Tipos de Procratinacionterminado 11

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TIPOS DE PROCRATINACION

Hay quien opina que la procrastinación, el aplazamiento de una tarea, es una


‘ladrona de tiempo’ que hace, por ejemplo, dar al traste con los propósitos que
muchos fijan al comienzo de cada año. Las personas difieren en su capacidad
para iniciar mecanismos de autocontrol emocional, que resultan de la lucha
entre razón y emoción. Cuando la emoción vence, procrastinamos.

Investigadores de la Ruhr-Universität Bochum analizaron por qué ciertas


personas tienden a posponer las tareas en lugar de abordarlas directamente.
Usando imágenes de resonancia magnética, identificaron dos áreas del cerebro
cuyo volumen y conectividad funcional están vinculados a la capacidad de una
persona para controlar sus acciones. Los resultados fueron publicados en
Psychological Science.

Los biopsicólogos evaluaron el volumen de regiones cerebrales y la


conectividad entre ellas. Además, los participantes completaron una encuesta
que medía su capacidad para ejecutar acciones de control. Los resultados: las
personas con control deficiente de la acción tenían una amígdala más grande y
la conexión funcional entre la amígdala y la corteza cingulada anterior dorsal
era menos pronunciada.

La función principal de la amígdala es evaluar situaciones con respecto a sus


respectivos resultados. La corteza cingulada dorsal utiliza esta información
para seleccionar las acciones que se van a poner en práctica y asegura que la
acción se pueda completar con éxito. Pero si la interacción entre ambas se ve
afectada, el control de la acción ya no se puede ejecutar con éxito, según la
investigación.

Conviene recordar que procrastinar no es sinónimo de holgazanería o pereza,


sino que consiste en llevar a cabo tareas sustitutivas de forma consecutiva para
no acometer un proyecto en cuestión. Se trata de “aplazar para otro momento
alguna tarea que tenemos pendiente y sustituirla por otra u otras que nos
resultan más gratificantes”, según explica Aldara Martitegui en Si quieres dejar
de procrastinar, esto es lo que tienes que hacer.

Este mal hábito afecta de forma crónica al 20% de los


adultos estadounidenses, según Joseph Ferrari, autor de Procrastination and
Task Avoidance. Es más, en términos generales, pasamos alrededor de 218
minutos al día, que suman 55 días al año, haciendo cosas que realmente no
son importantes, según una encuesta publicada en el artículo How to Stop
Procrastinating – Now.

Como señala Matt Brauning en 3 Ways To Cure Procrastination, “mantenerse


ocupado todo el tiempo no equivale a productividad; aprendí que, en algunos
casos, esto puede significar lo contrario porque estás evitando tareas más
importantes”.

¿Qué nos lleva a esta dilación constante y, sobre todo, cómo podemos vencer
la procrastinación? Según los autores de It’s About Time!: The Six Styles of
Procrastination and How to Overcome Them, Linda Sapadin y Jack
Maguire, existen seis tipos de procrastinadores en base a las razones que
motivan esta actitud:

 Perfeccionistas. Este tipo de procrastinadores están preocupados por no


cumplir con las altas expectativas que ellos mismos se han fijado, por lo
que, por mucho que trabajen su objetivo, nunca están lo suficientemente
satisfechos con el resultado como para darlo por terminado.
 Soñadores. En este caso, las personas son muy hábiles planeando
cómo serán las cosas, pero sienten frustración cuando deben ponerse
manos a la obra para ejecutar lo que han planificado, confiando en que
su optimismo les llevará a buen puerto.
 Preocupados. Al contrario que el supuesto anterior, esta categoría se
refiere a aquellos que están constantemente con un “¿Y si…?” en su
mente,| una actitud insegura, negativa y temerosa que los bloquea y les
impide hacer frente a nuevos retos o tomar decisiones.
 Generadores de crisis. A este grupo de procrastinadores les encanta la
adrenalina, así que dejan todo para el último momento, amparándose en
la idea de que trabajan mejor bajo presión.
 Desafiantes. Tanto si es de forma pasivo-agresiva, como de manera
explícita, estos profesionales dejan correr el tiempo como protesta por
los plazos y las expectativas externas.
 Sobrecargados. Son aquellos trabajadores que nunca dicen no,
asumiendo una carga de trabajo excesiva que les impide cumplir con los
plazos.

En una charla por Youtube que recientemente superó 170.000 visitas, en la que
Pychlyl imparte consejos a estudiantes sobre cómo dejar de procrastinar,
señala que dejar algo para después afecta las calificaciones, la salud mental y
física y aumenta el índice de abandono escolar.

Los profesores sufren del mismo mal, como atestigua la cantidad de entradas
en Twitter hablando de la batalla entre calificar exámenes y ver series de
televisión, y sobre lo que se conoce como la "culpa del escritor": la sensación
de que eres egoísta, idealista e irresponsable por ponerte a escribir cuando
podrías estar haciendo algo más rentable y práctico con tu tiempo.

Y con más gente estudiando online, el problema es más grande que antes.
Ahora, con sólo un clic, puedes reemplazar el ensayo que estás
escribiendo con un video de un gato estornudando o el álbum de fotos de tu
exnovia y su nueva pareja en vacaciones.

Para Pychyl, procrastinación es tomar la decisión de no hacer algo a pesar de


que sabes que a largo plazo será peor.

Aclara que no es lo mismo que atrasar intencionalmente algo, y que no es un


asunto de manejo de tiempo, sino una incapacidad de controlar nuestras
emociones e impulsos.
"Cuando procrastinamos, estamos tratando de mejorar nuestro estado de
ánimo evitando hacer algo que nos parece desagradable", señala.

"Es parecido a emborracharse o comer para consolarse: es una estrategia que


nos hace sentir mejor al distraernos con un placer de corto plazo y
olvidándonos del problema".

A través de la literatura se puede distinguir dos tipos de concepto relacionados


a la procrastinación: General y Académica, que se desarrollará en el siguiente
apartado. Procrastinación: Revisión Teórica 369 Procrastinación general La
procrastinación es un constructo de varios significados, ya que presenta
múltiples definiciones según el enfoque teórico del estudio. Para Ferrari et al.
(1995), la procrastinación general es el hecho de posponer una tarea de poco
interés que genera malestar subjetivo; también, este tipo de procrastinación es
considerado por la preferencia de establecer relaciones sociales que el enfoque
a sus tareas académicas. De esta manera, el procrastinador es aquel que sabe
lo que quiere hacer, pero que en realidad no lo hace, y demora en realizar las
tareas que deben ser completadas en un periodo de tiempo (Ferrari et al., 1995
y Angarita, 2012). Ferrari y colaboradores (1995) proponen siete tipos referidos
a la procrastinación académica:

a) Perfeccionista, quién aplaza las tareas por incumplimiento de estándares


personales;

b) Soñador, prefiere divagar en fantasías

c) Preocupado, temeroso de las consecuencias, pero no se involucra

d) Generador de crisis, quien disfruta de la interacción social sin desarrollar


las actividades

e) Desafiante, responsabiliza a otros de forma impulsiva

f) Ocupado, quien atiende varias tareas a la vez y no termina

g) Relajado, aquel que evita situaciones que le generen estrés y


compromiso (Ferrari et al.,1995; Natividad, 2014).

Asimismo, se ha observado que estudiantes procrastinadores inician sus


estudios con retraso por la discordancia de su conducta o hábitos de estudio
(Milgram, Sroloff y Rosenbaum, 1988 citado por Steel, 2007, p. 68), en
consecuencia, estos sujetos prefieren abarcar su tiempo en actividades
sociales que escolares, cuya consecuencia son altos niveles de ansiedad y
preocupación, pero no necesariamente trae consecuencias negativas ya que
finalmente se llegan a cumplir (Álvarez, 2010). Procrastinación académica Es
definida como la tendencia a dejar de lado las actividades hasta una futura
fecha, los implicados en presentar problemas de este tipo son los estudiantes
(Ellis y Knaus, 2002); cuya consecuencia es un bajo rendimiento académico y
deserción escolar (Semb, Glick y Spence, 1979 citado en Steel, 2007, p. 69);
además, Rothblum, Solomon y Murakami (1986) mencionan que la
procrastinación académica implica un alto nivel de ansiedad debido a la
persistente demora en las tareas académicas; mientras que Johnson y Bloom
(1995 citado por Balkis y Duru, 2009, p. 20) presentan dos diferentes líneas de
investigación para definir a la procrastinación, una de ellas es la
responsabilidad en el cumplimiento de tareas y la otra relacionada a las
características de su personalidad. Ferrari e investigadores (1995), explican
que la procrastinación académica es la demora voluntaria para realizar las
responsabilidades académicas, a pesar que la intención de los estudiantes fue
de realizar una actividad académica dentro del plazo establecido (Klassen,
Krawch, Lynch y Rajani, 2007 citado por Quant y Sánchez, 2012, p. 53). Por
otra parte, Quant y Sánchez (2012) manifiestan que en el área educativa “las
personas dejan de hacer sus actividades académicas cuando la fecha de
entrega está muy cerca, de igual forma suelen realizar muy pocas actividades y
evitan Candy Atalaya y Lupe García 370 asumir responsabilidades en el trabajo
de grupo” (p. 52), pues el estudiante tiene la idea errónea sobre que la presión
impulsa un desarrollo óptimo en sus trabajos. Rothblum, Solomon y Murakami
(1986) definen la procrastinación académica como “la tendencia a aplazar
siempre o casi siempre una actividad académica, y siempre o casi siempre
experimentar ansiedad asociada a la procrastinación” (p. 390); asimismo, se
evidencian dos dimensiones de la procrastinación académica: a)
autorregulación académica, que mide el nivel cómo los estudiantes regulan y
controlan sus pensamientos, motivaciones y conductas, a través, de un
proceso activo y constructivo de respuestas, dirigidas a la consecución de
metas en el aprendizaje (Álvarez, 2010, p. 166; Valle, 2017); y b) postergación
de actividades, que mide el grado en que los estudiantes retrasan o posponen
las tareas académicas, sustituyendo las actividades por otras más agradables
que no demanden mucho esfuerzo, y por lo general origina una insatisfacción o
malestar subjetivo (Álvarez, 2010, p. 166; Dominguez y Centeno, 2014, p. 13)

Pocos estudios tratan conjuntamente la edad y la procrastinación. Algunos de


ellos indican que es más probable encontrar procrastinadores en los grupos de
edad más jóvenes, posiblemente porque las personas superan esta tendencia
a posponer injustificadamente a medida que se hacen mayores y ganan control
sobre si mismos. Ya Van Eerde (2003) y Steel (2007) por ejemplo, demostraron
una relación negativa entre la edad y la procrastinación, donde los niveles de
demora disminuían a medida que los individuos crecían; también, algún trabajo
más reciente ha confirmado esta tendencia (Blouin-Hudon & Pychyl, 2015). Por
el contrario, otro estudio ha señalado que no hay relación alguna entre la edad
y la procrastinación académica (Lowinger, He, Lin, & Chang, 2014), mientras
que otro ha demostrado justamente el efecto contrario al encontrado
inicialmente, o sea que los alumnos universitarios de más edad, pueden
manifestar, en ciertos casos, una mayor inclinación a la procrastinación en sus
estudios (Rabin et al., 2011). En consecuencia, esta relación entre la edad y la
demora es, en la actualidad, controvertida, ya que, además, se intrinca
inevitablemente con el año académico que los alumnos están cursando.

En este sentido, cabe citar el trabajo de Clariana, Gotzens, Badia y Cladellas


(2012), que pone en evidencia la dilación innecesaria en relación al curso
académico presenta una forma de U invertida, pues los alumnos tienden a
procrastinar menos en niveles educativos inferiores, durante la educación
secundaria obligatoria, aumentan esta tendencia en el bachillerato y el primer
año de universidad, y vuelven a moderarla en los últimos años antes de
obtener el grado universitario. Así, aunque este estudio no controló la edad sino
el curso académico, cabe pensar que para la mayoría de alumnos los niveles
más altos de demora injustificada se manifiestan de los 17 a los 20 años, para
luego disminuir a partir de esta edad (Clariana et al, 2012).

Respecto al mismo tema, Rosario et al. (2009), analizaron la relación entre la


procrastinación académica y variables personales y familiares, entre ellas, el
curso académico de los alumnos. Estos expertos encontraron diferencias
estadísticamente significativas en el nivel de procrastinación entre los tres
cursos escolares de la educación secundaria que evaluaron, demostrando la
existencia de una relación positiva entre la procrastinación y el curso escolar.
Los autores argumentan que este incremento de la procrastinación en los
alumnos de los últimos cursos de la secundaria, puede ser debido a que se han
acostumbrado al sistema de enseñanza y están más familiarizados con el
entorno escolar y que, por tanto, su nivel de alerta y compromiso con las tareas
instruccionales disminuye en lugar de aumentar.

Sin embargo, hay que poner de relieve que estos resultados solo se refieren a
alumnos de séptimo a noveno curso de la educación secundaria obligatoria
portuguesa, que tienen edades comprendidas entre 12 y 15 años, por lo que
difícilmente se pueden comparar a los trabajos expuestos hasta ahora, todos
ellos llevados a cabo con alumnos mayores. En cuanto a los hábitos de demora
innecesaria en los estudios en niños más pequeños, antes de los 12 años, se
han encontrado muy pocas referencias en este sentido, quizás por la dificultad
de explorar con éxito la procrastinación académica en edades más tempranas.
En este sentido, los estudios analizados suelen empezar en la educación
secundaria, y no hacen mención de lo que sucede antes de esta etapa.

Como una excepción quizás se puede mencionar el trabajo llevado a cabo por
Clariana Cladellas, Gotzens, Badia y Dezcallar (2014), que muestra que los
alumnos varones de educación primaria —de 6 a 12 años— que practican
actividades extraescolares de deporte y las alumnas de la misma etapa
educativa que hacen extraescolares de artes y música, procrastinan
significativamente menos que sus pares que no realizan este tipo de
actividades fuera de la escuela. El trabajo hipotetiza que tener el día más lleno
—hasta cierto punto: como máximo tres horas de extraescolares a la semana—
obliga a organizar mejor el tiempo y las tareas, y es un precedente para
doblegar con más 50 DEPARTAMENTO DE PSICOLOGÍA FACULTAD DE
CIENCIAS HUMANAS UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA ANNA
RODRÍGUEZ & MERCÈ CLARIANA fortuna la tendencia a la demora y el
descontrol en etapas educativas posteriores. Complementariamente, se puede
añadir que este estudio de la procrastinación académica mayormente realizado
con adolescentes puede ser debido a que, como hemos dicho, la demora se
relaciona inversamente con funciones cognitivas tales como la metacognición
(Howell & Watson, 2007), la autorregulación (Blouin-Hudon & Pychyl, 2015;
Ferrari & Emmons, 1995), el control del tiempo (Green, Fry, & Myerson, 1994) y
la consciencia (Clariana, 2013).
Como es sabido, estas características suelen desarrollarse a partir de la
adolescencia y con la aparición del pensamiento formal, lo que hace bastante
inviable estudiarlas en la infancia. Esto podría explicar por qué los
investigadores tienden a centrar sus análisis en estudiantes a partir de la
adolescencia, en otras palabras, a partir de la educación secundaria. La misma
razón se podría aducir para explicar por qué los alumnos de más edad
procrastinan menos que los más jóvenes, que no han tenido tanto tiempo y
ocasiones para desarrollar estas mencionadas funciones cognitivas.
Colateralmente y solo a modo de información, ya que los aspectos
psicofisiológicos no son motivo de estudio en el presente trabajo, se puede
añadir que en la actualidad, tanto los estudios post mortem como las
neuroimágenes muestran que el lóbulo frontal presenta un proceso de
desarrollo que se extiende más allá de la adolescencia y hasta los primeros
años de la juventud.

Algunos autores han demostrado que este desarrollo coincide con la mejora,
observable en adolescentes y jóvenes en relación a niños más pequeños, de
las funciones de toma de decisiones y de manejo de la memoria de trabajo
(Conklin, Luciana, Hooper, & Yarger, 2007). En cambio, estos expertos señalan
que tareas como la memoria mecánica, supuestamente relacionadas con
estructuras neurales posteriores a los lóbulos frontales, no resultan
diferenciales en relación a la edad de los participantes. Así pues, hoy en día es
posible asumir que a partir de la adolescencia los lóbulos frontales cerebrales
inician un proceso de desarrollo que culminará al final de la juventud, y que se
traducirá en una mayor capacidad para tomar decisiones que involucren tanto
la función verbal como la capacidad de organización espacial.

En la misma línea, otros estudios han mostrado que de 6 a 30 años es posible


medir la capacidad de inhibir estímulos distractores en tareas cognitivas; dicha
capacidad es directamente proporcional a la edad, y estos cambios evolutivos,
en cuanto a mejora de la conducta orientada a un fin, tienen relación también
con el desarrollo de los lóbulos frontales y prefrontales en la especie humana
(West, Mendizábal, Carrière, & Lippé, 2014). Todo esto hace pensar pues, que
los estudiantes de más edad han de ser más capaces de dominar sus impulsos
a la hora de estudiar, y han de poder realizar conductas menos
procrastinadoras y más acordes con sus objetivos que los niños más
pequeños.

Con todo, y a pesar de que la evidencia neurológica hasta ahora apunta a un


desarrollo ‘natural’ del autocontrol a partir de la adolescencia, también es
plausible pensar que la acción educativa juega su papel en este proceso, por lo
que a medida que los alumnos avanzan de curso aprenden asimismo a poner
en práctica más conductas de autorregulación y de orientación a un fin
determinado.

En conclusión, hasta ahora se ha estudiado la relación de la procrastinación


con la edad y el curso académico separadamente, de modo que algunos
trabajos relacionan la procrastinación académica con el curso de los alumnos
(e.g., Clariana et al., 2012), y otros, establecen una relación entre esta variable
y la edad de los estudiantes (e.g., Blouin-Hudon & Pychyl, 2015). Sin embargo,
y a pesar del incuestionable interés de estos análisis, todavía no se tiene
constancia de cómo actúan las dos variables conjuntamente y, sobre todo,
todavía se desconoce cuál de las dos variables, la edad o el curso, afecta más
a la demora innecesaria en la realización de las tareas de estudio. Por este
motivo el presente trabajo pretende estudiar la edad y el curso conjuntamente,
y su probable afectación sobre la procrastinación académica.

Para Baker, la teoría psicoanalítica y psicodinámica es la más antigua para


explicar el comportamiento de manera general (Ferrari, Johnson y McCown,
1995), y hace referencia a que la procrastinación proviene desde la infancia; ya
que, en esta etapa se juega un rol muy importante en el desarrollo de la
personalidad del adulto y la influencia de los procesos mentales inconscientes y
conflictos internos en la conducta. Freud (citado por Ferrari et al, 1995, p. 22)
explicó que la acción de postergar está basada en el concepto de evitar tareas,
y argumentó que la ansiedad sirve como una señal de advertencia para el ego,
de acuerdo con esto las tareas se evitan porque son una amenaza, y estas
actividades peligrosas son difíciles de ejecutar. Por otro lado, los teóricos
psicoanalíticos coinciden en que las expectativas de los padres influyen en los
rasgos de personalidad del individuo y en el desarrollo de la procrastinación; de
este modo, los estudiantes pueden sentirse extremadamente presionados por
la aprobación de sus padres coaccionada a buen rendimiento académico y a
las altas expectativas que tienen sobre ellos; por eso, los adolescentes optan
por una postura rebelde y ponen a prueba sus propios límites a través de la
procrastinación (citado por Ferrari, et al., 1995, p. 238). Por tanto, los orígenes
de la procrastinación son relacionados con asuntos de inmadurez y rebeldía,
Sommer (1990 citado por Ferrari y Díaz-Morales, 2007, p. 93) manifestó que la
procrastinación tiende a ser un comportamiento de rebelión en relación a la
figura paterna o materna (o de autoridad); así que, la procrastinación
académica se contempla en términos de transferencia inconsciente en la
relación padres e hijos o, en el contexto educativo, la relación profesor-
estudiante.

El modelo manifiesta que la procrastinación es el miedo de no cumplir con los


objetivos propuesto, por este motivo los sujetos abandonan sus quehaceres a
pesar Procrastinación: Revisión Teórica 371 de tener habilidades para lograr lo
que se proponen.

Se puede inferir que el temor de un niño se inicia a partir de las consecuencias


desfavorables de sus actos, por lo que terminan postergando sus quehaceres;
asimismo, se ha observado que en la adolescencia, esta característica es una
constante, cuyo tiempo es desvalorado, lo que genera una sensación de que
“los días pasan rápido”, esta idea persiste en la adultez joven o juventud,
alrededor de los 20 años, donde los malestares son reemplazados por la idea
de insuficiencia para realizar o aprovechar las oportunidades, generando altos
niveles de ansiedad (Baker, 1979 citado por Steel, 2007, p. 65). Por último,
esta teoría fue la primera en relacionar las conductas con la suspensión de los
quehaceres. Modelo Motivacional.

Es un modelo que incita al éxito, visto como indicador inmutable del sujeto que
cambia un conjunto de comportamientos para lograr el triunfo en diferentes
aspectos de su vida; por ende, el sujeto escoge entre dos enfoques: la fe de
lograr el triunfo o al temor a no alcanzar el triunfo; lo primero hace hincapié al
factor motivacional y lo segundo a la motivación para evadir un contexto que el
sujeto toma como negativo.

Cuando prevalece el temor de no cumplir las metas, los sujetos eligen


situaciones donde saben que el triunfo está asegurado, dejando de lado
aquellas situaciones que son difíciles de alcanzar (Ferrari et al., 1995).
Asimismo, McClelland (citado por Rothblum, Solomon y Murakami, 1986, p.
390) destaca que el modelo motivacional analizó la variable procrastinación,
que permitió identificar dos teorías: La primera es denominada
autodeterminación, que implica un sentimiento de libertad al hacer aquello que
uno ha decidido llevar a cabo, y está compuesta por la motivación intrínseca y
extrínseca; asimismo, existen evidencias que la motivación autodeterminada
tiene una relación negativa con la procrastinación académica; es decir, los
escolares que se encuentran desmotivados tienen mayor probabilidad de
procrastinar frente a los estudiantes motivados, pues los sujetos al implicarse
con una actividad de elección personal es más fácil que la resuelvan, ya que
han generado un vínculo de logro.

La segunda es la teoría de las metas de logro, que en las últimas décadas ha


adquirido mayor importancia en el marco teórico, pues las metas de logro
pueden definirse como un comportamiento dinámico orientado a una
competencia basada en la activación, cariño, desarrollo de funciones cognitivas
y el compromiso de un comportamiento asertivo para ejecutar sus tareas (Elliot,
1999 citado por Wolters, 2003, p. 182).

Esta teoría reafirma que la procrastinación dispone de características


autolimitantes en las personas (Ferrari y Tice, 2000 citado por Wolters, 2003, p.
184). En general, este modelo motivacional señala que los estudiantes
procrastinadores se encuentran desmotivados, y están propensos a adoptar
una postura de insatisfacción en relación a los objetivos que pretenden cumplir
o se desaniman cuando obtener un logro implica esfuerzo y dedicación; ante
ello, es más probable que opten por suspender o prorrogar el inicio o avance
en sus tareas. Candy Atalaya y Lupe García 372 Modelo Conductual Skinner
(1977 citado por Skinner y Belmont, 1993, p. 160), propone un modelo
conductual, el cual manifiesta que una conducta se conserva cuando es
repetitiva, y permanece por sus efectos de recompensa; por tanto, desde este
modelo, la procrastinación es la práctica que hace el sujeto al ejecutar tareas
que impliquen satisfacción a corto plazo; por eso, los estudiantes dejan de
realizar sus actividades escolares porque implica un logro a largo plazo, a su
vez este comportamiento postergatorio es reforzado implicitamente obtenido
“premios” en breve tiempo (Ferrari y Emmons, 1995; citado por Chan, 2011, p.
54); además, este modelo afirma que la procrastinación es dejar las actividades
que son poco atractivas para un después (Quant, y Sánchez, 2012).

Es decir, las experiencias previas de los individuos son aprendidas desde la


infancia, y se fortalecen a lo largo del tiempo, ya que han sido condicionadas a
posponer una actividad por una recompensa a corto plazo, esto conlleva a
retrasar los esfuerzos de desarrollar una tarea (Carranza y Ramírez, 2013). A
partir de esto, se entiende que los procrastinadores son aquellos sujetos que
están acostumbrados a posponer una actividad que requiera de tiempo, el cual
genera malestar; por otra actividad que implique un desarrollo rápido con
premios inmediatos. Modelo Cognitivo Esta teoría señala que los
procrastinadores tienen un procesamiento de información disfuncional, y que
constantemente reflexionan sobre su comportamiento de aplazar actividades,
por lo que presentan estructuras desadaptativas en su pensamiento, el cual
presenta una implicancia negativa de imposibilidad y temor al rechazo social al
momento de realizar una tarea (Wolters, 2003).

Por otro lado, Wolters (2003), refiere que los sujetos presentan un pensamiento
obsesivo cuando no cumplen sus metas propuestas, y manifiestan un pésimo
desarrollo de sus actividades, pues tienen dificultad para proyectar y organizar
su tiempo, por lo que fracasan constantemente (Stainton, Lay y Flett, 2000
citado por Wolters, 2003, p. 182). Así que, Albert Ellis, en su teoría de la terapia
racional emotiva, propuso el modelo ABC para complementar el estudio de la
procrastinación.

El fundamento principal de este modelo es el contenido y la forma de pensar de


la persona; es decir, la manera de interpreta circunstancias y las creencias que
ha desarrollado sobre sí mismo, las demás personas y el mundo en general. El
modelo ABC establece que A representa el evento activo, el cual puede ser
real o imaginado, B constituye las interpretaciones o creencias respecto a ese
evento, y C las consecuencias (Ellis, 1999); por ejemplo, si ante la petición del
profesor de preparar una exposición la persona piensa (A1) “no sirvo para eso”,
(B1) “me sentiré ansioso y procrastinaré” y (C1) “soy un tonto” o “nunca podré
cambiar” (Ellis, 1999).

Por otro lado, Ellis y Knaus (2002), postularon a desarrollar la teoría Racional
Emotiva Conductual, donde se explican estas disonancias emotivas que
Procrastinación: Revisión Teórica 373 se despliegan por creencias irracionales
que posee una persona sobre su condición de vida; lo cual, ocasiona malestar
a nivel cognitivo, conductual y eomocional; asimismo, ambos autores coinciden
que la procrastinación se inicia al creer que es imposible desarrollar alguna
actividad y presentar poca tolerancia a la frustración para resolverla.

Este enfoque cognitivo-conductual es el modelo idóneo para explicar el


comportamiento y la procrastinación; además, se encontraron once pasos que
parecen ser inevitables para los procrastinadores:

1) desea realizar una tarea.


2) toma la decisión de hacerlo.
3) retrasa innecesariamente.
4) observa la desventaja.
5) continúa posponiendo las tareas.
6) se regaña por procrastinador.
7) continúa postergando.
8) completa tareas en el último minuto.
9) se siente fastidiado.
10) se asegura de no postergar de nuevo.
11) poco después, vuelve a procrastinar.

Durante este proceso, el individuo experimenta sentimientos desagradables


como, ansiedad, depresión y desesperación acompañados de baja autoestima
y sentimientos de incapacidad (Ellis y Knaus, 2002). Esto significa que la
persona presenta un razonamiento inadecuado, pues tiene conclusiones
erróneas que generalmente no son ciertas. A través de este modelo, se explica
como la persona genera estos pensamientos irracionales y la consecuencia de
las alteraciones emocionales que repercute sobre la conducta, haciendo que el
individuo reaccione de manera contraproducente, principalmente por una baja
tolerancia a la frustración, dejando actividades importantes como las tareas de
la escuela

CONCLUSION:

En conclusión, todos somos procrastinadores diferentes, es decir tenemos


distintas causas para llegar a procrastinar en nuestro día a día, sin embargo, no
solo nos encasillamos en una razón, sino que tenemos muchas para hacerlo y
es elemental conocer la causa de nuestra procrastinación para poder dar una
solución efectiva que nos ayude a mejorar y dejar de tener este mal hábito.
BIBLIOGRAFIA:

 Mesa, J. (2020, 16 enero). Cómo vencer la procrastinación: 6 tipos de


postergadores, 6 soluciones. Grupo P&A.
 Pickles, M. (2017, 14 enero). Procrastinación, «el problema más grave
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 Atalaya Laureano, C. & Garcia Ampudia, L. (2019, 4 octubre).
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Estudiantes Universitarios: su Relación con la Edad y el Curso
Académico. Revista colombiana de psicología.
 Beneitez Burgada, B. (2022, 3 abril). 5 tipos de procrastinación y
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