King of Heartbreak - V.F Mason
King of Heartbreak - V.F Mason
King of Heartbreak - V.F Mason
¡Disfruta la Lectura!
Por el poder del amor.
CONTENIDO
CONTENIDO ___________________ 5 CAPÍTULO DIECISIETE___________ 266
NOTA DEL AUTOR ______________ 6 CAPÍTULO DIECIOCHO __________ 289
SINOPSIS______________________ 7 CAPÍTULO DIECINUEVE _________ 324
PRÓLOGO _____________________ 8 CAPÍTULO VEINTE _____________ 368
CAPÍTULO UNO _______________ 10 CAPÍTULO VEINTIUNO __________ 379
CAPÍTULO DOS ________________ 20 CAPÍTULO VEINTIDÓS __________ 408
CAPÍTULO TRES _______________ 33 CAPÍTULO VEINTITRÉS __________ 416
CAPÍTULO CUATRO ____________ 41 CAPÍTULO VEINTICUATRO _______ 442
CAPÍTULO CINCO ______________ 66 CAPÍTULO VEINTICINCO_________ 455
CAPÍTULO SEIS ________________ 78 CAPÍTULO VEINTISÉIS __________ 478
CAPÍTULO SIETE _______________ 84 CAPÍTULO VEINTISIETE _________ 489
CAPÍTULO OCHO ______________ 95 CAPÍTULO VEINTIOCHO _________ 514
CAPÍTULO NUEVE _____________ 109 CAPÍTULO VEINTINUEVE ________ 520
CAPÍTULO DIEZ _______________ 124 CAPÍTULO TREINTA ____________ 526
CAPÍTULO ONCE ______________ 141 CAPÍTULO TREINTA Y UNO ______ 540
CAPÍTULO DOCE ______________ 158 CAPÍTULO TREINTA Y DOS _______ 548
CAPÍTULO TRECE _____________ 166 EPÍLOGO_____________________ 558
CAPÍTULO CATORCE ___________ 192 AGRADECIMIENTOS ____________ 570
CAPÍTULO QUINCE ____________ 211 Créditos _____________________ 571
CAPÍTULO DIECISÉIS ___________ 237 Un Proyecto Traducido Por: _____ 572
NOTA DEL AUTOR
King of Heartbreak es un oscuro libro de suspense romántico.
Menciona abusos, violaciones y violencia gráfica.
SINOPSIS
Érase una vez ella se convirtió en mía. Mía para arruinarla.
Lo tengo todo.
Todas las pruebas me señalan, ¿y la única persona que puede limpiar mi nombre?
Es el único hombre que prometió odiarme hasta su último aliento por lo que le he hice.
Y ahora ansía venganza.
Tres meses.
Eso es lo que durará nuestro falso matrimonio.
Tiempo suficiente para que me arruine y me haga expiar mi error.
Emmaline
—¿Le apetece otra taza de té? —me pregunta la camarera mientras el viento
se abalanza sobre mi figura, ondulando mi cabello oscuro hacia atrás mientras
la frialdad se hunde en mi cuerpo.
Aunque a estas alturas, la frialdad probablemente esté permanentemente
unida a mí. No importa lo que diga la gente, el infierno no es caliente.
Es gélido porque te adormece el alma.
—¿Señorita? ¿Desea pedir algo? —Por fin aparto los ojos del diseño del
mantel, trazando con el dedo la rosa pulcramente pintada con tantas capas y
levanto la mirada hacia la camarera, su sonrisa tensa contrasta con la
preocupación grabada en sus facciones.
Quizás porque llevaba casi una hora congelada en esa posición y me negaba
a pedir otra cosa que no fuera una bebida caliente en un lugar famoso por sus
tortitas y magdalenas.
Hambre.
Otra cosa que creo que no existe en este infierno. Comemos para
mantenernos, ¿y qué sentido tiene mantener el cuerpo si se va a utilizar como
peón en un peligroso juego de venganza y agonía?
Los años de crecer en la alta sociedad, donde la cortesía se valora por encima
de todo, junto con ocultar tus emociones al mundo porque realmente le
importas una mierda, me empujan a forzar una sonrisa.
—Sí. Lo de siempre, por favor. —Le hago un gesto con la cabeza a la
camarera, que rápidamente recoge mi taza vacía y se apresura a entrar en la
cafetería, donde ya hay varias personas gritando su nombre, pidiendo que se las
rellenen.
Me recuesto en mi silla y estudio el entorno que me rodea.
Situada en pleno centro de Nueva York, la cafetería resplandece de vida y
alegría cuando miles de personas pasan por delante con prisa por llegar a sus
trabajos o a cualquier otra aventura que tengan planeada en su calendario.
Las veinte mesas están repartidas por todo su territorio con manteles rosas
y porcelana blanca de Francia. El propietario es un chef francés con una exitosa
cadena de restaurantes en todo el mundo.
Los camareros, vestidos con pantalones rosas y camisas blancas, se
desplazan sin esfuerzo por las mesas, desapareciendo periódicamente en el
interior para recoger los pedidos, sólo para volver a la terraza con pesadas
bandejas de comida y bebida para sus emocionados clientes.
A pesar de tener algo de espacio dentro de la cafetería, nadie se sienta nunca
allí, ya que el tiempo y la ubicación son siempre perfectos para comer al aire
libre.
Por algo es uno de los lugares más populares de la ciudad.
—Aquí tiene. —Me pone delante la taza con té de jazmín humeante y la
camarera me recorre con la mirada, bajando la voz a un susurro—. ¿Un día
duro? —Resisto la risa hueca que amenaza con brotar de mi garganta.
Un día duro.
Si ella lo supiera.
Pero aunque lo supiera... ¿lo consideraría un día duro?
A juzgar por las revistas populares y las redes sociales, las mujeres en mi
situación tendrían suerte de conseguir algo con lo que habían soñado durante
años pero que nunca habían encontrado la forma de lograr.
La bilis sube, un sabor amargo me llena la boca y trago con fuerza a pesar
de la opresión en la garganta. Levanto rápidamente la taza, bebo un tímido
sorbo y doy la bienvenida a las ardientes y dolorosas sensaciones. Al menos
me hacen sentir algo más que la desesperación que me recorre en oleadas y
empapa cada célula de mí con un miedo y una agonía tan profundos que me
cuesta respirar.
—Algo así —respondo con voz ronca y sonrío de nuevo, esperando que
capte la indirecta y se vaya. Sólo puedo mantener la máscara del engaño durante
un tiempo antes de desahogarme con una desconocida.
Sobre todo porque no puedo hacerlo con las personas que amo, ya que
tendría consecuencias irrevocables, y como he aprendido, estas consecuencias
tienen tendencia a morderte en el culo y exigirte un pago cuando menos te lo
esperas.
—Hoy tenemos magdalenas de arándanos, y sé que son tus favoritas. —
Pone otro plato sobre la mesa, el delicioso postre de color púrpura-negro crispa
mis fosas nasales y me hace rugir el estómago, y se ríe—. Me imaginé que una
magdalena siempre le alegraría a uno el humor.
—Te lo agradezco mucho. —Le guiño un ojo, y la tensión se alivia en ella—
. Y es verdad. Tus magdalenas son las mejores.
—Creo que nuestro chef querrá imprimir esta cita y pegarla en todas las
paredes. —Se ríe, escribiendo rápidamente algo en su teléfono—. Él valora
mucho tu opinión.
O más bien valora lo que significa la opinión de un King en esta ciudad.
Cuando perteneces a una dinastía multimillonaria con riqueza generacional
y el poder de tu padre es casi absoluto en esta ciudad, tiendes a recibir muchos
comentarios de este tipo. Solo nuestro nombre ya es un anuncio en sí mismo
para cualquier negocio.
Lo que queremos, lo conseguimos. Ese es el lema de la familia, y qué
irónico, ¿verdad?
Porque lo que de verdad quiero ya no podrá ser mío nunca.
Como algunas traiciones son tan profundas, imperdonables, incluso si se
hacen por un bien mayor y por un amor que todo lo consume y que te quema
el alma cada día.
—Tienes mi permiso para hacerlo. —Dejo de lado el hecho que
probablemente nunca volveré aquí de todos modos ya que este lugar nos
pertenece. No lo mancharé con oscuridad y decisiones que rompen el corazón.
Una amplia sonrisa forma sus labios e indica con la barbilla la entrada. Giro
la cabeza hacia allí, y mi interior se estremece al sentir el calor que me invade
al ver a un hombre rubio y apuesto vestido con jeans y una camisa que resalta
sus grandes ojos marrones.
Lleva un ramo de rosas rojas en la mano y busca entre las mesas antes de
posar su suave mirada en mí. Camina hacia nosotras, saludando con la cabeza
a todos los camareros que lo saludan.
—Tu cita está aquí. —Me guiña un ojo—. Ahora mismo traigo un
capuchino.
Con esto, sale bailando justo a tiempo, y cuando Anthony me alcanza, me
levanto por instinto, cerrando mi mano izquierda en un puño.
—Cariño. —Intenta besarme, pero yo lo rodeo con el brazo y lo abrazo para
que apoye la barbilla en mi hombro. Un temblor me sacude cuando me besa el
cuello e inhala mi aroma—. Te he echado de menos —susurra, y se echa hacia
atrás—. Incluso un día sin ti me parece una eternidad. —Me da las flores que
se estropearon un poco con nuestro abrazo, varios pétalos caen al suelo como
la sangre que se derrama de la herida, y me parece increíblemente apropiado.
Representa mi alma invisible llorando y sangrando por lo que estoy a punto
de hacerle a este hombre.
—Gracias —susurro. Agarrándolo con la mano izquierda, me giro un poco
hacia un lado para que no le preste mucha atención y le acaricio la mejilla con
la derecha—. Son preciosas.
—Como tú. —Me ayuda a sentarme en la silla y luego ocupa la de enfrente,
nuestros zapatos rozan los del otro mientras guardo las flores—. Creía que las
magdalenas eran para los lunes. —Señala con la cabeza a la camarera que le
trae el capuchino—. ¿Ahora también las tomamos los domingos? —Antes que
pueda responder, añade—: No me importa. —Agarra el cuchillo y corta la
magdalena en dos, y casi puedo oír el eco del ouch resonado en mis oídos.
Probablemente ni siquiera se ha dado cuenta de lo que ha hecho. Siempre le
arranco un trozo para él, pero nunca lo corto así.
Como si cada uno de nosotros tuviera su lado designado que no podemos
tocar.
Incluso el universo me recuerda mi agenda para esta reunión mientras
Anthony sigue hablando. Clavando el tenedor en la magdalena, me la acerca a
la boca y niego con la cabeza. Podría derramarla por el suelo de todos los
nervios que consumen mi mente y me exigen que se lo diga de una vez.
Pero permanezco en silencio porque quiero disfrutarlo un poco más, sólo
uno o dos minutos más en los que mi realidad sea la misma que ayer.
Donde estoy comprometida con el hombre con el que estoy desde que
éramos pequeños y que me propuso matrimonio hace unos meses en una isla
tropical donde nuestras familias fueron de vacaciones.
La voz de Anthony me devuelve al presente cuando chasquea la lengua.
—¿Estás rechazando una magdalena? Debe de ser algo muy importante. —
Se come él mismo el bocado del sabroso manjar antes de acompañarlo con su
capuchino—. ¿Es por el trato?
—No. No lo es. —Y en la gran escala de las cosas, no lo es.
Si me lo recuerdo lo bastante a menudo, me lo creeré.
—Sé que fui duro la otra noche, y pido disculpas por ello. Tuvimos todos
estos problemas, pero estamos viendo la luz al final del túnel. —La emoción
cubre su tono, y suspira—. No voy a mentir; me alegro de poder darte la boda
de tus sueños. —Vuelve a clavar el tenedor en la magdalena, haciéndome
estremecer cuando los cubiertos chirrían sobre el plato—. Abril.
—¿Abril? —repito como un loro, envolviendo con la palma de mi mano una
cajita de terciopelo que llevo en el bolso.
—Celebremos la boda en abril. Sé que queríamos hacerla en verano, pero
no veo por qué esperar. —Suelta el tenedor y agarra la palma de mi mano
derecha, entrelazando nuestros dedos—. Ya hemos esperado bastante.
Mi corazón se desploma en mi estómago ante esto, se me rompe en pedacitos
y me insta a olvidar mi plan y buscar otra solución, aunque sé que no es lo
mejor.
No hay otra solución cuando está implicada cierta persona, el hombre
despiadado y vicioso que haría cualquier cosa por conseguir su objetivo.
Incluso arruinar a una familia entera sólo para probar su punto.
—¿Emmaline? —Me llama por mi nombre, y nuestras miradas chocan, la
suya esperanzada y adoradora mientras que la mía es hueca y de
autodesprecio—. ¿Qué pasa? —Frota mis nudillos con el pulgar, un gesto
familiar que me produce temblores, aunque no son agradables.
No, en cambio, se sienten equivocados. No tiene derecho a tocarme así, y
por el ardor que siento en la nuca, sé que esa persona también lo piensa.
Antes que pueda pedirle que pare, detiene sus movimientos por su cuenta y
frunce el ceño, estudiando mis dedos.
—¿Dónde está tu anillo? —Pasa un segundo—. Nunca te lo quitas.
Tiene razón.
Desde que me propuso matrimonio con un anillo de diamantes de tres
quilates, siempre lo he llevado puesto. Incluso durante las prácticas de ballet,
lo que no entusiasmaba a mis profesores, pero lo soportaban. Tal vez porque
les gusta Anthony. Siempre anima a todo el mundo.
Por otra parte.
Todo el mundo quiere a Anthony. Es una buena persona de pies a cabeza,
sin un solo vicio.
El aire se me atasca en los pulmones, algo parecido a una cuerda que
envuelve mi garganta y la aprieta con tanta fuerza que hace casi imposible
respirar. Como si tratara de impedirme pronunciar las palabras que pondrán fin
para siempre al sueño de mi infancia.
Eso acabará para siempre con mi cuento de hadas y, en su lugar, me arrojará
a un oscuro abismo del que no hay forma de escapar.
Mi respiración se intensifica mientras mi pulso se acelera, el corazón galopa
tan fuerte en mi pecho que me sorprende que no esté en el suelo listo para ser
pisoteado por Anthony en cuanto se entere de la verdad.
—Oye, no pasa nada. No estoy enfadado. —Debe suponer que mi reacción
es consecuencia de sus palabras, y me acaricia la mejilla, secándome una
lágrima—. No llores, cariño. No pasa nada. Sea cual sea el motivo, no me
importa. Shhh. —Seca otra lágrima mientras le sonrío, queriendo memorizar
esta imagen en mi cabeza para siempre, para poder encontrar consuelo en ella,
incluso en los momentos más oscuros de mi futuro.
Un hombre que me mira con tanto amor, que me regodeo en él y siempre
estoy feliz.
Sin embargo, la despreciable piel de gallina se me eriza y me anuncia la
inminente fatalidad, ya que la paciencia de alguien se está agotando, y más vale
que no lo ponga a prueba, o podría tomar represalias.
Y ambos sabemos lo que pasa cuando un hombre como él toma represalias.
—Lo siento, Anthony.
—Emmaline, no me importa. —Se ríe entre dientes y guiña un ojo—. Es
sólo un anillo. Eres mía, lo lleves puesto o no.
—Lo siento mucho, Anthony. —Coloco la caja del anillo sobre la mesa entre
nosotros y él parpadea sorprendido—. Lo siento, pero no puedo casarme
contigo.
Se queda inmóvil un segundo, me mira, luego a la caja y otra vez a mí.
—Emmaline... ¿Qué? ¿Qué estás diciendo? —Se le escapa una risa
forzada—. ¿Es una broma?
—Lo siento, Anthony. —Parece que son las únicas palabras que puedo decir
sin derrumbarme del todo delante de él. Empujo mi silla hacia atrás, las patas
de la misma raspando contra el concreto y rechinando en mis nervios, un
indulto de bienvenida del infierno que me quema desde adentro hacia afuera—
. Lo siento mucho. —Me levanto de la mesa y él se levanta conmigo.
—¿Qué demonios, Emmaline? —Agarra mi brazo, pero doy un paso atrás,
odiando su contacto porque puede amenazar mi determinación, y no puedo
permitirlo.
Hay demasiado en juego para pivotar ahora. Además, nos estamos quedando
sin tiempo.
Varias personas giran la cabeza hacia nosotros junto con nuestra camarera.
Desvían rápidamente la mirada cuando miro en su dirección.
—No puedo casarme contigo.
—¿Por qué? —Se pasa los dedos por el cabello y resopla exasperado—. Está
bien. Sentémonos y hablemos con calma, ¿de acuerdo? Está claro que algo te
ha disgustado y, una vez que lo resolvamos, devolveremos el anillo a su sitio.
—Me temo que un poco de conversación no te ayudará, Anthony.
Sigo inmóvil ante la voz profunda y ronca que retumba en el espacio. Al
instante, todo a mí alrededor se impregna de una energía perversa y oscura que
dice mucho de la naturaleza despiadada de un hombre que no tiene piedad de
los débiles.
O a los que considera indignos.
Sus caros zapatos de cuero repiquetean sonoramente sobre el concreto, cada
paso me produce escalofríos mientras el pánico se arremolina lentamente en mi
interior, anunciando su llegada. Me tenso, preparada para su golpe tal y como
me prometió.
Hazlo rápido, cariño, o tendré que explicárselo todo. Apuesto a que al
enamorado no le gustaría.
—¿Qué haces aquí? —pregunta Anthony justo cuando el hombre se detiene
a mi lado. Me muerdo el labio inferior cuando me rodea la cintura con el brazo
y me aprieta contra su musculosa figura enfundada en un traje de tres piezas.
Anthony nos mira incrédulo, con la boca abriéndose y cerrándose porque es
evidente que no puede comprender que otro hombre me abrace cuando sólo he
sido suya.
—Quita las manos de encima de mi prometida, Rafael. —Aprieta los
dientes, dirigiéndose al hombre por primera vez. Sin mirar al hombre, sé que
una sonrisa siniestra aparece en su rostro ante esta muestra de poder que
Anthony no posee.
Porque tal poder requiere sacrificar tu alma en el altar de la codicia y el
egoísmo, algo que él es incapaz de hacer.
—Ella ya no es tu prometida. —Me agarra de la muñeca y le enseña a
Anthony la alianza de platino cubierta de diamantes—. Es mi esposa.
Tres palabras que convierten mi vida en un antes y un después, ya que nada
volverá a ser igual.
CAPÍTULO DOS
—El amor y el odio son dos de las emociones más poderosas.
Curioso, ¿verdad?
Porque, en el fondo, son lo mismo.
Hacen que nos obsesionemos con una persona hasta la locura'.
Emmaline
Emmaline
Un día antes
1 Croisé devant: Voz francesa empleada en ballet para indicar la posición del cuerpo en la que, la
pierna ejecutante lo cruza por delante, manteniéndose el bailarín situado oblicuamente al público.
—Sí. Así que la reciente caída que tuve durante una excursión no afectó a
mi baile. —Probablemente no le pasa desapercibido el alivio en mi voz,
teniendo en cuenta que la llamé histérica hace todos estos meses mientras mi
tobillo sangraba—. Son buenas noticias. —Especialmente para una bailarina
durante su último año en la universidad.
Este es el momento de impresionar a todo el mundo y conseguir buenas
recomendaciones para encontrar un trabajo adecuado a mis habilidades. Este
mundo artístico es despiadado y no espera a nadie, ya que siempre hay miles
de personas dispuestas a ocupar tu puesto.
La tía Valencia sacude la cabeza.
—Ojalá fuera verdad, Emmaline. —Frunzo el ceño, esperando a que se
explique mientras la tensión vuelve a envolverme, atenuando parte de mi
excitación.
Ha sido mi instructora desde que tenía cuatro años, y aunque nunca dio
clases oficialmente en mi universidad, siempre he ensayado con ella, y siempre
me ha empujado hacia adelante y ha creído en mí incluso cuando yo no lo hacía.
Pero, ¿cuál es la cualidad más importante que me ha mantenido pegada a su
cadera todos estos años?
Es una de las pocas instructoras que lo hace todo con amor, y siempre que
ve que sus bailarines sufren, nos obliga a descansar para que no nos quememos.
Habla constantemente con nosotros para que hagamos de nuestra salud nuestra
prioridad.
La mujer era una de las bailarinas con más talento antes de casarse con el
amigo de mi padre. Tuvo una hija enseguida, lo que en cierto modo acabó con
su carrera profesional. Abrió varias escuelas por todo el mundo y se ha ganado
una reputación estelar porque sus alumnos bailan en algunos de los escenarios
más famosos del mundo.
—Lo malo de los traumas es que te recuerdan que están ahí cuando menos
te lo esperas. —Agarra la botella de agua y me la lanza.
Lo atrapo con facilidad y giro la tapa.
—Entonces, ¿qué debo hacer? —Doy un gran sorbo, reflexionando sobre su
afirmación y sin saber cómo reaccionar ante ella.
He tachado gustosamente el senderismo de mi lista de actividades, ya que
sólo lo he hecho para complacer a mis hermanos gemelos, que querían probar
algo nuevo durante una reunión familiar.
Bueno, nada nuevo para mí hasta que termine mi carrera profesional, eso
seguro.
—Cuida tu pie y descansa todo lo posible mientras los médicos lo controlan
de cerca. Este es tu último año, así que tenemos que tener mucho cuidado
porque la cantidad de presión a la que te enfrentarás para perfeccionar tu
rendimiento será una locura.
—Lo sé. —Suspiro, mi humor se agria ante la perspectiva de esto.
Me encanta bailar en el escenario bajo las luces brillantes y mostrar mi
corazón al público, creando un arte vivo y que respira para que lo disfruten. La
energía que recorre mi cuerpo es inigualable.
Estoy flotando en una nube, donde sólo existen la emoción y la felicidad,
que me permiten temporalmente fingir ser otra persona y sentir todas sus
emociones que casi se funden en una sola con las mías.
Sin embargo, ¿todo el riguroso entrenamiento acompañado de duros
comentarios y una competencia que crece cada año?
Sí, no soy muy fan de esos.
—Quieres el papel principal, supongo. —Le hago un gesto con la cabeza.
¿Por qué más le pediría que lo ensayáramos?—. Necesitas trabajar en tus
emociones. —Doy un respingo porque es lo último que esperaba oír de ella—.
No puedes mostrar su angustia.
—¿Qué quieres decir? —Miro mi reflejo en el espejo y pienso en mí misma
en los estertores de la pasión cuando bailo en el segundo y tercer acto. Incluso
en el primero, cuando la heroína descubre que su amante es un mentiroso que
jugó con su corazón a pesar que todo el mundo se lo advirtió.
—Era una chica ingenua que se enamoró de quien creía que era un príncipe
apuesto. —Me giro de nuevo hacia ella—. Interpretas muy bien ese papel. El
sentimiento del primer amor, el coqueteo, esa felicidad que sólo tu primer amor
puede darte. —Me animo ante su elogio, pero dura poco—. Sin embargo,
cuando descubre lo que hizo, su muerte, ¿y lo que viene después? No sabes lo
que haces ahí.
—Siento su angustia, sólo de imaginar por lo que está pasando...
Su palma extendida detiene cualquier explicación que quiera darle.
—No, no puedes. No puedes imaginarte semejante angustia porque nunca la
has experimentado. —Se acerca a mí y me da un golpecito en el anillo de
compromiso, que brilla bajo la dura luz que nos ilumina desde arriba—.
Anthony nunca habría hecho algo así.
La mención de mi prometido, que será mi marido dentro de unos meses si
finalmente conseguimos fijar una fecha, me llena de calidez.
¿Quién iba a pensar que el niño que me regaló una rosa en la guardería se
convertiría en mi mejor amigo y luego en mi novio, sin el cual no puedo
imaginarme vivir mi vida?
O al menos eso es lo que me repito cada día, intentando acallar todas las
dudas que flotan en mi mente y que nunca me dejan descansar.
—Claro que no —le contesto, un poco ofendida de que piense eso. Anthony
nació como un príncipe y vive su vida como tal, siempre amable y gentil con
los demás. No tiene un nada de mentiroso y nunca me haría daño.
Un chico que me salvó de mí misma es incapaz de tal cosa.
—Y ahí radica tu problema. —¿Qué?—. Ser bailarín o cualquier intérprete
consiste en aprender a experimentar emociones que ni siquiera podemos
imaginar. Porque el público reaccionará positiva o negativamente dependiendo
de lo bien que las interpretemos. Si no tienes ni idea de por qué tiene el corazón
roto, ¿cómo puedes hacer que el público se lo crea?
—Tía Valencia, no somos los personajes que interpretamos.
—No. Pero durante un breve período, vives y respiras sus emociones como
si fueran tuyas. Es posible amar a un hombre que no te trae más que desamor.
Y es posible ansiar venganza después de haberlo perdido junto contigo. —
Muevo la nariz con desagrado mientras una ansiedad familiar me pellizca la
piel, la voz me insta a hacerla callar y marcharme antes de que dé más detalles
sobre los temas que tanto odio.
Odio. Venganza. Herir a la persona que amas.
Estas emociones y acciones siempre conducen a una destrucción que nunca
podrás expiar, por mucho que lo intentes.
Aunque mis padres prefieran creer lo contrario.
La tía Valencia debe de leerme bien. Su rostro se suaviza y me agarra por
los hombros, sosteniéndome la mirada.
—La gente a veces sucumbe a la oscuridad porque cree que no tiene otra
opción. Si lo juzgas... no puedes ser una prima en esta obra. ¿Cómo podrías?
—¿Por qué? ¿Sólo porque no entiendo por qué se suicidaría por un pedazo
de mierda que la engañó? —Las palabras salen de mi boca antes que pueda
detenerlas, y me odio por ello.
—Supongo que tendrás que encontrar respuestas a tus preguntas por ti
misma. No podemos ayudar a quien amamos.
—No deberíamos amar a quienes nos hacen daño. —Tras una larga pausa,
añado—: No deberíamos hacer daño a quienes amamos. No hay justificación
para ello.
Mis palabras quedan suspendidas en el aire entre nosotras, parece que su
gran peso corta el oxígeno, y trago aire. La tía Valencia suspira resignada, me
acaricia la mejilla y odio la cara de decepción que pone.
No hay nada más descorazonador que decepcionar a tu mentor.
—Tómate tu tiempo. E intenta verlo desde otra perspectiva.
—Puedo hacer esto, tía Valencia —le digo, apretando la botella con tanta
fuerza que cruje en mí agarre—. Nací para este papel.
—Pues demuéstramelo la semana que viene. Porque si sigues así, todo esto
—hace girar el dedo en el aire, haciendo que se me revuelva el estómago—,
seguirá siendo sólo un sueño. Créeme cuando te digo que nadie quiere a una
bailarina que juzga su propio carácter como una prima. —Me besa en la mejilla
y oímos cómo se abre la puerta de su estudio con un sonoro tintineo, y luego
las voces entusiastas de los niños llenan el lugar.
—¡Mi mamá me compró zapatos nuevos!
—¡No puede ser! ¿Ya? La profesora Valencia dijo que no tenemos que
comprarlos. —La voz preocupada sube unas octavas—. ¡Lo dijo!
—¡Lo sé! Sólo quería los míos.
—¡Hoy aprenderemos cosas nuevas!
Tanta emoción impregna su tono, trayendo consigo la nostalgia. Hubo un
tiempo en que yo era la niña que corría ansiosa a las clases de ballet y no veía
la hora de aprender algo nuevo.
Es curioso cómo con la edad nos entusiasmamos cada vez menos y en
cambio nos agobiamos con cualquier asunto que surja a continuación, incluso
cuando se trata de la profesión que tanto amamos.
—Mis hijos están aquí. —Sonrío al oírla llamar así a sus alumnos y me da
unas palmaditas en la espalda—. Asegúrate de remojar tus pies en la bañera
hoy, ¿de acuerdo? No quiero ampollas innecesarias en los pies con las pruebas
tan cerca. —Ante mi asentimiento, se gira hacia la puerta y sale de la habitación
mientras yo exhalo pesadamente, giro sobre mí misma y agarro con fuerza la
barra.
Me fijo en mi reflejo, preguntándome una vez más cómo una mujer muestra
el desamor en su rostro si nunca lo ha conocido.
Y si experimentó tal desamor que la destruyó, ¿por qué sacrificaría su vida
por ello y vendría a vengarse? ¿No sería mejor vivir en paz y olvidar que ese
bastardo existió?
El mundo es polifacético, cariño. A menos que hayas vivido ciertas
situaciones, podrás empatizar pero nunca comprender.
Las palabras de mi madre resuenan en mi oído y las tapo, negándome a
verles algún sentido porque el odio y el amor no deberían ser un tema donde
existe el color gris.
Es blanco y negro, y nadie me convencerá de lo contrario. Algunas cosas
son imperdonables.
El molesto sonido del teléfono atraviesa mis pensamientos destructivos.
Suelto la barra, haciendo una mueca por el escozor en mis manos mientras la
sangre regresa a ellas después de mi fuerte apretón, y me dirijo rápidamente a
mi bolso.
Cuando saco mi teléfono, una sonrisa inclina mi boca ante el nombre que
parpadea en la pantalla, y respondo:
—Hola, tú.
—¿Adivina quién está en la ciudad? —grita al teléfono, y tengo que
apartarlo por miedo a quedarme sorda—. ¡Tu mejor amiga!
—Me lo imaginaba —murmuro, dejándome caer en el suelo y apoyando la
espalda contra la pared mientras me inclino hacia delante y me quito las
zapatillas, siseando por los dedos doloridos. Rastros de sangre manchan la
punta de mis uñas, y presiono el pulgar sobre ellas, con la intención de aliviar
la tensión antes de moverlas y extender las piernas—. ¿Qué tal Italia?
—Caliente. Ya me entiendes. —Suelta una risita, y yo pongo los ojos en
blanco aunque la alegría me invade ante la perspectiva de reencontrarme con
mi mejor amiga, que decidió por capricho pasar el verano en Italia con sus
varios novios porque, según ella, solo se vive una vez—. Te he echado de
menos. —La oigo revolver algo de fondo antes que vuelva a hablar—. ¿Qué tal
el verano?
—Yo también te he echado de menos. Y como siempre. Ensayos y Anthony.
—Pongo los pies en el suelo, levantándolos arriba y abajo, dando la bienvenida
al alivio en mis músculos—. Hicimos un pequeño viaje a Francia juntos, así
que ahí está eso. —Omito la parte en la que fui allí para ver una famosa
representación de ballet y que no tenía nada que ver con las vacaciones porque
mi amiga amante de la diversión me arrancaría la cabeza.
—Vi todas las actualizaciones en las redes sociales, nena, así que no engañas
a nadie. Vacaciones, una mierda. No sabes lo que significa. —Se ríe, y yo gimo,
odiando el hábito de Anthony de publicar todo en línea. Nunca lo he entendido
y prefiero mantener mi vida en privado de miradas indiscretas, especialmente
de aquellos que querían seguirme después que la verdad saliera a la luz.
Sacudo la cabeza, negándome a ir allí o incluso a permitirme las emociones
familiares que causan un infierno en mi alma y me arrojan al pozo sin fin del
que no hay escapatoria, ya que nadie tiene respuestas para mí.
O más bien, mis preguntas removerán viejas heridas que mi familia desea
olvidar. Ojalá fuera así de sencillo para mí.
—Y así es como conseguí la invitación —termina Adelaide, y me doy
cuenta que me he desconectado completamente de la conversación—. Así que
dúchate y prepárate para las nueve, para que podamos tener el mejor momento
de nuestras vidas.
—Espera, ¿qué? —pregunto, sentándome derecha—. ¿Esta noche? —
Repaso mentalmente mi agenda, y aunque no tenemos nada importante
planeado, tengo que prepararme para las audiciones—. Tengo que practicar. —
El palpitar de los dedos de mis pies me deja saber lo contrario, porque de
ninguna manera sería capaz de bailar con ellos tan doloridos.
Todavía puedo practicar poses y todas esas expresiones desgarradoras para
que el público me crea.
—He sido paciente todo el verano. Me merezco una noche con mi mejor
amiga sin que ella parlotee sobre su práctica de baile o ese novio suyo. —¿Así
que Anthony no está invitado?—. Lo amo, pero realmente no estoy de humor
para enfrentarlo ahora.
Oh.
No está de humor para reunirse con Anthony, lo que sólo ocurriría por una
razón.
—¿Problemas de chicos? —El silencio que me recibe es una respuesta por
sí sola, y me levanto, poniéndome las sandalias mientras meto las zapatillas de
baile en el bolso y lo recojo. La pongo en el altavoz, tecleo rápidamente para
que mi chófer saque el auto y vuelvo a acercarme el teléfono a la oreja—. ¿Estás
bien? —Mi voz se entrecorta porque el último novio que tuvo le hizo tanto daño
que la hizo caer en la agonizante espiral de la que aún se está curando.
—Sí. No es como la última vez. —Sin embargo, a juzgar por su tono, tengo
mis dudas, y una parte de mí encuentra este hábito molesto.
Supongo que esto ocurre cuando tu madre es una psiquiatra famosa de fama
mundial y creciste rodeada de sus casos. Empiezas a aprender junto con ella y
la mente humana te parece fascinante.
Lo que sea que haya pasado claramente perturbó a Adelaide lo suficiente
como para requerir mi compañía, así que no puedo rechazarla ahora.
—De acuerdo. ¿Dónde nos encontraremos de nuevo? —aclaro, caminando
hacia el pasillo del estudio y saludando a los emocionados niños que hacen
calentamientos y me regalan sus sonrisas desdentadas mientras la tía Valencia
les enseña todos los movimientos.
Ah, quien volviera a ser así de joven.
Abro la puerta de una patada y me dirijo al auto, donde me espera Tim, mi
chófer.
—Hace unos meses abrió un nuevo club en la ciudad. Se rumorea que es tan
difícil entrar que tienes que ofrecer la sangre de una virgen para que te inviten.
—Se ríe, y yo pongo los ojos en blanco ante la broma que se avecina de
antemano—. Menos mal que te tenemos con nosotros. —Más risas suenan en
mi oído mientras sonrío al conductor y subo al interior del vehículo, suspirando
ante los cómodos cojines y agarrando un paquete de frutos secos para masticar.
—Ja, ja. Ya no tiene gracia. —A decir verdad, este chiste nunca me ha hecho
gracia, y la única razón por la que sigue saliéndose con la suya es porque
mantiene la boca cerrada ante el resto del mundo.
Y teniendo en cuenta que mi mejor amiga es una mariposa social a la que le
encanta ir de fiesta en fiesta y charlar con la gente, eso es mucho decir y
demuestra su lealtad.
Es una de las razones por las que esta amistad que comenzó en el patio de
recreo de Nueva York hace unos quince años sigue siendo fuerte a pesar que
no tenemos casi nada en común, aparte de unos padres ricos que ni siquiera son
amigos.
—Siento discrepar, considerando todas las cosas. Anthony es
verdaderamente un santo.
Decidiendo no insistir en el tema que siempre suscita preguntas cuando se
trata de mi mejor amiga, llevo la conversación al tema que nos ocupa.
—Si las invitaciones son tan difíciles de conseguir, ¿cómo vamos a entrar?
—Ya he explicado todo esto. ¿Te has vuelto a desviar de mí? Sabes que la
gente con menos confianza se ofendería, pero yo no lo haré. —Sonrío, me meto
otra nuez en la boca mientras ella continúa—. Acabo de recibir una invitación
por arte de magia en mi bandeja de entrada para las dos. —Frunzo el ceño al
oír eso, me parece extraño, pero ella no me deja centrarme mucho en ello—.
Así que considéralo una ayuda del propio destino para sacarte de la cueva que
llamas amor por el ballet y hacer que te sueltes un poco. —Alguien la llama
por su nombre en el fondo, y ella hace un sonido de beso en el teléfono—. Me
tengo que ir. Te amo, cariño, hasta luego.
—Yo también te amo —consigo decir justo antes que me cuelgue, y apoyo
la cabeza en la ventanilla, observando el paisaje siempre cambiante.
Quizás Adelaide tenga razón.
Todo el mundo necesita un descanso de vez en cuando. Mis adicciones no
van a ninguna parte.
Pero sí los preciosos momentos que pude pasar con mis amigos.
Además, ¿qué daño puede hacer una noche en un club?
CAPÍTULO TRES
“Si quieres herir a una persona, amenaza su debilidad”.
Rafael
Rafael
Emmaline
Emmaline
Nos miramos fijamente durante lo que parece una eternidad, cuando por fin
aparto mis ojos justo a tiempo para que la música cambie de un ritmo rápido a
uno lento.
—Espero que disfrutes de tu estancia, Rafael. —Encuentro la fuerza para
sacar las palabras—. Ahora, si me disculpas... —Me dirijo a la barra, a la que
llego en pocos segundos, y me muevo entre los cuerpos, fijando al instante mi
mirada en un camarero que está tomando café.
A pesar que varias personas a mí alrededor intentan llamar su atención, grito
tras leer la etiqueta con su nombre:
—¡Tommy! ¿Podrías por favor prepararme una copa?
Sonríe y camina hacia mí, colocando las manos en la barra y apoyándose en
ella, probablemente para oírme mejor.
—¿De qué tipo? —Debe de tener más o menos mi edad, lo que alivia mi
ansiedad y me relaja un poco.
—No tengo ni idea —le digo sinceramente.
¿Hay un buen alcohol para... ¡Oh Dios mío! Acabo de encontrarme al
hombre cuya vida destruí, del que estuve enamorada siempre, ¡y es un imbécil
total que probablemente no descansará hasta tener mi cabeza en una bandeja
de plata!
Se queda pensativo unos instantes y me hace un gesto con el pulgar.
—Lo tengo, chica. Es algo especial en la casa.
—Oh. —Quiero rechazar la generosa oferta, pero luego me lo pienso
mejor—. ¿Pueden ser dos, por favor?
Después de mi encuentro anterior, necesito tanta bebida como sea posible
para olvidarlo... o más bien mi reacción.
Humillante reacción ante un hombre que sólo tiene malas intenciones
cuando se trata de mí.
No cabe duda que el imbécil extraordinario se dio cuenta, y probablemente
se echará unas buenas risas al respecto, aunque eso no signifique nada.
Notar que alguien es guapo y actuar en consecuencia son dos cosas distintas,
y yo nunca actuaré en consecuencia. Todo el mundo tuvo enamoramientos en
su adolescencia. El mío resulta ser, bueno... un rompecorazones.
Amo a Anthony y nunca lo engañaría mentalmente. Sólo la idea es
anormal para mí. ¿Por qué estar en una relación si no puedes mantenerlo en tus
pantalones de todos modos?
De alguna manera, mi excusa parece poco convincente y falsa incluso para
mis propios oídos.
La voz de Tommy me devuelve al presente.
—Claro, cariño. —Aunque su sonrisa se desvanece, y traga con fuerza
mientras siento un calor abrasador detrás de mí, enviando fuego abrasador por
mis venas.
Se me escapa un grito ahogado cuando Rafael aparta a la multitud, creando
un espacio a mi alrededor, y apoya el codo en la barra, mirándome, su pecho
choca contra mi costado, y los anteriores voltios eléctricos vuelven con toda su
fuerza, deslizándose sobre mí en oleadas y enviándome cosquillas por la espina
dorsal.
Las sensaciones desconocidas y confusas deberían estar prohibidas porque
me hacen cuestionar mi cordura.
—Rafael —dice el camarero, sus ojos se abren de par en par, y alguna
comunicación silenciosa debe de producirse entre ellos porque en un segundo
se ha ido, agarrando ya la coctelera y varias botellas que decido no examinar.
Lo que se le ocurra será lo suficientemente bueno. Sólo tiene que entregarlo
rápido, súper rápido para que pueda soportar cualquier crueldad que el Rey del
Desamor me interponga.
—Yo no diría eso si fuera tú. —Mi ceño se frunce ante estas palabras,
¿porque qué?—. Deseabas que disfrutara de mi estancia en Nueva York. Para
poder disfrutarla, tendría que terminar mis asuntos aquí. Eso podría no sentarles
bien a mis enemigos. —Otro camarero coloca un vaso de whisky delante de
nosotros y le echa varios cubitos de hielo, deslizándolo hacia Rafael. Él lo
agarra, los músculos de su brazo se flexionan cuando se lo lleva a la boca y
bebe un sorbo.
Esto me alarma. Todo el mundo sabe que no le gusta nadie, pero cuando se
trata de sus enemigos... no queda nada de ellos una vez que ha acabado.
Y no es un secreto que soy su mayor enemigo, o más bien vergüenza, ya que
lo que hice puso su vida patas arriba y le costó absolutamente todo.
—Tiene un carácter fuerte. Un escándalo así habría destrozado a la
mayoría, pero él resurgió de sus cenizas —dice mi padre, y yo bajo la mirada,
con la culpa deslizándose por cada célula de mi cuerpo. Ojalá el suelo se
abriera y me tragara entera para no tener que enfrentarme a su decepción—.
Tienes que tener cuidado, Emmaline.
Las palabras de mi padre resuenan en mis oídos mientras hago todo lo
posible por centrar mi mirada en Tommy, que ya está sirviendo la sustancia
roja en dos copas de martini y terminando de pegar piñas en los bordes. No
estoy segura de qué tipo de respuesta espera Rafael de mí. No le he visto ni
hablado con él desde que yo tenía nueve años y él veinticuatro.
Mi familia me protegió de la mayor parte de su ira, no es que fuera tras una
niña. De hecho, ni siquiera le creó problemas a mi padre cuando ascendió al
poder y se mantuvo civilizado con él en la mayoría de las reuniones sociales,
lo que no hizo sino aumentar la creencia de papá de que Rafael le guardaba
rencor.
Como él dijo...
Los hombres poderosos esperan el momento perfecto para atacar. Él debería
saberlo, ¿verdad?
Al fin y al cabo, papá también puede ser despiadado e imparable.
No, no, no.
Tampoco puedo pensar en eso, y resoplo molesta porque a este paso no
podré pensar en nada sin intentar evitar el tema.
—No todos los que nos han hecho daño son enemigos. —El músculo de su
mandíbula se tensa y yo tamborileo con los dedos sobre la barra. El molesto
sonido me distrae lo suficiente como para olvidarme temporalmente de mi
nerviosismo ante este hombre—. A veces ocurren cosas que están fuera de
nuestro control.
—Fuera de control —repite tras de mí y gira el vaso en la mano mientras se
acerca y agarra una botella de whisky, la abre y se sirve un poco más—. La
gente suele utilizar esta excusa para justificarse. No asumen ninguna
responsabilidad ni culpa por lo que han hecho. —Me revuelve el estómago la
furia apenas contenida en su tono, mientras sigo tamborileando los dedos,
esperando que sea lo bastante molesto como para que me deje en paz—. ¿Nada
que decir? —pregunta justo cuando el camarero me trae las bebidas y me salva
de este interrogatorio.
—Espero que le guste. —Su voz es menos alegre esta vez, sigue lanzando
miradas preocupadas a Rafael, y cuando le sonrío en señal de agradecimiento,
me saluda y se aleja corriendo hacia el siguiente cliente.
—Lo has asustado. —Las palabras salen de mi boca antes que pueda
detenerlas y gimo interiormente cuando él se limita a soltar una risita, aunque
sus ojos permanecen absolutamente vacíos.
A veces me recuerda a una estatua de mármol hecha por un artista virtuoso,
dolorosamente perfecto por fuera pero tan despreciable por dentro.
Sencillamente, este hombre no tiene idea sobre la compasión y empatía, y
no es que nadie lo culpe.
El infierno por el que pasó hace tantos años no hizo sino endurecer su
carácter y, a su vez, crear este... monstruo hambriento de sangre.
Un monstruo de mi propia creación.
Mi bebida se detiene a medio camino de mi boca ante lo que dice a
continuación.
—Los camareros tienden a asustarse de la gente que firma sus cheques. —
Chasquea la lengua—. Es una pena, pero así de cruel es nuestro mundo. —Se
acerca más a mí y jadeo al contacto, sus duros músculos chocan contra mi
cadera—. Tú deberías saberlo mejor que nadie, ¿verdad?
Aprieto el puño con toda mi fuerza de voluntad, doy un sorbo tentativo y
suspiro ante el sabor dulce que calma algunos de mis nervios, aunque la culpa
se extiende por mí en oleadas.
Porque con cada palabra que pronuncia este hombre, alude al pasado que
una vez compartimos, incluso si lo único que hicimos fue intercambiar algunas
miradas.
Sin embargo, esas miradas me bastaron para arruinarle la vida. Y al contrario
de lo que él cree, sé que soy culpable y nunca he rehuido la culpa y la vergüenza
que me causan mis recuerdos.
Supliqué a mis padres que me dejaran pedir perdón; se negaron, alejándome
de Rafael, y no puedo decir que los culpe. Probablemente nos mandaría a todos
a la mierda.
—¿Eres el dueño? —Es abogado, ¿no debería haber normas que les
impidieran ser propietarios de lugares donde se realizan actividades ilegales?
Además, ¿para qué iba a necesitar este club? Ya es multimillonario.
Su bufete de abogados y sus inversiones lo hicieron legendario por sí solo,
pero luego todo el mundo se enteró de su apellido y su herencia. Ni hace falta
decir que se hizo aún más popular, ya que saltó a la fama sólo por sus méritos.
—Socio silencioso. Mi amigo cercano es el dueño. —Pasa un rato—. Espero
que hayas disfrutado de tu café.
Oh.
—¿Fuiste tú? —Asiente, sus mechones oscuros se balancean con la acción
y llaman la atención por su sedosidad, y me pican los dedos por tocarlos porque
le dan un encanto aún más oscuro del que debería tener cualquier humano. Sin
embargo, todo el encanto desaparece cuando continúa—. Si alguna vez abriera
un club, cariño, tendría un ambiente y un público ligeramente diferentes. —Se
inclina más hacia mí y, por instinto, lo miro, nuestras caras a escasos
centímetros mientras su aroma masculino me envuelve por completo, casi
atrapándome en esta realidad de su creación en la que este hombre poderoso ha
decidido convertirme en su presa.
Sí, imagino que su club sería otra historia, considerando todas las cosas. ¿No
fue el famoso socialista quien afirmó que tiene gustos muy particulares en lo
que se refiere al sexo?
Quizás por eso a veces necesita tres mujeres al mismo tiempo para mantener
sus apetitos sexuales. Al fin y al cabo, el hombre es una puta con mayúsculas.
No sé por qué la idea me enfada tanto como lo hace. No debería importarme
lo que hace este hombre cuando no está ocupado destruyendo el mundo de
alguien.
Mis mejillas se calientan mientras bebo otro largo sorbo, sin perderme cómo
sus ojos siguen el movimiento, deteniéndose un poco en mis labios antes que
él beba su whisky, con su nuez de Adán balanceándose, lo que llama la mi
atención sobre el pequeño tatuaje cerca de su pulso.
Lex talionis.
En latín, ley del talión, es decir, ojo por ojo.
Un hombre que grabó esta ley en su piel debe creer en ella de todo corazón.
Y como tal, no tendrá piedad de mí.
Termino mi copa, la vuelvo a dejar en la barra con un sonoro tintineo y tomo
la siguiente, mi mente se arremolina con todas las posibilidades de lo que podría
suponer su venganza. Pero me quedo en blanco.
Especialmente una igual a la que él tuvo que experimentar. Entonces, ¿qué
puede ser lo suficientemente sustancial como para hacerlo feliz con mi miseria?
No tengo nada de valor para él.
A menos que...
A menos que...
Seducirme está en su agenda, y por eso, ¿humillarme?
Casi me río de pensarlo. El Rey del Desamor puede ser una puta, pero
probablemente yo sea la última mujer en la tierra a la que toque.
Tomo rápidamente más sorbos, ignoro la sensación de ardor en la garganta
o cómo mi cabeza se marea ligeramente, y el zumbido en mi cuerpo crece,
adormeciendo cualquier temor. De algún modo, me da valor para lanzar mi
siguiente pregunta.
—¿Qué quieres de mí? —Exhalo pesadamente y añado—: Siento lo que ha
pasado. Lo que hice estuvo mal. —Ya está, he dicho lo que quería decir todo
este tiempo, pero de algún modo pronunciar las palabras en voz alta no me ha
aportado ningún alivio.
En lugar de eso, me sumen más en una espiral de locura mientras la ira cruza
su rostro antes de volver a cubrirlo de indiferencia y ligera diversión.
—No necesito tus disculpas, cariño. Después de todo, las disculpas hechas
por necesidad no tienen sentido. Son falsas. —Desliza sus ojos esmeraldas
sobre mi figura, y resisto el impulso de dar un paso atrás—. Igual que tú.
Mis nudillos se vuelven casi blancos por lo fuerte que agarro la barra,
conteniéndome del impacto de sus palabras mientras echan gasolina al fuego.
Es mi propio autodesprecio, porque la palabra falsa... describe toda mi vida.
Y el hecho que un hombre que me odia lo vea tan claro, pero que los demás
no lo entiendan, me duele de un modo que no puedo explicar.
Sin embargo, la resiliencia que he descubierto en mí en los dos últimos años
asoma la cabeza y me recuerda que la verdad puede herirme, pero no dejaré
que nadie la utilice como arma contra mí.
—Lo siento de verdad. Mi única excusa es que era una niña estúpida que
pensaba que estaba haciendo lo correcto. —Siseo cuando mi anillo roza la piña,
y ésta cae al suelo, el jugo pegajoso resbalando por mi palma.
Casi doy un respingo cuando saca un pañuelo negro con sus iniciales
grabadas y me cubre la palma de la mano, limpiándola, y entrelaza sus dedos
con los míos, lo único que separa nuestra piel es la sedosa tela. Se me escapa
un grito ahogado cuando me arrastra más cerca, nuestras bocas a escasos
centímetros, y su aliento caliente me abanica la cara mientras mi pulso se
acelera, y parpadeo confundida.
—¿Qué estás haciendo?
Ignora mi pregunta y, en su lugar, roza mi anillo con el pulgar.
—Por fin estás comprometida, Emmaline —susurra, y siento un nudo en la
garganta cuando me agarra con más fuerza, y las punzadas de dolor mezcladas
con anticipación y miedo me recorren en oleadas.
Demasiado aturdida por la afirmación, balbuceo:
—Amo a mi prometido. —No estoy segura de por qué siento la necesidad
de señalar esto; ¿no es suficiente mi señal de compromiso sobre mis
sentimientos? Pero este hombre me tiene tan cerca que, probablemente, desde
el punto de vista de un espectador, podría parecer como si nosotros... como si
nosotros...
Interrumpe mi hilo de pensamientos, y sus palabras sirven como un jarro de
agua fría.
—Oh, lo sé. Estabas tan guapa y feliz durante tu fiesta de compromiso. Era
difícil no mirarte.
Todo dentro de mí se paraliza ante esto.
—¿Estuviste allí? —¿Cómo es posible? Invitábamos sólo a nuestros círculos
cercanos, y teníamos que aprobar personalmente a todos. Nadie pisaba la tierra
de mis padres o abuelos sin su permiso.
Y, con toda seguridad, nadie habría permitido entrar a Rafael.
—Ah, Emmaline. Por supuesto, estaba allí. ¿Cómo podría habérmelo
perdido? Me demostró una cosa.
El calor se filtra por cada célula de mi cuerpo cuando nos maniobra hasta
que mi espalda choca contra la barra, y él extiende sus dos manos a ambos lados
de mí, atrapándome en su abrazo mientras sus rígidos músculos presionan mis
curvas, y yo me muerdo el labio inferior, resistiendo el impulso de soltar otro
jadeo mientras sigo apretando el pañuelo.
—Aléjate —le ordeno, colocando la mano libre sobre su rígido pecho, y los
músculos se flexionan bajo mi contacto, las sensaciones me recorren y crean
confusas emociones a mi alrededor. Porque ningún hombre ha tenido jamás un
efecto semejante sobre mí.
Incluso Anthony.
Vuelvo a apretar los dientes:
—¡Aléjate, Rafael! —Empujo su pecho con más fuerza, pero él no se
mueve, se limita a mirarme con esos ojos inquietante que deberían estar
prohibidos, porque me prometen venganza de una forma u otra, y eso me asusta.
Me asusta de una manera que nada más lo hizo porque, si este hombre asistió
a mi compromiso... me siguió hasta aquí e incluso me compró las bebidas...
probablemente me preaprobó en esa maldita lista.
No tiene nada bueno en mente y ya me utilizó una vez en una trama de
venganza que causó tanto daño, que todavía estoy intentando recuperarme de
ello.
¡No permitiré que vuelva a ocurrir lo mismo!
—Tus padres deberían haberte enseñado una cosa crucial, cariño.
Me inclino hacia atrás cuando se acerca y las puntas de sus zapatos chocan
contra los míos. Le aprieto la camisa y decido que ya es suficiente.
—¡Aléjate, Rafael, o gritaré! —le advierto, mirando a mi alrededor para ver
que a la mayoría de la gente le importamos una mierda ya que beben o se besan
mientras bailan.
Sin embargo, una mujer gritando no será ignorada, ¿verdad? Y con la
reputación de Rafael, lo último que necesita es que lo atrapen reteniendo a una
mujer como rehén.
No presta atención a mi amenaza y continúa hablando.
—Cuando le muestras al mundo que amas tanto algo, le das a dicho mundo
un arma para usar contra ti. El amor es la mayor debilidad que uno puede tener
y la mayor fuerza que puedes darle a tu enemigo. —Me estremezco cuando se
inclina hacia mi oído, sus labios rozan mi mejilla y susurra—: No vuelvas a
disculparte conmigo, Emmaline. No quiero tu expiación. Quiero tu ruina. Y la
tendré.
Con esto, finalmente da un paso atrás, dejándome espacio para moverme,
pero yo estoy pegada al sitio, respirando agitadamente mientras su promesa
resuena en mi oído una y otra vez, dicha en el tono lleno de furia que promete
no tener piedad conmigo.
Incluso ahora, su cuerpo bulle de ira apenas controlada mientras sus ojos
esmeralda... sus ojos tienen tanto resentimiento que es un milagro que no muera
debajo de él.
Rafael me odia tanto que casi puedo tocar su odio que sirve como una cuerda
floja que me envuelve lentamente y me corta el suministro de oxígeno porque,
al fin y al cabo, no descansará hasta conseguir lo que tanto desea.
Y sólo Dios sabe cómo piensa hacerlo.
El pánico se apodera lentamente de mí, envuelve mis sentidos y construye
imágenes horribles en mi cabeza, y me cuesta respirar. Estoy a punto de sufrir
un ataque de pánico cuando veo que Adelaide me saluda frenéticamente desde
nuestra mesa, frunciendo el ceño, y eso es suficiente para sacarme de mi
desesperación.
Mi amiga no puede venir aquí a presenciar esto porque peleará y se
enemistará aún más con él o, peor aún, se lo contará a mi padre, y si hago que
mi familia se involucre, se pondrá feo.
Pagaron lo suficiente por mi error. Ahora tengo que arreglármelas sola.
Haciendo acopio de todas mis fuerzas, me enderezo y digo por encima del
hombro a Tommy, que nos mira boquiabierto:
—Gracias por las bebidas. —Y corro hacia mi amiga, sin atreverme a mirar
atrás y estudiar a Rafael.
Quiero tu ruina. Y la tendré.
A mis padres les encanta decir que hay una tierra donde los pecadores expían
sus pecados. Que si te esfuerzas lo suficiente, puedes expiar tus pecados de una
forma u otra. Nunca entendí esta creencia porque, a mis ojos, algunos delitos
son imperdonables y no hay vuelta atrás.
Supongo que el Rey del Desamor tampoco cree en esa tierra.
CAPÍTULO SEIS
“Todos los planes requieren una ejecución cuidadosa.
Sólo así podrán dar resultados fructíferos”.
Rafael
Rafael
Emmaline
—Gracias —le digo al taxista, saco un billete de cien del bolso y se lo doy—
. Por favor, llévela a esta dirección. —La apunto rápidamente en el bloc de
notas, y él me hace un gesto con el pulgar, permaneciendo en silencio.
Desvío mi atención hacia Adelaide, que apoya la cabeza en el asiento,
mirando las brillantes luces del exterior mientras mueve la cabeza al ritmo de
la radio.
—Me voy a casa, Adelaide. —Le sacudo el hombro y ella me mira,
frunciendo el ceño—. Te he pagado el viaje, así que mándame un mensaje
cuando estés en casa, ¿de acuerdo?
—No, vamos, Emmaline. —Se acerca a mí y me rodea con sus brazos,
sacándome la vida—. ¿Por qué tienes que irte? Quédate conmigo —murmura,
apoyando la barbilla en mi hombro y suspirando mientras le acaricio la espalda.
—Vives a treinta minutos de mí, así que no puedo dejarte primero. —El
tráfico de vuelta será horrible, y no llegaré a casa hasta primera hora de la
mañana. Tal como están las cosas, tengo que despertarme en tres horas para mi
ensayo matutino. La habría llevado a casa para asegurarme, pero conozco a este
conductor y es legal, así que puedo confiar en él—. ¿Almorzamos juntas
mañana?
—No puedo. Asisto a un desfile de moda. —Se echa hacia atrás y abre los
brazos de par en par—. ¡Podría tener la oportunidad de trabajar con un
diseñador!
—¡Es increíble! —Adelaide siempre ha querido dirigir desfiles de moda, así
que ésta es una gran oportunidad para ella—. ¿Y después?
—¡Sí! Te llamaré. Haré todo lo posible por conseguirte vestidos nuevos. —
Me guiña un ojo y se ríe cuando pongo los ojos en blanco—. Te lo mereces
después de esta noche.
De acuerdo.
—Bueno. Adiós, cariño. —Le doy un beso en la mejilla—. Adiós, Ronald
—me dirijo al conductor, y él me hace un gesto con la cabeza, subiendo el
volumen de la radio. Salgo del auto, mis tacones chasquean sonoramente sobre
el asfalto, que conduce a un edificio de cinco plantas que ha visto días mejores.
El granito agrietado con colores desvaídos apenas le hace justicia, junto con
los repugnantes olores que flotan en el aire, lo que significa que los borrachos
tuvieron una fiesta recientemente y probablemente hicieron cosas salvajes
afuera.
Varios arbustos de flores rodean la vieja estructura, creando una imagen
bastante acogedora por un momento hasta que tu mirada se posa en las macetas
rotas y varias ventanas del piso de abajo mientras se oyen varios gritos a lo
lejos junto con un televisor a todo volumen.
Suspirando de cansancio, doy varios pasos cuando Adelaide me llama por
mi nombre. Me doy media vuelta y la veo colgada de la ventana abierta.
—Emmaline, necesitas un buen terapeuta para solucionar cualquier
problema que tengas. ¡Vives en un basurero! —Grita la última parte y yo hago
una mueca, esperando que nadie la haya oído—. Y no creas que no he visto ese
acalorado intercambio entre tú y Rafael Wright. Prepárate para compartir todos
los detalles. —Da un golpecito en el asiento delantero—. Vámonos. —Y con
eso, el auto se aleja, dejándome de pie en el polvo mientras sacudo la cabeza.
¿Preparada para compartir todos los detalles?
¿Cómo puedo hacerlo si yo misma no entiendo esos detalles?
Tras nuestro encuentro, me centré únicamente en el baile y, más tarde, en
Adelaide, que empezó a compartir los últimos rumores sobre algunas
tendencias de diseño de moda para mantener mi cabeza alejada del intrigante
hombre que causó caos en mi alma con su promesa.
No ayudó que mi vívida imaginación empezara a pintar todas esas
perturbadoras imágenes de él haciéndome algún daño físico o destruyendo mi
reputación profesional. Lo que hiciera falta para destrozar mis sueños.
Al fin y al cabo, de eso trata la ley de represalias, ¿no?
Hacer sufrir al enemigo tanto como tú, arrebatándole lo que te ha robado.
Y considerando que le robé su carrera, su objetivo será el ballet, y lo temo
con cada fibra de mí ser.
O esa es la excusa que me doy para olvidar la reacción de mi cuerpo ante un
desconocido que ha sido cruel conmigo, lo que demuestra una cosa crucial.
Ciertos enamoramientos infantiles duran para siempre, y quizás si hubiera
mantenido la boca cerrada todos estos años atrás, no habría desarrollado una
obsesión malsana con Rafael y acechado su vida como una especie de bicho
raro. Por suerte, a los quince años, Anthony me pidió que fuera su novia, y yo
acepté, decidida a curarme de aquel estúpido apego que, de todos modos, no
tenía futuro.
En contra de lo que todo el mundo cree, siempre habíamos sido sólo amigos,
hasta que un día Anthony por fin se atrevió a invitarme a salir, y aunque nunca
estuve perdidamente enamorada de él, llegué a quererlo.
Es el príncipe con el que todos sueñan, y estoy muy agradecida de tenerlo.
Al entrar en el edificio, el piso alfombrado y desgastado me recibe, junto
con la bombilla parpadeante, creando un ambiente bastante lúgubre a mí
alrededor. Subo las escaleras hasta la tercera planta y mi teléfono vibra dentro
de mi bolso.
Al sacarlo, veo un nuevo mensaje de Anthony.
Rara vez pasa la noche aquí, pero ahora mismo no me habría importado la
seguridad de sus brazos. Quizás puedan calentarme de la frialdad de Rafael,
que parece seguirme allá donde voy.
Te amo, cariño.
Mis dedos se ciernen sobre la pantalla, listos para teclear mi respuesta, pero
hago una pausa, pensando en todas nuestras conversaciones de los últimos
meses y en cómo siempre ha sido él quien me ha dicho que me ama.
¿Desde cuándo te amo es sólo una respuesta en mi vocabulario, y ni siquiera
lo digo en serio?
Al llegar a mi puerta, introduzco la llave mientras me froto la frente por el
dolor de cabeza que se extiende en oleadas y se hunde en mi cuero cabelludo,
ya que los pensamientos intrusivos deberían estar prohibidos por lo estúpidos
que son.
¿Qué importa si digo te amo porque quiero o porque me siento obligada?
Al entrar, resoplo exasperada por la oscuridad total, ya que el apartamento
sólo tiene dos ventanas, y están dentro de mi dormitorio. Para mi mala suerte,
el interruptor de la luz está al otro lado de la puerta. Deberían despedir a quien
haya ideado este diseño.
Cierro la puerta con el pie, dejo el móvil y el bolso en la mesita cercana, me
adentro en el pasillo y me apoyo en la pared, bajándome de los tacones.
En cuanto pongo los pies descalzos sobre el suelo de madera, suspiro
aliviada por los músculos doloridos y muevo un poco los dedos de los pies, con
la esperanza de aliviar un poco la tensión. Con todo lo que he bailado
últimamente, debería alegrarme que aún puedan moverse.
Pero mi alivio dura poco cuando piso algo pegajoso y resbaladizo que me
produce escalofríos repugnantes.
A ciegas, encuentro el interruptor, lo enciendo, solo para volver a apagarlo.
El estómago me da varias vueltas mientras mi corazón se detiene, solo para latir
desbocado en el pecho mientras el miedo se introduce lentamente en mis
células y la bilis me sube por la garganta.
Mi pesada respiración llena el aire, rompiendo el silencio a mí alrededor, y
sacudo la cabeza, encendiendo la luz con mis dedos temblorosos. Sin embargo,
la imagen que se abre a mi vista no cambia.
En cambio, veo el horror en toda su espantosa gloria.
Pétalos de rosa en forma de flecha yacen en el suelo del pasillo, empapados
de una sustancia roja que, por el olor metálico que sacude mis fosas nasales,
debe de ser sangre. Me lleva al salón, donde un cuerpo femenino yace en el
centro, rodeado de innumerables velas que no me ocultan ningún detalle
sangriento. Es casi como si fuera un sacrificio en el altar, esperando a que los
dioses la miren y acepten el regalo mortal para obtener algo de ellos.
Tiene las manos esposadas por encima de la cabeza, clavadas al suelo con
un cuchillo y las piernas abiertas. Un alambre le rodea el cuello y, con el pecho
apenas levantado, comprendo que sigue viva.
Hay sangre.
De sus heridas mana tanta sangre que es un milagro que siga respirando
mientras su vestido blanco está empapado de rojo. Veo mi sofá todo roto y sus
bragas tiradas por el suelo con algo metálico sobresaliendo de su estómago.
Un grito desgarrador resuena en la noche, aterrador y agónico, y tardo un
segundo en darme cuenta que me ha salido de la garganta.
—Dios mío —susurro, corriendo hacia ella, mis pies dejan huellas húmedas
por toda la escena del crimen, y caigo de rodillas junto a ella, solo para jadear
de asombro mientras otro grito emerge de mí.
Porque es Gina.
—Dios mío —repito, me tiemblan las manos mientras le palmo la cabeza
cuando me mira, sus habituales ojos desdeñosos están llenos de tanto dolor
mientras las lágrimas corren por sus mejillas, y empiezo a llorar—. Dios mío.
—La piel de sus brazos está casi en carne viva, mientras que las heridas
punzantes hablan de la violencia ejercida sobre un cuerpo de la forma más
despiadada. Incluso tiene marcas de mordiscos por todas partes y unas palabras
grabadas en la frente—. Necesitamos ayuda.
Me dispongo a levantarme para llamar a la ambulancia, pero su
—No —entrecortado me detiene en seco y vuelvo a centrarme en ella, con
nuestras miradas fijas—. Ángel —murmura—. Mira. —Respira
entrecortadamente, le cuesta sacar las palabras, pero aun así las saca—. Por. El.
Ángel. —Más lágrimas salen de ella y me dedica una sonrisa fantasmal—. Un
ángel.
—¿Qué? —Consigo decir justo antes que sus ojos se pongan en blanco y
grite—: No, no. Gina, quédate conmigo.
—Cansada, muy cansada. —Eso es lo último que consigue susurrar antes
que su cabeza se incline hacia un lado y su pulso se detenga, su cuerpo dándome
un último aliento—. ¡No! —Grito, sacudiéndola un poco, negándome a
creerlo—. Gina, por favor, despierta.
Necesito llamar a una ambulancia.
Me levanto, pero tropiezo y resbalo en el suelo, apenas sin tocar la vela, y
mi mano cae sobre algo afilado. Grito, el pinchazo recorre mi brazo y, sin
pensarlo, recojo el objeto, solo para que mis ojos se abran de par en par cuando
agarro el mango de una hoja, que brilla en la noche bajo la luz.
Me quedo muda unos instantes y echo un vistazo al estómago de Gina, éste
debe de ser el origen de la herida principal. Sin embargo, no consigo pensar
mucho en esto porque alguien grita:
—¡Policía! ¡Abran la puerta! —No tengo tiempo de reaccionar antes de
que abran la puerta de una patada y se detengan en seco mientras me apuntan
con sus armas. Una vez que mi conmoción desaparece, me doy cuenta de lo
que he hecho.
La policía acaba de encontrarme en la escena del crimen con el cadáver de
mi némesis, sosteniendo el arma principal que le infligió las heridas mortales
con mis huellas dactilares por todas partes.
Mis padres me enseñaron muchas lecciones a lo largo de los años.
Sin embargo, ¿la más crucial?
Nunca cuentes con que el sistema judicial te cubra las espaldas porque la
mayoría de ellos no buscan la verdad.
Buscan un culpable.
Y me acabo de entregar a ellos en bandeja de plata.
Que Dios me ayude.
Desconocido
Emmaline
El reloj que cuelga de la pared hace tictac con fuerza, crispándome los
nervios, y aprieto las manos con más fuerza, queriendo acercarlas a mi pecho,
pero las esposas metálicas que me mantienen encadenada a la mesa me lo
impiden.
Se me escapa una respiración áspera al ver la sangre seca en mi piel que
rogué a todos que me limpiaran. No me hicieron caso, me llevaron a comisaría
y me metieron en esta diminuta sala de interrogatorios con las luces tan nítidas
que casi me nublan la vista.
Los dedos de los pies se me encogen en el piso frío, enviando sensaciones
de picazón por todo mi cuerpo, y froto mis pies descalzos unos contra otros
porque ni siquiera me han dado la oportunidad de ponerme los zapatos.
No.
Simplemente me sacaron de allí como si fuera una delincuente que no
merece ningún tipo de amabilidad y, en su lugar, me dieron el trato silencioso
después de leerme mis derechos.
Tictac.
Apartando la mirada de las manchas rojas que parecen estar
permanentemente impregnadas en mis palmas, estudio mi entorno gris, que
consiste en dos sillas metálicas una frente a la otra, separadas por la mesa
gruesa que actualmente me tiene prisionera.
Tictac.
Las paredes desnudas se ciernen sobre mí, haciéndome apretar aún más
fuerte como si intentara protegerme del inevitable daño que me causará mi
presencia aquí.
Tictac.
El aire acondicionado zumba con fuerza, el aire gélido se asienta en mi piel,
aunque nunca podrá igualar la frialdad que se hunde en mi alma y congela cada
célula de mi cuerpo mientras contemplo mi futuro.
Un futuro que estaba lleno de posibilidades hace sólo una hora y ahora...
Me clavo las uñas en la piel y empiezo a dar golpecitos con el pie al compás
del reloj, desesperada por encontrar algún tipo de autocontrol que me impida
estallar en un ataque de pánico en toda regla y pedir ayuda a gritos o gritarles
que me dejen llamar por teléfono.
Me lo denegaron antes a pesar que va contra la ley.
Tictac.
Giro la cabeza hacia la derecha cuando dos detectives entran en la
habitación, vestidos con jeans y camisetas con expresión indiferente.
—Emmaline King —dice uno de ellos y arroja una carpeta negra sobre la
mesa con mi nombre escrito justo antes de agarrar la silla y dejarse caer en
ella—. Soy el detective Paul. —Señala con el pulgar detrás de él, donde está el
segundo hombre, clavando su mirada en mí. Parece como si quisiera chuparme
el alma—. Este es el detective Ben. Vamos a tener una pequeña charla, ¿de
acuerdo?
Parpadeo y me aclaro la garganta antes de hablar.
—Solicito mi derecho a una llamada telefónica. —Mis padres tienen que
saber lo que me ha pasado. Ellos sabrán qué hacer en una situación así y cómo
manejarla.
Puede que tenga veintiún años, pero ahora mismo estoy cagada de miedo y
perdida. Sin embargo, sé que lo peor que puedo hacer en mi caso es decir algo
que luego se utilice en mi contra.
La ley no tiene piedad de los débiles.
En lugar de atender mi petición, Paul abre mi carpeta y la revisa.
—Eres la personificación de una vida de cuento de hadas, ¿verdad? Una
familia perfecta, una educación perfecta y un prometido perfecto. Sólo te
faltaba una carrera perfecta para envolverlo todo con un bonito lazo. —Saca la
foto de Gina y la coloca entre nosotros. Ella sonríe a la cámara, el viento le
hace ondear el cabello hacia atrás mientras la felicidad prácticamente brota de
ella.
Qué contraste con la criatura herida que yacía en mi apartamento y luchaba
por respirar.
La bilis vuelve a subirme a la garganta y trago con fuerza, con las manos
temblorosas ante las imágenes que aparecen en mi cabeza una tras otra. Miro a
un lado, repitiendo:
—Solicito mi derecho a una llamada telefónica.
Paul vuelve a ignorarla y continúa con su diatriba.
—Pronto te graduarás. Conseguir un papel de prima te habría preparado para
la vida. Sólo había un problema. —Pone los codos sobre la mesa y se inclina
más cerca, bajando la voz—. Gina. Una joven muy motivada a la que le
encantaba competir contigo. Y según esto —agita nuestro último informe de
evolución—, te superaba. Así que lo más probable es que consiguiera el papel
y te arrebatara la vida de tus sueños.
Olas impactantes golpean contra mí, y me muerdo el labio inferior para
evitar gritarle sobre su estúpida suposición que, para empezar, suena
descabellada porque insinúa que la maté por despecho.
No, no, no.
¡Por el deseo de tener mi vida perfecta!
No soy una asesina ni una psicópata por utilizar tales métodos para
conseguir algo en esta vida.
Sin embargo, mi arrebato emocional no me ayudará, así que lo intento de
nuevo.
—Solicito mi derecho a una llamada telefónica.
—Recuerda una regla de oro, cariño. —Mamá frota mis mejillas con los
pulgares y me sonríe, aunque no le llega a los ojos, lo que me revuelve el
estómago.
—¿Qué pasa, mamá?
—Nunca, y quiero decir nunca, bajo ninguna circunstancia, abras la boca
a un agente de policía sin un abogado. —Pasa un rato y me abraza, su aroma
floral me envuelve y me tranquiliza mientras suspira y apoya la barbilla en mi
cabeza—. Prométemelo, cariño.
Mi madre me lo hizo prometer cuando cumplí quince años. Nos metimos en
un lío con Adelaide, que nos coló en el colegio a deshoras para entrar en la
piscina, ya que mi amigo organizaba una fiesta allí y quería hacer algo salvaje.
Nos detuvieron rápidamente cuando llegó la policía.
Aunque se rieron y pusieron algunas multas a nuestros padres, todo el
incidente molestó de alguna manera a mi madre, que se preocupó mucho, así
que nunca he vuelto a hacer nada parecido.
La voz de Ben atraviesa mis recuerdos, arrastrándome al presente, y resisto
el impulso de encorvar los hombros ante tanta repugnancia en su mirada, como
si yo fuera un insecto al que desea aplastar por causarle molestias.
—Te enteraste de las audiciones, ¿verdad? —Parpadeo, demasiado confusa
para intentar entender lo que quiere decir. Él explica—: Los padres de Gina
movieron algunos hilos y ella consiguió reunirse antes con el coreógrafo. De
ustedes dos, les gustó más su actuación y quisieron verla en privado.
¿Qué?
¿Es posible algo así?
Gina había sido muchas cosas, pero tramposa no era una de ellas. Aunque
hizo todo lo posible por sabotearme, nunca utilizó las conexiones de sus padres
para conseguir algo en el mundo profesional. La chica era muy motivada.
Necesitaba saber que lo había conseguido todo por méritos propios.
¿Por qué elegiría un camino diferente esta vez? ¿O su deseo de superarme
era tan fuerte que quería utilizar cualquier arma disponible en su arsenal?
En el momento en que estos pensamientos aparecen en mi mente, son
rápidamente sustituidos por el cadáver y un apestoso olor a cera quemada, los
escalofríos recorren mi espina dorsal y me ponen la piel de gallina. Se me llenan
los ojos de lágrimas, mi alma llora a la chica que una vez fue.
Porque aunque fuera mi archienemiga, nunca deseé que la mataran.
Mis lágrimas caen sobre mis manos entrelazadas y miro fijamente cómo el
líquido se desliza sobre la sangre, mezclándose y creando una imagen
permanente en mi cabeza que nada podrá borrar jamás.
Ben debe tomar mi silencio y mi reacción como una confirmación, porque
intenta insistir aún más.
—Sabías que conseguiría el papel. Podría decirse que es mejor bailarina que
tú. —Hace una pausa y ambos estudian mi expresión, probablemente esperando
algún tipo de ataque de histeria. No les digo nada—. Combinado con tu
resentimiento, finalmente decidiste terminarlo esta noche. —Sonríe—. No
esperabas que alguien llamara a la policía. El barrio es conocido por sus delitos,
y todos se ocupan de sus propios asuntos, ¿no?
¿Sucede?
Cuando me mudé allí, todo el mundo solía decir que a pesar de los bajos
alquileres y las apariencias poco estelares, es seguro, y el único crimen que
ocurrió en el último par de años fue el robo de la bicicleta de alguien.
Paul habla a continuación:
—Estuvieron juntas en el club y sus amigas mencionaron que había un
conflicto. —¿Ya han tenido tiempo de llamar a sus amigas? Siguen negándome
mis derechos, pero prepararon toda esta información como si esperaran que
confesara.
Apuesto a que este caso será un momento decisivo en su carrera.
—Entonces, ¿qué fue, Emmaline? ¿Te has hartado de ser la segunda mejor
y has decidido matar por fin a Gina? —pregunta Ben, sentándose en la mesa
inquietantemente cerca de mí mientras Paul se reclina en la silla, sonriendo.
¿Se da cuenta de lo descabellado que suena? Tendría que ser un psicópata
certificado para idear un plan así y esperar este tipo de solución.
Apretando las manos en puños, respiro hondo y controlo la furia desbordante
que se desliza por mis venas y me impulsa a decirles lo que pienso de verdad.
Pero yo no tengo ese privilegio, ya que es su coto de caza y conozco bien
las normas.
Nunca intentes demostrar tu verdad en territorio enemigo. Perderás y ellos
ganarán.
—Solicito mi derecho a una llamada telefónica.
La molestia cruza el rostro de Paul, y entrecierra los ojos, tamborileando con
los dedos sobre la mesa, y el sonido me crispa los nervios. Clavo las uñas en
mi piel con más fuerza, negándome a mostrarles nada.
—Vamos, Emmaline. Conozco a las chicas como tú. —Arrugo la frente—.
Mocosas privilegiadas y malcriadas que creen que todo el mundo debe
satisfacer sus deseos. Consigues lo que quieres gracias al dinero de tus padres.
Y cuando alguien les niega algo, no se lo toman bien. —Por la rabia que destila
su tono, no deja lugar a dudas que algún niño rico se le cruzó en el pasado, lo
que explica por qué está dispuesto a juzgarme sin hacer el debido protocolo—
. El dinero de papá no te salvará en este caso. Eres culpable, y podemos
demostrarlo así de fácil. —Chasquea los dedos—. Entonces, ¿por qué no te
ayudas a ti misma y confiesas? Nos facilitará el trabajo.
Seguro.
No soy estúpida y, en contra de lo que todo el mundo cree, estudio mucho
en la escuela porque no podré bailar eternamente y algún día tendré que tener
otras fuentes de ingresos. Si tanto necesitan mi confesión, están dispuestos a ir
contra la ley y negarme mi derecho... Significa que en realidad no tienen
pruebas suficientes para encerrarme.
Bueno, al menos no de inmediato.
Pero si les doy la razón, no sólo resolverían un caso enorme, sino que
además conseguirían ser héroes ante la opinión pública.
—Si niegas tu implicación, podrían condenarte a cadena perpetua. Sin
embargo, si confiesas, el juez podría tenerlo en cuenta y rebajar la condena a
quince años.
Mi risa ahogada resuena en el espacio porque él realmente cree que eso me
convencerá de confesar un crimen que no he cometido, pero rápidamente se
convierte en un jadeo aterrorizado cuando Ben golpea la mesa con los puños y
me agarra del cuello con la otra mano. Su pulgar me aprieta tanto el pulso que
me corta el oxígeno, y no puedo hacer nada porque tengo las manos esposadas.
—¿Te parece gracioso? Alguien está muerto, ¿y tú culo loco piensa que es
divertido? —Me aprieta con más fuerza, y mis pulmones arden en busca de aire
mientras el miedo penetra en cada célula de mi cuerpo, y me horroriza lo que
pueda pasar a continuación—. ¿Quieres reírte ahora, Emmaline?
—¡Hay cámaras! —Paul sisea. Su amigo no es mejor si eso es lo único que
le importa.
Poco a poco se me nubla la vista, me cuesta más respirar y todo empieza a
entumecerse. Por fin me suelta, y yo trago aire a pesar que cada bocanada es
una tarea dolorosa. Nadie en mi vida me ha puesto una mano encima, y por
cómo me duele la carne, sé que sus dedos deben de haberme dejado marcas.
Me salen moretones muy fácilmente, y la idea de tener sus marcas me da ganas
de vomitar.
—Las apagué todas. Nadie lo verá. —Ben se limpia las manos en los jeans
como si tocarme lo ensuciara.
—¿Y bien, Emmaline? ¿Qué tienes que decir?
Estoy atrapada en esta habitación con dos hombres que, por la razón que
sea, me odian tanto que están arriesgando su carrera profesional, ya que sus
ansias de meterme entre rejas superan su sentido común.
Soy una presa impotente entre los cazadores que no pararán hasta sacarme
una confesión. Mi garganta dolorida es toda la prueba que necesito.
¿Es así como se sintió mi madre hace tantos años, cuando la acusaron
injustamente de asesinato y, por mucho que suplicó justicia, no la obtuvo y, en
cambio, la enviaron a la cárcel, donde pasó casi cuatro años?
¿Estaba tan aterrorizada y perdida como yo, tratando de imponer su verdad
mientras caía en oídos sordos con todo el mundo odiándola por ser tan cruel,
incluso si ella creía que no fue o no podía haber sido ella?
Sacudo la cabeza, clavándome más las uñas y probablemente sacando mi
propia sangre, pero centrarme ahora en el pasado no me ayudará.
¿Qué debo hacer?
Si continúo pidiendo una llamada telefónica, ¿me golpearán y me
debilitará llorar internamente ante la idea?
¿Cómo luchas por ti mismo cuando todos a tu alrededor intentan
convencerte que eres un asesino? Si les doy una confesión ahora mismo, nada
importará después.
No habrá investigación, nada. Seré juzgada en base a mi palabra.
Incluso mi madre acabó firmando el acuerdo para una condena más corta
cuando se dio cuenta que todos sus amigos y familiares, incluido su entonces
marido, creían que podía matar a alguien. No tenía a nadie de su lado e hizo lo
que creyó mejor.
Si esto sale a la luz... será uno de los mayores escándalos. Todo el mundo
tomará fotos y seguirán de cerca el juicio.
La curiosidad forma parte de la naturaleza humana.
¿Quién estará de mi lado?
He vivido y respirado ballet toda mi vida. Si a eso le unimos que
últimamente me comporto de forma extraña... ¿me creerán mi familia o mis
amigos?
Mi corazón se agita dolorosamente en mi pecho.
¿Anthony?
—Señor King. Gracias por venir —dice el director, estrechando la mano
de mi padre. Me lanza una mirada severa mientras yo agacho la cabeza,
balanceando las piernas de un lado a otro en la silla alta, con el nerviosismo
envolviéndome.
—¿Qué está pasando? —pregunta papá, y como el director tiene un
enorme ventanal en su despacho, el sol brilla intensamente, así que veo la
sombra de papá acercándose detrás de mí—. Dijo que era urgente.
El director suspira con fuerza y me lo imagino ajustándose las gafas. Le
encanta hacerlo antes de regañar a alguien.
—Sí. Uno de los alumnos perdió su dinero, y Emmaline fue la única que
quedó en el aula durante un descanso.
—Ya veo.
—Estábamos dispuestos a olvidarlo con una breve suspensión siempre
que admitiera que lo ha hecho y pidiera disculpas. —Pasa un tiempo—. Ella
se negó. Dijo que no lo había hecho. —Ella resopla, y yo balanceo las piernas
con más fuerza, los nudillos agarrando el asiento de la silla con tanta fuerza
que duelen. Estoy demasiado asustada para levantar la vista y ver en la cara
de papá lo que he visto antes en la de los demás.
Sentencia.
—No toleramos el robo y la mentira en esta escuela, así que si Emmaline
se disculpa ahora y asume toda la culpa por lo que hizo, consideraremos
mantenerla en nuestra escuela. Habrá severas repercusiones, por supuesto.
—A ver si lo entiendo, directora Joan. ¿Ha llamado ladrona a mi hija sin
tener ninguna prueba en sus manos? —Me congelo porque reconozco muy bien
ese tono y, por primera vez desde que la directora me ha arrastrado hasta aquí,
la tensión de mi pecho se alivia—. Y luego la humillaste delante de toda la
clase antes de obligarme a venir aquí. ¿Tengo todos los datos correctos?
—Bien, ahora. Señor King, tenemos un absoluto no...
—No me importan sus políticas. Si mi hija dice que no lo hizo, entonces
no lo hizo. A menos que pueda mostrarme pruebas de lo contrario, esta
conversación ha terminado. Mi hija ya no es alumna de esta escuela.
El pánico se apodera de su voz cuando responde, comprendiendo ahora
claramente lo que ha hecho.
—Señor King, no actuemos según nuestras emociones. Estoy segura que
podemos...
La interrumpe al instante.
—Guárdate tus explicaciones para alguien que quiera oírlas. —Con esto,
rodea mi silla y veo sus brillantes zapatos de cuero negro antes que se agache
frente a mí y me levante suavemente la barbilla hasta que nuestros ojos chocan.
Me limpia suavemente las mejillas mojadas y me sonríe, aunque sé que debe
de estar furioso con la directora—. Lo siento, cariño. Esto nunca debería haber
pasado.
—Yo no lo hice —susurro y luego lo abrazo con fuerza, rodeando su cuello
con mis brazos mientras él me acaricia la espalda y me besa la cabeza—. Yo
no lo hice.
—Lo sé, Emmaline. Nunca tengas miedo, hija mía. Siempre estaremos de
tu lado. Pase lo que pase.
Así que reúno todo mi coraje en un puño, abro la boca y grazno las palabras
que magullan mi garganta, y es un milagro que pueda hablar después del asalto
anterior.
—Solicito mi derecho a una llamada telefónica.
—Pequeña zorra —escupe Ben, dispuesto a estrangularme de nuevo si sus
manos extendidas sirven de algo. Paul se levanta, no sé si para ayudarlo o para
detenerlo. Internamente, me tenso, preparándome para el daño físico y con la
intención de resistirlo pase lo que pase.
Sin embargo, no tengo la oportunidad de defenderme cuando la puerta se
abre de golpe, chocando contra la pared y luego rebotando en ella tan fuerte
que parece que el mundo a mí alrededor se detiene mientras ambos hombres
giran la cabeza hacia un lado y se quedan boquiabiertos.
—¿Qué demonios? —murmura Paul.
Miro alrededor de Ben, estirando el cuello. El aire se entrecorta en mis
pulmones cuando entra un hombre, con un traje de tres piezas perfectamente
confeccionado que habla de su riqueza y poder mientras la energía cambia
rápidamente, volviéndose más peligrosa y siniestra con cada paso de sus
zapatos de cuero.
Mi corazón se detiene y luego empieza a latir tan desenfrenadamente que
me sorprende que no se me salga del pecho, y lo veo acercarse cada vez más a
mí con avidez, rezumando fuerza sólo con su presencia mientras la
bravuconería de cada hombre desaparece rápidamente.
Incluso los policías deben saber de él.
Sus asertivos ojos verde esmeralda parpadean durante una fracción de
segundo hacia mí, y casi puedo sentir cómo me acaricia con la mirada mientras
se detiene en mi cuello. Por instinto, desvío la mirada. Seguramente ve mis
lágrimas. Estoy demasiado avergonzada para mostrar mi debilidad a un hombre
que ya me odia. ¿Ha venido aquí para presenciar personalmente mi humillación
y echar más leña al fuego?
—Emmaline, mírame —me ordena. Su voz profunda y ronca se desliza por
mi interior y calma temporalmente los pensamientos de pánico que flotan en
mi mente. Hago lo que me dice, y me recorre con la mirada una vez más—.
¿Quién ha sido? —Aunque su tono es uniforme, no me pasa desapercibida la
ira apenas contenida que baila en los bordes de su pregunta, y trago con fuerza,
sólo para estremecerme cuando me causa dolor.
Sus ojos se oscurecen, se llenan de una expresión que nunca antes había
visto, y se vuelven a centrar en los detectives, que aún lo miran atónitos,
claramente sin esperar que irrumpiera aquí.
—¿Qué está haciendo aquí? Estamos en medio de...
—¿Quién te ha hecho esto, Emmaline? —repite su pregunta, y yo retuerzo
los labios, demasiado asustada para pronunciar una sola palabra entre los
hombres que no me han mostrado más que crueldad.
Ben tamborilea con los dedos en el borde de la mesa antes de cerrar la mano
en un puño y golpearla, sosteniéndome la mirada, advirtiéndome en silencio de
lo que ocurrirá a continuación si abro la boca.
Lástima por él, al recién llegado no se le escapa nada, y sólo con esta acción,
se delata.
La furia que lo rodea es palpable. Casi puedo tocarla y, de algún modo, en
lugar de agitarme, calma la preocupación que llevo dentro y, por primera vez
desde que me trajeron a este lugar, exhalo aliviada.
Porque esta vez, su furia fulminante que promete venganza y agonía no se
dirige a mí y, en cambio, me protege de la inevitable tortura de estos hombres
en el futuro.
Rafael Wright está aquí.
Y gracias a Dios por ello.
CAPÍTULO NUEVE
“Érase una vez, yo quería ser un pirata que vagaba por el mundo y conquistaba tierras
desconocidas.
En mi vida, esa fue una lucha constante por sobrevivir entre el monstruo que deseaba darse un
festín con mi carne, la libertad en el océano parecía el más hermoso de los sueños.
Pero esos sueños no se hicieron realidad desde que me convertí en un abogado que tiene que
seguir todas las leyes al pie de la letra porque mi reputación depende de ello.
Pero aquí empieza la diversión.
¿Por qué?
Los que conocen todas las leyes son realmente invencibles, ya que el poder está en sus manos.
Y en esto, conquistamos y logramos mucho más de lo que cualquier pirata jamás podría”.
Rafael
Rafael
Emmaline
Emmaline
Rafael
Emmaline
Deslizándome sobre los tacones, paso mis manos por el sedoso vestido y me
doy la vuelta para estudiar mi reflejo en el largo espejo. Se encuentra en la
esquina derecha de esta enorme habitación con una enorme cama justo en el
centro y dos mesillas de noche. Una puerta da a un armario que tiene
innumerables trajes junto con corbatas, zapatos de cuero y una colección de
relojes que debe de haber costado una fortuna.
Vacío y frío, como el resto del interior de este ático.
Después de huir de Rafael, irrumpí aquí y me dirigí directamente a la ducha,
intentando no pensar en que esta habitación es donde duerme el enemigo ni en
el vestido y la lencería colocados sobre la cama.
Todavía me duele la piel por todo el lavado al que la sometí mientras hacía
todo lo posible para lavar la sangre que parecía empapar mi carne. Todo
mientras vigilaba la puerta de cerca porque aunque Rafael prometió no tocarme
sin que se lo rogara... no puedo ser tan estúpida de confiar en cada palabra que
pronuncia este hombre. Así que después de ducharme en un tiempo récord, me
sequé rápidamente y empecé a prepararme.
Esto me trae al ahora, mirándome a mí misma con un vestido largo de seda
que me abraza tan fuerte que muestra mi figura y una abertura que deja al
descubierto mi pierna derecha junto con unos tacones plateados que son ligeros
en mis pies.
—Tenemos que empezar a comprar vestidos de novia, cariño —dice
mamá, hojeando revistas de novias mientras toma su té—. ¿A menos que ya
tengas algo en mente?
Arrastrando el tenedor de un lado a otro sobre mi plato de tarta, le digo:
—Tengo algo en mente. —Sus ojos se llenan de emoción y aparta la
revista, prestándome toda su atención mientras un trueno retumba en el cielo—
. ¿Y si me pongo un vestido sencillo con poco maquillaje? Y preferiblemente
algo azul.
—¿No quieres un vestido blanco?
—No. —Suspiro, suelto el tenedor y levanto las rodillas, abrazándolas
mientras mamá me observa atentamente, y reconozco demasiado bien la
mirada.
Es su mirada de psiquiatra, la que busca hasta el más mínimo detalle para
entender lo que realmente está pasando.
—El blanco no me queda bien. —Lo cual es parcialmente cierto. Con mi
piel pálida, parezco un fantasma que ha venido a embrujarlos a todos cuando
tengo que vestir de blanco—. Sólo quiero una boda sencilla.
—Una boda sencilla —exclama y se pasa los dedos por el cabello—. ¿Qué
quieres decir con eso, cariño?
Me sudan las palmas de las manos y el corazón empieza a latirme tan
desbocado que lo siento en la garganta, porque ha llegado el momento. De
decir en voz alta mi deseo que probablemente hará daño a mis padres.
—No quiero que papá me lleve al altar. —Sus ojos se abren de golpe—.
Quiero decir... que no quiero que me lleven al altar.
Sin embargo, mis palabras sirven de poco para calmarla y, mientras veo
miles de preguntas en su cara, me doy la vuelta y miro a lo lejos,
concentrándome en la fuente de nuestro jardín mientras sangro internamente
por el inevitable daño que esta información le causará a mi padre.
Y a mí.
Odio hacerle daño, pero también, ¿cómo puedo permitir todo esto?
Sus decisiones me ponen en una situación imposible, y para evitarlo todo,
¿no sería mejor no entregarme?
Sin embargo, incluso a mis propios oídos, esto suena como una excusa.
Una excusa para tapar mi enfado con la persona que más amo.
—Se ha cumplido mi deseo —susurro, tocando la suave seda azul que
contrasta y a la vez resalta mis largos mechones oscuros que caen en cascada
por mi espalda. Después de ponerme rímel y delineador para estar al menos un
poco presentable, mis ojos aparecen increíblemente vivos en mi rostro agotado.
Me reiría si no quisiera llorar por cómo el universo me concedió el vestido
que quería sin que mi padre estuviera siquiera presente en la ceremonia.
Agarro el ramo de rosas que hay en la mesilla de noche y siseo cuando una
espina se clava en mi dedo y me saca sangre, lo que probablemente habría sido
mala suerte en cualquier otra situación.
Pero esta boda es una gigantesca mala suerte que no promete nada bueno,
así que la sangre es inevitable.
Sin embargo, me recuerda a lo que he visto antes y, cerrando los ojos, me
siento en la cama e inhalo todo el aire posible en mis pulmones, luchando por
respirar después que el alcance total de lo que sucedió en mi apartamento me
golpeara en la ducha.
Si tengo un placer culposo, es ver documentales policíacos que arrojan luz
sobre las horribles hazañas de quienes se han vuelto locos y se han empapado
de oscuridad sin darles gloria.
Especialmente después de lo que tuvieron que pasar mis padres cuando un
loco decidió arruinarles la vida debido a sus ilusiones, aprendí todo sobre los
asesinos en serie y la psicología sin estudiar realmente en ese campo.
Alguien entró en mi casa, mató a la chica que me odiaba y luego me
incriminó. No es una coincidencia.
O mejor dicho, esas coincidencias no ocurren en mi familia. Y si el plan era
inculparme de asesinato y salió mal, sólo puede significar una cosa: el psicópata
vendrá por mí, y Dios sabe qué será lo próximo que se le ocurra para hacerme
daño.
Necesito ayuda, pero ¿cómo puedo pedirla sin desvelar todo lo demás? Una
cosa es pasar por el calvario de Rafael y pagar por mis errores del pasado, y
otra muy distinta es vigilar constantemente mis espaldas esperando que alguien
salte sobre mí y termine lo que empezó.
Los psicópatas no reaccionan bien cuando sus planes cuidadosamente
trazados no salen bien. Eso intensifica su furia y sus astutas formas de atrapar
a sus víctimas y someterlas a tortura.
Excepto que nunca en mi vida he agraviado a nadie más que a Rafael...
Me incorporo bruscamente al pensarlo, el pánico anterior me pellizca
lentamente la piel y crece en mi interior. Respiro con dificultad, pero no
consigo calmarme.
¿Es él... es él quien mató a Gina?
Dios mío.
Fue él quien se presentó en la comisaría con todas las pruebas, moviendo su
poder para empujarme hacia este matrimonio y lo utilizó como arma.
Básicamente admitió haberme espiado, así que lo sabía todo.
Más respiraciones profundas mientras el ramo cae a mis pies y me cubro la
cabeza con las dos manos, intentando evitar el ataque de pánico que no hará
más que empeorar mi situación.
Pero, ¿cómo puede uno calmarse cuando existe la posibilidad que su novio
sea un asesino? Y él no ha dicho nada sobre el caso hasta ahora. Es como si
nunca hubiera ocurrido.
¿No debería haber estado al menos un poco preocupado ya que mis
problemas serán en cierto modo los suyos después de este matrimonio?
A menos que lo haya orquestado todo, claro.
Si hay algo que todo el mundo conoce de Rafael es su integridad.
Sin embargo, matar a alguien lo convertiría rápidamente de un imbécil
extraordinario a asesino, así que ¿lo arriesgaría todo por su venganza?
Me sacudo las sospechas, pero la voz de mi mente habla, no me deja
esconderme en mi capullo protector y fingir que algo así es imposible y una
locura.
No creías que papá fuera capaz de hacer lo que hizo en el pasado. Así que,
de verdad, ¿hasta dónde llegaría un hombre para arruinar la vida de una
mujer a la que odia?
—Dios mío —murmuro, deseando calmarme lo suficiente para seguir
siendo racional y lógica en esta situación, porque sólo una mente cuerda puede
salvarse.
A medida que el pánico agrava nuestra miseria, nos hace cometer
estupideces que resulta en más problemas. Aunque en este punto, me pregunto
si es posible que haya más problemas.
A menos que alguien realmente me mate, entonces me imagino que estaré
lo suficientemente en paz.
Tres golpes en la puerta, llaman mi atención justo antes que entre una mujer
con un vestido lápiz negro, y sus labios regordetes se ensanchan en una sonrisa
que no llega a sus ojos marrones. Su larga melena oscura le da un aspecto
bastante encantador y suaviza su energía dominante que se arremolina
instantáneamente a mí alrededor en su presencia.
En general, la mujer es impresionante.
—Hola, Emmaline. —Me saluda, adentrándose en la habitación y
recogiendo el ramo—. Mi nombre es Scarlett. —Me tiende la mano y se la
estrecho, su nombre me suena familiar.
Sí, Marcy mencionó una Scarlett antes.
—Oficialmente, soy el mejor abogado de Rafael en el bufete.
Extraoficialmente, soy su mano derecha, sin la cual no puede funcionar. —Una
nota extraña baila en los bordes de su tono, y frunzo el ceño ante esta afirmación
tan atrevida.
¿Qué significa? ¿Es su amante o algo así, y esa es su manera de mostrarme
quién tiene el poder aquí?
No debería preocuparse. Mientras mi cuerpo se comporta de forma extraña
con el hombre y olvida cualquier respeto por sí mismo o lealtad... no tengo
intención de suplicarle nada.
¡Sobre todo teniendo en cuenta que podría ser un asesino!
Sin embargo, mi teoría se demuestra errónea cuando añade:
—Y para que esto sea menos incómodo, aclaro que nunca me he acostado
con él, nunca he tenido deseos de acostarme con él y, créeme, él no me ve como
una mujer. —Se ríe entre dientes—. Gracias a Dios por eso.
De acuerdo, supongo que la felicito por aclarar las cosas con su futura
esposa, pero me da igual. Ahora recuerdo que el padre de Anthony mencionó
que la firma de Rafael tiene una abogada inteligente y segura que gana sus
casos con facilidad y una mente brillante. Es la mejor de las mejores después
de Rafael.
—Hola. Encantada de conocerte. —La mentira sale fácilmente de mis labios
después de los innumerables bailes que ha dado mi familia a lo largo de los
años, en los que tienes que sonreír y recibir a gente que te importa una mierda.
Sin embargo, en el mundo del poder, algunos conocidos son necesarios.
Aunque Scarlett debe apoyar todo lo que hace Rafael desde que está aquí,
podría serme útil en el futuro, y no necesito empezar con mal pie con una mujer
que dice ser su mano derecha.
Esos suelen tener todos los secretos, y yo puedo usar algunos secretos para
conseguir mi libertad cuanto antes.
Resopla, haciéndome parpadear.
—Por favor. No hace falta que mientas. Me odias a muerte, y si no lo
hicieras, no te respetaría en absoluto. —¿Qué?—. No apruebo lo que hace
Rafael, pero ninguna artimaña del mundo me hará traicionarlo. Así que —
mueve su dedo índice frente a mi cara—, quítate esa mirada calculadora de la
cara. Si quieres ver su caída, no seré yo quien te ayude a ello.
Maldición, es buena.
—Creo que si nos conociéramos en otras circunstancias, me gustarías al
instante —le digo sinceramente, lo que la hace reír.
—Bueno, gracias. Puedo seguir cayéndote bien, pero no intentes utilizarme.
—Tomo nota, y realmente no creo que pueda gustarme ya que está en el campo
enemigo, por así decirlo—. Tienes que firmar el acuerdo prenupcial y el
contrato ahora mismo. El juez estará aquí en diez minutos exactos. —Me
empuja el ramo, lo tomo y me levanto—. Estás muy guapa —dice, y sus ojos
se posan en mi anillo—. No me lo puedo creer —murmura, agarrando mi palma
de la mano y levantándola para estudiar el anillo de compromiso.
—¿Qué? ¿Que derrochó en el anillo para su falsa esposa?
—No. Que te dio el anillo de su madre. —Me congelo ante esto, y ella frota
la piedra con el pulgar—. Su padre le propuso matrimonio con este anillo.
Llamó a su madre su amado y precioso diamante, y la esmeralda es por sus
característicos ojos verdes de los Wright.
Espera. ¿Ellos?
¿Rafael tiene un hermano o hermanos?
Rastreo mi mente en busca de cualquier mención de hermanos, pero incluso
en mi época de enamoramiento adolescente, nunca había oído hablar que
tuviera hermanos.
Vuelvo a mirar el exquisito anillo. Aunque la romántica historia que hay
detrás es bonita, ¿por qué Rafael le daría esto a su novia falsa? ¿No empañaría
el recuerdo?
Tantas preguntas y nadie quiere darme respuestas.
—No lo diseñó Florian —digo lo más obvio. Rafael tiene treinta y seis años,
así que no puede ser Florian.
Su abuelo, entonces.
—Sí. Este es el diseño original de Atlas Price. Aunque Florian le añadió
algo, porque recuerdo que Rafael viajó a Chicago para recoger el anillo. —
Scarlett murmura y sacude la cabeza—: Interesante. —No estoy segura de qué
le parece interesante. Parece que su jefe no tiene corazón por no apreciar sus
reliquias familiares.
—¿Rafael tiene hermanos?
La tensión llena el aire mientras ella se echa hacia atrás.
—Tenemos que irnos ya. —Su evasión del tema me hace saber que hay una
historia complicada ahí.
Dios mío, ¿hay algo simple en este hombre?
—Sí. No querríamos que el rey esperara, ¿verdad? —Antes que pueda decir
algo más, me doy una última mirada en el espejo y salgo. Atravieso el pasillo
y me dirijo al salón, y mis movimientos se detienen cuando veo a Rafael de pie
en la terraza, en toda su gloria elegante y oscuro esplendor, que debería estar
prohibido para gente como él.
Cuando una mujer lo mira, puede parecer que los trajes se crearon
específicamente para él en esta tierra, ya que nadie los lleva como él, lo que no
hace sino realzar su atractivo y el brillo perverso de sus ojos.
Después de todo, sólo los monstruos que llevan máscaras encantadoras que
ciegan a la gente de sus vicios tienen el poder de tentar incluso a las criaturas
más obstinadas en sus garras.
Debo resistirme a su encanto que habla a la parte más primitiva de mí a un
nivel que nunca podría esperar.
Y para curarme de esta locura que me confunde, transformándome en una
débil y patética mujer que puede ser... ni siquiera tengo una palabra adecuada
para describir mi comportamiento. Así que con eso en mente, le lanzo la
pregunta.
—¿Mataste a Gina?
Como se apoya en la barandilla, se da la vuelta lentamente, y mi interior me
grita que me calle porque la rabia que emana de él a raudales casi me derriba,
y oigo el grito ahogado de Scarlett.
¿Cómo puedo casarme con un hombre si ha matado a alguien? Necesito
saberlo, y no es que esta pregunta salga de la nada.
El hombre es despiadado.
Rafael camina hacia mí, cada paso imposiblemente ruidoso en el espacio
silencioso y, aunque quiero correr en cualquier otra dirección para evitar el
inevitable aplastamiento, me mantengo firme y me enfrento a su furia de frente.
Mi doloroso gemido retumba en las paredes cuando Rafael me agarra el
cabello con un puño, acercándome a él y provocándome dolorosas punzadas en
el cuero cabelludo.
—A pesar de lo que tu pequeño yo afirmó hace tantos años, siento un
profundo respeto por la ley y los inocentes. —Me estremezco, su rostro duro
como el granito mientras todo su cuerpo vibra de furia—. Te odio con todo mi
ser, créeme.
—Rafael. —La voz tensa de Scarlett atraviesa mi dolor y, por primera vez
en su presencia, me pregunto si puede golpear a una mujer.
Está claro que le juzgué mal, y yo también tendré que pagar por este pecado.
—¡No te metas! —le ladra, mientras me sujeta con más fuerza—. Nunca
mataría a un inocente, sea hombre o mujer, por tu culpa. Métetelo en la cabeza.
—Con esto, me suelta, haciéndome tropezar hacia atrás, y Scarlett me atrapa,
estabilizándome.
Rafael aprieta y afloja la mano mientras con la otra se pellizca el puente de
la nariz, luchando por su infame control por lo que parece, y yo me froto el
cuero cabelludo, aliviando el dolor.
Sin embargo, fue más aterrador que doloroso.
Finalmente, vuelve a mirarme, y hay tanta repulsión que es difícil sostenerle
la mirada.
—No vuelvas a cuestionar mi integridad, Emmaline. ¿Entiendes?
Malditamente no lo hagas nunca.
—Admítelo, Rafael. Usaste la ventaja y forzaste...
—No lo he hecho. Tengo respeto por la ley. ¡Por las mujeres! —Traga
fuerte—. ¡Nunca podría haberlo hecho!
—Admite tu culpa, Rafael. —El hombre me señala—. Ella lo vio todo. No
puedes mentir más.
Salto cuando grita:
—¡No soy yo quien miente!
En este momento comprendo que su resentimiento y su rabia hacia mí son
más profundos de lo que jamás había previsto.
—Lo siento. —Mis ojos se abren de par en par ante su disculpa. Su voz es
más tranquila, aunque en su mirada aún destellan rastros de ira, rápidamente
cubiertos por la indiferencia—. No volverá a ocurrir.
¿Ahora se disculpa? ¿Qué le pasa por la cabeza? Aunque no puedo culparlo.
Considerando a lo que lo sometí en el pasado y luego volviendo a abrir la boca,
acusándolo de un crimen espantoso.
Pero no tengo tiempo de pensar en ello, porque suena el ascensor y Scarlett
dice:
—El juez John está aquí. —Sonríe y se dirige a él mientras Rafael me indica
que me acerque a la mesa.
Veo que hay dos contratos y agarra uno.
—Estas son tus condiciones. —Recorro rápidamente el documento con la
mirada y asiento—. Y esto es un acuerdo prenupcial. Firma los dos —me
ordena, deslizándome un bolígrafo, y ya veo sus dos firmas en los documentos.
Estudio el acuerdo prenupcial más detenidamente. Básicamente, establece
que nuestras finanzas permanecen separadas. Lo que tenga le pertenece, y no
tiene derecho a la fortuna King como mi cónyuge ni recibe nada de mi fondo
fiduciario. Un acuerdo prenupcial estándar para proteger nuestros bienes
mutuamente.
Sin embargo, cuando mis ojos se posan en la cláusula cincuenta y seis, justo
al final, se me cae la mandíbula.
—¿Me estás regalando este edificio? —¿Está loco?—. Cuesta una fortuna.
No lo necesito.
—No puedo dejarte sin nada, cariño.
Aprieto los dientes.
—¿Por qué no?
—Me importa mi reputación, y no seré el imbécil que dejó a su joven esposa
sin nada. Considerando el costo de este edificio, me llamarían generoso —
sisea—: Algunos incluso podrían compadecerse de mí.
Ah, ya veo.
—¿Así que quieres que todo el mundo piense que fui la zorra codiciosa que
sacó este edificio de nuestro corto matrimonio? —Un último clavo en el ataúd
en mi reputación social porque nadie lo olvidará jamás.
Seré etiquetada para siempre como la cazafortunas. A pesar de mi apellido,
asumirán que elegí a Rafael por su dinero.
—El poder tiene sus ventajas, ¿verdad? —Agarra el bolígrafo y extiende su
mano hacia mí—. Fírmalo para que podamos proceder.
—¿Así de rico eres? ¿Puedes regalar un edificio así por rencor?
—¿Qué puedo decir? Soy multimillonario, cariño. —Su voz baja unas
octavas, toda la diversión desaparece—. Firma el puto contrato, Emmaline, y
deja de poner a prueba mi paciencia. A menos que quieras que renuncie a todas
tus condiciones.
Y volvemos a las amenazas.
Le arrebato el bolígrafo, vuelvo a dejar los contratos sobre la mesa y los
firmo rápidamente.
—Para que lo sepas, venderé el edificio y donaré todo el dinero a la
beneficencia.
—Admirable. Excepto que necesitas leer mejor los contratos, según la
cláusula debajo de la cincuenta y seis. Dice que no puedes vender la propiedad
hasta diez años después del divorcio.
Apenas me resisto a gritar, ya que eso sólo lo divertiría más, así que me
muerdo el labio mientras el juez se acerca a nosotros, mirando entre los dos y
leyendo claramente el estado de ánimo. Debe de tener unos sesenta años. Tiene
profundas arrugas bajo los ojos y da la sensación de ser un abuelo, parecido a
mi abuelo, al que probablemente le dará un ataque después de todo esto.
—Rafael. —Se dan la mano y él agarra la mía y se la lleva a la boca—.
Emmaline. —Esboza una sonrisa que parece tan extraña en sus rasgos
estrictos—. Eres la viva imagen de tu madre.
—¿Conoces a mi madre?
—Sí. Trabajamos juntos en un caso hace doce años. Yo era detective
entonces. Ella nos ayudó a atrapar a un asesino en serie estudiando su psique.
—¿No es ese el trabajo de un perfilador? ¿Por qué estaba mi madre involucrada
en el caso? Aunque recuerdo que le dijo a papá que no volvería a trabajar en un
caso criminal después de ese.
Debe haber sido duro.
El juez me palmea el hombro antes de soltarme.
—Así que estoy familiarizado con el temperamento de tu padre, y por eso
decidí ayudarlos a ustedes, dos amantes desafortunados.
—¿Qué quieres decir?
Rafael me rodea la cintura con el brazo y me agarra posesivamente con la
palma de la mano extendida sobre mi vientre. Su olor me estremece la nariz y
crea un capullo a mí alrededor al que es casi demasiado tentador resistirse.
Casi, pero afortunadamente mi mente racional se impone cuando el juez
explica:
—Rafael me llamó en mitad de la noche, pidiéndome un favor. Al parecer,
su futura esposa está prometida y su padre nunca lo aprobaría. —Dios mío,
¡hasta engañó a un anciano para que hiciera algo por él!—. Estoy en esa edad
en la que esas historias románticas me emocionan. —Me sostiene la mirada—
. Me alegro que hayas elegido el amor, niña. Nada es más importante que eso.
—¿Aunque al hacerlo esté traicionando a un hombre inocente? —Mi golpe
sarcástico probablemente no tiene el efecto que debería, considerando que mi
voz vacila un poco.
Hice todo lo posible por encerrar los pensamientos sobre Anthony en algún
lugar lejano y no centrarme en mi dolor en esta nueva realidad entre el resto de
locuras.
Porque en el fondo... a pesar de la culpa, de mi pesadilla y de mi odio hacia
Rafael por lo que me está obligando hacer... hay alivio.
Alivio de no tener que casarme con Anthony y pasar el resto de mi vida
viviendo una mentira.
Y esta comprensión sólo aumenta mi odio hacia mí misma, y no soy mejor
que Rafael. Jugué con las emociones de Anthony en lugar de ser honesta.
El juez parpadea varias veces, con las mejillas encendidas, mientras Rafael
me susurra al oído, haciéndome cosquillas en la piel.
—Compórtate, cariño.
El juez finalmente sale de su asombro ante mi pregunta.
—Cierto. Bueno, el camino del amor nunca es fácil. A veces herir a alguien
es lo que lo salva. Es mejor terminar las cosas y darles la oportunidad de
encontrar el amor verdadero que atraparlos a ambos en una unión sin amor.
Excepto que la vida es multifacética, y no es tan fácil. No querer casarse con
alguien no significa no quererlo.
Rafael me agarra con más fuerza, sus dedos se clavan en mi carne y me
transmiten ondas de calor por todo el cuerpo.
—Deja de pensar en otro hombre el día de nuestra boda. —Su voz ronca
está impregnada de posesividad, y una advertencia se desliza a través de mí,
poniéndome la piel de gallina.
Rafael es mi locura y mi vergüenza, pues ninguna mujer en su sano juicio
reaccionaría así ante él después que la chantajeara.
—Casémonos entonces —digo, colocando mi mano sobre la suya y
apartándola de mi cintura, para luego dar un paso atrás.
—De acuerdo. —El juez da una palmada—. He preparado todo el papeleo,
así que necesito hacerle unas preguntas...
—No hace falta. Firmemos lo que tenemos que firmar y tú puedes ser testigo
de nuestra unión.
El juez se frota la barba.
—Ahora, muchacho. Sé que tienes prisa. Una novia merece una ceremonia
adecuada. —Lo mira con severidad.
Vaya Juez.
—Sí, Rafael. ¿Por qué te has molestado en hacer todo esto —me paso la
mano por la cintura y agito el ramo—, si no querías que durara? —pregunto
dulcemente, y Scarlett resopla.
—¿Qué puedo decir, cariño? Hoy tengo otros planes para ti. —Sus ojos se
oscurecen, recorriéndome, y aspira un suspiro—. Y para este vestido.
Sólo un estúpido habría pasado por alto su insinuación, y lo golpeo en el
pecho con las flores. Varios pétalos caen al suelo mientras el juez se pone tan
rojo que es un milagro que no explote.
—Ahora, muchacho. Muestra un poco de respeto. —Toma la carpeta
extendida de Scarlett y la pone sobre la mesa—. Cada uno de ustedes tiene que
firmar aquí. —Vuelve a mirar a un lado y a otro entre nosotros y luego centra
su mirada en mí—. Quieres casarte con este joven, ¿verdad, Emmaline? —La
inquietud resuena en su tono y debe de haber sido un buen detective en su día,
si duda ve a través de toda esta farsa.
Por desgracia, mostrar mis verdaderas emociones es un privilegio que no
tengo en este momento, así que respondo:
—Sí.
—Di que sí, cariño.
Las espinas se clavan en mi piel y me escuecen cuando aprieto el ramo,
odiando su orden pero murmurando:
—Sí, quiero.
—Genial entonces.
Rafael agarra el otro bolígrafo, lo voltea entre sus dedos y finalmente
garabatea su firma en el papel y luego me da el bolígrafo.
Y aunque ya he firmado los dos contratos anteriores, hago una pausa, el
bolígrafo se cierne sobre los documentos con mi corazón latiendo tan
salvajemente que estoy segura que deben escucharlo.
Porque con una firma me convertiré en Emmaline Wright.
Haré un trato con el diablo y rezaré para no arder en su infierno.
¿Es ésta mi única opción en este momento? ¿O puedo salvarme si no me
sacrifico para salvar a Anthony, que se buscó todo esto cuando decidió hacer
algo que podía poner en peligro su negocio familiar?
¿Mostré mi debilidad o mi fuerza cuando acepté casarme con Rafael?
—Emmaline —me llama el juez, y mis dedos se enroscan con más fuerza
alrededor del bolígrafo—. ¿Va todo bien?
—Papá, ¿puedo hacerte una pregunta? —Me subo a su regazo y él aparta
la tableta, ajustándose las gafas en la cara—. Una pregunta muy importante.
—Por supuesto, cariño. ¿Qué pasa?
—¿Por qué la gente hace cosas malas?
Reflexiona sobre mis palabras durante unos segundos y luego me palmea
la cabeza, pasándome los dedos por el cabello.
—Porque tienen dolor.
—¿Así que podemos herir a alguien cuando tenemos dolor?
—Sí.
—¿Pero por qué?
—Cuando hacemos daño, nos odiamos y nos culpamos, sin dejar espacio
para el amor. Y los que no tienen amor... se vuelven muy crueles.
Mi amor nunca puede ser una debilidad.
Con este pensamiento en mente, garabateo mi firma y me enderezo, dejando
caer el bolígrafo sobre la mesa mientras el juez revisa el papeleo.
—Excelente. Felicidades a los dos. Que este matrimonio dure toda la vida.
Dios no lo quiera.
—Juez John, gracias por su ayuda. Y espero que acepte mi regalo. —Rafael
hace un gesto a Scarlett que toma otro documento y lo toca.
—No hace falta el regalo. Te debo una. Sólo hazla feliz. —Me sonríe, su
piel crujiendo por la acción, y luego gira para mirar a Scarlett—. Aunque no
me importarían unas vacaciones. —Mira el papel—. Eso es lo que es, ¿verdad?
—Sí. Hotel de cinco estrellas para usted y su esposa. Directamente de su
tablero de sueños.
—¿Quiero preguntarte cómo lo sabes?
—No.
Comparten una carcajada, y yo me dirijo a la habitación, deseando nada más
que encerrarme en ella y no salir nunca hasta que todo esto termine.
Pero Rafael me agarra por el codo y empieza a arrastrarme hacia la terraza.
—¿Qué estáis haciendo? —susurro-grito, ya que el juez sigue en la sala y
acepta la oferta de Scarlett de tomar café—. Estoy cansada. Me gustaría dormir
un poco. —Me ignora y se detiene sólo cuando estamos casi junto a la
barandilla—. ¿Qué? ¿Quieres tirarme por el borde?
—Menos mal que nunca quisiste ser comediante, Emmaline. No eres tan
graciosa. —Me da un golpecito en la nariz y yo le aparto la mano de un
manotazo, mirándolo mal—. Tenemos que hacer unas fotos, y el amanecer
sobre el horizonte de Nueva York es bastante romántico, ¿no crees?
—¿Por qué necesitamos fotos?
—¿De qué otra manera anunciaríamos nuestra boda?
No.
¿El señor que nunca hace anuncios públicos ni publica nada en sus redes
sociales quiere hacer un anuncio público sobre esto?
—Rafael, no puedes hacer eso.
Me invade el pánico. En cuanto publique nuestra foto en Internet, se acabó
el juego para mí. Todo el mundo lo sabría.
Incluidos mis padres y Anthony, y ellos merecen enterarse por mí y no ser
sorprendidos.
—¿Por qué no? —Sin esperar mi respuesta, grita—: Scarlett, ven aquí y
trae tu teléfono, por favor. —En un segundo, ella camina hacia nosotros,
sosteniendo su teléfono en alto, lista para tomar una foto—. No todos los días
me caso, cariño. El mundo merece saber que estoy oficialmente fuera del
mercado. —Me atrae hacia él, mi pecho choca contra el suyo cuando la ligera
brisa nos roza, aplastando mi vestido sobre mis piernas.
Me retuerzo en su abrazo y me doy un poco de espacio, usando las flores
como escudo entre nosotros.
—Solo lo haces para torturarme, ¿verdad? —susurro y jadeo cuando levanta
mi barbilla, nuestros labios están separados por centímetros—. Por favor, no lo
publiques. No hasta que hable con todos. —No me importa que lleve cinco
segundos casada y ya le esté suplicando clemencia.
—Scarlett. —Esa es su única respuesta, y me quedo helada cuando presiona
sus labios contra mi frente, mis ojos se cierran ante el suave tacto que de alguna
manera tira de las cuerdas de mi alma, justo cuando oigo a Scarlett tomar varias
fotos.
Rafael se echa hacia atrás y su mano se desliza hacia arriba, me acaricia la
mejilla y me frota la piel con el pulgar. Aunque debería apartarme de él,
permanezco inmóvil, demasiado asustada por lo que pueda exigirme a
continuación. Sus ojos se oscurecen, convirtiéndose en esmeraldas fundidas y
reflejando la luz del sol en ellos.
—La compasión será tu perdición algún día, cariño. —Chasquea la lengua—
. Después de todo, los humanos son criaturas egoístas que se alimentan de
aquellos que se sacrifican en el altar de lo que es correcto. Todos tenemos
vicios; más pronto que tarde, nos conquistan y exigen que se mantengan sus
ansias.
—Amar a alguien no es un pecado, Rafael. Quizás si lo hicieras, no habrías
actuado así.
Algo cruza su rostro, sus dedos se enroscan con más fuerza en mi cintura y
su mano en mi mejilla se flexiona mientras un músculo hace tic en su
mandíbula.
El mayor odio no nace de la maldad... nace del amor. Cuando alguien nos
quita lo que amamos o a quien amamos... nuestro dolor nos empuja a
convertirnos en alguien que ya no reconocemos. El dolor y la agonía son tan
fuertes que nada puede calmarlos. Nada excepto la caída de quien nos costó
nuestro amor.
Las palabras de papá resuenan en mi oído cuando me doy cuenta de que
me golpea con tanta fuerza que me revuelve el estómago y el frío se hunde en
cada hueso de mi cuerpo, enviando escalofríos por mi columna vertebral.
Todo este tiempo, pensé que le había costado su carrera, su reputación, su
libertad.
¿Qué pasa si me equivoqué?
¿Y si lo que le costó... fue amor?
El pensamiento me duele a un nivel que no comprendo, me saca por fin de
mi estupor y me alejo.
—Ahora me gustaría descansar un poco. —Sin esperar a que diga algo, salgo
corriendo hacia el salón, pero me detengo un segundo cuando su voz retumba
en el aire.
—Te despertaré en unas horas.
Sin molestarme en darme la vuelta porque leerá mis emociones en mi
rostro, paso junto al juez atónito y llego rápidamente a la habitación, cerrándola
con llave mientras presiono mi espalda contra la puerta.
Me deslizo lentamente hacia abajo hasta que mi trasero llega al suelo, y
escondo la cara en las rodillas, las lágrimas corren por mis mejillas mientras
me tapo la boca para que nadie oiga mis sollozos.
Me permito experimentar plenamente el dolor por la vida que podría haber
tenido y la que nunca tendré porque este matrimonio la desvía para siempre en
una dirección desconocida.
Me concedo la gracia de ser débil en este momento para llorar por mi primer
amor perdido, por un asesino en serie en potencia que me tiene en el punto de
mira y por el hecho de estar casada con un hombre sin moral al que mi miseria
le produce la mayor de las alegrías.
Sin embargo, después de un rato, todas mis lágrimas se secan.
Mis padres me educaron para ser amable y compasiva, pero también
valiente.
He sido perfecta toda mi vida, tratando de expiar un pecado que me
persiguió de todos modos.
Ha llegado el momento de enseñar por fin los dientes.
El juez John tiene razón.
Soy la viva imagen de mi madre.
¿El carácter, sin embargo? Oh, lo heredé de mi padre.
Y si algo sabe todo el mundo de Zachary King... es que consigue lo que
quiere.
Si Rafael desea mi caída, entonces caerá junto a mí.
Desconocido
Para: Alguien
De: E
¡Hola!
Esta es probablemente la cosa más estúpida (y loca) que he hecho en mi
vida, pero en este momento realmente no tengo nada más que perder así que...
Me llamo... bien, no puedo decirte mi nombre porque entonces podrías
averiguar quién soy. Incluso tuve que crear este nuevo correo electrónico falso
para reunir el valor para escribirte en primer lugar. He escrito muchos
borradores para luego borrarlos. Ninguno me parecía lo bastante perfecto.
O explicado mi situación sin ninguna confusión persistente. A decir
verdad, no estoy segura de cómo se supone que debo explicar lo que todavía
estoy tratando de entender.
Sin embargo, en la búsqueda de la perfección, puede que nunca encuentre
la fuerza para compartir lo que me duele en el alma, así que aquí va.
Hace tres días, mi vida cambió irrevocablemente.
La perfecta bola de nieve creada por mis padres a mí alrededor, donde
sólo existía la belleza, se rompió en pedacitos, y todos esos pedacitos
atravesaron mi alma y la hirieron de formas que nunca vi venir.
Y en medio de mi desesperación, encontré en mi bolso este folleto de un
centro psicológico que ofrece charlar con adolescentes en privado. O sea,
básicamente en secreto.
Mis padres pueden permitirse cualquier terapia del mundo, mi madre
incluso es... tampoco puedo decir lo que es porque quizás lo descubras
entonces. En fin, no quiero que se enteren de esto ni de cómo me ha afectado
realmente esta situación. De alguna manera, estoy perdida, y nunca he estado
perdida en mi vida.
Al principio no le di importancia. Sin embargo, el folleto siguió
apareciendo en los lugares más extraños, así que empiezo a pensar que fue una
intervención divina.
En fin, estoy parloteando...
Hace dieciséis años, mientras estaba embarazada de mí, mi madre fue
acusada de asesinar a la entonces mujer de mi padre (súper confuso, así que
sólo lo llamaré Z). Él no la soportaba y juró destruirla por haberle quitado a
la persona que amaba, y como tenía todos los medios y todos los abogados de
su parte junto con pruebas que apuntaban hacia ella... fue condenada por
asesinato y enviada a prisión. Allí sufrió un atroz ataque que hizo que me diera
a luz antes de lo esperado.
Es entonces cuando la cosa se complica.
A mi madre le dijeron que yo había muerto, y vivió un infierno durante los
tres años y medio siguiente, antes que se encontraran nuevas pruebas y la
pusieran en libertad, limpiando su nombre. Lo perdió todo... su carrera, sus
amigos, incluso a su entonces marido. Aunque recuperar su reputación fue
estupendo, no la curó en absoluto ni ayudó a una mujer destrozada.
Sin embargo el verdadero asesino, seguía suelto, y Z decidió expiar sus
pecados y protegerla mientras intentaba activamente atrapar al asesino. Una
cosa llevó a la otra... y acabaron juntos (algo que siempre me pareció
romántico, ya que eran grandes enemigos, pero ya no).
Aquí viene la parte complicada que he mencionado antes.
Sin que mi madre lo supiera, Z me tomó y contrató a todos los médicos
para salvarme la vida y luego me reclamó como suya. Todo el mundo pensó
que me había adoptado, y yo también.
O mejor dicho, era demasiado pequeña para pensar en mis orígenes, y
cuando Z se casó con mamá, supuse que mi madre había vuelto conmigo, y yo
era la niña más feliz adorada por sus padres. Luego vinieron mis hermanos
gemelos y la vida era una dicha.
Sin embargo, en mi cumpleaños de este año, mis padres decidieron
contarme la verdad, y la verdad es que... mi verdadero padre es el tío S (el ex
marido de mi madre que acabó casándose con la hermanastra de Z, y aunque
nunca estuvimos muy unidos a ellos, los veíamos en las reuniones familiares).
El tío S siempre fue amable conmigo y tenía tiempo si tenía alguna pregunta.
Supuse que era un hombre amable.
Sin embargo, eso es mentira, porque a un hombre que abandonó a mi
madre no se le puede llamar nada bueno... él sólo quería tener una relación
con su hija. (Él no sabía que mamá estaba embarazada, y eso es culpa suya.
Se negó a escucharla cuando intentó decírselo y simplemente la abandonó).
Además, no me relacionaba mucho con él porque a pesar de mi padre...
lo que decía Z... no le caía bien y siempre abrazaba a mamá cuando el tío S
estaba cerca (mi padre es ferozmente posesivo con mamá. Es muy lindo).
Aún recuerdo el zumbido en los oídos, la respiración entrecortada y el
dolor... tanto dolor en el pecho cuando los tres soltaron la verdad sentados
frente a mí en el sofá.
Una cosa es saber que eres adoptada, pero descubrir que el hombre al
que amaste toda tu vida y considerabas tu padre te apartó de tu verdadero
padre (que era un hombre libre para poder cuidar de mí). Simplemente me
destrozó.
Mi padre siempre fue mi héroe.
Él ama a mamá de una forma que las mujeres sólo sueñan. Es un padre
increíble para mí y los gemelos, y tiene una integridad empresarial impecable.
Respetado por amigos y enemigos por igual, sin embargo... ha hecho algo tan
cruel. Dejó que mi madre creyera que yo había muerto. Como... la aplastó y
claramente no sintió ningún remordimiento ya que sólo le dijo la verdad una
vez que ella se enteró.
¿Cómo vive una chica con semejante conocimiento?
Aún no conozco todos los detalles; tengo la sensación que me ocultan
algo... algo grande, aunque probablemente se trate de una ansiedad infundada,
ya que ¿qué puede ser más grande que esto?
Mantuve todas mis emociones a raya porque no tengo derecho a juzgarlos,
¿verdad? No han sido más que maravillosos conmigo.
Y tengo que encontrar la manera de convencerlos que estoy bien con todo
esto. Tal vez incluso tener al menos algún tipo de relación con el tío S. Él tiene
una hija de nueve años con la tía F, así que supongo que ahora tengo un
hermano más.
Mi novio me dice que no he perdido nada, sólo he ganado más familia, y
que debería estar contenta. Así que tampoco puedo compartir mis
preocupaciones con él.
Quizás porque en el fondo me siento culpable por esos pensamientos,
pero... mi familia era perfecta tal y como era. No necesitaba más porque la
nueva incorporación borró todos los buenos recuerdos, sustituyéndolos por
estos pensamientos intrusivos.
Como si no les perteneciera... como si no fuera una verdadera... como si
no fuera una verdadera persona para llevar el apellido que me dio mi padre.
Mis hermanos representan el amor de mis padres, mientras que yo soy un
recordatorio constante de su dolor y sus errores pasados. Y es horrible sentirse
así cuando siempre has sido la niña de papá, y nadie te ha mostrado nunca
nada más que aceptación y amor.
¿Cómo puedo expresar mis preocupaciones sin herirles?
Prefiero callar y fingir que hacerles daño, sobre todo a mi madre.
Mis padres piensan anunciarlo públicamente, para que nadie pueda
usarlo nunca en nuestra contra, y oh, a todo el mundo le encantará esta historia
y me perseguirá con ella hasta que aparezca algún nuevo cotilleo candente.
Esta verdad me seguirá a todas partes, y me graduaré dentro de dos años, con
el objetivo de ingresar en una de las escuelas más prestigiosas.
Sólo necesitaba decírselo a alguien... aunque fuera por escrito, porque mi
verdad burbujea dentro de mí, creando algo feo y desconocido, reventando mi
burbuja feliz y enviándome volando por el acantilado hacia lo desconocido.
Gracias por escucharme. Aunque no respondas, no importa.
Al menos alguien se enteró del dolor oculto en lo más profundo de mi
alma.
E
3 horas después
Para: E
De: R
Tienes que preguntarte… ¿estás enfadada con tus padres por ocultarte la
verdad?
¿O tu rabia y tu dolor provienen del hecho que te dijeron la verdad y luego
te arrojaron por el precipicio sin paracaídas para enfrentarte a la sociedad
cuyo escrutinio tendrás que soportar el resto de tu vida?
Todo lo que hagas a partir de ahora será juzgado a través de la lente de
tu suerte, y tendrás que demostrar el doble a todo el mundo que te mereces
todo lo que el destino te ha concedido.
Todos tus logros se resumirán a la suerte y a la familia mientras que tus
vicios y fracasos a tu desagradecimiento por el regalo recibido.
Por desgracia, es inevitable.
Tu familia te ama y eso nunca cambiará, sin embargo esta verdad te
empujará a hacer cosas cuestionables porque inconscientemente siempre
pondrás a prueba su amor e intentarás agradar al público al que de todas
formas no le importará.
Nunca ganarás, E.
Y sólo te detendrás cuando estés en paz con una sola cosa.
No somos responsables de las decisiones de nuestros padres, pero vivimos
con las consecuencias de dichas decisiones.
Así que se nos permite sentir resentimiento, aunque hayamos sido
educados en el amor.
Las personas desinteresadas son admirables; sin embargo, son las que
más se joden, ¿y sabes por qué?
Porque a veces tienes que ser egoísta y ponerte primero para ser feliz, ya
que nadie te daría un premio especial antes de tu muerte por interpretar a un
personaje secundario en tu propia vida.
R
Emmaline
Agarrándome al lavabo, cierro los ojos y cuento hasta diez, esperando que
todo esto sea sólo fruto de mi agotamiento y no acabo de ver un mensaje
dirigido a mí escrito con sangre.
Porque el olor y las gotitas rojas que se secan no dejan ninguna ilusión de lo
que es.
Sin embargo, cuando vuelvo a mirarlo, el mismo mensaje me devuelve la
mirada y retrocedo varios pasos, con el corazón acelerado, al notar otra palabra
en los espejos restantes.
Puta.
Para: R
De: E
¡Hola!
Ha pasado tiempo. Dos años, en realidad.
A decir verdad, no creí que volvería a escribirte después de tu dura
respuesta, que pintaba un panorama sombrío y deprimente de mi futuro.
De alguna manera, ¿esperaba más compasión de un terapeuta? Supongo
que por eso existe un dicho sobre expectativas y suposiciones.
Después de esta entrada bastante dramática, tengo tantas cosas que
quiero desahogar, y escribirlas en mi diario no me calma mucho el dolor, así
que he decidido enviarte otro correo electrónico.
Tienes todo mi permiso para llamarme tontA porque tenías mucha razón.
Déjame explicarte (perdón por ser tan detallada).
A pesar de tus consejos, fingí aceptar toda esta situación. Incluso entablé
una especie de relación con el tío S, al que ahora llamo papá en contadas
ocasiones. Sobre todo, intento no dirigirme nunca a él directamente. La gente
cree que es porque aún estoy procesando todo lo que ha pasado, pero es
mentira.
Una gran mentira.
Solo veo cómo le duele a mi padre, aunque lo disimula bien y nunca me
prohíbe ir a algún sitio con mi padre biológico. Nuestro vínculo siempre fue
fuerte, después de todo soy su primera hija y he sido hija única durante un
tiempo. Por muy ocupado que esté, siempre saca tiempo para mí.
Y será el primero en decirme que puedo hacer lo que me dé la gana y que
me apoyará en mis decisiones.
Un padre perfecto.
Y aunque suene horrible... por eso me esfuerzo tanto en ser amable con mi
padre biológico y en conocerlo mejor y entenderme a mí misma. Porque esta
culpa me carcome por dentro porque mi papá me alejó de mis verdaderos
padres, y si no fuera por sus decisiones... mi papá biológico sería al que más
amaría y al que llamaría un papá perfecto.
Aunque la repulsión se apodera de mí ante tales pensamientos. No puedo
imaginarme no haber sido criada por mi padre, es el mejor y siempre lo será,
aunque su ira lo empujara a tomar decisiones cuestionables en su día.
Mi padre biológico hace todo lo posible por ser respetuoso y me invita a
todas las reuniones familiares, y su hija Daisy se emocionó al saber que soy su
hermana mayor.
Es una niña adorable, y él la ama mucho, y a veces mirándolos juntos
pienso, ¿qué podría haber sido si me hubiera quedado con él?
Me gusta como persona, pero... siempre será el hombre que le dio la
espalda a mi madre, y no puedo perdonárselo.
Puedo hacerme la simpática y fingirlo todo, pero no puedo superar su
traición. Porque si un hombre puede abandonar tan fácilmente a la mujer que
ama, lo más probable es que tampoco se quede por su hijo.
Entonces, ¿cómo puedo confiar en él? ¿Aceptarlo de verdad? ¿Alegrarme
que me haya revelado la verdad, que no es más que una herida supurante en
mi corazón que no se cerrará debido a que la perturban constantemente?
Así que sí. Tenías razón.
Debería haber sido más egoísta hace dos años. Ahora tengo que vivir con
las consecuencias de mis decisiones.
Y...
Acabo de graduarme y me han aceptado en la escuela de mis sueños (como
probablemente habrás adivinado, soy bailarina, para ser exactos, y sueño con
actuar algún día en todos los escenarios del mundo).
Llevo bailando desde que tenía tres años, incontables horas dedicadas a
aprenderlo todo, dedos de los pies sangrando constantemente, lágrimas y
sudor con profesores metiéndose en las cosas más pequeñas para hacerme la
mejor.
Todo mi duro trabajo. ¿Y sabes lo que todos dijeron una vez que se hizo
público dónde estudiaré?
Afortunada. Entró gracias a las conexiones de sus padres. Niña
privilegiada que no conoce las dificultades.
Quince años de trabajo resumidos en nada porque, según todos, no
merecía estar allí.
Así que tenías razón una vez más.
No importa lo que haga... lo mucho que me esfuerce y ponga todo mi
empeño en mi profesión... las voces más fuertes serán las que me juzguen e
invaliden mis logros.
¿Tiene sentido intentar ser alguien si todo es en vano?
E
30 horas después
Para: E
De: R
Para: R
De: E
7 horas después
De: R
Para: E
Me gusta leer mitos. Para mí tratan de los errores inevitables que todo el
mundo comete mientras intenta encubrirlos con valentía o algún bien mayor,
lo cual es un concepto tan divertido.
El bien mayor no existe. Todas nuestras acciones beneficiarían a alguien
de un modo u otro. El bien mayor para uno es un deseo egoísta para el otro.
Todos los horribles crímenes cometidos por los dioses en los mitos se
suponían que enseñaban a la gente a obedecer y los pintaban bajo una luz
egoísta porque usaban su poder para aterrorizar a los que iban en contra de
sus deseos.
Los dioses eran los villanos en todos sus mitos, los que se suponía que
debíamos odiar, pero...
Los villanos siempre tienen un encanto oscuro.
Viven una vida que aman y no se arrepienten de nada, mientras que los
que se encerraron en la creencia que sus sacrificios valdrían la pena algún día
se arrepienten de muchas cosas.
Te encanta el mito de Perséfone.
¿Sabes por qué?
Porque te representa, y al verte a ti mismo en ella, te conectas más con
ella.
Padres poderosos que decidieron tu destino, y en lugar de romper esa
fachada perfecta que has creado, les sigues la corriente a todo lo que dicen.
Sueñas con un Hades que vendría, destrozaría tu mundo y te llevaría lejos,
muy lejos, por la fuerza.
Entonces no tendrás que admitir que tu vida es una farsa ni causar dolor
a nadie porque, en tu cabeza, él sería el culpable. Tendrás una justificación
para todo lo que va mal sin admitir lo mucho que te perdiste en tu necesidad
de complacer a la gente.
En tu necesidad de agradecer a tus padres que probablemente ni siquiera
son conscientes de la guerra interna que te carcome.
¿Es esto lo que quieres, E?
¿Castigo por parte de un hombre que te odia para que finalmente seas
libre?
¿Será eso suficiente expiación para alejarte de una vida con la que todos
sueñan, pero que te asfixia?
R
Emmaline
¿Te casaste con el tipo? En serio, es lo más salvaje que has hecho. ¿Es por eso que actuaste tan raro? ¡Llámame! Y oh, pobre
Anthony.
Ian: No contestas al teléfono y para tu información, la familia se está volviendo loca. Nos han acosado para pedirnos detalles
y hemos actuado como si no quisiéramos compartirlos.
Ian: El padre de Anthony irrumpió en nuestra casa y te llamó puta roba-dinero. Papá le dio una paliza. El viejo tiene un ojo
morado. Gracioso.
Wyatt: Si dice alguna mierda más, sacaremos trapos sucios del viejo y los compartiremos con sus socios. Porque que se
joda quien te falte al respeto.
Ian: Sí. Además, tener un abogado de verdad en la familia será muy útil en un futuro próximo.
Wyatt: Digamos que podríamos habernos metido en un problema y que necesitemos ayuda legal. Aunque hay que hacer
mucho hincapié en la palabra “podríamos”.
Ian: Estamos llegando a Nueva York. El avión familiar debería estar allí en unas horas.
Wyatt: Rafael necesita saber que tienes hermanos que morirían por ti.
Ian: Y nos encanta todo el drama, así que no podemos perdernos esto.
con la “perfil de sudes”, donde los investigadores determinan los rasgos de un sudes para reducir el grupo de
sospechosos.
—No entiendo por qué. —Mi voz es apenas audible—. ¿Por qué me vigila?
—El sudes se considera un artista y tú eres su musa. Necesitaba ver tu
reacción ante su creación —dice Rafael, y lo miro, la ira cruza su rostro—.
Todo esto fue diseñado para que admiraras su obra. Tu apreciación es de vital
importancia para él. —Trago con fuerza, me tiemblan las manos y el líquido
caliente se derrama por el borde de la taza—. Los psicópatas no se enamoran
ni sienten empatía, porque nadie se la ha demostrado. Sin embargo, crean
vínculos y, por la razón que sea, tú y él tienen un vínculo en su cabeza.
Todo esto me parece surrealista. ¿Por qué alguien pensaría que tengo un
vínculo con él? Si me espía, entonces sabe que soy compasiva y que nunca
habría querido que nadie matara por mí, ¡y mucho menos admirarlo!
—No tiene sentido para mí —escupe Scarlett, prácticamente atragantándose
con su café—. ¿Por qué llamó a la policía por ella? Un asesino en serie, por lo
que sé, desea matar todo el tiempo, ¿no? Entonces, ¿cómo puede mantener sus
deseos y hacer que Emmaline admire sus asesinatos si está encerrada? —En
eso tiene razón: cuanto más descubrimos sobre el caso, menos lógico resulta.
—¿Quizás esa es su firma? ¿Como si cometiera un asesinato real y luego
un asesinato social al incriminar a otra persona, y eso lo sostiene hasta la
próxima vez?
—Les agradecería que se callaran hasta que termine de hablar. —Rhys mira
su reloj de pulsera de platino—. No tengo todo el tiempo del mundo.
La voz de Rafael se vuelve grave, su palma se flexiona sobre mi carne y se
me pone la piel de gallina.
—Recuerda con quién estás hablando. Con mi mujer. —¿Cómo puede haber
tanta posesividad en su tono cuando me llama su mujer y, sin embargo, es tan
cruel conmigo todo el tiempo? ¿Tanto le importa su imagen que no quiere que
su amigo piense que le importa una mierda que alguien le falte al respeto a su
mujer?
Dios mío.
Tengo que dejar de pensar en mí de esa manera porque no soy la mujer de
nadie. Una prisionera en el mejor de los casos y un arma de juguete en el peor.
Rhys silba y sus labios se contraen, aunque sus ojos permanecen tan vacíos
como siempre.
—Nunca pensé que vería el día, Wright. Mis condolencias. Ahora nunca
conocerás la paz. —Frunzo el ceño, confundida, al oír esto y la risa murmurada
de Scarlett, mientras Rafael se tensa a mi lado y sus dedos se flexionan con más
fuerza alrededor de mi muslo.
Rhys debe de haber leído la furia en su rostro, porque prosigue:
—He indagado un poco en las bases de datos en busca de casos similares y
no he encontrado nada. O ha debido de cambiar de firma, cosa que dudo, o
todos los demás no eran más que una práctica para su gran entrada.
Tragando la bilis en mi garganta, pregunto:
—¿Todos los demás?
Rhys saca una foto y, de un breve vistazo, reconozco a Gina, lo que me
recuerda lo efímera que es la vida.
Ayer mismo, estaba escupiendo su veneno hacia mí en el club, prometiendo
superarme en nuestra carrera, y hoy, está muerta.
—Todos los cortes en el cuerpo de Gina están bien hechos. Sabía
exactamente dónde cortar su piel para extraer la mayor cantidad de sangre y
cómo mantenerla con vida el tiempo suficiente. No está descuartizada; todas
las heridas tenían su propósito, y ni una sola vez perdió el control durante el
asesinato. Sólo asesinos en serie experimentados que han hecho cosas así
innumerables veces podrían haber sido tan pacientes y precisos. —Chasquea la
lengua—. Un novato la habría abierto, estudiado sus órganos y ansiado explorar
todo lo posible. Hay un cierto tipo de interés ahí. —La forma en que Rhys
pronuncia la última frase me molesta. Su explicación suena como si se
relacionara con el asesino en serie en algún nivel y comprendiera sus
motivaciones, su voz monótona.
Debo estar agotada. Además, es un perfilador, así que entender a los
psicópatas está literalmente en la descripción de su trabajo.
—¿Dónde están los otros cuerpos entonces?
—Sin saber nada del sudes, es difícil de decir. Pueden estar bajo tierra, en
el agua, o no quedan cuerpos de los que hablar. —Scarlett hace una mueca, y
yo comparto su opinión al respecto—. Sin embargo, lo que puedo decir, es que
está escalando. Todo lo que tenía planeado para Emmaline salió mal, y
normalmente esos psicópatas metódicos desprecian el caos.
—Porque crecieron en el, ¿verdad? —pregunto, y él asiente—. ¿Significa
esto que estoy en peligro?
—Sí y no. Hoy te ha asustado y no te ha hecho daño físico. Así que, por la
razón que sea, eres sagrada para él, lo que juega a nuestro favor. Sin embargo,
su mensaje goteaba rabia, y tendrá que dirigirla contra alguien. Creo que
atacará, y esta vez, debido a su inestable psique, tendremos otro cuerpo que
examinar.
—Dios mío —murmura Scarlett, levantándose y guardando el café de
camino a la puerta de la terraza que abre salvajemente, dejando entrar el aire
gélido que agradezco sobre mi piel acalorada. Uno podría asfixiarse con tanta
información—. ¿Qué sentido tiene tu visita, Rhys? No sabes absolutamente
nada. Nuestra pobre chica ya está aterrorizada. —Me da una palmadita en el
hombro y, en este momento, me siento como una niña rodeada de adultos, y lo
odio.
—Soy un adulto, y eso está bien. Me dijo exactamente lo que necesitaba oír.
—Soy uno de los mejores en mi campo, Scarlett. No hago visitas inútiles a
mis conocidos. —Cierra la carpeta—. Gina representó a un ángel caído. —Me
mira directamente a los ojos y ladea la cabeza—. ¿Te suena, Emmaline?
Todo en mi interior se paraliza mientras varios recuerdos aparecen en mi
cabeza uno tras otro.
—Sí. Nosotros... Una vez, en el instituto, teníamos que hacer un trabajo para
una obra de teatro. Gina era un ángel caído que representaba nuestros vicios
humanos, y yo interpreté a un ángel que se resistía a ellos. Una analogía de
santo y pecador. —Odiaba la obra porque crecí en un hogar que miraba todo a
través del color gris y nunca predicó sobre la santidad. Sin embargo, nuestro
nuevo profesor era implacable y necesitábamos aprobar la clase, así que
teníamos que participar en ella—. Al final de la obra... —Mi respiración se
acelera, mi corazón late desbocado y me sudan las palmas de las manos
mientras el pánico aprieta lentamente sus cuerdas a mí alrededor, atascando el
oxígeno de mis pulmones.
No, no, no.
Mis dedos resbalan con la taza y ésta cae sobre la alfombra con un suave
golpe, derramando líquido por todas partes y tiñendo de marrón la alfombra
blanca.
Me estremezco cuando Rafael me toca la cabeza, me clava los pulgares en
la barbilla y me ordena:
—Emmaline, concéntrate en mí y respira. —Por un segundo, no oigo lo que
dice por el zumbido de mis oídos, mi pulso es tan fuerte que lo siento en la
garganta—. ¡Emmaline! —suelta.
Empiezo a inhalar y exhalar lentamente, equilibrando los latidos de mi
corazón, y el zumbido se detiene.
—Al final de la obra, ella murió, y yo estaba a su lado. Como ayer.
—Eso no es lo que te tiene aterrorizada. ¿Qué pasa, cariño? —me pregunta,
frotándome suavemente las mejillas con los pulgares. Cubro sus manos con las
mías, necesitando agarrarme a algo para no gritar de pánico o perder seriamente
la cabeza.
Entonces ni siquiera tendrán que atrapar a dicho asesino, yo haría el trabajo
por él.
—Antes de morir, Gina me dijo que buscara un ángel.
Rafael cierra los ojos y murmura:
—Mierda. —Y entonces jadeo cuando me acerca a él, abrazándome y
dejándome esconder mi rostro en su pecho—. Esto es malo.
—Mi punto exactamente —habla Rhys—. Nuestro sudes debe estar
conectado a esta obra de alguna manera, y esa es nuestra pista. Lo que sea que
ocurriera en esa obra desencadenó su trauma y lo unió a Emmaline.
—Sólo nuestra clase participó en la obra, una escuela privada, y conozco a
todas las personas de nuestra clase del instituto. Quien me haya atacado hoy no
puede ser rico —susurro en el pecho de Rafael, y sus brazos se flexionan a mí
alrededor. Por no mencionar que ninguno de mis compañeros de clase se ha
convertido en un psicópata.
Gina era la única que considerábamos problemática.
—Tendremos que investigar más. Llevará tiempo.
—Dime lo que necesitas y te lo proporcionaré. —El tono de Rafael me hiela
aún más—. Quiero que atrapen a quien mierda sea. Nadie aterroriza a mi mujer.
—Podrías dar una pequeña tarea a tu equipo de seguridad ya que trabajo en
secreto para este caso. Ahora mismo nuestra mejor apuesta es hacer
exactamente lo contrario de lo que quiere el sudes. De esta forma, lo
sacudiremos. Y cometerá un error. Al final, todos lo hacen. —No comparto la
confianza de Rhys; lo último que quiero es que el sudes mate a otro inocente—
. Entonces podemos hacer un perfil completo. —Oigo el crujir de papeles—.
Por ahora, puedo decirte esto. Es joven, inteligente, pobre y creció en un
ambiente abusivo. Normalmente, los sudes reaccionan con fuerza a toda la
debacle de la bondad y la maldad cuando fueron castigados de niños en nombre
de la santidad.
—¿Género?
—No se puede saber por ahora. Necesito más pistas, las variables están en
el aire en esta ecuación.
Coloco la palma de la mano sobre el vientre de Rafael, me levanto y me
inclino hacia atrás. Nuestras miradas chocan y se me escapa un suspiro al ver
el fuego puro de sus ojos verde esmeralda.
—¿Eso es todo? ¿Simplemente viviré mi vida y esperaré a que el sudes mate
a alguien para que puedas atraparlo?
Su rostro se endurece. Está claro que no le gusta mi tono sarcástico.
—La compasión es un privilegio que la gente de mi profesión no tiene,
Emmaline. Nos enfrentamos a esta mierda a diario. ¿Suena cruel? Sí. No somos
magos. Y no somos responsables de los crímenes que cometan los asesinos en
serie. Ten eso en mente durante esta investigación. Lo que haya pasado o vaya
a pasar no es tu culpa. El sudes simplemente está enfermo. —Sin embargo,
hace poco para calmar los estragos, no es que le importe.
Rhys se levanta, y Rafael se mueve junto con él. Se estrechan las manos.
—Nos mantendremos en contacto.
—Sí. Hasta entonces, vigílala como un halcón.
—No me digas cómo cuidar a mi esposa, Rhys.
El agente jadea dramáticamente.
—¡Ah, no! —Se ríe cuando Rafael le estrecha la mano con demasiada
fuerza, a juzgar por cómo se ha puesto blanca la palma de Rhys—. Buena suerte
tratando con Zachary King. Los hermanos Wright tienen pelotas. Ambos
apuntaron jodidamente alto.
¿Así que Rafael tiene un hermano? ¿Y qué quiere decir Rhys con apuntar
alto? Nunca he oído hablar de otro Wright.
—¿Conoces a mi padre?
—Tus padres, en realidad. Salúdalos de mi parte la próxima vez que los
veas. Será realmente divertidísimo. —Después de dar esta declaración bastante
evasiva, saluda a Scarlett cuando Rafael lo suelta—. Nos vemos.
—¡Esperemos que no!
Se ríe un poco más y se da la vuelta, caminando hacia el ascensor, y en un
segundo, las puertas se cierran sobre él, llevándolo escaleras abajo.
No tengo tiempo de asimilar nada de esto porque Rafael me suelta una
bomba.
—Llama a nuestra asistente para que haga las maletas y la prepare para el
viaje. Y cancela todas mis citas pero ocúpate del caso de Anthony. Nos vamos
a mi isla unos días.
¿Adónde vamos ahora?
Desconocido
Para: R
De: E
10 horas después
Para: E
De: R
Emmaline
—Tiene que ser una broma —murmuro cuando salgo del auto, y el sol que
brilla intensamente desde arriba muestra un helicóptero blanco perfectamente
pulido en la vista más favorecedora, llamando la atención sobre la W justo en
el centro.
La espaciosa máquina dispone de cuatro asientos, dos delante y dos detrás,
y parpadeo, mirando a mi alrededor en busca de alguien que pilotee la maldito
cosa y sin encontrar a nadie a la vista, aparte del conductor de Rafael.
La inquietud se apodera de mí. Volar en helicóptero siempre me ha asustado,
ya que los sonidos y este tipo de espacios abiertos me asustan. Por eso casi
nunca me subo a uno, porque rara vez confío en que un piloto lleve mi cuerpo
sano y salvo a su destino.
En serio, incluso un bote es mejor. Sé nadar, así que me salvaré. No me
salvaré si esta cosa se cae.
—¿Serás tú quien nos lleve hasta allí? —le pregunto a Jeff, que se sonroja y
niega con la cabeza, sacando mi maleta del maletero.
Rafael sale por fin del auto, su chaqueta de cuero ondea hacia atrás cuando
el viento azota su figura, y sus jeans y su camiseta le hacen demasiada justicia.
Una vez una persona lo llamó diablo en carne humana, y tengo que estar de
acuerdo porque ¿qué otra cosa explica que Dios haya espolvoreado semejante
belleza sobre un imbécil total que prácticamente me obligó a hacer este viaje?
—No iré a tu isla privada —le grito en la cara, cruzándome de brazos y
transformando todo el miedo que hay dentro de mis huesos en rabia—. ¿Crees
que soy tan estúpida como para ir a un sitio que controlas totalmente? —
¿Quién sabe lo que me exigirá de todos modos?
Su humor cambia como el viento.
—Ah, cariño. Me hieres el alma. Toda novia merece una luna de miel. Y
tú también tendrás una. —Cierro mis manos en puños, queriendo borrar la
sonrisa que marca su cara—. Además, tenemos que irritar al sudes.
¿Está bromeando en este momento?
—No soy tu verdadera novia, y tengo una vida aquí. Audiciones, escuela
y mi familia. —Aún me duele en el alma el hecho que mis padres no hayan
hecho ningún esfuerzo por ponerse en contacto conmigo. No sé qué pensar de
su silencio.
Incluso cuando de niña los decepcionaba con mis mentiras, mantenían
largas conversaciones conmigo, explicándome lo que había hecho mal y cómo
no estaba bien.
Supongo que por fin encontré la forma de dejar de ser su hija perfecta y,
de alguna manera, el saberlo me duele más de lo que jamás hubiera esperado.
—Tus audiciones están suspendidas indefinidamente. No obtendrás el
papel. —Parpadeo—. Gina está muerta. No te lo darán. Los dos lo sabemos.
Tienes que aceptarlo y yo me ocuparé de tu escuela. —Trago fuerte, el corazón
se me rompe al perder un sueño más de la infancia.
Si Rafael decide alejarme de mi profesión como parte de su castigo, no
volveré a bailar en escenarios de todo el mundo.
—En cuanto a tu familia, tendremos tiempo de sobra para visitarlos
cuando estemos de vuelta. O vas de buena gana o voy a arrastrarte hasta allí.
Elige sabiamente, Emmaline.
Así que aquí estamos, en este aeropuerto en las afueras de la ciudad, con una
maleta como mi compañía en la que tengo todas mis necesidades. Todas las
demás maletas -de todos modos, no tengo ni idea de lo que hay dentro- se
entregarán más tarde.
Agarrando las gafas de sol de mi bolso, me las pongo y me dirijo a Rafael:
—¿No puedes permitirte un avión privado?
—Tengo cinco de esos. Todos en Boston.
Realmente odio lo engreído que suena.
—Mi familia tiene siete. —Le sonrío dulcemente, recordándole que no me
impresiona su riqueza y que puede metérsela por el culo.
Se ríe, el sonido me crispa los nervios, y le aparto la mano de un manotazo
cuando me da un golpecito en la nariz.
—Tu familia. Tú no, cariño. —Lo fulmino con la mirada, que él no ve
porque llevo gafas de sol, y cierro la boca. Sinceramente, cuando una trata con
un abogado, todas las réplicas son poco convincentes.
Siempre tienen algo que decir pase lo que pase y, de algún modo, acaban
ganando.
—¿Dónde está tu isla? —¿Y cuánta riqueza necesita una persona de todos
modos?
—Lejos.
Me muerdo la lengua para guardar silencio mientras le quita la maleta a Jeff
y le hace un gesto con la cabeza.
—Volveremos en dos o tres días.
—Sí, señor.
Con esto, Rafael empieza a caminar hacia el helicóptero, así que saludo
brevemente al conductor con la mano, siguiéndolo rápidamente.
—¿Dónde está el piloto? —No me parece una persona que espere a nadie,
así que ya me siento mal por el tipo, que debe de llegar tarde, puesto que no
veo a nadie corriendo hacia el helicóptero.
Rafael mete la maleta en la parte de atrás y me quedo boquiabierta cuando
rodea el helicóptero y se sube a la cabina. Los latidos de mi corazón se aceleran
y el nerviosismo de antes recorre mi torrente sanguíneo.
—¿Qué haces?
—Se explica por sí solo, ¿no crees? —Se quita la chaqueta y la tira también
en el asiento trasero antes de alcanzar los auriculares—. Entra, Emmaline.
Oh, Dios.
¿Se supone que no sólo tengo que volar en él, sino también tener un asiento
delantero?
Si muero hoy, será una muerte poética y trágica.
Ya me imagino los titulares.
Los infieles murieron en un accidente de helicóptero. El karma los atrapó bien y rápido.
Para: R
De: E
15 horas después
Para: E
De: R
No sabría decirte.
Nunca he estado enamorado ni lujurioso.
Todos mis encuentros sexuales tienen un objetivo en mente, hacerme
olvidar temporalmente las voces de mi cabeza y conseguir algo de alivio junto
con claridad.
Hasta la próxima.
Lo que sí sé, sin embargo, es esto.
Ansías aventuras y tu novio es demasiado tranquilo para ti. Necesitas una
tormenta con truenos y relámpagos para alegrar tu aburrida vida.
Amas a Hades.
¿Así que es de extrañar que trates de encontrarlo en la vida real?
R
Emmaline
Para: R
De: E
Para: E
De: R
Emmaline
Para: R
De: E
¡Hola R!
Este es el correo electrónico más difícil que te he escrito, pero no quería
quedarme en silencio sin despedirme.
Me casaré pronto. Mi compromiso es mañana, y luego deberíamos tener
la gran celebración en un par de meses. Una vez que Anthony y yo nos
graduemos.
Debería ser la persona más feliz de la tierra, y no lo soy. Soy miserable.
Sin embargo, este es el camino que estoy eligiendo, y debo permanecer en
él pase lo que pase, y esto significa dejar de enviarte correos electrónicos con
mis secretos más profundos.
Anthony debería ser mi persona, no un desconocido virtual del que no sé
nada.
Sin embargo, no puedo resistirme a una última confesión...
Durante todos estos ensayos, las conversaciones sobre la boda y los
planes de Anthony para el futuro... No puedo evitar preguntarme si Perséfone
se sintió así.
Obligada a ser la chica perfecta, temerosa de decepcionar a sus padres,
la perfecta chica infeliz demasiado temerosa de atreverse a vivir la vida a su
propio ritmo y que, en cambio, desempeña el papel que le fue asignado desde
su nacimiento sin poder liberarse de la cadena que aprisiona su alma.
Y Hades fue, de hecho, su salvación en la oscuridad, lo que le dio el
empujón que tanto necesitaba para crecer por fin.
Quizás todos los villanos de los mitos no sean realmente villanos a los que
se supone que debemos odiar. Son una representación de las partes más
oscuras de nuestras almas, deseos y vicios, que demuestran que todos somos
imperfectos.
Es patético desear una intervención divina para acabar con esta farsa.
Sólo sé que no puedo hacerlo por mi cuenta porque me siento en deuda con la
familia cuyo nombre llevo.
Ojalá las cosas fueran diferentes.
Ojalá nunca supiera la verdad.
Deseo... deseo tantas cosas, y cada deseo me llena de vergüenza y me
envía a una espiral más profunda de autodesprecio.
Dijiste que nadie me daría un premio al final de mi vida, y probablemente
tengas razón.
Siempre consideré a Perséfone el eslabón más débil del mito porque todos
decidieron su destino.
Cambio de opinión.
Ella era el personaje más fuerte porque era la única que se enfrentó a la
transformación y salió vencedora de ella, sin sacrificar nada y sólo ganando.
Supongo que ésa es la diferencia entre los dioses y los simples mortales.
Gracias por estar conmigo a lo largo de los años y aunque no tienes idea
de quién soy realmente y de cómo tú apoyo significó el mundo para mí...
realmente me salvó en los momentos más oscuros.
Tal vez en otra vida nos encontremos...
Hasta la próxima.
E
8 horas después
Para: E
De: R
Desconocido
Abro la puerta del baño de una patada, entro y abro el grifo. Quitándome los
zapatos, me meto en la bañera con mi ropa y observo cómo el agua se tiñe de
rojo.
Un escalofrío me invade mientras me acuesto, dejando que el agua me rodee
y lave todos mis pecados, y con ello los deseos pervertidos que me gritan que
me ría de alegría por lo que acabo de hacer.
Pataleó y gritó, pero conseguí callarla para siempre, porque las mujeres
como ella no merecen vivir.
Son ángeles caídos que no deberían adornar esta tierra y tentarnos a pecar.
En lugar de ello, debemos esforzarnos por ser perfectos, pues sólo a las
criaturas perfectas se les concede el perdón y la felicidad en la otra vida.
Cierro los ojos, respiro por la nariz mientras la bañera se llena lentamente,
cubriéndome por completo de agua, y todo se queda en silencio.
Incluso las voces en mi cabeza, y en esos momentos, apenas contengo las
lágrimas, las lágrimas traicioneras que siempre me metían en problemas y sólo
aumentaban la tortura.
He cometido un segundo crimen en tan poco tiempo porque Emmaline se
me escapó. ¡No está a la vista! ¡Eligió a Rafael por encima de todos!
¡Una puta!
Mis manos se agarran con más fuerza al borde de la bañera mientras mis
pulmones gritan en busca de oxígeno y, cuando me resulta imposible aguantar
más, me levanto, tragando aire mientras la ira se hunde en mis venas y se
extiende como un reguero de pólvora por todo mi cuerpo.
Emmaline debería haber sido perfecta, pero en vez de eso, está siendo difícil.
Si se hubiera comportado, no habría matado a esta mujer.
Es culpa suya que yo tenga estos deseos desviados, y ella debería pagar por
ello.
Quería ser generoso, darle tiempo con su familia para despedirse como es
debido.
Sin embargo, las chicas malas no reciben mi generosidad. Reciben latigazos
y luego se empañan.
CAPÍTULO VEINTIUNO
“Dicen que amamos incondicionalmente, y es la mayor mentira con que la sociedad alimenta a la
gente.
Amamos con condiciones, las personas que nos rodean tienen que marcar ciertas casillas en
nuestra cabeza para ser las que amamos.
Las únicas personas que te aman incondicionalmente son tus padres.
Los padres que se curaron de sus propios traumas ya que ¿cómo puedes dar amor si no sabes lo
que es o no lo posees en tu corazón?
Aunque irónicamente...
A veces, el amor incondicional de los padres hace más daño a un niño que cualquier otra cosa”.
Rafael
Emmaline
Sujeto la botella con fuerza y clavo las uñas en el vidrio cuando Jeff pasa
junto a las enormes puertas de hierro y, bajando la ventanilla, saludo
torpemente a los guardias de seguridad, que parpadean sorprendidos.
—¡Hola! —Los saludo, sonando demasiado alegre incluso para mis propios
oídos.
Comparten una larga mirada antes de volver a centrar su atención en mí.
—Señorita King —dice uno de ellos, y luego se corrige rápidamente—.
Disculpe. Señora Wright. —Gruño para mis adentros porque todo el personal
ya conoce nuestro drama.
Aunque, qué me esperaba, teniendo en cuenta que llevamos una semana en
la isla lidiando con el asunto de Rush y Aileen, que fue... interesante, como
poco.
Quiero decir, la chica se enamoró totalmente de su captor, que resulta ser un
completo psicópata. No soy el mayor fan de Rush desde que fue horrible con
Rafael.
Un temblor me recorre mientras el calor me invade al pensar en mi marido,
y cierro los ojos cuando habla con su voz profunda y ronca, sirviendo de manta
protectora sobre mis luchas internas.
—Relájate, Emmaline. Es una cena familiar, no la inquisición. —Su tono es
divertido y coloca la palma de la mano sobre la mía en el asiento del auto—.
No tienes por qué ponerte nerviosa. —A continuación se dirige a los guardias
de seguridad—. Buenas noches, caballeros. ¿Podemos pasar?
—Sí. El Señor King nos ha informado de su llegada. —Las puertas se abren
con un fuerte chirrido y Jeff conduce el auto por la estrecha carretera entre el
interminable jardín sacado de un cuento de hadas.
—¡Para ti es fácil decirlo! No eres tú quien está a punto de enfrentarse a sus
padres. —En cuanto digo estas palabras, me siento culpable. Acaba de ocuparse
del asesino de sus padres con su hermano, así que recordarle que no tiene padres
es un movimiento imbécil—. Lo siento, Rafael.
—Cariño, mis padres llevan muertos décadas. No tienes por qué disculparte.
—El viento se cuela por la ventana abierta, ondulando mi cabello en distintas
direcciones, y el aire fresco se posa sobre mi piel acalorada mientras doy
golpecitos con el pie una y otra vez, con miles de pensamientos revoloteando
en mi mente.
Especialmente la de por qué mis padres nunca escribieron un solo mensaje
y, en cambio, enviaron un mensajero al ático de Rafael con una nota para que
viniera a la cena familiar que siempre celebramos los domingos.
La nota era corta y seca. No se me escaparon las palabras tácitas entre líneas
que dicen que ya he puesto a prueba la paciencia de mis padres lo suficiente y
que más vale que me presente o de lo contrario desatarán su temperamento
King sobre mí.
—No me han dicho nada —digo, moviéndome en el asiento y abriendo una
botella de agua—. Hablamos de nuestros problemas, no los escondemos bajo
la alfombra.
—Tu madre es psiquiatra. De alguna manera, no lo dudé.
—Suena como un insulto. —Se ríe, y lo golpeo en el pecho—. No tiene
gracia. Mis padres te partirán la cara ahora mismo. Prepárate para eso. Es una
trampa.
Papá sólo trajo a mi marido a su coto de caza para acentuar aún más su
poder; además, en nuestra familia todos somos criaturas muy apasionadas.
La gente no debe tener miedo si levantamos la voz o nos gritamos unos a
otros, cuando nos quedamos en silencio... es cuando la mierda golpea el
ventilador.
Significa que estamos conspirando y eso nunca es bueno para nuestros
adversarios.
—Soy abogado, cariño. Si es una trampa, negociaré. —Me guiña un ojo y
junta nuestras palmas, besándome el dorso de la mano, y por enésima vez me
pregunto en qué me metí cuando di luz verde a la relación física entre nosotros.
Desde aquella noche, no ha dejado de arrastrarme hacia deseos carnales más
profundos, explorando mi cuerpo a su antojo y enseñándome a responder a cada
una de sus caricias y órdenes que encienden todo en mi interior.
E incluso su lado amable, ya que dejó de ser un gran imbécil conmigo sólo
lanzando amenazas, sin embargo, todavía discutimos todo el tiempo y siempre
hay algo presente entre nosotros...
Tal vez porque tener sexo no cambió ninguno de nuestros planes y este
matrimonio sigue siendo falso, una fachada para el mundo para que Rafael
pueda tener su venganza y nosotros sigamos siendo enemigos.
Sólo somos enemigos que se follan.
No me queda más remedio que considerarlo un enemigo. Su mente brillante,
su pasado y todas sus hazañas podrían convencerme que me estoy enamorando
de él, y no puedo permitirlo.
El Rey del Desamor no ama, sólo rompe, y mi corazón no será el que rompa
en pedacitos.
Proteger mi corazón y mi alma es mi prioridad número uno, así que me
permito ser egoísta por una vez y complacer lo que mi cuerpo anhela,
prometiéndome a mí misma que me iré cuando termine.
Tengo que hacerlo.
—No olvides que debemos convencerlos de que estamos enamorados.
Créeme, es difícil.
—¿Lo es?
Su pregunta hace que lo mire, llena de inquietud. Quiero preguntarle qué
quiere decir con eso cuando me doy cuenta que mira fijamente hacia delante,
probablemente estudiando el entorno que nos rodea, y suspiro porque mi casa
familiar es realmente una obra maestra de la naturaleza.
Varios arbustos de rosas y orquídeas se extienden por el perímetro, creando
magníficas figuras cuando el sol brilla intensamente sobre ellas, llamando la
atención sobre su fría belleza, mientras que el césped verde esmeralda,
pulcramente cortado, rodea la vasta propiedad.
Innumerables robles con sus pesadas hojas casi invitan a descansar bajo
ellos y despreocuparse del mundo mientras se disfruta de la naturaleza que los
rodea mientras los pájaros cantan sonoramente, creando nidos en ellos.
El suave viento mece los árboles más pequeños en distintas direcciones,
llamando la atención sobre nuestras alcobas en medio del jardín. Los señalo.
—Papá las construyó para mí. Me encantaba leer en verano y quedarme sola
mucho tiempo, viajando a mundos diferentes. Decía que lo que su hija quisiera
lo tendría. —Mi corazón se estremece dolorosamente y aprieto la botella contra
mi pecho, imaginando su decepción.
—Debe de amarte mucho. —Rafael me da un beso más en la mano y luego
la pone en mi regazo—. Hizo todo lo posible para que fueras suya.
Sin embargo, una enorme casa de dos niveles destaca entre esta naturaleza
hipnotica. La estructura de ladrillo tiene numerosas ventanas hechas del cristal
más fino junto con el diseño del siglo XVIII. Un diseño por el que innumerables
revistas pidieron a mis padres que presentaran su casa, pero ellos se negaron.
Siempre han preferido la intimidad y nunca han permitido la presencia de
invitados involuntarios cerca.
—La fuente es una verdadera obra maestra. —Rafael señala con la cabeza
la fuente de mármol que hay en medio del jardín.
Representa a Atenea, la diosa de la guerra, mientras el agua se derrama a su
alrededor; la escultura es tan vívida y detallada que uno podría creer que su
vestido se mece con el viento, y sus ojos te miran fijamente al alma.
—Sí. Se podría decir que a mi familia le encantan los mitos.
—Es comprensible.
—¿Qué quieres decir?
—Hay grandes tragedias en los mitos, pero también grandes recompensas
para quienes atraviesan dichas tragedias. A veces son muy poéticos.
—¿Y mis padres te parecen gente poética?
—Me parecen personas que pasaron por un infierno para estar juntos. Es
difícil no admirar la dedicación de tu padre.
Jeff casi llega a la casa, pero como tenemos la mampara levantada, no oye
nada.
—¿Sólo la de mi padre? ¿No la de mi madre?
—No.
—¿Por qué no?
—Porque admiro la capacidad de tu madre para perdonar y resurgir de sus
cenizas, al igual que su tocaya.
No tengo tiempo para comentar sobre esta declaración (¿cómo hace tales
suposiciones sin saber mucho sobre mi familia?) mientras Jeff estaciona el auto
y Rafael sale, camina hacia mi puerta y me extiende la palma de la mano.
—Vamos, cariño. Empieza el espectáculo.
—Prepárate para un montón de drama —le advierto, y jadeo cuando me
atrae con fuerza contra su pecho—. ¿Qué haces?
Me acaricia las mejillas pasándome el pulgar por la piel, y se me escapa un
suspiro áspero cuando se inclina hacia delante y murmura contra mis labios:
—Calmarte. —Luego cierra su boca con la mía, tragándose mi gemido en la
garganta mientras me besa apasionadamente.
Inclino la cabeza hacia atrás para facilitarle el acceso, me agarro a las
solapas de su chaqueta, acercándome más a él, y él profundiza el beso. Con
cada movimiento de su lengua, vuelve a reclamar lo suyo, volviéndome loca,
borrando cualquier pensamiento de mi cabeza y sustituyéndolo por la necesidad
y el deseo de una sola cosa.
Él.
Deseo que me lleve lejos, muy lejos de aquí, volver a su isla donde todo
parecía más sencillo ya que allí la realidad no existía y podía empaparme de
todo el placer del mundo sin pensar en nadie ni en nada.
Su mano se desliza hacia mi cuello, agarrándolo con fuerza, y yo gimo,
acercándome cada vez más. Pero él aparta la boca cuando el aire se llena de
silbidos.
Gimo para mis adentros y miro a un lado para ver a mis hermanos gemelos
saliendo de unas puertas dobles de roble, ambos con camisas negras y jeans que
acentúan su cabello oscuro y sus ojos verde esmeralda junto con su piel
bronceada.
Son idénticos con la única diferencia que Ian tiene un hoyuelo en la mejilla
izquierda mientras que Wyatt en la derecha, y es realmente divertido porque
esta información no les impidió engañar a sus profesores cada vez que querían
cambiar durante sus clases.
De hecho, casi nada impide a mis hermanos hacer lo que les da la gana y
siempre he sentido envidia de su capacidad para que les importe una mierda lo
que piensen los demás.
Supongo que su gracia salvadora es que realmente aman a nuestros padres
y se mantienen medio cuerdos y decentes gracias a ellos.
A los dieciocho años ya han dejado una estela de corazones rotos y será
un milagro que alguno de ellos se enamore de una chica.
—¡Hola, hermanita! —Wyatt grita, guiñándome un ojo, y luego su mirada
se desvía hacia Rafael—. Cuñado. —La forma en que pronuncia el título suena
más burlona que acogedora, y por cómo se tuerce la boca de Rafael sé que
tampoco lo ha pasado desapercibido—. Qué alegría verte por fin aquí. —
Suspira dramáticamente, palmeándose el corazón—. Pensábamos que la habías
robado para siempre.
—Todavía lo estoy debatiendo.
Parpadean ante la respuesta de Rafael, comparten una larga mirada, y algo
parecido a la diversión llena sus ojos que se quedan absolutamente muertos
cuando se posan en Rafael, diciéndome que en el fondo no confían en él.
—¿Es así? ¿No tienes miedo? —pregunta Wyatt, bajando la voz a un
susurro—. ¿Y si te matamos aquí y te enterramos en nuestro patio trasero? Sólo
diremos que desapareciste.
¿Algo interesante sobre mis hermanos pequeños? Nunca se sabe cuándo
hablan en serio o en broma. Pero ¿si hay algo que todo el mundo sabe de ellos.?
Al igual que nuestro padre, protegen ferozmente a sus seres queridos, por lo
que utilizarán cualquier medio necesario para destruir a cualquiera que
amenace el bienestar de sus seres queridos.
Ahora que lo pienso, Rafael comparte muchos rasgos con mi padre y mis
hermanos, pero, de algún modo, su carácter me resulta inquietante, mientras
que los hombres de mi familia me parecen adorables.
Doble rasero en estado puro.
—¿Y si te mato primero y luego alego defensa propia? —Rafael chasquea
la lengua—. Soy bastante buen abogado y puedo construir un excelente caso
de la nada.
Wyatt se frota la barbilla, reflexionando sobre su afirmación antes de
mostrarle una sonrisa.
—Incluso los King pueden ser derrotados.
Rafael se encoge de hombros.
—Puede ser. ¿Pero realmente importaría ya que estarás muerto?
—Touché —dicen los dos al unísono, con la tensión visiblemente aliviada.
Parece que sus encantos funcionan con todo el mundo.
¡Basta ya de tonterías!
—¿Podrían dejar de hablar de matarse unos a otros, por favor?
—Oh, relájate, hermanita —dice Ian justo antes de darle un codazo a Wyatt,
y se miran fijamente, probablemente comunicándose en silencio, que es algo
que hacen mucho y que resulta molesto—. Por cierto, tenemos una sorpresa
para ti.
—Ya tengo miedo.
Los dos se dan la vuelta y me río entre dientes cuando veo la parte de atrás
de sus camisetas en las que dice Hermano de la Novia en morado, su color
favorito.
—¡Mira esto! —Señalan las palabras y luego se vuelven para mirarnos de
nuevo antes de empezar a bajar los pesados escalones de granito—. Como no
hemos podido asistir a tu despedida de soltera, hemos pensado ponérnoslas esta
noche.
—De todas formas no habríais formado parte de la despedida de soltera.
Ambos fruncen el ceño y se detienen en el último escalón, a varios metros
de nosotros.
—¡Oye! —Ian me señala con el dedo—. Después de todo lo que hemos
hecho por ti, ¿simplemente nos dejarías fuera? —Sus labios tiemblan y pongo
los ojos en blanco cuando Wyatt se seca una lágrima inexistente, apoyando el
momento dramático de Ian—. Esto duele más que cualquier otra cosa,
Emmaline.
—Dicen que una vez que te casas, te olvidas de tu familia. Sólo que nunca
pensé que seríamos nosotros, hermano —murmura Wyatt, suspirando
pesadamente, y comparten un largo abrazo—. Al menos nos tenemos el uno al
otro.
—¡Sí! Nos ocuparemos del dolor.
Por el rabillo del ojo, veo que Jeff los mira con la mandíbula abierta y
reprimo una carcajada.
—¿Son siempre así…?
Interrumpo a Rafael:
—Sí. Lo que quieras decir, es sí. —Suelto a mí marido y me dirijo hacia mis
hermanos—. Puedo hornearles un pastel como disculpa.
Se congelan, aún abrazados y negándose a mirarme.
—¿Qué tipo de pastel?
—Uno de chocolate.
Apenas salen las palabras de mi boca, corren hacia mí y mi risa resuena en
el aire cuando me encierran entre ellos y me dan un fuerte abrazo grupal, ambos
apoyando sus barbillas en mis hombros y meciéndonos un poco.
—Te hemos echado de menos, hermanita —me dicen.
Wyatt me susurra al oído:
—¿Estás bien?
Les aprieto los brazos. No puedo hacer mucho más en este apretado abrazo
que me dan desde que tienen edad para caminar.
—Sí.
—¿No te hizo daño? —Ian pregunta, su voz se vuelve dura con toda la
diversión ahora desaparecida—. ¿No te forzó?
—¿No hizo nada por lo que tengamos que patearle el culo? —Wyatt dispara,
antes de añadir—: Sea lo que sea, puedes decírnoslo.
Ah, mis hermanitos.
Esa es la cuestión, no puedo contarles nada porque he acordado con Rafael
mantenerlo todo en secreto, incluido el asesino en serie que me persigue, para
que mis padres no se preocupen.
Tendrán flashbacks de su propia historia y prefiero no hacerles revivir su
situación.
Y aunque mis hermanos son unos mentirosos excelentes, papá los romperá
si saben algo sobre mí.
—Sí. Ha sido perfecto y me casé con él porque quise. —Es más fácil mentir
de lo que predije.
—Bueno. Pero si sirve de algo, estamos a una llamada de distancia. —Me
aprietan tanto que el aire se me atasca en la garganta y luego ambos dan un
paso atrás y se dirigen a Rafael. Todos comparten apretones de manos—.
Admiramos tu ética de trabajo, pero sigues sin caernos muy bien —le informa
Ian—. Sin embargo, te estamos dando una oportunidad.
—Qué generoso de su parte —responde secamente Rafael—. ¿Puedo hacer
algo para acelerar el proceso?
—¡No los animes!
Wyatt le da una palmada en el hombro.
—Un hombre como yo. La verdad es que sí. Ya que somos familia y todo
eso, necesitamos un abogado.
—Un excelente abogado.
—¿Cuál parece ser el problema?
—Digamos que alguien accidentalmente hizo una broma estúpida. —Ian me
fulmina con la mirada cuando resoplo ante esto. No existe lo accidental cuando
se trata de ellos—. Y un estudiante becado fue expulsado por ello.
—¿Qué demonios has hecho? —Y ahora entiendo por qué están tan
dispuestos a jugar limpio con Rafael, porque papá los matará si se entera que
su travesura le costó la educación a alguien. Siempre les advirtió que podían
hacer lo que quisieran siempre que no hicieran daño a otras personas.
—La alumna tenía que pedir disculpas a otro alumno, pero se negó porque
ella no lo había hecho. Entre otras cosas.
Pasan varios latidos y mi marido habla:
—El abogado tendría que demostrar que ella no tuvo nada que ver.
Reuniendo testigos y luego amenazando con una demanda, pero incluso eso
podría no ser suficiente para devolverle la beca. —Mira entre mis hermanos—
. ¿Como de grave es?
—Es una buena estudiante que tiene dos trabajos y estudia mucho porque su
madre es una borracha. Necesita la beca.
Cuanto más comparten de esta historia, más me enfado.
—¿Qué han hecho? —¡Y no es propio de ellos! ¿Por qué se meten con una
pobre chica y luego no hacen absolutamente nada para enmendar la situación?
—Ella retó a Ian en una clase y empezaron con mal pie y se odiaban. Iban y
venían, así que Ian decidió gastarle una broma, pero la cosa se puso fea muy
rápido.
Esto tiene cero sentido para mí porque están ocultando algo.
—Ian, ¿tú intimidaste tanto a una chica que perdió su beca? ¡Tú de todas las
personas!
—Simplemente nos odiamos, ¿de acuerdo? Nunca quise que esto pasara, así
que quiero arreglarlo. —Se vuelve hacia Rafael—. Pagaré por su educación yo
mismo si tengo que hacerlo.
Alguien se aclara la garganta, y miro a nuestra criada, Melody, de pie en la
puerta.
—Tus padres te están esperando.
Y así, sin más, vuelve mi nerviosismo anterior.
—Manda un mensaje a Emmaline con todos los detalles sobre la chica. Yo
me encargaré a partir de aquí. —Ian suspira aliviado. Esta chica debe
importarle.
—Vamos, cariño. —Rafael me pone la mano en la parte baja de la espalda
y nos empuja hacia la casa, y avanzamos rápidamente mientras los latidos de
mi corazón se aceleran con cada paso—. Todo va a salir bien.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque estoy contigo. —Mueve su mano a mi cintura, y sus dedos se
curvan en mí, cortando mi piel—. Tu familia te ama profundamente.
Recuérdalo.
Respiro hondo y entro, el delicioso y familiar olor a comida me llena la nariz
y me tranquiliza porque nunca he conocido el escrutinio en la casa de mi
familia.
El beige domina la gama cromática, que combina a la perfección con el
exquisito diseño interior, compuesto por caros muebles de la mejor madera
italiana y óleos que representan diversos mitos de la antigua Grecia.
Su valor por sí solo puede convertir a alguien en una persona rica, y sin
embargo cuelgan casualmente de las paredes de nuestro espacioso pasillo que
conduce al salón y al comedor. Nuestra cocina bulle de energía, ya que la
mayoría del personal pasa allí el día, e incluso ahora oigo voces bajas
discutiendo algo con la televisión a todo volumen por los altavoces, ya que
nuestra cocinera necesita ruido para preparar cualquier cosa.
Unas enormes escaleras conducen al piso de arriba, donde tenemos varias
alas que pertenecen a cada uno de nosotros, por lo que nunca nos molestamos
y apenas nos vemos a menos que vayamos a las habitaciones de los demás.
—Tus padres están en el comedor.
—Gracias, Melody. —Voy primero al salón, pasando por el cálido espacio
lleno de libros antiguos y varias estatuillas pequeñas mientras la araña de cristal
se balancea un poco bajo el viento que se cuela por la puerta abierta de la terraza
que da a nuestro jardín.
—Está terriblemente silencioso.
—Sí. Mamá y papá han estado actuando raro.
Detengo mis movimientos y Rafael consigue moverme para que me coloque
frente a él, asegurándose que los gemelos no tropiecen conmigo.
—Raro, ¿cómo?
—Ya verás.
Por fin entramos en el enorme comedor, donde una mesa ovalada está
repleta de comida, desde pastas hasta estacas y pasteles, mientras el sol brilla
intensamente desde el enorme ventanal.
Y es entonces cuando por fin veo a mis padres sentados uno al lado del
otro mientras papá levanta la canasta de pan y se la da a mamá, quien pone un
poco en su plato.
Mis padres rondan los cincuenta y su aspecto no ha cambiado mucho con
los años. Papá sigue siendo súper guapo, y las canas apenas han tocado su
cabello oscuro mientras se mantiene en forma haciendo ejercicio y jugando al
golf. Mamá es un encanto con sus curvas y su belleza.
Todos dicen que soy la viva imagen de mi madre mientras que los chicos
son de papá, y tienen razón.
—Hola —digo suavemente, rompiendo el silencio, y ellos se detienen en
medio de hincar el tenedor en sus platos
Papá nos mira, con una expresión ilegible grabada en la cara, y se me
revuelve el estómago porque nunca me saluda así.
Siempre que llegamos a casa, nos abrazan y nos besan mientras se sientan
en nuestra compañía durante horas, queriendo conocer cada detalle de nuestras
vidas.
Ahora mismo no irradian más que frialdad y contengo la respiración,
esperando su respuesta. Mamá se nos queda mirando, y aunque sus ojos se
llenan de amor, también hay algo más.
—La comida se enfría —dice finalmente papá, y los chicos entran en acción,
ocupando los asientos junto a mis padres para que Rafael y yo podamos
sentarnos frente a ellos.
—Hola, doctora King. —Mi marido se acerca a mi madre, extiende su mano
y besa el dorso de la suya cuando ella se la da—. Estás tan radiante como
siempre.
La diversión cruza su rostro.
—Bueno, gracias. Causaste una gran impresión en la fiesta de compromiso
de Emmaline.
—Hola, mamá. —Me inclino para darle un beso en la mejilla y ella me
sonríe, dándome una palmada en la cadera cuando le doy torpemente un
abrazo—. ¿Cómo estás?
—He estado mejor, cariño. Me alegro de verte por fin. —Su mirada cariñosa
me recorre y suspira un poco, lanzando una mirada a mi padre, que nos estudia.
Nos movemos hacia él. Le beso en la mejilla y espero que se levante para
envolverme en sus brazos con fuerza. Los brazos que siempre me brindaron
protección y siempre me rodearon de amor; sin embargo, amor no es lo que
recibo esta vez.
En cambio, mi padre está frío como una piedra y el músculo de su mandíbula
se crispa.
—Hola, papá.
—Hola, cariño. —La brusca respuesta hace que incluso los gemelos se
estremezcan, y me enderezo cuando Rafael le tiende la mano. Papá lo descarta
diciendo—: Como ya he dicho, la comida se está enfriando. Siéntate y come.
Rafael se tensa, y sé que ahora controla su temperamento sólo por mí.
Vamos a nuestros asientos, y él me saca primero una silla y luego se deja
caer en la de al lado. Aunque todo tiene un aspecto delicioso, no tengo hambre.
¿Cómo puede alguien tener hambre cuando su padre está claramente furioso
con él?
Espero que me hagan preguntas, pero ambos simplemente empiezan a
comer, y sus cubiertos hacen un ruido excepcional en un espacio silencioso al
golpear contra los platos de porcelana.
Wyatt se aclara la garganta.
—Mañana volvemos a Boston. —Le da un codazo a Ian, que está en medio
de masticar su filete—. ¿Podemos tomar nuestro avión?
—¿Desde cuándo necesitas permiso? —Papá agarra su vaso y bebe un sorbo
de agua—. Mis hijos hacen lo que les da la gana. En lo que a mí respecta, mi
aprobación o desaprobación no significan gran cosa.
Sí. Es seguro decir que papá está enfadado.
Wyatt dice:
—Lo siento. —Su distracción no ha funcionado y vuelve a su pasta. Rafael
llena nuestros platos de comida mientras la tensión contamina el aire a cada
segundo que pasa.
Comemos en silencio durante varios minutos, el reloj de madera que cuelga
de la pared suena tan fuerte que me duele la cabeza, y mi respiración se acelera
cuando Rafael coloca su mano sobre la mía, enlazándolas sobre mi regazo.
Y aunque todo esto es culpa suya, de alguna manera ahora mismo es el único
cuyo apoyo me hace ver con claridad, y por fin encuentro la fuerza para hablar.
—Lo siento.
Pasan varios latidos después de esto y papá pregunta:
—¿Por qué lo sientes?
—Por este problema.
—¿Este problema, cariño? —me pregunta mamá.
—Siento lo que ha pasado.
Papá se reclina en su silla, tamborilea con los dedos sobre la mesa, y
entiendo por qué la gente quiere evitar su ira. Da miedo.
—¿Te arrepientes de haberte casado en secreto con un hombre al que apenas
pareces conocer? ¿Te arrepientes de haber abandonado a Anthony y dejar que
nos ocupáramos de las consecuencias sin ni siquiera avisar? ¿Te arrepientes de
haberte ido de luna de miel sin llamarnos? ¿O sientes que nos hayamos enterado
de la boda de nuestra única hija por una publicación en las redes sociales? ¿De
qué te arrepientes exactamente, hija mía?
Quiero meterme debajo de la mesa y esconderme de su mirada perforadora
que me hace sentir tan pequeña y al mismo tiempo culpable por causar dolor a
mis padres, porque así es como reacciona mi padre cuando uno de sus hijos
mete la pata.
Nunca fui el niño que causó su furia antes, y Dios, lo siento por los gemelos
ahora.
—Lo siento por todo, papá.
—He investigado un poco sobre la familia de Anthony, y curiosamente,
tenían una demanda pendiendo sobre sus cabezas. Probablemente explica por
qué Kurt había sido un pedazo de mierda aún mayor de lo habitual. —Sonríe,
aunque no le llega a los ojos—. Ahora la demanda ha desaparecido, y la fortuna
de su familia se ha mantenido intacta, gracias a Rafael.
Suspiro y aprieto con más fuerza la mano de Rafael, porque a pesar de
haberme dado cuenta por fin que casarme con Anthony habría sido un gran
error, me sigue doliendo humillarlo así. Nunca intentó llamarme ni hacer
declaraciones a todas esas páginas de cotilleos que le sacaban fotos relajándose
en un yate en Grecia. Todos dijeron que no cuidó su corazón roto por mucho
tiempo, y estoy feliz por él.
Ojalá supiera que no soy una zorra que lo ha dejado así por voluntad propia,
aunque este argumento probablemente no se sostendría ya que he estado
teniendo sexo con mi marido todo este tiempo.
—¿Qué puedo decir? Soy así de generoso.
Los ojos de papá se dirigen a Rafael y se vuelven aún más fríos, si eso es
posible.
—Considerando el pago que recibiste por este trato, generoso no es la
palabra que yo usaría. —Pasa un rato mientras se miran fijamente—. ¿Así
convenciste a mi hija que se casara contigo? ¿Chantajeándola?
Un silencio ensordecedor acoge su pregunta y cierro los ojos, derrotada.
Debería haber esperado que papá sumara dos más dos.
—Papá, yo...
—Le he hecho una pregunta a tu marido, Emmaline. Quiero oír su respuesta.
—No me gusta tu tono cuando le hablas a mi esposa.
La temperatura desciende varios grados y la energía cambia rápidamente de
tensa a cargada de furia e ira.
Rafael se endereza y se apoya en el codo, su mano aún sujeta la mía mientras
su pulgar roza mi piel de un lado a otro.
—Se casó conmigo por voluntad propia. Nadie la obligó.
—¿Y esperas que me lo crea?
—No espero que hagas nada excepto mostrar respeto a mi mujer y a sus
decisiones.
—Mi hija, querrás decir. —Papá también se inclina hacia delante—. Los
King no toman decisiones precipitadas, no engañan a sus prometidos ni huyen.
—Ya no es una King. Es una Wright. —Su boca se curva en una sonrisa
siniestra—. Y los Wright hacen lo que les da la gana.
—No cuando tratan con los King, no lo hacen. Emmaline siempre será una
King, no importa con quién se case, y siempre estaremos detrás de ella. Nuestra
hija no está sola.
—Tienes razón. No lo está. Me tiene a mí. —Rafael levanta nuestras manos
unidas—. Estamos legalmente casados, y no hay nada que puedas hacer al
respecto. Excepto alegrarte por nosotros.
Por cómo se ensombrece la cara de papá, fue un error.
—El infierno se congela antes que me alegre que mi hija se case con un
hombre que casi le dobla la edad y que juró odiar a nuestra familia hasta su
último aliento.
—Bueno, deberías saber mejor que nadie que esos votos no suelen durar
mucho.
Dios mío, ¿acaba de...?
Mi corazón late tan desbocado que lo siento en la garganta, y trago con
fuerza mientras la tensión no hace más que crecer a nuestro alrededor,
volviéndose tan pesada, que me oprime el pecho, amenazando con agrietarlo y
hacerme derramar todos nuestros secretos sólo para poner fin a sus peleas
verbales.
Ya nadie se molesta en fingir que come mientras los observamos con
fascinación porque nunca hemos conocido a alguien que no se acobardara ante
la furia de papá.
Mamá toca el brazo de papá, frotándoselo suavemente, y sé que ella es la
única que mantiene la paz en la mesa ahora mismo porque él rara vez, o nunca,
levanta la voz en su compañía.
—Zachary. —La forma en que ella dice su nombre lo calma un poco, y
comparten una larga mirada—. Hemos acordado escucharlos.
Papá agarra su palma de la mano, se la besa y luego se la frota contra la
mejilla mientras vuelve a centrarse en nosotros.
—Entonces cuéntanos. ¿Cómo se enamoraron ustedes dos?
El nerviosismo se apodera de mí y me invento rápidamente una historia.
—Nos encontramos y la conexión fue más fuerte de lo que ninguno de los
dos preveíamos. —Que alguien me felicite porque es casi la verdad.
—¿Antes o después de tu compromiso?
—Después. Intenté luchar, pero fue inútil —termino sin convicción,
sacando la mano de debajo de la de Rafael y girando el anillo en mi dedo—.
No podía obligarme a lastimar a Anthony de esa manera.
—Supongo que casarse con Rafael en secreto le hizo menos daño.
—Estoy seguro que podrá limpiarse sus lágrimas con el dinero que le
conseguí.
Wyatt suelta una carcajada, pero se calla rápidamente cuando papá le lanza
una mirada de advertencia.
—¿Y qué hay de ti, Rafael? ¿No fuiste lo suficientemente hombre para
enfrentarte a Anthony tú solo?
—Zachary —interrumpe mamá, suspirando—. Entendemos que te
enamores, por extraño que sea —murmura, sosteniéndome la mirada—. ¿Pero
por qué no acudiste a nosotros con esto? ¿Por qué casarse en secreto, cariño?
Hay rastros de dolor en su tono y me doy cuenta que no se trata que mis
padres estén decepcionados conmigo. Se trata que no les conté mi problema y
los aparté de una boda que esperaban con ilusión.
—Lo siento, mamá. No quería que pasara así. Yo sólo... no pensé, actué
según mis emociones. Nunca quise hacerte daño. —Sus ojos se suavizan y miro
a mi padre—. Papá, por favor. Me casé con él porque quise, y siento que hayas
tenido que lidiar con las consecuencias. Por favor, perdóname por hacer una
cosa egoísta en mi vida. —Las cejas de los gemelos se alzan ante esto—. Puedo
vivir mi vida como quiera, con tu aprobación o sin ella.
Tengo veintiún años, mis padres no pueden esperar que siga todas las reglas
y me quede en su burbuja de princesa para toda la eternidad.
—¿Crees que se trata de eso? Nunca te prohibimos hacer nada.
—¿Entonces de qué se trata, papá?
—Él era tu enemigo que te odiaba. ¿Crees que me creo toda esta mierda que
te enamoraste de él? Es mentira, y quiero saber por qué me mientes. —Señala
a Rafael—. ¿Qué tiene él sobre tu cabeza para que le sigas la corriente?
En este momento, todo esto se convierte en demasiado.
Todos los secretos, todas las cosas que me pasan, todas mis emociones
confusas hacia un hombre que debería ser mi maldición, pero que es más bien
una salvación en la oscuridad, ya que arroja luz sobre la miserable vida que he
llevado hasta ahora. Las palabras salen solas.
—¿Por qué es tan difícil de creer, papá? Mamá se enamoró de ti. ¡Rafael
nunca ordenó a nadie que me hiciera daño físico y nunca me robó a mi bebé!
Me arrepiento de haberlo dicho. Me cubro la boca en estado de shock
cuando mamá deja caer su vaso al suelo donde se rompe en pequeños pedazos
similares a mi corazón roto.
Jadea horrorizada mientras los gemelos se quedan paralizados,
boquiabiertos, pero toda mi atención se centra en mi padre, que echa la cabeza
hacia atrás como si le hubiera dado una bofetada. Palidece un poco, sus ojos se
llenan de tanto dolor que me duele verlo. Pero lo disimula rápidamente,
ocultándome sus emociones.
¿Qué he hecho? ¿Por qué lo dije?
—Papá, yo...
—No. No me pidas disculpa por mi pasado. Tienes derecho a sentir lo que
sientas al respecto sin justificármelo. —¿Ni siquiera me va a preguntar cómo
lo sé?—. Ahora entiendo que, efectivamente, te casaste con él por voluntad
propia.
—Papá...
—Zach...
—En los últimos dos años, te has empeñado en independizarte de la fortuna
y las conexiones familiares. Estaba orgulloso. Tan orgulloso —susurra y se
aclara la garganta mientras la miseria me invade hasta el último hueso—. Y
entonces te comprometiste con Anthony de la nada y rompiste con él,
lanzándote a este matrimonio. No lo entendía, pero ahora sí. Supongo que
cualquier apellido serviría, menos el mío.
—Papá, no es...
Su palma abierta corta mis protestas. De todos modos, no sonarán sinceras
porque, en el fondo, eso es exactamente lo que intentaba hacer a nivel
subconsciente y, de algún modo, ahora mismo, me avergüenzo.
Avergonzada de ser dura con mi padre, que me ha amado toda la vida.
—Como dije. No me pidas disculpas por mi pasado. Tengo mis respuestas,
así que si me disculpan, tengo que ocuparme de algo. Disfruten de la cena. —
Se levanta y besa a mamá en la boca y luego se dirige a los gemelos,
revolviéndoles el cabello, y cuando llega hasta mí, aún me estoy preguntando
si se despedirá de mí o si me cortará emocionalmente ahora mismo después de
mi acusación. ¿Acabo de perder a mi padre?
Se me llenan los ojos de lágrimas cuando se inclina y me besa en la frente,
deteniéndose un poco, y luego da un paso atrás y se dirige a Rafael:
—Mis disculpas por este encuentro tan desagradable. Evidentemente, mi...
—Una sola lágrima resbala por mi mejilla cuando papá tropieza con la palabra
hija. Probablemente ni siquiera está seguro de si quiero que me llame así—.
Está claro que Emmaline sabía lo que hacía. Dicho esto, si alguna vez le haces
daño, te mataré con mis propias manos. —Con esto, se marcha, dejándonos
solos con el caos que acabo de causar.
Mamá se levanta, lista para lanzarse tras él, pero Rafael la detiene.
—Déjame, por favor. —Lo miro mientras me limpia una lágrima con el dedo
y me da un beso en los labios—. Hablaré con tu padre, ¿de acuerdo? —Y sin
más, lo sigue.
—Mamá, no quería decirlo como ha sonado. —Mamá agarra a la silla
mientras se apoya en ella—. Simplemente se me escapó.
—Sí. Las cosas tienden a salir cuando dejamos que nuestras heridas se
enconen. ¿Cómo te enteraste?
—¿Importa?
—No. Lo que importa es que tu padre tiene razón. Puedes sentirte como
quieras. Dicho esto, cuando quieras hablar de verdad de ello, escuchar lo que
pasó de mí... por favor, ven a verme. ¿De acuerdo, cariño? —Camina hacia mí
y me besa en la parte superior de la cabeza—. Me gustaría irme ahora. Tengo
un paciente con problemas y necesito pensar en ello. —Les chasquea los dedos
a los chicos—. Quédense en casa esta noche, ya que se van pronto. —Gira sobre
sus talones y sale, probablemente al invernadero que papá hizo especialmente
para que ella trabajara, ya que el olor a rosas la calma.
¿Por qué actúan así? ¿No deberían enfurecerse y reñirme por ser una niña
malcriada y desagradecida? En lugar de eso, se limitan a aceptarlo y, por
primera vez, me siento fuera de lugar en la casa de mi familia. Como si con mis
palabras hubiera empañado todos los recuerdos que tenía en ella.
—¿Te avergüenzas de ser una King? —La pregunta de Wyatt, cargada de
ira, me saca de mis pensamientos, y me giro en mi asiento para mirarlo, con
una mueca de dolor ante la rabia que emana de él—. ¿Preferirías ser una maldita
Hale?
Por supuesto, siempre vuelve a mi padre biológico y a mí eligiendo bando,
según mi hermano.
—No. Se trata de sus comienzos bastante horribles.
—Oh, ¿es por eso? Pensé que era sobre que pensabas que papá no debería
haberlo hecho para que pudieras haber sido criada como hija de Sebastian y no
de él.
—Hubiera preferido que papá nunca lo hiciera en primer lugar.
—Porque te arrepientes de ser una King. ¡Sí, lo has dejado bien claro! ¡Y
qué bien te viene ahora que te casaste con un multimillonario! Puedes tener el
estilo de vida sin nuestro apellido.
—Cállate, Wyatt. —Ian le agarra el codo, pero él retira el brazo y se
levanta—. Tengamos una conversación normal.
Ninguno de nosotros le hace caso. Yo también me levanto, encontrándome
de frente con la furia de Wyatt.
—Tú no sabes nada.
—Lo sabemos. Lo descubrimos antes que tú, en realidad.
—Si lo haces, ¿significa que estás justificando lo que hizo?
—No. Papá expió sus pecados, y eso es entre él y mamá. ¡No es asunto tuyo!
—¿No es asunto mío? —Mi destino cambió irrevocablemente por su única
decisión. Construyó todo este mundo a mí alrededor, sólo para destrozarlo
cuando decidieron confesar.
No debería haber esperado que los gemelos me entendieran, de todas las
personas. Estoy segura que hizo lo correcto a sus ojos al acogerme y salvarme.
Para entenderme, tienes que saber lo que es crecer en una familia cariñosa
solo para descubrir que todos ocultaron la verdad sobre tu nacimiento. Me
merecía conocer el pasado de mis padres por ellos.
Quizás entonces nada de esto habría ocurrido.
—¿Sabes cuál es tu mayor problema, Emmaline?
—¡Oh, estoy segura que me lo dirás!
—Eres una princesa criada en un castillo perfecto con unos padres perfectos
que satisfacían todos tus deseos. Nunca cometiste errores y llevabas la aureola
sobre tu cabeza con orgullo. —¿Ahora soy una santa?—. Así que cuando el
pasado de nuestros padres salió a la luz, no pudiste soportar el hecho que vives
en una realidad y no en un cuento de hadas donde la gente comete errores.
Donde las personas son criaturas que viven y respiran. Noticia de última hora,
todos tenemos defectos.
—No sé qué habría hecho sin esta evaluación psicológica, Wyatt —
respondo sarcástica, cruzándome de brazos—. Nunca debí ser una King. Papá
me acogió engañando a mamá. No tengo derecho al apellido ni a todo lo que
me da.
En este punto, incluso Ian sacude la cabeza con incredulidad hacia mí, pero
permanece en silencio, sólo observándonos melancólicamente y claramente
quedándose para manejar cualquier arrebato emocional.
Al fin y al cabo, siempre es el más tranquilo entre nosotros, ya que su furia
hierve en su interior hasta estallar como un volcán.
—¿Oyes siquiera lo ridículo que suenas ahora mismo?
—¡Sí! Porque tener derecho a las riquezas de los King significa que estoy
de acuerdo con el método de papá. —O eso le parecía a mi dramático yo
adolescente; ya no sé lo que pienso de todo esto.
La risita hueca de Wyatt estremece las paredes.
—Ahora lo entiendo de verdad. Seguro que es doloroso, ¿verdad,
Emmaline? —Lo miro con el ceño fruncido—. ¡Es doloroso darte cuenta que
te alegras que papá hiciera lo que hizo para que tú no acabaras siendo criada
por un hombre que le dio la espalda a mamá y se casó con otra a la primera
jodida oportunidad que tuvo! No, tacha eso. Que empezó a trabajar para un
hombre que odiaba a mamá desde el primer momento y se puso de su parte en
todo esto. —Su voz se suaviza un poco—. Que te alegres de ser una King no
significa que ignores el dolor de mamá.
Mi respiración se acelera y no puedo soportarlo más, ya que Wyatt está tan
cerca de la verdad. La verdad que no acepto a Sebastian como mi padre
biológico y no quiero volver a llamarlo así a pesar que siempre ha sido amable.
La verdad es que estoy mucho más enfadada con él por tratar a mamá como
una mierda en aquel entonces, ya que su indiferencia permitió que todo su dolor
sucediera.
Y que en el fondo, estoy cansada de ser perfecta y sólo quiero vivir mi vida
que incluye al guapo desconocido que es mi marido.
Sin embargo, si admito todo esto en voz alta... tendré que enfrentarme al
hecho que mi vida es un desastre total porque yo la convertí y creé todos estos
problemas por estupidez.
—Tengo que irme. —Tal vez estar lejos de la casa familiar me dé algo de
claridad—. ¿Podrías llamar a Rafael para que podamos irnos?
Ian asiente y me abraza antes de irse.
—Una llamada, Em.
—Lo sé.
Decido esperar afuera, necesitada de aire fresco, y paso junto a Wyatt, que
me agarra por el codo y me rodea fuertemente con sus brazos.
—Te amo, Emmaline. Pero estoy muy enfadado contigo.
—Sí. Puedes unirte al club. Crece por segundos. —Le acaricio la espalda—
. Yo también te amo, pero necesito un momento. Estamos bien.
Cuando crecíamos, mamá siempre nos obligaba a hablar de nuestros
problemas y a no reprimirlos nunca, así que mi comportamiento es
probablemente aún más ridículo para ellos, considerando todas las cosas.
—Sí. Llámanos.
Asiento y salgo corriendo hacia la puerta principal, respirando el aire fresco,
y saludo con la mano a Jeff, que espera dentro del auto.
Entonces me doy cuenta.
La única persona que mantuvo la calma tras mi confesión fue Rafael. No
estaba sorprendido, intrigado, ni siquiera aturdido tras descubrir algo que ha
sido ultra secreto.
¿Cómo es posible?
Pasan los segundos, y varias piezas del rompecabezas que han estado
flotando en mi mente todo este tiempo empiezan por fin a formar una imagen
coherente que desliza furia por mis venas cuando finalmente me doy cuenta.
R.
Él es R, ¿verdad?
CAPÍTULO VEINTIDÓS
—La verdad puede ser cruel—.
Rafael
Rafael
Emmaline
Desconocido
Salgo corriendo del club por la puerta trasera, me dirijo a los contenedores
más cercanos y pateo los cubos con todas mis fuerzas, gritando de rabia.
Hace un rato, la felicidad me llenaba hasta el borde, enviando calor a través
de mí porque Emmaline finalmente me vio.
Por fin volvimos a conectar e incluso me sonrió y me pidió disculpas cuando
tropezó conmigo, o mejor dicho, yo lo hice para verla por mí mismo una vez
más.
Experimentar su bondad, la bondad que todos siempre me negaron, pero que
ella siempre tuvo en su corazón para mí.
Y cómo, una vez más, con su voz tranquila y sus sonrisas, silenció la odiosa
voz en mi cabeza que me reprendía y regañaba una y otra vez.
Cuando uno está cerca de Emmaline, no puede evitar estar en paz, y yo
nunca he conocido la paz.
Sólo dolor constante junto con abuso.
Sin embargo, mi alivio duró poco cuando apareció Rafael y ella dejó que la
tocara en público.
¡Que la tome como a una puta!
Ella sucumbió a nuestros pecados mortales, y ya no puedo prolongar mi plan
ni su castigo.
Necesito salvarla de la lujuria que ese hombre despreciable le infligió antes
que sea demasiado tarde.
Porque solo Emmaline y su estrella de la suerte me permiten finalmente
llegar al cielo con mi alma contaminada y maldita.
CAPÍTULO VEINTICUATRO
“Sólo tengo un objetivo en mente.
Hacer mía a Emmaline”.
Rafael
Rafael
Emmaline
Me acercaría pero creo que tu marido me castraría. Además, nuestras caras ya adornan suficientes redes sociales.
Nos hicimos muy populares. Creo que una chica incluso comentó que éramos la pareja más aburrida hasta que
rompimos. Hilarante.
Y siento no haberte escuchado. Presioné para que fuéramos más que amigos y luego para la boda sabiendo que
no estabas lista.
Sí, no.
Tomé mis propias decisiones. Eres una buena persona. Simplemente no estaba enamorada. Realmente quería
estarlo.
Y tienes razón. Probablemente cancelaría la boda o saldría corriendo de la capilla. ¡Imagina los titulares
entonces!
Hace una mueca y sorbe más de su bebida. Por la fuerza con la que sujeta el
teléfono, sé que esta noticia no le sienta nada bien.
Ese es Anthony.
Siempre perfecto.
Desgraciadamente, lo perfecto nunca fue lo adecuado para mí.
Espero que seas feliz. Te mereces un amor de verdad. O amores. A juzgar por tus últimas escapadas.
Se ríe y vuelve a guiñarme un ojo. Veo que una de las mujeres suspira.
Sí. Resulta que es divertido. Te deseo lo mejor, Em.
Nuestras miradas se conectan por última vez cuando levanta su copa hacia
mí, y yo asiento, despidiéndome del primer chico que me amó
Con la ligereza y la felicidad extendiéndose por mí en oleadas, voy en busca
de mi hombre que pone mi mundo patas arriba y me da libertad para ser yo
misma.
Sin embargo, sigue sin aparecer y hace tanto calor que salgo corriendo a la
puerta de la terraza que da al jardín para respirar aire fresco y suspiro aliviada
cuando salgo y respiro los aromas terrosos.
Y me congelo cuando oigo la voz de Claire.
—Me alegro de verte, Rafael. —Sacudo la cabeza con incredulidad,
viéndolos de pie a lo lejos y me escondo rápidamente detrás de la columna,
odiando escuchar a escondidas, pero la forma en que ella dice su nombre... es
casi demasiado íntima para mi gusto—. Te he echado de menos.
—Tienes que volver adentro, Claire. —Se para a varios metros de ella, su
tono es uniforme pero hay rastros de algo que no puedo nombrar—. No tenemos
nada de qué hablar.
—Eso es lo que dijiste hace todos estos años también. Cuando te visité en la
cárcel. —Ella se acerca a él, y mi corazón se desploma cuando le toca la
mejilla—. Cuando rompí nuestro compromiso.
El zumbido en mi oído comienza cuando todo el mundo se queda en silencio
a mi alrededor, y el dolor en mi pecho es tan fuerte que apenas puedo respirar.
Justo en este momento, todos los enigmas que flotan en mi cabeza sobre esta
venganza se alinean para formar una imagen que deseo ignorar, pero no puedo.
Rafael estaba comprometido con otra mujer... una mujer que perdió debido
a mi mentira.
Le costé su amor, ¿y es de extrañar que se vengara rompiendo mi
compromiso?
Todo este tiempo, pensé que era por su carrera y su dignidad, y luego por su
familia. Cuando en realidad todos los crímenes se hicieron por una cosa, amor,
y esta realización me duele de una manera que no esperaba.
Todo el mundo tiene un pasado, sí, pero él me mintió y nunca jamás lo
mencionó. ¿Y por qué?
¿Será porque, en el fondo... aún la ama?
Los hombres Wright sólo se enamoran una vez, ¿verdad? ¿Es ella la suya?
Vuelvo adentro, sin molestarme en escuchar nada más, ignorando a
Sebastian llamándome por mi nombre y la mirada preocupada de Anthony,
moviéndome en un borrón hacia la salida. Una vez allí, bajo las escaleras hasta
el aparcamiento.
No tengo tiempo de llamar a Jeff, así que lo encontraré yo misma. Saco el
teléfono y llamo a la única persona que puede ayudarme.
Ella contesta al segundo timbre.
—¿Cariño?
—Mamá.
—¿Estás llorando?
Me aclaro la garganta, secándome las lágrimas.
—No. ¿Puedo volver a casa?
—Por supuesto, pero ¿no estás en el acto benéfico de esta noche? —Oigo
un ruido de fondo—. ¿Alguien te molestó?
—¿Lo sabías, mamá? ¿Qué Rafael estaba comprometido con Claire?
Una larga pausa da la bienvenida a mi pregunta mientras el viento me azota,
y tiemblo un poco, tratando de encontrar el auto adecuado entre los
innumerables autos negros.
—Sí. Tu padre investigó mucho sobre Rafael. Eres nuestra niña, cariño. —
Por cómo dice estas palabras, sé que lo saben todo, incluido el sudes que me
persigue, pero ni siquiera voy a entrar en eso ahora mismo.
Aunque parezca una locura, tengo asuntos más importantes de los que
hablar, y ¿no demuestra esto lo loca que se ha vuelto mi vida?
—¿Es por esto que estás molesta? ¿Te acabas de enterar?
—Sí. Al verlos solos en el jardín. Ni siquiera tuvo la decencia de decirme la
verdad antes de conocer a su ex.
—Han pasado doce años, Emmaline. Dentro de doce años, puede que tú
tampoco quieras hablar de Anthony. —Deja que mamá me demuestre lo
hipócrita que soy, teniendo en cuenta que acabo de hablar con mi ex.
—Es diferente. Él sabe acerca de Anthony. No necesito que señale todas las
mujeres con las que ha estado. Estaba comprometido con ella, mamá. Eso es
algo que compartes con tu esposa.
—En un matrimonio real, sí. ¿Tu matrimonio es real? —Detengo mis
movimientos, cubriéndome la cara con la mano y odiando ver alguna lógica en
sus palabras—. Emmaline, no se trata que esté comprometida. Te conozco muy
bien. Dime, ¿por qué estás realmente enfadada? —Antes que se me ocurra
alguna tontería, añade—: Siempre eres bienvenida a casa. No te criamos para
que huyeras de tus problemas. La verdad, por dura que sea, lo hará más fácil.
Exhalo pesadamente. Una conversación con mamá sobre el pasado era algo
que pensaba hacer en el futuro y no a través de una llamada telefónica, pero si
ella quiere sinceridad, yo tengo que ser sincera.
—Ella rompió con él y se casó con otro por lo que yo hice. La perdió por mi
culpa, mamá. —Reanudo la marcha, divisando la matrícula familiar mientras
mis tacones chasquean en el asfalto—. ¿Puedo hacerte una pregunta, mamá?
—Sí.
Reúno todo el valor que tengo para expresarlo.
—Si Sebastian hubiera querido volver a estar contigo tras salir de la cárcel,
¿lo habrías elegido a él antes que a papá?
Aunque nuestras situaciones son diferentes, lo común en la ecuación sigue
siendo lo mismo. Rafael y mamá perdieron a sus seres queridos debido a
acontecimientos desafortunados y a un poco de crueldad.
Juzgué tanto a papá. Resulta que no soy mejor que él.
—No. Nunca volvería con Sebastian. Nuestro matrimonio terminó cuando
empezó el juicio. —Cierro los ojos, secándome más lágrimas—. Zachary no
me costó un hombre que solía amar. No se puede arruinar una relación si hay
confianza en ella. Sin ella, está condenada a fracasar tarde o temprano. Lo que
pasó conmigo y Sebastian es un gran ejemplo de ello.
—¿Tú...?
—No.
—Ni siquiera escuchaste lo que quería preguntar.
—No, no me arrepiento de haberme casado con tu padre. Es el amor de mi
vida. No me arrepiento de nada, aparte que agonices por esto tú sola. —Se ríe
un poco—. Tienes eso en común con tu padre. Él también tiende a agitarse en
sus pensamientos.
—Lastimé a papá. Lo siento.
—Recuerda siempre una cosa. Somos los padres, nuestro trabajo es
protegerte a ti y no al revés. Nunca jamás pongas nuestro bienestar por encima
del tuyo.
Un amor abrumador por mis padres me envuelve y digo:
—No sé qué hacer, mamá.
—Puedes volver corriendo a casa, y te recibiremos con los brazos abiertos,
rodeándote de amor. O puedes enfrentarte a tu miedo y escuchar al hombre con
el que te casaste. La elección es tuya.
—Te amo, mamá.
—Nosotros también te amamos, cariño. Buena suerte.
Cuelga y yo inclino la cabeza hacia atrás, dando la bienvenida al viento
helado mientras reflexiono sobre sus palabras, porque tiene razón.
Mi elección en este momento definirá el resto de mi vida, por dramático que
suene.
Y creo que acabo de hacerla.
CAPÍTULO VEINTISÉIS
“A veces es sabio escuchar a tu suegro.
No es que lo admita”.
Rafael
Rafael
Emmaline
—Esto será lo más inteligente o lo más estúpido que hayas hecho nunca —
murmuro para mis adentros, agarro mi bufanda y mi bolso de mano y sonrío a
Jeff—. Gracias por traerme a casa.
—Es un placer, señora.
Rafael tiene que darle un aumento a su personal. El conductor ni siquiera
pestañeó cuando le dije que me llevara de vuelta al ático, y el equipo de
seguridad que me seguía nos siguió todo el tiempo.
—Buenas noches.
Salgo, me dirijo rápidamente a la puerta y entro, temblando de frío. Paso
junto al mostrador de recepción, saludo rápidamente a todos y corro hacia el
ascensor, pero pego un grito cuando resbalo y casi me caigo.
La señora de la limpieza me atrapa y mantengo el equilibrio.
—Muchas gracias. —Asiente, con una máscara cubriéndole la cara y unas
enormes gafas, lo que hace imposible estudiar sus rasgos. Su cabello rubio
oscuro está recogido hacia atrás con tanta fuerza que debe dolerle. Es más alta
y musculosa que yo a juzgar por cómo le queda su uniforme, y apesta a cloro,
lo cual es extraño, ya que hasta ahora no lo había olido en el vestíbulo.
¿Por qué usarían cloro para limpiar este mármol?
—Sentimos mucho el suelo resbaladizo, Señora Wright —dice Marcy—.
Alguien se enfermó antes, así que necesitábamos limpiarlo.
—No pasa nada. —Vuelvo a mirar a la señora de la limpieza. Ella evita mi
mirada y sigue trapeando el suelo mientras su respiración se acelera y noto
cómo agarra el trapeador con tanta fuerza que sus nudillos se vuelven
blancos—. No te preocupes.
No quiero que la chica se meta en problemas; aunque su tensión no hace
más que aumentar mientras limpia nerviosamente un lugar que ya está
reluciente.
—Buenas noches a todos. —Me meto en el ascensor y pulso el botón P,
apoyando la cabeza contra la pared mientras subo, pensando en todo lo que ha
pasado esta noche.
Rafael consiguió asustar a Lauren y anunció la guerra, lo que significa que
se avecina un juicio largo y público en el que necesitará apoyo moral.
Y el apoyo de mi familia para ganarse la confianza de todos, porque puede
que sea el Rey del Desamor y tenga toda la riqueza. Sin embargo, esta sociedad
nuestra funciona con conexiones y lameculos.
Rafael no hizo ni lo uno ni lo otro. Amenazar a la gente para conseguir lo
que quieres no forma conexiones duraderas, así que si no fuera por mi familia,
nadie estaría dispuesto a ponerse de su lado e incluso podría creer que lo está
haciendo todo para castigar a Lauren por no apoyarlo todos estos años atrás.
Sin embargo, su anterior compromiso pone muchas cosas en perspectiva.
El ascensor suena y yo entro en el apartamento, tiro la bufanda y el bolso en
la mesa cercana y me dirijo al sofá, dejándome caer en él y preguntándome por
qué decidí volver a los dominios de Rafael en lugar de esconderme en casa de
mis padres.
Elegí escuchar a un hombre que me mintió todo este tiempo, ¿y lo peor?
Ni siquiera tengo derecho a ofenderme o enfadarme porque este matrimonio
es un contrato y nada más.
Pero en algún momento, dejó de parecer un contrato y se convirtió en algo
más.
Al menos para mí, y luché contra ello e intenté usar todo el sentido común
que pude reunir para ver lo estúpida que era la idea de estar con un hombre al
que hasta hace poco odiaba, pero es inútil.
¿Pero acaso le odiaba?
De niña, me sentía culpable por causarle dolor y arruinar su próspera carrera
y, como resultó, su venganza.
Cuando era adolescente, me enamoré de él, encontrando todo lo que hacía
fascinante y su belleza magnética.
Como mujer... como mujer, descubrí el placer y la lujuria en sus brazos
mientras vivía con él diversas emociones en las que desafiaba todo lo que había
en mí, y eso es una emoción inexplicable.
Rafael trajo colores a mi monótono mundo monocromático, y por muy
equivocado que esté... quiero quedarme y explorar su mundo que se suma al
mío.
Los latidos de mi corazón se aceleran cuando vuelve a sonar el ascensor y,
en un segundo, oigo los fuertes pasos que preceden a Rafael entrando a la sala
de estar, nuestras miradas chocan. Lo veo arrancarse la pajarita y desabrocharse
varios botones de la camisa, y trago fuerte ante la furia que desprende y que,
extrañamente, no me asusta, sino que me hace sentir anticipación en las venas.
—Has huido de mí. Otra vez.
Y así como así, mi ira está de vuelta, y salto, lanzando mi propia acusación.
—¡Estabas comprometido con Claire! —Sé que me hace sonar como un
hipócrita, pero leyó todos mis correos electrónicos. Mi compromiso con
Anthony fue un gran desastre.
Un hombre como Rafael no hace nada que no quiera. ¿Significa que la
amaba? Como hacen todos los hombres Wright cuando ven a una mujer y...
—Basta —ordena, con tono acerado, y se quita la chaqueta del traje,
dejándola caer sobre la silla—. Deja de pensar en Claire y en mí y no construyas
cosas en tu cabeza que no son ciertas.
Odio que me conozca tan bien.
—¿Por qué lo escondiste?
—Es insignificante.
No puedo evitar reírme de esto.
—¿Insignificante? Todo este tiempo, pensé que me odiabas porque arruiné
tu vida. Luego pensé que era por el plan de venganza. Ahora por fin veo por
qué me odiabas tanto. Claire se puso del lado de su padre, ¿verdad? Así que mi
mentira te costó la mujer que amas. —Las palabras saben a veneno en mi
lengua—. Lo único que no entiendo es por qué querías una relación física
conmigo. Si el objetivo final era reunirte con la mujer que amas.
Por eso necesitó tres meses para ganar el juicio y recuperar a Claire.
En un momento estoy de pie, escupiéndole todas mis frustraciones, y al
siguiente me atrae hacia él, maniobrando entre los dos. Jadeo cuando mi
espalda choca contra la pared y él me enjaula, rodeándome la garganta con la
mano. Su calor me envuelve mientras sus músculos me aprietan.
—Nunca la he amado. No vuelvas a pronunciar la palabra amor y el nombre
de otra mujer en la misma frase. ¿Me entiendes? —Me paralizo ante la
intensidad y la oscuridad de sus ojos, su voz impregnada de tanta furia. Trago,
pero me niego a asentir o a confirmar verbalmente su orden, pues las heridas
que esta noticia me ha infligido aún están frescas—. Nuestro compromiso fue
sólo un acuerdo mutuo beneficioso para ambos. Nada más. —Hago una mueca
ante esto porque me recuerda nuestra diferencia de edad en todo su esplendor,
¿cuántos acuerdos “beneficiosos” tuvo a lo largo de los años con mujeres? Está
tan acostumbrado a conseguir lo que quiere como a encandilarlas con tanta
facilidad, que puede que ni siquiera considere una breve relación como algo
importante—. Detente —me ordena de nuevo, acercándose a mí y obligándome
a apretar más la espalda contra la pared, intentando al menos poner algo de
distancia entre nosotros—. Deja de imaginar algo que nunca existió. —Su
pulgar roza mi pulso y se inclina más hacia mí mientras desvío la cabeza hacia
un lado, evitando que sus labios toquen los míos—. Nunca la quise —repite, y
aunque alivia un poco el escozor, en realidad no hace mucho más—. Nunca la
toqué de ninguna manera. Era una amiga que me dio la espalda.
—A mí no me lo pareció.
—Entonces quizás deberías haberte quedado más tiempo y haber
preguntado, en vez de jodidamente huir.
¿En serio está tratando de culparme por esto?
—Me mentiste. Otra vez. —Le aparto la mano de un manotazo, pero se
queda inmóvil en mi garganta, así que resoplo con frustración—. Tienes un
pasado, lo entiendo. ¿Me dejas ir a ese evento y conocerla mientras ocultas esta
parte crucial de tu pasado? Inexcusable. —Internamente me aplaudo por
mantener la voz uniforme a pesar del dolor que me atraviesa.
Exhala un fuerte suspiro y su pulgar acaricia mi barbilla mientras la inclina
hacia arriba para que nuestras miradas choquen.
—Tienes razón. Te pido perdón. Nunca quise hacerte daño y odio haberlo
hecho. No he dicho nada de Claire porque no importa. Ni siquiera la considero
mi ex prometida. Quería huir de su padre para estar con su novio, así que estaba
dispuesta a ayudarme.
Y destruí todos sus planes.
Se me escapa una risita sin gracia que extrañamente me duele porque esa
culpa familiar, junto con la sensación de pérdida, me baña, recordándome que
pase lo que pase, siempre tendremos nuestro pasado entre nosotros.
El pasado en el que mi mentira le costó todo. Y por mucho que quiera fingir
que ya no somos enemigos y que nuestra relación física cambió las cosas... no
ha sido así.
Hasta ahora sólo ha existido en mis ilusiones, y eso también es culpa mía,
porque estaba tan desesperada por huir de todas mis emociones en lugar de
afrontarlas.
Creo que ya he tenido suficiente.
—Así que ella era como yo. Una prometida falsa que necesitabas para
ayudarte con tu venganza.
¿Insignificante es como llamó a todo lo suyo?
Me pregunto cómo me describiría dentro de doce años.
La energía que nos rodea cambia, la tensión llena el aire mientras se pone
tenso a mi lado y una oscuridad se instala en sus facciones, haciendo que el
pánico recorra mis venas. Rafael parece no saber qué hacer. La idea es
aterradora y fascinante al mismo tiempo.
—Ella no se parece en nada a ti.
—¿Entonces dime cuál es la diferencia entre ella y yo? —Desde mi punto
de vista, soy aún peor teniendo en cuenta que Claire nunca puso en peligro su
vida de ninguna manera.
—Ella nunca fue mía. Tú lo eres. —Parpadeo, jadeando ante el calor que
despierta cada nervio de mi cuerpo—. El destino decidió jugarme una broma
cruel. —Me suelta, se aparta y se pasa los dedos por el cabello cuando camina
por la habitación mientras yo estoy pegada a mi sitio, el caos estallando en mi
interior ante esto porque no estoy segura de cómo se supone que debo
reaccionar—. Nunca creí en el recorrido familiar, también conocido como
tradición. O más bien, lo consideraba muy desafortunado, y no podía imaginar
querer a alguien con tanta intensidad. —Una sonrisa auto burlona adorna su
boca cuando se acerca a la barra y agarra un vaso, vertiendo whisky en él—.
¿La idea de querer a alguien hasta el punto que la obsesión y la posesividad
dominaran mis instintos y mi control? De risa. Para mí todo esto fue una
elección. —Da un gran sorbo—. Y entonces me casé contigo.
—Una mujer que odias.
—Ya no sé si era odio o la idea del odio. —Arrugo la frente—. Cuando
mentiste, estaba trabajando en un caso contra tu padre con uno de los clientes
de Lauren. —Mis ojos se abren de par en par ante esto—. Zachary era inocente,
solo una víctima de su entonces empleado Howard, que falsificaba firmas y
cometía fraude. —El nombre me suena. Papá lo despidió hace doce años, y
luego se enfrentó a algunos cargos legales. Sé que mi familia ayudó a la mujer
y los hijos de Howard a mudarse y tiró algo de dinero para hacer frente al
escándalo, pero papá fue implacable con su antiguo empleado. El caso fue
difícil y, por pura suerte, no tuvo publicidad. Sin embargo, causó mucho estrés
a mi familia.
No tenía ni idea que papá estaba luchando contra Rafael en el otro lado.
—Nuestra integridad estaba en juego —digo, y él asiente—. Pero tú sigues
la ley. —¿Cómo es que aceptó ir contra mi padre si sabía que era inocente?
—Lauren me obligó a aceptar el caso. Esa fue su única condición para
aceptar que me casara con Claire. No tenía acceso a su documentación, y la
necesitaba para construir un caso y acabar con sus interminables tratos. —Se
me revuelve el estómago—. Así que hice todo lo que pude, utilizando todos los
conocimientos que tenía para acorralar a Zachary y que hiciera lo que yo
necesitaba para ganarlo. —Un trueno retumba en el cielo y, a pesar de las
ventanas cerradas y la puerta de la terraza, oigo el viento silbar afuera—.
Debería haberlo sabido.
—No puedes obligar a mi padre a hacer algo que no quiere o en lo que no
cree. —Al menos en lo que se refiere al trabajo.
Allí es despiadado y poderoso, y no muestra empatía por quienes se cruzan
en su camino.
—Construí una estrategia excelente en ese entonces y tenía las pruebas que
le faltaban a tu padre en lo referente a Howard. Si hubiéramos acabado en los
tribunales, yo habría ganado y los Kings habrían sufrido. —Me muevo
incómoda ante esto, odiando su tono frío y la posible realidad alternativa
bastante sombría en la que mi familia habría acabado en una mala situación por
su culpa—. Fui un idiota que cayó en la trampa de Lauren.
—¿Qué quieres decir?
—El padre de Nancy no era mi cliente. Pero Lauren me lo impuso y siguió
pidiéndome que me encargara. Debería haber sabido que no tenía intenciones
de casar a su hija conmigo. Yo no era lo bastante rico ni poderoso para él. —
Termina su copa y se sirve un poco más antes de acercarse a la puerta de la
terraza y apoyarse en ella mientras nos miramos fijamente—. Así que aunque
me sentía mal por ello, llevé el caso y el resultado fue catastrófico para mí.
—Lo siento. —Me froto los brazos, suspirando—. A veces siento que no
importa lo que hagamos, no podemos expiar ciertos pecados.
Puede que me perdone; sin embargo, es probable que la culpa que llevo
dentro nunca desaparezca, porque saber por lo que tuvo que pasar y saber que
yo contribuí a ese dolor me atormenta.
Especialmente con mis crecientes sentimientos hacia él, nunca quieres herir
a quien...
Aprieto los puños, negándome a ir por ahí, aunque seguro que cada segundo
que pasa me hace comprender mejor a mi padre.
—Lo creas o no, estaba impresionado con Zachary. Nunca esperé que
utilizara a su hija para meterme entre rejas y acabar con mi carrera. El caso
contra él fue desestimado por defecto ya que a Lauren no le importaba una
mierda. Me quería fuera de la vida de Claire. —Me apunta con su vaso—. Zach
me advirtió de ello. Me dijo que Lauren me enterraría, pero yo me creía muy
listo. Demasiado engreído para mi propio bien. Así me llamó.
—Mi padre no tenía nada...
—Lo sé. Me di cuenta cuando vino a verme a la cárcel. —¿Qué?—. Me dijo
que su hija compartía la naturaleza compasiva de su mujer y me pidió que
perdonara a una niña de nueve años por haber juzgado mal la situación. Estaba
dispuesto a pagarme la cantidad que quisiera y a comprarme cualquier
propiedad, además se ofreció a contratarme en su bufete después que todos los
demás me vetaran. —Se encoge de hombros—. Fue entonces cuando tu padre
se ganó mi respeto.
—¿Porque quería enmendar mi error?
—No. Porque amaba tanto a su hija que estaba dispuesto a pasar por
cualquier cosa con tal de protegerte de mí ira.
Me alejo de la pared y me dirijo a la puerta de la terraza, abriéndola de par
en par. Dejo que entre el aire fresco y lo inhalo en mis pulmones, a pesar del
frío que pellizca mi piel, mientras contemplo el cielo nublado y oscuro, sin
estrellas a la vista.
—Te negaste, ¿verdad? Su oferta, quiero decir.
—Sí. También fue entonces cuando taché su nombre de mi lista. No podía
culpar a un padre por amar a su hija y creer en ella. Yo habría hecho lo mismo.
De algún modo, la idea que Rafael sea padre de una niña de cabello oscuro
me revuelve el estómago y me muerdo el labio. La visión es tan vívida y cálida
que deseo que se haga realidad.
—Pero mi nombre se quedó en ahí.
—No de la forma que tú crees. —Lo miro mientras agita su vaso y el whisky
chapotea en su interior—. Esperaba que crecieras como una niña mimada que
necesitaba un baño de realidad. Esa era mi intención. Darte una lección para
que no volvieras a hacer algo así.
La cortina se levanta, acariciando mi cuerpo y ocultándolo temporalmente
de mi vista mientras reflexiono sobre sus palabras.
—¿Mis correos electrónicos cambiaron tus planes?
—Tus emails me mostraron a una princesa perfecta que tenía miedo de vivir
su vida. ¿Y qué le duele a una persona en busca de la perfección?
—Arruinar todo.
—Sí. Me pareció poético. Y luego vine a Nueva York. Fue entonces cuando
decidí casarme contigo.
Sus palabras se interponen entre nosotros y, respirando hondo, salgo al
exterior, recibiendo el viento gélido que me golpea en la cara mientras oigo sus
pasos detrás de mí.
—He estado enamorada de ti desde siempre.
—Lo sé.
Su seca respuesta me enfada y me giro hacia él, con el cabello ondeando en
distintas direcciones, mientras él permanece de pie a varios metros de distancia
en todo su apuesto esplendor, un pecador destinado a encadenarme para
siempre a él con unas cuerdas invisibles. Sus primeras palabras resuenan en mi
mente.
—¿Estás insinuando que te casaste conmigo porque me querías para ti? —
Lo disimuló muy bien, y ni siquiera debería sentirme atraída por un hombre
que se comportó como él conmigo.
Los psicólogos me habrían dicho que huyera porque probablemente me
arruinaría la vida en el futuro.
—Estabas haciéndote fotos con tu familia, sonriendo tan intensamente que
podrías haber iluminado la maldita habitación. —Parpadeo—. Te veías
hermosa e inocente, demasiado inocente para lo que yo había planeado, y de
algún modo, me perturbó de un modo como ninguna otra cosa lo hizo jamás.
—Se acerca mientras otro trueno sacude el cielo seguido de un relámpago—.
Ansiaba desesperadamente tocarte. Entonces me di cuenta que te escapabas
hacia el balcón cuando yo salía de tu fiesta de compromiso. Te agarraste a la
barandilla y suspiraste pesadamente con la devastación grabada en tus
facciones. —Otro paso más cerca—. Y una emoción extraña me invadió. La
necesidad de protegerte y cuidarte de lo que te causaba angustia.
—¿Así que decidiste ser tú quien la causara en su lugar?
—Soy un hombre posesivo, cariño. Siempre he sido así, pero nunca con una
mujer. Pensé que mi posesividad hacia ti me obsesionaba, ya que me lo debías.
—Por fin llega hasta mí y suelto un grito ahogado cuando me rodea con su
brazo musculoso, nuestros pechos chocan mientras me acaricia la mejilla—.
Me equivoqué. Sólo te quería para mí y estaba dispuesto a hacer cualquier cosa
para conseguirlo.
Mis ojos se cierran, sus confusas emociones coinciden con las mías, porque
a pesar de todas las cosas horribles que dijo e hizo, seguía sintiéndome atraída
por él, y aunque nunca me hizo daño e incluso me protegió en todo este lío...
tenemos un contrato matrimonial.
Una fecha de caducidad.
La obsesión y la posesividad no equivalen al amor, pero sí a la locura.
¿Quiero estar atrapada con un hombre dispuesto a todo con tal de estar
conmigo?
Sí.
Por otra parte, estoy tan loca como suena.
Crecí viendo tanto amor, así que ¿es tan sorprendente que quisiera eso en
lugar de la tranquilidad que ofrecía Anthony?
—Tenemos un contrato —le recuerdo. Puede que hayamos fingido todo este
tiempo que no existe, pero no podemos huir de la verdad—. No somos una
pareja de verdad, y tú cumples tu palabra. Siempre. —No estoy segura de por
qué añado la última parte como si casi diera a entender que puede, ¿qué...
mantenerme a la fuerza en este matrimonio?
¿Actuar realmente como Hades y una vez más elegir por mí?
¿Cuánto tiempo necesita uno para decidir que alguien es para él? He pasado
toda mi vida con Anthony y él no era el indicado.
Aunque a veces parece como si yo también conociera a Rafael desde hace
años y mi enamoramiento no ayudara en nada.
Y lo que es más importante...
¿Importa?
La pasión en cualquier relación es una apuesta en la que tenemos que confiar
en nosotros mismos que, pase lo que pase en el futuro, elegiremos lo que es
mejor para nosotros, y ahora mismo, lo que es mejor para mí es este hombre
porque enciende mi sangre como nadie.
Me agarra con fuerza y me roza mis labios con el pulgar, presionándome en
la barbilla hasta que abro la boca.
—Ningún contrato me impedirá reclamar lo que es mío. —Se inclina más
hacia mí y respiramos juntos—. Puedes intentar huir, pero siempre te atraparé.
Mi obsesión será como una sombra, siguiéndote, protegiéndote de todo y de
todos. Para siempre encadenándote a mí. Eres mía. Y que Dios ayude a
cualquiera que quiera alejarte de mí.
Sus palabras me ponen la piel de gallina, un calor abrasador me recorre por
todas partes, mientras su voz llena de confianza y posesividad me envuelve, me
protege de cualquier preocupación y me sumerge en el burbujeante capullo de
su creación, donde sólo existe él.
Y las reglas que nos dicta el mundo exterior dejan de tener sentido, y las
tensiones que me envuelven por completo disminuyen en mi interior, mis
palmas se posan en su pecho y suben hasta que rodeo su cuello, poniéndome
de puntillas. Aprieta sus labios contra los míos, apenas rozándolos, y me
levanta la barbilla, y yo susurro:
—Está bien.
Unas simples palabras que, sin embargo, tienen tanto peso porque acabo de
aceptar su obsesión y todo lo que es sin ninguna esperanza de cambiarlo.
No.
Lo aceptaré tal como es y espero que no me rompa el corazón con el tiempo,
pero incluso si lo hace... sobreviviré.
Estoy saltando hacia mi futuro sin paracaídas, decidiendo correr el mayor
riesgo de todos.
Confiar mi corazón a un hombre que constantemente los rompe.
Desliza su mano hasta mi nuca, la rodea con fuerza, sus ojos arden de calor
y una suavidad que nunca había visto antes, y se traga nuestro gemido mutuo
cuando nos encierra en un beso profundo y penetrante.
El alivio se apodera de mí, haciéndome gemir en su boca cuando me echa la
cabeza hacia atrás, profundizando el beso, con su lengua vagando dentro de mí
y buscando la mía. Los dos gemimos cuando se entrelazan, me invaden
sensaciones ardientes que me prometen que nada volverá a ser igual.
Nos hemos besado miles de veces, pero este beso rompe el mundo tal y
como lo conocemos y lo construye de nuevo con emociones de las que ya no
podemos huir.
Su beso me reclama de otra manera, demostrándome que a partir de ahora
le pertenezco y que vaya donde vaya él estará allí. Debería tener miedo, debería
pensar de forma más racional, pero no puedo y, sinceramente, no me importa.
Este hombre tiene un poder absoluto sobre mí y lo acojo con satisfacción
porque su poder nunca se utilizaría en mi contra. Me protegerá y me querrá, y
si eso significa sucumbir a sus tendencias posesivas, lo haré encantada.
Todo dentro de mí lo anhela a él y a su oscuridad: él es mío.
Se traga mis gemidos cuando el beso se vuelve más acalorado y ardiente,
mientras su otra mano baja hasta mi culo y me lo agarra mientras empuja hacia
delante, con su erección presionando mi vientre y provocándome una ola de
calor. Aparto la boca de él, jadeo y gimo cuando vuelve a atrapar mis labios y
se sumerge en otro beso.
Sigue acariciando mi lengua, poseyendo mi boca y despertando cada célula
de mi cuerpo, encendiendo mi sangre con fuego y un deseo tan fuerte que me
cuesta respirar.
Se aprieta más contra mí, sin dejar espacio entre nosotros, y mis sensibles
pezones, que sobresalen de mi vestido, rozan su pecho, enviando
embriagadoras sensaciones por todo mi cuerpo, disparando flechas directas a
mi clítoris, y mi núcleo se humedece más. La lujuria que despierta ya no tiene
límites.
Mis pulmones piden a gritos algún tipo de oxígeno, así que nos separo a la
fuerza y doy un paso atrás mientras ambos respiramos con dificultad, y la
confusión relampaguea en su mirada.
—Ven aquí, cariño. —Se toca la polla y mi cuerpo se estremece—. Ven aquí
y déjame follarte duro para que todo el edificio lo escuche. —La idea de dejar
que me lleve afuera debería perturbarme, pero creo que hemos descubierto algo
en ese club.
Me encanta reclamarlo públicamente y ser reclamada por él, y aunque odio
la idea que alguien nos vea... oírnos es otra historia.
Todo mi cuerpo zumba de expectación, suplicándome desesperadamente
que lo escuche y me entregue a lo que tenga en mente, porque su tacto sólo me
produce placer al abrirme un mundo prohibido.
Un mundo sin el que ahora no puedo vivir.
Doy un paso hacia él y me quedo inmóvil, con todos nuestros encuentros
anteriores pasándome por la cabeza y cómo siempre controlaba cada uno de
ellos.
Una parte rebelde de mí que ni siquiera sabía que existía dentro de mí me
susurra cosas traviesas, trayendo el juego desconocido y la necesidad de
burlarse de este hombre controlador y viril que me mira como si yo fuera el
centro de su universo.
Quiero que pierda el control y sólo una cosa tiene el poder de hacerlo.
Mis labios se curvan en una sonrisa cuando me señala con el dedo y,
lanzándole un beso, doy media vuelta y vuelvo corriendo al interior del
apartamento, riendo por lo bajo al oír su gruñido y sus pesados pasos
siguiéndome.
Oh, va a ser divertido.
Rafael
—Emmaline, ven aquí. —La llamo por su nombre, apartando las cortinas
mientras el viento me azota, y entrecierro los ojos al ver a mi mujer detenida
en medio de la habitación, de espaldas a mí, con el puto vestido que fue
diseñado para volverme loco.
Muestra cada deliciosa curva de su cuerpo que no puedo esperar a tocar y
morder, dejando mis marcas en ella y tomándola una y otra vez hasta que se
quede afónica, e incluso entonces no estaré satisfecho.
Esta profunda necesidad de poseerla contamina mi mente porque todo mi
ser busca estar conectado a ella de formas que nunca quise con nadie más.
Mi mujer es muy especial y esta noche quiero demostrarle cuánto.
Termino de desabrocharme la camisa y la tiro cuando ella se da la vuelta
lentamente, mordiéndose el labio inferior mientras su mirada me recorre, el aire
se engancha en su garganta, y yo sonrío.
—¿Te gusta lo que ves, cariño? —Ella asiente—. Entonces ven aquí. —Mi
polla está dura como una roca y no desea otra cosa que hundirse en ella.
En lugar de escucharme, se quita las horquillas que sujetan su cabello y lo
deja caer por su espalda, los mechones oscuros cayendo en una cascada de
ondas, y me pican las manos por envolverlas en mi puño mientras su coño se
aprieta alrededor de mi polla una y otra vez.
—¿Qué pasa si yo...? —Se lame los labios y su palma se desliza hasta su
garganta, sus dedos recorren la piel antes de deslizarse más abajo, hasta su
hombro y luego su cintura—. ¿Y si quiero algo más?
Los celos me golpean junto con una furia que despierta a la bestia que llevo
dentro, dispuesta a destrozar a cualquiera que respire cerca de mi mujer, y
mucho menos que decida tocar lo que me pertenece.
—Tú. Eres. Mía. No hay y nunca habrá nadie más.
Parpadea y entonces su risa melódica resuena en el espacio, arrojando
claridad a la oscuridad que reside permanentemente en mi interior.
—Hombre posesivo y cavernícola. —Tira de la cremallera, dejando que el
vestido caiga a sus pies, y yo estoy a punto de correrme cuando veo su piel y
su cuerpo desnudos, cubiertos únicamente por unas bragas diminutas y
sedosas—. Pero tú eres mi hombre. —Su voz se convierte en un susurro y baila
hacia mí. Sus pies apenas rozan el suelo y su cálida palma se posa en mi pecho.
Siseo cuando clava sus uñas en mi estómago—. ¿No es así? —Hay cierto
desafío en su voz y finalmente lo entiendo.
Mi mujer se siente terriblemente territorial después de esta noche y no puedo
decir que la culpe. Necesita todo el control para calmarse. Se lo daré porque no
hay nada más importante para mí que ella.
—Sí. —Sus ojos se encienden de satisfacción y jadea cuando enredo los
dedos en su cabello, acercándola a mí. Inclino la cabeza hacia atrás y le muerdo
la garganta, subiendo y bajando los dientes hasta llegar a su oreja—. ¿Y cómo
reclama mi mujer?
Sus uñas se clavan profundamente en mi carne mientras nos miramos
fijamente y luego su boca caliente acaricia mi clavícula, sus labios presionan
mi piel y dejan pequeños besos.
—Con su boca —murmura. Mi erección crece con sus palabras y mi cuerpo
se pone tenso cuando desliza sus labios hacia abajo, rozando con los dientes mi
paquete antes de lamerlo con la lengua—. Lo reclama con la boca. —Baja más
y me muerde el ombligo, y mis dedos se agarran con más fuerza a su cabello.
Mi polla se tensa detrás de la cremallera cuando ella la palpa, apretándola, y
apenas me resisto a agarrarla y tirarla sobre la superficie plana más cercana
para enseñarle cómo un hombre como yo reclama a una mujer.
Pero mi mujer necesita tranquilidad y todo lo que necesita, lo consigue.
Frota su mejilla sobre mi longitud y la muerde a través de mis pantalones,
haciéndome gemir. Finalmente, se arrodilla y me mira con ojos llenos de
necesidad y lujuria mientras me agarra la cremallera y tira de ella hacia abajo.
Gime cuando se libera.
—Mía —dice, rodeándola con la palma de la mano y dándole una larga
pasada desde la base hasta la punta, y mi gemido gutural llena la habitación. Se
inclina más y pasa la lengua por el presemen, gimiendo por el sabor, y yo
inclino su cabeza hacia atrás, pasándole el pulgar por los labios.
—¿Te gusta? —Ella asiente, sus sedosos mechones rozando mi polla se
suman a la necesidad y se extienden por mí como un reguero de pólvora—.
Abre la boca, cariño. Enséñame lo que te he enseñado. —Se ruboriza. Espero
que me haga caso, pero en lugar de eso arrastra la lengua por la vena palpitante,
arriba y abajo, sin dejar de tocarme con la mano. Me agarro a ella con fuerza,
pero se ríe—. Dos pueden jugar a esto, cariño —le advierto, y ella suspira,
dando pequeños besos en su camino hacia la punta, respirándome. Finalmente
abre la boca, absorbiéndome profundamente, y al instante el calor me envuelve,
enloqueciéndome con cada pasada de su lengua. Ella gime, la vibración hace
que el placer me sacuda y pellizque todas mis terminaciones nerviosas mientras
mis dedos se clavan en su cuero cabelludo, inclinando un poco su cabeza para
que pueda tragarme más profundamente—. Cuidado. —Se queda quieta,
respirando agitadamente, luego mueve lentamente la boca hacia atrás hasta que
sólo queda la punta y la mordisquea durante unos segundos. Me engulle de
nuevo, el fuego bombea mi sangre mientras mi necesidad me canta una cosa.
Follarla duro.
Le palmeo la cabeza, manteniéndola quieta, hundiéndome un poco más, y
sus ojos parpadean mientras se cubre con la otra mano, presionándose el coño,
y otro gemido no hace sino aumentar las enloquecedoras sensaciones que
amenazan con romper mi control.
Nada me excita más que ver a mi mujer de rodillas adorando mi polla, pero
sus maullidos y gemidos frustrados mientras se acaricia el coño me resultan
inaceptables.
Cuando mi mujer está en necesidad, proporciono, y esa es una ley por la que
pienso regirme el resto de mi vida.
Siseo cuando gime, la vibración hace que casi me corra en el paraíso que es
su boca y tiro lentamente de sus mechones, arrastrándola hacia atrás hasta que
mi polla se libera, dejando sus labios rojos y brillantes. Me mira con el ceño
fruncido.
—Quiero más. Se inclina hacia delante y lame más presemen, solo para
chillar en señal de protesta cuando la levanto y nos encerramos en un beso
fuerte, tragando nuestros gemidos combinados cuando mi erección empuja su
humedad.
Aprieto el agarre y me dirijo hacia la habitación, bebiendo de ella mientras
sus uñas cortan mis hombros y ella me rodea con los brazos, rozándome el
pecho con los pezones y gimiendo en el beso, haciéndolo más acalorado.
Abro la puerta de una patada y entro en el dormitorio, la luz de la luna brilla
intensamente justo cuando ella aparta la boca, jadea y traga cuando atrapo su
labio inferior entre mis dientes, mordiéndolo y calmando el escozor con un
lametón. Sus ojos se llenan de lujuria, su piel se ruboriza, y todo en mí ruge
ante la idea de haberle puesto semejante mirada a mi mujer.
Mi chica es salvaje sólo por mí y que Dios ayude a cualquiera que intente
tocarla alguna vez porque no perdonaré a nadie.
Mi mujer es mía.
—Rafael, por favor.
—¿Qué quieres, cariño?
Un brillo travieso brilla en sus ojos y susurra, rozando sus labios con los
míos.
—Fóllame duro.
—Ah, lo haré, cariño. Lo haré. —Se ríe, solo para chillar cuando la dejo caer
sobre la cama y me fulmina con la mirada, tirando sus mechones oscuros sobre
su hombro y sentándose sobre sus rodillas. Siseo entre dientes al ver su cuerpo
grácil e impecable abriéndose a mi vista, desde sus delicados y pequeños
pechos hasta sus largas piernas, que nunca se ven más perfectas que cuando me
rodean la cintura.
Y sólo un trozo de encaje empapado cubriéndola, así que ordeno:
—Quítatelas.
Se pasa las palmas de las manos por el vientre, los dedos rozan la cinturilla
y engancha los pulgares en ellos, pero luego hace una pausa, con el ceño
fruncido.
—No.
Ah, mi chica quiere enviarme otro desafío.
En vez de decir algo, me quito los pantalones y los zapatos, y ella se sienta
sobre sus pantorrillas, con la confusión escrita en su cara.
—¿Qué estás haciendo?—pregunta, con tono molesto mientras mira
fijamente mi mano acariciándome de la base a la punta, me cuesta todo mi
infame control no tomarla ahora mismo.
La paciencia nunca fue uno de mis problemas, pero sí lo es cuando se trata
de mi mujer, porque con ella no soy más que un hombre obsesionado.
Una vez más guardo silencio y ella resopla frustrada y entonces su jadeo de
sorpresa resuena en el aire cuando me acerco a la cama y la empujo, haciéndola
caer de espaldas con el cabello a su alrededor.
—¿Qué estás...? —Agarro sus caderas, abro sus piernas y me acomodo entre
ellas mientras le arranco las bragas con facilidad, aspirando su aroma.
Su risa, que resuena en las paredes, me transmite calidez, la paz se instala
donde solo ha habido frialdad durante tanto tiempo que ni siquiera sé cómo
vivir con estas nuevas emociones.
—Voy a saborear a mi esposa, cariño —respondo a su pregunta, deslizo las
manos por debajo de ella y le agarro las nalgas, ganándome un gemido, y ella
entrelaza las manos en mi cabello mientras su talón se clava en mi espalda. Está
goteando y la visión de su deseo por mí sería suficiente para que me corriera
sobre las sábanas.
Abriéndola más salvajemente para mí, le doy pequeños besos en la cara
interna de los muslos antes de chupárselos con fuerza, su agarre se hace más
fuerte y exhala cuando lamo la carne maltratada. Repito la misma acción con
el otro muslo y resopla impaciente. Gime, me acerca la cara y arquea la espalda,
moviendo las caderas hacia delante, y esa es toda la invitación que necesito.
La acerco más a mi boca, le meto la lengua y la recorro entre sus pliegues,
gimiendo ante su sabor único que me pone más duro que nunca y mis dedos se
clavan más en su culo, manteniéndola quieta mientras grita.
Me encanta, ella completamente perdida ante el placer que le proporciono
porque no hay otro hombre en esta tierra que la quiera mejor que yo.
Después de todo, es mi mujer, ¿no?
Y los Wright siempre cuidamos de nuestras mujeres.
Saco lentamente la lengua y la muevo por su carne, arriba y abajo, cada
lametón la hace tirarme del cabello con más fuerza mientras pequeños gemidos
escapan de su boca, y jadea cuando la muerdo y chupo rápidamente antes de
volver a clavar mi lengua profundamente. Sus caderas encuentran su propio
ritmo y empieza a rechinar sobre mi lengua. Desplazo la mano hacia el interior
de su muslo, la separo más y vuelvo a pasar la lengua por su carne, hasta llegar
a su clítoris, que rozo con los dientes, haciéndola estremecerse.
—Rafael —susurra mi nombre, con una desesperación y un deseo evidentes
en cada silaba.
Algún día pronto voy a pasar todo el día en mi cama haciéndola correrse con
mi boca, pero esta noche no.
Esta noche mi esposa se correrá conmigo dentro de ella.
Así que la lamo un poco más, le doy un último beso y subo, frotando mi cara
en su ombligo y dejando pequeños mordiscos a mi paso, y su vientre se hunde
cuando le acaricio el ombligo.
—Eres tan hermosa —murmuro sobre su piel, la piel se le pone de gallina e
intenta abrazarme más fuerte, rodeándome con las piernas—. Y mía.
Llego a sus pechos, soplo los pezones fruncidos y los chupo uno a uno. Ella
gime cuando los rozo con la punta de la lengua, prestándoles toda la atención
que necesitan antes de arrastrar la boca hacia arriba, rozándole la clavícula con
los dientes.
La aprisiono entre mis brazos, mis palmas extendidas descansan a ambos
lados de su cabeza mientras me mira, respirando agitadamente, sonrío cuando
gime mientras mi polla roza su entrada.
—¿Puedes, por favor...?
—¿Sí, cariño? —La beso en el cuello, tirando de la piel hacia mi boca y
dejando una marca para que todos la vean.
Déjalos.
Puede sonar loco, pero creo que a mi mujer no le importa.
Y entonces me pide que haga algo que nunca he hecho en mi vida.
—Hazme el amor. —Me congelo ante la petición, me inclino hacia atrás y
capto su mirada mientras traga fuerte, y tira de mi cabello, acercándonos para
que nuestras bocas se toquen mientras su voz es apenas audible en la noche—.
Por favor.
—Sólo contigo. —Una respiración áspera se le escapa ante esta admisión—
. Sólo hago el amor contigo. —Conecto nuestras bocas y me introduzco en ella,
quedándome quieto en su interior. Se estira a mi alrededor y el puro placer y
alivio de esta conexión eclipsa todo lo demás en el mundo para mí.
Nuestro beso se vuelve más ardiente, olas que me recorren la espina dorsal
mientras un calor abrasador me envuelve y me balanceo hacia atrás y vuelvo a
penetrarla con fuerza, sus uñas arañan mi espalda mientras gime dentro de mí,
su coño apretándose mientras sus talones se clavan en mi culo, dándome más
espacio para moverme.
Poco a poco acelero el ritmo y las caricias se hacen más profundas. Echa la
cabeza hacia atrás, exponiendo su cuello a mis labios mientras sus gemidos
llenan el aire, hablando a la parte salvaje de mi interior que me transmite estas
sensaciones enloquecedoras.
Porque soy yo quien le da todo este placer.
—Más rápido, Rafael —me suplica, moviendo la cabeza de un lado a otro,
y yo la complazco, apretando las sábanas a su lado mientras me muevo más
rápido y con más fuerza, haciendo temblar la cama.
Jadea, su coño se estremece a mi alrededor, sus muslos se flexionan, y grita,
cayendo sobre la almohada mientras respira agitadamente y sus uñas se clavan
tan profundamente que debe de dejarme moretones en la piel, pero no me
importa.
Quiero sus marcas pintando mi espalda para que todos sepan que soy suyo.
Sin dejar de mirarla, aumento el ritmo, las sensaciones de hormigueo se
extienden lentamente por todo mi cuerpo y me alertan de lo que está a punto de
llegar. Mi cuerpo se tensa con cada movimiento de mis caderas, mientras
Emmaline gime suavemente, apretando sus entrañas, y esto, combinado con su
enrojecimiento por el placer que le he dado, es suficiente para romper cualquier
control que me quedara.
Cinco empujones más y me derramo dentro de ella, gimiendo en su cuello
mientras me abraza con fuerza, nuestras pieles sudorosas pegadas la una contra
la otra y nuestros corazones latiendo salvajemente.
Es casi como si hubiéramos creado un capullo a nuestro alrededor,
protegiéndonos del mundo exterior que nunca entenderá nuestra relación, y sin
embargo ahora no puedo imaginarme vivir sin ella.
Debería haberlo esperado; aquellos que más resisten son los que más duro
caen, y ninguna obsesión mía podría haberme llevado a otra cosa que no fuera
la entrega total y la posesividad sobre una mujer que inspira tales emociones.
Pasan los segundos mientras permanecemos inmóviles, disfrutando de todo
esto, cuando finalmente rompe el silencio.
—Entonces, ¿hay alguna ventaja particular de estar casada con un abogado?
Mi risa resuena en la noche y beso su boca sonriente, dando la bienvenida a
algo en mi oscura existencia que nunca quise ni busqué.
Luz.
CAPÍTULO VEINTIOCHO
“La locura tiene muchas formas.
Algunos son manejables y protectores.
Algunos son incurables e hirientes.
Cuando te encuentres con el primero, ten cuidado.
¿Pero cuando te encuentras con el segundo?
Corre por tu vida”.
Emmaline
Emmaline
—No me puedo creer que te hayas casado en secreto con el chico que te
gustaba en el instituto justo cuando yo he conseguido un trabajo importante en
París —se queja Adelaide, suspirando tan fuerte que tengo que apartar el
teléfono de mi oreja y ponerlo en altavoz. Me abrocho los jeans negros que tan
bien combinan con mi suéter morado—. Estaré atrapada en París las próximas
dos semanas. ¡Me estoy perdiendo todo el drama! —se queja, y yo suelto una
risita encontrándolo verdaderamente gracioso.
Cuando por fin ocurre algo interesante en mi vida, ella no está a la vista.
—Todavía tenemos teléfono, ¿no? —Me pongo las zapatillas y me miro en
el espejo justo antes de agarrar mi bolso e ir a la sala, dejar el teléfono sobre la
mesa y servirme una taza de café—. Además, no te estás perdiendo ningún
drama.
De todos modos, no podría decirle nada.
—¡Por favor! ¡Te casaste con Rafael Wright!
Suspiro ante la mención de mi marido, que anoche me hizo el amor con tanta
dulzura y pasión, mi cuerpo todavía está dolorido de la mejor manera posible
mientras mi corazón se eleva por todas las posibilidades futuras.
El Rey del Desamor es mío.
Hoy me despertó besando cada centímetro de mi cuerpo justo antes de
tomarme mientras el sol salía por el horizonte. Hoy tenía una reunión temprano,
así que se duchó mientras yo volvía a dormir, sonriendo como una tonta.
En mi defensa, nunca he sido tan feliz a pesar del asesino en serie que se
cierne sobre mi cabeza.
—¡Hola! —La voz de Adelaide me devuelve al presente—. Estabas soñando
despierta con tu marido, ¿verdad?
Agarro una tostada y la mastico.
—¿Qué puedo decir? Tiene sus encantos.
—¡Oh, ya lo creo! Mi chica finalmente recibe la atención que se merece. —
Pongo los ojos en blanco—. Necesito todos los detalles en cuanto llegue a casa.
¡No te guardes nada, mujer! —Suena tan mareada que es casi contagioso—.
Estoy tan emocionada, no tienes idea.
—No voy a compartir nada.
—¡Oh, vamos! Hace tiempo que no tengo sexo. Puedo vivir indirectamente
a través de ti.
—París tiene un montón de chicos guapos para enmendar la situación.
—Estoy demasiado ocupada con el trabajo. —Oigo el claxon de un auto a
lo lejos—. ¡Ahora mismo voy corriendo a una fiesta y llego tarde! —Más
bocinazos—. ¿Qué planes tienes para hoy? Además de follarte a Rafael.
—Tengo una reunión con mi profesor de la universidad. Algunas
actualizaciones sobre las audiciones. —Supongo que se enteraron que Gina
murió, así que puede que quieran hacer algunos cambios. Vi la notificación en
la mañana—. Rafael me va a llevar allí pronto.
Adelaide se burla:
—No puedes ir a ninguna parte sin él, ¿eh?
No hasta que pueda hablar con Rhys. Por mucho que me concentrara en las
fotos, no me venía a la mente ninguna cara del instituto, así que tienen que
desarrollar una estrategia diferente para ayudarme a recordar.
La seguridad que se supone que me vigila se está tomando un descanso para
desayunar, así que mantengo el culo dentro del apartamento.
Con suerte, acabará pronto y podré vivir mi vida como quiera sin mirar por
encima del hombro.
—Recién casados y todo —digo y me gano más risas—, te echo mucho de
menos.
—Sí. Yo también, pero ya no somos niñas. Somos adultas. —Termina en un
susurro—, ¿cómo sucedió esto?
—Hay una cosa que se llama envejecimiento.
—Ah, sabía que me había perdido algo. Por cierto, Anthony viene a París.
—Esto demuestra lo diferentes que somos. A él siempre le encantó viajar, pero
no podía porque prefería quedarse conmigo en la misma ciudad, y yo vivía y
respiraba sólo para el baile—. La puta más nueva de la ciudad asistirá al desfile
de moda y promete comprar algunas piezas, lo que sería bueno para mi imagen
en el trabajo.
—Eso es genial.
—Sí. Quiero decir, es raro salir con él sin ti, pero haré este sacrificio por la
moda. —Es divertidísimo lo aburrida que suena ya; son buenos amigos pero no
tienen nada en común. Anthony la encuentra superficial mientras que Adelaide
piensa que tiene un palo metido en el culo. Si no fuera por mí, no habrían
seguido en contacto todos estos años.
Antes que pueda decir algo más, alguien me llama por la segunda línea.
—Adelaide, espera, alguien me está llamando. Ahora te llamo.
—Claro, nena.
Descuelgo la segunda llamada y mis cejas se alzan al oír la voz de un
desconocido.
—Hola, señora Wright. Seguridad nos ha dado este número.
—Hola. —Eso es raro, ¿por qué la seguridad daría mi número? Por otra
parte, tal vez el personal del edificio llama a la gente al azar—. ¿Pasa algo?
—Tenemos aquí un paquete dirigido a usted. Es un sobre grueso con el
logotipo de la universidad.
—Oh. —¿Qué demonios? ¿Qué podrían enviarme?
—¿Deberíamos enviarlo arriba?
Sigo en esto, sin saber qué decir.
Personal del edificio o no, no me da confianza que entren extraños en el
apartamento cuando estoy sola pero, además, tengo curiosidad por saber qué
hay en el sobre.
¿Necesitamos siquiera ir a la universidad si nos han enviado la
documentación en su lugar?
—No. Iré yo misma —le informo, cuelgo y me dirijo al ascensor.
Una vez dentro y deslizándome hacia abajo, espero que Rafael no se enfade
conmigo por salir del apartamento. ¿Qué mal puede pasar allí de todos modos?
Además, no quiero actuar como una fugitiva que teme asomar la nariz en
cualquier sitio.
Al llegar al primer piso, me detengo al no ver a nadie más que a la señora
de la limpieza.
—Hola.
—Hola, Señora Wright. Fui yo quien la llamó.
—¿Me da mi sobre, por favor? —Le tiendo la mano y frunzo el ceño cuando
niega con la cabeza.
—No se me permite tocarlo. El repartidor dijo que sólo puede dártelo a ti.
—Señala la furgoneta negra—. No puede entrar por el aparcamiento, ya que
podrían multarlo.
La sospecha me atormenta. Todo esto suena muy extraño, pero, por otra
parte, parecen razones válidas. Además, todos los empleados han sido
revisados.
Aun así.
—¿Me acompañas afuera, por favor? —Es mejor tener a alguien conmigo
mientras me enfrento al repartidor. Podría ser una trampa.
Sonríe y eso ilumina toda su cara, la felicidad prácticamente se filtra de ella.
—Por supuesto, señora Wright. —Me extraña que su tono se endurezca un
poco en mi título. Una vez más, me encojo de hombros.
Salimos al exterior. Veo a un hombre que ocupa el asiento del conductor y
señala con el pulgar la parte de atrás.
—Ábrelo.
Hago lo que me dice, dispuesta a agarrar mi sobre, pero en lugar de eso la
oscuridad me recibe y la comprensión me golpea.
Oh, no.
Es una trampa.
Es lo último que pienso cuando algo me golpea en la nuca y todo se vuelve
negro.
CAPÍTULO VEINTINUEVE
“¿Qué pasa cuando un hombre pierde su obsesión?
Se vuelve loco”.
Rafael
Rafael
Sin embargo, tenía un buen abogado que lo defendió tan bien que convenció
al juez y al jurado que se habían equivocado de persona y fue declarado
inocente.
Apenas un mes después, irrumpió en la mansión de Campbell y mató a sus
padres y dos hermanos junto con sus abuelos. Ares era el más joven, así que se
escondió debajo de la cama mientras el cabrón mataba a su familia uno tras
otro.
El asesino en serie desapareció y nadie pudo localizarlo desde entonces, y
tampoco se cometieron crímenes similares. La mayoría creía que simplemente
había muerto, pero el fiscal del distrito no dejó de buscar al cabrón.
Sabía que Ares no descansaría hasta encontrarlo, y por eso le di la
información clasificada que cayó en mis manos y que podría darle una pista.
Como dije.
Todo en este mundo tiene un precio, sólo tienes que asegurarte que tienes
los medios para pagarlo.
—¿Quién crees que defenderá a Lauren?
—No tengo ni idea. Defenderlo es un suicidio profesional, pero tiene un
bufete de abogados y siempre hay posibilidades de ganar cualquier caso.
—De cualquier forma promete ser entretenido —concluye, dándose
golpecitos en la barbilla—. ¿Qué pasa después?
—Estoy esperando una llamada de Rhys y luego llevaré a Emmaline a su
universidad.
Resopla exasperada.
—Quiero decir, ¿qué pasa una vez que todo esto está hecho?
—Nada. Vivimos nuestras mejores vidas. —Me lanza una mirada asesina—
. Explícate, por favor.
—Vivimos en Boston. Nuestro bufete principal está en Boston. Pero te
casaste con una King que planea prosperar en su carrera de bailarina.
Nunca pensé en ello. No había necesidad ya que planeaba terminar el
matrimonio.
—Nos las arreglaremos.
—Toda tu familia está aquí, incluidos tus suegros.
—Sus hermanos están en Boston.
—Sus hermanos son herederos al trono. Cuando terminen de estudiar,
volverán a su ciudad natal.
Me levanto, me doy la vuelta y miro hacia la ventana mientras reflexiono
sobre sus palabras.
Mi vida, como dijo Scarlett, está en Boston, una ciudad que me aceptó
cuando todos me rechazaban, y nunca imaginé vivir en Nueva York.
Que mi familia esté aquí es una gran exageración. Cuando Rush convenza a
Aileen de estar con él, la llevará a nuestra isla, y Lavender... bueno, ella va
donde va Rush ya que me da la espalda.
¿Tendrá Emmaline problemas para mudarse a Boston?
—Tengo que hablar con mi esposa —digo finalmente, girando para mirar a
Scarlett, que sonríe—. ¿Qué es tan gracioso?
—Nunca pensé que vería el día en que no tomaras tú solo las decisiones. —
Suspira—. Mi hijo ha crecido.
—Intenta no regodearte.
—No puedo. —Se levanta y viene hacia mí, abrazándome—. Estoy tan feliz
por ti, Rafael.
—Gracias. Sin embargo, baja esta mierda cursi. —Resoplo cuando golpea
mi pecho, y oímos abrirse la puerta, seguida de pasos pesados. En un segundo,
vemos entrar a Rhys—. ¿Qué haces aquí?
—Anoche se me escapó un detalle crucial y no me dejó descansar, así que
indagué más. Todo el camino de vuelta a su nacimiento, y una pieza de
información fue clasificada.
—¿Sabes quién es el sudes?
—Sí. Ya he informado al detective jefe. Si estoy en lo cierto en mis
suposiciones, tenemos que esconder a Emmaline en algún lugar rápido.
Ya estoy agarrando el teléfono y marcando su número, pero salta el buzón
de voz. Lo intento de nuevo cuando alguien entra corriendo en la oficina.
Marcy. Como no es una suite privada, pueden entrar con un pase especial, por
si hay una emergencia.
—Señor Wright. Su esposa ha sido secuestrada.
Sólo con esta frase, el zumbido de mis oídos empieza a ser tan fuerte
mientras el mundo entero se desvanece, dejándome en un profundo pozo donde
el miedo, distinto a todo lo que he conocido, se extiende a través de mí,
envenenando mi sangre. Los gritos del pasado sustituyen al zumbido.
Nunca he podido salvar a la gente que amo.
Mi esposa... mi hermosa esposa ha sido raptada por un psicópata.
—Rafael —me grita Rhys en la cara, devolviéndome al presente, y mi visión
se aclara—. Concéntrate sólo en encontrarla. Concéntrate.
Asiento, haciendo acopio de todo mi infame control y apartando
enérgicamente cualquier emoción porque sólo el pensamiento racional puede
ayudarme en esta situación.
Esta vez, las cosas serán diferentes.
Ya no soy un niño.
Soy un hombre.
Esta vez, salvaré a la persona que amo o moriré en el intento.
CAPÍTULO TREINTA
“Todas las cosas en la vida cierran el círculo.
Incluso nuestras vidas nos llevan a la muerte”.
Emmaline
Emmaline
Rafael
—Nos vas a matar a los dos —dice Rhys mientras giro rápidamente a la
derecha por la pequeña y estrecha carretera que conduce a la propiedad
abandonada, según el GPS—. Y no le servimos de nada a Emmaline muertos.
Agarrando el volante con más fuerza, presiono más el acelerador, ignorando
sus palabras porque ahora mismo que se joda todo el mundo.
Mi mujer lleva desaparecida cuatro horas, cuatro agonizantes horas.
Las imágenes de vigilancia sólo amplificaron mi rabia.
Golpeó a mi mujer en la nuca y luego metió su cuerpo en el auto. Ni siquiera
pudimos ver la matrícula porque la ocultó de la vista de la cámara.
Perdimos una hora buscando en las bases de datos la camioneta y luego
repasando el informe que tenía sobre la vida de Katherine, necesitando una
pista sobre dónde podría haber llevado a Emmaline.
La policía ya había sido enviada a su apartamento en la ciudad. Lo
encontraron vacío, salvo algunos trofeos de las víctimas, lo que finalmente
permitió a la policía declararlas muertas, ya que ella tenía fotos de ellos junto
a los objetos.
Finalmente, Rhys y yo decidimos revisar la casa de su familia, que lleva
años en ruinas porque nadie ha podido localizar al propietario, y todo encajó
para nosotros.
Acabar todo donde empezó sería un final jodidamente poético, ya que esta
asesina en serie en particular se considera una artista que nunca tuvo la
oportunidad de serlo.
Simpatizo con la niña que una vez fue, pero ella misma firmó una sentencia
de muerte cuando puso sus ojos en mi mujer y la secuestró.
No siento piedad por ella. Los que matan a un inocente, por muy agraviados
que hayan sido en vida debido a la crueldad de otros, no merecen piedad ni
compasión.
Perdieron la cabeza, y si la cabeza se ha ido, no hay forma de salvarlos de
la oscuridad que envenenó su mente, transformándolos en una cáscara de la
persona que una vez fueron y, en su lugar, dando a luz a un monstruo ansioso
por el sufrimiento de los demás.
—¡Rafael! —Rhys grita mientras entramos en la carretera llena de baches,
los guijarros se interponen y algunos golpean el parabrisas—. Deja de ser
emocional y concéntrate.
—Háblame cuando tu esposa esté secuestrada por una loca que puede
matarla en cualquier momento.
—Deberías saber mejor que nadie que lo entiendo. —Nuestras miradas
chocan, los recuerdos de hace diez años centellean en mi mente—. Tienes que
seguir siendo racional para ayudarla. La policía está en camino, así que
tendremos ayuda.
Sí, somos peligrosos, pero nuestro respeto mutuo por la ley nos hizo hacer
todo bien, incluso informar a la policía de inmediato para que un detective
pudiera reunirse con nosotros.
Podría haber llamado a cualquiera de mis innumerables amigos que tienen
una brújula moral cuestionable, pero no pude. Supongo que por eso nunca
encajé con ninguno de ellos, aunque me tomaran bajo su protección cuando
Lachlan me encontró hace tantos años.
No soy un asesino. Podría serlo si matar es lo que hay que hacer para liberar
a mi mujer de Katherine, y si eso no demuestra mi amor por ella, ninguna otra
cosa lo hace.
Estoy dispuesto a romper la ley por ella, sólo por ella.
—¿Cómo se las arregló para pasar desapercibida durante tanto tiempo? —
Sus cuentas bancarias son inexistentes y aunque tenía un trabajo a tiempo
completo limpiando en un restaurante, nunca trabajó en ningún sitio durante
mucho tiempo, y todos la llamaban rara en el mejor de los casos y loca en el
peor—. ¿Llevar a cabo todos estos asesinatos y espiar a Emmaline sin ningún
medio?
En la mayoría de las fotos que encontramos de ella, parecía sucia y ni
siquiera intentaba dar un giro a su vida, sólo vivía para matar a Emmaline.
—Sabes que a la sociedad le importa una mierda lo que pase mientras el
problema no les afecte. Es lista, así que sabe usar un ordenador y ha seguido a
Emmaline lo suficiente como para conocer algunos detalles. Sus apariencias
poco estelares la ayudaron a conseguir trabajo, jugando con la empatía de la
gente. Los psicópatas saben qué usar para conseguir lo que quieren.
Debería saberlo. Él mismo es uno.
—Este caso será enorme cuando salga a la luz. Tienes que estar preparado
para ello —me advierte mientras los truenos resuenan en el cielo, las nubes
oscuras se juntan y oscurecen el día. En cualquier momento caerá una lluvia
torrencial.
—Me importa una mierda todo lo que no sea asegurarme que mi esposa esté
viva.
Justo cuando digo estas palabras, la propiedad aparece finalmente a la vista
junto con un granero.
Un granero en llamas.
—Mierda —murmura Rhys mientras yo agarro el volante con tanta fuerza
que los nudillos se me ponen blancos cuando las imágenes de mi infancia se
reproducen una tras otra con un sinfín de voces que me gritan.
El trueno y el fuego una vez me lo arrebataron todo.
La naturaleza y su elemento no pueden ser crueles por segunda vez.
—Rafael, sólo... —Apenas consigo aparcar el auto antes de saltar de él y
correr a toda velocidad hacia el granero con Rhys pisándome los talones.
Llego a las puertas y siseo cuando no se abren. Debe de haberlas cerrado
desde adentro, y es entonces cuando oigo a Emmaline gritar:
—¡Suéltame! —Siento alivio al saber que sigue viva. Sin embargo, es
reemplazado por miedo y rabia cuando grita de dolor.
Retrocedo y pateo con fuerza las puertas del granero. Se mueven un poco,
pero no es suficiente, así que Rhys también las patea. Entonces compartimos
una mirada, y ambos las golpeamos con fuerza al mismo tiempo. Justo cuando
un rayo brilla en el cielo y el fuego consume aún más madera a nuestro
alrededor.
Es puro milagro que las puertas estén así de intactas, pero no tardará en
bloquear la salida. La estructura es vieja, y podría romperse en cualquier
momento.
Oigo sirenas a lo lejos. Retrocedemos varios metros y nos lanzamos hacia
el granero, lo pateamos con fuerza y, finalmente, las puertas se abren de golpe.
Me quito la chaqueta y golpeo el fuego con ella. Lo consume todo a su paso,
despiadado como puede ser el elemento. Las llamas anaranjadas me rodean y
el humo nubla mi vista.
—Quédate atrás —le ordeno a Rhys. No tendré su muerte sobre mi
conciencia, y ya cae un trozo de madera del tejado justo cuando comienza la
lluvia torrencial.
—¿Estás bromeando? —murmura, y a pesar de mi orden, me sigue mientras
ambos avanzamos. Más adentro en el granero, veo a Emmaline luchando contra
Katherine, que tiene las manos alrededor de su garganta, manteniéndola en su
sitio.
Corro hacia delante, ignorando el fuego que me rodea mientras Rhys me
sirve de protección detrás de mí. Katherine gira la cabeza, con los ojos muy
abiertos, y grita:
—¡No! —La cara de Emmaline se vuelve azul, y apenas hace ruido ahora,
lo que me hace saber que la mujer la está matando—. No puedes salvarla. Es
mi purgatorio. —Salta hacia mí, pero consigo apartarla de un fuerte empujón y
cae al suelo. Por alguna razón, el fuego consume los establos como si estuviera
desigualmente esparcido—. ¡No!
Emmaline abre la boca y tose. Rápidamente la levanto en brazos y me doy
la vuelta mientras Rhys grita:
—Cuidado. —Se mueve conmigo hacia un lado cuando otro trozo de madera
cae del tejado, propagando más llamas a raudales.
Rhys avanza, despejando el camino, y mis pulmones piden aire fresco. Todo
este humo me está debilitando, pero aprieto a Emmaline. Tenemos que salir.
—¡Rafael! —grita Rush, agarrando mi mano con fuerza mientras las olas
del mar nos golpean desde todos los rincones, y rezo para que la intervención
divina nos salve.
¡No puedo perder a mi gemelo en el océano!
La imagen es rápidamente sustituida por otra, con la voz aterrorizada de mi
madre.
—¡George, sácalos de aquí!
Los llantos constantes de Lavender.
Utilizando todas mis fuerzas, camino hacia la puerta, evitando el techo que
cae, y casi llegamos a la puerta cuando algo duro me golpea en la espalda,
doblándome las rodillas. Me quedo quieto, corriendo solo por el subidón de
adrenalina mientras Katherine vuelve a gritar:
—¡Es mi purgatorio!
—¡Entonces malditamente arde en él! —Es todo lo que consigo decir antes
de llegar finalmente a las puertas. Oigo un fuerte estruendo y me doy la vuelta,
algo pesado cae sobre Katherine mientras el fuego consume su cuerpo.
Consigo llevarnos lo más lejos posible, dejándome caer de rodillas cuando
todos tragamos oxígeno mientras la lluvia cae a cántaros, empapándonos de
pies a cabeza mientras los autos de policía llegan uno a uno, junto con una
ambulancia.
—¿Estás bien? —le pregunto, acariciándole la cabeza y besándole toda la
cara—. ¿Estás bien, cariño?
—Sí —grazna, rodeándome el cuello con las manos y abrazándome—.
Estaba muy asustada. Tú me salvaste.
—Siempre estaré ahí para salvarte. —Un ligero mareo me asalta, el dolor
recorre todo mi cuero cabelludo, y Emmaline jadea horrorizada.
—Rafael. Sangre. —Me toca la nuca, y sangre fresca gotea de sus dedos ya
manchados de sangre—. ¿Qué pasó...?
Coloco mi boca sobre la suya, entrelazo nuestras lenguas y la beso tan fuerte,
vertiendo todo mi amor en ella para que nunca dude que todo lo que soy es
suyo.
Me encantaría besarla para siempre, respirar su olor y abrazarla para
asegurarme que está viva, pero el mareo no me deja.
Me inclino hacia atrás y le sonrío.
—Rafael. —Caigo de espaldas, el dolor es tan fuerte que ya no me doy
cuenta de lo que me rodea, y el mundo se vuelve mudo.
La boca de Emmaline se mueve, pero no oigo nada, y entonces aparece la
cara de Rhys. Sacude la cabeza y se gira hacia un lado, llamando a alguien.
Pero no me importa.
Érase una vez, pensé que una chica destruyó mi vida.
Me equivoqué.
Érase una vez una chica le dio sentido a mi vida.
Salvé a mi esposa.
Finalmente, después de veintisiete años... salvé a la persona que amo.
Lentamente, mis ojos se cierran mientras la oscuridad me adormece, y ni
siquiera puedo aferrarme a Emmaline, que solloza sobre mí.
Supongo que es verdad lo que la gente dice de mí.
Pase lo que pase, no te enamores del Rey del Desamor.
CAPÍTULO TREINTA Y DOS
“Llévame a la tierra donde los pecadores aman...”
Emmaline
Emmaline
Rafael
Los truenos resuenan en el cielo, las nubes oscuras anuncian la lluvia que se
avecina. Los pájaros graznan con fuerza, vuelan alto para escapar y agitan los
árboles en el proceso, haciendo que varias hojas caigan al suelo con pequeños
remolinos.
Sorbiendo mi café, doy la bienvenida al sabor amargo en mi lengua en esta
espaciosa mansión de tres plantas que compré hace casi cinco años cuando nos
mudamos a Boston e hicimos aquí nuestro hogar. Está situada en las afueras de
la ciudad y tiene un jardín enorme. Hemos recibido innumerables ofertas para
publicarla en revistas y las hemos rechazado todas.
Resulta que protegemos nuestra intimidad tanto como mis suegros.
Ah, este día de primavera no podría ser más perfecto aunque lo intentara.
Un fuerte golpe me saca de mis pensamientos y mi cabeza se dirige a la
puerta de la terraza. Una sonrisa se dibuja en mi boca al ver a dos pequeños
humanos parpadeando hacia mí y respirando con dificultad en el vidrio antes
de dibujar algo en él. Saludan y golpean de nuevo, murmurando algo para mí
que es silenciado por el estruendo del aire.
Dejo la taza de café en la mesa, camino descalzo hacia la puerta y la abro
justo a tiempo para que uno de ellos se ría cuando otro trueno sacude el cielo,
esta vez tan fuerte que chocan los cinco.
—¡Va a llover! —dice una bonita angel, frunciendo el ceño cuando el viento
que silba a nuestro alrededor agita su cabello oscuro hacia atrás junto con su
vestido rosa—. ¿Una tormenta? —pregunta esperanzada. Da una palmada de
emoción y sus ojos verdes se iluminan de ilusión.
Su hermano gemelo pone los ojos en blanco, se arrodilla para atarse las
zapatillas y dice:
—No. No toda lluvia significa tormenta, Perséfone. —Se levanta y la golpea
en la frente—. ¡Te lo dije!
Le aparta la mano de un manotazo.
—¿Cómo lo sabes?
—¡Porque hay una pequeña posibilidad que lo consigamos! —Señala al
cielo—. Las nubes no son tan oscuras como lo son durante la tormenta, y el
viento es más suave. —Hincha el pecho—. Lo leí en el libro.
—¿Qué libro?
—El libro sobre los diferentes climas del mundo.
—¿Lees un libro sin mí? —Golpea el suelo con el pie—. ¡Tenemos un pacto,
Killian!
Su hermano tiene la audacia de sonrojarse y baja la mirada.
—Estabas bailando y yo quería leer. —La fulmina con la mirada—. ¡Tú
también bailaste sin mí!
Se miran fijamente durante varios segundos y, finalmente, Perséfone
extiende su mano.
—¿Tregua? —Él coloca su mano sobre la de ella y se estrechan antes de
envolverse en un fuerte abrazo—. Te amo, Killian —susurra ella mientras se
mecen al compás del viento.
Sus brazos la rodean con fuerza y él le susurra:
—Yo también te amo, Perséfone. —Se giran hacia mí y ambos me abrazan
por cada lado, inclinando la cabeza hacia atrás y sonriéndome—. Nosotros
también te amamos, papá —añade mi hijo mientras mi hija asiente, temblando
un poco cuando otra ráfaga de viento nos golpea.
Mi corazón, que antaño sólo conocía la frialdad y la crueldad, se estremece
dentro de mi pecho cuando miro a mis hijos de cinco años, que se adoran con
locura y me recuerdan a Rush y a mí a su edad, cuando estábamos unidos por
la cadera.
Su reputación es estelar, y pasan la mayor parte del tiempo leyendo libros o
viendo documentales interesantes mientras mantienen largas discusiones. Su
profesora de guardería nos preguntó si podíamos poner a prueba su intelecto
porque el programa los aburre, y parecían ir por delante de todos los de su clase.
Lo cual no nos sorprendió mucho, teniendo en cuenta que han estado leyendo
sobre mitos antiguos y dándonos sus opiniones que me impresionaron incluso
a mí. Supongo que sacaron su mente de genios de su abuela.
—Papi, tenemos que bailar —susurra Perséfone, riéndose—. ¡Es una
tradición! —grita la última parte, buscando el efecto dramático que tanto le
gusta, mientras Killian se limita a negar con la cabeza. Es el más tranquilo de
los dos, y quizás por eso nos dio el susto de nuestra vida cuando se escondió
detrás de su hermana en el útero.
No habíamos planeado tener hijos en un futuro próximo. Emmaline quería
centrarse en su carrera, conquistar el mundo del ballet, y yo tampoco tenía prisa.
La idea de un pequeño ser humano tan vulnerable a la crueldad de los demás
me aterraba. Sabía que mis instintos autoritarios se pondrían en alerta máxima,
así que preferí esperar.
Sin embargo, al cabo de dos años, cuando por fin consiguió hacerse con su
papel de prima, tenía una lesión en la rodilla que cinco operaciones no pudieron
arreglar y, aunque le dijeron que podía bailar, las posibilidades que se
estropeara la rodilla hasta el punto de no poder caminar eran demasiado
grandes.
Tardamos algún tiempo en curar los sueños aplastados de Emmaline, hasta
que un día anunció que quería volver a la escuela para estudiar una carrera de
empresariales mientras enseñaba ballet a los más pequeños en una de las
escuelas de Boston. De algún modo, durante ese tiempo, cometimos una
imprudencia y nos quedamos embarazados.
Nunca olvidaré cuando oí el latido del corazón de mi hijo por primera vez...
todos mis instintos protectores se multiplicaron hasta el punto de asfixiar a
Emmaline con mi atención, cosa que a ella le hizo gracia.
—Somos bebés de tormenta, ¿sabes? —dice Killian, empujando de nuevo a
Perséfone—. Deberíamos saber cuándo hay tormenta sin tener que leer un libro.
—¿Por qué somos bebés tormenta?
—Porque hubo una tormenta cuando nacimos, duh.
—¡Oh!
Sí, fue una de las tormentas más fuertes que ha visto esta ciudad. Tenía el
corazón en un puño cuando nos dirigíamos al hospital porque Emmaline había
comenzado su labor de parto un mes antes de lo previsto.
Intencionadamente no intentamos comprobar el sexo del bebé y aún
recuerdo el asombro que sentí en el pecho cuando me pusieron a Perséfone en
los brazos, toda roja y mostrando sus sanos pulmones. Me volví a enamorar allí
mismo, acunándola cerca de mí.
Sólo para congelarme de terror cuando Emmaline gritó. Todas las
enfermeras y el médico saltaron a su alrededor e ignoraron mis preguntas hasta
que oí otro grito y nació Killian.
Un bebé inesperado, como lo llamaban, pero a la mierda con eso. También
era un bebé muy deseado, así que en cinco minutos perdí mi corazón para
siempre dos veces.
Empieza a llover, pequeñas gotas caen rápidamente, intensificándose por
segundos, y Perséfone salta.
—¡Papi! ¡Tradición! ¿Podemos?
Puede que tenga fama de hombre despiadado y sin piedad, pero para ellos
soy la luna y las estrellas, siendo siempre un héroe a sus ojos. Me olvido de
todo, deseando darles lo que quieran.
Mis hijos son las únicas personas en el mundo que pueden ganarme en
cualquier discusión, porque nunca me imagino siendo severo con ellos. Dicho
esto, sin embargo, tenemos límites.
—La tradición sólo funciona dos veces al año —le recuerdo, y ella frunce el
ceño, cruzándose de brazos—. Ya has usado una. ¿Estás segura que hoy quieres
salir a bailar bajo la lluvia? No podrás volver a hacerlo hasta el año que viene.
—Desvío mi atención hacia mi hijo, que se muerde el labio—. Tú decides. —
Alboroto sus oscuros mechones—. Perséfone ya ha agotado su oportunidad.
Como a los gemelos les encanta la idea de ser bebés de tormenta por la razón
que sea, les encanta bailar bajo la lluvia. Para controlarlo, se nos ocurrió darles
rienda suelta sólo dos veces al año, cuando hace calor. A pesar del viento, hace
calor y no hay peligro, así que es el tiempo perfecto para que se entreguen a su
actividad favorita.
Mi hija se abalanza sobre su gemelo, arrebatándolo de mi lado, y lo agarra
por sus hombros, suplicando:
—Por favor, Killian. ¿Por favor? —Lo sacude un poco—. Es posible que no
tengamos tan buen tiempo de nuevo.
Killian da un paso atrás y se pone la mano en la cadera.
—¿Cómo es que siempre hacemos lo que tú quieres que hagamos?
—¡Porque soy tu hermana mayor!
—¡Por dos minutos!
—¡Aún mayor!
—¡No cuenta! Somos gemelos.
—Tienen cinco segundos —les digo, sin interés en escuchar sus argumentos
que podrían ser interminables con su afición a discutir. Los temperamentos
King y Wright combinados crean un gran dolor de cabeza y entretenimiento.
Él le chasquea la lengua y ella se ríe.
—Bien. Pero yo elijo los cuentos que mamá nos lee antes de dormir durante
un mes.
—Trato hecho.
—Cuando vayamos a la isla a visitar al tío Rush y a la tía Aileen, yo haré de
pirata y tú serás la princesa que necesita ser rescatada.
—¡Pero siempre interpretas a un príncipe que necesita ser rescatado!
—¡Nunca me dejas ser pirata! —le responde y se produce otro
enfrentamiento.
Visitamos a mi hermano y a su familia dos veces al año, pasamos un mes en
la isla disfrutando del pequeño paraíso, pero a diferencia de ellos nosotros
preferimos la ciudad. Emmaline y yo vivimos para el ritmo salvaje y las cosas
siempre cambiantes.
A lo largo de los años he construido una buena relación con mis hermanos,
reparando lo que se había roto, y aunque nunca podremos recuperar los años ni
resucitar a nuestros padres para recuperar nuestra infancia feliz... estamos
juntos y vivos. Eso es lo único que importa.
Incluso empezamos una cosa anual, en la que nos reunimos en el aniversario
del matrimonio de nuestros padres y lo celebramos juntos, montando en barco
y reuniéndonos durante la puesta de sol en medio del océano. Creo que a
nuestros padres les habría encantado.
—¡Bien! Puedes quedártelo también. —Perséfone señala el jardín—. ¡Date
prisa, Killian! La lluvia podría terminar pronto. —A juzgar por cómo retumban
los truenos dos veces más, seguro que tienen una hora—. ¿Hay algo más?
Se lo piensa un poco más.
—¡Y yo decidiré adónde vamos la próxima vez que el tío Wyatt esté en la
ciudad!
Perséfone se queda boquiabierta.
—¡No!
Ahogo una carcajada ante esto porque Killian sabe dónde negociar con su
gemela teniendo en cuenta que las visitas de Wyatt son siempre lo mejor de sus
vidas. Los lleva a vivir locas aventuras por toda la ciudad y siempre tiene las
ideas más descabelladas que los niños adoran.
Por algo es su tío favorito.
—¡Bien! ¡Pero nada más! —Perséfone mueve el dedo—. O perderás lo que
has ganado. ¡El tío Ian está fuera de los límites! —Ella mueve el labio—.
Realmente lo extraño.
Ah, mi dulce ángel.
Me duele oír la angustia en su voz e incluso Killian la abraza mientras ambos
suspiran.
En comparación con todos sus tíos, rara vez ven a Ian por aquí.
Su castigo fue duro por lo ocurrido hace tantos años, y la mayoría de
nosotros no estaba de acuerdo con eso. Especialmente después de que logré
reincorporar a la chica en su universidad y que los Kings financiaran su beca.
Zachary cortó con Ian, su fondo fiduciario se dividió entre Emmaline y
Wyatt, e incluso tuvo que dejar los estudios porque no podía permitírselo. No
dejó que ninguno de nosotros lo ayudara y estuvo sin contacto durante unos dos
años. Su carácter melancólico no hizo más que empeorar con los años y viene
una vez al año durante tres días. Uno para sus padres, otro para nosotros y otro
para Wyatt.
No se nos escapa que tiene unas cuantas cicatrices por todo el cuerpo
cubiertas por varios tatuajes, pero su vida es ultra secreta. Nadie puede
preguntar algo. Haga lo que haga debe de ser bien pagado porque el año pasado
se hizo multimillonario. Es bastante peligroso y poderoso en ciertos círculos,
pero me lo guardo para mí.
Todo esto, combinado con la prolongada ausencia de Ian, provocó una
enorme ruptura entre Zachary y Wyatt. Él no podía perdonarlo, ya que una de
las estipulaciones de su fondo fiduciario era que nunca le diera dinero a Ian o
también se lo cortaría. Como resultado, Wyatt nunca utilizó un centavo de su
fondo fiduciario desde entonces, pidiéndome prestado dinero para terminar la
universidad mientras cambiaba de carrera y luego se le ocurrió una idea de
software que se vendió lo suficientemente bien como para convertirlo en
multimillonario también.
No hace falta decir que los Kings tienen un drama familiar para toda la vida
y que lidiar con toda esta mierda será doloroso y divertido en los próximos
años.
Especialmente teniendo en cuenta en quién pusieron la mira los gemelos.
Buena suerte a los dos.
—¡Está bien, está bien! No estés triste, Perséfone. —Killian le da palmaditas
en la espalda y entrelaza sus dedos, tirando de ella en dirección al jardín—.
¡Vamos a bailar bajo la lluvia! —Los dos me lanzan un beso y salen corriendo,
con los pies descalzos golpeando el concreto antes de saltar a la hierba y sus
risas resuenan en el aire cuando dan vueltas juntos, disfrutando de la lluvia que
cae sobre ellos.
—Se comportan como si la lluvia fuera su mejor amiga —susurra una voz
suave a mis espaldas, y mi cuerpo se pone rígido cuando ella coloca la palma
de su mano en mi espalda y la desliza por mi columna, mis músculos se
flexionan bajo su toque—. Culpo a tus genes por ello.
Presiona sus curvas contra mi espalda, las curvas que me vuelven loco cada
día mientras mi deseo por ella no hace más que crecer, la posesividad
despertándose en mi interior y deslizándose por mis venas, encendiendo mi
sangre.
Justo esta mañana, la desperté besando cada parte de su cuerpo,
disfrutando de sus gemidos y volviendo a reclamarla.
Mi mujer es mía.
—Ayer dijiste que se parecen a tu lado de la familia. Una mente brillante y
todo eso. —Me doy la vuelta despacio y me gano un grito ahogado al rodear su
cintura con el brazo, apretándola contra mi pecho mientras mi otra mano se
posa en su garganta y mi pulgar roza su pulso—. Decídete, cariño. —Levanto
la barbilla y muerdo su piel, rozándola con los dientes, mientras sus dedos se
envuelven en mi camisa, arrugándola.
—Su mente brillante procede de mi familia. ¿El amor por la aventura, las
tormentas y el océano? Eso viene de ti. —Su risa se transforma rápidamente en
un gemido cuando cierro mi boca sobre la suya, encerrándonos en un profundo
y ardiente beso, nuestras lenguas batiéndose en duelo la una contra la otra hasta
que inclina la cabeza hacia atrás, dándome mejor acceso para explorar.
No importa cuándo o cómo nos besemos, nuestros besos siempre comunican
una cosa.
Nuestro amor y necesidad mutuos son una adicción en sí mismos de la que
nunca queremos una cura porque vivir el uno sin el otro en este mundo es una
tortura y una tragedia en sí misma.
Nunca pensé que podría amar tanto a una mujer, mi corazón latiendo y
existiendo sólo para ella, donde ella es el centro de mi universo.
Una mujer cuya brújula moral difiere de la mía y que, sin embargo, me
acepta con los brazos abiertos, sin intentar nunca cambiar mi naturaleza, y eso
es un regalo que nadie me ha hecho antes que ella.
Mi esposa. Mi mujer. El amor de mi vida.
Todo lo que deseo ahora mismo es arrastrar a mi mujer a la superficie plana
más cercana y...
La risa de nuestros hijos atraviesa la niebla lujuriosa, recordándome lo que
nos rodea, y aparto la boca ante su quejumbrosa protesta. Me aferro con fuerza
a su garganta cuando apoyo la frente en la suya y ambos respiramos con
dificultad.
—Esta noche, cariño. Esta noche, te tomaré una y otra vez hasta que no nos
queden fuerzas —le susurro y la piel se le pone de gallina.
—Mis padres vienen mañana. —Sus palabras sirven como un balde de agua
fría a mi deseo y me inclino hacia atrás, frunciendo el ceño, haciéndola
sonreír—. Se quedan en el hotel y se llevan a los niños el fin de semana. Dicen
que echan de menos a sus nietos.
Comparto su diversión en esto porque los niños los llaman todos los días
para tener un montón de conversaciones sobre nada. Me impresiona la
paciencia que tienen los dos, pero adoran a los niños, y el sentimiento es mutuo.
Incluso planean pasar un largo verano en Europa con ellos este año.
Los niños también se relacionan con la familia de Sebastian. Como mis
padres están muertos, tienen otro par de abuelos para mimarlos. Aunque
Emmaline ya no llama papá a Sebastian, nuestros hijos lo llaman abuelito.
Abuelo lo reservan para Zachary.
—Bueno, cariño. Prepárate para ser follada en todas las habitaciones de esta
maldita casa. Puedes darles a todos un día libre —le advierto, y ella niega con
la cabeza, besándome—. Te amo, Emmaline.
Sus ojos se suavizan y pone su mano sobre la mía.
—Yo también te amo, Rafael.
Compartimos un beso más antes que los niños vuelvan corriendo hacia
nosotros y se abalancen sobre nosotros, riéndose porque mojaron nuestra ropa,
y mientras todos nos abrazamos con fuerza, doy las gracias por todas las
dificultades que han pasado en mi vida.
Porque todo me llevó a este momento, a esta felicidad, a esta mujer.
Érase una vez, me llamaban el Rey del Desamor.
Hizo falta una mujer especial para curar mi alma.
Y la amaré hasta mi último aliento.
AGRADECIMIENTOS
En primer lugar, quiero dar las gracias a Dios y a mi familia por permitirme
escribir y hacer posible este sueño. El apoyo significa mucho para mí, y
comprendo que a veces los vuelve locos, sobre todo cuando intento cumplir
mis plazos y parezco no estar disponible para ustedes. Pero los quiero y aprecio
todo lo que hacen por mí.
Este libro... me encantó escribirlo y espero que usted haya disfrutado
leyéndolo.
Gracias a Jenny Sims y Rumi Khan por editar mi libro.
Gracias a Hang Le, Wander Aguiar y Andrew Biernat por la fabulosa
portada.
Gracias Wildfire Marketing Solutions.
Gracias a mi grupo de lectores, ¡son increíbles!
Gracias a todos los blogueros por difundir King of Heartbreak y dejar
reseñas.
Y, por último, a todos los lectores que se arriesgaron en este viaje de amor
entre Rafael y Emmaline. Gracias a cada uno de ustedes.
Créditos
Diseño y Diagramación
Hada Anjana
Un Proyecto Traducido
Por: