Padrenuestro 1
Padrenuestro 1
Padrenuestro 1
Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las
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sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo
que ya tienen su recompensa. 6 Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la
puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará
en público. 7 Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por
su palabrería serán oídos. 8 No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre
sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis.
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Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu
nombre. 10 Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
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El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. 12 Y perdónanos nuestras deudas, como también
nosotros perdonamos a nuestros deudores. 13 Y no nos metas en tentación, mas líbranos del
mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.
Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro
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Padre celestial; 15 mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre
os perdonará vuestras ofensas.
Oraciones en la Biblia
La oración del Señor tiene una dimensión amplia, grandiosa y celestial, pero también tiene
su atención puesta en los pequeños detalles de nuestra vida cotidiana, de nuestras
preocupaciones mundanas. Y la vida es así, una combinación de grandes eventos
espectaculares y pequeños detalles comunes. En la vida de cada persona hay situaciones
sorprendentes y otras aburridas, detalles extraordinarios y detalles ordinarios. Así es la vida
misma.
Y, mirándolo en un sentido, así es la oración del Señor. Casi todos notan que tiene dos
partes. La primera parte (versículos 9-10) tiene tres peticiones; y la segunda parte
(versículos 11-13), tiene tres peticiones más. Las primeras son:
Podemos entonces ver y sentir la diferencia entre las dos mitades del Padrenuestro: la
primera mitad resalta la grandeza de Dios, y la segunda las necesidades humanas. La
primera se siente majestuosa y elevada. La última se siente mundana y baja. Lo celestial y
lo terrenal, unidos en la misma oración.
Pero estas dos mitades tan disímiles, que parecen enfocadas a dos objetivos tan dispares, se
unen en la primera frase de la oración: “Padre nuestro que estás en los cielos”.
- “…que estás en los cielos”: Cuando decimos que “estás en los cielos” reconocemos
su grandeza, que está por encima de todo y de todos. Declaramos que es Creador,
Señor del Universo, Dueño de la Historia, Dios Altísimo. Y eso podría sonarnos
grandioso, pero a la vez lejano y ajeno a nuestra pequeñez e insignificancia. Pero
eso no ocurre porque al inicio de toda la oración, está la palabra clave que lo une
todo…
- “Padre nuestro…”: decimos PADRE, y todos los asuntos del cielo y de la tierra se
unen y se dirigen al “Dios” grande que sostiene el universo, pero también al “Padre”
tierno atento a cada uno de sus hijos. Un Dios dispuesto a tratar los grandes
asuntos de la historia, pero también disponible para satisfacer nuestras
necesidades más básicas, ¿por qué? Porque Dios es NUESTRO PADRE. Así
que ésta sola declaración, ya es un grande consuelo para el ser humano.
La petición principal
Luego de esta declaración inicial (“Padre nuestro que estás en los cielos”) viene la primera
petición. Y la primera petición siempre será la más importante, la prioritaria:
"Santificado sea tu nombre". Pedimos al Padre que su Nombre (¡Él mismo!) sea
reverenciado, honrado, apreciado, glorificado y valorado por sobre todas las cosas. Por
sobre todo el mundo, sobre nuestro país, nuestra iglesia, nuestra persona. En todos los
ámbitos de mi vida, que Su Nombre sea Santificado.
Esta primera petición debe convertirse en nuestro primer y más importante deseo:
que su nombre sea santificado. POR ESO, pedimos la venida de su reino y que su voluntad
sea hecha. POR ESO, pedimos el pan, el perdón de nuestros pecados y la protección contra
el mal. Entonces, todas las demás peticiones tienen el propósito de servir a esta: LA
SANTIFICACION (gloria, honra, aprecio y valoración) DEL NOMBRE DE DIOS.
Aquí está es el resumen del asunto. Más temprano que tarde la vida nos abruma con
presiones y problemas físicos, relacionales, mentales, por eso pedimos por el pan, por
nuestras deudas y por no caer en la tentación. La buena noticia es que nuestro Padre se
preocupa de estos asuntos y él sabe que tenemos necesidad de ello (Mateo 6:32”… vuestro
Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas”), y quiere que se los
presentemos en oración. Nuestro Padre está atento y pronto a responder.
Sin embargo, la oración de Jesús nos ofrece algo más grande y aún más excelente, un
remedio mejor que la liberación de nuestros problemas: la magnificencia de Dios.
Y Cristo nos enseña que debemos pedir, por sobre todas las cosas, por la gloria del
Nombre de Dios, por la venida de su reino y su voluntad.
Quizás usted no lo vea claramente ahora, pero les testifico por las Escrituras y la
experiencia, hay más liberación, más sanidad, más gozo en la santificación de su nombre,
que el que quizás usted soñó nunca. Oremos todo el año en la plenitud de esta oración.