Biografia de San Justino Martir
Biografia de San Justino Martir
Biografia de San Justino Martir
OBRAS
En la generación de autores cristianos anterior a Justino, los llamados «Padres Apostólicos» escribieron
textos íntimos, dirigidos a los demás cristianos, haciendo énfasis en Dios como Padre y Creador. Pero a
partir del año 130 los apologistas griegos como Justino tuvieron por destinatarios a la élite pagana, por
eso explotaron las ideas filosóficas del movimiento de los seres para difundir la visión de un Dios que es al
mismo tiempo Creador y Demiurgo.
Actualmente se conservan tres obras auténticas de Justino: la Primera Apología, dirigida a las
autoridades romanas, una Segunda Apología, que es la parte conclusiva de la Primera, y el
Diálogo con Trifón. Llegan hasta el presente de forma casi completa gracias a una única copia medieval,
de mediocre calidad, datada de 1364; también se conservan fragmentos antiguos de papiro romano con
unas pocas líneas de sus obras, como testimonio arqueológico confirmatorio. De las demás obras del autor
sólo permanecen fragmentos del texto Sobre la Resurrección, y otros fragmentos de dudosa autenticidad.
DOCTRINA
Principal actividad apologética de Justino fue defender la noción cristiana de Dios: buscó justificar al Dios
cristiano, único y omnipotente, frente a las creencias de los paganos. Explicar el concepto de Dios era
indispensable para luego avanzar con otros misterios de la fe cristiana como la encarnación.
El doble rol de Justino como cristiano y como filósofo genera dos concepciones de Dios análogas y
complementarias. Como cristiano Justino explica un Dios que es Padre, sumo Bien, Vida, origen de las
virtudes, Creador, omnisciente y omnipotente, amante del Mundo y de los hombres, y revelado por Cristo.
En cambio, con lenguaje de los filósofos, Justino describe un Dios incognoscible, trascendente, inmutable,
eterno, incorruptible y primer motor inmóvil: el empeño del autor está en conciliar estas dos visiones.
Ante la idea panteísta de los estoicos, de un dios inmanente e interno al universo, el autor contrapone un
Dios trascendente, o sea, que no forma parte del universo ni de la materia —sujeta al cambio y
movimiento constante—, sino que es eterno e inmutable. Sin embargo, en los tres escritos que se
conservan de Justino, no se encuentra un tratamiento detallado del tema de la Creación, contrapuesta a la
visión platónica de la eternidad de la materia.
El Logos y los seres espirituales
Concepto del Logos, como fuerza racional vigente en el universo, era familiar para los hombres cultos del
paganismo; y la utilización de esa palabra tampoco era nueva en la teología cristiana. La creatividad de
Justino radica en la manera de identificar al Cristo con el Logos, como la chispa divina que aviva el
intelecto en cada hombre. Esto conduce a Justino a proponer que toda verdad y virtud tengan origen en el
Cristo, aun cuando la persona que actúe virtuosamente no sea cristiana. Por este motivo cree que la
veneración del Logos sea la única actitud razonable. Es precisamente para justificar la veneración de
Cristo que Justino emplea la idea del Logos, que es, en esencia, una unidad con el Dios Padre, aunque
distinto en personalidad. Si el Padre es inefable y trascendente, externo al universo, el Logos encarnado
sortea el abismo entre Dios y los hombres, como mediador. A diferencia del Dios Padre no engendrado,
Justino entiende al Logos como engendrado
Justino hace muy pocas menciones del Espíritu Santo en comparación con el Logos y Dios Padre. Sus
referencias pasajeras, ajenas a cualquier profundización teológica, no especifican los pormenores de la
doctrina trinitaria. El Espíritu Santo en Justino se asocia principalmente a la inspiración profética. En un
pasaje acerca de la persona que va a ser bautizada, Justino comenta: «se arrepiente de sus pecados en
nombre de Dios, Padre y Soberano del universo y también en el nombre de Jesucristo, que fue crucificado
bajo Poncio Pilato, y en el nombre del Espíritu Santo, que por los profetas nos anunció de ante mano todo
lo referente a Jesús.»
En cuanto a la relación entre Padre, Hijo y Espíritu Santo, Justino manifiesta un cierto subordinacionismo.
A propósito de un pasaje de la escritura en que Dios se comunica con Abraham bajo forma de tres
ángeles, Justino pregunta a los judíos si conocían ese pasaje:
Contestaron me ellos que lo conocían, pero que nada tenían que ver las palabras citadas con la
demostración de que hay otro Dios o Señor, o de que de Él hable el Espíritu Santo Voy a intentar
persuadiros que, efectivamente, es aquí llamado Dios y Señor otro que está bajo el Hacedor del Universo.
Dios y el hombre
La antropología del autor muestra influjos significativos de su formación platónica. Considera que el
hombre cuenta con un cuerpo material, con un alma que es la fuente de su personalidad, y con un
elemento divino:un fragmento del Logos que le permite razonar y conocer la Verdad. Esto lo asemeja al
pensamiento tradicional cristiano que separa al hombre en cuerpo, alma y espíritu. Justino postula un
alma a la vez creada e inmortal, en contraposición con la teoría platónica de la existencia del alma desde
la eternidad antes de nacer y la teoría aristotélica de su destrucción al momento de la muerte. Además
Justino pregona el libre albedrío como fuente necesaria de la moralidad.
Con respecto a la redención, Justino lo trata como un tema de fe más que de filosofía. Si bien adhiere a la
doctrina religiosa del pecado de Adán y de que todo hombre sea capaz de deificación, sus conceptos
filosóficos se centran en Cristo como Maestro y fuente de conocimiento. Por eso sus premisas filosóficas
no pueden desarrollar profundamente una teoría de la redención. Sin embargo, afirma en repetidas
ocasiones que Cristo salva al género humano por su muerte en la Cruz y su resurrección: esta afirmación
sólo puede haberla recibido desde la Fe de la Iglesia primitiva, más que de la filosofía.
Acerca del fin de los tiempos, Justino presenta la idea de una Segunda Venida de Cristo. No hace
predicciones puntuales de cuándo va a suceder, ni se muestra ansioso. Afirma además las creencias
cristianas de la resurrección de los muertos y el juicio final; aunque da referencias contradictorias sobre el
milenarismo: si bien profesa la creencia mayoritaria de un reino de mil años de Cristo con los santos sobre
la Tierra, reconoce que algunos cristianos piadosos no comparten esa idea.
La praxis cristiana
Los escritos de Justino aportan testimonios muy valiosos para comprender distintos aspectos prácticos de
la comunidad cristiana en el ii siglo. Concibe a la Iglesia como una sociedad sobrenatural fundada por los
apóstoles en nombre de Cristo. Él no se percibe fundador o innovador de doctrina, sino que participa de la
vida cristiana de su siglo como evolución natural de la actividad de los apóstoles del siglo i. Al contrario,
considera que los pensamientos novedosos son de hecho herejías no heredadas de una era anterior.
Señala en particular que los grupos heterodoxos llevan el nombre de su fundador (Valentinianos,
Basilideanos, Marcionistas), mientras que el resto de la Iglesia no lleva el nombre de ningún fundador
humano.
En lo que respecta al canon de la Biblia, Justino hace citas del antiguo testamento en la versión griega
llamada Septuaginta, y relata la vida de Cristo en concordancia con los Evangelios sinópticos. Muestra
haber leído el Evangelio de Juan, aunque no lo cita textualmente, y tiene en gran estima las profecías del
Apocalipsis. También se hace eco de las Epístolas del Nuevo Testamento. La sobriedad de sus
descripciones contrasta fuertemente con los evangelios apócrifos que desarrollan toda clase de detalles
novedosos o extravagantes y comienzan a ser escritos en esta época.
ENSEÑANZA
A partir de lo considerado podemos señalar algunos elementos conclusivos: En su intento por mostrar la
racionalidad del cristianismo recurre repetidamente y en distintas instancias a los atributos que le provee
el medio platonismo para realizar una descripción de Dios, en polémica con la visión estoica. De esos
atributos se sirve con cierta libertad haciendo un uso específicamente cristiano en lo que respecta a la
reflexión trinitaria y principalmente cristológica. Respecto de los nombres referidos al Hijo podemos hacer
dos observaciones. Por un lado estos son tomados de la revelación, por lo tanto su reflexión es
propiamente teológica, aunque él tenga la pretensión de presentarla como filosofía, el recurso a la filosofía
está al servicio de teología y en función apologética y kerigmática. La segunda observación es que en la
propuesta de Justino de atribuir la diversidad de nombres a las diversificaciones que recibe su función de
mediador entre el Padre y el mundo se puede ver un antecedente de la doctrina de las epínoiai de
Orígenes.
Así, su intento de caracterizar al Hijo en relación al Padre sirviéndose de la filosofía, a través de un diálogo
fructífero a nuestro juicio entre razón y fe, le ha permitido realizar progresos en la reflexión teológica de
los cuales se servirán y profundizarán los pensadores cristianos posteriores.