Esta Historia No Es Sobre Nosotros
Esta Historia No Es Sobre Nosotros
Esta Historia No Es Sobre Nosotros
E L RITO CONTEMPLATIVO .
INTRODUCCIÓN.
La tarantela, es un baile medicinal. Persiste, hasta muy entrado el siglo XX, en Sicilia y en Aragón
la costumbre de danzar la tarantela con el fin de curarse de la mordedura de una araña. Dice
Covarrubias, en el Tesoro de la Lengua Castellana (1611), que la mordedura de la tarántula «se
cura al son de instrumentos, porque el paciente, moviéndose al compás del son, disimula su mal».
El atarantado, esto es, el «mordido de la tarántula», la cual es «un género de insecto ponzoñoso, que
de su picadura se sigue temblar el paciente con movimiento descompuesto de todo el cuerpo; y para
disimularlo y juntamente con tomar calor y sudar les hacen son a los atarantados para que dancen».
Yo tengo una mordedura natal. El veneno de la tarántula es una inyección de rendimiento, que
interna al cuerpo en una imagen concreta, delimitada y ajena. Una ficción, donde he convulsionado
tratando de avanzar por años. Me quedan 2340 semanas. El tiempo es poco, así que me muevo
rápido.
Como respuesta a esta inconsciente y borrosa imagen real, ralentizo mis movimientos, me muevo
despacio hasta romper la dermis social. La posibilidad de la contemplación (parar, pensar y crear)
me permitió salir de esa ilusión de mundo veloz. Ahora es nítida, profunda, con múltiples
dimensiones y posibilidades”. Estoy hecha de hilos, como esa viga, esa vaca, esa telaraña. La
agrupación de las partículas que nos conforman, no es solo dada por una inmediata atracción
energética sino también por una tradición emotiva. La realidad, es un enmallado de vibraciones, que
se escuchan, coinciden y se replican. A partir de las arañas y la tela de araña me resuelvo a
representar las capas de nuestra imagen de la misma manera… interconectada, en un tejido de
suposiciones, de hilos de creencias erradas sobre el mundo que son utilizadas como pantallas de
proyección, de lesivas realidades que condicionan al cuerpo y al espíritu a un destino oprimido, en
el que se forja el transitar inconsciente, si rumbo, pesado, de sentires individuales que contribuye a
reorganizar y determinar su espacio.
- Este texto es un escrito tipo diario que recolecta pensamientos y acontecimientos a partir
del principio de la sincronicidad. Elementos al azar que se presentan y construyen
coherencia por su cercanía a nivel espacial y temporal.
- Capas simples de nuestra imagen de realidad. 1. Individual, consciente. 2 recuerdo social.
3.Ritmo cósmico
CAPÍTULO 1.
L A TELARAÑA .
E L TIEMPO .
En la madrugada yo era un mono con patas ágiles, uñas sucias y analfabeta de las leyes. Subía a las
copas de los árboles, les daba mordiscos a los perros, agarraba el aire y lo convertía en piedra; no
sabía de los días ni de las noches; no conocía las distancias o el tiempo. Estaba sola, respirando y
observando las paredes que me rodeaban. Esa es una montaña: Las montañas son de roca. Ese es un
riachuelo: Está lleno de agua y el agua se escapa por los dedos. Este es el tiempo: El ritmo de mis
ojos al cerrar y abrir, el cabello que crece, el alba, el eco de mi pecho, mis pensamientos, los rayos
de luz que llegan desde fuera.
Lo que busco en este capítulo, es reconstruir una imagen sencilla e ilustrativa del tiempo y su
correspondencia con la realidad. Y es que, ¿Quién no se ha visto envuelto en la angustia del tiempo
que pasa?, que disuelve no sólo nuestro cuerpo, sino también emociones, relaciones, mesas, sillas...
Somos responsables de su ritmo y a la vez él, es responsable de la imagen de nuestra realidad física.
Pero, ¿Cómo cambiar la experiencia cotidiana del paso del tiempo?
F.1. F ILAMENTOS / T IEMPO CONCEPTUAL : DEL QUE TRATA LA DINÁMICA , TEORÍA QUE SE USA
ABSTRACTAMENTE PARA ESTUDIAR EL MOVIMIENTO
Si bien, mi objetivo es centrarme en el tiempo, no podemos dejar a parte nuestra experiencia visual
y sensitiva delimitada por el espacio. Dentro del mundo de la física teórica hay una imagen de
especial atractivo para entender una pequeña parte de nuestro ritmo temporal, hablo del movimiento
de cuerdas que reemplaza la morfología circular y cerrada de las partículas, por un filamento
unidimensional que se mueve, se extiende y se conecta. La diferenciación entre fermiones (la
materia tangible) y bosones (Fotones, ondas simétricas) ya no es regulada por su forma, sino por sus
vibraciones.
Mientras que un punto simplemente se movería por el espacio, una cuerda podría hacer algo más:
vibrar de diferentes maneras. Si vibrase de cierto modo, veríamos un electrón; pero si lo hiciese de
otro, veríamos un fotón, un quark o cualquier otra partícula del modelo estándar dependiendo de
la forma concreta en que estuviese vibrando.
Cuando caminamos por el bosque, o revisamos las esquinas de la casa, o cuando vemos el
horizonte, no solo observamos esa imagen acostumbrada de musgo o ladrillos, sino que es, además,
acompañada por una capa concreta de hilos que crean un entramado de conexiones que se unen y
nos muestran una nueva visión de la realidad. El ladrillo puede resplandecer como escamas de pez y
el atardecer más deslumbrante puede ser interrumpido por una sombra indescifrable. La tela de
araña, tendida sobre el mundo físico, intensifica las interacciones y se convierte en analogía de esa,
la gran red, formada por la sucesión y conexión de líneas.
La coreografía de cuerda puede variar, la danza puede ser intercambiada a gusto, una línea puede
pasar de ser luz a minuto. Ahora, si imaginamos esta coreografía multiplicada y dividida por
millones, nos podríamos hacer a la idea de que los tejidos hipercomplejos que construyen las
partículas, como la carne, el cabello, igual que la madera o la condensación de las nubes, están bajo
los mismos principios. Somos la composición de líneas que se entrecruzan e intercambian favores,
somos un acontecimiento, un movimiento acordado, un gran baile coordinado.
Esta es la llamada supersimetría, la unión de fuerzas y partículas que conforman una gran red de
realidad. Pero, ¿cómo eligen en qué frecuencia vibrar? ¿por qué optan por esta forma de
interacción?
Las edificaciones, los campos cercados, los cultivos; confirman que en el paisaje actual hay una
disposición ficticia de los objetos. Somos el preámbulo para el obraje del espacio, podemos
modificarlo, transitarlo, ir de un lado a otro, regresar o mantenernos. Pero en el caso del tiempo…
¿cómo llegar al mismo recorrido consciente?
En 1962 Rhine lleva a cabo una serie de experimentos PK (Psychokinesis) que se centran en las
percepciones de los sucesos aún no ocurridos.
Uno de estos consta de un juego de dados, en donde el individuo lanza al mismo tiempo que desea
que salga un número específico. Si en el primer lanzamiento acierta, sus juegos siguientes cuentan
con mejor suerte, pero si falla, los aciertos tienden a disminuir igual que su interés que, poco a poco,
pasa de resignación a aburrimiento. Pero, si por alguna razón el individuo vuelve a interesarse en la
maniobra, el valor de los dados corresponde nuevamente a su deseo. Puede entonces tratarse de un
corto estado en el que la persona, o es capaz de recorrer el tiempo y divisar el futuro, o es capaz de
modificar la posición en la que el dado caerá. Pero, también podríamos atribuir este hecho a una
mera coincidencia en la que el tiempo y el espacio se ponen de acuerdo para proyectar una imagen
concreta dictada por una emoción o creencia.
“Los experimentos de Rhine muestran que, para la mente, el espacio y el tiempo son, por así
decirlo, "elásticos" y pueden reducirse casi hasta un punto de fuga, como si dependieran de las
condiciones psíquicas y no existieran en sí mismos, siendo solamente un "postulado" de la mente
consciente.
Un ejemplo de este acuerdo, es Pachita, curandera de principios de los noventa, que logra expandir
sus creencias y verdades sobre el mundo hasta encontrar la plasticidad del espacio tiempo. En
momentos de gran conmoción emocional, donde el paciente se debatía entre la vida y la muerte, era
capaz de modelar, arrancar y pegar fragmentos de la del espacio salirse de su cuerpo y viajar largas
distancias en el tiempo para pedir consejo, medicina y objetos quirúrgicos. Durante las operaciones
que realizaba ella era capaz de materializar y ciernaterializar objetos, órganos y tejidos. El
manejo de las orgánicas, le permitían realizar trasplantes de órganos a voluntad, curaciones de
todo tipo y diagnósticos a distancia con un poder y exactitud colosales. Con tenaces movimientos
repetitivos y cantos gruesos se sumergía en un trance que ella describía como estar en posesión del
último emperador azteca: Cuauhtémoc. Alejada de sus comportamientos habituales, pachita recorría
el tiempo en todas direcciones, prediciendo eventos, sosteniendo conversaciones con elementales
antiguos, viendo desde fuera.
T ERCERA FASE : SE DEJA CAER CON LA CABEZA ABAJO Y ECHA UN GRAN HILO . U NA VEZ
TRAZADOS ÉSTOS , COMIENZA A CAMINAR LA ARAÑA DESDE LA PERIFERIA HACIA EL CENTRO ,
CONSTRUYENDO LA ESPIRAL QUE UNE LOS DIVERSOS RADIOS ENTRE SÍ . T RAS ESTA
OPERACIÓN , QUEDA CONCLUIDA LA FABRICACIÓN DE LA RED .
F. 3. H ORIZONTE SE SUCESOS .
Regresamos de viaje, trajimos con nosotros un par de plantas moribundas debido al cambio de temperatura
y el tardío trasplante. Durante el desayuno se conversa sobre el problema y se llega a la conclusión de que
las plantas van a vivir, pero solo por un acto fe. A esto, Él responde de la manera menos optimista,
repitiendo una frase que todos conocemos: “de fe no vive el hombre” a lo que se le responde: “de fe vive
el humano” todas sus construcciones sociales son hechos de fe.
Si soy yo parte fundamental de la conformación de la imagen de realidad, ¿por qué este es el país en
el que vivo, y son estos los problemas que me aquejan?
Estudiar esta noción del tiempo y realidad puede llevarnos a la naturalización absoluta de
injusticias, o dispararnos indiscutiblemente a aseveraciones como: “el que es pobre es pobre porque
quiere”. De acuerdo con lo que hemos abordado anteriormente no sería raro que para muchos éste
sea el ejemplo más claro: una idea individual de creación, y por consiguiente de autoflagelación.
Pero no se podría estar más alejado. La elección individual de lo que se piensa y proyecta, no es una
elección, es más bien una pesada carga de creencias sociales que se convierten en instintos. Este
mundo, no es por sí mismo, sino más bien se trata de una superficie de recuerdos anclados a eventos
emocionales. El pánico, la impotencia, el encierro son recuerdos que se reproducen, son
sentimientos que han sido apropiados, impuestos y repetidos por esferas de poder, que proyectan
una realidad desoladora, esclavista, imagen a la que no pertenecemos. Somos todos los que creemos
en esta alucinación del monstruo capitalista.
El mundo se ha dejado domesticar, confiando, cediendo su materia antes salvaje a una causa que a
través de los años ha sido desviada y arrastrada a un tiempo y espacio desbocados y ajenos a sus
habitantes. Tal es el caso, del desplazamiento forzado. La constante amenaza está acompañada de
un tiempo veloz e indeterminable, en el que los cambios de la materia sufren de espasmos caóticos
de orden. En cuestión de segundos un cuerpo que tenía que durar 50 años se encuentra sin vida, o
los ladrillos que servían de refugio cambian su composición antes de tiempo para convertirse en
ceniza. Esta acelerada decadencia emite una acelerada necesidad de alejarse.
CAPÍTULO 2.
A TARANTADOS .
Los síntomas más corrientes eran dolores violentos en la parte afectada por la mordedura y la
propagación progresiva de este dolor en todas las articulaciones, formación de un círculo rojo o, en
su lugar, «una pequeña elevación o inflamación de color natural, como un tuberculillo a manera de
una lenteja»; pérdida de fuerzas y desmayo; color ictérico de la cara; convulsiones violentas,
congoja, opresión de corazón, dificultades de respiración, temblor y sudor frío; dolores de cabeza y
en el vientre, vómitos violentos, afonía, retracción de pulso; torpeza parcial del cuerpo y gran
pestilencia del sudor del enfermo. En la mayoría de los casos la mordedura se produjo alrededor del
cuello (cabeza, cuello, clavícula, hombros, espalda, pecho superior).
J UEVES . La presión, quiebra las costillas. Me empuja tan fuerte que el aire no sale como un suspiro,
sino que es fuerte, gutural. Como si estuviera hecho con materia, pequeñas rocas que se golpean, se
me sale el espíritu. Hace mucho no muevo el cuerpo, me duele el entrecejo, cada vez se marca más
la arruga del peso en mi frente y entonces… se chorrea por todas partes y no puedo contenerlo. Mi
peso deja de pertenecerme, no me puedo mantener en pie, el dolor está presente siempre, ¿porque
estoy perdiendo el tiempo? ¿Por qué no estoy respondiendo?, ¿por qué tengo miedo?
L UNES . El malestar tiene forma, pero, se esconde con cuidado, son tubos de vidrio que se amarran a
la espalda, son transparentes y a cada movimiento, cuando el cuerpo más lucha por liberarse de
ellos, más se clavan a la piel; acostumbrándonos a movernos repetidamente, con pasos aprendidos,
inmersos en el mismo dolor cuidándonos de otro posible, custodiando el resto de la carne libre que
nos queda.
Sumida en esta imagen que se ha reproducido durante generaciones, entiendo que no soy solo yo la
que está conformando esta realidad. Son años de represión que controlan mi permanencia en el
mundo, y delimitan mi libertad, permitiéndome recordar solo hasta sus márgenes…y es aterrador.
Una proyección repetida de las injusticias del mundo, de mi abuela huérfana, de mis bisabuelos
escapando de la violencia, de los vecinos fallecidos. ¿Cómo no reaccionar ante la constante
posibilidad de desaparecer, de morir a destiempo? o más bien ¿Cómo no tragar con prisa cada
momento, empujando y buscando oportunidades que nos lleven a la seguridad económica y al
estatus social?
La piel, luego de años de servicio se ha vuelto callosa. Los dolores no duelen, pero tampoco alegran
las caricias. Para sobrepasar el umbral del tacto inexistente, llevamos al cuerpo a un estado
sobrepasado de incomodidad, a un estado repetitivo de labores vanas, donde nuestra corta
conciencia crea un desorden temporal y físico sustentado en un cuerpo que corre por el dolor y le
reza a la repetición… es su única seguridad frente al mundo. Muchas veces esta aceleración es tan
solo un espejismo de la acción, es la convulsión de un cuerpo en el suelo, sin piernas, ni brazos que
lo reincorporen o lo hagan salir del ataque epiléptico del rendimiento. Se mueve sin avanzar ni
retroceder. Se pronuncian arados en su piel, dolencias que se hunden en el rostro y su cuello se
disloca por el repetitivo movimiento de la cabeza contra la acera. El cemento bajo su espalda
cambia de posición. Ya no descansa sobre él, lo lleva a cuestas, carga con los materiales de su
prisión al “lomo''.
De lunes a viernes mi espacio temporal se convertía en una pesadilla donde el tiempo avanzaba
dejándome atrás, en el pasado, en la muerte. ¿Cómo es que estoy malgastando mi vida en esta
realidad tan asfixiante? ¿Cómo encontrar la satisfacción de levantarme si allá afuera la hostilidad y
la velocidad me consumen? No podía respirar, no podía huir. La realidad no me dejaba salir de ella,
tenía que cumplir con la parte del contrato: horarios, comportamientos, metas, y si no lo hacía en
determinado tiempo sería presentada a la sociedad como un ser fracasado. Un ser viejo y fracasado.
La imposición de La aceleración, crea un mundo transitado por seres arrítmicos, torpes, incapaces
de reaccionar, privados de toda libertad. El tiempo no alcanza, la vida se acorta y las metas se
alargan. La aceleración es una respuesta inmediata y contundente que hemos creado, como
resistencia a la decadencia e insuficiencia temporal. Mantenerse en esta sobreexcitada
supervivencia, conduce al cuerpo a un estado alterado, que proyecta una realidad desprotegida,
fácilmente condicionada por cualquier estímulo positivo o negativo foráneo.
Al pasar el umbral de juventud, la persona cada vez más reducida, es expulsada de la tierra a un
estado de alucinación distópica, de expectativas estancadas y simplificadas que delimitan la
comunicación y transformación de su entorno. La presión de un deber ser, envuelve al individuo en
un sentimiento de rencor constante con su existencia. Elimina cualquier interés frente a lo que se
vive, pues parece inmutable, predestinado. ¿Mala suerte? Perdimos desde nuestro primer
lanzamiento de dados, ¿perderemos entonces las siguientes partidas?
a la mina no voy,
a la mina no voy.
He vivido en dos chircales, el primero en medio de montañas con tapetes cuadriculados de verde
brillante, de cultivos homogéneos e invernaderos, y el segundo en medio de lomas amarillas y
terrosas. Con frecuencia imaginaba una solución distinta para este espacio, explotado con
desespero. Después del oleaje de la Violencia, en los sesenta se vivió un masivo desplazamiento de
los campesinos a las ciudades, engrosando la clase obrera. Sin casa, ni animales, o dinero... Las
familias desplazadas se ubicaban en espacios alejados de la urbe y la gobernabilidad. El valle de
Tunjuelito albergó un gran número de trabajadores, que recorrían sus montañas terrosas para
moldear los ladrillos con los que hoy está construida gran parte de Bogotá.
“Las tierras de los chircales pertenecían a familias adineradas como los Pardo Rocha, que
contrataban un mayoral para que administrara su propiedad. A las familias que llegaban de otras
zonas en busca de trabajo y techo, el mayoral les arrendaba un predio y les permitía construir un
rancho y acondicionarlo para producir el ladrillo. El arrendatario se comprometía a pagar la
vivienda y el terreno con la producción de ladrillo. Así el mayoral y el dueño se aseguraban una
producción de ladrillo, comprado al precio que les conviniera. En pocas palabras, se esclavizaba a la
familia: trabajaban y pagaban con ladrillo, pero la producción nunca les alcanzaba para zanjar la
deuda, que crecía por los intereses.”
Nuestra visión de realidad es concebida por medio del movimiento. Cuando este movimiento es
artificial, las relaciones y representaciones de su entorno se ven afectadas. Al ser reducido el
tiempo, es reducida la distancia, menos podemos transitar y conocer. Además, la repetición en
pequeñas fracciones, sume a nuestro cuerpo en un progreso falso, donde los pasos dados y energía
gastada, son en realidad un tic de ansiedad que se proyecta en nuestro pie anclado al frente del
computador, que de la misma forma como si se tratase del recorrido por una montaña, dilapida su
vitalidad en tensiones y fricciones simuladas… La carne se disipa en un falso ritmo, en una
temporalidad que no transcurre, más bien; que se queda en el ruido de una autopista, en la cúspide
de la aceleración, sin dirección, en un bucle de velocidad. Nuestro cuerpo, en una feroz batalla
empieza a mostrar indicios de insensibilidad. Al caminar, no siente los recorridos, está a la deriva
de cualquier pensamiento, sin detenerse y a la vez congelado; como en un movimiento ascendente
sin la fuerza de la gravedad, vago, sin principio, sin voz…a la espera de un pensamiento genuino
que lo toque y lo desvíe.
CAPÍTULO 3.
LA CONTEMPLACIÓN.
E L SONIDO DE LA TARANTELA .
Con largas zancadas hui de la existencia abriendo heridas en las plantas de los pies, salté por última
vez… y me detuve. ¡Fuá! las piedritas del suelo se dispersaron, el viento se cortó, el sonido se
contrajo y los ojos salieron de mí y ahora observan conscientes la escena de este fotograma detenido
en la caída a la tierra. Paro y conmigo el mundo. Al detenerme empiezo a entrar sin querer en el
baile alterno de la biósfera.
Todo comienza en enero. El sol lleva consigo esa fuerza del primer aliento, su campo de luz viaja y
se expande sin detenerse. No veo nada más, no vemos nada más. Dani saca los brazos en medio de
la fría nube baja, abre las manos y espera. Golondrinas de azul profundo, revolotean a su alrededor.
Con ojos brillantes y una sonrisa amplia saluda a las aves y se vuelve a encerrar conmigo, ya dentro,
se ve a lo lejos el Tiempo. Las ventanas muestran un alucinante mundo real que observo inmóvil y
con los ojos bien abiertos; la sensación no es otra más, que estar enamorado. Inmersa en un largo
suspiro reconozco el cielo azul, el sol dorado, los árboles flotando, las montañas como rocas de río.
El mundo se muestra con un aura expansiva y me eleva a su ritmo. Arriba, en lo alto, con mi cuerpo
cayendo en capas transparentes, una piel tras otra es consumida por el sol de la mañana y en un
corto suspiro soy polvo del espacio. Dejo de existir, ni historia ni anhelos. Total vacío. Cambiamos
por un segundo papeles con el astro y entiendo, que soy yo la que gira.
“Fue así como el paisaje retornó a mí: fue así como vi extenderse los campos a mis pies en olas de
color, pero esta vez, ya no era como antaño: yo veía, pero no era visto. Ningún dosel me cubría,
ningún heraldo anunciaba mi venida. El viejo manto del Yo se había desprendido de mis espaldas;
mi mano hueca no se esforzaba ya por recibir los sonidos. Diáfano como un espectro, sin dejar
ninguna huella de mi paso, reducido a no ser sino una mirada que contemplaba, ya caminaba solo
en un mundo nuevo, en un mundo virgen de toda huella: rozando nuevas flores a mi paso e incapaz
de hablar, excepto sirviéndome de monosílabos, igual que un niño, yo que he dado forma a tantas
frases, no tenía ya el abriga de las frases para protegerme: yo que siempre he buscado la sociedad de
mis semejantes, carecía de compañeros: ya que siempre he tenido a alguien con quien compartir el
hogar sin fuego o el puño dorado de la perilla de la cómoda, estaba solitario.”
“Todos son llamados a la contemplación, porque todos son llamados a conseguir la liberación, que
no es otra cosa que el conocimiento que une el consciente con lo conocido, esto es, la eterna Base o
Divinidad.”
“Eso es lo que llama don Juan: parar el mundo, suspender nuestros juicios y opiniones sobre la
realidad. Acabar con el «esto» y el «aquello», el sí y el no, alcanzar ese estado dichoso de
imparcialidad contemplativa al que han aspirado todos los sabios.”
Son, en palabras de Schneider una vuelta al origen, en busca de un ritmo creador, un ritmo
verdadero de la Naturaleza (y no un ritmo artificialmente creado)3. (…) defiende el valor metafísico
de la música, la idea de que una verdad tiene que ≪cantar≫, parece constituir un fundamento de
aquel pensar antiguo que en su estado de evolución más alto llego a constituir el cosmos como una
armonía, según una cadena muy lógica del pensar místico del círculo este ritmo creador se divide en
cuatro ritmos principales, dirigidos respectivamente hacia fa, do, sol, re, la, mi, si, fa y que al
propagarse desde el centro hacia la periferia cada uno de ellos adopta varios aspectos de ritmos
típicos cuyos timbres van materializándose más y más y se especifican en los diferentes campos
análogos (sonidos, vocales, astros, animales, etc.)
Los portales, son pensados desde la premisa de la sincronicidad, elegidos según su aparición y
cercanía. Responden a múltiples sucesos sensitivos que se construyen desde coincidencias
colectivas e intuitivas. Son relaciones que me recordaron que mis pasos pueden ser pesados como
piedra o pesados como neblina. Me llevaron a un estado de conmoción y pertenencia que espero, a
partir de la pista de estos simples elementos pueda replicarlo, rayar e interrumpir un poco la
melodía apurada su realidad.
Cuando emprendí la observación de las piedras ocurrieron numerosos sucesos que respondían a la
elección por sincronicidad que me había planteado. Los que a continuación narro, son
acontecimientos originados en las casualidades.
Nos hizo parte de un fenómeno ya ocurrido. Al retirar las primeras capas blandas de las rocas nos
damos cuenta que la compone un colectivo de minerales antiguos, que cuentan una historia visible
de sus aconteceres milenarios. “Las constelaciones, los animales y las plantas, las piedras y los
elementos del paisaje fueron los maestros de la humanidad primitiva”.
Su morfismo es un mapa de sucesos y trayectos. ¿Es acaso una decisión consciente de la roca seguir
el camino que sigue, recalcando o eliminando sus vetas? ¿Sus expresiones son construidas y
responden al mismo lenguaje de la humanidad? A partir de una imagen concreta, las piedras
replican formas, imitan gestos del mundo. Reflejan con quiebres y colores brillantes los modos más
primarios de la disposición cósmica, recuerdan lo que era la humanidad, lo que éramos, trayéndonos
a la superficie de la comunicación, reescribiendo nuestras memorias, ampliando nuestro pasado.
E XPERIENCIA 2. D EJARSE CHOCAR . En la Vega- Cundinamarca, me encontré con un paisaje verde que
se enmarcaba en enormes montañas ordenadas por tamaño, desde las más cercanas, de amarillos y
rojos, hasta llegar a las más altas y lejanas, que se fundían en el cielo. Salimos a caminar por el río,
solo las tres, ellas dos más jóvenes y divertidas. De cuclillas en una corriente plana sacamos, sin
ver, puñados de piedras; reorganizamos el rumbo del agua, y nos convertimos en suisekis, flotantes
dentro del río… sin rumbo, sin destino, solo jugando a ser golpeadas por la eventualidad de otra
piedra viva, siendo masa deleble a la espera de choques que marcaran nuestro rumbo. De esta
travesía guardo piedras preciosas, con minerales brillantes, manchadas con colores o líneas
geométricas. Olvidé transformarlas, solo las busqué y aparecieron con una expresión familiar y
reconocible.
Al día siguiente de mi expedición, Dani fue llamado para organizar una fiesta. En la noche llegaron
y nos abrazamos con amor. Después de estar un largo rato moviéndonos sin hablar, Juan sacó un
pañuelo; dentro, tenía piedras maravillosas, como dulces.
A partir de las formas de cada piedra, traduce su imagen a una expresión que resuelve interrogantes
a todos los niveles emocionales. Escucha los rumores de lo que ya pasó y tiene visiones del futuro.
Juan es de barro, la superficie mineral de su cuerpo permite escuchar con claridad las sonoridades
de las piedras que rugen y destellan. Su piel genera una acústica subterránea y serena que le permite
ser un transeúnte habitual del tiempo pétreo.
E CO . S ANKALPAS .
P IEDRA DE LA MONTAÑA . Es una pequeña piedra con forma piramidal. Me gusta imaginarla diminuta,
en un espacio diminuto. Me arraigo, tengo peso y estabilidad, las asanas son poco fluidas pero las
posturas son precisas. El ritmo es lento y se detiene con regularidad.
P IEDRA INCONSCIENTE . Como viendo una película, dejo que mis pensamientos tomen la forma que
quieran; aparecen traumas, animales escamosos, figuras circulares… todos son bienvenidos. Es un
ciclo de máximo cinco segundos, en el cual, la mente se da cuenta que es observada y cambia de
apariencia. Los movimientos son mecánicos, la mirada está perdida, la cuenta se pierde, el ritmo es
involuntario
P IEDRA CONSCIENTE . Cada paso, cada movimiento está siendo atendido por mi pensamiento, los
dedos de las manos, los hombros y el entrecejo. Guio toda mi atención a las sensaciones que estoy
teniendo en el momento.
P IEDRA DEL AMOR . Roja, pequeña, con el grano fino, pienso en mis hermanas, en Dani, en mi madre,
en mi padre. Mis movimientos son vivaces, los saltos son desordenados, me distraigo, evoco
memorias divertidas, y vuelvo a revisar su composición estrecha.
P IEDRA DEL TIEMPO . Esta piedra es una unión desordenada. Estoy cansada. Chorreando. Y todo
confluye en mi cabeza. El mundo da vueltas, el aire no entra a los pulmones, el calor se expande.
Me muevo de todas las formas, concentrada, torpe, lenta al principio, rápida al final. Soy muchas.
E L ÁRBOL DE AGUACATES .
1
Hay que admitir, dice Schneider, que la forma exterior de
los individuos o de los objetos es de poca monta y que existe
algo esencial y oculto bajo las formas exteriores: son los
espíritus, que nos invaden o, en nuestro lenguaje, estos
fenómenos dinámicos complejos que llamamos «ritmos».
“El recuerdo racial más común que poseemos es el sueño de la caída en el espacio...Jack
London acentúa el drama de la caída onírica hasta convertirlo en un "recuerdo de raza".
Para él, ese sueño "remonta a nuestros antepasados remotos que vivían sobre los árboles.”
Con timidez, me lo presentó como posible nido de monos, guarida del observador omnipresente.
Subimos. Me sentí regresar al suelo en un totazo múltiples veces. Recuerdo agarrarme con fuerza,
apretar los dientes y respirar como una bestia asustada. Con actitud osada, me desplacé a las puntas
de las ramas más fuertes, pero el abismo de la posible caída me hizo regresar al tronco y agradecer
su existencia. Arriba, soy primate, me sale una cola larga y la mirada se me pierde en el vacío de un
movimiento repetitivo.
Con la sensación del retorno en la lengua y una posible relación, insisto en conocer a profundidad el
árbol. Me muevo entre el follaje, enceguecida, como dentro de una jungla espesa, desplazándome
con lentitud, buscando el quiebre de una rama o su resistencia. Con excepción de algunas
bifurcaciones jóvenes, puedo sentirme segura en su periferia. Nada cruje. No caigo. Mis formas
encajan en las suyas. Nadie me ve aquí arriba, floto, suelto los brazos, las piernas. Soy de arriba.
Nos sentimos de arriba, es una sutil memoria compartida, se presenta como impulso, ¿es el
instinto?, es el recuerdo de nuestros cuerpos hábiles descansando en el cielo paradójico del árbol,
que, además de constituirse desde la verticalidad, sus modos abarcantes crean una esfera que separa
el cosmos vegetal del mundo de afuera. Dentro, baja la temperatura, la luz juguetona entra en
formas circulares y se balancea de un lado a otro. El verde mundo del árbol, ignora los sonidos de
los perros y los carros, se olvida del tiempo. En él, solo se está, sin más, descansando en su regazo.
“En ocasiones, al reposarme a la sombra de un árbol después del trabajo, me dejo llevar
por esa semipérdida de conciencia que confunde tierra y cielo. Pienso en los follajes-raíces
que beben ávidos en el cielo, y en las raíces, maravillosos ramajes que vibran de placer
bajo la tierra. Una planta no es para mí solamente un tallo y unas cuantas hojas. La veo
también con ese segundo ramaje, palpitante y oculto.”
El Árbol de aguacate es un ser flotante que se conduele de nuestra pesadez. Transportador, eleva y
deja caer, es como tomar un aliento amplio para luego descender a las frías profundidades. Arriba,
los ritmos son múltiples. Un desplazamiento de aceleración desde el centro, en el tronco principal,
que brinda estabilidad en un tiempo pausado y ralentizado, mientras que, al exterior, en las ramas
jóvenes y quebradizas, nos encontramos con la amplia imagen de los cielos despejados, y el
excitado movimiento de un corazón en peligro de caer. La sucesión de planos, ritmos y formas
paralelas, pueden revelar la jerárquica del macrocosmos al microcosmos. Por originarse todos los
círculos concéntricos en el centro (como si fueran provocados por una piedra que se tira al agua).
Su piel además de conformarse con estos platillos, es atravesada por líneas que marcan radios
agrietados. Es un juego constante de contrarios, de cruces, de cambios abruptos.
L UNES . Con calma subí al árbol y lo recorrí, no estaba cómoda en ninguna rama; o muy desplayada,
en peligro de caída o tan solo me congelaba el lugar. Al fin me acosté en una rama que parecía
suspenderse por arte de magia, y yo con ella, las dos livianas flotando con él viento. Esto duró solo
unos minutos. Puede que este sea mi lugar en el árbol.
M ARTES . Hoy no sentí nada en el árbol, desde la noche estuve pensando en que hacer apenas saliera
el sol, creo que no me funciona tener planes. Muchos pensamientos aglomerados me impiden ver de
verdad. La rabia se quiere salir desproporcionada. Hoy, mientras estaba haciendo yoga por descuido
interrumpí todo el trabajo, conteo, por culpa de una mesa. No dolió solo recordó mi malestar.
D ICIEMBRE .
“El ensueño vegetal es el más lento, el más reposado, el más reposante. Que nos devuelvan
el jardín y el prado, la orilla y el bosque y reviviremos nuestras primeras dichas.”
Tal y como el mico en las mañanas, trepo al árbol. Hace frío en la madrugada, hoy es mi segundo
día, el primero lo recuerdo más especial. En las mañanas se despierta una sombra que quiere salir
furiosa a la superficie, la rabia ronda de un lado a otro, maldice mi cuerpo, mi voz y mi mente.
Hasta que subo al árbol. Y en lo más alto, se me hinchan los ojos como esponjas y como en brazos
del ser amado, me acurruco dentro de las ramas heladas por el viento que viene de los páramos.
El árbol “reconforta con las ideas de protección que nos presenta en el espesor de su
tronco inquebrantable como una roca, y en su cima augusta agitada por los vientos, cuyos
majestuosos murmullos parecen entrar en nuestras tristezas. Un árbol, con todas sus
armonías, nos inspira no sé qué veneración religiosa. Por ello Plinio dice que los árboles
fueron los primeros templos de los Dioses.”
La piel de mi cara siente más, la uno con fuerza al tronco principal, al sentir su corteza, descanso, y
mi cuerpo cae, mis hombros caen, el hoyo en mi pecho cae a la tierra y se mantiene ahí. El árbol
parece de carne verde. Lo quiero morder. La inhalación viene desde afuera, desde el cielo, entra y
trae calma, pero también melancolía. La bola, la rabia empieza a cambiar de materia concreta.
Ahora es agua de mar negro que se agrupa siempre al lado derecho. La posibilidad de estar encima
del árbol hace más factible el intercambio, la conexión en correspondencia al principio del micelio:
¿si me fundo con la corteza del aguacate, estaría siendo parte del bosque? recibiendo su información
y su alivio? ¿saben cómo ayudarme?
SÍ.
"Era un ser inmenso y profundo, que había trabajado la tierra, año tras año, con todas sus
raíces, y que había trabajado igualmente en el cielo, tejiendo con esa tierra y ese cielo esa
sustancia inquebrantable, y atando esos nudos contra los cuales el hierro no podría nada.
Su impulso era tal, el movimiento de sus ramas tan noble y apuntaba tan alto, que obligaba
a seguir su ritmo, a seguirlo con los ojos hasta la cima... y el “soñador adherido al árbol,
espalda contra espalda, pecho contra pecho..., sintió pasar a su cuerpo algo del
pensamiento, de la fuerza y que animaban al gigante, al ser maravilloso.
Son pocos los puntos de horizonte que se ven desde adentro. Hasta que se saca la cabeza y se
conoce que hay otro cielo.
J UEVES . Hoy trepamos al árbol con Dani, solo de pasada, hace mucho no me pongo en la tarea de
subir sola. Arriba, nos volvimos a percatar de unos seres que se camuflan con las hojas del
aguacate, muestran su evolución por partes, se presentan mediante un degradé desde la larva en la
parte más baja de la rama, hasta lo más alto, donde el insecto ya tiene alas. La mayor parte de su
vida transcurre en el árbol, dejan de vez en cuando unos cascarones transparentes como fantasmas
de plástico. Cortamos las ramas una por una.
V IERNES . Sigue siendo víctima de la existencia de otro ser vivo. A veces me los quedo mirando y la
náusea que antes me recorría, es ahora, sentimiento de familiaridad; estuvimos presentes durante su
crecimiento, fuimos testigos de la totalidad de su vida. Sé, que no les gusta el frio y que están
detenidos en el tiempo. Su existencia, transcurre en la quietud. No se mueven, no reaccionan. Al
sacudir violentamente la rama…, solo se dejan caer bajo el más profundo sueño, caer de espaldas,
uno sobre el otro, bajo la tierra, en el cemento... inmóviles. Con los ojos rojos mirando hacia los
lados, las alas verdes esmeralda recogidas, y las patas en un eterno calambre, esperan a reconocer su
ambiente antes de hacer cualquier movimiento. Sus colores responden al árbol, sus actos responden
al árbol, se sumieron en el universo vegetal hasta disolverse en una imitación de la planta.
Es época de aves. Los cultivos de maíz fueron cosechados y ahora, los tractores preparan la tierra
para la nueva siembra. Pájaros en vuelos vertiginosos, retumban de un lado a otro con silbidos
ensordecedores, mientras las larvas subterráneas, se retuercen provocativas bajo la luz desconocida
y ante picos de todas latitudes. En un acto de inepcia, sacrificamos a los seres parasitarios a un final
consecuente. Pero su increíble certidumbre sobre el tiempo en pausa los convirtió en blancos
invisibles, ignorados por el apetito. Sobrevivientes de la factibilidad del ciclo natural.
Después de quince años, el árbol tuvo su primer aguacate. No lo vimos estando arriba. Solo
apareció con una mirada despreocupada desde el suelo. Pequeño, en lo más alto, flotando, con el
mismo verdor de las hojas. Lo bajaron aún verde.
Meses después apareció otro, decidimos mantenerlo en secreto, para que lograra llegar a su máximo
tamaño.
Subo al árbol. El fruto está en la rama más alta. Con esfuerzo contuve la mirada que se dirigía por
impulso al suelo lejano, invitándome eliminar cualquier resistencia. Me encaramé en el enramado
protector que resguardaba al retoño y con pasos leves, y el aliento fuera de los pulmones, levanté
los brazos hasta su máximo para sentir la madurez del aguacate. No lo alcancé, solo me vi
descender. En una oleada, mi estómago me avisó de un sutil y fluido movimiento de la rama, un: -
me desprendo y hago real tu sensación-. El viento mecía con violencia, y el mundo fue descenso por
un momento. La rama me hizo replicar como en burla, el pendular callado del aguacate, en espera
de una tormenta que lo arranque de su estado suspendido. Me hundí por un momento en la realidad
fugaz de la levedad de un fruto. ¿Sentirán ellos también el vacío? Inhalé con lentitud acompañada
de pasos que retrocedían con cuidado, en silencio regresé al centro firme.
Era como si, desde el interior del árbol, hubiera pasado en él unas vibraciones casi
imperceptibles... "Ocupado en darse cuenta a sí mismo justamente de las impresiones más
ligeras, se preguntó con insistencia qué era lo que le pasaba, y encontró casi enseguida
una expresión que satisfizo diciéndose que estaba siendo transportado al otro lado de la
naturaleza.
En la aurora se esfuman las formas sólidas, el mundo se muestra joven, nos revela su imagen
primera, sus compuestos ondulantes hechos de aire. En enero, desde el cuarto de arriba, se ve
central la salida del sol entre dos montañas que chocan con nubes transparentes haciendo de su
encuentro, ríos de oro.
Las nubes, esconden el exterior, nos evitan caer en el vacío del espacio. Si el cielo diurno oculta su
velo acuoso, ¿se me olvidará mi peso, y el núcleo que me sostiene? Las nubes evitan que caiga en el
abismo de la existencia. En las mañanas me salen branquias, se develan mis modos más
resbaladizos y absorbo la nube que trata de tocar la tierra. Soy el elemento conector. Me convierto
en nube y “muero en ello”.
“La nube, movimiento lento y redondo, movimiento blanco, movimiento que se derrumba
sin ruido, conmueve en nosotros una vida de imaginación blanda, redonda, pálida,
silenciosa en copos… en su ebriedad dinámica, la imaginación utiliza la nube como un
ectoplasma que sensibiliza nuestra movilidad.”
¿Las nubes eligen su espacio de resurgimiento? ¿Viajan hasta las montañas, para explorar sus
exóticas formas y colores? Su destino, al igual que el nuestro, es construido a partir de condiciones
específicas e interacciones determinadas, conformando patrones de la más amplia variedad. La
partícula de agua, después de llevar a cabo un sin fin de movimientos y formas, se realiza
suspendida, conforme, en las alturas, englobando desde la transparencia de una película cristalina al
planeta. La superficie sensible en la que se posan las nubes recibe pequeñas pulsaciones del suelo y
se muestra como sabedora de la dimensión del espacio. Las nubes son la “analogía microcósmica de
la relación general entre el cielo y la tierra”.
Estrato. “Cuando, del tranquilo espejo de las aguas se eleva una niebla y despliega en un lamento
continuo, la luna, asociada al ondulante fenómeno, parece como un fantasma creando fantasmas:
entonces, oh naturaleza, somos todos, lo, unos niños regocijados y divertidos. Después, se eleva
contra la montaña, reuniendo capa sobre capa, se ensombrece a lo lejos la región intermedia,
dispuesto a caer en lluvia o a subir en vapor.”
En el chilcal, las nubes se convierten en neblina profunda. El aire denso y acuoso, sumerge al
habitante en un sistema submarino. Mis padres decidieron dejar gran parte de la finca al destino de
sus propias leyes, donde la naturaleza se pudo explayar con tranquilidad hasta llegar a encerrar
nuestro hogar en una atmósfera diferente, atemporal. El crecimiento de las cosas pasaba rápido, los
microorganismos se multiplicaban con dramatismo y el monte se expandía reclamando su espacio.
Inmersos en un acelerado movimiento de la naturaleza, posible en gran medida por el domo de agua
flotante que crean los árboles viejos y nativos del bosque de la casa, crecimos desde las leyes
acuosas. Con pulmones grandes, una cabellera abundante y una estatura correspondiente a los
difíciles obstáculos, mi carne heredaba la forma de su entorno. En el río enmontado que recorre la
casa, me relaciono en soledad, salgo y me hundo en la dimensión verde enmohecida, resbalosa,
sombría y refrescante. Dentro de la casa el ambiente no es diferente, entre partículas líquidas nos
transformamos en residuos de una nube estéril que ya no está.
Me gustan las nubes bajas, crecí entre ellas. Su paseo matutino empieza a las cinco, cuando en el
horizonte, aparecen transparentes y blandas formaciones húmedas que configuran el aura dorada del
nuevo día. Pasan, dejando su rastro por cultivos y montañas. Unificando la materia, se posan sobre
las plantas de maíz y empiezan a dibujar figuras y fluires ensoñadores, donde, la luz que traspasa la
hoja y el agua que la rodea, crean un entorno brillante y fantasmagórico que transcurre coordinado.
El movimiento fluido de la nube que avanza, y el vaivén de los pétalos atados a la vertical del tallo,
impulsan a través de choques y caricias, formas que transcurren curvas, fuera de la imagen
convencional del paisaje “inmóvil”.
Los reflejos y colores brillantes, que rodean el mundo de la superficie, en la madrugada, son una
forma simultánea de entender el constante intercambio de pieles que se da en la naturaleza. Las
nubes pasan saludando el mundo de abajo, desdibujando su fugaz imagen concreta para después
dirigirse a su destino en las alturas.
“Para la ensoñación taumatúrgica todos los elementos son buenos, y el mundo entero
puede animarse a la orden de una mirada magnética. Pero es precisamente en relación con
las nubes cuando esta tarea es grandiosa y fácil. En este cúmulo globuloso, todo gira a
placer, las montañas se deslizan, los alides caen y después se aquietan.”
El jueves salimos cerca del mediodía, el intenso sol brillaba en un cielo limpio de color azul
profundo. Con un largo camino por recorrer, enunciamos un pacto con la imagen lejana de una nube
alargada y lechosa, para que acompañase nuestro camino y nos protegiera de los fuertes rayos
chamuscadores de la Sabana. No se manifestó de inmediato, y no sé si era la misma, pero después
de un rato, apareció un cúmulo encima de nuestras cabezas, refrescando los extraños pensamientos
que aparecen de camino a un funeral. Las nubes hicieron de nuestra travesía un espacio de acción,
me arrastraron hasta su estado móvil, tranquilizaron la fatalidad de la muerte.
“Le parece al soñador que la nube puede arrastrarlo todo: el dolor, el metal y el grito.”
C IRRO . “Pero el noble impulso le hace subir más aún. Una fácil y divina restricción es su libertad.
Un montón de nubes se dispersan en copos, semejantes a ovejas saltarinas, multitud levemente
peinada. Así, lo que nació aquí abajo dulcemente, transcurre allá arriba sin fin en el regazo y la
mano del padre.”
He sostenido durante algunos meses un pensamiento recurrente respecto a las nubes. En su materia
ondulante, la nube abullonada y esponjosa, crea formas concretas que contradicen su amorfismo
ondulado. Los agujeros de las nubes de Guangatá, dejan pasar hilos de luz y sombra que proyectan
un mapa geométrico del mundo suspendido y terrestre. Dictan una premonición entre los dos
estados y muestra con discreción, el ritmo vacío del espacio. Cuando me encuentro en el más
absoluto ensimismamiento, las grietas que se abren entre las nubes me absorben en una inhalación
hasta ellas. Soy parte del cielo y el malestar se evapora como neblina, diluye las falsas emociones
que alimentaba con placer.
N IMBO . “y lo que se ha amontonado allá arriba, atraído por la fuerza de la tierra, se precipita
también con furor en tormentas, se despliega y se dispersa como legiones. Pero elevad vuestras
miradas con la imagen: la palabra desciende, porque describe, el espíritu quiere subir allá.”
Viernes 11 de diciembre. Las nubes me despiden violentas. Las montañas, con esa tierra magenta,
brillan por su velo. Y yo, solo me derrito como hielo bajo las sombras del sol decembrino. Quiero
que esto dure un buen rato.
¿Hay mejor forma de responderle a un espíritu, que siendo abrazado por el vacío?
N OVIEMBRE .2020.
Al demorarme en el gesto del aire que sale y entra de mis fosas, siento, a lo lejos, el tacto de un ser
que se funde natural en el pecho. Mis entrañas y huesos ondulan, se retuercen, hacen muecas y
narran una existencia paralela a la mía, más roja y palpitante, órganos amorfos que se convierten en
sensación. Los orificios que una profunda exhalación sin retorno deja en la carne, permiten
instalarse más alto que las nubes, más frío que el árbol, permiten desplazarse al vacío. Soy sombra,
estoy al otro lado, mi cabeza se dirige hacia adelante, y por un segundo, máximo dos, estoy en la
nada, sin tierra que sostenga mi peso.
“Todo lo que ha existido alguna vez o puede existir ya está ahí en la nada del espacio […]
Esta nada contiene todo lo existente”
Ayer giré como la Tierra. Mientras respiraba frente al lago, sentí un viento impaciente revelarse en
acompasados huracanes sobre cada uno de mis dedos. Luego, de manera involuntaria, mis ojos se
dirigieron al centro, hacia arriba presionando las cuencas. Y en un pensamiento pasajero, la
gravedad me sacó del espacio aéreo. Regresé de inmediato a los niños con tapabocas que corrían y a
Dani, sentado en medio de la construcción de piedra, iluminado por la luz dorada. Sin demorarme
más que un pestañeo, volví. Sacando el aire, me convierto en un cuerpo que gira, suspendido en el
espacio, dentro del universo oscuro. ¿Así se siente la muerte? Cuando el aliento sale, me convierto
en molde. El vacío es el rastro de nuestra presencia.
El vacío se queda en medio del pecho, levitando, multiplicando su sentir por todo el cuerpo. Mis
piernas y brazos se han sentido débiles últimamente; mi peso deja de pertenecerme. La presión
quiebra las costillas, me empuja fuertemente y el aire no sale como un suspiro, sino como pequeñas
piedras que se golpean, creando un sonido gutural hecho de materia.
A veces, cuando desciendo, reconozco emociones fatales que se aglomeran en un cuerpo retraído.
Mi piel jalada a la fuerza desde el centro de la tierra es llevada a un profundo sueño subterráneo.
Dejo de respirar y me quedo en corrientes antiguas que restringen pensamientos y emociones a un
solo estado de tristeza. Con dificultad pasa el aire de afuera y en una inhalación profunda, me lanzo
al centro del universo: la doble coronilla de Dani, que me interna en la calma oscura del hogar.
Experimento nuevamente el vacío, un vacío fértil.
“Este vacío metafísico, preñado del potencial de todo lo que existe, se manifiesta como la
cuna de todo ser, la fuente esencial de la existencia. La creación de todos los mundos
fenoménicos es, pues, la realización y concretización de todas las potencialidades
preexistentes.”
“En vez de aspirar un aire anónimo, tomaremos a pleno pulmón la palabra vida, y
devolveremos la palabra alma, dulcemente, al universo. El ejercicio respiratorio, lejos de
ser la puesta en marcha de una maquinaria vigilada por un higienista, es entonces una
función de la vida universal. El ser verdaderamente aéreo vive en un universo sano”
Como campos de trigo, los vellos de la nariz se balancean. El hilo de la coronilla se tensa, la
corriente que viaja desde abajo en los dedos, hasta arriba en lo alto, se coordina con una respiración
contabilizada, dirigida por un chasquido y una voz externa que saca el aire en un imaginario y
eufórico empujón estomacal. Bajo una resonancia vibratoria, el cuerpo acelera sus pulsos hasta que
se pierde en el sonido de su propio aliento. Es la prueba de estar vivos. Mi cuerpo responde en
positivo, está hecho para disfrutar los estímulos del entorno. Me devoro. Los tejidos de mi piel se
dan la vuelta, se muestran al sol, se estiran y elevan entrando al espacio rojizo de corpúsculos
solares, que, por el movimiento del sol y de los astros, hallándose en perpetuo fluir y refluir, llenan
todo el universo... Nosotros respiramos continuamente ese oro astral».
G RIETAS .
I NCISIÓN NATURAL .
El enfermo, «sin reparar en cosa, tiró de la ropa y principió a bailar con tanta ligereza y sin perder el
compás, que no lo ejecutaba el más diestro bailarín, riéndose la gente de ver bailar a un hombre que
jamás le habían visto bailar y llevar el compás con tanta perfección.
“Es simplemente una nueva gota que ha caído, una nueva sacudida imprimida a las cosas por el
Tiempo. Nos deslizamos fuera del arco de las hojas de grosella y desembocamos en un universo
más vasto. El verdadero orden de las cosas —tal es nuestra perpetua ilusión— se nos revela.
Durante un instante en el rincón de un salón, nuestra vida se ajusta a la marcha majestuosa del día
en los cielos.”
Las experiencias naturales atraviesan la basta maleza del mundo ordinario, a través de cortes agudos
que dejan entrever dimensiones de la realidad que habitualmente están ocultas a nuestra conciencia
cotidiana. Generan un campo expansivo y voluble, donde el cuerpo se funde en la cadencia
proyectada. Nuestras células se contagian del ritmo de plenitud y bienestar; comprenden, al fin, que
son parte del mundo. Recuerdan su origen.
Con frecuencia sospecho pensamientos del futuro que me guían. He escrito durante un año mi
experiencia, y todo confluye en una danza con el Tiempo dúctil. Cuando regreso al pasado, me leo
incrédula por la coherencia que cargan los testimonios y acercamientos a ese otro flujo, a esa otra
corriente. Y es que no la he tocado, pero la siento cerca. Mi estómago sube y la punta de la lengua
respira un viento salado. Anhelo ver desde adentro en la lejanía. Ser diminuta en medio de un
paisaje naranja, iluminado con luz que traspasa la pared de tejidos delgados de las mejillas. Mi boca
es nido del universo, veo un pequeño cuerpo cobijado entre saliva y abultamientos rosados.
Las palabras vienen de otros, de muchos. Y no sé cuál de todas las constelaciones de consciencia, es
la que me toca ahora. Muto en un cuerpo de pensamientos complejos y universales, que abren
grietas en su orden cotidiano para dejar entrar una imagen heredada. Diluyo mi carne como roedor,
hasta alcanzar ese otro sentimiento, esa otra manera de relacionarme. Al escuchar la frecuencia
natural, la remota, se crea una sensación de lo inmutable, de lo real, como una resonancia celular
organizada para la supervivencia. Desde un campo de pensamiento invisible, el elemental, abarca
distancias inimaginables. Crea prolíficos entornos de transmisión energética que revelan con detalle
la consecuencia que tenemos sobre el mundo. Resistencia y retorno. Somos cuerpos creados por el
inconsciente arquetípico de las montañas, de los árboles, de las nubes, de los fotones. Somos
fantasía, un mal sueño de la materia primaria. Cada "sustancia simple" tiene relaciones "que
expresan todas las demás". Es "un espejo viviente del universo".
“Poco a poco fui perdiendo la sensación de mis límites y me fundí con la montaña de granito. Todo
mi parloteo y agitación internos se acallaron y fueron sustituidos por una calma absoluta. Sentí que
había llegado. Estaba en el estado de descanso definitivo en el que todos mis deseos y necesidades
estaban satisfechos y todas las preguntas quedaban respondidas. De repente me di cuenta de que
aquella profunda e insondable paz tenía algo que ver con la naturaleza del granito. Por increíble que
pueda parecer, sentí que me había convertido en la conciencia del granito. De repente entendí por
qué los egipcios esculpían en granito estatuas de sus dioses y por qué los hindúes veían el Himalaya
como la figura reclinada de Shiva. Era al estado imperturbable de conciencia a lo que rendían
culto.”
Al repetir el eterno movimiento ígneo del sistema solar me vuelvo sombra pendular que asciende en
órbitas circulares e irregulares hacia el Norte de la vía láctea. Calentándose, explotando,
contrayéndose, quemando; dilatando la realidad.
Y entonces…Aparecen formaciones volcánicas, elevaciones, filos que rompen las muchas barreras
que nos separan, expanden nuestra conciencia en dimensiones inimaginables y se experimenta
posteriormente la unión y la identidad con la fuente trascendente de todo ser. La contemplación es
un acto de construcción. Su etimología nos lleva a pensarla cómo una proyección arquitectónica de
cimientos volubles; un evento que debela la contextura, que descubre al espacio más allá de su
propia imagen, que reconoce su compleja geometría de líneas conexas organizadas según sus
vivencias y sus creencias. Es una mirada insistente que recibe mensajes acallados, que le incitan a
lanzarse fuera de la falsa humanidad. Los elementos de la psique son hechos, realidades. Cuando
observamos el curso de las imágenes dentro, observamos un aspecto del mundo, si lo entendemos
como un fenómeno, una cualidad de la materia, que sucede en los llamados cuerpos vivos. Nuestro
cuerpo consiste en materia. Hemos descubierto que esta materia tiene un aspecto psíquico. Y es
simplemente el mundo visto desde dentro. Es como si lo estuvieras viendo desde otro aspecto de la
materia. La mirada detenida es el preámbulo para la disolución de la imagen concreta.
He visto como se desprende un velo delgado como telaraña de la imagen de la realidad. No tengo
principio, pero sí una estructura que sostiene mi levitación, estas palabras, esta vida es de todos.
Lo inconsciente colectivo es cualquier otra cosa antes que un sistema personal encapsulado; es
objetividad amplia como el mundo y abierta al mundo. Soy el objeto de todos los sujetos, en una
inversión total de mi conciencia habitual, en la que siempre soy un sujeto que tiene objetos.
Voy a bailar rápido, hasta explotar, es la forma de mover mis partículas, devolverles el ritmo
propio, explotar mis creencias, explotar hasta que no quede nada. Hasta que mi cuerpo se recuerde
siempre en estado moldeable. Hoy mato a la araña que tejió mis dolores, mis perdidas, hoy mato a
la araña que me hace correr, rompo su obra, me exploto a mí misma, en el mismo ritmo acelerado.
Al entregarse al mismo ritmo de la enfermedad o al identificarse del todo con el espíritu del muerto
o del animal que causó la enfermedad, ésta se conoce, se aguanta y se combate por medio de la
inversión de los valores.
Todo esto se trataba de un ritual. Mediante un rito se ordena y se conforma el cosmos. El rito es
etimológica y tradicionalmente arte.
Debemos señalar, además, el hecho, observado por la misma Jacoba Sarraté, de que, al oír tocar la
música, la tarántula, encerrada en un vaso, se pone a bailar a más no poder. Los músicos han de
tocar durante veinticuatro horas seguidas, hasta que reviente la araña. Muerto este bailarín animal,
el enfermo consigue la curación. Huelga decir que para tal fin es preciso tener a su disposición dos
orquestas que toquen alternativamente.
2/09/2021. Al caminar bajo los árboles un hilo de araña siempre se pega a mi cara, el alba, es el
espacio más proclive para un acercamiento con la telaraña, que recoge en sus hebras agua aérea que
se hace visible en coherencia con los destellos acompasados del sol. En el suelo, sujeta de un árbol
de naranjas y del césped, una telaraña baja, ondula y distorsiona la imagen que le precede, la tierra,
las hormigas, la maleza se mueve como el mar.