La Primera Democracia Espanola - Stanley G. Payne
La Primera Democracia Espanola - Stanley G. Payne
La Primera Democracia Espanola - Stanley G. Payne
ePub r1.0
Titivillus 22.12.2021
Título original: Spain’s first democracy. The Second Republic, 1931-1936
Stanley G. Payne, 1993
Traducción: Luis Romano Haces, 1995
LA CONSTITUCIÓN REPUBLICANA
Coalición Republicana
Socialistas 113
Radicales 87
Esquerra Republicana 36
Derecha Republicana Liberal 27
Federalistas 19
Galleguistas 19
Acción Republicana 16
Radical-socialistas 61
Republicanos independientes 18
«Al Servicio de la República» 7
Liberal-demócratas 4
Total 407
Oposición
Nacionalistas vascos 6
Lliga Catalana 2
Partido Agrario 14
Acción Nacional 5
Tradicionalistas 4
Monárquicos 1
Derechistas diversos 19
Total 51
La ofensiva anarquista
La política socialista
La redacción de la Constitución
La Iglesia y el Estado
1.a Disolución de las que, por sus actividades, constituyan un peligro para la
seguridad del Estado.
2.a Inscripción de las que deban subsistir en un registro especial dependiente del
Ministerio de Justicia.
3.a Incapacidad de adquirir y conservar, por sí o por persona interpuesta, más bienes
de los que, previa justificación, se destinen a su vivienda o al cumplimiento directo de
sus fines privativos.
4.a Prohibición de ejercer la industria, el comercio o la enseñanza.
5.a Sumisión a todas las leyes tributarias del país.
6.a Obligación de rendir anualmente cuentas al Estado de la inversión de sus bienes
en relación con los fines de la asociación.
7.a Los bienes de las órdenes religiosas podrán ser nacionalizados.
La expansión de la enseñanza
1931 5,69
1932 5,92
1933 6,57
1934 7,08
1935 6,60
1936 6,54
La sanjurjada
La autonomía regional
Obras públicas
El desarrollo de las Obras Públicas constituía desde luego una
necesidad perentoria, cuyo remedio se inició por primera vez en
gran escala en tiempos de la dictadura, que puso en marcha un
sistema moderno de carreteras y aumentó las inversiones dedicadas
a ferrocarriles y obras hidráulicas. El último gobierno regular de la
monarquía, enfrentado a un aumento de la deuda pública, había
hecho cortes considerables en 1930, a la vez que el programa
original de la República puso mucho menos hincapié en los
problemas económicos que en la reforma política, institucional y
sociocultural. El primer ministro de Obras Públicas republicano,
Álvaro de Albornoz, canceló gran número de proyectos anteriores,
aunque en agosto de 1931 anunció un nuevo programa para
Andalucía y Extremadura que gastaría 423 millones de pesetas en
tres años, en parte mediante una financiación del déficit. Tenía por
objetivo la construcción de carreteras y sistemas de riego e iba
destinado a combatir el desempleo en la parte más pobre de
España.
El principal ministro de Obras Públicas de la República fue
Indalecio Prieto, que sustituyó a Albornoz en el segundo gabinete de
Azaña de diciembre de 1931 y permaneció en el cargo durante
veintiún meses. Puso el máximo hincapié en los programas
hidráulicos, cuyos gastos casi se triplicaron en 1933 en comparación
con el último presupuesto regular de la monarquía. En noviembre de
1933 (poco después de dejar el cargo Indalecio Prieto) fue aprobado
un nuevo Plan Nacional de Obras Hidráulicas para los veinticinco
años siguientes, trazado bajo la supervisión de Manuel Lorenzo
Pardo, el principal ingeniero y planificador de regadío de España,
cesado por el sectario y superficial Albornoz y restituido al cargo por
Prieto. Mientras que la construcción de presas y los nuevos
programas de regadío efectuados bajo la dictadura habían estado
relativamente descentralizados y se autorizaban en aquellas zonas
donde se necesitaban más, la política ministerial de Prieto tuvo un
carácter más nacional y centralizado. Se dirigió por otra parte más
hacia el Sur, tendiendo a cubrir tanto las necesidades inmediatas
como las de a largo plazo, enfocada hacia algunas de las zonas
más secas y pobres en las que los propietarios mismos se resistían
a pasar al sistema de regadío. Aunque el plan se basó en la
asignación presupuestaria pública, una nueva ley de 1932 exigía
que todos los terratenientes cuyos predios incluyesen un 20 por
ciento de tierra de regadío pagasen determinada cantidad de los
proyectos nuevos. El objetivo era triplicar en veinticinco años la
superficie de tierra irrigada y los resultados inmediatos fueron
impresionantes. Mientras la dictadura había aumentado ya en casi el
doble el número de embalses de veintinueve existentes en 1920 a
cincuenta y uno en 1930 y algo más que duplicado el volumen total
de capacidad de agua, entre 1930 y 1935 se construyeron un total
de veintinueve pantanos más —en su mayoría mayores— más que
triplicando la capacidad total de agua embalsada[63].
Indalecio Prieto
La reforma agraria
El gobierno se debilita
La ambivalencia socialista
1929 100
1930 100,5
1931 73,8
1932 52,5
1933 54,5
1934 58,0
1929 312,9
1930 239,7
1931 267,5
1932 259,9
1933 255,2
1934 249,5
1935 248,5
1929 1092
1930 1033
1931 1020
1932 967
1933 1078
1934 1078
1935 1033
1939 729
1940 819
LA POLÍTICA EXTERIOR
El realineamiento monárquico
Fuente: Boletín del Ministerio de Trabajo, Enero, 1935, en Preston, CSCW, 219.
1. La nacionalización de la tierra.
2. Mayor prioridad para los proyectos de regadío.
3. Una reforma radical de la educación.
4. La disolución de todas las órdenes religiosas, con incautación
de sus bienes y la expulsión de las consideradas peligrosas.
5. La disolución del ejército, para sustituirlo por una milicia
democrática.
6. La disolución de la guardia civil.
7. Una reforma de la burocracia con una purga de elementos
antirrepublicanos.
8. Una mejora de las condiciones de los obreros de la industria,
pero sin nacionalización de ésta por el momento.
9. Una reforma tributaria, con la introducción de un impuesto de
la herencia.
10. Todos estos cambios, iniciados por decreto, serían ratificados
por una nueva legislatura elegida democráticamente.
1934
Enero 625 097
Abril 703 814
Julio 520 847
Octubre 629 730
1935
Enero 711 184
Abril 732 034
Julio 578 833
Diciembre 780 242
1936
Enero 748 810
Febrero 843 872
Fuente: Javier Tusell y otros, Las elecciones del Frente Popular, Madrid, 1971,
2:13.
Los militares
El eterno «problema de los militares» había sido resuelto
supuestamente por las reformas de Azaña en 1931-1933, pero la
izquierda descubrió enseguida que eso no era cierto. Actuando en
consecuencia, el Frente Popular resucitó en 1936 el añejo asunto
«de las responsabilidades» que había dominado en gran medida la
vida política en los años 1921-1923 y 1931. Su demanda de
amnistía para los presos políticos responsables de homicidios
durante la insurrección de octubre no incluyó a los militares que
habían matado gente durante la represión. De acuerdo con la lógica
de la izquierda, los primeros habían sido hechos «políticos» y los
segundos, hechos «criminales». La demagoga por excelencia en lo
tocante a este tema fue la mordaz Dolores Ibárruri, «La Pasionaria»,
líder de primera fila del Partido Comunista, que exclamaba en un
discurso pronunciado el 1 de marzo:
Vivimos en una situación revolucionaria que no puede ser demorada con obstáculos
legales, de los que ya hemos tenido demasiados desde el 14 de abril. El pueblo impone
su propia legalidad y el 16 de febrero pidió la ejecución de sus asesinos. La República
debe satisfacer las necesidades del pueblo. Si no lo hace, el pueblo la derribará e
impondrá su propia voluntad[20].
La Comisión de Actas
Y añade:
Hubo un momento en que tuve esperanzas de enmienda en la tolerancia de la
anarquía. Fue cuando coincidieron las alarmas del extranjero, transmitidas a la vez por
Buylla, Barcia y Madariaga, que reflejaban la inquietud incluso con burlas en extremo
sarcásticas de los mismos soviets. Entonces me llevaron los ceses de varios
gobernadores, pero en forma atenuada y honorífica, que no merecían, de dimisión
voluntaria. Firmé la fórmula de injusta benevolencia respecto al de Jaén, culpable contra
mi familia y contra mí, lo cual me impulsaba a extremar la delicadeza, pero devolví los
otros cuatro decretos, relativos a las provincias de Cádiz, Granada, Murcia y Logroño,
aconsejando al gobierno que llegara siquiera a la mínima sanción de destituirlos si no se
atrevía al procesamiento. Reconocieron los ministros que no me faltaba razón, pero
suplicaron la firma de tales lenidades para no disgustar a los elementos del Frente
Popular. Eran casos gravísimos en los que se había llegado a complicaciones
internacionales con desagravio humillante; incendios de casas y fábricas de enemigos
políticos; asesinatos de guardias con empleo de sus mismas armas; y choque
sangriento contra la guardia de un cuartel, con varios muertos.
… el gobierno me ocultaba cuánto ocurría…, sólo me refirieron en un consejo el
incendio de dos iglesias en Alcoy, llevado a efecto por el ayuntamiento en corporación.
Invité a poner remedio y el ministro de Justicia se inhibió por creer que correspondía el
caso al de Gobernación, el cual permaneció mudo ante las preguntas con aquella actitud
en él tan fácil de indiferencia desdeñosa, que le había encargado Azaña… Sabiendo yo
que mi teléfono estaba intervenido, dije una noche de graves trastornos que estaba
resuelto a no acostarme sin hablar con el ministro de Gobernación. Viose éste obligado
a llamarme… y hacia la medianoche hubo entre nosotros el siguiente diálogo:
«Le llamo para decirle que sigue el deporte».
«¿Y llama usted deporte a esa vergüenza de incendios?»
«Sí, en ellos terminan las manifestaciones que antes son pacíficas.»
«Pero la de hoy estaba presidida por el ministro de la Guerra y por usted mismo y ha
acabado en el incendio de la iglesia de San Luis, a la vista y a pocos pasos del
ministerio lleno de guardias y frente al propio despacho de usted. ¿Cómo no ha podido
evitarse?»
«Los guardias no lo han conseguido por impedirlo, aunque no ha habido choque, el
público. Por poco queman también el convento de las trinitarias.»
«Pero ¿usted no sabe quién está allí enterrado? Su profanación hubiese sido la
última ignominia ante el mundo.»
«No lo sé, pero se ha salvado por casualidad.»
«Quién estaba allí enterrado era Cervantes. ¿No lo sabía usted?»
«No.»
No lo sabía, ni le importaba, ni eso ni nada[70].
La reunificación de la CNT
El «oasis catalán»
La confrontación en la Cámara
Por algo era Sánchez Román el personaje político a quien tal vez
admiraba más Azaña por su ponderación, sabiduría y
discernimiento, pero el presidente no mostró inclinación alguna a
seguir aquel consejo, juicioso aunque tajante, de su buen amigo.
Habría exigido del Jefe de Estado el abandono de aquella estrategia
básicamente izquierdista a que se había aferrado siempre y habría
roto oficialmente el Frente Popular, aunque este último no existía ya
oficial mente a nivel nacional desde las elecciones.
De todas maneras, aquella proposición del PNR, en cierta
manera una alternativa lógica al proyecto precedente de una
coalición mayoritaria con Prieto, halló apoyo en algunos de los
republicanos de izquierda más moderados y prudentes, así como
entre los sectores del centro, y tal vez en el mismo Prieto. Fue
discutido a todas luces en la reunión de los grupos parlamentarios
de Izquierda Republicana y Unión Republicana, que debieron haber
pasado la propuesta al gabinete de Casares Quiroga, que la
rechazó[51]. Casares declaró que no hacía falta ninguna coalición
especial ni un gobierno dotado de poderes extraordinarios,
afirmando en la sesión siguiente de las Cortes, el 16 de junio, que
aquello podría «abrir el camino a la dictadura».
En los dos meses últimos de la República, las Cortes se
constituyeron en el único tablero de resonancia política no sometido
a la censura, y en esa última fase los principales portavoces de los
dos lados en pugna fueron el Primer ministro de una parte y Calvo
Sotelo de la otra. Aunque Gil Robles y los portavoces del centro
siguieron subiendo a la tribuna de vez en cuando, Calvo Sotelo, más
claro y con menos compromisos, se había convertido cada vez más
en la voz de la derecha. Casares Quiroga y Calvo Sotelo eran
gallegos, aunque del todo diferentes en cuanto a físico, estilo y
afinidad política, y se detestaban con toda el alma. Casares era
enjuto, intenso, emotivo y padecía físicamente de una consunción
que, aunque controlada, nunca se le curó del todo. Calvo Sotelo era
ancho de espaldas, corpulento, un hombre como un toro, robusto,
analítico y dotado de un mayor control emocional, aunque no tenía
en absoluto pelos en la lengua.
La sesión del 16 de junio fue posiblemente la más dramática y
también la más citada de la historia de la República. Gil Robles leyó
otro de sus resúmenes periódicos del desorden reinante, afirmando
que del 15 de febrero al 15 de junio la violencia política había
costado la vida a 269 personas y habían sido heridas 1287 personas
más, con 160 iglesias totalmente destruidas, y habían sufrido daños
251 iglesias y otros edificios religiosos. En el mes transcurrido desde
el nombramiento de Casares Quiroga, había habido 69 muertos y
habían sido destruidas 36 iglesias. Aquella seria de acusaciones de
la derecha constituía sencillamente el reverso de las que hacía la
izquierda; mientras ésta repetía que la culpa de todo la tenía la
derecha, los portavoces derechistas achacaban categóricamente
toda la violencia al gobierno y a la izquierda. Gil Robles concluyó
con una lista final de los desórdenes que afirmó que habían sido
cometidos en las últimas veinticuatro horas, y dio la noticia de que el
Club Automovilista Británico había puesto en conocimiento de sus
socios que era inseguro conducir vehículos de motor en España
debido a la violencia reinante, incluyendo que los izquierdistas
sometían a extorsión monetaria a la gente que circulaba en
automóvil por la carretera.
Entonces tomó la palabra Calvo Sotelo e indicó que era ya la
cuarta vez en tres meses que se dirigía a la Cámara a causa del
problema de orden público. En aquel momento la sesión se había
caldeado de veras con frecuentes interrupciones y alusiones
personales, táctica a cuyo empleo contra el Primer ministro no pudo
resistirse Calvo Sotelo cuando aquél interrumpió su discurso con
una observación. Calvo Sotelo insistió en que la situación de
España sólo podía corregirse mediante un «Estado integrador»
autoritario, y que si un Estado de ese tipo había que llamarlo
«fascista», entonces «yo me declaro fascista». Casares subió al
estrado para atacar al orador de la derecha y afirmó: «Después de
lo que ha dicho su señoría ante el Parlamento, de cualquier cosa
que pudiera ocurrir, que no ocurrirá, haré responsable ante el país a
su señoría». Casares negó además que el Socorro Rojo
Internacional practicara la extorsión en las carreteras, una mentira
descarada, pues el mismo Alcalá Zamora había sido uno de los
atracados[52].
Como de costumbre, el diputado de la Lliga Juan Ventosa nos
proporciona el análisis más objetivo y elocuente:
Lo que más me alarma de la sesión de hoy es el optimismo del presidente del
Consejo de Ministros, que encuentra la situación bastante agradable e incluso
soportable. No parece verosímil. Le dejo la responsabilidad de esa afirmación ante
España y ante el extranjero, pues en todas partes, desgraciadamente, son conocidos los
hechos que aquí ocurren. Y lo más grave que pueda aducirse es el argumento de que
todo lo que pasa ahora está justificado por lo que ocurrió hace dos años. Yo no quiero
discutir lo que ocurrió. Pero ¿es que los excesos e injusticias de unos pueden justificar el
atropello, la violencia, y las injusticias de los demás? ¿Es que estamos condenados a
vivir en España perpetuamente en un régimen de conflictos sucesivos, en que a la
subida al poder o al triunfo de unas elecciones se inicie la caza, la persecución o el
aplastamiento del adversario? Si fuera así, habríamos de renunciar a ser españoles,
porque ello sería incompatible con la vida civilizada de nuestro país.
El papel de la violencia
Madrid 45
Barcelona 3
Sevilla, Málaga y Granada 35
Otras capitales de provincia 54
Otras ciudades 13
Total (centros urbanos) 150
Localidades rurales en 13 provincias con reforma agraria 34
Aldeas en 13 provincias con reforma agraria 32
Localidades rurales en otras provincias 25
Aldeas en otras provincias 28
Total (centros rurales) 119
Suma total 269