Homilia Ascensión Del Señor

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SEMINARIO MAYOR «CRISTO SACERDOTE»

Teléfono: (03) 2586360 *** Apdo. Diocesano: 18-01-0124 *** Casilla n. 953
Dir. Nicolás Arteta y Antonio Clavijo (Sector “El Tropezón”) *** Diócesis de Ambato - Ecuador
AFILIACIÓN CANÓNICA

HOMILÉTICA
Estudiante: Darwin Llanos Tarea: Mt 28, 16-20
Curso: III de Teología Fecha: 21 / mayo/ 2023

Lectura y comentario del Evangelio según San Mateo 28, 16-20

Queridos hermanos, saludo con cordial afecto a todos quienes hoy se han dejado tocar el corazón por la
mano de Dios y han venido a participar en comunidad esta celebración de la Liturgia de la Palabra en este
Domingo en que celebramos la solemnidad de la Ascensión de nuestro Señor Jesucristo al cielo.

En un primer instante, la Palabra de Dios en el libro de los Hechos de los apóstoles nos anuncia que nuestro
Señor ascendió al cielo, pero que su partida no se la asume como un dejarnos abandonados; sino que más
bien seremos recompensados con la venida del Espíritu Santo con el que seremos bautizados 1. Se destaca
aquí la diferencia entre dos bautismos, el de Juan y el de Jesús, que es con el Espíritu Santo, es un renacer del
agua, es un volver a nacer del agua y del Espíritu 2. Hermanos míos, recordad que no debemos quedarnos en
el bautismo de Juan, sino que debemos superarlo y aceptar el bautismo que es de Jesús y no precisamente en
un río, porque la fuerza del Espíritu Santo no está limitada a actuar en un determinado lugar. El apóstol nos
enseña también que quien reciba al Espíritu Santo será lleno de fortaleza y esto será un regalo porque solo
por el Espíritu Santo podemos hacernos amigos fieles de Cristo, porque para entrar en contacto con Cristo, es
necesario primeramente que hayamos sido atraídos por el Espíritu Santo, porque los que somos portadores
del Espíritu Santo podemos ser conducidos hasta el Hijo de Dios, que nos está llamando para compartir y
vivir con él.

Por otra parte, el apóstol san Pablo nos enseña que Cristo ha sido constituido Cabeza suprema de la Iglesia, y
creer en esto es de capital importancia para mantenernos firmes en la fe que profesamos, porque si no
creemos que Cristo es Cabeza de la Iglesia, entonces fácilmente podemos dudar de ella, -la Iglesia- que ha
sido querida por el Padre, fundada por el Hijo en el transcurso del tiempo y vivificada por el Espíritu Santo
hasta en los últimos días. “La Iglesia, lleva el nombre de Cristo, por el hecho de que Él ha de ser considerado
como su Cabeza. «Él ―dice San Pablo― es la Cabeza del Cuerpo de la Iglesia» (Col 1, 18). Él es la cabeza,
partiendo de la cual todo el Cuerpo, dispuesto con debido orden, crece y se aumenta, para su propia
edificación (cf. Ef 4, 16, coll. Col 2, 19)”3.

Entendiendo por tanto hermanos míos, que Cristo es Cabeza de la Iglesia, él es quien la gobierna en razón de
su excelencia, él es quien la conduce y dirige hacia la eternidad, él es quien lleva el timón de esta barca
llamada Iglesia, esta barca que se dirige al cielo, por eso con razón enseña en Sagrado Concilio Vaticano II,
que la Iglesia es el Sacramento de Cristo, es medio de salvación 4, y quien quiera ir al cielo ha de subirse en
esta barca que allá se dirige, guiada por el conductor por excelencia, guiada por aquel que es Cabeza, de la
misma, y guiada por aquel que conoce el camino a la eternidad celestial.

Finalmente, mi invitación es a que seamos conscientes de esta realidad y no nos quedemos fríos, sino que
nos acerquemos más a Dios que nos llama. Mi invitación es a que vean que la Iglesia, Cuerpo de Cristo, no
es una institución humana, sino divina, y en tanto que es divina, lo que ella nos ofrece es sagrado. Mi
invitación es a que podamos abrir los ojos y nos demos cuenta que Cristo al ir al cielo ha dejado una misión a
los apóstoles, y esta es de enseñar a todas las naciones y bautizarla en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo; es decir, que los apóstoles siendo los primeros sacerdotes unidos a Cristo, por presidir la
santa Eucaristía, son ellos parte de esta Iglesia fundada por el Hijo de Dios. Dicho de otro modo, Cristo, al
dar esta misión a los apóstoles esta dando la autoridad de anunciar la Palabra de Dios a la Iglesia que es
Cuerpo, y todos quienes formamos parte de ella que en virtud del sagrado bautismo hemos sido unidos a
Cristo, único Mediador entre Dios y los hombres.

1
Cfr. Hch 1, 5.
2
Jn 3, 5.
3
PIO XII, En., Mystici Corporis, n. 15.
4
LG, n. 1.
Que María santísima, la Madre del resucitado interceda por nosotros y nos ayude a entender este Sagrado
Misterio Trinitario.

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