Bombillo Amarillo o Luz Led
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Mateo 5:14-16 “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede
esconder. 15 Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y
alumbra a todos los que están en casa. 16 Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para
que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”.
No sé si Uds. han estado en algún malecón o zona costera y se han dado cuenta que hay faros bien
sea hechos como los de las películas o de alguna manera un farol que gira y da vueltas en un punto
alto de alguna montaña pues estos además de tener un aspecto muy bonito y ornamental tienen
una razón de ser.
La función del faro es bien sencilla: es dar luz a los barcos en medio de la oscuridad. Es una guía
para evitar que los barcos encallen y se hundan.
En un sentido eso es lo que tú eres si estás en Cristo Jesús. Eres como un faro que ayuda a
disipar las tinieblas. Dios te ha hecho un faro o más bien como dice Jesús: una luz en el mundo. Y
este pasaje nos enseña algo muy importante:
V. 14 “Vosotros sois la luz del mundo. Literalmente del griego: “vosotros mismos sois”. Es
enfático. Eso es lo que tú eres. No mires a nadie. No mires para el lado. No esperes por alguien
más. Eres tú y solo tú la luz del mundo. Solo los creyentes en Cristo son la luz del mundo. Si no eres
creyente, si Cristo no es tu Rey y Señor del todo de tu vida no eres luz ni hay luz en ti.
Pero si eres un hijo de Dios El te ha hecho luz. No lo eres por ti mismo. Tú eres como la Luna
que no brilla con luz propia sino la que recibe del sol. Eres luz porque Cristo Jesús, quien es la Luz
del mundo ha brillado en tu corazón y vida. Es El quien te ha hecho la luz del mundo porque solo Él
es la luz. Jesús dijo de sí mismo en Juan 8:12
“Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en
tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.”
Porque Jesús es la luz del mundo, el que le sigue, le ama, le adora, lo recibe como Señor y Salvador
no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. De sí mismo dijo en Juan 9:5 “Entre tanto
que estoy en el mundo, luz soy del mundo.”
Y tú creyente como eres de Cristo Él te ha hecho luz. Claro está, no eres luz por ti mismo. La
luz que brillas no es tu luz sino la luz del evangelio enseñado por ti y modelado por ti. No son tus
virtudes sino las gracias del Espíritu lo que es la luz. No son tus ideas por más buenas que sean,
sino la verdad de Dios revelada en su Palabra: sea gracia o sea ley.
Ahora bien hermanos. La luz y el mundo son dos cosas distintas. Al decir que somos la luz
del mundo lo que implica es que el mundo, el cosmos mismo, está en tinieblas. ¿Entiendes eso? El
mundo sin Cristo es un mundo a obscuras.
Estas palabras nos recuerdan la misma creación. Cuando Dios creó los cielos y la tierra, la tierra
estaba desordenada y vacía. Las tinieblas cubrían la faz del abismo. Pero esas tinieblas solo
pueden ser quitadas por Dios
El Espíritu de Dios se movía sobre las aguas: dándole vida y orden, llenando lo vacío y organizando
lo desorganizado. Y Dios dijo: sea la luz y fue la luz. La Palabra de Dios, el cual es Cristo, es la que
da luz y vida a este mundo.
Dios Padre obró por medio de la Palabra o el Verbo de Dios en el Espíritu y entonces hubo vida,
luz, orden, llenura. El mundo sin Cristo es un mundo desordenado y vacío. Eso eras tú. Eso era yo.
Vivíamos en tinieblas. Buscábamos satisfacer los deseos de la carne. Nuestra filosofía de vida era la
filosofía del mundo y los valores que nos gobernaban eran los valores del mundo contrarios a la
voluntad de Dios. No había temor en pecar. No había remordimiento en no adorar a Dios. El
“bien” que hacíamos no era para la gloria de Dios sino para nuestro bien o del prójimo pero jamás
motivado por el amor a Dios. Éramos egocéntricos, mundanos, carnales, envidiosos, codiciosos,
nuestro dios eran nuestros placeres carnales. Mira el retrato de nuestra vida en Efesios 2:1-3 “Y él
os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, 2 en los cuales
anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la
potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, 3 entre los cuales
también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la
voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los
demás.”
Pero Cristo nos rescató. “Él nos dio vida”. Quitó de nosotros las tinieblas. Nos dio luz y vida
cuando el evangelio de Jesucristo brilló en nuestros corazones. Y esta obra de salvación es descrita
por Pablo como una obra parecida a la obra misma de la creación. 2 Corintios 4:6 “Porque Dios,
que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros
corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.”
Tú más que nadie sabes lo que son las tinieblas. Te recuerdas del huracán María. Cuán
triste, frustrado y deprimido estabas por la ausencia de la luz. Y cuanto gozo y celebración tenías
cuando llegó la bendita luz. Así mismo debes de estar alegre porque antes eras tinieblas, no que
tenías tinieblas, sino que eras tinieblas. Pero la luz del evangelio resplandeció en tu alma. Cristo
quien es la luz del mundo se reveló a ti. Y te hizo luz. Eres ahora la luz del mundo.
Y como eres luz no puedes sino brillar. Este es el segundo punto.
Como eres luz, no puedes sino brillar. Jesús prueba y argumenta su punto dándonos dos
ilustraciones.
La primera. Nos dice Jesús: Una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Tú
no puedes esconder lo que es visible. Si una ciudad está sita sobre un monte, inevitablemente
todo el mundo la verá. No se puede ocultar. Es imposible que seas una luz que no alumbre. Si eres
luz no puedes sino alumbrar. Es inevitable. Esto es un argumento lógico de Jesús. El argumento se
cae de la mata. No se puede ocultar lo que es visible.
V. 16, de la misma manera. Outos. Como eso es así: brilla. O la luz de vosotros o vuestra luz
brille, “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres” enfrente de o en la presencia de o delante
de, los hombres, o los seres humanos, todas las demás personas, con el propósito de que vean las
buenas obras. Vivan de la tan manera, vivan según las bienaventuranzas, para que los demás vean
vuestras buenas obras.
Eso es lo que Jesús nos enseña cuando dice “vosotros sois la luz del mundo”. Eso es lo que
eres. Y también cuando enseñó las bienaventuranzas. Dios espera y demanda de nosotros que
vivamos como cristianos. Que el mundo vea a Cristo en nosotros. Vea que somos misericordiosos,
pacientes, puros, que hablamos la verdad, íntegros, amables, responsables, que nuestro Sí es Sí y
nuestro No es No. Que somos puntuales, dedicados, que cedemos el paso, que decimos gracias,
abrimos la puerta, que somos sinceros, respetuosos, fieles a nuestras promesas y votos y a nuestra
palabra aunque sea perjudicial a nosotros, abnegados, etc. Efesios 5:8 “Porque en otro tiempo
erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz”.
Aprendamos a darnos a los demás. A dejar de servirnos a nosotros mismos y a los nuestros
solamente y sirvamos a los hermanos de la fe. Como Cristo que no vino a ser servido sino a servir a
los demás así debemos hacer nosotros ya que somos seguidores e imitadores de Él. Pero también
debemos servir a nuestro prójimo. Y esto no una vez al año sino debe ser algo constante. Debemos
pensar en cómo yo puedo servir a mi prójimo, a mi comunidad, a mis vecinos, a mi país, a los
necesitados.