Las Fuerzas Armadas Duante La Transicion

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LAS FUERZAS ARMADAS EN LA

TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA DE ESPAÑA

THE ARMED FORCES IN THE SPANISH


TRANSITION TO DEMOCRACY

LUIS FERNANDO BARRIOS FLORES

RESUMEN:
En el período de la Transición democrática en España jugó
un relevante papel la reforma de las Fuerzas Armadas. El reto fue
transformar a éstas, desde un régimen autoritario y personalista, en
la que la presencia de lo militar fue muy patente, a uno democrático.
Fue un tiempo lleno de dificultades, especialmente de las derivadas
del fenómeno terrorista y de la reticencia de parte de la cúpula
militar al cambio, que se materializó con algunas significativas
dimisiones y varios episodios golpistas. El más importante de estos
fue el del 23-F, que puso en claro peligro la reciente democracia. El
principal protagonista de la reforma militar fue el General Gutiérrez
Mellado, que impulsó importantes cambios organizativos y
legislativos para adaptar a las Fuerzas Armadas al nuevo orden
constitucional. Con posterioridad a él, se consolidó la reforma,
consiguiéndose la plena integración y reconocimiento de las
Fuerzas Armadas en la sociedad, la vinculación de las mismas a la
defensa Occidental, su participación en misiones internacionales de
paz, una demostrada profesionalización y lo que es especialmente
importante, un claro acatamiento a la Constitución y al Estado
social y democrático de Derecho que la misma consagra.
PALABRAS CLAVE: Fuerzas Armadas. Transición.
Democracia. España.
Recibido: 22 de mayo de 2021
RIDAA. Núm. 78-79 Otoño 2021 151
LUIS FERNANDO BARRIOS FLORES

Aceptado: 13 de septiembre de 2021

ABSTRACT:
The democratic transition in Spain played an important role in the
reform of its armed forces. The challenge was to progress from a totalitarian
regime standpoint, in which the military was very present, to a democratic goal.
This was a difficult period, especially regarding terrorism and the reluctance to
change from the military leadership which took form in important resignations
and several attempted coups. The most important of these is known as the 23-
F and posed a clear threat to the recent democracy. The main figure of the
military reform was the General Gutiérrez Mellado as a result of giving
momentum to huge organizational and legislative changes conceived to adapt the
Spanish Armed Forces to the new constitutional order. Subsequently, the reform
was consolidated and full integration and recognition of the Armed Forces into
society was achieved, as well as its ties with the defense of the West, its
participation in peace missions, a clear professionalization and especially a stark
compliance with the Constitution and its object of protection: the social and
democratic State.
KEY WORDS: Armed Forces, Transition, Democracy, Spain.

1.- Introducción.
El período de la Transición democrática española pudiera
fijarse entre la muerte de Franco (1975) y las primeras elecciones en
las que se produjo la alternancia política (1982) (Busquets, 1991);
aunque también cabe adelantarlo hasta la muerte de Carrero Blanco
y postergarlo a la década de los noventa del siglo pasado. La
Transición militar fue igualmente bastante larga (Navajas, 2007)
pudiendo situarse su final en 1989 (Barrios, 2008; Serra, 2008;
Navajas, 2014), aunque algún autor ha distinguido entre una
primera transición militar, iniciada durante el Gobierno de UCD y
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proseguida con el primer Gobierno del PSOE (1976-1989), un


período de interludio hasta el fin del Gobierno del PSOE (1989-
1996) y una segunda transición que se iniciaría en 1996 y culminaría
con la profesionalización de las Fuerzas Armadas (FAS) en 2011,
durante el Gobierno del PP (Navajas, 2011), aunque dicha
culminación también pudiera situarse con la participación española
en misiones de paz (Navajas, 2009).
Fueron tiempos convulsos, en los que estuvieron presentes el
fenómeno terrorista -con numerosas víctimas de las FAS y de las
Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado (FCSE)- y también el
involucionismo militar, materializado en varios intentos golpistas.
El principal protagonista de la reforma militar en la primera
etapa –que es en la que aquí se pondrá mayor énfasis-, fue sin duda
el General Manuel Gutiérrez Mellado, durante la Presidencia de
Adolfo Suárez. Al dejar sus responsabilidades Gutiérrez Mellado, y
con un Gobierno de distinto signo político, la obra por él
emprendida prosiguió y se consolidó. De este modo, se
modernizaron las FAS y se adaptaron al orden constitucional y al
sistema defensivo occidental, poniéndose fin al llamado “problema
militar” (Navajas, 2011).

2.- La situación de las FAS en el período


preconstitucional.
El militarismo en España estuvo presente a lo largo del siglo
XX (Ballbé, 1983, Llexiá, 1986a), y en lo que aquí interesa también
durante el franquismo, régimen de discutida categorización
[dictadura burguesa, régimen autoritario, régimen bonapartista,
Estado corporativo (Esteban, 1987), régimen semifascista en sus
inicios (Payne, 1987), dictadura militar fascistizada (Antón, 2018),
militarista (Vagts, 1959; Lleixá, 1986a) o “régimen pretoriano”
(Payne, 1977; Boyd, 1979)]. Los conceptos de militarismo y
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pretorianismo han sido ampliamente debatidos a lo largo del siglo


XX (Barrachina, 2002). Para Payne, mientras el militarismo se
referiría a la hipertrofia de la institución militar, el pretorianismo
supone la intervención del Ejército en política, que ya gozaba de
tradición en nuestro país en los dos siglos anteriores (Alonso, 1974)
y también fue más que notorio durante el franquismo. Franco
estaba convencido del estatus especial de los militares (Payne,
2010), siendo el máximo referente de la ideología militarista, o si se
quiere pretoriana del franquismo, el General Jorge Vigón (Vigón,
1947; Vigón, 1953; Losada, 2010).
Un “pretorianismo” con un matiz peculiar, el personalismo,
ya que el Nuevo Régimen estuvo siempre bajo el mando del
“Caudillo” y “Generalísimo de los Ejércitos” (éste último término
sólo lo había ostentado hasta entonces Manuel Godoy, favorito de
Carlos IV). Llamativamente, aún ya fallecido Franco, se dispuso que
en los Escalafones de los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire, figurara
el Dictador, con el número 1 de los mismos y con carácter
perpetuo, como “Generalísimo y Capitán General de los Ejércitos,
Caudillo de España”, y ello en homenaje a su “esforzada vida”,
“acendrado exponente de todas las virtudes militares en su más alto
grado” y “limpia conducta” (Real Decreto 3269/1975, de 5 de
diciembre).
Durante la Dictadura de Franco la democracia liberal quedó
proscrita, tal como expresó Franco desde los inicios del régimen
(Del Río, 1964). Se implantó por el contrario un concepto, el de
“democracia orgánica”, que aunque ya atisbado en la Ley de Cortes
de 1942, vuelve a aparecer en la Ley de Referéndum de 1945, en
donde ya se explicita que Familia, Municipio y Sindicato son los
organismos naturales del Estado. Fue finalmente consolidado en la
Ley Orgánica del Estado de 1966, con la encomienda a las FAS de
“la defensa del orden institucional”.

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En el Ejército hubo una cierta transformación durante el


franquismo, pudiendo distinguirse varios períodos (Olmeda, 1988).
En sus orígenes, y en las primeras décadas tras la Guerra Civil
(1939-1959), estuvo impregnado de la ideología del grupo militar
“africanista” –ampliamente representado entre los militares
sublevados en 1936-, considerablemente cohesionado y con una
percepción de autosuficiencia y supremacía sobre la sociedad civil
(“orgullo de ‘casta’”), caracterizado por un “antiliberalismo
castrense” y un “apoliticismo nominal” y por unos principios “de
corte vitalista, irracionalista y belicista” (Macías, 2010). Recuérdese
que Franco fue nombrado Director de la Academia General Militar
en 1928, y en el cuadro docente de la misma se encontraban
numerosos mandos africanistas.
Pasado el tiempo, y especialmente durante el período 1962-
1975, al amparo del desarrollo económico-social (con antecedentes
en el Plan de Estabilización Económica de 1959), se iniciaron
planes de modernización en el Ejército, que se materializarían en
las décadas posteriores (Puell, 2010). Incluso antes, los Pactos con
Estados Unidos a partir de 1953, comportaron una cierta
actualización del material militar español que se había quedado
claramente obsoleto (Alpert, 2010; Losada, 2010); pero tuvieron
además un efecto más profundo con el comienzo de la integración
de España en el mundo occidental (Lleonart, 2000). No es
irrelevante que de 1953 a 1982, 11.443 oficiales de los tres Ejércitos
fueran enviados a Estados Unidos a perfeccionar su formación
(Barrachina, 2002). Obviamente por razones biológicas el peso del
“africanismo” fue descendiendo con el transcurrir del tiempo.
Desde la perspectiva interior, la implantación territorial del
Ejército de Tierra pone de manifiesto su papel más de ejército de
ocupación, para combatir al “enemigo interior” (Busquets, 1991;
Losada, 2010), que de defensa ante amenazas exteriores. Es este el
fundamento precisamente de la llamada Defensa Operativa del
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Territorio (poco dotada armamentísticamente, pero suficiente para


cumplir la misión de seguridad interna) y de la que era un
componente nada desdeñable la Guardia Civil. Un modelo pues en
el que el que primaba el orden público, encomendado
principalmente a Policía Armada y Guardia Civil (el art. 37 de la Ley
Orgánica del Estado de 1967 incluía, dentro del concepto de
Fuerzas Armadas, a los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire y a las
Fuerzas de Orden Público). Pero hubo también, en el
mantenimiento del orden público, participación de militares,
incluso contra la “subversión universitaria” (Diz, 2010). Existió
pues un enquistamiento de lo militar en materia de seguridad y
policía (Ballbé, 1983).
La presencia de lo militar durante el franquismo se extendió a
los planos judicial (competencia de la jurisdicción militar para
determinados delitos), económico (amplia presencia en el Instituto
Nacional de Industria (Muñoz Bolaños, 2010) y político, aunque
más que una militarización de la sociedad lo que hubo fue una
politización de los militares (Soto, 2010), pudiendo hablarse en
cierta medida de “poder militar” (Gómez Martínez, 2010; Alía,
2018). Lo cierto es que la presencia de militares en el Gobierno fue
frecuente (Cuenca y Miranda, 1987), y no solo en Ministerios de
claro carácter militar, como también no fue inusual su condición de
Procuradores en las Cortes, ya que la Ley de Cortes de 1942
establecía la prerrogativa de nombrar a personas “que por su
jerarquía eclesiástica, militar, administrativa o social, o por sus
relevantes servicios a España, designe el Jefe del Estado, en número
no superior a cincuenta”.
La ideología del ejército franquista tras la Guerra Civil tenía
componentes variados (contrarrevolucionarios, militaristas,
ultracatólicos, monárquicos, tradicionalistas y fascistas),
impregnados todos ellos de un patriotismo exaltado (Losada, 2010)
y una rotunda lealtad personal a Franco (Alpert, 2010). De forma
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más matizada, perduran en lo fundamental durante la Dictadura,


teniendo siempre presente la endogamia y el aislamiento del
Ejército de la sociedad, reforzado con un sistema de viviendas
militares, economatos, residencias de vacaciones, etc. (Losada,
2010). Aún así, las FAS no constituían un bloque totalmente
monolítico. Existía un pequeño grupo liberal, otro de clara extrema
derecha y un porcentaje importante de militares no especialmente
ideologizados; existían diferencias entre los militares “de
Academia” y los “provisionales” y entre las promociones de
Oficiales de diferentes épocas. Había también sectores militares
proclives a homologar nuestras FAS a las propias de otros países
occidentales (Agüero, 1995). Cabe afirmar que los militares eran
disciplinados, pero no mayoritariamente involucionistas (Navajas,
2014).
A raíz de los primeros Pactos con Estados Unidos se produjo
un primer acercamiento al mundo occidental, que facilitarían años
después nuestra incorporación a la OTAN. Esta cuestión no es
intranscendente si se tiene en cuenta que originalmente el
componente germanófilo del ejército de Franco era mayoritario,
reforzado por la intervención alemana (especialmente la Legión
Cóndor) en la Guerra Civil. La derrota del III Reich descolocó en
buena medida a este componente, pero si bien el mismo constituía
un elemento relevante, no menos lo era otro que siempre presidió
desde sus principios la ideología del franquismo, el anticomunismo
(Del Río, 1964); precisamente la participación de “voluntarios”
españoles en la División Azul, estuvo motivada más por el
anticomunismo que por el componente germanófilo, de ahí
precisamente que formalmente se mantuvo la neutralidad de
España en el conflicto, aún interviniendo en éste “modo indirecto”
en él (Salas, 1989).
Pero, como ya se ha apuntado, el franquismo pudo alcanzar
finalmente una apertura hacia el exterior, con el retorno de
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Embajadores, los Pactos con Estados Unidos, el ingreso en la


ONU,… Y todo ello en un contexto de “Guerra Fría” que fue el
que propició la implantación de Bases militares norteamericanas en
España (Jarque, 1992).

3.- Los intentos democratizadores fallidos en el seno de


las FAS.
Ya en la década de los 50 del siglo pasado el Colegio Forja
(1956) y el grupo del mismo nombre, a cuya cabeza estuvo el que
luego fuera General Luis Pinilla (Losada, 1994), que además de
militar reunía la condición de Psicólogo, pretendió una formación
moral y profesional en las FAS, con un destacado componente de
espiritualidad cristiana. Este colectivo influiría en algunos
integrantes de la posterior Unión Militar Democrática (UMD).
Tiempo después, el General Manuel Díez-Alegría, de
reconocido bagaje intelectual y con buenas relaciones en el ámbito
internacional (Barrachina, 2002), apuntó al necesario acercamiento
entre Ejército y Sociedad, a la imparcialidad política de los militares,
a la subordinación a la autoridad civil, a la diferenciación entre los
cometidos asignados a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y a las
FAS –debiendo éstas ocuparse las funciones realmente propias-,
postulando asimismo la integración en alianzas militares
internacionales y a la creación de un Ministerio de Defensa único
(Díez-Alegría, 1972).
Sus planes de reforma no culminaron, por la oposición de una
parte relevante del estamento militar –especialmente de los
Ministros de Marina, Almirante Nieto Antúnez y del Ejército,
Teniente General Castañón de Mena-, pero sentó las bases de la
obra que luego seguiría Gutiérrez Mellado (quien ya había sido
estrecho colaborador de Díez-Alegría (Puell, 2012); uno y otro,
aunque cada cual con estilo propio (Barrachina, 2002), perfilaron la
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transformación de las FAS. Díez-Alegría fue cesado por un


polémico viaje a Rumanía en 1974, tras lo cual expuso sus ideas sin
tantos atisbos de autocensura (Díez-Alegría, 1975). Tras la
aprobación de la Constitución, Díez-Alegría manifestó su opinión
sobre el papel de la Defensa en la España constitucional (Díez-
Alegría, 1979). Este General, en cierto modo, sentó algunas de las
bases de la transición en el Ejército (González-Pola, 2018).
En agosto de 1974, tras la llamada “Revolución de los
Claveles” de Portugal, que puso fin a la Dictadura iniciada por
Oliveira Salazar y proseguida por Marcelo Caetano, se organizó la
UMD, que en su ideario pretendía la elaboración de una
Constitución homologable al resto de los países de Europa
Occidental, el restablecimiento de las libertades democráticas y de
los derechos humanos y reformas socioeconómicas. En el plano
estrictamente militar, propugnó reformas en la Justicia Militar y en
la Ley del Servicio Militar, así como una reorganización de los
ejércitos, postulando asimismo la creación de un Ministerio de
Defensa (Fajardo, 2000; Barrios, 2001; Barrios, 2002; Gómez,
2007). La iniciativa de la UMD tuvo escaso recorrido temporal –
aunque en su momento inquietó mucho al franquismo (Reinlein,
1999)-, al finalizar con el juicio al que fueron sometidos sus
principales integrantes en 1976 (Otero y Fortes, 1983). A destacar
que mientras los miembros juzgados de la UMD nunca
recuperarían sus carreras militares, varios de los sentenciados del
23-F (nivel de Teniente o Capitán) prosiguieron las mismas, con
importantes ascensos.
El Teniente General (Capitán General ad honorem, tras
fallecer), Manuel Gutiérrez Mellado (Puell, 1997), que llegó a ser
Ministro y Vicepresidente de Defensa, fue el mejor ejemplo de
espíritu reformador ya que, pocos años antes de la creación de la
UMD, impartió conferencias sobre cuestiones hasta entonces poco
discutidas, tales como la defensa nacional y el orden económico
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(1971) o la necesidad de reestructuración de las Fuerzas Armadas


(1974). En su toma de posesión como Capitán General de la VII
Región Militar (1976), se comprometió con el nuevo Estado de
Derecho que se vislumbraba y con el sometimiento a la autoridad
civil. En enero de 1977, Gutiérrez Mellado presentó a la Comisión
Delegada del Gobierno para Asuntos Militares, un texto que sería
la hoja de ruta de la reforma militar. Tras su ascenso al Gobierno,
tuvo denuestos de algunos de sus compañeros de oficio y también
ácidas críticas e incluso violentos insultos y amenazas por
elementos de la extrema derecha con ocasión de algunos funerales
de militares asesinados por ETA, como el del Teniente General
Luis Gómez Hortigüela.
Gutiérrez Mellado postulaba el no derramamiento de sangre
(en especial refiriéndose al Sáhara) y la no división de España, pero
también del Ejército, el cual debería mantener en todo caso la
disciplina y la jerarquía (Lobo, 2013), tema recurrente tras la muerte
de Franco (Agüero, 1995). Así se explica su oposición a que los
miembros de la UMD se beneficiaran de la amnistía. Serían
rehabilitados dichos miembros en 1986, aunque con un
compromiso tácito de que pasaran a la reserva (Muñoz Bolaños,
2020); tuvieron un tardío reconocimiento público en 2009. La
posición sobre este tema de Gutiérrez Mellado ha sido calificada
por algunos de error, ya que ni apaciguó a los ultras, ni despolitizó
a la extrema derecha militar (Gómez Rosa, 2013).

4.- La reforma militar: especial referencia a la obra de


Gutiérrez Mellado.
Analizar la Transición democrática en España exige
inevitablemente poner de manifiesto el papel de las FAS (Rodrigo,
1985; Oliart, 2002; Cassinello, 2013) y las reformas que se
produjeron durante ese período histórico en la institución militar.
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Reformas que eran inevitables tras la aprobación de la Constitución


de 1978 (Domínguez-Berrueta, 1997; Flores, 2013). Una
Constitución que, en su art. 8.1, dispuso que la misión de las FAS
era “garantizar la soberanía e independencia de España, defender
su integridad territorial y el ordenamiento constitucional”. Este
último matiz es importante, ya que se sustituyó la defensa del
“orden institucional” (el franquista obviamente), que proclamaba el
art. 37 de la Ley Orgánica del Estado de 1967, por el “orden
constitucional” (de una Constitución democrática).
Gutiérrez Mellado reunía cualidades intelectuales y morales y
un buen conocimiento del mundo militar (Pinto, 2013), siendo
clave su papel en la reforma militar (Rodríguez Sahagún, 1986; Juliá,
2013; Serra, 2013), incluso desde antes de aprobarse la
Constitución. Y su figura ha sido resaltada con toda razón (De
Ramón, 2013; Suárez, 2013).
Fue designado por Adolfo Suárez Jefe del Estado Mayor del
Ejército (julio de 1976) y tres meses después pasó a sustituir al
Teniente General Fernando de Santiago y Díaz de Mendívil como
Vicepresidente 1º del Gobierno para Asuntos de la Defensa, tras la
dimisión de éste por la legalización de organizaciones sindicales;
indicar que dicho General propugnaba la autonomía militar (Oliart,
2002).
Con Gutiérrez Mellado se produjeron muy importantes
innovaciones en la estructura militar, creando la Comisión
Delegada para Asuntos Militares (1976), el CESID (1976) –primer
intento de que los servicios de inteligencia, sin perder su condición
de secretos, estuvieran jurídicamente regulados- (Ruiz, 2005), la
Junta de Jefes de Estado Mayor (1977) –estableciendo las bases de
coordinación de los ejércitos- (Agüero, 1995) y el Ministerio de
Defensa (1977) –centralizando la dirección política de la defensa
nacional (Fajardo, 2000; Alonso, 2008; Puell, 2008; Vega, 2013).

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Obsérvese que tales reformas pusieron fin a una situación en la que


la descoordinación en los órganos centrales de las FAS era patente,
y que infructuosamente ya había manifestado tiempo antes el
General Díez-Alegría (Agüero, 1995).
También hubo una importante labor legislativa (Busquets,
1991). Se aprobó, entre otras, la Ley Orgánica 6/1980, de 1 de julio,
de criterios básicos de la defensa nacional y de la organización
militar, que ha sido calificada como “la primera gran Ley
postconstitucional” de la reforma democrática de las FAS, al
configurarse por vez primera la estructura de los órganos superiores
de la Defensa (Fajardo, 2000). Esta Ley fue modificada en 1984,
descartándose entonces definitivamente cualquier grado de
autonomía militar (Flores, 2013).
Asimismo se produjo una actualización de las Reales
Ordenanzas, por Ley 85/1978, de 28 de diciembre –coetánea a la
tramitación de la Constitución-, y que devenía necesaria al ser ya
una normativa obsoleta (de tiempos de Carlos III) (De Salas y
Laguna, 1986), aunque en la práctica pocos de los preceptos de las
Ordenanzas de 1768 siguieran vigentes (Fajardo, 2000; Molinero,
2013). Fueron redactadas por un equipo de militares nombrados
por el General Gutiérrez Mellado, debiéndose destacar que en su
texto se incluyeron aportaciones de algunos militares de la extinta
UMD (Busquets, 1991). Del nuevo texto se ha resaltado el nuevo
enfoque de las mismas, bajo los criterios de humanismo y
funcionalidad (De Salas y Laguna, 1986), la proclamación del
respeto a los derechos humanos y el respeto a la Constitución
(Molinero, 2013) y el reconocimiento de los derechos
constitucionales de los militares (Calafell, 2013), ya propugnados en
su día por la UMD. Las nuevas Ordenanzas constituyeron un
importante instrumento para la reforma de las FAS (Gómez
Martínez, 2013).

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También se aprobó el Real Decreto Ley 10/1977, de 8 de


febrero, por el que se regula el ejercicio de las actividades políticas
y sindicales por parte de los componentes de las FAS, con el que se
pretendió instaurar su neutralidad política y la prohibición de
afiliación de los miembros de las mismas a cualquier organización
política y sindical.
Se abordó igualmente una cualitativa reforma de la Justicia
militar (Valenciano, 1986; Fernández Segado, 1991; Rodríguez-
Villasante, 2013), que era inevitable al afirmar el art. 117.5 de la
Constitución que dicha jurisdicción debía tener competencias en el
“ámbito estrictamente castrense”. Con Gutiérrez Mellado se
aprobó la Ley Orgánica 9/1980, de 6 de noviembre, de reforma del
Código de Justicia Militar. Posteriormente a él se aprobaron la Ley
Orgánica 13/1985, de 9 de diciembre, de Código Penal Militar, la
Ley Orgánica 12/1985, de 27 de noviembre, de Régimen
Disciplinario de las Fuerzas Armadas y la Ley Orgánica 14/1985,
de 9 de diciembre, de modificación del Código Penal y de la Ley
Orgánica 8/1984, de 26 de diciembre, en correlación con el Código
Penal Militar.
Aunque la UMD defendió la desaparición de los Tribunales
de honor en el ámbito militar, por trasnochados, habría que esperar
a la Ley 9/1988, a la Ley Orgánica 2/1989 y a la Ley Orgánica
5/2005, para su definitiva desaparición (Calafell, 2007).
En la enseñanza militar se produjo el germen de
innovaciones, que se materializarían en los años siguientes. En este
sentido las Reales Ordenanzas de 1978 ya apuntaron a la necesidad
de que los militares conocieran y cumplieran las obligaciones
contenidas en la Constitución; pero es más, en ellas se descartó el
principio de obediencia debida cuando se tratara del cumplimiento
de órdenes anticonstitucionales o contrarias a las leyes (Adé, 2013).
En esta época (1979), dato más que significativo, sería nombrado

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Luis Pinilla Soliveres, el creador de Forja, como General de Brigada


y Director de la Academia General Militar de Zaragoza.
La UMD en su día ya propugnó la eliminación de privilegios
y la reducción del tiempo del servicio militar. Durante la Transición
se aprobó la Ley 19/1984, de 8 de junio del Servicio Militar que
mantuvo la obligatoriedad de prestar dicho servicio, aún
reconociendo la posibilidad de cumplimiento voluntario. En 1991
se redujo el tiempo de servicio. Finalmente la Ley 17/1999,
estableció la futura desaparición del servicio militar obligatorio, que
finalmente tuvo lugar por el Real Decreto 247/2001, de 9 de marzo.
Se consiguió así la profesionalización de nuestras FAS, obviando
así un problema que venía arrastrándose desde años anteriores, la
objeción de conciencia al servicio militar (Fernández Vargas, 2003).
En el plano de la Defensa Nacional exterior fue activa la
participación de Gutiérrez Mellado en la renovación del Tratado de
Amistad y Cooperación con Estados Unidos en 1976 (Viñas, 2010;
Linares, 2013). Además, a finales de la Transición –en la acotación
temporal que aquí se sigue- se produjo, tras ciertos titubeos, la
decisión del Gobierno de UCD de ingresar en la OTAN (Martínez
y Sánchez, 2013; Capilla, 2018), aunque tal ingreso tendría lugar con
un Gobierno del PSOE (1986), tras la celebración de un
referéndum, abriéndose de este modo la política española de
Defensa al exterior, con las ventajas que ello supuso en todos los
órdenes, materiales y organizativos.
Algún autor ha reseñado, algún déficit en la Transición acerca
de un adecuado y efectivo control parlamentario sobre lo militar
(López Garrido, 1986). Existen análisis encontrados: las
comparecencias tanto de Adolfo Suárez como de Gutiérrez
Mellado en el Parlamento sobre cuestiones de defensa fueron
numerosas para alguno (Lópaz, 2013a; Lópaz, 2013b), escasas para
otro (Busquets, 1991).

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La reforma militar emprendida vino acompañada de algunas


consecuencias en el orden económico, tales como el incremento de
la dotación presupuestaria para la modernización material de las
FAS, la profesionalización de los militares, equiparándoles
retributivamente a otros empleados públicos, lo que supuso una
decidida apuesta por acabar con el tradicional pluriempleo de los
militares, y una mejora de las condiciones de las Clases Pasivas
(Fajardo, 2000; Fajardo, 2002). También se reconocieron pensiones
a los militares republicanos, aunque la materialización de dicho
reconocimiento tuvo sus altibajos (Busquets, 1991).
Se partía, debe recordarse, de un sobredimensionamiento de
los efectivos de personal, lo que conllevaba que gran parte del
presupuesto se destinara a este gasto, en detrimento de otras
partidas; el gasto de personal comenzaría a reducirse, aunque
lentamente, a partir de 1979 (Fajardo, 2000).
Durante la Transición también se operó una reforma, que
devenía necesaria en algo tan relevante en las FAS como la
simbología, ya que se modificó el escudo de las Banderas -se
incorporó el escudo constitucional en las Banderas de todos los
establecimientos militares- y se incorporó en la jura de Bandera el
acatamiento a la Constitución (Busquets, 1991).
La transformación de las FAS recibió una positiva percepción
por parte de la opinión pública, tras la primera etapa de la
Transición militar, hasta el punto que en 1986 esta institución
estaba más valorada que el Gobierno, las Cortes o los Tribunales
de Justicia (Díez Nicolás, 1986). De ese modo, se produjo la
reintegración de las FAS en la sociedad (Fernández Segado, 1986),
abandonando un concepto que hasta entonces había estado vigente,
la autonomía del ejército (Lleixá, 1986b), reminiscencia del viejo
modelo estamental (Muñoz Alonso, 1986) y, en consecuencia, la
sujeción de las FAS a la supremacía civil (Agüero, 1988).

RIDAA. Núm. 78-79 Otoño 2021 165


LUIS FERNANDO BARRIOS FLORES

Una percepción positiva que se consolidará con el transcurrir


de los años (Martínez Martínez, 2011), en lo que ha influido de
modo destacado el papel de nuestras FAS en misiones de paz
internacionales (Fajardo, 2002; Ramos, 2002; Aguirre, 2009; Díaz,
2009; Nieto et al., 2009) y también en operaciones de emergencia
nacional.
En lo relativo a las misiones internacionales de paz, las
mismas se integran en el concepto de acción exterior del Estado
(Cuenca, 2005), requiriendo controles internos para su autorización
(Calafell, 2009). Incluso en cierta medida han potenciado la llamada
“Marca España” (Hidalgo, 2014). Siendo su fin básicamente
humanitario (Hernández, 2009), en casos excepcionales se podrá
hacer un uso, limitado y proporcionado, de la fuerza (Pignatelli,
2002).
Dichas misiones se han llevado a cabo mayoritariamente bajo
la cobertura de la ONU, la OTAN y la UE (Díaz, 2006) y son de
amplio espectro abarcando labores de pacificación (Sepúlveda,
2009), formación de ejércitos y policías foráneos, antiterrorismo,…
Han participado y siguen participando en ellas los tres Ejércitos y
la Guardia Civil (López, 2009; Rico, 2009); también hay
involucración de la Policía Nacional en misiones de la ONU, la UE
y la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa
(OSCE). Obviamente la participación de las FAS en el exterior ha
requerido un proceso de adaptación a unas misiones para las que
originalmente no estaban concebidas (Ortega, 2009a).
Por su parte la intervención de las FAS en emergencias
nacionales (Sierra, 2013), especialmente tras la creación de la
Unidad Militar de Emergencias en 2005 (UME) (Guerrero, 2013),
que también ha intervenido en emergencias transnacionales, es de
sobra conocida y ha tenido general reconocimiento propio y ajeno,

166 RIDAA. Núm. 78-79 Otoño 2021


LAS FUERZAS ARMADAS EN LA TRANSICIÓN…

recientemente en lo interior en relación a la pandemia del


coronavirus (“Operación Balmis”).
En definitiva, en la primera Transición se forjaron las bases
para una profunda transformación de las FAS, que proseguirá y se
consolidará en los años posteriores (Ortega, 2009b).

5.- El involucionismo militar.


La Transición democrática en España no fue tan pacífica
como se ha llegado a decir (Sánchez, 2010; Aparicio, 2017; Baby,
2018). Hubo terrorismos de distinto tipo (Rodríguez Jiménez,
2009), especialmente intensos en 1980, en la antesala del 23-F
(Fernández y Jiménez, 2020). Boyd resaltó precisamente como
condición necesaria para la implicación pretoriana la concurrencia
del descontento militar y la debilidad civil (Boyd, 1979). Ambas
circunstancias concurrían en el período aquí analizado,
especialmente tras la dimisión del Presidente Adolfo Suárez el 29
de enero de 1981.
En el surgimiento del involucionismo militar influyeron
varios factores. La legalización de fuerzas políticas y sindicales de
izquierda y, especialmente, el fenómeno terrorista constituyeron sus
principales acicates, aunque no cabe dejar de lado la fuerza
retroalimentadora de algunas fuerzas de extrema derecha y algunos
medios de comunicación (Barrios, 2007; Muñoz Bolaños, 2013). El
terreno estaba abonado para una parte de la cúpula militar, e incluso
para algunas promociones de militares más jóvenes
Una parte de los altos mandatos militares mostró clara
oposición a la legalización de sindicatos y partidos políticos de
izquierda, en particular del PCE (Agüero, 1995; Barrios, 2007;
Muñoz Bolaños, 2013a) -lo que conllevó las dimisiones del
Vicepresidente del Gobierno Teniente General Fernando de
RIDAA. Núm. 78-79 Otoño 2021 167
LUIS FERNANDO BARRIOS FLORES

Santiago y del Ministro de Defensa Almirante Gabriel Pita da Veiga


Dimisión esta última con la que se solidarizaron sus compañeros de
la Armada, hasta el punto de tener que nombrar como sustituto
provisional a un Almirante retirado, Pascual Pery Junquera
(Busquets, 1991).
Entre las intentonas golpistas (Muñoz Bolaños, 2013a), cabe
destacar, primero la “Operación Galaxia” (Muñoz Bolaños, 2012a).
Con ella se pretendía la ocupación, por parte del Teniente Coronel
Antonio Tejero Molina (Muñoz Bolaños, 2016), con unidades de la
Guardia Civil, del Palacio de La Moncloa, mientras estuviera
reunido el Consejo de Ministros, y ello con el apoyo del
Comandante Ricardo Saenz de Ynestrillas de la Policía Armada. La
transmisión de los planes al CESID frustró la operación.
Un año después de la anterior operación, se concibió la
llamada “Operación de los Coroneles”, dirigida por el Coronel
Fernando Delgado de la Rioja, que fue precedida de mensajes
contra “el Guti” (Gutiérrez Mellado). Se pretendía con ellos
soliviantar a las FAS por los asesinatos, huelgas, ruina económica,
separatismos, ultrajes a la Bandera, insultos al Ejército y asaltos a
Cuarteles (Muñoz Bolaños, 2013a).
Tras lo anterior, tuvo lugar el intento de golpe de Estado más
significativo, el llamado “23-F”, siendo Adolfo Suárez Presidente
del Gobierno, Gutiérrez Mellado Vicepresidente de Defensa y
Agustín Rodríguez Sahagún Ministro de Defensa. En una parte
relevante de la cúpula militar pervivía por aquel entonces un ideario
franquista (González Piote, 2020), azuzado por algunos medios de
comunicación como El Alcázar, Reconquista, Arriba, El Imparcial
o la Revista Fuerza Nueva (Navajas, 2014; Madueño, 2020)
(especialmente reseñables fueron tres artículos publicados en el
primero de ellos por el “Colectivo Almendros” entre diciembre de
1980 y febrero de 1981). El último de ellos, bajo el título de “La

168 RIDAA. Núm. 78-79 Otoño 2021


LAS FUERZAS ARMADAS EN LA TRANSICIÓN…

decisión del mando supremo”, lo fue el 1 de febrero de 1981


(Morales y Celada, 1982).
Fue muy en particular el fenómeno terrorista el que sirvió de
perfecta excusa para justificar el golpismo de los militares, ya que
tras la muerte de Franco, es cuando el terrorismo se intensifica, en
especial por parte de ETA, pero también del aparecido GRAPO en
octubre de 1975. Frente al terrorismo “de izquierda” o
“nacionalista”, surge también en esta época el terrorismo de
extrema derecha (González Sáez, 2012; Baby, 2018) y fue
precisamente la extrema derecha quien no paró en toda la
Transición de incitar a la intervención de los militares y a boicotear
incluso los tímidos intentos aperturistas de Arias Navarro, quien
sustituyó al Almirante Carrero Blanco tras su fallecimiento (Muñoz
Alonso, 1986).
Sobre el “23-F” se ha escrito mucho (entre otros muchos, y
con posiciones y perspectivas muy variadas: Fernández Campo,
2001; Martínez Inglés, 2001; De Andrés, 2002; Palacios, 2010;
Pinilla, 2010; Muñoz Bolaños, 2012b; Díaz, 2013; Muñoz Bolaños,
2017).
Es difícilmente condensar en estas breves páginas todo ello,
teniendo en cuenta además que se ha reseñado un importante
obstáculo para la investigación histórica de este suceso, la falta de
acceso a las fuentes documentales (Castro, 2015), lo que ha
derivado en la existencia de una historiografía incompleta (Muñoz
Bolaños, 2015), básicamente basada en publicaciones de periodistas
y militares y menos en la obra de los historiadores (Rodríguez
Jiménez, 2020). En lo esencial, el golpe del 23-F se produjo en un
contexto de debilidad política, que llevó a la dimisión de Adolfo
Suárez –cuestionado por su propio Partido, la UCD-, debiendo
añadirse un hecho simbólico que también inquietó a algunos

RIDAA. Núm. 78-79 Otoño 2021 169


LUIS FERNANDO BARRIOS FLORES

militares (el incidente en la Casa de Juntas de Guernica del 4 de


febrero de 1981, en presencia del Rey).
Se desarrolló en lo principal en Madrid (con la ocupación del
Congreso por el Teniente Coronel Antonio Tejero Molina) y en
Valencia (con la declaración del Estado de excepción del Teniente
General Jaime Milans del Bosch y el despliegue en las calles de la
ciudad de la División Motorizada Maestrazgo). No se sumó a la III
Región Militar (Valencia) ninguna otra, si bien algunas se mostraron
expectantes hasta la comparecencia televisiva del Rey.
Debe resaltarse que durante el secuestro del Gobierno y de
los Diputados, hubo una continuidad institucional a cargo de la
Comisión de Secretarios de Estado y Subsecretarios, ideada por
José Terceiro Lomba (Subsecretario de la Presidencia) y que fue
presidida por Francisco Laína, Director de la Seguridad del Estado
con rango de Secretario de Estado, que compareció en televisión
para garantizar la continuidad de la Administración tanto civil como
militar.
Nuevamente la figura del Teniente General Gutiérrez
Mellado sobresalió durante el secuestro en el Congreso, impidiendo
–a pesar de su edad y de su escasa corpulencia- ser derribado por el
Teniente Coronel Tejero. Finalmente la intervención por televisión
del Rey Juan Carlos I haría fracasar al golpe.
En realidad en el 23-F concurrieron dos líneas de actuación
por parte de los golpistas. De un lado, el tándem Tejero-Milans del
Bosch, que propugnaba una intervención más radical; de otro, la
llamada “Operación Armada”, que pretendía emular el golpe de
Estado del General De Gaulle en 1958 (postulaba mantener la
democracia y la monarquía, si bien intervenidas por un militar –el
propio General Armada-).
Tras el juicio a los golpistas en el Consejo Supremo de Justicia
Militar y la posterior Sentencia del Tribunal Supremo, fueron
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LAS FUERZAS ARMADAS EN LA TRANSICIÓN…

condenados 12 miembros de las FAS, 17 de la Guardia Civil y un


civil (la existencia de una “trama civil” para algunos, no fue un
hecho suficientemente investigado, apuntando que probablemente
la divulgación del Sumario completo del juicio del 23-F aportaría
relevante información al respecto (Muñoz Bolaños, 2021).
Quedaron absueltos dos miembros de las FAS y un Guardia Civil.
Entre 1981 y 1982 hubo hasta tres conatos de golpe, aunque
todos fracasaron antes de materializarse. El primero, fue una
operación orquestada por los Comandantes Ricardo Sáenz de
Ynestrillas y Jesús Campos Pérez; se pretendía secuestrar en el
Palacio de la Zarzuela a los principales representantes
institucionales con motivo de la onomástica del Rey, a la vez que
estallara una bomba en el estadio Camp Nou, en donde se iba a
celebrar una concentración nacionalista catalana. La segunda
operación fue el “Manifiesto de los Cien”, liderado por el Capitán
Rogelio González Andradas, que consistió en un escrito suscrito
por cien oficiales y suboficiales del Ejército como respuesta a lo que
entendían que eran calumnias contra la institución militar
(González Andradas, 2012). La tercera operación pretendía llevarse
a cabo el 27 de octubre de 1982, un día antes de las elecciones
generales que ganaría el PSOE; pretendía neutralizar los principales
centros de poder civil y mando militar.
También fracasaron operaciones golpistas posteriores, como
en 1985 el intento de atentado en La Coruña, nuevamente
protagonizado por el Comandante Sáenz de Ynestrillas (pretendía
atentar contra el Jefe del Estado y otras altas autoridades, con
motivo del desfile de las FAS en dicha ciudad). Y en 1986 el intento
de golpe del Coronel Carlos de Meer (viajó a Libia para comunicar
sus planes al Coronel Muamar el Gadafi y conseguir financiación)
(Muñoz Bolaños, 2011; Muñoz Bolaños, 2020).

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LUIS FERNANDO BARRIOS FLORES

Durante el mandato del sucesor de Suárez, Leopoldo Calvo-


Sotelo, se aprobó la Ley 20/1981, de 6 de julio, de creación de la
situación de Reserva Activa, instrumento que permitió cesar a
varios Tenientes Generales que se habían mostrado dubitativos
durante el 23-F (Fajardo, 2000; Muñoz Bolaños, 2020). Y fue
nombrado el Teniente Coronel Alonso Manglano Director del
CESID, procediendo a reorganizar este servicio de inteligencia tan
ineficaz para prevenir el 23-F. Resultado de dicha reorganización
fue el abortamiento de las operaciones golpistas posteriores al 23-
F antes citadas. La labor, aunque breve en duración, del Ministro
de Defensa Alberto Oliart (Agüero, 1995; Oliart, 2002), siendo
Presidente Calvo-Sotelo, facilitaría la que proseguiría sobre la
reforma militar el nuevo Gobierno del PSOE.
La política militar y de defensa del PSOE (1982-1991),
cuando obtuvo mayoría absoluta parlamentaria, siendo Ministro
Narcís Serra, prosiguió los avances iniciados durante el Gobierno
de UCD. Hubo, según expresó este Ministro en la mitad de su
gestión, una importante reducción de mandos, se admitió la
objeción de conciencia al servicio militar, hubo una elaboración de
planes estratégicos conjuntos, se produjo la consolidación del ajuste
de la Justicia Militar al ámbito estrictamente castrense y, en lo que
aquí particularmente interesa, tuvo lugar la consolidación del
régimen constitucional lo que propició su asunción por parte de los
militares (Serra, 1986).
Este mismo Ministro ahondó posteriormente en el tema de lo
que supuso la transición democrática en el ámbito militar (Serra,
2008). Algún estudioso del tema concluyó que el fin del “problema
militar” –derivado de la militarización de la política y del secular
aislamiento social del Ejército- tuvo lugar durante el Ministerio de
Serra (Navajas, 2011), aunque sus cimientos, inevitablemente –
como se ha visto-, se ubican en la época de Gutiérrez Mellado.

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LAS FUERZAS ARMADAS EN LA TRANSICIÓN…

6.- A modo de conclusiones.


La Transición democrática en España supuso un radical
cambio de nuestro contexto político. Se partía de un régimen
autoritario, muy alejado de las democracias occidentales y se
pretendía la homologación de nuestro país a ellas. No fue en
absoluto un período histórico pacífico, ya que la violencia política
siempre estuvo presente. Y especialmente delicada fue la
adaptación de las FAS al régimen constitucional pues, aunque no
era mayoritario, existía un sector en parte de la cúpula y en algunos
mandos intermedios que se resistió al cambio político.
Bajo el primer Gobierno democrático de la UCD, el principal
impulsor de dicha reforma fue el General Gutiérrez Mellado, cuya
labor nunca será suficientemente reconocida. Se empeñó y
consiguió materializar un profundo cambio en la institución militar,
con la oposición por parte de los nostálgicos del régimen franquista.
Este cambio proseguiría y se consolidaría en Gobiernos
posteriores.
La reforma militar se extendió a todos los órdenes: estructura
orgánica, delimitación del concepto de defensa nacional, régimen
de las FAS, Justicia militar, formación,… Y todo ello a fin de
encajar la institución militar en el nuevo orden constitucional, pero
también al marco de la defensa del mundo occidental.
El camino estuvo lleno de dificultades, en una situación
crispada e incluso violenta, en la que, desde la perspectiva de parte
del componente militar, debido a los atentados terroristas y a la
percepción de riesgo para la unidad territorial, hubo elementos
proclives a ejercer el golpismo como fórmula de conservación del
régimen anterior, o al menos de sus esencias fundamentales.
Mas el resultado, a la vista está. Hoy las FAS españolas gozan
de una mayoritaria aceptación, siendo reconocidas su
profesionalidad y preparación técnica. Se encuentran integradas en
RIDAA. Núm. 78-79 Otoño 2021 173
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la sociedad y en el régimen constitucional y participan activamente


en misiones internacionales de paz y en situaciones de emergencia
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