Julia de Asensi - El Pozo Magico
Julia de Asensi - El Pozo Magico
Julia de Asensi - El Pozo Magico
Julia de Asensi
textos.info
Libros gratis - biblioteca digital abierta
1
Texto núm. 6375
Edita textos.info
Maison Carrée
c/ Ramal, 48
07730 Alayor - Menorca
Islas Baleares
España
2
El Pozo Mágico
Una tarde, que los padres aún no habían vuelto de trabajar en el campo,
se hallaba Juanito en su bonita casa compuesta de dos pisos, al cuidado
de una anciana encargada de atender a las faenas de la cocina, mientras
sus amos procuraban sacar de una ingrata tierra lo preciso para el
sustento de todo el año.
La casa era el sólo bien que los dos labradores habían logrado salvar
después de varias malas cosechas; era herencia de los padres de ella y
por nada en el mundo la hubieran vendido o alquilado.
A una de las ventanas, que estaba abierta, se acercó por la parte de fuera
un hombre mal encarado, vestido pobremente y con un fuerte garrote en la
mano. Hizo seña a Juanito de que se acercara y le preguntó, cuando el
muchacho estuvo próximo, donde se encontraba su padre.
3
—Más podrán castigarte si pierden la renta por ti.
La tarde era clara y serena, brillaba el sol en un cielo sin nubes y el calor
se dejaba sentir con fuerza porque ni un árbol daba sombra a aquel campo
sembrado de trigo a derecha e izquierda. Un estrecho sendero conducía al
lugar, aún muy distante, donde los padres del niño se hallaban trabajando.
Pero antes de llegar a la explanada de que hablara Juanito, el hombre
lanzó un silbido extraño y un joven se presentó casi enseguida llevando un
caballo de la brida. A una seña del que había obligado al pequeño Juan a
salir de su casa, el joven montó y el niño se vio cogido por unos robustos
brazos y colocado sobre el caballo también. Gritó pidiendo auxilio, pero al
instante un pañuelo fue puesto sobre su boca para ahogar su voz y ya no
hubo defensa posible para la infeliz criatura.
El caballo iba a galope y Juanito veía al pasar con vertiginosa rapidez, los
carros cargados de paja que volvían al pueblo, las yuntas que, terminados
los trabajos, iban a encerrar, algunos labradores que se retiraban a sus
hogares; pero todo de lejos y sin que ningún hombre fijase su atención en
él.
4
conducía a un vasto terreno que debió ser jardín en otro tiempo, le
introdujo allí, volvió a cerrar con llave; y le dejó solo sin ocuparse al
parecer más de él.
Juanito no pudo contener sus lágrimas al ver las altas tapias que hacían
de aquel paraje una prisión imposible de dejar. Anduvo después largo rato,
hasta que rendido se paró en un ángulo del terreno donde había un pozo
rodeado de jaramagos y florecillas silvestres. Aquel sitio inculto tenía un
misterioso encanto para él.
Los labradores en balde buscaron aquel dinero; en tan breve plazo nadie
quería comprarles su casa ni dar nada a préstamo.
Y siguió mirando, pero el pozo era muy hondo y no se veía si tenía agua o
estaba seco.
Poco después una voz, de mujer o de niño, cantó dentro del pozo el
siguiente romance con una música dulce y un tanto monótona:
5
Le llevaron engañado
a una casa con sigilo
donde había un gran terreno
que antes jardín hubo sido,
rodeado de altas tapias,
con arbustos ya marchitos,
árboles mustios o secos
y un pozo medio escondido
en un bosque de rastrojo,
de gran abandono indicio.
Pidieron por el muchacho
un rescate los bandidos,
mas siendo los padres pobres
y careciendo de amigos,
en balde fueron buscando
aquel oro apetecido
precio de la libertad
del idolatrado hijo.
Por vengarse, los ladrones
presto hubieron decidido
arrojar en aquel pozo
al pobre muchacho vivo,
y sin escuchar sus ruegos,
aquellos hombres indignos,
levantándole en sus brazos
le lanzaron al abismo.
Antes de llegar al fondo
los ángeles, también niños,
quizá hermanos por el alma
del prisionero afligido,
trocaron las duras piedras
por un césped duro y fino
y bellas flores silvestres
de nombres desconocidos
que en algún jardín del cielo
acaso hubieron cogido,
y entonces el secuestrado,
sin esperar tal prodigio,
halló al caer aquel lecho
donde se quedó dormido…
6
La voz se fue extinguiendo poco a poco, y Juanito no oyó las últimas
palabras del romance. Pero aquel canto le había llenado de esperanza;
sabía que si le arrojaban al pozo no tendría nada que temer. Miró hacia el
fondo y observó que la luz, que poco antes viera brillar, había
desaparecido.
—¿Y tú lo crees?
—Yo no, pero lo llamo así por costumbre que tengo de oírlo.
7
encontraba.
Sobre sus cabezas se oía un fuerte altercado; era que iban a prender a los
secuestradores. Estos querían probar su inocencia negando haber robado
a Juan y, casi habían convencido a sus perseguidores, cuando una voz
infantil dijo desde el fondo del pozo:
—Sí, son ellos los que me robaron, lo declaro para que no hagan lo mismo
con otros niños.
8
compañero y él cayó al suelo también muerto por uno de sus contrarios.
Aquella misma tarde, Juanito fue devuelto sus padres que no podían creer
fuese cierta la ventura de volver a verle, pues ya imaginaban que hubiese
sido asesinado.
Juanito sintió siempre el más vivo afecto por la muchacha a la que hacía
cantar muy a menudo aquel romance que le oyó por primera vez en el
fondo del pozo mágico.
9
Julia de Asensi
10
manera de Bécquer, pero usando la prosa o el verso, como hizo José
Zorrilla, localizadas preferiblemente en la Edad Media o en la época de los
Reyes Católicos y Pachon con una temática amorosa o centrada en los
celos y con elementos sobrenaturales como apariciones de la Virgen,
estatuas animadas, fantasmas etcétera. Muchas de ellas las imprimió
primero en publicaciones periódicas, como Revista Contemporánea o en
El Álbum Ibero-Americano (1890-1891) dirigido por Concepción Gimeno de
Flaquer.
11