La Astronomía en Egipto

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 11

LA ASTRONOMIA EN EGIPTO

EL ORIGEN DEL CALENDARIO

Juan Antonio Belmonte

La observación del firmamento llevó a los antiguos egipcios a


inventar el calendario para regir sus festivales religiosos y
controlar la crecida anual del Nilo
El calendario de elefantina
Durante el reinado de Tutmosis III se elaboró este calendario de
festivales, en el que se menciona el orto helíaco de Sirio, cuando
empieza la inundación. Museo del Louvre, París.
Nut, la diosa celestial
Shu, dios del aire, intenta separar a la diosa del cielo Nut y al dios de la
tierra Geb.

DAGLI ORTI / ART ARCHIV E


Zodíaco de Dendera
En una capilla de Osiris en el templo de Dendera se descubrió un relieve
que representa los puntos cardinales y los 36 decanos (a la izquierda,
una reproducción).
El cielo visto por los egipcios
En una de las cámaras de la tumba de la reina Hatshepsut se halla el techo
astronómico más antiguo descubierto hasta la fecha en el antiguo Egipto.
Este techo se divide en dos partes, que se corresponden con el norte y el
sur del firmamento, esto es, el cielo boreal y el austral. Los animales,
símbolos y divinidades que pueblan este «cielo» son una clave preciosa
para comprender cómo interpretan el cosmos los egipcios de la
Antigüedad.

Orientación de un templo
Seshat, diosa de la escritura, junto con el rey, tensa una cuerda para
determinar el eje del templo en base a determinados cálculos
astronómicos. Relieve del templo de Edfú.
"su calendario es en mi opinión mejor que el de los griegos, porque […] el
ciclo de las estaciones siempre aparece en la misma época para ellos". Ya
el griego Heródoto, el padre de la historia, se maravillaba en el siglo
V a.C. por la perfección del calendario de los antiguos egipcios. Desde
entonces el análisis del calendario ha fascinado a muchos estudiosos.

Se trata de un asunto apasionante, que plantea una serie de preguntas


importantes como por ejemplo, ¿cuántos calendarios había en uso en
Egipto? ¿Cuál fue su origen? ¿Cómo evolucionaron? Y, finalmente, ¿se
puede fijar la cronología egipcia a partir de los datos astronómicos
relacionados con las fechas marcadas en este calendario? La mayoría de
estas preguntas se puede contestar de una manera simple y razonable en
el contexto de la propia cultura faraónica.
El calendario, a su vez, forma parte del interés más amplio que sentían los
egipcios por el mundo de las estrellas. En la cultura faraónica, el
firmamento se convirtió en un elemento crucial del paisaje. Hoy
podemos conocer las prácticas astronómicas de los antiguos egipcios
gracias a un gran número de fuentes jeroglíficas, desde las inscripciones
monumentales, los textos de las pirámides y los papiros astronómicos
hasta los relojes estelares o los diagramas celestes.
También los yacimientos arqueológicos ofrecen a los investigadores
las claves sobre el empleo que los egipcios hacían de sus
conocimientos astronómicos en el trazado de sus grandes
monumentos, como templos o tumbas, incluidas las pirámides. A esta
tarea de investigación se ha dedicado la Misión Hispanoegipcia de
Arqueoastronomía del Egipto antiguo, que viene desarrollándose en el
País del Nilo desde el año 2003.
Los inicios de la astronomía en Egipto y en su entorno sahariano se
remontan más allá del período Predinástico. En efecto, en el yacimiento
neolítico de Nabta Playa, fechado en torno al año 4000 a.C., se han
hallado alineamientos de piedras en los que parece reflejarse una
primera intención de control del tiempo y que podrían indicar la
importancia del solsticio de verano (21 de junio, el día más largo del año)
como marcador temporal ya en fechas tan tempranas. Sin embargo, la
interpretación de este yacimiento resulta muy controvertida entre los
egiptólogos.
EL ORIGEN DEL CALENDARIO
Las primeras observaciones astronómicas indudables y la iconografía más
antigua se sitúan en la fase originaria de la civilización egipcia
propiamente dicha, en el Predinástico y el Protodinástico, así
como durante el reinado de los primeros faraones de la dinastía II,
Hotepskhemuy o Nebre, cuando empezó a desarrollarse el culto solar. Es
precisamente en esta época cuando debió de producirse la génesis y
la evolución temprana del calendario civil de 365 días, uno de los
descubrimientos más trascendentales de los antiguos egipcios, del que se
tiene constancia que ya estaba en pleno uso durante el Imperio Antiguo.
La astronomía, o la observación del cielo en un sentido más amplio, fue
una disciplina que en Egipto nunca estuvo muy separada de la religión.
De hecho, los mejores "textos" astronómicos –representaciones del
cielo nocturno– se han hallado en tumbas o en templos. Asimismo, los
astrónomos egipcios, los imy unut u "observadores de las horas", eran en
su mayoría sacerdotes, algunos de alto rango, además de ejercer alguna
otra profesión.
Entre ellos, cabe citar a Imhotep (en el cual se ha querido ver en
numerosas ocasiones al inventor del calendario civil) o Senenmut,
arquitectos respectivos de la pirámide escalonada de Djoser en Saqqara
y del majestuoso templo de la reina Hatshepsut en Deir el-Bahari.
También lo era Anen, hermano de la reina Tiyi y tío de Akhenatón, uno de
los pocos "astrónomos" de los que se conserva un retrato.
El calendario civil del Egipto antiguo constaba de doce meses de 30
días cada uno (divididos en tres grupos de diez), lo que hacía un total de
360 días. A estos se sumaban los "Cinco sobre el Año", cinco días
adicionales, llamados epagómenos por los griegos, que, al menos desde
el Imperio Nuevo, estaban dedicados a cinco de las deidades más
importantes de los antiguos egipcios: Osiris, Isis, Set, Neftis y Haroeris; de
hecho, se consideraba que eran los días respectivos del nacimiento de
cada uno de esos dioses. Estos cinco días, que completaban el total de
365, se consideraban aparte y no dentro del cómputo general del año.
SIRIO APARECE EN EL HORIZONTE

Se suponía que este instante marcaba, o anunciaba –al


menos desde el Imperio Medio–, la llegada de la
crecida del Nilo.

Una de las peculiaridades de este calendario de 365 días es que


carece de año bisiesto. Puesto que la duración del año trópico (el de las
estaciones) es prácticamente un cuarto de día mayor, esto supone que
todos los eventos cíclicos, incluidos los astronómicos, se atrasen un día
cada cuatro años. La estrella Sirio, llamada Sopdet por los egipcios, da
lugar a uno de estos sucesos singulares: su primera aparición anual al
amanecer, el llamado orto helíaco.
Los antiguos egipcios lo denominaban peret sopdet, y constituía una de las
fiestas más importantes de su ciclo anual ya que se suponía que este
instante marcaba, o anunciaba –al menos desde el Imperio Medio–, la
llegada de la crecida del Nilo, un fenómeno natural que tenía enorme
trascendencia social y económica. Con el sistema de calendario de 365
días, sin embargo, la fecha del orto de Sirio se retrasaba un día cada
cuatro años, lo que suponía que daba una vuelta completa a todo el
calendario civil en un período de algo menos de quince siglos.

UN CALENDARIO PARA TODOS

Desde el alba de la moderna egiptología se han propuesto varias


hipótesis sobre el origen del calendario civil: algunos autores lo
consideran un calendario de origen solar, otros estelar, otros
luniestelar... Sin embargo, tal vez la hipótesis más sugerente es la que
plantea que el Nilo tuvo algo que ver en ello.
En el origen, antes de la unificación del país, las sociedades del valle del
Nilo debieron de regirse por calendarios lunares locales determinados
por el Nilo, pues las fases de la crecida del río marcaban la vida en el
territorio, según se puede deducir de las tres estaciones en que dividían
el año y el nombre que se daba a cada una de
ellas: Inundación (akhet), Resurgir (peret) y Sequía (shemu).
Sin embargo, una vez unificado Egipto, se hizo necesario crear un
calendario que rigiese los destinos de todo el país. Tradicionalmente
se ha pensado que el origen de este calendario civil tiene relación con el
orto helíaco de Sirio, pero no hay evidencias documentales que así lo
demuestren. Casi con seguridad la duración del calendario civil se
determinó a través de observaciones solares, de las que existen
pruebas variadas e incontestables para períodos muy tempranos. De
hecho, la duración del calendario civil así establecida es muy cercana a la
del año trópico de 365,2425 días.

Para la realización de algunos festivales se


mantuvo, a modo de vestigio, un cómputo de
tiempo guiado por las fases de la luna

Es interesante preguntarse por el número de calendarios independientes


que hubo en funcionamiento en Egipto. Muy posiblemente, el
calendario civil reinó de manera suprema en el antiguo Egipto desde
su invención como la forma estándar de cómputo de tiempo para la casi
totalidad de las actividades públicas y privadas, al menos hasta la
conquista del país por los persas y Alejandro Magno. Sin embargo, para la
realización de algunos festivales se mantuvo, a modo de vestigio, un
cómputo de tiempo guiado por las fases de la luna, cuyo origen puede
estar en los calendarios lunares locales originales regidos por el Nilo; igual
que en el moderno calendario gregoriano la Pascua viene fijada por la
luna (como en el calendario judío original), pero de acuerdo al calendario
actual dictado por el sol.
El calendario civil seguiría siendo el oficial en Egipto hasta la conquista
romana, momento en que fue sustituido por el calendario alejandrino,
casi idéntico pero con un día adicional o epagómeno cada cuatro años. En
el año 46 a.C., Julio César adaptó este calendario egipcio y es el que
estuvo en vigor en Europa hasta la reforma gregoriana del papa Gregorio
XIII, en 1582.
CRONOLOGÍA ESTELAR
El calendario egipcio ha jugado un papel fundamental en la determinación
de las fechas de reinado de los diversos faraones. El estudio cronológico
es una de las disciplinas más controvertidas y fascinantes de la
egiptología, y casi cada egiptólogo se decanta por una u otra
cronología; como mínimo hay cinco sistemas cronológicos de uso
frecuente, cada uno con sus ventajas, desventajas y particularidades,
incluyendo también propuestas más recientes, polémicas y algunas
incluso revolucionarias. En cualquier caso, la columna vertebral de
todas ellas la constituyen las fechas astronómicas, principalmente las
«sotíacas» –referidas a las fechas del orto helíaco de la estrella Sirio,
llamada Sothis por los griegos– y las lunares.
Por ejemplo, dos inscripciones de los reinados de Sesostris III (dinastía
XII) y Ramsés II (dinastía XIX) permiten datar los Imperios Medio y
Nuevo, respectivamente. La primera de ellas reza: «Te informo de que
la salida de Sirio [peret sopdet] tendrá lugar allí en IV peret 16», mientras
que la segunda dice: «Año 52, segundo mes de peret, día 27 en la Casa de
Ramsés Meriamón, o Piramsés, [es] novilunio [psedjentyu]».
Puede apreciarse cómo las fechas quedan registradas por el año de
reinado del faraón, la estación, el mes y el día, así como la información
de que ese día era la fecha del orto helíaco de Sirio o del novilunio,
respectivamente. Los egiptólogos se apoyan en estas últimas referencias
para intentar fijar el año exacto al que se hace referencia, aunque los
criterios particulares hacen que entre las dataciones de cada estudioso
haya diferencias de decenas de años, incluso de siglos.
La arqueología y la astronomía no son disciplinas tan diferentes y
lejanas como pudiera parecer, pues las dos estudian el pasado: la
arqueología, el pasado del hombre; la astronomía, el del universo, con el
objetivo común de entender nuestro presente y tratar de mejorar el
futuro. Los antiguos egipcios también usaron la astronomía con ese
mismo fin, convirtiéndola en generadora de algunos de los elementos
clave de su cultura, como su calendario; elementos que, sin duda, les
ayudaron a encontrar su lugar en el mundo. La estabilidad y la longevidad
de su civilización lo demuestran claramente.

También podría gustarte