Pareja Violenta
Pareja Violenta
Pareja Violenta
Esto ha generado la preocupación por poder reflexionar acerca del vínculo entre
pareja y violencia, cómo se da el interjuego de ambos aspectos. Nos
preguntamos si frente a la existencia de situaciones de violencia conyugal- un
tipo de violencia doméstica- esa relación de “dos” puede ser pensada como
configurando una pareja. Varias interrogantes surgen en relación con ello como
ser: ¿Cómo a la persona que “se quiere más” se la trata peor? ¿Cómo pueden
coexistir afectos de amor y de odio tan intensos en un mismo vínculo? ¿Cómo
aquel que se presenta con una modalidad de maltratador siente sinceramente
que quiere a aquella persona que maltrata? Pero a su vez, ¿cómo la persona
que es maltratada tiende a mantener y sostener ese vínculo, sintiendo
francamente amor hacia esa persona que la daña?
En definitiva nos preguntamos: ¿es pareja una pareja violenta? Esta interrogante
plantea la base del presente trabajo. Definiremos ambos términos: violencia
doméstica y pareja y a partir de los aspectos abordados, incluyendo las
dimensiones intra, inter y transubjetivas, intentaremos respondernos a la
pregunta formulada.
Más allá de los cambios sociales que hemos y estamos atravesando y afectan
significativamente a la forma de “ser pareja” en la actualidad y teniendo en
cuenta también la relatividad y flexibilidad con que podemos considerar a estos
parámetros, creemos que los mismos continúan definiendo desde el punto de
vista fenomenológico la relaciones de pareja.
Pero a su vez quizás esto no sea suficiente para denominar como pareja a un
vínculo. Muchas parejas podrían estar incluidas dentro de los parámetros
definidos, pero de acuerdo a sus modalidades de interacción, a las formas de
funcionamiento probablemente podríamos reflexionar si realmente se pueden
denominar así. Pareja también implica un conjunto de aspectos que hacen a las
maneras de transitar por el vínculo conyugal, que incluyen emociones básicas,
angustias, aspectos de la historia de esos sujetos, así como de la forma en que
se ensambla esa relación. Nos referimos también a aspectos fundantes y
constitutivos del vínculo, a los acuerdos inconscientes, a los pactos, a formas de
funcionamiento atravesadas por diversas paradojas, que se encuentran en el
núcleo de la formación de la pareja. ¿Cómo pensar algunos de estos aspectos
en un vínculo de pareja violento? Primero definiremos este segundo concepto.
Agrega la ley que esta forma de violencia es una de las formas de manejo de
poder y se ejerce generalmente sobre todo grupo de menor poder relativo: niños,
mujeres, ancianos.
Etapa aguda, donde surge muchas veces la violencia física incluso puede
concluir con violación o la muerte. Una vez que el ataque comenzó, sólo el
agresor lo puede detener, es incapaz de ver o escuchar a la persona agredida,
su furia no tiene que ver con lo que haya hecho la persona agredida sino con un
proceso interno.
Reflexionando sobre esto, vemos que los diversos momentos del ciclo remiten
a una forma de elección de objeto amoroso regida por el mecanismo de
idealización, donde la idealización negativa que aparece en las fases de
acumulación de tensión y de la etapa aguda del ciclo de la violencia pasa a ser
positiva en la fase luna de miel, pero persiste como mecanismo.
Y éste es un mecanismo, frecuente al comienzo de las conformaciones de las
parejas, pero que en la medida que se perpetúa también conlleva un potencial
de violencia. Violencia dada al no reconocer al otro como otro. Pero a su vez
porque sabemos que todo lo idealizado corre el riesgo inevitable de des-
idealizarse, de des-ilusionar.
Creemos que en una relación de pareja violenta se pierde el carácter dual del
vínculo. Uno de los miembros del vínculo al no tener voz, deseo, posibilidades
de existencia en el mismo, de alguna manera “desaparece”, dejando de
funcionar como una relación de “dos”.
En el mismo sentido, en otro artículo, Puget (2001, p4) afirma que una de las
consecuencias de la violencia es la “desubjetivación de otro”. En forma brusca o
progresiva el atacado va ocupando “un lugar de no lugar”. Esto se agrava cuando
aparecen ciertas justificaciones o argumentaciones que acompañan al acto
violento, produciendo en la persona atacada mayor confusión, sentimientos de
culpa y vergüenza e incluso alienación. La misma justificación de quien violenta
produce impotencia en quien es violentado, al punto de sentir que le es imposible
dejar de pertenecer a esa relación.
Lo que parece claro además son las importantes dificultades para dejar de
pertenecer a estos vínculos que en general aparecen en las personas que sufren
estas situaciones. La progresiva desubjetivación a la que están expuestos
impide además poder contestar la pregunta que da origen a este trabajo,
remitiéndonos a los propios sentimientos y creencias de los involucrados.