Confirma Casacion
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REGISTRO N° 1134/22.4
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adhirieron el Dr. Gabriel Rodríguez, la Dra. Silvina
Collard, la Dra. Laura Elvira Manlla, el Dr. Juan
Carlos Rivero, Dra. Marta Frías, Dr. Félix Benítez,
Dr. Ramón Elías Salto y Dra. Liliana Bonavota.
III.- NO HACER LUGAR A LA NULIDAD de las
resoluciones en las que se dispusieron las
intervenciones telefónicas y de los informes de
llamadas entrantes y salientes, requerida por la
Dra. Laura Fechino y la Dra. Andrea Novello, a la
que adhirieron el Dr. Gabriel Rodríguez, la Dra.
Silvina Collard, la Dra. Laura Elvira Manlla, el Dr.
Juan Carlos Rivero, Dra. Marta Frías, Dr. Félix
Benítez, Dr. Ramón Elías Salto y Dra. Liliana
Bonavota.
IV.- NO HACER LUGAR A LA NULIDAD de las
resoluciones que dispusieron los allanamientos y
secuestros producidos en autos, solicitada por la
Dra. Laura Fechino y la Dra. Andrea Novello, a la
que adhirieron el Dr. Gabriel Rodríguez, la Dra.
Silvina Collard, la Dra. Laura Elvira Manlla, el Dr.
Juan Carlos Rivero, Dra. Marta Frías, Dr. Félix
Benítez, Dr. Ramón Elías Salto y Dra. Liliana
Bonavota.
V.- NO HACER LUGAR A LA NULIDAD de los
allanamientos y secuestros realizados por la
Gendarmería Nacional, impetrada por la Dra. Laura
Fechino y la Dra. Andrea Novello, a la que
adhirieron Dr. Gabriel Rodríguez, la Dra. Silvina
Collard, la Dra. Laura Elvira Manlla, el Dr. Juan
Carlos Rivero, Dra. Marta Frías, Dr. Félix Benítez,
Dr. Ramón Elías Salto y Dra. Liliana Bonavota.
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Efraín Lara Baquedano, Mirtha Elizabeth Lara Santos,
Virginia Esperanza Santos Carhuachín y Jesús
Montañez Santos solicitadas por el Dr. Gabriel
Rodríguez.
XV.- NO HACER LUGAR A LA NULIDAD DE la
totalidad de la investigación llevada a cabo en
estos actuados solicitada por el Dr. Gabriel
Rodríguez.
XVI. NO HACER LUGAR A LA NULIDAD de las
intervenciones telefónicas, solicitada por el Dr.
Gabriel Rodríguez.
XVII.- NO HACER LUGAR A LA NULIDAD de la
resolución del 27 de agosto de 2013 y todo lo
actuado en consecuencia, solicitada por la Dra.
Silvina Collard (…).
XIX.- NO HACER LUGAR A LA NULIDAD de los
allanamientos dispuestos a fs. 18948 y las
detenciones de Jesús Natividad Cárdenas Huaccha,
Freddy Lloclla Carpio, Carlos Alexis Aguirre
Becerra, Geraldine Lloclla Hermoza, Anita Felicia
Hermoza Sánchez, Mamfer Abel Noriega Narrio y Manuel
Vega Tello, solicitada por la Dra. Collard.
XX.- NO HACER LUGAR A LA NULIDAD de las
resoluciones de fs. 12462; 15341; 15365; 15376;
15473; 15485; 15565; 15539 y 15565 y de todas
aquellas en las que se dispusieron intervenciones y
prórrogas telefónicas, requerida por la Dra. Silvina
Collard.(…)
XXI.- NO HACER LUGAR A LA NULIDAD de la
incorporación como prueba de los discos compactos
que contienen escuchas telefónicas, requerida por la
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45, 55, 189 bis, inciso 3 del Código Penal; arts. 7
-en función del art. 5, inc. C, de la ley 23.737 y
arts. 530, 531. y 533 del Código Procesal Penal de
la Nación).
XXXV.- UNIFICAR la sanción impuesta en el
punto precedente con la pena única de ocho (8) años
de prisión, multa de $10.000, accesorias legales y
costas, recaída el 23 de mayo de 2013 en la causa
1310/11 del registro de este Tribunal, REVOCAR la
libertad condicional allí dispuesta y CONDENAR en
definitiva a SILVANA ALEJANDRA SALAZAR a la PENA
ÚNICA comprensiva de ambas de DIECIOCHO (18) AÑOS DE
PRISIÓN, MULTA DE CUARENTA Y TRES MIL SETECIENTOS
CINCUENTA PESOS ($43.750), ACCESORIAS LEGALES y
COSTAS (artículos 15 y 58 del Código Penal).
XXXVI.- CONDENAR a GLADYS SANTOS
CARHUACHIN, de las demás condiciones personales
obrantes en autos, a la pena de DOCE (12) AÑOS DE
PRISIÓN, MULTA DE VEINTICINCO MIL PESOS ($25.000),
ACCESORIAS LEGALES y COSTAS, por considerarla
coautora penalmente responsable del delito de
tráfico de estupefacientes en la modalidad de
comercio agravado por la intervención de tres o más
personas en forma organizada para cometerlo (arts.
12, 19, 29 inc. 3°, 45 del Código Penal; arts. 5,
inc. “c”, y 11, inc. “C”, de la ley 23737; y 530,
531 y 533 del Código Procesal Penal de la Nación).
XXXVII.- CONDENAR a JAIR DANNY AGUILAR
FERNANDEZ, de las demás condiciones personales
obrantes en autos, a la pena de DOCE (12) AÑOS Y
SEIS (6) MESES DE PRISIÓN, MULTA DE VEINTICINCO MIL
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XXXIX.- CONDENAR a FREDDY LLOCLLA CARPIO,
de las demás condiciones personales obrantes en
autos, a la pena de OCHO (8) AÑOS DE PRISIÓN, MULTA
DE VEINTICINCO MIL PESOS ($25.000), ACCESORIAS
LEGALES y COSTAS, por considerarlo coautor
penalmente responsable del delito de tráfico de
estupefacientes en la modalidad de comercio agravado
por la intervención de tres o más personas en forma
organizada para cometerlo (arts. 12, 19, 29, inc.
3°, 45 del Código Penal; arts. 5 inc. “c”, 11, inc.
“c”, de la ley 23737; y 530, 531 y 533 del Código
Procesal Penal de la Nación).
XL.- CONDENAR a CARLOS ALEXIS AGUIRRE
BECERRA, de las demás condiciones personales
obrantes en autos, a la pena de OCHO (8) AÑOS DE
PRISIÓN, MULTA DE VEINTICINCO MIL PESOS ($25.000),
ACCESORIAS LEGALES y COSTAS, por considerarlo
coautor penalmente responsable del delito de tráfico
de estupefacientes en la modalidad de comercio
agravado por la intervención de tres o más personas
en forma organizada para cometerlo (arts. 12, 19,
29, inc. 3°, 45 del Código Penal; arts. 5, inc. “c”,
11, inc. “c”, de la ley 23737; y 530, 531 y 533 del
Código Procesal Penal de la Nación).
XLI.- CONDENAR a MAMFER ABEL NORIEGA
NARRO, de las demás condiciones personales obrantes
en autos, a la pena de OCHO (8) AÑOS Y SEIS (6)
MESES DE PRISIÓN, MULTA DE VEINTICINCO MIL PESOS
($25.000), ACCESORIAS LEGALES y COSTAS, por
considerarlo coautor penalmente responsable del
delito de tráfico de estupefacientes en la modalidad
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más personas en forma organizada para cometerlo en
concurso real con el delito de tenencia de
estupefacientes con fines de comercialización -3
hechos- (arts. 12, 19, 29 inc. 3, 45, 55, Código
Penal, arts. 5, inciso “c”, y 11, inciso “c”, de la
ley 23.737; y 530, 531 y 533 del Código Procesal
Penal de la Nación).
XLIV.- CONDENAR a JOSE LUIS MONGE
BERROCAL, de las demás condiciones personales
obrantes en autos, a la pena de SIETE (7) AÑOS DE
PRISIÓN, MULTA DE VEINTICINCO MIL PESOS ($25.000),
ACCESORIAS LEGALES y COSTAS, por considerarlo
coautor penalmente responsable del delito de tráfico
de estupefacientes en la modalidad de comercio
agravado por la intervención de tres o más personas
en forma organizada para cometerlo (arts. 12, 19,
29, inc. 3°, 45, 55, del Código Penal; arts. 5, inc.
“c”, 11, inc. “c”, de la ley 23737; y 530, 531 y 533
del Código Procesal Penal de la Nación).
XLV.- CONDENAR a VIRGINIA ESPERANZA SANTOS
CARHUACHÍN, de las demás condiciones personales
obrantes en autos, a la pena de SIETE (7) AÑOS DE
PRISIÓN, MULTA DE VEINTICINCO MIL PESOS ($25.000),
ACCESORIAS LEGALES y COSTAS, por considerarla
coautora penalmente responsable del delito de
tráfico de estupefacientes en la modalidad de
comercio agravado por la intervención de tres o más
personas en forma organizada para cometerlo (arts.
12, 19, 29, inc. 3°, 45 del Código Penal; arts. 5
inc. “c”, 11, inc. “c”, de la ley 23737; y 530, 531
y 533 del Código Procesal Penal de la Nación).
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a MIGUEL ANGEL MAURICIO ENCISO a la PENA ÚNICA,
comprensiva de ambas, de NUEVE (9) AÑOS Y SEIS (6)
MESES DE PRISIÓN, MULTA DE VEINTIOCHO MIL PESOS
($28.000), ACCESORIAS LEGALES y COSTAS (artículos 15
y 58 del Código Penal).
LIV.- DECLARAR REINCIDENTE a MIGUEL ANGEL
MAURICIO ENCISO (artículo 50 del Código Penal)
LV.- CONDENAR a HÉCTOR RAMÓN MESECKE, de
las demás condiciones personales obrantes en autos,
a la pena de SEIS (6) AÑOS Y SEIS (6) MESES DE
PRISIÓN, MULTA DE VEINTICINCO MIL PESOS ($25.000),
ACCESORIAS LEGALES y COSTAS, por considerarlo
coautor penalmente responsable del delito de tráfico
de estupefacientes en la modalidad de tenencia con
fines de comercialización agravado por la
intervención de tres o más personas en forma
organizada para cometerlo en concurso real del
delito de tenencia ilegítima de arma de guerra, en
calidad de autor (arts. 12, 19, 29, inc. 3°, 45, 55,
189 bis, inciso 2, segundo párrafo del Código Penal;
arts. 5, inc. “c”, 11, inc. “c”, de la ley 23737; y
530, 531 y 533 del Código Procesal Penal de la
Nación).
LVI.- UNIFICAR la sanción impuesta en el
punto precedente con la pena de 6 de prisión, multa
de $6.000, accesorias legales y costas, recaída el 8
de agosto de 2014 en la causa 1552/13 del registro
de este Tribunal, REVOCAR la libertad condicional
allí dispuesta y CONDENAR en definitiva a HÉCTOR
RAMÓN MESECKE a la PENA ÚNICA, comprensiva de ambas,
de DIEZ (10) AÑOS Y SEIS (6) MESES DE PRISIÓN, MULTA
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autos, a la pena de SEIS (6) AÑOS DE PRISIÓN, MULTA
DE VEINTICINCO MIL PESOS ($25.000), ACCESORIAS
LEGALES y COSTAS, por considerarlo coautor
penalmente responsable del delito de tráfico de
estupefacientes en la modalidad de comercio agravado
por la intervención de tres o más personas en forma
organizada para cometerlo (arts. 12, 19, 29, inc.
3°, 45 del Código Penal; arts. 5, inc. “c”, 11, inc.
“c”, de la ley 23737; y 530, 531 y 533 del Código
Procesal Penal de la Nación).
LXI.- CONDENAR a GIAN ARTHUR AGUILAR
FERNANDEZ, de las demás condiciones personales
obrantes en autos, a la pena de SEIS (6) AÑOS DE
PRISIÓN, MULTA DE VEINTICINCO MIL PESOS ($25.000),
ACCESORIAS LEGALES y COSTAS, por considerarlo
coautor penalmente responsable del delito de tráfico
de estupefacientes en la modalidad de comercio
agravado por la intervención de tres o más personas
en forma organizada para cometerlo (arts. 12, 19,
29, inc. 3°, 45, 55 del Código Penal; arts. 5, inc.
“c”, 11, inc. “c”, de la ley 23737; y 530, 531 y 533
del Código Procesal Penal de la Nación).
LXII.- CONDENAR a EDSON OSMAR PAUCAR
COCHACHI, de las demás condiciones personales
obrantes en autos, a la pena de SEIS (6) AÑOS DE
PRISIÓN, MULTA DE VEINTICINCO MIL PESOS ($25.000),
ACCESORIAS LEGALES y COSTAS, por considerarlo
coautor penalmente responsable del delito de tráfico
de estupefacientes en la modalidad de comercio
agravado por la intervención de tres o más personas
en forma organizada para cometerlo (arts. 12, 19,
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autos, a la pena de SIETE (7) AÑOS Y SEIS (6) MESES
DE PRISIÓN, MULTA DE VEINTICINCO MIL PESOS
($25.000), ACCESORIAS LEGALES y COSTAS, por
considerarlo coautor penalmente responsable del
delito de tráfico de estupefacientes en la modalidad
comercio agravado por la intervención de tres o más
personas en forma organizada para cometerlo (arts.
12, 19, 29, inc. 3, 45, 55 del Código Penal; 5, inc.
C, y 11, inc. “c” de la ley 23.737 y 530, 531 y 533
del Código Procesal Penal de la Nación).
LXVII.- UNIFICAR la sanción impuesta en el
punto precedente con la de 6 años de prisión, multa
de $6.000, accesorias legales y costas, recaída el 8
de agosto de 2014 en la causa 1552/13 del registro
de este Tribunal, REVOCAR la libertad condicional
allí dispuesta y CONDENAR, en definitiva a ALBERTO
ESCOBAR MIRANDA a la PENA ÚNICA, comprensiva de
ambas, de ONCE (11) AÑOS Y SEIS (6) MESES DE
PRISIÓN, MULTA DE TRIENTA Y UN MIL PESOS ($31.000),
ACCESORIAS LEGALES y COSTAS (artículos 15 y 58 del
Código Penal).
LXVIII.- DECLARAR REINCIDENTE a ALBERTO
ESCOBAR MIRANDA (artículo 50 del Código Penal). (…)
LXX.- CONDENAR a BRYAN JEAN POOL SANCHEZ
REYES, de las demás condiciones personales obrantes
en autos, a la pena de SEIS (6) AÑOS DE PRISIÓN,
MULTA DE VEINTICINCO MIL PESOS ($25.000), ACCESORIAS
LEGALES y COSTAS, por considerarlo coautor
penalmente responsable del delito de tráfico de
estupefacientes en la modalidad comercio agravado
por la intervención de tres o más personas en forma
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COSME, de las demás condiciones personales obrantes
en autos, a la pena de TRES (3) AÑOS Y SEIS (6)
MESES DE PRISIÓN, ACCESORIAS LEGALES y COSTAS, por
considerarlo autor penalmente responsable del delito
de tenencia ilegitima de arma de guerra (arts. 12,
19, 29 inc. 3°, 45, 189 bis, inciso 2, segundo
párrafo del Código Penal, arts. 3, 530, 531 y 533
del Código Procesal Penal de la Nación). (…)
LXXVIII.- CONDENAR a MIRTHA ELIZABETH LARA
SANTOS, de las demás condiciones personales obrantes
en autos, a la pena de TRES (3) AÑOS DE PRISIÓN,
MULTA DE DOCE MIL QUINIENTOS PESOS ($12.500), y
COSTAS, por considerarla participe secundaria
responsable del delito de tráfico de estupefacientes
en la modalidad de comercio agravado por la
intervención de tres o más personas en forma
organizada para cometerlo (arts. 19, 29, inc. 3°,
46, del Código Penal; arts. 5, inc. “c”, 11, inc.
“c”, de la ley 23737; y 530, 531 y 533 del Código
Procesal Penal de la Nación).
LXXIX.- CONDENAR a JESÚS ALBERTO MONTAÑES
SANTOS, de las demás condiciones personales obrantes
en autos, a la pena de TRES (3) AÑOS DE PRISIÓN,
MULTA DE DOCE MIL QUINIENTOS PESOS ($12.500), y
COSTAS, por considerarlo participe secundario
penalmente responsable del delito de tráfico de
estupefacientes en la modalidad de comercio agravado
por la intervención de tres o más personas en forma
organizada para cometerlo (arts. 19, 29, inc. 3°, 46
del Código Penal; arts. 5, inc. “c”, 11, inc. “c”,
de la ley 23737; y 530, 531 y 533 del Código
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Gabriel Omar Rodríguez –en representación de Gladys
Santos Carhuachin, Virginia Santos Carhuachin, Willy
Efrain Lara Baquedano, Mirtha Elizabeth Santos Lara
y Jesús Alberto Montañez Santos-, Dr. Fernando
Benítez –en representación de Juan Fernando Colona
Risco-, Dra. Liliana G. Bonanota –en representación
de José Luis Monge Berrocal-, Dra. Laura Manlla –en
representación de Luis Fernando Reyes Cruzado y Omar
Anthony López Rosales- y Dr. Juan Carlos Rivero –en
representación de Gerardo Santos López Carrasco-; y
los Defensores Públicos Coadyudantes de la
Defensoría Pública Oficial Nro. 3 Oficial ante los
Tribunales Orales en lo Criminal Federal de esta
ciudad, Dr. Diego Cortes -en representación de
Enrique Edgar Robles de Campo, Héctor Ramón Mesecke,
Luis Federico Donayre Santa Cruz, Neycer Antony
Hermoza Cosme, Bryan Pool Sánchez Reyes e Ysrael
Ysaias Salazar Ramilla-, Dr. Gabriel Omar Gatti –en
representación de Jesús Natividad Cárdenas Huaccha,
Andy Giovanni Andrés Jauregui y Miguel Ángel
Mauricio Enciso-, Dr. Enrique José María Manson –en
representación de Mamfer Ariel Noriega Narro, Freddy
Loclla Carpio, Carlos Alexis Aguirre Becerra,
Felicita Anita Hermoza Sánchez, Geraldine Loclla
Hermoza y Manuel Guillermo Vega Tello- y Dr. Ricardo
Rosset –en representación de Agustín Ramírez
Benítez, Gian Arthur Aguilar Fernández, Alberto
Escobar Miranda, Edson Osmar Paucar Cochachi y Jair
Danny Aguilar Fernández-, presentaron recursos de
casación, los que fueron oportunamente concedidos y
mantenidos ante esta instancia.
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11.882 y, pese a ello, fueron valorados como
elemento de cargo hechos sucedidos desde el 2013 en
adelante.
En esa línea argumental, planteó la
nulidad del decreto de fecha 27 de agosto de 2013,
en el cual el magistrado había dispuesto continuar
la investigación bajo un fundamento aparente
(necesidad de dar con prófugos y de intervenir
líneas telefónicas de personas que nunca habían sido
mencionadas) cuando en realidad la verdadera razón
fue continuar investigando al matrimonio Estrada
Gonzáles-Salazar por considerar que la pena impuesta
a los nombrados en los juicios abreviados no era
acorde.
Agregó, además, que los nombrados recién
aparecieron en la investigación en el año 2016. En
consecuencia, consideró que el inicio de las
actuaciones resulta ser un capricho del magistrado
actuante y, frente a ello, solicitó la declaración
de nulidad del decreto en cuestión y de todo lo
actuado con posterioridad.
C. En siguiente término, planteó la
nulidad de las órdenes de intervenciones
telefónicas. Recordó al respecto que estas medidas
de gran injerencia sobre derechos con protección
constitucional, requieren que exista un cúmulo de
elementos probatorios que justificaran dichas
intromisiones, situación que, a su entender, no se
dio en la presente.
Requirió, a su vez, la nulidad de las
solicitudes de llamadas entrantes y salientes y de
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grabación de datos y demás supuestos de
inconsistencias que, a su entender, son
demostrativos de la falibilidad del sistema de
escuchas telefónicas.
Consideró que este planteo es fundamental
toda vez que el único elemento de convicción por el
que se acusa a sus defendidos está basado en las
intervenciones telefónicas cuya autenticidad no se
encuentra probada.
E. Acto seguido la parte recurrente
planteó la nulidad de todo lo actuado a partir de
abril de 2015, más precisamente en la forma en que
se decidió armar esta investigación contra el
matrimonio de Marco Antonio Estrada Gonzáles y
Silvana Alejandra Salazar en virtud de la extorsión
que habría sido efectuada por el principal Giaccone
a través de Enríquez Alarcón.
F. Por otro lado, planteó la nulidad de
las resoluciones que disponen los allanamientos en
virtud de que el origen de la información utilizada
para fundamentarlos no provenía de tareas de
inteligencia previas o de elementos de convicción
aportados a la causa, sino más bien de datos
obtenidos en causas anteriores sin que exista un
verdadero motivo para sospechar que en ellos se
encontrarían elementos provenientes de un delito.
Se agravió de que en todas las
declaraciones del oficial Flavio Souza surgía que la
información era aportada por vecinos temerosos que
no querían brindar sus datos, sin sustento alguno.
G. También la defensa solicitó la nulidad
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la información aportada por el CRI y menos aún el
grado de influencia en las decisiones ya que se
desconoce su contenido.
I. Ahora bien, superados todos los
planteos de invalidez efectuados, la parte
recurrente se agravió de que el resolutorio puesto
en crisis resulta arbitrario y carece de la debida
fundamentación a los efectos de acreditar la
responsabilidad de Silvana Alejandra Salazar en los
hechos imputados.
Indicó que no obra en la causa elemento
alguno que permita afirmar que se haya desempeñado
junto a su pareja Estrada Gonzáles como jefa de una
organización criminal.
Señaló, además, que existen sentencias
previas en las que se afirma lo contrario, como ser
en la causa nro. 16692/2007 se la condenó como
simple miembro de una asociación ilícita y en la
causa nro. 1310/10 donde tampoco se logró demostrar
que fuera organizadora o jefa de la organización.
Agregó que en la sentencia existía una
falla lógica en virtud de que nadie puede continuar
en un rol que nunca tuvo; tampoco puede darse por
acreditado un rol que se tuvo por descartado en
sentencias anteriores; y que es obligatorio respetar
los hechos contenidos en las sentencias, si esos
instrumentos pretenden ser tenidos como elementos de
prueba.
En consecuencia, expresó que, en base a
las pruebas incorporadas a la causa, debía aplicarse
el principio in dubio pro reo a favor de Silvana
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Alejandra Salazar.
J. Seguidamente, la defensa se agravió de
la adecuación jurídica impuesta por el Tribunal
debido a que la imputación formulada en su contra
siempre fue en carácter de organizadora y se la
condenó como coautora de la organización.
Asimismo, en lo que respecta a la
coautoría de la tenencia de material estupefaciente,
consideró que no hay un solo elemento que permita
sostener que actuó en tal calidad ya que la droga se
encontró en sitios deshabitados y en domicilios de
personas que no tienen vinculación con ninguno de
los aquí imputados. Añadió que ni siquiera se
acreditó un mínimo poder de disposición de ese
material, aunque sea en forma remota o indirecta.
K. Finalmente, como último agravio,
cuestionó el monto de pena impuesto a Silvana
Alejandra Salazar. Al respecto manifestó que el
Tribunal de la instancia anterior no fundamentó la
pena impuesta a la nombrada ya que omitió mencionar
las circunstancias que tuvo como agravantes o
atenuantes a la hora de fijarla, más allá de
mencionar los parámetros establecidos por los arts.
40 y 41 del C.P.
Adujó, a su vez, que el a quo no fundó la
revocación de la libertad condicional de Salazar en
virtud de que no efectuó una sola mención a los
motivos que lo llevaron a decidir en tal sentido.
En base a todo lo expuesto, solicitó que
se case la sentencia recurrida, se declare la
nulidad de todo lo actuado y se dicte, en
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consecuencia, la absolución de su asistida.
Hizo reserva del caso federal.
2. Recurso de casación deducido por la
defensa particular de Gladys Santos Carhuachin,
Virginia Santos Carhuachin, Willy Efrain Lara
Baquedano, Mirtha Elizabeth Santos Lara y Jesús
Alberto Montañez Santos
El impugnante motivó su presentación por
la vía de lo dispuesto en ambos incisos del artículo
456 del C.P.P.N., alegando vicios in iudicando e in
procedendo.
A. En primer lugar, cuestionó la validez
de las resoluciones en las que se dispusieron las
intervenciones telefónicas por carecer de motivación
suficiente. Indicó que la disposición de esas
medidas de prueba no tenía otro sustento que no
fuera el direccionamiento de la investigación.
Afirmó que se trató de una “excursión de
pesca” ya que las intervenciones resultaron, a su
entender, el único medio de prueba de esta
investigación, sin contar con elementos objetivos en
los que pudiera motivarlas.
En ese mismo orden de ideas, la parte
recurrente solicitó la nulidad de la obtención de
los listados de llamadas entrantes y salientes de
aquellas líneas telefónicas que se comunicaban con
los abonados intervenidos para posteriormente
solicitar sus intervenciones.
Señaló, concretamente, que el personal
policial solicitó sin orden los listados de llamadas
de Mirtha Lara Santos, entre otros, en una etapa de
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mayor denominación, sin existir un periodo en el año
en el cual cesara su actividad y que lo hacía con
dinero de distintos clientes no vinculados a la
venta de estupefacientes; circunstancias que, a su
entender, no fueron valorados por el sentenciante.
Concluyó “… que el Tribunal siquiera ha
confrontado los testimonios con los hechos concretos
de la vida de los imputados expuestos en las
intervenciones telefónicas, realizando una
valoración errada de las pruebas expuestas en el
debate, sin haber efectuado una evaluación respecto
de aquellas que, como la descripta, descartan el rol
asignado a los imputados. Pareciera, de la lectura
de la sentencia, que eran ellos quienes debieran
brindar las pruebas de su inocencia y no el Estado
el de su culpabilidad, al cual le alcanza con
especular y aceptar como hechos concretos las
hipótesis que formaron parte de la investigación,
sin determinar si las mismas alcanzan para brindar
el grado de certeza irrefutable que una condena
requiere”.
D. En consonancia con lo expresado en el
punto anterior, la defensa cuestionó que Gladys
Santos Carhuachin tuviera conocimiento del origen
del dinero en cuestión y, en consecuencia, entendió
que no se encuentra presente el dolo requerido por
la figura por la que resultó condenada.
No obstante ello, para el caso de que
conociera ese origen, mencionó que el tipo penal que
se le podría reprochar no era formar parte de una
organización dedicada al tráfico de estupefacientes,
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de tráfico y, por ende, aplicársele la figura de
encubrimiento por ser más benigna, debiéndose
ajustar la pena a la escala prevista para ese
delito.
No obstante, afirmó que en el supuesto de
considerar que la adecuación jurídica es la
correcta, la pena impuesta también resulta
desproporcionada ya que al no participar de la
cadena de comercialización ni de seguridad de los
estupefacientes, habría cumplido un rol que estaría
alejado de la peligrosidad que implican esas
actividades. Por ello, entendió que debía
disminuirse al mínimo la pena.
Máxime teniendo en cuenta su condición
social y su injusta detención anterior por un lapso
de 8 meses, causa en la que luego fue sobreseída.
En lo que hace a Virginia Santos
Carhuachin, refirió que la imposición de una pena de
7 años de prisión es desproporcionada ya que su
participación habría sido secundaria, no vital para
la operatoria y sin ejercer disposición alguna sobre
el supuesto dinero de la venta de drogas. Agregó que
también hay que merituar que la nombrada había
ingresado al país unos meses antes de ser detenida,
sin dinero ni trabajo y la persona que la ayudaba
era su hermana Gladys Santos Carhuachin, a quien a
modo de devolución, asistía como mero cadete en
todos los quehaceres que ella le pidiera.
Por lo expuesto, solicitó que se reduzca
la pena al mínimo del delito imputado para el caso
de participación secundaria.
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intimidad.
Adujo que sin el consentimiento del
titular de la esfera de la privacidad no es legítima
ninguna intromisión, por lo que concluyó que la
intervención telefónica como medio de prueba es
ilegítima en todos sus casos, ya que no tiene la
participación del imputado hasta el momento
posterior a su finalización, implicando una clara
violación al derecho a la intimidad.
B. Al mismo tiempo, la defensa alegó que
la resolución del Tribunal Oral en lo Criminal
Federal Nro. 3 resulta arbitraria porque adolece de
falta de motivación.
Argumentó que los juzgadores únicamente se
basaron en indicios y que no existen pruebas idóneas
suficientes como para condenarlo. Agregó que las
explicaciones brindadas por su defendido fueron
absolutamente consistentes.
C. Por último, cuestionó el quantum de la
pena impuesta, más precisamente señaló que la
sentencia es arbitraria porque no explicaron el
incremento sobre la base de pautas objetivas, sin
fundar cuáles serían las subjetivas que en conjunta
valoración con las anteriores justificasen el
aumento, omitiendo considerar elementos de juicio
favorables respecto de la personalidad de José Luis
Monge Berrocal.
Por lo demás adhirió a los planteos y
pretensiones que efectuaron los defensores de los
consortes de causa.
Hizo reserva del caso federal.
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“expedición de pesca”. Dicha situación resulta
violatoria del derecho a la intimidad y reserva del
domicilio contenidos en los artículos 18 y 19 de la
Constitución Nacional.
B. Por otra parte, cuestionó la resolución
del tribunal de la instancia anterior por considerar
que realizó una arbitraria valoración de los
distintos elementos incorporados a la causa ya que
no existe prueba concreta que lo vinculara con el
comercio de estupefacientes ni con integrar una
organización dedicada al tráfico de dicho material.
En esa dirección, destacó, primero, que en
las fotografías tomadas a su defendido no se logra
advertir que estuviera realizando una maniobra
vinculada al comercio de material estupefaciente y,
por otro lado, que el secuestro de la droga y la
balanza en el allanamiento realizado en su domicilio
fue hallada en el techo de una propiedad lindera que
daba a la ventana de la habitación de Reyes Cruzado,
la cual, además, tenía rejas. Destacó que los
juzgadores no tuvieron en cuenta que ese techo se
encontraba a 5 metros de distancia de la ventana por
lo que era físicamente imposible que hubiera
arrojado esos elementos allí.
C. En otro orden de ideas, la defensa se
agravió de la calificación legal atribuida por el a
quo en virtud de que, a su entender, no se
encontraban presentes los elementos subjetivos y
objetivos del tipo penal ya que a su asistido no se
le había secuestrado material estupefaciente ni se
acreditaron actos de comercialización.
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como prueba de cargo, por violación garantías
constitucionales y de todos los demás actos
procesales que son su lógica consecuencia, por no
existir en el caso otra línea de investigación que
permita confirmar la imputación dirigida a Omar
Anthony López Rosales.
Refirió, además, que la orden de
allanamiento librada a su domicilio estaba dirigida
a una persona de nombre “LEO” que no vive ni es
conocida en el lugar, por lo que, a su entender, se
trató de una “expedición de pesca”, donde el Estado
no tiene la certeza pero la construye para poder
acceder al domicilio, con lo cual se han violado las
garantías constitucionales del derecho a la
intimidad, del derecho de reserva, defensa en juicio
y debido proceso legal.
En ese sentido, consideró que las tareas
de inteligencia previas han falseado la información
–que dicho inmueble funcionaba como lugar de acopio
de la organización- con la finalidad de poder contar
con un allanamiento en origen legítimo pero de
contenido falso para poder determinar si en el lugar
se infringía la ley de estupefacientes.
B. Por último, la defensa consideró los
juzgadores efectuaron una arbitraria valoración de
la prueba ya que no existen elementos que permitan
afirmar que su defendido comercializaba
estupefacientes o formara parte de una organización
dedicada al tráfico de dicho material.
En efecto, destacó que la droga y los
anotadores secuestrados en el allanamiento realizado
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En consecuencia, solicitó su exclusión
como prueba de cargo, por violación garantías
constitucionales y de todos los demás actos
procesales que son su lógica consecuencia, por no
existir en el caso otra línea de investigación que
permita confirmar la imputación dirigida a Gerardo
Santos López Carrasco.
Además, indicó que la orden de
allanamiento librada a su domicilio estaba dirigida
a una persona de nombre “LEO” que no vive ni es
conocida en el lugar, por lo que, a su entender, se
trató de una “expedición de pesca”, donde el Estado
no tiene la certeza pero la construye para poder
acceder al domicilio, con lo cual se han violado las
garantías constitucionales del derecho a la
intimidad, del derecho de reserva, defensa en juicio
y debido proceso legal.
En ese sentido, consideró que las tareas
de inteligencia previas han falseado la información
–que dicho inmueble funcionaba como lugar de acopio
de la organización- con la finalidad de poder contar
con un allanamiento en origen legítimo pero de
contenido falso para poder determinar si en el lugar
se infringía la ley de estupefacientes.
B. En esa misma línea, se agravió de lo
resuelto por el Tribunal Oral en lo Criminal Federal
Nro. 3 por considerar que los juzgadores efectuaron
una arbitraria valoración de la prueba porque no
tuvieron en cuenta la irregularidad del allanamiento
ya que la droga podría haber sido “plantada” en la
habitación de López.
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8. Recurso de casación deducido por la
defensa pública oficial de Enrique Edgar Robles del
Campo
El impugnante encauzó su presentación por
la vía de lo dispuesto en ambos incisos del art. 456
del código de rito, alegando vicios in iudicando e
in procedendo.
A. En primer lugar, alegó que la
resolución del Tribunal Oral en lo Criminal Federal
Nro. 3 resulta arbitraria en virtud de que adolece
de motivación en lo que respecta a la solicitud de
suspensión de juicio a prueba efectuada en relación
a Robles del Campo.
Argumentó que los juzgadores realizaron un
desacertado análisis en lo que respecta al pedido de
suspensión de juicio a prueba ya que el primer
párrafo del artículo 76 bis del C.P. no requiere
consentimiento fiscal. En ese sentido, consideró que
también se encuentra vigente el art. 35 incs. “b” y
“c” del C.P.P.F., así como también es procedente en
cuanto a su oportunidad, pues la norma habilita su
solicitud en esta etapa, cuando durante la audiencia
de juicio oral y público se produzca una
modificación en la calificación legal que habilite
su aplicación.
Añadió que tampoco se tuvo que imponer
reglas de conducta porque estuvo detenido con
prisión preventiva 3 años y 8 meses, lapso que
supera con creces el máximo previsto para la
suspensión en cuestión y, en consecuencia, la
imposición de esas medidas terminaría siendo
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argumento utilizado fue que estaba discutiendo con
su pareja en la vía pública.
Señaló, a su vez, que se lo requisó, sin
testigos, en el lugar donde lo detuvieron y no donde
consta en el acta del procedimiento; todo ello, a su
entender, en total incumplimiento con los artículos
138 y 139 del CPPN.
B. Subsidiariamente, remarcó que la
conducta de su pupilo procesal debe ser calificada
en el delito de tenencia simple de estupefacientes
en concurso real con el delito de tenencia ilegítima
de arma de guerra.
Con respecto a la primera de las figuras
mencionadas, destacó que no se advierte la
participación de Mesecke en ningún acto de comercio
de estupefacientes desde los meses de octubre a
diciembre del año 2017 –período por el cual fue
condenado-, aclarando que las anotaciones del
cuaderno secuestrado a Andrés Jauregui aparece el
nombre “Héctor” sin más datos y con fechas
anteriores: 17 y 18 de mayo de 2017.
Afirmó que “… resulta inadmisible que se
lo condene como vendedor de una organización, sin
que se haya explicado un solo acto de comercio que
este documentado a lo largo de la investigación,
nada, ni una sola acción concreta donde se lo vea a
Mesecke en una actitud que pueda denotar comercio de
estupefacientes”.
Comentó que no existen indicios que
permitan achacar la tenencia con fines de
comercialización ya que está descartada su
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que se rechacen las nulidades intentadas en el punto
anterior, la defensa consideró que las conductas
imputadas tienen que ser calificadas como tenencia
simple de estupefacientes, las cuales concurren en
forma real entre sí.
Afirmó que de los distintos elementos
probatorios no se desprende la ultraintención que
requiere la tenencia de estupefacientes con fines de
comercialización. Es que ninguno de los oficiales
preventores que participaron de las detenciones
expresaron haber observado algún tipo de pasamanos o
que haya compradores esperando para adquirir la
droga. Y tampoco de los teléfonos celulares
secuestrados tanto en el año 2013 como en el 2015,
surge que se dedicara al comercio de ese material.
Cuestionó, también, la aplicación de la
agravante prevista por el art. 11, inc. c, de la Ley
23.737 ya que no puede vincularse a Luis Fernando
Donayre Santacruz con organización alguna dedicada
al comercio de estupefacientes.
C. En esa misma línea argumental y para el
supuesto de que se rechace la nueva calificación
legal peticionada, la parte recurrente solicitó que
se condenara al nombrado en carácter de partícipe
secundario del delito de comercialización de
estupefacientes agravado por la participación de
tres o más personas organizadas a tal fin.
En ese sentido, la defensa invocó que su
defendido fue juzgado y condenado en el marco de un
hecho que guarda similitud con el fallo “Medina
Girón” del mismo tribunal, donde a la persona que
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realizado, el 16 de diciembre de 2016, en la
vivienda de su defendido, ubicada en la calle Pio
XII, manzana 3, casa sin número, en la localidad de
Villa Celina, provincia de Buenos Aires, oportunidad
en la que se secuestró una pistola ametralladora sin
numeración, con mango con cinta y una correa con dos
cargadores encintados, un dispositivo silenciador y
siete cartuchos calibre 9 mm colocados en uno de los
cargadores.
Concretamente se agravió de que en ese
procedimiento el personal preventor había extraído
indebidamente una declaración en su contra ya que
Neycer Anthony Hermoza Cosme les habría mencionado
que la habitación donde se halló el arma era la suya
en virtud de que el oficial había manifestado de que
si nadie se hacía cargo, los llevaba a todos
detenidos, sin que existiera documentación alguna
que acreditase de quién era cada cuarto; en clara
violación a lo previsto por el inc. 10 del artículo
184 del Código Procesal Penal de la Nación.
B. En esa misma línea argumental, refirió
que la sentencia efectuada por el Tribunal Oral en
lo Criminal Federal Nro. 3 resulta arbitraria porque
habla de elementos suficientes para condenar a su
asistido en orden al delito de tenencia ilegítima de
arma de guerra, pero nada dijo sobre cuáles son esos
elementos suficientes, tratándose de una mera
afirmación dogmática.
Sostuvo que ante la real imposibilidad de
establecer a quién le pertenecía la habitación donde
se secuestraron los elementos en cuestión, debe
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dos incisos del artículo 456 del C.P.P.N., alegando
tanto una errónea aplicación de la ley sustantiva,
como una arbitraria valoración de la prueba por
parte del Tribunal de origen.
A. En primer lugar, se agravió de la
validez de la detención de Bryan Jean Pool Sánchez
Reyes por considerar que dicha privación de la
libertad no se basó en elementos objetivos hallados
durante el allanamiento efectuado en su vivienda,
sino en el resultado de los demás allanamientos
dispuestos simultáneamente para ese mismo día, de
los que su defendido no tenía vinculación alguna.
Destacó que previamente el magistrado
instructor sí había analizado la situación de
Sánchez Reyes y concluyó que no era necesario
disponer su detención al momento de librar las
órdenes de allanamiento y, pese a que no se modificó
el panorama a su respecto, la secretaria actuante lo
detuvo cuando esa facultad es exclusiva del juez
instructor.
B. Acto seguido la defensa se agravió de
resolución del tribunal de la instancia anterior por
considerar que realizó una arbitraria valoración de
la prueba para condenar a Bryan Jean Pool Sánchez
Reyes e Ysrael Ysaias Salazar Ramilla.
Con respecto al primero de los nombrados,
expresó que el a quo no especificó cuál fue
concretamente la conducta reprochada a Sánchez
Reyes, sino que solamente tuvieron por acreditado
que conformó junto a los restantes condenados, una
organización criminal dedicada al comercio de
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Afirmó que “… a nuestro entender ello
debía ser así, porque de acuerdo a los parámetros
fijados en la acusación, nuestros defendidos fueron,
en todo caso, meros ejecutores de las ordenes de la
organización puesto que, como es sabido, el
denominado sujeto de atrás –que lo conforma el
estrato superior de la organización- no necesita
conocer quién será el ejecutor de la orden, es decir
de la venta de estupefacientes dentro de la villa y
confían, en que si alguno falla o no lo hace de
acuerdo a la indicación marcada, será reemplazado
por otro que de todas maneras realizará la acción
como se pretende”.
Por último, la defensa también invoca el
fallo “Medina Girón” del mismo tribunal,
anteriormente citado.
Hizo reserva del caso federal.
13. Recurso de casación interpuesto por la
defensa pública oficial de Jesús Natividad Cárdenas
Huacha
Encauzó la presente vía recursiva dentro
del supuesto previsto en el art. 456, inc. 2, del
Código Procesal Penal de la Nación, toda vez que, a
su entender, el resolutorio recurrido omite ponderar
concretamente si la orden de allanamiento se
encontraba carente de motivación; desconoce que la
detención de Jesús Natividad Cárdenas Huacha fuera
dictada por el juez competente conforme las normas
procesales y constitucionales que rigen la materia;
y adolece de una motivación aparente, ya que el
hecho por el cual se condenó a la nombrada no se
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fundamentación porque no se acreditaron los hechos
que se le imputan a Jesús Natividad Cárdenas Huacha
y su condena se motivó sobre la base de dos premisas
falsas: que en el domicilio de la nombrada se
cocinarían estupefacientes y que si bien la imputada
tendría una “relativa” disposición sobre aquel
material, era la persona que estaba a cargo del
lugar.
Destacó que en la finca en cuestión no se
encontró droga ni restos de ella, lo cual resulta
sorpresivo si supuestamente allí se cocinaban
estupefacientes. También indicó que no hay ningún
elemento para considerar que ella podía llegar a
tener una situación de señorío o de guardiana del
lugar y, mucho menos, de las actividades que el
Tribunal dice que se realizarían allí. En otras
palabras, refirió que lo mínimo que se tendría que
haber dicho en la sentencia, concretamente, es cuál
había sido su aporte específico.
Hizo reserva del caso federal.
14. Presentación de la defensa pública
oficial de Andy Giovanni Andrés Jauregui
El impugnante motivó su presentación por
la vía de lo dispuesto en ambos incisos del artículo
456 del C.P.P.N., alegando vicios in iudicando e in
procedendo.
A. En primer término, planteó la nulidad
de la detención de su pupilo procesal en virtud de
que ese acto se realizó sin testigos presenciales en
el lugar.
Destacó que, sorpresivamente, el oficial
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figuraba el gasto semanal del rubro “fierro” o
“juguete”.
C. Al terminar, el recurrente se agravió
de la mensuración de la pena realizada por el
tribunal de la previa instancia por cuanto no
consideró como atenuantes las condiciones de
vulnerabilidad de Jauregui, a saber: problemas
económicos (vivía en una habitación 2,5 por 3 metros
en la villa 1.11.14), padece serios problemas de
visión en un ojo y que carece de antecedentes
penales; en consecuencia, solicitó que se le
impusiera el mínimo de la escala penal aplicable.
Hizo reserva del caso federal.
15. Recurso de casación deducido por la
defensa pública oficial de Miguel Ángel Mauricio
Enciso
El recurrente adujo que la sentencia
resulta recurrible en los términos del artículo 457
del C.P.P.N., en tanto se trata de un decisorio de
carácter definitivo, fundando su recurso en los
términos del art. 456 del C.P.P.N.
A. Cuestionó el procedimiento que culminó
con la detención de Miguel Ángel Mauricio Enciso y,
en consecuencia, planteó la nulidad de dicho acto
debido a que se efectuó sin presencia de testigos de
actuaciones pese a que, según los dichos de los
preventores, los vecinos estaban tranquilos y había
unos albañiles trabajando allí. No obstante, en el
acta de procedimiento se hizo constar lo contrario;
es que, a su entender, en el marco de la presente
investigación, existió un marco de excepcionalidad a
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secuestraron a Miguel Ángel Mauricio Enciso: 30,15
gramos de marihuana y 134,61 dosis umbrales de
cocaína; que no se identificó ningún supuesto
comprador, y que no hay ningún tipo de comunicación
previa en la cual interviniera mi asistido”.
Invocó que su defendido fue juzgado y
condenado en el marco de un hecho que guarda
similitud con dos fallos del mismo tribunal
–“Gutiérrez Churata” y “Sánchez”-, donde personas
que a las que se les encontró material
estupefaciente dentro de la 1.11.14, similar al
hallado a su pupilo procesal, se las condenó por el
delito de tenencia simple de estupefacientes,
descartando la figura tenencia de estupefacientes
con fines de comercialización.
Subsidiariamente, la parte recurrente
consideró que debía modificarse el grado de
participación asignado a Enciso ya que en virtud de
la conducta realizada, surge a las claras que era
fungible dentro de la organización. Citó el fallo
“Medica Girón” del Tribunal Oral en lo Criminal
Federal Nro. 3 de esta ciudad.
D. Por último, señaló que los jueces del
tribunal de la instancia anterior no tuvieron en
cuenta, al momento de fijar la pena de su asistido,
que lo condenaron a seis meses más que a su consorte
Gian Arthur Aguilar Fernández cuando no hay ninguna
diferencia en la gravedad del injusto entre uno y
otro caso; aunque la verdadera divergencia entre
ambos es que su defendido sería reincidente.
Afirmó que aumentar la pena por dicha
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de la prueba por parte del Tribunal de origen.
A. En primer lugar, la defensa planteó la
nulidad del decreto que disponía las intervenciones
telefónicas de diversos abonados telefónicos por
carecer de una fundamentación válida con el fin de
mantener vigente una investigación infructuosa.
Seguidamente, remarcó que a partir de esas
medidas, se llegó al abonado cuya titularidad o uso
fueron atribuidos a su asistido (nro. 112392-8133);
por ende, también solicitó la nulidad de la
intervención de esa línea y sus respectivas
prórrogas por carecer de la debida fundamentación.
B. En esa misma línea, se agravió de la
orden de allanamiento librada sobre el domicilio de
Mamfer Noriega Narro y su posterior detención, en
virtud de no hallarse debidamente fundada.
Refirió que no existió una verdadera
investigación sino solamente informes de preventores
sobre conversaciones telefónicas por personas (que
tampoco fueron correctamente identificadas).
C. El recurrente consideró que los
juzgadores habían efectuado una arbitraria
valoración de la prueba incorporada a la causa ya
que únicamente se basaron en lo dicho por los
oficiales, sin otros elementos que la sustenten.
Indicó que “… con la prueba producida en
el debate, por todo lo desarrollado en el punto
anterior que no se acreditó de ninguna manera ni la
existencia de una organización dedicada al tráfico
de estupefacientes ni tampoco debidamente la
pertenencia de mi asistido para poder hablar de una
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participación dolosa”.
D. Por otro lado, se agravió por la forma
en que el tribunal de la previa instancia hizo
concursar los delitos de tenencia de estupefacientes
con fines de comercialización y tenencia ilegítima
de arma de guerra ya que, a su entender, existe un
concurso aparente de leyes.
E. Por último, consideró que la
mensuración de la pena efectuada por los juzgadores
resulta exorbitante y desproporcionada, además de no
estar debidamente fundada. Que en la sentencia no se
dieron razones suficientes para apartarse del mínimo
legal por los hechos atribuidos y, a su vez, las
circunstancias atenuantes parecieran no haber
incidido ni haber tenido ninguna relevancia a la
hora de fijarla.
Hizo reserva del caso federal.
17. Presentación de la defensa pública
oficial de Agustín Ramírez Benítez y Gian Arthur
Aguilar Fernández
Encauzó sus agravios en orden a los dos
incisos del artículo 456 del C.P.P.N., alegando
tanto una errónea aplicación de la ley sustantiva,
como una arbitraria valoración de la prueba por
parte del Tribunal.
A. En primer lugar, la defensa planteó la
nulidad del procedimiento que culminó con las
detenciones de Ramírez Benítez y Aguilar Fernández y
del acta de fojas 3178/3182 por considerar que
existían discrepancias entre lo narrado en el juicio
por dos de los oficiales de Gendarmería Nacional que
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participaron en la detención de sus asistidos y lo
que consignaron en el acta: más precisamente que no
se contaba con testigos de actuación porque se adujo
que en ese momento hubo serios problemas con las
personas que estaban en el lugar.
Destacó, además, que en el marco de la
presente investigación, el tribunal instructor
adoptó un criterio general del que se desprende que
no resulta necesaria la convocatoria de testigos en
ningún procedimiento realizado por la Gendarmería
Nacional dentro de la villa 1.11.14, sin
corroborarse, en el caso concreto, las razones que
pudieran justificar su adopción.
Asimismo, mencionó “… la importancia
adicional que representa en este caso la ausencia de
testigos de actuación. Me refiero a que, como
también se probó en el debate el material
estupefaciente –conforme lo declarado por Aguilar
Fernández- no se secuestró en poder de mi asistido”.
Sostuvo que la omisión de identificar y
convocar los testigos impidió evacuar los dichos del
nombrado, violándose de esta manera el derecho de
defensa en juicio.
B. Acto seguido, la defensa se agravió de
la sentencia del Tribunal Oral en lo Criminal
Federal Nro. 3 por considerar que se efectuó una
arbitraria valoración de la prueba en relación a las
conductas asignadas a Agustín Ramírez Benítez y Gian
Arthur Aguilar Fernández.
Con respecto al primero de los nombrados,
manifestó que no había prueba alguna que lo
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a sus asistidos tenía que ser encuadrada en la
figura de tenencia simple de estupefacientes ya que
la acción achacada no podía ser considerada como un
acto de comercio de estupefacientes. Citó dos fallos
del tribunal de la previa instancia para avalar su
postura.
Subsidiariamente, expresó que si no se
compartía la significación jurídica mencionada y de
ser considerados culpables, su participación debe
ser entendida como secundaria ya que el rol que
cumplieron fue fungible, sin tener dominio de la
acción. Trajo a colación el fallo “Medina Girón” del
mismo tribunal.
Hizo reserva del caso federal.
18. Recurso de casación deducido por la
defensa pública oficial de Fredy LLoclla Carpio,
Carlos Alexis Aguirre Becerra, Felicita Anita
Hermoza Sánchez y Geraldine Lloclla Hermoza
Luego de argumentar en torno a la
extensión de la garantía de la doble instancia
prevista en el art. 8.2 (h) de la C.A.D.H. y reseñar
los antecedentes de la causa, la defensa de Lloclla
Carpio, Aguirre Becerra, Hermoza Sánchez y Lloclla
Hermoza desarrolló sus motivos de impugnación en
particular.
A. En primer término, la parte recurrente
planteó la nulidad del auto obrante a fojas 12462,
donde se dispuso las intervenciones de líneas
telefónicas con el mero fin de mantener vigente una
investigación infructuosa, careciendo de la debida
fundamentación.
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necesariamente a lo que hemos leído en la sentencia,
en donde no se fundó adecuadamente por qué causa más
que un mero informe anterior, o un pedido sin
mayores explicaciones que la reputada necesidad de
escuchar conversaciones a través el más de un
centenar de teléfonos intervenidos que suplieron a
una verdadera investigación, como claramente lo
informó el preventor Moreno en su testimonio, derivó
en medidas aún más intrusivas, detenciones y en este
juicio”.
B. En segundo lugar, planteó la nulidad
del registro domiciliario, realizado el 16 de
diciembre de 2016, que culminó con las detenciones
de Fredy Lloclla Carpio, Carlos Alexis Aguirre
Becerra, Felicita Anita Hermoza Sánchez y Geraldine
Lloclla Hermoza por considerar que se basaron en una
fundamentación aparente en tanto fue dictado sobre
la base de la interpretación hecha por funcionarios
policiales de presuntas conversaciones telefónicas
mantenidas por personas que no fueron realmente
investigadas.
C. Por otra parte, la defensa cuestionó la
resolución del tribunal de la instancia anterior por
entender que los juzgadores realizaron una
arbitraria valoración de los distintos elementos
probatorios incorporados a la causa y que únicamente
se basaron en el resultado de unas escuchas
telefónicas y en los informes de los preventores,
reiterando, sin que exista una investigación real.
En efecto, señaló que con ese modo de
“investigar” que fue convalidado en el fallo, se
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favor rei (art. 3 C.P.P.N.) para cada uno de ellos.
E. En forma subsidiaria, y para el caso de
confirmar la calificación legal realizada por el
Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nro. 3, la
defensa pública oficial criticó el grado de
participación atribuido a sus pupilos procesales.
En lo que hace a Freddy Lloclla Carpio y
Carlos Alexis Aguirre Becerra, refirió que, según la
descripción efectuada por los juzgadores, los
nombrados no tenían dominio de los hechos, más allá
del grado de conocimiento requerido para el tipo
subjetivo; en consecuencia, sus participaciones no
fueron en absoluto esenciales y, si lo habrían sido,
eran totalmente fungibles y, por lo tanto,
secundarias.
Por otra parte, respecto a Hermoza Sánchez
y Lloclla Hermoza, destacó que sus intervenciones no
fueron ni esenciales ni secundarias, sino que
solamente se debieron a que se encontraban presentes
en los lugares o una circunstancia eventual de
contestar un llamado telefónico; hechos por un lado
inocuos e insignificantes para el derecho penal que
no constituyen delitos y, por el otro, no se les
podía reprochar haber actuado de otro modo en virtud
de lo previsto por el art. 242 del C.P.P.N.
F. Por último, la defensa se agravió de
las penas impuestas a sus defendidos por
considerarlas exorbitantes y desproporcionadas,
además de no estar debidamente fundadas.
Indicó que los juzgadores no dieron
razones suficientes para apartarse del mínimo legal
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consecuencia, concluyó que todos los datos obtenidos
posteriormente son consecuencia de estas
irregularidades.
Se agravió, asimismo, del posterior
decreto que ordenó las intervenciones telefónicas de
los abonados nros. 11251-5213 y 11251-5569 cuyas
titularidades fueron atribuidas a su asistido y de
sus posteriores prórrogas. Entendió que dichas
medidas carecían de una verdadera fundamentación, se
basaban en el criterio de un oficial preventor y
mediante ellas se lo había involucrado
automáticamente a su ahijado procesal, sin
fundamentos reales.
Señaló que estos planteos fueron
efectuados durante el debate por la anterior
defensora particular y, sin embargo, los juzgadores
omitieron su tratamiento y mantuvieron la validez de
esas medidas probatorias que culminaron con la
detención de Vega Tello.
B. En segundo término, planteó la nulidad
del decreto que dispuso el registro domiciliario,
realizado el 16 de diciembre de 2016, que culminó
con la detención de Manuel Guillermo Vega Tello por
considerar que se basó en una fundamentación
aparente en tanto fue dictado sobre la base de la
interpretación hecha por funcionarios policiales de
presuntas conversaciones telefónicas mantenidas por
personas que no fueron realmente investigadas; la
cual reemplazó a la investigación que debió haber
existido.
En ese sentido, la defensa expresó que ni
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armas y municiones por las que fue condenado ya que
la tenencia de ese material prohibido no fue probado
porque no se recreó en el debate el allanamiento y
fue ilegalmente incorporada un acta que según los
jueces documenta ese hallazgo; destacando que no
tiene sentido formular un planteo subsidiario
propiciando una calificación menos gravosa.
D. Al terminar, impugnó la pena impuesta
ya que la consideró exorbitante y desproporcionada
sumado a que, según su criterio, no está debidamente
fundada. Destacó, en ese sentido, que para los
jueces las circunstancias atenuantes parecen no
haber incidido ni tenido relevancia alguna.
Frente a este panorama, solicitó la
imposición del mínimo legal, debiendo tener en
cuenta que, como el tribunal ha considerado que la
posesión de armas y de las municiones ha sido del
medio comisivo que se le endilga a su asistido,
existiría un concurso aparente entre ambas figuras,
por lo que el mínimo legal sería de 6 años.
Hizo reserva del caso federal.
20. Presentación realizada por la defensa
pública oficial de Alberto Escobar Miranda y Edson
Osmar Paucar Cochachi
De inicio, los recurrentes realizaron una
extensa y pormenorizada fundamentación acerca de la
admisibilidad del presente recurso en base a diversa
doctrina y jurisprudencia y a partir de los
principios constitucionales y los Tratados
Internacionales firmados por la República Argentina.
A continuación indicaron las
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requirió la elevación a juicio –hechos descriptos
con los nros. 55 al 74-; siendo que el nro. 73,
punto 10, es en el que se lo detuvo en la vía
pública mientras se encontraba caminando sin estar
cometiendo hecho ilícito alguno.
Resaltó que “… la crítica central a la
sentencia es que, al margen de la existencia o no de
una foto mi defendido o de una declaración
testimonial de un policía que habla de hechos
distintos de los que le fueron atribuidos a mi
defendido, o que se lo mencione con un supuesto
apodo en unas anotaciones que no conecta a la
decisión puesta en crisis con alguno de estos 19
hechos por los que vino acusado Escobar Miranda,
devela únicamente la mención de elementos que no son
prueba vinculada de esos hechos”.
Concluyó que por más que los jueces
afirmasen que Escobar Miranda no fue ajeno a los
hechos ventilados, la realidad es que en ninguna de
sus consideraciones pudieron indicar un elemento que
hubiera demostrado su participación, cuanto menos,
en uno de los 19 hechos por los que se requirió su
elevación a juicio y por los que eventualmente
podría haber sido condenado.
Por otra parte, en relación a su otro
asistido –Edson Oscar Paucar Cochachi-, también
señaló que los sentenciantes carecen de elementos
reales que permitan sostener seriamente una condena
por los hechos imputados.
C. En otro orden de ideas, el recurrente
se agravió de la calificación legal asignada por el
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Que la parte recurrente adujo que la
sentencia resulta impugnable en los términos del
artículo 457 del C.P.P.N., en tanto se trata de un
decisorio de carácter definitivo y motivó su
presentación por la vía de lo dispuesto en ambos
incisos del artículo 456 del C.P.P.N.
A. En primer lugar, cuestionó la
fundamentación utilizada por el tribunal de la
previa instancia para responsabilizar a Jair Danny
Aguilar Fernández por los delitos que resultó
condenado. Comentó que los juzgadores se apoyaron en
afirmaciones dogmáticas para dar sustento a su sola
voluntad de condenar a como diera lugar, es decir,
de condenar aunque la prueba dijera algo
absolutamente distinto.
Agregó, a su vez, que no existe
absolutamente ningún elemento probatorio que lo
incriminara con los hechos por los que fue acusado y
condenado, sino que ni siquiera se ha probado
durante el debate que su defendido responda al apodo
de “cholo van damme”, como se afirmó en la
sentencia.
B. Por otra parte, la defensa se agravió
sobre la responsabilidad asignada respecto del
delito de acopio de armas de fuego, sus piezas y
municiones por entender que se trata de una
construcción arbitraria.
En efecto, destacó “No solo que mi
defendido jamás fue visto durante diez años en los
puestos de venta de estupefacientes llevando a cabo
la supervisión o control de cada uno de ellos, sino
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de manera acabada los motivos por los cuales se
apartaron del mínimo previsto para la escala penal.
Hizo reserva del caso federal.
IV. Posteriormente, los imputados Alberto
Escobar Miranda y Edson Osmar Paucar Cochachi, con
el patrocinio letrado de su defensa oficial, en
fecha 24/6/2021 desistieron -por sus fundamentos-
del recurso de casación oportunamente interpuesto
(cfr. art. 443, segundo párrafo, del C.P.P.N.)
V. 1. En la oportunidad prevista en los
arts. 465, cuarto párrafo, y 466 del C.P.P.N., se
presentó la defensa particular de José Luis Monge
Berrocal y, en prieta síntesis, se remitió a los
fundamentos esgrimidos en su remedio procesal
impetrado, agregando que en caso de duda acerca de
la solución a adoptar, deberá inclinarse por la que
sea más favorable al imputado, de conformidad al
principio in dubio pro reo.
2. Por su parte, en la misma oportunidad
procesal se presentó el Defensor Público Oficial a
cargo de la Defensoría Nro. 2 ante la Cámara Federal
de Casación Penal, doctor Guillermo Todarello, en
representación de Enrique Edgar Robles del Campo,
quien se remitió a todos los planteos presentados en
el recurso interpuesto.
Asimismo a lo largo de su presentación
incorporó nuevos agravios, respecto de los
realizados en el recurso que habilitó la
jurisdicción de esta alzada.
Planteó la modificación de la ejecución de
la pena impuesta a Robles del Campo, más
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generales sin especificar como los mismos influirían
al momento de la concreta determinación. En efecto,
se hizo alusión a la antigüedad en la pertenencia a
la organización, a la edad, o a la instrucción de
nuestro asistido, pero sin exteriorizar como tales
pautas serían valoradas, más aún si la pena
finalmente impuesta se alejó en gran medida del
mínimo aplicable -6 años-“.
4. Seguidamente, la Defensora Pública
Oficial a cargo de la Defensoría Pública Oficial
Nro. 4 ante la Cámara Federal de Casación Penal,
doctora María Florencia Hegglin, en representación
de Bryan Pool Sánchez Reyes e Ysrael Ysaías Salazar
Ramilla, se remitió en un todo al remedio procesal
oportunamente presentado, ampliando los fundamentos
en relación a la acreditación de la participación en
los hechos por los cuales resultaron condenados.
Postuló, además, un nuevo agravio
vinculado a la determinación de las penas impuestas
a sus defendidos, por considerar que los juzgadores
no las fundaron adecuadamente por prescindir de
valorar los grados de lesividad y culpabilidad que
les corresponde. Más allá de que se les ha impuesto
el mínimo legal de la escala penal.
Añadió que el tribunal tampoco efectuó una
adecuada valoración de las específicas condiciones
personales de sus ahijados procesales en los
términos de los arts. 40 y 41 del Código Penal; es
que con respecto a Sánchez Reyes destacó que no se
tuvo en cuenta su joven edad; que es padre de 3
niños menores de edad; su baja situación económica;
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Coadyudante de la Defensoría Pública Oficial Nro. 2
ante la Cámara Federal de Casación Penal, doctora
Graciela L. Galván, en representación de Hernán
Ramón Mesecke, se remitió en un todo a los planteos
ya realizados en el recurso de casación
oportunamente interpuesto.
Acto seguido, presentó nuevos agravios y
manifestó que la sentencia en cuestión adolece de
una arbitraria imposición de pena, resultante de una
fundamentación aparente que la torna improcedente;
es que en este tramo de la resolución, los
juzgadores realizaron una doble valoración de la
“cantidad de droga” secuestrada tanto al calificar
legalmente la conducta atribuida como al fijar la
sanción.
Añadió que el tribunal de la previa
instancia omitió explicar las razones por las cuales
se apartó del mínimo de la escala penal, en
inobservancia de los arts. 40 y 41 de nuestro
ordenamiento de fondo.
Por último, se agravió de la pena única
dictada ya que el a quo no ponderó cómo aplicó el
supuesto “método composicional” porque el monto
impuesto ha sido cercano a la suma matemática en vez
de haber aplicado el método de aspersión que rige en
el concurso real de delitos; por ende, consideró que
debe dejarse sin efecto y proceder a su disminución.
7. Por otra parte, se presentó el Defensor
Público Oficial a cargo de la Defensoría Pública
Oficial Nro. 1 ante la Cámara Federal de Casación
Penal, doctor Enrique María Comellas, en
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de importancia”, cuando lo cierto es que son
aspectos familiares de las nombradas que al ser
valorados resultan propios de un derecho penal de
autor y no de acto. Tales déficits son de especial
gravedad dado que sus penas podrían haber sido
dejadas en suspenso, a tenor del art. 26 del C.P.,
por los que el alejamiento del mínimo previsto
debería haber estado debidamente fundado.
8. Asimismo, el Defensor Público Oficial a
cargo de la Defensoría Pública Oficial Nro. 3 ante
la Cámara Federal de Casación Penal, doctor Ignacio
F. Tedesco, en representación de Jesús Natividad
Cárdenas Huacha, Miguel Ángel Mauricio Enciso y Andy
Giovanni Andrés Jauregui, se remitió a los
fundamentos esgrimidos en el remedio procesal
impetrado.
A la vez, planteó nuevos agravios e
impugnó el grado de participación asignado a Jesús
Natividad Cárdenas Huacha, más precisamente que no
era posible considerarla partícipe secundaria del
delito de tenencia de estupefacientes con fines de
comercialización agravado, por el simple hecho de
vivir en el lugar donde presuntamente funcionaba una
cocina de droga. Señaló que el art. 46 del Código
Penal castiga a los que cooperen y no a quien tiene
conocimiento de la comisión de un delito. Por
consiguiente, entendió que aun cuando su asistida
hubiera tenido conocimiento de la existencia de
material estupefaciente en el lugar donde vivía, no
se encontraba obligada a denunciarlo.
También consideró que en lo que respecta
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entendió que el mínimo de la escala penal para las
figuras legales imputadas supera ampliamente la
sanción que les correspondería. En efecto, solicitó
que se declarase la declaración de
inconstitucionalidad, en el caso concreto, del
mínimo de la escala penal prevista por la norma.
10. Se presentó la Defensora Público
Oficial a cargo de la Defensoría Pública Oficial
Nro. 4 ante esta Cámara, doctora María Florencia
Hegglin, en representación de Jair Danny Aguilar
Fernández, ocasión en la que se remitió en un todo a
los agravios desarrollados en el recurso de casación
impetrado y amplió los argumentos en cuestión.
En cuanto a la arbitraria determinación de
la pena, agregó que no se encontraba adecuadamente
fundada ya que la valoración realizada por el
tribunal de la instancia anterior es sumamente
genérica y desproporcionada, sin relacionar el monto
de pena impuesto con actos específicos desempeñados
o con determinada consecuencia lesiva.
11. Por último, se presentó el Fiscal
General ante la Cámara Federal de Casación, doctor
Mario A. Villar, quien remarcó que las defensas se
agravian, en general, de decisiones fundamentales,
tomadas por los magistrados preopinantes, con
respecto a tres cuestiones: a) la nulidad de los
allanamientos y las detenciones resultantes; b) la
nulidad de las intervenciones telefónicas; y c) la
gravedad de las penas impuestas.
En este sentido, destacó que los dos
primeros agravios fueron planteados por las
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las diferentes y sucesivas detenciones, aún seguía
vigente y totalmente operativa.
Sostuvo, además, que “el plexo probatorio
enunciado en el decreto criticado resultó harto
suficiente, de acuerdo a la etapa que transitaba,
para acreditar tanto la continuidad de la actividad
criminal investigada, como la participación de los
imputados. En efecto, las tareas que se venían
desarrollando y los resultados obtenidos no solo
justificaban la continuidad de la investigación,
sino que el juez se encontraba obligado a ello”.
En igual forma, comprendió que los
planteos nulificantes de los decretos que disponen
las intervenciones telefónicas y sus respectivas
prórrogas fueron correctamente rechazados por el a
quo, puesto que cada uno de ellos fue precedido por
amplios informes y declaraciones testimoniales que
justificaron la intromisión estatal en la esfera
íntima de los ciudadanos.
Al mismo tiempo, explicó que dichos
reclamos parecen a todas luces subjetivos y solo
traslucen su descontento por el rumbo que tomó la
investigación.
En otro orden de ideas, destacó que los
juzgadores no se apartaron de los marcos punitivos
recogidos en los tipos penales y fundaron
debidamente las decisiones adoptadas.
Para terminar, recalcó que no puede
perderse de vista la obligación de los órganos
estatales por velar por el juzgamiento de hechos
vinculados al narcotráfico, pues, de lo contrario,
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motivos previstos por el art. 456 del C.P.P.N. y se
han cumplido los requisitos de temporaneidad y de
fundamentación requeridos por el art. 463 del citado
código ritual.
Con respecto a la incorporación de nuevos
agravios con posterioridad a la presentación del
recurso, he sostenido reiteradamente que corresponde
ingresar al estudio de los nuevos argumentos
expuestos por las defensas.
Tal postura concuerda, primero, con lo
previsto no solo en el Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos –arts. 14.5- sino
también con la Convención Americana sobre Derechos
Humanos –art. 5.2- por cuanto exigen el derecho al
imputado a someter el fallo condenatorio a un
Tribunal Superior con revisión amplia y eficaz.
Debe recordarse, además, el alcance amplio
de esa capacidad revisora en materia de casación
que, con sustento en el fallo de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos “Herrera Ulloa
vs. Costa Rica”, se estableció en el fallo “López,
Fernando Daniel s/ recurso de queja” (causa Nro.
4807, reg. Nro. 6134.4, rta. el 15/10/04) y en los
votos del suscripto en las causas Nro. 4428 “Lesta,
Luis Emilio y otro s/ recurso de casación” (reg.
Nro. 6049.4, rta. el 22/09/04) y causa Nro. 12.479
“P., H. R. s/ recurso de casación” (rta. el
13/11/12).
Esta interpretación también fue
considerada y sentada por la Corte Suprema de
Justicia de la Nación como la única compatible con
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código, además de prever que las partes podrán
ampliar la fundamentación o desistir de alguna de
las cuestiones –al igual que lo hace el art. 463 del
Código Procesal Penal de la Nación-, sí estipula
este criterio amplio que vengo desarrollando en lo
párrafos precedentes, al señalar que el imputado
podrá introducir motivos nuevos de agravios.
De esta manera, se advierte que la postura
que he mantenido desde hace muchos años en cuanto a
que todo agravio introducido por la defensa en
cualquier momento del proceso debe ser tratado sin
distinción, concuerda no solo con los tratados
internacionales de los que la República Argentina
forma parte sino también con la doctrina emanada de
los distintos fallos de nuestro Máximo Tribunal y
del nuevo Código Procesal Penal Federal.
II. A efectos de realizar un adecuado
análisis de los cuestionamientos efectuados por los
recurrentes, comenzaré por recordar que el Tribunal
tuvo por acreditado que “… Omar Anthony López
Rosales, Luis Alberto Escobar Miranda, Israel Ysaías
Salazar Ramilla, Freddy Lloclla Carpio, Mamfer Abel
Noriega Narro, Héctor Ramón Mesecke, Bryan Jean Pool
Sánchez Reyes, Marco Antonio Maylle Flores, Edson
Osmar Paucar Cochachi, Javier Leandro Reyes, Gerardo
Santos López Carrasco, Jair Danny Aguilar Fernández,
César Augusto Reyes Zubieta, Juan Fernando Colona
Risco, Luis Federico Donayre Santa Cruz, José Luis
Monge Berrocal, Agustín Ramírez Benítez, Manuel
Guillermo Vega Tello, Carlos Alexis Aguirre Becerra,
Gerson José Jair Veliz Delgadillo, Andy Yovanni
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Del mismo modo, quedó corroborado Héctor
Ramón Mesecke, tuvo ilegítimamente en su poder un
arma de guerra, sin la autorización legal para ello.
Luego, quedó demostrado que Jair Danny
Aguilar Fernández, además resultó ser partícipe
necesario de la adulteración del documento de
identidad con el cual pretendió identificarse al
resultar detenido y que César Augusto Reyes Zubieta,
desobedeció a un funcionario público en el ejercicio
legítimo de sus funciones.
Por otro lado, se constató que Neycer
Anthony Hermoza Cosme tuvo en su poder, sin la
debida autorización legal, un arma de guerra y, del
mismo modo sin la debida acreditación Edgar Enrique
Robles del Campo tuvo en su poder un arma de fuego
de uso civil condicionado.
El período de imputación de los hechos que
en cada caso se tuvo por comprobado, será detallado
al momento de analizar la situación particular de
los aquí imputados, sin perjuicio de señalar que, en
ningún caso antecede al 23 de mayo de 2013, fecha en
la que se dictó sentencia en la causa N° 1310/10 del
registro de este Tribunal, respecto de varios de los
aquí imputados, con excepción de Danny Jair Aguilar
Fernández, cuya imputación comprende el período
comprendido entre mayo de 2009, hasta la fecha de su
detención en diciembre de 2017, en virtud de
encontrarse prófugo en estas actuaciones desde el 25
de octubre de 2010.
También corresponde señalar que, más allá
de los períodos de imputación que se han señalado,
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maniobras para llevar adelante la operatoria de la
empresa criminal; otro grupo ubicado en el estrato
inmediatamente inferior al primero, que se ocupaba
de reunir el dinero producido de la venta del
ilícito elemento y hacer llegar al siguiente grupo
las directivas recibidas desde la cúspide.
Asimismo, existía un conjunto de
individuos cuya misión era ingresar el
estupefaciente al barrio, a los sitios que la
organización tenía a su disposición, en ciertos
sectores fuertemente custodiados, usados tanto para
guardar armas y municiones, como para almacenar la
droga y fraccionarla, faena esta que estaba en manos
de otro grupo.
Luego se contaba con individuos cuya
función principal era la de aportar la seguridad
necesaria para garantizar que cada uno de los
estratos pueda cumplir con su función y finalmente,
en el último escalón de esta pirámide, los
denominados “punteros” que, por lo general
acompañados por otros individuos que se encargaban
de alertar sobre la eventual presencia policial, se
hallaban ubicados estratégicamente en distintos
puntos del asentamiento y se dedicaban a la venta de
las sustancias estupefacientes.
Asimismo, pudo determinarse que la
totalidad de la operatoria desde el inicio hasta su
culminación con la venta de los alcaloides se
efectuaba a través de un sistema de turnos, lo que
explica que, pese a la detención de varios de sus
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evaluación de la prueba y determinación de los
hechos que han constituido el objeto de las condenas
dictadas y el grado de intervención de los distintos
impugnantes. Y, finalmente, la respuesta a los
cuestionamientos realizados en torno a la aplicación
que del derecho sustantivo ha efectuado el tribunal
de juicio en relación a dicha plataforma fáctica y,
al terminar los agravios relativos a la
determinación y modalidad de las penas que les ha
sido finalmente impuesta a los encausados.
IV. De las nulidades:
Como criterio general para el análisis de
las diversas nulidades planteadas por las partes
recurrentes, es menester recordar que “en materia de
nulidades procesales prima un criterio de
interpretación restrictiva y sólo cabe anular las
actuaciones cuando el vicio afecta un derecho o
interés legítimo y cause un perjuicio irreparable,
sin admitirlas cuando no existe una finalidad
práctica, que es razón ineludible de su procedencia.
En efecto, la nulidad por vicios formales carece de
existencia autónoma dado el carácter accesorio e
instrumental del derecho procesal; exige, como
presupuesto esencial, que el acto impugnado tenga
trascendencia sobre la garantía de la defensa en
juicio o se traduzca en la restricción de algún otro
derecho. De otro modo, la sanción de nulidad
aparecería respondiendo a un formalismo vacío, en
desmedro de la idea de justicia y de la pronta
solución de las causas, en lo que también está
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Sentado lo expuesto, se analizarán
individualmente las nulidades planteadas, debiéndose
realizar la salvedad de que todos estos planteos no
resultan novedosos; antes bien, fueron articulados
en etapas anteriores y desde ya adelanto que, por
las razones que desarrollaré a continuación, no
pueden prosperar.
1. En primer término, corresponde avocarse
al tratamiento de la impugnación realizada por la
defensa de Silvana Alejandra Salazar respecto a la
validez de la prosecución de una investigación ya
existente y si está afecta el principio ne bis in
ídem cuando posteriormente aparecen nuevos hechos
cometidos por el imputado oportunamente condenado.
Antes que nada, cabe recordar que ya ha
resuelto la Corte Suprema de Justicia de la Nación
que “la garantía que prohíbe la doble persecución
penal por el mismo hecho tiene base constitucional”
(Fallos: 258:220; 292:202; 299:221; 308:84; 314:377
y 315:2680). Dicha garantía también encuentra
asidero en los tratados internacionales de jerarquía
constitucional (art. 8.4 de la Convención Americana
de Derechos Humanos –Pacto de San José de Costa
Rica; art. 14.7 del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos).
Su fundamento es proteger a los ciudadanos
de las molestias y restricciones que implica un
nuevo proceso penal cuando otro sobre el mismo
objeto está en trámite o ha sido ya agotado; y se
extiende, al menos, a toda nueva “persecución
penal”, es decir, que ampara al imputado desde que
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sin que se tenga en cuenta para ello su calificación
legal (Fallos: 299:221; 308:1678; 314:377; 315:2680
y 321:1848).
Como consecuencia, la Corte concluyó que
tal garantía no es aplicable cuando las conductas
imputadas en ambos procesos no son idénticas por
versar sobre un acontecimiento histórico distinto al
que originó el otro proceso concluido o en trámite,
aún si los encausados hubiesen realizado los hechos
de modo simultáneo (Fallos: 248:232; 250:724;
302:210 y 321:1848).
La identidad objetiva impone, entonces,
que la imputación sea idéntica, lo que sucede cuando
tiene por objeto el mismo comportamiento atribuido a
la misma persona; y para cuya determinación se debe
prescindir de toda valoración jurídica del hecho. Es
que, se trata de impedir que la imputación concreta,
como atribución de un comportamiento históricamente
determinado se repita, cualquiera que sea el
significado jurídico que se le haya otorgado en una
u otra ocasión, o el nomen iuris empleado para
calificar la imputación o designar el hecho. Se mira
el hecho como acontecimiento real, que sucede en un
lugar y en un momento o período determinados.
En efecto, en lo ahora pertinente, cabe
recordar que la identidad del objeto material del
proceso (eadem res), invocada en el recurso
impetrado, significa una identidad real y no
jurídica, por lo que la confrontación debe hacerse
entre dos supuestos de hecho mirados en su
materialidad (Clariá Olmedo, Jorge A. "Tratado de
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seguridad, daban cuenta que, pese a que la
organización venía siendo desmembrada luego de las
diferentes y sucesivas detenciones, aún seguía
vigente y totalmente operativa.
Al respecto, en su voto conjunto los
doctores Javier Feliciano Rios y Andrés Fabián Basso
afirmaron que “… el plexo probatorio enunciado en el
decreto criticado resultó harto suficiente, de
acuerdo a la etapa que se transitaba, para acreditar
tanto la continuidad de la actividad criminal
investigada, como la participación de los imputados
en dicho accionar, por cuanto las tareas que se
venían desarrollando y los resultados obtenidos no
solo justificaban por demás la continuidad de la
investigación, sino que el juez se encontraba
obligado a ello”.
En esa dirección, los jueces destacaron
que nunca se había dejado de investigar todo aquello
que oportunamente fue informado por el imputado
arrepentido “A”, pese a que ya se habían logrado
detenciones y consecuentes condenas respecto de
muchos de los indicados por el colaborador.
Aclararon, a su vez, que como siempre se hacía
mención en los diferentes autos de mérito dictados
en la etapa instructoria, indefectiblemente tras
cada detención se formaban nuevos legajos de
investigación para no entorpecer el trámite de
sumarios con personas detenidas. De allí que la
causa nro. 11882 siguiera su curso, extrayéndose los
testimonios correspondientes cada vez que la
situación lo meritaba y se llegara en cada uno de
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sustancial, reiteración de los razonamientos ya
desarrollados en la etapa previa de la causa y
aparecen bien refutados en la resolución que se
ataca, sin que se logre rebatir tales apreciaciones
en los recursos casatorios.
Al respecto, el Tribunal de mérito –en el
voto conjunto de los jueces Javier Feliciano Rios y
Andrés Fabián Basso- valoró que “… cada uno de ellos
fue precedido por amplios informes y declaraciones
testimoniales que justificaron la intromisión
estatal en la esfera íntima de las personas.
En efecto, el reclamo de la defensa
aparece a todas luces subjetivo y solo trasluce su
descontento por el rumbo, a veces variable, que tomo
la investigación; no puede dejar de resaltarse que
para aquel entonces el juez se nutría de los
constantes informes producidos por los preventores y
que, unidos a las constancias históricas de la
causa, condujeron al magistrado a resolver como lo
hacía, sin que se pueda juzgar ex post, que tales
decisiones no conducirían a los objetivos deseados,
o por lo menos a los que hubiesen convenido a esa
defensa. Por el contrario, cada línea de
investigación sugerida fue seguida por el juez,
previo análisis de su conveniencia, descartándose
aquellas que por no producir resultado alguno
dejaban de perseguirse”.
“Por tanto, a lo ya analizado cabe solo
reiterar que las intervenciones telefónicas fueron
solicitadas a fin de constatar la ocurrencia de los
hechos objeto de la extensa investigación que se
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el narcotráfico” y recordó que los compromisos
internacionales obligan a Argentina a una
"coordinación de la acción preventiva y represiva
contra el tráfico ilícito, adoptando las medidas
necesarias, para que el cultivo, la producción,
fabricación, extracción, preparación, oferta de
venta, distribución, despacho, expedición de
tránsito, transporte, importación y exportación de
estupefacientes, sean consideradas como delitos que
se cometen intencionalmente, y que los delitos
graves sean castigados en forma adecuada,
especialmente con penas de prisión y otras penas
privativas de la libertad (art. 36 de la Convención
Única de 1961 sobre Estupefacientes de Naciones
Unidas)".
Además, dicha inteligencia fue sostenida
recientemente por el Tribunal Supremo en el
precedente “Fredes” (Fallos: 341:207); ocasión en la
que destacó que el tráfico ilícito de drogas y las
modalidades de crimen organizado a él asociado son
una fuente constante y permanente de afectación de
derechos de los individuos y de la sociedad.
A su vez, también afirmó que “todos los
órganos del Estado Argentino que intervengan en un
proceso en el que se investigue el tráfico ilícito
de estupefacientes deben comprometer sus mejores y
máximos esfuerzos, en el ámbito de sus competencias,
para que el enjuiciamiento sea agotado sin que
queden impunes tramos de la actividad ilícita por la
que la República Argentina asumió jurisdicción”
(Fallos: 330:261).
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implicaba un compromiso más intenso, paciente y
duradero en las comunicaciones, hasta alcanzar datos
que, en cualquier otro procedimiento y con una
seguridad rayana en la certeza, con previsibilidad
se descubrirían mucho antes” (el resaltado
corresponde al original).
A partir de lo reseñado, de lleno entonces
en el examen de la cuestión de la legalidad de tales
medidas dispuestas durante la instrucción,
corresponde recordar, como ya he sostenido en
numerosas oportunidades, que nuestro más Alto
Tribunal ha establecido que en la tarea de
reglamentación de los principios constitucionales,
la ley debe compatibilizar el ejercicio de los
derechos de todos los intervinientes en el juicio
con el interés social que existe en la eficacia de
la justicia (Fallos: 286:257, citado por Sagüés,
Néstor Pedro: Elementos de Derecho Constitucional,
pág. 330, Ed. Astrea, Buenos Aires, 1993).
Es que, el principio de razonabilidad
condensado en el artículo 28 de la Constitución
Nacional no se limita a exigir que sólo la ley sea
razonable, sino que resulta más amplio en virtud de
que cada vez que la Constitución Nacional depara una
competencia a un órgano de poder, le impone en el
ejercicio de la actividad consiguiente que ésta
tenga un contenido razonable, es decir, no
arbitrario.
La razonabilidad es entonces una regla
sustancial, a la que también se la ha denominado “el
principio o la garantía del debido proceso
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derechos de cada persona están limitados por los
derechos de los demás, por la seguridad de todos y
por las justas exigencias del bien común, en una
sociedad democrática” (art. 32.2). A modo de
mención, debe señalarse que el Convenio Europeo para
la Protección de los Derechos Humanos y de las
Libertades Individuales dispone en su artículo 8.2
que “No podrá haber injerencia de la autoridad
pública en el ejercicio de este derecho salvo cuando
esta injerencia esté prevista por la ley y
constituya una medida que, en una sociedad
democrática, sea necesaria para la seguridad
nacional, la seguridad pública, el bienestar
económico del país, la defensa del orden y la
prevención de las infracciones penales, la
protección de la salud o de la moral, o la
protección de los derechos y las libertades de
terceros”.
A la luz de lo precedentemente formulado,
corresponde analizar si las ordenes que dispusieron
las intervenciones telefónicas reúnen en el caso el
requisito de razón suficiente, a cuyo fin debe
recordarse que el principio analizado exige que el
medio utilizado para alcanzar un fin válido guarde
proporción y aptitud suficiente con ese fin, o que
haya existido una razón valedera para fundar dicho
acto de poder.
En el caso en estudio, los autos por los
que se ordenan las escuchas telefónicas de los que
se agravian las defensas de Silvana Alejandra
Salazar, Gladys Santos Carhuachin, Virginia Santos
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de este considerando, con todos los procedimientos
que se venían llevando a cabo, así como las
detenciones que se habían producido, en este caso la
de Fernando Ariel Torres Benítez, lo que una vez más
demostraba que la organización seguía operativa,
amén de que a partir de uno de los teléfonos
secuestrados al nombrado, el propio magistrado
ordenó por secretaría la confección de una
certificación respecto del contenido de ese
aparato”.
Expresaron que “se remite al informe de
fs. 15332/4, en el que surgen entre otras,
conversaciones de Silvana Salazar, con quien se
sospechaba que se trataba de su esposo Marco Antonio
Estrada Gonzáles, razón por la cual la prevención
solicitó su intervención en conjunto con otros
abonados de los que se creía que podrían resultar
circunstancias relevantes para la investigación.
Aquí, aparece oportuno detenerse porque este decreto
demuestra que el magistrado instructor analizaba
detalladamente los informes arrimados a la causa, y
por qué se dice esto, porque los investigadores
venían insistiendo con la intervención del abonado
del identificado como Antonio Visco, a lo que el
juez se negó por entender que no correspondía tal
intervención en virtud del ´estado incipiente de la
investigación a su respecto´”.
Los magistrados explicaron que estaba
“precedido por el informe policial de fs. 15347/53,
en el que transcriben conversaciones en las que
aparecería el nuevo teléfono que estaría utilizando
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abonado resultaba proporcional al giro que estaba
tomando la investigación, con lo cual resultaba útil
su intervención a esos fines y por lo tanto
justificada”.
Adujeron que “esta precedido por dos
informes de los que surgen los referidos abonados,
en efecto se agregaron a fs. 15476/79 y a fs.
15481/3, de ellos surge precisamente que “Freddy”
estaría viajando a Perú y se llevaría consigo el
primero de los abonados, dejando a su esposa “Ana”
el 1251, mientras que también del último de los
informes se desprende que quien lo reemplazaría
durante su viaje sería su yerno “Alexis”, que a su
vez utilizaría el número 8636; esta rica información
justificó holgadamente la intervención de ambos
teléfonos, de modo que tampoco en este caso el
decreto resulta infundado”.
Por último, se dijo que “… estuvo
precedido por el extenso informe de fs. 15539/64 del
que se desprenden, gran cantidad de elementos
atinentes a la investigación que se venía
desplegando, resultando a todas luces necesaria la
intervención de los abonados allí dispuestos, de
manera que tampoco resulta injustificado el decreto
cuestionado”.
Como se advierte, las medidas cuestionadas
fueron dictadas después de haberse cumplido las
mínimas y necesarias tareas de investigación. Es que
con el objeto de continuar con la pesquisa se
instrumentaron las intervenciones telefónicas por
intermedio de los funcionarios policiales.
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comprobadas en la causa que sustentan las ordenes de
las medidas probatorias criticadas.
En base a lo expuesto corresponde recordar
que el dictado de una medida de excepción como la
intervención de comunicaciones telefónicas no exige
ni presupone certeza ni se requiere prueba de
culpabilidad de la persona que debe soportarla. De
adverso, basta con que la circunstancia que la
sustente sea probable, porque lo contrario
equivaldría a exigir que los jueces supieren de
antemano el resultado de la medida que ordenan,
cuando es justamente a la inversa: se intenta
conocer la verdad jurídica objetiva, a partir de la
ignorancia (cfr. mi voto en causa FSM
685/2012/TO1/CFC6 “Villalba, Miguel Ángel y otros
s/recurso de casación”, reg. nro. 2538/15, rta.
29/12/15, entre muchas otras).
Así se concluye que la legitimidad de las
intervenciones telefónicas dispuestas en este
expediente está sustentada por el cumplimiento
previo de la exigencia de la debida fundamentación y
apoyada en un marco de razonabilidad a partir de las
sospechas suficientes extraídas de las
circunstancias objetivamente comprobables por las
notas elevadas al magistrado instructor, quien,
desde el punto de vista formal, para disponerlas
cumplió con las exigencias del art. 236 del código
adjetivo (cfr. mi voto en causa nro. 6509 “Puertas
Vernengo, Víctor y otros s/recurso de casación”,
reg. nro. 9954, rta. el 26/12/07, entre muchas
otras).
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ganancia a divisas extranjeras-, las tareas de
observación encubierta pueden ser inútiles por
ausencia de movimientos compatibles con una simple
actividad ilícita de comercio o transporte y en la
cual el único medio para poder investigar resulta
ser la intromisión en la intimidad que implica una
intervención.
En esa dirección, el doctor Machado
Pelloni concluyó que “… no existió ningún
quebramiento de las formas en las injerencias, lugar
común de reclamo de las combativas defensas. La
facticidad, medida por envergadura, aspersión
comisiva, maniobras de defensa en procura de
impunidad y la franca adversidad desatada en el
territorio –extendida a los vecinos atemorizados
(prueba refrendada por decenas de preventores, desde
Radziwit a gendarmes como Cusi) una de las cuales vi
con mis ojos en una inolvidable audiencia-, no me
inclinan por reconocer una mengua de tutela, sino
una injerencia absolutamente indispensable al
desafío que condicionó la competencia del
magistrado. A ello toca sumar que la complejidad
reconocida en el colectivo por entonces sospechado,
y sucintamente presentado aquí, no podría haber sido
correspondida estatalmente de otra manera, en mérito
de su estabilidad y protección”.
La medida de referencia luce acorde a los
principios de proporcionalidad, necesidad y
subsidiaridad, cumpliendo a su vez el contenido del
texto de los autos que la instrumentan con el
recaudo de motivación suficiente, toda vez que en él
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conforme la correcta doctrina y jurisprudencia,
reseñada en los fallos “NADAL” de esta Sala (“Nadal,
Juan Carlos y Aragon, Francisco José s/ recurso de
casación”, rta. el 14 de julio de 1997, reg. Nro.
886), y el precedente “Nuñez, Jorge y otro” de la
Sala II (rta. el 7/9/98); todo ello ordenado,
además, en la medida de las posibilidades, con el
debido resguardo de la privacidad (art. 19 de la
C.N.) y para evitar toda intromisión, que no fuera
necesaria para el curso de la investigación, en la
esfera íntima de las personas que se encuentren
involucradas.
De allí que entonces que tampoco puede
progresar el agravio de las defensas relativo a la
lesión al derecho a la intimidad, porque quienes
escucharon las conversaciones fueron los auxiliares
técnicos.
Con ese marco, cabe resaltar que surge de
manera evidente que el presente proceso, en donde se
buscaba desbaratar una banda dedicada al tráfico de
estupefacientes que operó en la villa 1.11.14 de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires durante muchos años,
y con una modalidad para los funcionarios
preventores que reviste características
particularmente complejas como el constante cambio
de los números telefónicos utilizados para la
ejecución de las maniobras delictivas -reseñadas
detalladamente a lo largo de estas actuaciones-, que
tornaron dificultosa la investigación de los hechos.
Con respecto al cambio de líneas
telefónicas resulta oportuno recordar al juez
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protegido como es la intimidad y el secreto de las
comunicaciones-, cumplen con los requisitos que la
doctrina de esta Cámara exige para tal tipo de
medidas: es razonable en atención a los antecedentes
que se referencian y es proporcionada porque los
hechos que se pretenden conocer y probar (y
eventualmente prevenir) no pueden serlo de otra
manera menos intrusiva.
En consecuencia, corresponde concluir que
los decretos que disponen las medidas de prueba aquí
analizadas resultan fundados, conforme con la
interpretación de su validez y alcance realizada por
el tribunal de juicio; razón por la cual no podrán
prosperar estos planteos nulificantes efectuados por
las defensas.
Por último, en lo que hace a las prórrogas
de las intervenciones en cuestión, solo habré de
señalar que su prolongación en el tiempo resultan
proporcionales y adecuadas a la investigación que el
magistrado instructor estaba llevando a cabo,
encontrándose facultado para obrar en ese sentido;
es que la presente no se trató de un simple hecho de
comercialización o transporte de material prohibido,
sino que el objetivo siempre fue desbaratar a una
organización criminal de gran envergadura,
resultando necesario maximizar los esfuerzos para no
dejar impune a ningún eslabón de la banda, con lo
cual fue imprescindible y necesario alargar las
intervenciones telefónicas oportunamente ordenadas.
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En consecuencia, se concluye
razonablemente entonces que los autos que aquí se
impugnan están fundados (art. 236 del C.P.P.N.).
3. Por otra parte habré de efectuar una
consideración con respecto a lo alegado por la
defensa de Silvana Alejandra Salazar en relación a
la errónea incorporación del resultado de todas las
escuchas telefónicas y de todos los informes como
pruebas en el juicio.
En primer lugar, en relación a las
garantías constitucionales que deberían encontrarse
cumplidas en la etapa de juicio, la defensa
consideró que el Tribunal de mérito ha inobservado
no solo el derecho de defensa sino también la
oralidad pues señaló que la mayor cantidad de prueba
se incorporó por lectura.
En este orden de ideas, entendió que no
conocía qué conversación en concreto había sido
tenida en cuenta como prueba de cargo por el
Ministerio Público Fiscal y así poder dar
oportunidad de que su asistida diera una explicación
y confronte dicha prueba.
Al respecto, corresponde señalar que surge
de la mera lectura del acta de debate oral y
público, que a lo largo del mismo fueron
incorporadas a juicio, diversas transcripciones,
notas, remisión de legajos e informes de los
resultados de las escuchas telefónicas ordenadas en
autos.
Por lo tanto no es exacta la afirmación de
la defensa de que no pudo ejercer el derecho de
125
defensa en juicio y tampoco se observa la
inobservancia de las exigencias de oralidad,
inmediación y contradicción requeridas en todo
proceso oral y público.
Si fuera el caso, de que los
cuestionamientos defensistas refirieran a que no se
oyó en el debate la totalidad de las comunicaciones
intervenidas, considero oportuno destacar la
imposibilidad material de llevar a cabo semejante
procedimiento en atención a la notoria voluminosidad
y complejidad del contenido de las mismas.
En este orden de ideas, la parte
recurrente no demuestra un agravio concreto,
debiéndose destacar que fueron los miembros del
Tribunal de juicio quienes ponderaron el contenido
de las escuchas y, teniendo en cuenta el resto del
material probatorio incorporado durante la
investigación, valoraron negativamente su contenido.
A lo que se agrega, como ya se dijo, que luego estás
fueron incorporadas en el marco del juicio oral y
público, en presencia de los magistrados, el
acusador y las respectivas defensas, quienes
contaron con todas las herramientas suficientes para
cuestionarlas.
Además, en autos abundan las pruebas
valoradas por el a quo a los fines de fundamentar su
sentencia, la que a todas luces no se basó
únicamente en las escuchas telefónicas cuestionadas,
sino que importó el análisis pormenorizado de una
variedad de elementos probatorios, que contaron con
su debido control por parte de las defensas a lo
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enfocado en lo que verdaderamente preveía el
artículo 26 bis de dicha normativa.
En ese sentido y citando doctrina y
jurisprudencia nacional, el fiscal de juicio explicó
que surgía claramente de la discusión parlamentaria
que aquello estaba orientado a las pruebas
incorporadas que no habían sido controladas y
ordenadas por los jueces, las que se hacían
privadamente o anónimamente porque se permitían en
la ley las denuncias anónimas, el aporte de
información anónima. Sostuvo que si lo aportado no
fue motivado, necesita una corroboración posterior o
específica.
Añadió que distinto era el caso de la
prueba obtenida con orden judicial, en la que no se
requeriría comprobación de su autenticidad ya que
las formalidades que rodean a los actos de la
instrucción permitirían darle validez.
En esa misma línea argumental, cabe
recordar que siempre que una fuerza de seguridad
actúe bajo las órdenes de un Juez competente y,
dentro los límites por él impuestos, no resultarán
inválidas para ser utilizadas como prueba las
escuchas telefónicas obtenidas en la pesquisa, lo
que ha ocurrido en autos (en el mismo sentido cfr.
causa N°2572 de la Sala I de esta Cámara “Sceccia
Luis F. y otros s/ recurso de casación”, reg. nro.
3398, rta. el 20/03/00).
Asimismo, cabe traer a colación lo
señalado por el voto conjunto de la instancia
anterior “… en esta ocasión resta agregar que,
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vengo diciendo, su valor probatorio dependerá en
cada caso de su ponderación conjunta y contrastada
con el restante plexo cargoso obrante en la causa.
Además, reitero que la parte recurrente no
precisa cuáles son los CDS que aduce manipulados y
tampoco se deduce del recurso presentado que éstos
fueran el único elemento probatorio en su contra.
Por ello, estimo que debe rechazarse este
tramo de la impugnación.
5. En siguiente término y con respecto a
la crítica efectuada por la defensa de Silvana
Alejandra Salazar sobre todo lo actuado a partir de
abril de 2015, más precisamente en lo que hace a la
investigación efectuada por el principal Giaconne, y
a la incorporación de los listados de llamadas
entrantes y salientes, sólo habré de señalar que, en
base a los distintos elementos probatorios obrantes
en esta extensa investigación, dichos planteos
resultan un intento más por tratar de desacreditar
la validez del de la presente causa, donde se logró,
entre otras cosas, no solo la detención de Salazar
sino que en los procedimientos realizados se
secuestró gran cantidad de diferentes drogas, armas
de fuego, municiones y dinero en efectivo tanto de
moneda local como extranjera, y el desbaratamiento
de una importante banda dedicada al crimen
organizado, más precisamente al tráfico de
estupefacientes.
Por ende, la cuestión así expuesta no
resulta más que un agravio insustancial, por lo
cual, según la inteligencia trazada por nuestro
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telefónicas, las que pese a los reclamos de las
defensas no han podido ser rebatidas en su
autenticidad, de modo que la queja de las letradas
en cuanto las órdenes de registro resultan inválidas
por haberse basado únicamente en los, a su entender,
falsos dichos del oficial Souza, caen por tierra a
poco que se dé integra lectura a los decretos
cuestionados.
En este sentido, es justo señalar que los
mentados decretos también tuvieron en cuenta las
numerosas detenciones que se habían llevado a cabo
para esa época y que hablaban a las claras de que,
como se dijo al principio, la organización
continuaba plenamente operativa”.
Con respecto al planteo formulado por la
defensa de Gerardo Santos López Carrasco y Omar
Anthony López Rosales, mencionaron, específicamente,
que la incursión a ese domicilio estuvo justificada
en las tareas previas llevadas a cabo, de las que
surgían sospechas de que allí se almacenarían los
estupefacientes que posteriormente eran ofrecidos a
la venta y que se trataría de uno de los domicilios
que estaban a disposición de los integrantes de la
organización.
Lo expuesto pone en evidencia la extensión
de la investigación en la que se apoyó el instructor
para fundar las órdenes de allanamiento
cuestionadas. En otras palabras, cabe referir que la
cuestión traída a estudio se vincula con el
conflicto entre dos intereses fundamentales de la
sociedad: su interés en una rápida y eficiente
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están sujetos a las limitaciones o restricciones
tendientes a hacerlas compatibles entre sí y con los
que corresponde reconocer a la comunidad (Fallos:
136:161; 142:80; 191:197), ya que la admisión de un
derecho ilimitado importaría una concepción
antisocial (Fallos: 136:161, pág. 171).
Ahora bien, la garantía de inviolabilidad
del domicilio, se encuentra consagrada en el
artículo 18 de la Constitución Nacional, en cuanto
expresa que el domicilio es inviolable y que una ley
determinará en qué casos y con qué justificativos
podrá procederse a su allanamiento y ocupación. Este
mandato de protección legal contra las injerencias
arbitrarias del Estado en el domicilio, se encuentra
reconocido en los pactos internacionales con
jerarquía constitucional en virtud del art. 75, inc.
22 de la C.N.
El goce de la garantía, ha sido concedido
con ciertas limitaciones, en tanto prevé que una ley
determinará en qué casos y con qué justificativos
podrá procederse al allanamiento de la morada. Y es
particularmente, el Código Procesal Penal de la
Nación donde se regulan las excepciones a la
inmunidad del domicilio.
Nuestro más Alto Tribunal ha establecido
que “Esta Corte, al referirse al art. 18 de la
Constitución Nacional, ha expresado que en él se
consagra el derecho individual a la privacidad del
domicilio de todo habitante –correlativo al
principio general del art. 19– en cuyo resguardo se
determina la garantía de su inviolabilidad, oponible
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razonabilidad analizado exige que el “medio”
empleado para alcanzar un “fin válido”, guarde
proporcionalidad y aptitud suficiente con ese fin, o
que haya existido razón valedera para fundar dicho
acto de poder (cfr. causa nº 560 de esta Sala IV
“Nadal, Juan Carlos y Aragón, Francisco José
s/recurso de casación” ya citada, entre muchas
otras).
Aplicando esta doctrina al caso de autos,
cabe referir que el juez a quo contaba en el caso
con datos serios, precisos y concordantes acerca de
que en los diversos domicilios vivían personas
vinculadas a una organización criminal que se
dedicaba al tráfico de estupefacientes
principalmente dentro de la villa 1.11.14 de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires y, en consecuencia,
podrían haber elementos relacionadas con esa
actividad ilegal, todo lo cual justificó debidamente
las medidas restrictivas de derechos, las que, en
consecuencia, no pueden reputarse como injerencias
arbitrarias en los derechos de los encausados.
En efecto, el juez instructor tenía
indicios objetivos de que en esos domicilios
“existen cosas vinculadas a la investigación de un
delito”, conforme lo dispone el artículo 224
C.P.P.N., a los fines de motivar las órdenes de
allanamiento cuestionadas.
Recordemos que previo a la disposición de
las presentes medidas –y cómo ha sido descripto
precedentemente-, los agentes preventores, como
parte de sus deberes de prevención, habían
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medida de excepción como lo es una orden de
allanamiento, no necesita ni implica certeza, ni
requiere prueba de culpabilidad del sujeto que debe
soportarla; de adverso, basta con que la
circunstancia que la sustente sea probable porque lo
contrario equivaldría a exigir que los magistrados
conocieren previamente el resultado de la prueba que
ordenan, cuando es justamente lo contrario: se
intenta conocer la verdad jurídica objetiva, a
partir de la ignorancia a ese respecto.
En consecuencia, corresponde rechazar este
tramo de la impugnación.
7. Acto seguido, corresponde abocarse a
las impugnaciones relacionadas con la ausencia de
los testigos de actuación tanto en algunos tramos de
los allanamientos como así también al momento de
efectuarse las detenciones de ciertos imputados y el
secuestro de elementos relevantes para la
investigación.
Antes que nada, estimo prudente destacar
conforme surge de autos que las personas que
intervinieron en los procedimientos en la villa
1.11.14 destacaron un común denominador: actos de
violencia generalizada, los cuales no solo podían
frustrar la aplicación de la ley sino también
comprometer la integridad de los auxiliares de la
justicia.
A modo de ejemplo se destacó que “El
gendarme Romero recorría el área cuando vio la
agresión sobre sus camaradas cuando procedían contra
el condenado Donayre Santa Cruz. El policía Ugarte
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generarían los cuantiosos dividendos a expensas del
riesgo para la salud individual del colectivo
social; con hechos comprobados desde el año 2013
hasta el desencadenante de las detenciones.
Llegado a este punto, es necesario
resaltar que esta Sala IV ya se ha pronunciado en el
sentido de que la sanción de nulidad contenida en el
artículo 140 del Código Procesal Penal de la Nación
se refiere exclusivamente a la ausencia de firma de
testigos citados en las actas labradas por los
preventores, y no a la ausencia de testigos en el
acto mismo de la inspección, hipótesis ésta que no
está prevista como motivo de nulidad en el
ordenamiento jurídico (Cfr. causa nro. 326, "Núñez,
Juan Carlos s/recurso de casación", Reg. nro. 568,
rta. el 19/4/96; causa nro. 680, "Sotuyo, Javier
Horacio s/recurso de casación", Reg. nro. 994, rta.
el 5/11/97; entre otras).
Así, la circunstancia de que los testigos
de las actas cuestionadas no hayan estado presentes
en la totalidad de los procedimientos cuestionados
no puede erigirse en la causal de nulidad contenida
en la disposición aludida.
Máxime teniendo en cuenta las
circunstancias particulares y extraordinarias que
rondaron a la presente investigación, dada la
magnitud de la organización criminal que se estaba
desarticulando y que los operativos se realizaban
dentro de la “zona controlada” por la organización
aquí juzgada.
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prueba, o sea, la que por sí sola basta para decir
(cfr. mi voto en la causa FSA
52000970/2009/TO1/CFC22 “Acuña, Carlos Dante y otros
s/ recurso de casación”, reg. nro. 1326/20.4, rta.
el 7/08/20, entre muchas otras); circunstancia que
resulta aplicable a las actas labradas por el
personal de seguridad en los distintos
procedimientos.
Es que la fe de los ciudadanos existe
porque confían en los mandatarios del gobierno o en
los que de la autoridad superior recibieron la
facultad para establecer, mediante esos documentos o
esos sellos, una presunción de verdad en una
declaración, o de existencia de ciertas condiciones
de un objeto (cfr. mi voto en la causa FTU
20066/2017/TO1/CFC1, caratulada “Carrizo, Lucas
Gastón s/recurso de casación”, reg. nro. 72/21, rta.
12/02/2021).
De allí entonces que el análisis de la
correspondencia del relato de los hechos allí
narrados con la realidad fáctica de lo acontecido,
en su valor probatorio, compete, desde la
perspectiva de la sana crítica racional, al
sentenciante.
En ese sentido, conviene señalar que se
remarcó “Si me detengo como ejemplo en Ramón
Mesecke, se procedió por una presunta discusión,
que, como a veces ocurre, los funcionarios no la
tenían en la memoria puntualizada; sin embargo, el
tema es por qué no se hizo el acta en el lugar y, a
mi modo de ver, está completamente despejado porque
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tendientes a garantizar el correcto resguardo del
material secuestrado en autos.
Por lo demás, la participación de testigos
civiles de actuación en los distintos actos
procesales, quienes rubricaron con su firma las
actas confeccionadas por los preventores, garantizó
el debido resguardo de los elementos probatorios
reunidos en autos, a lo que se suma que las defensas
no han logrado demostrar en sus presentaciones
recursivas de qué modo se han visto vulneradas las
prescripciones establecidas en nuestra norma
fundamental, limitándose a señalar que, en algunas
ocasiones, los testigos ingresaron con posterioridad
a los oficiales preventores o, en otros casos, que
no estuvieron presentes en el lugar donde se
produjeron las detenciones y secuestro del material
estupefaciente sino que recién tomaron parte de los
procedimientos en sitios seguros, según el criterio
de los agentes intervinientes.
Reitero que, conforme surge de la
sentencia, en las presentes actuaciones se dio la
constante de que, en los procedimientos llevados a
cabo dentro del barrio de emergencia, el personal de
seguridad se veía impedido de llevarlos delante de
la forma tradicional, sin poner en riesgo su propia
integridad física y la de los civiles que
eventualmente se buscaran al efecto.
En virtud de las razones apuntadas, no
resulta que en la presente investigación haya
existido, a partir del argumento de que los testigos
de actuación no presenciaron la totalidad de los
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también, por orden de autoridad competente, cumplen
la función de “impedir que los hechos cometidos sean
llevados a consecuencias ulteriores, individualizar
a los culpables y reunir las pruebas para dar base a
la acusación” (art. 183). Tales circunstancias,
además, deben que ser comunicadas inmediatamente al
juez competente y, en carácter de auxiliares
judiciales, los oficiales preventores formarán las
actuaciones correspondientes (art. 186). Asimismo,
corresponde mencionar que el Tribunal será siempre
asistido en el cumplimiento de sus actos por el
secretario (art. 121).
En consecuencia, escapa a toda lógica
considerar que las órdenes comunicadas por un
secretario a una fuerza de seguridad, no cuentan con
la decisión previa de un juez competente, salvo
prueba en contrario –que no es el caso-; cuando la
realidad es que una de sus tareas es desempeñar las
funciones auxiliares que les confíe el magistrado de
quien dependa directamente.
Ello, más allá del formato que el
preventor de la dependencia policial le haya dado a
las constancias de las comunicaciones mantenidas con
la secretaria actuante, momento en que le transmitió
las distintas medidas tomadas por el titular del
juzgado instructor en torno al procedimiento que se
estaba llevando a cabo en ese entonces.
Llegado a este punto, el tribunal de la
instancia anterior concluyó, acertadamente, que “En
cuanto a que la consulta fue realizada a la
secretaria del Juzgado quien, según reza el acta de
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sinérgica de los cuerpos policiales y las fuerzas de
seguridad federales por zona. Así, se facultó a la
Gendarmería Nacional a ejercer la función de policía
de seguridad y realizar tareas de prevención e
investigación de delitos.
En consecuencia, solo habré de mencionar
que la intervención de los agentes y/o dependencias
de la Gendarmería Nacional en tareas de
investigación o cumplimiento de diligencias dentro
de ésta extensa pesquisa realizada en el marco de
estas actuaciones, se ajustó a las facultades
otorgadas por el decreto mencionado precedentemente
y encontrándose, por ende, ausente la tacha de
validez invocada por la defensa.
Del mismo modo, los sentenciantes
concluyeron que “Sobran entonces las palabras para
justificar la actuación no solo de la gendarme
Alarcón en particular, sino de la Gendarmería
Nacional en su totalidad dentro del barrio, por lo
que también la nulidad impetrada en este sentido
debe ser desechada, por cuanto resulta inexistente
el ´centro de información clandestino´”.
Frente a ello, corresponde rechazar sin
más este tramo de la impugnación.
10. Corresponde analizar al planteo
efectuado por la defensa pública oficial en
representación de Neycer Anthony Hermoza Cosme
vinculado a la validez del secuestro de la pistola
ametralladora sin numeración, con mango con cinta y
una correa con dos cargadores encintados entre sí,
un dispositivo silenciador y siete cartuchos a bala
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funcionarios de que podían encontrarse ante una
situación delictual. Esa presunción no fue, por
tanto, fruto de una evaluación arbitraria por parte
de los oficiales intervinientes, sino que su
actuación encontró sustento en una serie de indicios
y elementos de juicio que llegaron a sugerir la
posibilidad de que los presentes en el inmueble
estuvieran relacionados con un delito; lo que luego
fue comprobado.
Debe recordarse que la función de los
preventores está constituida por un sinnúmero de
actividades orientadas hacia la investigación,
verificación y pesquisa de datos para la adopción de
medidas de control a los fines del mantenimiento del
orden público y la seguridad de la ciudadanía, la
prevención de la delincuencia, la interrupción de
infracciones en curso o el apartamiento de un delito
real e inminente; labores que constituyen una
metodología normal en la detección de los delitos y
sus posibles autores, y resulta una actividad
esencial para las fuerzas policiales y cuerpos de
seguridad y forman parte integrante de las funciones
que en modo imperativo establece el ordenamiento
procesal en el artículo 183 y ss.
La recordada función prevencional forma
parte de las facultades que establece el artículo
183 del ordenamiento procesal, que les impone el
deber de “investigar…, por orden de autoridad
competente, los delitos de acción pública, impedir
que los hechos cometidos sean llevados a
consecuencias ulteriores, individualizar a los
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de nuestro código de rito, no resultando objetable
de forma alguna su proceder.
Sentado cuanto precede se desprende que el
allanamiento de la vivienda de Hermoza Cosme se
encontraba motivado por una investigación previa y
no por la posterior respuesta del nombrado, en
cuanto a que la habitación donde se halló el arma de
fuego y demás elementos, era la suya.
De esta manera, es posible afirmar que en
el caso no se vulneró la garantía constitucional de
la prohibición de autoincriminación en tanto el
nombrado no fue objeto de un despliegue de medios
engañosos ni coactivos para obtener elementos del
delito.
En tal sentido cabe resaltar que las
indagaciones que pueda realizar el preventor acerca
de las actividades del sospechoso, o las preguntas
que se formulen tendientes a esclarecer su
situación, sólo implican una violación a lo
estipulado en el C.P.P.N. y la Constitución Nacional
en su art. 18, en la medida en la que esté afectada
la voluntariedad de los dichos del sospechoso,
siendo contrario a ello cualquier utilización de
amenazas, coacciones o intimidaciones (cfr. en lo
pertinente mis votos en causas “Coronel, José Rafael
s/recurso de casación, reg. 985.16.4, rta. el
9/08/2016 y FMZ 74721/2018/TO1/5/CFC1 “Carrizo,
Carla Gimena y otro s/recurso de casación", reg.
nro. 1044/20, rta. el 14/07/2020, entre otras).
Lo que se advierte del caso es que la
pregunta efectuada se dirigió tan sólo a esclarecer
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mencionada [en alusión al art. 316 del Código de
Procedimiento en materia Penal] impide a los
funcionarios investigar las pistas que pudieran
surgir de esa comunicación” (Fallos: 315:2505, Causa
C.9 XXIV “Cabral, Agustín s/ contrabando”, del 14 de
octubre de 1992).
De tal modo, establecida la posibilidad de
que los oficiales de policía recojan las
manifestaciones e indicaciones que voluntariamente
efectúen las personas, aún imputadas o sospechosas
de la comisión de un delito, sin que dicha actividad
se traduzca de manera automática en una
irregularidad nulificante de la diligencia, por lo
que corresponde el rechazo de la nulidad impetrada.
V. Cuestionamientos en torno a la
fundamentación de la sentencia pronunciada respecto
de la evaluación de la prueba realizada por el
tribunal para establecer las distintas
responsabilidades, la aplicación del principio in
dubio pro reo y la afectación al principio de
congruencia:
Corresponde ingresar ahora al tratamiento
de los agravios por el que las defensas cuestionaron
la fundamentación de la sentencia en lo relativo a
la valoración de las pruebas acumuladas en el
juicio, para concluir como acreditadas, con el grado
de certeza que exige un pronunciamiento
condenatorio, las conductas por las que resultaron
condenados Silvana Alejandra Salazar, Gladys Santos
Carhuachin, Virginia Santos Carhuachin, Willy Efrain
Lara Baquedano, Mirtha Elizabeth Santos Lara, Jesús
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al juicio y que resultaron dirimentes, sólo puede
extraer esta conclusión, con respeto de las reglas
de la lógica y la sana crítica racional.
A su vez, le corresponde a esta Cámara de
Casación, en virtud de los agravios traídos a su
conocimiento, revisar ampliamente la sentencia,
controlando también la fundamentación del fallo en
ese aspecto, es decir: el paso inductivo entre la
apreciación de la prueba y la conclusión de la
certeza; y la atribución de significado normativo
alcanzado en virtud del establecimiento de los
hechos juzgados (tal como lo sostuviera el suscripto
en las causas nro. 4428, “Lesta, Luis Emilio
s/recurso de casación”, reg. nro. 6049, rta. el
23/09/04; y nro. 4807 “López, Fernando Daniel s/
recurso de queja”, reg. nro. 6134, rta. el 15/10/04;
entre otras).
Acto seguido, previo a adentrarme en el
análisis de los distintos elementos incorporados a
la causa, se debe resaltar como primer elemento de
prueba, la reconstrucción histórica del contexto
dentro del cual tuvieron lugar los hechos
investigados. Tanto el representante del Ministerio
Público Fiscal como el juez Fernando Marcelo Machado
Pelloni, en su respectivo alegato y voto, le
dedicaron un acápite a explicar y detallar los
antecedentes del caso y su contexto.
Al respecto, en reiteradas ocasiones he
manifestado que “[…] la prueba contextual no es un
elemento de menor importancia. El contexto de un
hecho, si bien aisladamente no lo acredita, es útil
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asentamiento poblacional 1.11.14 ubicado en el Bajo
Flores.
Además, señaló que forman parte de la
imputación los hechos leídos al iniciar el debate y
que describen el accionar de cada uno de los
imputados en la organización criminal dedicada al
narcotráfico que operaba en la villa 1.11.14 desde
el mes de mayo de 2013 hasta el mes de junio de
2017, en el caso de la mayoría de los imputados.
Sin perjuicio de ello, aclaró que con
relación a otros imputados se les asignó una
responsabilidad hasta la fecha de sus detenciones y
que, en el caso de Jair Dany Aguilar Fernández, el
inicio de su participación sería situada en el mes
de mayo de 2009 y su fin sería en la fecha de su
detención en el mes de diciembre de 2017.
A continuación, hizo referencia a las
causas que formaban parte del debate, aclarando los
períodos involucrados en cada caso. En efecto,
indicó que la causa nº 2127 se inició en mayo de
2013 y que en el mes de diciembre de 2016 fueron
detenidos la gran mayoría de los imputados, mientras
que la causa nº 2187 abarcaba desde diciembre de
2016 hasta junio de 2017.
A su vez, mencionó que la causa nº 2245
comprendía desde octubre de 2017 hasta diciembre de
2017, como así también la imputación a Jair Dany
Aguilar Fernández mencionada con anterioridad, y que
las causas nº 2210 y 2303 se referían a las
detenciones con estupefacientes de Donayre Santa
Cruz y Gerson José Veliz Delgadillo respectivamente.
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importante- se encontraban rebeldes o no habían sido
identificados.
Afirmó que los investigadores que
participaron en esta pesquisa no eran “simples
policías de bajo rango”, sino que tenían una larga
experiencia en investigaciones criminales
relacionadas con la comercialización de
estupefacientes; por lo que sus testimonios
resultaban coherentes, asertivos, fundados en sus
sentidos y no tenían impugnación alguna en cuanto a
su validez legal, más allá del interés expresado en
que fueron quienes desarrollaron la investigación.
Cabe agregar que se rememoró que “… la
causa se inició a partir de la continuación de las
tareas de inteligencia realizadas por la División
Operaciones Metropolitanas de la Superintendencia de
Drogas Peligrosas de la Policía Federal Argentina a
fin de establecer si en el interior del asentamiento
poblacional 1.11.14 continuaban las operaciones de
una organización que llevaba adelante actos en
infracción a la ley 23.737, y que habría sido
investigada y condenada con anterioridad.
Así, hizo referencia al decreto del 27 de
agosto de 2013 dictado por el Juzgado Federal nº 12,
obrante a fs. 12482 de la causa nº 11882, destacando
que sería el que ordena esta investigación. Explicó
que allí se hace mención a cómo fue evolucionando,
desde la detención de los principales imputados de
esa causa, la ubicación de los rebeldes, cómo han
ido apareciendo más hechos de detenciones dentro del
asentamiento poblacional donde se seguía observando
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lograr detener a quien vende, a quien controla al
que vende o al “campana”, sino lograr destruir la
organización en términos de reprimir el delito.
Así, indicó que se fue avanzando en la
investigación con pocos datos y que se logró
identificar a una persona que se llamaba “Gladys”,
sin lograr obtener otro teléfono que el que daba
charlas de índole más particular con algunos retazos
de unas charlas específicas”.
Llegado a este punto, el Fiscal de Juicio
explicó que la circunstancia de que no se lograse
identificar a la parte superior no significaba que
se tendría que haber agotado la investigación.
Destacó que se había advertido que la organización
seguía funcionando, es decir, que el delito se
estaba cometiendo pero no se habían podido detectar
específicamente los mandos superiores.
Consideró que si se detenía a quienes
vendían y se realizaban allanamientos en la villa,
al día siguiente iba a entrar la misma cantidad de
estupefaciente y otras personas los iban a
suplantar.
Sostuvo que, por tal motivo, la
investigación estuvo centrada en buscar las cabezas
de esta empresa criminal, más allá de que ya había
dichos de quienes podían ser. Agregó que era
necesario mantener a los estratos intermedios para
poder atribuir la responsabilidad a las cabezas de
esta organización con los elementos que esta etapa
requiere.
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todo el conurbano bonaerense cercano a ella e
incluso toda la Capital Federal también.
Seguidamente, alegó que la organización
cuenta con tanto poder dentro del asentamiento, que
se manifiesta constantemente a través de la tenencia
y uso de armas de fuego que permiten controlar no
sólo los lugares de venta sino también intimidar a
la población que no comulga con esas actividades
ilícitas.
Al respecto, agregó que dentro de la villa
hay un montón de negocios legales y que las personas
trabajadoras que viven allí estarían intimidadas por
lo que ninguno daría el nombre para decir que
funciona una organización en este lugar. En efecto,
sostuvo que a través de los programas de televisión
que hablan de este asentamiento era posible ver cómo
funcionan estas intimidaciones que se realizarían
para proteger la actividad ilegal que se desarrolla
en ese lugar.
En tercer lugar, señaló que la
organización no quedaría subsumida a los límites de
la villa sino que existiría un entramado de personas
dedicadas a recolectar el dinero producido por las
actividades ilícitas, que luego sería entregado a
los organizadores que se encuentran en un escalón
superior. Además, explicó que el ingreso del
estupefaciente dentro de la villa también requeriría
toda una logística que, a su entender, se ha logrado
probar fehacientemente.
En definitiva, sostuvo que se trata de una
empresa dedicada al comercio de estupefacientes en
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serios, precisos y concordantes que analizaron en su
decisorio respecto de los nombrados, brindando los
esenciales y fundamentales argumentos para motivar
su conclusión; de lo que no surgen dudas sobre la
participación y responsabilidad criminal que en los
hechos llevados a juzgamiento les correspondió a los
encausados.
Con ese fin, cabe recordar que para tener
por debidamente acreditados los sucesos que se le
atribuyen a los imputados, los magistrados de la
instancia anterior tuvieron en cuenta distintas
probanzas:
a) Las declaraciones brindadas por el
personal de las fuerzas de seguridad que
intervinieron a lo largo de la investigación, a
saber: comisario Carlos Ernesto Gabriel Giaccone,
oficial principal Alberto Daniel Samaniego -de la
División Operaciones Metropolitanas de la
Superintendencia de Drogas Peligrosas de la Policía
Federal Argentina-, comisario Alberto Javier Moreno
-de la Policía Federal Argentina-, principal
Maximiliano Alberto Radziwit -funciones en la
Seccional 38a de la Policía Federal Argentina-,
suboficial escribiente Flavio Alcides Souza -de la
Superintendencia de Drogas Peligrosas de la Policía
Federal Argentina-, oficial Néstor Alberto Garramuño
–de la Policía Federal Argentina, siendo que entre
los años 2013 y 2018 prestó servicios en la División
Antidrogas Especiales dependiente de la
Superintendencia de Drogas Peligrosas de la P.F.A.-,
el cabo Iris Mariana Alarcón –de la Gendarmería
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“marcadores” para el éxito de los numerosos
allanamientos (en algunas ocasiones se hicieron
hasta 30 o 40 registros en forma simultánea dentro
de la 1.11.14).
- El oficial principal Alberto Daniel
Samaniego detalló las tareas que realizaba su
equipo, más precisamente: a pedido del comisario
Giaccone, averiguar y determinar cómo se extraía el
dinero del producido de la venta de estupefacientes
desde el asentamiento y hacia dónde se dirigía;
traducir distintas conversaciones y/o escuchas
telefónicas del idioma guaraní al castellano.
Sostuvo, asimismo, que el agente que realizó la
mayor cantidad de averiguaciones tratando de obtener
fotos y videos fue el oficial Flavio Alcides Souza.
Por último, describió cómo se comercializaba la
cocaína, pasta base y marihuana e identificó los
puntos de venta que tenía la organización: 1) el
puesto “Varela”; 2) el puesto “San Juan” y; 3) el
puesto de “La Canchita” y “En cuanto al modus
operandi de la organización criminal, especificó que
la banda estaba organizada bajo un sistema de dos
turnos, los cuales duraban veintiocho días cada uno,
a efectos de ser equitativos en materia de
dividendos. Al ser consultado, refirió que la
información vinculada a este sistema de turnos fue
obtenida por medio de averiguaciones, como sí
también por medio de escuchas telefónicas, de donde
surge que había personas, entre ellas Gladys, que
trabajaban un mes sí y al mes siguiente no,
circunstancia que podía detectarse dada la falta de
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Canchita”; 2) el puesto “San Juan”; 3) el puesto
conocido como “El córner de Lalo” y; 4) el punto de
venta “Varela”.
Sobre esta base, enfatizó que todos los
puntos de venta se componen, siempre, de tres
vendedores: a) uno que vende “alto”; b) otro que
vende “bajo” y; c) un tercero que vende cocaína”.
Señaló que el puesto “La Canchita” estuvo
ubicado originalmente en la cabecera del sector
conocido como “la canchita de los peruanos” y luego
se fueron movilizando en virtud de que se produjeron
algunas detenciones, allanamientos y por la
presencia del personal de Gendarmería Nacional
Argentina en el lugar.
Expresó que el puesto “San Juan” estaba
ubicado ingresando por la calle San Juan, hasta el
pasillo interno que dividía a la manzana 19 en dos.
Añadió que en la mitad del citado pasillo vivía uno
de los vendedores más antiguos de la organización
cuyo apellido es Donayre Santa Cruz. Agregó que el
domicilio de esta persona fue allanado entre dos o
tres oportunidades, uno de los cuales lo recuerda
con claridad porque 72 horas después `ya estaba de
marcador él, en lo que era el puesto San Juan`.
Con relación al “Córner de Lalo” destacó
que a veces, dada la cantidad de compradores
situados en el lugar, hacían dos filas ubicadas en
sectores distintos, para comprar la droga y con el
objeto de que no sea tan a la vista.
Que el puesto “Varela” estaba ubicado
“casi frente a la casa donde paraba Víctor Reyes
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Con respecto al punto de venta, explicó
que el primer “marcador”, que a su vez ejercía
tareas de seguridad, se encontraba en contacto
visual y auditivo con el segundo “marcador”. En este
sentido, refirió que se comunicaban entre ellos
mediante señas –gestos de gorras o bandoleras- o
silbidos.
En cuanto al último anillo de seguridad,
refirió que se encontraba en las calles perimetrales
de la villa 1.11.14, y estaban provistos de handys
para entablar comunicación, elementos que
posteriormente fueron secuestrados dentro de lo que
fueron los lugares de acopio y fraccionamiento.
Con respecto a la circulación dentro de la
villa 1.11.14, Souza explicó que lo primero que hizo
la banda cuando asfaltaron un serie de calles que
desembocaban en los puntos de venta, fue colocar
“lomos de burro” como mecanismo de protección y,
posteriormente, para impedir el paso de cualquier
medio de transporte, la organización puso “baldes
con cemento y unos fierros”, formándose así “unas
barricadas perfectas” que estaban ubicadas de forma
tal que, para que una persona pudiera cruzarla,
aquella “tuviera que hacer como es en los pasos a
niveles de las estaciones, que uno tiene que hacer
la curva para pasar si o si, o tirar todo lo que es
una barricada”.
- la Gendarme Iris Mariana Alarcón expresó
que en el 2017 cumplía funciones en el Centro de
Reunión de Inteligencia de la base operativa de
“Cinturón Sur” de la Gendarmería Nacional Argentina.
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cortó una llamada telefónica bajo el pretexto de que
“estaba ocupada”. Explicó que la antena que le dio
cobertura a dicha conversación telefónica es la que
está ubicada en Avenida Riestra 2770, de esta
ciudad, circunstancia que revela que aquella se
encontraba en el interior de la Villa 1-11-14, o
bien en sus inmediaciones” (…).
“Por otra parte, destacó que antes de que
lo desafectaran de la brigada, en una de las últimas
averiguaciones en las que participó, logró
determinar que “Gladys” se comunicaba con otra
persona, a la que denominaba “Sil” o “seño” o
“señora”, y que de las intervenciones telefónicas
realizadas podía desprenderse que se trataba de
alguien superior en la organización criminal, de una
persona a quien “Gladys” le rendía cuentas y a quien
le tenía que “demostrar respeto”.
Consultado que fue respecto de las
personas con las cuales “Gladys” mantenía relación,
recordó que de las tareas de campo realizadas en el
marco de la investigación que viene describiendo, se
logró determinar que “Gladys” tenía una hermana
[Virginia Esperanza Santos Carhuachín], que estaba
en pareja con “Willy” [Lara Baquedano], y tenían en
común una hija llamada “Mirtha” [Lara Santos].
Añadió que “Gladys” y “Willy” tenían
relación con “Silvana Salazar”, lo que se desprende
del resultado de las escuchas telefónicas y agregó
que Willy Lara Baquedano se dedicaba a la
fabricación de zapatos.
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personas aquí imputadas, a saber: Walter Leal,
Alejandro Gómez, Héctor Tilcara, Carlos Salinas –
detenciones de Luis Federico Donayre Santa Cruz-; el
gendarme Marcelo Flores –detención de Héctor Ramón
Mesecke-; el gendarme Pablo González; los gendarmes
Emanuel Batallanos y Jorge Aranda –detenciones de
Agustín Ramírez Benítez y Gian Arthur Aguilar
Fernández-; Jorge Aranda y Daniel Frutos –detención
de Miguel Ángel Enciso-; el gendarme Javier Mendoza
–detención de Andy Giovanni Andrés Jauregui-; la
gendarme Iris Mariana Alarcón –detención de Danny
Jair Aguilar Fernández-; Néstor Garramuño –
detenciones de Brian Jean Pool Sánchez Reyes y Luis
Fernando Reyes Cruzado-; y Franco Gullo –detenciones
de Gerardo Santos López Carrasco y Omar Anthony
López Rosales-.
c) En el caso bajo examen, se destaca la
gran cantidad de material estupefaciente, teléfonos
celulares, dinero, elementos de fraccionamiento y
objetos utilizados habitualmente en la
comercialización de material estupefaciente,
secuestrados en los diferentes allanamientos, que
por más tediosa tarea que sea, considero oportuno
mencionar los más relevantes para poder ilustrar la
magnitud de la empresa criminal aquí juzgada, a
saber:
- En el inmueble ubicado en la calle
Esteban Bonorino 1900, Edificio 10, Planta Baja “b”
de esta ciudad, se secuestraron 4 bolsas de nylon
transparente anudadas que contenían en su interior
una sustancia blanca que resultó ser
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a la marihuana, recubierto con nylon color blanco
encintado y 4 (cuatro) recortes de nylon color
blanco Similar a los que se utilizan para la guarda
de estupefacientes y una bolsita transparente que
contenía en su interior trozos de una sustancia
vegetal color verde amarronada Similar a la
marihuana.
- En el inmueble sin numeración catastral
visible, emplazada en un pasillo interno de la
manzana 16, al cual se accede a través de la calle
conocida como “San Jorge”, de la Villa 1-11-14 de
esta ciudad -tratándose de aquel cuya puerta de
ingreso es una reja color negra y se ubica entre las
viviendas 99 -sita a su derecha, de puerta celeste-,
y 100 -a su izquierda, de rejas color rojo-, donde
se incautó: una bolsa de nylon color negro
conteniendo trozos pequeños irregulares de
marihuana; balanzas de precisión, tijeras, cuchillo,
cutter, rollos de cinta adhesiva, y recortes de
bolsas de nylon destinados a utilizarlos como
envoltorios de los trozos de la sustancia compacta.
Además, en el interior de los bultos de nylon negro
se hallaban paquetes de cinta color marrón tipo
embalaje, en forma de los denominados ladrillos y/o
panes, conteniendo idéntica sustancia. Así también,
catorce bultos de bolsas de nylon color negro que
contenían alrededor de veinte panes cada una,
confeccionados con cinta de color marrón y
marihuana; tres bolsas de nylon color blanco
conteniendo envoltorios de nylon color negro
encintado de 3cm de lado aproximadamente conteniendo
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villa 1-11-14 de esta ciudad -tratándose de aquella
que presenta una puerta de color rojo de chapa, y
una reja de color gris en su frente- fueron
encontrados dos balanzas digitales, una de ellas de
color gris de pequeñas dimensiones con inscripción
en su parte trasera made in china y la otra marca
Digital Scale modelo SF-400; un bolsa del tipo
plástico con treinta y cinco bolsas transparentes
las cuales cada una de ellas contenían en su
interior la cantidad de (86) envoltorios de nylon de
color blanco cerrados con cinta de color negra los
que contenían en su interior una sustancia granulada
de color amarillenta de similares características a
la pasta base de cocaína (paco); y otra bolsa de
Similares características con (109) bolsas de nylon
transparente las cuales contenían cada una de ellas
la cantidad de (70) envoltorios de nylon color
blanco cerrados con cinta de color roja los que
contenían en su interior una sustancia en polvo de
color blanco de similares características a la
cocaína.
- En la casa sita en un pasillo interno de
la manzana 16 de la villa 1-11-14 de esta ciudad
-tratándose de aquella que reza Service Express,
luciendo una puerta de color verde y se ubica sobre
la mano izquierda y al final del pasillo- se
hallaron utensilios de cocina conteniendo una
sustancia polvorienta de color blanca tratándose de
dos cucharas y dos cuchillos; un blister conteniendo
diez pastillas de color amarillo; un blister cortado
que contiene seis pastillas similares a las
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la intersección de las calles San Juan y Santa Rosa-
(Punto 40): un paquete asegurado con banda elástica
con cuarenta y cuatro billetes de veinte pesos
moneda argentina de curso legal; un paquete
asegurado con banda elástica con ciento cuarenta y
un (141) billetes de diez pesos moneda argentina de
curso legal; un paquete asegurado con banda elástica
con doscientos diez billetes de diez pesos moneda
argentina de curso legal; un paquete asegurado con
banda elástica con ciento veinte (120) billetes de
cinco pesos, moneda argentina de curso legal; y tres
(03) billetes de cien pesos, dos (02) billetes de
cincuenta pesos, veintinueve (29) billetes de diez
pesos, de moneda argentina de curso legal,
veinticuatro (24) billetes de cinco pesos moneda
argentina de curso legal, setenta y un (71) billetes
de dos pesos moneda argentina de curso legal; En la
habitación “i” se procedió al hallazgo de trece (13)
billetes de pesos cien, moneda argentina de curso
legal, un (01) billete de cincuenta pesos, moneda
argentina de curso legal, tres (03) billetes de diez
pesos, moneda argentina de curso legal, cuarenta y
nueve (49) billetes de cinco pesos, moneda argentina
de curso legal, siete (07) billetes de dos pesos, en
moneda argentina de curso legal; un bolso color
azul, con inscripción “gaucho”, con una bolsa de
nylon transparente conteniendo ocho (08) envoltorios
de nylon transparente con una sustancia conformada a
base de cocaína; ochenta y siete (87) envoltorios de
nylon transparente, de menor tamaño pero conteniendo
la misma sustancia, asegurados con cinta aisladora
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negra de metal, con inscripción “15000w” con
cargador 220 volt; un (01) rollo de bolsas de nylon
transparente de aprox. 15 centímetros, un (01)
recorte de nylon transparente con restos de
sustancia amarillenta Similar a la paste base, dos
tijeras de metal con mango plástico, una (01) bolsa
de nylon transparente abierta conteniendo cuarenta y
ocho (48) envoltorios de nylon asegurados con cinta
aisladora roja con cocaína, una (01) bolsa de nylon
transparente cerrada mediante nudo conteniendo
setenta (70) envoltorios con cocaína, tres cucharas
plásticas -dos rojas con restos de sustancia
pulverulenta amarillenta Similar a la pasta base, y
una verde con restos de sustancia pulverulenta color
blanquecina Similar al clorhidrato de cocaína-, una
cuchara de metal con restos de sustancia blanquecina
Similar al clorhidrato de cocaína, tres tijeras de
metal, (01) envoltorio de nylon transparente
conteniendo cocaína, cuarenta y cuatro (44)
envoltorios de nylon transparente asegurados con
cinta aisladora color rojo conteniendo sustancia
Similar al clorhidrato de cocaína, y uno (01)
asegurado con cinta aisladora negra con idéntica
sustancia –pudiendo ser Paco-. 4) en la bolsa de
nylon negra, (08) bolsas de nylon transparente
conteniendo: a) ochenta y seis (86) envoltorios de
nylon transparente asegurados con cinta aisladora
negra conteniendo todos ellos sustancia pulverulenta
amarillenta Similar a la pasta base, identificada
con número “1”, b) ochenta y cinco (85) envoltorios
de iguales características del anterior,
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detuvo a Omar Anthony López Rosales y Gerardo Santos
López Carrasco.
- En la finca ubicada en un pasillo
interno de la manzana 21 de la Villa 1-11-14 de esta
ciudad, a la derecha de la vivienda identificada
como M21C45 -tratándose de la primera finca a mano
derecha, según se ingresa a dicho pasillo-, se
secuestraron cinco bolsas de nylon negro tipo
residuos que en su interior contienen bultos de
nylon verde poseyendo a su vez envoltorios tipo
“ladrillo” de cinta adhesiva para embalar, con
marihuana, totalizando ciento tres (103) paquetes.
- En el inmueble sin numeración catastral
visible emplazado sobre la calle camino de la Rivera
Norte, Villa Celina, provincia de Buenos Aires,
frente a la feria “la salada” -tratándose de la
segunda vivienda emplazada en el lugar, que consta
de dos planta de ladrillo, y vista de frente sobre
el lateral izquierdo, presente un portón de garaje
de chapa de color negro y seguido a ello un tejido
de alambre-, se incautaron una balanza de precisión
digital marca Pocket Scale de pequeñas con restos de
una sustancia de color blanca polvorienta símil al
clorhidrato de cocaína, y dos tubos de cristal de
aproximadamente 16x3 centímetros. Allí se procedió a
la detención de Mamfer Abel Noriega Narro.
- En la finca ubicada en la intersección
de la calle camino de la Ribera y calle sin nombre,
del Barrio José Hernández o “La Isla”, partido de la
Matanza, provincia de Buenos Aires -al que se accede
por el camino de la Ribera norte, que se inicia a la
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tratándose de una vivienda que en la planta baja
posee un local y visto de frente a la derecha una
puerta de acceso a una escalera que conduce a los
estratos superiores: y al ser aprehendido antes del
ingreso al mismo Jesús Alberto Ramos Pizarro, en
poder de éste, la suma de seis mil ciento diecisiete
pesos ($ 6.117); un trozo compactado de sustancia
conformada a base de marihuana, el que pesa 10,4
gramos; y un envoltorio de color rosa, conteniendo
en su interior picadura de una sustancia blancuzca.
- En la casa sin numeración catastral
visible emplazada en el interior del pasillo interno
de la manzana 19, lindante a un restaurant donde se
vende comidas peruanas de nombre “color y sabores”,
a la cual se accede a través de una escalera
emplazada al fondo del mismo se incautó seis (6)
panes conteniendo en su interior sustancia
conformada a base de cocaína; treinta y cinco (35)
bolsas con sustancia conformada a base de cocaína;
cuarenta y nueve (49) bolsitas con sustancia
blancuzca amarillenta; una (01) bolsa conteniendo
sustancia conformada a base de cocaína; cuatro
balanzas digitales de precisión; dos máquinas
contadoras de billetes; una bolsa de residuos varios
que contienen anotaciones, y dos hojas de papel con
anotaciones varias.
- En la vivienda sin numeración catastral
visible de la villa 1-11-14 de esta ciudad,
emplazada en la manzana 23, en el interior del
pasillo conocido como pasillo de la “U” que presenta
en la planta baja rejas de color negra, siendo que
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sustancias vegetal similar a la picadura de
marihuana con un peso de 485 gramos, dos libretas
con anotaciones varias, hojas con anotaciones
varias, retazos de nylon color negro recortados de
las bolsas de consorcio utilizadas para el armado de
los envoltorios de sustancia vegetal, tres cintas
adhesivas con sus correspondientes porta cinta -uno
de color rojo, otro negro y uno violeta-, una
balanza digital marca Systel con su cabezal dañado y
retazos de bolsas de consorcio donde venían
embalados los ladrillos de la sustancia vegetal
Similar a la picadura de marihuana.
- En la finca sin numeración catastral
visible de la villa 1-11-14 de esta ciudad, sita en
la manzana 17 frente a la manzana 18, lindante con
un cartel que dice “dentista”, siendo la misma de
puerta blanca y reja negra que se encuentra ubicada
vista de frente a la derecha de una casa que posee
una puerta de chapa roja identificada como casa 66
de la manzana 17 (Punto 16): más precisamente en la
habitación, del lado derecho de una cama, se
incautaron veinte (20) panes con sustancia
conformada a base de cocaína (numerados
correlativamente). Debajo de la misma cama, dentro
de una bolsa de nylon transparente, un total de
treinta y tres (33) envoltorios de conteniendo
sustancia conformada a base de cocaína; y quince
(15) envoltorios con una sustancia de color
amarronada Similar a la “pasta base”.
- En la morada sin identificación
catastral visible sita en el interior de un pasillo
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plástico color blanca, se secuestraron nueve (9)
envoltorios tipo “ladrillo”, encintados con cinta
adhesiva de color marrón, un (1) envoltorio tipo
“ladrillo” embalado con papel metalizado, y dos (2)
envoltorios tipo “ladrillo” abiertos, conteniendo
todos sustancia conformada a base de marihuana.
Asimismo, tres (3) trozos con la misma sustancia sin
envoltorio; una bolsa negra tipo camiseta,
conteniendo cuarenta y nueve (49) trozos con
idéntica sustancia, y un (1) envoltorio de color
negro con sustancia conformada a base de marihuana.
Asimismo, una balanza con inscripción BIONICA,
modelo ACS-40, la cual posee una capacidad máxima de
pesaje de 40 kg; un cuaderno tapa dura con
anotaciones que ilustran dinero y cantidades; y un
pequeño anotador con Similares inscripciones. Por su
parte, de un pequeño ambiente debajo de la escalera,
se halló una bolsa de nylon color blanca, abierta,
la cual en su interior contenía once (11)
envoltorios tipo “ladrillo” cerrados embalados con
cinta color marrón; una bolsa de color negra
conteniendo cuatro (4) rollos de cinta de embalar,
similar a la utilizada para la cobertura de dichos
ladrillos.
- En tanto el procedimiento llevado
adelante en el Complejo Penitenciario Federal II –
Marcos Paz- del Servicio Penitenciario Federal,
permitió el hallazgo de: dos (2) cuadernos (uno
naranja y el restante sin tapa) con anotaciones de
interés para la causa, dos trozos de papel con
anotaciones de interés y veinte (20) tarjetas de
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ilegibles, tres cuchillas de carnicero -una
“Tramontina” y dos “Eskilstuna”-, dos mil
novecientos veinticinco (2925) envoltorios
conteniendo sustancia a base de marihuana. Dentro de
un boquete que se hallaba en una pared, la totalidad
de doscientos treinta y tres (233) panes conformados
de sustancia a base de marihuana; tres cuadernos
-dos de color rojo y uno de color amarillo- todos
con inscripciones varias; y, un contador de billetes
con la inscripción Gadnic, modelo contoo17.
- En la finca emplazada sobre la calle
Bolívar de la villa 1-11-14 de esta ciudad: un
envoltorio de los denominados ladrillo que pesa 500
grs, un ladrillo que pesa 660 grs.; un ladrillo que
pesa 465, un ladrillo que pesa 585 grs., un ladrillo
que pesa 515 grs., un ladrillo que pesa 570 grs., un
ladrillo que pesa 630 grs., un ladrillo que pesa 625
grs., un ladrillo que pesa 590 grs., un ladrillo que
pesa 660 grs., dos trozos que pesan 655 grs., todos
encintados con cinta adhesiva, y conformados con
sustancia a base de marihuana. Asimismo, mil
trecientos cincuenta y cinco (1355) envoltorios en
forma de cubo de 2 cm de lado; tres porta cinta
adhesiva; nueve balanzas marca “Tanita”; la suma de
pesos dos mil sesenta y cinco ($ 2.065); una maquina
contadora de billetes marca “OM”, modelo om-6200;
una cuchilla tipo carnicero con mango blanco marca
Tramontina; una cuchilla del tipo carnicero marca
Carnic con mango de color blanco; un cúter color
verde y negro; varias hojas con anotaciones varias;
un cuaderno con espirales con anotaciones varias;
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envoltorios con sustancia conformada a base de
cocaína; veinticinco (25) envoltorios con sustancia
conformada a base de cocaína; veinticinco (25)
envoltorios con sustancia conformada a base de
cocaína; veinticinco (25) envoltorios con sustancia
conformada a base de cocaína; veinticinco (25)
envoltorios con sustancia conformada a base de
cocaína; veinticinco (25) envoltorios con sustancia
conformada a base de cocaína; veinticinco (25)
envoltorios con sustancia conformada a base de
cocaína; veinticinco (25) envoltorios con sustancia
conformada a base de cocaína; veinticinco (25)
envoltorios con sustancia conformada a base de
cocaína; veinticinco (25) envoltorios con sustancia
conformada a base de cocaína; veinticinco (25)
envoltorios con sustancia conformada a base de
cocaína; veinticinco (25) envoltorios con sustancia
conformada a base de cocaína; veinticinco (25)
envoltorios con sustancia conformada a base de
cocaína; veinticinco (25) envoltorios con sustancia
conformada a base de cocaína; veinticinco (25)
envoltorios con sustancia conformada a base de
cocaína; veinticinco (25) envoltorios con sustancia
conformada a base de cocaína; veinticinco (25)
envoltorios con sustancia conformada a base de
cocaína; veinticinco (25) envoltorios con sustancia
conformada a base de cocaína; veinticinco (25)
envoltorios con sustancia conformada a base de
cocaína; veinticinco (25) envoltorios con sustancia
conformada a base de cocaína; veinticinco (25)
envoltorios con sustancia conformada a base de
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conformada a base de cocaína; seis (6) envoltorios
con sustancia conformada a base de cocaína; seis (6)
envoltorios con sustancia conformada a base de
cocaína; seis (6) envoltorios con sustancia
conformada a base de cocaína; seis (6) envoltorios
con sustancia conformada a base de cocaína; seis (6)
envoltorios con sustancia conformada a base de
cocaína; seis (6) envoltorios con sustancia
conformada a base de cocaína; seis (6) envoltorios
con sustancia conformada a base de cocaína; seis (6)
envoltorios con sustancia conformada a base de
cocaína; seis (6) envoltorios con sustancia
conformada a base de cocaína; diez (10) envoltorios
con sustancia conformada a base de cocaína; seis (6)
envoltorios con sustancia conformada a base de
cocaína; seis (6) envoltorios con sustancia
conformada a base de cocaína; seis (6) envoltorios
con sustancia conformada a base de cocaína; seis (6)
envoltorios con sustancia conformada a base de
cocaína; seis (6) envoltorios con sustancia
conformada a base de cocaína; seis (6) envoltorios
con sustancia conformada a base de cocaína; seis (6)
envoltorios con sustancia conformada a base de
cocaína; seis (6) envoltorios con sustancia
conformada a base de cocaína: todo lo cual suma un
total de 148 envoltorios similares arrojando un
pesaje de 3,700 kg. Asimismo, treinta y seis (36)
envoltorios de sustancia conformada a base de
marihuana; treinta y seis (36) envoltorios de
sustancia conformada a base de marihuana; y treinta
y seis (36) envoltorios de sustancia conformada a
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esta Ciudad: en la habitación del cuarto piso,
señalada como habitación 20, dos envoltorios con
sustancia amarillenta semi compactada, similar al
paco, con un peso aproximado de 101,26 gramos, y una
balanza.
- En el domicilio identificado como casa
95, emplazada en la manzana 21 de la Villa 1-11-14
de esta ciudad: en una de las habitaciones del piso
segundo, más precisamente aquella sin ocupantes,
pero con una cama y un televisor, en el cajón de la
mesa luz una piedra de sustancia conformada a base
de marihuana -de pequeñas dimensiones-; y una
máquina de contar billetes con inscripción Daihatsu
d-cb100, multi–currency counter.
- En la vivienda sita en la manzana 23
viniendo del “Señor de los Milagros”, a la que se
accede a través de una puerta de rejas –vista de
frente a la izquierda de un locutorio-: más
precisamente en la habitación identificada por la
prevención como n° 5, del 2° piso, cuatro (4) bolsas
de tipo consorcio conteniendo en su interior (7.517)
siete mil quinientos diecisiete envoltorios color
negros con sustancia conformada a base de marihuana.
Sobre una mesa que fue secuestrada, la misma
sustancia la cual estaba en etapa de
fraccionamiento, dos balanzas digitales de medianas
dimensiones con inscripción SYSTEL, seis balanzas
digitales de pequeñas dimensiones, de color gris y
una maquina contadora de billetes, siete aparatos
porta cinta de embalar, tres cutter, dos cuchillas
con mango plástico de color blanco, dos cuadernos de
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conformada a base de cocaína; recortes de nylon de
color negro, y recortes de cinta de embalar de color
marrón claro, y seis porta cinta de plástico de
distintos colores.
- En el domicilio identificado como casa
17, emplazado en la Manzana 23 de la Villa 1-11-14
de esta Ciudad: más precisamente, en el segundo piso
se avistó dos habitaciones; en aquella que presenta
para su ingreso una puerta de madera de color marrón
claro, en una cajonera, una (1) bolsa de nylon
transparente anudada en su extremo conteniendo en su
interior un polvo granulado de color amarillento,
conformada a base de cocaína; cuatro (04) bolsas de
nylon transparente cerradas en su extremo con un
nudo conteniendo en su interior un polvo blanco
similar al Clorhidrato de Cocaína; una (01) bolsa de
nylon transparente anudada en su extremo con un
polvo granulado de color amarillento, similar a la
pasta base de cocaína. Sobre la cajonera, un manojo
con siete llaves, una calculadora marca Karuida de
color negra, cuatro rollos de bolsas de nylon
transparentes, una de cinta de embalar de color
marrón, una bolsa de nylon blanca conteniendo seis
barbijos descartables de color blanco, dos máquinas
contadoras de billetes, siendo una de estas de Marca
OM, modelo OM-06E y la restante de Marca Daihatsu,
Modelo D-CB100. Luego, sobre la mesa se procedió al
secuestro de un (01) envoltorio de cinta de color
amarillo y negro en forma de ladrillo con sustancia
compacta de color blanca a base de cocaína, con un
dibujo bajo relieve de tres rectángulos de
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conteniendo doce (12) envoltorios de nylon de color
negro y amarillo conteniendo en su interior restos
de polvo blanco, similar al clorhidrato de cocaína;
del interior de una bolsa de nylon negra se procedió
al secuestro de una contadora de billetes marca
Parnasatenu, Modelo 003. Del interior de una bolsa
de nylon transparente se procedió al secuestro de
Una masa con mango de madera con restos de polvo
amarillento similar a la pasta base de cocina. Se
deja constancia que la mesa de madera que posee la
habitación donde se procedió al secuestro de la
sustancia, contiene varias anotaciones como ser
Ariana, Perros Malditos, Primo, números
5,10,20,50,100,200,500,1000, Perú Rusia 2018, Vilma,
Palmeta, Mi loco, Mal Hombre, Akaro, Jhon Basura,
Perro Infiel, Lobo Seco.
- En el inmueble identificado como Casa 18
de la Manzana 20 de la villa 1-11-14 de esta ciudad,
emplazado en el interior de un pasillo interior del
pasillo interno de la mencionada manzana, cuya
puerta de acceso es de color gris y blanco oxidado:
más precisamente en el primer piso, en la habitación
sindicada como 2, sobre una mesa de plástica de
color blanca, mil veintinueve (1029) cubos
compactos, tres (3) trozos rectangulares de
diferentes tamaños y restos; todos conformados a
base de marihuana. Una cuchilla, recortes varios
utilizados para preparar los envoltorios y siete
balanzas de precisión de pequeñas dimensiones de
color negras con la inscripción Tanita. Asimismo,
seis (6) panes encintados con cinta de embalar de
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negra conteniendo en su interior bolsas varias
utilizadas para hacer recortes para envoltorios.
Veinte (20) rollos de cinta scoch tipo embalaje
transparente, como así también cinco porta cintas, y
una balanza de color blanca con la inscripción
SYSTEL CROMA para un pesaje de 9,9 kg.
- En el local sito en la Manzana 25, sin
identificación catastral, al que se accede por una
puerta de reja negra, que reza en su pared
“panadería el Cruceño”, sobre la calle Bolívar, de
la Villa 1-11-14, de esta Ciudad: en el pasillo de
acceso a la vivienda en la planta baja, dentro de
una caja de cartón, una bolsa de nylon color negro
con dos (2) bolsas de nylon transparentes, las
cuales a su vez en su interior contenían: la primera
de ellas sesenta (60) envoltorios de nylon blanco,
anudado en sus puntas con cinta de color rojo,
contenido sustancia conformada a base de cocaína,
mientras que la segunda bolsa, cincuenta y ocho (58)
envoltorios de características similares y
sustancia. Dos cricket hidráulicos, uno de color
rojo y otro negro, y tres paquetes conteniendo
bolsas de nylon de color blanco, similar a la de los
envoltorios encontrados. En la habitación señalada
como 5, habitada por Luis Fernando Reyes Cruzado,
dos celulares, marca SAMNSUG, uno blanco y otro
negro; unas llaves de un rodado chevrolet con
control a distancia. Recuperándose de un techo
contiguo a una de las ventanas de la habitación una
bolsa de nylon trasparente, con sustancia compactada
amarillenta similar al paco y una balanza de color
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Martos, Nicolás Scarfone, Sergio Aran, Ariel Bessone
y Pablo Blanco Jennifer Maidana.
Asimismo, los juzgadores destacaron
distintas conversaciones telefónicas en las que se
hacía referencia, en forma encriptada, al ingreso de
cocaína y pasta base y que, con el correr de las
intervenciones telefónicas, se determinó que se
estaba hablando de esos estupefacientes.
g) En relación a la misión de “resguardo”
y “corte” del material estupefaciente en el
domicilio denominado “El Campo”, para su posterior
fraccionamiento y venta al menudeo, el Tribunal Oral
en lo Criminal Federal Nro. 3 destacó, entre
diversas pruebas, el testimonio prestado por el cabo
1° Gustavo Fabián Vera, de la División Operaciones
Metropolitanas de la Superintendencia de Drogas
Peligrosas de la Policía Federal Argentina.
h) La declaración del cabo Sebastián
Bautista Velázquez Franco, de la Superintendencia de
Drogas Peligrosas de la Policía Federal Argentina,
quien se encargaba de efectuar las transcripciones
de las escuchas telefónicas, enviaba las capturas de
las celdas de los llamados telefónicos y estuvo
presente durante las escuchas directas.
Frente a este panorama, es posible inferir
que el a quo valoró numerosos elementos de prueba
que, concatenados, permitieron arribar a la certeza
necesaria para condenar a los imputados.
Justamente, debe destacarse que el
sentenciante ha efectuado, en el caso, un examen
integral y abarcativo de los distintos elementos
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en forma recíproca, dotando de sentido al conjunto.
Cuantos más hechos concuerden, menos deben ser
atribuidos al azar.
En ese contexto, resulta oportuno realizar
ciertas precisiones en torno a la prueba indiciaria.
El indicio es un hecho (o circunstancia)
del cual se puede, mediante una operación lógica,
inferir la existencia de otro. En ese sentido, el
antiguo Código de Procedimientos en Material Penal
definía al indicio como “…son las circunstancias o
antecedentes que, teniendo relación con el delito,
pueden razonablemente fundar una opinión sobre la
existencia de hechos determinados” (art. 357). El
indicio no aporta un conocimiento directo de los
hechos investigados en la causa, por lo que el juez
debe efectuar una operación racional infiriendo de
un hecho conocido otro suceso desconocido; que no es
más que la valoración del indicio conforme las
reglas de la lógica, la experiencia y el sentido
común, lo cual permitirá extraer su consecuencia
necesaria.
La eficacia probatoria de la prueba
indiciaria dependerá, en primer término, de que el
hecho constitutivo del indicio esté fehacientemente
acreditado, ya que será la base fáctica sobre la
cual se realizaran las inferencias necesarias. En
segundo lugar, se deberá comprobar el nexo de
causalidad entre el indicio y el hecho a probar,
mediante una operación intelectual a través de las
reglas de la sana crítica. Finalmente, se deberá
comprobar la correlación de la inferencia con las
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Asimismo, los cambios de dinero nacional
por dólares y luego euros, a través de la empresa
ARGENPER, circunstancia que se menciona en sucesivas
conversaciones interceptadas, junto con la cantidad
de estupefaciente secuestrado, constituyen una
evidencia más que destacable acerca de la dimensión
que alcanzó la actividad que se tiene por probada y
del concierto de numerosas voluntades a tal efecto”.
En el escenario que se viene describiendo,
la investigación del concurso de indicios ofrece una
inmensa ventaja, cual es la de conducir al objeto
por diversos caminos: la conclusión que el uno
suministra, la suministra igualmente el otro y, por
lo tanto, la confirma (Mittermaier, Karl, Tratado de
la Prueba en Materia Criminal, Hammurabi, Buenos
Aires, 1979).
En esta dirección, la Corte Suprema afirmó
que “la eficacia de la prueba de indicios depende de
la valoración conjunta que se haga de ellos teniendo
en cuenta su diversidad, correlación y concordancia,
pero no su tratamiento particular, pues, por su
misma naturaleza, cada uno de ellos no puede fundar
aisladamente ningún juicio convictivo, sino que éste
deriva frecuentemente de su pluralidad” (Fallos:
314:346 y 311:948).
A lo ya mencionado debe agregarse que la
concordancia es una cualidad que debe demostrarse,
pues no surge per se del mero número; de manera que
los indicios deben sumar para aportar certeza, deben
tener una armónica convergencia hacia el mismo
sentido incriminatorio.
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consecuencia es probable que individualmente
considerados sean ambivalentes” (“Martínez,
Saturnino”; rta. 7/6/88, Fallos 311:948); y que "la
confrontación crítica de todos los indicios resulta
inexcusable para poder descartarlos, por lo que el
argumento de la supuesta ambivalencia individual de
cada uno de ellos constituye un fundamento sólo
aparente que convierte en arbitraria a la sentencia
portadora de este vicio" ("Fiscal c/ Huerta Araya",
rta. 12/6/90, citado por Caubet, Amanda y Fernández
Madrid, Javier, "La Constitución, su jurisprudencia
y los tratados concordados", Errepar, 1995, n°
4840).
En efecto, la verdad absoluta no es
alcanzable para el juez por razones de orden lógico,
por lo que debe recurrir a inferencias inductivas
para fundamentar su conclusión fáctica; es decir,
debe justificar racionalmente su decisión
manifestando los motivos que lo han llevado a la
certeza final sobre la verdad del suceso atribuido
al encartado, expresando las razones por las cuales
de las pruebas legítimamente incorporadas al juicio
y que resultaron dirimentes, solo puede extraer esta
conclusión, con respecto, corresponde reiterar, de
las reglas de la sana crítica racional.
En ese sentido, con anterioridad afirmé
que los principios del sistema de la sana crítica
exigen, como requisito de la racionalidad de la
sentencia -esto es, para que se considere fundada-
que resulte factible seguir el curso del
razonamiento, que ha llevado al juez a concluir que
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procedimientos de investigación antes ignorados. A
veces, sin embargo, el escrutar sobre los fenómenos
pasados encuentra barreras imposibles de superar, y
en ese caso, deben ser admitidas por el científico.
El historiador no se propone sino
describir las cosas tal como fueron, sustrayéndose a
sí mismo de los hechos. Bloch afirma que existen dos
maneras de imparcialidad: la del sabio y la del
juez. Ambas tienen una raíz común, que es la
sumisión a la verdad, ambos tienden a conocer los
hechos tal como fueron. Pero la tarea del sabio
acaba cuando ha observado y explicado, mientras que
al juez le resta dictar sentencia, y en este proceso
no puede divorciarse de un sistema de valores que no
depende de ninguna ciencia positiva, ya que lo
reprochable no es constante en todas las
civilizaciones (Conf. Bloch, Marc, “Introducción a
la Historia”, Fondo de Cultura Económica, Méjico,
1952, pág.42 y ssgts.).
En igual sentido, Michele Taruffo afirmó
que “… es tarea del juez reconstruir, sobre la base
de un cierto número de datos de hecho que se pueden
considerar conocidos por él, una situación concreta
que se ha verificado con antelación y de la cual él
no tiene y no puede tener ninguna experiencia
directa. El juicio de hecho consistirá entonces en
el vínculo lógico individualizado entre una serie de
hechos conocidos de cierta manera y considerados
relevantes, y un hecho o un suceso inicialmente
desconocido (en su existencia real o en cuanto a
algunos de sus caracteres o modalidades de
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hacen más que reforzar la acreditación de la
materialidad de los hechos.
Del mismo modo, se logró identificar cómo
era la estructura de la empresa criminal aquí
investigada y el rol que cumplía cada una de las
personas aquí imputadas.
Así, se determinó que en la base de la
pirámide se encuentra el primer grupo cuya tarea
consistía en ofrecer a la venta el material
estupefaciente en lugares determinados dentro de la
villa 1.11.14 y siempre bajo una misma modalidad;
circunstancias que son demostrativas de la actuación
preestablecida por la organización en cuestión. El
modo en que se presentaba fraccionada la droga para
su venta es otra característica de que nos hallamos
frente a una banda criminal dedicada al crimen
organizado en la modalidad narcotráfico. Se
estableció que los envoltorios de la marihuana eran
de nylon color negro; los de cocaína eran de color
blanco cerrados con cinta adhesiva de color rojo; y,
por último, unos similares a estos últimos pero
cerrados con cinta adhesiva de color negro que
poseían pasta base.
Dentro de la base de esta estructura
criminal, y a través de las distintas pruebas
incorporadas a lo largo de la investigación, los
juzgadores, acertadamente, ubicaron a las siguientes
personas: Luis Federico Donayre Santa Cruz –vendedor
más antiguo de la organización-, Héctor Ramón
Mesecke, Agustín Ramírez Benítez, Gian Arthur
Aguilar Fernández y Miguel Ángel Mauricio Enciso.
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Donayre Santa Cruz, a quien se lo había señalado
como el más antiguo de los vendedores de la
organización, del que se obtuvieron fotografías que
lo revelan en plena operatoria de compra venta,
mientras que a su lado se lo ve a Gian Arthur
Aguilar Fernández; del mismo modo, previo a su
detención también fue fotografiado Mauricio Enciso
en el denominado “Corner de Lalo”, también en
actitud similar a la de los anteriores”.
El siguiente eslabón, según los elementos
obrantes en la causa, quedó conformado por Andy
Giovani Andrés Jauregui –encargado de reunir el
dinero producto de la venta de los estupefacientes y
de la rendición de cuentas-; Danny Jair Aguilar
Fernández –encargado de supervisar los puestos de
ventas-; Brian Jean Pool Sánchez Reyes y Luis
Fernando Reyes Cruzado –encargados de ejercer el
poder de policía en los puntos de venta-; Israel
Ysaías Salazar Ramilla –encargado de pagar a los
marcadores y vendedores-; Edson Osmar Paucar
Cochachi y Alberto Escobar Miranda –vendedores-;
Omar Anthony López Rosales y Gerardo Santos López
Carrasco –habitantes de uno de los sitios utilizados
para acopio y fraccionamiento del material
estupefaciente-.
Habré de realizar una mención de los
grupos que integran los estratos más altos de la
estructura piramidal de la organización, las cuales,
en palabras del comisario Alberto Javier Moreno,
funcionaban en forma de “gerencias” y por encima de
ellas se hallaba la jefatura de la organización
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En la segunda gerencia, los juzgadores
ubicaron a José Luis Monge Berrocal, Manuel Vega
Tello, Mamfer Noriega Narro y Jesús Natividad
Cárdenas Huacha.
Con respecto al tercer grupo mencionado,
ha quedado demostrada la activa participación de
Gladys Santos Carhuachin en la organización, así
como la de Virginia Esperanza Santos Carhuachin y
Juan Fernando Colona Risco, estos últimos si bien
con un rol de preponderancia menor que el de la
primera, ya que solo respondían a sus directivas. En
efecto, se demostró que Gladys Santos Carhuachin era
quien tenía plena disposición del dinero
perteneciente a la organización y que resultaba
producto del ilícito accionar, situación que
compartía con su hermana Virginia y con Colona
Risco, pero fundamentalmente aquella era quien tenía
a cargo las finanzas de la empresa y quien se
ocupaba, como quedo comprobado, del cambio de
divisas en la casa de cambio “ARGENPER”.
Llegado a este punto, corresponde
mencionar lo expuesto en la sentencia en cuanto a
que “Cabe aclarar que estas tres gerencias de las
que se viene hablando impartían órdenes que, como
más adelante se expondrá, provenían de las llamadas
jefaturas que resultan ser, en definitiva, los
creadores de toda esta compleja maniobra que
conforma la empresa criminal bajo análisis y desde
donde se originan realmente esas órdenes, resultando
las mencionadas gerencias tan solo receptoras y
ejecutoras de aquellas directivas”.
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Es doctrina de nuestro Máximo Tribunal
aquella que entiende que debe prevalecer en el
proceso la búsqueda de la verdad jurídico objetiva
(Fallos: 310:2456 y 323:3207) como exigencia de un
adecuado servicio de justicia garantizado por el
art. 18 de la Constitución Nacional (Fallos:
247:176, 288:55 y 307:1984), y no es derivación
razonada del derecho vigente una sentencia que
importe una renuncia consciente a la verdad jurídico
objetiva (Fallos: 305:944, 307:1174 y 320:1038).
Por ende, en casos como el aquí juzgado,
donde se investiga una banda dedicada al crimen
organizado, bajo la modalidad narcotráfico, y
organizada como cualquier empresa que realiza una
actividad lícita de nuestro país, el Estado debe
maximizar sus esfuerzos en miras de poder cumplir
con la manda constitucional vinculada con alcanzar
la verdad jurídico objetiva que represente un
adecuado servicio de justicia y afiance la
valoración de las instituciones dedicadas a tal
tarea.
Es que existe por parte del Estado
Nacional un fuerte compromiso a los efectos de
enfrentar este tipo de delitos donde se encuentran
involucrada una organización dedicada al tráfico
nacional de estupefacientes, y que merecen una
especial atención por parte de la justicia para
evitar la impunidad en esta clase de delitos y para
cumplir con aquellos convenios asumidos
internacionalmente.
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tráfico ilícito de estupefacientes deben comprometer
sus mejores y máximos esfuerzos, en el ámbito de sus
competencias, para que el enjuiciamiento sea agotado
sin que queden impunes tramos de la actividad
ilícita por la que la República Argentina asumió
jurisdicción (Fallos: 330:261).
En definitiva, considero que los delitos
de crimen organizado –en este caso narcotráfico-
merecen una especial atención por parte de la
administración de justicia para erradicar este
flagelo que azota a toda la sociedad de nuestro
país.
Frente a todo lo expuesto, es dable
concluir que el Tribunal sentenciante se ajustó a
las leyes de la lógica, la experiencia y el sentido
común al valorar las pruebas y que, el cuadro
probatorio en su conjunto condujo así, en forma
certera, a la solución brindada respecto de los
recurrentes.
En esta sintonía, el Fiscal General ante
ésta Cámara Federal de Casación Penal indicó que “…
la resolución que se intenta conmover ha sido
sustentada en forma por demás razonable, surgiendo
nítidamente que, bajo la invocación de arbitrariedad
en la argumentación y valoración de los elementos de
entidad, únicamente se exteriorizan divergencias de
criterio con el razonamiento efectuado por el a quo
de cuya compulsa no surge en modo alguno un
apartamiento de las constancias de la causa, sino
que se ajustan de manera concluyente a éstas. Por
ello, cabe concluir que los agravios introducidos
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constitucional en la garantía de presunción de
inocencia consagrada en el artículo 18 de la
Constitución Nacional (y en el artículo 8, inc. 2,
de la Convención Americana sobre Derechos Humanos,
en el artículo 6.2 del Convenio Europeo para la
Protección de los Derechos Humanos y de las
Libertades Fundamentales), que establece que ninguna
persona puede ser tratada como culpable hasta que no
se pruebe el hecho que se le atribuye y el Estado,
por intermedio de los órganos judiciales
establecidos para exteriorizar su voluntad en esta
materia, no pronuncie la sentencia penal firme que
declare su culpabilidad y lo someta a una pena (cfr.
Maier, Julio: “Derecho Procesal Penal”, T. I,
Fundamentos, Ed. Del Puerto, Bs. As. 1996, pág.498).
Rige fundamentalmente en el momento de la
sentencia definitiva, porque es entonces cuando se
evidencia con toda su amplitud el principio previsto
en el artículo 3 del C.P.P.N., pues el sistema
jurídico vigente requiere que el tribunal, para
poder condenar, logre obtener de la prueba reunida
en el juicio la certeza acerca de la culpabilidad
del acusado (C.S.J.N. Fallos: 9-290; entre muchos
otros). Entonces, en su aspecto negativo, prohíbe al
tribunal condenar al acusado si no obtiene certeza
sobre la verdad de la imputación; y en el positivo
exige al órgano judicial absolver al acusado al no
obtener certeza, obligación que también deriva de la
garantía constitucional contra la doble persecución
penal (Ne bis in idem).
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Al agravio relacionado con la falta de
descripción de los hechos imputados respecto de
Bryan Jean Pool Reyes, Ysrael Ysaias Salazar
Ramilla, Luis Federico Donayre Santa Cruz, es dable
ponderar que, conforme surge de la descripción de
los distintos requerimientos de elevación a juicio
efectuados en las diversas causas aquí juzgadas y
que se mencionan en la sentencia ahora analizada
(ver fojas 84 y ss. y 364 y ss. del documento
“sentencia 1” obrante en el sistema Lex-100), a los
que me remito en honor a la brevedad, no se advierte
violación alguna al principio de congruencia y al
derecho de defensa en juicio, contrariamente a lo
alegado por dichos impugnantes.
Es que, los hechos que les fueron
endilgados a los nombrados al recibirles declaración
indagatoria son exactamente los mismos que
constituyeron la base fáctica de la acusación fiscal
y, luego, los descriptos por el tribunal al
calificar las conductas.
Así, entiendo que en la sentencia
cuestionada los miembros del tribunal oral no fueron
más allá de la jurisdicción legítimamente provocada
a través de los diferentes requerimientos de
elevación a juicio y el alegato fiscal, pues la
plataforma fáctica por la cual acusara el fiscal
resultó ser la misma que aquélla que fue objeto de
los procesamientos y de las posteriores condenas.
En tal sentido, sostuvo la Corte Suprema
de Justicia de la Nación que “Si bien en orden a la
justicia represiva, el deber de los magistrados,
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desacertado análisis en lo que respecta al pedido de
suspensión de juicio a prueba ya que el primer
párrafo del artículo 76 bis del C.P. no requiere
consentimiento fiscal e indicó que se encontraba
vigente el art. 35 incs. “b” y “c” del C.P.P.F.
Ahora bien, como ya he señalado en
numerosas oportunidades, el dictamen fiscal sobre el
pedido de suspensión del juicio a prueba no resulta
de carácter vinculante (cfr. causa Nro. 10.858,
“Soto García, José María y otros s/recurso de
casación”, rta. el 12/08/09, reg. nro. 12.100, entre
muchas otras), en tanto el órgano judicial siempre
debe analizar de manera independiente la
concurrencia de las condiciones legales de
admisibilidad y procedencia del instituto, a los
fines de efectuar el control de legalidad del
dictamen del Ministerio Público Fiscal que imponen
los artículos 69, 123 y ccdtes. del C.P.P.N.
Ello así, pues el predominio de las
características acusatorias de nuestro proceso penal
(conf. art. 120 de la C.N.) no puede implicar la
consagración de una actuación decisoria del fiscal,
sino que su potestad debe entenderse limitada a la
adopción de una postura frente al caso desde su rol
de parte, si bien revestida de cierta ecuanimidad y
siempre ceñida a la determinación legal de los
criterios de admisibilidad de la suspensión del
proceso a prueba.
Por otra parte, si bien el artículo 5 del
digesto ritual establece que el ejercicio de la
acción penal no puede “suspenderse, interrumpirse ni
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separación funcional entre fiscales y jueces (Cfr.
Fallos: 327: 5863).
Sentado cuando precede, corresponde
recordar que durante las etapas preliminares del
proceso la calificación jurídica del objeto procesal
puede variar, pues la instrucción tiene a decidir y
precisar la imputación, que durante su
desenvolvimiento es fluida y puede experimentar
modificaciones; mientras que con el requerimiento de
elevación a juicio adquiere una configuración más
precisa, y determinada.
Ahora bien en el caso en estudio, se ha
solicitado la elevación a juicio de Robles del Campo
por entender que resultaba integrante de la
organización en trato y posteriormente el señor
Fiscal de juicio consideró que no se habían arrimado
elementos suficientes al debate como para sostener
que hubiese tenido conocimiento de las maniobras
investigadas, es decir con el correr del debate la
calificación legal fue modificada, quedando
subsistente la tenencia ilegítima de un arma de
fuego de uso civil.
Por su parte, al contestar la vista que se
le corriese en virtud del pedido de suspensión del
juicio a prueba formulado por la defensa, el
representante del Ministerio Público sostuvo,
primero, que la normativa vigente no habilita a que,
una vez realizado el debate, se contemple la
posibilidad prevista en el art. 76 bis del C.P. ya
que “verdaderamente le privaríamos al Tribunal de
poder ejercer su función si nosotros en este momento
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la audiencia, mientras no se haya abierto el debate
(cfr. causa nro. 5365 de esta Sala IV, caratulada
“Norverto, Jorge Braulio s/ recurso de casación”,
reg. nro. 11.971, rta. el 30/6/2009); circunstancia
que, como se viene diciendo, no ocurrió en autos ya
que el pedido recién fue realizado una vez conocido
el alegato fiscal.
En ese sentido, el tribunal de la previa
instancia entendió, acertadamente, que si bien el
pedido no había podido ser efectuado hasta el
momento en que se anoticiaron del pedido de pena
formulado por el Fiscal, la realidad es que el
juicio oral y público ya se había realizado en su
totalidad, por lo que, en base al principio de
preclusión procesal, correspondía expedirse en
relación a la pena de conformidad con los artículos
40 y 41 del Código Penal.
Por otro lado, debe mencionarse que hasta
el momento el art. 35 del Código Procesal Penal
Federal no se encuentra vigente –a excepción de las
provincias de Salta y Jujuy-, por lo que en materia
de suspensión de juicio a prueba, como se analizó
precedentemente, debe estarse a lo dispuesto en el
Código Penal.
En suma, considerando los argumentos
expuestos por el Ministerio Público Fiscal, entiendo
que el segundo control de legalidad al que aludiera
a lo largo de esta exposición, fue realizado
motivadamente por el a quo, resultando fundada la
decisión de rechazar la suspensión del juicio a
prueba solicitado.
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En el caso, resultó acreditado que existió
un plan común y que cada uno de los intervinientes
tenía asignado un rol específico según la división
de tareas acordada dentro de la organización para
lograr comercializar cocaína, pasta base y marihuana
y luego cambiar los dividendos a moneda extranjera;
por lo que resulta indistinto determinar qué
conducta llevo a cabo cada una de esas personas para
perpetrarlo, más allá de que conforme fuera
descripto en el acápite anterior, en las presentes
actuaciones sí se determinó qué conducta perpetraba
cada uno de los recurrentes y los distintos
eslabones que existían dentro de la banda.
En esa dirección, Hans Heinrich Jescheck
afirma que: “el dominio del hecho no está limitado a
la comisión de propia mano de una acción típica. El
curso del plan conjunto puede, más bien, hacer
necesaria o finalmente apropiada una división de
roles que también asigne a los intervinientes
contribuciones al hecho que se encuentra fuera del
tipo legal y que la ejecución del delito dependa de
la cooperación fijada de esta manera” (Tratado de
Derecho Penal Parte General, Comares, 5° ed., p.
732).
Es que, en sucesos tan organizados como el
aquí analizado, donde existía una estructura
piramidal típica de cualquier empresa lícita
(empleados, gerentes y dueños) con un fin específico
–la obtención de un rédito económico a través de la
venta de material prohibido-, resulta indiferente
qué hizo cada uno de los intervinientes durante la
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desarrollada con adecuado respeto de las reglas de
la sana crítica racional.
Párrafo aparte merece la aclaración de que
Silvana Alejandra Salazar no fue condenada ni
acusada de ser coautora del delito de tenencia de
estupefacientes –como sostiene su defensa- y, por
ende, la cuestión así expuesta no resulta más que un
agravio insustancial, por lo cual, según la
inteligencia trazada por nuestro Máximo Tribunal al
respecto (Fallos: 306:1698, 306:413), debe ser
desechado.
2. Por otra parte, corresponde mencionar
que, a diferencia de lo expresado por las defensas,
los juzgadores efectivamente realizaron una
distinción entre los denominados “vendedores” y el
imputado Giancarlos Medina Girón –quien en su
momento accedió a un juicio abreviado- a la hora de
establecer el grado de participación en las
maniobras imputadas.
En efecto, si bien todos se encuentran
dentro del grupo de los denominados “vendedores”,
los sentenciantes recalcaron, correctamente, que las
situaciones entre ellos eran disimiles ya que, a
diferencia de Medina Girón, los demás encausados sí
fueron mencionados por la prevención a lo largo de
la investigación, la cual, como es sabido, perduró
varios años con el objeto de dar con las cabezas de
la organización criminal y no quedarse, como suele
ocurrir, con las personas que transportan o
comercializan el producto prohibido. Dichas
circunstancias permitieron adjudicar a unos la
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Esta teoría postula que además del dominio
del hecho mediante la producción de la acción
ejecutiva del tipo (dominio del hecho formal),
también existe el dominio del hecho a través de la
decisión sobre la realización del hecho (dominio del
hecho material como dominio de la decisión) y el
dominio del hecho a través de la configuración del
hecho (dominio del hecho material como dominio de la
configuración) (conf. Günther Jakobs, Derecho Penal,
Parte General, Fundamentos y teoría de la
imputación, 2° edición, Marcial Pons, Madrid, 1997,
página 741).
En otras palabras, “El dominio del hecho
puede darse: a través del dominio de la acción
cuando el sujeto es la figura central del
acontecimiento y tiene ‘las riendas’ de la acción
típica; a través del dominio funcional del hecho en
las hipótesis de coautoría en virtud de una división
de tareas; y por medio del dominio de la voluntad de
otro en los supuestos de autoría mediata” [Andrés
José D’Alessio (director) y Mauro A. Divito
(coordinador), Código Penal de la Nación comentado y
anotado, Tomo 1, 2º edición, La Ley, 2009, página
734].
Esta teoría tiene efectos en la coautoría,
que ocurre cuando, según el plan de los
intervinientes, se distribuyen las aportaciones
necesarias para la ejecución, sea en todos los
estadios del delito, sea entre los distintos
estadios, de manera que en la ejecución del hecho
co-determinan su configuración.
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es imputable el acopio de los materiales
mencionados.
En ese sentido, corresponde recordar lo
expuesto por el Fiscal de Juicio durante su alegato,
“… los nombrados se encontraban en una posición
dentro de la organización que sus decisiones
involucraban tanto material estupefaciente como el
armamento en cuestión. Alegó que, sin perjuicio de
que las armas no habían sido incautadas
exclusivamente en poder de ellos, su carácter de
organizadores o elementos superiores de la banda
indicaba la total disponibilidad de cualquier
elemento que fuera parte de aquella, por lo que sus
responsabilidades en este suceso no podrían ser
escindidas de su posición de líderes o principales
operadores”.
En consecuencia, corresponde rechazar
dicho planteo.
4. Con respecto al grado de participación
de Jesús Natividad Cárdenas Huaccha, corresponde
valorar que su aporte al hecho aquí analizado no fue
esencial, sino que sirvió de ayuda a los coautores
para desarrollen su plan delictivo.
En esa dirección, debe destacarse que, a
diferencia de lo entendido por su defensa, el
Tribunal a quo valoró, acertadamente, los distintos
elementos probatorios incorporados a la causa, que
le permitieron concluir que la nombrada tenía pleno
conocimiento del obrar delictual de sus consortes y,
pese a ello, les brindó el inmueble para que
pudieran perpetrar la maniobra. En otras palabras,
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cooperación sin los cuales no habría podido
cometerse”, a quienes castiga con la misma pena que
al autor y aquéllos que “cooperen de cualquier otro
modo a la ejecución del hecho y los que prestaron
una ayuda posterior cumpliendo promesas anteriores
al mismo”, a quienes les otorga una disminución
considerable de pena, siendo el segundo supuesto en
el que encuadra la conducta de Jesús Natividad
Cárdenas Huaccha en relación al modo de ejecución
concreta que tuvieron los hechos juzgados. En otras
palabras, su aporte no fue esencial, sino que sirvió
de ayuda a los coautores para desarrollen su plan
delictivo.
Por lo expuesto, corresponde el rechazo
del presente tramo de las impugnaciones.
VIII. Planteos efectuados por las defensas
en torno a la errónea aplicación de la ley
sustantiva.
Ahora bien, corresponde analizar los
agravios desarrollados por las defensas de Silvana
Alejandra Salazar, Enrique Edgar Robles de Campo,
Héctor Ramón Mesecke, Luis Federico Donayre Santa
Cruz, Bryan Pool Sánchez Reyes, Ysrael Ysaias
Salazar Ramilla, Miguel Ángel Mauricio Enciso,
Mamfer Ariel Noriega Narro, Agustín Ramírez Benítez,
Gian Arthur Aguilar Fernández, Freddy Lloclla
Carpio, Jair Danny Aguilar Fernández, Luis Fernando
Reyes Cruzado y Gerardo Santos López Carrasco en
relación a los yerros en que habría incurrido el
sentenciante al efectuar las adecuaciones jurídicas
de las conductas que se le imputan.
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comenzado a ejecutarse; circunstancia que, como se
viene desarrollando, sí ocurrió a las claras en esta
investigación y, en consecuencia, dicho planteo no
habrá de prosperar.
Es que conforme fuera explicado en el
presente voto, la organización criminal se
encontraba plenamente operativa y, por ende, los
hechos aquí investigados jamás podrían ser
entendidos como un mero acuerdo de voluntades para
perpetrar un futuro hecho delictivo.
2. En segundo lugar, corresponde tener
presente que las defensas de Héctor Ramón Mesecke,
Luis Federico Donayre Santa Cruz, Miguel Ángel
Mauricio Enciso se agraviaron por cuanto, a su
entender, no se acreditó en el caso la
ultraintención de comercializar material
estupefaciente.
Al respecto, considero que las
manifestaciones expuestas en las presentaciones
casatorias no resultan suficientes para controvertir
las distintas pruebas que acreditan la versión
inculpatoria. Tampoco logran las defensas exponer
argumentos suficientes que autoricen el apartamiento
de lo acreditado por el tribunal de la instancia
anterior.
En primer término, a los efectos de tener
por acreditado el delito de comercio de
estupefacientes el Tribunal correctamente valoró la
gran cantidad de estupefaciente secuestrado en los
diferentes operativos; ello, sumado a que tanto la
cocaína, como la marihuana y la pasta base se
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Entonces, de este modo se advierte que las
pruebas reunidas en estas actuaciones permiten
afirmar que los impugnantes de este tramo de la
sentencia desarrollaron el comercio de sustancias
estupefacientes –más allá del específico rol que
ejercían-, y por ende resulta correcto encuadrar la
conducta de los encartados en la figura penal
prevista en el art. 5 inc. c) de la ley 23.737, en
la modalidad de comercio de estupefacientes; sin
perjuicio de las agravantes que luego pudieran
corresponderle particularmente a cada imputado.
Se constató también el fin de lucro que es
esencial para ejercer el comercio y es
imprescindible para la configuración del tipo penal:
cualquiera sea el estado, la cantidad o la modalidad
elegida para su comercialización. Cabe tener
presente que, subjetivamente, el delito, como ya se
dijo, es doloso y exige el conocimiento del autor
acerca de la naturaleza de las cosas que tiene y su
posterior enajenación.
Ahora bien, cabe recordar que en este tipo
de delitos, la comercialización de los
estupefacientes debe deducirse y probarse a partir
de elementos objetivos –indicios y circunstancias–
incorporados regularmente al proceso e invocados en
la acusación, que así lo demuestren (cfr. causa nro.
31: “Cantone, Aldo H. y Rojt, Julio M. s/ rec. de
casación”, Reg. Nro. 91, del 29/11/93; con cita de
Francisco Soto Nieto: “El delito de tráfico ilegal
de drogas”, p.p. 77 y ss., Ed. Trivium, Madrid,
España, primera edición, 1989).
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interacción de sus secciones en la prosecución del
encadenamiento del tráfico.
Se verificó que se encontraban divididas
las funciones necesarias para arribar al fin último
de la agrupación: la comercialización de
estupefacientes. Así, los integrantes de aquella se
encargaban de la transportación, ingreso para
reabastecimiento, guarda, corte e impresión marcaria
y, al final, comercio y remisión de su producido. En
efecto, y esto es crucial en las constelaciones de
las decenas de condenados, porque con sus cuadros
intermedios e inferiores, (re)transmitían
instrucciones, parejo a ejecutarlas según donde
correspondiera. Tal dualidad hizo perfectamente
posible que unos y otros fueran autónomamente
coautores de su propio hecho punible, en el análisis
que antecedió, o sea en un esquema organizado de
comercio”.
Frente a todo lo expuesto, la
circunstancia de que los impugnantes no hayan sido
detenidos durante la ejecución de actos de comercio,
en nada modifica el cuadro probatorio existente en
su contra; es más los investigadores, acertadamente,
han optado por permitir algunas maniobras de menudeo
con tal de lograr un objetivo superior –muchas veces
olvidado en las investigaciones pero de vital
importancia para erradicar el narcotráfico de
nuestro país-, que no es otro que dar con los
líderes de las bandas dedicadas al crimen
organizado.
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A la luz de estos principios el Tribunal
de la instancia anterior proporcionó adecuadamente
motivos suficientes para fundar la calificación de
la conducta en orden al tipo penal descripto.
Ante este panorama, la cantidad y variedad
del material estupefaciente secuestrado en los
distintos procedimientos mencionados
precedentemente, evaluados conjuntamente, no
autorizan a aplicar la doctrina emanada del fallo
“Vega Giménez” de la C.S.J.N. (Fallos: 329:6019).
En base a la cantidad de elementos
probatorios recabados en el proceso, debe
descartarse que las tenencias, por más mínimas que
sean, hubieran tenido por fin el consumo personal,
todo ello en conformidad con la doctrina sentada por
la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el
fallo señalado.
En dicho precedente el Máximo Tribunal
sostuvo que “la exigencia típica de que la tenencia
para uso personal debe surgir inequívocamente de la
escasa cantidad y demás circunstancias, no puede
conducir a que si el sentenciante abrigara dudas
respecto del destino de la droga, quede excluida la
aplicación de aquel tipo penal y la imputación
termine siendo alcanzada por la figura de tenencia
simple”. Agregó que “semejante conclusión supone
vaciar de contenido el principio in dubio pro reo en
función del cual cabe dilucidar si, con las pruebas
adquiridas en el proceso, puede emitirse un juicio
de certeza sobre que la finalidad invocada de
ninguna manera existió. Lo contrario deja un
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y, asimismo, concluir que el hecho atribuido
encuadra prima facie en el delito de tenencia simple
de estupefacientes, previsto en el art. 14, primera
parte, de la ley 23.737 (“Lucero, Damián M. y
Lucero, Leonardo E. s/ recurso de casación”, Sala
IV, Reg. nº 421/13.4, rta. el 22/03/2013, entre
otras).
Por todo lo expuesto, los planteos aquí
analizados deben ser rechazados.
Con respecto al cuestionamiento formulado
en forma subsidiaria, en cuanto a que en caso de que
se mantuviera la calificación legal, se modificara
el grado de intervención de sus pupilos procesales,
solo habré de mencionar que, por todo lo que se
viene explicando a lo largo del presente voto,
corresponde sin más rechazarlo.
3. En el caso puntual de Silvana Alejandra
Salazar, el Tribunal decidió agravar su conducta por
considerar que no solo resultó coautora del delito
de comercio de estupefacientes, sino que fue una de
las organizadoras de dicha actividad ilícita y, por
ende, la consideró coautora del delito previsto en
el art. 7 de la ley 23.737.
Resulta imposible entender la dinámica del
tráfico de estupefacientes a gran escala sin
observar cómo se dividen los roles y funciones,
existiendo, muchas veces, más allá de los autores
directos del tráfico ilícito, sujetos que dirigen
las operaciones, que de por sí son complejas y
diversas, sin participar directamente ellas.
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Cornejo “ESTUPEFACIENTES”, Editorial Rubinzal-
Culzoni, segunda edición actualizada, página 134).
Bajo esta línea de pensamiento, más allá
de lo pretendido por la defensa de Silvana Alejandra
Salazar, el Tribunal de mérito ha logrado, basado en
el plexo probatorio reunido en autos, acreditar con
el grado de certeza que un veredicto de condena
requiere, que era una de las personas que organizaba
el tráfico de estupefacientes que aquí se le
atribuye a la mayoría de los impugnantes.
Encontrándose de este modo correctamente fundada y
siendo la consecuencia necesaria de la aplicación
del derecho vigente, la agravante introducida
respecto de quien indudablemente organizó junto a su
pareja Marco Antonio Estrada Gonzáles el tráfico
ilegal de drogas dentro de la villa 1.11.14 durante
muchos años, objeto del presente proceso.
Así, los sentenciantes concluyeron que
quedó debidamente acreditado que la actividad que,
en forma organizada, y con los distintos grados de
participación, desplegaban los imputados no era otra
que la del comercio de estupefacientes, de la que
Marco Antonio Estrada Gonzáles y Silvana Alejandra
Salazar, resultaron ser sus organizadores, pues así
lo evidencian los diálogos que se transcribieron en
la sentencia, que fueron ratificados además por los
preventores durante el debate, cayendo por tierra
los argumentos expuestos por las defensas en cuanto
una suerte de persecución mediática y judicial
respecto del matrimonio, así como en el encono
policial que en todo momento se pretendió demostrar.
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quedado reseñado ut supra, correctamente valorada
por el Tribunal de juicio.
Más allá de ello, corresponde delimitar
cuál es el alcance de la agravante ahora analizada,
a fin de entender qué es lo que justifica la
aplicación de una pena más gravosa en tales
supuestos.
En tal sentido, ya me he expedido en torno
a que la agravante prevista en el inc. “c” del art.
11 de la Ley 23.737, comprende el disvalor derivado
de la intervención de tres o más personas que actúan
organizadas para cometer los delitos tipificados en
la aludida ley (cfr. voto del suscripto, en lo
pertinente y aplicable, en la causa FMZ
42809/2015/TOC1/CFC2 “Vidaurre, Felipe y otros s/
recurso de casación”, rta. El 17/11/18, reg. N°
2028/18.4, de esta sala IV de la Cámara Federal de
Casación Penal).
En esa dirección, debo mencionar que a
diferencia de otras construcciones, dicha figura no
establece que la agravante requiera la presencia de
tres o más personas que “tomen parte en la ejecución
de los hechos” sino que le es suficiente con que
“intervengan en los sucesos”, con lo cual es
posible, o bien que los intervinientes lo hagan en
calidad de coautores, o bien que la participación
sea admisible a título de complicidad por auxilio o
cooperación, dado que se trata de “intervenir” de
esa forma en la ejecución del hecho (cfr. voto del
suscripto en la causa n° 1299 “AQUIROGA”, reg. N°
2204, rta. 11/11/99).
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sentencia de condena, la cual está apoyada además en
la doctrina y jurisprudencia ajustable al caso en lo
que hace a las calificaciones jurídicas de la ley
sustantiva que fueron correctamente escogidas.
Todo lo cual permite tener por acreditado
el elemento subjetivo requerido por el ilícito
reprochado dado que fue demostrado en el debate oral
que Salazar actuaba como una de las “líderes” del
grupo y organizaba el actuar del mismo junto a su
pareja y que los aquí impugnantes junto con otros
sujetos realizaron, cada uno en su rol especifico,
un aporte fundamental con total dominio del hecho,
constituido por las conductas relativas al comercio
de estupefaciente.
Los hechos investigados en autos y cada
una de las conductas, deben ser analizadas en todo
el contexto, no en forma aislada y es sabido por la
lógica y experiencia que no caben dudas acerca de
que los aquí imputados actuaron en forma organizada
en la actividad ilícita que se les imputa.
Ello es así debido a que del estudio de
las constancias colectadas es dable inferir, y
resulta suficiente para afirmar con la certeza
apodíctica que un juicio de responsabilidad exige,
que para el comercio del estupefaciente y en
relación a las situaciones y circunstancias
vinculadas con las personas que eran objeto de
investigación y su forma de expresarse y actuar no
podían no haber desarrollado las actividades que se
le imputan sino en forma “organizada para cometerlo”
tal como la agravante del inciso “c” del artículo 11
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en la sentencia, toda vez que la división de
funciones y la intervención de más de tres personas
organizadas para cometer el delito enrostrado han
quedado debidamente acreditadas.
Por lo expuesto, considero que los
agravios expuestos deben ser rechazados.
5. A continuación, corresponde abordar el
planteo formulado por la defensa de Enrique Edgar
Robles del Campo, en cuanto a que consideró que la
conducta por la que el nombrado resultó condenado es
atípica en virtud de que el arma secuestrada se
hallaba descargada y con funcionamiento defectuoso.
Llegado a este punto, la cuestión a
resolver se centra en determinar si la tenencia de
un arma considerada “de uso civil” descargada puede
ser considerada a los fines de la configuración del
delito de tenencia ilegítima de arma de uso civil,
previsto y reprimido por el artículo 189 bis,
segundo párrafo, del Código Penal de la Nación.
Corresponde, en primer lugar, hacer
mención que conforme el articulado de la ley 20.429
de Armas y Explosivos, y del Decreto 395/75
reglamentario de la norma en cuestión, la tenencia
es una figura que no está expresamente definida, sin
perjuicio de ello, tenencia implica que el arma esté
en la esfera de custodia del autorizado.
Esta interpretación es también divulgada
en forma oficial por el RENAR, organismo de
aplicación de esa ley, en su página de internet.
Corresponde, a su vez, señalar que el
decreto nº395/1975 en su artículo 5, inciso "b",
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como delito permanente, verificándose con la sola
acción de tener el arma sin autorización, cualquiera
que hubiesen sido las motivaciones del agente y con
independencia de su empleo, lo que permite
caracterizarlo como un delito de peligro abstracto.
Es decir que como el tipo penal se integra
por dos elementos, a saber: la simple tenencia y la
carencia de autorización para esa posesión, el hecho
de que el arma -apta para disparar- haya carecido de
proyectiles resulta irrelevante, por cuanto este
delito en cuanto a su estructura típica es de mera
conducta (cfr.: Sala III: “Wasiluk, Daniel s/
recurso de casación”, causa nro. 2353, reg. nro.
260.00, rta. el 17/5/00).
Es que, la acción, en lo ahora pertinente,
es la de tener armas de uso civil, aunque éstas
-como los materiales enunciados en la primera parte
de la disposición- deben ser utilizables, ya que,
como claramente se ha dicho, sólo así pueden
amenazar la seguridad común. En tal sentido Creus
destaca que los que estructuralmente tienen defectos
que no permiten su empleo o los que han perdido sus
propiedades de modo que se hayan transformado en
inocuos, no constituyen objetos típicos; pero sí
quedan abarcados por el tipo penal “aquellos cuyas
deficiencias pueden ser subsanadas con relativa
facilidad y que, por tanto, sólo han disminuido
circunstancialmente la aptitud del arma o material”,
y también los objetos que no pueden ser utilizados
por el agente por carecer él mismo de un elemento
necesario para hacerlo (p.ej. carecer de detonadores
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tenencia de estupefacientes con fines de
comercialización protegen bienes jurídicos
diferentes y que tienen a su vez distintos momentos
de consumación. En consecuencia, es dable concluir
que en este caso no se da un concurso aparente de
leyes.
Es que luce a las claras que nos
encontramos ante dos hechos completamente
escindibles que fueron perpetrados por la misma
persona y no, como pretende la defensa, ante un
concurso de leyes, es decir cuando uno o varios
sucesos encuadran dentro de una única figura legal.
Corresponde recordar que “El instituto del
concurso aparente de leyes se verifica en casos en
que un mismo acto ilícito viole varias leyes penales
y sólo aparentemente aparezca como posible un
encuadramiento doble del hecho, porque en realidad,
tal como indica Nuñez, a diferencia de lo que sucede
en el concurso de delitos, sólo se aplica una de las
figuras en juego, en virtud de que la relación
ontológica de los hechos que describen o la relación
jurídica de ellas excluye su aplicación simultánea
(Derecho Penal Argentino, Tomo I, pág. 22, Editorial
Bibliográfica Argentina, 1964). De esta manera,
cuando entre todas las leyes que parecen infringidas
y una de ellas abarca el acto punible en todos sus
aspectos, resulta natural que solamente deba
aplicarse esta ley (conf. Franz Von Liszt “Tratado
de Derecho Penal”, pág. 157, Ed. Reus, Madrid)”
(voto de la Dra. Berraz de Vidal “in re” “Salazar,
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encuadrar el accionar en la figura prevista en el
artículo 292, segundo párrafo, del Código Penal de
la Nación, ya que, para la aplicación de esa
agravante, el legislador ponderó que dicho
instrumento acreditase la identidad de una persona o
la titularidad del dominio o habilitación para
circular vehículos automotores, dándose aquí el
primer supuesto mencionado.
En efecto, si bien el documento por
excelencia para acreditar la identidad de una
persona en la República Argentina es el Documento
Nacional de Identidad (D.N.I.), lo cierto es que
existen otros instrumentos nacionales que también
permiten hacerlo –por ejemplo partida de nacimiento
o pasaporte- o, como ocurre en este caso, un
documento extranjero. Es que lo importante no es qué
documento fue falsificado, sino que éste tuviera la
potestad de acreditar la identidad de una persona.
En esa línea argumental, el tercer párrafo
del artículo en cuestión prevé “Para los efectos del
párrafo anterior están equiparados a los documentos
destinados a acreditar la identidad de las personas,
aquellos que a tal fin se dieren a los integrantes
de las fuerzas armadas, de seguridad, policiales o
penitenciarias, las cédulas de identidad expedidas
por autoridad pública competente, las libretas
cívicas o de enrolamiento, y los pasaportes, así
como también los certificados de parto o de
nacimiento”, es decir que, como se viene diciendo,
el legislador no realizó una lista taxativa de los
documentos que podrían encuadrar en la figura
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fue entregar una fotografía suya que luego iba a ser
inserta en dicho documento para darle autenticidad.
Frente a todo lo expuesto, habré de
rechazar este tramo de la impugnación.
IX. Planteos presentados en relación a la
determinación de la pena.
Llegado a este punto, habré de referirme
por último a las objeciones que los recurrentes han
dirigido contra la determinación de la pena
aplicable para cada uno de los condenados, que tuvo
lugar por decisión del Tribunal Oral en lo Criminal
Federal Nro. 3.
Como lo he venido haciendo a lo largo de
este voto en el espíritu de dotar de la máxima
claridad que esté a mi alcance a los motivos de mi
pronunciamiento, procederé a analizar en forma
separada los distintos cuestionamientos realizados
por los impugnantes.
Previo a todo análisis, considero
pertinente asentar que frente a hechos de las
características como los aquí juzgados, el Estado
tiene el deber ineludible de aplicar las normas
penales que correspondan legalmente. En el ejercicio
de dicha obligación no puede olvidar, cuando se
juzgan episodios delictivos de la magnitud del
resultado que éste tuvo en nuestra sociedad, que no
se podría construir ni, finalmente, ejecutar, un
derecho penal sin la imposición de una pena, en el
caso de prisión, y, más especialmente, de efectivo
cumplimiento.
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delito, deben jugar los principios que sostienen la
resocialización del autor, por una parte; pero
asimismo debe operar, en sustancia, el fin de
restaurar el orden de la justicia que ha sido
quebrantado por el delito y el de dar satisfacción
en tal sentido a las víctimas de tal quebrantamiento
en su búsqueda de justicia en los casos delictivos
que las afectaron (cfr. mi voto causa “Deutsch,
Gustavo Andrés”, reg. Nº 14842, rta. el 3 de mayo de
2011, en causa “Villareal, Raúl Alcides y otros
s/recurso de casación” reg. 1773/2015.4, rta. el
21/09/2015; y más recientemente en causa “Beraja,
Rubén Ezra s/recurso de casación” reg. Nº 1255/20,
rta. el 31/07/2020).
Y es en virtud de ello que cabe concluir
que el difícil problema de la graduación de las
penas debe resolverse sin descuidar, nuevamente, el
punto de partida: la naturaleza del delito en sí
misma, los medios para cometerlo, sus consecuencias
y el número de víctimas y la gravedad de los bienes
jurídicos afectados.
En definitiva, no puede perderse de vista
que la sentencia judicial pone de manifiesto de
forma inequívoca, tanto frente al autor del hecho
como frente a la comunidad toda, que, si bien a
veces tarde, el Derecho debe prevalecer siempre, que
consigue imponerse, y que puede contarse con que lo
hará también en el futuro.
Y que “Gracias al cumplimiento equitativo
y mesurado de la función represiva, el Derecho Penal
desarrolla su fuerza configuradora de las
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1. Planteo en torno a la
constitucionalidad del mínimo de la escala penal
previsto para el art. 5 en función del art. 11, inc.
“c”, de la ley 23.737.
En primer término, la defensa de Agustín
Ramírez Benítez y Gian Arthur Aguilar Fernández
cuestionó el monto punitivo impuesto, reclamando
expresamente la declaración de inconstitucionalidad
del mínimo de la escala penal prevista en el art. 5,
inc. c, en función del art. 11, inc. c, de la ley
23.737, señalando que la pena de prisión impuesta a
sus asistidos resulta excesiva en el caso concreto y
violenta el principio de lesividad y culpabilidad,
derivando en una pena cruel.
Ahora bien, en primer término, corresponde
recordar que la declaración de inconstitucionalidad
de una ley es una de las funciones más delicadas del
ejercicio de la jurisdicción y por su gravedad debe
estimarse como ultima ratio del orden jurídico (cfr.
Fallos: 305:1304, entre otros), toda vez que las
leyes dictadas de acuerdo con los mecanismos
previstos por la Constitución Nacional gozan de una
presunción de legitimidad que opera plenamente y
obliga a ejercer dicha atribución, únicamente cuando
la contradicción con la cláusula constitucional sea
manifiesta, clara e indudable (cfr. causa FSA
20981/2016/TO1/CFC2, “Dimitricoff, Iván Maximiliano
s/infracción ley 23.737”, reg. N°814/18.4, rta. el
4/7/18, entre muchas otras).
De lo contrario, se desequilibraría el
sistema constitucional de los tres poderes, que no
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ha expresado que resulta ajeno al control judicial
el examen sobre la conveniencia, oportunidad,
acierto o eficacia del criterio adoptado por el
legislador en el ámbito propio de sus funciones
(Fallos: 300:642; 301:341; 314:424).
El legislador, atendiendo a cuestiones de
política criminal –ajenas al control jurisdiccional-
y en el entendimiento de que, de ese modo y no de
otro, se protegería mejor la adecuada prevención del
tráfico de estupefacientes, control que enunciado en
forma genérica constituye el bien jurídico
resguardado por la ley 23.737, decidió disponer esa
escala punitiva para los casos de tenencia de
estupefacientes con fines de comercialización
agravada por la intervención de tres o más personas
organizadas para cometerlo –como en el caso-.
El criterio empleado responde entonces a
una razón objetiva de discriminación, que no se
presenta arbitraria, sino fruto de la discreción
legislativa, relativa a cuestiones de política
criminal que pertenecen al ámbito del debate
legislativo y reservado a los otros poderes, y que
entonces el Poder Judicial no puede invadir.
No se advierte de ningún modo que la
aplicación de la escala prevista por el legislador
resulte violatoria de los principios y las garantías
invocadas por el recurrente.
En el caso, la pretendida violación no
puede extraerse de la letra de la norma cuestionada,
desde que no conculca los principios de culpabilidad
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Berrocal, Andy Giovanni Andrés Jauregui, Miguel
Ángel Mauricio Enciso, Mamfer Ariel Noriega Narro,
Freddy Lloclla Carpio, Carlos Alexis Aguirre
Becerra, Felicita Anita Hermoza Sánchez, Geraldine
Lloclla Hermoza, Manuel Guillermo Vega Tello y Jair
Danny Aguilar Fernández, relativo al arbitrario
razonamiento plasmado en la sentencia para
individualizar el monto de las penas impuestas a los
nombrados, es del caso recordar que he señalado de
manera constante que le compete a esta Cámara
federal de Casación Penal la intervención en
cuestiones como la aquí planteada, toda vez que la
posibilidad del juicio de revisión sobre la fijación
de la pena impuesta, no solo corresponde en caso de
arbitrariedad, como supuesto en que lo controlable
es la falta de motivación o su contrariedad, sino
también en relación a la corrección de la aplicación
de las pautas fijadas por el derecho de fondo –arts.
40 y 41 del C.P.- (cfr. en lo atinente y aplicable,
causa N° 847, “Wowe, Carlos s/ recurso de casación,
rta. el 30/10/98, reg. nro. 13535; causa nro. 1735,
“Del Valle, Mariano s/ recurso de casación”, rta. el
19/11/99, reg. nro. 2221.4; causa nro. 1646, “Bornia
De Melo, Walter s/ recurso de casación”, rta. el
22/02/00, reg. nro. 2427.4; entre varias otras,
todas de esta Sala IV de la C.F.C.P.).
Por ende, resulta claro que la
individualización de la pena tal como lo he
sostenido de manera constante al votar en diversos
precedentes de esta Cámara, es revisable, según cual
sea el vicio atribuido en tal sentido al fallo, ya
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eficaz que garantice suficientemente al imputado el
examen integral del fallo (cfr.: los votos del
suscripto en las causas Nro. 4428, “Lesta, Luis
Emilio s/recurso de casación”, rta. el 23/09/04,
reg. Nro. 6049; y causa Nro. 4807: “López, Fernando
Daniel s/ recurso de queja”, rta. el 15/10/04, reg.
Nro. 6134; causa FSM 2362/2011/T01/9/CFC3 ”Ahel,
Sergio Daniel Enrique s/ recurso de casación”, rta.
el 23/08/16, reg. N° 1024/16.4; y causa FCB
94030022/2012/TO1/CFC1, “Alderete, Maximiliano
Fernando Javier s/ recurso de casación”, rta.
4/12/2019, reg. N° 2444/19.4; entre otros).
Ahora bien, tal como ya lo he señalado en
diversas oportunidades, la individualización de la
pena es la fijación por el juez de las consecuencias
jurídicas de un delito, escogiendo entre la
pluralidad de posibilidades previstas legalmente
(cfr. los votos del suscripto en causas Nro. 1785,
caratulada: “Trovato, Francisco Miguel Angel
s/recurso de casación", rta. el 31/05/2000; reg. N°
2614; causa n° 6414, “Palacios, Miguel Ángel s/
recurso de casación”, rta. el 20/02/2007, reg.
N°8264; y causa “Ahel”, ya citada, todas de esta
Sala IV de la C.F.C.P.).
Además, resulta claro que las
circunstancias o elementos que en sí mismos
considerados configuran la acción típica no pueden
ser valoradas para graduar la pena a imponer. Sin
embargo, junto a las demás pautas de mensuración,
pueden ser evaluadas al efecto considerándolas, no
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secuestro de una notable cantidad de armamento y la
intimidación generada a los vecinos del barrio.
A su vez, corresponde mencionar que, al
momento de imponer las penas, los juzgadores también
realizaron, correctamente, consideraciones
particulares en relación a alguno de los imputados.
Con respecto a Silvana Alejandra Salazar
se tuvo en cuenta su grado de instrucción, el medio
social al que pertenece, su situación económica, la
naturaleza, características y, principalmente, las
consecuencias de los hechos ilícitos perpetrados y
los antecedentes condenatorios que registra.
Destacó, además, el desapego que junto a su pareja
Marco Antonio Estrada Gonzáles tienen de las normas
–situación demostrada en la reiteración de las
maniobras delictivas llevadas a cabo a lo largo de
los años, haciendo del obrar ilícito un medio de
vida- sin que se advirtieran atenuantes que hagan
inclinar la balanza a una pena cercana al mínimo
legal.
Con relación a Gladys Santos Carhuachin y
Danny Jair Aguilar Fernández “también habrá de
superarse holgadamente el mínimo legal previsto y se
impondrá una sanción bastante superior, en el caso
del último será levemente superior respecto de la
primera, por haberse reprochado un concurso de
delitos; pero en definitiva en el caso de ambos se
tendrá en cuenta, además de lo ya expuesto en forma
general, el preponderante rol que desempeñaron en la
actividad ilícita reprochada, además de su grado de
instrucción y la falta de antecedentes computables”.
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guerra mientras que al otro el acopio del armamento,
lo que demuestra una mayor peligrosidad por parte de
éste, circunstancia que justifica hacer una
diferencia en el monto de la pena a imponerles,
valorando, como atenuantes, que carecen de
antecedentes penales, su grado de instrucción y su
nivel socio económico.
Los sentenciantes refirieron que José Luis
Monge Berrocal también será pasible de una sanción
algo superior al mínimo por haberse tenido en cuenta
su rol dentro de la estructura criminal (si bien
inferior y no de la preponderancia de los
anteriores) y en virtud de la diversidad de
elementos que se secuestraron en su vivienda al
momento de ser detenido. Como pautas de atenuación
valoraron su falta de antecedentes, edad y nivel
socio económico.
Además, los juzgadores manifestaron “Con
relación a Virginia Esperanza Santos Carhuachín y
Juan Fernando Colona Risco, también se tendrá en
cuenta la edad de cada uno, su nivel socioeconómico,
su carencia de antecedentes computables, en el caso
de la primera el hecho de haber llevado a cabo las
acciones delictivas a instancias de su hermana, y el
rol que cada uno cumplía en la organización y las
restantes circunstancias que genéricamente se
tuvieron en cuenta al inicio, por lo tanto se
impondrá a cada uno de ellos la pena de siete años
de prisión, accesorias legales y costas.
Con relación a Luis Federico Donayre Santa
Cruz, habrá de tenerse en cuenta el múltiple
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sus parentescos con aquellos que cumplían, en
diferentes medidas, roles de importancia, siendo
condicionada a prestar la colaboración que quedó
demostrada. También se ponderó su escasa y
secundaria participación, su edad y carencia de
antecedentes.
Por último, en relación a Neycer Anthony
Hermoza Cosme, se tuvo en consideración su edad, su
nivel socio económico y de instrucción, como así
también la calidad del arma que se le secuestrara.
Sentado ello, se concluye que el
sentenciante valoró, correctamente y en forma
detallada, las circunstancias agravantes y
atenuantes que operan como pautas en la mensuración
de la pena impuesta a los recurrentes, a tenor de lo
normado en los arts. 40 y 41 del Código Penal.
Llegado a este punto, debo recordar que la
escala penal prevista para los delitos de tenencia
de estupefacientes con fines de comercialización
agravada por la intervención de tres o más personas,
es de seis a veinte años de prisión, con lo cual
lucen proporcionadas y ajustadas a derecho las
distintas penas impuestas basándose no solo en los
roles que ejercieron dentro de la organización sino
también teniendo en cuenta las circunstancias
particulares de cada uno de los encausados.
Asimismo, las referidas pautas que
operaron con entidad agravante en la mensuración de
las penas finalmente impuestas revelaron la gravedad
de los hechos concretamente juzgados, y, en su
entidad cuantitativa, justamente, deben ser
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entender, el a quo no ponderó cómo aplicó el
supuesto “método composicional” porque el monto
impuesto ha sido cercano a la suma matemática en vez
de haber aplicado el método de aspersión que rige en
el concurso real de delitos; por ende, solicitó que
debe dejarse sin efecto y proceder a su disminución.
Ahora bien, en el caso particular de
Héctor Ramón Mesecke, el Tribunal le impuso en los
términos del artículo 58 del C.P. una pena única de
diez (10) años y seis (6) meses de prisión a la PENA
ÚNICA, multa de $ 33.000 (treinta y tres mil)
accesorias legales y costas, comprensiva de la aquí
impuesta y de la pena de seis años de prisión,
accesorias legales, multa de seis mil pesos y
costas, impuesta por el Tribunal Oral en lo Criminal
Federal Nro. 3. Cabe recordar que en su alegato el
Fiscal solicitó la misma pena única.
Así las cosas, en el caso bajo estudio se
observa que la aplicación del método composicional
en la individualización de la pena única a la que
fue condenado Mesecke respecto de las cuestiones que
debían ponderarse en esa tarea, se encuentra
suficientemente fundada.
Es por ello que no se advierte la carencia
argumental señalada por la parte recurrente. Máxime,
si se considera que los principios de acumulación de
penas se traducen en un conjunto de cuestiones de
forma y de fondo, entre las cuales se encuentran las
previsiones del art. 58 del C.P. que posibilitan un
solo pronunciamiento para todos los delitos
cometidos por un solo sujeto. Y que ello resulta
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Daniel s/recurso de casación”, reg. nº2960, rta. el
6/11/00; causa nº2155 “Nievas, Jorge Raúl s/recurso
de queja”, reg. nº3251.4, rta. el 23/3/01; causa
nº2735, “Vera, Fabián Eduardo s/recurso de
casación”, reg. nº3549.4, rta. el 15/8/01; y causa
nº2991, “Rodríguez, Eduardo Adalberto s/recurso de
queja”, reg. nº3785, rta. el 30/11/01; causa nº
3532, “Ragni, Marcelo Alejandro s/recurso de queja”,
reg. nº4651.4, rta. el 24/02/03; causa nº4052,
“Sosa, Luis Ernesto s/recurso de queja”, reg.
nº5069.4, rta. el 18/07/03; causa nº4826, “De Dios,
Diego Ezequiel s/recurso de queja”, reg. nº6188.4,
rta. el 27/10/04, entre muchas otras).
La defensa no logra demostrar de qué
manera el Tribunal debió operar de un modo distinto
en la fijación de la de pena única impuesta
finalmente; en el que se ha partido de un método
composicional para imponerle una menor a la suma
aritmética de las penas que fueran unificadas.
Por lo expuesto, considero que la
aplicación del método composicional en la
individualización de la pena única a la que fue
condenado Héctor Ramón Mesecke, se encuentra
bastamente sustentada y se circunscribe al marco
normativo aplicable.
No se advierte, por su parte, que el
anterior tribunal hubiera elaborado una respuesta
punitiva irracional sobre el caso concreto, que,
como se dijo, vulnerara los principios
constitucionales de culpabilidad y proporcionalidad.
Al punto, es menester mencionar que el
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La declaración de reincidencia –
genéricamente- requiere entonces, con anterioridad a
la comisión de un nuevo delito, el cumplimiento
efectivo, en forma total o parcial, de una pena
privativa de la libertad impuesta por sentencia
firme (cfr. esta Sala IV: causa Nro. 242:
“Montenegro, Oscar Ángel s/ rec. de casación”, Reg.
Nro. 474, rta. el 10/11/95; causa Nro. 295: “Borgo,
Julio Fernando s/ rec. de casación”, reg. Nro.548,
rta. el 8/3/96; y causa Nro. 452: “Canto Salamanca,
Miguel Ángel s/ recurso de casación”, reg. Nro. 751,
del 10/2/97; entre muchas otras).
El fundamento de tal agravante se centra
primordialmente en que no obstante haber soportado
con pleno conocimiento una sentencia condenatoria
firme, que oportunamente pusiera fin –en el caso
concreto- a la incertidumbre propia de los
procesados privados de su libertad, ha cometido
luego otro delito.
En este sentido, la declaración de
reincidencia depende de la comprobación objetiva de
dos circunstancias: a) el cumplimiento efectivo de
al menos una parte de la condena anterior; b) que el
nuevo delito –punible también con pena privativa de
la libertad- se cometa antes de transcurrido el
término indicado en el último párrafo del art. 50
del C.P.
Bastan pues para comprobarla las
constancias que acrediten documentalmente la
concurrencia de esos hechos (cfr. de la Sala II:
causa Nro. 2114 “García, Miguel Ángel s/ recurso de
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criminal, las consecuencias jurídicas que estime
conveniente para cada caso” (cfr. C.S.J.N.in re “L
´Eveque” en Fallos 311:1451).
En efecto, debe iterarse que el mayor
reproche al autor reincidente se fundamenta en el
desprecio que manifiesta por la pena privativa de
libertad quien, pese a haberla sufrido con
anterioridad y de forma efectiva, vuelve a cometer
un delito amenazado también con esa clase de pena,
tal como lo ha sostenido la Corte Suprema en “Gómez
Dávolos”, “Gelabert” y “L´Eveque” (Fallos 308:1938;
311:1209 y 311:1451). Asimismo, esta Sala IV hizo lo
propio en la causa nro. 295 “Borgo, Julio Fernando
s/ recurso de casación”, reg. Nro. 548, rta. el
8/03/96, causa nro. 242 “Montenegro, Oscar Ángel s/
recurso de casación”, reg. Nro. 474, rta. el
10/11/95; causa nro. 1837 “Ortiz, Juan Carlos s/
recurso de inconstitucionalidad”, reg. Nro. 3047,
rta. el 11/12/00 y causa nro. 5737 “Díaz, Hugo Omar
s/ recurso de casación”, reg. Nro. 8262, rta. el
19/02/07, entre otros. También la Sala I, causa nro.
4575, “Arrieta, I. y otro s/ recurso de casación”,
rta. el 28/02/03; y la Sala III, causa nro. 6628,
“Muñoz, Jorge Lucas s/ recurso de casación”, reg.
Nro. 861/06, rta. el 14/8/06).
De ello se desprende que el mayor castigo
a Enciso no se encuentra en un juicio moral por una
particular conducción de vida, lo cual resulta
inadmisible, sino que lo que aquí interesa es que al
momento de cometer el nuevo hecho ilícito el sujeto
no haya tenido en cuenta las graves consecuencias
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entonces, el desprecio por el encierro que importó
una condena que ya les fue impuesta y la
insensibilidad ante la amenaza de un nuevo reproche
de esa naturaleza, cuyo alcance ya conoce.
El principio de igualdad no obsta a que el
legislador contemple en forma distinta situaciones
que considera diferentes, con tal de que la
discriminación no sea arbitraria ni importe
ilegítima persecución o indebido privilegio de
personas o grupos de ellas aunque su fundamento sea
opinable (C.S.J.N. Fallos 299:146; 300:1049 y 1087;
301:1185).
La reincidencia, es entendida como un dato
objetivo y formal- a efectos de ajustar con mayor
precisión el tratamiento penitenciario que se
considere adecuado para aquellos supuestos en los
que el individuo incurriese en una nueva infracción
criminal.
Como se adelantó, el instituto en cuestión
no importa la violación del principio de
culpabilidad por el acto cometido, por cuanto el
delito precedente en virtud del cual el condenado
fue declarado reincidente, ya fue materia de
juzgamiento y mereció una pena, siendo que la
declaración de reincidente, no se debe al hecho de
haber delinquido anteriormente sino al de haber
cumplido una pena privativa de la libertad con
anterioridad a la comisión del otro hecho delictivo,
lo que evidencia –como ya dijera- el mayor grado de
culpabilidad en la conducta posterior.
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Penal de la Nación y no la hipótesis contraria, las
personas condenadas a penas de encierro no podrían
ejercer una correcta defensa en juicio por cuanto no
tendrían la posibilidad rebatir las decisiones
basadas en criterios discrecionales de los
magistrados que la disponen.
En el precedente citado nuestro Máximo
Tribunal indicó “Que si bien surge del citado art.
26 de la ley de fondo el mandato expreso de
fundamentar la condenación condicional, no por ello
el magistrado deberá dejar de lado el mandato
implícito que lo obliga -con el fin de asegurar una
debida defensa en juicio- a dictar sus fallos en
términos de una derivación razonada del derecho
vigente conforme las constancias de la causa para
resolver sobre una pena a cumplir en prisión”
(considerando 9).
Llevado lo expuesto al caso aquí
analizado, entiendo que los juzgadores dieron
ahondados motivos por los cuales consideraron que
debe aplicárseles una pena de efectivo cumplimiento,
los cuales ya fueron memorados en el presente voto.
En consecuencia, entiendo que lo resuelto
por el Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nro. 3
se ajusta a las constancias obrantes en la causa y
guarda correlato con el parámetro compuesto también
por el mandato constitucional que ordena que toda
pena privativa de la libertad esté dirigida,
esencialmente, a la reforma y readaptación social de
los condenados (art. 5, inc. 6, CADH), lo que exige
que el sentenciante no se desentienda de los
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revocación de la libertad condicional al momento de
disponer su condena en el marco de la presente
causa.
Cuestionó que el tribunal a quo sin
argumento alguno revocó la libertad condicional que
Salazar gozaba en el marco de la causa 1.310/11 del
registro del Tribunal Oral en lo Criminal Federal
Nro. 3.
En efecto, tal como se desprende de la
sentencia de la instancia anterior, el citado
tribunal en fecha 23 de mayo de 2013 condenó a
Silvana Alejandra Salazar a la pena única de 8 años
de prisión compresiva de la mencionada y la de 6
años recaída en el marco de la causa nro. 1.279/09
también de ese tribunal, por hechos anteriores a los
aquí juzgados.
En el marco de esas causas, Salazar estuvo
detenida desde el 19 de febrero de 2008 hasta el 18
de junio de 2013, cuando se le concedió la
excarcelación, la cual se convirtió en libertad
condicional en 9 de agosto de ese año.
En relación a las presentes actuaciones,
la nombrada fue detenida con fecha 16 de diciembre
de 2016, permaneciendo detenida hasta la actualidad.
Al respecto, cabe mencionar que el planteo
aquí analizado ya fue efectuado por la recurrente
con anterioridad en los incidentes CFP
18051/2016/TO1/98/CFC52 y CFP
18051/2016/TO1/98/CFC65, donde oportunamente se
analizaron los pedidos de excarcelación a favor de
la imputada e intervino esta Sala.
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delitos atribuidos el previsto en el art. 7 de la
ley 23.737-, la realidad es que la nombrada se
encontraría imposibilitada de acceder a una nueva
libertad condicional ya que su situación encuadra en
lo previsto en el art. 17 del Código Penal.
De acuerdo a lo consignado, cabe rechazar
el agravio aquí analizado.
7. Planteo sobre la aplicación de una
multa a Geraldine Lloclla Hermoza.
Corresponde adentrarnos en el análisis del
agravio introducido por la defensa de la nombrada,
más precisamente la arbitrariedad y falta de
fundamentación de la multa impuesta.
En primer término, cabe señalar que la
sanción de multa prevista por la ley establece una
pena determinada, con una escala punitiva, que prevé
un mínimo —cuarenta y cinco— y un máximo —
novecientas unidades— expresado en unidades fijas,
para cada una de las infracciones reprimidas en la
ley 23.737, de modo que se encuentra fija y sujeta a
un valor cierto e idéntico para todas las conductas,
determinado por el precio del formulario de
inscripción en el Registro Nacional de Precursores
Químicos.
En particular, la técnica legislativa
empleada que sujeta el monto de la pena de multa a
una unidad fija correspondiente a un valor asignado
a un trámite administrativo de la misma materia
tiene la ventaja de evitar la desactualización de la
norma por el transcurso del tiempo.
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Para más, en el plano ontológico, la
defensa técnica no acreditó la efectiva
imposibilidad económica de su asistida de afrontar
el pago de la multa impuesta, así como tampoco
analizó la viabilidad de los medios alternativos
frente a tal situación que prevé el art. 21 del
Código Penal.
Conjuntamente, no debe olvidarse que las
conductas típicas reprimidas en el art. 5° de la ley
23.737 persiguen una finalidad lucrativa derivada
del comercio de la sustancia, con lo que, la lesión
al bien jurídico protegido —salud pública— se agrava
por una finalidad exclusivamente económica, lo cual
tiene su correlato en la sanción de multa como
respuesta punitiva. Ello, a su vez, guarda relación
con el deber de aplicación de sanciones de carácter
pecuniario en este tipo de supuestos delictivos –
cfr. art. 3.4.a de la ley 24.072- (cfr., en lo
atinente y aplicable, a lo resuelto en forma
unipersonal por el suscripto en la causa FSA
4208/2017/TO1/CFC2, “Medrano Vargas, Richar
s/infracción ley 23.737”, reg. N°721/18, rta. el
22/6/18, de esta Sala IV de la C.F.C.P.).
Nótese al respecto que la Convención de
las Naciones Unidas contra el Tráfico Ilícito de
Estupefacientes y Sustancias Sicotrópicas –aprobada
por ley 24.072- impone el deber a los Estados
firmantes de disponer que, por la comisión de los
delitos tipificados en la Convención, “…se apliquen
sanciones proporcionadas a la gravedad de esos
delitos, tales como la pena de prisión u otras
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delito y así, evitar la impunidad y desalentar la
comisión futuros hechos similares.
El presente caso es uno de ellos, donde se
desarticuló a una organización criminal compuesta
por un gran número de personas; se demostró la
intervención de los diferentes estratos dentro del
plan criminal; la forma en que lo desarrollaron; y,
además de las condenas de más de 30 integrantes de
la banda –entre ellos dos de sus líderes-, se logró
el decomiso de divisas de distintas nacionalidades y
de bienes registrables.
En ese sentido, la Oficina de Naciones
Unidas contra la Droga y el Delito afirmó que “La
comunidad internacional reconoce el grave problema
que representa la delincuencia organizada y que se
deben mejorar los mecanismos de lucha contra ese
tipo de delincuencia y facilitar la recuperación de
lo producido por ella, para lo cual es necesario el
decomiso” (Manual de cooperación internacional en el
decomiso del producto del delito, año 2013, p. 8).
Tales extremos, en concordancia con los
compromisos internacionales asumidos por la
República Argentina.
En esa misma línea argumental, debe
recordarse lo expuesto recientemente por la Corte
Suprema de Justicia de la Nación en cuanto a que “…
el tráfico de estupefacientes representa una grave
amenaza para la salud y el bienestar de los seres
humanos, y menoscaba las bases económicas,
culturales y políticas de la sociedad; además de
involucrar compromisos internacionales asumidos por
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Huaccha, Andy Giovanni Andrés Jauregui, Miguel Ángel
Mauricio Enciso, Mamfer Ariel Noriega Narro, Freddy
Lloclla Carpio, Carlos Alexis Aguirre Becerra,
Felicita Anita Hermoza Sánchez, Geraldine Lloclla
Hermoza, Manuel Guillermo Vega Tello, Agustín
Ramírez Benítez, Gian Arthur Aguilar Fernández y
Jair Danny Aguilar Fernández. SIN COSTAS en la
instancia por haberse efectuado un razonable
ejercicio del derecho al recurso (art. 8.2 h de la
C.A.D.H. y 530 y 531 del Código Procesal Penal de la
Nación).
III. TENER PRESENTES las reservas del caso
federal efectuadas.
El señor juez Javier Carbajo dijo:
Por compartir en lo sustancial las
consideraciones formuladas en la ponencia del colega
que lidera el presente Acuerdo, doctor Gustavo M.
Hornos, adhiero a la solución allí propuesta.
Tal es mi voto.
El señor juez doctor Mariano Hernán
Borinsky dijo:
Convocado a emitir mi voto en tercer
orden, comparto en lo sustancial los argumentos y
las conclusiones exteriorizadas por el colega que
lidera el acuerdo, Dr. Gustavo M. Hornos -que
cuentan con la adhesión del Dr. Javier Carbajo-.
Así igual, efectuaré consideraciones sobre
algunos de los agravios formulados por las defensas
en sus recursos de casación.
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El tribunal de juicio encuadró legalmente
las conductas de los imputados -cada cual según
corresponda y con distintos grados de intervención
en los hechos- en los delitos de organización de
actividades de narcotráfico (art. 7 de la Ley
23.737), acopio de armas de fuego, sus piezas y
municiones (art. 189 bis, inciso 1, tercer párrafo,
e inciso 3, del Código Penal), tráfico de
estupefacientes en la modalidad comercio agravado
por la intervención de tres o más personas en forma
organizada (art. 5° “c” y 11° “c” de la Ley 23.737),
falsificación de documento público destinado a
acreditar la identidad de las personas (art. 292,
segundo párrafo, del Código Penal), tenencia
ilegítima de arma de guerra (art. 189 bis, inciso 2,
segundo párrafo del Código Penal), tenencia
ilegítima de arma de fuego de uso civil (art. 189
bis, inciso 2, primer párrafo, del Código Penal) y
desobediencia a un funcionario público en el
ejercicio legítimo de sus funciones (art. 239 del
Código Penal).
De esa forma y en lo que aquí concierne,
el colegiado previo condenó a los imputados de la
siguiente manera: Silvana Alejandra Salazar (pena
única de 18 años de prisión); Jair Danny Aguilar
Fernández (12 años y 6 meses de prisión); Gladys
Santos Carhuachin (12 años de prisión); Andy
Giovanni Andrés Jauregui (11 años de prisión);
Héctor Ramón Mesecke (pena única de 10 años y 6
meses de prisión); Miguel Ángel Mauricio Enciso
(pena única de 9 años y 6 meses de prisión); Manuel
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(pena de 6 años de prisión) hizo saber que sus
asistidos desistieron de la vía recursiva promovida
a su favor.
Concuerdo con el distinguido juez que abre
el acuerdo en que el fallo puesto en crisis cuenta
con los fundamentos jurídicos mínimos, necesarios y
suficientes (CSJN, Fallos 302:284; 323:629 y
325:924, entre otros), a la vez que está exento de
fisuras lógicas o de violación alguna a las reglas
de la sana crítica y resulta una derivación razonada
del derecho vigente con ajuste a las particulares
circunstancias comprobadas de autos.
Los distintos planteos de nulidad
formulados por las defensas en los recursos de
casación bajo estudio no resultan novedosos, en
tanto constituyen una reedición de aquellos que
fueran formulados en iguales términos durante el
juicio oral, lo que han sido rechazados con
fundamentos bastantes en el fallo impugnado; sin que
las defensas hayan aportado elementos suficientes ni
novedosos en sus presentaciones recursivas para
conmover lo resuelto por el tribunal anterior.
Resulta oportuno recordar que el principio
de trascendencia, que regula el instituto de la
invalidación de los actos procesales, exige la
existencia de un vicio de tal carácter que afecte un
principio constitucional. Ello solo se materializa
con la generación de un perjuicio concreto que no
haya sido subsanado, porque las formas procesales
han sido establecidas como garantía de juzgamiento y
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inaceptable en el ámbito del derecho procesal la
declaración de la nulidad por la nulidad misma (cfr.
Fallos: 303:554; 322:507; 342:624 y 343:168 -entre
muchos otros-).
En esa inteligencia, he resaltado en
numerosas oportunidades actuando como juez de esta
Cámara Federal de Casación Penal que las nulidades
tienen un ámbito de aplicación restrictivo, no son
un fin en sí mismas pues se requiere la producción
de un gravamen cierto que lleve a justificar una
decisión contraria a la adoptada en la sentencia
(cfr. en lo pertinente y aplicable, causa nro.
14.447, caratulada “Cuevas, Mauricio Isabelino
s/recurso de casación”, reg. 15.972.4 rta. 12/11/11;
causa nro. 9538, caratulada “Paita, Ricardo Alberto
y otro s/recurso de casación”, reg. 755.4, rta.
17/05/12; causa nro. 15.148 caratulada “Palombo,
Rodolfo Oscar y otros s/recurso de casación”, reg.
191/14, rta. 26/02/2014; causa FCR
9400939/2011/TC1/1/CFC1 caratulada “Carrera Ganga,
Walter Gabriel s/recurso de casación”, reg. 1009,
rta. 29/05/2015; causa FSA 12272/2015/TO1/CFC1
caratulada “Cantaluppi Daisy Cristhiane y otra
s/recurso de casación”, reg. nº 743/17.4, rta.
19/06/17; causa FMZ 14895/2013/TO1/5/CFC2 caratulada
“Ortiz Donadell Gerardo Saúl s/ recurso de casación,
reg. nº 461/18.4, rta. 9/5/2018; causa CFP
2637/2004/TO3/CFC39, “Nerone, Rolando Oscar y otros
s/ privación de libertad agravada (art. 142, inc. 1)
y homicidio agravado con ensañamiento– alevosía”,
reg. nº 203/19.4, rta. 27/2/2019; FRE
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arbitrariamente los derechos a la privacidad e
intimidad de sus asistidos. Sin embargo, dichas
críticas aparecen a esta altura como una mera
disconformidad que, por infundada, no alcanza a
descalificar las medidas de prueba en cuestión a
tenor de la arbitrariedad alegada.
En efecto, las intervenciones telefónicas
criticadas por las defensas fueron solicitadas a fin
de constatar la ocurrencia de los hechos pesquisados
en el marco de una línea investigativa y, conforme
las particulares circunstancias del caso, fueron
dispuestas mediante órdenes judiciales válidas. Esas
órdenes se sustentaron debidamente en las pruebas
con que se contaba en autos, dentro de los límites
de las posibilidades que la realidad impone en la
génesis investigativa.
El requisito de motivación (que es el modo
de garantizar que la intervención de las
comunicaciones aparezca como fundadamente necesario)
no exige a los magistrados una prueba de la
culpabilidad de la persona que debe soportar la
invasión en su esfera de privacidad, sino tan solo
una presunción razonable de la comisión de un
ilícito (cfr. en igual sentido, Sala IV de esta
C.F.C.P., causas FGR 81000857/2013/CFC1 “Montecino,
Héctor Isaac, Davila, Sergio Rubén, López, Cristian
Abel, Navarrete, Jorge Ruperto, Ribera Pabst, Manuel
Arturo, s/ recursos de casación”, reg. 2082/15, rta.
2/11/15; FCR 22000029/2011/TO1/CFC5, “Monsalves,
Diego Matías y otros s/ recurso de casación”, reg.
nº 1129/18, rta. 31/8/2018; causa FSA
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inmediato de la decisión judicial examinada (cons.
20 -supuestos alternativos definidos negativamente
por la Corte, dada su no corroboración en el caso
que tenía a estudio-).
Así las cosas, cabe concluir que,
contrariamente a lo sostenido por las defensas,
existían en autos elementos objetivos idóneos que
permitían fundar una sospecha razonable y lógica que
justificó en ese entonces las intervenciones
telefónicas cuestionadas en el marco de una
investigación que ya se encontraba en marcha (cfr.
en igual sentido, votos del suscripto en causas nº
16.597, “Brandan, David Alberto y otros s/ recurso
de casación”, Reg. nº 2493, Rta. 16/12/2013; nº
970/2013, “Di Biase, Luis Antonio y otros s/recurso
de casación e inconstitucionalidad”, reg. 1420, rta.
4/07/2014; FCR 12009629/2012/TO1/CFC7, “Ñancupel
Uribe, Guido Adrián y otros s/ recurso de casación”,
reg. nº 1738/16.4, rta. 28/12/16, y en causa FSM
6928/2016/TO1/CFC3, “Mussa José Manuel y otro s/
recurso de casación” (reg. n° 1583/20.4, rta. el
31/8/2020, de esta Sala IV de la C.F.C.P., entre
muchas otras).
En consecuencia, las intervenciones
telefónicas aparecen debidamente fundadas en los
términos del citado precedente “Quaranta” (Fallos:
333:1674); doctrina reiterada por el Máximo
Tribunal, más recientemente, en los casos “Aparicio”
y “Fredes” (Fallos: 341:150 y 341:207,
respectivamente).
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compromisos internacionales obligan a la Argentina a
´una coordinación de la acción preventiva y
represiva contra el tráfico ilícito, adoptando las
medidas necesarias, para que el cultivo, la
producción, fabricación, extracción, preparación,
oferta de venta, distribución, despacho, expedición
de tránsito, transporte, importación y exportación
de estupefacientes, sean consideradas como delitos
que se cometen intencionalmente, y que los delitos
graves sean castigados en forma adecuada,
especialmente con penas de prisión y otras penas
privativas de la libertad (art. 36 de la Convención)
´, Convención Única de 1961 sobre Estupefacientes de
Naciones Unidas…”.
Asimismo, en dicho precedente se advirtió
que “el tráfico ilícito de drogas y las modalidades
de crimen organizado a él asociado, son una fuente
constante y permanente de afectación de derechos de
los individuos y de la sociedad”, tras lo cual se
recordó “el deber del Estado de mejorar las técnicas
complejas de investigación para este tipo de
delitos, tendientes a desbaratar las bandas
criminales narcotraficantes que azotan a todos los
países…”.
Finalmente, al revocar la declaración de
nulidad de una medida de prueba, el Más Alto
Tribunal sostuvo que dicha decisión “habría
despreciado el conocimiento que surge de la
experiencia, de la lógica y del sentido común,
llegando a un resultado absurdo que no pueda
presumirse querido por el legislador…, ni por la
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29/2019/TO1/5/CFC1, “Martínez, Gisela Nélida
s/recurso de casación”, Reg. n° 1203/20.4, rta. el
29/07/2020, de la Sala IV, y causa FSM
61635/2015/TO1/CFC5, “Garay, Antonio y otros s/
recurso de casación”, Reg. n° 2547/21, rta.
30/12/2021, de la Sala I -a cuyas consideraciones me
remito en honor a la brevedad-).
Tras la celebración del juicio oral y
público, los jueces del tribunal previo han tenido
por demostrada la intervención y responsabilidad
penal de los imputados en los hechos a partir de un
cuadro probatorio que resulta suficiente para
configurar a su respecto el juicio de certeza
positiva o convicción apodíctica que requiere toda
sentencia condenatoria y, correlativamente,
desvirtuar la presunción de inocencia de la que goza
todo imputado durante la sustanciación del proceso
(C.P.P.N., art. 3).
Como contrapartida, la arbitrariedad
alegada por las defensas se encuentra desprovista de
todo sustento, basada en una discrepancia de
criterio sobre la valoración de los elementos
probatorios agregados a la causa. El sentenciante
realizó un tratamiento concreto, pormenorizado y
acertado sobre las particularidades tenidas en
cuenta por las partes, y ha atendido y rechazado con
fundamentos bastantes los argumentos empleados por
las defensas al instar durante el juicio oral un
temperamento liberatorio con relación a sus
asistidos -reeditados en similares términos en esta
instancia casatoria-.
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extremos a partir de los cuales se determinó el
quantum criticado, sin rebatir el juicio seguido por
el tribunal oral ni demostrar que resulte
arbitrario.
En efecto, el colegiado de la instancia
anterior efectuó y consecuentemente fundamentó, en
los términos de los arts. 40 y 41 del Código Penal,
un correcto análisis sobre las circunstancias
objetivas y subjetivas, tanto atenuantes como
agravantes, que se verifican en el caso.
Contrariamente a lo sostenido por las defensas, se
apreciaron concretos elementos sobre los que se
fundaron las sanciones ahora objetadas -transcriptos
en el voto que lidera el acuerdo, al que me remito
en honor a la brevedad y con el que coincido-.
La reducción punitiva -vinculada a una
información supuestamente brindada por Salazar al
haber declarado en carácter de arrepentida en otra
causa- solicitada por su defensa particular al
momento de exponer oralmente en la audiencia de
informes celebrada en los términos de los arts. 465
último párrafo y 468 del C.P.P.N., no prosperará en
la medida en que carece de fundamentos suficientes
para modificar, en las condiciones en las que fue
planteada, el quantum punitivo decidido con relación
a la nombrada.
Si se tienen en cuenta las circunstancias
agravantes valoradas por el tribunal sentenciante,
las defensas no han demostrado ni se advierte que
las penas de prisión impuestas a sus defendidos
carezcan de suficiente fundamentación. Además,
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formulados por la asistencia técnica de Salazar y
confirmó las decisiones adoptadas por el tribunal
anterior.
La defensa de Salazar no ha traído
argumentos novedosos ni suficientes para conmover y
apartarse de lo sostenido en tales precedentes.
En definitiva y de conformidad con lo
solicitado por el Fiscal General de Casación Dr.
Mario A. Villar durante el término de oficina ante
esta instancia, acompañaré la solución propuesta por
el Dr. Gustavo M. Hornos -que cuenta con la adhesión
del Dr. Javier Carbajo- de, por un lado, tener por
desistido el recurso de casación interpuesto por la
defensa de Alberto Escobar Miranda y Edson Osmar
Paucar Cochachi, con costas en la instancia (arts.
443, 530 y 531 C.P.P.N.), y, por el otro, rechazar
los recursos de casación interpuestos por las
defensas de los imputados Silvana Alejandra Salazar,
Gladys Santos Carhuachin, Virginia Santos
Carhuachin, Willy Efrain Lara Baquedano, Mirtha
Elizabeth Lara Santos, Jesús Alberto Montañes
Santos, Juan Fernando Colona Risco, José Luis Monge
Berrocal, Luis Fernando Reyes Cruzado, Omar Anthony
López Rosales, Gerardo Santos López Carrasco,
Enrique Edgar Robles del Campo, Héctor Ramón
Mesecke, Luis Federico Donayre Santa Cruz, Neycer
Antony Hermoza Cosme, Bryan Pool Sánchez Reyes,
Ysrael Ysaias Salazar Ramilla, Jesús Natividad
Cárdenas Huaccha, Andy Giovanni Andrés Jauregui,
Miguel Ángel Mauricio Enciso, Mamfer Ariel Noriega
Narro, Freddy Lloclla Carpio, Carlos Alexis Aguirre
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Ramírez Benítez, Gian Arthur Aguilar Fernández y
Jair Danny Aguilar Fernández; sin costas (arts. 530
y 531 in fine del Código Procesal Penal de la
Nación).
III. TENER PRESENTES las reservas del caso
federal efectuadas.
́
Registrese, ́
notifiquese, ́
comuniquese
(Acordada 5/2019 de la C.S.J.N.) y ́
remitase al
tribunal de origen mediante pase digital -quien
deberá notificar a los encausados de lo aquí
decidido-, sirviendo la presente de atenta nota de
́
envio.
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