El Señorío de La Villa de Tejada (A La Luz Del Derecho Nobiliario Vigente)

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EL SEÑORÍO DE LA VILLA DE TEJADA


(A LA LUZ DEL DERECHO NOBILIARIO VIGENTE)

Por el Excmo. Sr. D. Antonio de Castro y García de Tejada


Halconero Mayor del Reino y Señor de la Villa de Tejada

El señorío de la Ilustre Villa Antigua Casa y Solar de Tejada es una


institución que reúne una serie de características excepcionales en el orden
histórico, jurídico y nobiliario que merecen un estudio pormenorizado. El
señorío de Tejada, por su antigüedad, evolucionó con el paso de las
generaciones pero siempre desarrollando su esencia en la órbita de la propiedad,
la jurisdicción y la hidalguía. Lo realmente interesante y digno de aprecio en el
señorío de Tejada es su peculiar evolución y sobre todo que haya llegado hasta
nuestros días con la misma estructura que lo caracterizó hace –al menos– seis
siglos. No creo que haya en España ninguna casa infanzonada, por muy
importante que esta fuera, que haya mantenido un patrimonio que, si bien
mermado por segregaciones –a mi entender cuando menos irregulares– ha
llegado hasta nuestros días en propiedad ininterrumpida e indivisa y
preservando legalmente todos los derechos honoríficos que a los señores y
naturales de esta casa corresponden por linaje.
Por lo que he podido investigar y soslayando el romance fundacional –
épico y legendario– muy al uso en la época, todo parece apuntar a que el señorío
de Tejada se constituyó como un señorío de behetría particularizada en un
linaje,1 que pronto evolucionó hacia formas de señorío solariego compartido en
los descendientes de aquellos nobles y primitivos señores de ganados
medievales, que casi con seguridad consiguieron la enajenación de unos montes,
alejados de las principales villas y lugares circunvecinos, para aprovechar los
pastos o arrendarlos y de esa manera aumentar su nivel de renta y sobre cuyo
término ejercieron el dominio útil y eminente. Cuando creció el número de
diviseros y naturales con derechos sobre el señorío y la renta perdió valor,
Tejada evolucionó convirtiéndose, sin perder su carácter señorial, en una casa
solar infanzonada. Tras la abolición de los señoríos, la Ilustre Villa, Antigua
Casa y Solar de Tejada pudo sobrevivir al decreto de abolición como señorío
solariego, sustentado por su carácter dominical y honorífico que ha mantenido
hasta nuestros días.
Queda todavía algún aspecto por averiguar: el origen cierto de Tejada, es
decir, cuando alcanza personalidad propia y cuando el señorío de Valdeosera,

1
Las behetrías particularizadas son definidas por D. Carlos Estepa, en su obra Las Behetrías
Castellanas, Junta de Castilla y León, 2003, t. I, p. 167, como aquellos señoríos en los que el
poder quedaba repartido entre varios señores. Lo que se podía entender como un señorío singular
múltiple en el que los señores ejercían sus derechos a nivel local y de manera particular.
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que perteneció sin ningún género de duda a los descendientes de la
casa de Tejada se disgrega, independizándose de su fuente manantía. Me consta
que D. Romualdo Sáenz Matienzo ha encontrado una interesantísima
documentación que con la ayuda de D. Fernando Hidalgo Lerdo de Tejada
“parentes nostros” están estudiando y que seguro iluminará el camino hacia la
resolución de tales misterios.
Curiosamente, en sus aspectos nobiliarios, la mayoría de los asesores,
especialistas y jurisconsultos en tal materia, no han entendido la esencia de este
histórico señorío por una sencilla razón: no han estudiado de manera detallada
los importantes y declarativos documentos que acreditan la realidad pasada y
presente de esta institución única en el ámbito nobiliario español.
No quiero especular sobre cuáles han sido los motivos por los que
personalidades de probada categoría académica o especialistas en nobiliaria –
como debieran ser los fiscales y miembros de las Juntas de Probanzas de las
corporaciones nobiliarias– no han alcanzado a realizar el sencillo ejercicio
intelectual de estudiar dos documentos claves para entender las mercedes que
del Solar de Tejada todavía hoy subsisten, conforme a las leyes del Derecho
Nobiliario vigentes y que acreditan y substancian la verdadera esencia nobiliaria
de este beneficio, que es mucho más que un interesante privilegio heráldico,
pues también subsisten el único reconocimiento de hidalguía colectiva y de
transmisión por generación natural (varón y mujer), que ha llegado a nuestros
días con la vigencia que le otorga la voluntad regia y el refrendo de los poderes
públicos. Además, es el único Título de señor colectivo que pervive en la
actualidad.
No me cabe la menor duda de que esta merced nació para la historia
cuando ya no podía ser y, en cambio hoy no es, lo que en derecho le asiste. El
señorío de Tejada es sin lugar a dudas un privilegio diferente, pero en todo
conforme a las normas de nuestro Derecho, que sin ningún género de dudas
contempla lo excepcional.
Los documentos a los que anteriormente hacía referencia y que confirman
todas las mercedes y beneficios que hoy conservan los Caballeros Hijosdalgo
del Solar de Tejada son: la Real Carta Ejecutoria dada en Valladolid el diez de
septiembre de 1460 por Don Enrique IV y que se conserva insertada en la Real
Carta de Confirmación dada por los Reyes Católicos en la Vega de Granada, el
ocho de julio de 1491. Y la Real carta dada por el rey Don Juan Carlos I en
Madrid, el cuatro de marzo de 1981 y en la que ordena, no sólo como pudiera
parecer a primera vista la confirmación de uso de escudo de armas, sino también
todos los beneficios que concedieron Don Ramiro I de Asturias, así como el rey
Don Enrique IV de Castilla a Sancho de Tejada y sus descendientes.
Consecuentemente con todo lo anteriormente expuesto, procede realizar un
estudio detallado de las consecuencias que se derivan de la Real Carta de
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Confirmación dada por Don Juan Carlos I y que por su importancia
reflejamos seguidamente:2
Don Juan Carlos I
Rey de España
Por cuanto con presencia del expediente instruido en el Ministerio de Justicia a
instancia de vos el Alcalde Mayor del Ilustre Solar de Tejada y de su Junta de
Caballeros Diviseros Hijosdalgo, en solicitud de la confirmación de las
mercedes y prerrogativas que fueron otorgadas al mismo por Don Ramiro I de
León , confirmados por otros diferentes Monarcas y por mi Augusto abuelo, Don
Alfonso XIII en tres de julio de mil novecientos tres, como recompensa de los
eminentes servicios prestados por Sancho de Tejada y sus trece hijos,
reconquistando durante la dominación sarracena toda la tierra desde Clavijo
hasta la frontera de Aragón; en vista de las razones que me habéis expuesto, por
resolución de dos de diciembre de mil novecientos ochenta, tuve a bien mandar
expedir la correspondiente Cédula confirmándoos el derecho a usar el escudo de
armas que fue concedido a vuestros antecesores.
Por tanto encargo a mi muy caro y muy amado hijo el Príncipe de Asturias, y
mando a los Infantes, Prelados y Títulos del Reino, Presidentes y Magistrados
del Tribunal Supremo y de las Audiencias, Gobernadores de las Provincias,
Jueces, Alcaldes, Ayuntamientos y demás autoridades, corporaciones y personas
particulares a quienes corresponda, que no os impidan el uso del escudo de
armas que se detalla en la Cédula de confirmación, expedida en Valladolid, a
diez de septiembre de mil cuatrocientos sesenta, disponiendo en caso necesario
el exacto cumplimiento de esta. Dada en Madrid, a cuatro de marzo de mil
novecientos ochenta y uno.
Vuestra Majestad, confirma al Alcalde Mayor del Ilustre Solar de Tejada y de su
Junta de Caballeros Diviseros Hijosdalgos, el derecho a usar el Escudo de
Armas que fue concedido a sus antecesores.
De esta Real Cédula conviene subrayar, para empezar, lo siguiente que
destaco: “...como recompensa de los eminentes servicios prestados por Sancho
de Tejada y sus trece hijos...” lo que significa que la concesión de los
privilegios no fue graciosa sino como recompensa a servicios señalados. En
consecuencia la Corona y por tanto el Estado, contrajo en su momento contrato
perpetuo e irrevocable. Por lo que todo lo que no contravenga las leyes vigentes
debe ser respetado sin minoración alguna.
...en vista de las razones que me habéis expuesto, por resolución de dos de
septiembre de mil novecientos ochenta, tuve a bien mandar expedir la
correspondiente Cédula confirmándoos el derecho a usar el escudo de armas
que fue concedido a vuestros antecesores.
Confirmación heráldica que ha venido a confundir al investigador bisoño,
pues una lectura parcial y por tanto superficial de esta Cédula, puede arrastrar a
error al estudioso o al funcionario poco exigente, al hacerle creer que con esa
confirmación heráldica terminan los beneficios confirmados. Pero esta es una

2
Archivo Central del Ministerio de Justicia, Sección Títulos Nobiliarios, Solar de Tejada.
36
lectura escasa, por parcial. Más aún si sólo se lee el resumen
acostumbrado a pie de documento. Pues estos han de entenderse por el todo y
no por la parte, y es fundamental en esta Cédula que nos ocupa valorar lo que
nadie ha parecido apreciar cuando el rey Don Juan Carlos I ordena:
...que no os impidan el uso de escudo de armas que se detalla en la Cédula de
confirmación expedida en Valladolid a diez de septiembre de mil cuatrocientos
sesenta, disponiendo en caso necesario el exacto cumplimiento de esta.
Con este final, que no es una coletilla procedimental ni administrativa
sino parte substancial de la Cédula, el Rey confirma al tiempo que el escudo de
armas, todas las mercedes y beneficios que Don Enrique confirmó y concedió a
Sancho y a sus trece hijos y que más adelante pasaré a señalar.
Es importante prevenir que con la disposición regia de hacer cumplir la
carta de D. Enrique IV dada en Valladolid, el Monarca no hace sino ordenar
cumplir con una norma sentada como doctrina por el Tribunal Supremo, que en
múltiples sentencias declara estar vigente y tener fuerza de ley, el artículo 13 de
la Ley desvinculadora de 1820 que dicta: “Los títulos, prerrogativas de honor y
cualesquiera otras preeminencias de esta clase que los poseedores actuales
disfrutan como anejas a ellas, subsistirán en el mismo pie y seguirán el orden
de suceder prescrito en las concesiones, escrituras de fundación u otros
documentos de su procedencia”. Es decir, la Cédula de Concesión u otros
documentos de su procedencia son los que especifican la clase de merced, sus
características y peculiaridades, así como los que fijan las normas de
transmisión. Al fin y a la postre, es la ley que rige y substancia la merced, “por
que es la voluntad del soberano a la que hay que atenerse en cada caso y en
cada supuesto.”3
La Sección de Estado y Gracia y Justicia,4 en su dictamen de tres de julio
de 1868, reconoce como Cédula de Concesión la otorgada por Don Enrique IV,
como por otra parte no podía ser menos, pues si bien la Cédula del rey
castellano se conoció por sí, o por estar insertada en la de los Reyes Católicos,
la de Don Ramiro nunca llegó a conocerse más que como referencia. Pues
nunca Don Enrique manifestó que existiera esa real Cédula, sino que le
constaban los buenos y continuos servicios que le habían hecho a él y a sus
progenitores los Hijosdalgo de Tejada y que por ello se les debían guardar todos
los privilegios: “...que se concedieron y reconocieron por los Reyes nuestros
antecesores e gloriosos progenitores desde el Rey Don Ramiro I de León...”
Por tanto, aunque en puridad los privilegios se remontaban a la época del
rey asturiano, la carta más antigua era y es, la del rey D. Enrique, que confirma
y aumenta las mercedes ramirenses, razón por la que la Sección de Estado y

3
Sentencia del Tribunal Supremo, 26 de marzo de 1968.
4
Archivo Central del Ministerio de Justicia. Sección Títulos Nobiliarios. Solar de Tejada
Dictamen Sección de Estado, 1.868.
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todos los monarcas que confirmaron los privilegios tomaron como
referencia la Cédula del Trastámara.
Tras argumentar sobre la Cédula de concesión conviene ahora hacerlo
sobre el significado de la confirmación, que no es otro en materia nobiliaria que
una segunda concesión, una supervisión de lo creado.5 Don Enrique confirmó y
aumentó los privilegios de la merced de Don Ramiro de Asturias y el rey Don
Juan Carlos, ordena que se cumpla con exactitud aquella. Valoremos pues que
las prebendas nobiliarias emanadas de una real carta nacen de la potestad real,
fuente de toda dignidad nobiliaria, que es un acto soberano, y por tanto a ella
debe estarse, por cuanto expresión de la voluntad del rey.
Antes de terminar este apartado y para no dejar ningún cabo suelto,
quiero, como tendré que hacer más adelante, aclarar una cuestión de tipo
sintáctico, pues hace unos años en cierta tertulia de genealogistas se puso en
duda que cuando el rey D. Juan Carlos ordenaba “el exacto cumplimiento de
esta”, no hacía referencia a la Cédula completa sino sólo a la cláusula de
confirmación de armas. Es decir, que se refería a la parte y no al todo. Para
solucionar esta duda me puse en contacto con el departamento de Español al
Día de la Real Academia Española, quienes amablemente me contestaron el día
veintiséis de septiembre de 2000, que en el texto señalado, el demostrativo
“esta” refería a la Cédula expedida en Valladolid por el rey Don Enrique. Por
tanto, a toda la Cédula y no a una parte.
Aclarados todos estos particulares procede por tanto supervisar los
privilegios concedidos y reconocidos por Don Ramiro de Asturias y Don
Enrique de Castilla y que conforman hoy los derechos heredados de nuestros
antecesores solariegos. Manifestando, que el no reconocimiento de los mismos
o su minoración, representan un atropello a la Historia, a la Ley y un desacato a
S. M el Rey, quién ordenó con Su libérrima voluntad el exacto cumplimiento de
la Cédula de Don Enrique, de la cual rige hoy lo siguiente:
Reconocimiento de la hidalguía a los descendientes de la Casa de
Tejada
“Conosciendo e acatando los muchos e buenos e continuos servicios que
vosotros los de la Ilustre familia y Casa Infanzonada de nobles fijosdalgo de
sangre debengar quinientos sueldos áureos del fuero de España e de los de
armar y poner e pintar como procedentes de aquél esforzado general, el buen
varón Sancho de Tejada...”
Este segundo párrafo de la Real Carta Ejecutoria de Don Enrique IV de
Castilla es fundamental para el correcto entendimiento de la merced. Porque el
Monarca, no concede en su Carta nobleza ni hidalguía, sino que la da por cosa
juzgada. No es una merced Enriqueña ésta de la hidalguía de los descendientes

5
Derecho Nobiliario Español, Luis Valterra Fernández.. Centro de Publicaciones del Ministerio
de Justicia. Confirmaciones, pag 82.
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de la Casa de Tejada. Ni siquiera es privilegio, ni concesión de Don
Ramiro. El rey asturiano lo que concedió primeramente, parece ser que
reconocido por otros monarcas posteriores a él y anteriores a Don Enrique fue,
para empezar, una serie de gracias y prerrogativas sin especificar, y que serían
las que poco a poco a lo largo de la historia, fueron beneficiando a los nobles y
a los hidalgos. Pues no debemos olvidar que la hidalguía no era un privilegio
sino una calidad, que llevaba aneja una serie de beneficios y obligaciones que
cambiaron con el tiempo, las costumbres y las necesidades de los territorios
donde habitaron los hidalgos.
Transmisión de la nobleza por generación natural
Este privilegio, que siendo antiguo, parece más acorde con la realidad
social que vivimos en la actualidad, de plena equiparación de derechos y
obligaciones entre ambos sexos es, sin ningún género de dudas, uno de los que
más desconcierta a los nobiliaristas y al tiempo uno de los que caracteriza más
genuinamente a los señores hijosdalgo de la Villa de Tejada. Como señalé en el
apartado anterior, Don Enrique confirma y aumenta los privilegios concedidos
por sus antepasados, desde el rey Don Ramiro. El Soberano conoce, porque de
todo ello habría sido convenientemente informado – este tipo de Reales Cédulas
no aparecen por generación espontánea – el gran valor y los continuos servicios
que nuestra familia prestó a la corona y le parecieron tantos y de tanta calidad,
que quiso distinguirlos sobre los demás declarando: “...e porque sea
ennoblescida e decorada e sublimada vuestra gran nobleza de sangre e linaje
de donde venís...”
Ingenuo sería no reconocer que la hidalguía se trasmite corrientemente
por línea de varón, como queda suficientemente acreditado en el Derecho
Nobiliario español, que está vigente y tiene fuerza de ley en todo lo que respecta
a derechos honoríficos y caducado en todo lo que atañe a privilegios
económicos, fiscales o procesales. Por ello, todas las normas6 que regulan la
hidalguía están hoy vigentes, desde las Leyes de Toro y de Partidas, hasta la
Novísima Recopilación, etc... No tiene por tanto discusión que la hidalguía se
trasmite comúnmente por rigurosa agnación, como declara la Partida. 2º, Tit .2,
ley 71. No así la nobleza que se trasmite también por línea femenina, aunque
quede suspendida su transmisión si el padre no fuera hidalgo. Pero conviene
recordar que el mismo rey Don Alfonso X por su Ley. 22 Tit. 21 y por la L. 2.
Tit 27, p, 2, encargó a los reyes la obligación de premiar a los vasallos
beneméritos, y conservar las mercedes que los antecesores les hicieron por sus
servicios por ser deuda de justicia distributiva.
Es conocido que don Enrique IV concedió muchas mercedes e hidalguías
que posteriormente tuvo que revocar a pedimento de los Procuradores del
Reino, en las Cortes de Ocaña y Valladolid, pues se consideraron no solamente

6
Tribunal Supremo, Sentencia 24–11–1923, 2–7–1925, 18–5–27, 17–V–1930, 25–VI–1952 y 24–
XII–1952) que regulan la hidalguía.
39
concedidas sin cumplir el Fuero de España, sino graciosas; es decir: no
concedidas como recompensa a servicios prestados a la corona y por tanto,
susceptibles de anulación. Pero ninguna de estas revocaciones afectaron al Solar
de Tejada ni en el todo ni en la parte, como prueba el hecho de que
posteriormente fueron confirmadas en el mismo tenor, por los Reyes Católicos,
el César Carlos, etc...
No obstante, valorando lo anterior y ciñéndonos a lo expresado por Don
Enrique en su Cédula, se entiende que el rey Ramiro de Asturias quiso sublimar
la nobleza de Don Sancho, que ya era noble. Y, esto es una conjetura, conoció,
porque se lo representarían sus consejeros, el origen godo y antiguo de esta
familia, consideró apropiado distinguirlos valorando este origen y les aplicó las
leyes y el fuero visigodo, que no era ajeno al Fuero de España. Y queriendo el
Rey aumentar la nobleza que adornaba a Don Sancho y a sus trece hijos, les
concede el privilegio de que fueran tanto las mujeres como los hombres de su
familia los que pudieran trasmitir esa nobleza para, de esa manera, beneficiar al
clan. Aplicando el principio de personalidad, que aplica la ley por pertenencia a
un grupo, como era costumbre entre los godos. Frente al principio de
territorialidad, que sustentaba el Derecho Romano, por el que la ley se aplicaba
en función del lugar de residencia.7 Y si bien esta explicación se adentra en el
terreno de la conjetura, considérese como un intento de entender y explicar el
motivo de la concesión de tan singular privilegio.
Pero estudiemos ahora la Cédula de Don Enrique –en lo referente a la
transmisión de la nobleza– a la luz de las normas que aún quedan del Derecho
Nobiliario vigente, pues en este trabajo estudiamos lo que es Tejada en la
actualidad, no lo que fue o pudo haber sido.
Quiero y tengo por bien y es mi merced que agora, e de aquí adelante vos, e
vuestros fijos e fijas que agora tenedes e hubieredes d'aqui adelante y de los que
de vos y de ellos vinieren ansi varones como hembras para siempre jamás se os
guarden... todas las gracias, mercedes etc... que os concedieron e
reconocieron... desde el Rey Don Ramiro de León...
Creo que este texto es lo suficientemente declarativo. Don Enrique
aumenta los privilegios concedidos por Don Ramiro de esta singular manera.
Que aunque singular, no era del todo desconocida en la nobiliaria española.8
Pero para no dejar resquicio sin aclarar, también quise requerir en este
caso el docto parecer de la Real Academia Española, pues algunos albergaban
dudas sobre a quién se refería la forma “ellos”, si a los varones o a las mujeres.
Y en esta ocasión tuve el honor de que me respondiera el propio Director de la
misma, Don Victor García de la Concha, que lo hizo en estos términos:

7
Cronología de la Historia de España. Carmen Utrera y Dolores Cruz. Acento Editorial, Madrid
1999, p. 15.
8
Nobiliaria Española. Vicenta María Márquez de la Plata y Luis Valero de Bernabé. Prensa y
Ediciones Iberoamericanas, Madrid 1991, p. 19.
40

Distinguido amigo: me complace comunicarle, en contestación a su nueva carta,


que en el texto de la Real Confirmación del Rey Don Enrique IV de Castilla,
dada en Valladolid el diez de septiembre de 1460, de los privilegios concedidos
a Don Sancho Fernández de Tejada por el rey Don Ramiro I de León que nos
envía etc... la forma de –ellos– del párrafo que le interesa remite,
sintácticamente, a vuestros fijos e fijas del mismo párrafo. Madrid 21 de enero
de 1999.
Creo que con este dictamen, cualquier duda al respecto queda zanjada
para siempre. Todas las mercedes que están hoy en vigor de las reconocidas por
Don Enrique IV a Don Sancho y a sus trece hijos, deben ser trasmitidas a sus
herederos por generación natural de varonía y “hembras”, no rigiendo en estos
privilegios la rigurosa agnación que rige corrientemente en las leyes que regulan
la hidalguía.
El blasón de armas
No creo necesario reflejar aquí el escudo de armas de la Casa, pues se
encuentra convenientemente definido en la Real Cédula de Don Enrique IV.
Aunque sí conviene destacar que esta merced heráldica es una de las dos
primitivas del privilegio. Ya he mencionado que la hidalguía no fue concesión
de Don Ramiro, pues ya adornaba a Don Sancho y a sus trece hijos y, por otra
parte, la transmisión por línea de varón y mujer no fue privilegio del Rey
asturiano, sino especialísimo de Don Enrique.
Conviene a nuestro propósito plantear ciertas particularidades de esta
merced heráldica, para poder a posteriori entender globalmente la real Cédula
de Don Enrique y los privilegios que benefician a los Señores de la Villa de
Tejada. Primeramente, es importante distinguir el valor que se daba a la prueba
de armas en los reinos de Castilla y Navarra. En Castilla, el uso de escudo de
armas no era más que un privilegio que adornaba la nobleza de algunos. En los
siglos XV y XVI en las Chancillerías de Valladolid y Granada se recogen
infinidad de ejecutorias de hidalguía, en las que no hay ningún tipo de
referencia a la prueba de armas. Al contrario, en Navarra, el uso de escudo de
armas era consubstancial a la nobleza, de forma que si bien en Castilla las
Ejecutorias se tramitaban por la vía civil y a petición de parte, en el Derecho
Nobiliario navarro se trataba de un procedimiento criminal, iniciado
generalmente a petición del Fiscal del Reino por “uso indebido del escudo de
armas”, prohibido por sus leyes y perseguido por vía criminal.9 Es también muy
interesante señalar que en el antiguo reino de Navarra donde para probar
nobleza era inexcusable demostrar el uso legítimo de escudo de armas, esto se
podía también conseguir por línea de “hembra” siempre que esta pudiera

9
Nobiliaria Española. Vicenta María Márquez de la Plata y Luis Valero de Bernabé. Prensa y
Ediciones Iberoamericanas, Madrid 1991, p. 220 y 241.
41
demostrar que era titular de una jurisdicción con privilegio de armas.10
Parece por tanto incuestionable la influencia del derecho y las costumbres
navarras a la hora de expedir y confirmar el privilegio, seguramente justificado
por el hecho de que la Rioja y los Cameros fueron parte del Reino de Navarra
hasta el siglo XII. La importancia de la prueba armera en el reino de Navarra
parece justificar el tamaño desmesurado de las armas que adornan los escudos
labrados en los pueblos riojanos que formaron parte del reino de Navarra.
Téngase en mente los escudos que adornan Tejada y Valdeosera o el todavía
más desproporcionado labrado en la Basílica de Santa María de la Piscina.
Pero si todas estas argumentaciones justifican, a la navarra, el interés y la
obsesión de los hijosdalgo de Tejada por la confirmación del escudo de armas,
también existe una justificación, por decirlo así a la castellana, que lejos de ser
opuesta, puede ser complementaria. Como ya he señalado, en Castilla, el escudo
de armas no era consubstancial a la nobleza sino más bien un adorno de la
misma, un privilegio – a veces– unido a la calidad de la hidalguía. Una vez
reconocida la hidalguía, como el señorío, estos no precisaban de ningún nuevo
reconocimiento. Recordemos que Don Enrique confirma para aumentar los
privilegios y que después de este monarca, todas las Reales Cédulas repiten la
misma confirmación.
¿Cuál es por tanto la razón por la que nuestros antepasados insisten en la
confirmación de privilegios, subrayando siempre la cuestión heráldica? Más aún
cuando el Trastámara declara:
les damos e concedemos dichas armas para que perpetuamente jamás en sus
escudos, casas, portadas, anillos y demás partes públicas y privadas a su
voluntad, sin necesitar de nueva concesión ni privilegio por estar concedidas
por nuestros claros progenitores...
Para poder acercarnos a una explicación, lo más aproximada a la realidad,
tendremos que considerar que el señorío de Tejada, propiedad de los Caballeros
Hijosdalgo de la Casa de Tejada no queda vacante nunca, por ser colectivo. No
así otros señoríos y Títulos de Castilla. La hidalguía una vez cosa juzgada
tampoco precisaba confirmación. En realidad, el escudo de armas tampoco –
como queda probado–. Pero siendo conscientes los señores de Tejada de la
importancia de generar tráfico documental con la Corona, para que de esa
manera los singulares privilegios recibidos no languidecieran o se considerasen
pretéritos y caducados, consideraron apropiado solicitar confirmación del
privilegio de usar el escudo de armas, pues de entre todos los recibidos era en
Castilla el más factible de poder recibir confirmación; Atendiendo, a que al no
considerarse en este reino esencia nobiliaria el uso de blasón sino un
acompañamiento, su uso podía entenderse susceptible de confirmación por parte
de cada nuevo monarca, que al tiempo que confirmaba el derecho a usar el

10
Nobiliaria Española. Vicenta María Márquez de la Plata y Luis Valero de Bernabé. Prensa y
Ediciones Iberoamericanas, Madrid 1991, p. 242.
42
escudo de armas, confirmaba implícita o explícitamente el resto de los
privilegios. Definitivo para justificar esta argumentación es el estudio de la Real
Carta de confirmación del rey Don Carlos I dada en Madrid el día 15 de febrero
de 1527. En ella se confirma la merced de Armas como se había gozado hasta la
fecha, pero antes el monarca acredita la existencia de otros “privilegios y
concesiones reales” así como la transmisión por generación natural “de
descendencia legítima y transversal de varonía y hembras”:
por lo cual considerando a más de vuestro ilustre nacimiento, por descender de
aquel singular y noble caballero Sancho de Tejada y de sus magníficos hijos,
Señores de aquel Solar y Casa, ya que lo sois de que hemos sido informados...,
mereciendo de los reyes Nuestros progenitores en premio ,Privilegios y
Concesiones Reales, como parece de las que presentasteis del Rey Don Enrique ,
confirmada de los señores Reyes Católicos... , en los que también se confirma el
Escudo de Vuestras Armas que se dio a Sancho de Texada para sí y sus hijos y
descendientes ... de descendencia legítima y transversal de varonía y hembras...
concedido todo por el Rey Don Ramiro...
Esta confirmación, tiene un peculiaridad digna de reseñar y es el hecho de
declarar que todos los privilegios habían sido concedidos por el rey Ramiro de
Asturias, cosa que no es del todo exacta pues ya ha sido convenientemente
probado que el beneficio de transmisión de la nobleza por generación natural es
merced de Don Enrique. Pero soslayando este particular, Don Carlos reconoce
la nobleza de Don Sancho, el Título de señor; gozado de manera colectiva, así
como las mercedes concedidas por Don Enrique confirmadas en todo por los
Reyes Católicos. Entre las que –también– se encuentra la concesión de escudo
de armas. Por ello, y como apunta el profesor Valero de Bernabé, la
confirmación de armas del Solar de Tejada debía ser entendida en todos los
reinos como un marchamo de pertenencia a un Solar conocido, que gozaba de
una serie de beneficios e inmunidades confirmados y que debían reconocerse a
todos los que, al labrar legítimamente las armas de Tejada en sus propiedades,
demostraban fehacientemente la pertenencia a la Ilustre Villa Antigua Casa y
Solar de Tejada de la cual eran señores.
Un título de nobleza (disponiendo en caso necesario el exacto
cumplimiento de esta)
Si ya advertimos que la transmisión de nobleza por generación natural
desconcertaba a algunos, el reconocimiento de un Título colectivo de señor,
como Título de Nobleza, puede hacer tambalearse a muchos. A estos les
recomiendo, sean quienes fueren, que hagan una lectura pormenorizada de la
documentación solariega – que se encuentra convenientemente publicada– y
que apliquen de manera objetiva el Derecho Nobiliario español, para así
comprender lo extraordinario, que curiosamente es cimiento y substancia de la
nobleza. Y sobre todo que cumplan, como es obligación de todo caballero, con
la lealtad debida a S. M. el Rey, que debe demostrarse más que en apasionadas
43
tertulias de salón, cumpliendo con fidelidad Sus órdenes, conscientes de
que es un honor hacerlo y sabiendo que sirviendo al Rey, se sirve a España.
Un título nobiliario11 es comúnmente definido como una distinción
honorífica creada por el Jefe del Estado a favor de una persona física,
generalmente perpetua y transmisible de acuerdo con las normas establecidas
por la propia Carta de Creación o, en su defecto, por las disposiciones
tradicionalmente aplicadas en la materia. Un título nobiliario nace para premiar
y distinguir determinadas actitudes humanas y para que nos sirva
permanentemente de recuerdo de los hechos que lo motivaron.
Los títulos nobiliarios se deben a la munificencia Real. Se conceden y se
fundamentan por méritos, servicios o para perpetuar hechos memorables. Como
señala Jiménez Asenjo en su obra –citada en la obra que recoge la cita anterior–
al deberse el título a la voluntad real, cada título se ofrece como un producto
pleno de la voluntad que lo creó. Pudiendo el Soberano regular a su voluntad
cualquier aspecto del mismo. Incluso, modificar la transmisión natural en
cualquiera de sus aspectos: línea, grado, sexo y edad, pues la Carta de Creación
es la ley del título y opera en todos los supuestos imaginables, de forma
inexorable.
El título honorífico de señor, no confundir con el tratamiento de cortesía,
correspondía a quien ejerciera el señorío ya fuera jurisdiccional, territorial o
uniendo ambas calidades jurisdiccional y dominical. Las leyes desamortizadoras
incorporaron a la Corona los señoríos jurisdiccionales, luego pervivieron los
territoriales. En ambos casos (jurisdiccional y solariego) el señorío tenia una
componente honorífica, más aún en el caso de Tejada en el que el señorío se
encontraba unido a una noble estirpe. Tras la pérdida del “Imperium”
jurisdiccional los señoríos se convirtieron en latifundios, hasta que la
promulgación de las Leyes Desvinculadoras permitieron su partición
patrimonial.12 Para aquellos tratadistas que niegan que el título de Señor fuera
un título de nobleza recordaré primeramente la Ley de Partida, Ley XI. Tit I, de
Partida II: “E Marqués tanto quiere dezir como Señor de alguna gran tierra,
que está en comarca de Reinos.”. Es importante señalar que los Titulos en
Castilla fueron en su origen, honoríficos pero básicamente jurisdiccionales y
que con el paso del tiempo fueron perdiendo esa cualidad, hasta convertirse
exclusivamente en títulos de honor. No así el título de Señor que no es que
ganase con el tiempo la categoría de honorífico, sino que no perdió la
jurisdiccional, quien la poseyera, hasta entrado el siglo XIX. El Real Decreto de
27 de Mayo de 1912, es igualmente definitivo de la categoría nobiliaria del
título de Señor por cuanto estableció la prohibición de que desde entonces en

11
Derecho Nobiliario Español. Luis Vallterra Fernández. Centro de Publicaciones del Ministerio
de Justicia, Madrid 1.982. Pag. 25 y siguientes. Generalidades sobre títulos nobiliarios.
12
Nobiliaria Española. Vicenta María Márquez de la Plata y Luis Valero de Bernabé. Prensa y
Ediciones Iberoamericanas, Madrid 1991. P, 68 y 69.
44
adelante el título de Señor fuera convertido en otra dignidad
nobiliaria, así como la creación de nuevas mercedes nobiliarias con el título de
señor, aunque autorizaba a que persistieran los “actuales” señoríos con el
carácter que “hoy” tienen.
En resumen se mantienen en la actualidad tres diferentes formas de
subsistencia de los señoríos:13
1. Señoríos reconvertidos en otros títulos nobiliarios mediante la
expresa voluntad Real, manifestada en el oportuno Real
Despacho, en los que, desde este momento siguen los trámites e
incidencias de una merced nobiliaria más.
2. Señoríos que han sido admitidos como tales con posterioridad al
Real Decreto de 1912 y que vienen sucediéndose de generación
en generación (este es el caso del Señorío del Solar de Tejada).
3. Los restantes señoríos congelados en virtud del artículo 15 del
real Decreto de 27 de Mayo de 1912.
Definida la esencia del título nobiliario, procede hacer un estudio del
señorío de la Villa de Tejada a la luz del Derecho Nobiliario de aplicación en lo
que se refiere a Títulos del reino.
Partiendo de la definición de título de nobleza del que fuera Jefe de la
Sección de Grandezas y Títulos del Reino del Ministerio de Justicia apreciamos
que el señorío de la Villa de Tejada es concorde en todo a esa definición,
señalada en el segundo párrafo de este apartado. El título de señor de Tejada fue
concedido por la voluntad de Don Ramiro a una persona física, Don Sancho,
siendo perpetuo y con una especialísima forma de ser transmitido, en todo
conforme a la doctrina sentada de valorar la libérrima voluntad del Soberano. Es
fundamental recordar aquí que todos los monarcas que confirman los privilegios
de Don Ramiro I hacen a través de la Real Carta de Don Enrique, que es
considerada como la de creación, como ya hemos demostrado anteriormente. Al
hilo de esta cuestión es de obligada observación la Real Carta de S. M. el rey
Don Juan Carlos de que se cumpla con exactitud la Cédula de Don Enrique que
declara en 1460: “hízole Señor de los Montes Cadines –que son hoy los de
Tejada– y hasta hoy se conserva por sus descendientes con el título de su
primer Señor”.
No puede estar más claro el reconocimiento del título de Señor que
concedió Don Ramiro. Reconocido de la misma manera en la confirmación del
César Carlos: “...por descender de aquel singular y noble caballero Sancho de
Tejada y de sus magníficos hijos Señores de aquel Solar y Casa, ya que lo sois
de que hemos sido informados”.

13
Derecho Nobiliario Español. Luis Vallterra Fernández. Centro de Publicaciones del Ministerio
de Justicia, Madrid 1.982. Pag.320.
45
Para los que la no existencia de la Carta de Concesión del rey Don
Ramiro I suponga una pega irresoluble debemos volver a insistir que la
confirmación de un título tiene en todo valor de creación. Pero que no obstante
el propio Jefe de la Sección de Grandezas y Títulos del reino manifiesta14
“Cabe, sin embargo preguntarse si es posible admitir la existencia de títulos sin
contar con la denominada Carta de concesión. El transcurso del tiempo y toda
clase de avatares hacen que este planteamiento no sea utópico. Nuestra opinión
es en este sentido afirmativa. Pueden existir y de hecho existen, títulos de los
que se carece de la Carta de concesión, aunque queda constancia fehaciente de
que la merced fue creada...”. Para mayor abundamiento también hay que
considerar que según la Ley de Enjuiciamiento Civil y el Código Civil,
cualquier persona que pretenda usar un título de nobleza se podrá valer de
cualquiera de los medios de prueba expresados en los artículos 1214 al 1253 del
mencionado Código y concordantes. Entendiéndose como pruebas esenciales la
documentación pública (sentencias ante las Reales Chancillerías, Consejo de
Castilla o similares).
Existe otra, entre muchas, prueba sobre la condición de señorío de la
Villa de Tejada y ésta avalada por el Tribunal Supremo, que declara en su
sentencia de 4 de marzo de 1968 que la expresión “villa” aplicada a un merced
nobiliaria, sólo puede referirse exclusivamente a los señoríos. El mismo Alto
Tribunal por sentencia de 22 de noviembre de 1975 declara que cuando se
utiliza “casa” en sentido nobiliario se quiere indicar que se reconocen por parte
del Soberano los servicios prestados por una estirpe. Apréciese que en todas las
confirmaciones reales se utiliza o bien el título de Señor, o los términos de
Ilustre Villa y Casa y últimamente el término de Antiguo Solar (equiparable en
todo a Casa de Tejada).
Para seguir aportando pruebas sobre el carácter de título que disfrutaban
los señores de la Villa de Tejada se encuentra en el archivo de la Casa15 donde
se custodia la Carta de pago de haberse satisfecho en 1.749, 8.433 maravedíes
establecidos en concepto del pago de la media annata y lanzas del privilegio.
Conviene recordar que por las Reales Cédulas de 18 de agosto de 1631 y 10 de
diciembre de 1632 se crean los impuestos de la Media Annata y de Lanzas, este
último exclusivo para los títulos nobiliarios y señores de vasallos y aquél
también para otros grupos, especialmente para los derechos de expedición de
cualquier cargo público.
También en la Real Cédula concedida por Don Alfonso XII se menciona
haberse tomado razón de “este título”. Otro aspecto a considerar, que tampoco

14
Derecho Nobiliario Español. Luis Vallterra Fernández. Centro de Publicaciones del Ministerio
de Justicia, Madrid 1.982.P,80.
15
Tejada.Serie I, Cartas Reales. Tomo II. Reflejado por D. José Fermín Hernández Lázaro en su
obra Índice General de Todos los Caballeros que Hallan Inscritos… Logroño, 1987. Gráficas
Quintana P,11.
46
podemos dejar de apreciar, es el hecho de la existencia a nombre de
Tejada y Valdeosera de carpeta documental en la Sección de Títulos del
Archivo General del Ministerio de Justicia.
Una vez determinado la existencia del título de señor de la Villa de
Tejada consideremos sobre lo excepcional de la transmisión colectiva de un
título, que si ya era especial en cuanto a la hidalguía lo es todavía más en cuanto
a un título nobiliario. Pero una vez más tenemos que aceptar la doctrina sentada
por el Tribunal Supremo de que el orden a seguir en las sucesiones será
estrictamente el que determine la Carta de concesión, que si no determinase
orden alguno se procedería a seguir lo que la doctrina califica de sucesión
regular. Por ello, como quiera que Don Enrique declara el orden a seguir en la
transmisión de todas las mercedes concedidas por el rey Don Ramiro y entre
ellas se encuentra la concesión del Señorío, debemos considerar la aplicación de
la transmisión por generación natural como la voluntad del Soberano que debe
ser respetada sin considerar la aplicación, en este caso, de las leyes regulares de
sucesión.
Un Título nobiliario es un derecho incorporal en el que el poseedor legal
de la merced no tiene la propiedad de la misma; tan sólo le asiste el derecho a
usarla. Tras el fallecimiento del tenedor legítimo del Título se traspasa la
posesión natural y civilísima al que deba sucederle. Y lo característico de
semejante traspaso es que se opera sin que intervenga acto material alguno
aunque posteriormente el Soberano tras haber sido informado del fallecimiento
del último titular y tras la prueba de filiación legítima solía dirigirse al nuevo
poseedor nombrándolo por su Título, lo que se consideraba una confirmación
del mismo . El señorío del Solar de Tejada por su especialísima configuración y
excepcional forma de sucesión no queda vacante nunca, por lo que desde mi
punto de vista y al margen de otra consideraciones ya señaladas anteriormente,
los señores de la Villa de Tejada para no caer en el olvido administrativo,
público o documental consideraron adecuado solicitar la confirmación del
derecho a usar el escudo de armas. Aunque hay que saber apreciar y valorar que
a lo largo de la historia documentada del señorío, no ha expedido ni una sola
Real Cédula en la que no se dejara constancia de la obligación de cumplir con lo
señalado en la de confirmación de Don Enrique IV de Castilla además de la
sempiterna autorización del privilegio heráldico.
A este respecto resulta imprecisa la contestación de la Subsecretaría de
Asuntos de Gracia del Ministerio de Justicia,16 que a consulta evacuada por la
Dirección General del Tesoro del Ministerio de Hacienda, interesándose por el
carácter de la Merced nobiliaria, para la posterior aplicación del impuesto que
grava la transmisión de Títulos, la mencionada Subsecretaría manifiesta como
siempre haciendo una lectura superficial, parcial y por tanto incompleta de la

16
Archivo General del Ministerio de Justicia (Sección Títulos y Grandezas) Tejada, doc. 71 16
del XII de 1981.
47
Cédula regia, que el derecho a usar escudo de armas confirmado por el
monarca no tiene carácter de Título. Olvidando que en esa mencionada Real
Cédula expedida por el rey D. Juan Carlos I, se confirman tácitamente todas las
mercedes concedidas a los Caballeros del Solar. Este espinoso asunto es el quid
de la cuestión pues incide en el error de valoración que algunos hacen del
particular en la actualidad. Por todo ello, creo que es obligación de todos los
señores de Tejada –así aparecen considerados y denominados en documentación
secular los dueños de Tejada, y no como diviseros, término éste que no refleja
con precisión la verdadera esencia de la villa de Tejada– y muy especialmente
de la Junta de Gobierno que nos representa, que eleve una reclamación ante el
Ministerio de Justicia para que sea subsanado el mencionado error de
apreciación, pues ni el Solar de Tejada ni la Historia ni el Derecho pueden
consentir que la voluntad regia se vea minorada y parcialmente valorada y
cumplida.
Considero también inquietante la parcialidad doctrinal de la Diputación
de la Grandeza quien en el expediente de rehabilitación del Título de Mariscal
de Alcalá del Valle,17 declara: “es regla de observación rigurosa para suceder
Títulos y Grandeza, las establecidas en las Reales cartas de concesión (...)
ofrece precisamente ese Título de Mariscal del Valle, particularidades a ese
respecto (el de Sucesión)... y fue otorgada esta dignidad de manera parecida,
pero no igual (a los Títulos del Reino)…”. Muy importante me parece el
dictamen del Consejo de Estado para la rehabilitación del Título mencionado:
“No se trata, por consiguiente de Título que atribuya sólo un oficio efectivo, en
cuyo caso no podría ser rehabilitado, sino una merced nobiliaria susceptible de
tal rehabilitación como tal dignidad, por su carácter histórico y singular”.
Compárese y hágase justa equivalencia con esta declaración del Consejo de
Estado y el señorío del Solar de Tejada se verá amparado en todo en su calidad
por lo anteriormente expuesto y aplicado al título honorífico de Mariscal de
Alcalá del valle y otras mercedes singulares. Parece que la Diputación de la
Grandeza y el Ministerio se comportan de forma errática al valorar ciertas
particularidades en determinadas mercedes y no en otras. El Título de Mariscal
de Alcalá del Valle fue rehabilitado e incluido en la Guía Oficial de Grandeza y
Títulos del Reino, en el apartado Señoríos y otras Dignidades, como en la
actualidad se encuentra el Solar de Tejada, aunque según mi opinión se debiera
corregir, a solicitud de la Junta de Gobierno de la Casa, la inscripción en la
mencionada Guía, para quedar registrado como debiera corresponder:
Señor de la Villa de Tejada
Concesión: Año 844 por Don Ramiro I de Asturias a Sancho de Tejada
Poseedores: Los Caballeros Hijosdalgo del Solar de Tejada
Dirección: Casa de Tejada. Señorío del Solar de Tejada. Laguna de Cameros.
La Rioja

17
Archivo General del Ministerio de Justicia (Sección Títulos y Grandezas) Mariscal de Alcalá
del Valle, doc. 6, 14 y 203.
48

El Título de señor de la Villa de Tejada es singular, pues es uno solo el


señorío. Lo que sucede es que puede, a diferencia del resto de los Títulos del
Reino, ser utilizado de manera colectiva por todos aquellos que se encuentren
fehacientemente recibidos e inscritos como Caballeros Hijosdalgo de la Casa de
Tejada en sus seis veces centenarios Libros Becerros de asientos de Caballeros.
Sólo me cabe una duda que espero despejar próximamente y es si el
impuesto que grava la transmisión de Títulos ha de ser satisfecho por cada uno
de los recibidos en el Solar y deseen utilizar el Titulo de Señor de la Villa de
Tejada o sólo debiera ser satisfecho por el conjunto de los Caballeros, es decir,
por la Casa, cada vez que se solicite la confirmación de los privilegios en el
advenimiento de cada nuevo monarca.
En cualquier caso, no quiero terminar esta aproximación a la verdadera
esencia nobiliaria del Solar de Tejada, sin recalcar que me parece desacato a S.
M. El Rey el que entidades públicas o privadas que debieran apreciar y sustentar
las calidades nobiliarias que adornan al Solar de Tejada, no lo hagan
convenientemente. Aunque también considero que mucha de la responsabilidad
de que el señorío de la Ilustre Villa, Antigua Casa y Noble Solar de Tejada no
sea correctamente apreciado por algunos en su excepcional complejidad, la
tenemos todos y cada uno de los señores de esta Villa, por no exigir ante quien
proceda que se cumpla con exactitud, como manda S. M. El rey D. Juan Carlos,
la Cédula en la que D. Enrique IV de Castilla confirma unas mercedes y
prerrogativas, que al margen de ser o no legendarias fueron confirmadas por el
Monarca castellano, que hizo una situación de hecho cuestión de derecho,
convirtiendo a los señores de la Villa de Tejada, por su antigüedad, en los
Decanos de la Nobleza española.
Por ello, si los Estados, los ciudadanos y sus representantes tienen el
deber de salvaguardar los monumentos que son testimonio de su pasado,
intentando conservarlos tal y como fueron concebidos, tienen la misma
obligación de salvaguardar instituciones tradicionales que como el señorío de la
Villa de Tejada, representan un monumento vivo de un pasado heroico e
inmemorial.

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