El Trabajo Con Los Padres en La Psicoterapia Infantil, Desde El Punto de Vista de La Teoría de La Mentalización
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Los terapeutas que trabajan con niños saben que la construcción de una alianza de
trabajo con los padres de sus pacientes es un requisito fundamental para el éxito del
tratamiento. El modo de construirla, así como el tipo de relación que establecen con
ellos, e inclusive el lugar que les dan en el proceso terapéutico, es variable.
Respecto a este último punto, podríamos decir -de un modo tal vez un poco
esquemático- que hay cinco maneras habituales de configurar dicho lugar (1), (2):
1) Excluyendo a los padres del tratamiento: esta posición suele basarse en una cierta
manera de leer a Freud, según la cual los síntomas (tanto del adulto como del niño)
son desenlaces de un conflicto intrapsíquico, que tiene lugar entre el empuje pulsional,
las representaciones acerca de la realidad (incluyendo en ellas la amenaza de
castración y la pérdida de objeto) y la presión del superyó. Al decir de Green (3)
podemos considerar a esta postura como relativamente solipsista, ya que para ella el
objeto (el otro) es visualizado sólo como aquél en lo cual la pulsión alcanza su
satisfacción.
De este modo, si lo central es lo intrapsíquico, los padres no tienen mucho que aportar
al analista del niño, ya que aquél puede tener acceso al mundo interno de éste a
través del juego, sus verbalizaciones, etc.
En otros casos, la información que los padres pueden proporcionar sí es considerada
relevante y se les pide que la brinden, siendo esto todo lo que se espera de ellos.
Lo que el terapeuta espera primordialmente de los padres en esta alternativa, es que
no dificulten la continuidad del tratamiento y que realicen aquellas acciones necesarias
para la prosecución del mismo (llevar el niño a la consulta, pagar los honorarios, etc.).
2) Incluyéndolos para brindarles información: esta alternativa no se diferencia mucho
de la primera, ya que no se trabaja propiamente con los padres, sólo se les brinda
información respecto de la marcha del tratamiento. Esta información suele ser de
utilidad para que éstos puedan tener cierto control sobre la situación y morigeren sus
ansiedades respecto a lo que ocurre en las sesiones con su hijo.
También les permite comprender y tolerar mejor eventuales agravamientos
temporarios en el comportamiento del hijo, y sostener y acompañar de un modo más
comprometido el trabajo de la psicoterapia.
3) Inclusión de los padres en el interior de las sesiones: en este caso sí hay un trabajo
con los padres o, mejor dicho, con ellos en tanto forman parte de un sistema junto con
el hijo. Lo que se focaliza en esos casos es la relación que se da entre los padres y
entre ellos y el hijo. La posibilidad de ver la interacción en vivo brinda valiosa
información sobre la dinámica vincular y sobre la relación de ésta con la problemática
por la que el niño consultó.
El terapeuta trabaja sobre las situaciones problemáticas que se despliegan en la
sesión, haciendo explícita la dinámica subyacente a las interacciones disfuncionales.
4) Se trabaja con los padres y no con el hijo: esta posibilidad se pone en juego cuando
se considera que los problemas del hijo no tienen tanto que ver con conflictos internos
sino con una relación perturbada con sus padres. El trabajo con ellos, sin necesidad
de tratar al niño, posibilita que éstos modifiquen conflictos y comportamientos que
afectan a su hijo.
5) Los padres son derivados a psicoterapia: en esta modalidad, y en la medida en que
se advierte la necesidad de que los padres resuelvan ciertos conflictos que inciden en
las perturbaciones que presenta su hijo, se los deriva para que hagan un tratamiento
en el que puedan trabajar sobre dichos conflictos. Habitualmente se aconseja que el
terapeuta que los trata sea distinto que el que atiende a su hijo.
Las tres últimas maneras de plantear el lugar de los padres en el proceso, derivan de
un modo de pensar la relación padres-hijo y los conflictos de este último, desde una
perspectiva más cercana al pensamiento relacional, según la cual las perturbaciones
de los niños son expresión de las fallas en la función parental (4).
El enfoque que planteamos en este trabajo combina algunos aspectos de las
modalidades 3, 4 y 5, aunque con algunas diferencias, ya que alternamos las sesiones
con los padres, las sesiones con el hijo y aquéllas en que se encuentran presentes los
tres (o la madre y el hijo).
Por otra parte, el terapeuta que se reúne con ellos es el mismo que atiende al niño y el
foco en el trabajo con los padres es sumamente específico, ya que se trata de
ayudarlos para que optimicen su capacidad de mentalizar, tanto en relación a ellos
mismos como en relación a su hijo.
En lo que sigue caracterizamos brevemente el constructo mentalización (o Función
Reflexiva), a renglón seguido vemos cómo se aplica a la relación madre (padres) hijo y
cómo determina ciertos objetivos de la psicoterapia. Posteriormente presentamos un
material clínico trabajado por uno de nosotros (Angelina Graell) desde este punto de
vista, y por último, llevamos a cabo algunas reflexiones finales sobre el mismo.
La mentalización:
El desarrollo de la mentalización:
La mentalización parental:
En términos generales podríamos decir que el trabajo con los padres, en el enfoque
basado en la mentalización, comienza con la creación de un espacio que favorezca la
mentalización por parte de éstos. Los padres deben sentirse entendidos e incluidos en
una atmósfera que los haga sentir seguros para pensar en los estados mentales y
reflexionar acerca de su hijo y de su propia experiencia como padres.
Es importante hacerles saber que su participación y compromiso son factores
esenciales para el éxito del tratamiento del hijo por el que consultan, y que el trabajo
con ellos forma parte intrínseca de la psicoterapia del niño. Junto con el terapeuta,
colaborarán para descubrir cuáles son las motivaciones, sentimientos, fantasías y
pensamientos de su hijo, responsables de su conducta problemática y/o de sus
síntomas (2).
En el trabajo con los padres, intentamos ayudarlos a corregir las distorsiones en la
percepción que tienen de su hijo, debidas a proyecciones de diversa índole o a
distintas emociones problemáticas relacionadas con el mismo. De igual forma,
buscamos ayudarlos a pasar de un pensamiento concreto, centrado en lo fáctico y en
lo externo (cuando es éste el caso), a un modo de comprender a su hijo como a un ser
con estados mentales que permiten entender su comportamiento a partir de los
mismos.
Para ello les suministramos las representaciones que podemos por nuestra parte
construir, de los estados mentales del niño y de su modo de funcionamiento mental.
Cuando los padres piden consejos respecto de qué actitud tomar en tal o cual
situación específica, les respondemos que la mejor ayuda que podemos darles es
colaborar con ellos para que puedan representarse, lo más plausiblemente posible, la
significación que dicha situación tiene para su hijo y los sentimientos y pensamientos
que le despierta. Si es posible llegar a tal comprensión, la decisión respecto a la
conducta a adoptar surgirá con facilidad de la misma.
La creación de un ambiente en el que los padres puedan comenzar a tener a su hijo
en mente, comienza con nuestra actitud de tenerlos a ellos en mente (2) y de
ayudarlos a explorar sus propios estados mentales en relación con su hijo, o con su
cónyuge, o con sus propios padres. El incremento del mentalizar en relación a sus
hijos debe ser precedido de un incremento en la capacidad de mentalizar su propia
experiencia, presente y pasada.
A partir de crear una sólida alianza de trabajo, los ayudaremos a modelar una posición
mentalizadora, mediante nuestro propio intento por penetrar en las opacidades de la
mente de su hijo y el esfuerzo por comprender y simbolizar su experiencia. Intentamos
que la experiencia interior del niño adquiera la mayor visibilidad posible para los
padres, a los efectos de que puedan aprehenderla y cuestionar y rectificar los
esquemas distorsionados y los estereotipos con los que interpretaban anteriormente
su conducta.
Para ello ligaremos una y otra vez el comportamiento a los estados mentales
subyacentes, hablaremos sobre los sentimientos, mencionaremos su naturaleza
dinámica y la interrelación que existe entre sus propios estados emocionales y los de
su hijo.
Intentaremos ser claros al describir los estados mentales de un modo detallado y
vívido, recurriendo, de ser posible, al uso de metáforas e imágenes que permitan a los
padres una mejor comprensión de los mismos.
En este trabajo es importante respetar la capacidad mentalizadora de los padres y no
exigirles un desempeño que no están en condiciones de llevar a cabo. Procederemos
paso a paso y utilizaremos una serie gradual de intervenciones que busque sintonizar
en primer término con la capacidad de los padres, para ir complejizando en forma
paulatina las consideraciones que les manifestemos.
En lo que sigue, ilustramos estas ideas con el caso de una niña (a la que llamaremos
Marta) que fue abordada con este enfoque.
Tras el relato del mismo, y como cierre de estas consideraciones, llevamos a cabo
algunas reflexiones sobre distintos tramos de esta viñeta clínica.
Caso Marta
Motivo de consulta
El pediatra de Marta (2 años y medio) les aconseja a los padres acudir a nuestro
servicio público de atención temprana preocupado por los problemas que presenta:
duerme muy pocas horas, toma tres biberones durante la noche y se muestra muy
oposicionista con los padres. Los padres refieren también rabietas recurrentes y de
muy larga duración, un alto nivel de actividad y el hecho de que a menudo les pega.
Hablan de episodios de terrores nocturnos y de bruxismo.
Genograma familiar
La composición de la familia: la madre de 36 años, a la que llamaremos Júlia; el padre
de 35, al que llamaremos Pablo; Marta (niña por la que consultan de, 2 años y medio)
y dos hermanos a los que llamaremos Jorge, de 4 años y medio y Ángel, de 4
semanas. Entre Marta y Ángel hubo un aborto espontáneo a las pocas semanas de
gestación.
Exploración diagnóstica
El tono afectivo de Marta en las sesiones de exploración diagnóstica es positivo; es
una niña colaboradora que acepta las propuestas de juego. La madre se muestra muy
sorprendida al ver la actitud de ésta durante las sesiones de exploración, que dista
mucho de lo que ella observa en el seno familiar. Júlia no reconoce a su hija en
semejante actitud.
Marta es una niña con unas buenas capacidades cognitivas. Su lenguaje comprensivo
y expresivo es muy adecuado para la edad, sin embargo cabe destacar un habla
inmadura con muchas dislalias, que dificultan el entenderla. La atención -tanto
sostenida como compartida- es adecuada, si el adulto le ayuda a focalizar su atención.
Los padres refieren que Marta empezó el jardín de infantes a los 5 meses y medio y
que nunca lloró cuando la dejaban. Siempre se quedó muy tranquila, por lo que
parecía no ser afectada por la separación inherente a su ingreso en ese nuevo ámbito.
La describen como una niña que siempre ha sido “muy sociable”, que se va con todo
el mundo, es decir, que posee un fácil contacto con los extraños, a la vez que es una
niña arisca, que se deja “querer poco” y no deja que sus padres la toquen ni le hagan
mimos.
La madre ha sido diagnosticada de un Trastorno Ansioso Depresivo poco después que
se incorporara al trabajo tras la baja maternal de Marta. Por mi parte, advierto una
pareja de padres muy desajustada. Padre y madre tienen historias personales muy
complicadas, en lo que hace a las relaciones con sus figuras de apego. La madre
comenta en una ocasión: “No sé, los embarazos de los niños los llevo bien… “. Refiere
que no quería tener hijos.
Empiezo a intuir el foco del conflicto a través del sufrimiento de la madre cuando ésta
expresa: “Con los niños todo ha sido diferente. Quizás por mi madre… con mi madre,
fatal, tenemos muy mala relación”. Percibo a una adulta demasiado desbordada por el
sufrimiento emocional y con poco espacio mental para prestar atención a las
emociones de Marta. En otro momento de la entrevista, la madre me comenta que su
madre no se habla con su madre ni su hermana (abuela y tía de Júlia,
respectivamente), la abuela está enferma y su madre nunca va a visitarla.
Observo dos generaciones de mujeres con una mala relación y presiento el riesgo de
que esto se pueda repetir en esta tercera generación (Júlia-Marta). Ya en las
entrevistas diagnósticas le devuelvo a la madre que Marta, con su grito al nacer, quiso
advertirle del riesgo que corría -al ser una niña- de repetir el desempeño fracasado de
la relación entre mujeres. La madre puede escuchar mi señalamiento.
Júlia tuvo dificultades importantes para contener el primer llanto de su hija, que le
despertó un fuerte malestar. Entreveo en el discurso de la madre la dificultad de
encontrar dentro de sí una buena madre. La experiencia relacional que implica la
lactancia, es vivida por Júlia como un sacrificio, en la medida en que no está investida
emocionalmente, por lo que el pecho es vivido como “instrumento” cuya función es
exclusivamente alimenticia.
La madre de Marta se presenta muy angustiada por los recuerdos y sentimientos de
su experiencia infantil con su madre. Muestra una necesidad de ser consolada ante su
llanto manifiesto, que en ciertos momentos adquiere gran intensidad emocional. El
recuerdo le es doloroso; el vínculo con su propia madre le provoca un dolor que
expone abiertamente. Por esta razón, el apego de Marta deja entrever una falla en la
función parental, que me alerta inmediatamente.
Todo hace suponer que tampoco Marta ha logrado interiorizar una experiencia
relacional suficientemente satisfactoria, ni introyectar a una buena madre dentro de sí,
por consiguiente sólo puede consolarse si tiene algo que succionar dentro de su boca
(biberón o chupete).
La madre expresa su deseo de “desbloquear a Marta” a partir de la ayuda del
terapeuta. Es importante destacar la atribución mecanicista que le podemos dar al
hecho de desbloquear, muy lejos de la comprensión, desde una dimensión relacional,
de la problemática madre-hija.
Tanto el padre como la madre hablan de “la chica”, “la tía” para referirse a su hija.
Observo que ambos la sienten como mayor de lo que realmente es. Debajo de la niña
exigente (casi una “chica”) que ellos ven, yo veo la niña pequeña que es Marta, muy
necesitada, que hace rabietas, ávida de leche para dormir y no pudiéndose quedar
sola en la oscuridad durante la noche.
La imagen que recibe Marta y que le ayudará a erigir su propio self, se va formando en
el contexto familiar en el que crece día a día. Marta construye y construirá su self -
entre muchos otros procesos- a través de la imagen que sus padres le devuelven de
ella, tal como hemos comentado con anterioridad. Por esta razón, el objetivo, ya en las
primeras entrevistas diagnósticas, es empezar a brindar a los padres una mirada
diferente sobre la misma, que contenga una representación de sus pensamientos y
sentimientos más ajustada a la experiencia efectiva de la pequeña.
Impresión diagnóstica
Desde un punto de vista fenomenológico y descriptivo, y atendiendo a los criterios
diagnósticos del CIE-10, Marta presenta un Trastorno no orgánico del sueño. F51.3
Insomnio y F51.4 Terrores nocturnos. No cumple los criterios para ninguno de los
trastornos del comportamiento de inicio en la infancia descriptos habitualmente,
aunque observamos una sintomatología que se pone de manifiesto en el ámbito
familiar, de híper vigilia, hipersensibilidad, oposicionismo y rabietas recurrentes de
larga duración.
Desde el punto de vista de la realidad interna, de la estructura, del funcionamiento
interpersonal-relacional y yendo más allá del síntoma, podríamos considerar que
Marta es la “heredera” de un fracaso tri-generacional de relaciones madre-hija, lo que
ha puesto en riesgo la construcción de un modelo seguro de apego. El “holding” o
sostén adecuado ha fallado, y por consiguiente, no se ha podido organizar un apego
seguro.
Desde la perspectiva de la teoría del apego, podríamos decir que Marta ha
desarrollado un apego evitativo. La baja capacidad para mentalizar de los padres,
hace pensar que ellos arrastran también un fallo importante en su sistema de apego
con sus propios padres, ya que hay una correlación -empíricamente demostrada- entre
apego seguro y buena capacidad mentalizadora (y viceversa) (18).
Marta exhibe su vulnerabilidad emocional y su falta de regulación a través de una
importante alteración conductual y una alteración del sueño, habiéndose agravado
ambos síntomas tras el nacimiento de su hermanito.
Observo un fracaso en la mentalización de los padres, quienes muestran evidentes
dificultades en las habilidades necesarias para comprender a Marta y empatizar con
ella, en términos de la atribución de estados mentales (qué ha de pensar y sentir
Marta) con la consiguiente dificultad para poder interpretarla.
Objetivos e intervenciones:
Marta actúa como la portavoz, a través de sus manifestaciones conductuales, de un
conflicto cuyo abordaje sería simplificado y reduccionista si sólo trabajáramos con ella
o si lo hiciéramos exclusivamente con los padres. Por lo tanto, los objetivos a trabajar
son:
La importancia de contactar emocionalmente con los padres, de forma que sea posible
compartir una experiencia emocional con ellos, es fundamental si esperamos que
puedan, en algún momento, reconstruir la falla relacional con su hija y logren
restablecer una adecuada sintonía vincular con ella. Para ello, es muy importante la
actitud empática de la terapeuta y una atención focalizada en la mente de los padres,
en lo que piensan y sienten.
Este trabajo se está realizando en la actualidad con una frecuencia quincenal, donde
se intercalan 1) las sesiones madre-hija, 2) las sesiones con Marta, 3) las entrevistas
con los padres. Los siguientes fragmentos están extraídos de los primeros ocho
meses de tratamiento.
Le comento que es difícil conocer la causa exacta del llanto de Marta, pero que lo
importante es darle una explicación más allá de: “se porta mal”, “no puedo con ella”, o
“no soporto sus lloros”. Le retorno a la madre lo positivo que es que haya podido
observar a Marta, escucharla, interpretarla y acompañarla tal y como lo ha hecho.
II) En el apartado c) viñeta de los 7 meses de tratamiento (entrevista con los padres),
observamos la siguiente secuencia mentalizadora:
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