidad las organizaciones necesarias
para nuestra lucha contra la opresión y la explotación.

En este tercer estudio analizamos la vida y el legado de


Nela Martínez Espinosa, una luchadora popular ecua-
toriana. Escritora y militante comunista desde temprana
edad, con una amplia trayectoria internacionalista, fue
la primera diputada electa del Ecuador, creó una de las

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primeras organizaciones políticas amplias de mujeres en
1938 y como primera ministra de Gobierno mujer, en la
práctica estuvo al mando del país en los caóticos tres días
que sucedieron a la insurrección denominada La Gloriosa
en mayo de 1944.

Su rica trayectoria de militancia nos enseña sobre la


historia de las mujeres en las luchas locales, nacionales e
internacionales que vinculan los derechos de las mujeres
con las luchas anticapitalistas, antifascistas, antirracistas,
anticoloniales y antiimperialistas a lo largo del siglo XX.
En palabras de la propia Nela en el Congreso Nacional
del Ecuador en 2003, un año antes de su muerte, refirién-
dose a la primera vez que estuvo allí como diputada en
1945:

Vine, por primera vez, en trance de mi amor a esta


Patria que aún continúa en lucha consigo misma,
pero ya entonces rescatada de una dictadura que
aumentaba la opresión. Quienes veían en la revolución
que reclamábamos el mayor peligro, y nos negaban
el derecho a hacerla, y vivirla, sencillamente se
conmovieron. ¿Una mujer en el Congreso entre los
que hablaban y no simplemente entre las que oían? La
norma colonial heredada en la práctica del pensar y
del hacer ha regido —palabra que viene de reinar, de
Rey: el supremo, el que manda— durante la Colonia
destructora de la otra cultura, la del indio, hasta el
punto de constituirse en carácter, en forma de vida de

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quienes luego fueron republicanos. La práctica de la
que hablamos quedó yacente en las normas y, más aún,
en el actuar social. Por eso mi presencia era extraña
en el Congreso Nacional, y al saludarla los dirigentes
políticos reconocían, por primera vez, la ciudadanía de
la mujer también en la altura del poder.

Primeros años

Nela Martínez nació en 1912 en Cañar, una pequeña


ciudad al abrigo de los Andes del sur del Ecuador, en el
seno de una familia propietaria de tierra y muy religiosa.
El padre, César Martínez, era miembro del Partido
Conservador. La madre, Enriqueta Espinosa, era una
mujer culta y de tendencias liberales, que inculcó a sus
quince hijos el amor por la lectura, el conocimiento y la
cultura.

Desde su infancia, Nela se acercó a los hijos e hijas de los


trabajadores indígenas de la hacienda de su padre, some-
tidos a la explotación económica y racial heredada de la
Colonia y continuada en la época republicana. “De ahí mi
apego a los temas indígenas. Cuando era muy niña, veía el
mundo de los indios muy lejos del mundo de los patronos,
el indio estaba ahí, en todo, pero estaba ausente a la vez”.

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A los diez u once años participó en una protesta de los
indígenas de la hacienda contra su padre (Laurini, 1992).

A la edad de doce años, Nela ingresó en el internado del


católico Colegio de los Sagrados Corazones de la ciudad
de Cuenca. Fue durante esta etapa de joven adolescencia
cuando tuvo su primer contacto con textos revolucio-
narios: la revista Amauta, editada y publicada por José
Carlos Mariátegui en Lima (Perú), fue una de sus prime-
ras lecturas. Gastaba el dinero de bolsillo que le daba su
familia en libros y estudiaba socialismo andino. Volvió a
su pueblo en 1927 sin diploma, porque en ese tiempo no
se graduaba a las mujeres.

La Revolución liberal y la crisis del


proyecto liberal radical

La Revolución liberal de 1895, liderada por el general


Eloy Alfaro, había comenzado el arduo proceso de
remover los cimientos del Estado terrateniente-
conservador en Ecuador: el predominio de la Iglesia
(transnacional) sobre la República, la censura de prensa y
de representación política impuesta al Partido Liberal y al
Radicalismo1 y la dominación servil de las comunidades

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Ala izquierda del Partido Liberal que junto con algunas organizaciones sociales
de base abogaba por la lucha armada y anteponer siempre la voluntad popular.

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indígenas de la Sierra, sustentada en el despojo de sus
tierras ancestrales.
Estos nuevos horizontes políticos movilizaron a amplias
capas rurales, plebeyas urbanas y hasta a sectores periféri-
cos de la burguesía. La articulación exitosa de estos gru-
pos sustentó la victoria militar que marcó una nueva vía
de formación estatal, antagonista a la del tradicional par-
tido terrateniente ultraconservador y clerical. El impacto
del auge liberal permeó al Estado y marcó las identidades
sociales de sectores progresistas en las décadas siguientes.
Sin embargo, la expansión de la economía alrededor del
cultivo y exportación del cacao, así como la dependen-
cia financiera y comercial de las elites ecuatorianas del
exterior, marcó una ruta oligárquica aún más pronunciada
durante la crisis global tras la Primera Guerra Mundial.

El odio político de los conservadores y las disputas


internas del Partido Liberal motivaron el cruel asesinato
de Eloy Alfaro a manos de una turba enardecida en 1912.
Este hecho no acabó con el régimen liberal, pero sí inició
un periodo de recomposición de sus fuerzas internas. Una
nueva alianza entre las oligarquías de la costa, asociadas
al comercio y la banca, y la incipiente burguesía incrus-
tada en las estructuras del Partido Liberal, hizo que los
sectores más progresistas y revolucionarios de lxs trabaja-
dorxs, el campesinado y las comunidades indígenas, mejor
representados por la corriente de Alfaro, reaccionaran y
cuestionaran la hegemonía liberal.

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Pleno del Comité Central del Partido Comunista del Ecuador, reunido en Quito
en 1947. Sentadas, las tres mujeres que formaban parte de él: a la izquierda
Luisa Gómez de la Torre, a la derecha, Dolores Cacuango líder de la Federación
Ecuatoriana de Indios y Nela Martínez Espinosa

Créditos: M. Wengerow / Archivo Martínez-Meriguet


Las cruces sobre el agua: pujanza de las
organizaciones clasistas
Ante la creciente desigualdad y el consiguiente
descontento popular, el gobierno liberal recurría a
la represión con mayor asiduidad y violencia. En la
ciudad con mayor concentración proletaria del país, el
puerto de Guayaquil, estalla una exitosa huelga general
donde confluyen las demandas de numerosos sectores
profesionales y del proletariado industrial. Tras la total
paralización de la ciudad durante días, el gobierno liberal
utiliza al Ejército para aplastar la movilización, resultando
en una masacre con centenares de víctimas el 15 de
noviembre de 1922. Joaquín Gallegos Lara inmortalizó
la matanza de obreros en su obra Las cruces sobre el agua,
aludiendo en el título a los cadáveres flotando en el río
Guayas.

Lejos de apagar el conflicto, este brutal episodio radica-


lizó la acción de los sectores más organizados y revolucio-
narios de la clase trabajadora. En un contexto de creciente
antagonismo de clases, consolidó la incorporación de
nuevos actores políticos —el movimiento indígena, el
movimiento campesino, el incipiente proletariado indus-
trial, las mujeres—, antes privados de poder político y de
representación efectiva ante el Estado y la oligarquía.

Algunos de estos nuevos actores articularon una crítica


radical a la deriva del proyecto liberal. Por un lado, dentro

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de la propia estructura del Partido Liberal, grupos radi-
cales cuestionaron las nuevas alianzas con la oligarquía
comercial y financiera, y finalmente decantaron hacia
el Partido Socialista Ecuatoriano. En segundo lugar,
las comunidades indígenas y campesinas despojadas de
tierras, crecientemente presionadas por la pujanza de
los terratenientes (fueran estos conservadores o nuevos
propietarios aliados a las élites liberales) fortalecieron
sus demandas de reconocimiento político por parte del
Estado liberal. En tercer lugar, las masas trabajadoras
urbanas —el nuevo proletariado industrial— desarro-
llaron nuevas herramientas de organización y lucha
a través de los recién creados sindicatos sectoriales y
locales, siendo muy importante en este proceso el Partido
Comunista del Ecuador. Otros sectores descontentos
con el régimen liberal nutrieron la oposición progresista:
amplios sectores de maestros y educadoras, jóvenes inte-
lectuales, sectores progresistas del ejército, entre otros.

El Partido Comunista del Ecuador (PCE) se forma


en 1931, a partir de una escisión del Partido Socialista
Ecuatoriano (PSE), fundado en 1926. La discusión
respecto de la adhesión a la Comintern —fue el PCE el
partido que se unió a la III Internacional— fue el último
capítulo en la creciente divergencia entre los líderes del
PSE no solo en los ámbitos doctrinario e ideológico, sino
también en lo organizativo y táctico.

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El Partido Socialista había sido un actor fundamental
en las reformas estatales implementadas a través del
recién formado Ministerio de Previsión Social y Trabajo:
redistribución de tierra a las comunidades indígenas,
proscripción del trabajo servil dentro de las haciendas,
consagración de derechos laborales e incluso la configura-
ción del Senado, incluyendo la representación de las clases
trabajadoras, indígenas, maestrxs y funcionarixs públicxs.
A pesar de su apuesta por una intervención desde las
estructuras del Estado para efectivizar una reforma demo-
crática radical, las y los militantes socialistas no pudieron
contener la presión de las elites para reprimir a las organi-
zaciones autónomas de las clases populares. Aspiraciones
reformistas de justicia social, representatividad, derechos
sociales y políticos, así como el reconocimiento de dere-
chos ancestrales (en el caso de los sectores indígenas)
fueron recogidas en la Constitución de 1928, siendo clave
el papel de los cuadros y abogados socialistas para plasmar
esas reformas en la ley.

Por su parte, el PCE participó activamente en la orga-


nización de la clase obrera, tanto urbana como rural.
Consciente de la importancia de fortalecer la acción
organizada de clase para hacer efectivos los derechos plas-
mados en la nueva Constitución, la dirigencia comunista
planteó un intenso trabajo con las comunidades indígenas
de la Sierra Central y los sectores campesinos desposeí-
dos, promovió articulaciones entre sectores de la clase
trabajadora para fortalecer la solidaridad entre colectivos

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y en la organización de huelgas tanto a nivel local como
en los sectores gremiales y profesionales, y fue clave en
la batalla de las ideas, desarrollando una prensa crítica
vigorosa.

Como organización política incipiente, el PCE se orga-


nizó en células locales formadas por pocos militantes,
muy activas, y bien conectadas entre regiones. Esta
estructura permitió la vinculación de la militancia comu-
nista con un amplio número de organizaciones de diversa
índole, desde comunidades indígenas en el centro y norte
de la Sierra y el Litoral hasta sindicatos, asociaciones, etc.
Algunos cálculos apuntan a que el Partido llegó a orga-
nizar hasta 600.000 campesinos en 1943 (Coronel 2022
en prensa). Fue ese trabajo de base militante, codo a codo
con las organizaciones sindicales y campesinas en los
centros de trabajo, en las localidades, y progresivamente
en las instituciones —frecuentemente, en coordinación
con el Partido Socialista Ecuatoriano, una estructura con
mayor número de cuadros e inserción institucional—, el
que colocó al Partido Comunista en la vanguardia del
proceso de acumulación de fuerzas en el período 1941-
1944, que desembocará en la insurrección denominada La
Gloriosa.

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Clase en una de las escuelas bilingües para indígenas, creadas por la Federación
Ecuatoriana de Indios en Cayambe que Luisa Gómez de la Torre y Nela Martínez
contribuyeron a formar

Créditos: Blomberg / Archivo Martínez-Meriguet


Militancia primera: sindicatos, Partido
Comunista del Ecuador y la Federación
Ecuatoriana de Indios
El encuentro de Nela Martínez con Joaquín Gallegos
Lara en 1930, durante una visita de Nela con su madre
a Guayaquil, cambiaría para siempre la vida de ambos.
Gallegos Lara, con apenas 21 años, ya era un escritor con-
sagrado, vinculado con el mundo sindical y militante del
Partido Comunista. Nela descubrió con Gallegos Lara un
vínculo de vida y militancia, un “amor al futuro colectivo”,
en sus propias palabras.

En 1933, Nela se trasladó a Ambato, ciudad de la Sierra


Central, y consiguió un humilde empleo de maestra.
Ese mismo año se afilió al Partido Comunista, siendo la
única mujer del núcleo local, e inició su actividad polí-
tica mediante un intenso trabajo de organización de base
con obreros y campesinos. En ese periodo estableció
relaciones con sindicatos de diferentes gremios, publicó
textos revolucionarios radicales y organizó protestas y
manifestaciones.

La distancia física entre Nela Martínez y Joaquín


Gallegos Lara no impide que su relación se haga cada
vez más íntima en lo personal y más comprometida en
lo político. Durante años, el epistolario entre ambos fue
el sostén de su relación amorosa y el vehículo para el

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intercambio fructífero de ideas políticas que enrique-
cían en el diálogo entre Sierra y Costa. En una de las
cartas que Nela escribe a sus 19 años, expresa a Joaquín
su posición sobre la situación de las mujeres, refirién-
dose al intento de su padre de casarla con el hijo de un
hacendado:

Quiere detenerme en la inconsciencia de lo rutinario


del vivir, volver una ironía mis pensamientos, los
pocos que de mi conoce, en la realidad resignada que
debiera ser. Darme un marido católico para que ni
mis hijos, ni las generaciones del futuro cambien, para
que yo misma sea lo que mi madre, lo que las mujeres
desgraciadas de esta tierra son: la mujer-víctima, la
mujer-cosa, la mujer-esclava. Mi negativa rotunda le
ha exasperado.
Doc. N-19320102, Archivo Martínez-Meriguet

El padre de Nela Martínez nunca vio con buenos ojos su


relación con Gallegos Lara. A pesar del rechazo, se casa-
ron en Ambato en 1934. Poco tiempo después, huyendo
de la persecución política por parte de las autoridades
locales, Nela y Joaquín se trasladan a Guayaquil. Su
reputación de militante comunista, sindicalista y agitadora
impidió que Nela pudiese estabilizar su situación eco-
nómica. A pesar de las dificultades, los dos desarrollaron
una intensa actividad política tanto en la Sierra como
en el Litoral. Su papel como dirigentes e intelectuales

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orgánicos del Partido Comunista, forjando vínculos y
alianzas con distintos sectores de la clase trabajadora y la
intelectualidad, fue clave a la hora de superar clivajes sec-
toriales y regionales que posibilitarían la unidad de acción
de las clases populares.

En 1935, el PCE envía a Nela Martínez a Quito a una


reunión con distintos sectores políticos del país. Ella
decide establecerse en la capital, a donde la sigue Joaquín
poco después. La convivencia se deteriora y viven sepa-
rados, aunque continúan su matrimonio y su trabajo
político.

En este año, Joaquín escribe los primeros capítulos de


una obra fundamental en la literatura ecuatoriana, Los
Guandos2, un relato conmovedor sobre la desposesión y
subyugación de los indígenas de la Sierra, la brutalidad
del sistema de dominación impuesto por las clases terra-
tenientes y las contradicciones de la modernización. La
novela fue concebida conjuntamente por Nela y Joaquín y
su historia principal surge de la narración de la violencia
de la explotación a los indígenas que Nela presenció en
sus infancia y juventud. “Un libro indio. El primer libro
indio que se habrá hecho en nuestro Ecuador. Un libro
nuevo. Pero no será solo con mi nombre que aparezca.
Lo escribiremos i publicaremos juntos”, dice Gallegos
Lara en una carta a Nela en 1930 (Doc J-19301123,
2
Cargadores en kichwa, referido a los indígenas que transportaban todo tipo de
mercadería a hombros.

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Archivo Martínez-Meriguet). Décadas más tarde, en los
años 80, sería Nela quien terminaría de escribir y publi-
caría el texto, que había quedado inconcluso a la muerte
de Gallegos Lara. La obra forma parte de la literatura
indigenista ecuatoriana en la que autores no indígenas
escriben sobre los indígenas buscando reivindicarlos en el
contexto de las luchas por la recuperación de su legado a
la nación.

Tras intentar suicidarse, Gallegos Lara decide regresar a


Guayaquil en 1936 acompañado de su madre, quien siem-
pre lo cuidó debido a que él había nacido con una enfer-
medad que le impedía caminar. Esta nueva separación
resultó ser definitiva: Nela escribió a Joaquín, expresando
su deseo de divorciarse. El final de su historia de amor no
impidió que continuaran siendo compañeros, de militan-
cia y de vida, hasta la muerte de Joaquín en 1947.

Nela continuó sus tareas políticas en el Partido


Comunista y estableció una relación con Ricardo Paredes,
su primer secretario general y artífice de la escisión con
el PSE. El hijo de ambos fue criado solo por Nela, ya
que Ricardo Paredes, casado, no quiso divorciarse. Como
madre soltera, Nela debió afrontar el rechazo de una
sociedad profundamente conservadora que ella enfrentó
desde el primer día paseándose abiertamente por la calle
con su hijo (Martínez, y Costales, 2018). Nela fue a vivir
con su amiga Luisa Gómez de la Torre, también maestra

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y militante del PCE, quien durante una década le ayudó a
cuidar a su hijo.

Por estos años, Nela estuvo estrechamente involucrada


en el proceso de formación de la Federación Ecuatoriana
de Indios (FEI), primera organización nacional de los
pueblos indígenas del Ecuador. La FEI, se formó a partir
de varios sindicatos y organizaciones que existían desde la
década de 1920, que habían luchado contra la brutalidad
hacia los campesinos indígenas que trabajaban en la pro-
piedad de los blancos, reivindicando la igualdad efectiva,
el derecho a la tierra y su identidad. En 1930, se organiza
una huelga en la hacienda Pesillo (Cayambe), que a la
postre significó el evento fundacional de la federación. El
Partido Comunista estaba implicado en esa y las posterio-
res movilizaciones y es en ese proceso que Nela Martínez
se encuentra con la dirigente indígena Dolores Cacuango,
conocida como “Mamá Dolores de los indios”, figura
clave del movimiento indígena y del PCE.

Como Dolores Cacuango era analfabeta, Nela hacía


las veces de su secretaria. En este tiempo Nela profun-
diza su conciencia sobre la importancia de la educación
como herramienta y proceso emancipatorio. Ya en 1940,
Dolores, Nela y su amiga y compañera del partido, Luisa
Gómez de la Torre, comenzaron a establecer centros de
enseñanza bilingüe para que lxs niñxs indígenxs tuvieran
una educación adecuada. Estos centros de enseñanza
fueron diseñados para educarlos con la perspectiva de que

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pudieran ser maestrxs, pero también líderes y militantes, y
favorecer así la construcción de herramientas de moviliza-
ción popular.

La FEI fue finalmente fundada en 1944 por estos grupos


indígenas movilizados y también por algunas personas
blancas-mestizas. En ambos grupos había muchos mili-
tantes comunistas, por lo que desde el principio hay una
estrecha relación entre la FEI y el PCE.

La lucha antifascista y la Alianza


Femenina Ecuatoriana

Desde los años 30, Nela Martínez había participado en


el movimiento antifascista y antitotalitario que resistía
la influencia en Ecuador de los fascistas italianos y
españoles, así como de los nazis alemanes. El programa
nazi fue ampliamente difundido por la radio y en
las universidades ecuatorianas, y simpatizantes nazis
alemanes tenían una fuerte presencia en los negocios en
el país, en particular en la industria petrolera. Oficiales
de las SS dirigían las operaciones de los espías alemanes
independientes, y de estrategas militares cercanos a la
oficina del presidente que consultaban cómo estructurar
el gobierno y el ejército. Asimismo, el gobierno fascista

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del general Franco también tuvo influencia en Ecuador a
través del Partido Conservador.
Por otra parte, existía un movimiento por la España libre,
compuesto por españoles y ecuatorianos que se oponían
a la España fascista y varios grupos antifascistas que
colaboraban y estaban en conversación sobre todo con los
gobiernos inglés y soviético.

En 1941 se crea en Quito el Movimiento Popular


Antitotalitario del Ecuador (MPAE), una organización
de izquierda de militancia antifascista, impulsada prin-
cipalmente por el militante francés antinazi Raymond
Meriguet. Nela, que se convierte en secretaria de
Organización y Propaganda del MPAE escribe sobre
el antifascismo en diversos medios de comunicación,
convocando a movilizarse en las asambleas populares que
organizaban. En estas asambleas, las y los militantes anti-
fascistas de varias tendencias, ecuatorianos y extranjeros,
construyeron la unidad de acción en contra de la colabo-
ración con las potencias del Eje. En 1942 Nela pasa a ser
secretaria de Organización Femenina del MPAE.

Siendo a la par integrante del Comité Central y del


Comité Ejecutivo del Partido Comunista, Nela Martínez
creía firmemente en la necesidad de un trabajo de orga-
nización de base, y su implicación en esta tarea desafió en
más de una ocasión a las estructuras del partido, especial-
mente en lo que se refiere a la participación activa de las

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mujeres. Ya en 1931 en una carta a Gallegos Lara decía
que:

“La ideología socialista solo encauzando en su


movimiento a la mujer puede encontrar triunfo
completo en su idiosincrasia… ¿Quienes son los
primeros en lanzar su anatema contra la mujer
nueva? ¿En criticarla, calumniarla y poner barreras de
imposible a su gesto redentor? Los hombres.” (Doc.
N19310101, Archivo Martínez-Meriguet).

Desde la legitimidad construida en años de militancia de


base y de incidencia en el debate público a través de sus
escritos en prensa, Nela Martínez contribuyó a ampliar
los espacios de unidad y articulación, particularmente con
los sectores indígenas y las mujeres, a través de la forma-
ción de organizaciones autónomas que permitiesen a esos
sectores excluidos expresarse con su propia voz. Nela fue
consciente de la importancia de involucrar a otros des-
tacados dirigentes y militantes comunistas regionales en
esos espacios de unidad.

A pesar de que las mujeres tenían una importante partici-


pación e incluso liderazgo en las luchas de la clase traba-
jadora en Ecuador, esto no se reflejaba en la dirección de
los partidos políticos. Durante su viaje a Quito en 1935,
Nela conoció la existencia de organizaciones de mujeres
de derecha y religiosas, pero ninguna que reuniera a las

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mujeres de izquierda. En ese momento, Nela puso en
práctica su visión de unir a todas las mujeres de partidos
de izquierda y de diferentes orígenes para luchar por
causas comunes y participó en la fundación de la Alianza
Femenina de Ecuador (AFE) en 1938. Se trataba de una
plataforma amplia y heterogénea de mujeres de diferentes
sectores sociales y políticos, entre las que se encontraban
liberales progresistas que habían luchado por el derecho
al sufragio femenino, lideresas indígenas como Dolores
Cacuango, militantes comunistas como la propia Nela,
otras socialistas, también obreras y mujeres de comités
barriales. Nela pronto se convirtió en secretaria general y
presidenta de la organización, construida sobre una pro-
puesta de autonomía política de las mujeres, de tener una
expresión propia en la esfera política nacional (Salazar,
2018).

Dentro del ideario de la AFE estaba la “igualdad de dere-


chos económicos, sociales y políticos para todas las ecua-
torianas”. Las mujeres ecuatorianas fueron las primeras en
la región que consagraron el derecho al sufragio, en 1929,
por lo que esta demanda no fue el centro de su agenda
política, como ocurrió en el resto de la región en las déca-
das de 1930 y 1940. Las mujeres de la AFE buscaban la
unificación de todas las “fuerzas femeninas” en torno a la
defensa de las mujeres y la transformación de todo el país.
Inicialmente combinaron la lucha política con campa-
ñas de ayuda social, pero estas pronto se convirtieron en
instancias políticas de apoyo mutuo y de socialización de

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la reproducción de la vida, como ocurrió con la creación
de comedores populares, diversos talleres y la alfabetiza-
ción de mujeres privadas de libertad en el Penal García
Moreno de Quito. La organización se fortaleció con la
lucha por los derechos laborales de las mujeres en medio
del debate nacional sobre el nuevo Código del Trabajo
(1938), cuando lucharon por igual salario por igual tra-
bajo, la reserva del puesto de trabajo durante el embarazo,
el descanso posparto, la creación de guarderías. Aunque
no lo plantearan en esos términos, en ese momento ya
pensaban en la política teniendo en cuenta las diferencias
de género (Salazar, 2017a).

Como organización aliada pero no sujeta a la estructura


del Partido Comunista, la AFE desarrolló sus actividades
hasta 1950, principalmente en Quito, pero también pro-
curó realizar actividades en otras localidades del Ecuador
e incluso en el extranjero, llegando a tener delegadas en
EE. UU.

Revolución La Gloriosa (1944)

El presidente de esa época, Carlos Alberto Arroyo del


Río, que asumió en 1940, constituía una figura de la nueva
élite financiera internacional, que intentaba reposicionar
el poder del capital sobre los Estados reformistas
de América Latina y poner freno a las políticas

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Reunión de la Alianza Femenina Ecuatoriana (AFE) en la Casa del Obrero, Quito.
Sentada, al centro, Nela Martínez y de pie, primera a la derecha, Luisa Gómez de
la Torre

Créditos: Pacheco / Archivo Martínez-Meriguet


redistributivas a través de impuestos, nacionalizaciones de
sectores estratégicos y extensión de los derechos laborales,
asumidas por varios Estados de la región (Ecuador y
México, entre otros) en la década de 1930.

La línea reaccionaria de Arroyo del Río, contraria a las


Constituciones de 1928 y 1938, así como su enemistad
con los empleados públicos de la educación nacional y las
universidades y su intervención en contra de los dere-
chos a la tierra y laborales alcanzados, sumado al uso de
fuerza represiva, condensaron una oposición de izquierdas
en lucha contra el retorno de la oligarquía (Coronel, en
prensa, 2022).

En julio de 1941, el Perú invadió el Ecuador desde el


sur y se apoderó de una extensión de territorio en la
Amazonia equivalente a casi la mitad del país. Como
detonante del conflicto estaban los intereses de compa-
ñías europeas y norteamericanas por los ricos yacimientos
petrolíferos de la zona. El conflicto terminó —y el des-
pojo fue sancionado— con la firma del Protocolo de Río
de Janeiro en 1942, que establecía las nuevas fronteras. La
gestión del conflicto por parte del gobierno de Arroyo del
Río fue vista como una traición nacional en momentos
críticos para la movilización nacional contra el gobierno
oligárquico.

En el corto período entre 1943 y 1946, se aceleró el


proceso de construcción de poder autónomo de las

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organizaciones populares en el Ecuador. Si bien en años
anteriores se habían realizado esfuerzos para movilizar y
organizar a la clase obrera a nivel local y sectorial, la prio-
ridad ahora era formar alianzas a nivel nacional, buscando
una acumulación de fuerzas que permitiera un enfrenta-
miento efectivo con los bloques dominantes en el ámbito
político y económico. Por un lado estaba la Confederación
de Trabajadores del Ecuador (CTE), una amplia alianza
de sindicatos y organizaciones campesinas de todo el país,
fruto de un largo proceso de alianzas y creación de espa-
cios de acción unitaria. Por otro, la ya referida Federación
Ecuatoriana de Indios.

En su apuesta por un proyecto de “reconstrucción nacio-


nal” que superara las estructuras feudales e impulsara
las fuerzas productivas en el camino hacia el socialismo,
las fuerzas revolucionarias de izquierda, con el PCE a la
vanguardia, impulsan la creación de un frente. Llaman a
sumarse no solo a la izquierda socialista y comunista, sino
también a los liberales seguidores del expresidente José
María Velasco Ibarra y a “demócratas conservadores”, para
enfrentar con unidad el autoritarismo de Arroyo del Río,
la crisis oligárquica, la amenaza del fascismo y avanzar en
el programa del desarrollo industrializador nacional y la
defensa de la democracia.

El resultado, la Alianza Democrática Ecuatoriana (ADE),


fue una coalición que incluía a los partidos Conservador,
Liberal Radical Independiente, Socialista, Comunista,

27
y a las plataformas Frente Democrático Nacional y
Vanguardia Socialista Revolucionaria Ecuatoriana. La
ADE redactó un documento programático que recogía
demandas históricas de los sectores excluidos y consoli-
daba la unidad de acción hacia la construcción nacional.
El programa posicionaba la demanda de la democracia
popular, garantizando la libertad de organización y de
prensa; la organización de la economía hacia el incre-
mento de la capacidad productiva tanto en la industria
como en la agricultura; la mejora del nivel de vida de la
clase trabajadora y el campesinado, y el establecimiento
del salario digno; la plena “integración del indio y el
montubio” y el fomento de la educación; democratización
de las FFAA y colaboración continental contra las fuerzas
fascistas.

En esta coyuntura, el 28 de mayo de 1944 se produjo


una gran insurrección popular contra el gobierno de
Arroyo del Río, liderada por las fuerzas populares: obre-
ros, estudiantes, indígenas y mujeres articuladas a través
de la ADE. El 29 de mayo, cuando primero el presidente
Arroyo se refugia en la Embajada de Colombia, luego los
carabineros acuden a la sede de la ADE a indicar que no
atacarán, solo se defenderán si son atacados y finalmente
los militares reconocen el derecho a la insurrección y a la
dirigencia de la ADE, Nela Martínez ve el vacío de poder
y decide ocupar el Palacio de Gobierno acompañada de
estudiantes. Nela ejerció como ministra de Gobierno y
estuvo a cargo del país durante tres jornadas épicas.

| feministas 03
Desde el Ministerio ordené la liberación de los presos,
principalmente los del Movimiento Antifascista,
que estaban en diferentes provincias o confinados en
el Oriente, por luchar contra el régimen de Arroyo
del Río. Se informó a todo el país que ADE se
había hecho cargo de la Presidencia de la República;
pedimos que se organizaran gobiernos seccionales
para impedir que actuara la contrarrevolución –aunque
el término no es exacto. Ordené lo que había que
ordenar: la coordinación de toda la actividad a escala
nacional (Martínez y Costales, 2018).

Cuando finalmente llegó Velasco Ibarra —que estaba al


norte del país en el momento de la sublevación— y en
vez de convocar elecciones se instala directamente en el
poder, Nela se da cuenta de que la revuelta popular había
sido traicionada y abandona el Palacio sin aceptar ningún
cargo. Velasco inmediatamente cierra la oficina pública
donde ella trabajaba, dejándola desempleada.

Una Asamblea Constituyente, formada por representan-


tes de los trabajadores y diferentes sectores sociales antes
excluidos, promulgó en 1945 una nueva Constitución,
que consagró derechos sociales a favor de la clase trabaja-
dora y los indígenas, subordinando la propiedad privada
al interés general y reconociendo derechos ancestrales en
las tierras de las comunidades. Asimismo, garantizó la
representación parlamentaria de trabajadores, indígenas,

29
educadores y otros sectores antes excluidos a través del
sistema funcional3 de elección.

Lideradas por Nela, las mujeres de la AFE buscaron una


representación política formal en la Asamblea, por la
que tuvieron que luchar a pesar de tener ya el derecho
al voto y haber participado activamente en La Gloriosa.
En la asamblea celebrada en la Central de Trabajadores
del Ecuador (CTE) para designar las candidaturas a la
Asamblea Nacional Constituyente, los dirigentes comu-
nistas maniobraron para que la candidatura a asambleísta
principal no recayese en Nela Martínez, pese a los apoyos
a su favor. A pesar de ello, Nela concurrió como asam-
bleísta suplente, ganó el escaño y cuando fue principali-
zada finalmente, se convirtió en 1945 en la primera mujer
legisladora de Ecuador. Esta fue quizás la primera gran
batalla interna que Nela tuvo que librar contra la clarí-
sima discriminación de género de sus propios compañeros
del PCE.

Velasco Ibarra aprovechó las luchas internas en la ADE,


multipartidista e interclasista, y maniobró para derogar
la constitución de 1945 y proclamarse dictador en 1946.
La contrarrevolución que encabezó ayudó a consolidar
el poder de los sectores conservadores en el Estado, pero

3
Elección de una parte de los diputados del Congreso de modo que represent-
aban específicamente a sectores de la sociedad como profesores, estudiantes,
científicos, industriales, comerciantes, pero también trabajadores, campesinos e
indígenas.

| feministas 03
no logró debilitar de manera inmediata el impulso de
la organización popular construida en las dos décadas
anteriores.

Militante comunista internacionalista

Tras la derrota de las fuerzas populares en mayo de 1944,


Nela Martínez se distanció completamente del gobierno y
dedicó importantes años a la lucha internacionalista.

En un largo viaje que comenzó con una invitación al


Congreso Interamericano de Mujeres en Guatemala en
1946, ayudó clandestinamente en la reorganización del
Partido Comunista de ese país, proscrito por la dicta-
dura, y en la formación de una organización nacional de
mujeres, la Alianza Femenina. En Honduras y Nicaragua
conoció de primera mano la represión a la militancia
comunista. En Costa Rica y Panamá encontró partidos
comunistas más organizados y que podían participar en
la política local. Finalmente, en Colombia, donde desem-
peñó un importante papel en la formación de la Alianza
de Mujeres.

En 1949, inicia una estancia en Europa de un año. Viaja


a París como representante de las mujeres comunistas
de Ecuador, invitada por la Federación Democrática

31
Internacional de Mujeres, donde contribuye con la
organización del Primer Congreso Mundial por la Paz.
A continuación, fue invitada a participar en un encuentro
internacional de mujeres comunistas en Moscú. Este viaje
le permitió conocer a dirigentes y militantes comunistas,
no solo de varios países de Europa sino también de Cuba,
escala de su viaje trasatlántico, lazos estos últimos que
fortalecería aún más luego del triunfo de la Revolución
cubana en 1959.

Tras sus viajes, Nela vuelve a su militancia en el Partido


Comunista y la AFE. Junto a Dolores Cacuango, Luisa
Gómez de la Torre y otros militantes comunistas, trabajó
los años siguientes en la consolidación de escuelas indíge-
nas en Cayambe.

En 1950, Nela se casa con Raymond Meriguet, un


militante comunista y antifascista francés, como se
mencionó, uno de los fundadores y secretario general
del Movimiento Popular Antitotalitario de Ecuador
(MPAE). Meriguet se radicó en el Ecuador en los años
30 y ambos se conocían desde la época del MPAE.
Tuvieron tres hijxs y compartieron vida y militancia hasta
la muerte de él en 1988.

| feministas 03
Intervención de Nela Martínez en el Primer Congreso de la Mujer Trabajadora.
Quito, 1956

Créditos: Pacheco / Archivo Martínez-Meriguet


La Unión Revolucionaria de Mujeres
del Ecuador
En las décadas de 1950 y 1960 el PCE se enfrentó
a fuertes tensiones en torno a la lucha armada y la
participación de las mujeres y la juventud. La muerte de
Stalin en 1953 pone en cuestión el denominado “culto al
líder” y el triunfo de la Revolución cubana en 1959 abre
fuertes debates sobre la lucha armada. El PCE, que en su
congreso de 1962 define que la lucha armada es el camino
para la revolución, finalmente sanciona y expulsa en
1964 a militantes que habían organizado una intentona
guerrillera en 1962 con el frente de masas de la juventud
del partido, la Unión Revolucionaria de la Juventud
Ecuatoriana (URJE).

Entre 1954 y 1955 se presentaron tres proyectos al


Comité Central del PCE para crear una organización
de mujeres. La Comisión Nacional de Mujeres del
PCE, presentó dos proyectos (probablemente redacta-
dos por Nela Martínez y Luisa Gómez de la Torre): una
Organización de las Mujeres Democráticas y luego una
Federación Democrática de Mujeres Ecuatorianas. Por
su parte, Pedro Saad y Rafael Echeverría, del Comité
Central, presentaron un “Plan de organización para el
trabajo entre las mujeres”. Finalmente se creó la Unión
Democrática de Mujeres Ecuatorianas (Salazar, 2017b)
sobre la cual hay muy poca información.

| feministas 03
En un incidente poco claro, pero expresado como
“enfrentamientos internos con miembros del Comité
Central”, Nela Martínez fue suspendida del PCE en 1957
(Ibíd). En los años siguientes, además de cuidar a sus
tres hijxs pequeñxs, se dedica a la acción feminista y a la
solidaridad con refugiados que llegaban al país huyendo
de las múltiples dictaduras del continente .

El PCE mantuvo su alineamiento con la URSS y la línea


de crear alianzas con la burguesía y la pequeña burguesía
para participar en elecciones. Además de varios episo-
dios de expulsión de militantes a los que se denominaba
ultraizquierdistas, a partir de esta época el PCE critica
duramente al Partido Comunista Chino en reiteradas
ocasiones. Un grupo de cuadros y militantes se separó del
PCE en 1964 para crear el Partido Comunista Marxista
Leninista del Ecuador, de tendencia maoísta.

La Revolución Cubana, con su importante protagonismo


femenino y la creación de la Federación de Mujeres
Cubanas, así como las guerrilleras vietnamitas, influyeron
en cierta apertura del PCE a un mayor protagonismo de
las mujeres. El PCE entendía que el rol de la mujer, como
el de todo militante, era participar en la lucha de clases
para acabar con el capitalismo; no obstante, sus proble-
máticas específicas eran reducidas a la lucha por la paz, el
rol materno y, por ende, la defensa de la infancia. El PCE
siempre consideró que, si hubiera alguna organización de
mujeres, esta debía estar tutelada por el Comité Central,

35
tanto por el peligro del denominado “fraccionalismo”,
como porque temían la influencia reformista del femi-
nismo burgués (Salazar, 2017b, 2018). La apuesta del
partido era la construcción de frentes de masas de muje-
res, mientras la necesidad de mejorar la representación
política de las mujeres, las condiciones para su partici-
pación o cuestionar la división sexual del trabajo no eran
parte de los planteamientos en la época.

La AFE había funcionado solo hasta comienzos de la


década de 1950, pero buena parte del colectivo de mujeres
que la había formado se mantenía activo. Establecieron
y estableciendo vínculos con universitarias y sindicalistas
crean en 1962 la Unión Revolucionaria de Mujeres del
Ecuador (URME). Su objetivo era “la liberación efectiva
de la mujer ecuatoriana que le permita ejercer sus dere-
chos como ciudadana, sin restricciones ni limitaciones; la
independencia real del Ecuador, en ejercicio pleno de su
soberanía; la soberanía popular como expresión política,
social y económica de un pueblo cuyos derechos han sido
escamoteados o traicionados sistemáticamente” (Estatuto,
citado en Salazar, 2017a).

La URME se creó como una organización sin estruc-


tura jerárquica clásica, sino que organizaron su trabajo
en torno a comisiones. La organización no se identi-
ficó como feminista; de hecho, rechazaron de plano el
concepto por considerarlo burgués y reformista, una

| feministas 03
concepción generalmente compartida en la izquierda
ecuatoriana de la época.

En 1963, la URME, el Comité de Unidad por la Paz y


la Soberanía, y la Unión Democrática de Mujeres del
Ecuador convocaron a una reunión a propósito del 8 de
Marzo, Día Internacional de la Mujer, en la que además
de las organizaciones convocantes, participaron ​​militantes
de los partidos socialista, socialista revolucionario y comu-
nista. La reunión fue interrumpida por un altercado con
integrantes de la Alianza Femenina Universitaria (AFU),
organización creada por el PCE en 1952, que según la
URME acudieron con intenciones “saboteadoras”. ​​Tras
este incidente, el PCE declaró, en marzo de 1963, que
Nela Martínez ya no era miembro del partido. La acusa-
ron de no haber pedido su reingreso luego de ser separada
en 1957, de “una actitud contraria a la línea del partido” y
de atacar a los dirigentes. En la misma situación quedaron
los otros dos integrantes de su célula, Primitivo Barreto y
Modesto Rivera. También fueron expulsados del partido
Jaime Galarza y José María Roura que fueron acusados de
fraccionalistas: ultraizquierdista el primero y maoísta el
segundo.

En realidad, para las dirigentas de la URME y especial-


mente para Nela, el conflicto estaba en que se negaban a
que la organización de las mujeres fuera totalmente tute-
lada por el Comité Central del PCE. Además, Nela (y su
célula también) mantenían diferencias de larga data con el

37
Comité Central respecto a la relación del PCE con otras
fuerzas políticas por considerar que estaba influenciado
por el browderismo4.

En lo internacional, la URME estableció relaciones


formales con la Federación Democrática Internacional de
Mujeres (FDIM), la organización mundial comunista de
mujeres creada en 1945 y que fue la mayor influencia del
PCE hasta la década de los 70 en lo que tiene que ver con
las mujeres comunistas, sus demandas y formas de orga-
nización. Esta afiliación fue una nueva fuente de conflicto
con el PCE, que se consideraba el único interlocutor
legítimo para la FDIM en el Ecuador.

Nela escribió sistemáticamente para Nuestra Palabra,


publicación oficial de la URME, fundada en 1963, un
hito de la prensa del movimiento de mujeres ecuatoriano
que no solo publicaba sobre la situación de las mujeres,
incluyendo asuntos como la doble discriminación de
afroecuatorianas e indígenas, sino que debatía los temas
más relevantes de la coyuntura nacional. El editorial de su
primer número expresa la ideología de la organización:
4
El browderismo fue una corriente ideológica marxista de corta duración que
sostenía la necesidad de que los partidos comunistas hicieran alianzas y crearan
frentes interclasistas con gobiernos y sectores de centro y derecha en nombre
de enfrentar la amenaza del fascismo. Su nombre deriva del secretario general
(1930- 1945) y presidente (1932 - 1945) del Partido Comunista de Estados Uni-
dos, Earl Browder y tuvo influencia sobre todo en Latinoamérica. Nela Martínez
escribió posteriormente un artículo al respecto: “Pedro Saad y el browderismo”,
en Mañana, Época III, No. 225, 11 de enero de 1968, p. 16. (citado en Ycaza,
1991).

| feministas 03
NUESTRA PALABRA llega desde un silencio de
siglos, desde la centenaria servidumbre, desde un dolor
que nos pesa como parte de un pueblo sufrido, cuya
carga aumenta cuando se es mujer. Tenemos que decir
Nuestra Palabra para expresar un pensamiento: la
liberación de la mujer tiene que ser obra de ella misma.
Nuestra voz ha sido silenciada, desoída, vilipendiada.
El sello de una sociedad injusta ha pesado como piedra
sepulcral sobre el destino de la mujer ecuatoriana. Las
supervivencias patriarcales y feudales, los prejuicios
burgueses, el egoísmo de las clases dominantes, se
extienden a todos los sectores, aun a aquellos que por
su carácter revolucionario, deberían ser los primeros
en limpiar las telarañas de sus mentes… (citado en
Martínez y Costales, 2018).

Nuestra Palabra dejó de publicarse luego de cuatro núme-


ros, cuando el quinto fue parado en la imprenta tras un
golpe de Estado. La Junta Militar que asumió comenzó
a reprimir a todas las organizaciones de izquierda, pero
especialmente a las comunistas y declarando oficialmente
ilegales al comunismo y al PCE. La URME tuvo que
pasar a la clandestinidad. Varias militantes tuvieron que
esconderse o exiliarse. Nela se refugió con sus tres hijxs
menores de edad en la casa de su madre, cerca de Cañar,
su ciudad natal.

La URME se mantuvo activa hasta 1966 —el mismo año


en que termina la dictadura—, por fuera de la tutela que

39
el PCE pretendía ejercer a través de algunas de sus inte-
grantes. Siguieron reuniéndose y repartiendo panfletos de
resistencia en defensa de las personas privadas de libertad
y perseguidas, contra el imperialismo estadounidense,
reflejado claramente en las acciones de la Junta Militar,
rechazando el bloqueo a Cuba y a favor de la soberanía, la
paz y el desarme mundial. Colaboraron constantemente
con otras organizaciones de mujeres como el Comité
Femenino de Defensa de los Derechos Humanos, el
Frente Nacional de Mujeres contra la Dictadura y la
Comisión de Derechos Humanos. No quedan claras las
causas de la disolución de la organización.

| feministas 03
Mujeres de la Unión Revolucionaria de Mujeres del Ecuador (URME). Quito, 1963

Créditos: Utreras / Archivo Martínez-Meriguet


Lucha contra las dictaduras
y solidaridad con la Revolución
sandinista
Siempre, pero con mayor énfasis durante los años 70,
la casa de los Martínez Meriguet acogió a muchos
refugiados políticos de las dictaduras que asolaron
Latinoamérica. En 1983, Nela Martínez participó
activamente en la conformación del Frente Continental
de Mujeres por la Paz y contra la Intervención. Formó
parte de la Coordinadora, como plataforma de denuncia,
tanto en Ecuador como a nivel internacional, del plan
intervencionista estadounidense. El Frente Continental
de Mujeres nació bajo el signo de la solidaridad
internacional latinoamericana: Cuba, bloqueada y
victoriosa; Nicaragua, bajo la guerra impuesta por Reagan;
Guatemala y El Salvador, en heroica lucha por los
derechos de sus pueblos; Chile, bajo la cruel dictadura de
Pinochet; Argentina, con su dictadura cívico-militar y sus
treinta mil personas detenidas y desaparecidas.

Durante las reuniones internacionales se ratificaron cua-


tro puntos esenciales:

1. La solidaridad que las mujeres construyen a diario.


2. El antiimperialismo fuerte y combativo.
3. La necesidad de autodeterminación.

| feministas 03
4. La toma de conciencia de la condición de las mujeres,
la profundización de su autoestima y la voluntad de
luchar contra toda forma de discriminación.

Durante los años 80, el Comité también convocó a las


mujeres de América Latina para reconocer y honrar a
Manuela Sáenz, quiteña, prócer de la independencia
sudamericana, en su calidad de política y por su
participación directa en las batallas por la independencia.

Solidaridad con Cuba


En 1977 fundó, junto con otros intelectuales, el
Instituto Cultural José Martí. En 1979, tras la vuelta a
la democracia, luego del último período de dictadura
(1971-1979), Ecuador retoma las relaciones diplomáticas
con Cuba. En ese momento, Nela devuelve al nuevo
Embajador de Cuba la bandera de ese país que estaba en
la antigua embajada y que le había sido entregada para
su custodia por el embajador cubano cuando en 1962
el Ecuador, presionado por Estados Unidos, rompió
relaciones diplomáticas con Cuba.
Nela apoyó la iniciativa liderada por Oswaldo
Guayasamín, el pintor ecuatoriano más impor-
tante del siglo pasado, con estrechas relaciones con la
Revolución Cubana y miembro destacado del Instituto

43
Cultural Ecuatoriano-Cubano José Martí, de crear
la Coordinadora Nacional Ecuatoriana de Amistad y
Solidaridad con Cuba en 1992, entidad que presidió
durante varios años.

También, en solidaridad con Nicaragua, Nela Martínez


fundó la Casa de la Amistad Ecuatoriano-Nicaragüense
y continuó con el trabajo del Tribunal Antiimperialista de
Nuestra América.

Nela escribió toda su vida artículos y ensayos, pero


también poesía y algunos cuentos. Sus textos fueron
publicados a veces en los periódicos, pero sobre todo en
publicaciones y revistas comunistas y de las diferentes
organizaciones feministas y antifascistas en las cuales
militó. Muchísimas veces —más de cien dice ella en una
entrevista— publicó bajo seudónimos. Cada vez que una
de las frecuentes dictaduras o gobiernos autoritarios del
Ecuador descubría que era ella, una mujer comunista,
quien escribía con un determinado seudónimo, se prohi-
bía ese seudónimo y ella tenía que inventar uno nuevo.

| feministas 03
Oposición a la Base militar en Manta
y al Plan Colombia

Nela se mantuvo activa hasta sus últimos días. En los años


90, Nela se opuso a la participación del Ecuador en el
Plan Colombia, una iniciativa estadounidense parte de lo
que denominaron la “Guerra contra las drogas”, un paso
más de sus constantes intentos de control geopolítico de
Latinoamérica, en este caso a través de la penetración en
las policías y ejércitos.

En el año 2000, como presidenta del Frente Continental


de Mujeres, participó en una demanda para oponerse al
establecimiento de una base militar estadounidense en el
puerto de Manta. La base fue establecida, pero tuvo que
ser desmantelada tras la aprobación en 2008 de una nueva
Constitución que prohíbe las bases militares extranjeras
en territorio ecuatoriano. En mayo de 2003, al recibir la
condecoración Dra. Matilde Hidalgo de Prócel5 dijo:

La colonización regresa. Concretamente la tierra


del luchador y presidente Eloy Alfaro es hoy
norteamericana. Manta; base de barcos e implementos
de guerra y en préstamo para la nueva arremetida
5
Alocución al recibir este reconocimiento, otorgado por el Congreso Nacional
(hoy Asamblea Nacional) del Ecuador, que lleva el nombre de la primera mujer
que votó en el Ecuador (1924), que además de ser pionera en la lucha por el voto
femenino en el país, conseguido en 1929, fue la primera médica y la primera
mujer candidata (y electa) concejala.

45
yanqui. También Esmeraldas y toda su bahía y
posiblemente Galápagos. Nosotros, los sobrevivientes,
aprendimos –yo en una escuela de monjas– a amar las
hazañas de Bolívar y sus ejércitos de patriotas ¿Cómo
saldremos de esta colonización? ¿Cómo justificarnos
ante nuestra cobardía?

En los años 80 una enfermedad la dejó casi paralizada,


pero consiguió recuperarse merced a sus enormes esfuer-
zos y tras dos años de intensa rehabilitación. A pesar de
su enfermedad, siguió trabajando duro en las décadas
siguientes.

En 2004, Nela ya bastante enferma fue a La Habana a


recibir tratamiento médico y murió allí en julio del mismo
año. Sus cenizas reposan tanto en La Habana como en
Quito. Recibió sendos homenajes en los dos países.

| feministas 03
Mujeres de diversos movimientos políticos en la Plaza de la Independencia, Quito,
se manifiestan en defensa de la soberanía nacional, Nela Martínez en el centro, 10
de agosto de 1993

Créditos: Archivo Martínez-Meriguet


Este estudio estuvo a cargo de un equipo compuesto por
Pilar Troya del Instituto Tricontinental de Investigación
Social, la historiadora Valeria Coronel, y Daniela
Schroder e Iván Orosa que fueron parte del grupo de
investigación sobre Nela Martínez formado en el curso
“Marxismo y liberación nacional”, dictado en 2020 por
el Instituto Tricontinental de Investigación Social y la
Asamblea Internacional de los Pueblos.

Esta es una publicación conjunta con el Archivo


Martínez-Meriguet, institución a la que agradecemos por
la enorme apertura y dedicada colaboración en la persona
de Nela Meriguet Martínez.

| feministas 03
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parte. Centro de Investigación de los Movimientos Sociales del
Ecuador (CEDIME) – Centro de Investigaciones CIUDAD, 1991.

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| feminisms no2
es una institución promovida por los movimientos,
dedicada a estimular el debate intelectual al servicio
de las aspiraciones del pueblo.
www.eltricontinental.org

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