Ponferrada Razon Fe Santo Tomás 1995
Ponferrada Razon Fe Santo Tomás 1995
Ponferrada Razon Fe Santo Tomás 1995
'Cfr. W. JAEGER, La teología de los primeros filósofos griegos, Fondo de Cultura Económica, México-
Buenos Aires 1952, pp. 36-37, 43-59, 143-146 y 160-171.
2
JENÓFANES, Fragmentos 11, 14-16, 23-24 y 26, en S. LerRK-J.11 Á
-VEN, Los filósofos presocráticos, Gre-
dos, Madrid 1974, pp. 240-146. Cfr. W. K. C. GUTHRIE, Historia de la filosofía griega, Gredos, ibi 1984,
vol. I, pp. 349-361.
PLATÓN, República, 337c-386c, ed. Centro de Estudios Constitucionales, Madrid 1969, t. I, pp. 92-
203. Cf. M. GRUBE, Pensamiento de Platón, Gredos, Madrid 1973, pp. 233-273.
SAN JUSTINO, Diálogo con Trzfón, en D. RUIZ BUENO, Padres apologistas griegos, B.A.C., Madrid
1979, pp. 300-548.
TACIANO, Discurso a los griegos, en D. RUIZ BUENO, op. cit., pp. 768-863.
6
HERMÍAS, Contradicciones de los filósofos, en D. RUIZ BUENO, op. cit., pp. 878-888.
TERTULIANO, De praescriptione VII 6: CChrLat II 192.
MINUCIO FÉLIX, Octavius: PL III 14-38. Cfr. F. CAYRÉ, Patrologie, Desclée De Brotiwer, Paris
1945, t. I, p. 132.
9 CLEMENTE ALEJANDRINO, Stromata I 5: PG VIII 723-727; cfr. 732 y 816.
1° SAN BASILIO MAGNO, In Hexaemeron.I: PG XXIX 16. Cfr. G. E. PONFERRADA, San Basilio Mag-
no, Instituto de Teología, La Plata 1982, pp. 8-24.
u SAN GREGORIO DE NYSSA, De hominis opificio: PG XLIV 123-25 6.
Más 'tarde, en la alta Edad Media, tras el renacimiento carolingio —en el que co-
menzó la secular disputa sobre los conceptos universales— se desarrolló una «dia-
léctica» de tipo verbalista, a la cual se opuso, con razón pero con exceso, San An-
selmo, el autor del célebre argumento racional para demostrar la existencia de
Dios". Fueron sus adversarios Anselmo de Besata y Berengario de Tours, ya ataca-
dos por el activísimo asceta San Pedro Damiani, para quien la filosofía es «sierva de
la teología»", y por Menegold de Lautenbach, que insistía en el paganismo de los fi-
lósofos".
No está de más recordar que los «filósofos» son solamente los autores paganos y
por «filosofía» se entendía lo que llamaban «dialéctica» y que en realidad es la lógica
aristotélica, conocida sólo en parte (la que desde principios del siglo XIII será lla-
mada Logica vetus: la Isagoge de Porfirio, las Categorías y la Interpretación del propio
Aristóteles —las tres traducidas al latín y comentadas por Boecio—, los dos libros
sobre los Silogismos de este mismo autor y los Tópicos de Cicerón), y aplicada con
torpeza ingenua a la elucidación del dato revelado.
En el siglo XII se agudizó la oposición al uso de la filosofía en el campo teológi-
co: Bruno de Segni', Ruperto de Deutz18, Gerhoh de Reicherberg19, Felipe de Har-
vengt20, Pedro de Blois21, Giraud de Barri22, Esteban de Tournai', Gauthíer de San
Víctor" y Absalón de Springkirchbach25 denunciaron, en tonos que llegan a ser apo-
calípticos, el uso de la filosofía en cuestiones propias de la fe cristiana. Si se tiene
paciencia suficiente para leer a estos autores, hoy olvidados, se verá que sus preven-
ciones no van, en realidad, contra la filosofía, sino contra un uso abusivo de la lógi-
ca.
El problema revivió en el siglo XIII al entrar en la cristiandad el Corpus aristote-
licum, acompañado de comentarios árabes y judíos. El contacto con el mundo mu-
sulmán, establecido ya en España, despertó un interés extraordinario por su cultura
inspirada en el antiguo pensamiento griego, conocido por el Islam por obra de ma-
estros cristianos sirios. En distintas ciudades de la península hispánica se crearon
centros de traductores: el principal fue el de Toledo, en la segunda mitad del siglo
XII.
Al fundarse la Universidad de París, en junio del 1200, los profesores de la que
tomó el nombre de Facultad de Artes ya conocían no sólo la Logica nova de Aris-
tóteles, sino también sus Libros naturales, su metafísica y su ética: enseñaban una vi-
Sión del mundo distinta de aquélla presentada por los maestros de la Facultad de
Teología, basada en el neoplatonismo cristiano de los Santos Padres, sobre todo de
San Agustín'.
La preocupación de los teólogos se agudizó por la difusión de las ideas pantei-
zantes de Amalrico de Béne y de David de Dinanto, que parecían estar inspiradas en
el aristotelismo. Este hecho alarmante provocó un decreto de los obispos de la re-
gión de Sens: en 1210 sancionaron severamente a varios sacerdotes, diaconos y clé-
rigos y prohibieron enseñar en forma pública o privada las obras «físicas» y metafísi-
cas del Estagirita. En 1215 un legado papal, el cardenal Roberto de Courgon, tras
inspeccionar las cuatro Facultades de la Universidad dictó una serie de medidas. U-
na de ellas prescribe enseñar la lógica y la ética de Aristóteles, pero prohibe la «físi-
ca» y la metafísica por su carácter naturalista27 .
El papa Gregorio IX, al tanto de los problemas universitarios parisienses", diri-
gió en 1221 la bula Parens scientiarum Parisius al mayor centro intelectual del mun-
do cristiano, elogiando la labor realizada y formulando detalladas instrucciones. En
lo tocante a los libros prohibidos del Estagirita, mantiene la censura «hasta que sean
expurgados de sus errores»". Esta difícil tarea nunca llegó a realizarse: la comisión
encargada de hacerlo sufrió la pérdida de su presidente, el brillante teólogo Guiller-
mo de Auxerre" y tras su muerte no volvió a reunirse. Los profesores de la Facul-
tad de Artes volvieron poco a poco a enseñar las obras aristotélicas cuestionadas sin
ser molestados. Más aun, teólogos de tendencias tradicionalistas ya no temían usar,
aunque con cautela, elementos típicamente aristotélicos".
II
26
Cfr. F. VAN STEENBERGHEN, Aristote en Occident, Institut Supérieure de Philosophie, Louvain
1946, pp. 57-152.
27 Cfr. G. THÉRY O. P., Autour du décret de 1210 I: David de Dinant et son panthéisme matérialiste,
Vrin, Paris 1925; G.-C. CAPELLE O. P., Autour du décret de 1210 II: Amaury de Bine et son panthéisme
formel, Vrin, ibi 1932; y M. GRABMANN, I divieti ecclesiastici di Aristotele sotto Innocenzo III e Gregorio
IX, Gregoriana, Roma 1941, pp. 109-147.
28 La universidad era de derecho pontificio.
29 Cfr. H. DENIFLE O. P.-AEM. CHATELAIN, Chartularium Vniversitatis Parisiensis, t. I, p. 143.
3 Cfr. F. VAN STEENBERGHEN, op. cit., pp. 83-86; y G. E. PONFERRADA, «Tomás de Aquino en la
249-262.
232 GUSTAVO ELOY PONFERRADA
" Cfr. G. E. PONFERRADA, «Tomás de Aquino en la Universidad de París»: Sapientia XXVI (1971)
255-258; ID., Introducción al tomismo, 2a. ed., Club de Lectores, Buenos Aires 1985, pp. 30-31. J. A. WEI-
SHEIPL O. P., Tommaso ¿Aquino, Jaca Book, Milano 1988, pp. 72-85, sostiene que no fue en París bachi-
ller bíblico (lo habría sido en Colonia), sino sólo «sentenciario».
34 Cfr. SAN AGUSTÍN, De quantitate animae XXXVI 49: PL XXXII 1063.
36 Cfr. ARISTÓTELES, Analíticos posteriores I 2: 71 b 23, ed. W. D. Ross, Clarendon Press, Oxford
1945.
" Es claro que no se trata de la concepción moderna de «ciencia», como distinta de la filosofía, sino
de la clásica: cfr. G. E. PONFERRADA, «Ciencia y filosofía en el tomismo»: Sapientia XLVII (1992) 9-22.
38 Cfr. J. A. WEISHEIPL O. P., op. cit., p. 358.
39 5. TOMÁS, Scriptum super libros Sententiarum, prol. q. 1 a. 1, ed. P. Mandonnet O. P., Léthielleux,
no tomado de las creaturas, sino inspirado por la luz divina, y ésta es la doctrina de
la teología»40. Aquí «teología» es la teología sobrenatural, la sacra doctrina. «Esta
ciencia es altísima y tiene eficacia por la luz de la inspiración divina». Más aun: «La
luz divina, de cuya certeza procede esta ciencia, es eficaz para la manifestación de
muchas verdades que se tratan en las disciplinas filosóficas»". Hasta aquí campea un
eco de la doctrina agustiniana de la «iluminación»42. Pero enseguida aparece la con-
cepción aristotélica de la «ciencia» como saber derivado de principios: «Las ciencias
superiores proceden de principios evidentes por sí mismos; las ciencias inferiores,
subalternadas a las superiores, suponen conclusiones probadas por las ciencias supe-
riores». Éste es el caso de la teología: «La teología es inferior a la ciencia que posee
Dios, pues conocemos imperfectamente lo que El mismo conoce perfectísimament e.
Así, la teología supone los artículos de fe y cree en ellos y de esto procede luego a
probar lo que sigue de los artículos de fe»".
De modo que la teología cumple con el requisito fundamental para ser una «cien-
cia»: el derivar de principios primeros. «Esta doctrina tiene por principios primeros
los artículos de fe, que son conocidos por la luz de la fe por quienes tienen fe»".
Toda ciencia versa sobre un «sujeto». En la teología el sujeto es Dios: «El ente divi-
no cognoscible por inspiración es el sujeto de esta ciencia»45. Hasta aquí parecería
que la la «inspiración» interior fuese la fuente del saber teológico; más aún, la misma
revelación parecería identificarse con esta luz de la fe.
Esto, sin embargo, no condice con el realismo tomista, ni con el principio fides
ex auditu. ¿Qué función tendrá la predicación, el testimonio de los profetas o de los
apóstoles? Santo Tomás aclara: «Además de la luz infusa, es preciso que el hábito de
la fe se distinga de determinados temas creíbles por la doctrina del predicador [..d,
como también el intelecto de los principios naturalmente ínsitos se determinan por
percepciones sensibles»". Queda firme la función iluminadora de la fe infusa; pero
lo iluminado son los enunciados de fe, recibidos por obra del predicador.
¿En qué lugar queda el saber teológico sobrenatural? Porque el hombre, por ser
racional, no se contenta con creer: quiere razonar su fe. La respuesta es ésta: «El há-
bito de estos principios, es decir, de los artículos (enunciados revelados), se llama
"fe" y no "entendimiento", porque estos principios están por sobre la razón y por
ello la mente humana no puede captarlos perfectamente; y así se tiene cierto conoci-
miento defectivo, no por falta de certeza de lo conocido, sino por defecto del cog-
noscente. Pero la razón conducida por la fe es elevada para que comprenda más cla-
ramente lo que cree, y así de algún modo lo entiende»". Así se constituye una
40 Ibid., p. 8.
41 Ibid.
42 Cfr. SAN AGUSTÍN, De Trinitate IX 6,9: PL XLII 966.
43 S. TOMÁS, In I Sent., prol. q. 1 a. 3 qla. 3a, pp. 13-14.
" S. TomÁs, In 1 Sent., prol. q. 1 a. 3 qla. 3a, pp. 13-14.
45 S. TOMÁS, In I Sent., prol. q. 1 a. 4, p. 16.
46 S. TOMÁS, In I Sent., prol. q. 1 a. 5, p. 17. Es claro que no se trata de un innatismo ni de una ilu-
minación interior objetiva: lo innato es la facultad intelectiva y su «luz» abstractiva. Todo lo que conoce
el entendimiento humano proviene de una percepción sensorial: cfr. Ibid., dist. 3 q. 1 a. 2 ad 2um, p. 94.
Aun Dios, supremamente inteligible y presente en el alma por esencia,. es objeto del entendimiento: cfr.
Ibid., dist. 3 q. 1 a. 2 ad 3um, p. 95. El Angélico precisará su posición en otras obras posteriores.
47 S. TomÁs, In-1 Sent., prol. q. 1 a. 3 sol. 3a, p. 14.
234 GUSTAVO ELOY PONFERRADA
«ciencia», cuyo sujeto es Dios: «El ente divino cognoscible por inspiración es el su-
jeto de esta ciencia»"
III
deduce: para conocer esto no se requiere ninguna nueva luz inteligible, sino que es
suficiente la poseída naturalmente. Pero hay otras, a las que no se extienden dichos
principios, como lo propio de la fe, que excede la facultad de la razón [...] Y esto
no lo puede conocer la mente humana, sino divinamente iluminada por una nueva
luz sobreañadida a la natura1»54 •
Por sus solas fuerzas la razón humana puede llegar al conocimiento de la existen-
cia de Dios: por los efectos se conoce la causa. «Pero el efecto es doble. Uno, ade-
cuado al poder de su causa, y por tal efecto se conoce plenamemte el poder de la
causa y, por consiguiente, su esencia. El otro efecto no llega a dicha igualdad; y por
tal efecto no se puede comprender el poder del agente y, por consiguiente, tampoco
su esencia, sino que de la causa se conoce solamente que existe»". Sin embargo, «La
mente humana está máximamente ayudada cuando su luz natural es confortada por
una nueva ilustración, como lo es la luz de la fe y el don de sabiduría y de entendi-
miento, por los que la mente se eleva sobre sí en su contemplación en cuanto com-
prende que Dios está por sobre todo lo que naturalmente conoce»".
Como la razón humana conoce la verdad, y toda verdad es participación de la
verdad divina, «Algunos dijeron que lo primero que conoce la mente humana en es-
ta vida es el mismo Dios, que es la verdad primera, por la que se conoce todo lo de-
más. Pero esto es abiertamente falso, porque conocer a Dios por esencia es la bie-
naventuranza del hombre; de esto se seguiría que todo hombre es bienaventurado
(está en la visión beatífica). Y, además, como todo lo que se afirma de la esencia di-
vina se unifica, nadie se equivocaría en lo que se afirma de Dios, lo que por expe-
riencia es evidentemente falso»".
Sin duda, Dios está presente en todo y es supremamente inteligible. También la
luz natural de la mente, par ser inmaterial, es inteligible: «L.a primera luz divina-
mente infundida en la mente es la luz natural, por la que está constituída la fuerza.
intelectiva. Pero esta luz no es lo primero que conoce nuestra mente, ni por el co-
nocimiento por el cual sabríamos qué es, porque es preciso una larga investigación
para conocer qué es el intelecto, ni por el conocimiento por el que conoceríamos si
es, porque no percibimos que tenemos entendimiento sino cuando percibimos que
entendemos [...] Ninguno entiende que entiende sino cuando entiende un inteligible
[...] Como todo nuestro conocimiento intelectual deriva de los sentidos, lo que nos
es cognoscible por nuestros sentidos, nos es conocido primero que aquello cognos-
cible por el intelecto, [el cual conoce por] las formas que abstrae de las imágenes
sensibles»".
Por lo tanto, la razón natural, que puede demostrar que Dios existe, «no puede
en modo alguno llegar a lo que Dios es en sí mismo, uno y trino» 59. ¿Significa esto
que no se puede investigar lo divino? La respuesta de Santo Tomás: «Como la per-
fección del hombre consiste en la unión con Dios, es necesario que con todas sus
probadas por la filosofía, ya sea sobre Dios, ya sobre las creaturas, y que la fe pre-
supone. Segundo, para manifestar por algunas semejanzas lo que pertenece a la fe.
Tercero, para refutar lo que se diga contra la fe, ya demostrando la falsedad de lo
dicho, ya indicando su inconsistencia»65.
En el Scriptum el saber filosófico se limitaba al conocimiento de lo creado y por
él se llegaba al de la existencia de Dios, sin que pudiese afirmar algo de la esencia
divina. La Expositio amplia este ámbito al sostener que la filosofía puede demostrar
que Dios es uno, «et alia huiusmodi», que son atributos de la esencia divina. En el
Scriptum la razón natural, conociendo los artículos de fe infundidos en el alma y a-
nunciados por la predicación, derivaba una «ciencia» teológica. Podría hasta pensarse
que la luz de la fe es una revelación interior. La Expositio aclara que, así como la luz
natural de la razón no se percibe sino en cuanto se entiende lo percibido por los
sentidos, que deja en ellos una imagen de la que se abstrae lo inteligible, así tampo-
co la luz de la fe se percibe directamente.
La cuestión queda zanjada al precisar la Expositio que la iluminación no actúa so-
bre el entendimiento, sino sobre la voluntad: «Este hábito no mueve por vía intelec-
tual, sino por vía de la voluntad. Por ello no hace ver lo que se cree, ni obliga al a-
sentimiento, sino que hace asentir voluntariamente»66. La filosofía ahora aparece mu-
cho más cercana a la teología; sin embargo la triple función que cumple es extrínse-
ca al saber sagrado.
IV
de publicación de esta Suma ha sido objeto de eruditísimas controversias en las que han intervenido los
más notables medievalistas (P. Mandonnet, L. Petitot, M. Gorce, M. Laurent, D. Salman, F. van Steen-
berghen, M.-D. Chenu, J. Maritain, Y. Congar, O. Lottin, P. Synave, M. Grabmann, M. Penido, A. Mot-
te, H.-F. Dondaine, P. Glorieux, R.-A. Gauthier, P. Marc, etc. La obra de este último es un volumen de
casi 700 páginas. Prevalece la idea de que apareciese entre 1258 y 1264. Cfr. la ed. Marietti, Torino 1967,
vol. I.
238 GUSTAVO ELOY PONFERRADA
Queda abierto el camino para conocer la esencia divina. Sin negar lo establecido
anteriormente, hay una vía para llegar a ella: «la vía de remocion». En efecto, «la
substancia divina, que en su inmensidad excede toda forma que nuestro entendi-
miento pueda captar, no puede ser aprehendida por nosotros conociendo lo que es;
sin embargo, podemos tener alguna noticia de ella conociendo lo que no es»". Que-
da así a salvo la trascendencia divina y se asegura la validez del conooimiento teoló-
gico, que no por usar la vía de negación es una negación de conocimiento.
jeto de esta ciencia». La razón es ésta: «Los principios de esta ciencia son los artícu-
los de fe y ésta trata de Dios; y es el mismo el sujeto de los principios y el de toda
la ciencia, puesto que toda ciencia está virtualmente contenida en sus principios»".
El objeto formal de una ciencia es la definición de su sujeto" y, como queda esta-
blecido, de Dios no podemos saber qué es. Pero el Angélico responde: «Aunque de
Dios no podemos saber "qué es", usamos en esta doctrina sus efectos; sean de na-
turaleza o de gracia, en lugar de la definición, como también algunas ciencias filosó-
ficas demuestran algo referente a la causa por sus efectos, tomando a estos como
definición de la causa»82. Es lo que hará él mismo: definirá a Dios como Esse porque
es la causa del ser de las cosas".
La teología cumple así con la condición de «ciencia». ¿Sería, como muchos pro-
pugnaban, una «ciencia práctica», ya que ordena la vida temporal a la eterna, que se
alcanza por actos voluntarios? La distinción entre ciencias especulativas y ciencias
prácticas —explica Santo Tomás— se refiere a las ciencias filosóficas; la doctrina sa-
grada está por encima de éstas y, por lo tanto, de su distinción. Sin embargo puede
decirse que es más especulativa que práctica, porque, aunque trate de la acción hu-
mana, lo hace en cuanto ordenada al perfecto conocimiento de Dios que se tendrá
en la vida eterna".
El deducir conclusiones de los datos de la revelación, ¿es obra de la razón natural
o de la razón filosófica? Santo Tomás responde: «Como la gracia no anula a la natu-
raleza, sino que la perfecciona, es preciso que la razón natural esté al servicio de la
fe». Pero agrega: «La doctrina sagrada también usa de las razones de los filósofos en
lo que por medio de la razón natural conocieron de la verdad»". ¿Se tratará sólo de
«usar» la filosofía sin que ésta entre en la trama del saber teológico? «Puede esta
ciencia tomar algo de las disciplinas filosóficas; no porque las necesite forzosamen-
te, sino para explicar mejor lo que en ella se enseña, ya que no toma sus principios
de otras ciencias sino inmediatamente de Dios por revelación»".
En esta Suma hay un avance notorio. Mientras en el Scriptum la iluminación de
la fe dominaba la mente y la guiaba en el saber teológico, y en. la Expositio hacía que
la razón dedujese conclusiones, pero no ya presentado principios, sino inclinando a
la voluntad a aceptarlos, en esta obra claramente se excluye una iluminación objeti-
va. Más adelante, al estudiar el tema de la fe, el Santo subraya: «El objeto de fe es
algo complejo en forma de enunciado»". El enunciado se presenta a la razón; apre-
hendido por el entendimiento, se acepta, no porque sea evidente o demostrado, sino
porque la voluntad, movida por la fe, lo determina a aceptarlo: «El entendimiento
del que cree está determinado a su acto, no por la razón, sino por la voluntad. Por
ello el asentimiento se toma aquí por el acto del entendimiento en cuanto determi-
nado por la voluntad»". Más nítidamente aún, dice Santo Tomás: «Creer es un acto
del entendimiento que asiente a la verdad divina por el imperio de la voluntad mo-
vida por Dios»".
VI
Los textos en los que Santo Tomás estudia la relaciones de la razón y la fe pare-
cerían presuponer una aclaración previa de la naturaleza tanto de la razón como de
la fe. Sin embargo se contenta con asentar el hecho de que hay razón y hay fe. Mu-
cho más adelante, en las cuatro obras que hemos tratado, se plantean los problemas
relativos a la naturaleza de ambas. Es que estos problemas, para ser resueltos, im-
plican la utilización tanto de la razón natural como, sobre todo, de la razón filosófi-
ca. Precisamente por ello no he querido tocar en este trabajo las importantes cues-
tiones que tan íntimamente se relacionan con el tema de la razón y de la fe en sí
mismas.
En la breve exposición de los textos hecha anteriormente, es fácil ver una cons-
tante y una evolución. La constante es la validez de la razón natural para conocer la
realidad y llegar a la causa última, que es Dios. También es constante la afirmación
de los límites de la razón: el intelectualismo de Santo Tomás es ajeno a todo racio-
nalismo. Hay una evolución en cuanto a la capacidad de la razón para conocer a
Dios: en el Scriptum sólo puede mostrar la existencia de Dios sin poder decir nada
de su esencia (influjo de Maimónides). En la Expositio ya se conoce algo de la esen-
cia divina. En la Summa contra Gentiles hay un conocimiento negativo (influjo del
Pseudo Dionisio). En la Summa theologiae claramente se introduce la filosofía en el
saber teológico.
La fe ilumina la mente en el Scriptum: hasta parecería que se tratase de una espe-
cie de revelación interior (que más tarde se estudia como el don de profecía que se
da en los autores inspirados); de esa luz se deriva el saber teológico por obra de la
razón natural sin que intervenga la filosofía. En la Expositio la fe no actúa sobre el
entendimiento presentando los «artículos» que deben ser creídos, sino sobre la vo-
luntad, que mueve a la razón a asentir el dato de fe, a la vez que se expone el im-
portante auxilio que presta la filosofía, aunque permanezca en el exterior del saber
teológico. En las dos Sumas se acentúa la función de la filosofía, que finalmente, en
la Summa theologiae, como señalé, entra en la trama de la «ciencia» teologal.