0% encontró este documento útil (0 votos)
225 vistas144 páginas

J. A. Redmerski-7Spiders in The Groves

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1/ 144

1

“Arañas en la Arboleda”
J.A. Redmerski
Libro # 7 de la serie “In the Company of Killers”

2
ACERCA DE:

“Arañas en la Arboleda”
Izabel y Naeva se encuentran justo donde querían estar en México: capturadas y
retenidas en los complejos de esclavos propiedad de la familia Ruiz. Pero las dos pronto
se separan y se ven obligadas a situaciones muy diferentes, pero igualmente peligrosas.
Izabel pasa las próximas tres semanas interpretando un papel que nunca esperó
tener la oportunidad de jugar, pero su suerte se acaba cuando la vida de Naeva está en
juego, y solo Izabel puede salvarla.

Pero a un costo terrible.

Si Izabel decide ayudar a Naeva, expondrá una mentira que ha estado cargando
sobre sus hombros desde que conoció a Víctor Faust. Una mentira que no solo hará que
potencialmente todos en la Orden de Víctor desconfíen de ella en el futuro, sino que
también destruirán su fachada cuidadosamente construida en México y hará que la
maten.

Fredrik, que aún busca a su asesino en serie, no tiene que buscar mucho más –
el asesino lo encuentra. Y el pasado de Niklas lo alcanza cuando un viejo enemigo
regresa para vengarse.

Pero serán las acciones de Víctor las que sacudirán a los que quedan en su
Orden y, en última instancia, serán su caída.

3
Tabla de Contenido

Capítulo 1 – Izabel
Capítulo 2 – Izabel
Capítulo 3 – Izabel
Capítulo 4 – Izabel
Capítulo 5 – Fredrik
Capítulo 6 – Niklas
Capítulo 7 – El Loto Rojo
Capítulo 8 – Izabel
Capítulo 9 – Izabel
Capítulo 10 – Niklas
Capítulo 11 – Fredrik
Capítulo 12 – Izabel
Capítulo 13 – Izabel
Capítulo 14 – Izabel
Capítulo 15 – Nora
Capítulo 16 – Víctor
Capítulo 17 – Izabel
Capítulo 18 – Izabel
Capítulo 19 – Izabel
Capítulo 20 – Fredrik
Capítulo 21 – Niklas
Capítulo 22 – Izabel
Capítulo 23 – Víctor
Capítulo 24 – El Loto Rojo
Capítulo 25 – Izabel
Capítulo 26 – Niklas
Capítulo 27 – Izabel
Capítulo 28 – Fredrik
Capítulo 29 – Niklas
Capítulo 30 – Izabel
Capítulo 31 – Izabel

4
Capítulo 1
Izabel
Las estrellas revolotean caóticamente en mi visión; el cielo es negro sobre azul
en púrpura, bordeada por un fondo de montaña irregular, todo se mezclándose en algo
indistinguible. Debería haber sonido, mucho ruido tumultuoso — El abollado de metal,
el aplastamiento de rocas, los golpes dentro de mi cabeza— pero creo que me he
quedado sorda temporalmente. El marrón claro del cabello de Naeva es como una
telaraña negra sobre mi cara, brillando a la luz de la luna, y entonces desaparece en un
abrir y cerrar de ojos mientras su cuerpo es arrojado de un extremo de la camioneta al
otro; como una pesadilla en cámara lenta la veo volar y no puedo hacer nada para
ayudarla.
Mi cabeza golpea algo duro y aparecen destellos blancos ante mis ojos,
cegándome a todo lo demás. Genial, ahora estoy sorda y ciega, y ... joder, no puedo
mover mis brazos. O mis piernas. Estoy viva, pero no sé por cuánto tiempo, los
hombres que nos estaban disparando llegarán pronto.
Lentamente, mis ojos se abren a una luz blanca brillante, pero ni por un segundo
lo confundo con algo tan ridículo como la vida después de la muerte. Es un faro de una
de las camionetas. Solo quiero saber cómo terminó delante de mi cara.
De alguna manera, me las arreglo para liberar un brazo, y luego el otro, y luego
una pierna, pero la izquierda todavía está atrapada debajo de la parte delantera de la
camioneta. Muerdo apretando mis dientes en preparación para liberarla, y estoy
agradecida de que el dolor sea mínimo, la pierna no está rota. Y, a menos que me
golpeara demasiado fuerte la cabeza, tampoco se siente como si otra cosa estuviera
rota.
Uno, dos, tres: saco mi pierna de debajo del metal deformado. ¡Ah! Ahí está el
dolor. "¡Ahhh!" Grito hasta que pasa.
"Sarai," escucho a Naeva llamarme desde algún lugar cercano. "Dónde estás?
¿Puedes caminar?"
Al menos, ella está viva, pero si me está haciendo esas particulares preguntas en
lugar de venir a descubrirlo por sí misma, solo puede significar una cosa: ella no puede
caminar.
Con dificultad, me arrastro unos pocos pies hasta la puerta de la furgoneta y
enrosco mis dedos alrededor de donde solía estar la ventana y la uso para ayudarme a
levantarme. Al momento que mi cabeza se eleva sobre la puerta, veo una cara
ensangrentada y destrozada de cabeza, mirándome fijamente desde el asiento del
conductor; La sangre gotea del cabello negro de Ray; sus ojos están abiertos.
Demasiado para mi propio *coyote* privado; parece que tendré que encontrar otro
para sacarnos de aquí más tarde. Si es que llegamos a eso.
"Naeva, ¿dónde estás?" Grito, y revuelvo los restos, encorvada para que nadie
me vea.
"Por aquí”.

5
Llego a la parte trasera de la camioneta para encontrar a Naeva atrapada debajo
de ella, y al principio, me aterrorizo un poco pensando lo peor. Pero el alivio me inunda
cuando me doy cuenta de que la camioneta no está tanto sobre ella como en todo lo
que la rodea, atrapándola como en una jaula.
Caigo de rodillas y la miro a través la ventana sin cristales.
"¿Estás bien? ¿Tienes algo roto?
Ella sacude su cabeza "No, pero hay sangre en mi cabeza", eleva su mano hasta
tocarla...” Creo que es mía; No lo sé”.
"OK”.
Me acerco más a la ventana, estudiando su situación, y trato de calcular cómo
liberarla. Pero no tengo tiempo mientras escucho el retumbar del motor de un camión y
rocas rompiéndose debajo de los rápidos neumáticos.
"¡Ya vienen!"
"¿Qué hacemos?" La voz de Naeva tiembla de pánico.
No hay nada que podamos hacer, y lo sé, así que no respondo.
Los faros brillantes rebotan en la oscuridad cuando el camión acelera su camino
hacia nosotros sobre el terreno rocoso. No hay adonde ir; estamos en el Medio de la
Nada, México, y nuestro viaje se ha reducido a un pedazo inútil de metal plagado de
agujeros de bala y cuatro llantas destruidas. Me maldigo por hacer un trato con un
coyote que no pagó sus deudas.
Y luego espero.
¿Para qué disparen al vernos?
¿Ser violadas primero y luego decapitadas?
Pero ¿por qué no tengo miedo?
¡Porque... que se jodan!
Varios hombres saltan de la parte trasera de la camioneta antes de que se
detenga completamente; las armas resplandecen en la oscuridad, rodeadas por los
rayos cegadores de linternas; ojos negros me miran con determinación e intención.
"¡Está muerto!" Grita un hombre desde el otro lado de la camioneta.
Otro hombre parado frente a mí apenas levanta la vista. "¡Busca en la furgoneta!
¡Busca a su alrededor!” Él me mira de nuevo. "¿Cuántos de ustedes habían allí?”
pregunta con acento inglés.
“Tres”, también respondo en inglés: no quiero que sepan que puedo entender
español; como un demonio espero que Naeva recuerde la importancia de eso.
“Uma y yo”, señalo en dirección a Naeva, “y el conductor; eso es todo. Éramos
más cuando cruzamos la frontera ayer, pero salieron hace un largo hace tiempo”.
Una inyección de dolor candente atraviesa el hueso de mi cara y veo un destello
de luz gris; Mis manos suben rápidamente para cubrirme la nariz; las lágrimas arden
alrededor de mis párpados. Solo cuando puedo abrir los ojos de nuevo, me doy cuenta
de que fue el arma lo que aterrizó ardientemente en mi cara. La sangre gotea de una
fosa nasal; la lamo para alejarla de mi labio superior.
“¿Cuántos?” Repite el hombre con los dientes apretados.

6
"¡Solo tres! ¡Lo juro! ¡Solo nosotros tres!” Obligo a las lágrimas a salir, y al
menos trato de parecer asustada, porque si muestro el más mínimo desafío, él
probablemente me mate en el acto. En el fondo oigo gritar a Naeva.
"¡Tráela aquí!", Me ordena el hombre por encima de mí.
Un segundo después, Naeva es empujada al suelo a mi lado; hay una gran
cantidad de sangre en su cabello. Me pregunto cómo la sacaron de debajo de la
furgoneta tan rápidamente.
Ella me mira, aterrorizada, temblando. Sonrío detrás del velo de mi cara,
pensando para mí misma: Ella tampoco tiene miedo; Ella es tan buena en esto como
yo. Y luego me doy cuenta de que estamos locas por no tener miedo.
Lo último que veo es un puño que atraviesa la oscuridad hacia mí, y me
despierto un poco más tarde con el sonido de agua que gotea.

7
Capítulo 2
Izabel

¿Arrepentimiento? Nunca. He recorrido un largo camino desde la última vez que


estuve aquí, en este lugar, en esta pesadilla, en este infierno. Soy una persona
diferente. Sarai ya no existe excepto en la memoria de Naeva; esta chica, sentada
ahora aquí en el piso de tierra, con las manos atadas por delante, sangre en el pelo y
en la boca, es un tipo diferente de víctima, del tipo más peligroso; Ella es del tipo que
es formada y moldeada por sus torturadores, no rota por ellos, con material de
pesadillas. Salí de México como Sarai, y regresé como Izabel. Y una vez que tenga lo
que vine a buscar, los mataré a todos.
Oigo pasos en el pasillo fuera de la puerta. Voces. El arrastre de la ropa. Pero no
entran en la habitación, y los sonidos se desvanecen a medida que se alejan.
Naeva suspira de alivio.
Yo exhalo un suspiro de decepción.
No sé de dónde viene el sonido del agua, pero es un goteo constante; una
tubería con fugas, tal vez.
"Nunca pensé que estaría aquí de nuevo", dice Naeva, sentada a mi lado.
"Definitivamente no a propósito".
Miro fijamente la tenue luz de la luz debajo de la puerta; su voz es aguda, nítida
en mi oído, pero mis pensamientos la eclipsan.
"Sin embargo, no me arrepiento. Y lo haría cien veces si tuviera que hacerlo. Por
Leo".
Interrumpiendo mis pensamientos, la miro.
"Realmente lo amas".
Ella asiente, sonríe levemente; Puedo decir cada vez que la miro, que cada vez
que habla de este hombre, que él es lo único en el mundo que la hace sonreír de
verdad.
Pienso en Víctor. Lo amo, y siempre lo haré. Pero no sonrío, así que miro hacia
otro lado, encontrando que la luz debajo de la puerta es menos competitiva.
No sé qué hora es, pero voy a decir es la una de la madrugada. Hemos estado
encerradas en este cuarto durante más de una hora, y ninguna persona ha venido a
hablar con nosotros, o a golpearnos, o incluso solo para que chequearnos. No es que
realmente lo necesiten, pero como no hay ventanas, y la única forma de entrar o salir
es por la puerta; Estoy segura que hay hombres vigilando en el pasillo en alguna parte.
Y además de nuestras
manos atadas, hay cuerda alrededor de nuestros tobillos. Presionando mis manos en la
tierra
detrás de mí, trato de ajustar mi posición. Inclino mi cabeza contra la pared y caigo
dormida.
Debo haber dormido una hora. Sin embargo, nadie ha entrado en la habitación.

8
Necesito orinar.
"No sé cómo puedes dormir a través de todo esto", dice Naeva.
"Tengo que hacerlo en algún momento".
"Lo intenté, pero mi mente no deja de correr".
"¿Cómo vas a encontrar a este Leo?", le digo, "¿Mientras estás encerrada aquí
conmigo? ¿Cómo sabes siquiera dónde está, si aún está vivo? "
"Está vivo".
"¿Cómo lo sabes?"
"De la misma manera en que tú que sabes que estamos en el lugar correcto".
Ella suspira pensativamente. "Y porque lo siento. Lo siento a él. Sabría si estuviera
muerto.
"Entonces, ¿cómo planeas encontrarlo?" Repito.
No tuvimos oportunidad de discutir estas cosas cuando salimos de Arizona con
Ray. Demasiados oídos escuchando. Demasiados ojos mirando.
Ella hace una pausa y luego responde: "No tendré que encontrarlo, él me
encontrará
tan pronto como sepa que estoy aquí".
No puedo mentir y decir que no tengo curiosidad acerca de cómo planea lograr
esto,
pero estoy demasiado concentrada en mis propios planes para atender demasiado a los
de ella en este momento. Mis planes que han sido seriamente alterados porque la traje
conmigo. Yo sola hubiera sido mucho más fácil Ahora, tengo que preocuparme por ella.
No podría vivir
conmigo misma si la liberara en el vientre de esta bestia y nunca mirara atrás. No, ella
es mi responsabilidad. Pero más que eso, ella es mi amiga.
"¿Es realmente, así como lo sabes?" Pregunta ella. "Que estás en el lugar
correcto porque puedes simplemente sentirlo? Realmente no puedo ver mucho en esta
pequeña habitación, por lo que no puede ser cualquier cosa visual A menos que vieras
algo familiar en nuestro camino. No vi algo familiar. O a nadie. Oh, eso es correcto, –los
mataste a todos". Ella se ríe por lo bajo.
Finjo una leve sonrisa en la oscuridad. ¿Los mataste a todos? No, no a todos…
“Para ser justos”, digo, “recibí mucha ayuda la última vez que estuve aquí. No
pude sacarlo adelante yo sola. Echo un vistazo. "Pero cómo sé que estamos en uno de
complejos de los Ruiz, es que me aseguré un paseo con un coyote que me llevaría a
través del territorio Ruiz. Aquí, todos los caminos conducen a los recintos de Ruiz. Y sí,
puedo sentirlo también".
"Me pregunto cuántos quedan", dice Naeva.
"¿Complejos? Todos están siempre ahí. ¿Pero miembros de la familia de Javier que
dirijan los complejos? Buena pregunta”.
"¿Estás segura de que no necesitas que te ayude?", Pregunta ella.
"No", respondo de inmediato. "Ambas estamos aquí juntas, pero una vez que nos
salgamos de este cuarto, nos vamos por caminos diferentes”.
Naeva se sienta con las rodillas juntas y las piernas recogidas debajo de ella, a
unas pulgadas de mí. Apenas veo su cara en la habitación sin ventanas, y me pregunto

9
cómo puedo verla del todo con tan solo la pequeña luz de debajo de la puerta. Ella se
ve tan frágil sentada allí, como un pequeño huevo ... como Huevito. Desde que nos
fuimos, he estado intentando decirme que no puedo apartarme de mi plan para
ayudarla, es lo suficientemente fuerte para manejarlo por su cuenta, pero ... ¿a quién
diablos estoy engañando?
Con mis manos atadas, me elevo de la pared y miro hacia ella a través de la
oscuridad. "Escúchame, Naeva", digo con determinación. "Cuando, no si nos
separamos, quiero que sepas que no te dejaré aquí; no importa cuáles sean mis planes,
te sacaré de aquí. ¿De acuerdo?"
Naeva sonríe, y luego asiente. "De todas formas, nunca pensé que me dejarías
aquí", dice ella. "No es que estuviera contando con eso, o tomando ventaja, pero
simplemente lo sabía". Ella se acerca para sentarse más cerca, nuestros hombros
tocándose. "Y yo haré lo mismo por ti".
Desafortunadamente, yo también sabía eso de ella. Y eso es lo que más me
preocupa. No quiero que se arriesgue por mí, pero sé que lo hará de todos modos.
Puede que nosotras nunca nos hayamos conocido realmente, es posible que solo nos
hayamos dicho unas pocas palabras antes de que ella viniera a mí la noche que nos
fuimos, pero dado que ambas fuimos esclavas de las mismas personas, nuestro vínculo
como hermanas es tan fuerte como el de dos mujeres que se han conocido toda su
vida.
Nuestros planes individuales no importan, Naeva y yo estamos juntas en esto, así que
probablemente sea mejor que comencemos a actuar así.
"Háblame de Leo", le ofrezco.
Ella levanta la cabeza de mi hombro; Sus ojos son radiantes, ansiosos, llenos con
... lo que desearía que los míos estuvieran, cuando hablo de Víctor.
"Que quieres saber?"
Echo un vistazo alrededor de la habitación oscura y húmeda. "Todo", le digo.
"¿Qué más tenemos que hacer para pasar el tiempo?
Naeva se sienta completamente a mi lado, usando la pared para equilibrarse. Yo
me ajusto acomodándome para lo que sé será una larga historia.
Y ciertamente resulta serlo. Naeva habla durante toda la noche, horas y horas, a
través del hambre y la sed, y mi dolorosa necesidad de orinar. Pero la historia me
ayuda a olvidar todas esas cosas, y mi corazón se rompe por ella y explota por ella y
hace cosas que no sabía que podía hacer por otra persona. Y después que su historia
se acaba cuando la noche se convierte en día, finalmente la entiendo. Y me entiendo.
Entiendo por qué siento tanta envidia de su relación con Leo Moreno: porque el de ellos
es un amor basado en la confianza, y porque me odio por mentirle a Víctor
desde que lo conozco.
"Nuestro amor nació de la respiración y los huesos", dice anhelando a Leo. "Eso
es lo que me dijo una vez:" Dios devolvió la vida a mis huesos cuando te conocí", había
dicho. Ella mira hacia otro lado, tal vez tratando de ocultar las lágrimas brillando en las
esquinas de sus ojos.
"Tu turno", dice entonces, cambiando de tema. "Dime como te conociste a mi
hermano”.

10
Comienzo a dejar pasar la oportunidad; hablar de cómo conocí a Víctor es lo
último que quiero ahora mismo, hasta que escucho voces y pasos que bajan por el
pasillo, los primeros que he escuchado desde antes de la 1:00 a.m., e inmediatamente
nos volvemos a mirar la puerta.
"Esta vez van a venir", le susurro, mirando a la luz debajo de la puerta mientras
se mueve. Me volteo rápidamente para mirar a Naeva. "Recuerda
lo que dije, no te dejaré”.
Naeva asiente con la cabeza; Esta vez tiene miedo, puedo verlo, aunque débil,
en sus ojos.
Sé fuerte, Huevito. Sé fuerte.

11
Capítulo 3
Izabel

Suena un aro de llaves, y luego se abre la puerta de nuestra prisión; luz amarilla
se derrama en la habitación, revelando la irregularidad del piso de tierra, los agujeros y
las crestas suben y bajan como pequeñas olas coronadas de marrón; remanentes de las
chicas que habían estado tratando de salir de aquí antes que nosotras llegáramos.
Entra una mujer; mexicana, con el pelo largo, rubio platinado, recogido en una
trenza gruesa detrás, y un lápiz labial tan rojo como esa mierda llamativa que Nora
suele llevar. Tiene el ceño fruncido y en su mano, una correa de cuero desgastada.
"Levántate", dice ella en perfecto inglés.
Fingiendo miedo e intimidación, Naeva y yo nos inclinamos hacia delante sobre
nuestras rodillas y tratamos de levantarnos por nuestra cuenta, pero es difícil con
nuestras manos y piernas atadas, y el suelo plagado de agujeros cavernosos.
La mujer sacude la cabeza hacia un hombre parado detrás de ella. "Ponlas de
pie", ordena ella en perfecto español, y él se mueve de inmediato y se acerca hacia
nosotros.
"Corta las cuerdas de sus tobillos", le indica, y luego me mira directamente,
volviendo al inglés. "¿Cuál es tu nombre?"
Elevo la mirada cuando la cuerda es cortada de mis tobillos. "Lydia", respondo.
“¿Y el tuyo?” Le pregunta a Naeva.
Naeva no levanta los ojos. "Uma", dice ella, con un temblor en su voz que ni
siquiera puedo averiguar si es real o no.
La mujer agarra la barbilla de Naeva, gira la cabeza hacia un lado y luego el otro.
Ella hace lo mismo conmigo, sus ojos barriendo la cicatriz a través de mi garganta. Ella
mira hacia atrás y adelante entre nosotros, reflexionando.
"Esta", le dice al hombre sobre Naeva, "La llevaré conmigo a ver a la institutriz".
Ahora e mira, "Esta está dañada; nunca será vendida. Mátala".
Mi corazón se detiene; La cabeza de Naeva se gira rápidamente hacia mí.
"¡No, por favor!" Naeva cae de rodillas a mi lado, elevando sus manos atadas
hacia la mujer. "¡Por favor, no la mates, por favor!" ¿Está fingiendo la angustia?
Sinceramente, no puedo decirlo. Seguramente Naeva sabe que puedo salir de esto. Yo
creo que…Ok, tal vez estoy un poco asustada. ¡Mierda! ¡No esperaba que este
momento llegara tan pronto!
Concéntrate, Izabel… calma y concentración.
¡La correa de cuero cae sobre la espalda de Naeva con un chasquido agudo que
incluso me pica a mí; Naeva cae de costado y gime de dolor!
Veo el destello de una hoja cuando el hombre saca un cuchillo de la correa en su
cintura.
No me muevo ¿No debería estar en el suelo como Naeva, rogando por mi vida?
No, me doy cuenta en el momento más crucial: eso definitivamente me matará.

12
El hombre se me acerca, levanto la cabeza y la barbilla, aprieto la mandíbula y lo
miro directamente a los ojos de mierda y eso logra exactamente lo que yo espero que
hiciera: Eso los deja boquiabiertos. El hombre mira a la mujer, y ella a él.
"Adelante", digo con valentía. "Me estarías haciendo un favor". Puedo escuchar a
Naeva respirando pesadamente a mis pies. Y puedo escuchar mi corazón latiendo en
mis oídos. Y puedo escuchar la voz de Niklas en mi cabeza: "Es una mala idea, Izzy...” y
la voz de Fredrik: "Estoy de acuerdo con Niklas…”
"Espera", le dice la mujer al hombre, que vacilante, baja el cuchillo.
Ella se pone delante de él y me mira, larga pensativamente y al principio, evito el
contacto visual. Ella me rodea, y me mantengo firme, sin miedo, aunque en el fondo, lo
admito, estoy un poco preocupada. Trago, y el movimiento duele porque mi garganta
está muy seca. Ella hace su camino de regreso para pararse frente a mí donde se
detiene y me mira directamente a los ojos.
"No eres suicida", señala ella.
"De ninguna manera me importa", le digo. "Sólo quiero salir de esta suciedad. Y
orinar. Muéstrame el camino al baño, o mátame, cualquiera sería un alivio”.
"Si tienes tantas ganas de ir", dice ella, "¿por qué simplemente no te orinaste
encima? ¿O allí en la esquina?
La miro directamente a los ojos esta vez.
"Acabo de decir que quería salir de la suciedad", repito, "no ensuciarme más –
inodoro o cuchillo”.
La mujer parpadea; realmente no tiene idea de qué hacer conmigo, pero no
quiere matarme. Al menos no todavía.
Ella mira a Naeva a mis pies en el suelo.
"¿Se conocen?", Me pregunta.
"En realidad no", le digo.
“Pero ella te conoce lo suficiente como para rogar por tu vida; arriesgarse a
defenderte".
"La debilidad le hace eso a la gente", le digo. "No me importa lo que pase a ella”.
La mujer levanta una ceja bien arreglada.
"Entonces golpéala", desafía.
Sin dudar, golpeo mi rodilla en la cara de Naeva; ella cae en el sucio.
Miro a la mujer, con cara de póquer y sin intimidarme como antes. "Inodoro o cuchillo”,
repito, irritándome.
La mujer sonríe, y no puedo decir si es porque está impresionada, o molesta.
"Vuelve a atar sus piernas", le dice al hombre. "Vamos a ver cuánto tiempo la
zorra puede aguantar antes de orinarse encima".
El hombre viene hacia mí otra vez, y sé que podría tomar su cuchillo fácilmente,
matarlos a los dos, y sacarnos a mí y a Naeva de aquí; pero escaparme no es para lo
que vine.
Pretendo luchar contra el hombre; él empuja la hoja del cuchillo contra mi
garganta, amenazándome para que me quede quieta, y eventualmente lo hago. Y en
un momento, he vuelto a ser incapaz de pararme mucho menos a caminar, y mucho

13
menos acuclillarme en una esquina en algún lugar y orinar. La mujer podría obtener lo
que quería, después de todo, supongo que prefiero orinarme encima que morir.
Lanzándole una mirada dura y penetrante, la mujer me sonríe de nuevo en
respuesta, tira del codo de Naeva y la acompaña fuera de la habitación. El hombre se
cierra y luego asegura la puerta detrás de él, apagando la luz, y dejándome sola con
mis pensamientos.
Y solo dejé que la orina fluyera, sacudiendo mi maldita cabeza hacia mí. No hay
manera que pudiera aguantarme más por orgullo o protesta, ya que no le duele a nadie
más que a mí.
1:00 a.m.… otra vez
Apesto, estoy mojada y me siento asquerosa. Sin comida. Sin agua. Sin
compañía. La mujer está tratando de probar un punto, entiendo eso; estoy cinco pasos
por delante de ella – pero si alguien no viene por mí pronto – es posible que tenga que
hacerlo, de nuevo escucho llaves sonando y la puerta se abre.
Una larga trenza rubia yace sobre un hombro, y es todo lo que puedo ver con
limitada la luz. "¿Finalmente me llevas al baño?" Digo, pero ya sé que no es por eso por
lo que está aquí. "Es un poco tarde para eso".
Ella cierra la puerta sin una palabra.
Veinticuatro horas después...

Exhausta por no dormir, apenas puedo moverme cuando escucho que la puerta
se abre de nuevo. La misma trenza descansa sobre el mismo hombro.
“¿Tienes sed?” Pregunta desde la oscuridad.
"No, porque entonces terminaré orinándome encima otra vez".
Ella cierra la puerta, y esta vez escucho una pequeña risa justo antes de que la
luz se apague.
Otro día…
Veo y escucho cosas que no están allí: figuras en la sombra, el rostro de Víctor,
la voz de Víctor, Dina tocando el piano, pero cuando se abre la puerta, sé que es real, y
que la voz que escucho es real, y el sufrimiento es real.
"¿Tienes hambre?"
"No”.
Ella cierra la jodida puerta y tengo mucha sed, tanta hambre y tanto cansancio que no
sé cuánto tiempo puedo seguir con esto.

¿Día cuatro? ¿Cinco?


Escucho que se abre la puerta, pero mis ojos permanecen cerrados, permanecen
cerrados incluso cuando me ahogo en el cubo de agua que colocaron a mi alcance en el
suelo.
Me desmayo con la cabeza dentro del cubo vacío.

14
En el sexto día– tal vez sea el séptimo, ya no lo sé– apenas puedo moverme;
estoy recostada en el suelo, con un lado de la cara presionada contra un montículo de
tierra, los músculos me duelen y estoy tan deshidratada – tal vez el cubo de agua era
solo una alucinación – que mis labios están pegados y veo manchas cada vez que
intento sentarme.
Otra vez escucho las llaves tintinear fuera de la habitación, y me obligo a
enderezarme, a enfrentarme a ella con la misma fuerza y desafío que tuve todos los
días antes de este. Pero cuando se abre la puerta, esta vez no es la mujer, sino un
hombre que nunca he visto antes. Sin una palabra o gesto, me agarra el codo y me
pone de pie.
¡Finalmente!
Él tira de mi brazo y lo sigo por el pasillo, tratando de no tropezar, pero lo hago
de todos modos. Mi cabeza martillea; apenas puedo sentir mis piernas impulsando mi
cuerpo hacia adelante, pero logro continuar – mi vida depende de ello.
Entrando en un cuarto más grande, del tamaño de un modesto salón de
banquetes, y luego saliendo al aire fresco de la noche, no me sorprende lo que veo.
Este no es el mismo complejo en el que pasé la mayor parte de mi juventud, pero
podría serlo, la forma en que se siente y huele igual y cómo el paisaje desértico que lo
rodea se extiende por millas en cada miserable dirección. Y los edificios son casi
iguales, hechos de hormigón, aluminio y madera; ventanas sin barras visten los ladrillos
con una sensación muy falsa de libertad; una gran cerca se eleva más allá los tejados,
envuelta en alambre de púas y custodiada por hombres armados.
“¿A dónde me llevas?” Pregunto débilmente.
El hombre nunca habla.
Él me acompaña a través del complejo y hacia un camión; abre la puerta y me
empuja en el asiento del pasajero.
Condujimos durante 660 segundos –me aseguré de contar cada uno en caso de
que más tarde tuviera que encontrar el camino de regreso a Naeva– y nos detuvimos
en el camino pavimentado de una mansión de estuco situada en medio del desierto
como si fuese oasis.
Antes de guiarme al interior, el hombre me lleva a un edificio lateral que me
recuerda a una casa de huéspedes, donde una mujer espera. Mayor, de tipo abuela,
con cabello gris–negro recogido alrededor de su cara regordeta; lleva un vestido largo y
azul que abraza a su ancha figura y cae hasta sus gruesos tobillos. Ella está parada
frente a una ducha abierta, con un cepillo de mango largo agarrado en la mano.
Caigo hacia adelante cuando el hombre me empuja por la espalda, apenas
deteniéndome antes de caer al suelo.
El hombre nos deja, y sin siquiera presentarse, la anciana se pone a trabajar,
despojándome de mi ropa sucia. Y, para mi decepción, ella deshace cada trenza, sus
manos ásperas halan de mi cabello y lo estiran; observo las píldoras anticonceptivas
que escondí con tanto cuidado entre las trenzas, tintinear contra el piso de baldosas y
desaparecer. Mi corazón se hunde. Pero, de nuevo, en el fondo de mi mente sabía que
nunca podría usarlas; solo las traje conmigo para hacerme sentir mejor, el esfuerzo

15
tiene que contar para algo, ¿verdad? Si salgo viva de esto, me haré la cirugía que
debería haber recibido hace mucho tiempo. No niños para mí. Una vida
como la mía no los necesita ni los merece. Acepté ese hecho incluso antes de
convertirme en lo que me convertí. Lo acepté poco después de conocer a Víctor. Fue la
razón número uno por la que volví a México la primera vez; por la que maté a los
hermanos de Javier...
El agua hirviente hace ampollas en mi piel mientras brota de la regadera a mi
espalda como ácido saliendo de una manguera de agua. Grito, y casi golpeo a la
anciana en la cara, pero me abstengo. Cierro los ojos y me muerdo el interior de la
mejilla y dejo que me lave, frota mi cruda piel con el cepillo; el jabón pica y quema
como vinagre vertido en heridas abiertas. Y cuando termina, me viste con una camiseta
negra lisa y un pantalón corto de algodón negro. Ella peina los enredos de mi cabello,
rocía mis axilas con desodorante y me lava los dientes, me pregunto si también me
limpiará el culo.
Después, la mujer me lleva afuera, donde el mismo hombre de antes está
esperando.
A medida que nos acercamos a la entrada principal de la mansión de dos pisos –
es pequeña para una mansión, pero cara y lujosa – de alguna manera aún siento
fuerzas sin agua, comida y sueño retornando a mi cuerpo descuidado. Y lo más
importante, la confianza volviendo al resto de mí. Si la mujer de cabello rubio, quién sé
me espera en algún lugar al otro lado de esas puertas dobles fuera a matarme, ya lo
habría hecho. No me hubieran dado una ducha y puesto ropa limpia. Este ´plan´ que
inventé en un impulso, nunca estuvo en el ámbito de lo que esperaba que sucediera;
estaba segura de que vendría aquí y terminaría siendo la misma esclava torturada que
era cuando escapé en la parte trasera del auto de Víctor hace un par de años. Imaginé,
y mentalmente me preparé para todas las cosas horribles que en mi corazón sé que
Naeva está pasando ahora mismo. Pero esto, sea lo que sea, sea lo que resulte ser,
nunca lo vi venir. Y aunque todavía no estoy segura de en qué dirección va,
honestamente puedo decir que me siento mejor al respecto. No estoy segura de por
qué, pero en el fondo, sé que estoy en una mejor posición para lograr esto de lo que
nunca pude haber imaginado.

16
Capítulo 4
Izabel
"Te ves mejor", dice la mujer rubia con una sonrisa burlona mientras soy
escoltada a través de la puerta principal. "Probablemente también hueles mejor. ¿Cómo
ha sido tu estancia hasta ahora?"
"Le daría cuatro estrellas, al menos", le digo. "Pero no estuve muy impresionada
con la iluminación en mi habitación. Es posible que deseé que mantenimiento la revise".
Una sonrisa delgada aparece en sus labios rojos, y brilla en sus profundos ojos
marrones. Con una inclinación de su cabeza hacia atrás, ella le ordena al hombre que
se vaya; escucho sus pisadas hacer eco tras de mí y luego la puerta se cierra
suavemente. Siento que la mujer posa sus ojos en mí mientras asimilo mi entorno:
techos altos y pinturas españolas, mujeres jóvenes que se mueven en todos lados,
atendiendo las tareas domésticas, siempre silenciosas y dispuestas y rotas. Como una
vez lo estuve yo. También he visto esta misma imagen con demasiada frecuencia en mi
vida, he estado en demasiadas malditas ´mansiones´ llenas de monstruos, y después
de esto, espero no tener que hacerlo nunca más. No, lo retiro, lo haré por el tiempo
que tenga que hacerlo si consigo matar a más de los bastardos que ponen a estas
chicas aquí.
"Ahora, ¿por qué no me dices tu nombre real, Lydia?"
Eso definitivamente capta mi atención; alejo la mirada del entorno; ella parece
presumida de pie en el centro de la habitación, ataviada con un vestido de seda negro y
una sonrisa misteriosa; sus piernas se extienden por millas, incluso si no estuviera
usando tacones de aguja de cinco pulgadas.
"No sé a qué te refieres", le miento.
Ella camina hacia mí lentamente.
"Oh, vamos", se burla, "una chica como tú, audaz, atrevida, con esa actitud de–
me–importa–una–mierda; o no eres quien pretendes ser o yo en verdad sí que encontré
oro cuando te trajeron aquí".
Me encojo de hombros, y levanto ambas cejas. "Lo siento, pero no sé por qué
estaría pretendiendo ser otra persona, ¿qué importa quién eres en este lugar?" Me río
un poco, sacudiendo la cabeza. "¿Encontrar oro? Ni siquiera puedo empezar a entender
lo que se supone que significa".
"Una cosa a la vez", dice ella; se pone de pie frente y mira con un barrido de sus
ojos pintados. "Es solo que nunca he visto a ninguna chica traída aquí, que no haya
llorado ni se haya arrastrado por su libertad, todas lloran. No solo no lloraste ni rogaste,
incluso cuando estuve a punto de cortarte la garganta, pero ahora estás parada frente
a mí casi como si fueras la dueña del lugar".
Levanto mi barbilla, poniendo mi cuello cicatrizado a la vista. "Si no has notado",
digo, “ya he pasado por eso". En cuanto a mi actitud, bueno, creo que una vez que te
cortaron la garganta y viviste para contarlo, y has matado a alguien que intentó

17
matarte, y te secuestraron, dispararon y fuiste tocada por hombres asquerosos,
probablemente tampoco te importaría mucho". Abro mi
manos y me encojo de hombros una vez más. "Cree lo que quieras, no me importa. Y
mi nombre es Lydia. Y en realidad, no hay mucho más sobre mí que valga la pena
contar".
Ella sonríe. "Oh, lo dudo. Con gente como tú, siempre hay algo que contar".
"¿Qué quieres de mí?", Pregunto sin rodeos.
"Todavía no estoy seguro", me rodea de nuevo, evaluándome "Si eres un fraude:
nada. Si eres lo que espero que seas: todo".
La miro, y se detiene a mi izquierda; puedo oler su perfume, y siento el calor de
su cuerpo.
“¿Qué estabas haciendo en México?” Pregunta ella. "Mis hombres me dijeron
dónde te encontraron, y con quien estabas; ¿Cómo terminaste con un coyote? chica
blanca, hablas inglés, obviamente lejos de casa. Si no lo supiera mejor, diría que
escapaste de uno de los complejos. Esa cicatriz en tu cuello, tu edad; no encajas en el
perfil de una chica que pronto será vendida. Así que, mi única conjetura es que no
estabas tratando de salir de México". Ella me mira con expectación.
“Te lo dije”, improviso, “maté a alguien. En Arizona. Los policías andaban tras de
mí y me dirigí directamente a la frontera, moriré antes de ir a la cárcel. El hombre que
conducía la camioneta me vio caminar, me preguntó si quería que me llevara. Le
pregunte adónde se dirigía. Dijo México, así que entré – hago un gesto con mis manos
– "y aquí estoy. Nunca esperé terminar en este lugar, pero así son las cosas ¿Qué es un
coyote? supongo que no estás hablando del animal”.
La mujer me rodea por última vez, y luego se detiene a mi izquierda. "Sígueme”,
dice ella con un gesto de su mano; nunca responde mi pregunta.
La sigo a otra habitación con sofás y sillas y mesas. Cuento ocho esclavas, más
jóvenes que yo, todas atendiendo tareas separadas: dos en limpieza; Tres están
sentados en una alfombra lujosa contra el suelo con libros, tabletas y lápices; una está
parada cerca de un pasillo, con las manos cruzadas sobre la pelvis, la cabeza
abajo, a la espera de recibir una orden; una está cosiendo y una nos sigue donde sea
nosotras vamos.
"Pensé que eran solo rumores", le digo.
"¿Qué? ¿Las chicas?
Asiento con la cabeza. "Entonces, México realmente es tan peligroso e.…
incivilizado como dicen que es".
Ella sonríe como si estuviera a punto de reventar mi pequeña burbuja.
"Oh, cariño", comienza ella, "has estado viviendo con una venda sobre tus ojos,
como la mayoría de la población de los Estados Unidos. México y Estados Unidos son lo
mismo. De hecho, el comercio de esclavos, – demonios, el comercio de armas y drogas,
también– es tan grande en
Los Estados como lo es aquí, incluso más grandes. La única diferencia es que nosotros
no somos tan buenos en ocultarlo, lo admito. Me señala con un dedo. "Pero te puedo
asegurar, que todo lo que ves aquí, todo lo que crees saber sobre este lugar, todo

18
sucede a puertas cerradas y en casas de hombres ricos en todos los estados de ese
gran pedazo de tierra que ustedes robaron y de donde viniste”.
Saliendo de la habitación por una puerta lateral, la mujer me lleva afuera a un
patio de adoquines que rodea una piscina extravagante con agua chispeante púrpura y
roja, iluminada por luces submarinas de colores. Ella hace un gesto hacia una silla, y yo
me siento; la esclava que nos sigue ya sabe lo que se espera de ella y se acerca al bar
de la piscina y vierte dos tragos.
"Voy a ir al grano", comienza la mujer; ella se sienta elegantemente con sus
largas piernas cruzadas, su espalda recta apoyada contra la silla. Ella extiende la mano
y agarra un pequeño vaso de whisky de la mano de la chica. "Estoy harta de hacer esta
mierda yo misma".
"¿Puedes al menos decirme tu nombre primero?" Interrumpo.
La mujer aleja el vaso de sus labios antes de tomar un sorbo; puedo decir que
todavía está luchando con saber si le gusta mi personalidad desafiante. Probablemente
ha golpeado, incluso matado chicas por mucho menos. Pero el hecho de que todavía
esté viva es prueba suficiente de que ella no tiene intenciones de matarme. Ella quiere
algo y
estoy preparada para seguirle el juego todo el tiempo que tenga que hacerlo, para
hacerle creer que va a conseguirlo.
Ella sonríe. "Cesara", responde ella, y pone sus labios en el vaso; sus ojos siguen
los míos con interés e intriga.
Tomo el segundo vaso de whisky de la esclava y hago lo mismo asegurándome
de que Cesara vea el mismo interés e intriga en mis ojos.
Ella coloca su vaso en una mesa del patio.
"El hombre que dirige este lugar", continúa, y mis oídos se despiertan, y mi
corazón late, "quién posee este y otros cien complejos en este estado, es un bastardo
cruel, despiadado. Hay uno igual a él en Arizona. Hombre blanco.
Finge que odia a los mexicanos –y creo que sí – pero como muchos estadounidenses,
es un hipócrita. Mientras él empuja su agenda anti–inmigrante en la cara de América,
a sus espaldas, él es el quien se asegura de que los coyotes crucen la frontera, en
ambos sentidos. No solo metiendo mexicanos en los Estados Unidos, sino también
chicas estadounidenses en México. Es un negocio muy lucrativo: las chicas, las armas,
el intercambio de drogas; él se beneficia como tantos otros. Y no creerías cuántos
complejos allí son como este, o cuántos cabecillas como el que me paga hay en Estados
Unidos". Ella cambia de piernas, cruzando la derecha sobre la izquierda– “Entonces,
para que quede claro, estás en un lugar cruel, sí, pero antes de que me juzgues a mí, o
a mi gente basada en estereotipos y políticos diabólicos, es necesario que te hagas la
idea de que tu gente es tan mala como la mía y de dónde viniste, igual de jodidamente
crueles.
Asiento, y tomo un sorbo. "Nunca lo había pensado de esa manera", le digo,
bajando el vaso. "Pero, sinceramente, nunca lo pensé en absoluto".
"Ese es el problema con los estadounidenses, no piensan. No sobre nadie más
que ellos mismos. Ciertamente no por ellos mismos”.

19
"Sin ser grosera", le digo, con un poco de sarcasmo, "pero ¿qué tiene eso que
ver con...?
"Lo sé, lo sé", dice ella. "Lo hago a veces, me desvío. La verdad es que quise
golpearte en la boca cuando empezaste con los rumores de mierda sobre los
mexicanos. Necesitaba sacarlo de mi pecho; hacerte saber que no eres mejor que yo;
tu gente no es mejor que la mía”.
Ella suspira "De todos modos, como decía, estoy cansada de ocuparme yo sola
de este lugar. Las institutrices son inútiles, solo se preocupan por quebrar a las chicas,
y creen que son dueñas de todo. Son viejas brujas desgastadas a quienes les gusta
meter sus dedos arrugados en los coños de las mujeres. Están enfermas como la
mierda, tan enfermas como cualquiera de los hombres "repugnantes", como dices que
hay aquí. Pero no confundas mi aversión por tener un corazón, o algo por el estilo " –
se ríe ligeramente – " se me dio este trabajo porque me gusta. Golpeo a esas chicas
porque se lo merecen. Y las mato si tengo que hacerlo porque así es como está el
mundo, y, de todos modos, todos estamos mejor muertos".
Wow, OK. ¿Tan enojada con el mundo?
"Entonces, al matarlas, crees que les estás haciendo un favor", declaro sin
emoción
"Eso es exactamente lo que estoy haciendo".
"Entonces, ¿por qué no me ofreciste la misma cortesía?"
Ella sonríe, y me mira de nuevo con esos intrigados ojos marrones.
“Oro, ¿recuerdas?” Dice ella. "Eres una zorra audaz, arrogante, lista y dispuesta
a morir, pero solo si es tu momento. Y sobre todo, no eres mexicana – yo no trabajo
bien con ellas. Las mujeres mexicanas son... ¿cuál es la palabra que usaste antes? "– se
pellizca la boca en un lado y entrecierra los ojos –...incivilizadas –, oye, puedo hablar
mierda de mi propia gente. Pero es verdad, son ruidosas e imprudentes y simplemente
no me llevo bien con ellas. Te diría que le preguntes a mi hermana, pero la maté”. Ella
se encoge de hombros.
"Entonces, ¿te caigo bien porque soy blanca?" Digo. "Odio decirte esto, pero las
chicas blancas no son menos salvajes".
Cesara me señala. "Es cierto, pero una vez más, simplemente son mejores al
ocultarlo".
"Tal vez sea solo yo", le digo, "pero prefiero estar cerca de personas que no
ocultan quiénes son, de esa manera sabes exactamente qué esperar”. El significado
oculto detrás de mi comentario es bastante satisfactorio. Lástima. Soy la única de
nosotras que lo sabe.
Cesara se encoge de hombros. "Probablemente tienes razón, pero ¿qué puedo
decir? Me agrada lo que me agrada".
"De acuerdo. Entonces, quieres que alguien que acabas de conocer trabaje para
ti – bajo circunstancias realmente jodidas que debería señalar– y a quién ibas a matar.
Confiar en mí parecería imprudente. ¿Y exactamente qué esperas que haga? Más
importante aún, ¿qué obtengo de esto?"

20
Ella sonríe. "Ese. Justo eso", me señala de nuevo," así es como sé que eres
perfecta para el trabajo. Estás más preocupada por lo que obtendrás, que con lo que
conlleva el trabajo. Y lo que puedo darte, estoy segura de que mantendrá leal a mí".
"¿Y eso sería?"
Cesara se pone de pie; su vestido negro, atado con un cinturón de seda alrededor de su
cintura delgada, cae justo por encima de sus rodillas.
"Comenzaremos con diez mil por mes", dice ella, y luego se pasea por el patio de
adoquines. “Después de seis meses, dependiendo de lo bien que lo hagas,
negociaremos un aumento de sueldo".
Muerdo un lado de mi boca, reflexionando. "Hmm. Ok lo admito, tienes mi
atención”. ¡Pufff! Diez mil es calderilla en comparación con lo que yo hago.
Cesara sonríe, pasa junto a mí y la sigo de regreso a la mansión; como siempre,
la misma esclava se queda cerca.
Como si las otras chicas que hacían varias cosas hace unos momentos, supieran
que Cesara quiere su atención, sin exigírselo dejan lo que están haciendo
simultáneamente y corren al centro de la habitación en el momento en que escuchan su
voz.
“Estas chicas”, comienza Cesara, “son el producto. Pero no cualquier producto;
piensa en ellas como diamantes de sangre ", me mira de nuevo," ¿has visto la película,
¿verdad?" Ella no me da tiempo para contestar antes de dirigir su atención de vuelta a
las chicas. “La gente muere en el proceso de traerlas aquí; los diamantes con la más
pura claridad valen mucho dinero". Ella se acerca a una chica, la más bella del grupo, y
le acaricia la mejilla con la parte de atrás de los dedos; La chica nunca levanta los ojos.
"Nuestro trabajo es clasificar a las traídas aquí por esos hombres repugnantes; elegir
cuáles de ellas irán dónde, cuáles de ellas, visualmente, atraerán a los compradores
más ricos. Luego las enviamos a las institutrices para que quiebren su espíritu, antes de
que nos las traigan para capacitarlas".
Ella hace un gesto hacia mí. Me acerco y me paro a su lado.
"Un hombre pagará un millón por esta chica", dice con admiración y signos de
dólar en sus ojos. "Ella es perfecta. En todos los sentidos"– ella mira mi garganta–
“impecable; ni siquiera una peca en cualquier parte de su cuerpo". Ella suelta la barbilla
de la chica, se vuelve completamente hacia mí y dice: "Pero la belleza no significa nada
si ella no está quebrada y entrenada adecuadamente; es nuestro trabajo asegurarnos
de que cuando ella camine a la etapa de licitación, esté lista. Si tropieza, si habla, eleva
sus ojos o encorva sus hombros o muestra emoción, podría costarte tu cabeza".
¿Qué pasó con su uso de "nuestro" de repente?
“¿Mi cabeza?” Pregunto.
Cesara sonríe, y asiente. Luego camina alrededor de las chicas, inspeccionando a
cada una de ellas mientras habla, casi nunca me mira, pero me habla solo a mí.
"Por supuesto, no solo te estoy reclutando por tu compañía", dice ella.
"Entonces, ¿supongo que ha habido otras... colegas, que han trabajado en la
posición en la que pretendes ponerme? Necesitas a alguien a quien culpar y castigar si
algo no va bien".

21
“El mundo es lugar oscuro, Lydia. Tienes una opción; No puedo obligarte a
hacerlo”.
"Pero me matarás si no lo hago".
"Sí. Te mataré si no lo haces”.
Suspiro dramáticamente, miro hacia arriba a la araña que cuelga del alto techo
encima de mí, y pretendo tomar todo esto en seria consideración, pero ambas sabemos
cuál será mi respuesta.
"Está bien", le digo. "Pero quiero quince mil al mes para empezar".
Cesara sonríe.
“¿Regateando ahora? Tal vez no deberías empujar tu suerte demasiado lejos"
Echo un vistazo a la esclava de un millón de dólares. "Ella se encoge un poco, si
la miras desde este ángulo". Señalo su hombro desnudo. "Y si miras de cerca, verás
una cicatriz. Casi imperceptible, pero está ahí”.
Cesara se acerca y echa una mirada al punto. Cuando finalmente lo ve, endereza
la espalda con un suspiro.
"Realmente me caes bien, Lydia", dice ella. "Está bien, quince serán". La sonrisa
reaparece en sus labios. Y veo algo más en su cara, en sus ojos, algo apenas visible y
tan devastador como la cicatriz en el hombro de la chica. ¿Quizás otro obstáculo que
tendré que superar? ¿Una prueba de mis habilidades? ¿Un guion imprevisto? Sé que
son todas estas cosas. Lo siento en mis entrañas. ¿Puedo hacerlo? ¿Puedo hacer todas
las cosas que sé que tendré que hacer, sin sentirme culpable?
Salgo de la habitación con Cesara, y mi conciencia con las esclavas.

22
Capítulo 5
Fredrik
Dante, mi autoproclamado compañero, parece una rata con un traje. Le ayudo
con su corbata, y coloco sus gemelos correctamente, y cuando se vuelve a encorvar, lo
golpeo en la espalda por décima vez. El chico viene de callejones y caladas de heroína,
y no es tanto lo que puedo hacer con él. Pero él tendrá que hacerlo, porque no confío
en nadie más. Tampoco confío en Dante, pero lo aterrorizo tanto que le llevaría mucho
traicionarme. Sospecho que algún día lo hará, pero hoy no es ese día.
"No lo sé, jefe", dice, "nunca antes había hecho algo así. ¿Y si me equivoco?”
"Con suficiente dinero", comienzo, "nadie notará nada más. No te preocupes
demasiado por cómo actuar, solo asegúrate de que todos sepan cuán rico eres, y todo
lo demás caerá en su lugar".
Escucho los frenos del taxi cuando el conductor se detiene frente a la casa. Echo
una última mirada a Dante, y le entrego su maletín. “Solo necesitas recordar las pocas
cosas que te dije; toda la información está cubierta por mi parte, simplemente no
olvides la de tu lado".
Dante asiente nerviosamente.
"Y deja de actuar como si acabaras de robar una caja de condones" – enderezo su
corbata– "Confía un poco en ti mismo; entra en esto sabiendo que puedes hacerlo; sé
presumido, evita a las personas, desempeñar el papel del hombre que siempre has
soñado ser, pero nunca imaginaste que serías, esta es tu oportunidad”.
Todavía se ve nervioso. "Pero siempre quise ser pintor", dice pensativamente.
Suspirando, conduzco a Dante a la puerta principal.
"Lo resolverás", le digo. "Noventa y nueve por ciento de este trabajo es aprender sobre
la marcha. No pierdas tu pasaporte, o cualquier otra cosa en ese maletín.
Y recuerda, no importa lo que pase, no interfieras. Solo repórtame todo"
"Está bien jefe”.
"Servidor seguro, ¿recuerdas?"
Dante asiente y acaricia el costado del maletín donde se encuentra guardo el
teléfono celular especial que le di.
"¿Hey jefe?"
"¿Sí?"
"¿Cuál es el otro uno por ciento?"
"Morir, por supuesto”. Sonrío.
Él traga.
Momentos después, Dante se sube al taxi y se dirige a tomar su avión.
Bajo al sótano, enciendo la luz y camino casualmente a través del pequeño
espacio, pasando alrededor de latas viejas de pintura, polvorientos marcos antiguos y
latas hinchadas de verduras. La suciedad combinada con lo pequeña que es la
habitación. Me hace sentir incómodo, pero este lugar fue lo más cercano que pude
encontrar con tan poco tiempo de anticipación. Apolo Stone tuvo que ser reubicado, o

23
su hermana habría venido eventualmente vengo por él, y solo puedo lidiar con una
zorra loca a la vez – Estoy convencido, que el asesino en serie que estoy cazando, es
una mujer.
"Estás loco", dice Apolo. Está atado a una cama de hospital; lo único que puede
mover son sus manos, sus pies y su cabeza. "No es una jodida broma, eres el hijo de
perra más enfermo que jamás había tenido el disgusto de conocer".
Cuando empujo el tubo en la jeringa, dos gotas de líquido salpican desde el
extremo de la aguja. Golpeo la jeringa con el dedo medio y luego clavo la aguja en su
brazo.
Apolo forcejea; sus manos se hacen puños; sus dedos se aprietan y relajan. Y
luego se aflojan, y él está fuera.
"Quizás”.
Bajo la jeringa y luego pulso el cronómetro en mi reloj. Por un momento, tengo
una sensación extraña, la que uno siente cuando tiene ojos detrás. Miro tras de mí, y
hacia la pequeña ventana cubierta de plástico, pero no veo nada.
Ignorándolo, me dirijo al piso de arriba y cierro la puerta del sótano desde afuera.
Tomo mi maletín del mostrador de la cocina y salgo de la casa para buscar nueva
información sobre la asesina en serie. No tengo mucho tiempo antes que Apolo se
despierte, y eso me irrita porque tengo cosas importantes que hacer. Pero cuando
Izabel me contactó para vigilarlo y mantenerlo en secreto, de todos, incluso de Víctor,
no podía decirle que no. Desearía simplemente poder matarlo, casi me rendí y lo hice
en varias ocasiones, pero la muerte de Apolo, era de Izabel, no mía. Y tampoco es la de
Víctor, por mucho que Víctor quiera matar a él y a su hermana. Si alguna vez descubre
que le oculté esto, escondiendo a Apolo para Izabel, él podría matarme. Pero supongo
que me ocuparé de eso cuando llegue el momento.
"Te veré allí en quince minutos", le digo a mi contacto por teléfono. "Sin
federales ¿entendido?"
Mi contacto está de acuerdo, y cuelgo, pongo mi auto en marcha y me alejo.
Inicialmente, el acuerdo era que yo trabajara estrechamente con el gobierno de
los Estados Unidos para ayudar a atrapar a este asesino. Acepté sus términos, todas
sus estipulaciones; les dije que compartiría toda la información sobre ese caso con
ellos, les di mis opiniones y mi valioso consejo, porque creen que Fredrik Gustavsson es
la única vía de atrapar a su asesino. Pero les mentí. Y seguiré mintiendo. El gobierno
valora mi juicio, ellos ni siquiera hubieran considerado involucrarme si no me
necesitaran, y no tenían a nadie más que hiciera lo que yo puedo hacer. Pero también
me ven como lo hace Apolo: loco y enfermo. Y una vez que los guíe a este asesino,
seré el siguiente al que perseguirán. Así que ¿Por qué darles algo?
Solo trabajo con ellos por lo que Víctor necesita: información para ayudarlo a
hacer salir al verdadero Vonnegut. Cuando me encuentro con ellos, solo pretendo estar
de su lado, por el bien de Víctor.
Pero su amenaza hacia mí y mi deber con Faust no son las razones más
importantes.
He elegido guardarme todo y traicionarlos. Lo hago por mi propio interés
personal en esta asesina; ella es una picazón debajo de mi piel no puedo rascar a

24
menos que la corte. Quiero saber por qué sus métodos se parecen tanto mío. Quiero
saber por qué hace lo que hace, si realmente está tratando de llamar mi atención, o si
ella es solo una versión más oscura de mí mismo y hace lo que hace solo porque lo
necesita.
Las respuestas llegarán; tomarán tiempo, pero las cosas más satisfactorias en la
vida, siempre tardan.
Kenneth Ware, empleado del gobierno que trabaja para la División Especial de
Actividades Especiales, y mi fan número uno al parecer, se sienta frente a mí en la
mesa de la biblioteca pública. Este hombre, tan enamorado de la sed de sangre de
criminales perturbados, es bastante extraordinario. Tengo la sensación de que él está
igual de demente como cualquier asesino en serie que ha estudiado; sin embargo, es
capaz de abstenerse de actuar sobre sus propios impulsos. Por supuesto, me molesta
admitir esto, pero esto lo hace más avanzado que yo; lo hace mentalmente más fuerte
que yo y todos esos criminales locos que caza y que añora como una niña adolescente
con los músicos con rostro de niños.
Pero el Sr. Ware, como todos los hombres, tiene una debilidad, una grieta en su
armadura: mi cara de niño. Y cada vez que me reúno con él, lo manipulo como dedos
moviéndose suavemente y con maestría sobre las teclas de un piano.
"Entonces, ¿qué nueva información tiene para mí, señor Ware?"
Sonríe, y con manos ansiosas eleva su maletín sobre la mesa y lo abre. Dos
segundos después, un archivo está delante de mí.
"Le va a encantar esto", dice, cerrando el maletín y apartándolo.
Acerco la carpeta, pero espero antes de abrirla; no quiero parecer tan ansioso
como él, es un aspecto vulnerable.
En lugar de explicarlo, es evidente que solo quiere que ya abra el archivo. Y creo
que es lo mejor, o si no va a tener un ataque de ansiedad causada por la anticipación
de esperar demasiado tiempo.
Colocando dos dedos en la carpeta, la abro lentamente. No hay fotos esta vez,
no hay espantosas escenas de crímenes; solo un montón de texto, con unos pocos
párrafos pequeños aquí y allá en letra negrita. Hojeo la información al principio, pero
cuando veo algunas palabras claves que sobresaliendo como sangre roja brillante en un
piso blanco estéril: muestra de cabello, ADN, mujer: en lugar de eso, leo todo palabra
por palabra. Porque tenía la sensación de que este día podía llegar; bueno me preparé
para ello por adelantado.
Cuando termino, cierro la carpeta y miro a Ware, sin parecer impresionado.
"Es una posibilidad", digo, "pero dudosa".
Ware parpadea. "¿Dudosa?" Su emoción se convierte en decepción. "Pero todo
está aquí ", señala el archivo, y este es el descubrimiento más grande que he visto de
este caso en diez años. ¿Cómo puedes descartar la teoría tan fácilmente sin darle una
oportunidad?” Él está verdaderamente fuera de sí por esto.
Porque se está acercando demasiado, Sr. Ware, y no puedo permitirlo.
"Incluso el hecho de que todas las víctimas sean hombres", continúa, "es una
pista concreta, ¿cómo puede pensar de otra manera?"

25
"Debido a que en base a los archivos del caso", comienzo, "en mi opinión
experta, las escenas del crimen, todo sobre este asesino, apuntan en una dirección".
Ware se aleja de la mesa y se cruza de brazos, me mira de una manera que
básicamente dice: bueno, estoy escuchando; y también parece un poco irritado; todo lo
enojado que puede estar con alguien a quien admira tanto, por supuesto.
Durante este tiempo, deslizo mi maletín, ingreso el código para desbloquearlo y
luego busco dentro mis propios archivos. Como estoy extendiendo fotos de escenas del
crimen en la mesa entre nosotros, los ojos de Ware se desvían nerviosamente,
preocupados de que alguien más pase y vea cosas tan horribles.
Deslizando una foto hacia él, le digo: "Dígame lo que ve en esa foto”. Antes de
darle la oportunidad de responder, pongo unas pocas más al lado. "Dígame lo que ves
en todas estas fotos”.
Ware las mira, las estudia por un momento. "Le puedo decir exactamente lo que
veo, pero ambos sabemos que va señalar algo que obviamente yo no veo, entonces,
probablemente sea mejor que me diga qué es".
Señalo la estantería detrás de la cabeza de la víctima. "Un espejo". Señalo varios
puntos en las otras fotos. "Hay un espejo en cada escena del crimen —Quizá no en
todas las fotos que me ha mostrado– pero puedo garantizarle que, si regresa y observa
cada foto tomada en cada escena del crimen, encontrará un espejo en todos ellos.
Lo reflexiona durante un momento. "Incluso si hay un espejo en todas ellas,
¿qué se supone que significa eso?"
Acomodo las fotografías en una pila y las vuelvo a colocar en mi maletín mientras
pasa una mujer. Siento sus ojos en nosotros, mirando por encima de mi hombro.
Presintiendo que probablemente vio o escuchó algo que no debería, la miro por
el rabillo del ojo mientras se dirige hacia los baños. Por eso odio reunirme en lugares
públicos para cosas como esta; de forma cotidiana, la gente es tontamente curiosa. Y
entrometida.
"Este asesino se odia a sí mismo", le digo a Kenneth Ware, "pero quiere amarse".
Deslizo la primera hoja de papel a la vista de Ware, y señalo el texto mientras le
explico. "Todas las víctimas, no solo son hombres, sino que son hombres bastante
grandes ", señalo una línea en particular:" Kamir Rashad pesaba doscientos cuarenta
libras, todo músculo”. Arrastro otra hoja encima y señalo otra vez. "Abner Marin era un
cinturón negro en jiu–jitsu brasileño...”
"Veo a lo que se refiere", me interrumpe, y luego se inclina hacia adelante de
nuevo, descansando sus brazos sobre la mesa, "y ya hemos considerado esta
información, pero eso no significa que no pueda ser una mujer. He conocido mujeres
que podrían patear mi trasero, y mido 6.2" y peso 193 libras".
"No he terminado", señalo, y sus labios se cierran.
Muevo los papeles a un lado.
“Todas las víctimas fueron hombres. La mayoría de ellos eran físicamente
fuertes, y más grandes que la mujer de tamaño medio; y algunos de ellos, como Abner
Marin, eran hábiles en algún tipo de arte marcial, y uno era policía, otro era militar...así
que, lo que estoy viendo aquí, en lugar de lo obvio que–debe–ser– una– mujer–
porque–la–teoría–de las–víctimas– son– hombres– es que todas las víctimas eran

26
hombres varoniles, y que el asesino también es un hombre varonil, y es por eso que los
elige, porque esa es la parte sobre sí mismo que odia. También explica mejor cómo el
asesino por sí solo, podría agarrar desprevenidos a tantos hombres de su tamaño y
habilidad, y no lograr que lo maten al hacerlo. Si el asesino fuera una mujer,
probablemente no habría durado tanto tiempo".
Sé que eso no es cierto, al menos no con la mayoría de las mujeres que he
conocido, pero lo que sea que lleve a Ware en la otra dirección...
Ware no parece convencido, como supe que no estaría al principio; él cruza los
brazos sobre el pecho y sacude la cabeza.
"¿Pero ¿qué le hizo llegar a esa conclusión?", Pregunta. "Necesita algo sólido
para una evidencia que apunte en esa dirección, o de lo contrario es simplemente otra
teoría".
Yo sonrío. "Los espejos", le digo. “Están ahí por una razón. Ha estudiado
asesinos en serie toda su vida, señor Ware; ya sabe que la mayoría, si no todos ellos, o
se llevan un trofeo, o dejan algo atrás". Me inclino hacia adelante como él, y pongo mis
brazos sobre la mesa. "Pero creo que se ha estado fijando en el objeto equivocado: su
asesino tiene un interés obvio en los dientes de su víctima, estoy de acuerdo con eso, y
aún estoy tan perplejo como usted, pero no creo que los dientes sean en lo que
necesita enfocarse, o en que todas las víctimas sean hombres –debe enfocarse en los
espejos; los dientes probablemente son solo el resultado de su ira– señalo a Ware
brevemente – "pero los espejos, son la parte del rompecabezas que cuenta la historia
real".
Bien, ahora está empezando a parecer convencido. ¡Demonios, estoy empezando
a convencerme a mí mismo!
Ware contempla la nada; Su expresión es la de un hombre observando el
rompecabezas más complejo que jamás haya tratado de armar.
Finalmente, él asiente, y toma una respiración profunda.
"Entonces, ¿sobre esa única dirección en la que cree que apunta este caso?", me
recuerda.
Apoyo la espalda contra la silla otra vez.
"Creo que este asesino, este hombre, quiere ser una mujer, o absolutamente
cree que es una mujer. Creo que odia a los hombres y mata hombres a los que se
parece en formas que, estereotípicamente, lo hacen hombre, porque al matarlos a ellos
están matando esa parte de sí mismo. Por supuesto, el sentimiento solo dura un poco
antes de desvanecerse, como ocurre con todos los asesinos en serie, y él tiene que
matar otra vez. También hay una buena posibilidad" – apunto mi dedo índice hacia
arriba – "que el asesino fue molestado y violado por hombres, tal vez por solo un
hombre, no lo sé, pero creo que es de donde viene todo”.
"¿Qué pasa con la muestra de cabello y el ADN femenino encontrado en una
escena del crimen?" pregunta Ware.
Inclino mi cabeza hacia un lado, tocando mi piano con la habilidad de Chopin.
"¿Cuánto tiempo ha estado cazando a este asesino, señor Ware?"
"Diez años”.

27
"¿Y lo que es algo común en muchos asesinos en serie, especialmente después
de tanto tiempo matando sin ser atrapados?"
"Tienden a querer ser atrapados".
"Y en los medios, cuando hay un informe de noticias sobre la posibilidad de que
su asesino sin título ha atacado de nuevo, ¿Cómo se refieren los medios a él siempre?
Ware se ve ahora como si una luz brillante se hubiera encendido en su cabeza.
"Se refieren a él como un hombre", responde. "Como él".
"¿Y qué es una cosa que muchos asesinos en serie anhelan además de su
necesidad de satisfacer sus impulsos?"
"Atención. Y el reconocimiento adecuado".
"Por lo tanto, no solo no se le reconoce adecuadamente porque se refieren a él
como él, sino que ni siquiera se le ha dado un título, por lo tanto, no recibe la atención
que busca. El ADN, la muestra de cabello, todo es un intento para que usted y los
medios lo vean por lo que él cree que es: una mujer".
Ware se siente como un tonto total, lo puedo ver en su cara, pero está
nuevamente energizado. Prácticamente puedo escucharlo hablar consigo mismo, cómo
está cambiando todos sus planes, haciendo espacio para los nuevos. El tipo me puede
admirar en niveles poco saludables, pero está listo para levantarse ahora mismo y
dejarme sentado aquí para ir a trabajar en esta nueva teoría que adelantará su caso.
Por supuesto, todo lo que le dije es una tontería.
Este asesino en serie es definitivamente una mujer; la evidencia estereotipada
sobre que todas las víctimas son hombres, es verdad. No tengo nada concreto que
respalde mi creencia, pero no lo necesito. A veces simplemente lo sabes, confías en
ello, lo sientes en tus entrañas. Aunque, con esta nueva evidencia de ADN que Ware
me ha dado, puede que sea la prueba concreta que necesito. Y puede llevarme
directamente a ella. ¿Es esto lo que ella ha querido? ¿Quiere que la atrapen? ¿Yo, entre
todas las personas? Creo que es así. Creo que nuestras extrañas similitudes son mucho
más que una coincidencia.
Exitosamente, he dirigido a Kenneth Ware en otra dirección. Por ahora. Pero él
es un hombre inteligente, y lo que hace a un hombre inteligente más peligroso, es
aquel que tiene esa necesidad impulsora de lograr lo que más quiere. Esta elaborada
historia que se me ocurrió lo mantendrá fuera por un tiempo, pero un hombre como
Ware, lo sé, no puede ser retenido indefinidamente.
Pero tengo tiempo. Y, como Ware, tengo una necesidad impulsora de encontrar
esta asesina en serie, antes de que él lo haga.
Y lo haré.

28
Capítulo 6
Niklas
Golpeo mis nudillos en la puerta y espero; no hay mucho que ver mientras lo
hago, pero miro, sin embargo. Un área pequeña con hierba, no mucho más grande que
una muestra de alfombra, reposa al lado del escalón inferior; se ve tan fuera de lugar,
rodeado de barro, trozos de grava y vidrio de la calzada. Montones de baches que
parecen minas terrestres: todo el jodido parque de caravanas es un puto bache
gigante. Y huelo mierda. En todos lados. Miro hacia abajo y giro mi pie izquierdo hacia
los lados para revisar la parte inferior de mi bota, luego el derecho, aliviado de no
haber me paré sobre un montón en mi camino por la acera de ladrillo y tierra. Pero hay
montones de mierda esparcidas a través del patio, que me sorprende que se haya
dejado intacto un pequeño trozo de hierba. Gatos. También están en todas partes;
Siento que están esperando el momento justo para emboscarme.
Llamo a la puerta de nuevo, esta vez con más urgencia.
Jackie –mi amiga y ligue ocasional– a diferencia de Nora, a quien realmente no
puedo soportar, abre la puerta y su rostro se ilumina cuando me ve.
"¡Niklas!" Ella viene hacia mí, con los brazos extendidos a los lados, y me da un
tremendo abrazo; Torpemente le doy unas palmaditas en la espalda, ya que no soy
muy del tipo que abraza.
"Entra", me insta, haciendo un gesto hacia mí.
Levanto la mano. "Me caes bien y todo eso, pero si hay sesenta gatos allí, o
tienes algún tipo de problema de acumulación, simplemente preferiría quedarme parado
aquí".
Ella pone los ojos en blanco, me agarra del codo y me arrastra hasta su
remolque del tamaño de una caja de cerillas, que resulta estar limpio, a pesar del
barrio.
"Los gatos no son míos", dice, dirigiéndose a la cocina a plena vista desde la sala
de estar. "Son de todo el mundo aquí, supongo. Pero todo comenzó con la dama en el
lote tres: dos gatos se convirtieron en sesenta; ya te lo puedes figurar”.
"¿Por qué cagan por todo el lugar? ¿No se suponía que los gatos eran limpios?"
"Son salvajes", dice ella, tomando dos botellas de cervezas de la nevera. "Y
endogámicos"1
"Oh". Me encojo de hombros, suelto el tema de los gatos y vuelvo a lo que
estaba pensando mientras estaba afuera, antes de sentir doscientos ojos en mi espalda.
"Entonces, aquí es donde vives, ¿eh?" Mis ojos escanean el pequeño remolque,
el viejo sofá roto, el sillón reclinable color granate y el televisor de pantalla plana de
veintiocho pulgadas; una pila de DVD reposa en la fea alfombra marrón a su lado.
"Sí, este es mi lugar", dice ella, agitando la mano sobre la habitación antes de
darme la cerveza. "¿Algo malo con eso? Tienes esa mirada crítica.
Yo tomo la cerveza "No hay nada de malo en ello", le digo, y tomo un trago. "Es
solo que me imaginé que cincuenta mil dólares te ayudarían". Le di el dinero no hace
mucho, después del caso de Francesca Moretti en Italia.

29
Ella sonríe, toma un sorbo.
La sigo y me siento con ella en el sofá.
"Me ayudó", dice ella. “Pagué muchas deudas. Y compré ese coche allí afuera;
no es nada lujoso, pero es confiable. Pagué un año de alquiler anticipado de este lugar,
no tengo que preocuparme por el alquiler por un tiempo. Eso siempre es bueno”.
"Pero podrías haber comprado un lugar", señalo; Miro de nuevo alrededor de la
pequeña zona. "Podrías haber comprado cinco o seis de estos".
Ella se encoge de hombros. "Tenía muchas deudas".
Hmmm…
Llaman a la puerta. Jackie pone su cerveza en la mesa de café y va a abrir a
pocos metros de distancia. Ella se detiene a medias afuera, sus dedos curvados
alrededor de la puerta, manteniéndola abierta detrás de ella. Oigo voces débiles, pero
solo capto trocitos del intercambio.
"Este no es un buen momento, Shell", susurra Jackie, hace una pausa para dejar
que "Shell" hable, y luego agrega: "No, tendrás que volver más tarde. Sí, puedo
conseguirte un cigarrillo. Espera”.
Jackie cierra la puerta por completo, y mientras pretendo estar interesado en mis
uñas, o la falta de ellas, ella toma un cigarrillo de un paquete en la mesa de cocina y lo
lleva a la mujer afuera.
Deuda de drogas, me contesto. ¿Por qué más, una mujer que duerme con
hombres a los que apenas conoce, y que pasa el rato en bares de mala calidad todas
las noches y vive en un parque de casas rodantes en la peor parte de la ciudad,
gastaría cincuenta mil dólares en algo más que drogas? Sabía que ella tenía un
problema de drogas el día que la conocí – esa noche, ella estaba haciendo una fila de
coca en la barra a espaldas del camarero—Así que, supongo que no puedo esperar
nada más de ella. De todas formas, no es asunto mío. Ella puede tomar todas las
drogas que quiera, follar a quien quiera, y nunca pensaría menos de ella por ser quien
es. Simplemente me sorprende, eso es todo; esperaba que ella apreciara ese dinero un
poco más, e hiciera algo con él para mejorar su vida.
Aunque la mona se vista de seda, mona se queda, y todo eso. Es una pena, de
verdad, porque en realidad ella es una mujer hermosa.
"Lo siento", dice ella, sentándose a mi lado otra vez. "Shellie es un poco curiosa;
Probablemente vio tu Mustang clásico ahí afuera y quería saber quién lo está
conduciendo. Autos bonitos y raros estacionados por aquí se han convertido en la gran
noticia del parque de caravanas. Probablemente los policías estén listos para hacer una
redada en el de Carson. Él vive en el lote doce; creo que allí él está manejando un
laboratorio de metanfetamina, así que, ¿de qué quieres hablar conmigo?" Ella sonríe, y
se acerca más, poniendo su mano en mi muslo. "Probablemente sea una pregunta
estúpida, ¿eh?" Ella mueve sus ojos castaños.
"En realidad, no es para eso que vine aquí", le digo.
Un poco sorprendida, Jackie aleja su mano de mi pierna y me mira con curiosidad.
Tomo otro trago, saco un cigarrillo del bolsillo, lo pongo entre mis labios y lo
enciendo.
Esta probablemente sea una mala idea –sé que es una mala idea – pero no se

30
me conoce por mis buenas ideas, o mis buenas decisiones, o eso de que la mona,
aunque se vista de seda…
"Si estás interesada", comienzo y doy otra calada, "tengo un trabajo para ti"
"¿Qué clase de trabajo?"
"Uno difícil", le digo, con humo saliendo de mi boca. "Y no te mentiré, ni lo
adornaré, es peligroso. Pero paga bien, y no tendrás que hacerlo sola; si te sirve de
consuelo, estoy bastante segura de que estarás bien, pero no estoy tan seguro de que
puedas soportar las cosas que podrías ver que hacen a otras personas”.
Sus cejas se arrugan e inclina la cabeza hacia un lado. "Hmm" dice. "No lo sé,
Niklas, no me lo estás vendiendo muy bien. Hay algo sobre este trabajo peligroso,
posiblemente traumático, que lo haría más… ¿tentador?"
"Un millón de dólares", le digo, y ella parpadea. “Y todo por adelantado; nada de
esa mierda de mitad por adelantado y mitad después”.
Ella baja su cerveza, aturdida, casi evitando la mesa por completo.
"Wow... bueno, eso es mucho dinero", está teniendo problemas para encontrar
las palabras correctas: "Quiero decir, eso es algo bueno y malo: bueno, porque es un
montón de maldito dinero; malo, porque significa que este trabajo, sea lo que sea,
realmente es peligroso. ¿Y estás dispuesto a darlo todo por adelantado? Eso me
preocupa aún más. Así que déjate de suspenso y dime qué es".
Me paso una hora explicando todo: los peligros del trabajo y su papel en él; la
mierda que verá no importa lo mucho que intente evitarla; y para cuando termino, ni
un millón de dólares puede convencerla al cien por ciento. Todavía estamos alrededor,
oh, diría que de setenta y cuatro.
"Santa mierda, Nik", dice ella, de pie en la habitación con los brazos cruzados;
ella ha estado caminando los últimos quince minutos. "Lo sabía –quiero decir, de todas
maneras, me lo imaginaba– estabas metido en algunas cosas raras; los cincuenta mil
que me diste, siempre pensé que era una especie de dinero de sangre, y me
preguntaba de dónde lo habías sacado. No lo sé, supongo que nunca esperé algo como
esto".
"Bueno, ¿qué esperabas?" Estoy arrellanado en el sofá, mi bota izquierda
apoyada sobre mi rodilla derecha.
"No lo sé", dice ella, sacudiendo la cabeza, haciendo una zanja en la alfombra.
"Supongo que lo que de hecho estoy tratando de decir es que sabía que estabas metido
en algo malo, pero escuchar todo esto realmente, sabiendo lo que quieres que haga,
hace todo tan... real”.
"Sí", le digo, "probablemente habrías estado mejor imaginando en qué tipo de
mierda me meto".
"Sí. Probablemente”.
Ella deja de pasearse, y se vuelve hacia mí.
"Pero lo haré".
"¿Eh?" Sorprendido, la miro solo un momento; me había convencido de que el
setenta y cuatro por ciento bajaría de nuevo a cero. "Así que estás…"
"Diciendo que sí", me interrumpe. "No me importa lo peligroso que es; con esa
cantidad de dinero" –hace una pausa, mirando hacia abajo, probablemente

31
imaginándose a sí misma bañándose en él y en todas las drogas que puede comprar–
"Definitivamente lo haré. Sería una idiota para dejar pasar una oportunidad como esta.
Alguien como yo: treinta y dos años, recién salida de rehabilitación, sin autoestima, sin
talento que conozca, a menos que quieras contar la actuación, pero como no fue lo
suficientemente buena para Hollywood, supongo que cuenta como no tener talento.
¿Dónde diablos más voy a conseguir siquiera la mitad de esa cantidad de dinero?"
Ella tiene un punto, pero me sentiría mal si estuviera de acuerdo abiertamente
con ella, por eso no digo nada. "La actuación", digo en su lugar, "será útil, eso es
seguro. Y que se joda Hollywood –firman actores de mierda todos los días, por lo que
sus opiniones sobre tu talento son inválidas”. Por lo menos así lo espero, por su bien,
que al meterse en esto, pueda canalizar a Charlize Theron.
Ella se sonroja, como si hubiera necesitado escuchar a alguien decir eso desde el
día en que Hollywood la rechazó.
Ella se sienta a mi lado otra vez; Tengo la sensación de que ella se está
preparando para decir algo de lo que no está segura de cómo reaccionaré; pero ella no
me tiene miedo, Jackie realmente no tiene miedo de nada.
"Parece que realmente te importa esta chica", dice, y yo sabía que esto venía,
"para hacer todo esto por protegerla".
"No, solo me preocupo por ella".
"No te preocuparías por alguien que no te importara".
"No es lo que piensas”.
"Está bien", dice ella, y detecto fácilmente lo que realmente quiere decir: de
acuerdo, pero estás lleno de mierda.
Tal vez ella tiene razón; tal vez me importa Izzy más de lo que debería. Pero el
mayor problema aquí es que mi hermano es el que debería preocuparse por ella,
pagándole a alguien un millón de dólares para cuidarla. Pero es un idiota. Y alguien
tiene que compensar lo que él no hace.
Todavía no puedo creer que él aceptó dejar que Izzy siguiera adelante con este
estúpido plan, o que accedió a no interferir. Que se joda él y todos los demás en su
Orden que están permitiendo que esto suceda. A la mierda todos.
"Bueno, ¿qué te hace pensar que no solo tomaré el dinero y me escaparé?"
Jackie pregunta con una sonrisa.
"Porque confío en ti". Lo extraño es que realmente confío en ella.
"Está bien", dice ella, cambiando el tema y su tono, "entonces, ¿quiénes son
estos dos tipos que me estas enviando? ¿Y cuánto confías en ellos?
"No tanto como en ti", le digo. "Pero te mantendrán a salvo por el mero hecho
que la otra mitad de su pago depende de ello".
"¿Tipos con los que trabajas?" Ella está tratando de sentirse mejor sobre todo
esto.
"No trabajo con ellos", digo, "pero ellos trabajan para mí".
Los hombres que enviaré a México con Jackie no son parte de la Orden de mi
hermano, y ni siquiera saben qué es. Son solo tipos que he conocido durante mucho
tiempo, ex–militares, quienes han visto alguna mierda jodida en sus vidas, por lo que
sus roles en México realmente no los perturbarán mucho. Los contraté por el mismo

32
motivo por el que estoy contratando a Jackie: no puedo involucrar a nadie de nuestra
Orden, porque cualquiera que sea leal a Víctor, no necesariamente será leal a mí.
Paso otras tres horas con Jackie, repasando cada detalle; le muestro fotos de
Izzy y, porque quiero que Jackie esté segura de esto, también le muestro fotos y videos
de chicas en los complejos, no solo de México, sino también de todas partes, y las
cosas que les suceden. Jackie no quiere hacer esto – lo veo en su cara– pero el dinero
es el Gran Negociador, y un millón es lo suficientemente difícil como para que un
hombre rico lo pase por alto, y mucho menos a una mujer que vive en un parque de
caravanas y conduce un Acura 2001 con una gran abolladura en la puerta del
conductor.
"Físicamente, estarás bien", le digo. "Eres considerada muy mayor para ser
secuestrada y vendida en el comercio de esclavas, y mis ex militares, que irán contigo,
pueden protegerte del ocasional idiota cachondo que podría tratar de llegar a uno de
los compradores ricos. Pero dudo que incluso tengas que preocuparte por eso.
Generalmente no se meten con los compradores; pero mantener tu historia en orden y
poder demostrar que eres quien dices que eres es el trabajo más importante. Tú juegas
tu papel, y yo lo demostraré".
"¿Y estás absolutamente seguro de que mi historia será respaldada si intentan
verificar quién soy?” pregunta ella.
"No si", digo, "sino cuando. Siempre hacen verificaciones de antecedentes. Tú
solo haz tu parte, y no te preocupes por el resto. No te enviaría allí si no tuviera esa
parte bajo control”.
"Está bien". Ya no puede mantener contacto visual conmigo; sus ojos se desvían
a todos lados.
“Jackie”, pongo mi mano en su rodilla, “¿estás segura de que puedes hacer esto?
No puedes entrar ahí con esa mirada en tu cara”.
Ella endereza su espalda y fuerza una sonrisa creíble con bastante facilidad.
"Estoy segura de que puedo hacer esto", dice ella. "Y quiero hacerlo. Siempre he
querido agitar un poco las cosas en mi vida" – se ríe por lo bajo– “no imaginé
exactamente hacer algo como esto; siempre soñé con ser actriz e ir a las fiestas de
Hollywood donde me sintiera importante”, me mira fijamente; su sonrisa nerviosa se
convierte en algo más seguro – "Pero nada pasa nunca como lo imaginamos, ¿no es
así, Nik?”
"No, en realidad no". También me río un poco.
"¿Qué soñaste ser?", pregunta ella, "antes de que tu vida tomara el camino que
tomó”.
Libre, pienso para mí. Libre de ser... como tú, Jackie Young.
Nunca respondo a su pregunta.
La follo antes de irme, y me dirijo directamente a la habitación encima del bar
donde he estado viviendo, el mismo bar donde la conocí. Y tampoco duermo –
demasiada mierda en mi mente– solo miro al techo hasta que la noche se convierte en
día, y no puedo evitar preguntarme si Izzy ya está muerta, y que nada de esto
realmente importa ya.
1 Endogámico: Cruzamiento entre especies emparentadas genéticamente

33
Capítulo 7
El Loto Rojo
Horas. Cinco horas veintiún minutos. Los empleados de la aerolínea están
hablando entre ellos acerca de la extraña mujer distante que ha estado sentada en la
misma silla durante más de cinco horas. Ella no mueve nada más que su cabeza; sus
ojos siguen a la gente mientras pasan caminando, con maletas de rueda rodando a su
lado, equipajes de mano colgados sobre los hombros.
Un hombre se acerca a ella, vestido con su uniforme de aerolínea; otros
empleados detrás del mostrador de boletos observan desde lejos.
"Señora", comienza, con inquietud en su voz, "¿Qué vuelo está esperando?"
La mujer levanta los ojos; Ella nota los pequeños pelos de su cuello erizarse
cuando ella lo mira sin expresión, sin parpadear. Ella inclina su cabeza, estudiándolo
como si fuera un espécimen intrigante.
Después de un momento, y sin respuesta: "¿Dama?" El empleado da un pequeño
paso atrás, necesitando poner más distancia entre ellos.
Y entonces... ella sonríe.
El hombre parpadea, confundido por la extraña mujer.
"Estoy esperando un vuelo que regresa de México", responde amablemente.
El hombre asiente. "¿Sabe cuál? Yo podría ayudarle; parece que ha estado
esperando mucho tiempo".
Otra sonrisa, sutil, más alrededor de sus ojos que de su boca; sus movimientos
son todavía escasos, pero para el hombre, parece ser menos amenazadora que antes.
"Llegué temprano", dice ella. "No quería perderlo, así que llegué temprano".
El hombre asiente de nuevo; como la mayoría de las personas, instintivamente sabe
que hay algo raro en esta mujer, pero también como la mayoría de la gente, lo ignora.
Porque ella está siendo amable. Porque ella es bonita. Y pequeña. Y aparentemente
inofensiva. Porque es una mujer.
Finalmente, él le devuelve la sonrisa. "Bueno, ¿hay algo que pueda hacer para
que su espera sea más cómoda? ¿Le gustaría algo de beber? Un café ¿Tal vez?" Él mira
a través del ancho pasillo hacia la cafetería.
"No, pero gracias". Ella cruza sus delicadas manos en su regazo.
"Bien, bien, solo déjeme saber si necesita algo". Él asiente con la cabeza hacia el
mostrador de boletos”. Simplemente estaré por allí; al menos hasta que mi turno haya
terminado en unas pocas horas".
"Gracias", dice la mujer.
El hombre comienza a alejarse, pero la mujer lo detiene.
"Señor”.
Se da la vuelta.
"¿Le gustaría... que tomáramos un café juntos?"
Su postura cambia. Saca su celular del bolsillo de sus pantalones y comprueba la hora.
"Creo que puedo tomar mi receso antes", dice y desliza el teléfono de nuevo en

34
el bolsillo. "Déjeme decirles lo que está pasando y le acompañaré allí", sonríe.
La mujer también sonríe, y luego observa al hombre regresar al mostrador de
boletos donde están esperando las mismas tres mujeres que los observaban desde
lejos. Unos segundos más tarde, después de que él les informa de su receso antes de
hora – y sin duda les da la primicia sobre el extraño intercambio– se acerca a la mujer
de nuevo, manteniendo las manos a los lados y solo para mantener el encuentro
profesional.
"¿Vamos?", Dice.
La mujer se para a su lado; su única posesión es su bolso, pequeño y hecho de
piel sintética, de color amarillo brillante, con suficiente espacio interior para hacer que
un hombre se pregunte qué está escondiendo allí.
Caminan lado a lado hasta la cafetería.

35
Capítulo 8
Izabel
Esta noche es la gran noche. Después de semanas de entrenamiento con
Cesara, o fingir entrenar, porque sé de esto más que ella, puedo asistir a mi primera
fiesta de subasta. Bueno, técnicamente no es mi primera vez, pero será la primera vez
que asista como entrenadora, como uno de los pedazos de mierda que odio más que
nada. Pero aprendí de la mejor de ellos, y Cesara está lejos de serlo, ¿y qué mejor
manera de desempeñar este papel de manera efectiva y creíble que de quien me
enseñó antes? Y es por eso que elegí a Izel, la hermana de Javier, quien, durante
tantos años hizo de mi vida un infierno viviente.
Las chicas aquí tienen miedo de mí, como debería ser; he tenido que dar
ejemplos con algunas, y los castigos que elegí fueron crueles, lo admito, porque tenían
que serlo, para evitar desenmascararme, pero fue mejor que matarlas. Y nunca haré
eso; me suicidaría antes de llegar tan lejos con una vida inocente. Además, parte de mi
plan también es sacarlas de aquí, cuando sea que yo salga.
"Te ves bien", me dice Cesara, mirándome de arriba abajo con deseo. "Y pareces
tan... relajada. Pensé que al menos estarías un poco nerviosa tu primera vez".
Deslizo otro anillo en mi dedo, y luego una pulsera de oro alrededor de mi
muñeca. Cuando voy a ponerme el collar, veo a Cesara detrás de mí en el reflejo del
espejo; siento sus pechos desnudos presionados contra mi espalda, su aliento con olor
a menta moviéndose a lo largo de la curva de mi oreja, sus dedos en mi cuello,
cerrando el collar en mi lugar. “Esperaba que estuvieras un poco nerviosa", dice ella, y
un escalofrío recorre mi espina dorsal, atacando la parte de atrás de mis ojos.
"¿Es eso lo que quieres que sea, Cesara?" Susurro seductoramente, mis ojos
cerrados, hormigueando.
El calor de su lengua traza mi oreja, mi mejilla, hasta que su boca encuentra la
mía. Ella me besa, una mano en el costado de mi cara, girándola bruscamente hacia
ella, la otra mano deslizándose por mi cadera, mi muslo, y luego hasta mi rodilla donde
termina mi vestido de seda.
"Quiero que seas tú misma", dice ella, y luego besa mi cuello. "Tu salvajismo, la
forma en que te comportas frente a los hombres que te desean, cómo te le niegas y
desprecias; me provoca cosas que nunca nadie me había hecho sentir”.
Jadeo y apoyo mis manos contra el tocador cuando siento sus dedos dentro de
mí; ella presiona su otra mano en la parte baja de mi espalda y me empuja suavemente
hacia delante para que me incline sobre el tocador frente a ella. El frescor de la seda,
se desliza sobre mi parte inferior y siento que se atasca en el centro de mi espalda,
exponiéndome desnuda debajo de ella; sus cálidas manos acarician mi trasero,
seguidas por sus labios mientras ella lo besa por todas partes, tomándose su tiempo en
cada lugar.

36
"¿Segura que quieres que sea yo misma, Cesara?" Pregunto, con mi respiración
cambiando ante su toque. "¿Incluso contigo? Pensaba que a ti...” —jadeo de nuevo—
“pensaba que... te gustaba el control".
"Es así", dice ella mientras se agacha detrás de mí. "Sólo conmigo quiero que
muestres debilidad, Lydia. ¿Está claro?”
"Solo contigo…” digo, y cierro los ojos mientras su lengua me lleva a una euforia
llena de culpa.
Apenas son las nueve y los invitados – algunos, según rumores, los peces gordos
más grandes del negocio– están empezando a llegar. Este lugar es una fortaleza,
ubicada aproximadamente a cincuenta millas de la mansión de Cesara y el complejo
que ella maneja.
Como todas las mansiones en las que he estado, tiene que haber cien hombres
armados custodiando los terrenos y las carreteras por lo menos a cinco millas en todas
direcciones. Nadie entra en un lugar como este, ni siquiera se acerca, sin una invitación
e identificación apropiada. Y cualquiera que lo intente se le dispara a la vista. No se
hacen preguntas. No hay posibilidad de probar inocencia.
Cesara y yo nos abrimos paso hacia el teatro donde se alza un escenario contra
la pared del fondo, rodeado de cortinas altas y pesadas de terciopelo negro, abiertas de
par en par. En lugar de asientos de teatro alineados cuidadosamente en filas, hay
alrededor de cien mesas redondas con cuatro sillas a juego; tarjetas de ubicación están
colocadas en las mesas más cercanas al escenario, reservadas para los "peces gordos"
de los que todo el mundo susurra en los pasillos. Ciertamente, los grandes compradores
son en los que estoy más interesa da también. Si esta noche Vonnegut está aquí,
estaría entre ellos.
Estoy nerviosa; no puedo mentirme para hacerme sentir mejor, si Vonnegut está
aquí, lo más probable es que sepa quién soy antes de que yo pueda descubrirlo.
"Ven", oigo decir a Cesara, y ella hace un gesto para que la siga a través del
teatro y una salida lateral.
Dos esclavas, aún no entrenadas para ser vendidas, nos acompañan donde
quiera que vamos. La pelirroja, Sabine, me pertenece. Miro hacia ella para asegurarme
de que mantiene el ritmo y no hace nada que me haga quedar mal.
"Quiero que conozcas a alguien especial", Cesara me dice cuando entramos en
una habitación mucho más pequeña.
Mi corazón casi cae de rodillas cuando veo al alto mexicano parado allí, con su
traje oscuro y su elegante corbata de seda, y por un momento, espero que nadie haya
notado que contengo la respiración, el parecido es aterrador.
"Lydia", dice Cesara, tomándome del codo, "este es Joaquín Ruiz". Ella es toda
sonrisa orgullosa y lenguaje corporal de lame–botas en presencia de este hombre, y me
parece apropiado y divertido. "Él organiza todas las subastas".
Me acerco al hombre, que se parece tanto a su hermano mayor, Javier, que por
un momento casi muy largo, no puedo hablar.
Finalmente, le extiendo mi mano como un gesto habitual para que pueda
estrecharla o besarla, si la estrecha, significa que no está impresionado conmigo.
Joaquín toma mi mano en la suya, y se dobla lo suficiente para plantar sus labios

37
cálidos sobre mis nudillos; sus ojos color café con leche nunca dejan los míos, y yo me
encuentro nadando en ellos, pensando en su hermano y en la extraña vida que tuve
con él.
"Es un placer conocerlo, señor Ruiz", le digo en un tono de voz estrictamente
profesional. Al igual que hice con el resto de la familia de Javier, también pretendo
matar a Joaquín antes de salir de aquí. Pero tengo que estar sola con él para matarlo,
otra tarea –como la de encontrar Naeva– en la que no puedo pensar en este momento.
"Llámame Joaquín", ofrece; una sonrisa apenas levanta una esquina de su boca.
Al notar su interés en mí, Cesara se acerca más – no puedo decir si sus celos son
por mí, o por Joaquín– y ella le da una copa de champán a Joaquín.
"Lydia ha estado conmigo tres semanas", le dice Cesara. "Ella ha superado a
todas los que he tenido bajo mi mando".
"Entonces, ¿tal vez esta durará más que las otras?", Dice Joaquín de una manera
oscura y cómica, y luego lleva el vaso a sus labios.
Cesara sonríe, y luego curva sus dedos alrededor de mi codo. "Oh sí," dice ella,
"Esta me cae muy bien. Mucho”.
Joaquín capta fácilmente el significado oculto detrás de su comentario.
Su atención cambia cuando otro hombre entra en la habitación detrás de
nosotros. Joaquín levanta una mano y la agita hacia el hombre, sonriendo
enormemente como si se conocieran desde hace muchos años; ahora Joaquín es el que
tiene un lenguaje corporal lame–botas.
"Robert", dice Joaquín, "te presento a Cesara y Lydia; Cesara, Lydia, les presento
a Robert Randolph". Da un paso para pararse al lado de Robert, frente a nosotros, la
copa de champán apretada en su mano. “Son las entrenadoras de diez de las chicas
subastadas esta noche".
El hombre llamado Robert besa la mano de Cesara, y luego con reticencia
estrecha la mía.
"Un placer, señor Randolph", saluda Cesara.
Asiento con respeto, ya sabiendo que no le interesa hablar conmigo.
"¿De qué color es su tarjeta?", Pregunta.
"Somos rojas", responde Cesara.
Las tarjetas rojas asocian a las entrenadoras con sus chicas.
Robert asiente con la cabeza. "Voy a prestar atención extra al rojo esta noche",
dice, y de nuevo besa la mano de Cesara.
Este hombre, probablemente uno de los peces gordos, es, sin lugar a dudas, un
bastardo cruel y despiadado que cualquier chica lo suficientemente desafortunada como
para ser vendida a él esta noche, preferirá en cambio, haber muerto durante el
entrenamiento, en cambio. Puedo verlo en sus ojos, su rígido rostro de cuarenta y
tantos años incapaz de sonreír: es un violador, y un asesino, y no tiene tolerancia por
errores o imperfecciones. Es por eso que me besó la mano, con la cicatriz a través de
mi garganta, valgo menos que la basura para él. El apretón de manos fue simplemente
por respeto, probablemente por Cesara, quien es muy hermosa. Y sin mácula.
¿Pero es este 'Robert Randolph' el siempre esquivo Vonnegut?

38
No, no lo creo; nunca he visto a este hombre antes, y no hay nada en sus ojos
que sugiera que él tenga alguna idea de quién soy yo, tampoco.
En menos de treinta minutos, el lugar está lleno; cada mesa y silla en el teatro se
ha ocupado. Algunos compradores han venido con sus propiedades, mujeres y hombres
jóvenes sentados en el suelo a sus pies, me disgusta ver tales cosas; ojalá pudiera
agarrar la pistola de uno de los guardias y rociar el lugar con balas. Miro hacia abajo a
Sabine, mi propiedad, sentada obedientemente a mis pies, cabeza baja, espalda recta,
las manos unidas sobre de su regazo, las piernas dobladas debajo de su trasero. Siento
que estés aquí Sabine. Haré todo lo que pueda para evitar que esto sea el resto de su
vida. Ella se encorva, y como si el fantasma de Itzel viviera dentro mío, extiendo mi
meno y agarro la parte de atrás de su pelo, tiro su cabeza hacia su cuello y la obligo a
mirarme. "Mantén la espalda recta o te la doblaré permanentemente ", siseo a su rostro
encogido.
Sé que Cesara está mirando, ese era el punto.
Joaquín Ruiz sale al escenario y las docenas de conversaciones a mi alrededor
cesan en un instante. Mientras Joaquín habla al pequeño micrófono pegado a la solapa
de su chaqueta, sus manos libres, moviéndose, su voz se desvanece en mis oídos,
reemplazada por la mía: ninguno de ellos parece familiar, me digo a mí misma mientras
estudio a los peces gordos sentados en las mesas más cercanas al escenario frente a
mí. ¡Ninguno de ellos! Joaquín sigue y sigue, detalla las reglas, las licitaciones y
procedimientos para compradores nuevos y recurrentes; discute con el público la
importancia de "no tocar" y "no hablar con la mercancía" y todas las otras cosas para
sobre las que bloqueo mis oídos a propósito; lo escucho, pero también lo bloqueo todo.
Además, es algo que he escuchado tantas veces en mi vida que está marcado en mi
cerebro como una lesión cancerosa.
Decidiendo que tal vez estaba equivocada acerca de que Vonnegut era uno de
los grandes compradores, dirijo mi atención a los otros hombres menos conspicuos de
la sala.
"¿Qué estás haciendo?" Cesara susurra a mi lado.
Me alejo de mi investigación y vuelvo la cabeza en su dirección, sabiendo ya a
qué se refiere: no estaba prestando atención.
"Pensé que reconocía a alguien", respondo sin esfuerzo, y me inclino más cerca
de ella, apunto discretamente en la dirección que había estado mirando cuando ella me
atrapó y susurró: "Ese hombre, segunda mesa a la derecha del Sr. Randolph, no puedo
estar segura, pero creo que lo he visto antes en alguna parte".
Cesara mira con curiosidad al hombre en cuestión, a quien elegí de la multitud al
azar, y luego me sonríe confundida. “No se puede hablar en serio, Lydia, ¿no sabes
quién es?”
Miro al hombre de nuevo, realmente no tengo idea, pero tengo la sensación
estoy a punto de lucir como una idiota ante Cesara.
Ella se inclina más cerca, su hombro tocando el mío. “Ese es Andreas Cervantes;
Probablemente has visto una o dos de sus películas; él es uno de los mejores directores
en los EE.UU”.

39
Nunca veo películas, televisión o presto mucha atención a cualquier cosa
relacionada con las personas famosas, a menos que esté directamente conectado con
mi trabajo, Wow, soy una mujer de ochenta años en mi veintena. Lo dejo ir,
sorprendida por lo decepcionada que eso me hace sentir, y le sigo el juego.
"Nunca me importó quién hacía las películas", le digo. "No están en ellas, así que
¿por qué debería yo saber?” Me encojo de hombros.
Cesara sonríe, y siento su mano acariciando mi muslo.
Cuando comienza la licitación, uso la distracción de las chicas que salen al
escenario una por una, para seguir centrándome en los compradores. Y después de una
hora, y aún sin ver a una persona que siento que podría ser Vonnegut, me siento
frustrada. Sabía que no iba a ser fácil, y sabía que realmente no había ninguna
posibilidad en el mundo de que lo encontrara en la primera subasta, pero eso no me
impide ser impaciente.
Mientras me estoy maldiciendo, mi atención se interrumpe cuando oigo reír a
Joaquín durante una de las guerras de ofertas.
Miro hacia arriba y cada cabeza en el teatro está mirando a una mujer en
particular: cabello rubio largo, vestido plateado llamativo, todo lo que puedo ver es su
espalda. Y ella es la única de la sala que está parada, lo cual es extraño porque nadie
se pone de pie durante la licitación; solo levantan silenciosamente sus paletas de
colores cuando ven algo que quieren.
"No me importa quién eres", le dice la mujer con frialdad a un hombre en una
mesa frente a ella, es el extraordinario pedazo–de–mierda de Robert Randolph, "Quiero
la chica número once”.
Robert Randolph, como todos los demás, mira a la mujer con incredulidad y
confusión. ¿Quién se cree esta loca que es? Esa es la pregunta en cada rostro en el
teatro. Incluyendo la mía.
Joaquín ya no se ríe. Se acerca al borde del escenario, sus fuertes manos se
juntan frente a él, y él mira hacia la mujer críticamente. "Señora", comienza, "la mejor
manera de... obtener lo que quiere" – abre una mano, con la palma hacia arriba, en un
gesto – "es apostar por ella. Tranquilamente. Si no le importa".
"Sí, entiendo eso", dice ella, "pero este hombre está decidido a superar mi oferta
y yo no la obtendré”.
Una baja ola de risas circula por la habitación.
Joaquín trata de mantener la cara seria, pero encuentra el mismo humor en el
comentario de ella, que encuentran los demás.
"¿Ese es el punto, Señorita...?"
La mujer resopla dramáticamente; su mano vuela con gracia hacia su pecho.
"¿Quién soy yo?" Pregunta ella, tan ofendida que incluso me siento ofendida por ella.
"¿Quién soy yo?”– Resopla de nuevo, sacude su cabeza rubia— "Primero, me sientan
detrás de otras mesas; segundo, ni siquiera consigo una tarjeta de ubicación con mi
nombre en ella; y ahora tú me preguntas quién soy – ¡mi padre estará furioso por cómo
me han tratado aquí!”
Estoy tan sorprendida por el arrebato de esta mujer, en una habitación
literalmente llena del peor tipo de personas, que estoy congelada en mi silla. Pero creo

40
que estoy más aturdida por lo bien que me cae.
Oh. Mi. Dios. ¿Esa es Nora? De repente, mi cabeza se siente caliente, mi presión
arterial ascendiendo a alturas furiosas. La mataré... lo juro por Dios ...
Robert Randolph mueve su silla y se pone de pie. Él abre su mano hacia la
mujer, inclina la cabeza y dice: "Señora, si quiere a la chica con tantas ganas, seré un
caballero y la dejaré tenerla”.
Caballero mi trasero, capullo.
La cabeza de la mujer gira alrededor, no es Nora. Estoy muy aliviada, pero tengo
solo una fracción de segundo para disfrutarlo antes de que el drama de esta mujer me
arrastre de nuevo.
Ella mira a la multitud horrorizada, ajena al hecho de que todos piensan que está
loca, y luego se vuelve hacia Robert Randolph.
"Yo las compraré a todas", dice con confianza, levanta su barbilla como si fuera
la persona más importante en la habitación, y luego se sienta de nuevo, con su paleta
de apostar en mano, lista y esperando.
"Nunca había visto algo como esto", Cesara susurra a mi lado.
"Yo tampoco", le susurro em respuesta. "Está loca. ¿Realmente espera comprar a
todas las chicas?"
"Ella lo ha logrado hasta ahora", dice Cesara.
Miro a Cesara y luego a la extraña mujer, y me doy cuenta de que la poca
atención que he estado prestando al proceso de licitación. ¿Ella ha comprado cada chica
hasta ahora? Wow. Por supuesto que pretendo saber esto ya, o bien Cesara se
preguntará qué demonios he estado haciendo todo el tiempo.
"Su padre debe estar forrado", dice una mujer sentada en la mesa junto a
nosotros, "para poder comprarlas todas".
"Forrado es lo que nos gusta", responde Cesara. "Ella puede ser un poco zorra
mimada, pero si papá tiene el dinero, ella puede hacer tantas rabietas como guste".
La mujer asiente, de acuerdo. "Uhum", dice ella. "Pero eso podría desalentar a
los otros compradores”.
"Son chicos y chicas grandes", dice Cesara. "La mejor forma en que cualquiera
de ellos puede manejarlo es superándola. Espero verla, esa mirada en su cara cuando
pierda”.
"Eso probablemente sucederá pronto", dice la otra mujer. "Ella va a gastar todo
su dinero en las chicas de apertura, y no le quedará nada cuando saquen a las
especiales. Nunca he visto a nadie tan interesado en las que abren la subasta”.
"Yo tampoco, pero ¿a quién le importa?", Dice Cesara. "Aunque, cuando papá lo
descubra, ya no la enviará en su lugar".
“¿Sabes quién es ella?” Pregunta la mujer.
"No estaba segura antes", comienza Cesara, "pero ahora recuerdo, yo misma publiqué
su información. Su nombre es Frances Julietta Lockhart, hija de Brock Lockhart, un rico
inversionista y político de los Estados Unidos. Lo he visto antes en previas subastas;
pero es la primera vez que su hija viene en su lugar”.
"Y probablemente el último", apunta la mujer.
Cesara asiente. Entonces ella me mira. "¿Qué piensas, Lydia?"

41
Creo que, como yo, Frances Julietta Lockhart es un fraude. A diferencia de mí,
ella nunca había hecho algo como esto. Creo que se le subieron los humos. Y pienso
que quien la envió aquí es un idiota, porque ella hará que la maten.
"Creo que tienes razón", le respondo a Cesara. "Pero será interesante verlo”.
Para la segunda hora, todas tenemos razón, y 'Frances' se ha quedado sin
dinero. Cesara y la mujer sentada a la mesa junto a nosotros se maravillan ante la
anticipada “mirada en su cara”, cuando Frances se da cuenta de que no puede pagar a
la siguiente chica cuya oferta inicial es de medio millón de dólares, una gran diferencia
entre los diez, veinte y cincuenta mil dólares a los que ella está acostumbrada. Todos
los demás en la sala esperan una "rabieta" cuando Frances se sienta tranquilamente en
su silla, con los labios apretados, tensa, un nudo moviéndose hacia abajo en el centro
de su garganta cada 2.4 segundos. Veo a alguien que finalmente se está dando cuenta
de que está perdida, alguien que está tan asustada como enojada, y alguien que piensa
que quien la envió aquí es una idiota, porque simplemente, puede que ella no salga
viva de aquí.
Joaquín tiene la costumbre de mirar directamente a Frances cada vez que una
chica nueva es traída al escenario y es hora de ofertar, esperando que ella levante su
paleta antes de alguien más. Pero después de la quinta y sexta chica, que se venden
por un millón cada una – a un engreído Robert Randolph por supuesto – nadie más
mira a Frances Julietta Lockhart, excepto los dos fornidos guardaespaldas que se
sientan con ella en su pequeña mesa solitaria.
La primera noche de subasta de tres, termina probablemente con Frances
volviendo a su hotel –porque no reservó una habitación en la mansión como muchos
invitados– con trece nuevas esclavas, por un total de un millón ciento cincuenta mil:
una chica, la última que compró, fue por la que pagó más y que sin duda, le costó todo
lo que tenía. Fue una guerra de pujas contra Robert Randolph, pero él era demasiado
inteligente y experimentado para Frances. Sabía cuándo seguir levantando su paleta;
podía ver la ansiedad y la frustración en la cara de Frances, al igual que yo podía, y él
lo usó a su ventaja: él hizo una oferta contra ella hasta que supo que se quedó sin
dinero y luego él la dejó ganar la chica, obligándola a gastar todo lo que tenía, y
sacándola del juego. Por una chica que no valía ni la mitad de lo que Randolph obligó a
Frances a pagar.
Y aunque ella era una "zorra mimada" y estaba aquí para comprar chicas, no
pude evitar preguntarme qué era lo que me agradaba de ella.
Pero Frances era la menor de mis preocupaciones, y no es por lo que vine aquí.
Así que, alejo mi interés de ella, y me centro en la tarea en cuestión – y encontrar a
Naeva– es todo por lo que tengo que preocuparme.
Desafortunadamente, voy a tener que averiguar cómo no tener que follar a
Joaquín Ruiz, porque acaba de entrar en mi habitación y en la de Cesara, y yo ya sé
hacia dónde se dirige esto.

42
Capítulo 9
Izabel
Cesara saluda a Joaquín, toma su chaqueta y la cuelga en el espaldar de una silla
cerca de la puerta. Él se desabrocha los dos botones superiores de su camisa de vestir
mientras camina más hacia dentro de la espaciosa suite; un aire sexy y seguro de sí
que sorprendentemente no es desagradable. Su rostro parece haber sido esculpido por
un artista del Renacimiento que le dio pómulos perfectamente contorneados, labios
bien formados y ojos penetrantes que de alguna manera se ven vacíos, sin embargo,
están llenos de intensidad y expectativa. Es un hombre atractivo, lo admito; la versión
más joven y vivaz de su infame hermano; pero todavía no es Javier, no importa cuánto
piense yo que él quiere serlo.
Cesara va de un lado a otro en la habitación, regresando con una botella de vino
y tres copas vacías en una mano.
"Lo hicimos bien esta noche", dice ella. "Vendimos las diez chicas por más de lo
esperado. Mañana por la noche luce incluso más lucrativo". Ella pone la botella y copas
sobre una mesa y vierte las bebidas.
Joaquín asiente. "Claro", dice, "pero muchos de ellas fueron vendidas a la misma
mujer –un personaje, ella–. "Se sienta en un lujoso sofá antiguo, descansando su
brazo izquierdo sobre la longitud del brazo del sofá, sus largos y masculinos dedos
colgando sobre el borde.
"Creo que su padre está tratando de meterla en el negocio", dice Cesara,
"Tirándola de cabeza".
"Es una forma costosa de hacerlo", dice Joaquín.
"Claro", concuerda Cesara, "pero aprendiendo de nuestros errores a través de
experiencias de primera mano, es la forma más rápida y efectiva". Hace una pausa, y
luego agrega: "Sin embargo, no creo que ella se una a nosotros mañana por la noche".
Joaquín sonríe. "Me sorprendería si lo hiciera; una pena de verdad, un
comprador inexperto siempre es bueno para nosotros”. Se encoge de hombros. "No
importa; tenemos compradores más grandes que vendrán mañana por la noche, que
estoy seguro compensarán la ausencia de la señorita Lockhart".
Su comentario llama mi atención. ¿Más grandes compradores? Tal vez no todo
esté perdido todavía.
"¿Es por eso que haces un evento de tres noches?", Pregunto.
"Sí", responde Joaquín, coloca sus labios en el vaso y toma un sorbo mientras
posa sus ojos en mí. “No todos pueden presentarse el mismo día; nos gusta dar
opciones a nuestros compradores".
"Bueno, si yo fuera un comprador", le digo, "me preocuparía que las mejores
chicas sean vendidas en la primera noche". Permanezco de pie, y me abstengo de
hacer contacto visual con él tanto como yo pueda.
Cesara me da una copa de vino y, con una mirada, y una sutil inclinación de su
cabeza hacia atrás, insiste en que me una a ella y a Joaquín en el sofá de dos plazas.
Joder…

43
Lo hago a regañadientes. Y veo que ella nota la reticencia enseguida.
Piensa rápido, Izabel ... tienes que salir de esto.
"Hábleme de los compradores", le digo mientras me siento, justo al lado de
Joaquín, porque allí es donde Cesara me quiere, entre ellos, y trato de mantener la
conversación sobre la actividad número uno durante todo el tiempo que pueda. "¿Hay
alguien quien yo debería saber… por alguna razón?” Estoy buscando pistas en
Vonnegut; solo espero que suene como una pregunta inocente.
"Con el tiempo aprenderás estas cosas", dice Cesara, pasando los dedos por mi
pelo con cuidado.
"Sí, pero ya que estamos en medio de mi primer evento de subasta, sería bueno
tener algunas pistas".
"Tirarse de cabeza es la mejor manera de aprender, ¿recuerdas?", Dice Cesara
con una sonrisa y luego sus ojos bailan sobre el borde de su vaso mientras bebe de él
lentamente.
Respiro hondo, disimulando con el movimiento de mi propia bebida, suponiendo
que haya fallado en mi intento de información.
Ella pone su vaso en una mesa auxiliar. "Pero en esta situación particular", ella
dice, comprometiéndose, "tirarse de cabeza puede hacer que yo me vea mal".
OK, tal vez no sea un fracaso, después de todo.
Joaquín sonríe, en acuerdo.
Él endereza su espalda contra el sofá, coloca su vaso en una mesa auxiliar, y
luego se gira en ángulo para enfrentarnos mejor, su zapato de vestir brillante apoyado
en su rodilla.
“Los compradores más grandes”, comienza Joaquín, “suelen asistir el tercer día—
es más tranquilo y menos concurrido. Y debido a nuestra relación con ellos, escogemos
las chicas para ellos con anticipación según sus compras habituales y sus preferencias,
y las dejamos apartadas".
"Oh, sí", agrega Cesara, "siempre guardamos las mejores chicas para los
compradores más grandes. Solo entrar por la puerta principal el tercer día del evento
Cuesta tres veces más, y ellos están dispuestos a pagarlo”.
"E incluso las chicas menos caras", dice Joaquín, "comienzan en un cuarto de un
millón de dólares.
"Wow", digo, pretendiendo estar asombrado por esta información. "Imagina
alguien como la señorita Lockhart tratando de ofertar contra uno de esos
compradores".
Joaquín se ríe.
Una sonrisa se extiende por los labios pintados de Cesara. "Sí", dice ella, "eso
sería ser todo un espectáculo para ver".
"Lo admito", agrega Joaquín, "Disfruté bastante del espectáculo con la señorita
Lockhart esta noche" –gira su mano y sus ojos marrones se elevan momentáneamente–
“estos eventos pueden ser tan monótonos a veces; ya no me emocionan más”.
"Yo diría que tu cuenta bancaria se emociona", pone Cesara.
La expresión de Joaquín está de acuerdo. "Cierto. Y esa es la única razón por la
que lo hago”.

44
"¿Oh?", Pregunto, aunque no era mi intención hablar en voz alta; se me zafó.
Joaquín asiente. "Preferiría estar manejando todo, prácticamente soy solo un
organizador de eventos, y de verdad, ese es el maldito trabajo de una mujer o un hada;
las hadas lo hacen aún mejor”.
"Eres tan homofóbico, Joaquín", dice Cesara, juguetonamente. "Ya sabes lo que
eso significa, ¿verdad? ¿Ser homofóbico?”
La ceja derecha de Joaquín se levanta con curiosidad.
"Significa", dice Cesara, "que en secreto piensas en los hombres un poco más
que te gustaría”.
Joaquín no se ve tan ofendido como esperaba que lo hiciera.
"Eres una perra desagradable, Cesara", dice, sonriendo. "A veces dices cosas que
me dan ganas de poner mis manos alrededor de tu garganta”.
"Pero eso ya lo haces", dice ella, sugestivamente. "Y sabes lo mucho que me
gusta”.
Oh, Jesús... Figurativamente, pongo los ojos en blanco.
Antes de que su juego sexual vaya demasiado lejos, me convierto en la
mayonesa de un sándwich mexicano, pretendo toser, poniendo mi mano sobre mi boca
y hago con mi garganta el sonido más grosero que puedo lograr.
Ambos me miran como si acabara de arruinar el momento.
"Oh, lo siento", digo, casualmente. "Entonces, ¿me ibas a decir cómo no hacerte
quedar mal?"
Cesara parece pensarlo un momento.
Joaquín habla primero.
"Los tres mayores compradores", comienza, "vienen el tercer día: Jorge Ramírez;
posee doscientas discotecas en México, Estados Unidos y Puerto Rico. Lo único que
debes tener en cuenta con Jorge es que no querrás estar sola con él en una habitación.
Él... arruinó a una de nuestras chicas más caras hace seis meses, por supuesto, le
hicimos pagar por ella más tarde, pero es un violador en serie, y no le importa quién
sea: entrenador o mercancía, vieja o joven, atractivo o repulsivo, él le follará".
"Suena encantador", le digo, mordazmente.
"Una vez trató de meterme en el baño", dice Cesara. "Así que, cuando se espera
que esté en una de nuestras subastas, siempre llevo a un hombre conmigo a todas
partes que voy”.
"Si él intentara algo conmigo", amenazo, canalizando a Izel, "se lo cortaría, y se
lo metería por la garganta”.
Joaquín y Cesara se miran el uno al otro a cada lado de mí, y se siente como si
dije algo malo.
Joaquín niega con la cabeza de manera sancionadora.
"Nunca atacarás, o insultarás, a un comprador", advierte. "Ni siquiera en defensa
propia”.
Son lo que nos mantiene en el negocio; matas a uno, y otros comenzarán a
preguntarse si serán los próximos".
"Nuestros compradores no son santos", apunta Cesara, y me vuelvo para verla.
"Están tan jodidos como tú, Joaquín o yo. Mira en qué estamos involucrados, en

45
lo que estás involucrada y las mismas reglas que se aplican en el mundo, no existen
aquí. En pocas palabras: los compradores son más importantes que tú, Joaquín o yo–
matas a uno o te escapas de uno, y terminarás en una tumba poco profunda", sus ojos
pasan por encima de mí para encontrar los de Joaquín: "¿no es así, Joaquín?"
Lo miro de nuevo. Coge su copa de vino y la lleva a su boca apretada; y después
de tomar un sorbo que parece más una distracción, él mira a la nada con una expresión
dura en sus ojos. "Sí", responde, a disgusto. "El jefe es un hombre brutal, y ninguno de
nosotros es inmune a sus…castigos".
Tengo la sensación de que había querido usar otra palabra, algo mucho más
ofensiva que jefe.
Sabiendo que es mejor que sondee más sobre este tema en particular, me
enfoco en tratar de calmar mi acelerado corazón; trago, y con gusto cambio de tema
otra vez. "¿Y los otros dos compradores?"
Joaquín se relaja un instante, probablemente contento de no tener que pensar
en su "jefe" – a quien obviamente odia –un segundo más.
"Iosif Veselov", dice Cesara. “Uno de los hombres más ricos de Rusia; él
prácticamente posee la industria de esclavos sexuales allí; compra hombres y mujeres
de todas partes del mundo. Se parece mucho a tu amigo, Robert Randolph:
impecablemente grosero; piensa que es el hombre más importante que jamás haya
caminado sobre la faz de la tierra, y tiene absolutamente cero tolerancia para la
imperfección. Pero Iosif es peor – no sólo nunca besará tu mano Lydia, pero si le hablas
sin que él te hable primero, te golpeará enfrente de todos".
"Pero no soy una jodida esclava", le digo, enojada con solo pensar en él andando
suelto por ahí.
"No tienes que serlo", dice Joaquín. "Incluso en Rusia, las mujeres saben que
nunca deben hablarle; él nunca ha visto el interior de una celda de la cárcel porque no
hay oficial de policía que se atrevería a arrestarlo, ciertamente no por algo tan pequeño
como golpeando a una camarera porque lo saludó en su mesa.
"Todo el mundo conoce su rostro", dice Cesara. "Y si no lo hacen, aprenden
rápido”.
Quiero a este hombre muerto casi más que Vonnegut. Tal vez él sea Vonnegut –
–Eso sería perfecto–, matar dos pájaros, y todo eso. Oh bien; si no son el mismo, al
menos tendré algo que esperar después de que Vonnegut haya muerto.
"Y el tercer comprador", dice Cesara, relajándose contra el sofá; el lenguaje de
su cuerpo sugiere que este hombre no es tan brutal como el último. "Bueno, ella y yo
tenemos... un pasado”.
¿Ella? Ahh, lo entiendo, Cesara; no hay necesidad de profundizar, pero quiero
que lo hagas de todas formas.
"Su nombre es Calista", dice Cesara. “Con una fortuna de cincuenta millones. Ella
es rica y hermosa, y le encanta comprar hombres estrictamente para satisfacer todas
sus necesidades. No tienes que preocuparte mucho por ella.
No estoy seguro de creerla, tal vez la sonrisa que siguió tiene algo tiene algo que
ver con eso.
"Oh, ahora no le mientas, Cesara", dice Joaquín juguetonamente, y vuelvo mi

46
atención a él. “Calista amó a Cesara una vez, creo que ella todavía la ama. Si es que
quieres llamar amor a lo que tenían”.
Pretendo estar irritado con esta noticia "enojosa" e "inaceptable": ¿Otra mujer y
Cesara? ¡Mataré a una perra! Por supuesto, no podría importarme menos, pero no
puedo dejarle saber eso a ella.
Me dirijo a Cesara, las líneas de enojo se profundizan alrededor de mis ojos, el
interior de mi boca pellizcada entre mis dientes. "Y esperas que trate a esta...
compradora... con respeto? Eso será difícil de hacer cuando querer matarla es la única
cosa en mi mente".
Cesara sonríe, y se inclina hacia mí; Puedo sentir el calor de su boca acercándose
a la mía, y luego la humedad de su lengua. La beso fuerte, casi olvidando que con ella
se supone que yo soy la sumisa. ¿Pero con Joaquín en la habitación? No estoy segura
de lo que ella espera de mí en una situación como esta. ¡Y no quiero estar en una
situación como esta! ¡Mierda!… ¡No sé qué hacer!
"Como dije", susurra en mi boca y todavía puedo saborearme en ella, "no
tendrás que preocuparte por Calista. Ella es débil, nada como tú".
"Entonces, ¿por qué Joaquín te llamó mentirosa?" Tiré de su labio inferior con
mis dientes.
El calor del cuerpo de Joaquín presionándome desde atrás me agobia; una mano
se mueve a lo largo de mi cadera, la otra aleja el cabello de mi cuello.
"Calista no hace nada por sí misma; Ella tiene otros que lo hacen por ella ", dice,
su aliento en mi cuello
Cuando la mano de Joaquín se desliza entre mis piernas, se dispara el plan –que
ni siquiera sabía que tenía– para salir de esto. Me giro hacia Joaquín como un león
cautivo volviéndose en contra de su entrenador; mi codo le golpea la cara, y él se cae
en el sofá conmigo encima de él, mis piernas a horcajadas sobre su cintura; mis manos
alrededor de su garganta, mis pulgares presionando contra su tráquea; mi cara torcida
de rabia: mostrando los dientes y mis ojos turbulentos con toda la locura que puedo
convocar.
“¡Lydia!” La voz de Cesara es como un látigo; sus manos agarran mis brazos
desde atrás, tratando de alejarme de él. "¡Para! ¡Detente ahora! ¿Qué mierda está mal
contigo?"
Agarro la garganta de Joaquín con más fuerza, y la aplasto contra su rostro
tenso, pero por desgracia, él es mucho más grande, mucho más fuerte que yo, y puedo
sentir que los papeles se invierten con rapidez.
Dos segundos más tarde, estoy volando a través de la corta distancia, y con un
ruido sordo golpeo el piso con mi espalda.
“¡LYDIA!” Grita Cesara; antes de que note que Joaquín viene hacia mí, Cesara
está entre nosotros, tratando de detenerlo. “Joaquín, espera! ¡Solo espera un maldito
minuto, vale! "
Pero él no escucha, agarra el brazo de Cesara y la empuja a un lado antes de
caer sobre mí como una sombra imponente y asesina. En los ojos de Joaquín… veo que
me va matar; mi plan 'brillante' fue el peor plan que nunca había puesto en marcha.
Sin embargo, me mantengo en el personaje, levantando mi barbilla desafiante,

47
retándolo a hacer lo peor; Una sonrisa baila en mis labios. "Hazlo", desafío. "¡Hazlo!"
"Por favor, Joaquín", ruega Cesara, caminando detrás de él. "Al menos déjala
explicarse, ¡por favor!
¿Eso es rogar de verdad? En realidad, le está rogando a este hombre por mi
vida. Interesante.
Sin hacerle caso, Joaquín se agacha frente a mí, apoyando sus brazos sobre sus
piernas; él inclina la cabeza hacia un lado, y luego el otro, estudiándome como si no
estuviera decidido si soy la cosa más intrigante que alguna vez haya encontrado, o la
más estúpida.
"¿Es eso lo que quieres?" Me burla de mí. "¿Qué te mate?"
"No me importa lo que hagas", le contesto, "simplemente no me toques así".
Un indicio de una sonrisa aparece alrededor de sus ojos.
"Joaquín...”
Levanta la mano y silencia a Cesara.
"No la voy a matar", dice, y me sorprende. "Al igual que tú no la mataste cuando
la trajiste aquí por primera vez, como tú, Cesara, veo algo en ella vale la pena estudiar.
Como tú, Cesara...” me sonríe, y lentamente se pone de pie “…veo algo en ella que
quiero, algo que tendré más temprano que tarde".
¿Y qué se supone que significa eso?" Pregunto, todavía sentada con mi espalda
presionada contra el sofá; mis piernas abiertas; una mirada de no–te–atrevas–a–
joderme en mi cara.
Él pasa sus dedos por la parte superior de su cabello, y luego ajusta su corbata.
"Me gusta una mujer difícil de conseguir", dice. "Pero uno que odia tanto a los
hombres, presenta un desafío aún más intrigante, y nunca retrocedo ante un reto”.
Se vuelve hacia Cesara. "Quítate la ropa", le dice, y ella sabe que habla en serio;
sabe que este no es el momento para detenerse, discutir o hacerse la difícil de
conseguir.
Cesara sale de su vestido rojo, dejando que se amontone alrededor de sus pies.
Joaquín agarra un puñado de la parte de atrás de su pelo y gira su cuerpo
desnudo inclinándola sobre el brazo del sofá.
Él me mira directamente mientras se mete dentro de ella por detrás. "Quiero que
me veas follar a la mujer a la que te has...”– él empuja sus caderas—” ... apegado
tanto”.
Mi mandíbula se aprieta rechinando mis dientes; mi nariz se ensancha; mis ojos
le disparan con odio y venganza. Pero no pongo a prueba su paciencia, sabiendo que
ya lo hice, no una, sino dos veces, besé la boca de Lady Luck1 y me salvé de una
muerte segura. Pero Lady Luck, como todas las perras despiadadas, rara vez ofrece
terceras oportunidades.

1) Lady Luck: Dama Suerte

48
Capítulo 10
Niklas
Jackie respira pesadamente en el teléfono. "Deberías haberlo visto", dice ella.
"Yo sabía que cosas como estas sucedían en el mundo, pero... Niklas, fue horrible...
¡horrible!
"Cálmate", le digo. “Recuerda de lo que hablamos, necesitas mantenerte en el
personaje en todo momento, incluso cuando pienses que estás sola".
"¡No puedo!", Me cortó. "Estoy sorprendida de poder mantenerlo mientras
estaba allí; Casi lo pierdo. Enviaste a la persona equivocada, Nik, de todos modos, ¿qué
demonios estabas pensando?
Estoy empezando a pensar que tiene razón, no debería haberla enviado;
Debería haber enviado a alguien con experiencia. Pero ahora es demasiado tarde para
hacer algo al respecto. Solo necesito mantenerla calmada, y en carácter el tiempo
suficiente como para lograrlo.
"¿Estás bien, Jackie?" ¿Está bien Izzy? ¿Ella estaba allí? Realmente necesito
saber lo que Jackie descubrió sobre Izabel, pero ahora mismo Jackie es la prioridad.
"Claro", respondió ella sarcásticamente, "¡Estoy perfectamente! Estoy en
México, pretendiendo ser alguien a quien le gusta comprar esclavos, rodeado de
docenas de personas enfermas y retorcidas a las que realmente les gusta, y estoy a
punto de perder mi mierda justo enfrente de todos, no puedo volver mañana;
simplemente, no puedo hacerlo Niklas. Además, yo...” ella se calla.
"¿Tu qué?"
La oigo suspirar en el teléfono.
"Jackie?"
"Me he quedado sin dinero", confiesa.
"¿Cómo puede ser...?"
"Traté de comprarlas a todas", dice ella, y mi garganta se seca al escucharla,
"pero solo pude comprar trece".
"Tre… ¿trece?! ¿Estás bromeando? ¿Compraste trece chicas?"
"¡Sí!", responde ella. "¡Y no me hables así, hijo de puta!"
"Se suponía que solo debías comprar una o dos", le digo, apretando los
dientes.
"Y esas eran solo para el show, ¿ahora me estás diciendo que gastaste ciento
cincuenta mil dólares en la primera noche? ¡Jesucristo, Jackie! Espera... trece chicas,
ciento cincuenta mil dólares, algo no cuadra.
"No", dice ella, "también gasté tu dinero y mi dinero".
Parpadeo y aspiro bruscamente, ¿qué diablos...?
Por un momento, mi boca está demasiado seca para hablar; paso mi lengua
como papel de lija contra mi mejilla; mi mano libre está apretada en un puño al
costado. Y luego caigo: ella gastó su propio dinero, un millón de dólares, que ella sabe

49
que probablemente nunca volverá a ver en su vida, en esas chicas. Me siento como el
mayor pedazo de mierda.
"Esas pobres chicas", dice con dolor en su voz, "¿quién va a salvarlas y
devolverlas a sus familias si yo no lo hago, Niklas? No podía simplemente sentarme allí
y deja que eso sucediera".
“¿Dónde están?” Pregunto rápidamente.
"¿Quién?"
"Las chicas".
"Ellas están aquí", dice ella. "En mi habitación de hotel conmigo".
Mi cabeza cae hacia atrás y cerrando los ojos dejo escapar un largo suspiro de
irritación y trato de recomponerme. Me calmo y me preparo para hablar, sabiendo que
no puedo perder la paciencia, todo esto es demasiado frágil, ahora más que nunca.
"Jackie", le digo con cuidado, "se suponía que debías esperar hasta el tercer
día, y entonces llevarte a las chicas, ¿qué planeas hacer con ellas cuando regreses?”
Ella se burla; puedo imaginarla con una mano en una cadera y una expresión
amarga en su rostro.
"No planeaba regresar en absoluto", dice ella. "Es por eso que las traje
conmigo".
Calma, Niklas, solo mantén la calma.
"Está bien", le digo, "pero ¿viste a Izabel?"
Estoy empezando a suponer que no lo hizo, o de lo contrario probablemente ya
habría dicho algo.
"Sí", responde ella, y mi corazón deja de latir por un momento. "Ella está ahí. Y
ella está bien, más que bien, en realidad "– (en su voz hay un tono amargo que me
confunde). "Estoy muy decepcionado de que me hayas enviado a ese lugar por alguien
como ella. Supongo que no te conocía tan bien como pensaba”.
"¿Qué quieres decir?"
"Ella no es una de las esclavas, Nik", dice, como si pensara que yo
probablemente ya lo sabía. "Creo que ella es una de las dueñas. Ella se veía
importante. El hombre que dirige el lugar, Joaquín Ruiz, lo vi con ella y con una mujer
rubia después que la subasta había terminado. Tu Izabel tuvo a una esclava sentada a
sus pies toda la noche. Eso fue asqueroso”.
No puedo evitar sonreír. Déjenle a Izzy encontrar una manera…
"Está bien, Jackie", le digo, "Necesito que me escuches...”
"No voy a volver allí", me interrumpe.
"¿Quieres comprar más chicas?"
Silencio, sabía que eso llamaría su atención.
"Si puedes aguantar una noche más", comienzo, "pondré suficiente dinero en
la cuenta para que compres tantas chicas como puedas”. “¡Espera… Oh dime que ella
no lo hizo!”.
"Jackie, te voy a hacer una pregunta importante".
"De acuerdo”.
“El millón que te di; no puse ese dinero en la cuenta; fue puesto en tu cuenta
personal. ¿Cómo diablos les pagaste?

50
"Les dije que… bueno, que les daría el dinero mañana".
"¿Cómo pensabas hacer eso? ¿Escribir un jodido cheque con tu nombre real y
la dirección en la parte superior?
"¡No lo sé! ¡Solo hice y dije lo que tenía que hacer! ¡Soluciónalo tú!"
No pierdas la cabeza, Niklas, no pierdas la cabeza, se convierte en mi mantra.
"Está bien", le digo con calma, "voy a transferir ese dinero a la otra cuenta:
asegúrate de pagarles mañana, exactamente cuándo dijiste que lo harías o te matarán
antes de que salgas de tu hotel".
"Está bien", dice ella.
Después de un momento ella pregunta, "¿Cuánto?"
"¿Cuánto qué?"
"Dijiste que ibas a poner más dinero en la cuenta para que pueda comprar más
chicas".
Ella está más que interesada –demonios, ya está saliendo por la puerta; ¡está
en la jodida limusina!; ¡está en la entrada de la mansión golpeando el vidrio para que la
dejen entrar!
"Cinco millones de dólares", le digo, y Jackie jadea. "Eso debería ser suficiente
para darte acceso a la última noche y a comprar unas cuantas chicas más”. Cuatro o
cinco a lo sumo, pero mejor no le digo eso a Jackie.
"Pero ¿qué hay de mañana en la noche?", Pregunta.
¡Oh, ahora ella quiere ir a las tres! ¡Decídete, mujer!
"Te necesito allí en la noche final", le explico. "Y si vas a la segunda noche
terminarás gastando los cinco millones completos y no te quedará nada para la noche
número tres".
"Pero–"
"No", la interrumpí esta vez, "lo haces a mi manera, o no compras más chicas”.
"Salvar", me corrige fríamente.
"Salvar más chicas", corrijo solo para hacerla feliz. "Y no juzgues tan mal a
Izabel; como tú, está desempeñando un papel. Solo mantén la vista en ella para mí e
infórmame todo: con quién la ves, qué hace, cualquier cosa que le suceda.
"Está bien", Jackie está de acuerdo, hace una pausa y luego agrega: "Pero
ahora, ¿qué hago con estas muchachas?"
Me río brevemente. "Tendrás que llevarlas contigo", le digo. "No podemos
dejarlas solas porque podrían descubrir tu tapadera. No las puedo dejar libres ahora, o
parecerá sospechoso. ¿Cómo se lo están tomando? Las chicas, ¿cómo se sienten
respecto a ti?” Por favor, no digas que les dijiste que las rescataste.
"Les dije que las estaba salvando", responde ella, y sacudo la cabeza.
"La mayoría lo está tomando bien, tienen esperanza y están listas para irse a
casa".
Dejo escapar un largo y profundo suspiro; Froto los dedos de mi mano libre en
forma circular contra mi sien, tratando de domar un creciente dolor de cabeza.
"Jackie, escúchame" –apunto con el dedo con severidad, como si pudiera
verlo– "tienes que llevar a las chicas contigo, y espero que ninguna de ella se asuste al
ser forzada a volver allí, y termine haciendo volar tu tapadera".

51
"¿Por qué no puedo simplemente dejarlas con Schwarzenegger y Stallone en el
hotel?”
"Porque entonces, ¿quién te va a cuidar a ti?"
Ella suspira.
"Creo que yo misma puedo manejarlo", dice ella. "Hice un gran espectáculo,
fue un poco divertido en realidad, la parte de actuación, y nadie me amenazó ni me
llevó lejos; sinceramente, creo que lo disfrutaron”.
"¿Qué tipo de espectáculo?" Tengo miedo de saber.
"Bueno, sé que hablamos de actuar como si fuera demasiado buena para hacer
conversación a fin de que la gente no se metiera mucho conmigo, pero… en el último
minuto, las cosas se fueron por otra dirección”.
Mi ceja izquierda se eleva. "¿Sí?" Pregunto con suspicacia.
"Simplemente sucedió", explica ella. "Pero se sintió más natural en el
momento”. Su tono cambia de nervioso a orgulloso. “Ese es el trabajo de una
verdadera actriz, una gran actriz: sigue adelante con lo que se siente bien; siempre que
eso haga su personaje más creíble”.
"Dile eso a Spielberg", le digo.
Estoy segura de que Tom Cruise se lo dice todo el tiempo”, me responde.
Me encojo de hombros "Sí, probablemente tengas razón".
Espera, ¿estoy teniendo esta conversación en realidad?
Mira", le digo, "no me importa qué papel desempeñas, siempre y cuando no te
maten, ni descubran tu tapadera”.
"Aaaaahhh, ¿estás preocupado por mí, Niklas?", Se burla.
"Bueno, por supuesto que lo estoy", le digo. "Tu mueres y yo pierdo todo mi
maldito dinero".
Ella se ríe, y es obvio que no cree en mi razonamiento. "Ok chico–malo Nik,
sigue diciéndote eso.
Yo sonrío. Solo un poco
Termino la llamada aliviado. Aliviado de que Jackie esté viva y parezca confiada
de que puede mantener su papel. Aliviado de que Izabel está justo donde esperaba que
estuviera. Y aún más aliviado de que esté en una posición que representa un riesgo
menor para su vida.
Al meterme en esto, no tenía forma de saber si Izabel estaría en esa subasta,
pero era la única programada en esa área, y parecía lo evidente.
Desearía poder decirme que dormiré esta noche, pero desafortunadamente no
estoy en casa. Y no estaré durmiendo.
Deslizando mi teléfono celular en mi bolsillo delantero, vuelvo a la habitación
de luz tenue y al hombre sentado en la silla, mirándome.
“No podrás salirte con la tuya”, advierte. "Cuando todo esto termine, mis
hombres te perseguirán y te matarán".
De manera casual, me siento en su costoso sofá, subo mis botas sucias en su
mesa de café, y sacó un cigarrillo de mi chaqueta de sesenta dólares. Encendiéndolo,
me tomo mi tiempo.

52
"Cuando todo esto haya terminado", le digo, dando una calada y
manteniéndola en mis pulmones, "siempre que hagas lo que se supone que debes
hacer, tal vez estés vivo para pedirle a tus hombres que me persigan.
Él me gruñe; quiere golpearme hasta matarme, justo aquí en esta sala, pero
no es probable que eso suceda.
Miro hacia su hija; ella está sentada tranquilamente, con los labios apretados,
las manos metidas entre sus muslos.
"¿Ella sabe lo que haces?"
"Déjala fuera de esto", exige.
"No soy yo quien la involucró", señalo. "Fue usted, Sr. Lockhart".
"Papá, ¿de qué está hablando?"
"No te preocupes por eso, bebé".
Ella se ve asustada. Y debería estarlo. El «padre» de Frances Julietta Lockhart
es un asesino pedazo de mierda a quien le gusta meter su polla arrugada en mujeres a
las que aterroriza hasta la sumisión.
Él me mira de nuevo, aunque siempre consciente del arma que tengo en la
mano.
"Dos días más", le digo. "Espero que tengas cerveza; me gusta tomar una
cerveza los fines de semana”.
Me dispara la mirada más indignada, y yo fumo mi cigarrillo.

53
Capítulo 11
Fredrik
"No la he visto, jefe", dice Dante en el teléfono. "Había un par de chicas que se le
parecían un poco, pero ninguna era ella, no tenían cicatriz en el cuello”.
Maldita sea. Pensé con seguridad que si iba a ser vendida en esta subasta en
particular, habría sido el primer día; sus cicatrices la hacían un bien dañado para estas
personas, pero ella sigue siendo una mujer hermosa. Y conozco a Izabel: si ella quiere
entrar a un lugar, lo hará; si ella quiere ser lo suficientemente digna para ser vendida a
pesar de sus cicatrices, entonces les hará creer que es merecedora.
Camino de un lado a otro. Tal vez ella no está allí; tal vez le salió todo mal y no
está ni cerca de esta subasta. O ... tal vez no llegó tan lejos. Sacudo ese pensamiento
rápidamente, y camino de nuevo.
Y luego me golpea.
Me detengo. "Dante", digo con entusiasmo, "¿qué pasa con todas los demás?
¿Prestaste atención a los compradores, y a los amos?”
"Uhh, un poco", dice, "como me dijiste que hiciera, pero sobre todo observé a
las esclavas".
"Está bien", le digo, "ligero cambio de plan. Mañana por la noche, quiero que lo
hagas. Empieza a mirar a las mujeres en la multitud. ¿Cuántas personas asistieron?
"Muchas", responde. "No sé, más de cien; que no incluye a los esclavos que
trajeron muchos de los asistentes, los tenían sentados en el suelo – jefe, esta es una
mierda rara y extravagante".
"Dante, solías vender heroína", le recuerdo, "y recibías mamadas de los
hombres que las pagaban, tu hipocresía se está mostrando”.
"Oh, sí, claro, lo siento".
"Ahora escucha con atención", continúo. "Es posible que tengas que socializar
un poco, para que puedas ver a todos mejor…”
"Pero no soy tan bueno en ese tipo de cosas", dice. "¿Y si lo arruino?"
"No lo harás", lo animo. “Recuerda lo que te dije: confianza; ser alguien que
siempre has querido ser; puedes lograrlo. Pero vas a tener que socializar más con los
compradores, o puede que nunca la veas. Tú puedes hacer eso”.
"Está bien, jefe. Lo haré”.
Antes de finalizar la llamada, digo: “Dante, no drogas. ¿Entendido? Socializar
no incluye aceptar la oferta de alguien”.
"Lo sé, jefe", dice. "Recuerdo lo que me dijiste".
Él recuerda, y creo que quiere hacer un buen trabajo y no arruinar esto, pero
también sé que Dante solía ser un adicto, y no importa cuánto tiempo un adicto ha
estado limpio, o cuánto está avanzando su vida, una mirada a una línea gratuita de
coca y todo habrá terminado.
"No uses este trabajo como una excusa", le advierto. "Tomas alguna droga y
terminarás en mi silla otra vez”.
"E–E–Está bien jefe; t–t–tienes mi palabra”.

54
Dejo caer el celular en el bolsillo de mi chaqueta.
"¿Cuándo volverá ella?", Pregunta Apolo, todavía atado a la cama de hospital.
“¿Necesitas ir al baño?” Pregunto, ignorando la conversación sobre Izabel.
"Joder, no, hombre, guarda esa aguja para ti mismo".
Sé que está mintiendo; ha estado retorciéndose en sus ataduras durante los
últimos treinta minutos, tratando de no mearse. Pero lo estoy vigilando solo, y no confío
que use el baño solo, así que cuando tenga que ir, lo drogaré primero; de esa manera
él no puede concentrarse lo suficiente como para escapar, y él no es lo suficientemente
fuerte como para atacarme. A mí no me gusta pelear, siempre hace que mis trajes se
ensucien.
"No puedo dejar que te ensucies", le digo, y preparo la aguja.
"¡Vete a la mierda, hombre!" – lucha en sus ataduras, apretando los puños;
rechinando los dientes – "¿De todas formas, por qué te importa?"
"Porque huele", le digo. "Y me repugna".
Apolo se ríe. "Eso te repugna, pero la extraña mierda que haces...” Sus ojos se
ponen en blanco y sus puños se relajan.
Le doy cinco minutos antes de soltarlo, y lo llevo arriba para esperar a la
enfermera que contraté para lidiar con todo esto: inodoro, ducha y todo eso. Ella cree
que Apolo es mi amigo adicto a las drogas por quien me salgo del camino para
ayudarle; ella piensa que soy un "gran amigo y un gran hombre" por estar haciendo
esto; ella piensa que en el mundo debería haber más hombres como yo.
No, enfermera Karlee, ciertamente, en el mundo no debería haber más
hombres como yo.

55
Capítulo 12
Izabel
Subasta – Día Dos

Todavía no hay señales de Naeva, y está llegando al punto en el que me siento lo


suficientemente desesperada como para preguntar de plano. Pero sé que no puedo
hacer eso, especialmente porque aposté y esperé demasiado tiempo. Si hubiera
preguntado por ella antes, de una manera casual, podría haber sido creíble. Pero ahora
que han pasado tres semanas, “casualmente” no aplica y preguntas sobre la chica con
la que me trajeron aquí, por la que fingí no tener sentimientos, indicarían precisamente
eso, sentimientos por ella.
En las últimas semanas he dedicado más tiempo y energía a buscar a Naeva
que tratar de precisar quién podría ser Vonnegut. Y no veo que eso cambie. Supongo
que tendré que intentar prestar la misma atención a ambas cosas, pero cada vez que
una nueva chica es subida en ese escenario, Naeva saca de mi cabeza casi todo el
rastro de Vonnegut. Sabía que traerla conmigo causaría problemas, pero nunca me
esperaba esto.
Tal vez ella corrió la voz, como dijo que haría, y el amor de su vida, Leo
Moreno, la encontró, como ella dijo que haría. Tal vez. Pero si estoy escuchando a mis
instintos, estos me dicen que no, eso no es lo que sucedió y…
"¿Buenas noches, señorita ...?", Dice un hombre flaco, con cara de rata y
cabello graso.
Parpadeo hacia el mundo real y lo miro mientras él se para torpemente en mi
mesa. El intermedio ha comenzado, y todos los invitados han dejado sus mesas para
estirar las piernas y socializar. No estoy segura de lo que obligó a este hombre a
acercarse a mí, una de las mujeres de aspecto más inaccesible en el teatro, pero podría
usar un cambio de escenario.
Mirándolo desdeñosamente, digo con advertencia: "¿Aléjese de mi propiedad,
señor...?”
Él mira a Sabine, sonríe nerviosamente, y luego camina hacia su derecha.
"Dante", se presenta, ofreciendo su mano, con la palma hacia arriba, para que
pueda colocar la mía dentro de ella.
Yo no lo hago; en vez de eso, agarro mi copa de champán.
Después del incidente de ayer con Joaquín, y que él no me matara por eso,
siento que puedo jugar el rol de Izel aún más. Qué tanto está todavía en el aire; debo
tener cuidado con los compradores, por supuesto, pero este parece lo suficientemente
nervioso... nada como el famoso Iosif Veselov, a quien todavía tengo que conocer, y
probablemente le salga con una pequeña falta de respeto, y demuestre mi intolerancia
para con todos los hombres mucho más.
"El Sr. Ruiz me dijo que eres la entrenadora de las chicas rojas", dice Dante.

56
"En realidad," Cesara entra, sentándose a mi lado, "Yo lo soy. Lydia es mi
asistente”. Noto la ofensa en su voz; ella echa una mirada a través de la habitación
mientras Joaquín está hablando con alguien, pero él no se da cuenta. "Mi nombre es
Cesara".
"Ah, ya veo”. Dante asiente, y luego ofrece una mano. "Un placer conocerle,
Cesara".
Ella acepta la invitación, y él besa la parte superior de su mano. Él sonríe como
si estuviera deliciosamente sorprendido de que ella lo dejara tocarla y le tomó un
momento más de lo que debería, de soltarla.
Hay algo raro en él que noté de inmediato: parece incómodo en su propia piel,
frente a cualquier otro comprador en esta sala. ¿Qué está haciendo aquí alguien como
él, comprando esclavos, cuando no parece el tipo capaz de usarlos? No es de mi
incumbencia, y no me importa. Naeva. Vonnegut. Salir de aquí con vida, y hacer lo que
vine a hacer aquí, eso es todo lo que me importa. Oh, y Sabine. Y las otras chicas. Y
matar a Joaquín y Cesara, no sé ni cómo tratar de enfocarme en una sola cosa.
"¿Cómo podemos ayudarlo, señor Dante?", Ofrece Cesara.
"Sólo Dante", dice, cortésmente.
Noto que Dante se acerca demasiado a Sabine, involuntariamente –él está
demasiado nervioso como para notarlo– la agarro por la parte de atrás de su cuello,
alejándola de él.
"Lo siento", dice Dante, y esta vez se mueve dos pasos lejos de ella para
quedar más cerca de Cesara. "P–perdóname”.
Después de un momento, asentí, solo para darle un respiro al pobre chico.
Demasiado de manipularlo – ¡Siento pena por él! – Espera, ¿por qué siento pena por un
hombre que está comprando esclavos aquí?
Sacudiendo mi maldita cabeza hacia mí misma, vuelvo por mi vaso y evito el
contacto visual.
"Bueno, solo quería felicitarte por tu trabajo", le dice a Cesara.
"La chica que compré esta noche es de... una calidad increíble".
¿Increíble? Echo un vistazo por la habitación para asegurarme de que
accidentalmente no entré al pasillo del baile de promoción de la escuela secundaria.
Incluso Cesara siente que su elección de palabra es vergonzosa; Puedo sentir
sus ojos sobre mí, buscando los míos; ambas levantamos una ceja disimuladamente.
"Bueno ... gracias, Dante", dice Cesara. "¿Dime”–se inclina hacia adelante, con
una mirada inquisitiva en su cara–”de dónde eres?"
"Oh, uh, soy de New Hampshire", responde. "Estados Unidos”.
Levanto la mirada, uniéndome a Cesara mirándolo expectantes, esperando el
resto, pero eso parece ser todo.
Cesara asiente unas cuantas veces. “Y”, ella saca la palabra, “¿qué es eso qué
haces en New Hampshire, Estados Unidos, ¿Dante?" Ella está jugando con él.
Se ríe tensamente, dándose cuenta. "Oh, bueno, yo no, yo–yo ya no vivo allí.
He estado en Boston por cerca de diez años. Gran ciudad. Te gustaría”.
Cesara toma un sorbo de su vaso, probablemente porque es lo único que la
contiene de decir algo que no debería.

57
La sonrisa de Dante se va de su rostro. Él suspira, sus hombros caen
derrotados, y de repente es como si el verdadero Dante se hubiera hecho cargo del que
falló.
"Mira, no soy bueno en este tipo de mierda", dice, y las dos lo miramos
directamente. “Un tipo –mi jefe– me envió aquí para buscar a alguien; me pagó mucho
dinero. Nunca he hecho algo como esto antes. Y todo es realmente" – él mira alrededor
de la habitación— "bueno, es jodidamente raro. “Y" – se ríe ligeramente– "He estado en
metido en mierda muy duras, así que eso es decir mucho”.
Él tiene nuestra atención ahora; Cesara y yo a la vez nos inclinamos hacia
adelante con gran interés; mis instintos están pateando de nuevo, pero no estoy segura
Del por qué.
"¿Te envió aquí para buscar a quién, exactamente?" Cesara pregunta con
suspicacia.
“¿Quién es tu jefe?” Pregunto, conteniendo la respiración.
Algo parpadea dentro de la cabeza de Dante, y de repente, se ve como si
nuestro interés estuviera a punto de abrumar su pequeño cerebro. Debería haber
seguido jugando al Dante idiota, se lee en su rostro.
"También soy un asistente", dice, mirándome. "Del Sr. Amell Schreiber"–
(¿Dónde he escuchado ese nombre antes?) – “Es un hombre muy privado; tiene
problemas de ansiedad social, si saben lo que quiero decir. Yo le hago casi todo lo que
implique tener que salir en público: ir de compras, sentarme en su lugar durante las
reuniones, cosas así. Es difícil porque estaba bien metido en la adicción a heroína
cuando lo conocí, y bien lejos de saber todas las cosas que sé ahora” – agita una mano
al escenario– “algo como esto”.
"¿Y te envió aquí para encontrar a quién?", Repite Cesara, porque eso es todo
lo que le importa.
“Veinte a veintidós”, comienza Dante, “cabello oscuro, ojos azules, pequeños
senos; la chica que compré, tu chica, creo que es perfecta, pero voy a merodear por
acá y ver a las demás, por si acaso; quizás le lleve unas cuántas para que tenga de
donde elegir”. Se endereza la corbata; todavía está nervioso, puedo decir, pero dado
que es su primera vez, supongo que es de esperarse.
Prácticamente me derrito en un charco de alivio, pensé que él estaba aquí por
mí.
Wow, ¿Soy bastante creída o qué? Me lo quito de encima.
Creo que Cesara estaba pensando lo mismo, no que me buscara a mí, sino que
había sido implantado aquí para buscar una chica en particular que había sido
secuestrada. La miro y noto lo rápido que pierde el interés en él otra vez; suspira y se
acomoda en la silla.
Sintiendo que ha sobrepasado su bienvenida en nuestra mesa, Dante endereza
de nuevo su corbata y luego se inclina hasta la mitad de la cintura, lo que también es
extraño y embarazoso. "Bueno, fue un placer conocerlas", dice.
"Oh, igualmente", dice Cesara con una gran sonrisa forzada; ella incluso le
extiende la mano para un efecto añadido. "Espero que encuentres la chica perfecta
para tu… impresionante jefe”.

58
Dante atrapa ese golpe; una punzada de humillación parpadea en sus ojos por
un momento, pero sonríe, se la traga, se inclina para besar la mano de Cesara y nos
deja, haciéndome solo un gesto con la cabeza al pasar.
"Está siempre atenta a los infiltrados", advierte Cesara en voz baja. "No es fácil
entrar en estas subastas, hacemos todo lo posible para asegurarnos que cada asistente
es quien dice ser, pero nunca se sabe qué tipo de arañas podrían estar merodeando
entre nosotros.
Las mortales, Cesara. Las mortales. Sonrío, me inclino hacia ella y besos sus
labios rojos para mayor efecto.

59
Capítulo 13
Izabel
Día Tres – Media Mañana

Realmente puedo sentir algo en el aire; lo siento en mis huesos, en mis


desiguales latidos del corazón, en mis palmas sudorosas. Esta noche será muy diferente
a cualquier otra que haya pasado aquí desde que llegué con mis muñecas y tobillos
atados y mi cabello y cara ensangrentados. No sé qué es, pero sé que está aquí,
esperando en las sombras, en alguna parte.
Estoy en medio de las sábanas frías con Cesara en su gigantesca cama con
columnas, rodeada por paredes de estuco pintadas y un amplio espacio sin paredes
frente a nosotros que permite que la brisa y el sol de México entren en la habitación;
pisos de baldosas españolas se extienden varios metros en todas direcciones; lo único
que le falta a la habitación es una vista al mar.
La chica de Cesara espera cerca de la pared abierta; la mía, Sabine, está
sentada en el piso cerca la cama.
El calor del cuerpo desnudo de Cesara se enrosca alrededor del mío, con la
pierna envuelta en mi cintura. Peino su suave cabello con mis dedos.
"¿Alguna vez me vas a decir, Lydia", dice, "¿por qué realmente odias a los
hombres tan ferozmente como lo haces?” Sus dedos caminan a lo largo de mi cadera,
avanzando lentamente hacia mis muslos internos, y luego volviendo a subir.
"Los hombres son el cáncer de esta tierra", le digo. "Creo que nací odiándolos”.
"Sí, pero algo tuvo que pasar para que te sientas así, algo aparte del hombre
que mataste. Se necesita más de un hombre, un incidente, para volverse como lo
hiciste tú”. Ella levanta la cabeza de mi estómago y me mira. "Puedes decirme cualquier
cosa, quiero que lo hagas.
"¿Por qué?"
Ella presiona sus labios en mi ombligo. "Porque todos necesitamos a alguien en
quien podemos confiar, y hacerle confidencias, contarle nuestros secretos más
profundos y oscuros". Ella se abre camino hacia arriba y besa mis pechos. "Quiero ser
esa persona para ti, Lydia".
"No hace mucho querías matarme", le recuerdo.
Una pequeña bocanada de aire sale de su nariz; ella me sonríe. "Bueno, eso
fue antes de conocerte; había una razón por la que no te maté ese día, y ahora sé lo
que era”.
Ella avanza hacia mi cara, besa mis labios suavemente. Creo que está a punto
de decirme que tiene sentimientos por mí, pero cambia de marcha en el último
segundo.
Cesara se sienta erguida junto a mi cadera; mis ojos se deslizan por todo su
cuerpo, absorbiendo sus senos perfectos, su cintura suave y curvada que termina en un
trasero redondo, rechoncho.

60
Ella sonríe y dice: "Primero te diré lo mío, si eso te hace sentir mejor".
"Está bien", le digo. "¿Cuál es tu oscuro secreto, Cesara?"
La sonrisa alentadora se desvanece de su rostro, y mira hacia abajo, las manos
en su regazo.
"Yo solía ser una de ellas", confiesa, mirando a Sabine. "Yo tenía once cuando
mi madre y mi padre me vendieron por cincuenta mil pesos" – luce desanimada por
solo un momento— "Fue hace mucho tiempo, pero siempre se sentirá como ayer. Y
siempre los odiaré por eso.
"¿Nunca te vendieron?" Me levanto completamente ahora, y le doy toda mi
atención.
Ella sacude su cabeza. "No", responde ella, "pero no fue porque no fuera lo
suficientemente buena, alguien más me quería”. Sus ojos se desvían y veo el
sentimiento distintivo de que podría haber amado alguna vez a la persona de quién
hablaba.
"¿Quién era él?" Extiendo la mano y la pongo en su muslo para consolarla.
"¿O ella?"
Ella se detiene, y luego decide que quiere hablar de eso, después de todo.
“Su nombre era Javier; Él era el hermano mayor de Joaquín".
Los músculos de mi estómago se tensan; mantengo la cara seria, pero por
debajo de la máscara se encuentra una expresión llena de dolor. No es inusual, o una
coincidencia, que Cesara y yo compartamos esta parte de nuestras vidas –Javier tuvo
relaciones con muchas esclavas antes que yo, y probablemente también después de
mí– pero escuchar su nombre en sus labios, mirando a los ojos a una mujer que una
vez compartió la cama de Javier, tal como yo lo hice, es un shock para mi sistema, sin
embargo.
"Javier solía poseer todos los compuestos de Ruiz", dice ella. "Tomó interés en
mí, me alejó de las habitaciones del piso de tierra, de las institutrices repulsivas, y de
los crueles castigos de su hermana, y me trató como... una persona. Pensé que me
amaba, pero un día me echó a un lado”. Ella hace una aspiración profunda. “No es que
pueda quejarme, de verdad; él podría haber hecho mucho peor; él podría haberme
vendido, o echarme de nuevo con las otras chicas, pero él me entregó a Joaquín, y
Joaquín me dio un trabajo. Así es como me convertí en entrenadora, lo he estado
haciendo desde entonces”.
"¿Y este, 'Javier', nunca te dio una razón?", Le pregunto, consolándola. "¿Para
entregarte a Joaquín?
Ella sacude su cabeza rubia. “Javier nunca le dio razones a nadie, todo lo que
hacía, nadie lo cuestionaba, bueno, excepto talvez su hermana, Izel. Esa mujer era una
perra sin corazón. Celebré cuando descubrí que había sido asesinada”. Una sonrisa
atraviesa una cara por lo demás apesadumbrada.
Tú y yo, Cesara ... tú y yo.
La sonrisa se desvanece, sustituida por un indicativo de resentimiento. Ella
mira hacia el cielo azul; irritantes posibilidades corriendo por su mente, aparentemente.
"Pero hubo rumores", dice ella, todavía mirando hacia adelante. "Y alrededor de por
aquí, los rumores casi siempre son ciertos”.

61
"¿Qué tipo de rumores?"
Ella me mira y sonríe; sacude la cabeza y la vuelve hacia el cielo azul.
"Y sabía que eran ciertos porque incluso Izel hablaba de eso con tanto odio y venganza;
que esa era la única razón por la que deseaba que Izel nunca hubiera sido asesinada.
"Ella quería matar a esa chica, y ella lo habría hecho con el tiempo".
Ella se aleja del paisaje y me mira. "Todos dijeron que ella fue la caída de
Javier. Y lo fue”.
¿Izel?
"Había una esclava", continúa Cesara, "en un recinto diferente. Javier se
enamoró de ella. No como pensé que lo había hecho conmigo, o como lo hacía con las
otras chicas; no, esta era diferente, y tenían razón cuando dijeron que ella sería la
muerte de él. Pero él dejó a todos los demás a un lado por ella; perdió su camino… y
su vida”.
Mi corazón está en mi garganta; Trato de tragarlo, pero está atascado ahí,
ahogándome, latiendo en mis oídos. ¿Estoy manteniendo una cara calmada? Desearía
tener un espejo.
"La llamaron su princesa", dice Cesara, con el veneno en su voz, "la pequeña
víbora; la flor con pétalos envenenados. El gran Javier Ruiz, conocido por su liderazgo
inquebrantable, el corazón despiadado y las tácticas bárbaras no eran tan
inquebrantable, después de todo. El gigante fue derribado por una chica, reducido a
nada más que un recuerdo que se desvanece".
Es más que eso para ti, Cesara, o no hablarías de él con tal resentimiento.
Respiro hondo y trato de contener mi necesidad de preguntarle más sobre… mí.
"¿Cómo murió?", Pregunto en cambio, imaginando la noche en la casa de Samantha en
Texas”.
"Un asesino lo liquidó", dice ella. "Algunos dicen que la chica lo mató, pero yo
no creo eso – uno de los rumores que no son ciertos– de ninguna manera una esclava
podría hacer logrado eso. Javier puede haber sido cegado por esa perra, pero sé que
ella no era lo suficientemente buena como para matarlo".
Ahora soy yo quien que mira el cielo azul y la luz del sol, pero sin ver ninguno
de los dos”.
Me lo sacudo. Y le sonrío. "Pareces celosa, Cesara”. Me muevo más cerca, y
alejo el cabello de su cuello con el dorso de mi mano. "¿Debería estar preocupada?”
pregunto seductoramente, arrastrando la punta de mi lengua a lo largo de su garganta.
Ella me pone en su regazo desnudo, y yo la coloco a horcajadas. "No, Lydia"
ella susurra, moviendo su lengua contra mi pezón, mi pecho ahuecado dentro de su
mano. "Has hecho cosas, a mi ... mi corazón ... que Javier nunca pudo hacer”.
"Dime más", le digo, con voz entrecortada, aplastándome contra su regazo.
"Dime Lo que le he hecho a tu corazón”.
Su boca encuentra la mía, y nos besamos con febril intensidad; mis ojos revolotean
cuando siento el movimiento de sus dedos entre mis piernas.
Y entonces ella simplemente se detiene.
Abro los ojos y miro a los de ella.
Ella sonríe.

62
"Ese no fue el trato", susurra ella, rozando sus labios contra los míos. "Yo te
conté mi oscuro secreto, y ahora quiero saber el tuyo”.
"Dime lo que sientes por mí, Cesara", le digo, bésala suavemente. "Nunca
tenías que decirme ningún secreto oscuro para que me abriera contigo. Todo lo que
tenías que hacer era decirme cómo te sientes”.
Con sus brazos envueltos alrededor de mí, ella planta besos entre mis pechos.
"Me importas Lydia. Nadie nunca me ha importado así. Siento que puedo decir
cualquier cosa, ser cualquiera, y ...”
"¿Y qué? ¿Dime?” Le beso la cabeza.
"Siento que podríamos ir a cualquier parte juntas, matar a cualquiera que se
meta en nuestro camino. Imagina las cosas que podríamos hacer, Lydia”.
Mis caderas dejan de moverse; sostengo su cara en mis manos y la miro a los
ojos, hurgando en ellos. "Quieres salir de este lugar, ¿verdad?" Pregunto, sabiéndolo.
"Estás cansada de ser el trapo de Joaquín; estás cansada de la inmundicia, y de los ojos
hambrientos de los hombres que te siguen a dondequiera que vayas, cansada de que te
violen y sin poder hacer nada al respecto porque Joaquín te matará por matar a sus
hombres”.
Ya no hay nada carnal en la cara de Cesara; sus ojos están llenos de
oscuridad, el tipo de oscuridad que engendra a la gente como yo.
Me inclino más cerca, todavía sosteniendo su cara en mis manos, todavía
buscando sus ojos. "Estás cansada de ser propiedad de alguien", continúo, sabiendo
que la tengo en la palma de mis manos, literal y figurativamente, "cansada de vivir en
un mundo de hombres”, toco mis labios con los de ella; mis dedos presionan
ligeramente sus mejillas con énfasis— “Yo también, Cesara; Estoy tan jodidamente
cansada de seguir en las sombras de hombres. Y ... te seguiré a cualquier parte,
mataré a cualquiera que se interponga en nuestro camino, o quien trate de
detenernos”, la beso de nuevo, y mi boca permanece en la de ella, “todo lo que tienes
que hacer es decir la palabra”.
Después de un apasionado beso, Cesara me mira a los ojos como una mujer
diferente, con una nueva confianza, ella es finalmente quien quería que fuera desde
que la conocí, y sé que ahora puedo lograr que me diga casi cualquier cosa, sin temor a
que se torne suspicaz. Porque se está enamorando de mí, y el amor es la única fuerza
en el mundo que puede cegar a una persona, incluso las verdades más obvias.
“¿Cómo lo supiste?” Dice ella. "Sobre los guardias?"
"Lo noto cuando te miran", le digo, alejando su cabello de su cara. "No te
tienen miedo; se ven como hombres que saben que son los que tienen el control, y
están esperando su momento, esperando el momento adecuado. ¿Cuánto tiempo te
han estado haciendo esto?”
"Durante todo el tiempo que llevo aquí", dice solemnemente. "Desde que
Javier me dio a Joaquín, nunca se atrevieron a tocarme cuando Javier estaba vivo".
"Ellos pagarán", lo prometo, mirando profundamente a su rostro torturado.
"Nosotras seremos las que están esperando nuestro tiempo, esperando en las sombras
el momento adecuado; y antes de que salgamos de este lugar, juntas” – aprieto mis
manos contra sus mejillas – “Mataremos a cada uno de ellos".

63
"Sí", susurra ella. "Sí ...” Veo esa oscuridad en sus ojos bailando al ritmo de un
futuro completamente nuevo, uno de venganza y amor, deseo y peligro. " Sí, juntas
podemos convertir el mundo de un hombre en escombros; podemos caminar sobre los
huesos de los hombres; podemos bañarnos en la sangre de nuestros opresores, juntas,
Lydia, podemos hacer cualquier cosa".
"Sí. Podemos”. Le sonrío. "Es nuestro destino".
"¿Nunca te has preguntado", dice un momento después, "¿por qué los guardias
nunca te han molestado?”
"Un poco", le contesto. "Pero pensé que tenías algo que ver con eso".
Ella asiente. “Cuando viniste aquí por primera vez”, empieza, “ellos sabían que
no debían tocarte, porque ellos nunca tocan la mercancía. Pero después, cuando
empezaste a trabajar conmigo, les dije que Joaquín tenía los ojos en ti – técnicamente
no era una mentira– y que si uno de ellos alguna vez te tocaba, lo pagarían con sus
cabezas”.
"Me has estado protegiendo".
"Sí. Y te seguiré protegiendo. Por el tiempo que me dejes. Pero necesito
preguntarte algo”.
"Puedes preguntarme cualquier cosa", le digo de inmediato, aunque eso me
pone nerviosa. "Esa chica, Uma, con quien viniste aquí" – (¡Por fin puedo averiguar algo
sobre Naeva, y sin tener que tocar el tema!) – "Simplemente necesito saber: ¿era ella
especial para ti? Sé honesta. Reconozco un apego cuando lo veo”.
Ah, Cesara está celosa; Ella está preocupada de que mi corazón esté con otra
persona.
"Uma y yo formamos un pequeño vínculo en el camino aquí –técnicamente,
ella era el que hacía todo el enlace; yo simplemente le seguí la corriente”. Paso la
almohadilla de mi pulgar a lo largo de su mandíbula. "Pero no, ella no era especial para
mí. Y no me importa que le pase ¿Por qué lo preguntas?" Traducción: Por favor, dime
todo lo que sepas que le haya pasado.
"Solo quería asegurarme de que tus lealtades no estaban con otra mujer”, dice
Cesara. "La forma en que dio la cara por ti ese día – tenía que estar segura–, pero te
creo; lo puedo ver en tus ojos, que me estás diciendo la verdad”.
Sonrío por dentro, en el fondo donde ella no pueda verlo, porque si lo hacía,
sabría que me estaba riendo de ella. Cegada a las verdades más obvias ...
Beso sus labios y su barbilla y su frente – ah, la frente; un beso ahí y sabes
que el amor es real.
Después de un momento, digo: "Mi oscuro secreto, la razón por la que soy
quien soy, no es tan diferente al tuyo, Cesara". Si ella supiera ...
Ella inclina la cabeza, curiosamente, interesada.
"Prácticamente, fui regalada por mi madre a un hombre cuando tenía catorce
años. La odié por llevarme a ese lugar. Y la maté por ello”. Pongo mis manos entre
nosotras, y las miro. "Con estas manos, la maté”. Las dejo caer entre nosotros otra vez.
“Como tú, como tantas mujeres, fui violada, humillada; me mintieron, me amaron y me
traicionaron; y yo estaba cansada de ello. Después de que maté a mi madre, escapé del
hombre que me lavó el cerebro; dejé atrás todo ese mundo, y a mi hijo con él. Y desde

64
entonces, me he encontrado con tantos hombres como esos que me hicieron ser en lo
que me convertí. Y los maté a todos. Y los seguiré matando hasta el día en que me una
en el infierno que sea que me espera”.
Cesara me cubre la cara con las manos y me mira profundamente a los ojos
con compasión y dolor. “Los mataremos juntos, Lydia; tú y yo una fuerza imparable”.
"Viviremos, verdaderamente viviremos por una vez, y moriremos juntas", le
digo con convicción. ¿Dónde está mi Oscar?
Cesara me empuja sobre la cama, y me imagino solo la cara de Víctor por la
próxima hora.
¿Cómo llegué tan lejos? ¿Y qué me está pasando? Algo está sucediendo.
Cuando me desperté esta mañana, pude sentir las manos acechantes de la
inevitabilidad a mi alrededor, dentro de mí, y sabía que algo pasaría antes de que este
día terminara. Pero totalmente… asumí que era otra cosa; pensé que todo tendría que
ver con la subasta final de esta noche; estaba medio convencida de que descubriría el
verdadero Vonnegut.
Pero estaba equivocada sobre la fuente de ese sentimiento.
A pesar del acto digno de un Oscar, creo que he descubierto a la verdadera
Izabel.

65
Capítulo 14
Izabel
Tercer día – Final de la tarde

Faltan cuatro horas para que los compradores lleguen a la última subasta y
estoy al borde. No necesariamente porque es la gran noche, mi última oportunidad – a
menos que quiera estar aquí por más tiempo – de encontrar algo, cualquier cosa que
apunte en la dirección de Vonnegut, porque no sé cuánto más podré mantener a raya
los avances de Joaquín. No puedo matarlo. No aún. Él es el anfitrión; él hace todo lo
importante en la subasta – si no está, todo el mundo lo notará y entonces no habrá
show.
Con Sabine a rastras, y ambas ya vestidas para la noche, me muevo
rápidamente, pero con gracia, para no atraen atención no deseada a través del largo
pasillo hacia el teatro. Es temprano para ir hacia allá, pero está lleno de gente –
mayormente trabajadores– y cualquier lugar con gente es mejor que se atrapada sola
por Joaquín. Cesara atiende sus propios asuntos; algo acerca de un intruso en las
instalaciones; me imagino – y espero – que Joaquín se haya ido con ella.
“La–la vi”, Sabine habla baja y nerviosamente desde atrás.
Me paro en seco en el medio del pasillo, y me vuelvo a mirarla; mi instinto
primario me domina, y no es Izel – Es Izabel.
“¿Qué dijiste?” susurro duramente; aprieto su codo, pero sé que no la estoy
engañando – si fuera tan horrible como pretendo ser– Sabine ya estará en el piso
sangrando por la boca por hablarme sin permiso.
“T–tú amiga”, ella dice mirando al piso. “L–la vi”.
“¿De qué estás hablando?” Esto puede ser un truco; Joaquín, incluso Cesara,
podrían haber metido a Sabine en esto; tan pronto como el pensamiento me llega, Izel
finalmente me domina. Mi mano se eleva como un martillo y Sabine está en el piso un
segundo después.
Ella se revuelve hacia atrás sobre su trasero y sus manos, temblando, hay
sangre saliendo de su nariz. “Por favor… Yo… yo solo quería decirte que la vi”.
“¿A quién viste chica? ¡Habla!”
“Uma”, responde. “E–Ella estaba en el cuarto de duchas, con las otras chicas y
yo. Ayer yo” – se limpia la sangre de la nariz con el dorso de la mano– “y–yo la
escuché hablar”.
“No conozco ninguna Uma”, miento. Dime más por favor; dime todo lo que
sepas de Naeva. “¿Me estás acusando de algo chica?”
Ella sacude la cabeza rápidamente. “No, estoy arriesgándome. Mátame si
quieres; preferiría estar muerta que pasar otro día en este lugar. A–al menos habré
hecho algo por lo que me sienta bien”.
Vuelvo la cabeza rápidamente, mirando hacia el largo pasillo, a izquierda y
derecha preocupada de que alguien pudiera escuchar y entonces agarro a Sabine por el

66
brazo y la halo hasta ponerla de pie. Arrastrándola hacia un cuarto de lavado vacío
que usan los sirvientes, cierro la puerta tras de nosotros.
“¿Por qué me estás diciendo esto? la presiono, apretando mis dedos alrededor
de su brazo. ¿Y qué te hace pensar que conozco esta chica o que soy su amiga?”
Los ojos de Sabine se ven brillantes en el cuarto oscuro; la única luz es la que
entra por debajo de la puerta. Ella tiembla, y su cara se arruga con miedo, pero eso no
hace que deje de hablar.
“Esta mañana”, ella dice, “c–cuando estabas hablando con Cesara acerca de la
chica, ella dijo el nombre Uma. Ese era el nombre de la chica en el baño”.
La presiono. “Pero qué te hace pensar que yo…”
“P–porque le mentiste a Cesara”, Sabine me interrumpe y se encoge como si
pensara que la voy a golpear de nuevo. “Y p–porque no puedes engañarme; puedes
estar engañando a todos los demás, pero reconozco una buena persona cuando la veo.
M–mentiste para protegerla”.
Deshaciéndome del acto – porque de la misma forma que Sabine sabe que
miento, sé que ella me dice la verdad – mis hombros se desploman y dejo escapar el
aliento que había estado conteniendo por las últimas tres semanas.
“Por favor”, dijo en voz baja, “dime todo lo que sepas”.
Sabine sonríe suavemente, y deja de tartamudear mientras habla. “No es
mucho, lo siento, pero pensé que al menos querrías saber que aún está viva”.
“¿Cómo se ve?”
“Como el resto de nosotras: sin manchas y lista para ser vendida. Pienso que
la van a poner en subasta esta noche. Ella habló de cómo estaba segura que sería
vendida; pero lo que pensé que era extraño acerca de eso, era que no parecía
preocupada o temerosa. Parecía… deseosa”.
Leo Moreno. Él va a ser su comprador. No sé cómo Naeva lo hizo, pero estoy
impresionada.
“¿Qué más dijo?”
“No mucho. Ella era cuidadosa, como tú”. Ella curva sus pequeños dedos
alrededor de mi muñeca y eso provoca que la mire directamente. “No sé quién eres”,
dice, “y no te estoy pidiendo que me lo digas, pero sé una cosa”.
“¿Y qué es eso?”
“Dios te envió aquí”, dice, “He orado cada noche desde que me secuestraron, y
supe, casi desde la primera vez que me hablaste, que Él te envió”.
Yo me burlo, sacudiendo la cabeza. “Lo siento, pero Dios definitivamente no
me envió”.
“No, Él lo hizo, lo sé” – siento sus manos apretarse en mi muñeca– “Lo veo en
ti, lo que estás haciendo en Su nombre, sin saberlo”.
Oh genial, una fanática religiosa.
“Quieres ayudarnos a salir de aquí”, continua, “y lo harás, porque es la
voluntad de Dios”.
“¿No te has preguntado por qué Dios permitió que te secuestraran en primer
lugar?”

67
“Eso no importa”, dice, y sé que no importa lo que yo diga, no la voy a
convencer de lo contrario.

Voces se entrelazan por el pasillo más allá de la puerta; agarro el brazo de


Sabine y la halo hacia mí. “Shhhh”.
Las voces se hacen más claras mientras me acercan y mi estómago nada en un
mar de ansiedad cuando me doy cuenta que uno de los hombres es Joaquín. Los
pasos se aproximan y entonces la luz del pasillo parpadea mientras ellos pasan la
puerta. Diez segundos se sienten eternos mientras estamos paradas inmóviles, apenas
respirando, en el cuarto de lavado, rodeadas de toallas de baño y sábanas y estantes
llenos de rollos de papel de baño y cajas de pequeños jabones y champús.
Finalmente, la libero y le doy vuelta, mis manos apretadas en sus pequeños
hombros. “Esta conversación nunca sucedió”, le advierto. “Cuando volvamos allá
afuera, no puedes actuar ni siquiera ligeramente diferente, ¿entendido?”
Ella asiente.
“No puedo prometerte que podré sacarte a ti o a cualquier otra de aquí; así
que, por favor, te estoy rogando que no te llenes de esperanza”.
Ella sonríe, y todo en mí me dice que Sabine está llena de esperanza que da
para las dos. Y eso es desafortunado.
Abro la puerta suavemente, y miro a través de la abertura, echando un ojo
hacia el pasillo por donde se fue Joaquín. Con la confianza suficiente para moverme,
termino de abrir la puerta y salgo hacia el pasillo, halando a Sabine con mi mano
apretada alrededor de su codo.
“Se confundió de puerta” escucho a Joaquín decir detrás de mí y me vuelvo
rápidamente. “Pensaba que era el cuarto de lavado alrededor de la esquina;
aparentemente, el idiota que vigila las cámaras ha estado trabajando en esta mansión
por cinco años y aún se confunde con los pasillos”.
“Lo siento señor”, el hombre, presumiblemente el idiota que vigila las cámaras
dice. “Todos los pasillos se ven iguales”.
Joaquín le hace un gesto para que se aleje y el hombre nos deja paradas aquí.
Solas. En el predicamento que he tratado de evitar todo el día, pero ahora es peor,
mucho, mucho peor.
“¿Qué quieres Joaquín?” elevo la barbilla, sus ojos estudiándome con
curiosidad y hambre, pero mayormente, él quiere saber qué estaba haciendo yo en el
cuarto de lavado con mi esclava.
Y tengo una respuesta para él.
“¿Qué exactamente estabas haciendo…?”
“Parece que la privacidad no existe en este lugar”, le digo. “¿Nunca has metido
a una chica en un closet?”
La sonrisa de Joaquín es tan escurridiza como él. “Por supuesto” dice, mirando
hacia Sabine sin mover la cabeza, y luego de vuelta a mí. “Pero no espera que tú – él
se encoje de hombros con arrogancia – “sabes, teniendo a Cesara en la punta de tus
dedos cada vez que quieres”.

68
“Lo que tengo con Cesara es diferente”, lo miro directo a los ojos, retándolo a
amenazarme. “Cesara y yo tenemos un acuerdo”.
“Entonces a Cesara no le importará si ella – gira su mano –“de alguna manera
se entera que has estado obteniendo placer de alguien que no sea ella”.
“Estoy segura de que ella lo hace todo el tiempo”, le respondo. “Esto es solo
sexo. Con Cesara es mucho más que eso. Y ella lo sabe. Adelante, ve y dile, pero eso
solo te hará lucir como pedazo de mierda celoso y débil”.
Su boca se tuerce hacia un lado, indicando su molestia con tener que estar de
acuerdo conmigo.
La mirada de Joaquín se vira bruscamente de mí a Sabine que está detrás de
mí.
“Sabes qué”, dice cambiando su comportamiento. “No te creo”.
Mierda.
“¿Qué es lo que no crees exactamente?”
Mierda. Mierda. Mierda.
Él da otro paso adelante y yo también lo hago, para evitar que se acerque más
a Sabine, pero él agarra mi hombro y me detiene. Mira directamente a mi cara,
retándome ahora a amenazarlo a él. “Recuerda tu lugar Lydia”, dice fríamente. “Estás
viva hasta tanto yo lo permita; solo te me negarás hasta que yo lo permita” – se inclina
hacia mi oído– “estoy jugando este juego porque me gusta; así que no confundas mi
reticencia con debilidad. Ahora. Hazte a un lado”.
Enseñándole los dientes, hago lo que dice.
Él toma a Sabine del brazo, sin apartar los ojos de los míos. Levanta su
vestido exponiendo su cuerpo desnudo de la cintura para abajo. Sé que ella quiere
mirarme, esperando que yo lo detenga de alguna manera, pero ella no lo hace porque
no puede y yo no hago porque tampoco puedo.
Joaquín desliza sus manos entre sus piernas, “ella no está mojada”, dice,
entonces se agacha frente a ella, mirándome. “¿Por qué no está mojada?”.
Le gruño. “Porque te escuché caminar con el pasillo y lo tomé como una señal
para detenerme”.
Con su mano moviéndose, los ojos de Sabine van de un miedo contenido al
comienzo del placer, pero él mantiene una cara seria y sin emoción.
Él se pone de pie, dejando caer su vestido.
“Recuerda Lydia”, susurra cerca de mi oído, colocando sus dedos húmedos en
mis labios. “Yo soy quien tiene el control aquí; no tú, no Cesara… Yo”.
De hecho, Joaquín, eso no es verdad y lo sabes.
“Te tendré – dispuesta– antes que esta semana termine”, continúa, tan seguro
de sí mismo que me hace reír por dentro. “Y cuando termine contigo, no querrás tener
nada que ver con Cesara, o esta belleza de pelo oscuro quien se estimula tan
fácilmente”. Pone sus dedos en mi boca para que pueda probar su Víctoria.
“No llegues tarde esta noche”, me dice, ajustando las solapas de su chaqueta,
“en esta noche de todas las noches”. Una sonrisa misteriosa aparece en su cara; se da
la vuelta y camina por el resto del pasillo, desapareciendo alrededor de la esquina.

69
¿En esta noche de todas las noches? ¿Podría ser más críptico? Bueno, sea lo
que sea que quiso decir, parece haber hecho su trabajo en triplicar mi nivel de nervios.
Observando las paredes y techos con más detenimiento, busco la cámara
oculta que me expuso, pero nunca la encuentro. Me pongo mis zapatos de ama–
esclava de nuevo y agarro a Sabine por la parte de atrás de su cuello y la empujo hacia
adelante. “Muévete”, le ordeno y Sabine hace lo que le digo sin titubear.

70
Capítulo 15
Nora
“¿Estás bromeando verdad?” digo al sudado teléfono presionado en mi oído.
“Estamos hasta las rodillas de mierda por aquí; si nos vamos ahora, vamos a perder el
rastro de Artemisa. ¿Estás seguro que quieres correr ese riesgo?”
“Esas son mis órdenes”, dice Víctor del otro lado. “Deja lo que estás haciendo,
toma el primer vuelo a México y encuéntrate con mi contacto en la dirección que te di”.
“Ella nunca te perdonará por esto”, le digo, y sacudo mi cabeza hacia Osiris y
la puta de su hermana, Hestia, que esperan noticias; pero ellos ya tienen una idea de lo
que se trata esta llamada.
“No vas a interferir”, me dice él. “Solo te quiero allí en caso que algo salga
mal”.
“Si algo sale mal, entonces esperarás que la ayude y eso es interferir. Además,
dudo que, incluso tomando el primer vuelo, lleguemos allá antes que la subasta
termine”.
“Están más cerca que yo”, dice Víctor.
“No voy a ir al jodido México”, interrumpe Osiris. “Esa chica me importa dos
mierdas; estamos trabajando para encontrar a nuestro hermano y hermana, y eso es
todo”.
“No nos anotamos para esto”, añade Hestia.
“Dile que no espero que vayan contigo ni tampoco quiero que lo hagan”, dice
Víctor que fue capaz de oír las voces a mi lado. “Primer vuelo”, recapitula. “Toda tu
identificación e invitación estará con mi contacto. Vístete apropiadamente; estarás
representando una compradora”.
“Ella va a verme Víctor – ella te advirtió acerca de interferir y sabes tan bien
como yo que eso significa ir allí de esta manera. En realidad, de esta forma es peor–
ella pensará que estamos haciendo de niñeras; eso sería suficiente para molestarme a
mí, eso es seguro. ¿Por qué no mandas a Niklas?”
“No puede ser contactado”.
“¿Fredrik?”
“Haz lo que digo”.
Termina la llamada.
Dejo caer el teléfono a mi lado y suspiro profundamente, seria y jodidamente
enojada.
“No puedo creer que él quiera que haga esto”, dijo, aunque más para mí
misma. “Estamos así de cerca” – presiono mi pulgar e índice a una pulgada de distancia
enfrente de mi ojo entrecerrado– “y él quiere joderlo todo porque él... Dios, odio
incluso decirlo”.
“¿Qué? ¿Qué la ama? Dice Osiris. ¿Muy celosa?”
Mi cara se arruga. “Oh infiernos no, yo no me enamoro. Solo me disgusta es
todo. No me importa quien sea”.
“Mujer sabia”, agrega Hestia, y por primera vez desde que empezamos a
trabajar juntas, estamos de acuerdo en algo.

71
Pienso en ello por un momento, mirando entre Osiris y Hestia parados bajo en
sol poniente. Nos vemos como asesinos sospechosos que salieron justo de un
videojuego, vestidos de negro de pies a cabeza, con armas en las caderas, nuestras
botas y nuestras espaldas; la brisa soplando dramáticamente a través de mi largo
cabello rubio mientras estoy parada en la azotea del edificio más alto de la ciudad; el
olor de la cacería se siente fuertemente en el aire; la sensación fría y hormigueante de
excitación corriendo por mi espina dorsal. Para esto es que vivo – la caza, la
persecución, el juego, la captura – no para hacer de niñera de alguien que no lo
necesita. O solo hacer de niñera.
“Vámonos”, le digo a Osiris y Hestia, haciendo un gesto para que me sigan.
“No vamos contigo, ¿recuerdas?” apunta Osiris.
Me doy la vuelta. “Yo tampoco voy a México. Vamos; volvamos a trabajar
antes que perdamos el rastro de tu hermana”.
Osiris eleva una ceja oscura en esa sexy y esculpida cara morena de dios – aún
no lo he conseguido, pero está en mi lista de cosas por hacer.
“¿Estás segura que es una buena idea?” me pregunta él.
A Hestia no le importa una cosa u otra, está lista para moverse como yo lo
hago.
“Víctor lo superará”, le digo.
“Bueno, estoy hablando de la chica”, dice Osiris. “Si algo le pasa a ella, no creo
que Víctor sea tan indulgente”.
“Izabel puede lidiar consigo misma” – saco el arma de mi cadera, reviso la
recámara y la vuelvo a guardar – “y tan pronto Víctor y todo el mundo en su Orden se
den cuenta de ello, y dejen de ocupar tanto tiempo en ella, la organización será mucho
mejor”. Apunto un dedo hacia ellos. “Recuerden lo que digo: si todo el mundo
continúa enfocándose en el bienestar de ella, en lugar de dejarla cometer sus propios
errores, Izabel provocará la caída de la Orden de Víctor y probablemente la muerte de
todos en ella”.
“¿Eso no te incluye a ti?” pregunta Hestia.
“Nah” – sacudo mi cabeza, frunzo mis labios – “definitivamente a mí no. Ya me
di cuenta que ella puede manejarse bien; ese es el por qué no voy a ir a México”.
Me doy la vuelta y me dirijo hacia la puerta de la azotea. “¿Vienen o no?”
Ellos me siguen afuera.

72
Capítulo 16
Víctor
Aprieto los dientes y lanzo el teléfono celular en la silla detrás de mí en la que
todavía no me he sentado. La pistola se siente pesada en mi otra mano; quiero usarla,
pero no puedo, aunque cuanto más la sostenga, más siento que la otra parte de mí se
hará cargo y apretará el gatillo.
También pongo el arma a un lado, junto a un montón de revistas viejas, sin
confiar en mí mismo. Apolo morirá por lo que él y Artemisa le hicieron a Izabel, pero lo
necesito vivo para atraer a su gemela, para que ella pueda morir con él. Osiris y Hestia
pueden estar cerca y tras el rastro de Artemisa, pero la mejor manera de atraparla es
con cebo. Y en la casa de Dina Gregory, donde es más probable que esté Izabel, es el
mejor lugar para atraerla. Izabel sabía esto, es por eso que mantuvo a Apolo aquí
abajo, pero también tengo la sensación de que no era la única razón.
"Deberías decirle a mi hermano y a mi hermana que dije hola, y que los
extraño", dice Apolo con sarcasmo.
Cuando no respondo, él intenta otra cosa: "De hecho, prefiero esta silla de
ruedas", dice, "a la cama del hospital en el que el psicópata me tenía, lo aprecio,
hombre. Realmente me cansé de mirar al techo”. Él me mira. "Pero esta mierda de acá
para allá", continúa divagando, "se está volviendo agotadora. Ustedes están locos, lo
saben, ¿verdad? Quiero decir, joder, nunca he visto tanto drama, y vengo de una gran
familia jodida; y tú conoces a mi familia, Víctor, por lo que es mucho decir". Hace una
pausa. "Oye, ¿quieres saber algo?"
"No, Apolo, no quiero".
"Tu chica", dice de todas formas, "parece como enojada contigo, quiero decir.
¿Qué le hiciste? No hace falta ser un genio para darse cuenta de que nunca te dijo que
me tenía aquí. Y ese otro tipo, Big Fred, como sea, cuando ella le habla a él, tiene ese
brillo en sus ojos, si sabes a qué me refiero. La escuché por teléfono con él un día.
Debes enseñar a tu chica a no tener conversaciones privadas frente a los prisioneros".
Él dirá cualquier cosa para meterse debajo de mi piel, casi me la creí hasta su
insinuación sobre Izabel y Fredrik. Eso es completamente falso. Sobre estar enojada
conmigo, eso es más que plausible.
Aun así, no ofrezco respuesta. Me concentro en los sonidos de la casa,
buscando señales de Artemisa. Pienso en que Izabel me ocultó esto, –teniendo a Apolo
todo el tiempo y sin decírmelo–, algo en lo que había pensado antes que él lo
mencionara. Pero por mucho que me decepcione, no sé compara que Fredrik lo supiera
y no me dijera. Él conspiró con Izabel en mi contra, y es algo que no puedo perdonar.
La confianza que tenía en él se ha ido.
“Yo estaría enojado como el infierno, hermano”, dice él, “si mi mujer me
hiciera alguna mierda como esta; dejarme en la oscuridad – mírate ahí, ¡haciendo el
trabajo de un agente novato– Jajaja!
Mi pecho y hombros suben y bajan; finalmente él capta mi atención. Me alejo
de mis pensamientos para responderle.

73
“Pero quizás es donde preferirías estar de todas formas”, continúa. “¿Por qué
no estás tú allí Víctor? ¿En México? – él se ríe por lo bajo– “quiero decir, solo me
parece divertido, como afirmas amar tanto a esa mujer – más de lo que nunca amaste
a mi hermana – pero aquí estás, conmigo en este sótano polvoriento” – sus ojos
escanean el área– “en lugar de esta en México, donde tu mujer está por encima de su
bella cabeza pelirroja”.
“Es complicado”, le digo. Me frustra que Apolo me está provocando con su
conversación y estoy mordiendo el cebo.
“Complicado es una subestimación. ¿Qué rayos te pasó Faust? Bueno, sé lo
que pasó – ¡perdiste tu mierda! – Pero ¿cómo dejaste que pasara? En serio hombre,
quiero saber; sabes, para asegurarme de que nunca me pase a mí. Él hace una mueca.
“No te pasará Apolo”.
Él arquea una ceja. “Oh, ¿cómo puedes estar tan seguro?”
“No vivirás lo suficiente para conocer otra mujer de la cuál enamorarte”.
“Ya veo” Él asiente, sin afectarse por amenazas verbales.
Me siento en la silla, subo un tobillo a la rodilla y uno mis manos en mi regazo.
“Oh vamos Víctor; sabes que quieres estar allí, cuidándola tú mismo”.
“Lo tengo bajo control”.
“¿Lo haces?” me pulla. “O te estás haciendo creer eso a ti mismo?”
“Hablas demasiado Apolo”.
Él sonríe, mostrando sus dientes.
"Sí, es algo mío; me gusta una buena conversación".
"Entonces debes estar terriblemente decepcionado", me burlo en respuesta,
"así que, tal vez deberías cerrar la boca”.
Él sonríe.
"Sabes lo que le harán a ella allí", continúa. "Sabes que probablemente ya se lo
hayan hecho una y otra vez…”
Me desplazó rápidamente a través de la habitación en un borrón; los ojos de
Apolo se abultan en su cara mientras mi mano le sujeta alrededor de la garganta con
toda la fuerza que puedo convocar. Miro abajo hacia sus ojos, mis labios estirados
apretados sobre mis dientes, mi cabeza ardiendo como un fuego ardiente, propagación,
propagación, propagación. Se ahoga, jadeando por aire, su lengua hinchada en su
boca; aprieto más fuerte, la rabia en mi cabeza quemando con más fuerza. El blanco
de sus ojos se muestra y sus párpados tiemblan. “Jodidamente no me pongas a prueba
Apolo Stone” – la fuerza de mi mano golpea su cabeza en la pared detrás de él–
“porque puedo encontrar a tu hermana sin ti; solo estás vivo porque de esta manera es
más rápido”. Rechinando mis dientes, lo mantengo retenido por un segundo más y
luego lo suelto.
Apolo tose en un ataque de locura; la vida se precipita de nuevo en su cara; la
humedad se asienta alrededor de sus ojos.
Caigo pesadamente en la silla, mis brazos colgando flojamente a mis costados,
mi espalda encorvada, mi respiración agitada. ¿Qué está mal conmigo? Debo
concentrarme.
No puedo dejar que este hombre me afecte.

74
Entonces suspiro, dándome cuenta. No es Apolo el que me afecta, es Izabel. Y
no sé qué hacer con ello. Todo lo que sé es que no puedo pasar demasiado tiempo con
Apolo y Artemisa; Necesito estar preparado en caso de que...
Una oleada de energía inunda mi cuerpo; acerco la silla a él y me siento justo
delante de él. No puedo creer que esté a punto de hacer esto, pero viendo como cada
día soy más y más diferente a mí mismo, solo sigo la corriente. Hasta que pueda
arreglarlo.
"Maldita sea" —Apolo tose, aun tratando de recuperar el aliento— "¡Te has
roto en serio!" Se aclara la garganta y luego se ríe.
"Corta el sarcasmo, Apolo", le digo, "te voy a hacer un favor".
"Estoy escuchando", dice, con duda sospechosa.
"Voy a dejarte ir" – (su ceja izquierda se eleva más que la otra) – "y la razón
por la que te voy a dejar ir…"
"Es para enseñarle una lección a tu mujer", termina por mí sonriendo.
"Tienes esa mirada en tus ojos. Guau ... yo uh ... bueno, tengo que decir, la
venganza realmente no te queda bien. Quiero decir, realmente no te queda".
"¿Te parece que me importa cómo luce?"
Él se ríe, sacudiendo la cabeza. "En realidad, no, honestamente no...
¡Guaaauuuu! ¿Todavía estoy jodido por esa mierda con qué me inyectó el Alto–Oscuro–
y–Psicótico? Debo estarlo. Porque si no es eso, entonces este mundo debe haber
golpeado un infierno...” Se detiene a mitad de la frase, y solo me mira, la comprensión
llena las líneas en su rostro.
"¿Vas en serio?"
"Sí. Nunca me han conocido por mis chistes”.
Se ríe, haciendo un ruido con el aliento. "Sí, supongo que tienes
razón...aunque deberías probar algunos en algún momento; la risa podría hacerte un
poco de bien. Espera, ¿cuál es el precio? Por supuesto que hay un precio".
Me inclino hacia él, dejando caer mis manos entre mis piernas.
“Quiero que tú y Artemisa dejen a Izabel en paz. Llamaré a todas las personas
que tengo buscándolos, retiraré las recompensas en sus cabezas, y yo mismo te dejaré
ser, dejaré que vivas tu patética vida sin tener que mirar por encima de tus hombros,
solo dejen a Izabel en paz". Si mato a Apolo aquí, ningún acuerdo como este podría
haberse hecho, y Artemisa cazaría a Izabel por siempre.
"Oh, vamos, Víctor", dice con diversión, "ya conoces a Artemisa; ella no será
tan fácil de convencer, sin mencionar a esa mujer tuya; creo que su nivel de venganza
de “NO–TE–ATREVAS–A–PARARME–HIJO–DE–PUTA”, está justo a la par del de mi
hermana, porque dudo que ella deje de buscar a Artemisa”.
"Apolo, tú sabes cómo convencer a Artemisa de cualquier cosa", le digo.
"Sabes tan bien como yo que pudiste haber detenido todo esto antes de que
sucediera, pero elegiste dejarla seguir adelante”. Lo miro más de cerca, inclinándome
hacia adelante en la silla. "Yo me encargaré de Izabel. Tu trata con Artemisa. Nadie
muere. Todos continuamos viviendo las vidas cortas y llenas de acontecimientos que
siempre estuvimos destinados a tener. ¿Tengo tu palabra?”
Él sonríe, con los labios cerrados. “¿Podrías creer en mi palabra si te la diera?”

75
"Supongo que no tendré otra opción", le digo. "Pero recuerda, si alguno de
ustedes vuelve a perseguir a Izabel, utilizando cualquier método, los encontraré a
ambos y los mataré a los dos y nada en este mundo los salvará”.
Apolo lo piensa un momento, mordiéndose el interior de la mejilla.
"Está bien", dice con un breve asentimiento, "tienes mi palabra".
Después de un momento de mi propia reflexión, hablando conmigo mismo
respecto a hacer esto, le desato las piernas y luego las muñecas.
Apolo se levanta lentamente de la silla de ruedas desvencijada, y sus piernas,
débiles por no haber sido usadas en tanto tiempo, casi le fallan, pero recupera el
equilibrio. Él extiende sus brazos a los costados, en el aire; él rueda su cuello de lado a
lado. Y luego me mira y vuelve a mirar el arma que tengo en la mano.
"Realmente amas a esa mujer", dice, esta vez con menos burla y más
comprensión. "Si solo hubieras amado a mi hermana de esa manera – la jodiste
hombre, le arrancaste el corazón; creaste algo vicioso y cruel”.
“Lo sé. Y un día espero pagar por lo que hice. Algún día espero que ella
pueda… entenderme”. Hago una pausa, asegurándome de si quiero o no decir esto.
"Apolo ... Artemisa nunca dejó de importarme. Hice lo que tenía que hacer, lo que elegí
hacer, lo sé, soy culpable, pero entonces era un hombre diferente; ni siquiera era un
hombre. Yo era un producto; una máquina construida por manos de hombres,
entrenada desde niño para pensar y actuar solo como me enseñaron. Fue todo lo que
conocí durante mucho tiempo. Nunca le pediría o esperaría que Artemisa perdonara lo
que le hice; solo quiero que ella lo entienda algún día”. Bajé la cabeza.
"Ah, entonces, ¿de eso se trata?" dice Apolo; inclina su cabeza hacia un lado, y
luego al otro. "No es venganza porque tu mujer te dejó en la oscuridad; tú...”, se ríe,
“no puedo creer que esté viendo esto".
"¿Viendo qué?"
Él sonríe. "Eres un hombre diferente, Víctor, eso es seguro".
Luego se da vuelta y se dirige a las escaleras del sótano; se detiene con un pie
desnudo en el escalón más bajo y se vuelve a mirarme.
"Sé que no puedes decirlo", comienza, "porque te hará sentir más culpable de
lo que ya estás, pero no tienes que decirlo, lo veo por encima de ti”.
"¿Decir qué, Apolo?" Trago saliva. "¿Ver qué?"
Él sonríe. "Que todavía estás enamorado de mi hermana".
No digo nada. En su lugar, miro la pared.
"Te conozco, Víctor, Artemisa te conoce, y si realmente la quisieras muerta, ya
la habrías encontrado. Sabes que está aquí, en Arizona, y lo has sabido todo el tiempo.
Y me estás dejando ir porque, como ya lo dijiste, sabes que ella me escuchará. Y
porque quieres que yo, sin tener que preguntar, le diga que todavía la amas”.
Me siento pesadamente en la silla otra vez, dejando caer mis manos entre mis
piernas; mi cabeza cae cerca de mis hombros caídos.
Después de un momento, levanto la cabeza y lo miro.
"Solo dile a tu hermana que deje a Izabel en paz", le reitero. La he puesto a
través de suficiente. Y… estoy cansado de hacerlo”.
Mi mirada se desvía hacia la pared otra vez.

76
Apolo deja caer su pie desde el escalón inferior; Su rostro está envuelto en
sombras.
"Me equivoqué antes, acerca de hacerte sentir peor", dice. "Si lo dices,
probablemente te hará sentir mejor”.
"Vete, Apolo, antes de que cambie de opinión".
"No cambiarás de opinión".
Lo miro con curiosidad.
"Sólo dilo. Admítelo para ti mismo. En voz alta. Siempre es más real cuando se
en voz alta. Realístico ¿Es esa una palabra?”
"Apolo ... si no te vas ...”
“Si quieres que le diga la verdad a mi hermana; si quieres que la detenga,
entonces quiero que me digas la verdad. Solo quiero escucharte decirlo. Dilo, Víctor, y
puedo garantizarte que en mi vida Artemisa nunca volverá a molestar a Izabel. Sólo
dilo”.
"No”.
"Dilo. ¡Vamos, hombre, solo dilo!
Me pongo de pie, un puño cerrado a mi lado.
Apolo sonríe; Sus dientes blancos visibles entre las sombras.
Da un paso adelante, y pone su cara a la vista.
Y espera.
Lentamente, levanto mis ojos a los de él otra vez. Y le digo lo que quiere
escuchar: “Amo a Izabel ... pero no tanto como a Artemisa". Me tiemblan las manos;
voy aún más lejos, aunque él no pregunta, porque sé que lo necesito ... tengo que
hacerlo.
"Lo que le hice a Artemisa es mi arrepentimiento número uno, y siempre lo ha
sido. Creo que ... he estado usando a Izabel, sin saberlo, para compensar lo que le hice
a Artemisa. Ella era mi oportunidad de hacer las paces conmigo mismo, de comenzar de
nuevo, de hacer las cosas bien. Pero con el tiempo, comencé a ver que Izabel nunca
podría reemplazar a Artemisa; ella nunca podría devolverla a la vida; ella nunca podría
revertir el peor error que he cometido. Y ahora he ido demasiado lejos, y aunque no
quiero prolongar mi vida con Izabel, no quiero ser la razón por la que se le niegue la
oportunidad de prolongar su vida con otra persona".
Apolo parpadea, aturdido. "Guau", dice, sacudiendo la cabeza. "No esperaba
eso, pero respeto tu necesidad de sacarlo de tu pecho. Todos llevamos cargas pesadas,
hombre. Algunos más que otros. Obviamente”.
Él suspira. "¿Sabes qué, Víctor? Estabas equivocado en una cosa: Izabel, en
cierto modo, devolvió a Artemisa a la vida".
Mis ojos lo encuentran en la oscuridad.
Apolo sube las escaleras del sótano, dejándome solo con mis pensamientos.

77
78
Capítulo 17
Izabel

Día 3 – Al final de la tarde

El teatro se veía igual que las primeras dos noches, pero la atmósfera había
cambiado. Los compradores que llegaban en dos y cuatro incluso se sentían diferentes;
es el dinero – los más ricos frecuentemente significaba que eran los más corruptos. Es
como si yo pudiera saborear la corrupción – me imagino que el blanqueador sabe igual.
Llenando de aire mis pulmones, enderezo mis hombros, echo una mirada atrás a
Sabine, y entonces seguimos a Cesara a través de la multitud hacia nuestra mesa.
Sabine, como siempre, se sienta en el piso a mis pies; pero incluso ella es diferente; se
sienta más cerca, presionada contra mi pierna como un perro leal que quiere estar lo
más cerca posible de su amante dueño. Demasiada esperanza Sabine. Demasiada
esperanza…
Joaquín sube al escenario; el sonido de sus zapatos de vestir taconeando contra
el piso hace eco a través del amplio espacio; el micrófono enganchado a la solapa de la
chaqueta de su traje hace sonidos extraños mientras se roza con la tela; escucho el
zumbido de luces eléctricas encima de los altos techos; el susurro suave de las
conversaciones; el crujido de las ropas; el tintineo de los vasos – mi cabeza está dando
un poco de vueltas– la anticipación de esta noche acrecentándose en mi sangre con
cada minuto que pasa.
Por el rabillo del ojo, veo el hombre del otro día – Dante – caminando hacia su
mesa; me mira directamente, asiente con esa sonrisa nerviosa que lo distingue de
todos los demás aquí, y entonces toma asiento. Que tipo más extraño ese; lo
suficientemente interesante para ser notado, pero lo suficientemente irrelevante para
ser ignorado.
Tomo nota de cada invitado que pasa a través de las puertas, archivando cada
uno en mi cabeza, garabateando anotaciones en los márgenes y frustrándome porque
hasta ahora, ni uno de ellos se sentía como el “único”. De todas maneras, no sé lo que
estaba pensando. Hay muchos lugares en el mundo en los que Vonnegut podría estar;
y aquí, esta noche, en el mismo día en que esperaría encontrarlo, de acuerdo con el
universo, probablemente este sería el último sitio en el que probablemente él
aparecería mágicamente. Pero, ¿qué otros planes tenía? ¿Qué otras pistas tenía yo, o
Víctor o cualquiera de nosotros, fuera de esta? Ninguna. Ni una jodida pista. Y si esta
noche no consigo una idea del verdadero Vonnegut, entonces tendré que quedarme
aquí representando mi papel hasta que la consiga.
“Y aquí viene ella”, Cesara susurra a mi lado en tono cantarín.
Echo una mirada a la entrada sur – como lo hace todo el mundo en el salón–
mientras Frances Lockhart entra paseándose por el pasillo como si hubiera paparazis
tirándole fotos a su cara y hubiera una alfombra roja debajo de sus tacones de aguja;

79
sus dos guardaespaldas musculosos la siguen bien de cerca, así como las trece chicas
que compró la primera noche. Qué raro.
“Es mejor que mi mesa no esté ocupada”, dice en voz alta para que todo el que
está cerca la escuche. “Es mi mesa y no me voy a sentar en ningún otro lugar”.
“No esperaba verla esta noche”, le digo a Cesara.
“Nadie lo hacía”, acuerda Cesara. “Probablemente le rogó a Papi que le enviara
más dinero. Por lo menos, esto será interesante”.
“Sí, por lo menos”, hago eco, mi voz disminuyendo.
“No puedo decir que haya visto un comprador venir con tantas chicas”, añade
Cesara. “Se ve como un harén – como una chica de sociedad de Hollywood con un
harén”. Sacude su cabeza ante el absurdo.
Después que un sirviente saca la silla para Frances, ella se sienta y lo despide
con un gesto de la mano. “Vete antes que te roces con alguna de mis chicas, ¡vete!” le
espeta y el sirviente se apresura a irse.
Frances eleva la mirada notando los ojos en ella, hace una pausa para advertir el
desgrado de ellos y entonces los abarca con una mirada de enojo; su boca se abre con
un resoplido. ¿Hay algo que necesiten? Pregunta burlonamente y todos apartan la
mirada.
Frances gruñe, y tan rápido como los invitados desvían su atención, ella pierde
interés y se enfoca en sus chicas. "No, no", argumenta Frances, señalándolas, “te
quiero aquí – y tú, siéntate junto a ella– no, tú. Sí, te sientas al otro lado de ella”.
Pocos pueden apartar sus ojos del espectáculo que es la señorita Frances
Lockhart, pero todos lo hacen de la manera menos invasiva; la miran disimuladamente
con una mirada de disgusto; algunos incluso se muestran abiertamente ofendidos por el
hecho de que en medio de ellos se permita a una persona grosera y ruidosa como lo es
Frances. Cesara y yo, por otro lado, esperamos la actuación dramática de la mujer.
La mano de Cesara toca mi brazo sobre la mesa. "Y aquí viene Calista", susurra
cuando una mujer de largo cabello negro oscuro se dirige hacia nuestra mesa como un
fantasma que se desliza con gracia a través de una habitación.
Mentalmente, me preparo y me pongo de inmediato en personaje. Enroscando
mi brazo derecho alrededor de la parte posterior del cuello de Cesara, mi mano
ahuecando un lado de su cara, la atraigo hacia mí y meto mi lengua en su boca. Calista
apenas se estremece, pero lo veo en sus ojos antes que tenga oportunidad de ocultarlo.
“Cesara”, saluda Calista con un lento asentimiento; sus ojos se estrechan hacia
mí con odio.
“Calista”, Cesara le devuelve el saludo.
“Veo que has… bajado tus estándares”, dice Calista fríamente.
Yo sonrío, pegajosa y venenosa, en lugar de saltar de mi silla y ceder a sus
burlas porque sé que eso es lo que quiere. Luego me inclino hacia adelante y estiro mi
mano. "Lydia Delacourt, escoria del desierto, basura–blanca–en–entrenamiento, pero lo
suficientemente buena como para ser quien duerme en la cama de Cesara y no tú,
encantada de conocerte".
Las ventanas de la nariz de Calista se ensanchan.

80
Con una sonrisa de victoria bailando en mis labios, retraigo mi mano, aunque,
para empezar, sabía que ella nunca la aceptaría.
“Oh vamos”, dice Cesara tratando de calmar la rabia interna de Calista, “no
esperabas que me quedara sola para siempre, ¿o sí?”
“Sola es como me gustaría que estés cuando hablemos más tarde”, Calista me
echa una mirada. “Después de la subasta; tengo algunos… negocios que discutir”.
Cesara asiente. “De acuerdo”, coincide. “Te encontraré después de la última
exhibición”.
Calista me da una última mirada antes de alejarse de la mesa, zigzagueando a
través de la gente que está de pie y en otras mesas, antes de sentarse en la suya.
“Estoy segura que 'negocios' es un código para 'personal'” digo amargamente.
“Por supuesto que lo es”. Sonríe Cesara y su mano aprieta mi muslo bajo la
mesa. Se inclina hacia mi garganta, pasa sus labios por mi carne y entonces dice
contra mi oído, “no estás celosa, ¿o sí?”
“Sabes que lo estoy”.
“Bueno, no lo estés”. Dice bajo su aliento, su boca en mi cuello. “Además, te voy
a llevar conmigo cuando me encuentre con ella; eso realmente la enojará”.
Me alejo. “Espero que no me estés usando para ponerla celosa”.
Cesara se muerde la esquina del labio e inclina la cabeza. “Eso no es para nada
lo que estoy haciendo”, ella se inclina y toca mi labio inferior con su pulgar. “Lydia, ya
deberías saber lo que siento por ti, cuanto significas para mí; nunca haría nada que
ponga en peligro lo que tenemos”.
“¿Y qué es lo que tenemos Cesara?” suavizo mis ojos e inclino mi cabeza hacia
su mano.
Ella sonríe, y en esa sonrisa percibo tanta fuerza y debilidad; la debilidad de que
se está enamorando de mí; la fuerza es aún esa parte de ella que se resiste.
“Pienso que sabes”, ella dice, aun resistiéndose; se inclina más y me besa en los
labios. “También hay algo de lo que necesito hablar contigo después de la subasta”.
“¿Oh? Pregunto. “¿Negocios o personal?”
Ella sonríe. “Ambos”.
Después de unos pocos minutos, la decepción que he sentido toda la tarde, en el
sentido de que no estoy más cerca de Vonnegut que cuando empecé, se desvanece en
un instante cuando un hombre, ni atractivo ni feo, pero algo en medio, entra al teatro
con seis guardaespaldas y exudando algo que nadie más en el cuarto posee: rango. Es
como si todo el mundo le conociera o al menos supiera de él, y él no necesitara actuar
para hacer que toda persona en el teatro volviera su cabeza para mirar mientras él
hace su camino hacia su mesa cerca del escenario. Y las miradas que él obtiene son
opuestas al desagrado, ofensa o sorpresa; las caras mirándolo están llenas de respeto,
admiración y miedo.
Una vez que el hombre se sienta y sus guardaespaldas toman sus posiciones
alrededor de él y cerca del escenario, el ruido de las conversaciones se eleva de nuevo,
pero en un tono diferente.
“Joaquín debió haber anunciado que él estaría aquí”, le susurra un hombre a otro
en la mesa a mi izquierda. “Una pequeña advertencia habría estado bien”.

81
“Me gustaría conocerlo”, dice una mujer tras de mí a otra, “ver por mí misma si
los rumores son ciertos; me arriesgaría a ser golpeada si folla tan duro como pega”.
“Él comprará la mejor chica en el escenario esta noche”, dice otro hombre en
algún lugar a mi derecha. “Ahí se fue mi jodida tarde”.
“Lo conocí una vez”, dice otra mujer. “Me paré justo enfrente de él con mi
esposo y ni siquiera me miró. Bastardo grosero”.
“¿Iosif Veselov supongo?” le digo a Cesara. El comprador ruso del que me
advirtieron que nunca le hablara a menos que él lo hiciera primero.
“En carne y hueso”. Ella mira a través del salón hacia él; su rostro de repente se
ilumina con lo que parece excitación. “Esta noche definitivamente será interesante”,
dice, aún mirando hacia Iosif y su sonrisa ampliándose.
De repente, la fuente de la reacción de Cesara penetra en mi cerebro mientras
oigo ligeramente la molesta voz de Frances que se abre paso a través del gentío. Miro
a través de los cuerpos que se agitan en sus asientos notando que la mesa de Frances
está justo detrás de la de Iosif. Y me doy cuenta que ella es la única persona en el
cuarto que no parece ni remotamente interesada en este hombre. Pero, ¿es solo
arrogancia de Frances? ¿O es algo mucho peor? No lo sé, pero tengo la sensación de
que puede ser que Frances ignore el peligro que Iosif supone para ella. Ella no es solo
una mujer, pero una mujer con una bocaza y combativa con los compradores quienes la
superan, como ya mostró la primera noche. Una parte de mí comparte la anticipación
de Cesara de un inevitable choque entre los dos, pero la otra parte de mí, la parte
humana con una consciencia, está diciendo oh mierda, oh mierda, repetidamente
dentro de mi cabeza.
Enfócate en Iosif, me digo, y me pregunto por qué estoy tan preocupada por
Frances, ella está comprando chicas como esclavas y la puta merece lo que sea que le
pase. Sí, ella no me importa, ¿o sí?
Me lo quito de encima, y miro a través de las cinco mesas que separan a Iosif de
mí. Él hace todo con una perfección obsesivo–compulsiva: la forma en que se sienta
bien derecho, mirando al frente, sus manos en la mesa enfrente de él precisamente a la
misma distancia de cada lado; como dos guardias, de la misma altura y peso, están
parados a la derecha e izquierda, también a la misma distancia; como él coloca sus
paletas de apuesta en la mesa frente a él. Mi corazón se siente latir en mis oídos; la
saliva se evapora de mi boca – lo he visto antes–. No puedo ubicar su cara, y necesito
verle más de cerca, pero incluso a esta distancia, veo suficiente de él para saber que
me es familiar.
Batallando para ubicar su cara con alguien de mi pasado, casi olvido que Cesara
está sentada a mi lado.
“Si alguien muere esta noche”, ella dice sobresaltándome. “Espero que no
seamos ninguna de nosotras o de nuestras chicas”.
“¿Por qué tendría que morir alguien?” pregunto.
“Bueno, cualquier cosa puede suceder”, ella dice, cuestión de hecho.
“Especialmente cuando los compradores se metan del todo”. Ha pasado antes; hubo
un tiroteo justo en el piso enfrente del escenario una noche. Dos hombres querían la

82
misma chica y solo uno se fue a casa con ella”– ella se carcajea – “solo uno se fue a
casa”.
¡No me importa Frances Lockhart…!
No es una sorpresa, Frances Lockhart gana las tres primeras subastas. Tampoco
sorprende que Iosif no haya apostado aún, o haya mostrado alguna indicación de que
lo hará más tarde. Él es imposible de leer; no puedo decir si está interesado, aburrido
o a punto de cagarse encima, él es una estatua.
A las nueve en punto, Iosif eleva su paleta por primera vez y Frances eleva la
suya.
Aquí vamos. Cesara y yo nos miramos, elevando las cejas y mordiéndonos el
labio.
Iosif – trescientos mil.
Frances – trescientos cincuenta mil.
Iosif – cuatrocientos cincuenta mil.
Una frustrada Frances – cuatrocientos setenta y cinco mil.
Iosif – Un millón
Frances tira su paleta en la mesa frente a ella.
“Un millón a la una”, anuncia Joaquín, “a las dos” …
Frances – un millón cien mil; sus pequeños hombros y su pecho generoso suben
y bajan con alientos pesados y exasperados.
“Un millón cien mil a la una…”
Iosif – Dos millones de dólares.
Una ráfaga de murmullos excitados circula por el cuarto como una ola.
“¿Esa mujer está loca?” le dice un hombre a otro en la mesa a mi izquierda.
“Oh, esto es excitante”, dice tras de mí una mujer a otra, con una voz sensual.
“Talvez debería apostar así para obtener su atención”.
Frances sale disparada de su silla y mira a Iosif con furia; jadeos y susurros
agudos hieren mis oídos; miro hacia Joaquín que está parado en el escenario con las
manos unidas a su espalda y la sonrisa más grande que nunca le había visto mostrar.
Jodido bastardo.
“¿Para qué la necesitas?” Frances reta a Iosif. “¿Para qué necesitas a cualquiera
de ellas?”
Siéntate estúpida, mujer estúpida. Creo que dejé de respirar; pienso que todo el
mundo en el salón dejó de hacerlo.
Iosif, como un demonio elevándose de las entrañas del infierno, se pone de pie
lentamente y cada cara en la multitud sigue sus movimientos sin titubear. Sin quitar
sus ojos de Frances Lockhart, le dice a Joaquín, con un pesado acento ruso: “Cinco
millones de dólares”.
Los ojos se amplían, las bocas caen abiertas; los jadeos y los susurros agudos se
intensifican y multiplican a mi alrededor. Cesara y yo nos miramos de nuevo una a la
otra, con las miras caras estupefactas de antes, la misma excitación en Cesara, yo con
el mismo nerviosismo, pretendiendo que es emoción.

83
Frances da con sus palmas en la mesa; vuelve a mirar a Iosif con ira, y entonces
se sienta de golpe en su silla como un niño malcriado aceptando que le vencieron, pero
sin decoro.
“Estoy sorprendida de que no fue allí y la tiró contra la pared”, dice la mujer tras
de mí a la otra.
“Estoy decepcionada”, dice la otra.
¿Dónde están los fuegos artificiales? ¿Dónde está ese gran espectáculo que todo
el mundo esperaba ver? Quizás Iosif está esperando el momento justo; quizás está
planeando hacerle cosas peores a Frances después de la subasta, no lo sé, pero estoy
contenta de que Frances esté a salvo. Por ahora.
Durante la próxima hora, Frances es más cuidadosa con su dinero; Iosif sigue
ganando, solo apostando a ciertas chicas con atributos específicos; y casi todas ellas
son de tarjeta roja, haciendo a Cesara – y aparentemente a mí – más ricas, cada vez
que Iosif eleva su paleta. Joaquín luce deleitado parado allí en el escenario;
prácticamente puedo verlo bañándose en su dinero, y entonces desperdiciándolo todo
en prostitutas americanas, fiestas y coches caros que conducirá una vez y luego
esconderá en un garaje lujoso en alguna parte. Detesto a la gente así. Disfrutaré de
odiar a Joaquín, dado que absolutamente no puedo matar a hombres ricos solo porque
son ricos.
Y en esta misma hora, no estoy más cerca de ubicar la cara de Iosif.
Jorge Ramírez, violador extraordinario según Cesara y Joaquín, gana su primera
chica de la noche y, por un momento, preocupada por lo que le sucederá una vez que
abandone este lugar, dejo de pensar en la frustración con Iosif. Pero solo estoy
cambiando una oscuridad por otra.
Dios ... esta habitación está llena de demonios; todas las caras de esta multitud
son la personificación del mal, sin embargo, todavía no puedo ver a dos de la misma
manera en que veo a todos los demás. Frances. Y, no puedo creer que vaya a decirlo,
Dante. Simplemente no puedo evitar sentir que hay algo raro en esos dos, a pesar de la
compañía que tienen.
Dante, de vez en cuando, me mira a través de la habitación, él sonríe, y casi le
devuelvo la sonrisa, hasta que tengo que recordarme que estoy en el personaje y que
sonreír no es lo mío. ¿Por qué me sigue mirando? No creo que sea un tipo de atracción
espeluznante, ¡simplemente no lo sé y me está volviendo loca!
En el medio de mis pensamientos, Naeva es llevada al escenario, y todo lo
demás en mi mente se desvanece.

84
Capítulo 18
Izabel
El instinto me impulsa a salir disparada de mi silla, pero sé que no puedo; tengo
que sentarme aquí, ver a Naeva ser prácticamente arrastrada por su codo hacia el
centro del escenario, y no hacer nada para ayudarla. Esta no es una oferta ordinaria –
no es una oferta en absoluto– y todos en el teatro lo saben; no solo por la negativa de
Naeva a cooperar, lo inquebrantable que es, la cantidad de lucha que hay en ella, pero
también por la forma en que está vestida; la sangre en su vestido blanco; los
moretones y la sangre en la cara y en la boca. Un silencio cae sobre la multitud,
trescientos rostros aturdidos mirando al espectáculo mientras se devela rápidamente
justo delante de mis ojos... Naeva está en serios problemas.
El hombre la empuja a ponerse de rodillas; ella cae de cara al suelo del
escenario; su cabello derramado alrededor de su cabeza. Las lágrimas salen disparadas
de sus ojos mientras levanta la cabeza y mira a la multitud. Pero ella no me está
buscando, lo sé, está buscando a otra persona; sus grandes y asustados ojos se
mueven en todas direcciones, escudriñando los rostros de los espectadores que la
miran con una fascinación enfermiza.
El corazón me late en la punta de los dedos, apenas puedo mantenerme en el
personaje; echo un vistazo a Sabine, y aunque ella no debe hacer contacto visual con
su maestra a menos que se le dé permiso, no puede evitarlo. Ella está tan confundida
como yo; cuando vio a Naeva por última vez, Naeva estaba segura y tranquila.
¿Entonces qué pasó?
Joaquín se adelanta, y Naeva, aparentemente ya familiarizada con sus castigos,
retrocede ante él, pero ella sabe que no debe intentar correr. En sus manos y rodillas,
vuelve a mirar a la multitud, buscando desesperadamente esa cara en particular; la que
ella quiere ver antes de morir, Leo. Al captar esta comprensión, mi corazón cae en mi
estómago.
Joaquín levanta una mano en gesto hacia la multitud, y los pocos susurros
persistentes cesan de inmediato.
“Esto, damas y caballeros”, comienza Joaquín, “es el rostro de una esclava que
traicionó a sus amos. Íbamos a castigarla a la antigua usanza, pero he decidido que
todos ustedes" —sus manos se abren delante de él hacia la multitud— "nuestros
maravillosos compradores, que confían en nosotros y gastan mucho dinero en nuestro
producto, deberían recibir la experiencia completa, un primer vistazo raro y exclusivo
dentro de nuestros procedimientos; de esta manera usted sabrán exactamente lo que
está consiguiendo cuando nos compran; sabrán lo estricto que es nuestro
entrenamiento, y cuan poco agradables son nuestros castigos"–se aleja de la multitud y
mira a Naeva– “y lo brutales que son nuestros juicios cuando se trata de ladrones y
fugitivos".
Naeva solloza en sus manos.

85
"Y aquí pensamos que Frances y Iosif serían la parte emocionante de la noche",
dice Cesara, sonriendo ampliamente. Luego me mira, y sus ojos se detienen. "¿Te ... te
molesta que esté allí arriba, Lydia?" Pregunta con suspicacia.
Oh, ¿se está mostrando mi temor? Reacciono rápidamente y coloco mi mano
sobre la muñeca de Cesara que está la mesa. "¿Por qué? Oh, espera...” —Miro de
nuevo a Naeva en el escenario—”... ¿esa la chica que conocí en mi camino aquí?"
Creyendo fácilmente mi acto, Cesara sonríe. "Sí, esa es ella".
"¿Que hizo?"
"Bueno, solo sé lo que Joaquín me dijo con prisa", explica Cesara. "Dijo que
podría haber jurado que la había visto antes, al parecer, esta chica no fue obligada a
venir aquí; lo hizo sola.
Mis cejas se fruncen. "¿Por qué demonios haría eso?" Pregunto con una leve risa.
"Esa es la parte que realmente no sé", dice Cesara. “Pero ella era una esclava
hace años en otro de los complejos, y se suponía que iba a ser entregada a Joaquín,
pero escapó antes de que eso pudiera suceder. En ese entonces fue una gran historia;
todo el mundo lo sabía; en realidad es bastante famosa, famosa por asociación, de
todas formas”.
"No lo entiendo", le digo. "¿Por qué escapar y volver años después al mismo
lugar –¿a menos que ella esté aquí para vengarse? – tal vez nunca olvidó lo que le pasó
aquí; tal vez está aquí para matar a todos". Oh, espera, esa soy yo.
Cesara se ríe. "Esa es una teoría", dice ella, "pero si ese era su plan, por el
aspecto de las cosas, no funcionó demasiado bien". Luego dice: "Pero hay mucho más
que eso. Joaquín no lo confirmó ni lo negó, pero más temprano había un intruso en el
terreno, y creo que era Leo Moreno".
Me pongo rígida, pero solo por dentro.
"¿Quién es Leo Moreno?"
Cesara se ve perdida en sus pensamientos de repente, su expresión suave y ...
soñadora, si puedo llamarlo así.
"Era un luchador clandestino", dice ella, con su voz llena de admiración. “Era
famoso en todo México; nadie podía vencerlo, y cualquiera que lo intentó terminó como
un vegetal, o muerto”.
Recuerdo la historia que Naeva me contó sobre Leo; es interesante escuchar
acerca de este hombre de una admiradora, en lugar de la mujer que lo amaba.
"Parece que querías follarlo", señalo con acusación.
"Lo hacía – bueno, quería hacerlo–", confirma, y su honestidad me sorprende.
"Quiero decir, no encontrarás muchas mujeres por aquí que no quisieran follarlo"
– ella gira su mano– "pero eso es tiempo pasado; él se perdió cuando conoció a esa
chica. Es una pena, de verdad; Leo lo tenía todo, pero lo jodió todo por ella".
Quieres decir que lo dio todo por amor. Cualquier mujer sería afortunada de
encontrar un hombre así ...
Joaquín agarra a Naeva por el pelo y la pone de pie; la multitud mira
atentamente; y ninguno de ellos parece incómodo, lo que demuestra que se trata de
una guarida de demonios. No, espera, me equivoqué; hay dos personas en la multitud

86
cuyos rostros y lenguaje corporal indican que se sienten muy incómodos, confirmando
aún más en mi mente que podrían no ser quienes pretenden.
Dante frota las palmas de sus manos nerviosamente contra las piernas de sus
pantalones; se limpia el sudor de la frente con el dorso de la muñeca; parece que está
practicando algún tipo de técnica de respiración, sus hombros suben y bajan al ritmo de
su boca mientras forma una O y la respiración se expulsa en intervalos de dos
segundos.
Y Frances Lockhart, ahora sé a ciencia cierta que la mujer no es más compradora
de esclavos que yo. Se levanta cuando Joaquín mete una pistola debajo de la barbilla
de Naeva y grita, con las manos extendidas delante de ella: “¡Para! ¡Yo quiero
comprarla! ¡Voy a superar a todos en esta habitación!” Ella quiere comprarla para
salvarla, tal como lo hizo con esas trece chicas sentadas a su alrededor, acurrucadas
cerca de ella, tal como Sabine lo está conmigo. Todo se vuelve tan claro ahora, y mi
trabajo aquí acaba de convertirse en algo mucho más difícil. No sé quiénes son esos
dos, Frances y Dante, pero en cierto modo son como yo. Desafortunadamente, no se
parecen en nada a mí cuando se trata de saber qué demonios están haciendo, y qué
tan profundo están en el montón de mierda en el que se metieron.
"Siéntese, señorita Lockhart", le dice amablemente Joaquín. "Esta no está a la
venta".
Por favor, siéntate, Frances ... si no lo haces, si continúas dejando que tu sangre
real fluya a través de esa fachada frágil, te vas a revelar y no saldrás de aquí con vida.
Por favor. Siéntate. Me muerdo el labio.
Lentamente, Frances toma asiento y el alivio inunda mi cuerpo; ella se sienta con
las dos manos sobre la mesa frente a ella, su rostro desprovisto de la mocosa mimada
que vino aquí, y espero que todo lo que esté sucediendo pueda distraer a todos,
especialmente a Joaquín y Cesara, de sus errores evidentes.
El cuerpo de Naeva tiembla en las manos de Joaquín; las lágrimas corren por sus
mejillas, no sé qué hacer; quizás este sea mi momento, la prueba más difícil que tendré
que enfrentar siendo quién soy ahora; tal vez esta es mi única oportunidad de
demostrar, para mí misma, no para nadie más, que puedo hacer este tipo de trabajo
por el resto de mi corta vida. Tengo que mantenerme en el personaje; Estoy tan cerca
de desenterrar a Vonnegut –lo presiento– y no puedo dejar que nadie ni nada se
interponga en mi camino. Ni Dante, ni Frances, ni Sabine, ni ninguna de las otras chicas
inocentes aquí, ni siquiera Naeva. Este es El Sacrificio, el momento en el que debo
elegir dejar morir a personas inocentes, para poder matar a una de las fuentes que
alimenta toda esta injusticia: la muerte de unos pocos por la vida de muchos.
Respiro hondo, y elijo. Elijo hacer lo impensable. Elijo convertirme en... Víctor
Faust.
Joaquín fuerza a Naeva más cerca del borde del escenario; él quiere mostrarla
para que todos la vean; aun así, nadie más que Dante y Frances Lockhart parecen estar
angustiados por lo que todos en esta sala saben que va a suceder pronto.
"Déjenme contarles a todos una historia", comienza Joaquín, su voz clara a
través de los altavoces en el techo para que todos puedan escuchar, "de una chica que
iba a ser vendida hace años, a un licitador privado listo para pagar una cantidad

87
inconcebible de dinero"– (todos en la sala miran a Iosif Veselov) –"No, no", se ríe
Joaquín," no fue el Sr. Veselov; de todos modos, antes de que la chica pudiera ser
transferida, se escapó.
Los susurros se elevan sobre la multitud, y luego desaparecen una vez que
Joaquín continúa.
"Oh, a todos les va a encantar esto. Debería cobrar una tarifa de asistencia extra
por esta noche". Joaquín sonríe, pensativamente, considerándolo. "Pero no creerán
quién la ayudó a salir de México".
“¿Quién la ayudó?”, grita una mujer desde la multitud.
Joaquín hace una pausa, su sonrisa cada vez más oscura, y pone su mano libre
frente a él y dice: "¡El Segador, el mismo Leo Moreno!"
Jadeos y susurros llenan el teatro; las caras atónitas y las cabezas se miran unas
a otras en shock; todo me hace sentir como si estuviera nadando a través de un mar de
devastación; todos saben quién es este hombre, y probablemente todos también
conozcan la historia.
“¿Leo Moreno?” Dice la mujer detrás de mí a la otra. "Vaya... entonces esa es la
chica ... solo vaya".
"¡Sabía que Moreno estaba vivo!", el hombre a mi izquierda le dice al otro. "Si
esa es realmente la mujer que amaba, alguien morirá en este lugar esta noche, ¡y dudo
que sea ella!"
"Entonces, eso tiene que significar que Leo está aquí. Ahora mismo. En este
edificio”, otra mujer le dice a alguien, su voz gotea excitación; sus ojos rebotan por
toda la habitación en busca de él.
“¡Escucharon bien, damas y caballeros!”, Anuncia Joaquín. "¡Están mirando a la
única, Naeva Brun! ¡Y en algún lugar de esta mansión se encuentra el famoso luchador
clandestino que–se–pensaba–que–murió quien arruinó su vida por ella!”
Ahora soy la que gira mi cabeza, siguiendo las cabezas de la multitud, buscando
a este hombre que aún no se ha revelado.
“¡Sal de tu agujero, Moreno!”, Dice Joaquín en su micrófono. "¡Tienes diez
segundos para mostrarte, y rendirte, o ella muere!"
Todos miran, en cada rincón, a cada sombra; las voces suben y bajan; en medio
de todo esto, fijo mi mirada en Iosif desde el otro lado de la habitación. Él es el único
que no mira; él es el único al que no le importa. Se mete la mano en la chaqueta del
traje, saca un teléfono celular y lo coloca en la mesa que tiene delante. No puedo decir
lo que él está haciendo con eso, y me gustaría poder estar más cerca. Le hace un gesto
a uno de sus guardias y le dice algo. Luego, el guardia señala un servidor que lleva una
bandeja llena de bebidas, y el servidor se apresura hacia la mesa. Iosif toma un vaso de
whisky, luego un trago, y lo pone sobre la mesa cerca de su teléfono. No podía
importarle menos todo lo demás que está pasando; él es demasiado importante; incluso
podría estar irritado por la interrupción de lo único por lo que vino aquí, no lo sé,
porque sigue siendo ilegible.
"Diez. Nueve. Ocho”.
La voz de Joaquín, aunque muy fuerte en mi mente, es suavizada por el hombre
llamado Dante. Él está sudando profusamente; tampoco está esperando que Leo

88
Moreno haga una aparición, pero a diferencia de Iosif, Dante está muy afectado por lo
que está pasando en el teatro. Apenas puede quedarse sentado; desliza su dedo índice
hacia atrás y adelante detrás del cuello de su camisa; se ve como si estuviera a punto
de vomitar, o desmayarse.
"Seis. Cinco. Cuatro".
Frances Lockhart está llorando; dos de las chicas sentadas a sus pies hacen todo
lo posible por consolarla sin ser vistas; ellas ponen sus cabezas en sus muslos, y una le
está sosteniendo su mano. Frances se frota las mejillas con una servilleta de tela y trata
de controlarse desesperadamente, pero, como Dante, ahora se va a revelar en
cualquier momento. Ella me mira desde el otro lado de la habitación; nuestros ojos se
quedan fijos y algo pasa entre nosotras, un entendimiento, tal vez; una alianza de
algún tipo que dudo que alguna de nosotros sepa realmente, antes que apartemos la
vista una de la otra y miremos hacia la entrada principal, y a una figura que se mueve
por el pasillo.
"Ah, qué maravilloso de su parte unirse a nosotros, señor Moreno", dice Joaquín
victorioso.
La multitud jadea.
Todas las cabezas de la sala, incluso Iosif esta vez, miran en la misma dirección;
un denso hechizo de silencio se extiende sobre la multitud, y ni siquiera el sonido de la
respiración lo rompe.
Y luego: "¡LEO!" Perfora el silencio como una bala rompiendo una ventana de
vidrio. Naeva lucha contra Joaquín, pero él presiona el arma más profundamente en su
garganta. "¡Leo! ¡Por favor! ¡No dejes que te lleven!" Lágrimas brotan de sus ojos.
El legendario luchador, el amor de la vida de Naeva, se dirige hacia el escenario
ante las caras de asombro en la parte delantera y pistolas a su espalda. Pero no ve
nada de eso, lo único que ve es a Naeva y al hombre que amenaza con matarla. Sus
ojos oscuros se agitan con venganza; sus puños son como martillos de hierro a sus
lados, sostenidos por brazos y hombros musculosos que parecen haber sido tallados en
piedra; su rostro, lleno de violencia y furia, de alguna manera parece suave y joven,
con pómulos finamente cincelados y labios perfectamente formados. Por un momento
lo lloro, qué desperdicio será ver a tal criatura asesinada por semejante bestia.
Sin una palabra, Leo Moreno llega al primer grupo de mesas al lado del
escenario, y en un instante, antes de que se pueda apretar cualquier gatillo detrás de
él, rodea al guardia más cercano a él, le lanza un codo afilado a la cara con ¡crack! y
toma el arma de sus manos. Otro destello de un segundo y Jorge Ramírez sentado en
la mesa más cercana a Leo, ahora está presionado contra el pecho de Leo, el cañón de
la pistola empujada contra la sien de Jorge, todo sucedió tan rápido que todavía estoy
tratando de absorberlo.
"Deje ir a Naeva, o mato a este ... primero", Leo habla en inglés con acento y
una ola de susurros excitados cubre el teatro.
"Leo…"
Joaquín empuja el cañón de su arma más profundo en la garganta de Naeva,
cortando sus gritos; su sonrisa es amenazadora cuando mira a Leo desde lo alto del
escenario.

89
"No lo matarás", se burla Joaquín; mueve la cabeza para indicar la multitud.
"Estás superado en número".
Leo inclina la cabeza hacia un lado, y el movimiento sutil es suficiente para que
Joaquín sepa que este hombre es más que capaz de hacerlo. Joaquín traga nervioso, y
trata de mantener su acto impávido del que tiene la mano superior. Y aunque
técnicamente lo hace –porque Leo es superado en número– la línea entre su mano y la
de Leo es muy delgada.
Echo un vistazo a Cesara, soy testigo del hambre familiar en sus ojos: tiempo
pasado mi trasero; ella todavía se inclinaría sobre Leo Moreno en un instante.
"Sabes qué", Joaquín comienza encogiéndose de hombros con desdén, "elegiste
al comprador equivocado para amenazarme, mátalo, no me importa".
Los compradores sentados en la multitud se miran, sorprendidos y
probablemente reconsiderando sus futuras visitas a este lugar. Como era de esperar,
Iosif no parece desconcertado, pero sigue observando.
Joaquín, notando el error de su decisión, lo remedia rápidamente. "Ese es el
único comprador en la sala que me debe", dice.
"Joaquín", suplica Jorge, con voz quebrada, "pensé que teníamos un acuerdo.
¿Por qué tú?" Leo calla a Jorge de la misma manera en que Joaquín había silenciado a
Naeva momentos antes.
"Tienes tres segundos", advierte Leo en español.
Visiblemente nervioso, Joaquín aprieta a Naeva con fuerza entre sus brazos, lo
que indica que no está dispuesto a dejarla ir, pase lo que pase.
Tres segundos pasan en lo que se siente como uno, y suena un disparo,
haciendo eco en las altas paredes; el cuerpo de Jorge cae al piso alfombrado en un
sangriento espectáculo a cámara lenta. En el mismo momento, Leo corre hacia el
escenario, pistola en mano. Suena otro disparo y otro, los compradores gritan y se
agachan debajo de las mesas, pero antes de que cualquiera de las balas pueda
golpearlo, Leo salta al escenario y rueda dos pies antes de antes de detenerse en una
posición agachada.
“¡NOO!” Grita Naeva mientras la pistola de Joaquín se mueve frente a su cara, y
dispara a Leo, golpeándolo en el hombro.
Leo cae; su arma se estrella contra el escenario y se desliza fuera de su alcance.
Los jadeos de la multitud sacan todo el aire de la habitación, incluso Iosif se ha
puesto de pie, incapaz de apartar la mirada de la escena.
Ni siquiera recuerdo cuando me puse de pie; pero aquí estoy, mis manos
presionadas contra la mesa, mi cuerpo una masa sólida de músculo y hueso; mis ojos y
mi boca se abren de par en par, pareciéndome más a Izabel Seyfried que a Izel Ruiz.
“¡Agárrenlo!” Joaquín ordena a los guardias en español, y nueve corren al
escenario y se lanzan hacia Leo como una estampida.
Leo no se preocupa por ninguno de ellos; hala a un temblorosa Naeva a sus
brazos, protegiéndola con su cuerpo; él sabe que no saldrá vivo de esto, herido y con
nueve cañones apuntándole.
"Te extrañé tanto", le dice a Naeva, su voz se ahoga con la emoción; él agarra
su rostro con sus manos, mira sus ojos y mi corazón se está rompiendo en un millón de

90
malditas pedazos. “¡Escúchame!” – agarra su cara con énfasis, y luego continúa en
español: "No importa lo que suceda aquí esta noche, sabes que estoy contigo; no te
dejaré de nuevo, ni siquiera en la muerte, ¿me oyes?"– la sacude– "ni siquiera en la
muerte".
Antes de que Naeva pueda decir algo, antes de que pueda besar sus labios, los
guardias están separando a Leo y Naeva.
"¡No! ¡No le hagas daño! ¡Haré lo que sea! ¡Por favor no le hagas daño!
A pesar de la herida de bala en el hombro, Leo aún logra tres golpes rompe hueso en
un guardia; dos más a otro; un tercer guardia se mueve detrás de Leo, agarra sus
brazos y los tira hacia atrás; la parte trasera de la cabeza de Leo se estrella contra la
cara del guardia, y el guardia tropieza hacia atrás, su mano cubriéndose la nariz
sangrante.
Cinco guardias más acometen a Leo, pero es solo el arma en la mano de
Joaquín, señalando a Naeva lo que lo detiene.
"Sólo mátame, hijo de puta" grita Naeva. "¡Devuelve a Leo su libertad, y haz lo
que quieras conmigo!
"Oh, ahora quieres que tenga su libertad", se burla Joaquín; él se mueve en un
cuidadoso semicírculo para ponerse de frente a la aturdida multitud de ojos abiertos, el
arma todavía apunta a Naeva sentada en el piso del escenario. "¡Ahora ella quiere que
Moreno tenga su libertad!”, repite para el público.
Una ronda de risas recorre la habitación; Cesara se une. Yo echo un vistazo a su
posición junto a mí – casi todos están de pie ahora, así que puedo ver por encima de
las cabezas de las personas que se encuentran frente a ellos– y el disfrute en la cara de
ella me repugna. Cesara puede haber sido como yo alguna vez, puede haber tenido que
soportar los mismos horrores, y salió más fuerte en el otro lado debido a ellos, pero ella
y yo somos dos personas muy diferentes, que fuimos en completamente diferentes
direcciones.
Joaquín mira a Naeva.
"Él renunció a su libertad hace mucho tiempo, señorita Brun", dice con gravedad,
"por ti. Nunca deberías haber vuelto aquí”, hace un gesto con una mano hacia la
multitud, buscando su alabanza: "¡Moreno no es el hombre que solía ser! ¡Él no es el
luchador que solía ser! ¡Y sus servicios ya no son necesarios!”
La multitud aplaude; cabezas asienten, las voces se elevan a mi alrededor, la
mayoría de ellas de acuerdo con Joaquín, o, al menos, simplemente queriendo ver un
derramamiento de sangre.
Joaquín hace un movimiento con la cabeza hacia el guardia que está más cerca
de Naeva, y este la agarra por los brazos y la levanta del suelo.
"¡No la toques!" Leo ladra; su respiración es trabajosa; la sangre está corriendo
por su brazo y pecho; está empezando a mostrar signos de angustia por su herida.
"Voy a hacer algo más que tocarla", le dice Joaquín con satisfacción. "Voy a
mostrar a mis compradores lo que les sucede a los fugitivos", se pone más cerca de Leo
– "y ladrones".
No ... Él los matará a ambos, allí mismo en el escenario; él va a dar un ejemplo
con Naeva, que huyó, y Leo, que dicen que se la “robó” a ellos.

91
"Lo siento mucho, Leo", grita Naeva.
"No lo sientas, nunca lo sientas", le dice a ella.
Joaquín y el guardia que sostienen a Naeva se saludan con la cabeza, y el
guardia levanta un arma a la cabeza de Naeva.
No…
Mis ojos se mueven frenéticamente alrededor de la habitación. ¿Qué estoy
buscando? ¿Alguien que irrumpa aquí en cualquier segundo y los salve? Y aunque sé
que eso no va a pasar, me veo de todos modos, esperando desesperadamente que me
equivoque. Y en la pequeña fracción de un momento que se siente más tiempo de lo
que es, veo a Dante inclinado hacia adelante, con las manos apoyadas sobre las
rodillas, y está vomitando en el suelo. Veo a Frances Lockhart ... ella está caminando,
casi corriendo, hacia el escenario. ¡Detente Frances! No lo hagas ¡No lo hagas, o
morirás con ellos! Y siento las manos de Sabine agarrando mi pierna; las puntas de sus
dedos clavándose en mi piel.
El guardia amartilla el arma, y en cámara lenta veo que su dedo se desliza hacia
el gatillo, veo los ojos de Naeva cerrándose, las lágrimas corren por su rostro. Veo el
dedo de Joaquín bailando en el gatillo de la pistola apuntando a Leo; Veo a Leo con los
ojos bien abiertos, sin miedo; él está tratando de consolar a Naeva; sus labios se
mueven, pero yo no puedo distinguir las palabras. Te quiero siempre, Naeva. A través
de la vida, y en la muerte, te quiero. Esas son las palabras que me lo imagino diciendo;
esas son las palabras que se leen en su hermoso rostro.
"¡¡¡PAAARREEEEN !!!"
Mi voz se extiende sobre la multitud como la réplica de un látigo y cada ojo en la
habitación está en mí.

92
Capítulo 19
Izabel
"Paren", repito, más tranquila, pero con resolución.
"¿Qué diablos estás haciendo, Lydia?" Cesara sisea detrás de mí.
Haciendo caso omiso de ella, me dirijo hacia el escenario, y la multitud se separa
de mí. Sabine intenta seguirme, pero la detengo con mi mano.
Los ojos de Naeva me siguen, pero son todo lo que se atreve a mover. La miro
una vez, brevemente, el tiempo suficiente para hacerle saber que me niego a dejar que
mueran.
La cara sonriente de Joaquín me sigue hasta la mesa donde Iosif Veselov se pone de
pie. Por un momento, miro directamente a Iosif; una mirada a sus ojos, y me dirá lo
que necesito saber. Él me ve, y ahí está – el ilegible tirano que vino aquí me conoce. Él
sabe exactamente quién soy yo. Pero sigue tranquilo, y espero que se quede así.
Apartando la vista del hombre que creo que es Vonnegut, vuelvo mi atención a la
segunda cuestión más importante ahora que he logrado la primera.
“¿Hay algo que necesite, señorita Delacourt?” Me pregunta Joaquín.
"Necesito que me dejes tenerlos a ambos", le digo, y Joaquín se ríe, y así hace la
multitud cuando los mira a todos con una expresión cómica de incredulidad.
"¿Y por qué mierda haría eso por ti?", Dice Joaquín.
"Porque creo que ambos valen más vivos que muertos".
“Oh, eso es lo que crees, ¿verdad?" Sonríe torcidamente y presiona el arma
contra el costado de la cabeza de Leo. "Bueno, estoy en desacuerdo. Moreno ya no está
de moda, y vale tanto como tú", sonríe, satisfecho de poder vengarse públicamente por
haberle rechazado: "y la chica... bueno, ella no vale absolutamente nada, como la
mayoría de las mujeres".
Unas cuantas cabezas en la multitud, del tipo femenino, miran a Joaquín
ofendidas, pero no es suficiente para afectarlo.
"Déjame probar lo contrario", ofrezco. “Entrégamelos por una semana”.
"Vete a la mierda", responde Joaquín, cortándome. "Le prometí a la multitud
retribución, no piedad. ¡¿No es así ?!” Mira a la audiencia, y ellos aplauden y asienten e
instan a que haga lo que prometió.
"Joaquín, no lo hagas". Me estoy desesperando; Siento que sé que no hay papel
que pueda representar, no hay excusa que pueda inventar para salvar sus vidas. "Yo
soy…” tomo una respiración profunda y nerviosa”.... Te estoy pidiendo que los
perdones".
Algo hace clic en sus ojos; me mira directamente. Y entonces él se ríe, y busca a
Cesara en la multitud. “¿Esto es lo que entrenaste?”, Acusa. "Este es tu 'hallazgo
especial'? ¡Qué broma, Cesara! ¿Bien adivina qué? ¿Adivina quién pagará por sus
cagadas?”
Cesara se acerca por detrás de mí; Ella me agarra del codo. "¿Cuál demonios es
tu problema? no puedes hacer esto aquí, frente a toda esta gente", susurra, sus uñas
clavadas en mí. "Me encargaré de ella ahora", le dice a Joaquín, y trata de alejarme.

93
Soltando mi brazo de su agarre, le tiro con una mirada. "Yo no voy a ningún
lado”, le digo. "Y si mueren, nunca te lo perdonaré, Cesara".
Ella se queda en shock, sus ojos parpadean rápidamente, sus labios se separan.
"Entonces, sí te importa esa chica", dice ella, cada vez más enojada y celosa, y
sintiéndose más traicionada cada segundo. "Me mentiste; ¡todo este tiempo has estado
mintiéndome sobre todo!”
“No”, vuelvo a mentir, “No sobre todo, Cesara, mis sentimientos por ti…”
Veo un destello de luz blanca cruzar mi visión después de que la mano de Cesara
se estampa en mi cara. Ella me agarra por la muñeca y me tira hacia su pecho. "Puedo
salvarte, Lydia ", susurra, "pero tienes que detener esto ahora; ven conmigo y vamos a
hablar de ello en privado”. Su disposición a perdonarme es aún más razón para creer
que sus sentimientos por mí son reales.
Muchas caras en la multitud nos están empujando desde ambos lados, tratando
de escuchar lo que Cesara me está diciendo, pero ella los empuja hacia atrás y una vez
más intenta arrastrarme fuera del teatro con ella. Y una vez más, suelto mi brazo y me
niego a moverme, mirándola ceñuda. Ella me devuelve el ceño. Y luego, ella da un paso
atrás. Y ella se queda allí, mirándome como si no supiera qué hacer conmigo. Pero
Cesara es la menor de mis preocupaciones: Joaquín ya ha perdido interés en nosotros.
"Joaquín, yo... te daré lo que quieres de mí, solo por favor, déjalos ir”. Sé que
estoy desperdiciando palabras.
"Ya no quiero nada de ti", dice.
El demonio dentro de Joaquín sonríe para él, y veo que su dedo se mueve hacia
presionar el pesado gatillo; el dedo del guardia se mueve para presionar el pesado.
¡No ... no ... NOO!
Juego la única carta que me queda.
“SI MUEREN… ¡ME ASEGURARÉ DE QUE JAVIER TE MATE POR ELLO!”
El mundo deja de moverse sobre su eje; el silencio aturdido se extiende por
eternamente; el único movimiento en el teatro ahora es el mío, ese que sella mi destino
y talla mi traición en piedra.
No miro a Cesara de pie detrás de mí, pero siento que está ahí, incapaz moverse,
sin comprender. Mantengo mis ojos en Joaquín, observando como su dedo se aleja del
gatillo; como el dedo del guardia se aleja del gatillo. Los pulmones de Naeva se llenan
de aire, aliviados de que, al menos por un momento más, ella y Leo van a vivir. Leo no
cambia; se mantiene firme, vigilando el agarre de Joaquín, esperando cualquier
momento en que pueda agarrar a Naeva, y nunca me mira.
Pero todos los demás me están mirando; Incluso me estoy mirando desde
afuera, aturdido, preguntándome por qué he hecho esto.
"¿Qué dijiste?", Joaquín pregunta, exige, rompiendo el silencio.
Me muevo hacia los escalones que conducen al escenario y los subo lentamente.
"Escuchaste lo que dije", le digo en el segundo escalón. "Déjalos ir ahora —y
déjame ir — o haré del resto de vida que te queda un infierno viviente".
"¿Y cómo planearías hacer eso?" Joaquín está restando valor a lo obvio, porque
él y yo, por lo que sé, somos las únicas personas en esta sala que saben la verdad.

94
"Si los matas", comienzo, en el cuarto escalón, "no hay nada que vaya a
detenerme de matarte. Y si me matas", le digo, en el quinto escalón, "o me haces daño
de alguna manera, tu hermano tendrá tu cabeza".
Él está empezando a perder el foco; traga, y lame nerviosamente la sequedad de
sus labios; eleva su barbilla; sus fosas nasales se ensanchan. "¿M–mi hermano? Creo
que no entiendes...
"Javier Ruiz está vivo y bien", le digo, no solo a Joaquín, sino a todos en el
teatro. "Y lo sé porque yo soy quien no lo mató ese día. Soy a quién él persiguió,
porque soy a quién amó”.
Cesara jadea detrás de mí en el piso del teatro; una ráfaga de voces se eleva
sobre el salón.
“¿Quién eres tú?” Pregunta Joaquín, probablemente ya sabiendo dentro de sí,
quién soy yo.
Doy el último paso y me paro ante él en el escenario; entonces tomo un
profundo respiro, aclaro mi garganta y en mi corazón le susurro disculpas a Víctor.
"Soy la única persona en esta sala tan famosa como lo era Leo Moreno. Mi
nombre es Sarai. Una vez me llamaron La Princesa. Y te exijo que los dejes ir, y
comunícale a Javier que estoy aquí".
"¿De qué diablos está hablando, Joaquín?" Cesara dice bruscamente; sus ojos
saltan entre él y yo.
"¿Es ella quien dice que es?", Grita alguien de la multitud.
"¡Ella es una mentirosa!" Dice alguien más.
“¡Javier Ruiz está muerto!”, Grita un hombre.
"La Princesa? ¿La mujer que derribó a Ruiz? ¡No puedo creerlo!"
Tengo la atención de todos, pero la que más me interesa es Iosif Veselov;
incluso él se ve ligeramente sorprendido. Y para mi propia sorpresa, Iosif se aleja de su
mesa; su forma rusa alta y amenazante se aproxima al escenario. No... no hagas esto
ahora; no hagas esto imposible para mí.
"Voy a pagar diez millones de dólares por la prrrincessa".
Incluso yo jadeo.
"Mis disculpas, señor Veselov", comienza Joaquín, se obliga a decir: “pero ... la
verdad es", se detiene, lamiendo la sequedad de sus labios de nuevo; minúsculas gotas
de sudor se le han formado en la frente. "La verdad es que si esta mujer es quien dice
que es, entonces mi hermano la querrá viva". Le tomó toda su fuerza decir eso.
La boca de Cesara casi golpea el piso ante su confesión; su cabeza va de Joaquín
a mí; sus ojos se llenaron de una onda de sorpresa e incredulidad. Y traición. Y
desilusión. Y… ¿venganza? Por un momento, ella no puede hablar; solo se queda allí,
esperando, tratando de que la rueda dentro de su cabeza vuelva a moverse.
Los anchos hombros de Iosif suben y bajan; a medio camino espero que él
discuta, incluso amenace a Joaquín: después de todo, sea Vonnegut o solo Iosif,
técnicamente sigue siendo el hombre más poderoso de esta sala, incluso más que
Joaquín Ruiz, planificador de eventos y hermano residente en las sombras.
"Tengo que disculparme", dice Dante desde su mesa; se apresura hacia la salida
más cercana con un pañuelo sobre la boca y el otro brazo cruzando su torso.

95
Siento los ojos de Frances Lockhart sobre mí; La miro lo suficiente para ver lo
confundida que está, pero ella ya no llora, y si solo salvo su vida esta noche, al menos
puedo sentirme bien por eso.
La audiencia quiere respuestas, y continúan gritándole a Joaquín:
“¡¿Dónde está Javier Ruiz ?!”
"¿Qué pasa con El Segador?"
"¡Pagaré un millón por El Segador!"
“¡Un millón y medio por El Segador!”
"¡¿Dónde diablos está Javier Ruiz ?!"
“¡DOS MILLONES PARA EL SEGADOR!”
Dos compradores, una mujer y un hombre, entran en una pelea a gritos,
llamando brevemente la atención de la multitud.
“¿Para qué lo necesita?”, Le pregunta el hombre a la mujer con una sonrisa
burlona. “¿Un esclavo sexual? ", se ríe”. Te mataría antes de follarte".
La mujer gruñe. "¿Y tú? ¿Crees que alguien como él será obligado a luchar de
nuevo?
“¡Tres millones de dólares por El Segador y Naeva Brun!” Otro hombre grita. Se
vuelve hacia la multitud, sonriendo con suficiencia. "¡Ella sabe cómo controlar al
Segador!2
En medio de todos los gritos, echo una mirada y veo a Iosif saliendo del teatro;
su forma corpulenta empuja a través de la multitud, sus guardaespaldas a todos los
lados de él. ¿Y adónde vas, Vonnegut? No puedo perderlo, pero no tengo otra opción.
Al menos tengo una pista. Un nombre. Una cara.
La voz de Joaquín perforando el micrófono, ahoga a todos los demás: "¡Ninguno
de ellos será vendido!", Anuncia. "Ahora, debido a.… circunstancias inesperadas, ¡la
subasta termina temprano esta noche! Les agradezco a todos por venir, ¡Y espero
volver a verlos en seis meses! ¡Buenas noches!” Repite todo en español.
Algunos compradores manifiestan su protesta, pero la mayoría abandona sus
mesas con susurros y miradas, todos arrastrando los pies hacia las salidas con una
plétora de noticias emocionantes que seguramente se difundirán por todo México en
menos de veinticuatro horas. ¡Javier ¡Ruiz está vivo! ¡Leo Moreno está vivo! ¡Naeva
Brun estaba allí! ¡La Princesa regresó! ¡Oh, qué titulares!
En una extraña exhibición, mientras la multitud se achica, el cuerpo de Jorge
Ramírez se deja en ver en el piso del teatro encima de un charco de sangre, y nadie lo
mira, mucho menos hace algo para moverlo.
Una vez que el teatro está casi vacío, Joaquín ordena a los guardias que se
apoderen de Naeva primero. Él sostiene a Leo Moreno aún con la pistola en la cabeza.
"Si intentas cualquier cosa", advierte Joaquín," mis hombres matarán a tu mujer. ¡Lo
entiendes? ¡¿Entiendes ?!” Cae saliva de la boca de Joaquín sobre la cara enfurecida de
Leo.
"Sí. Lo entiendo ", responde Leo, con calma, con frialdad, con la Muerte misma
en sus ojos.
Naeva y Leo son arrastrados; Leo en el frente, y las pistolas siempre apuntando.
Sobre todo, hacia ella, en caso de que Leo intente algo. Naeva me mira una vez antes

96
de ser empujada a través de la salida. "Gracias, Sarai", murmura y una lágrima se
desliza por su mejilla.
En la fracción de segundo que estuve distraída por ella, veo un destello de la
cara enfurecida de Cesara que viene hacia mí. Sin armas, y tomada por sorpresa, ella
me tira al piso; la parte posterior de mi cabeza golpea contra la madera; manchas
danzan ante mi visión.
“¡TÚ!” Una mano se enrolla violentamente en la parte superior de mi cabello; el
otro sostiene un arma debajo de mi barbilla, forzando dolorosamente mi cabeza contra
el piso. A horcajadas en mi cintura, los ojos de Cesara se arremolinan con furia
mientras se apoya en mí. "¡Fuiste tú! ¡ERAS TÚ!” —Ruge ella.
“¡Aléjate de ella!” La voz de Joaquín rasga el aire.
Él la agarra por detrás para apartarla; la arrastra por su cabello hasta el piso
donde su zapato de talla catorce hace contacto con sus costillas. Cesara deja caer el
arma y retrocede contra el dolor.
Y luego viene tras de mí.
Yo no lucho. Yo no grito Me muevo voluntariamente con el flujo de las aguas
furiosas que me llevarán río abajo al lugar que siempre he temido, pero que sabía que
tendría que enfrentar un día.

97
Capítulo 20
Fredrik
"Yo–yo–yo–yo no puedo seguir haciendo esto jefe...” Dante se detiene para
aclararse la garganta otra vez; Oigo el crujido de una servilleta o un paño rozando el
teléfono. "Sólo déjeme recuperar el aalliento”.
Estoy tratando de ser paciente y dejar que se recupere, pero la anticipación de lo que
sea que lo ha hecho llamarme para decirme – y los vómitos y la respiración
entrecortada – rápidamente están poniendo mi paciencia a prueba.
"Cálmate, Dante", le digo. "Tómate tu tiempo”.
¡Date prisa, ya!
Se aclara la garganta una vez más.
Y luego me cuenta todo lo que pasó.
En un silencio atontado, por un momento no puedo ver nada más que la mancha
en la ventana junto a mi mesa en el comedor.
"¿Estás absolutamente segura de que ella dijo a Javier Ruiz?"
"Sí, jefe, cien por ciento".
El silencio todavía me tiene; inhalo y exhalo profundamente.
"¿Dónde estás ahora?" Recojo mis cosas de la mesa y las aparto en mi maletín.
"Todavía estoy en la mansión".
"Escúchame, Dante", comienzo, "necesitas salir de allí ahora mismo. ¿Crees que
tu episodio de vómitos te ha comprometido?”
"N–No, no lo creo", dice. "Nadie me estaba prestando atención en ese momento,
nadie prestaba atención a nadie, excepto a la chica y al tipo que llamaron Leo Algo. Y
tu chica, Izabel. Una bomba podría haber caído a ese lugar y nadie lo habría notado.
Ella está en problemas jefe; ella está en una mierda seria".
"Está bien", le digo, y salgo del restaurante apresuradamente, "abandona la
mansión y toma el primer vuelo de regreso aquí.
"¿Qué vas a hacer?"
"No te preocupes por eso", le digo. "Solo deja ese lugar antes de que hagas que
te maten”.
Colgamos y coloco mi celular en el bolsillo de mi chaqueta, dirigiéndome
directamente al aeropuerto, mis neumáticos chillan sobre el asfalto.

98
Capítulo 21
Niklas
“Jackie", digo bruscamente al teléfono, ella es un desastre lloroso. "Aléjate
inmediatamente del hotel, ve al aeropuerto y regresa aquí. No desperdicies otro
minuto".
"Pero ¿qué pasa con las chicas, Nik? ninguna de ellos tiene identificación; ¿cómo
voy a subirlas al avión?” —Su voz se estremece; Ella intenta contener las lágrimas, pero
sólo la hace llorar más.
"Déjalas allí", le digo. "En el aeropuerto. En un estacionamiento en alguna parte.
En un restaurante, no importa; hiciste la parte difícil y las sacaste de allí; déjalas en
algún lugar y encontrarán el camino a casa. Ahora deja de llorar, y vete al maldito
aeropuerto”.
"Pero–"
"Ahora, Jackie, por favor”.
"Está bien”.
Miro al otro lado de la habitación al señor Lockhart, que está sentado en el sofá.
"Parece que las cosas no salieron según lo planeado", dice con una sonrisa.
Enciendo un cigarrillo en su casa esterilizada y limpia para no fumadores.
"Parece que no te necesitaba, después de todo", le digo, ignorando su puya. "Tengo un
pistolero afuera" —señalo a la ventana— "si se mueven de ese punto en las próximas
seis horas –cualquiera de ustedes– los matará a ambos. "¿Tenemos un acuerdo?”
La verdadera Frances Lockhart se sienta junto a su padre en el sofá, su hombro
tembloroso tocando el de él, sus manos apretadas entre sus rodillas; las lágrimas se
deslizan por su rostro, negras con el color de su rímel.
"Sí, entendemos", dice Lockhart con los dientes apretados; acerca más a su hija.
Confisqué sus teléfonos, y todo tipo de comunicación dentro de la casa cuando
llegué hace tres días. Los mantuve aquí, en caso de que Jackie no fuera
suficientemente convincente y los vendedores pudieran haber llamado al Sr. Lockhart
para verificar que Jackie, como Frances, era su hija. Había planeado quedarme hasta
que Jackie abordara el avión a salvo, pero con la inesperada noticia de Javier Ruiz –
¡Javier Jodido Ruiz! —e Izabel hundida hasta la mierda, no puedo quedarme atrás y
esperar a Jackie. Tengo que irme a México, ahora. El pistolero que espera afuera no
existe, pero estoy seguro de que Lockhart no se moverá. Espero. Al menos hasta que
Jackie esté a cuarenta mil pies de altura donde la familia Ruiz no pueda acercarse a si
su tapadera es descubierta.
"No sé quién demonios eres", grita el Sr. Lockhart mientras salgo. La puerta de
entrada –"pero si alguna vez–"
No escucho el resto, la puerta se cierra de golpe callándolo. Probablemente
vuelva después de que todo esto haya terminado y lo mate solo por principios.
Corro tres cuadras por la calle, atravieso cuatro patios traseros, antes de llegar a
mi auto estacionado en el campo de softball.

99
"Está bien, Izzy", digo en voz alta, cerrando la puerta con fuerza y empujando la
llave en el encendido, "probablemente me odiarás después de esto, pero ¿a quién estoy
engañando? ¡Ya lo haces!" Me río de mí mismo, pongo el coche en marcha y me dirijo
al aeropuerto a toda velocidad.

100
Capítulo 22
Izabel

“Cesara ¡sal de aquí ahora!”, la voz de Joaquín rompe a través del espacio. “No
me importa lo que ella te haya hecho, ¿qué te rompió el corazón? – ¿y qué? – es tu
culpa por haberte acercado tanto ¡Sabes cómo esto funciona!
“¡Ella es una traidora Joaquín! Y tú” – ella lo apunta con un dedo; su cara
congestionada de rabia – “¿tú los has sabido todo el tiempo? Dime que no es verdad;
¡Dime que ella es una jodida mentirosa!”
“Es verdad”, interrumpe Joaquín. “Pero ahora, gracias a ella” – él me echa una
mirada mientras estoy sentada en una silla con las manos atadas a mi espalda – “ todo
el mundo lo sabe”. Él camina hacia ella, haciendo gestos con su mano hacia el cuarto.
“¿Escuchas eso Cesara? Escúchalo”.
Cesara aguza su oído hacia el cuarto, y después de un momento se ve
confundida.
“No escucho nada”, dice ella.
Joaquín sacude la cabeza. “Es la calma antes de la tormenta”, dice él, e inhala
profundamente, alejándose de ella. “Todo va a cambiar ahora; él probablemente nos
mate a todos por el espectáculo de esta noche. Probablemente perdimos muchos
grandes compradores por esto”.
“¿Nosotros?”, las cejas de Cesara se arrugan. “¡Todo este asunto fue tu idea! Tú
fuiste quien quiso subir a esa chica al escenario; tú fuiste quien creyó que toda esa
telenovela con El Segador, era una buena idea, ¡yo no tuve nada que ver con ello!”
El brazo de Joaquín se dispara como una flecha, su mano cayendo sobre el
cuello de ella. “Tú sabías sobre esto”, amenaza él, dejando salir las palabras entre los
dientes. “Tú estabas disfrutándolo”. Él aprieta y las manos de Cesara agarran la
muñeca de él inútilmente. “Pero lo peor de todo”, él continúa, “peor que cualquier cosa
que yo hice, fuiste tú quién te enamoraste de ella Cesara. Fuiste entrenada por años
no solo para ser dura, implacable y cruel con esas chicas, sino para darte cuenta
cuando algo no andaba bien con alguna de ellas. Tú, que las veías todos los días,
dormías en la misma cama con ella, ponías tu cabeza entre sus hermosos muslos,
debiste haberlo visto, pero estabas demasiado cegada, ¡Debiste haberlo sabido!” Él
suelta su garganta, empujándola hacia atrás.
Cesara tose violentamente, una mano tanteando donde la de él casi aplastó su
tráquea; su cara está enrojecida; sus ojos bordeados de rojo y lagrimeando.
Ella me mira, tan dura, tan fuerte, y si Joaquín me dejara sola con ella incluso
por un segundo, sé que mataría.
Cesara le da una mirada furiosa, su ojo izquierdo crispado, y entonces se da la
vuelta rápidamente y sale furiosa del cuarto.
Joaquín empieza a caminar, pero se detiene cuando Cesara en toda su alta y
enojada forma vuelve a entrar al cuarto. Yo jadeo, y mi corazón cae al piso cuando veo
a Sabine aplastada contra el pecho de Cesara, con un arma en su cabeza.

101
“No lo hagas”, le advierto. “Jodidamente no lo hagas”.
“¿Qué vas a hacer Sarai?” – el énfasis en mi nombre real mezclado con venganza
– “¿decirle a Javier y hacer que me maten?”
Los ojos de Sabine están llenos de lágrimas mientras me mira a través del
cuarto; su cuerpo está temblando.
“¡No lo hagas!”
“¡Díselo!” reta Cesara, y entonces presiona el gatillo; el estridente disparo en el
cuarto cerrado me deja momentáneamente sorda; hay sangre salpicando su cara.
El cuerpo de Sabine cae al piso y entonces Cesara sale echa una fuera, esta vez
de forma definitiva.
Con tristeza en mi corazón, bajo mi cabeza. La esperanza es una mierda Sabine.
Siempre lo fue. Siempre lo es.
Después de un momento: “Joaquín, ¿cómo se siente vivir a la sombra de tu
hermano, incluso cuando todo el mundo pensaba que estaba muerto?” – él gruñe – “he
sabido de ti por un largo tiempo; de hecho, iba a matarte a ti y al resto de tu familia
cuando volví a México la primera vez. Por suerte para ti, no pude encontrarte. Justo
como a Javier. Tenían que saber que tarde o temprano yo volvería”.
“Sí, bueno, no parece que te salió bien”, apuñala de vuelta.
Se pasea por el piso.
“¿Por qué no lo mataste?” pregunta. “¿Él se te escapó esa noche? ¿La historia
que escuché es siquiera verdadera? Javier nunca me diría la verdad”.
“Yo tampoco voy a decírtelo”. Sonrío con satisfacción.
“¡Pero quiero saber!” Él se acerca a mí a toda prisa; puedo sentir el calor de su
aliento en mi cara. “¿Dejaste vivir a mi hermano o él se escapó? ¡Dímelo!” Él me
sacude, sus manos aprietan mis hombros.
Yo sonrío, nada intimidada.
“¿Por qué no lo mataste tú mismo si lo odiabas tanto?” pregunto. “Tuviste la
oportunidad perfecta, dado que ya todo el mundo pensaba que estaba muerto. ¿Por
qué no lo mataste?” miro alrededor del cuarto. “Todo el Imperio Ruíz había pasado
directo a tus manos, dado que eras su único hermano. Podías haber sido el dueño de
todo, en lugar de pretender que lo eras”.
“Nunca mataría a mi hermano”, miente él. “Podría tenerle envidia, pero nunca lo
traicionaría”.
Yo sonrío burlándome de él, porque ambos sabemos la verdad: Joaquín es
simplemente un cobarde, por eso es que él no trató de matar a Javier él mismo.
“Esto ni siquiera es sobre mí”, dice él, cortando el aire frente a él con sus
manos. “Es acerca de ti, La Princesa” – la amargura en su voz es pesada – “y yo te
tengo; y tú eres una zorra estúpida y engreída si piensas que mi hermano no te va a
despedazar cuando te vea”. Él se agacha frente a mí. Ahora está sonriendo; de
repente ve la situación de forma diferente: ¡Javier lo recompensará! ¡Él lo elogiará por
ser quién me capturó después de todo este tiempo! Joaquín no será castigado o
ejecutado; se convertirá en algo más para su hermano mayor – ¡Javier lo verá como su
igual! – Esos son los escenarios que veo correr por su mente mientras me mira. Solo
espero que él no tenga razón sobre ninguno.

102
“Entonces, ¿dónde está él?” pregunto queriendo salirme con la mía.
“¿Por qué viniste aquí?” Sus ojos oscuros me miran con furia. “¿Para matarlo?
¿Para matarme? De todas formas, vas a morir esta noche; bien podrías sacarlo de tu
pecho”.
“Te lo diré solo por conversar”, le digo. “Solo vine aquí para encontrar un
hombre. Uno poderoso. Un hombre peor de lo que tú o Javier nunca imaginaron ser”.
Joaquín se ve medianamente interesado; cruza sus brazos.
“¿Y lo encontraste? ¿Valió la pena dado que estás donde te encuentras ahora?”
“Creo que lo encontré”. Le digo. “¿Dónde están Naeva y Leo?”
Joaquín sonríe. “Pensé que querías conversar. Dar vueltas alrededor de los
detalles no te llevará lejos”.
“¿Qué más quieres saber?”
“¿Cuál es el nombre del hombre? Ese que estás buscando.
“No puedo decirte eso. Quizás si fueras el dueño legítimo del Imperio Ruíz
podría ser un poco más indulgente. Pero no lo eres. Y mientras tanto Javier esté vivo,
nunca lo serás”.
Su cara cae con un velo de resentimiento; sus manos se hacen puños y se da la
vuelta, encaminándose hacia la salida.
"Puedo ayudarte", le digo, y Joaquín se detiene en la puerta, de espaldas a mí.
"El hecho de que todavía estoy viva en este momento; el hecho de que no me mataste
en ese escenario cuando tuviste la oportunidad; el hecho de que Naeva y Leo siguen
vivos simplemente porque te amenacé con ellos, es una prueba de que sabes, que
incluso después de todo este tiempo, todavía tengo algo de dominio sobre tu hermano.
Ahora, sé que Javier no es un hombre emocional; no es del tipo que hable de
sentimientos, o se abra a los demás, pero puedo decir que la sola mención de mi
nombre en presencia de Javier aleja los secretos de su corazón oscuro. Te puedo
ayudar, Joaquín, pero tú tienes que ayudarme a mí”. Después de un momento, Joaquín
se vuelve hacia mí de nuevo.
Sonríe, con los labios apretados, y sacude la cabeza, expulsando un breve chorro
de aire a través de su nariz.
"La razón por la que debería controlar el imperio de mi familia", dice, "es porque
soy inmune a las mentiras, los trucos y la manipulación de las mujeres, a diferencia de
mi hermano”. Sale de la habitación, cerrando la puerta detrás de él.
Parte de mí pensó que existía la posibilidad de que Joaquín ayudaría – es lo
suficientemente codicioso como para traicionar a su hermano, no hay duda – pero la
otra mitad de mí sabe que Joaquín es más cobarde que codicioso, y no había ninguna
posibilidad en el infierno de que incluso insinuara ayudarme.
Ahora estoy sentada aquí, atada a esta silla en una habitación silenciosa donde
mis pensamientos y preocupaciones son tan fuertes dentro de mi cabeza que no puedo
escuchar la voz a la que suelo recurrir para reconfortarme. ¿Cesara entrará a la
habitación y me matará ahora que estoy sola? ¿Qué le está pasando a Naeva? ¿A Leo?
¿Puedo salir de esto viva? ¿Fue un error venir aquí? ¿Qué me hará Javier cuando me
vuelva a ver? Javier ... Javier ... Javier. Él es y siempre ha sido el demonio a mi
espalda, el fantasma acechando en cada sombra de mi vida, el hilo que une todas mis

103
mentiras. Recuerdo esa noche tan vívidamente: nunca he podido olvidarla, no importa
lo fuerte que lo haya intentado. La verdad siempre está ahí para perseguirte. Exige ser
escuchado. La verdad... la verdad... la verdad...

Texas - Cuando todo comenzó...

Temblando, abrí la puerta del armario e hice mi camino a través del dormitorio
de Samantha al final del pasillo hacia la sala de estar donde Javier me estaba
esperando, arma en mano.
"¡Ah, aquí está ellas!" Javier levantó ambas manos a su lado; parecía realmente
emocionado de verme. Yo pensé que él estaba loco.
"Te extrañé, Sarai". Él inclinó la cabeza hacia un lado. "Si eras tan infeliz ¿por
qué no lo dijiste? Habría hecho lo que quisieras, tú lo sabes”.
No me importaba lo que tenía que decirme, todo lo que me importaba era
asegurarme de que Samantha estaba bien. Tratando de mantener mis ojos en Javier,
escaneé la habitación en busca de ella. Finalmente, vi sus pies descalzos sobresaliendo
detrás del sillón reclinable.
"Samantha, ¿estás bien?"
Ella no respondió, así que sabía que estaba bastante mal herida.
Miré de nuevo a Javier. "Vámonos, por favor, ella no tiene nada que ver con
esto".
Me sonrió, pensativo pero divertido.
Vestía de negro de arriba a abajo: camisa negra de manga larga, cinturón,
negro, pantalón negro, zapatos negros, corazón negro. Levantó su arma hacia mí e hizo
un gesto para que me acercara a él.
"Déjame verte", dijo.
Me acerqué, mis pies descalzos se movían sobre revistas esparcidas por el piso. Detrás
de mí, el reloj del abuelo, erguido en el rincón hacía tic tac ominosamente.
"Javier, ella se va a morir si no pedimos una ambulancia", le insté mientras me
acercaba. “Déjame llamar al 911. Entonces podemos irnos.
Entonces vi las rodillas de Samantha, pero el resto de ella estaba oculto por la
silla y la oscuridad.
Javier extendió la mano.
"¿Lo follaste?" Preguntó y me atrajo hacia sí. "¿O todavía eres mía?” Se inclinó e
inhaló mi aroma como un animal; enrollando con sus dedos una hebra de mi cabello
que se soltó de la coleta.
"No", dije con voz entrecortada. "Yo siempre seré tuya”.
"No sabes lo que me has hecho", dijo, y sentí su aliento en mi cuello. "No
deberías haberme dejado".
Levanté la mano y curvé mis dedos alrededor de su nuca. Me incliné hacia él, el
lado de mi cara navegando sobre los botones abiertos de su camisa hasta que me sentí
su pecho en mi mejilla. "Lo sé, y lo siento”. Besé su piel caliente. "Siento tanto haberte
dejado", agregué en español.

104
Me estremecí, tanto de placer como de disgusto, cuando él deslizó su mano
hacia abajo a la parte delantera de mis pantalones y metió dos dedos dentro de mí. No
importaba que él estuviera loco o que fuera un asesino o que pudiera matarme en
cualquier momento; su tacto todavía me hacía mojar. Era mi cuerpo traicionándome, la
naturaleza humana traicionándome, no mi mente o mi corazón. Hacía años, me había
adaptado para reaccionar ante de él de esta manera; un retorcido instinto de
supervivencia que no enseñan en clases de defensa personal.
Javier tenía que creer que me estaba excitando o él sabría que todo lo demás
sobre mí también era una mentira.
Sacó sus dedos y los llevó a sus labios, inhaló profundamente, con sus ojos
cerrados como para saborearlo. Luego se los metió en la boca y los chupó.
Di un paso atrás mientras estaba distraído, para poner tanta distancia entre
nosotros como podía, aunque fuera pequeña.
"No estoy seguro de seguir queriéndote", dijo.
Mi corazón se detuvo. Si él no me quería, entonces sabía que me mataría,
especialmente después de todo lo que había hecho, todos los problemas que le había
causado.
"Javier", dije, tratando de ocultar el nerviosismo en mi voz, "vámonos. Estoy lista
para regresar".
Retrocedí un paso y hacia mi derecha, apreté las manos contra la pared detrás
de mí. Y entonces la vi, Samantha. Ella no se movía. Estaba sentada desplomada de
espalda contra la pared; sus piernas ensangrentadas estaban extendidas en el suelo;
sus brazos yacían flojos a su lado, sus dedos estirados. Sus ojos; estaban abiertos,
muertos.
La bilis se agitó en mi estómago, mis manos se pusieron rígidas a mis costados.
Me sacudí de ira, odio y culpa, y maldita sea, de miedo.
"La mataste", le dije, mis labios temblando.
"Lo hice", admitió. "En el quinto disparo".
"Pero dijiste…” Miré de él hacia el cuerpo de Samantha; sentía que mi corazón se
estaba cerrando. "Dijiste que si yo no ...”
Javier levantó su arma hacia mí; esa última bala que entonces supe por qué no
la usó en ella.
Me quedé congelada, una mano en la pared detrás de mí, la otra de alguna
manera encontró su camino hacia mi estómago como si pudiera contener el vómito por
estar allí. Tropecé con más escombros y luego presioné mi espalda contra la pared para
mantenerme erguida. Había un estante a mi lado; mi mano revolvió su contenido en la
oscuridad.
Miré a través del pequeño espacio que nos separaba a Javier y a mí; miré sus
ojos oscuros, fríos y sin fondo, no al cañón de su arma apuntada hacia mí, sino a sus
ojos. Escuchamos un clic, solo un clic, y nos miramos el uno al otro con los rostros en
blanco, confundidos por lo que acaba de suceder. Entonces sonó un disparo y caí
contra la pared; mi cuerpo se deslizó hacia abajo hasta que me senté en el suelo igual
que Samantha. Floja y gastada, al igual que Samantha. La habitación giró en mi visión
como una espesa neblina gris.

105
Y cerré los ojos y dejé que la oscuridad me llevara, el tipo de oscuridad que
sofoca con culpa, arrepentimiento y rompimiento.
Javier se agachó delante de mí; sentí sus dedos tocando mi cabello otra vez;
sentí el calor de su mano envolviendo mi mejilla; la ternura de ello, el… perdón.
Todo el tiempo supe que el arma que había encontrado en el estante, estaba allí.
El primer clic, fue la verdadera Sarai, la bala destinada a Javier, y con todo mi corazón
lo quería muerto cuando tiré del gatillo la primera vez. Pero el destino lo salvó y el tiro
falló. Y él solo me miró, sorprendido y.… lastimado de que yo hubiera hecho eso y de
que incluso lo pudiera haber hecho. Y en esos pocos segundos de silencio y de
aturdida confusión entre el primer y segundo intento, pensé en nuestro hijo; pensé que,
si alguna vez matara a Javier, seguramente nunca volvería a ver a mi hijo.
El segundo intento y la bala exitosa golpearon el piso… intencionalmente.
"¿Por qué?" Preguntó después de un momento. "Dime la verdad, Sarai".
"Porque…” Hice una pausa, buscando las palabras”.... Porque yo ... te sigo
amando”.
Era una mentira; la mentira más grande que jamás hubiera dicho. No, no es que
todavía lo amara, una parte de mí lo hizo; la parte que aún no había curado; la parte de
mi cerebro lavada por mi captor, pero que afirmé haber matado. Pero en verdad, no le
perdoné la vida por amor a él; solo sabía que eran las únicas palabras que él creería, la
única forma en que volvería a confiar en mí; la única forma en que no usaría esa última
una bala en mí. No matar a Javier cuando tuve la oportunidad era una prueba - para
Javier al menos - de que aún lo amaba, y que haría cualquier cosa por él. Incluso
traicionar a Víctor.
"Sólo llévame a casa", le dije, derrotada.
Javier se sentó frente a mí, y levantó mi barbilla con sus dedos, y me miró a los
ojos como siempre lo hacía, justo antes de que nos presentáramos ante esas personas
poderosas en esas ricas mansiones. Y fue entonces cuando supe que Javier no me iba a
llevar a ningún lado; quería que hiciera algo por él.
“El hombre que te llevó”, comenzó en español, “vale mucho dinero-"
"Quieres que lo atraiga", interrumpí, ya odiando todo sobre este ... arreglo.
Javier negó con la cabeza. "No", dijo, "quiero que continúes como has sido con
él; métete dentro de su cabeza, ya sabes " – pasó la parte de atrás de sus dedos por mi
mejilla sugestivamente- “de la forma en que lo haces, la forma en que lo has hecho
conmigo. Su empleador lo quiere vivo, pero también quiere saber quién más está
ayudándole. Descubre estas cosas para mí, Sarai; ayúdame a ser quien le traiga a él y a
sus seguidores, y te daré las dos cosas que deseas más que cualquier cosa en este
mundo".
"¿Qué quiero, Javier?" Sentí que las lágrimas salían a la superficie mientras
pensaba sobre esas dos cosas, pero contuve las lágrimas, tratando de ser fuerte.
“Tu libertad”, dijo, “y tu hijo”.
No pude aguantarlas más y brotaron de mis ojos…porque creí que estaba
diciendo la verdad. Era mi oportunidad, después de todos esos años que pasé como su
prisionera, para que me devolvieran mi vida, y me dejaran sola para vivir libremente en

106
el mundo con el hijo que me habían robado al nacer. Una vida normal. Una vida
aburrida y sin complicaciones que tanto deseaba que habría matado por ella.
No tuve que pensarlo, ni siquiera por un segundo, iba a traicionar a Víctor. Por
mi vida, mi libertad y por mi hijo.
"Lo haré", le dije.
Javier me besó con ternura. El me creyó. Él me creyó, porque yo también estaba
diciendo la verdad en ese momento.
"Siempre fuiste mi favorita", dijo Javier, buscando mis ojos. "Mi Princesa, mi amor, mi
todo, Sarai”. La yema de su pulgar tocó mi labio inferior.
Me besó de nuevo, y esta vez me dejé llevar, la sensación de su calidez, la
lengua en mi boca, los recuerdos que compartimos, la extraña, poco convencional y
prohibida relación que habíamos tenido.
El beso se rompió, y él me miró a los ojos, y vi una especie de tristeza en su
interior, porque hasta el corazón más negro puede amar.
Un disparo amortiguado sonó afuera, terminando nuestro momento.
"Es Víctor", le susurré en la oscuridad. "Sé que es Víctor".
"Dile que me mataste", susurró Javier. "Si él está tan comprometido contigo
como afirma La Orden, él creerá lo que le digas".
Asentí con nerviosismo, y otro disparo ahogado y movimientos fuera de la casa
hicieron que mi corazón se acelerara.
Javier yacía en el suelo rodeado de escombros, y fingía estar muerto. No pensé
que funcionaría; mi corazón latiendo furiosamente en el costado de mi cuello me dijo
que no podía engañar a Víctor con algo tan simple.
Pero estaba equivocada…
Víctor entró corriendo en la habitación; se quitó los guantes negros y los guardó
en el bolsillo de su chaqueta. "¿Sarai?"
No lo miré, porque tenía miedo de que viera la mentira en mi cara, se agachó
delante de mí; mis rodillas estaban contra mi pecho.
"Está muerto", le dije; Levanté los ojos. "Lo maté, Víctor".
Extendió la mano y me levantó en sus brazos.
"Voy a sacarte de aquí", me dijo.
Sosteniéndome cerca de su pecho, me sacó de la casa, sin detenerse para
comprobar las pulsaciones de Javier o incluso de Samantha. Se había enamorado de mí,
Víctor Faust había sido verdaderamente comprometido. Por mí.

107
Capítulo 23
Víctor
Me abro camino entre edificios en la oscuridad, arma en mano, mis zapatos
moviéndose silenciosamente sobre el concreto, sigo la sombra por delante. El sonido de
agua corriendo se percibe más mientras me acerco al puente.
Me detengo en la esquina de un edificio de ladrillos, oculto por las sombras,
cuando Apolo ralentiza su paso. Él desliza sus manos hacia abajo en sus bolsillos, y
luego se desliza en la oscuridad provocada por el puente arriba de nosotros.
Espero treinta segundos, y luego sigo, manteniéndome en las sombras y fuera de la
vista. Hasta que lo pierdo.
¿Cómo pude haberlo perdido tan rápido? Y luego me percato de golpe, él debe
saber.
Presionando mi espalda contra la pared de roca, me quedo perfectamente
inmóvil y en silencio. Y espero. Llevo tres horas siguiendo a Apolo desde que llené su
cabeza de mentiras y luego lo dejé ir, para que me lleve directamente a Artemisa.
Pero algo cambió en esas tres horas, y creo que él sabe que yo le he estado
siguiendo. Tal vez fue cuando se detuvo en la Cafetería 24 Horas y pasó quince minutos
dentro. En el teléfono. Con Artemisa, estoy seguro. Lo observé desde el otro lado de la
calle; había tomado prestado el teléfono móvil de un empleado. En el momento en que
salió de la cafetería, Apolo parecía un poco más alerta de su entorno, mirando
casualmente por encima del hombro de vez en cuando.
Apolo emerge de un rincón dentro de la pared de roca que está delante, y yo
aguanto la respiración y mi cuerpo se pone rígido esperando que no me vea. Sus
manos se mueven alrededor de su abdomen... Ah, ya veo: él solo se estaba aliviando a
sí mismo. Quizás solo esté siendo paranoico.
Continúo siguiéndolo, pasando el puente y hacia el parque cerca del río;
mantengo una distancia segura para que no pueda escuchar mis pasos detrás de él.
Pero, ¿Adónde va? Si soy afortunado, es a encontrarse con Artemisa en algún lugar;
puedo haberme equivocado al pensar que sabe que lo están siguiendo, pero no hay
error en que Artemisa fue la persona a quién él llamó en la cafetería. Estoy
absolutamente seguro de que era ella.
Apolo se sienta sobre una mesa de picnic de piedra cerca de un estacionamiento,
sus piernas colgando sobre el costado. Recuperando algo de su bolsillo, veo que es un
teléfono celular una vez que la pantalla se ilumina en su mano, probablemente lo robó
del empleado. Se pone el teléfono en la oreja, hace un gesto con la mano libre mientras
habla. Ojalá pudiera oír lo que está diciendo.
Pero luego, mi propio teléfono vibra dentro de mi bolsillo, y no se detendrá. En
contra de mi necesidad de verificar y ver quién es, lo dejo ir al correo de voz dos veces,
pero quienquiera que me llame, sé que debe ser importante. Este es el peor momento

108
posible para tener que responder a una llamada, pero lo hago de todos modos, porque
podría tratarse de Izabel.
Alcanzando mi bolsillo, saco el teléfono y mi corazón comienza a acelerarse
cuando veo el nombre en clave de mi contacto en México, ardiendo en la pantalla como
un fuego que necesita ser apagado.
"¿Qué pasa?" Pregunto rápidamente, mi voz un susurro. "¿Ella está bien?"
"Niet, ella no", dice. "Ella está en serrioos prroobblemas. Ellos saben quién es
ella, y la han atrapado. ¿Por qué no me dijiste que Javier RRRuiz todavía está vivo?”
Dejo de respirar ...
Me toma más tiempo de lo que debería organizar mis pensamientos.
“¿Puedes hacer algo?” Pregunto.
"Niet. Intenté comprrrarla, pero no la vendierrron. No hay otra cosa que yo
pueda hacer. Tengo que irme. Tengo negocios".
Justo cuando muevo el teléfono de mi oreja, aplastándolo con mi puño, huelo su
perfume a mi alrededor, y luego escucho el disparo, atronador al principio, hasta que
me ensordece. Siento la bala a medida que se desliza a través de mi vientre, pero
extrañamente, no siento dolor; solo el calor de la sangre que brota de la herida y se
acumula dentro de mi ropa. Me siento despatarrado en el suelo, y ni siquiera puedo
recordar cómo llegué aquí, o cuando mi arma cayó de mi mano, o cuando Artemisa
logró tomarla en la suya.
Mi visión es irregular en el mejor de los casos; por un momento veo a dos de
ella, de pie sobre mí, hasta que las dos se funden en una. Sus labios se mueven, pero
apenas distinguir las palabras. ¿Todavía estoy respirando? Presiono mi mano contra mi
pecho, buscando el latido del corazón, y mi otra mano navega a través de la sangre que
brota. Con la poca fuerza que me queda, trato de presionar la herida.
Artemisa sonríe, aunque no está llena de malicia, como esperaba que fuera.
Finalmente, mi audición vuelve a mí, y su voz lentamente produce sonido.
"Mi hermano puede haber caído en tus mentiras", dice ella mientras se agacha
frente a mí, "pero hace mucho tiempo que aprendí a no confiar en ti, Víctor".
Siento que Apolo se acerca, pero no puedo mover mi cabeza para seguirlo; su
sombra lo precede, cubriendo el suelo delante de mí.
"Ojalá fuera cierto", continúa Artemisa; ella se acerca y toca mi cara. “Quería
que fuera cierto cuando me lo dijo por primera vez, comencé a creerlo; sabes, esa
mujer ingenua en mí que te amó hace mucho tiempo, que hubiera hecho cualquier cosa
por ti”. Ella suspira. "Pero ya no soy esa mujer, y ... bueno, veo que definitivamente ya
no eres ese hombre”. Sus palabras están entrelazadas con consuelo y decepción.
Ella se pone de pie, y Apolo se mueve para pararse a su lado.
Artemisa levanta el arma y la apunta hacia mi cabeza. Sólo pienso en Izabel; su
rostro recorre mi visión, persiguiéndome, torturándome; recuerdo la primera vez que la
conocí, recuerdo el sonido de su voz, el olor de su pelo rojo, la suavidad de sus manos;
recuerdo cuando ella tocaba el piano, y cuando le hice el amor por primera vez, y la
primera vez que casi la mato. Y recuerdo - cierro los ojos y me preparo para morir, a fin
ser liberado de esta prisión que ha sido mi vida.

109
Un disparo suena. De nuevo, no siento nada. Cuando escucho a Apolo gruñir,
abro los ojos y lo veo caer a mi lado en el suelo.
“¡APOLO!” Grita Artemis.
Ella aleja el arma de mí y dispara mientras corre; las balas atraviesan el aire en
ambas direcciones, pero ninguna de ellas la golpea, y ella se escapa en la oscuridad.
"¡Víctor!" La voz de Nora encuentra mis oídos, pero estoy perdiendo mucha
sangre y no puedo moverme para responderle. Segundos después, ella está agachada a
mi lado, sus manos revisando mi herida. Otras dos figuras se lanzan en busca de
Artemisa.
"¿Por qué ... ¿Por qué no estás en ... México, Kessler?" Casi no puedo respirar,
mucho menos decir oraciones completas.
"Estoy aquí para salvar tu trasero obstinado", dice ella, "así que tal vez podrías
estar un poco agradecido".
"Pero ... Izabel ... Javier…” Trato de levantar mi mano para hacer un gesto.
Quiero tocarla, pero no puedo levantar la mano del suelo.
Nora pone los ojos en blanco y luego coloca un brazo detrás de mí, tirando de mí
para ponerme de pie. "Te llevaré a Mozart".
"Te necesito en ... México".
"Sí, sí, Izabel puede manejarse sola".
Lo último que recuerdo es el olor del cuero en el asiento trasero del coche, es
tan fuerte, como si los sentidos del cuerpo aumentaran justo antes de la muerte. El
sonido de los neumáticos moviéndose energéticamente por la carretera; las luces -las
de la calle, estrellas y letreros eléctricos, todas presionando mis ojos; el sabor de la
sangre en mi boca, agudo y cobrizo y desagradable.
Izabel…

110
Capítulo 24
El Loto Rojo
La extraña mujer frota continuamente la yema de su pulgar contra el lado de la
taza de café de poliestireno; rara vez bebe de ella, y cuando lo hace es solo cuando un
hombre pasa, y sus ojos lo siguen de manera escalofriante hasta que él se va. Al
empleado del aeropuerto le gustaría terminar este incómodo encuentro, pero lo que
había comenzado como un gesto amable se ha convertido en una forma de observarla
más de cerca. No le gusta la sensación que percibe de ella; ni tampoco las mujeres
detrás del mostrador de boletos que se mantienen mirándolo desde lejos. Ella podría
ser mentalmente inestable y necesitar una escolta policial para sacarla del aeropuerto;
ella podría ser una terrorista. O, solo podría ser diferente, y el hombre se sentiría mal
por llamar a la policía porque ella no encaje en el molde de lo que se considera normal
en la sociedad.
"¿Estás esperando a un miembro de la familia?", El hombre sondea, tratando de
hacer conversación: ella ha estado callada desde los tres minutos que hace que se
sentaron juntos.
"Tienes una buena cara", dice la mujer.
El hombre parpadea un par de veces, luego toma un sorbo de su café como una
distracción.
"Gracias” ... Él mira al mostrador de boletos; las mujeres se ríen suavemente
cuando ven la mirada desconcertada en su rostro.
La mujer se mueve hacia su bolso, y él se tensa brevemente.
"Te lo mostraré", dice ella, su voz siempre desconcertantemente tranquila, sin
emociones.
Cuando la mujer abre su bolso sobre la mesa, el hombre aprovecha la
oportunidad para mirar dentro disimuladamente. No ve nada que pueda ser usado
como un arma, solo un pequeño paquete de pañuelos, una billetera, una botella de
desinfectante de manos tamaño muestra y otras cosas aleatorias que generalmente
terminan en los bolsos para mujeres.
Ella saca un pequeño espejo.
"Echa un vistazo", dice ella, y le tiende el espejo para que él lo tome.
A regañadientes - y después de otra mirada desconcertada a sus compañeros de
trabajo- él toma el espejo y lo sostiene, sin estar seguro de lo que ella quiere que haga
con él.
"Mira", ella insta, asintiendo ante el espejo.
El hombre traga nervioso y luego sostiene el espejo frente a él.
"¿Qué se supone que debo estar mirando?"
"Tu cara".
"Yo uh” ... —sigue mirando, su expresión se hace más incómoda cada segundo—
“OK, estoy mirando. Pero todo lo que veo es un tipo negro bien parecido”. Él fuerza
una sonrisa, intentando fingir estar cómodo con la situación.

111
La mujer se acerca y pone su delicada mano en su muñeca, bajando su brazo y
el espejo en su mano.
"Tienes una buena cara", repite ella.
Ella toma el espejo de su mano, escondiéndolo dentro de su bolso de nuevo.
Entonces ella se pone de pie.
"¿Adónde vas?" El hombre se queda sentado allí, confundido por todo el
intercambio, pero aún más, dado que ahora, ella aparentemente decidió alejarse.
"El avión ha llegado", dice ella sin mirarlo, y luego se escapa entre la multitud.
El hombre, y las mujeres detrás del mostrador de boletos, la observan hasta que
ella sale del aeropuerto por las puertas principales.

112
Capítulo 25
Izabel

Es curioso que, después de tanto tiempo, todavía puedo distinguir los pasos de
Javier de todos los demás. Los puedo oír ahora, acercándose por el pasillo; se está
tomando su tiempo, y eso me aterra. Trato de contener la respiración, enderezo la
espalda y mantengo mi barbilla en alto; mis palmas están sudando; mi boca está muy
seca. Cálmate Izabel.
La puerta de mi prisión se abre y entra una mitad del hombre que formó y
moldeó en quien me convertí; alto y malvado y sorprendente a pesar de sus muchos
defectos imperdonables. Me mira fijamente y es lo único que me da esperanza. Si no se
hubiera tomado su tiempo en eso, habría significado que yo ya no le importaba más.
Pero miró tan pronto como cruzó la puerta, como si no pudiera esperar más.
"Sarai", saluda con un asentimiento de cabeza; se para con las manos juntas
detrás de su espalda.
"Javier". Asiento con la cabeza en respuesta.
El intercambio se siente demasiado formal, y esa no es una buena señal.
Él cierra la puerta y se me acerca; tira de una silla y se sienta frente a mí,
dejando sus largas piernas abiertas; reclina la espalda contra la silla y descansa sus
grandes manos sobre de su regazo. Pero no me toca, ni siquiera rodilla con rodilla, y la
esperanza que había encontrado segundos antes se drena de mi cuerpo.
"Sabía que te volvería a ver", dice, y luego mira mis manos atadas. "Sabía que te
vería así".
"¿De verdad? ¿Nunca imaginaste que volvería a matarte? ¿O que volvería para
estar contigo?”
Sonríe, con los labios cerrados, haciéndome saber que nunca imaginó, o podía
creer, ninguna de los dos.
"Sabes que no puedo dejar que salgas de aquí con vida", me dice, yendo
directamente al grano.
"¿No puedes o no quieres?"
Mira hacia el techo como si lo estuviera considerando, pero ya sabe la respuesta.
"Ninguna de ellas", dice. “Por razones obvias, no puedo”. Él frunce sus labios, inclina su
cabeza -"también por razones obvias. ¿Por qué volviste? No fue para matarme,
supongo, o no habrías venido hasta aquí. Estoy seguro de que sabías que yo no estaba
aquí. Entonces, ¿por qué volviste?”
"Te diré todo lo que quieras saber", le digo, "si primero dejas que Naeva y Leo
se vayan. Puedes tenerme, haz lo que quieras conmigo, pero ese es mi precio".
Javier sonríe de nuevo. "Claro", dice encogiéndose de hombros. "Pero solo para
que sepas, ya los dejé ir".

113
Parpadeo, confundida; No estoy segura de creerle. "¿Por qué harías eso? ¿Y
cómo sé que no me estás mintiendo?"
Javier levanta la pierna derecha y descansa el tobillo sobre la rodilla izquierda; él
cruza sus brazos.
"Leo Moreno vale más vivo que muerto", dice. "Él y yo tenemos un acuerdo,
pero nada de eso es de tu incumbencia. Te doy mi palabra de que ha sido liberado
junto con la mujer que lo arruinó, ella era su precio". Él sonríe con superioridad.
“Verás, El Segador y yo tenemos algo en común: mujeres que nos arruinaron. Supongo
que puedes decir que me compadecí de él.
Me burlo. "No te tienes que compasión de nadie Javier, contigo todo se trata del
dinero. Y poder".
"Entonces, ¿por qué sigues viva?", Pregunta.
"Porque valgo más que Víctor Faust, por lo que me han dicho. Y planeas
entregarme al único hombre al que vine a buscar. Entonces supongo que todo
funcionó, después de todo".
Javier sacude la cabeza con una pequeña sonrisa; luego se inclina hacia delante,
sus brazos apoyados en la parte superior de sus piernas. "Sé cuánto vales, Sarai", dice,
"porque fui yo quien contrató a La Orden para encontrarte".
Trago saliva y me siento como una idiota. ¿Cómo pude haber pensado que yo
valía más para La Orden que Víctor Faust? La vergüenza que siento por ese momento,
un momento en que me sentí importante porque pensé que la Orden me quería; bueno,
espero que Javier no vea el rojo en mi cara. Era él todo el tiempo, y debí haberlo
sabido, ¡debí haberlo sabido!
"¿Por qué, Javier, pagarías tanto para encontrarme, después de todo lo que he
hecho? Eso es mucho dinero por una chica", me burlo," y sé que no es porque me
quieras”.
"Venganza", dice, y un escalofrío me sube por la espalda. “Es mucho más
satisfactoria que cualquier cantidad de dinero".
Javier se levanta de la silla y se pasea delante de mí.
"Tengo planes para ti, mi amor", dice, sin mirarme. “Y tú, o los cumplirás o te
mataré”.
"¿Qué tipo de planes?"
Se detiene, gira, y sus ojos se encuentran con los míos.
"Vas a terminar lo que empezaste hace mucho tiempo, lo que aceptaste. ¿Qué pasó, de
todos modos? ¿Te enamoraste de él? ¿Lo amaste más que a mí”
Miro el suelo.
"Sí", respondo con honestidad. Víctor me salvó. De ti, Javier. Podría haberte
amado como lo amo a él, pero eres un tipo de hombre muy diferente. Yo no era alguien
a quien amabas, yo era una cosa que poseías. Las manos de Víctor eran rudas, igual
que los tuyos, pero nunca me hizo daño. Él se preocupó por mí, tú te preocupabas solo
de ti mismo. Así que sí, te traicioné porque me enamoré de él. Y no lo traicionaré ahora
por ti, porque todavía lo amo".
Él no puede mirarme; Tengo la sensación de que quiere hacerlo, pero está
demasiado enojado; hay una pequeña contracción en un lado de su cara.

114
“No más mentiras, Javier. No más pretender contigo, ni siquiera para salvarme a
mí misma. Me niego a pasar mis últimos momentos fingiendo que te amo. La verdad es
que te odio. Y si no me matas mientras me tienes atada a esta silla, entonces yo seré
quien te mate cuando finalmente me salga de esto".
Él se ríe.
"¿En serio?", Se burla. "Aunque no dudo que puedas liberarte, sé que no me
matarás".
"¿Qué te hace estar tan seguro?"
"Alejandra", dice. "Soy la única que sabe dónde está nuestra hija".
¿Una hija? Jadeo en voz baja, y pierdo el hilo de mis pensamientos mientras
trato de imaginar su cara. Alejandra. El nombre de mi hija es Alejandra ...
Javier se pone de pie frente a mí, y miro su forma amenazante. Su expresión ha
cambiado. Y pone un miedo en mi corazón que siento en lo profundo de mi estómago.
Él sonríe. "Y si no cooperas conmigo esta vez, la haré matar antes de matarte”.
No…
Mi mirada sin parpadear flota tambaleante por la habitación; dejo de respirar por
un momento; mis manos sudan profusamente; mi estómago se revuelve con bilis. Miro
de nuevo hacia él, profundamente en sus ojos, y lo veo, la seriedad de su amenaza: él
lo hará; él no está echándome un farol; él matará a mi hija.
"Deberías estar agradecida de que no la maté cuando me traicionaste la primera
vez, Sarai. He pensado en ello. Casi lo hice”. Se sienta de nuevo en la silla delante de
mí, captando toda mi atención. "Pero pensé que esperaría un poco más de tiempo",
mueve sus manos hacia afuera, con las palmas hacia arriba, “precisamente por este
momento. Sólo tenía que ser paciente. Y la paciencia valió la pena porque aquí estás. Y
porque no la maté, todavía tengo la única ventaja que podría haber usado contra ti.
Dime, Sarai", dice, "aparte del amor, ¿por qué me traicionaste cuando supiste que yo
sabía dónde estaba nuestra hija? ¿Amas a un hombre más que a tu propia niña?”
"No", le respondo de inmediato, mirándolo. "Solo sabía que no importaba lo que
hiciera por ti, nunca me dirías dónde estaba ella. Eres un animal cruel, sin corazón
Javier, y supe que no habría traicionado al hombre que amo por nada en el mundo.
Entonces, renuncié a la esperanza; dejé de soñar con algo que nunca había tenido. Y la
primera vez tomé la decisión de volver a México para matarte. Para deshacerme de ti.
Suspiro y hago una pausa antes de continuar. "Pero no estabas aquí, y por eso maté a
la mayor parte de tu familia. Y no me arrepiento. Y antes de que me vaya de aquí, voy
a terminar el trabajo".
El sonríe. Y entonces él se pone de pie.
"Tal vez sea así", dice, "tal vez te haya subestimado, y realmente eres la tipa
ruda que todos dicen que te convertiste. Pero si algo me pasa, tú nunca la encontrarás
y nunca sabrás la verdad, Sarai. Acerca de cómo realmente acabaste aquí hace tantos
años. Y nunca encontrarás al hombre que estás buscando. Tengo mucho que ofrecer,
dudo que dejes que la venganza se interponga en el camino de eso”.
"¿Qué quieres decir con cómo terminé realmente aquí?" No puedo mentir, él
tiene mi atención.

115
Javier se acerca y se golpea el lado de la cabeza con la punta del dedo,
sonriendo. "Todo está aquí arriba", dice. "Todo lo que tienes que hacer es terminar lo
que empecé y te diré todo lo que sé".
"No te creo". Sacudo la cabeza. "Tal vez me digas, claro, pero luego me matarás
cuando consigas lo que quieres".
"No", dice. "Te daré todo lo que quieras, Alejandra, información sobre Vonnegut,
tu libertad y tu vida, si me traes a Víctor Faust”.
"Todavía no creo"...
"Incluso te daré un regalo de cortesía", me interrumpe, "como un gesto de
buena fe".
"No hay nada que puedas decir para convencerme de que estás diciendo la
verdad".
"¿Quieres el regalo de cortesía, o no?"
Lo medito por un momento. ¿Qué otra opción tengo? ¿Qué otras posibles
maneras de salir de esto hay? Nadie viene a 'salvarme'; tampoco acordé esto y al
menos me compro algo de tiempo, o todo ha terminado y muero aquí y ahora sin saber
nada.
"Sí", digo, y me preparo. "Lo quiero".
Javier mete la mano en el bolsillo de su camisa y saca su teléfono celular; el
corre su dedo sobre la pantalla en busca de algo, y sonríe cuando lo encuentra; el
miedo crece en mi corazón.
Volviendo la pantalla hacia mí, miro la imagen que me devuelve la mirada. Es
una chica, una mujer joven. Lleva una sudadera con capucha, pero puedo ver su cara,
sus ojos, y su cabello asomándose por debajo de él. Confundida, miro a Javier,
esperando que me diga quién es ella.
"Su nombre era Sela. Sela Cohen. Ella era tu hermana, unos cuatro años mayor
que tú”. Casualmente guarda el teléfono de nuevo, tomándose su tiempo. "Tu madre,
basura-blanca me la vendió -técnicamente a Izel, quien lo intentó entrenarla sin éxito-
cuando tenía siete años. Pero Sela, al igual que tú, no pudo ser controlada.
Desafortunadamente, ella atacó a Izel, y por supuesto mi hermana la mató; ya sabes
cómo era Izel.
"¿Qué tiene que ver esta ... muchacha, conmigo?" Realmente no me importa
mucho que haya tenido una hermana. Nunca la conocí, no recuerdo haberla visto antes,
así que si está tratando de jugar la carta familiar...
Javier sonríe con satisfacción.
"Tu madre te vendió a mí, Sarai", dice, y lo admito, no me afecta mucho. “Por
drogas. No creerías cuántas madres venden a sus hijas por un pase. “De hecho”,
continúa, “que yo sepa, esa mujer vendió cuatro hijas antes de ti”.
"¿Eso es todo?", Pregunto, nada impresionada por la información, está bien,
duele un poco que mi madre me vendiera, pero el problema es que no me sorprende
mucho.
"Eso es todo", confirma con un encogimiento de hombros. "Pensé que estarías
más…”

116
"¿Herida? ¿Conmocionada? ¿Comprometida emocionalmente?"- Sacudo la
cabeza— "Javier, no soy nada como solía ser".
"Eres todo lo que solías ser, y más", responde. "En el sentido de que siempre has
sido así" - me mira de arriba abajo – “Izabel Seyfried. Nunca has sido débil; me jugaste
desde el principio hiciste lo que sea que tenías que hacer para sobrevivir, y luego
escapaste, porque nunca te quebré, yo te hice. Mataste a tu propia madre; y a tu falsa
madre"- sonríe - “sí, me enteré de su muerte; estaba seguro de que eras tú, y te miro a
la cara ahora y sé que tenía razón. Sarai, la gente débil nunca podría matar a los que
más aman, ni siquiera para sacarlos de su miseria, mucho menos sin sentir culpa
después". (No, bastardo, ¡estás equivocado! ¡Él está equivocado! Él está... en lo
correcto.)
"Arriesgaste la vida de tu propia hija cuando regresaste para matarme, cuando
me traicionaste", continúa," porque lo sabías, no importa lo que tu corazón trató de
hacerte creer, que nunca te diría dónde estaba, incluso si me ayudabas. Una madre
amorosa nunca arriesgaría a su hijo, nunca abandonaría la esperanza, incluso si ella
sabe, en el fondo, que no la hay” (mis uñas están hundiéndose en mis palmas; mis
dientes están apretando el polvo en mi boca) -"Te arriesgaste a ti misma y tu relación
con Víctor Faust para venir aquí, de vuelta a un lugar donde sabías que serías…mimada
por él después. O matada, o incluso nunca le verías de nuevo”.
Se levanta, pone las manos detrás de él y me mira mientras yo siento mi cara
cayendo cada vez más bajo un velo de vergüenza, comprensión y odio por este pedazo
de mierda que se atreve a decirme cosas sobre mí misma que nunca quise saber.
Nunca quise creer ...
"Eres como yo, Sarai", dice al fin, y me estremezco. “Eres un lobo en el gallinero,
matas porque tienes hambre, porque está en tu naturaleza, y tu arrepentimiento solo
llega hasta donde estás dispuesta a dejar que te afecte. Porque secretamente
desprecias el afecto, la compañía y el amor. Tú ansías poder sobre todas las cosas,
porque allá arriba, en la parte superior donde nadie puede tocarte, influenciarte o
amarte, sabes que nunca puedes ser herida".
Se agacha frente a mí, y besa mis labios. "Somos lo mismo, Sarai”, dice,
mirándome a los ojos, pero sin verme. "Y así es como yo sé que me amaste una vez.
Porque la oscuridad se siente atraída por la oscuridad. Y la única razón por la que
viniste aquí es porque Víctor Faust se ha convertido en una especie de luz en tu vida, y
la temes tanto como él probablemente lo hace; te odias por amarlo porque te importa
lo que le pase. Pero conmigo me amabas sin estipulaciones; podías vivir contigo misma
si muriera, pero aún era amor; un tipo de amor más oscuro. Un tipo de amor más
seguro".
"Háblame de Vonnegut", digo, con los dientes apretados.
¡Que se jodan tú y tus palabras ciertas!
Javier -la oscuridad en mi vida - sonríe y luego se para del todo.
"El regalo de cortesía no fue suficiente?"
"Sabías que no lo sería", le digo. “Quiero algo que pueda usar, no una pieza del
pasado, Javier.
Él asiente unas cuantas veces, pensando en ello.

117
"Porque te amo, y siempre lo he hecho", dice, "te diré una cosa sobre Vonnegut
que creo que es verdad. Pero todo lo demás solo llegará después que me traigas a
Víctor Faust.
“Pero solo quiero encontrar a Vonnegut para Víctor Faust, ¿qué bien obtendré si
tienes a Víctor?”
"Eso tienes que averiguarlo tú", dice. "Pero ese es el precio".
Reflexionando un momento, miro al suelo y me imagino la cara de Víctor, la luz
en mi vida oscura.
Levanto mis ojos a Javier. "Te traeré a Víctor Faust".
Él sonríe, y luego desliza sus manos en los bolsillos de sus pantalones.
"Nunca he hablado personalmente con Vonnegut", comienza, "pero conozco
alguien que sí; ella es su intermediaria”.
Entonces, Iosif no es Vonnegut, imagínate. Y eso significa que todo el tiempo
había estado equivocada pensando que él era uno de los compradores ricos.
"¿Cómo sabes que ella ha hablado con él? ¿Lo has visto?"
Él me mira. "Porque ella es segura", dice, y luego se pasea despacio. “En los
momentos en que me he reunido con ella para hacer negocios con La Orden, se ha
manejado de cierta manera; ella es más que una empleada, es importante para
Vonnegut de alguna manera. Un simple mensajero no toma decisiones por el jefe; ella
tiene la confianza suficiente para tomar decisiones sin consultarlo primero. Ella nunca
haría eso si ella no tuviera algún tipo de relación personal con él".
"¿Quién es ella?"
"Su nombre es Lysandra Hollis", dice encogiéndose de hombros, "si es que ese
es su verdadero nombre, por supuesto”.
“¿Perfil?” Pregunto.
Su boca se pellizca en un lado, y sé lo que está pensando: ¿Debería darle algo
más?
“Pelo rubio; ojos cafés; ella tiene un tatuaje de un colibrí en su tobillo; de
veintiocho a treinta años, eso es todo lo que tengo".
"Bien", le digo, "entonces déjame ir, y haré lo que acordamos”.
Javier se ríe por lo bajo.
Él me mira directamente. "Nunca dije que te iba a dejar ir, Sarai... te dije cuando
entré aquí que nunca podría dejarte salir viva. Y te dije que me trajeras a Víctor Faust,
pero no dije cómo".
Lo sé; no lo he olvidado.
"Y también me dijiste", le digo, y le sonrío, "que te traicioné hace mucho tiempo
porque sabía que nunca me dirías dónde está mi hija, incluso si yo te ayudaba".
La sonrisa se desvanece de su rostro. Sus ojos se apartan de los míos,
dirigiéndose al arma en mi mano la cuál tomé del guardia al que ahogué hace una hora,
y a las cuerdas de las que salí antes de que Javier entrara en la habitación, tiradas en el
suelo a mis pies.
El disparo me ensordece brevemente, y Javier se queda parado allí por un
momento, sus rasgos marcados con el shock. La sangre se filtra por el gris de su
camisa, y a través de sus dedos.

118
Cae de rodillas, con las manos todavía apretadas en su abdomen; él tose y
sangre gotea de su boca.
Así es como debería haber sido la primera vez. Y se siente bien arreglar lo
dañado.
"Sarai"... me extiende una mano.
Me agacho frente a Javier, el que me hizo, la oscuridad que ha estado dentro de
mí, y beso su boca sangrante; Lo beso largo y suave para que él me recuerde, y para
que yo no lo olvide.
"Tenías razón", le susurro a sus labios, "Soy el lobo en el gallinero, mi amor” -lo
beso de nuevo - "y aunque siento amor por ti, puedo vivir conmigo misma si mueres".
Pongo el arma en su sien y aprieto el gatillo.
Su cuerpo cae y me despido en voz baja antes de agacharme y rodar para
esquivar el chorro de balas que vienen hacia mí desde la puerta.
Al segundo que tengo la oportunidad, disparo desde detrás del sofá, y el guardia
cae. Corriendo descalza hacia él mientras el sonido de unas botas y gritos llenan el
pasillo justo afuera de la habitación, tomo la semiautomática del muerto, y me apresuro
hacia los otros a través de una tormenta de balas.

119
Capítulo 26
Niklas

Cuerpos muertos ensucian los terrenos de la mansión; nadie vigila las puertas;
había pasado a un pequeño grupo de esclavas caminando por la carretera de tierra en
mientras hacía mi entrada y sabía que algo estaba pasando, pero no esperaba esto.
Fredrik está de pie en el vestíbulo cuando entro, y me topo con más cuerpos a
medida que me acerco a él.
Me inclino y levanto una pistola a mis pies - está vacía.
"Muchas de ellas están vacíos", dice Fredrik. "Así es como ella salió de aquí —
tomó una pistola, mató a todos en su camino, la dejó caer cuando estaba vacía, y
luego, a medida que avanzaba, sacaba otra pistola otro muerto y otra, e hizo su camino
matando hasta salir de los terrenos de la mansión". Señala aquí y allá mientras explica,
tallando el camino invisible que Izzy debe haber tomado.
"Tenemos que encontrarla". Empiezo a salir, pero él me detiene.
"Ella ya se ha ido, Niklas".
"Ella podría estar caminando sola en el jodido desierto".
"Búscala si quieres", dice él, "pero si ella pudo salir de esto por sí sola, dudo que
esté caminando sola en el desierto. En este momento, probablemente está a mitad de
camino hacia Arizona”.
OK, tiene un punto.
"¿Cómo supiste que tenías que venir aquí?", Pregunto.
"Probablemente igual que tú", dice. “Envié a alguien a vigilar a Izabel; llegué
cuando me enteré de que estaba en problemas. Y cuando oí...
"Que Javier está vivo", agrego.
"Estaba", dice Fredrik. “Lo encontré muerto en una habitación en ese pasillo. Yo
creo que ahí es donde tenían a Izabel.
Elevando mi mano, rasco la parte de atrás de mi cabeza. "Ella mintió. Todo este
tiempo, ha estado mintiéndonos a nosotros y a Víctor”.
"Estoy seguro de que tenía una buena razón", dice Fredrik.
"Sí, probablemente la tenía". Miro alrededor a todos los cuerpos. "¿Cómo sabes
que no obtuvo ayuda para salir de aquí?"
"No lo sé", dice. "Supongo que solo tengo esa sensación". Hace contacto visual
por primera vez desde que entré en la habitación. "Izabel ya no necesita nuestra ayuda,
creo que incluso Víctor estaría de acuerdo. Y por mi parte no la estaré siguiendo o
enviando a alguien más para cuidarla. Por primera vez desde que conocía a Izabel,
honestamente puedo decir que no necesita la ayuda de nadie".
Miro de nuevo los cuerpos tendidos al azar a mi alrededor, y pienso en la
primera vez que conocí a Izzy.
Tal vez Fredrik tenga razón ...

120
Miro hacia arriba cuando un movimiento me llama la atención. Una mujer
mexicana con pelo rubio, se para en la puerta; salpicaduras de sangre manchan un lado
de su cara y cuello. Parece que ha pasado por el infierno.
Ella tropieza hacia adelante, con una mano cubriendo su estómago donde noto la
sangre filtrándose por su vestido, y entre sus dedos.
Ella cae de rodillas, incapaz de ir más lejos.
"Ella dijo ... ella quería que yo ... sufriera antes de morir", dice la mujer.
"¿Quién?" Pregunta Fredrik, fingiendo que no lo sabe ya.
“La Princesa”, ella tose sangre en el piso, “yo… merezco lo que obtuve", dice
entre respiraciones. "Por las ... cosas que he hecho. Me lo merezco porque...” Sus ojos
revolotean; su parte superior del cuerpo se balancea "porque no me arrepiento de
nada. Díganle que dije que no me arrepiento de nada”.
La mujer cae hacia delante, muerta antes de tocar el suelo.
Fredrik y yo nos miramos, nos encogemos de hombros, y luego hacemos un
barrido por la mansión.
Encontramos a más esclavas amontonadas en un armario, y les damos dinero y
las animamos a abandonar este lugar. Dos guardias empapados por su propia orina, se
encuentran escondidos en un baño de arriba. Fredrik mata a uno, y yo mato al otro. Y
en una habitación más extravagante, encontramos a un hombre, vestido con un traje
de Armani con un disparo en la frente, desplomado contra una silla. No puedo estar
seguro de quién es, pero es obvio que era importante para el funcionamiento de este
lugar. El papeleo disperso por toda la habitación, y en el escritorio a su lado, muestra
números y cantidades de dinero y nombres de chicas esclavas y los nombres de los
compradores. Yo sé esto porque veo la tapadera de Jackie, Frances Lockhart, entre los
nombres, y todo el dinero que gastó en las chicas que salvó.
Me estremezco cuando veo la foto de mi hermana.
"Ella también estuvo aquí", dice Fredrik, mientras sostengo la foto de Naeva en
mis dedos. "Supongo que vino aquí con Izabel".
"¿Está viva?" He estado apretando los dientes desde que agarré la foto.
"No estoy seguro", responde Fredrik. "¿No lo sabías?"
Ausente, sacudo la cabeza. No, Jackie no la mencionó cuando me dijo todo lo
que sucedió, pero nunca me imaginé que la chica de la que me habló con relación al
luchador, era mi hermana.
"Tal vez todavía está viva", ofrece Fredrik.
Guardo la foto, conteniendo la ira hirviendo dentro de mí.
Todos los demás están muertos. Setenta, ochenta personas, al menos.
¿Cómo demonios Izzy logró esto sola?
Sonrío pensando en ello. Porque sé que ella todavía está viva. Y Fredrik tiene
razón, ella ya está a medio camino de Arizona, si no es que ya está allí.
Pero, ¿dónde está Víctor?
¿Y Nora?
"Parece que fuimos los únicos a los que les importó una mierda". Le digo a
Fredrik. Eso me molesta solo de pensarlo, que mi hermano no envió a alguien como
nosotros hicimos, y que él no está aquí ahora mismo, como lo estamos nosotros.

121
Y Nora – que se joda Nora.
Fredrik se aleja del hombre muerto que está cerca de la mesa y saca un pañuelo
negro del bolsillo de la chaqueta de su traje, y se limpia las manos.
"Víctor no está aquí porque le dispararon", dice, y parpadeo, aturdido.
“Nora me llamó hace una hora; él va a sobrevivir, pero ella dice que no ha
hablado con nadie desde que Nora lo llevó a Mozart. Ella está preocupada".
Mozart es un cirujano que trabaja para Víctor en momentos como estos, para
mantener nuestros asuntos fuera de los hospitales y demás. ¿Y por qué no me llamó
Nora? Soy el hermano de Víctor. Dios, odio a esa mujer.
“¿Preocupado por qué?” Digo. "¿De qué hay que preocuparse si él no se va a
morir?”
"No lo sé”.
"¿Y desde cuándo Nora se preocupa por alguien?", pregunto.
"Eso es lo que me preocupa", dice Fredrik.
"Bueno, ahora estoy preocupado".
Después de un momento, digo: "Tengo algo que hacer antes de ir a ver a
Víctor". Me dirijo a la puerta, agarrando un maletín lleno de dinero en mi camino. "Si
ves a Izzy antes de yo lo haga, dile que dije... no importa, se lo diré yo mismo”.
Fredrik asiente.

122
Capítulo 27
Izabel

Robé un auto de la mansión y conduje tan lejos como pude antes de que me
quedara sin gasolina. Había estado caminando sola en el desierto durante horas antes
de que Naeva y Leo me recogieran, un semiautomática apretada en mi mano, sin
zapatos en mis pies, con el vestido manchado de sangre Estaba de pie en medio del
camino de tierra, apuntando con el arma hacia el coche que venía hacia mí. Casi les
disparo a ambos, y mi único aventón. Así que Javier estaba diciendo la verdad sobre
dejarlos ir.
"Te hemos estado buscando por todas partes", dice Naeva en el momento en
que estoy dentro del coche. “Regresamos a la mansión para ver a todos muertos. Pero
no a ti", me sonríe en el asiento trasero," ni siquiera revisé todos los cuerpos; yo sabía
que todavía estabas viva. Entonces, salimos a buscarte”.
Le sonrío débilmente a ella. "Supongo que debería agradecerte".
"¿Agradecerme a mí?" Naeva sacude la cabeza; sus cejas se arrugan. "Te debo
mi vida, Sarai, ambos lo hacemos”. Ella toca el brazo de Leo; él mira por encima de su
hombro hacia mí, agradeciéndome con sus ojos. Me pregunto por qué está conduciendo
después de ser disparado, pero no parece molestarlo; o más bien, probablemente, esté
ignorando el dolor.
Queriendo evitar cualquier comentario que me pinte como una especie de
heroína, cambio de tema.
"¿Cuál fue el trato?" Le pregunto a Leo. "¿Por qué te dejó ir Javier?"
"Me iba a traer de vuelta, mi nombre", dice Leo en un inglés roto. "Si peleaba
para él, él no mataría a Naeva”.
Dudo que Leo Moreno tenga problemas para recuperar su nombre. No creo que
alguna vez realmente se haya perdido.
“¿Cómo te sientes al respecto?” Pregunto. "¿Sobre pelear de nuevo?"
Naeva me mira con desaliento, definitivamente no le gusta el arreglo.
"Haría cualquier cosa por Naeva", dice Leo. "Además, luchar es todo lo que sé.
Todo lo que alguna vez he hecho”.
"Bueno, te han relevado de tu contrato con Javier Ruiz", le digo. "Él está muerto.
Lo maté”.
Los ojos de Naeva se iluminan lentamente, seguidos de una sonrisa agradecida;
Puedo decir que ella quiere envolver sus brazos a mi alrededor, y lo haría si no
estuviera en el asiento delantero y yo en el trasero.
La cara de Leo nunca cambia. De hecho, él no dice nada. Y yo no pregunto por
qué.
El resto del recorrido es tranquilo.
Cuando nos acercamos a la frontera de El Paso, me preparo para cualquier
escena con los agentes de la patrulla fronteriza. Ninguno de nosotros parece

123
exactamente un turista estadounidense regresando de la diversión bajo el sol en una
playa mexicana. Nosotros nos vemos como que acabamos de escapar de un complejo y
matamos a cien personas en nuestro camino a la salida. Todavía tengo la
semiautomática -ilegal en México - en el asiento a mi lado. Y Leo Moreno sigue siendo
mexicano, y no estoy segura de su estatus en los Estados Unidos. De hecho, dudo que
alguien tenga algún tipo de identificación, estoy segura como el infierno de que no.
Estoy bastante segura de que el auto también fue robado.
Leo se detiene en el cruce y dos agentes de la patrulla fronteriza se acercan al coche.
Ellos miran dentro. Uno nota la pistola en el asiento; las ropas manchadas de sangre;
todo-lo-que-está-mal-en-este-escenario.
Leo le da al otro agente un papel amarillo; el agente lo mira y luego parpadea
varias veces a medida que la comprensión se extiende sobre sus rasgos.
Un momento después de que el segundo agente también se acerque para
inspeccionar el papel, nos hacen señas más rápido que a nadie.
"¿Qué fue eso?" Le pregunta Naeva a Leo.
"Documentación de Javier", responde, manteniendo sus ojos en el camino a
Texas delante de él. "Mi primera nueva pelea será en E-Ley".
"E-Ley?" Pregunto.
"L.A”., aclara Naeva.
Ya lo sabía, hablo español fluido, así que no estoy seguro de por qué se me
olvidó. Quizás ahora que Javier está realmente muerto, y he terminado en México, las
cosas que aprendí allí se caerán con eso. Lo dudo.
Leo dijo que "va" no que fue, así que todavía va a pelear, aunque con Javier
muerto, no tiene que hacerlo. Me pregunto cómo se siente Naeva acerca de eso. De
nuevo, no pregunto. No es de mi incumbencia, y si bien una parte de mí es un poco
curiosa, el resto de mí tiene cosas más importantes en que pensar.
El cielo es gris amarillento sobre el paisaje de Texas, el sol de la mañana todavía
despierta en el horizonte. Me acuesto en el asiento trasero al lado del arma y cierro los
ojos, pero no me duermo. Hay demasiado en mi mente. Como lo que voy a hacer a
continuación, adónde voy, cuánto voy a decirle a Víctor de lo que me dijo Javier. Tal
vez no le diga nada todavía. Comencé esta misión por mi cuenta y me gustaría
terminarla de la misma manera. Puedo haber terminado con México, pero
técnicamente, aún no he terminado.

°°°°°°°°°°°°

En algún momento durante el viaje, finalmente me dormí, porque ahora mientras


mis párpados se abren al escuchar la voz de Naeva, me doy cuenta de que estoy de
regreso en Arizona. De vuelta a casa.
"Sarai, estamos aquí", dice ella; siento su mano en mi hombro.
Me levanto del asiento, sorprendida de haber dormido tanto y tan bien después
de todo lo que acababa de pasar, todas las personas que maté. Cesara. Joaquín. Javier.
Los que no tienen nombre. La única persona que murió en México en la que pienso, es
Sarai. Pero ella murió hace mucho tiempo, y yo no fui la persona que la mató. ¿O sí?

124
Salgo del carro.
"Pueden entrar y descansar por un rato", le ofrezco, apoyándome en la ventana
abierta de Naeva.
"Gracias", dice Leo, siempre tan amable y respetuoso para un hombre que
probablemente mató más hombres que yo. "Pero tenemos que llegar a E-Ley. Hay
gente esperándome”.
Asiento con la cabeza. "Gracias por el viaje".
"De nada", dice Leo.
Naeva sale del auto y finalmente me rodea con sus brazos. "Te debo todo,
Sarai”, dice ella, apretándome. "Me gustaría poder haber ayudado más, pero en el
futuro, si alguna vez necesitas algo de mí, no dudes en preguntar. No importa lo que
sea”. Ella se aleja, sostiene mis codos en sus manos, y mira mis ojos, y no puedo
evitar ver a Huevito de pie allí. "Gracias" dice ella al final.
Le sonrío suavemente, y ella vuelve al coche con Leo. Ellos se alejan y me
pregunto si lo lograrán. No a Los Ángeles. No como pareja - Estarán enamorados hasta
el día en que mueran- pero me pregunto si tendrán una vida juntos antes de que sean
asesinados. Porque eventualmente sucederá. Un nombre y una cara como la de Leo
Moreno son tanto una bendición como una maldición. Espero que su amor pueda durar
toda la vida. Espero que lo logren.
Espero que mi amor y el de Víctor pueda ser la mitad de obvio que el suyo algún
día.
Espero que nosotros lo logremos ...
Después de sacar la llave de la casa en el suelo de una maceta, entro a mi casa
e inmediatamente que algo no está bien, aunque no estoy segura de qué.
Tal vez es que he estado fuera demasiado tiempo, o que me acostumbré a
escuchar a Apolo gritándome desde el sótano. Está tan tranquilo aquí, tan vacío. Es en
realidad un poco agradable que él se haya ido y yo tenga la casa para mí sola. Pero eso
es solo temporal ya que tengo que traerlo de vuelta pronto y terminar lo que empecé.
Solo espero que Fredrik no lo haya matado.
Pongo un teléfono celular en el cargador y llamo a Fredrik, pero él no responde,
así que me meto en la ducha y me quedo allí por un largo tiempo, dejando que el agua
caliente me golpee y empape mis músculos hambrientos. Veo la sangre y la suciedad
girar hacia el desagüe, llevándose todo lo demás que traje de México. Después de mi
tan necesaria ducha, me acuesto en el sofá, con la intención de relajarme durante unos
treinta minutos antes de volver al trabajo, pero termino cayendo dormida y
despertando después de las 2 de la madrugada.
Intento llamar a Fredrik de nuevo; todavía no hay respuesta.
Llamo a Víctor; sin respuesta.
Niklas; nada.
Nora; no.
¿Qué demonios?
Una extraña sensación se asienta en la boca de mi estómago. Después de
agarrar mis llaves de la mesa de café, me deslizo en mis chancletas junto a la puerta y
salto a mi auto aparcado bajo la cochera.

125
Hay luz dentro de la nueva casa temporal de Fredrik a veinte minutos de la mía.
Su coche está aparcado fuera junto a otro. Talvez está echando un polvo y yo solo
debería darme la vuelta y volver a casa. No. Fredrik respondería el teléfono, sin
importar cuán embobado estuviera, si alguno de nosotros de la Orden de Víctor
estuviera llamándolo. Lo mismo con Víctor -duele un poco que él, entre todas las
personas – no responda, especialmente porque he estado en México por varias
semanas. Niklas y Nora no son del tipo al tanto del teléfono, por lo que el hecho de que
no respondan no es tan inusual, pero aun así la sensación en mi estómago se
acrecienta.
Salgo del auto y me dirijo a la puerta principal, mis ojos escaneando la ventana
de la sala de estar en mi camino por los escalones del porche, pero no veo a nadie.
Después de unos cuantos golpes, y aún sin movimiento dentro de la casa, entro,
sorprendida de que la puerta esté abierta: Fredrik siempre asegura su puerta.
Con mi arma en la mano, voy por la sala de estar y me sobresalto cuando Fredrik
sale por la esquina.
"Me has asustado a muerte”. Bajo mi arma.
"Lo siento". Fredrik pasa a mi lado y se dirige hacia la cocina; hay sangre en sus
manos.
Sabiendo que algo está mal, no hago preguntas por un momento, esperando que
Fredrik me lo diga.
Sale de la cocina, se limpia las manos y se las seca con un paño de cocina.
"¿Mataste a Apolo?", Pregunto finalmente, asumiendo que la sangre
escurriéndose por el desagüe es de él.
"No”.
¿No? ¿Eso es todo?
"Fredrik, ¿qué está pasando?" Miro hacia el pasillo en la dirección de dónde había
salido; la puerta del sótano está abierta al final; un pozo de poca luz reposa en el piso
frente a ella.
"Izabel, necesitas irte”.
"¿Por qué?"
"Porque quiero que lo hagas”.
Ok, definitivamente algo está mal.
Me dirijo directamente hacia la puerta del sótano y luego corro por los escalones
de concreto, cuando escucho los pasos apurados de Fredrik que suenan detrás de mí
tratando de detenerme.
Cuando llego al final, jadeo ante la vista sangrienta, e incluso vomito un poco en
mi boca. Mi mano libre vuela sobre mi cara. "¡Mierda, Fredrik! ¿Qué demonios hiciste?”
A pesar de la horrible escena, me acerco más al hombre tendido atado a una cama de
hospital, y al principio, estoy furiosa de que Fredrik mataría a Apolo. Pero ya veo que
no es Apolo. Es... ¿Dante? El hombre asustadizo de la subasta. Su cara ensangrentada
es casi irreconocible; su boca ha sido abierta con algún raro dispositivo; todos sus
dientes se han ido; sus encías han sido rajadas; hay sangre por todas partes.
"Oh, Dios mío". Hago una pausa, dejando que el descubrimiento se hunda lo
suficientemente profundo en mi cerebro para saber que es real; entonces me doy

126
vuelta para ver a Fredrik. "Asistente de Amell Schreiber; ahí es donde había escuchado
ese nombre antes; es uno de tus alias. Dante básicamente estaba diciendo la verdad.
Tú lo enviaste”.
"Sí. Yo lo envié”. Los hombros de Fredrik caen con un fuerte suspiro, y aunque
esperaría que él se disculpara, teniendo que admitir que había hecho exactamente lo
que le dije que no hiciera, tengo la sensación de que tiene cosas mucho peores en su
mente, así que decido guardar el regaño para otro momento.
"¿Por qué está muerto?" Mis ojos se mueven de Fredrik a Dante. “¿Por qué lo
mataste?"
"No lo maté".
Mi cabeza va de un lado a otro.
"¿No lo mataste?"
De ida y vuelta. Dante. Fredrik. Dante. Fredrik.
Fredrik se limpia el sudor de la frente con el paño de cocina.
"Realmente necesito que te vayas".
"No iré a ninguna parte hasta que me digas qué está pasando - ¿Y dónde está
Apolo?" Siento que me he ido meses y no semanas, todo está tan… jodido, tan
diferente.
"Lo maté", dice Fredrik.
"Está bien, entonces ¿Lo mataste o no lo mataste?”
“Dios mío, Izabel, lo maté. Tuve que hacerlo. No espero que lo entiendas, pero
…eso es quién y lo que soy "—señala al cuerpo— “esto es lo que hago, lo que necesito
y.… no te quiero aquí. Hoy no. No mañana. De hecho, es mejor que nos separemos y
nunca nos volvamos a hablar”.
Todas las palabras me han abandonado; lo único que siento es que me duele.
Solo lo miro fijamente un momento, con mi pecho contraído.
Finalmente, decido que Fredrik solo necesita tiempo; él está pasando por algo
con lo que no puedo ayudarlo, y las cosas que acaba de decir solo las dijo en el calor
del momento.
"¿Dónde está Apolo?", Le pregunto de nuevo, esperando que al menos me diga
eso antes de dejarlo solo con sus… asuntos”.
Fredrik hace una pausa; lo escucho aspirar. "Está muerto", dice, y luego el resto
cae en mi oído como una avalancha de malas noticias. "Estoy asumiendo que Víctor lo
encontró, lo que significa que sabe que te estaba ayudando a sus espaldas, y por lo que
nunca volverá a confiar en mí. Apolo no pudo haber escapado por su cuenta; él fue
puesto en libertad".
Ok, es bueno que al menos me esté hablando y no me arrastre afuera.
"Pero qué te hace pensar que Víctor...”
"Víctor recibió un disparo", revela Fredrik, y yo jadeo, y la avalancha comienza a
presionar mi pecho, aplastándome. "De Artemisa. Nora mató a Apolo, pero Artemisa se
escapó. Creo que Víctor fue quien liberó a Apolo. No estoy seguro, pero es lo que mi
instinto me dice, y el hecho de que Víctor se negó a verme cuando fui a ver cómo
estaba.
“¿Víctor recibió un disparo?”. Esa es la única parte de lo que dijo que realmente

127
escuché. "¿Él está… bien?" Mi pecho se eleva y cae pesadamente.
"Vivirá", dice Fredrik.
“¿Dónde está?” Pregunto, ya subiendo los escalones del sótano; Me detengo en
la parte superior.
Fredrik me mira desde abajo.
"Está con Mozart".
Empiezo a irme, pero su voz me detiene.
“Quise decir lo que dije, Izabel. Nunca vuelvas aquí. Olvida que alguna vez me
conociste. No quiero volver a verte”.
El dolor de sus palabras se hunde más, pero hago todo lo que puedo para
ignorarlo y forzarme a mí misma a creer que no quiere decir nada de lo que dijo, y que
volveremos a la normalidad en pocos días.
Solo necesita tiempo, me digo a mí misma.
Fredrik gira y se aleja del escalón inferior sin otra palabra; por un momento,
observo su sombra moverse en el suelo.
Con problemas terribles que atender, salgo de su casa rápidamente, pero con el
corazón apesadumbrado, abro la puerta del auto y meto la llave en el encendido.
Conduzco sin parar a la casa de Mozart.

128
Capítulo 28
Fredrik

Regreso a limpiar el desastre que el asesino serial me dejó con Dante. Ha


estado muerto por nueve horas; lo último que escuché de él fue que su avión había
aterrizado y él me llamó desde el aeropuerto. Le había dicho que viniera directo a mi
casa y me esperara; le dije que estaría seguro aquí. Lo extraño es que, en ese
momento, no estoy exactamente seguro de lo que me hizo decirle eso de que estaría
seguro aquí. Nadie estaba buscando a Dante; él no corría ningún peligro que yo
supiera; después de lo que pasó en la mansión en México, incluso si él arruinó su
tapadera, allí no quedaba nadie vivo para cazarlo. “Estarás a salvo aquí”, le dije, y él
nunca lo olvidará.
Era algo raro que decir si hubiera tomado nota de ello. Pero no lo entendí hasta
que llegué aquí y lo encontré muerto. Ahí que fue que todo empezó a tener sentido: la
sensación de tener ojos a mi espalda la noche que Dante se fue para México; ella
estaba aquí, en mi casa; ella sabía para dónde él iba. Y luego después, ese mismo día
cuando estaba en la biblioteca reunido con Kenneth Ware; ella estaba allí, a plena vista.
Creo que fue la mujer que pasó por el lado de nuestra mesa; quien me hizo detenerme
pensar en ella. Ella había estado siguiéndome; ella probablemente sabe más de mí de
lo que sé de mí mismo.
Fue el instinto lo que me dijo que Dante estaba en problemas, que ella intentaría
usarlo para enviarme un mensaje. Desafortunadamente, el resto de mí no lo descubrió
a tiempo para poder salvarlo.
Además del cuerpo de Dante, hay un pequeño espejo que refleja la luz del techo.
Por primera vez desde que bajé aquí, lo agarro y miro mi reflejo; pequeñas manchas de
sangre tienen el cristal. Sé que ella quiere que me vea a mí mismo; sé que hizo que
Dante se mirara antes de matarlo. Y quiero saber el por qué. No porque esté enojado y
las respuestas a las preguntas típicas sean importantes, sino porque me intriga; ella me
intriga.
Pasando mi dedo por el borde de la cama ensangrentada, es casi como si
pudiera sentir cada lugar en donde sus delicadas manos estuvieron; puedo oler su
esencia natural en el aire; casi puedo ver su reflejo a través del espejo, junto con el
mío.
“¿Qué es lo que quieres que vea?” susurro en la semioscuridad del sofocante
sótano.
Vuelvo a colocar el espejo en su lugar, de la misma forma en que ella lo dejó.
Izabel aún está en mi cabeza; tenía que ser de esta manera; tenía que decir las
cosas que dije, o de lo contrario ella podría terminar como Dante. No lo creo del todo –
esta asesina, por lo que he visto hasta ahora, solo mata hombres – pero no quiero darle
oportunidad. Izabel es importante para mí; ella es como una hermana. La muerte de
Dante es perdonable, pero si la asesina fuera a matar a Izabel, sería más difícil de
perdonar. Y la parte de mí que quiere saber quién es esta mujer, la parte de mí que

129
quiere conocerla íntimamente, es la parte de mí que la perdonaría sin importar a quién
mate.
Después de limpiar la escena del crimen con blanqueador y con una canasta
llena de trapos, saco mi coche de la privacidad del garaje, tomo el cuerpo de Dante
envuelto en una lona y lo escondo en el camión.
Entro al carro y el motor ruge con vida.
Con ambas manos en el volante, me siento allí, silenciosa y calmadamente,
porque sé que ella está en el coche, en el asiento tras de mí. No tengo miedo. Los
monstruos rara vez tienen miedo de otros monstruos.
No puedo ver su cara, solo el borde de su cabello.
“¿Qué quieres que vea cuando me miro al espejo?”
“Tu cara”. Su voz es tan suave como siempre la imaginé.
Entonces, siento un pinchazo frío en el costado de mi cuello; mis manos se
sueltan cayendo del volante.
Y entonces, su cara se hace visible mientras mi visión me falla.
“Willa…”

130
Capítulo 29
Niklas

Recojo a una temblorosa Jackie del aeropuerto y ella no dice nada en el camino
hacia su caravana; solo contempla por la ventana, sus manos dobladas en el regazo,
sus piernas presionadas juntas. Ha estado aquí por horas, esperando que yo regresara
de México.
“¿Por qué no llamaste un taxi?” le había preguntado cuando se metió en mi
carro.
“Sólo no quiero estar sola en mi casa ahora mismo”, me había dicho. “Prefiero
estar aquí, a la intemperie, rodeada de gente”.
Nunca debía haberla enviado a México. Voy a arrepentirme el resto de mi vida,
ya puedo decirlo, porque me siento el infierno de culpable. El por qué siento culpa es
algo que aún no averiguo. Ella estuvo de acuerdo. Le dije todo – una parte de mí
incluso intentó que se negara – y le advertí, pero ella eligió ir. Porque quería el dinero.
Pensé que esa era la razón por la que seguí con ello y después de todo, la dejé ir. A
causa del dinero y la desesperación y lo mucho que quizás ella quería gastarlo en
drogas. Pensé para mí mismo, Hey, ella es solo una adicta y si le pasa cualquier cosa,
es su jodida culpa. Pero en lo profundo, realmente no quería sentirme así; estaba en
conflicto. En conflicto porque hace tiempo que no había visto a Jackie usar drogas. En
conflicto porque nada en su estilo de vida o su pequeña caravana me daban una razón
real para creer que ella tuviera alguna adicción. En conflicto porque mis sospechas no
eran suficientes, y que no lo fueran significaba que estaban muy equivocadas.
Lo cual me devolvía al tema del dinero. Ella gastó cada centavo, no en drogas,
pero para salvar la vida de mujeres que no conocía.
Y así es como sé que soy un jodido cabrón, y que estaba equivocado, y que en
mi corazón lo supe todo el tiempo, pero no quería creerlo porque necesitaba a alguien
allá que cuidara de Izzy. Soy un cabrón porque usé a Jackie e ignoré lo que mi corazón
me estaba diciendo acerca de ella, que era una buena persona, una mejor persona de
lo que yo nunca pensé poder ser.
“Gracias por el aventón Nik”, me dijo y empieza a salir del coche.
Tenía intención de quedarme con ella un rato.
“Pensé que no querías estar sola”.
Ella hace una pausa, pero sale del coche de todas formas y entonces me echa
una mirada y me dice: “Me voy adonde Shellie” y apunta a la caravana frente a la de
ella. “Te agradecería por el viaje a México, pero bueno…” No termina.
La detengo antes que cierre la puerta del carro. “Uh, Jackie, realmente lo siento.
Acerca de todo esto. No debí haberte…”
“Nah, no hagas eso Nik”, me corta. “Soy una mujer adulta, perfectamente capaz
de tomar mis propias decisiones. Y me advertiste. No me hiciste hacer esto. Yo lo
hice. Estaré bien. Volví con vida y eso es lo que importa. Lo superaré en un par de

131
días y volveré a ser mi antigua yo”. Ella me sonríe, tratando de aligerar el ambiente,
pero eso me hace sentir incluso más el pedazo de mierda que ya soy. “Y tú y yo
podemos volver a la normalidad también. Si quieres”. Ella sonríe sugestivamente, pero
sé que solo está tratando de ser fuerte, pretendiendo que no está traumatizada por su
experiencia, y que el sexo conmigo es la última cosa en su mente.
Trato de forzar una sonrisa, pero no creo que luzca como una.
“Vendré mañana a verte”, le digo.
“De acuerdo, Nik”. Su sonrisa se hace más brillante y me atraganto un poco
porque puedo decir que es real y que ya me ha perdonado y que ella es inocente, y
amable… ¡Joder!
Me alejo de su camino de entrada hacia la carretera, pasando un todoterreno
negro que me ciega con sus luces mientras salgo. Mañana pondré una gran cantidad
de dinero en su cuenta de banco, para acomodarla de por vida. Sé que eso nunca la
compensará por lo que la hice pasar, pero tengo que empezar en algún punto.
Quince minutos después, justo cuando estoy agarrando mi teléfono para
devolver una llamada que perdí – que podía ser Izzy – el nombre de Jackie ilumina la
pantalla.
“¿Cambiaste de opinión? Le digo al teléfono presionado en mi oído mientras
salgo hacia mi cuarto encima del bar.
“Tienes 48 horas”, dice un hombre en italiano al otro lado del teléfono. “Te
quiero a ti en intercambio por esta puta”.
Aparco al lado del camino; mis ruedas chirrían sobre el pavimento. El
todoterreno… Jackie mencionando que últimamente carros desconocidos habían estado
en el parque de caravanas … debí haberlo sabido. ¡Debí haberlo sabido!
“¿Quién carajos es?” Mi corazón está martilleando en mis oídos.
Hay una pausa y entonces la voz dice: “Asesinaste a mi hija”, responde.
“Francesca Moretti” – mi corazón se detiene- “Y en precisamente 48 horas, si no estás
en la dirección qué te enviaré por mensaje de texto al terminar esta llamada, esta
mujer estará en el fondo del océano”.
No…
Mi boca está seca; mi mente corriendo; escucho el llanto amortiguado de Jackie
en el fondo.
Ni siquiera tengo que pensarlo. “Estaré allí”, le digo al Sr. Moretti. “Apuesta tu
trasero a que estaré allí”.
Él termina la llamada y tres segundos después la dirección aparece en mi
pantalla y estoy de camino al aeropuerto de nuevo, incluso más rápido e imprudente de
lo que había estado cuando traté de ir allí por Izzy.
Y por primera vez en mi vida, me siento como… si no pudiera salir vivo de esta.

132
Capítulo 30
Izabel
Mozart es uno de los cirujanos top en los Estados Unidos, y aunque él hace
cirugías a americanos promedio, se le paga bastante para estar disponible cada vez que
uno de nosotros le necesite; y para mantener todo lo que vea y escuche fuera de los
libros.
Nunca lo había conocido personalmente - solo lo vi una vez- y su nombre real no
es Mozart, por supuesto.
Me detengo en el camino de entrada de su modesta casita en el lago; en
realidad, es una casa bastante bonita, con una enorme ventana con vista al agua y un
estanque de peces Koi a lo largo de un camino de mosaico extravagante, pero para el
dinero este tipo hace, cualquier casa de un solo nivel se considera modesta.
Golpeo mis nudillos en la puerta principal, siento que él se está tomando
demasiado mucho tiempo para responder cuando, literalmente, solo han pasado dos
segundos, y pienso invitarme yo misma.
La puerta se abre justo antes de que mi mano toque el pomo.
Mozart está allí de pie mirándome; no una criada o un portero o
Alguien más, pero el mismo Mozart - modesto.
“¿Puedo ayudarle?” Pregunta él; me da esa mirada de que sabe que me ha visto
antes, pero no puede ubicar dónde.
"Soy Izabel", le digo, "la novia de Víctor Faust ...” Vaya, no esperaba que se
sintiera tan raro. No es que no me guste ser su novia, pero la palabra sólo se siente tan
... de escuela secundaria; no sé por qué eso me molesta.
"Necesito verlo”.
Una vez más, empiezo a invitarme a entrar, con la intención de pasar de él ya
que está tomando demasiado tiempo, pero soy detenida de nuevo.
"Nadie puede ver a mi paciente", dice Mozart rotundamente; él está de pie con
una mano en la puerta, la otra en el marco; su lenguaje corporal es casual, pero
claramente, no tiene intención de apartarse para dejarme pasar. "Órdenes del médico".
Rechinando mis dientes, me acerco a Mozart, mis ojos llamean en los suyos.
"Hágase a un lado o le moveré yo misma".
"No te tengo miedo”.
Juzgando su postura y el tono apagado de su voz, me está diciendo la verdad.
¡Pequeña mierda arrogante!
Inclinando mi cabeza hacia un lado, lo inspecciono; es un hombre guapo de
cincuenta y algo, con cabello oscuro salpicado de canas, constitución escuálida, podría
tumbarlo fácilmente sin un arma, pero es el doctor de Víctor, y eso me pone en
aprietos.
"Entonces dile que estoy aquí", le exijo bruscamente. "Definitivamente querrá
verme”. Lo primero que me viene a la mente después de ese comentario es que él no
querrá verme porque soy 'su novia', sino porque tengo información qué él querrá; esto
duele un poco, como una comprensión mordiéndome el trasero, pero lo ignoro.

133
"Víctor no quiere ver a nadie", dice Mozart, y mi corazón se cae.
"Técnicamente, las órdenes del médico vinieron de Víctor Faust".
No puedo hablar por un momento, no solo porque no tengo idea de qué decir a
eso, sino porque mi pecho se siente pesado, y hay un dolor en mi corazón, girando y
exprimiendo la vida de él.
Lo empujo hacia un lado y de todas formas me abro paso.
Cuando llego a la habitación, espero ver a Víctor recostado en una cama con
tubos colgando de él, pero eso no es lo que veo en absoluto. Víctor está parado cerca
de la cama, y con dificultad se está poniendo su camisa de vestir. Voy a ayudarlo,
contenta de que no me aparte como a medias esperaba que hiciera. Su abdomen está
completamente vendado; sobre la herida de bala, hay sangre seca que se filtró por la
gaza.
"¿Qué estás haciendo, Víctor?" Trato de llevarlo de regreso a la cama, y esta vez
me aparta.
"Hay un lugar donde necesito estar", dice, sin mirarme.
"¿Dónde? ¿En qué otro lugar necesitas estar que no sea esta cama después de
haber recibido un disparo?" No hay nada que oculte la ira y la desaprobación en mi voz.
"Traté de decirle", dice Mozart desde la puerta, "pero ella ... insistió".
"Está bien", le dice Víctor, y se abotona la camisa. "Necesito un momento a solas
con Izabel”.
Mozart asiente y abandona la habitación, cerrando la puerta detrás de él.
Me dirijo a Víctor de inmediato.
"Si se trata de que yo fuera...”
"Todo se trata de ti, Izabel", me interrumpió, y me estremecí. "Es solo que
necesité un disparo para darme cuenta”.
Doy un paso atrás, y hago una pausa, buscando palabras. "¿Te… te dispararon
por mi culpa?"
No estoy segura de que sea lo que está diciendo, pero parece que sí.
Víctor suspira; Cierra el último botón.
“¿No puedes ver que lo me está haciendo tenerte en mi vida?" - (Me estremezco
de nuevo ante sus palabras, temiendo el resto de ellas) - "termina hoy", dice, y mi el
corazón se hunde.
"¿Qué termina hoy?" Por favor, no lo digas ...
Se acerca a la silla al lado de la ventana donde se sienta, haciendo una mueca
por el esfuerzo, e intenta ponerse los zapatos.
No puedo moverme; también quiero ayudarlo con eso, pero forzar a mi cuerpo a
ponerse en movimiento parece una tarea imposible en este momento.
“¿Qué termina hoy?” Repito.
Levantando los ojos de sus zapatos, Víctor me mira a través de la habitación.
"Háblame de Javier Ruiz", dice.
"¿Qué quieres saber? ¿Quieres que te diga que nunca lo maté aquella noche en
Texas? ¿Qué iba a traicionarte?" (Supongo que él sabe todo esto; e incluso si no, había
planeado decirle de todos modos). "Bueno, todo es cierto: no lo maté esa noche, y sí,
acepté ayudarlo, e iba a traicionarte. ¿Pero sabes qué?" - me muevo a través de la

134
habitación hacia él, con ira y culpa en cada paso rápido - "No te he traicionado. Yo no
le ayudé. Y solo lo iba a llevar a cabo debido a mi hija – tú hubieras hecho lo mismo- ¿Y
sabes qué más? Esta vez sí lo maté”. Me detengo en frente de él, mirándolo a los ojos.
"¿Quieres que te cuente sobre Cesara? Tú quieres que admita que dormí con ella. Bien
lo hice. Lo hice solo porque tenía que hacerlo. Lo hice por mi trabajo, por mi vida... una
vez más, habrías hecho lo mismo. ¿Qué más quieres saber?”
Víctor se pone de pie, y doy un paso atrás.
"¿Adónde diablos vas?"
Casualmente pasa junto a mí hacia la puerta, tomando la chaqueta del traje del
perchero en su camino.
"¡Víctor!"
Él para; me está dando la espalda.
Siento que estoy a punto de desmoronarme, que todo mi cuerpo se mantiene
unido solo por un solo hilo, y que Víctor está a punto de tirar de él y desenredarme
cuando salga por esa puerta
No lo voy a dejar.
Pero tampoco voy a rogarle. Nunca le rogaré a un hombre que no se vaya. Ni
siquiera a Víctor Faust. Lo amo más que a nada. Pero. No. Rogaré.
"No, esto es sobre las cosas que te dije la noche que me pediste que me casara
contigo, ¿no es así?” Me acerco a él, apretando los dientes, y agarro su brazo y le doy
la vuelta para que me mire. "Cada palabra de eso era en serio. Necesitaba, todavía
necesito tiempo de vivir por mi cuenta; necesito ser yo misma; quiero ser
independiente —nada de eso cambia solo porque estás amenazando con... alejarte de
mí. Pero aún te amo, y quiero estar contigo, Víctor. Eso nunca cambiará”. Estoy
luchando por encontrar la razón por la que está haciendo esto. Y que me condenen si le
dejo usar lo que sucedió en México como excusa para enfrentar la verdad.
Cuando todavía no dice nada (¡lucha conmigo, maldita sea!), cambio de marcha.
"¡Tú también me traicionaste!" Grito en su cara. "¡Me destrozaste cuando intentaste
entregarme a Niklas! Destruiste esa parte de mí que nunca hubiera podido…” Mis ojos
encuentran su pecho; mi boca esta increíblemente seca. Luego miro de nuevo a su cara
y afronto mi propia verdad; le digo lo que he querido decirle desde esa noche.
"Destruiste esa parte de mí que nunca podría haberse permitido acostarse con alguien
más, incluso por el bien de un trabajo”. Lo dije. No puedo creer que lo haya dicho. No
puedo creer que lo haya admitido.
¡Mírame, Víctor! Aprieto mis puños a mis costados.
Pero él no me mira.
Después de un momento: "Pero no lo hice por venganza, necesitas saber eso".
Me calmo, y solo trato de hacerle entender. "Sí, es lo que intenté decirme a mí misma
cada vez que sucedió; dejándome creer que fue por venganza, que tú te lo merecías
por lo que hiciste; fue lo único que me ayudó a soportarlo. Pero en el fondo, solo lo
hice porque tenía que hacerlo. Lo hice porque no había otro camino; nunca hubiera
salido viva de allí si no hubiera interpretado el papel. Y fui allí por una razón: para
encontrar a Vonnegut. Porque también recuerdo lo que dijiste esa noche Víctor, y tenías

135
razón. Sobre el destino de tu Orden; acerca del destino de todos nosotros, del destino
tuyo y mío.

“Es solo cuestión de tiempo que toda esta libertad, esta vida, llegue a un final.
Les he dicho, desde el principio, que hasta que Vonnegut esté muerto y yo esté en
control de su Orden, ninguno de nosotros es libre; estamos a un suspiro del final de
todo y no hay paredes ni secretos ni disfraces que puedan ocultarnos para siempre.
Vonnegut debe ser identificado y eliminado antes de que él nos elimine”.

Sintiéndome derrotada, me alejo de él y miro el suelo. "Estamos a un suspiro del


final de todo…” Recuerdo sus palabras en voz alta. Pero en mi corazón, esta vez
significan algo diferente, y no puedo soportarlo.
"No cargues ese peso sobre tus hombros, Izabel", dice, y yo levanto mi cabeza.
“Es parte del trabajo. No te culpo por ello. Pero déjame preguntarte algo”.
"Pregúntame”.
"Si hubiera sido yo, ¿podrías perdonarme por acostarme con otra mujer?"
Yo trago.
"Sí", respondo con la verdad. "Lo odiaría, por supuesto y me volvería loca. Pero
te perdonaría porque ... bueno, porque al meterme en esto sabía que las cosas nunca
serían como son ahí afuera, en el mundo de los otros”.
Víctor asiente.
"Entonces no destruí ninguna parte de ti, Izabel", dice. "Solo te hice más fuerte”.
Empiezo a hablar, pero él no me deja.
"Si no hubiera hecho lo que hice contigo y con Niklas, ¿crees que aún te habrías
permitido dormir con Cesara?
"No", respondo de inmediato. "No lo habría hecho. Pero como dije, no lo hice por
venganza; solo hice eso para poder hacer todo lo otro”.
"Entonces te hice más fuerte", repite. "Por lo tanto, no dejes que pese sobre tu
mente”.
A regañadientes, asentí. Pero siempre pesará en mi mente.
"Nuestra relación nunca ha sido convencional", dice. "Nunca va a serlo. Y cuanto
antes aprendieras eso, mejor”.
Trago de nuevo, hago una pausa y pregunto nerviosamente: "Entonces, ¿eso
significa que tú ...?" Demonios, ni siquiera puedo decirlo en voz alta.
"No", responde. "Nunca lo he hecho, pero eso no quiere decir que no lo hubiera
hecho por el bien de un trabajo, si no tuviera otra opción. Igual que tú”.
Dios mío, mi garganta se siente como si me tragara un puñado de abejas, pero
me lo trago y reprimo los celos. Porque no se equivoca al admitirlo, y no me equivoqué
al hacerlo.
“¿Y encontraste a Vonnegut?” Pregunta un segundo después, ya sabiendo que
no lo hice, o él ya lo sabría.
"No", respondo con pesar. "Él no estaba allí. Pensé que era un ruso llamado Iosif
Veselov, pero no era él”. Bajo mi cabeza momentáneamente. "Pero antes de matar a

136
Javier, él me dio información. Lysandra Hollis. Él dijo que la mujer trabaja
estrechamente con Vonnegut; Voy a ir tras ella”.
"No", dice. "No habrá más caza de Vonnegut. No habrá más… nada”.
"Qué quieres decir…?"
Se da la vuelta con movimientos llenos de dolor; no puede mirarme a los ojos.
"Estoy... cansado, Izabel", dice, y mi corazón se hunde más. "Lo intenté. Intenté
vivir esta vida con todo en mí, para moldear y dar forma al hombre que siempre he sido
y convertirme en un hombre desconocido para mí, incluso te pedí que fueras mi esposa,
un gesto que nunca pensé que consideraría en mi vida, dado lo que soy. Pero no soy
ese hombre. Nunca seré ese hombre”.
"¿Qué estás diciendo, Víctor?" Camino hacia él; mi corazón está golpeando mis
oídos. Quiero obligarlo a mirarme. Y finalmente, lo hace.
“A medida que te vuelves más fuerte, Izabel”, dice con un corazón pesado, “yo
me estoy volviendo más débil. Me he ido tan lejos de la única vida que he conocido,
que ya no me reconozco a mí mismo. Mi mente ya no es tan aguda como solía ser; me
tropiezo cuando camino; me he cegado ante obvios peligros a mi alrededor y ese es un
error fatal para un hombre como yo. No puedo seguir viviendo de esta manera. No
importa cuánto deseara ese tipo de vida contigo, ya no puedo seguir pretendiendo que
algún día sería mía.
Miro el suelo de nuevo, solo que esta vez es para ocultar el dolor en mi cara,
lágrimas se forman en mis ojos. No porque sepa lo que va a pasar a continuación, sino
porque ... sé que tiene razón. Si continúo permitiendo que Víctor me ame, sería egoísta
de mi parte. No puedo pelear con él en esto, por mucho que quiera, porque si no lo
dejo ir; si no dejo que se vuelva a encontrar a sí mismo antes de que sea demasiado
tarde, va a morir por mi culpa. Morirá por mi causa.
"Envié a Iosif Veselov a México", admite. "Lo envié a vigilarte".
Estoy sorprendida, pero no puedo enojarme por ello como lo estuve con Fredrik
y Dante. Estoy estupefacta por la información, pero no sorprendida.
Ahora sé por qué Iosif me era familiar: debo haber visto un archivo sobre él
entre los contactos de Víctor.
“Lo hice porque, como dije, me he debilitado. Porque Kessler estaba en lo
correcto. Sobre todo. Porque necesitaba enviarlo - porque te amo. Y todo lo que hago,
todo lo que he hecho desde el día en que te conocí - es un error”.
Yo trago; mis ojos comienzan a picar y lagrimear, pero reprimo la emoción. Estoy
enojado y conmovido por él al mismo tiempo, y las emociones opuestas son
demasiadas para soportar.
Yo también estoy cansada ... Estoy cansada de ser la 'chica'; estoy cansada de
ser la 'novia'; estoy cansada de los hombres que me miran con los ojos de un hermano
protector. Estoy cansada de pedir permiso para ser quien soy y en lo que me he
convertido. El único problema es que yo nunca podría cansarme de Víctor, y amarlo
aparentemente va de la mano con todo lo demás de lo que quiero deshacerme.
"Termina hoy", dice una última vez.
Y luego se da la vuelta y sale de la habitación.

137
Congelada en este lugar, por un momento tortuoso mis piernas no me llevarán
hacia adelante. Me imagino corriendo detrás de él, agarrando su brazo para detenerlo,
incluso saltando sobre él por detrás y golpeando mis puños contra su espalda, me
imagino rogándole, como me dije a mí misma que nunca haría. Pero no hago nada. Me
quedo mirando a la puerta abierta por la que acaba de salir, y dejo que mi corazón
continúe hundiéndose en las profundidades de la tierra.
Cuando finalmente logro organizar mi mente, y me acerco a la puerta para correr
tras él, Mozart entra en la habitación frente a mí. Hay una hoja de papel colgando de su
mano. Me la ofrece.
"Quería que te diera esto", dice Mozart mientras la tomo en mis dedos.
Justo antes de que me deje sola con la carta, Mozart dice: "Mi consejo: no vayas
a buscarlo. Sé que lo amas, y que él te ama, pero un hombre como él no fue hecho
para el amor. No vayas a buscarlo", y luego escucho a sus pasos mientras dobla la
esquina.
Me toma varios momentos reunir el coraje para abrir la carta, con mis manos
temblando mientras leo:

Izabel,

Estoy seguro de que mi misión en solitario para encontrar a Vonnegut será mi


final. Estoy seguro de que nunca me volverás a ver. Pero no puedo morir sin dejarte
saber cuán profundos son mis sentimientos por ti y siempre lo han sido.

Has sido lo mejor y lo peor que me ha pasado. Te amo, sin embargo, no puedo
amarte como quiero. No puedo vivir contigo o sin ti. No puedo dejarte ir, sin embargo,
para liberarme de ti, nunca podría ser capaz de matarte. Nunca imaginé ni creí que
pudiera ser comprometido de la forma en que mi amor por ti lo ha hecho. Estaba
condicionado en cada escenario -especialmente este escenario- sin embargo, el amor
todavía encontró un camino. Me he dado cuenta de que el amor siempre encuentra un
camino, y que ninguna cantidad de entrenamiento en el mundo puede preparar a uno
para ello; nadie puede evitarlo; realmente es la fuerza más poderosa de la vida; el Gran
Destructor. Si mi entrenamiento me enseñó algo, es que el amor no es nuestro amigo;
es peligroso, nos hace sentir cosas que nunca perduran, cosas que algún día serán
arrancadas de nosotros, porque nada dura para siempre. Morirás. Moriré. Todos y todo
lo que amarás morirán.

No me busques, Izabel. Necesito hacer esto solo, sin ti, de todas las personas.
Nadie, ni siquiera mi hermano sabrá dónde encontrarme. Ayer te habría dicho que
estoy buscando a Vonnegut por las mismas razones que lo he buscado estos últimos
dos años. Pero hoy solo lo busco para poder destruir al hombre que me hizo como soy,
el que me destruyó cuando era solo un niño. Pero sería tonto pensar que podré hacer
esto sin que me maten en el proceso. Entonces, no me busques. Ya no soy tuyo para
que me busques. Hoy se acaba. Vonnegut. Yo. Nosotros. La ilusión de que había un
nosotros. Hoy se acaba.

138
Haz lo que no pude hacer: deja de amarme; sácame de tu mente; sigue con tu
vida y vive en felicidad y paz sin mí.

Haz lo que no pude hacer ...

Víctor

Cuando levanto la vista de la carta, me encuentro sentada en la silla junto a la ventana,


pero no sé cómo llegué aquí. Mirando hacia la carta de nuevo, ya que cuelga entre mi
pulgar y mi dedo índice, nunca me he sentido más débil que en este momento; nunca
he querido llorar tan fuerte entre mis manos. Me dejó. Víctor Faust tiró del hilo que me
mantenía unida, y me dejó. Por un largo rato, todavía no lo creo.
Yo…
No. Sí lo creo. Y lo acepto. ¿Cómo? ¿Por qué? Porque no soy débil; porque no
quiero llorar.
Y porque no quiero que muera.
Salgo de la habitación, paso a Mozart y me detengo en la puerta antes de salir.
"Si tienes noticias de Víctor otra vez ...”
"Yo no ...”
"Si otra vez tienes noticias de Víctor, dile una cosa de mi parte".
"No tendré noticias de él, pero puedes decirme si quieres".
Hago una pausa, pensando en un día no hace mucho tiempo, un día en que me
escondí en el baúl de un asesino y me escapé de México. ¿Fue por amor que el destino
me condujo a su coche? ¿O era otra cosa?
Levanto los ojos a Mozart.
“Dile que estaba equivocado. No termina en este día… comienza”.

139
Capítulo 31
Izabel
Dos semanas después…

Cuando fui a México, no obtuve exactamente lo que buscaba allí, pero traje
conmigo algo que nunca anticipé: a mí misma. Cesara y Javier; con todas sus faltas, me
ayudaron a darme cuenta de quién soy realmente, de quién siempre he sido, y quien
siempre seré.

"Estoy tan jodidamente cansada de seguir a la sombra de los hombres".

Si bien, aunque ciertamente no soy una especie de Amazona que odia a los
hombres, he aceptado en mi corazón que soy más fuerte que cualquier hombre que
haya conocido, y que por mucho que ame a Víctor, puedo seguir adelante en mi vida
sin él. No quiero hacerlo, pero él no me dio otra opción, así que, ¿qué más puedo hacer
que seguir adelante? Es lo que estoy haciendo, aunque no como Víctor quería. Él
esperaba que yo volviera al mundo normal, vivir la típica vida estadounidense, casarme
y tener hijos, y un perro e ir de vacaciones familiares a lugares donde no me
secuestrarán y torturarán.
Lo siento, Víctor, pero no puedo. Seguiré trabajando como asesina, ¿para qué
clientes? todavía tengo que descubrirlo, pero lo haré y seguiré desempeñando roles que
podrían llevarme a la tumba. Porque me gusta. Disfruto todo al respecto: las misiones,
las diferentes caras que llevo, la satisfacción que obtengo de mata a personas que lo
merecen.
Tal vez ni siquiera necesito clientes. Realmente soy el único cliente que
realmente necesito. Porque el trabajo para mí no es por dinero, sino por venganza. Y
matanza. Se trata de ser una voz para aquellos cuyas voces les fueron robadas. Y no
hay escasez de personas que merecen morir, eso es seguro. Por supuesto, tampoco
rechazaría el dinero si me llegara un trabajo.

“Eres un lobo en el gallinero, matas porque tienes hambre, porque está en tu


naturaleza, y tu arrepentimiento solo llega hasta dónde estás dispuesta a dejar que te
afecte. Porque secretamente desprecias el afecto, la compañía y el amor. Tú ansías
poder sobre todas las cosas, porque allá arriba, en la parte superior donde nadie puede
tocarte, influenciarte o amarte, sabes que nunca puedes ser herida".

Javier tenía razón. Pero mientras pienso en esas palabras que me dijo con tanta
convicción, me doy cuenta de algo extraordinario: se pueden decir las mismas palabras
de Víctor Faust.

140
Soy más como Víctor de lo que nunca supe; tal vez es por eso que estoy
tomando nuestra separación tan tranquilamente; tal vez por eso lo he aceptado. Porque
los dos somos la misma persona. Con las mismas luchas, faltas e ideas. Las mismas
fortalezas y debilidades. La misma sed de sangre. Nos amamos y nos odiamos el uno al
otro. Estamos igualmente cargados, agobiados por el otro. Somos lo mismo. Por lo
tanto, yo soy Izabel Faust.
Comenzó el día en que Víctor pensó que todo terminaría: la nueva identidad, el
nuevo nombre. Izabel Seyfried está muerta junto con Sarai Cohen. Seyfried fue la
aprendiz. Faust es la Maestra. Ella es quien soy ahora. Pero mis prioridades han
cambiado, ya no cazaré a Vonnegut. Su muerte es de Víctor, y él puede tenerlo.
Y como no he escuchado ni un susurro de Fredrik o incluso de Niklas, no he
tenido otra opción más que moverme con las aguas del cambio y aceptar esos cambios
por lo que son.
La Orden de Víctor está rota. Disuelta. Ya no existe. He comprobado todos los
lugares secretos, incluso las Casas Seguras, y ya no hay nadie en ellas. He intentado
contactar a los miembros restantes, y solo unos pocos pudieron ser contactados. James
Woodard se llevó a su familia y se mudó a Oregón. Viajé allí para visitar
con él:

"¿Cuándo fue la última vez que viste a Víctor?", Le pregunté, sentada en su


pequeña sala de estar rodeada de papel tapiz de flores azules.
"Ha pasado mucho tiempo, Izabel", me dijo, "más que la última vez que tú lo
viste. Creo que fue justo después de que ustedes dos volvieron de Venezuela”.
"¿Dijo algo?"
"¿Cómo qué?"
"No sé, ¿algo?"
"Si te refieres a si me dijo algo que pudiera dar pistas de su actual paradero,
entonces no, lo siento, pero no lo hizo”.
Asentí.
"Bueno, ¿cómo sabías entonces que… debías moverte de su Orden?", Le
pregunté.
"Siempre estaré aquí si él me necesita", había dicho. "Tenía que salir de la Costa
Este; mi familia es importante para mí y sentí que cuanto más tiempo me quedaba
allí…” No tuvo que terminar; entendí.
La verdadera razón por la que fui a ver a James Woodard ese día no fue porque
hubiera esperaba que tuviera información sobre el paradero de Víctor, aunque
ciertamente no lo habría ignorado si lo hubiera hecho. Pero quería preguntarle a James
si quería trabajar para mí.
Pero antes de dejar su casa, cambié de opinión.
James Woodard es, y probablemente siempre será leal a Víctor Faust.
Y no puedo hacer lo que pretendo hacer con esos lazos aún intactos.
Nora Kessler, por otro lado, aún tengo la intención de reclutarla. Ella nunca me
trató como la 'chica'; ella nunca tuvo ningún problema para tirarme en una situación en
la que me podría morir.

141
Pero en el último minuto, al igual que con James, cambié de opinión.
El problema con Nora es que Víctor fue la fuerza motriz que la llevó a su Orden;
ella arriesgó su vida para ser aceptada en ella, y… bueno, hasta hoy día me pregunto …
¿por qué?
Admiro a Nora, pero en mi corazón, nunca he confiado realmente en ella.
Entonces, ¿quién me queda?
Nadie.
Fredrik se ha ido, podría estar muerto, no lo sé, pero no voy a salir a buscarlo.
Las últimas palabras que me dijo duelen. Y al igual que con Víctor, he aprendido a
aceptar que Fredrik quiso decir lo que dijo esa noche. Y Fredrik tiene un montón de
problemas profundamente inquietantes y sin resolver, que ni siquiera podría saber
cómo empezar a ayudarle con ellos.
¿Niklas? No sé por qué, pero pensé que, de todos, Niklas sería con quien podría
contar, que él sería el que saltaría ante una oportunidad de trabajar juntos, por nuestra
cuenta, libre de jefes, reglas y procedimientos ya establecidos. Entonces, me sorprendí
cuando fui a buscar a Niklas arriba del bar donde vivía, y nadie lo había visto en más de
una semana. Irrumpí en su habitación; sus cosas todavía estaban allí; nada parecía
haber sido tocado; una fina capa de polvo se había asentado sobre sus pertenencias en
la mesita de noche.
"Él pagó por tres meses", me dijo el dueño del edificio, parado en la puerta con
las llaves después de que yo había roto el candado. "Pero el alquiler venció hace tres
días y todavía no lo he visto. Realmente no conozco al chico, pero es un poco extraño
que no haya estado en el bar. Él siempre está en el bar”.
Caminé a través de su habitación, buscando algo que pudiera darme una idea de
dónde está.
"¿Con quién lo viste por última vez?"
"Jackie, por supuesto", había dicho el dueño. "Siempre estaban aquí juntos, ella
siempre terminaba aquí en su habitación”. Hizo una pausa, me señaló brevemente. "No
eres su esposa o algo así, ¿verdad?"
Me reí un poco. "No, definitivamente no”.
Él asintió con la cabeza, aliviado de no haber delatado a Niklas.
"Entonces, ¿qué puedes decirme sobre esta Jackie?"
El propietario me dio su descripción y dijo que creía que ella vivía en un parque
de casas rodantes en alguna parte, pero no estaba seguro.
"¿Vas a pagar por eso?" Preguntó por el candado roto justo antes de que yo
fuera a salir.
Le di suficiente dinero para pagar el candado y el alquiler de Niklas por otros tres
meses. Por si acaso.
Tuve un mal presentimiento sobre su desaparición, pero al mismo tiempo, era
típico de Niklas, y ciertamente no era la primera vez que se había ido sin decirle a
nadie. Él podía manejarse a sí mismo. Además, de todas formas, había empezado a
darme cuenta de que reclutarlo era la peor idea. Era peor que Víctor cuando se trataba
de dejarme ir en misiones y preocuparse por mí todo el tiempo.
Y entonces algo me golpeó:

142
“Si Fredrik envió a Dante a México, y Víctor envió a Iosif, entonces, ¿a quién
envió Niklas? Tenía que haber enviado a alguien, no hay forma en el infierno de que me
hubiera dejado ir a esa misión sin enviar a alguien también”.
Paseo por el piso de mi sala de estar durante mucho tiempo hablando sola,
reflexionando sobre toda la revelación.
Entonces me detengo a medio paso cuando las piezas comienzan a juntarse. Voy
a mi portátil en la mesa de café e investigo a la familia Lockhart; una sonrisa de
conocimiento se muestra en mi cara cuando veo una foto de la hija del señor Lockhart,
Frances, de pie junto a él en algún tipo de función de la universidad. Ella
definitivamente no era la Frances Lockhart que vi en las subastas. Y al parecer, Cesara
no buscó lo suficiente, o habría encontrado la misma imagen, enterrada unas veinte
páginas atrás en las imágenes de Google. Tal vez se dio por vencida en la página
diecinueve, como casi lo hice yo.
Concluyo que la mujer que vi en la subasta tenía que ser alguien Niklas había
enviado, por eso sentí tanto pena por ella como por Dante. Ella podría ser esta Jackie
misteriosa, ¿tal vez? Quizás nunca lo sepa. Porque al igual que Fredrik, y Víctor, puede
que nunca vuelva a ver a Niklas.
Al menos por ahora, parece que estoy por mi cuenta, y voy a sacar lo máximo de
ello. Tal vez esta sea la forma en que siempre debió ser; este es el lugar al que el
destino me estaba guiando cuando me escondí en la parte trasera del auto de Víctor.
No en sus brazos, sino dentro del inicio de una nueva vida -mi vida- la que nací para
vivir, que solo Víctor podía mostrarme.
Víctor…
Siempre lo amaré y, a pesar de que él quería que lo hiciera, nunca dejaré de
amarlo; nunca dejaré de buscarlo; y nunca lo echaré de mi mente.
Porque sé que un día nos volveremos a encontrar.
¿Como amantes? ¿Amigos? ¿Enemigos?
Es lo única cosa que temo y deseo más que cualquier otra cosa. Verlo otra vez;
sentir sus manos sobre mí; mirar a los ojos al hombre que me hizo ...entender quien ya
era.
Víctor…

PRÓXIMO LIBRO: “La Mitad más Oscura” (sin fecha de publicación conocida)

143
Esta es una traducción libre que hice como un reto para practicar mi nivel de comprensión del inglés
y también para compartirlo con los miembros de los Clubes de Lectura a los cuáles pertenezco,
que son amantes de esta fantástica serie.

Pido disculpas si hay errores en la redacción y el estilo. Procuré traducir las frases idiomáticas y ser fiel al
libro original, además de mantener un diseño limpio, para los que utilizan aplicaciones de lectura en voz
alta como @Voice.

No intento comercializar el libro y mucho menos obtener ningún crédito o reconocimiento por esta
traducción; solo la satisfacción de haberlo logrado y tener un resultado que, aunque no sea perfecto, al
menos sea entendible y disfrutable.

¡Espero te guste!

Valkyrie R.

144

También podría gustarte