Ensayo Del Bien Común
Ensayo Del Bien Común
Ensayo Del Bien Común
El “bien común” es una expresión a la cual se le han dado múltiples sentidos en la filosofía
social, en la política, y también en el derecho. Básicamente remite a algo que se pretende
que es bueno o beneficioso para todos los integrantes de una sociedad o comunidad. En
general se ha entendido que propenden al bien común determinadas normas abstractas o
instituciones que contribuyen a que las personas puedan gozar más acabadamente de sus
derechos, estén protegidas de agresiones físicas o morales, o se vean facilitados sus
esfuerzos para alcanzar su propia felicidad.
Una visión liberal del “bien común” lo hace descansar exclusivamente en circunstancias
generales basadas en el respeto a la personalidad y la individualidad, y no en la producción
de un bienestar concreto. No es un determinado nivel de bienestar material lo que debería
buscarse, entre otras cosas, porque como el gobierno en realidad no dispone de ningún
recurso o riqueza creados por sí mismo, sólo podría proporcionar bienestar efectivo a
determinadas personas con recursos quitados a otras, con lo cual en definitiva estaría
generando el bien de algunos a expensas del bien de otros.
En el discurso ético y político actual, el bien común es, a menudo, un concepto retórico.
definido de muy diversas maneras. Ocupó un lugar destacado en la filosofia política y social
de Aristóteles y Tomás de Aquino; perdió vigencia con el giro individualista de la filosofia
occidental y más recientemente, con el predominio del multiculturalismo, que excluye una
concepción unitaria del bien, pero siguió siendo uno de los pilares fundamentales de la
doctrina social de la Iglesia católica.
Recupera su relevancia ante las experiencias de los totalitarismos y ante los desarrollos de
las últimas décadas, para responder a preguntas como ¿es posible una política fundada en
una moral universal que vaya más allá de unos principios abstractos?, ¿puede haber una
noción unívoca de bien en un mundo multicultural?, ¿o le es viable un Estado de bienestar
que compatibilice la prosperidad económica con la igualdad?
Combinando nociones filosóficas y económicas del bien, poseyendo virtudes que son
capaces de construir relaciones causales que satisfagan las necesidades humanas,
utilizando como punto de apoyo la ley de causa y efecto, las llamamos utilidades o mono
herramientas. Siempre que reconozcamos esta causalidad y al mismo tiempo tengamos el
poder de usar lo que decimos para satisfacer nuestras necesidades, llamamos a estas
mercancías.
El bien común es el deber supremo de la sociedad que representa al grupo humano y sus
interrelaciones. Esta constituye un conjunto de libertades, bienes y servicios que permiten a
las personas desarrollarse mejor en las sociedades de las que forman parte.
La concepción de este término fue muy trascendente, era 'Liquid Divinum' (lo divino) y decía
que el próximo bien común de Dios era el más importante para la humanidad. Platón decía
que el hombre no nace sólo para sí mismo, sino que debe parte de sí mismo a sus padres y
parte a sus amigos.
Y según los Storpistas, cuyo principal exponente es Cicerón, todo lo que produce la tierra se
crea para el uso humano y los seres humanos para los seres humanos, y puede traer
beneficios unos a otros ya los demás. Por lo tanto, debemos intercambiar deberes, dar y
recibir los frutos del trabajo y la capacidad, y promover la utilidad común. En otras palabras,
el bien común corresponde a un conjunto de condiciones necesarias para que los seres
humanos, las familias y los grupos alcancen su máximo desarrollo.
No tenemos objeción a ninguna línea en particular, ya que la línea común beneficia a todos
los miembros de la sociedad. En este sentido, tiene sentido permitir que los ciudadanos
individuales sean dueños personalmente de cualquier propiedad privada. Esto significa,
como condición necesaria, que todas las personas respeten los derechos de los demás y
defiendan la dignidad de cada uno con el deber de trabajar juntos por el bien común.
A diferencia de los animales, los humanos tenemos la capacidad de abrirnos a las cosas en
común. Por eso siempre antepone el beneficio de la muerte, traicionando su personalidad
como un animal. Pensar diferente es como pensar que el desarrollo humano debe basarse
en el egoísmo. Las responsabilidades conjuntas del buque no son las mismas para todos
los ciudadanos. Por tanto, los hombres más conocidos de un país, políticos, artistas,
intelectuales, deportistas de élite, etc., deben ser honestos ya que constituyen una minoría
autoritaria cuyo comportamiento tiende a ser imitado.
Estos pocos ejemplos tienen poderosos efectos multiplicadores ya conocidos mucho antes
de que existieran los medios de comunicación. Esto, advirtió Cicerón, "lo peor de las
personas que importan es que no son culpables, ya son profundamente malvados, pero hay
demasiados imitadores". Ahora bien, si miran la historia, encontrarán que así como fueron
los principales ciudadanos de la república, así fueron las repúblicas, y que los cambios que
los grandes hombres introdujeron en sus hábitos no fueron adoptados por el pueblo por
mucho tiempo. Es suficiente. Por eso las grandes personas son especialmente dañinas para
el Estado cuando son problemáticas, porque no solo corrompen, también corrompen a los
demás.
La responsabilidad de los ciudadanos ante las naves conjuntas tiene dos vertientes. Por un
lado, es un deber fundamental intervenir en los diferentes ámbitos de la vida pública según
las propias potencialidades. Cuando olvidamos este deber, se produce la indiferencia a la
pertenencia de nadie, los derechos electorales, el fraude fiscal, la crítica vana a la autoridad
y la defensa egoísta del privilegio a expensas de los intereses comunes. “Hay personas
que se aíslan alegando que no hacen daño a nadie dedicándose a sus propios asuntos o
siendo poco sociables. No puedes reconocer la injusticia que has cometido al no usarla
para el servicio.
El objeto de la sociedad no son los efectos personales o la colección de efectos personales
de cada individuo que integra la sociedad. Va mucho más allá y sirve a los intereses de la
comunidad y la sociedad en general. Sin embargo, hoy estamos viviendo el individualismo
y temas muy relacionados con el individuo y la sociedad. El comunismo y el totalitarismo
dan origen al materialismo, pero a juicio del autor, debe ser superado a través de un sistema
de justicia social basado en el "bien común", en lugar del neoliberalismo capitalista que
pretende reemplazarlo todo por el capital y el mercado.
El liberalismo siempre ha predicado el individualismo, declarando que cada uno debe luchar
por su propio éxito, asegurando así el progreso de la economía y de la sociedad en su
conjunto, y haciendo del Estado el mejor defensor del "bien común" más responsable.
limitado. No sólo a sí mismo, sino también a toda la sociedad. Por lo tanto, el Estado debe
evitar el abuso de quienes buscan el beneficio personal a expensas de los más pobres, los
más humildes y los más marginados.
Por lo tanto, entiendo que no hay nada de malo en plantear la cuestión del bien individual
versus el bien común en términos de conflicto. El bien común es un interés que beneficia a
todas y todos los que integran una nación, respetando la dignidad humana. No es material,
intelectual o moral, ni representa la ventaja, beneficio o privilegio de ninguna persona en
particular.
Conclusión.
El concepto de bien común dista mucho de ser aceptado por muchos filósofos y científicos
sociales, y los que lo usan asumen concepciones muy distintas del mismo. Cuando se
identifica con un conjunto de libertades democráticas o de derechos humanos, o con el
objeto genérico de políticas sociales y redistributivas, el concepto goza de una amplia
aceptación.
Pero cuando se presenta como un bien que no solo es compartido por los ciudadanos, sino
que tiene una existencia propia, el número de adhesiones se reduce considerablemente. En
este orden de cosas, cita cinco objeciones, de los filósofos sociales actuales y los expertos
en ciencia política, al concepto clásico de bien común. Es solo el reconocimiento de la
necesidad de llegar a acuerdos institucionales para promover el bienestar de los
ciudadanos.
O sea, el bien común es instrumental para el bien de los individuos. Ya criticamos antes
esta concepción: la consecución de la vida buena de la persona exige participar en bienes
que trascienden al individuo, de modo que el bien común es parte de esa vida buena
personal. Si no es instrumental, el bien común se convierte en un instrumento totalitario.
Pero si entendemos que el bien común es el bien no solo de la sociedad, sino también de
las personas, esa amenaza desaparece: se puede tiranizar a los ciudadanos invocando el
bien común, pero se tratará de un concepto equivocado de bien común.
En la práctica, el bien común no es sino otro nombre para los bienes públicos de los que
hablan los economistas. Pero esos bienes públicos son exclusivos: puestos, en principio, al
servicio de todos, pasan a ser de provecho exclusivamente privado cuando se asignan a un
usuario concreto, mientras que el bien común no excluye a las demás personas, sino que, al
contrario, promueve su participación, es otra forma de hablar de un bien que es común a la
vida humana y, por tanto, se reduce a una lista de derechos humanos o de capacidades
necesarias para una vida humana buena.
Pero si esa vida es solo personal, no incluye el bien común, que abarca también la vida
común y las condiciones estructurales que la hacen posible. Es un concepto irrealizable
porque, en una sociedad multicultural, no es posible alcanzar un acuerdo sobre los bienes
que lo integran.
Entonces, o bien se abandona el concepto de bien común, o se reduce a una discusión los
bienes comunes parciales propios de una comunidad. Pero esta seria una concepción
relativista: si no existe un bien compartido por todos los humanos por el hecho de serlo,
acabaremos separando unas comunidades de otras.