Valles Capítulo 24

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C apítulo 2 4

LA ACCIÓN COLECTIVA:
(3) LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
¿Instrumentos o actores?
Al tratar de la comunicación política (IV.20) hemos subrayado la im­
portancia de los medios de comunicación de masas. ¿Es concebible la polí­
tica contemporánea sin contar con ellos? Basta un sencillo ejercicio de ima­
ginación para darse cuenta de lo extraño que nos resultaría un mundo polí­
tico sin prensa, sin radio o sin televisión. Los medios están continuamente
presentes: son los transmisores de la mayoría de mensajes que se entrecru­
zan en el escenario de la política. Con ello contribuyen a la identificación de
las cuestiones políticas, a la elaboración de propuestas alternativas de regu­
lación y al éxito o fi-acaso de su aceptación y aplicación.
• En la actualidad, estos medios ya no son simples instrumentos pasivos,
accesibles por igual a todos los miembros de la comunidad política. A me­
diados del siglo XIX era relativamente sencillo y poco costoso poner
en marcha un periódico diario: la mayoría de grupos o partidos políticos
—incluso de relevancia secundaria— contaban con él para divulgar sus
propuestas entre sus partidarios o simpatizantes. En esta situación, un
diario hacía las veces de boletín interno o de circular que se difundía entre
amigos y militantes y era financiado mediante la contribución de sus lec­
tores y de algunos donantes más generosos. En la actualidad, la gran in­
versión requerida para poner en marcha un medio de comunicación de di­
fusión general —sea prensa escrita o radiotelevisión— no está ya al alcan­
ce de los partidos políticos ni de algunos patrocinadores individuales: sólo
es rentable si produce resultados económicos mediante su venta masiva.
¿Qué venden los medios? Lo que los medios venden es, no sólo informa­
ción convertida en mercancía, sino —sobre todo— publicidad comercial.
Prácticamente todos los medios —con la excepción de algunas radiotelevi­
siones públicas— basan su financiación en la publicidad: así se explica la
lucha feroz —y a veces sin reglas— por extender la difusión y ampliar
la audiencia. Todo ello da a los medios un papel propio: dejan de ser sim­
ples canales de tríinsmisión y se convierten en actores del sistema poUtico.
380 LA POLÍTICA COMO PROCESO: (2 ) LOS ACTORES
Defienden los intereses de los grupos empresariales de que dependen y
elaboran estrategias particulares para hacerlo, ejerciendo su influencia
sobre los demás actores.

¿ U n debate im parcial ?

Entre 1978 y 1982, la prensa española prestó gran atención al monopolio


público de la televisión, heredado de la dictadura. Esta situación de mo­
nopolio era presentada casi siempre como un atentado a la libertad de ex­
presión y a la libertad de empresa, en contradicción con la letra y el espí­
ritu de la nueva constitución de 1978. La importancia del debate político
sobre este asunto en una democracia reciente estaba justificado. Pero la
posición de los grandes grupos de prensa privados no era únicamente
doctrinal: la mayor parte de ellos pretendían entrar en el negocio de la te­
levisión, una vez suprimido el monopolio. Los medios escritos no eran,
pues, simples canales de transmisión de una polémica política. Eran par­
tes interesadas en la cuestión, tal como se reveló cuando las nuevas ca­
denas privadas de televisión fueron impulsadas desde los diferentes gru­
pos propietarios de la prensa escrita.

• Es posible, pues, identificar tres posibles papeles que los medios han ido
acumulando y que representan en la actualidad en diferente medida. Los
tres papeles pueden identificarse como eco, comparsa y protagonista. En
algunos casos, los medios transmiten el eco —más o menos fiel— de los
mensajes emitidos por otros actores políticos: los dirigentes, las organi­
zaciones, los ciudadanos, etc. En otros casos, los medios acompañan
como comparsas a otros actores: apoyan o critican las posiciones de los
partidos, de los movimientos y organizaciones sociales, del gobiemo o de
la oposición, etc. Finalmente, los medios se convierten en protagonistas
cuando deciden desarrollar una estrategia propia en la escena política:
por ejemplo, promoviendo una campaña de oposición sistemática al go­
biemo o de apoyo permanente a algún partido o candidato con el que se
alian. Esta intervención directa puede tener objetivos políticos. O puede
estar relacionada con intereses económicos de la propiedad del medio:
un aumento de la audiencia o de la difusión a cualquier precio, una estra­
tegia empresarial de consolidación o de oposición a eventuales competi­
dores, etc.
No todos los medios asumen los tres papeles mencionados ni —cuando
lo hacen— los ejercen a la vez o con la misma intensidad. Pero en los tres
supuestos su influencia sobre el proceso político en las sociedades contem­
poráneas es de primera magnitud y no puede ser ignorado.
LA ACCIÓN colectiva : (3 ) LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN 381
El medio y el mensaje: ¿qué transmiten los medios de comimicación?
Un examen de los medios nos revela los diversos componentes de su
contenido. En un diario, en un programa de radio o en una emisión de tele­
visión aparecen generalmente elementos informativos y elementos de opi­
nión, que se dosifican de manera variada.
— Por un lado, los elementos informativos suministran datos sobre hechos
que se presuponen de interés para la opinión pública en general o para
alguno de sus sectores: «la inflación del mes anterior se ha situado en el
2,1 % anual»; «ha disminuido el número de accidentes mortales en ca­
rretera»; «se ha convocado una manifestación de protesta para el próxi­
mo martes», etc.
— Por otra parte, los elementos de opinión trasladan al público apreciacio­
nes o juicios que el medio —en sus editoriales o a través de los artículos de
sus colaboradores— formula sobre los hechos: «el discurso del líder de la
oposición no convenció», «la inversión presupuestada en obra pública es
insuficiente», «el déficit en materia escolar es inaceptable», «el gobiemo
de X sostiene una política agresiva contra sus vecinos», etc.
• Pero en el periodismo contemporáneo no siempre es sencillo distinguir la
información de la opinión: la selección de materiales disponibles, la aten­
ción relativa que se les presta, la titulación y la adjetivación que les acom­
paña casi siempre trasladan al destinatario una cierta valoración del su­
ceso y no una mera descripción del mismo. Es cierto que los medios
audiovisuales permiten transportar a domicilio y en tiempo real un acon­
tecimiento —una reunión, una declaración, una meda de prensa, una
guerra, un golpe de estado, etc.—. Su impacto reside en la apariencia ob­
jetiva de lo que se transmite: una imagen, una voz. Pero esta transmisión
—que quiere ser más objetiva que el relato escrito— también ha sido pre­
cedida de una selección y ha sido sometida a un tratamiento propio del
medio. En este tratamiento el impacto visual o sonoro predomina sobre
el análisis y el gesto personal se impone sobre los argumentos.
• Ello hace que la influencia de los medios audiovisuales se exprese doble­
mente. Por una parte, los medios seleccionan el material que ofrecen: «lo
que no aparece en televisión no existe», «quien no sale en la tele o en la
radio no cuenta». Pero, al mismo tiempo, la influencia menos explícita
—pero quizá más potente— de estos medios deriva de la manera median­
te la cual nos aproximan a los fenómenos políticos: simplificación de las
situaciones y de los conflictos, apelación a las emociones más que a los
argumentos, contraposición tajante entre «éstos» y «aquéllos», preferen­
cia por lo inusual y lo conflictivo.
Ello hace que las intervenciones de los demás actores políticos —orga­
nizaciones, ciudadanos, instituciones, líderes— se sometan con frecuen­
cia a las exigencias del medio: el continente —el medio— acaba determi­
nando el contenido —el mensaje—. Así, por ejemplo, los mítines electo­
rales y las intervenciones de los oradores políticos que participan en los
382 LA POLÍTICA COMO PROCESO: (2 ) LOS ACTORES
mismos se diseñan y programan de acuerdo con las condiciones y los ho­
rarios de los telediarios de las grandes cadenas de televisión. Incluso al­
gunas acciones militares recientes de Estados Unidos —durante la guerra
del Golfo ( 1991 ) o en Somalia ( 1992)— se han visto condicionadas por las
características del medio televisivo. Como se ha dicho, el medio se ha
convertido en el mensaje (MacLuhan): la transmisión del acontecimiento
llega a ser más importante que el acontecimiento mismo.
• Esta influencia del medio sobre el contenido explica también que las op­
ciones fK)líticas estén obligadas a encamarse en un rostro: el personaje
que abandera una propuesta política adquiere mayor relieve que el con­
tenido de la misma. Lo que importa a los medios es disponer de las decla­
raciones de un personaje, a menudo replicando las declaraciones de otro:
no son los hechos o las cuestiones lo que importa transmitir, sino las re­
acciones y contrarreacciones de los personajes políticos frente a dichos
hechos y cuestiones. También se refuerza hasta el límite la simplificación
y el esquematismo de los mensajes: en las campañas electorales televisa­
das de Estados Unidos se considera demasiado larga una frase que supe­
re los nueve segundos. Del mismo modo, los medios acentúan los antago­
nismos entre personajes y alternativas —el contraste entre «buenos» y
«malos»—, en lugar de prestar atención a las zonas de coincidencia.
Todo ello hace que en la mente de unos ciudadanos expuestos constan­
temente a los medios audiovisuales se constmya una determinada concep­
ción de la política: simple, emocional, caricaturesca, de confrontación per­
manente en tertulias o debates artificialmente provocados. Los medios con­
tribuyen a convertir la política en un espectáculo o «gran guiñol» y, acto se­
guido y rizando el rizo, se aprovechan de ello para ridiculizar el efecto de su
propia influencia mediante la difusión de secciones y programas humorís­
ticos.

L a «ESPECTACULARIZACIÓN» DE LA POLÍTICA

La conversión de la política en «espectáculo radiotelevisado» es el efecto


final de este proceso. «Puesto que las noticias se construyen cada vez
más para que se equiparen a los espectáculos de entretenimiento o a los
acontecimientos deportivos, su lógica también lo hace. Requiere drama,
suspense, conflicto, rivalidades, codicia, engaño, ganadores y perde­
dores y, si es posible, sexo y violencia...» (Castells, 1997). A los medios
«... les interesa el acontecimiento, no la condición subyacente; la perso­
na, no el grupo; el conflicto, no el consenso; el hecho que adelanta la no­
ticia, no el que la explica» (Gitlin, 1980, cit. por Castells, 1997).
LA ACCIÓN colectiva : (3 ) LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN 383
Medios de comunicación y poder político:
tensiones históricas y desarrollos actuales
Está claro, pues, que entre poder político y medios de comunicación se
ha dado siempre una relación íntima y a la vez cargada de tensiones. Todo
poder político ha visto siempre a los medios como instrumentos de control
y de intervención en las relaciones sociales: en otras palabras, como recur­
so para reforzar su legitimidad y erosionar la de sus contrincantes. Cuando
los púlpitos de los predicadores eran el medio de mayor —y casi exclusiva—
audiencia entre masas analfabetas, las monarquías se esforzaron por con­
trolar a las Iglesias. Desde hace medio siglo, cualquier intento de golpe de
estado prevé la toma inmediata de las emisoras de radio y televisión, cuya
importancia estratégica es igual o superior a la de los aeropuertos, las ins­
talaciones militares o los servicios públicos fundamentales (electricidad,
gas, teléfono, agua, transporte, etc.). En el desarrollo de la relación entre
poder y medios pueden señalarse etapas diferentes.
• La aparición de la prensa de masas coincide aproximadamente con la
construcción del estado liberal: la libertad de imprenta es una de las rei­
vindicaciones fundamentales de los liberales del siglo xix, en contraste
con el régimen de concesión regia para publicaciones impresas que se
daba en los regímenes absolutistas. En la primera etapa del estado libe­
ral, la puesta en marcha de un periódico solía ser iniciativa de los parti­
culares y de los partidos, aunque a veces fuera también promovida in­
directamente desde el gobiemo. Cuando este gobiemo era conservador
coartaba la libre expresión de los medios, suspendiendo temporalmente
el derecho a la libertad de prensa, introduciendo la censura o aphcando
medidas sancionadoras, incluida la prisión por los llamados «delitos de
imprenta». Cuando gobemaban los liberales se ampliaba la esfera de la li­
bertad de expresión. Pero no era raro que el gobiemo intentara influir so­
bre los medios mediante la presión, la compra o el sobomo de directores
o periodistas, con el fin de que apoyaran la política gubemamental. Pro­
gresivamente, una gran parte de la prensa escrita se fue haciendo más de­
pendiente de la publicidad que insertaba que no de otras fuentes de fi­
nanciación. La relación entre medios y gmpos con capacidad de compra
de publicidad empezó entonces a tener importancia, no sólo económica,
sino también política.
• En el momento en que se intuyeron las posibilidades políticas de los me­
dios electrónicos de comunicación —radio y televisión—, los gobiemos
organizaron sus propios centros emisores en lugar de dejar el campo libre
a la iniciativa privada. A partir de los años treinta del siglo xx, el estado in­
tervino directamente en este ámbito. ¿De qué modo se ha producido esta
intervención? Por una parte, el estado se reservó el derecho a conceder a
los particulares la autorización para emitir por radio o por televisión. Por
otra, creó emisoras públicas que con frecuencia ocuparon una posición
monopolística. Desde entonces es constante el debate político en tomo al
grado de independencia y neutralidad que los gobiemos de tumo conce­
384 LA POLÍTICA COMO PROCESO: (2 ) LOS ACTORES
den a los medios de titularidad pública. Las situaciones difieren según los
países. En algunos casos, los medios de titularidad pública no son contro­
lados por los gobiemos, ni por los parlamentos: se confi'an a la tutela de las
instituciones sociales —sindicatos. Iglesias, asociaciones culturales, etc.—
o de consejos integrados por personalidades independientes, que oft-ecen
en principio una mejor garantía de pluralismo. Así ocurre en Gran Breta­
ña, Países Bajos, Alemania Federal, países escandinavos, etc. En otros ca­
sos, estos medios de titularidad pública quedan más estrechamente uni­
dos a la mayoría política del momento, provocando por tanto la crítica
permanente de la oposición por su presunta parcialidad a favor del go­
biemo: es el caso de Francia, Italia, España, etc.
• ¿Qué cambios se han producido en estos últimos años? Las últimas déca­
das del siglo XX han contemplado una intensa modificación del panora­
ma, debido a las posibilidades técnicas y económicas ofrecidas por las
nuevas tecnologías de la comunicación. En gran parte de los países de­
mocráticos, se ha producido una notable concentración de la propiedad
de la prensa escrita cuya difusión se estanca o desciende. La publicidad,
como se ha dicho, se ha convertido en su principal ingreso. En lo que res­
pecta a los medios electrónicos —radio y televisión—, la propiedad priva­
da se hace con ellos, ya sea porque aumenta el número de autorizaciones
estatales, ya sea porque los estados «privatizan» los medios de titularidad
pública y los ceden a los grandes gmpos económicos, muchos de ellos
con conexiones intemacionales. En cierto modo, este proceso significa
un reconocimiento de la incapacidad del poder político para limitar la di­
fusión de emisiones, que la transmisión por satélite sitúa fuera del alcan­
ce estatal.
• Finalmente y como hemos señalado, la irmpción de Intemet como un ci-
berespacio de contacto ilimitado ha significado una nueva transforma­
ción en las relaciones entre política y comunicación. Millones de ciu­
dadanos —si tienen acceso a la red— pueden convertirse en habituales
interlocutores potenciales de este ciberespacio. Pero en él se sitúan tam­
bién los agentes políticos organizados (institucionales, partidos, gmpos
de interés, movimientos sociales). Y, finalmente, lo ocupan los medios de
comunicación de masas, tanto los convencionales (prensa, radio, tv, pu­
blicidad, etc.), como los que han nacido ya en soporte electrónico (prensa
y radio digital, webs corporativas, etc.). Se ha producido en los últimos
años un proceso de concentración en la propiedad de dichos medios. Han
aparecido los grandes conglomerados mediáticos, capaces de controlar
los flujos principaJes en el intercambio de mensajes de todo tipo. Dichos
gmpos integran medios escritos y audiovisuales, pero también buscado­
res en la red, editoriales, productoras cinematográficas y musicales, dis­
tribuidoras de vídeo, centros de ocio, etc. Su peso económico y su in­
fluencia política superan en mucho la de los grandes diarios tradicionales
y abren nuevos interrogantes sobre la capacidad de la sociedad para re­
clamar un uso responsable y transparente de su enorme poder.
LA ACCIÓN colectiva : (3 ) LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN 385

D el q u io s c o de pr en sa a las plataformas digitales

Los mensajes políticos —tanto los explícitos como los que se contienen
en productos de diversión y ocio— se difunden hoy gracias a las facilida­
des que proporcionan los formatos digitales. Se condensan, almacenan y
distribuyen de manera prácticamente ilimitada. Ésta es la actividad de los
grandes grupos de la comunicación de masas que a menudo se ocupan
de todo el ciclo: producción y acumulación digital de textos, imágenes y
sonidos para encargarse de su posterior distribución; edición, prensa,
cine, radio, televisión, internet, publicidad. Son muy pocos los miembros
de este selecto club empresarial de la comunicación mundial. Los más
importantes son;

— AOL-Time Warner: AOL, CompuServe, Netscape, Time-Life, W arner


Bros Studios, Columbia, Time-Life Books, Time Magazine, Fortune,
Sports Illustrated, Cartoon Network, TNT, etc.
— News Corporation: TwenWeXh Century Fox, Fox TV, British Sky Corpo­
ration, Harper-Collins, The Times, The Sun, The New York Post, etc.
— Walt Disney: ABC Television, Walt Disney Pictures, The Disney Chan­
nel, Miramax Pictures, Buena Vista Home, Parques temáticos Dis­
ney, etc.
— Viacom: CBS, MTV, Simon & Schuster, Paramount Pictures, Block­
buster Video, Parques temáticos Paramount, etc.
— ComCast: ComCast Cable, ATT Cable, Golf Channel, etc.
— Vivendi Universal: Universal Studios, Universal Televisión, Universal
Records, Canal Plus Europa, MCA Records, Polygram, Decca, Ha­
vas, etc.

Democracia contemporánea y medios de comunicación:


nuevos problemas
En una perspectiva histórica, la relación entre medios y poder siempre
ha diferenciado a las monocracias de las democracias. En las monocracias,
el poder político se propone poner a su servicio cualquier instrumento de
comunicación. Para ello recurre al monopolio de los medios públicos y a la
fiscalización directa de los privados mediante personal de su confianza po­
lítica, a la censura gubernativa previa o a las amenazas directas a sus titula­
res y profesionales. La función de los medios en estos sistemas está básica­
mente limitada a la propaganda y al adoctrinamiento ideológico de la po­
blación.
En las poliarquías o democracias, el poder político —con más o menos
rigor— está comprometido a respetar la libertad de prensa en todas sus ma­
nifestaciones: renuncia a controlar los medios de comunicación y protege
en principio el derecho de todos a disponer de dichos medios y a acceder a
los mismos. Pero no se ha ¿dejado de ellos. Ya vimos (cfr. III. 14) que el de­
clive de los parlamentos ha ido convirtiendo a los medios en el escenario
386 LA POLÍTICA COMO PROCESO: (2 ) LOS ACTORES
fundamental de la controversia política: el gobiemo los usa para exponer
sus argumentos y la oposición los emplea para formular sus críticas. Uno y
otra se esfuerzan, por tanto, para que los medios se adapten a sus conve­
niencias.
Pero en el mundo de hoy y allí donde predominan las grandes concen­
traciones de poder mediático, el sentido de esta estrecha relación entre po­
der y medios se ha alterado. Con frecuencia son ahora los medios —o algu­
nos medios— los que son capaces de poner a su servicio al poder político. La
llamada «mediocracia» puede llegar a marcar la agenda del proceso político:
seleccionando los asuntos a los que los demás actores se ven obligados a
prestar atención, establecen la llamada agenda política. Favorecen determi­
nadas formas de abordar dichos asuntos y prescinden de otras. Pueden po­
tenciar a determinados partidos y dirigentes y pueden ignorar o disminuir a
los demás. Pueden resaltar exclusivamente los aciertos de unos y los errores
de otros, presentando una pintura en blanco y negro de la escena política
y de sus personajes principales. Hace algo más de medio siglo. Orwell advir­
tió —en una novela de política-ficción titulada 1984— que el poder político
usaría los medios de comunicación para convertirse en un Big Brother omni­
presente, capaz de orientar mentes y opiniones y controlar todas las relacio­
nes sociales. Sin embargo, a finales del siglo xx, la situación se ha invertido:
el temor actual es que sean los gmpos que controlan los medios de comuni­
cación —con su capacidad económica, publicitaria y de sugestión— los que
manipulen a los poderes políticos y los sometan a su dictado.
• ¿Qué justifica este temor? La irmpción de las nuevas tecnologías digita­
les —que permiten almacenar, manipular y difundir gran cantidad de da­
tos de cualquier origen— impulsa a la combinación de medios hasta aho­
ra separados: edición de prensa y libros, radio, televisión, cine, música,
teléfono, etc. Todo ello privilegia a quienes tienen mayor capacidad de in­
versión y conduce a la concentración del control de los medios en unos
pocos gmpos —no más de siete a escala mundial según recientes estima­
ciones—, con ramificaciones que se extienden por todo el planeta. En es­
tos gmpos participan tanto los productores de los contenidos, como quie­
nes suministran la tecnología para difundirlos: es decir, asocian empresa­
rialmente a Disney o a la CNN, por un lado, con Microsoft e Intel, por
otro. Los contenidos disponibles y los medios para su difusión mundial
quedan, pues, en pocas manos. Y de ahí la paradoja de que la aparente
multiplicación de oferta mediática acabe presentándonos con frecuencia
la misma selección de noticias e incluso la misma selección de imágenes.
• Algunos sostienen, en cambio, que los nuevos medios conectados a la red
global de comunicaciones favorecen un flujo constante de informaciones
en todas las direcciones, y no sólo «de arriba abajo» como sucedía con los
medios tradicionales. Y, aunque grandes sectores de la población siguen
marginados de esta red, se han dado ya algunas situaciones en las que las
nuevas tecnologías han permitido una cierta movilización «de abajo arri­
ba», incluso en sistemas autoritarios. Así, opositores y exiliados de Chia­
pas (México), Malaysia, Indonesia, Myanmar o Tlmor Oriental han recu­
LA ACCIÓN colectiva : (3 ) LOS m e d io s d e co m u n ica ció n 387
rrido recientemente a la red para protestar contra la política de los go­
biemos de sus países, mediante la organización de páginas web y el uso
del correo electrónico.
Por otra parte, constituiría también una simplificación excesiva otor­
gar a los grandes gmpos mediáticos un poder irresistible. Tanto en los
sistemas democráticos, como en los dictatoriales, los medios de comu­
nicación se enft'entan con otros actores políticos, en una tensión per­
manente que se resuelve de modo diferente según los momentos y las
circunstancias de cada sociedad. En esta tensión, la concentración de
medios ha modificado los equilibrios anteriores. Y ha obligado a las or­
ganizaciones sociales, a las instituciones públicas y a los propios ciuda­
danos a buscar otros instmmentos de compensación: por ejemplo, cons­
tituyendo asociaciones de usuarios de los medios o creando órganos o
consejos independientes de vigilancia y supervisión de su actuación.
Todo ello revela que en las democracias actuales sigue planteado el
problema de conciliar dos exigencias: por un lado, las libertades de infor­
mación y de expresión a las que tienen derecho los ciudadanos y, por otro,
los requisitos de veracidad y de responsabilidad que deben satisfacer los
medios de comunicación, especialmente cuando se han erigido en actores
políticos de primera magnitud.

G r u po s m ed iátic o s e influencia po lítica

1991. La conexión económico-pol ítico-mediática se desarrolló con gran


fuerza en la Rusia poscomunista. A partir de 1991, la presidencia
de Boris Eltsin emprendió una abrupta transición al capitalismo
con el apoyo de un sistema político claramente autoritario. El po­
der político y económico cayó en manos de los llamados «nuevos
oligarcas», personajes que han combinado el control de bancos y
empresas energéticas e industriales con la adquisición de medios
de comunicación —prensa y televisión— . Según los analistas,
siete grandes grupos se distribuyeron una influencia política deci­
siva durante la presidencia de Eltsin. Posteriormente, la accesión
a la presidencia de Boris Putin (1999) comportó un cierto debilita­
miento de la posición de dichos grupos, obligados a pactar con el
gobierno bajo la amenaza de represión política.
1994. Silvio Berlusconi (Italia, 1936) —promotor inmobiliario, financiero,
propietario de la más poderosa empresa publicitaria de su país, de
varias cadenas privadas de televisión y del club de fútbol más im­
portante de Italia— , constituyó en pocos meses una formación po­
lítica con un nombre de inspiración deportiva: Forza Italia. Con el
apoyo de su red publicitaria y de sus canales de televisión, sin gran
contenido programático y sin experiencia política previa, este «par­
tido-empresa» participó en las elecciones parlamentarias del mis­
mo año. Como dirigente del partido más votado, presidió un got)ier-
388 LA POLÍTICA COMO PROCESO: (2 ) LOS ACTORES
no de centro-derecha entre abril y diciembre de 1994. Su posición
en el ejecutivo le permitió añadir a los medios de comunicación de
que era propietario una influencia directa sobre los medios de co­
municación de titularidad pública. En 2001, fue nuevamente desig­
nado presidente del gobierno, pese a los conflictos de intereses y
procesos judiciales abiertos contra él mismo y sus colaboradores.
1997. Rupert Murdoch (Australia, 1931) heredó en 1954 dos pequeños
periódicos locales. Los transformó en éxitos comerciales recurrien­
do a un contenido abundante en escándalos, crímenes, sexo y de­
portes. Sobre esta base económica adquirió importantes diarios y
revistas, emisoras de radio y televisión terrestre y por cable, la pro­
ductora cinematográfica Twenty-Century Fox y varias editoriales.
Asociando medios de comunicación tradicionales, deporte comer­
cial — Murdoch es también propietario del Manchester United, el
principal club de fútbol inglés— , su imperio se ha ido extendiendo al
mundo digital, constituyendo la News Corporation. Su papel político
es manifiesto. La posición beligerante conservadora de sus diarios
en Gran Bretaña favoreció abiertamente a los gobiemos de la seño­
ra Thatcher, hasta que en 1997 se inclinaron por el Nuevo Laboris­
mo de Tony Blair y le dieron apoyo durante la campaña electoral
que le llevó al gobierno. En 2003, la invasión de Irak y la política del
Presidente G. W. Bush contó con Fox-TV como aliado declarado.
1997. El gobierno español del Partido Popular, presidido por José M.
Aznar, decretó la privatización total del monopolio de Telefónica,
cuyo presidente había sido nombrado por el propio Gobierno Az­
nar. Telefónica decidió inmediatamente adquirir una importante
cadena de televisión —Antena 3— y varias emisoras de radio.
A continuación. Telefónica puso en marcha un canal de televisión
digital por satélite para competir con Canal Plus, controlado por el
Grupo Prisa, propietario del diario madrileño El País, de una ca­
dena de radio — la Ser— y de varias marcas editoriales. Prisa,
políticamente orientada hacia el centro-izquierda, y Telefónica,
favorable al gobierno conservador de Aznar, han competido des­
de entonces, no sólo en el terreno comercial, sino también en el
de la influencia política.
2003. Durante la segunda guerra del Golfo, la cobertura informativa de la
invasión de Irak fue muy reducida. Por decisión del gobierno del
presidente Bush, los medios de comunicación no pudieron acce­
der directamente al campo de batalla ni disponer de imágenes
para su transmisión. Sólo alguna cadena televisiva de orientación
conservadora que había dado su apoyo incondicional a la contro­
vertida decisión del presidente Bush de invadir Irak recibió la auto­
rización del gobierno estadounidense para realizar un seguimien­
to controlado del conflicto. De esta manera, se intercambiaba apo­
yo político por tratamiento favorable del desarrollo de la guerra.

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