Oficio de San Roque CNC

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FIESTA DE LOS SANTOS MARTIRES DEL RIO DE LA PLATA

SAN ROQUE GONZALEZ DE SANTA CRUZ, ALONSO RODRIGUEZ Y JUAN DEL CASTILLO

Breve biografía

Nuestro primer santo paraguayo nació en 1576 en la ciudad de Asunció n. Fue uno
de los diez hijos del escribano real Bartolomé Gonzá lez y de María de Santa Cruz. Desde
niñ o, atraído por las cosas de Dios, no só lo participaba con alegría de la doctrina, en la que
enseñ aban el catecismo para la primera comunió n, sino ademá s fue monaguillo de la
catedral. Hablaba un perfecto guaraní y era há bil para las faenas del campo. De familia
acomodada, su hermano llegó a ser Teniente General y Gobernador de Asunció n. Fue
ordenado sacerdote a los 22 añ os por Monseñ or Hernando Trejo y Sanabria, obispo de
Có rdoba, siendo así uno de los primeros sacerdotes diocesanos ordenados en la regió n del
Río de la Plata. Fray Martín Ignacio de Loyola, obispo de Asunció n y sobrino - nieto de San
Ignacio de Loyola, lo nombró pá rroco de la catedral de Asunció n.

Ya desde el inicio de su labor pastoral, tenía una gran pasió n por la atenció n a los
indígenas, a quienes amaba entrañ ablemente. Fue uno de los primeros sacerdotes en
incursionar en el Chaco. Su abnegada dedicació n a los demá s, junto con su espíritu
prá ctico, le mereció el cargo de provisor y vicario general de todo el obispado, el cual
rechazó para ingresar al noviciado de la Compañ ía de Jesú s el 9 de mayo de 1609. Acabado
su noviciado, fue enviado a la recién fundada reducció n de San Ignacio Guasu, donde se
dedicó con admirable entrega y creatividad a la organizació n de la primera reducció n
jesuítica del Paraguay.

Algunos bió grafos y cronistas señ alan que el entonces P. Roque era el alma de la
vida litúrgica y religiosa de la reducción, a la vez que un solícito promotor de su vida
econó mica y social, sin descuidar la cura de almas. Su anhelo de llevar el evangelio a sus
“nuevos hijos”, como él solía llamarlos, le llevó a emprender la fundació n de 10
reducciones má s: San Ignacio Miní (1613), Encarnació n (1615), Concepció n de la Sierra
(1619), Candelaria (1627), San Javier y otros centros ubicados sobre la costa del río
Uruguay. Sobre ese río se extendió hacia el sur, fundando la Reducció n de Yapeyú , en la
actual provincia de Corrientes . De Yapeyú , partió hacia tierra adentro en el sur del
actual Brasil, fundando las reducciones de San Nicolá s, Asunció n del Iyuí y Ca’aró .

En la regió n de Iyuí, el P. Roque tuvo grandes diferencias con el cacique Ñ ezú . Fue
así que el día 15 de noviembre de 1628, esta reducció n es destruida y Roque es asesinado
junto al padre españ ol Alonso Rodríguez y el cacique Arasunu en el Ca’aró . Este cacique
había llegado momentos después del martirio de San Roque, reprendiendo a los indígenas
por su ensañ amiento y crueldad, y fue también asesinado por éstos. La misma suerte
corrió dos días después, el 17 de noviembre de 1628, el P. Juan del Castillo, muerto de
manera atroz.

Los cadá veres fueron arrojados a la hoguera, pero milagrosamente el corazó n de


Roque no se quemó . El corazó n y el hacha con el que lo mataron fueron trasladados
a Roma. Posteriormente, fueron llevados a Argentina. En la actualidad el corazó n se halla y
puede ser visitado en la Capilla de los Santos Má rtires de la parroquia Cristo Rey,
en Asunció n.
Roque y sus compañ eros má rtires fueron beatificados por Pío IX el 28 de
enero de 1934. En la misa de beatificació n estuvo presente el primer obispo diocesano de
San Juan Bautista, Mons. Ramó n Pastor Bogarín Argañ a. Los tres má rtires jesuitas fueron
canonizados por San Juan Pablo II el 16 de mayo de 1988.

LITURGIA DE LAS HORAS PROPIA PARA ESTA FIESTA

NOTAS:

a) En Paraguay, el 15 de noviembre por petició n de la Conferencia Episcopal


Paraguaya y aprobació n de la sede apostó lica CELEBRAMOS LITURGICAMENTE
LA FIESTA DE SAN ROQUE GONZALEZ DE SANTA CRUZ ( fecha aniversario de su
martirio)

b) A continuació n ofrecemos la Liturgia de las Horas propias de esta fiesta,


debidamente aprobadas por la Congregació n para el Culto Divino y la disciplina de
los Sacramentos en el 2009.

c) Las Antífonas son propias de la fiesta, algunas fueron tomadas de la homilía de SS


Juan Pablo II en la canonizació n de los Santos Má rtires en Ñ u Guazu, el 16 de mayo
de 1988 y de las cartas de San Roque Gonzá lez. Los Salmos y lectura breve del
Comú n para varios má rtires

d) ORNAMENTOS ROJOS.
15 DE NOVIEMBRE

LAUDES

V. Dios mío, ven en mi auxilio.


R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y
siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

INVITACIÓ N A LA ALABANZA DIVINA

Antífona. Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires.

Salmo 94

Venid, aclamemos al Señ or,


demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dá ndole gracias,
aclamá ndolo con cantos.

Porque el Señ or es un Dios grande,


soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,


bendiciendo al Señ or, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebañ o que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:


«No endurezcá is el corazó n como en Meribá ,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta añ os
aquella generació n me repugnó , y dije:
Es un pueblo de corazó n extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi có lera
que no entrará n en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo,


Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona. Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires.


HIMNO

Cantemos con á nimo gozosos


los dones eternos de Cristo,
el triunfo de los má rtires,
y la gloria que merecen.

Príncipes de la Iglesia,
guerreros vencedores,
soldados de la corte del cielo
y esplendidos luceros del mundo.

Vencido el miedo al mundo,


Desprecian los tormentos:
Su santa muerte acorta
La senda que va al cielo.

Por el cruel tirano


Su Sangre es derramada,
Mas nunca se doblegan,
Por obra de la gracia.

La fe devota de los santos


la esperanza firme de los creyentes,
la plenitud del amor de Cristo,
derrotan al príncipe de este mundo.

En ellos triunfa la gloria del Padre,


en ellos el amor del Espíritu,
en ellos exulta el Hijo,
y el cielo desborda de gozo.

Te pedimos Redentor nuestro,


que te dignes reunir a tus siervos,
en el coro de los má rtires,
por los siglos de los siglos. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Bendito sea el Señor que así mueve los corazones y sabe hacer de publicanos
y pecadores amigos suyos

Salmo 62, 2-9

¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,


mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.

¡Có mo te contemplaba en el santuario


viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale má s que la vida,
te alabará n mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocá ndote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabará n jubilosos.

En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con jú bilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo


Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 1. Bendito sea el Señor que así mueve los corazones y sabe hacer de publicanos
y pecadores amigos suyos

Ant. 2. El Señor sea alabado infinitamente, pues así es admirable en sus criaturas

TODA LA CREACION ALABE AL SEÑ OR


Cá ntico (Dn 3, 57-88. 56)

Creaturas todas del Señ or, bendecid al Señ or,


ensalzadlo con himnos por los siglos.

Á ngeles del Señ or, bendecid al Señ or;


cielos, bendecid al Señ or.

Aguas del espacio, bendecid al Señ or;


ejércitos del Señ or, bendecid al Señ or.

Sol y luna, bendecid al Señ or;


astros del cielo, bendecid al Señ or.

Lluvia y rocío, bendecid al Señ or;


vientos todos, bendecid al Señ or.

Fuego y calor, bendecid al Señ or;


fríos y heladas, bendecid al Señ or.

Rocíos y nevadas, bendecid al Señ or;


témpanos y hielos, bendecid al Señ or.

Escarchas y nieves, bendecid al Señ or;


noche y día, bendecid al Señ or.

Luz y tinieblas, bendecid al Señ or;


rayos y nubes, bendecid al Señ or.

Bendiga la tierra al Señ or,


ensá lcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señ or;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señ or.

Manantiales, bendecid al Señ or;


mares y ríos, bendecid al Señ or.

Cetá ceos y peces, bendecid al Señ or;


aves del cielo, bendecid al Señ or.

Fieras y ganados, bendecid al Señ or,


ensalzadlo con himnos por los siglos.

Hijos de los hombres, bendecid al Señ or;


bendiga Israel al Señ or.

Sacerdotes del Señ or, bendecid al Señ or;


siervos del Señ or, bendecid al Señ or.

Almas y espíritus justos, bendecid al Señ or;


santos y humildes de corazó n, bendecid al Señ or.

Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señ or,


ensalzadlo con himnos por los siglos.

Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,


ensalcémoslo con himnos por los siglos.

Bendito el Señ or en la bó veda del cielo,


alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.

No se dice Gloria al Padre.

Ant. 2. El Señor sea alabado infinitamente, pues así es admirable en sus criaturas

Ant. 3. El Señor sea alabado por todo, que es digno de toda alabanza y gloria, que
nosotros estamos contentos con nuestros desprecios por ser voluntad suya

Salmo 149  

Cantad al Señ or un cá ntico nuevo,


resuene su alabanza en la asamblea de los fieles
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sió n por su Rey.

Alabad su nombre con danzas,


cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señ or ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.

Que los fieles festejen su gloria


y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.

Ejecutar la sentencia dictada


es un honor para todos sus fieles.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.


Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 3. El Señor sea alabado por todo, que es digno de toda alabanza y gloria, que
nosotros estamos contentos con nuestros desprecios por ser voluntad suya

Lectura Breve 2 Col 1, 3-5

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señ or Jesucristo, Padre de misericordia y Dios de todo
consuelo; él nos consuela en todas nuestras luchas, para poder nosotros consolar a los que
está n en toda tribulació n, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por
Dios. Porque si es cierto que los sufrimientos de Cristo rebosan sobre nosotros, también
por Cristo rebosa nuestro consuelo.

Responsorio Breve

V: Con su sangre honraron, santificaron y fertilizaron nuestra tierra


R: Con su sangre honraron, santificaron y fertilizaron nuestra tierra

V: Y viven eternamente e interceden por nosotros


R: Con su sangre honraron, santificaron y fertilizaron nuestra tierra

V: Gloria al Padre…
R: Con su sangre honraron, santificaron y fertilizaron nuestra tierra

PRIMERA LECTURA

De la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 18-39

Nada puede apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús

Hermanos:

Sostengo que los sufrimientos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos
descubrirá . Porque la creació n, expectante, está aguardando la plena manifestació n de los
hijos de Dios; ella fue sometida a la frustració n, no por su voluntad, sino por uno que la
sometió : pero fue con la esperanza de que la creació n misma se vería liberada de la
esclavitud de la corrupció n, para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios.
Porque sabemos que hasta hoy la creació n entera está gimiendo toda ella con dolores de
parto. Y no só lo eso; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos
en nuestro interior, aguardando la hora de ser hijos de Dios, la redenció n de nuestro
cuerpo. Porque en esperanza fuimos salvados. Y una esperanza que se ve ya no es
esperanza. ¿Có mo seguirá esperando uno aquello que se ve? Cuando esperamos lo que no
vemos, aguardamos con perseverancia.

Pero ademá s el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos
pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos
inefables. Y el que escudriñ a los corazones sabe cuá l es el deseo del Espíritu, y que su
intercesió n por los santos es segú n Dios.

Sabemos también que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien: a los que ha
llamado conforme a su designio. A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen
de su Hijo, para que él fuera el primogénito de muchos hermanos. A los que predestinó , los
llamó ; a los que llamó , los justificó ; a los que justificó , los glorificó .
¿Cabe decir má s? Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no
perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿có mo no nos dará todo
con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? ¿Quién condenará ?
¿Será acaso Cristo, que murió , má s aú n, resucitó y está a la derecha de Dios, y, que
intercede por nosotros?

¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicció n?, ¿la angustia?, ¿la persecució n?,
¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?, como dice la Escritura: «Por tu causa
nos degü ellan cada día, nos tratan como a ovejas de matanza».
Pero en todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado. Pues estoy
convencido de que ni muerte, ni vida, ni á ngeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni
potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios
manifestado en Cristo Jesú s, Señ or nuestro

Responsorio

R: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian y rogad por los que os
persiguen. *Así seréis hijos de vuestro Padre celestial
V: Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto. *Así seréis hijos de vuestro Padre
celestial

SEGUNDA LECTURA

1) De la carta anua de la Reducción del Paraná para el P. Diego de Torres


provincial. Octubre 1613

En lo que toca a lo espiritual de nuestros hijos, hemos ejercitado con ellos todas las obras de
caridad que podemos

En lo que toca a lo espiritual, por má s ocupaciones que hemos tenido nunca hemos
faltado a nuestros ejercicios espirituales y modo de proceder, y en lo que toca a lo
espiritual de nuestros hijos, hemos ejercitado con ellos todas las obras de caridad que
podemos; porque sin falta entre estos pobres indios se ejercitan todas, y los que
estuvieren entre ellos han de ser padres no só lo del alma sino también del cuerpo, no
esperando por ello retorno humano sino celestial y de gloria, que es lo que dura y venimos
a buscar.
Predícoles todos los domingos y fiestas que ellos guardan, haciéndoles la doctrina
primero antes de oír misa, enterramos y decimos misa por sus difuntos, visitamos y
curamos los enfermos, partimos con las necesidades de nuestra pobreza, enseñ amos los
niñ os y niñ as; y son los niñ os de escuela ciento cincuenta y otras niñ as, si no son má s
todos los cuales está n todas las tardes en la iglesia, apartados los unos de los otros, dos
horas rezando; y así saben muy bien las oraciones y catecismo, y muchos ayudan misa, y
ahora, con la venida de Vuestra Reverencia, comenzaremos a enseñ arles a leer, escribir y
contar.

Mientras los niñ os está n rezando estas dos horas, está n juntamente los
catecú menos rezando con ellos; y después de idos los niñ os quedan los catecú menos otra
hora má s a ser instruidos y catequizados para el bautismo. Hay todavía muchos infieles en
esta reducció n, por no poder ser bautizados todos juntos, por ser necesario que anden a
hacer sus rozas y comidas aunque cada mes bautizamos a todos los que está n capaces,
siempre hay que catequizar y bautizar en estos tres añ os. De estos se han bautizado en
este añ o ciento veintidó s, y ya algunos muy viejos. Las dos primeras fueron dos dichosas
viejas de má s de ochenta añ os, de una patria casa y edad, y parecía que tenían unos
mismos conocimientos; porque aunque murieron en diferentes tiempos, y tuvieron un
deseo muy eficaz del bautismo; y aunque eran tan viejas tenían muy buen entendimiento y
capacidad, y así en breve se hicieron capaces de las cosas de Nuestro Señ or, y
preguntá ndoles si querían ser cristianas, respondió cada una de por sí. Pues ¿por qué no?
¿habría yo dejado mi tierra y parientes en mi vejez, sí no fuera por venir entre vosotros a
que me hicierais hija de Dios?

Con estas ansias- y deseos llegó su hora y su bien, y con el santo bautismo dieron
fin, a su cansada vejez por ir a descansar eternamente. Este añ o se han venido algunos
indios del Paraná a ser cristianos, llamados verdaderamente de Nuestro Señ or, en los
cuales se echa de ver enteramente la eficacia de la gracia particular de Nuestro Señ or a los
que quiere para sí, como ahora diré. Un muchacho de hasta trece añ os se vino a esta
reducció n con deseo de ser cristiano, el cual dejó su tierra su padre y madre y otros tres o
cuatro hermanos; yo, visto este deseo y acto heroico, le quisiera bautizar luego, y no lo
hice, por probar má s su constancia. Su perseverancia, lejos de los suyos, fue mucha y la
diligencia en aprender las oraciones y catecismo no fue menos, así cumplí sus deseos
bautizá ndole.

Responsorio Jn 10. 15.18: Jr 12, 7

R/. Yo entrego mi vida por mis ovejas. *Nadie me la quita, sino que yo la entrego
libremente.
V/. He desamparado mi casa, he abandonado mi heredad; he entregado mi vida en manos
de sus enemigos. *
R/. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente.

O bien la siguiente:

2) De las cartas de S. Roque González presbítero y mártir

Cartas annuas del P. Roque Gonzá lez 1615 (sd) al provincial Pedro de Oñ ate. Edic en
Documentos para la Historia Argentina, vol 20. Bs Aires, 1929, pp 24-25

Espero que esta cruz ha de ser principio de que se levanten otras muchas.
Yo procuré volver con mucha brevedad. Acomó deme en una chozuela junto al río,
hasta que algo después me dieron otra choza pajiza algo mayor. Y poco má s de dos meses
después envió el P. Rector al P. Diego de Boroa. Llegó a aquel puesto segundo día de
Pascua del Espíritu Santo, y ambos nos consolamos harto de vemos, por amor de Dios
nuestro Señ or, en partes tan remotas y apartadas. Acomó damonos en la choza ambos con
unos apartadijos de cana, y con lo mismo estaba atajada una capilla poco má s ancha que el
altar, donde decíamos Misa. Y con la virtud de este soberano y divino sacrificio de la Santa
Cruz en que se ofreció y estaba allí triunfando, los demonios que antes se les aparecían a
los Indios no se atrevieron a aparecer má s, y así lo dijo un indio. En aquella casita
estuvimos con no pequeñ a necesidad en todo, porque el frió , como no tenía defensa, era
tanto, que nos quitaba el sueñ o. La comida, unas veces un poco de maíz cocido, otras
harina de mandioca que comen los Indios; y aun porque solíamos enviar al campo a buscar
unas hierbas de que comen bien los papagayos, los Indios por gracia dijeron que lo
éramos.

Y como el demonio vio que la cosa iba tan adelante, o por sí mismo hablá ndoles o por
medio de sus ministros temiendo perder lo que había ganado en tantos añ os si la
Compañ ía de Jesú s entraba en estas tan extendidas provincias; y así sembraron por todo el
Paraná que éramos espías y sacerdotes falsos, y que en los libros traíamos la muerte, y
esto en tanto grado, que, estando por medio unas estampas declará ndoles el P- Boroa a
unos infieles los misterios de nuestra santa fe, se recelaban de llegar cerca de las imá genes
no se les pegase la muerte. Pero poco a poco se van desengañ ando y viendo con sus ojos
los Indios có mo los nuestros les son verdaderos padres, dá ndoles con amor de tales cuanto
piden como lo haya en casa, y siéndoles médicos no só lo de sus almas que es lo principal-
sino de sus cuerpos ayudá ndoles en todas sus enfermedades y trabajos de noche y de día.

En viendo có mo los Indios nos cobraron amor tratamos de hacer una pequeñ a iglesia, y
con serlo baja y cubierta, de paja, estos pobrecitos lo son tanto, que les parecían palacios
reales, y mirando hacia el techo, hacían milagros, y ambos embarrá bamos a ratos para
enseñ ar a los Indios, que aun eso no sabían. Acabó se para el día de nuestro Santo Padre
Ignacio del añ o pasado de seiscientos y quince. En el cual dijimos la primera misa,
procurando celebrar aquella santa fiesta con la renovació n de nuestros votos y con otros
regocijos exteriores segú n el poco posible de la tierra; procuramos imponer una danza,
pero los muchachos está n todavía tan montaraces, que no salieron en ello. Pú sose una
campana en un campanario de madera, que no causó poca admiració n, como cosa no vista
ni oída en aquella tierra. Y lo que fue de mucha admiració n es que los Indios levantaron
una cruz delante de la iglesia; y habiéndoles dicho la razó n por que los cristianos la
adoramos, nosotros y ellos la adoramos todos de rodillas: y aunque es la ú ltima que hay en
estas partes espero en nuestro Señ or ha de ser principio de que se levanten otras muchas.

Responsorio Jn 10. 15.18: Jr 12, 7

R/. Yo entrego mi vida por mis ovejas. *Nadie me la quita, sino que yo la entrego
libremente.
V/. He desamparado mi casa, he abandonado mi heredad; he entregado mi vida en manos
de sus enemigos.
R/. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente.

EVANGELIO

El buen pastor da su vida por las ovejas


+ Del Evangelio según San Juan 10, 11-16
Jesús dijo:
Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas. El
asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas,
cuando ve venir al lobo las abandona y huye. Y el lobo las arrebata y la
dispersa. Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas.

Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen


a mí como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre– y doy mi vida por
las ovejas.

Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo
también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo
Pastor.

Palabra del Señor.

CANTICO EVANGELICO

Benedictus

Ant. Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas y yo os he
trasmito el reino, dice el Señor. Comeréis y beberéis a mi mesa en mi Reino.

Bendito sea el Señ or, Dios de Israel,


porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitá ndonos una fuerza de salvació n
en la casa de David, su siervo,
segú n lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvació n que nos libra de nuestros enemigos


y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres,/
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que libres de temor,


arrancados de la mano de nuestros enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niñ o, te llamaran Profeta del Altísimo,


porque irá s delante del Señ or
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvació n,
el perdó n de sus pecados.

Por la entrañ able misericordia de nuestro Dios,


nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas,
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,


Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas y yo os he
trasmito el reino, dice el Señor. Comeréis y beberéis a mi mesa en mi Reino.

PRECES

Celebremos, amados hermanos, a Jesús, el testigo fiel, y al recordar hoy a los santos
mártires sacrificados a causa de la palabra de Dios, aclamémosle, diciendo:

      Nos has comprado, Señor, con tu sangre.

Por la intercesió n de los santos má rtires que entregaron libremente su vida como
testimonio de la fe,
      concédenos, Señ or, la verdadera libertad de espíritu.

Por la intercesió n de los santos má rtires que proclamaron la fe hasta derramar su sangre,
      concédenos, Señ or, la integridad y la constancia de la fe.

Por la intercesió n de los santos má rtires que soportando la cruz siguieron tus pasos,
      concédenos, Señ or, soportar con generosidad las contrariedades de la vida.

Por la intercesió n de los santos má rtires que blanquearon su manto en la sangre del
Cordero,
      concédenos, Señ or, vencer las obras del mundo y de la carne.

Por la intercesió n de los santos má rtires, que anunciaron la Buena Nueva en nuestros
pueblos, concédenos permanecer fieles en la tribulació n y constantes en la lucha por la
justicia y la paz.

(Se pueden añadir algunas intenciones libres.)

Dirijamos ahora nuestra oració n al Padre que está en los cielos, diciendo: Padre nuestro.

Oración

Haz Señor, que tu palabra crezca donde S. Roque González de Santa Cruz y
compañeros, mártires, la sembraron; y produzca el ciento por uno en frutos de
justicia y paz. Por Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo que vive y reina contigo, en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios por lo siglos de los siglos.

R: Amén

CONCLUSION
Si preside un sacerdote o un diácono, da la bendición común:

V. El Señ or esté con ustedes


R. Y con tu espíritu.
V. La bendició n de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre
vosotros.
R. Amén.

Si se despide a la comunidad, se añade la invitación:


V. Podéis ir en paz.
R. Demos gracias a Dios.

En el rezo individual o en una celebración comunitaria presidida por un laico/a se


dice:

V. El Señ or nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

II VISPERAS

V. Dios mío, ven en mi auxilio.


R. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y


siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Cantemos los méritos de nuestros má rtires,


Triunfadores en la batalla

¡ Amén.
SALMODIA

Ant. 1. Con el testimonio de su entrega, pervive el nombre el nombre cristiano en


esas tierras.

Salmo 114

Amo al Señ or, porque escucha


mi voz suplicante,
porque inclina su oído hacia mí
el día que lo invoco.

Me envolvían redes de muerte,


me alcanzaron los lazos del abismo,
caí en tristeza y angustia.
Invoqué el nombre del Señ or:
“Señ or salva mi vida.”

El Señ or es benigno y justo,


nuestro Dios es compasivo;
el Señ or guarda a los sencillos:
estando yo sin fuerzas me salvó .

Alma mía, recobra tu calma,


que el Señ or fue bueno contigo:
arrancó mi alma de la muerte,
de mis ojos las lá grimas,
mis pies de la caída.

Caminaré en presencia del Señ or


en el país de la vida.

Gloria al Padre…

Ant. 1. Con el testimonio de su entrega, pervive el nombre el nombre cristiano en


esas tierras.

Ant.2. Con todo digo estar resuelto a quedarme aquí, aunque muera mil muertes,
que no será para mí pérdida sino ganancia

Salmo 115

Tenía fe, aun cuando dije:


“¡Qué desgraciado soy!”
Yo decía en mi apuro:
“Los hombres son unos mentirosos.”

¿Có mo pagaré al Señ or


todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvació n,
invocando su nombre.
Cumpliré al Señ or mis votos
en presencia de todo el pueblo.

Vale mucho a los ojos del Señ or


la vida de sus fieles.
Señ or, yo soy tu siervo,
siervo tuyo, hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,


invocando tu nombre, Señ or.
Cumpliré al Señ or mis votos
en presencia de todo el pueblo,
en el atrio de la casa del Señ or,
en medio de ti, Jerusalén.

Gloria al Padre…

Ant.2. Con todo digo estar resuelto a quedarme aquí, aunque muera mil muertes,
que no será para mí pérdida sino ganancia

Ant.3. Se ha derramado en tierra la sangre de los Santos Mártires por confesar a


Cristo, así ellos han logrado el premio eterno

Cá ntico     (Ap 4, 11; 5, 9-10. 12)

Eres digno, Señ or Dios nuestro, de recibir la gloria,


el honor y el poder,
porque tú has creado el universo;
porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.

Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos,


porque fuiste degollado
y por tu sangre compraste para Dios
hombres de toda raza, lengua, pueblo y nació n;
y has hecho de ellos para nuestro Dios
un reino de sacerdotes
y reinan sobre la tierra.

Digno es el Cordero degollado


de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría,
la fuerza y el honor, la gloria y la alabanza.

Gloria al Padre…

Ant.3. Se ha derramado en tierra la sangre de los Santos Mártires por confesar a


Cristo, así ellos han logrado el premio eterno
RESPONSORIO BREVE

V: Todo es nada para lo que se debe al Señ or por quien se hace


R: Todo es nada para lo que se debe al Señ or por quien se hace

V: Ni aflicció n, ni angustia, ni persecució n, ni hambre, ni peligro, ni espada


R: Todo es nada para lo que se debe al Señ or por quien se hace

V: Gloria al Padre.
R: Todo es nada para lo que se debe al Señ or por quien se hace

Magníficat,

Ant. Yo entrego mi vida libremente por mis ovejas. Nadie me la quita sino que yo la
entrego libremente

Proclama mi alma la grandeza del Señ or,


se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillació n de su esclava.
Desde ahora me felicitará n todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generació n en generació n.

El hace proezas con su brazo:


dispersa a los soberbios de corazó n,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,


acordá ndose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo…

Antífona: Yo entrego mi vida libremente por mis ovejas. Nadie me la quita sino que
yo la entrego libremente

PRECES

En esta hora en la que el Señor, cenando con sus discípulos, presentó al Padre su
propia vida que luego entregó en la cruz, aclamemos al Rey de los mártires,
diciendo:

      Te glorificamos, Señor.

Te damos gracias, Señ or, principio, ejemplo y rey de los má rtires, porque nos amaste hasta
el extremo.
Te damos gracias, Señ or, porque no cesas de llamar a los pecadores arrepentidos y les das
parte en los premios de tu reino.

Te damos gracias, Señ or, porque hoy hemos ofrecido, como sacrificio para el perdó n de los
pecados, la sangre de la alianza nueva y eterna.

Te damos gracias, Señ or, porque con tu gracia nos has dado perseverar en la fe durante el
día que ahora termina.

Porque no ha quedado infecunda la fe que sembraron con su sangre San Roque Gonzá lez y
compañ eros
Te glorificamos, Señ or.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Te damos gracias, Señ or, porque has asociado a nuestros hermanos difuntos a tu muerte.

Dirijamos ahora nuestra oració n al Padre que está en los cielos diciendo: Padre nuestro

Oración

Haz Señor, que tu palabra crezca donde S. Roque González de Santa Cruz y
compañeros, mártires, la sembraron; y produzca el ciento por uno en frutos de
justicia y paz. Por Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo que vive y reina contigo, en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios por lo siglos de los siglos.
R: Amén

CONCLUSION

Si preside un sacerdote o un diácono, da la bendición común:

V. El Señ or esté con ustedes


R. Y con tu espíritu.
V. La bendició n de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre
vosotros.
R. Amén.

Si se despide a la comunidad, se añade la invitación:


V. Podéis ir en paz.
R. Demos gracias a Dios.

En el rezo individual o en una celebración comunitaria presidida por un laico/a se


dice:

V. El Señ or nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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