Atravesando Galicia Adelanto
Atravesando Galicia Adelanto
Atravesando Galicia Adelanto
GALICIA
Fran Zabaleta
Este es para Sonia, Colli, Susana, Manu, Lois, Juan y
Diana, compañeros de viaje a través de tantos mundos y cami‐
nos. Gracias por estos veinte años de amistad. Sin vosotros, la
vida habría estado mucho menos viva.
«Ti dis Galicia é ben pequena. Eu dígoche: Galicia é
un mundo. Cada terra é coma se fose un mundo enteiro. Po-
derala andar en pouco tempo de norte a sur, de leste a oeste
noutro tanto; poderala andar outra vez, mais non a has dar
andado. E de cada vez que a andes, has atopar cousas novas
e outras has botalas de menos. Pode ser pequena en exten-
sión. En fondura, en entidade é tan grande como queiras...».
Vicente Risco
© Fran Zabaleta, 2021
Título
Atravesando Galicia. Un viaje a pie de extremo a extremo
Colección
Nómadas 2
Ilustraciones
Portada: Imagen de Adrian Campfield en Pixabay
Huellas: Clker-Free-Vector-Images en Pixabay
Mapa e ilustración interior: Sal Donaire
Editorial
Los Libros del Salvaje
Rúa Troncoso 4, 2º
36206 Vigo
ISBN: 978-84-121997-7-2
La editorial Los Libros del Salvaje está convencida de que el copyright estimula la
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ÍNDICE
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Fran Zabaleta
14 ~ A(través)ando Galicia
PRÓLOGO
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Fran Zabaleta
Peregrinos y senderos
Unas voces cercanas me arrancan de mis pensamientos. El
autobús ya ha llegado y el conductor está comprobando los bille‐
tes. Dejo la mochila en las entrañas metálicas del mastodonte y me
acomodo en mi asiento, dispuesto a llevar con paciencia un trayec‐
to de casi seis horas con paradas en cuanta población de mediano
tamaño crucemos.
Da igual. Viajar es esto también, acomodarse a los tiempos
de los demás y desechar urgencias. Somos pocos viajeros, apenas
media docena de personas en un autobús de gran tamaño, aunque
se irá llenando a medida que nos detengamos en las sucesivas lo‐
calidades. Viajo poco en autobús, y quizá por eso me llama la aten-
ción el silencio, que parece intensificado por las mascarillas que
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PRÓLOGO
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Fran Zabaleta
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PRÓLOGO
Tierra de osos
Varias horas después de salir de Vigo y tras una breve parada
de descanso en Lugo, el autobús emprende el último tramo, el que
nos lleva desde esta ciudad hasta Ribadeo. Estoy ya en el trayecto
que recorreré en unos días, de vuelta y a pie, así que dejo el libro que
estoy leyendo y observo con interés el paisaje tras la ventana. He
estado alguna vez por la zona, hace ya años, pero no guardo una
imagen muy precisa de ella, y de ahí mi curiosidad. Tenía la idea de
que las tierras más cercanas a Ribadeo son montañosas y que las
primeras jornadas voy a atravesar un territorio poco poblado, a ca‐
ballo entre Asturias y Galicia, pero no me imaginaba lo que ahora
veo por la ventana del autobús. Al menos, lo que intuyo, pues está
oscureciendo y cada vez distingo menos: un territorio en efecto
montañoso, cubierto por una vegetación densa que oscurece las
laderas y que, en estas horas crepusculares y bajo una fina lluvia,
transmite una sensación lúgubre, de territorio al margen, frío e
inhóspito.
La oscuridad termina por imponerse en el exterior, así que
vuelvo al libro con el que estoy: El río de la luz, de Javier Reverte,
viajero de los de verdad y uno de mis escritores de viajes de refe-
rencia, en el que se narra una aventura del autor por Alaska y Canadá
durante la cual —eso sí que me pone los dientes largos— recorrió
en canoa unos setecientos cincuenta kilómetros por el río Yukón,
hasta Dawson City, la legendaria capital de la fiebre del oro del
Klondike.
Mientras el autobús silencioso se desplaza a través de la ne-
grura montañosa que nos rodea, Reverte me habla de los osos, que
abundan por Alaska y Canadá, y de los frecuentes ataques a huma‐
nos que protagonizan. Explica con no poca ironía que, según leyó
en un libro sobre el tema, la conducta que debe adoptarse cuando
te topas con un oso varía según la especie de que se trate.
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Fran Zabaleta
Los osos polares son los más fieros y atacan a los humanos
nada más verlos, por lo que la única defensa posible es correr y es-
conderse. Claro que, apostilla Reverte, «No especifica el autor del
libro, sin embargo, en qué lugar de una plataforma helada puede
encontrarse escondite contra un oso enfurecido que corre a casi se-
senta kilómetros por hora sobre el hielo».
Los osos pardos, entre los que se encuentran los gigantescos
grizzlies, no suelen sentir demasiado interés por los seres huma‐
nos, así que lo mejor es adoptar una posición fetal y quedarse inmó-
vil, esperando que se limite a olfatearnos y zarandearnos un poco
y se le pase la curiosidad, pues plantarle cara es garantía de muerte.
Los osos negros, finalmente, son mucho más agresivos que
los pardos. Ante ellos, lo peor es quedarse quietos: hay que gritar,
tirarle palos y piedras, mostrarse más violento y amenazador que
ellos para intimidarlos. Si lo conseguimos, nos dejará en paz; si
no... En fin, ya dará igual.
El problema, termina diciendo Reverte, es el último consejo
del libro: «Lo primero que debe procurar cualquiera que viaje a te-
rritorios de osos es aprender a distinguir entre un oso negro y un
oso pardo, sobre todo fijándose en su constitución, puesto que a
veces hay osos negros con pelaje pardo y osos pardos con pelaje
negro». Ante lo cual concluye Javier Reverte: «Imagine el lector
que le ataca un oso negro y adopta la posición fetal. O viceversa:
que ataca un pardo y le llama uno ramera a su madre a voz en gri‐
to. En fin...».
La anécdota me hace sonreír… hasta que dejo vagar la mi-
rada por el oscuro exterior y se me ocurre que por estas montañas,
que voy a recorrer a pie en breve, también hay osos. En los últimos
años, los osos pardos, que habían desaparecido de Galicia debido
a la presión humana, están regresando.
Me quedo contemplando el vacío con una sensación de desa-
sosiego. Me pongo a buscar en internet información sobre avista‐
mientos de osos en esta zona y descubro que se les ha visto en los
Ancares y en el Courel, en esta misma provincia de Lugo que estoy
atravesando, y también en los montes de O Invernadeiro y en Pena
Trevinca, en Ourense, provincia que atravesaré, en territorios don-
de estaban desaparecidos desde mediados del siglo pasado. Leo
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PRÓLOGO
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PRÓLOGO
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PRÓLOGO
—¡Espere!
Golpeo con la mano el lateral del autobús que ya se aleja y
consigo que este se detenga. Subo otra vez en medio del silencio
colectivo: nadie me dice nada, aunque muchos me miran. Algo aver-
gonzado por mi torpeza, encuentro el portátil y desciendo de nuevo.
El autobús arranca.
Me quedo solo en la estación desierta, en medio de la noche,
con la mochila a mis pies.
Estoy en Ribadeo. Preparado para perseguir historias, una
vez más.
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PRIMERA PARTE
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1
EN LA VILLA INDIANA
Un italiano en moto
—¿Eres italiano? —Angelo habla español perfectamente, aun-
que con un ligero acento que no me cuesta detectar.
—Sí, pero llevo tres años viviendo en Barcelona.
Nos acabamos de cruzar en la pensión donde voy a dormir
hoy y mañana. Nada más recoger la llave de mi habitación me topo
con él, que sale de la suya, nos saludamos y nos ponemos a hablar.
Al instante nos reconocemos como miembros de la misma tribu: la
de los viajeros solitarios.
Cuando viajamos acompañados, nuestra atención, de forma
natural, se centra en aquella o aquellas personas con las que vamos.
Aunque no nos lo propongamos, ellas se convierten en el escudo
que nos protege y separa del mundo, son nuestra referencia cotidi-
ana y nuestro apoyo, las destinatarias de nuestra atención. El resto
es un simple decorado, pues nuestras necesidades —bienestar, es‐
tímulo intelectual, placer, apoyo— las satisface en gran medida
nuestra compañía. Para el resto del mundo, una pareja o un grupo
de viajeros son un universo en sí mismo, un ente cerrado que oca‐
sionalmente puede relacionarse con otros entes, pero que tiene sen-
tido completo en sí mismo.
Por el contrario, viajar sin compañía derriba las barreras y
cambia el foco de atención: te vuelve más receptivo a cuanto su‐
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PRIMERA PARTE. LUGO DE NORTE A SUR
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