Modulo Fines 2do Año Lengua y Literatura
Modulo Fines 2do Año Lengua y Literatura
Modulo Fines 2do Año Lengua y Literatura
Los textos pueden ser orales o escritos y constituyen la unidad que se utiliza para
comunicar un mensaje. En ellos se desarrolla un tema que debe ser fácilmente reconocible
por el receptor (lector u oyente). Éste debe estar completo, al leerlo o escucharlo, el
receptor no debe tener dudas sobre su información. También es importante señalar que
todos los textos poseen una intención comunicativa, es decir, un motivo por el cual se
producen.
Un texto escrito está formado por un conjunto de oraciones que se refieren a un tema
en particular. Por lo general, están organizados en párrafos que son conjuntos de
oraciones. En ellos se desarrolla un subtema relacionado con el tema principal del texto.
Los párrafos son fácilmente reconocibles ya que empiezan con sangría y mayúscula y
terminan en punto y aparte.
Siempre al finalizar una oración se debe colocar un punto. Es importante recordar que
después del punto, la primera letra o letra inicial se escribe con mayúscula.
El punto principalmente tiene tres usos fundamentales:
El punto y seguido: marca el final de una oración a la que sigue otra cuyo tema o asunto
se relaciona con el de la anterior.
El punto y aparte implica una pausa mayor, una respiración del texto. La función
principal del punto y aparte es la de dividir el texto en párrafos, en bloques de oraciones;
de esta manera, quien escribe organiza la lectura, facilitando la comprensión al lector,
quien podrá procesar paulatinamente la información y volver atrás, si es necesario.
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En un texto expositivo, se puede usar punto y aparte para separar:
distintos aspectos del tema que se expone,
la introducción o presentación del tema de su desarrollo,
el resumen o síntesis del desarrollo que lo precede.
Cuando el texto tiene una estructura comparativa el punto y aparte puede
dividir los términos de la comparación.
Si, en cambio, la organización es narrativa, seguramente la segmentación en
párrafos responderá a un criterio cronológico o temporal. Lo más frecuente es
que el texto combine distintos criterios.
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Actividad N°1: Resolvé en tu carpeta 📖 las siguientes consignas
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correctamente relacionados.
4) Volvé a escribir el texto del ejemplo D de tal manera que sus oracioes
queden bien organizadas.
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Las tramas textuales
Se llama trama textual a la manera en la que se organiza un texto. Los textos suelen
presentar más de una trama, aunque una de ellas es la que prevalece. Las tramas que
pueden aparecer en distintos tipos de textos son las siguientes:
Trama Descriptiva: Presenta una caracterización de objetos, personas o procesos
a través de sus rasgos sobresalientes. La encontramos en las guías turísticas, los
retratos, los folletos, etc.
Trama Narrativa: Relata acciones de personas o personajes que se realizan en un
lugar y en un tiempo determinado, de forma cronológica. Podemos encontrarla en
novelas, cuentos, etc.
Trama Argumentativa: Expone opiniones de manera fundamentada, con el fin de
modificar los puntos de vista o provocar en el receptor un cambio de conducta. La
encontramos en ensayos, informes de lectura, publicidad, discursos políticos, nota
de opinión, etc.
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Actividad N°2: Resolvé en tu carpeta 📖 las siguientes consignas
a) Indica en tu carpeta 📖 qué tipo de trama predomina en cada uno de los
siguientes textos:
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o El fragmento a narra un conjunto de hechos relacionados entre sí.
o En el texto b se explica cómo se cosecha la yerba mate.
o El fragmento c presenta una serie de pasos que hay que seguir para cebar mate.
o El texto d muestra una conversación entre dos personajes de una leyenda.
o El fragmento e brinda argumentos y opiniones sobre el cultivo de la yerba.
o El texto f describe cómo es la planta de la yerba mate.
c) Leé con atención el siguiente texto e indicá en tu carpeta 📖cuál es la trama que predomina en
él y que otras tramas se encuentran presentes en el mismo:
VUELA ALTO
Era un sábado de verano, cuando entre las ramas de los árboles Rosita percibió un leve
movimiento.
Ella estaba en el jardín de su casa, sentada en la reposera de madera que daba justo a la
pared de los vecinos. En medio de la quietud y el silencio de esa tarde, sólo escuchó un
crujir misterioso que provenía de uno de esos frondosos y llamativos árboles.
Entones dejó el libro que estaba leyendo, sobre la mesa ratona y se puso rápidamente
de pie. Justo en ese momento suena una voz que se escuchó como lejana, casi sin poder
distinguirla.
-Rosita- dijo su mamá suavemente.
-Voy mami- contestó ella lo más claro posible.
Sin dudarlo, se dio media vuelta y fue hasta donde se encontraba su madre.
- ¿En qué puedo ayudarte má?
-Solo quería avisarte que en unos minutos estará la comida y tu padre llegará del trabajo.
-Bueno. Termino de leer el capítulo en el que me quedé y vengo a darte una mano.
Se retiró fugazmente de la cocina, porque si bien estaba entusiasmada con la lectura de
“Las mil y una noches”, el ruido que sintió la inquietó. Despertó su curiosidad.
Así se fue acercando nuevamente al árbol del que ella creía vino el crujido y fue
entonces, cuando se deslumbró con lo que vio.
Era un ave azul cielo, extremadamente increíble, estaba posando como si fuese una
bella y magnífica escultura griega. Su canto era dulce y encantador.
De repente, las nubes se volvieron grises, casi oscuras y se volvió a posar en otra rama.
Deslumbrando e irradiando con su peculiar azul cielo, y haciendo que a pesar de la
penumbra que se acercaba ella brillaba. Parecía un ángel.
Seguía inmóvil, pero comenzó un dulce cantar. Rosita nunca había escuchado algo tan
pacífico y se estaba deleitando con la melodía. Levantó vuelo y ese cantar se convirtió en
lo sereno, en lo apacible dentro de la tormenta que se estaba por desatar.
Cuanto más lejos estaba de Rosita, la sonoridad se intensificaba. Entonces Rosita le
gritó: ¡vuela alto ave dotada de hermosura! Y su cantar fue eterno…
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Trabajo Práctico Integrador N°1
1) Dadas las siguientes situaciones, indicá los elementos del circuito de la comunicación de cada
una de ellas:
2) Elegí alguna de las situaciones de la consigna N° 1 y graficá con ella el esquema del circuito de la
comunicación
El dengue es una infección vírica transmitida por la picadura de las hembras infectadas de
mosquitos del género Aedes. Hay cuatro serotipos de virus del dengue (DEN 1, DEN 2, DEN 3 y DEN
4). Los síntomas aparecen 3–14 días (promedio de 47 días) después de la picadura infectiva. El
dengue es una enfermedad similar a la gripe que afecta a lactantes, niños pequeños y adultos.
No hay ningún tratamiento específico contra el dengue. El dengue grave es una complicación
potencialmente mortal, pero su diagnóstico clínico precoz y una atención clínica cuidadosa por
personal médico y de enfermería experimentado suele salvar la vida de los pacientes.
Más del 70% de la carga de morbilidad por esta enfermedad se concentra en Asia Sudoriental y
en el Pacífico Occidental. En los últimos años, la incidencia y la gravedad de la enfermedad han
aumentado rápidamente en Latinoamérica y el Caribe. En las regiones de África y el Mediterráneo
Oriental también se han registrado más brotes de dengue en los últimos 10 años. Desde 2010,
también se ha notificado la transmisión indígena del dengue en Europa.
Al aumento mundial del dengue han contribuido la urbanización, los movimientos rápidos de
personas y bienes, las condiciones climáticas favorables y la falta de personal capacitado. Si una
persona en la familia y/o algún vecino presenta los síntomas del dengue, deben acudir
inmediatamente al establecimiento de salud más cercano para recibir atención médica.
Responde:
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c) Indica en tu carpeta 📖 cuál es el subtema del que trata cada párrafo
Párrafo N° 1………………………….
Párrafo N° 2……………………………...
Párrafo N°3………………………………
Párrafo N°4…………………………….
4) Leé con atención el siguiente texto e indicá cuál es la trama textual predominante y qué otras se
encuentran presentes en el mismo:
La muerte
La automovilista (negro el vestido, negro el pelo, negros los ojos, pero con la cara tan pálida que a
pesar del mediodía parecía que en su tez se hubiese detenido un relámpago) la automovilista vio
en el camino a una muchacha que hacía señas para que parara. Paró.
-Sube -dijo la automovilista. Y el auto arrancó a toda velocidad por el camino que bordeaba la
montaña.
-Muchas gracias -dijo la muchacha con un gracioso mohín- pero ¿no tienes miedo de levantar por
el camino a personas desconocidas? Podrían hacerte daño. ¡Esto está tan desierto!
- ¿Y si te matan?
- ¿No? Permíteme presentarme -dijo entonces la muchacha, que tenía los ojos grandes, límpidos,
imaginativos y enseguida, conteniendo la risa, fingió una voz cavernosa-. Soy la Muerte, la M-u-e-r-
t-e.
En la próxima curva el auto se desbarrancó. La muchacha quedó muerta entre las piedras. La
automovilista siguió a pie y al llegar a un cactus desapareció.
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El texto expositivo
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• Claridad. El emisor debe adecuar el contenido del tema y el lenguaje que usa a los
conocimientos del receptor para que este le entienda.
• Objetividad. Lo más importante es el tema que se está tratando, por eso, la
exposición debe incluir información verdadera, con datos y fuentes fiables y no incluir las
opiniones del emisor.
• Orden. Los contenidos de la exposición deben estar correctamente organizados y
ordenados para que el receptor no se pierda en la explicación.
El epígrafe: es una breve explicación que puede aparecer debajo de las imágenes, gráficos
etc. Sirve para clarificar el contenido de los mismos.
Los dibujos, las fotografías, los gráficos, las ilustraciones, los mapas, etc.: Amplían y
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enriquecen la información que brinda el texto.
CONECTORES EJEMPLOS
De orden En primer lugar; segundo; por un lado;
etc.
De ejemplo Así; por ejemplo; en particular; etc.
Explicativos Es decir; o sea; esto es; etc.
Causales Dado que; puesto que; ya que; por lo
tanto; en consecuencia; etc.
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Actividad N°3: Leé con atención el siguiente texto y luego
respondé las consignas que se encuentran a continuación
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1) Transcribí una definición incluida en el texto. Subrayá con un color el término definido y
con otro la definición propiamente dicha.
5) a) Ampliá el texto que sigue con la información que se encuentra más abajo.
Reescribilo en la carpeta 📖
b) Una vez que hayas reescrito el texto transcribí del mismo una explicación causal, y
una reformulación que se hallen en el mismo
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Trabajo Práctico Integrador N°2:
1) Leé con atención el siguiente texto y luego respondé las preguntas que están a
continuación
La mariposa calavera
Imagen de la mariposa calavera con sus alas abiertas. En su lomo se puede observar el “dibujo”
que le otorga su nombre.
La mariposa calavera (Acherontia atropos) es una especie de polilla nocturna, originaria del
África tropical, de un tamaño que oscila entre los 9 y 12 cm. Su siniestro nombre proviene del
dibujo que ostenta en el dorso del tórax, muy similar a una calavera humana. Se distribuye por el
norte de África, España, el norte de Alemania y toda Inglaterra. De costumbres crepusculares y
nocturnas, se alimenta de savia fermentada, miel y ciertas flores, como el jazmín silvestre y el
malvón.
Sus negras alas son semejantes a una paleta de remo y están punteadas de tonos dorados y
naranja. Al ser atacada por sus predadores, emite un sonido agudo y reiterativo, que recuerda al
que produce un lavarropas al centrifugar.
Es la triste poseedora de una fama muy negativa debido al dibujo que le ha dado su nombre
común. Numerosas supersticiones la asocian con la muerte y las fuerzas malignas, y afirman que
esta mariposa trae mala suerte a las casas a las que entra. También es muy conocido que los
cazamariposas las rehúyen.
Esta especie saltó a la fama porque se la presentó, gracias a su asociación con la muerte, en la
película “El silencio de los inocentes”. ( Wikipedia-2020)
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c) Completá los espacios en blanco con las palabras "causa" o "consecuencia", según
corresponda.
La frase "debido al dibujo que le ha dado su nombre común" es la _________________en esta
oración. La frase "es la triste poseedora de una fama muy negativa" es
la______________________
“Sus negras alas son semejantes a una paleta de remo y están punteadas de tonos dorados y
naranja. Al ser atacada por sus predadores, emite un sonido agudo y reiterativo, que recuerda al
que produce un lavarropas al centrifugar.”
O Ejemplos
O Comparaciones
O Definiciones
Lee atentamente:
“De costumbres crepusculares y nocturnas, se alimenta de savia fermentada, miel y ciertas flores,
como el jazmín silvestre y el malvón.”
O Ejemplos
O Una definición
O Una reformulación
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2) Leé con atención el siguiente texto y luego respondé las preguntas que aparecen a
continuación:
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f) Mencioná los paratextos que encuentres.
El lenguaje es el principal medio que tiene el individuo para poder comunicarse, no obstante, se
debe tener en cuenta el tipo o propósito del mensaje que se quiere comunicar, pues este no se
manifiesta en una sola función, es decir que en el mensaje pueden estar inmersas interrogantes,
afirmaciones, órdenes, negaciones y exclamaciones, entre otras.
En tal sentido, teniendo en cuenta la intención del emisor al momento de producir su discurso,
podemos hablar de cuatro funciones del lenguaje básicas:
Función apelativa: en esta función del lenguaje el emisor con su mensaje espera una
reacción del receptor. Por ejemplo, si el emisor le formula una pregunta al receptor está
esperando que este último le responda, si una madre le da una orden al hijo ella está
apelando a que aquél la cumpla. En este tipo de función del lenguaje encontramos
órdenes, pedidos, preguntas, etc. También esta función del lenguaje es la utilizada en las
publicidades donde el emisor de la mima espera que nosotros compremos un
determinado producto, votemos por un candidato, un partido, etc. Ejemplo: “Este año
votá por tu futuro, votá por Alfonsín”
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Función informativa: el principal propósito de esta función es informar, se puede decir
que esta es primordial en el lenguaje porque es inherente a todo acto de comunicación.
Un ejemplo típico de esta función la encontramos en los diarios, las revistas, los manuales
escolares, las enciclopedias, etc.
Función poética: con esta función el emisor se vale de los recursos del lenguaje para hacer
el mensaje estéticamente agradable. Esta función es usualmente empleada en los textos
literarios, novelas y poemas, entre otros.
1) Indicá qué función del lenguaje predomina en cada uno de estos textos:
a) ¡Haz silencio!
b) ¡Estoy muy orgulloso de ti!
c) “La magia de sus ojos me hipnotiza”
d) ¡Te ordeno que lo hagas en este momento!
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e) “Mañana habrá buen tiempo”
f) “Su sonrisa iluminaba todo a su alrededor”
g) ¡Estoy exhausto!
h) “Las clases serán suspendidas hasta nuevo aviso”
i) ¡Carlota!, abre la puerta por favor.
j) ¿Qué significa la palabra fe?
Los textos con predominio de la función poética tienen características diferentes de los
textos donde predomina la función informativa del lenguaje. En el siguiente cuadro
comparativo podemos destacar las siguientes diferencias:
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Presentan un estilo sencillo, sin recursos Incorporan los recursos literarios para
literarios. embellecer la expresión: metáforas,
comparaciones, imágenes,
comparaciones, personificaciones, etc.
Texto N°1
↓
Texto N°2
↓
Las lilas recién cortadas, de un color apacible, compiten en belleza con los
espumosos pétalos de las rosas té. Cerca del jarrón, en un rústico cesto
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de mimbre, las rojas manzanas invitan a degustar su fresco sabor
mientras las apetitosas peras esperan el cuchillo que rebanará su cuerpo
almibarado. Completa la fresca imagen un fragante ananá color ocre que
provoca un cálido juego de contrastes.
¿En cuál de estos textos les parece que predomina la función poética del lenguaje?
¿Por qué?
La denotación y la connotación
Como vimos anteriormente, en los textos literarios, no importa sólo lo que se dice
sino cómo ha sido dicho. El uso que se hace del lenguaje es la característica
diferenciadora de este tipo de textos. En este punto, es necesario que nos detengamos
para precisar el concepto de lenguaje connotativo y denotativo.
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“Mariposa triste, leona cruel,
di luces y sombra, todo en una
vez.
←Texto N° 2
Cuando fui leona nunca recordé
Texto N°2 →
El Texto N°1 pertenece a una enciclopedia. En el mismo el significado de la palabra
“mariposa” es uno sólo: insecto lepidóptero, mientras que el significado de “león” sólo
puede estar referido al mamífero carnívoro de la familia de los félidos.
En este texto las palabras tienen un solo significado, se utilizan dentro de un lenguaje
denotativo.
En cambio, en el Texto N°2 los términos “mariposa” y “leona” nos dicen mucho más
de lo que esos términos en sí mismos significan. Al reconocerse como mariposa, la
poetisa evoca la fugacidad y fragilidad que tuvo en ciertas etapas de su vida y al
identificarse como leona, pone de relieve la fuerza y la bravura que, a veces, manifestó
su personalidad.
En este texto las palabras adquieren más de un significado, se trata de un lenguaje
connotativo ya que esas palabras en dicho texto nos dicen mucho, traen aparejados
otros significados que no se relacionan con el significado enciclopédico.
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5. Debo cargar con la cruz
de mis problemas.
6. Traé más hielo para las
bebidas.
7. Me robaste el corazón.
2) En los siguientes textos indica en cuál de ellos se utiliza la palabra con un sentido
denotativo y cuál se usa con un sentido connotativo
TEXTO N°1→ La granada es una fruta con muchos valores nutritivos. Contiene vitaminas
y minerales beneficiosos para el funcionamiento del organismo por su gran cantidad de
agua y sus escasas calorías.
TEXTO N°2→ ¡Qué hermosa esta granada, Platero! Ninguna fruta me hace pensar, como
esta, en la frescura del agua que la nutre. Estalla de salud fresca y fuete. (J.R. Jiménez).
3) Anotá en tu carpeta el significado connotativo que consideres que es el correcto en cada caso:
-helados
-sin amor
-malos
-muertos
-húmedos
-tristeza
-bebida desagradable
-decepción
-veneno
-alegría
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La noticia
Es un tipo de texto informativo destinado a divulgar un suceso. Para que un hecho sea
“noticiable” debe cumplir determinadas características:
1- Debe ser novedoso: es decir, un suceso que sale de lo cotidiano y rutinario.
2- Debe ser actual: tiene que haberse producido, anunciado o descubierto recientemente.
3- Debe ser verdadero: el acontecimiento debe haber ocurrido en la realidad, y constatado
por fuentes confiables antes de ser divulgado.
4- Debe ser de interés masivo: debe interesar a un público generalizado, o una gran parte de
la sociedad.
CARACTERÍSTICAS DE LA NOTICIA:
TRAMA NARRATIVA
OBJETIVIDAD: quien narra no incluye evaluaciones sobre lo que cuenta, no debe dar
opiniones personales
BREVEDAD
INFORMACIÓN COMPLETA: debe responder a la curiosidad del receptor contestando las
preguntas básicas del periodismo:
¿Qué pasó?
¿Quién protagonizó el hecho?
¿Cuándo ocurrió?
¿Dónde?
¿Cómo?
¿Por qué? (en ocasiones, esta pregunta no se puede responder, por lo tanto no se
considera que esté incompleta si falta esta respuesta)
CLARIDAD: Para lograrlo se emplean diferentes recursos:
Narración en tercera persona
Oraciones breves y claras, teniendo en cuenta que el mensaje debe ser
comprendido por personas con distinta formación cultural.
Vocabulario neutro y preciso para mantener la objetividad. No se usan
diminutivos, aumentativos, adjetivos calificativos que puedan dar indicios de
subjetividad (por ejemplo: en un título como “Triste situación a raíz de la
pandemia”, el adjetivo “triste” da indicio de la opinión del autor sobre lo ocurrido)
ORGANIZACIÓN DE LA INFORMACIÓN:
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A pesar de que se trata de un texto narrativo, la forma en que se presentan los sucesos no respeta
el orden cronológico: el lector de periódicos tiene la posibilidad de echar un vistazo a títulos y
primeros párrafos para saber si la noticia es de su interés, por eso la información se organiza de lo
general a lo particular.
La organización de la información en la noticia se denomina “pirámide invertida”.
PARATEXTOS INFORMATIVOS
Se denominan paratextos a los elementos que rodean al texto principal; lo acompañan, no forman
parte de él y aportan información importante antes de la lectura completa. Su función es captar la
atención del lector y darle pistas para que comprenda mejor lo que se quiere comunicar. En el
caso de la noticia gráfica, estos son:
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Actividad N°6: Resolvé en tu carpeta las siguientes consignas
Leé con atención la siguiente noticia y luego resolvé las consignas que
se encuentran a continuación:
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a) Transcribí los siguientes paratextos:
Volanta…………………………………………………………..
Título…………………………………………………………….
Copete……………………………………………………………….
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b) ¿Qué otro paratexto aparece en esta noticia?
c) ¿Cuál es la información más importante que presenta este texto? Transcribí la opción correcta
en la carpeta:
d) ¿Qué características tiene este texto? Transcribí las opciones que creas correctas en la
carpeta.
Es un texto literario
Está escrito en primera persona
Utiliza un lenguaje claro
Narra un hecho que ocurrió
El tema puede ser interesante para muchos lectores
Está escrito en tercera persona.
Utiliza un lenguaje confuso
Narra un hecho inventado
Es un texto informativo
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Para introducirnos en el mundo de la literatura, es preciso que nos situemos en un
lugar especial desde donde abordar los textos para comprenderlos.
Debemos comenzar por reconocer que todo texto literario está escrito con una
finalidad estética, para que el lector goce, disfrute de la belleza expresada a través de
hechos, conflictos o situaciones creadas por el autor.
Cuando leemos una obra literaria, no podemos buscar información precisa, datos.
No podemos preguntarnos si lo narrado o descripto en el texto es real o no. Lo único
que debe movernos a una lectura del texto literario es el deseo de descubrir un mundo
nuevo, producto de la imaginación del autor y manifestado a través de expresiones que
transmiten sensaciones de belleza, plenitud, regocijo espiritual.
También, por medio de la literatura, podemos llegar a conocer el alma humana, las
virtudes y miserias de una sociedad, el sentido de la existencia, una visión del mundo y
de la historia de los pueblos.
Las obras literarias pertenecen al ámbito del arte, como la escultura, la danza, la
pintura, la música, etc. Se consideran obras artísticas porque la intención fundamental
del escritor es elaborar un discurso bello, es decir, que sea apreciado estéticamente por
el receptor. Toda creación que refleje belleza tiene una intencionalidad estética.
Al introducirnos en el mundo de la literatura, nos brindamos la posibilidad de
enriquecer nuestra interioridad, ya que ello nos permite vislumbrar los otros mundos
posibles.
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Como ya hemos visto, un texto literario se diferencia de una receta de cocina, de una
nota de enciclopedia o de una noticia periodística por una característica esencial: en él
predomina
la función poética del lenguaje. ¿A qué nos referimos cuando hablamos de función
poética? Para responder a este interrogante, recordemos cuáles son las
particularidades de esta función:
Función poética:
1) ¿Por qué podemos afirmar que los textos literarios tienen una finalidad estética?
5) ¿Cuál es la diferencia fundamental que existe entre los textos literarios y otros tipos
de textos?
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Nacimiento
5) ¿Cuál será la pregunta “que hasta hoy no tenía respuesta”? Relaciona esto
con el título: ¿qué es lo que “nace”?
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Definición:
Los géneros literarios son un conjunto de categorías para clasificar a los textos
que componen la literatura, atendiendo tanto a su estructura como a su
contenido.
Clasificación
GÉNERO LÍRICO: comprende obras en las que el poeta expresa sus emociones
y sensaciones para lo cual combina palabras y crea hermosas imágenes que
intentan conmover al lector. Si bien el autor se manifiesta acerca de la vida,
los objetos, la patria, la mujer amada, los paisajes o cualquier otro tema,
siempre esa realidad es evidenciada a través del impacto emocional que
produce en el poeta. El mundo real es el punto de partida para que el escritor
desnude su espiritualidad, su manera de sentir. En estas obras el lenguaje es
sumamente connotativo, por eso, la función poética se evidencia en plenitud.
Generalmente se presenta en forma de poesía (composiciones realizadas en
verso).
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representadas. El receptor va comprendiendo los conflictos y la historia a través
de lo que dicen los personajes y por medio de las acciones que éstos realizan.
Por ello, en este tipo de género lo esencial se muestra a través del diálogo y las
relaciones que se establecen entre los personajes creados por el autor. Las
obras dramáticas más frecuentes son la comedia, la tragedia, el drama, la
tragicomedia, el sainete, etc.
→TEXTO N°1
ASÍ ES MI VIDA
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No soy si no acompaño los dolores
de los que sufren: son dolores míos.
Porque no puedo ser sin ser de todos,
de todos los callados y oprimidos,
vengo del pueblo y canto para el pueblo:
mi poesía es cántico y castigo.
Me dicen: perteneces a la sombra.
Tal vez, tal vez, pero a la luz camino.
Soy el hombre del pan y del pescado
y no me encontrarán entre los libros,
sino con las mujeres y los hombres:
ellos me han enseñado el infinito.
Pablo Neruda
Era un mago del arpa. En los llanos de Colombia, no había fiesta sin él. Para que la fiesta fuera
fiesta, Mesé Figueredo tenía que estar allí, con sus dedos bailanderos que alegraban los aires y
alborotaban las piernas.
Una noche, en algún sendero perdido, lo asaltaron los ladrones. Iba Mesé Figueredo camino de
una boda, a lomo de una mula, en una mula él, en la otra el arpa, cuando unos ladrones se le
echaron encima y lo molieron a golpes.
Al día siguiente alguien lo encontró. Estaba tirado en el camino, un trapo sucio de barro y
sangre, más muerto que vivo. Y entonces aquella piltrafa dijo, con un resto
de voz:
- Se llevaron las mulas.
Y dijo:
se llevaron el arpa.
Y tomó aliento y se rió, echando baba y sangre se rió:
JETTATORE!
Acto primero
Sala elegante. Una mesa al centro con revistas y diarios. Una chimenea o piano sobre
el foro izquierdo. Un sofá sobre el foro derecho. Araña encendida.
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Escena primera
Carlos: - Vamos, Lucía... de una vez. ¿Sí o no?
Lucía: - Es que no me resuelvo, Carlos. ¿Y si se me conoce?
Carlos: - No seas tonta ... ¿En qué se te puede conocer? Todo es cuestión de un momento.
Lucía: - ¡Si llegaran a descubrirnos!
Carlos: - ¡Pero no pienses en eso!... No es posible. Yo te aseguro que no nos van a descubrir. ¿Por
qué imaginarte siempre lo peor? Tengo todo preparado. Enrique está esperando en la esquina...
Lucía: - No me animo, Carlos ... Tengo miedo.
Carlos: - Bueno, lo que veo es que no te importa nada de mí.
Gregorio de Laferrére
1)
a) ¿En qué persona gramatical está escrito el poema “Así es mi vida? Transcribí algún fragmento
que dé cuenta de ello
b) ¿A quién le canta el poeta?
c) Explicá con tus palabras el argumento del cuento “El arpa”
d) ¿Qué quiere significar Mesé Figueredo cuando al final del cuento dice “Pero no se llevaron la
música”?
e) ¿Dónde se desarrolla la acción de la escena de la obra “Jettatore”?
f) ¿Quiénes son los personajes? ¿Qué otro personaje se menciona?
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Resolvé las siguientes consignas en tu carpeta:
1) Leé con atención los siguientes textos e indicá cuál te parece que se trata de un texto literario y
cuál te parece que se trata de un texto informativo. Justificá tu respuesta.
→Texto 2: El Bosque
Se llama bosque a la aglomeración de árboles que cubre un terreno. Tiene una biología propia e
influye en el medio ambiente en que se desarrolla.
Crece densamente en las regiones húmedas. Por sus características se puede hablar del bosque
tropical, con árboles de gran corpulencia y lianas; de la selva monzónica, como la de Asia
suroriental, con vegetación intermitente; en las zonas templadas se conoce el bosque de verano
con pinares y castañares.
Enciclopedia Omeba
potro: ...................................................................................................................
madera: ...............................................................................................................
bruja: ...................................................................................................................
b) Explicá cuál es el significado connotativo que adquieren estos vocablos en los enunciados que
se transcriben a continuación:
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d) Explicá con tus palabras qué diferencia s hay entre el lenguaje connotativo y el lenguaje
denotativo.
3) Leé con atención la siguiente noticia y luego respondé las preguntas que se encuentran a
continuación:
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El género narrativo
Como ya vimos anteriormente en el género narrativo se presenta el relato
de acontecimientos que les suceden a diversos personajes, reales o
imaginarios, desarrollados en un lugar concreto y a lo largo de un tiempo
determinado.
Estas acciones, así como los personajes que la realizan y el lugar donde se
encuentran, pueden ser reales o inventadas: en cualquier caso, lo que
pretende el autor es que quien lo escucha (o lee) pueda recrear con su
imaginación esa historia.
Es el tipo textual que aparece con mayor frecuencia en nuestros
intercambios comunicativos (al charlar con un amigo sobre lo que hicimos el
fin de semana, si vamos al cine, al leer una noticia de un periódico…)
→En los textos narrativos no ficcionales el autor y el narrador coinciden, porque quien
cuenta debe ser una persona identificable que se hace cargo de la veracidad de lo que
relata.
→En los textos narrativos ficcionales, el autor crea la figura del narrador (como un
componente más de su relato).
→De este modo el narrador es el medio a través del cual se conocen los hechos y solo
existe en el texto mientras el autor, en cambio, es o fue un ser humano real.
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Tipos de narradores
Por ello, según la perspectiva o el punto de vista, el narrador puede ser omnisciente,
protagonista o testigo.
→El narrador omnisciente es externo, es decir, no pertenece al mundo narrado. Este narrador
sabe todo lo acontece y lo que sienten y piensan los personajes. En este caso se utiliza la 3°
persona gramatical (él/ella/ellos/ ellas).
→El narrador protagonista es un personaje de la historia, que la cuenta a partir de sus
conocimientos. En este caso se utiliza la 1° persona gramatical (yo/nosotros)
→El narrador testigo también es un personaje de la historia, aunque su participación en esta es
secundaria. En este caso se puede utilizar tanto la 1° persona como la 3° persona verbal.
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Actividad N°10:
1) Leé los siguientes fragmentos y respondé en tu carpeta las siguientes preguntas que aparecen a
continuación de cada uno de ellos.
TEXTO N°1
“Al salir de la galería no había más gritos, quizá ya no lo perseguían. No se animó a mirar hacia
atrás y siguió corriendo algunas cuadras, hasta sentirse uno más entre la gente. Entonces empezó
a caminar, mientras jugaba con las llaves de su casa entre las manos empapadas. Pasó frente a la
comisaría y el policía de guardia ni siquiera lo miró. Sólo tenía sed, por lo que se olvidó de la huida
y entró en el primer bar que encontró.”
Julián de Dios, “Una cuestión de suerte”
TEXTO N°2
“Un italiano de largos brazos, viejo, pelado, tembloroso de frío corría por el tablado y lanzaba un
silbido al cielo colocándose los dedos en los labios. Sobre su persona giraban dos aeroplanos de
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martilleante motor. Desde las penumbrosas alturas, los pilotos saludaban con sus pañuelos la
pelona calva del señor Antonio. La multitud gritaba: “¡Hurra!”. El señor Antonio saltaba sobre las
tablas forradas de rojo, agitaba su manecita hacia las estrellas”.
Isaac Babel, “En la plaza del palacio”
TEXTO N°3
“Bueno, dio la casualidad de que yo andaba por la Costa Oeste, hace ya algunos cuantos años,
tratando de conseguir algún dólar como todo el mundo. Pero los tiempos eran difíciles y no tuve
suerte. Me harté de dar vueltas por ahí, así que me puse a hacer dedo para volver a mi casa”.
Tom Waits, “Big Joe y el fantasma
309”.
2) Indica qué clase de narrador relata los hechos en cada uno de los textos anteriores
• Las obras literarias en las que un sujeto narra una historia surgieron en la Antigüedad, a través
de la
narración de acciones heroicas pertenecientes a la Épica, género histórico del que derivó el
narrativo, cuya forma de escritura es la prosa.
• Entre las formas características de este género se encuentran el cuento, la novela breve y la
novela.
• Toda narración responde a una situación comunicativa: emisor (narrador), mensaje (narración
literaria) y receptor (lector).
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• El narrador configura un “mundo representado”. En dicho mundo representado son
fundamentales los personajes, el espacio, el tiempo, y los acontecimientos (acciones).
Estructura narrativa
Se llama así a las partes que sostienen un cuento. Estas son cuatro:
1) MARCO: es la parte más superficial de la historia. En ella se encuentran los elementos básicos
de una narración que son:
a) PERSONAJES: Se mencionan solamente los principales (protagonistas)
b) LUGAR: Se refiere a aquel en el que se desarrollan las acciones de los personajes. Puede ser
uno particular (una casa, un negocio, un bosque) o más general (un país, una región geográfica);
muchas veces no se puede precisar dónde ubicar las acciones: en este caso es INDETERMINADO
c) TIEMPO: Es aquel en el que se puedan ubicar las acciones. Puede ser una época histórica, un
momento del año o del día; si no se puede precisar ninguno de estos datos, será INDETERMINADO.
ATENCIÓN: EL TIEMPO DE LA NARRACIÓN NO TIENE NADA QUE VER CON EL TIEMPO VERBAL
(pasado/presente/futuro), sino con una referencia concreta a un momento en el que se
desarrollan las acciones (por ejemplo, 1810, durante la noche, en el último verano).
3) CONFLICTO: Es aquello que hace que la situación inicial cambie, se modifique (positiva o
negativamente) Es un suceso que rompe con el equilibrio inicial, y hace que los personajes
atraviesen situaciones inesperadas.
ATENCIÓN: No siempre el conflicto es algo malo que ocurre; a veces, la modificación de la
situación inicial se da por un suceso agradable. Por esto, hay que tener en cuenta que CONFLICTO
no es sinónimo de DESGRACIA.
4) RESOLUCIÓN: Es la parte en la que el conflicto se resuelve y el equilibrio inicial suele
restablecerse. Muchas veces, la resolución no es positiva, o del todo clara (en narraciones con
finales abiertos), pero siempre hay una.
Núcleos narrativos
Son las ACCIONES importantes que realizan los protagonistas, y que permiten que la historia
avance. Esta sucesión de acciones permite realizar una síntesis del cuento.
Como se trata de acciones, hay que prestar atención a los VERBOS (que es la clase de palabra que
expresa acción).
Para extraer los núcleos narrativos, hay que tener en cuenta:
•Que las acciones sean importantes para el avance de la historia
•Que el que realice estas acciones sea alguno de los protagonistas
•Que no se deben incluir descripciones.
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•Que no se deben incluir diálogos.
•Que cada núcleo narrativo debe expresar SOLO una acción.
Para realizar el listado de los núcleos narrativos, hay que determinar muy bien cuáles son las
acciones importantes, pensar que, si eso no hubiese ocurrido, la historia no hubiera sido la misma.
Juego nocturno
La noche no podía ser más oscura, y los cinco integrantes de la banda nos preparábamos para
hacer lo que, casi sin variaciones, veníamos haciendo Juntos desde hacía por lo menos cuatro
veranos: reunirnos en nuestro lugar preferido del parque Primavesi, a un costado de los juegos,
para contarnos cuentos de terror, asustarnos mutuamente y reírnos un rato, como si estuviéramos
de campamento y hubiéramos armado allí, en pleno parque, una fogata nocturna.
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Los cinco habíamos crecido mucho desde el primer verano compartido, hacía como seis años: a
los doce, Mariana y Lara ya parecían señoritas, como decían las viejas. En cambio, los varones
(Valentín, Mauro y yo, el único que había cumplido los trece) seguíamos pareciendo chicos. O casi.
Y ahí estábamos los cinco, a punto de empezar nuestro pequeño rito, cuando se cumplió lo que
los varones más temíamos: de entre los árboles vimos salir las siluetas de Fabián y de Lucas, dos
chicos más grandes que habían aparecido este año en Playa Grande, en las carpas de las que
nosotros nos creíamos dueños absolutos. Venían por las chicas, qué duda podía caber. Lucas y
Fabián, quince o dieciséis años, nadie lo sabía, eran nuevos en ese rincón de Mar del Plata que
teníamos como nuestro y producían en la banda dos efectos absolutamente opuestos: a las chicas
les encantaba que las vinieran a rondar, y los recibían con risitas nerviosas y sonrisas tímidas. A los
varones nos provocaban un odio feroz. A Valentín, por ejemplo, que había sido novio de Lara los
últimos dos veranos, la presencia de los dos advenedizos le afectaba hasta la piel: se ponía
literalmente bordó, y le salían manchones por toda la cara. A Mauro y a mí, que desde el verano
anterior competíamos casi sin peleas por la atención de Mariana, los nuevos nos desagradaban
tanto que nos quedábamos mudos, con la vista en el suelo, apenas levantando la cabeza para
mirarnos entre nosotros, destilando bronca cuando las chicas les festejaban las ocurrencias. Para
colmo, si bien Lucas parecía ser más o menos un buen pibe, el otro, Fabián, era decididamente
desagradable. Se la pasaba haciendo bromas pesadas, burlas de mal gusto, chistes tan tontos que
a veces ni el amigo le festejaba.
Pero no parecía darse cuenta de que su actitud no le gustaba a nadie, e insistía. Y su blanco
predilecto era Mauro, al que llamaba "Joroba", burlándose de la postura de nuestro amigo, que
siempre caminaba medio encorvado.
Y, por supuesto, no compartían ninguno de nuestros códigos. No entendían nuestras bromas
internas y, por eso, las descalificaban como si fueran de tontos o "de chicos". Así dijeron cuando
Mariana les contó lo que estábamos haciendo en el supuesto fogón del parque, y Fabián, fiel a su
costumbre, agregó una broma estúpida:
-Che, Joroba, en vez de contar cuentitos, por qué no te disfrazas de monstruo, que seguro te sale
bárbaro.
Mauro se levantó, lo miró con furia y le dijo, según me contó después, lo primero que le vino a la
cabeza:
—Si no te gustan los cuentos, juguemos a algo.
— ¿A las muñecas? —le respondió el desagradable.
—No, a lo que vos quieras, pero el que pierde paga una prenda: va al cementerio de noche.
Todos nos quedamos mudos. De día, el cementerio no alcanzaba ni para paseo turístico, era
solamente un paredón enorme y gris al final de la calle Alem, detrás del cual se adivinaban los
panteones, las tumbas, los nichos. La gente iba a los bares de la zona, a los negocios de ropa o a
las heladerías, y cruzaba frente a la mole gris sin notar siquiera su presencia. Pero de noche era
bien distinto. El paredón enorme se convertía en una valla; los portales antiguos y altos estaban
cerrados sin llave porque no hacía falta impedir el paso: nadie querría meterse en el cementerio
cuando caía la noche.
Pero Fabián, claro, no se achicó. Dijo que él jugaba a lo que quisiéramos, y entre todos
empezamos a discutir a qué íbamos a jugar. Finalmente decidieron las chicas: jugaríamos al
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"chancho", y como ellas también participarían del reto, pusieron como condición que los
perdedores fueran dos: de ninguna manera aceptarían caminar solas entre las lápidas, en plena
oscuridad. Los dos primeros que completaran la palabra "chancho" irían juntos al cementerio y,
para probar que habían entrado, traerían una pelota que patearíamos hacia adentro un minuto
antes. Había que buscar la pelota entre las tumbas y traerla, estaba prohibido salir sin ella.
Empezó el juego, y si bien nos reímos bastante con los amagues, los ¡chan! inconclusos o las
equivocaciones, en el aire flotaban, a la vez, dos sensaciones igualmente incómodas: el miedo al
cementerio y el clima de desafío. Fabián y Mauro ni se miraban y la verdad es que el grandote o
tenía mucha suerte o jugaba bien, porque al poco rato se vio que no corría peligro de perder.
Lucas tampoco tenía muchos problemas y Lara, ayudada descaradamente por Valentín —que
prefería perder él para que ella no corriera el riesgo— tampoco era candidata a la derrota. Cerca
del final, los más comprometidos éramos los tres varones de la banda y Mariana, que ya iba por
"chancho". Y la verdad es que todo era bastante emocionante: al molesto de Fabián el tiro le había
salido por la culata, pues, casi seguramente, uno de nosotros tres terminaría entrando con
Mariana al cementerio. A esta altura del juego, si bien el lugar mantenía su carácter aterrador,
visitarlo se había convertido en la seductora posibilidad de quedarse con Marianita a solas, en la
oscuridad y compartiendo el miedo: más no se podía pedir. Así que al final, cuando Mariana
completó primera el "chancho" y Valentín se dio cuenta de que tanto Mauro como yo queríamos
perder, la cosa quedó empatada entre mi amigo y yo, los dos con "chancho". Fabián, que además
de molesto era medio bobo, se dio cuenta de la maniobra demasiado tarde y, aunque lo intentó,
ya no pudo perder. Yo lo miré a mi amigo, que estaba tenso; si perdía en el juego del "chancho", le
ganaba al grandote en lo más importante, pues tendría la oportunidad de acompañar a Mariana,
de estar muy cerca de ella, tal vez de conquistarla. Pero eso decidiría la competencia entre
nosotros: Mauro también me ganaría a mí. Yo no sabía qué hacer, pero al fin me decidí cuando
escuché una vez más a Fabián diciéndole "Joroba" a mi amigo. Recuerdo bien clarito que pensé
"jorobado estás vos", que con una sonrisa canté "chancho" y que mi amigo perdió. Pero con esa
derrota ganó, claro está.
Después nos fuimos hasta la puerta del cementerio, tiramos la pelota, tuvimos un rato de miedo
más fingido que real, Mariana hizo todo el teatro para no entrar y finalmente entraron.
Unos quince minutos después, ella y mi amigo salieron tomados de la mano, con la mirada algo
perdida, como turbados.
—No traen la pelota —protestó Fabián, y todos, hasta su amigo Lucas, lo miramos muy serios.
Entonces Mauro, que venía más agachado que nunca, se sacó la pelota de la espalda, la tiró para
arriba y, mirándolo con una sonrisa un poco tirante, le largó la frase más festejada de la
temporada:
—La traía en la joroba —le dijo, y yo sentí que el triunfo de mi amigo también era mi triunfo.
Un rato después, acompañamos a las chicas a sus casas y Mauro se despidió de Mariana con un
beso que me alegró, pero que también, tengo que reconocerlo, me dio algo de envidia.
Para disimular el mal momento, y porque de veras estaba orgulloso de él, le puse una mano en el
hombro y lo felicité:
-Estuviste genial con eso de la joroba, Maurito. El pesado de Fabián no va a volver a hablar por el
resto del verano.
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Mauro me palmeó la mano que le había apoyado en el hombro y pareció confundido, como si
buscara las palabras para decirme algo que no le salía. Yo pensé que me iba a hablar de Mariana,
pero no fue así. Mi amigo, al fin, me miró muy fijo y me contó la verdad de lo que había pasado en
el cementerio: una verdad que todavía no me deja dormir tranquilo. Me dijo que, apenas
traspusieron los portones, él y Mariana se agarraron muy fuerte de la mano, pero en ese gesto no
había nada de romántico: era para escaparle al miedo. Un miedo real que no alcanzaban a disipar
ni la certeza de que detrás de los paredones estábamos nosotros, ni que seguían pasando algunos
colectivos tardíos, ni siquiera que, en las veredas, entre los panteones, se veían algunas luces.
- ¿Pero ahora qué importa el miedo? —le dije, todavía sin entender la seriedad de Mauro—
¡ponerte la pelota en la espalda fue una idea genial!
Entonces, casi temblando, me confesó que él la tenía a Mariana de la mano cuando sintió que
unas manos frías le subían la remera y le ponían la pelota en la espalda. Y solo escuchó una voz,
casi un susurro, que le decía:
—Por esta vez, pueden salir. Pero acá, de noche, solo jugamos nosotros.
1) Explicá utilizando tus propias palabras, es decir sin copiar el texto, cual la introducción, cual es
el conflicto y cuál el desenlace o resolución del cuento.
Introducción:
Conflicto:
Resolución:
3) ¿En qué lugares y en qué momento del día transcurren los hechos del cuento?
5) ¿Qué efectos causaba a presencia de Fabián y Lucas en el grupo de amigos que se juntaba en el
Primavesi?
Mauro cuenta que unas manos frías le subieron la remera y le colocaron la pelota en la
espalda.
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Llegan Fabián y Lucas.
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Actividad N°12:
1) Leé las siguientes leyendas urbanas y luego respondé en tu carpeta las preguntas que
aparecen a continuación de cada una de ellas.
EL ÚLTIMO TAXI
MUJER MUERE SOBRE LA TUMBA DE SU MADRE. En las primeras horas de la mañana de ayer fue
encontrado, dentro de las instalaciones del cementerio de la Chacarita, el cuerpo sin vida de una
mujer…Felipa ( ) La tumba sobre la que reposaba su cuerpo era de su madre. Los médicos dijeron
que, al momento de ser encontrada, la mujer llevaba muerta algunas horas, “quizá haya estado
así, sin vida toda la noche” comentó uno de ellos…
Esta noticia fue publicada en mayo de 1978 por el diario TODO REAL, un diario de barrio ya
desaparecido.
A partir de esta noticia surge la leyenda urbana que ronda por las calles de Chacarita:
Aquella tarde Felipa ingresó al cementerio para visitar la tumba de su madre. En cuanto llegó a
la lápida apoyó la mano en la placa con el nombre de la muerta y saludó. Cambió el agua y las
flores que descansaban a un costado de la tumba. Luego le habló a su madre aproximadamente
por una hora, hasta que vio que empezaba a anochecer. Entonces posó la palma de su mano
nuevamente sobre el nombre de la difunta, se despidió y comenzó a caminar entre otras madres
que no eran la de ella, padres, abuelos, hijos y nietos, todos muertos.
Cuando Felipa salió no tenía ganas de caminar las cuatro cuadras que la separaban de la parada
de colectivo. Lo mejor era tomarse un taxi directo a su casa. Levantó la vista y vio uno que pasaba
lentamente por Lacroze, estaba libre. El taxi ya había desviado su destino cuando ella lo paró. En
otras circunstancias Felipa hubiera notado la extrema palidez del chofer, así como también, la
silenciosa respuesta (un lentísimo cabeceo) que el hombre le dirigió al escuchar la dirección. Pero
en aquel momento la mujer solo se permitió sumergirse en los recuerdos de su madre aún viva. Y
así viajó, mirando sin mirar, hasta que algo la sacó de su ensoñación, algo que arrastró su
conciencia al taxi, Felipa sentía frío. Mucho frío. Un frío increíble que le recorría todo el cuerpo.
Instintivamente quiso cerrar la
ventanilla, pero ya estaba cerrada, las otras ventanillas también. ¿De dónde venía ese frío?
Estuvo a punto de hablarle al conductor, pero se quedó muda cuando vio aquellas manos sobre
el volante. Las manos del chofer eran extremadamente delgadas como si la piel estuviese pegada a
los huesos. Y además estaban muy pálidas, casi blancas. Quiso ubicar el rostro del hombre en el
pequeño espejo retrovisor, pero este apuntaba al ángulo del asiento del acompañante. Felipa cada
vez sentía más frío.
_Perdón. Se animó a decir. El taxista no respondió.
_Perdón. Insistió. Nuevamente, no obtuvo respuesta.
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Entonces la mujer alzó la mano como para tocar el hombro del taxista, pero nunca lo logró. Su
propia la mano, la que había levantado para llamar la atención de ese misterioso hombre, la
asustó. Su mano, era la mano de un muerto. Huesuda, pálida como la del taxista, y fría como todo
su cuerpo. Alzó la otra mano y la contempló con el mismo horror. Dios ¿Qué le había pasado?
Entonces el taxista se movió, giró lentamente el espejo delantero. Felipa pegó un grito cuando en
el cristal apareció su rostro raquítico y deformado de lo que parecía el cadáver de una mujer.
Cuando Felipa gritó, la imagen hizo lo mismo y entonces supo que aquella imagen era su propio
reflejo. Quiso llorar, pero las lágrimas no salían. El taxista se detuvo.
Felipa miró por la ventanilla, Estaban nuevamente en el cementerio de Chacarita. No hizo falta
que preguntara al chofer porqué habían vuelto al mismo lugar. Las voces que escuchó eran toda la
información que necesitaba. Voces que provenían del cementerio, voces que la llamaban, repetían
su nombre. Los muertos la llamaban y ella no podía resistirse. Felipa ya era uno de ellos.
Guillermo Barrantes y Víctor Coviello
El joven dobló por la calle Juncal, como todos los últimos sábados por la noche. Desde que Lucía
lo había dejado, se había vuelto su recorrido habitual. El aire que salía de su boca se convertía en
humo al encontrarse con el frío de agosto. Al llegar a la esquina de Junín, algo lo motivó a cambiar
de rumbo y unos metros más adelante, vio a una muchacha. Llevaba un vestido de un blanco
radiante. El joven no pudo frenar el impulso de invitarla a tomar algo y darle su abrigo para
protegerla. Entraron a “La Biela”, un bar tradicional del barrio de Recoleta.
Eligieron ubicarse junto a la ventana, alejados de la gente. Él le quitó el sobretodo a la
muchacha, dejando la blancura del vestido nuevamente al descubierto, y le acercó la silla en un
gesto de caballerosidad. Se sentaron enfrentados manteniendo la distancia que exigía la mesa.
Él no sabía con qué tema empezar la conversación. Tenía miedo de quedar en ridículo o
espantarla. Se le ocurrió que la música era un buen tema. Así se enteró de que a ella le gustaba la
música clásica y sabía tocar el piano. Cuando les trajeron el café supo su nombre: Luz María.
El joven notó que los hombres que estaban en el bar los miraban y murmuraban. No le pareció
extraño siendo Luz María tan hermosa. Él se ofreció a acompañarla hasta la casa y en el puesto de
flores de la calle Posadas, le compró un ramo de rosas. En el umbral de la puerta, entre miradas y
sonrisas, la besó. Sintió un escalofrío y volvió a su casa pensando en ella.
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Al día siguiente, decidió sorprenderla. Tocó el timbre de su casa y una señora mayor le abrió la
puerta. Él le preguntó por Luz María y, entre llantos y gritos, recibió una respuesta inesperada. Su
dama de blanco había muerto treinta años atrás.
Corrió al cementerio sin poder creer en las palabras de aquella mujer. Los nombres escritos en
las lápidas le lastimaban los ojos. Su desesperada búsqueda llegó a su fin frente al nombre de Luz
María grabado en el mármol. Cerró los ojos porque ya no quedaba nada por ver. Cuando el vacío
del mundo se había hecho más grande, el aroma de las rosas se hizo presente y el joven volvió a
sentir el mismo escalofrío de la noche anterior.
El sereno del Cementerio de La Recoleta declaró que era habitual, desde hacía
treinta años, ver pasear a Luz María vestida de blanco los sábados por la noche.
2) Leé el comienzo de las siguientes leyendas urbanas. Ambas están incompletas, les falta el nudo
y el desenlace. Elegí una y completala en tu carpeta.
La literatura de terror
Los seres humanos sentimos miedo ante un montón de situaciones, algunas reales y otras
imaginarias. Ante el miedo, a cada uno nos pasan cosas distintas: sentimos la necesidad de huir, de
enfrentarlo, de taparnos los ojos y los oídos, de meternos debajo de las frazadas o de buscar a
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alguien que nos proteja. Otra forma de enfrentar nuestros miedos es expresarlos con palabras e
imágenes. Y tal vez por eso, hombres y mujeres cuentan leyendas, escriben cuentos y novelas,
filman películas y pintan cuadros en los que el miedo tiene su lugar.
En las leyendas leídas podemos observar que hay ciertos objetos, colores, lugares, personajes,
sensaciones, sonidos , etc. que se repiten y, generalmente, están presentes tanto en la lietratura
como en las películas y series de miedo. Todos estos elementos van creando la atmósfera del
terror.
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El cuento de terror
Los relatos de terror son tan antiguos como la humanidad. Desde los mitos y las leyendas de
todas las culturas hasta los cuentos modernos narran historias atemorizantes que han sido
disfrutadas durante siglos. Los protagonistas de estos cuentos se pierden en lugares sombríos y
solitarios, seenfrentan con seres extraños y amenzantes y corren riesgos que hacen temblar a la
vez que fascinan a los lectores.
Estos son algunos rasgos típicos de la narrativa de terror:
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-Lugares embrujados Inseguridad -Hombres lobo
-Ámbitos nocturnos con -Terror/ pánico -objetos (máquinas,
condiciones climáticas amuletos, etc) y seres
adversas: fuertes tormentas, inanimados (estatuas) que
niebla, frío, etc. cobran vida
1) De la siguiente lista de palabras transcrbí a tu carpeta la que vos creas que deben estar
presentes en una película, serie, cuento o novela de terror:
3) Volvé a leer “El último taxi” y “La dama de blanco” y hacé una lista con todas las palabras que
consideres que forman parte del campo semántico de la lieteratura de terror.
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4) Leé con atención el siguiente cuento y luego respondé en tu carpeta las preguntas que
aparecen a continuación:
LA CASA VIVA
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JUAN: —Lo que pasa es que en esta época... la situación económica del país... Entonces, con tal de
vender...
GRETA: —¿Cuándo viajamos a "La Resolana"? ¡No doy más de ganas de conocer nuestra casa del
mar!
MARVIN: —El viernes, nena, ¿no lo oíste?
CLAUDIA: —No bien tu padre y yo salgamos del trabajo. Alrededor de las ocho los pasamos a
buscar.
JUAN: —Mejor a las nueve. Quiero hacer revisar los frenos y cargar nafta.
GRETA: —Marvin y yo vamos a tener todo listo para el viaje.
MARVIN: —La torneta y tu cargamento de arcilla, sin dudas...
GRETA: —¿Y qué? Por lo menos, voy a aprovechar las vacaciones para hacer algo más que nada
como uno que yo conozco.
El esperado viernes de la partida llegó al fin y los Alcobre salieron en su auto rumbo a "Villa La
Resolana". Con la ansiedad que tenían por estrenar la casa nueva, los trescientos veinte kilómetros
que los separaban de ese solitario paraje marítimo se les antojaron mil; sobre todo, a los chicos.
Arribaron al amanecer.
La casa de vacaciones era —verdaderamente— hermosa, tal como los padres habían dicho.
Amplia, totalmente refaccionada, luminosa. Amueblada con exquisito gusto. Decorada con calidez.
Parecía recién hecha. Sin embargo, su construcción databa de princi pios de siglo.
Greta eligió para sí una de las cuatro habitaciones de la planta alta, la única que se abría a un
espacioso balcón-terraza con vista al mar.
—¡Qué viva! —opinó Marvin.
Ese fin de semana, los cuatro Alcobre lo dedicaron a acomodar todo lo que habían llevado y a
darse unos saludables baños de mar en la playita que parecía una prolongación de la casa, tan
cerca de ella se extendía. Tan cerca, que habría podido considerársela una playa privada. Además,
alejado como estaba el edificio de los otros de la zona, a los Alcobre se les figuraba que toda la
“Villa La Resolana” formaba parte de su patrimonio. ¡Qué paraíso!
Los padres partieron de regreso a la ciudad el domingo a la noche. Aún les restaba una semana
de trabajo para iniciar las vacaciones.
Partieron con mil recomendaciones para los chicos, como era de prever. Sobre todo, que no se
apartaran demasiado de las orillas al ir a bañarse en el mar, que no salieran de la casa después de
las nueve de la noche, que se arrestaran para las comidas y bebidas con la abundante provisión
que les dejaban en la heladera y en el freezer —así no debían ir al centro del pueblo mientras
permanecían solos, aunque no quedaba tan lejos de allí y —por cualquier cosa—los llamaran por
telé fono.
—Es telediscado. Ya lo probé para telefonear a los abuelos y los tíos y funciona perfectamente —
les comentó la madre—. Ah, y papi acaba de conectar el contestador automático que trajimos de
su estudio para usarlo acá durante estos días. Así, nos quedamos tranquilos si nosotros
necesitamos comunicarles algo con urgencia y ustedes están en la playa. Tienen que escucharlo
todos los días, ¿eh?
—Ay, mamá, cuanto lío por cuatro días locos... —protestó Marvin.
—¿Algún otro consejito? —ironizó Greta.
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Sin embargo, excitados por lo que encaraban como su primera aventura "de grandes", tomaron
las recomendaciones de buen humor y prometieron a todo que sí. Antes de despedirse de los
padres, los sorprendieron —gratamente— colocan do al frente del edificio un cartel hecho en
cerámica por Greta y primorosamente pintado por Marvin. Decía: "LA CASA VIVA".
Si bien los chicos explicaron que se les había ocurrido bautizarla de ese modo porque les pare
cía que formaban parte de ella desde siempre, que en ese paraíso particular se sentían tan
cobijados y cómodos como en el departamento del centro, lejos estaban de suponer que habían
acertado con el nombre justo.
Ya era cerca de la madrugada cuando Greta y Marvin decidieron ir a dormir. Habían estado
jugando a los dados en la sala de la planta baja. Mientras subían la escalera de madera que los
conducía a sus habitaciones, Marvin resbaló. Si no hubiera sido porque Greta logró atajarlo —ya
que se encontraba dos
escalones más abajo— buen porrazo se hubiese dado al rodar desde allí arriba.
—¡Qué raro! —comentaban más tarde, al observar la vieja gorra marinera que había ocasionado el
resbalón—. No es de papá. ¿Cómo no la vimos antes? ¿Quién la habrá dejado en ese peldaño?
La gorra era una de esas que formaban parte de los trajes marineros que solían usar los varones
a principios de siglo. ¡Qué raro!
Más tarde, ya en su cuarto y en su cama, Greta sintió blandas pisadas que recorrían su balcón-
terraza.
—Sugestionada. Eso es. Estoy totalmente sugestionada por el asunto de la gorra — pensó.
Encendió el velador y se levantó con decisión, haciéndose la valiente como cada vez que algo le
producía temor. Prendió el farol de la terraza y —de un tirón de la correspondiente soguita—
corrió los cortinados del ventanal.
No había nadie allí. Salvo la mesa y las dos mecedoras de mimbre, nadie ni nada. Dejó la luz
encendida —para calmarse— y volvió a su cama.
No vio entonces —por suerte— que una de las mecedoras empezaba a balancearse lentamente,
como si alguien invisible la hubiera ocupado y mirara hacia adentro. La mecedora siguió
balanceándose hasta el amanecer.
Greta aún dormía cuando unas huellas de pies descalzos —y no mucho más grandes que las
suyas— fueron formándose en la arena, desde la parte inferior de la casa —justo debajo de su
cuarto—y en dirección al mar. Las últimas se perdieron en las orillas y las olas se las trasaron de
inmediato.
Durante la mañana del lunes, los hermanos disfrutaron del mar y de la playa. Marvin estaba
entretenido con su tabla de surf. Greta tomaba sol sobre una loneta mientras que —de a ratos—
leía una
novela de amor, ultra romántica, de esas que si se pudieran retorcer como una toalla empapada,
seguro que chorrearía almíbar. De pronto, el calor la venció y se quedó dormida.
No habría pasado un cuarto de hora, cuando la despertó una caricia húmeda sobre una mejilla.
Sin abrir los ojos, protestó:
—Ufa, Marvin; no molestes.
La caricia recorría ahora su espalda, era un dedo índice marcando suavemente el contorno de su
columna vertebral. Sintió un cosquilleo. Ahí sí que abrió los ojos, enojada:
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—¿Será posible que no puedas dejarme en paz?
¡Qué sorpresa! A Marvin podía contemplárselo en el mar, aún jugando con su tabla. Y debía de ser
el reflejo del sol el que le hizo ver a Greta algo así como la delicadísima forma de una mano de mu
chacho, flotando un instante a su alrededor para —en seguida— desvanecerse en el aire en
dirección al mar. La
chica se inquietó.
—¡Marvin! —gritó entonces—. ¡Ya estoy achicharra da! ¡Vuelvo a la casa! ¡El sol me está haciendo
ver visiones! ¿Dónde estaba Marvin? Un segundo antes, ahí, frente a ella.
—¡Marvin! ¡Marvin! —volvió a gritar, entonces, em pezando a asustarse—.
—¡Maarviiin!
Su hermano salió del mar cinco minutos des pués, con la frente herida y sin la tabla. Greta lo vio
corretear hacia ella, sujetándose la cabeza con ambas manos mientras le decía:
—No pasó nada grave. Un pequeño accidente. No sé cómo pero la tabla se me escapó, caí al agua
y la maldita volvió contra mi frente con la fuerza de un millón de olas.
Más tarde —ya en la casa— Greta curaba la herida de Marvin.
—¿Te parece que vayamos a una farmacia?, ¿qué llamemos a mamá?
—No, nena, no es nada. En dos o tres días ni cicatriz me va a quedar. Lástima que perdí la tabla...
Ese lunes transcurrió sin que ningún otro episo dio desagradable turbara la tranquilidad de los
hermanos.
—Todo bien. Todo "al pelo" —le contaba Greta esa noche a sus padres, cuando ellos les
telefonearon para saber cómo andaban.
Después de la charla telefónica, comieron y ju garon a las cartas hasta casi el amanecer. Ambos
dormían ya en sus cuartos en el momen to en que algo empezó a agitarse por el aire en la
habitación de Marvin. Producía un sonido como de hilos de seda que el viento zarandeaba. El
muchacho dormía profundamente. Y nunca se hubiera despertado debido a ese ruidito a no ser
porque —de repente— esa especie de madeja de hilos se depositó sobre su cara y se apretó
contra ella, comenzando a quitarle
el aliento. Al principio, Marvin reaccionó instintivamente, dor mido como estaba. Sus manos
intentaban —inútil mente— desprenderse de esa maraña que amenazaba ahogarlo. Recién
cuando sintió su boca llena de pelos con sabor a sal, se despertó agitadísimo.
Luchó con fuerza para librarse de aquello que —a la luz del día que ya iluminaba a medias su
cuarto— pudo ver que era una cabellera. Una abundante, ondulada y rubia cabellera que lo
abandonó cuando
Marvin estaba a punto de destrozarla a manotazos.
Como si volara despacio, se movió de aquí para allá por el cuarto y de pronto salió por la
ventana entreabierta, en dirección al mar. Marvin se sentó en su cama. Transpirado y con
taquicardia, tardó en
reaccionar. La cabeza le her vía, el cuerpo también.
—¡Tengo fiebre! ¡Qué pesadilla, demonios! —y recomponiéndose, fue hasta el botiquín del baño
en busca de aspirinas.
—Si sigo así, le voy a hacer caso a Greta y vamos a ir hasta una farmacia para que me revisen la
herida. ¿Se me habrá infectado? ¡Flor de pesadilla tuve! ¡Deliraba!
58
Y todo ese martes permaneció en el lecho, aten dido y mimado por su hermana, a la que no le
contó ni una palabra de lo sucedido.
—Con lo miedosa que es, si le cuento mi sueño capaz que quiere volver a la ciudad.
Greta pasó las horas de enfermera improvisada junto a la cama de Marvin y muy entretenida
con su modelado de figuritas de arcilla.
Hizo varias, pero la que más le gustó fue un florerito con la forma de una bota. Las pintó a todas
y las puso a secar sobre la mesa de mimbre de su balcónterraza. Enfrente, el bello mar y el
constante rugido de las olas. Entre ellas, un constante gemido, inaudible desde la playa.
Cuando los padres les telefonearon —cerca de la hora de cenar— el informe de los chicos fue el
mismo que el del día anterior:
—Todo bien. Todo "al pelo".
El miércoles a la mañana —bien tempranito y después de comprobar que Marvin dormía
plácidamente— Greta bajó a caminar por la playa. Volvió para la hora de desayunar; quería
despertar a su hermano con una apetitosa bandeja repleta de tostadas y dulce de leche. Cuando
intentó abrir la puerta de entrada a la casa, sintió que alguien resistía del otro lado del picaporte.
La puerta —entre que ella empujaba de un lado y alguien, del otro, impidiéndole el acceso— se
mantenía apenas entreabierta.
—¡Vamos, Marvin, qué tontería! ¡Espero que abras de una buena vez!
Nadie le contestó.
Greta espió entonces por el agujero de la cerradura y pudo ver una tela de lana rayada, como la
de las mallas antiguas aunque ella lo ignorara.
—¿Qué broma es esta, Marvin? ¡Que me abras de inmediato, te digo! ¡Dale, bobo!
Greta volvió a empujar. En esta oportunidad, ya nadie resistía del otro lado por lo que entró a la
sala casi a los saltos, impulsada por su propia fuerza.
—Y —encima— te escondiste. Sí que estás en la edad del pavo, Marvin, ¿eh?
Un leve chasquido —que provenía de uno de los ventanales corredi zos— la hizo darse vuelta.
Greta se dirigió —entonces— al ventanal y separó con vigor ambos cortinados. A través de las
persianas —como si éstas fueran de aire y no de madera—escapó hacia la playa el reflejo de un
muchacho rubio y vestido con malla de otra época. Fue una visión fugaz. Greta soltó un chillido.
Marvin se apareció —de repente— en lo alto de la escalera, casi con la almohada pegada a la
cara y protestando:
—¿No se puede dormir en esta casa? ¿Qué significa este escándalo?
Durante el desayuno —que tomaron en la coci na— Greta estuvo muy callada, pensativa.
Después, le contó a su hermano el asunto de la puerta y de la silueta transparente. Marvin revisó
el picaporte. Aseguró que estaba medio enmohecido y le echó unas gotas de lubricante. En cuanto
a la silueta...
—Tanto leer esas novelas de amor inflama los sesos, nena... ¿No ves? Ya estás imaginando que se
te apareció un enamorado invisible...
Tal como cuando había bautizado a la vivienda como "la casa viva", nuevamente había acertado
en la denominación de los raros fenómenos que se estaban desarrollando allí. Pero tan sin
sospecharlo...
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El muchacho trató de convencer a su hermana de que allí no pasaba nada extraño, pero lo
cierto, era que no podía dejar de pensar que sí aunque —como varón— le costaba reconocer sus
propios miedos frente a Greta: "Pérdida de imagen, segu ro". Y cuando ella le agradeció la
cantidad de caracoles y piedritas con los que había encontra do llena la bota de cerámica, Marvin
le mintió y admitió haber sido él quien había juntado esos regalitos. Pero la verdad era que no.
¿Quién, entonces?
Después del almorzar y dormir una breve siesta, los hermanos decidieron bajar a la playa a
juntar almejas.
—Cuando vengan papi y mami vamos a recibirlos con un festín.
Y allá fueron los dos, con baldes y palas y estu vieron recogiendo los bichos hasta el atardecer.
Cuando regresaron a la casa, encontraron las paredes muy sudadas, como si fueran organismos
vivos que habían soportado —estoicamente— los treinta y pico de grados de temperatura que
había hecho esa tarde. En el sofá de la sala, la presión sobre los almoha dones indicaba que
alguien había estado descansando allí.
En los peldaños de la escalera, huellas que iban hacia la planta alta. Para los tres hechos los
hermanos hallaron explicaciones más o menos lógicas. Ninguno de los dos quería confesar que
empezaba a sentir verdadero miedo, mucho miedo.
Aquella fue una noche de luna llena. Todo el paisaje marino parecía detenido en la inmovilidad
de una tarjeta postal. Después de hablar por teléfono con sus padres, Greta y Marvin salieron a
caminar un poco por su playita "particular"... Estaban alegres tras la conversación. ¿Un "poco"
caminaron? ¡Poquísimo! Por que —ahora— ambos iban juntos y ambos pudieron oir cómo eran
seguidos por unas pisadas, dos o tres metros a sus espaldas. Sin embargo, por allí no caminaba
otra persona que los hermanos. Las pisadas habían partido cerca de la casa y llegaban hasta casi
las orillas, hasta el mismo lugar donde Greta y Marvin sintieron pavor y regresaron —a la carrera—
de vuelta adentro.
Como la noche había sido tan serena, pudieron observar —a la mañana siguiente— las marcas
en la arena de sus propias huellas más otras, ésas que los habían seguido y que —ahora, a la luz
del sol— miraban cómo se perdían en el mar.
—Llamemos a mami. Quiero que ellos vengan antes, que adelanten el viaje... o nos vamos noso
tros, Marvin —le rogaba Greta a su hermano—. Tengo miedo; estoy muerta de miedo.
—Los vamos a preocupar mucho. Y —además—¿qué les decimos? ¿que estamos asustados por un
fantasma? Si el sábado a la madrugada ya van a llegar... Dale, nena, confianza en mí. No seré Super
hombre pero conmigo no va a poder un vulgar fantasmita... Después de todo, estamos bien, ¿o
no?
Semi convencida, Greta dijo que sí —durante el resto de ese día— se quedaron a comer en la
playa, provistos como habían ido con una canasta de alimentos, sombrilla, reposeras, revistas,
paletas y la infaltable novela de amor de Greta. Pasaron un día "bárbaro", como decían ellos. La
inquietud de las horas pasadas parecía haber quedado definiti vamente atrás. Pero no.
Cuando regresaron a la casa —alrededor de las ocho de la noche—Marvin subió a darse un
baño.
Estaba convertido en una "milanesa humana", después del juego de enterrarse en la arena hasta
el cuello.
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Greta sacudía las lonas ——antes de entrar— cuando alcanzó a oír el piiiiip del contestador
telefónico, anunciando que acabada de grabarse un llamado. Corrió hacia el aparato.
—Llamado de mami, seguro —pensó.
Puso en funcionamiento el rebobinador de la casete de grabación y se dispuso a escuchar el
mensaje.
Lo que escuchó le sacudió el corazón.
Era la voz de un jovencito —sin dudas— que se expresaba medio como pegando cada palabra
con la siguiente; tal como si hiciera un esfuerzo sobrehumano para hablar y que decía:
—Eestoooy enamoraaado de Greeta. A amooo a Greetaa. Quieero queedarme soolo conGreetaa.
Estas tres oraciones —estiradas como goma de mascar— eran repetidas hasta que concluía el
tiempo de grabación con un largo suspiro entrecor tado.
La chica corrió escaleras arriba. Se oía la ducha y el canturreo de Marvin. Ya iba a llamarlo —
angustiada— cuando vio que el teléfono del cuarto de su hermano estaba descolgado.
—Ajá. Conque fue él. Qué broma siniestra me hizo el condenado. Ya me las va a pagar.
Entró en el cuarto de Marvin —de puntillas, y colgó el auricular.
—Ahora va a venir aquí a vestirse. Buen susto le voy a dar.
Y Greta decidió ocultarse debajo de la cama. Ya llegaría Marvin, ya buscaría sus zapatillas... y
entonces... —¡zápate!— ella le tomaría las manos.
Creyendo —como él creería— que su hermana se encontraba en la planta baja...¡Ja! Va a ver,
ése. Se le van a erizar los pelos...
Greta levantó —entonces— la colcha. Se arrodilló junto a la cama. Empezaba a acostarse sobre
el parquet cuando vio —junto a las zapatillas de su hermano— aquellos pies descalzos, separados
de todo cuerpo. Un par de pies de varón que salieron disparando de la habitación, como al
impulso de los gritos de la jovencita. Y el par de pies se encaminó hacia las escaleras y las
descendió a todo lo que daban. Greta continuaba gritando, aterrorizada.
El canturreo de Marvin se interrumpió. Ensegui da, un ruido en el baño —de caño que cae— y
un golpe contra el piso. Greta chillaba; gritaba y seguía allí, acostada sobre el parquet, paralizada y
gritando.
Pronto, estuvo Marvin a su lado. Venía rengueando. Le sangraba una rodilla.
—¡Casi me mato! ¿Qué te pasa? Al oír tus gritos corrí la cortina de la ducha y se me vino abajo, con
caño y todo. Menos mal que resbalé contra el bidet.
Más tarde, Greta le contó lo ocurrido. Aún lloraba. Marvin se vendaba la rodilla, mientras
intentaba calmarla y defenderse de la acusación de haber grabado un mensaje. Del asunto de los
pies, mejor no hablar. No sabía qué decir y el sólo imaginar el episodio le produ cía escalofríos.
Cuando trataron de escuchar nuevamente el mensaje, no lo ubicaron. Se había borrado.
—Te juro que yo lo oí —sollozaba Greta—. Y tam bién vi esos pies debajo de tu cama.
—Está bien. Hoy vamos a dormir juntos, ¿eh?
Al rato, trasladaron la cama de Marvin al cuarto de Greta, que era más amplio. Cerraron
cuidadosamente todos los ventanales —persianas bien bajas incluidas— y dejaron encendidas las
luces de la casa.
A las cuatro de la madrugada del viernes, unos timbrazos insistentes. Los dos se despabilaron
enseguida, sobresaltados como habían pasado aquellas horas sin poder dormir en paz. Los
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timbrazos continuaban. Ahora —también— golpes dados contra la puerta principal y contra las
persianas de la planta baja. ¿Quién sería? Muertos de miedo, los hermanos decidieron bajar.
—¿Quien es? —preguntaron a dúo.
Las voces de sus padres casi les provocan un desmayo de felicidad. Se abalanzaron a la puerta.
Quitaron todas las trabas y—finalmente—la abrieron. Al rato, los cuatro estaban instalados en la
sala, tomando un reconfortante chocolate los chicos y unas copitas de cognac Juan y Claudia,
nerviosos como habían viajado.
—Adelantamos el viaje porque durante todo el día de ayer, el teléfono de aquí daba ocupado.
Pedimos reparación pero —igual— no pudimos tranquilizarnos. ¡Ay, Dios!, qué susto nos llevamos
al encontrar la casa como clausurada, aunque se no taba que estaban encendidas las luces. ¿Qué
les pasó?
¿Contarles todo? Después de una ligera guiñada cómplice, Greta y Marvin resolvieron que no,
aliviados como se sentían en compañía de sus padres y empezando a sospechar que lo
aparentemente sucedido no era otra cosa que producto de su imaginación. También, había sido la
primera vez de prueba de estar solos tanto tiempo. Y tan lejos.
Únicamente les dijeron que habían oído ruidos extraños... y que por las dudas... por si algún
ladrón...
—¡Mañana salimos con los kajaks! —anunció el padre— Ahora, ¡descansar todo el mundo!
Greta fue al baño. Iba a apagar la luz para regre sar a su habitación cuando el rostro de un
muchacho rubio —de abundante cabellera ondulada—se le apareció fugazmente en el espejo, por
detrás del suyo. La visión duró una fracción de segundo. El tiempo justo como para que la niña
lograra ahogar un
grito y correr a su cama. Indudablemen te, las alucinaciones no habían terminado.
—Mañana le voy a contar todo a mami. Si guardo en secreto todas estas fantasías voy a acabar
viendo extraterrestres —pensó.
Pero —por esta vez— les pidió a sus padres que le permitieran descansar con ellos, como
cuando era chiquita. Un rato después, los cuatro Alcobre dormían.
Primero fue un chasquido proveniente de la cocina y que nadie oyó. Enseguida, otro, más fuer
te que el anterior: algo se estaba resquebrajando. De inmediato, un ruido como de cristales que se
parten contra el piso. Entonces sí que los cuatro se despertaron. Se apuraron en llegar a la cocina.
Todos los azulejos de una de las paredes se estaban despe gando como figuritas de papel,
separándose varios centímetros del cemento antes de estrellarse contra las baldosas del suelo. En
pocos instantes, esa pared quedó casi des nuda.
Los chicos se asustaron mucho —por supuesto—pero el padre opinó que se trataba de un mal
pegamento... y que la dilatación de los materiales... y que ya le iba a reclamar al arquitecto que se
había encargado de las refacciones.
La madre puso en marcha el ventilador de techo, para refrescar el ambiente cálido de la cocina
cerrada y los invitó a otra vuelta de chocolate, mientras le ofrecía un licorcito helado a su marido.
Una pausa amable antes de regresar a la cama, después de aquel disgusto.
Así —pues— los cuatro se sentaron en torno a la mesa redonda, instalada debajo del ventilador.
Charlaban acerca de lo acontecido, sin darle mayor importancia. Un crac, seguido de otro y de
otro más, les hizo elevar las miradas hacia el techo. Varias grietas se comenzaban a dibujar allí,
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exactamente alrededor de la parte central del ventilador que giraba nor malmente. El último crac
fue la alarma de que el artefacto amenazaba desprenderse.
—¡Levántense! ¡Salgan de acá, rápido! —gritó el padre, mientras él también abandonaba su
puesto a la mesa.
Los cuatro consiguieron salir de la cocina con la celeridad necesaria como para salvarse de lo
que podía haber sido una catástrofe: el ventilador de techo se desprendió —girando enloquecido
— y —girando aún— se desplomó sobre la mesa. Instintivamente, la madre se llevó las manos al
cuello. Los demás la imitaron y tragaron saliva.
—¡Indemnización! ¡Eso. es! ¡Indemnización por daños y perjuicios, eso es lo que le voy a pedir al
incompetente de ese arquitecto! ¿A quién hizo instalar las cosas? ¡Podríamos haber sido
degollados! ¡Es como para denunciarlo a ese inútil! —así protestaba el padre, furibundo, una vez
que el nuevo accidente había pasado sin otra conse cuencia que el gran susto.
—¡Mañana a la tarde lo voy a ir a buscara su estudio de "La Resolana" y si no está, sus empleados
van a hacerse responsa bles! ¡Qué se cree ése! ¡Cualquiera de nosotros podría haber caído
degollado!
—Calma, Juan. El estudio no abre hasta mañana a las seis de la tarde. Hasta entonces, calma, por
favor, ¿eh?.
Claudia trataba de serenar a su marido. A la media hora, los cuatro se retiraron a dormir
siquiera un rato. ¡Qué mañana radiante la de aquel viernes! Total mente propicia como para
tranquilizar los ánimos más alterados.
¿Y el mar? Con el oleaje ideal para salir a dar vueltas con los dos kajaks.
—¡Primero yo con papi! —exclamó Greta, mientras se apresuraba a calzarse el salvavidas.
—¡Qué viva!, ¿eh? se quejó Marvin.
El padre no los dejaba salir solos. La mamá, ni soñar con que iba a encerrar medio cuerpo en
esa canoa tipo esquimal y a luchar contra las olas con la única asistencia de un remo. Así fue como
Greta y su padre se lanzaron al mar, cada uno en su correspondiente kajak. Marvin decidió nadar
un rato.
La madre se embadurnó con bronceador y se reclinó en una reposera, de cara al sol. De tanto
en tanto, controlaba que sus tres deportistas anduvieran por allí, con una mirada atenta. Ya
bastante alejados de la costa pero no tanto como para que pudiera considerarse una imprudencia,
Greta y su papá disfrutaban del paseo, sobre una zona sin oleaje. Iban en fila india, a veinticinco o
treinta metros de separación uno del otro.
De repente, Greta vio unos brazos que salían del agua y que se aferraban a su kajak, como si
quisieran ponerlo del revés.
—¡Papi! —gritó espantada.
Los brazos que subían del mar se esforzaron y —pronto— la cabeza y del torso de un muchacho
estuvieron junto a los de la niña. La cara, hinchada, amoratada, de labios violáceos. La cabeza,
rubia, de pelo abundante y ondulado.
¡El mismo muchacho que le había parecido ver la noche anterior, reflejado en el espejo del
baño!
—¡Papá! ¡Socorro! —volvió a exclamar Greta, una y otra vez, antes de que esos vigorosos brazos
juveniles lograran dar vuelta su kajak.
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Pronto empezó a sentir que se ahogaba, atrapada como estaba en la pequeña embarcación.
Sintió que la besaban. Con desesperación. Y que aquellos brazos la arrastraban hacia las
profundidades, rasguñándola en el brutal intento de llevársela consigo.
El padre se deshizo de su kajak y nadó hacia el lugar a donde había visto hundirse a su hija.
Logró rescatarla, después de una pelea feroz con quien —en aquellos momentos de horror— le
pareció un embravecido animal marino. Cuando llegó a la costa —con su hija a la rastra— la
reanimó.
Greta ya abría los ojos y volvía a respirar por sus propios medios. Fue en esos instantes cuando
el papá advirtió que su mujer no se encontraba en las inmediaciones. La reposera, la revista, los
anteojos de sol, tirados en la arena. De ella, ninguna otra señal. Volvió a la casa, cargando a Greta
en brazos. Nadie estaba allí. Angustiadísimo, tomó el teléfono y llamó a la policía, al servicio de
guardavidas de la playa cer cana, al puesto sanitario...
No había concluido aún con sus desesperadas comunicaciones, cuando una ambulancia se
detuvo en la puerta de "La casa viva". De ella bajó Claudia, llorando desconsolada. De ella bajaron
una camilla en la que yacía Marvin, inerte.
Tres guardavidas y dos enfermeros explicaron:
—No; el chico se ahogó después del golpe. Se ahogó porque el golpe lo desmayó. También,
tamaña tabla... El impacto fue terrible... Nosotros lo sacamos con la mayor rapidez posible, pero ya
no había nada que hacer... Mire qué tabla sólida, aquí está...
—¡Esa es la tabla de surf de Marvin, la que perdió el otro día! —gritó la
hermana, tan sin consuelo como sus padres.
Y los tres se abrazaron y lloraron juntos, hasta casi agotar las lágrimas. Por supuesto, al día
siguiente de la tragedia, los Alcobre regresaron a la ciudad.
"La casa viva" fue puesta en venta —de inmediato— y por cuarta parte del precio de lo que —en
realidad—valía. Querían deshacerse de ella lo antes posible. Aún sigue en venta, y eso que
transcurrieron cuatro años de aquel desdichado suceso. Ni siquiera logró alquilarse. Es probable
que los rumores en torno de lo ocurrido a la familia Alcobre hayan circulado con rapidez...
También...
Seguramente, volverá a quedar abandonada —por Juan y Claudia en esta ocasión— tal como
cuando ellos la descubrieron había sido abandonada por los Padilla, por los Caride y por los
Ayerza. (Claro que los padres de Greta y Marvin ignoraban ese detalle... de lo contrario...).
Acaso pasen quince o veinte años hasta que el muchacho rubio de pelo ondulado y abundante
vuelva a tener otra oportunidad. ¿Otra oportunidad de qué? De enamorarse. De que se enamoren
de él.
A las inmobiliarias de "Villa La Resolana" les interesa su negocio y —además— a ellos no les
consta de que ciertos hechos hayan sucedido tal como se rumorea. Opinan que se trata de
desgraciadas casualidades y que la gente suele ser muy impresionable. Por eso, se cuidan mucho
de divulgar lo que cuentan algunos de los más viejos lugareños: dicen que esa casa había sido
construida —a principios de siglo— por la familia Padilla. A ella pertenecía Gastón, un simpático
jovencito de doce o trece años, de pelo rubio, ondulado y abundante,— el mismo que había
muerto ahogado ahí nomás —frente a la casa—pocos días después de que la habían estrenado. Su
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abuela —la única moradora que quiso permanecer en la residencia hasta su propia muerte, que
fue de puro viejita nomás— aseguraba que el
fantasma del pobrecito de su nieto preferido vagaba por allí, almita en pena a la que ella no podía
dejar sola.
Varios años después, los Caride y —más adelante— los Ayerza —familias que compraron la casa
sucesivamente— dijeron —al abandonarla— que en ese sitio sucedían cosas muy raras.
Algunos cuentan que tanto los Caride como los Ayerza habían estado a punto de perder una de
sus hijas menores —ahogadas en el mar mientras pasaban allí sus vacaciones— y que los
muchachos de ambas familias —hermanos o novios— sufrieron extraños accidentes, como si el
ánima se hubiera sentido celosa de ellos.
Otros —los más imaginativos y soñadores— dicen que ningún fantasma puede descansar en paz
si —mientras fue un ser vivo— nunca ha estado enamorado o —lo que es, acaso, más triste— si
muere cuando aún nadie se ha enamorado de él.
Elsa Bornermann
a) Con tus propias desarrollá en tu carpeta la estructura narrativa del cuento leído: la
introducción, el conflicto y la resolución.
Introducción:
Conflicto:
Resolución:
Personajes:
Espacio:
Tiempo:
g) ¿Cuáles son las recomendaciones que le dan los padres a Greta y Marvin antes de dejarlos slos
en la casa?
h) ¿Por qué te parece que el cuento se llama “La casa viva”? ¿Qué otro título le hubieras puesto?
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El relato realista
Los cuentos realistas representan un mundo que parece corresponderse con la realidad: puede
tratarse de una realidad conocida o no, pero siempre imaginable como posible y, en este sentido
verosímil, es decir, que parece verdadera. Se dice que ese mundo “parece corresponderse” con la
realidad porque todo relato literario es ficticio, y el lector no busca saber si lo que lee habrá
sucedido o no, sino poder imaginarse el mundo que el texto le presenta.
A diferencia de lo que sucede con otros tipos de cuentos, el mundo imaginado por el lector de un
cuento realista es relativamente explicable, semejante al que se accede en la experiencia
cotidiana.
El efecto de realidad
Se llama efecto realidad a la construcción del verosímil en el relato realista. Este efecto, que es
que hace que la ficción nos resulte creíble, se logra a través de ciertos mecanismos narrativos:
El relato fantástico
Los cuentos fantásticos son relatos que presentan un hecho sobrenatural, inexplicable, dentro
de un universo que parece una continuidad de lo cotidiano: los espacios geográficos y la época en
que suceden los acontecimientos son reconocibles, existentes o posibles en el mundo real, y los
personajes presentan características y problemáticas que los asemejan a cualquier persona. Si
embargo, sucede algo que parece no responder a las leyes naturales y de la lógica. La aparición de
este hecho, ya sea repentina o de forma progresiva, descoloca por lo general a los personajes y,
sobre todo, al lector. Cierta indefinición y ambigüedad lo dejan sumido en la duda de cómo
interpretar los hechos narrados. La vacilación, la duda, es el elemento principal de lo fantástico.
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Las características de los relatos fantásticos:
Ciertas temáticas y recursos son característicos de los relatos fantásticos ya que colaboran con la
creación de un clima de incertidumbre propicio para la duda del lector.
narrador protagonista o un narrador externo que asume el punto de vista del protagonista.
Por lo tanto, desconoce gran parte de los hechos y no puede explicar qué está sucediendo.
La ausencia de límites claros entre la realidad y lo no real: algunos datos generan dudas
acerca de la lucidez o de la cordura del personaje, por ejemplo, la posibilidad de que esté
La ruptura de los límites entre la vida y la muerte: son comunes las apariciones
fantasmales.
La presencia de un doble: un examen exactamente igual a sí mismo, que vive una vida
Los cuentos fantásticos se diferencian de los cuentos extraños. En estos se narran eventos
sobrenaturales que pueden ser explicados mediante la lógica. Lo cuentos extraños establecen
una lógica interna para la cual los acontecimientos que parecen salir del campo de lo real reciben
una explicación a partir de leyes que son posible o aceptables dentro del orden cotidiano y
habitual
Actividad 14: Leé los siguientes cuentos y luego respondé las preguntas
que se encuentran a continuación de cada uno de ellos
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Nomás llegó, fue a la cocina a ver si estaba el mono. Estaba y eso la tranquilizó: no le hubiera gustado nada
tener que darle la razón a su madre. ¿Monos en un cumpleaños?, le había dicho; ¡por favor! Vos sí que te
creés todas las pavadas que te dicen. Estaba enojada pero no era por el mono, pensó la chica: era por el
cumpleaños.
–No me gusta que vayas –le había dicho–. Es una fiesta de ricos.
–Los ricos también se van al cielo –dijo la chica, que aprendía religión en el colegio.
–Qué cielo ni cielo –dijo la madre–. Lo que pasa es que, a usted, m’hijita le gusta cagar más arriba del culo.
A la chica no le parecía nada bien la forma de hablar de su madre: ella tenía nueve años y era una de las
mejores alumnas de su grado.
–Yo voy a ir porque estoy invitada –dijo–. Y estoy invitada porque Luciana es mi amiga. Y se acabó.
–Oíme, Rosaura –dijo por fin–, ésa no es tu amiga. ¿Sabés lo que sos vos para todos ellos? Sos la hija de la
sirvienta, nada más. Rosaura parpadeó con energía: no iba a llorar.
Ella iba casi todas las tardes a la casa de Luciana y preparaban juntas los deberes mientras su madre hacía la
limpieza. Tomaban la leche en la cocina y se contaban secretos. A Rosaura le gustaba enormemente todo lo
que había en esa casa. Y la gente también le gustaba.
–Yo voy a ir porque va a ser la fiesta más hermosa del mundo, Luciana me lo dijo. Va a venir un mago y va a
traer un mono y todo. La madre giró el cuerpo para mirarla bien y ampulosamente apoyó las manos en las
caderas.
–¿Monos en un cumpleaños? –dijo–. ¡Por favor! Vos sí que te crees todas las pavadas que te dicen. Rosaura
se ofendió mucho. Además, le parecía mal que su madre acusara a las personas de mentirosas simplemente
porque eran ricas. Ella también quería ser rica, ¿qué? si un día llegaba a vivir en un hermoso palacio, ¿su
madre no la iba a querer tampoco a ella? Se sintió muy triste. Deseaba ir a esa fiesta más que nada en el
mundo.
–Si no voy me muero –murmuró, casi sin mover los labios. Y no estaba muy segura de que se hubiera oído,
pero lo cierto es que la mañana de la fiesta descubrió que su madre le había almidonado el vestido de
Navidad. Y a la tarde, después que le lavó la cabeza, le enjuagó el pelo con vinagre de manzanas para que le
quedara bien brillante. Antes de salir Rosaura se miró en el espejo, con el vestido blanco y el pelo
brillándole, y se vio lindísima. La señora Inés también pareció notarlo. Apenas la vio entrar, le dijo:
–Qué linda estás hoy, Rosaura. Ella, con las manos, impartió un ligero balanceo a su pollera almidonada:
entró a la fiesta con paso firme. Saludó a Luciana y le preguntó por el mono. Luciana puso cara de
conspiradora; acercó su boca a la oreja de Rosaura.
–Está en la cocina –le susurró en la oreja–. Pero no se lo digas a nadie porque es un secreto.
Rosaura quiso verificarlo. Sigilosamente entró en la cocina y lo vio. Estaba meditando en su jaula. Tan
cómico que la chica se quedó un buen rato mirándolo y después, cada tanto, abandonaba a escondidas la
fiesta e iba a verlo. Era la única que tenía permiso para entrar en la cocina, la señora Inés se lo había dicho:
“Vos sí, pero ningún otro, son muy revoltosos, capaz que rompen algo”. Rosaura, en cambio, no rompió
nada. Ni siquiera tuvo problemas con la jarra de naranjada, cuando la llevó desde la cocina al comedor. La
sostuvo con mucho cuidado y no volcó ni una gota. Eso que la señora Inés le había dicho: “¿Te parece que
vas a poder con esa jarra tan grande?”. Y claro que iba a poder: no era de manteca, como otras. De manteca
era la rubia del moño en la cabeza. Apenas la vio, la del moño le dijo:
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–¿Y vos quién sos?
–No –dijo la del moño–, vos no sos amiga de Luciana porque yo soy la prima y conozco a todas sus amigas. Y
a vos no te conozco.
–Y a mí qué me importa –dijo Rosaura–, yo vengo todas las tardes con mi mamá y hacemos los deberes
juntas.
–¿Vos y tu mamá hacen los deberes juntas? –dijo la del moño, con una risita.
–Yo y Luciana hacemos los deberes juntas –dijo Rosaura, muy seria. La del moño se encogió de hombros.
–No.
–¿Y entonces de dónde la conocés? –dijo la del moño, que empezaba a impacientarse.
–Soy hija de la empleada –dijo. Su madre se lo había dicho bien claro: Si alguno te pregunta, vos le decís que
sos la hija de la empleada, y listo. También le había dicho que tenía que agregar: y a mucha honra. Pero
Rosaura pensó que nunca en su vida se iba a animar a decir algo así.
–No –dijo Rosaura con rabia–, mi mamá no vende nada, para que sepas.
Pero en ese momento se acercó la señora Inés haciendo shh shh, y le dijo a Rosaura si no la podía ayudar a
servir las salchichitas, ella que conocía la casa mejor que nadie.
–Viste –le dijo Rosaura a la del moño, y con disimulo le pateó un tobillo.
Fuera de la del moño todos los chicos le encantaron. La que más le gustaba era Luciana, con su corona de
oro; después los varones. Ella salió primera en la carrera de embolsados y en la mancha agachada nadie la
pudo agarrar. Cuando los dividieron en equipos para jugar al delegado, todos los varones pedían a gritos que
la pusieran en su equipo. A Rosaura le pareció que nunca en su vida había sido tan feliz. Pero faltaba lo
mejor. Lo mejor vino después que Luciana apagó las velitas.
Primero, la torta: la señora Inés le había pedido que la ayudara a servir la torta y Rosaura se divirtió
muchísimo porque todos los chicos se le vinieron encima y le gritaban “a mí, a mí”. Rosaura se acordó de
una historia donde había una reina que tenía derecho de vida y muerte sobre sus súbditos. Siempre le había
gustado eso de tener derecho de vida y muerte. A Luciana y a los varones les dio los pedazos más grandes, y
a la del moño una tajadita que daba lástima. Después de la torta llegó el mago. Era muy flaco y tenía una
capa roja. Y era mago de verdad. Desanudaba pañuelos con un soplo y enhebraba argollas que no estaban
cortadas por ninguna parte. Adivinaba las cartas y el mono era el ayudante. Era muy raro el mago: al mono
le llamaba socio. “A ver, socio, dé vuelta una carta”, le decía. “No se me escape, socio, que estamos en
horario de trabajo”. La prueba final era la más emocionante. Un chico tenía que sostener al mono en brazos
y el mago lo iba a hacer desaparecer.
Rosaura pensó que ésta era la fiesta más divertida del mundo. El mago llamó a un gordito, pero el gordito se
asustó enseguida y dejó caer al mono. El mago lo levantó con mucho cuidado, le dijo algo en secreto, y el
mono hizo que sí con la cabeza.
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–No hay que ser tan timorato, compañero –le dijo el mago al gordito.
–¿Qué es timorato? –dijo el gordito. El mago giró la cabeza hacia uno y otro lado, como para comprobar que
no había espías.
–Cagón –dijo–. Vaya a sentarse, compañero. Después fue mirando, una por una, las caras de todos. A
Rosaura le palpitaba el corazón.
–A ver, la de los ojos de mora –dijo el mago–. Y todos vieron cómo la señalaba a ella. No tuvo miedo. Ni con
el mono en brazos, ni cuando el mago hizo desaparecer al mono, ni al final, cuando el mago hizo ondular su
capa roja sobre la cabeza de Rosaura. Dijo las palabras mágicas… y el mono apareció otra vez allí, lo más
contento, entre sus brazos. Todos los chicos aplaudieron a rabiar. Y antes de que Rosaura volviera a su
asiento, el mago le dijo:
–Muchas gracias, señorita condesa. Eso le gustó tanto que un rato después, cuando su madre vino a
buscarla, fue lo primero que le contó.
Fue bastante raro porque, hasta ese momento, Rosaura había creído que estaba enojada con su madre.
Todo el tiempo había pensado que le iba a decir: “Viste que no era mentira lo del mono”. Pero no. Estaba
contenta, así que le contó lo del mago. Su madre le dio un coscorrón y le dijo:
–Mírenla a la condesa. Pero se veía que también estaba contenta. Y ahora estaban las dos en el hall porque
un momento antes la señora Inés, muy sonriente, había dicho: “Espérenme un momentito”. Ahí la madre
pareció preocupada.
–Y qué va a pasar –le dijo Rosaura–. Que fue a buscar los regalos para los que nos vamos. Le señaló al
gordito y a una chica de trenzas, que también esperaban en el hall al lado de sus madres. Y le explicó cómo
era el asunto de los regalos. Lo sabía bien porque había estado observando a los que se iban antes. Cuando
se iba una chica, la señora Inés le daba una pulsera. Cuando se iba un chico, le regalaba un yo-yo. A Rosaura
le gustaba más el yo-yo porque tenía chispas, pero eso no se lo contó a su madre. Capaz que le decía: “Y
entonces, ¿por qué no le pedís el yo-yo, pedazo de sonsa?” Era así su madre. Rosaura no tenía ganas de
explicarle que le daba vergüenza ser la única distinta. En cambio, le dijo:
Y no habló más porque la señora Inés acababa de entrar al hall con una bolsa celeste y una rosa. Primero se
acercó al gordito, le dio un yo-yo que había sacado de la bolsa celeste, y el gordito se fue con su mamá.
Después se acercó a la de trenzas, le dio una pulsera que había sacado de la bolsa rosa, y la de trenzas se fue
con su mamá. Después se acercó a donde estaban ella y su madre. Tenía una sonrisa muy grande y eso le
gustó a Rosaura. La señora Inés la miró, después miró a la madre, y dijo algo que a Rosaura la llenó de
orgullo. Dijo:
–Qué hija que se mandó, Herminia. Por un momento, Rosaura pensó que a ella le iba a hacer los dos regalos:
la pulsera y el yo-yo. Cuando la señora Inés inició el ademán de buscar algo, ella también inició el
movimiento de adelantar el brazo. Pero no llegó a completar ese movimiento. Porque la señora Inés no
buscó nada en la bolsa celeste, ni buscó nada en la bolsa rosa. Buscó algo en su cartera. En su mano
aparecieron dos billetes.
–Esto te lo ganaste en buena ley –dijo, extendiendo la mano–. Gracias por todo, querida.
Ahora Rosaura tenía los brazos muy rígidos, pegados al cuerpo, y sintió que la mano de su madre se apoyaba
sobre su hombro. Instintivamente se apretó contra el cuerpo de su madre. Nada más. Salvo su mirada. Su
mirada fría, fija en la cara de la señora Inés. La señora Inés, inmóvil, seguía con la mano extendida. Como si
no se animara a retirarla. Como si la perturbación más leve pudiera desbaratar este delicado equilibrio.
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1) ¿Qué tipo de narrador relata el cuento?
2) Teniendo en cuenta las características del espacio y de los personajes expliquen por qué este
cuento es realista.
3) ¿Por qué la madre de Rosaura no quiere que su hija vaya a la fiesta de cumpleaños de Luciana?
4) ¿Por qué Rosaura se siente incómoda cuando habla con "la niña del moño"?
6) ¿Sobre qué hechos construye Rosaura la fantasía de que es una invitada especial en la fiesta
7) Transcribí las frases mediante las cuales la madre ubica a su hija en relación a los otros
8) Releé el desenlace, cuando Rosaura está esperando la sorpresa antes de irse. ¿Por qué creés
que se vive un momento de tensión entre Rosaura, su madre y la señora Inés?
EL ALMOHADÓN DE PLUMAS
Horacio Quiroga
Cuentos de amor, de locura y de muerte (1917)
Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido
heló sus soñadas niñerías de novia. Lo quería mucho, sin embargo, a veces con un ligero
estremecimiento cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la
alta estatura de Jordán, mudo desde hacía una hora. Él, por su parte, la amaba profundamente, sin
darlo a conocer.
Durante tres meses —se habían casado en abril— vivieron una dicha especial. Sin duda
hubiera ella deseada menos severidad en ese rígido cielo de amor, más expansiva e incauta
ternura; pero el impasible semblante de su marido la contenía siempre.
La casa en que vivían influía un poco en sus estremecimientos. La blancura del patio
silencioso —frisos, columnas y estatuas de mármol— producía una otoñal impresión de palacio
encantado. Dentro, el brillo glacial del estuco, sin el más leve rasguño en las altas paredes,
afirmaba aquella sensación de desapacible frío. Al cruzar de una pieza a otra, los pasos hallaban
eco en toda la casa, como si un largo abandono hubiera sensibilizado su resonancia.
En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. No obstante, había concluido por
echar un velo sobre sus antiguos sueños, y aún vivía dormida en la casa hostil, sin querer pensar
en nada hasta que llegaba su marido.
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No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se arrastró insidiosamente
días y días; Alicia no se reponía nunca. Al fin una tarde pudo salir al jardín apoyada en el brazo de
él. Miraba indiferente a uno y otro lado. De pronto Jordán, con honda ternura, le pasó la mano por
la cabeza, y Alicia rompió en seguida en sollozos, echándole los brazos al cuello. Lloró largamente
todo su espanto callado, redoblando el llanto a la menor tentativa de caricia. Luego los sollozos
fueron retardándose, y aún quedó largo rato escondida en su cuello, sin moverse ni decir una
palabra.
Fue ese el último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció desvanecida. El
médico de Jordán la examinó con suma atención, ordenándole calma y descanso absoluto.
—No sé —le dijo a Jordán en la puerta de calle, con la voz todavía baja—. Tiene una gran
debilidad que no me explico, y sin vómitos, nada... . Si mañana se despierta como hoy, llámeme
enseguida.
Al otro día Alicia seguía peor. Hubo consulta. Constatóse una anemia de marcha agudísima,
completamente inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos, pero se iba visiblemente a la muerte.
Todo el día el dormitorio estaba con las luces prendidas y en pleno silencio. Pasábanse horas sin
oír el menor ruido. Alicia dormitaba. Jordán vivía casi en la sala, también con toda la luz encendida.
Paseábase sin cesar de un extremo a otro, con incansable obstinación. La alfombra ahogaba sus
pesos. A ratos entraba en el dormitorio y proseguía su mudo vaivén a lo largo de la cama, mirando
a su mujer cada vez que caminaba en su dirección.
Alicia lo miró con extravió, miró la alfombra, volvió a mirarlo, y después de largo rato de
estupefacta confrontación, se serenó. Sonrió y tomó entre las suyas la mano de su marido,
acariciándola temblando.
Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide, apoyado en la alfombra sobre los
dedos, que tenía fijos en ella los ojos.
Los médicos volvieron inútilmente. Había allí delante de ellos una vida que se acababa,
desangrándose día a día, hora a hora, sin saber absolutamente cómo. En la última consulta Alicia
yacía en estupor mientras ellos la pulsaban, pasándose de uno a otro la muñeca inerte. La
observaron largo rato en silencio y siguieron al comedor.
—Pst... —se encogió de hombros desalentado su médico—. Es un caso serio... poco hay que
hacer...
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Alicia fue extinguiéndose en su delirio de anemia, agravado de tarde, pero que remitía
siempre en las primeras horas. Durante el día no avanzaba su enfermedad, pero cada mañana
amanecía lívida, en síncope casi. Parecía que únicamente de noche se le fuera la vida en nuevas
alas de sangre. Tenía siempre al despertar la sensación de estar desplomada en la cama con un
millón de kilos encima. Desde el tercer día este hundimiento no la abandonó más. Apenas podía
mover la cabeza. No quiso que le tocaran la cama, ni aún que le arreglaran el almohadón. Sus
terrores crepusculares avanzaron en forma de monstruos que se arrastraban hasta la cama y
trepaban dificultosamente por la colcha.
Perdió luego el conocimiento. Los dos días finales deliró sin cesar a media voz. Las luces
continuaban fúnebremente encendidas en el dormitorio y la sala. En el silencio agónico de la casa,
no se oía más que el delirio monótono que salía de la cama, y el rumor ahogado de los eternos
pasos de Jordán.
Murió, por fin. La sirvienta, que entró después a deshacer la cama, sola ya, miró un rato
extrañada el almohadón.
—¡Señor! —llamó a Jordán en voz baja—. En el almohadón hay manchas que parecen de
sangre.
La sirvienta lo levantó, pero enseguida lo dejó caer, y se quedó mirando a aquél, lívida y
temblando. Sin saber por qué, Jordán sintió que los cabellos se le erizaban.
Jordán lo levantó; pesaba extraordinariamente. Salieron con él, y sobre la mesa del comedor
Jordán cortó funda y envoltura de un tajo. Las plumas superiores volaron, y la sirvienta dio un grito
de horror con toda la boca abierta, llevándose las manos crispadas a los bandos: —sobre el fondo,
entre las plumas, moviendo lentamente las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola
viviente y viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le pronunciaba la boca.
Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicado sigilosamente su boca
—su trompa, mejor dicho— a las sienes de aquélla, chupándole la sangre. La picadura era casi
imperceptible. La remoción diaria del almohadón había impedido sin dada su desarrollo, pero
desde que la joven no pudo moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco días, en cinco noches,
había vaciado a Alicia.
Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en ciertas
condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece serles particularmente favorable, y
no es raro hallarlos en los almohadones de pluma.
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EL SUICIDA
Al pie de la Biblia abierta –donde estaba señalado en rojo el versículo que lo explicaría todo–
alineó las cartas: a su mujer, al juez, a los amigos. Después bebió el veneno y se acostó.
¡Estaba tan seguro! Recargó la dosis y bebió otro vaso. Se acostó de nuevo. Otra hora. No moría.
Entonces disparó su revólver contra la sien. ¿Qué broma era ésa? Alguien -¿pero quién, cuándo?-
alguien le había cambiado el veneno por agua, las balas por cartuchos de fogueo. Disparó contra la
sien las otras cuatro balas. Inútil. Cerró la Biblia, recogió las cartas y salió del cuarto en momentos
en que el dueño del hotel, mucamos y curiosos acudían alarmados por el estruendo de los cinco
estampidos.
Al llegar a su casa se encontró con su mujer envenenada y con sus cinco hijos en el suelo, cada uno
con un balazo en la sien.
Tomó el cuchillo de la cocina, se desnudó el vientre y se fue dando cuchilladas. La hoja se hundía
en las carnes blandas y luego salía limpia como del agua. Las carnes recobraban su lisitud como el
agua después que le pescan el pez.
Corrió hacia el balcón y antes de tirarse pudo ver en la calle el tendal de hombres y mujeres
desangrándose por los vientres acuchillados, entre las llamas de la ciudad incendiada.
1) ¿Qué efecto extraordinario y extraño ocurre ante cada uno de los intentos de suicidio de este
hombre?
2) Enumeren los modos en que el hombre busca suicidarse y establezcan, para cada uno de los
intentos, las consecuencias.
3) ¿Podrías afirmar que “El suicida” se trata de un cuento fantástico? Justifica tu respuesta.
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3) ¿Cómo era la relación entre Jordán y Alicia?
6) ¿Por qué podés afirmar que “El almohadón de plumas” es un cuento extraño? Justifica tu
respuesta
Leé el siguiente cuento y luego respndé las preguntas que aparecen a continuación:
Lucho estaba cansado, añoraba la playa, las salidas con los amigos, los sábados de fútbol en
Carnet, los boliches. Ese verano no había disfrutado de nada de lo que lo hacía feliz; ese verano
había tenido mucho que hacer, demasiado. Lucho había conseguido un trabajo de lavacopas en un
bar del centro, que había emprendido con cierto entusiasmo a principios de enero, pero que, en
ese momento, ya a mediados de febrero, solo podía odiar. Entraba al bar a las cuatro de la tarde y
no salía hasta la madrugada: doce horas de trabajo insufrible, metido en la cocina del bar. Ni
francos ni permisos de ninguna especie; alguna vez, impulsado por su madre, había intentado
levantarse temprano para ir a la playa, pero el cansancio se lo impedía. Hasta mediados de febrero
no había pasado nada que lo entusiasmara, todo había sido trabajar y trabajar. Pero, de pronto,
los viajes de regreso se habían hecho más interesantes: cada tanto subía al colectivo 531 una
pelirroja despampanante de la que Lucho se había enamorado a primera vista. No se había
atrevido a decirle nada, pero durante las interminables tardes en la cocina no hacía más que
pensar en ella. Tanto, que un día se atrevió a comentárselo a uno de los dos mozos del bar, al más
antipático, un viejo flaco que tenía una cicatriz en la cara y que no se ganaba casi nunca una buena
propina, porque no sonreía. El viejo mozo lo miró más serio que nunca: —Mejor aléjate, pibe, yo
sé lo que te digo. Yo conocí una pelirroja, hace muchos años. Era más linda que una sirena. Ojalá
no la hubiera conocido. Lucho rió. La antipatía y el permanente mal humor del viejo,
curiosamente, le hacían gracia. Las noches en que salía del bar y caminaba hasta la costa, a
esperar el colectivo, imaginaba que la mujer que lo obsesionaba subía y que él por fin juntaba
coraje y le hablaba. Y cuando la pasajera tan esperada no aparecía, su mal humor, su enojo con
ese verano que no parecía verano, se multiplicaba. Lucho tenía tan solo quince años, y lo que
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quería era disfrutar de la playa y de las fiestas, como lo hacían sus compañeros del colegio, como
lo hacían sus amigos. Ya no soportaba estar trabajando así, día tras día, noche tras noche, como un
adulto. Se miraba al espejo y se veía blanco, pálido; empezaba a creer que era el único pibe en
toda Mar del Plata que no estaba bronceado, que parecía vivir en el invierno. En ese estado de
ánimo se encontraba la madrugada del 16 de febrero cuando subió al 531, el colectivo que lo
llevaba a su casa, maldiciendo por lo bajo y con cara de sueño. El colectivo avanzó hasta la plaza
Colón y allí, justo cuando Lucho empezaba a cabecear, medio dormido, la entrada de la chica lo
despertó de inmediato, como si le hubieran tirado un balde de agua en la cara. Era muy alta, casi
de la misma estatura que Lucho, que era de los más altos del colegio; tenía los ojos rasgados y
verdes, y lo que más llamaba la atención era su larga, larguísima cabellera pelirroja y llena de
rulos. Una llamarada parecía ese pelo. Apenas la vio, Lucho tuvo, una vez más, la sensación de
siempre: como si le pegaran una trompada en el pecho que lo dejaba boquiabierto, como si
necesitara aire. La chica pareció darse cuenta de su mirada, por primera vez registró su presencia.
Sonrió con picardía y se acercó adonde él estaba. A pesar de que había otros asientos vacíos, se
sentó a su lado, lo miró, estiró aún más la sonrisa y luego, como si tal cosa, abrió una revista y se
puso a ojearla despreocupadamente, a la luz tenue —y también rojiza— del fondo del colectivo.
Lucho no encontraba las palabras, no se le ocurría qué decirle. Él bajaba casi al final del recorrido,
pero sabía que ella se bajaría mucho antes, apenas pasando la Terminal. Al llegar a Alberti, antes
de doblar, el colectivero frenó con brusquedad y a la pelirroja se le cayó la revista. Lucho casi se
tiró de cabeza a recogerla y se la alcanzó, balbuceando algo ininteligible. Ella, entonces, inició la
conversación. Lucho casi no supo cómo, pero unos instantes después estaban conversando como
si fueran amigos de toda la vida; con soltura, con total confianza. Lucho era bastante tímido: nunca
le había pasado nada igual. Conversaron largo rato, pasaron la Terminal, y ella no se bajó. Dejaron
atrás la facultad, cruzaron la avenida Jara, y ella seguía allí, sentada junto a él. En pocas cuadras, al
cruzar la avenida Champagnat, ya en pleno barrio Regional, él tendría que bajarse. No había por
allí, a esa hora de la madrugada, ningún lugar donde invitarla a tomar algo: después de la avenida
casi no había luz, apenas unas pocas casas entre muchos terrenos baldíos. Lucho debía decidirse.
Al fin le dijo que él bajaba en la calle Tres Arroyos. Ella levantó las cejas, sugestivamente: —Que
coincidencia —dijo, mirándolo a los ojos—. Yo también. Lucho no lo podía creer. Se adelantó a la
puerta, tocó el timbre y descendió al primer escalón. Cuando la puerta se abrió, él le tendió la
mano para ayudarla a bajar y ella la tomó con delicadeza. Y no se soltó cuando dieron los primeros
pasos por la vereda, ni cuando él le indicó que vivía a media cuadra, ni mucho menos cuando ella
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tropezó con una piedra: prácticamente cayó en sus brazos y casi lo obligó a que la besara. Lucho
sintió que flotaba. Había tenido dos novias, pero ninguna besaba como la pelirroja, cuyo nombre,
ahora que lo pensaba mientras se dejaba llevar por la caricia, ya ni recordaba. Un rato largo
estuvieron besándose, hasta que al fin ella se retiró; dio un paso hacia atrás, lo miró sonriente y le
pidió que cerrara los ojos. Lucho asintió, contento, pensando en la sorpresa que la chica le daría.
Luego sintió una caricia en la mejilla, algo muy suave, casi una cosquilla, y de pronto un fuerte
rasguño, un rasguño helado y cortante, como si le hubieran pasado una hoja de afeitar por la cara.
Lucho abrió los ojos sorprendido y se llevó la mano a la mejilla, de donde le brotaba un hilo de
sangre. —¿Estás loca?... —empezó a decir, pero se quedó callado de inmediato. Frente a él no
había nadie. Lucho no entendió el chiste, si es que de eso se trataba: la cortadura, luego el
escondite. Cada vez más ansioso, más sorprendido que enojado, la buscó detrás del árbol en el
que se habían apoyado cuando se besaban, en la calle, en un zaguán que estaba a unos pasos. Y
hasta miró hacia la copa del árbol, como si ella hubiera podido treparse de un salto. Poco a poco
comenzó a sentir miedo. Algo muy raro estaba pasando. ¿Y si ella era una bruja, un espíritu, el
mismo diablo? De pronto la larga cabellera pelirroja era un símbolo horrible; los ojos rasgados,
verdes y penetrantes, se le antojaban diabólicos; y hasta los besos que hacían olvidar, que hacían
flotar, le parecieron aterradores. Lucho corrió, desesperado, tomándose la cara, que seguía
sangrando. Su casa estaba ahí nomás, a unos cincuenta metros. Llegó al portón del jardín y lo saltó
a la carrera; alcanzó la puerta, metió como pudo las llaves en la cerradura y abrió. No había nadie
en su casa. Quiso prender la luz, pero al tantear el interruptor su mano tropezó con una tela de
araña, y él la retiró, asqueado. Esa no parecía su casa. O sí, porque algunos detalles reconocía,
pero era como si su hogar hubiera estado deshabitado durante años. Aterrado, volvió a salir. Miró
a su alrededor, a su barrio. Amanecía y lo notó, a la luz del primer sol de la mañana, muy distinto.
Se sintió mareado. ¿Acaso era una pesadilla? De pronto un ruido lo sobresaltó. Un diariero en
bicicleta había pasado por la calle y arrojado el diario a la casa vecina. Sin saber muy bien por qué,
Lucho corrió a tomarlo.
Era La Capital, del 16 de febrero de 2008. Lucho tembló. Él había nacido en 1963. Si esa era la
fecha correcta, el 16 de febrero de sus quince años había pasado hacía exactamente treinta años.
Lucho sintió que las piernas se le aflojaban. Un coche moderno, como nunca antes había visto otro
igual, estaba estacionado en la puerta del vecino. Se acercó tambaleando y vio su cara reflejada en
la ventanilla. El que lo miraba era un cuarentón avejentado, casi un viejo, arrugado y flaco, con una
fea cicatriz que le cruzaba la cara.
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1) ¿Cómo se encuentra Lucho al principio del cuento? ¿Por qué no estaba feliz con su
vida?
2) ¿Dónde se encontraba trabajando?
3) ¿Cuál es el hecho que lo saca de esa situación?
4) ¿Cómo era la chica que conoce en el colectivo? ¿Qué le atrae de ella?
5) a) ¿Podrías afirmar que “La pasajera” es un cuento fantástico?
b) Describí los hechos fantásticos que se narran en el cuento
6) Modificá el final del cuento para que el mismo se convierta en un relato realista.
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