Detener, Serenar, Descansar y Curar

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Detener, serenar, descansar y curar

La meditación budista tiene dos aspectos:


shamatha y vipashyana. Tendemos a
subrayar la importancia de vipashyana («la
observación profunda») porque puede
proporcionarnos la clara visión y liberarnos
del sufrimiento y las aflicciones. Pero la
práctica de shamatha («detenerse») es
fundamental. Si no somos capaces de
detenernos, no podremos tener una clara
visión.
En los círculos zen se cuenta una historia
acerca de un hombre y un caballo. El
caballo galopa velozmente, pues por lo visto el hombre que lo monta se dirige a
algún lugar importante. Otro hombre al borde del camino le grita: «¿Adónde
vas?», y el individuo contesta: «¡No lo sé! Pregúntaselo al caballo». Ésta es
también nuestra historia. Montamos un caballo, pero no sabemos adónde vamos
ni podemos detenernos. El caballo es la energía de nuestros hábitos, que nos
arrastra sin que podamos hacer nada por evitarlo. Siempre estamos corriendo, se
ha convertido en una costumbre. Luchamos constantemente, incluso mientras
dormimos. Estamos en guerra con nosotros mismos y podemos iniciar fácilmente
una guerra contra los demás.
Debemos aprender el arte de detenernos, de impedir que nuestros
pensamientos, la energía de nuestros hábitos, nuestra falta de atención y las
fuertes emociones nos sigan dominando. Cuando surge una emoción como una
tormenta no tenemos paz. Encendemos el televisor y después lo apagamos.
Cogemos un libro y después lo abandonamos. ¿Cómo podemos detener este
estado de agitación? ¿Cómo podemos detener el miedo, la desesperación, la ira
y el deseo que sentimos? Podemos lograrlo haciendo la práctica de respirar,
andar y sonreír conscientemente, observándolo todo a fondo para poder
comprenderlo. Cuando somos conscientes y vivimos profundamente el
momento presente, los frutos son siempre la comprensión, la aceptación, el
amor y el deseo de aliviar el sufrimiento y proporcionar alegría.
Pero la energía de nuestros hábitos es a menudo más fuerte que nuestra
voluntad. Decimos y hacemos cosas que no deseamos decir ni hacer, y más
tarde nos arrepentimos. Nos causamos sufrimiento a nosotros mismos y a los
demás, y hacemos mucho daño. Quizá nos hagamos la promesa de no volverlo a
hacer, pero reincidimos de nuevo. ¿Por qué? Porque la energía de nuestros
hábitos (vashana) nos impulsa a ello.
Necesitamos la energía de la plena consciencia para reconocer y estar atentos a
la energía de nuestros hábitos y detener este curso de destrucción. Cuando
somos conscientes, somos capaces de reconocer la energía de nuestros hábitos
en el momento en que se manifiesta. «¡Hola, energía de mis hábitos, sé que estás
ahí!». Si nos limitamos a sonreírle, perderá gran parte de su fuerza. La consciencia
es la energía que nos permite reconocer la energía de nuestros hábitos e impedir
que nos domine.
La falta de atención es lo contrario. Bebemos una taza de té pero no somos
conscientes de que la estamos bebiendo. Nos sentamos al lado de la persona
que amamos, pero olvidamos que está allí. Paseamos, pero no estamos
paseando realmente. Estamos en otro sitio, pensando en el pasado o en el futuro.
El caballo de la energía de nuestros hábitos nos arrastra y somos sus prisioneros.
Necesitamos detenerlo y reclamar nuestra libertad. Debemos iluminar con la luz
de la consciencia todo cuanto hagamos, para que la oscuridad provocada por la
falta de atención desaparezca. La primera función de la meditación —shamatha—
es detener.
La segunda función de shamatha es serenar. Cuando experimentamos una fuerte
emoción, sabemos que puede ser peligroso actuar, pero no tenemos la fuerza ni
la claridad suficientes para evitar hacerlo. Debemos aprender el arte de inspirar y
espirar, de detener nuestras actividades y serenar nuestras emociones. Debemos
aprender a ser sólidos y estables como un roble, sin dejarnos arrastrar de un
lugar a otro por la tormenta. Buda enseñó muchas técnicas para serenar el
cuerpo y la mente, y observalos profundamente. Pueden resumirse en cinco
etapas:
1. Reconocer: si estamos enojados, decimos «Sé que estoy lleno de ira».
2. Aceptar: cuando estamos enojados, no lo negamos. Aceptamos lo que
sentimos.
3. Abrazar: sostenemos la ira en nuestros brazos igual que lo haría una madre
con su bebé cuando llora. Nuestra consciencia abraza la emoción, y este
hecho por sí solo calma ya nuestra ira y a nosotros mismos.
4. Observar profundamente: cuando nos hemos calmado lo suficiente,
podemos observar profundamente para comprender qué es lo que ha
provocado la ira, qué es lo que está incomodando a nuestro bebé.
5. Obtener una clara visión: el fruto de observar profundamente es llegar a
comprender las numerosas causas y condiciones, primarias y secundarias,
que han provocado nuestra ira y que están haciendo llorar a nuestro bebé.
Quizá nuestro bebé tiene hambre o el imperdible del pañal se está
clavando en su piel. Nuestra ira se ha desencadenado cuando nuestro
amigo nos ha hablado cruelmente y de repente recordamos que hoy no
tiene un buen día porque su padre se está muriendo. Reflexionamos de
ese modo hasta obtener una cierta visión de qué es lo que ha causado
nuestro sufrimiento. Gracias a ella sabremos qué debemos o no hacer para
cambiar la situación.
Después de serenar, la tercera función de shamatha es la de descansar. Supón
que alguien desde la orilla de un río arroja un guijarro al aire y cae al fondo del
río. El guijarro se sumerge lentamente hasta llegar al lecho del río sin ningún
esfuerzo. Una vez ha llegado allí permanece en reposo dejando que el agua siga
fluyendo. Al meditar sentados podemos descansar como ese guijarro, podemos
sumergirnos de forma natural hasta el fondo de nuestra postura de meditación,
descansando sin ningún esfuerzo. Debemos aprender el arte de descansar,
dejando que el cuerpo y la mente se relajen. Si tenernos heridas en el cuerpo o
en la mente, debemos descansar para que puedan curarse.
El hecho de serenarnos nos permite descansar, y descansar es una condición
previa para la curación. Cuando los animales del bosque caen heridos, siempre
encuentran un lugar para tenderse y descansar totalmente durante muchos días.
No piensan en comer ni en ninguna otra cosa. Se limitan a descansar y logran de
ese modo la curación que tanto necesitan. Cuando los humanos caemos
enfermos, lo único que sabemos hacer es preocuparnos. Vamos al encuentro de
doctores y medicinas, pero no nos detenernos. Ni siquiera descansamos cuando
vamos a la playa o a la montaña durante las vacaciones y regresamos incluso
más cansados que antes. Debemos aprender a descansar. Tenderse no es la
única posición para descansar. Mientras meditamos sentados o andando,
podemos también descansar perfectamente. La meditación no tiene por qué ser
una ardua labor. Deja simplemente que tu cuerpo y tu mente descansen como lo
haría un animal en el bosque. No luches, no hay necesidad de alcanzar nada.
Ahora estoy escribiendo un libro, pero no estoy luchando, sino descansando a la
vez. Por favor, léelo de manera placentera y relajada. Buda dijo: «Mi Dharma es la
práctica de la no práctica».[20] Practica de un modo que no te canse, de una
forma que dé a tu cuerpo, a tus emociones y a tu conciencia una oportunidad
para descansar. Nuestro cuerpo y nuestra mente tienen la capacidad de curarse
a sí mismos si les permitimos descansar.
Detenerse, serenarse y descansar son las condiciones previas para la curación. Si
no podemos detenernos, el curso de nuestra destrucción seguirá en marcha. El
mundo necesita curarse. Los individuos, las comunidades y las naciones lo
necesitan también.

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