16 Dias Cambiaron Mi Vida Parte 3 y 4

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3.

-Miércoles, 10 de abril de 2013

Cuando me desperté por haber oído voces, vi como Mila, desnuda, arreglaba a los niños,
los preparaba para salir, llamaba a Ana y le daba instrucciones para que los llevara al
colegio en un taxi, se fuera al instituto y los recogiera por la tarde.

Vi a Ana furiosa, gritándole a su madre

— ¡Ya estoy harta! ¡Cualquier día te voy a dar un disgusto! ¡Me iré de casa!

¡Ya vale Ana, por favor, no grites que me duele la cabeza!

Mila vuelve a la cama, Marga se despierta.

— ¿Qué son esos gritos?… Déjame dormir.

— Es Ana que va enfadada. No pasa nada, duérmete zorrita.

— Cualquier día se descubrirá todo y a ver cómo reacciona José. — Susurró Marga.

— Ana cree que su padre lo sabe todo y lo acepta, lo que no sabe es que su padre está en
la inopia, no solo no sospecha sino que además me facilita desde hace tres años tres días
de marcha a la semana con sus viajes. Pobrecillo, encima no dejo que me folle. Bueno que
se fastidie, es muy aburrido.

— Deja que me lo ligue y lo metemos en nuestras movidas...

— ¿Cómo? Tú lo que quieres es tirártelo. Ni hablar, déjalo así que sin saber nada es más
feliz.

— Jajaja. Pero que puta eres, tú te hartas y a él no lo dejas follar. Déjamelo a mí y veras
como te lo espabilo. Además le doy gusto, porque tú lo tienes abandonado. Que
desperdicio de polla.

Mila se tiende sobre Marga, la besa en la boca, le pellizca una teta. Y le introduce dos
dedos en el coño.

— Tú con quien tienes que follar es conmigo. Deja tranquilo a mi marido en su inocencia,
que es feliz.

Marga abraza a Mila, se revuelcan, se acarician, sus lenguas se entrelazan, metiendo los
dedos en el sexo de la otra. Excitando sus clítoris. Solo se oyen suspiros y gemidos de
placer. Mila da la vuelta y se acopla en un sesenta y nueve con Marga, lamiendo sus
sexos mutuamente como si fueran un manjar. Una fruta dulce y madura. Pero, al contrario
de lo que ocurría con los tipos de anoche, no había violencia, eran caricias delicadas,
suaves; recorrían todo el cuerpo con la punta de los dedos, se lamen; Mila se tiende boca
abajo y Marga la cubre con su cuerpo rozándose, lamiendo y chupando, mordisqueando
los muslos, las nalgas. Baja lamiendo las piernas y encajan sus muslos en forma de doble
tijera, se chupan los dedos de los pies una a la otra.

Los orgasmos se repiten, uno, dos, tres... incontables, parece un orgasmo permanente,
temblando de placer se dejan caer desmadejadas besándose y acariciándose tiernamente.

Algo está cambiando en mí, antes esas imágenes me hubieran asqueado, sin embargo
ahora me excitan, mi miembro esta duro, me duele, me lo acaricio y acabo sacándolo del
pantalón, pajeándome, llegando a un incontrolable orgasmo.

A las once de la mañana veo entrar a María Helena, la asistenta que ayuda a Mila en las
labores de la casa. Tiene llave, entra directamente a la cocina y luego se dirige a la
habitación donde las dos amigas están aún retozando.

Pero, ¿qué es esto? ¿Hasta la asistenta sabe lo que ocurre? ¿Yo soy el único gilipollas
que no sabe nada? Qué verdad es que el cabrón es el último en enterarse.

Mariele es una chica colombiana, de 26 años, de estatura mediana, de cara redonda y


bonita, pelo negro, con la piel color canela y con un cuerpo apetecible.

No está delgada pero tampoco le sobran las carnes. La verdad es que yo he tenido
algunas fantasías con ella, pero enseguida las he apartado de mi mente.

— Buenos días, doña Mila, ya veo que habéis empezado sin mí.

— No puedes imaginarte lo que hemos estado haciendo toda la noche. Anda desnúdate
que algo te tocara —. Se desnuda y se tiende en medio de las dos.

Empiezan a besarla y acariciarla, le chupan y mordisquean unos pechos duros con


pezones grandes y oscuros. Mila se levanta, se acerca al armario y lo abre, en los cajones
de su lado cerrado con llave y que yo no he visto nunca, saca algo que al principio no logro
identificar. Pronto lo averiguo, es un extraño arnés con un descomunal falo montado.
Marga está besando y lamiendo el sexo de Mariele, la coloca a cuatro patas y se coloca
detrás hurgando con la lengua el agujero de su ano. Lamiendo desde el pubis hasta la
rabadilla pasando por el chocho y el agujero del culo, donde se entretiene hurgando con su
lengua. Lo aprecio con claridad es de color marrón oscuro, la lengua serpentea por los
alrededores y en el centro, oigo sus gemidos como un animalito.

Mila deja caer un chorro de un líquido transparente sobre el aparato. Aparta a Marga, se
coloca detrás y comienza a frotar el enorme aparato por la vulva de la muchacha. Inicia la
introducción, lentamente, sin prisas. Mientras Marga se ha colocado debajo en posición
invertida, en un sesenta y nueve, lamiendo el sexo de la muchacha y ofreciendo el suyo
para ser chupado. La penetración ha sido total. Poco a poco ha conseguido introducir el
consolador en su coño y comienza un mete saca lento, incrementando la velocidad.

Oigo los golpes de la cadera de Mila contra las nalgas de la chica. Es alucinante, que una
muchacha joven como ésta pueda meterse todo ese artilugio en su vagina. Medirá unos
veinticinco centímetros de largo, pero siete u ocho de diámetro. Y no se queja, los
lamentos son de placer. Levanta la cara del coño de Marga, se vuelve hacia Mila y le
sonríe, con una cara mezcla de placer y agradecimiento. Es inaudito. Y vuelve a hundir su
cara sobre el sexo de Marga, que la sujeta con una mano y le aprieta la cabeza contra ella,
como si quisiera introducirla dentro de su coño.
Me he vuelto a excitar, tengo mi mano en mi verga y me estoy masturbando, lentamente,
para retrasar lo más posible el orgasmo. Quizás esto tenga algo que ver con el
comportamiento de Mila. Tal vez sea mi culpa, no he sabido darle el placer que ella
necesita como una droga. Sufro eyaculación precoz, apenas uno o dos minutos tras
introducírsela a Mila me corro. Y ahora no puedo más, ¡me corroo! Tras recuperarme del
orgasmo, el segundo del día, cuando lo normal son dos o tres al mes, vuelvo a mi puesto
de observación.

Mila se ha desmontado el arnés y Marga se lo ha puesto, la chica sigue en la misma


posición y mi mujer a cuatro patas detrás, introduce su mano en el coño de Mariele, la
mueve como un pistón en un motor. Marga folla a Mila por el coño, con ese enorme dildo,
mientras ella introduce la mano entera hasta la muñeca en la vagina de Mariele, que
explota en un orgasmo brutal.

¡¡Diooooss…!! Y yo creía que lo había visto todo. La escena es para filmarla, grabarla y
distribuir las copias por internet como material porno de alto voltaje. Cualquier productor
pagaría mucho dinero por la grabación. Claro, si no estuviera mi familia implicada en ello.

Los gritos, los aspavientos de las tres mujeres, hacen vibrar hasta las paredes.

Mila con sus múltiples orgasmos, desconocidos para mi hasta ahora, se saca el aparato y
se tiende boca arriba mientras Marga le mete los dedos y la palma de la mano en su
dilatado coño, Mila se orina, tiritando y retorciéndose como si de un ataque de epilepsia se
tratara y Mariele, con su chocho abierto como la madriguera de un conejo, lo coloca sobre
la boca de Mila, que lo chupa y bebe sus jugos.

Brillantes los cuerpos de las tres por el sudor, los fluidos secretados y los orines de Mila,
se abrazan, rozan sus cuerpos unas contra otras y caen, desmadejadas, en la cama.

Pasada media hora, se levantan las tres, Mila le dice a la chica que prepare algo rápido
para comer y se van las tres a la cocina. Cuando vuelven, entre bromas y risas pasan a la
ducha, donde siguen los juegos y al salir se secan unas a otras, limpian los restos de la
cama y el baño y se acuestan a descansar. Poco después Mariele se levanta, se viste y se
dedica a arreglar el piso que está hecho un asco con las orgias de la noche y la mañana.
Cuando termina se marcha, sin despertar a las mujeres.

Oigo murmullos, las mujeres están dormidas, puedo verlas gracias a los infrarrojos de la
cámara. En el salón veo a Ana y los niños, ya han vuelto del colegio.

Al parecer Ana está acostumbrada a estos menesteres porque los ha llevado y recogido.
Ana abre la puerta del dormitorio y entra sin hacer ruido, se acerca a su madre y le mueve
el hombro, se despierta y hablan despacio. Ana sale de la habitación cerrando la puerta y
va a la cocina, saca una bandeja con bocadillos para merendar los niños y los lleva a su
cuarto para hacer los deberes.

¡¡Mi hija sabe de las correrías de su madre...!! La encubre y le ayuda con los niños. ¡¡Por
Diooooss!!

A las once de la noche se despiertan las dos, se levantan, se duchan juntas y se visten,
Mila se pone un conjunto de tanga y sostén negro, casi transparentes. Al parecer comen
algo en la cocina y se marchan a la calle. Los niños están dormidos.

La puerta de Ana se abre, da una vuelta por el salón, entra en la habitación de la madre y
encuentra el arnés en el suelo, se desnuda totalmente, se lo coloca y se tiende en la cama,
lo sujeta con ambas manos boca arriba y lo mueve arriba y abajo como si se masturbara.
Se lo quita y lo sujeta con la punta sobre su sexo. Lo frota, lo lleva a su boca lo chupa y
vuelve a ponerlo sobre su ¿Virginal vaginita? Lo frota haciendo simulaciones de
penetración, sin llegar a efectuarla. Dios mío, es muy pequeña, y aquel armatoste podría
partirla en dos. Unos minutos después se encoge, adoptando una postura fetal, deja caer
el arnés al suelo y se queda dormida en la cama. La observo, es tan frágil, tan niña, tan
indefensa. Que experiencias habrá tenido y que cosas habrá visto y vivido. Se me saltan
las lágrimas.

Es una locura. ¿Qué ha pasado con mi familia? Todo estaba bien y de pronto el mundo, mi
mundo, se hunde, se viene abajo.

A las tres de la madrugada se abre y se cierra la puerta de la calle, se enciende la luz del
salón. Mila viene sola. Da algunos tumbos, esta mareada, entra en la habitación, donde se
encuentra a Ana durmiendo. En el baño se desnuda; bajo la falda y la blusa, no trae
bragas ni sostén. Los llevaba al salir. ¿Dónde habrá estado la muy....Desgraciada? Veo su
pelo lleno de cuajarones blancuzcos resecos y al intentar peinarse se le enganchan.
Decide ducharse y al ir a acostarse ve el arnés en el suelo, junto a la cama. Lo recoge
sonriendo y lo guarda. Apaga la luz y se acurruca detrás de Ana, abrazándola y
quedándose dormida poco después.

Tengo que preparar mi regreso, he de desmontar los equipos de vigilancia y buscar un


lugar donde instalarlos para seguir observando mi casa.

4.-Jueves, 11 de abril de 2013

Tengo el tiempo justo para recoger mis enseres, llevarlos al coche y devolverle las llaves a
Eduardo. Lo llamo al móvil, está en su casa, lo cito en la misma cafetería de la otra vez,
donde estoy desayunando. Charlamos, bromeamos; él intenta sonsacarme a quien me he
tirado y claro está, disimulo, me río y no le cuento nada.

Llamo a mi amigo Andrés para preguntarle que necesito para pruebas comparativas de
ADN. Quedamos en media hora para vernos. Tomamos una cerveza y me hace entrega
del kit y las instrucciones. Como es lógico me pregunta qué pasa. Le pido discreción y me
asegura total confidencialidad.

Suelo llegar a casa alrededor de medio día, dependiendo de la ruta semanal con un
margen de dos o tres horas. La que, supuestamente he hecho, está a tres horas de viaje,
suelo dejar el hotel a las diez, a la una y media debo estar en casa.

Mila me recibe como siempre, con un beso y siento asco. Como siempre cariñosa, amable,
preguntándome como me ha ido. Respondo a las preguntas con el mayor aplomo posible.
Pero me asaltan las imágenes que he visto que tengo grabadas y por un instante pasa por
mi mente la idea de estrangularla. Pero me contengo. Me sorprende la sangre fría que
puedo llegar a mostrar.

 
La comida está preparada, nos sentamos y mientras damos cuenta de los platos, no puedo
evitar mirarla y preguntarme. ¿Cómo puede estar tan tranquila, después de los tres días de
orgias que ha vivido sin que se le note nada? ¿Cuántas veces lo habrá hecho sin que yo lo
sospechara siquiera? Concentrado en mis negros pensamientos, no me doy cuenta de que
ella me observa.

— ¿Que te sucede José? Te veo raro. ¿Va todo bien?

— ¡Eh! ¿Qué? ¡Ah! Sí… Sí, todo bien, es que… Vengo cansado del viaje, no te preocupes.

— Bueno, si quieres te preparo la cama y te acuestas un rato hasta la hora de cenar.

De pronto caigo. ¡Joder! Tengo que acostarme donde he visto hacer las mayores
guarradas del mundo… Bueno, me habré acostado tantas veces sin saberlo que unas
cuantas más ya no van a importar. ¿Cómo evitar pensar en estas cosas? Se me revuelve
el estómago.

— Bien… Sí, me tumbare un rato, a ver si me despejo.

Siento nauseas al acercarme a la cama, como cuando la besé, pensando en las pollas que
la han follado por la boca, en los culos de tíos que ha lamido y chupado, en las lluvias
doradas que habrá soportado. Me siento mareado a punto de desmayarme.

— José. ¿Te encuentras bien? Te has puesto pálido ¿Estás enfermo?

—No, Mila, estoy bien, ha sido un pequeño mareo, seguramente consecuencia del viaje.
Ya ha pasado.

Me tumbo en la cama vestido, ella me quita los zapatos y se tiende a mi lado. Finjo dormir,
Mila apoya su cabeza sobre mi hombro y se duerme a mi lado. Parece tan inocente, con
esa cara de niña, su suave piel. Mi mente es un hervidero de pensamientos encontrados.
Amo a esta mujer, pero… ¿Y la otra Mila? La Mila desconocida por mí hasta hace pocos
días.

 
Veo como suben y baja su pecho con la respiración. Ahora es tan frágil. Si quisiera podría
hacerle daño, mido un metro setenta y cinco y peso setenta y ocho quilos, quince
centímetros más que ella y veinte quilos más. Me resultaría fácil apretar su delicado cuello
con mis manos…. Aparto estos pensamientos de mi mente. No puedo evitarlo, la quiero,
pero lo que me ha hecho no se lo puedo perdonar ahora ni nunca. Tengo que seguir el
plan trazado. Sin desviaciones. El plan precisa de más información… ¿El plan…Qué plan?
¡Dioss! Al fin consigo dormir.

Me despiertan los gritos de mis. ¿Mis niños? ¿Lo serán? ¿O serán hijos de algún tipo,
ligue de una noche? Mila los ha recogido mientras yo dormía. Entran en el dormitorio.
Abrazos, besos. Pepito y Mili sobre mí en la cama.

¿Qué nos has traído? — Gritan los dos a la vez.

¡Joder! ¡Lo olvidé! todos los viajes les traigo algo a los niños.

— No he tenido tiempo, cariño. El próximo viaje os traeré dos regalos a cada uno — Sus
caritas reflejan la decepción…

— Vale papa, pero no te olvides — Me dice mi niña con cara de enfado.

— No me olvidare, princesa.

Pepito me besa y se va corriendo. Me incorporo y estrecho a Mili entre mis brazos, se me


pone un nudo en la garganta... No sé si podré soportarlo. La emoción hace que se me
llenen los ojos de lágrimas. Respiro hondo y me seco las lágrimas con el dorso de la
mano. Mili se da cuenta. Clava en mí su mirada inocente.

— ¿Porque lloras papa?

— Por nada cariño, me ha entrado algo en el ojo.

Fuerzo una sonrisa y se va corriendo a su habitación a jugar.

Voy al salón y enciendo la TV, noticias, culebrones. ¿Culebrones? ¿Acaso lo que estoy
viviendo no supera en dramatismo a la más dura telenovela? Siempre pensé que se
exageraba, ahora estoy convencido de que la realidad supera con creces la más
calenturienta imaginación. Estoy ante la tele pero no la veo, mi mente está en otro lado, en
lo que he visto hacer a mi pequeña, delicada y recatada esposa. Está en la cocina
dedicada a sus quehaceres. ¡¡Como si no hubiera roto nunca un plato!!

— ¡¡Papa!! ¡Qué alegría verte! — Ana acaba de llegar.

Me abraza, me besa, acaricio sus cabellos, miro sus ojos color miel, limpios, inocentes.
¿Porque lloraba cuando fue a aquel barrio? ¿Qué secretos guardaba aquella inocente
mirada? Vuelta a emocionarme. Logro controlarme y pensar en otra cosa.

— ¿Cómo te va en el insti? — Pregunto.


— Muy bien papa, muy bien. Voy a sacar buenas notas, no te preocupes, mama me ayuda
mucho con los deberes.

La verdad es que siempre he dejado a Mila hacerse cargo de la educación de los niños.
Siempre confié en ella. Pero ahora ya no lo tengo tan claro.

— Vale cariño, confío en ti. Sé que no me defraudaras. Por cierto, pareces cansada.

— Bueno papa, ya sabes, cosas de mujeres. Jajaja

— Si Ana, lo entiendo. Pero ¿No tendrás algún problema?

— Jajaja. No papá, no tengo problemas… ¿Por qué me preguntas eso?

Por nada hija, por nada, solo me preocupo por mi niña.

Se va hacia la cocina a ayudar a su madre. Me acerco y las oigo susurrar...

Mama, papa esta raro ¿No?

— Pues ahora que lo dices, yo también lo he notado. Le pregunte y me dijo que estaba
cansado… no te preocupes, ya se le pasará.

— Mama, mañana tengo que ir… por la mañana. ¿Cómo lo hago?

Mañana, cuando se vaya tu padre a la oficina lo hablamos, ahora no.

— Vale, pero a veces pienso que esto no está bien. De verdad ¿Papa lo sabe?

— Que sí, tonta. Pero le disgusta hablar del tema, tú sigue así y no te preocupes. Todo irá
bien.

Regreso al salón y me siento en el sofá, Ana viene a sentarse a mi lado. Vemos la tele, a
la que no prestamos atención. Mila se sienta enfrente. Observo que mira, pero no ve la
pantalla, parece preocupada. ¿Habrá percibido algo? ¿Se habrá dado cuenta de que ya no
soy el mismo? Y mi pequeña Ana. ¿Qué será lo que le espera mañana que le preocupa?
Se recuesta sobre mi hombro, pasando un brazo por mi espalda. Yo también paso mi
brazo por sus hombros y la estrecho contra mí. Tengo que hacer un gran esfuerzo para no
romper en sollozos.

¿Nos vamos a dormir? — Dice Mila con cara somnolienta.

Me queda otra prueba. Tengo que acostarme con ella. Normalmente utilizo un pantalón
corto de pijama para dormir, pero hoy no podría soportar el contacto con mi piel sobre las
sábanas, me pongo un pantalón largo. Mila me mira extrañada pero no dice nada. Ella
utiliza un largo camisón que la cubre desde el cuello a los tobillos. Ahora entiendo porque.
Así esconde las marcas que le producen en su cuerpo las prácticas aberrantes a las que
se entrega. Aun así veo en su cuello un moratón, debido a los chupetones recibidos.
Siento un escalofrío. Me meto entre las sábanas y me tiendo de lado, dando la espalda a
Mila. Ella apaga la luz y se acuesta abrazándome por detrás. Baja la mano hasta coger mi
pene, que permanece arrugado. Cojo su mano y la aparto. No puedo evitar el asco que me
produce su contacto. Mila se vuelve de espaldas en silencio… Espero… Dejo pasar una
hora.
Compruebo que duerme y me levanto. Con los kits de ADN en mis manos me acerco a los
niños que duermen y les hago un frotis en la boca. Los dos pequeños no se dan cuenta,
pero Ana se despierta cuando ya he terminado.

¿Papa? ¿Qué haces?

— Nada cariño, creí oírte hablar y he venido a ver qué te pasaba, sería una pesadilla.
Duérmete, mi vida —. Le di un beso en la frente y me acosté. Mila seguía dormida.

5.-Viernes12 de abril de 2013

Suena el despertador a las siete como cada viernes de los últimos tres años. Despierto y
me levanto. El aseo está ocupado por Mila, y estando ella yo no puedo entrar. Al parecer le
da vergüenza si la veo desnuda. Así ha sido desde que nos casamos. Pero ahora sé por
qué. Voy al baño del pasillo donde Mili y Pepito se cepillan los dientes. Vuelvo a mi
habitación y Mila ya ha salido vestida y lista para llevar a los niños al colegio. Me ducho,
me visto, voy a la cocina donde tomo un café, hago de tripas corazón, doy un beso a Mila y
me voy corriendo a la oficina. Tengo mucho que preparar.

Hablo con Fede y le digo, que me voy a tomar un descanso de dos semanas, por el asunto
del que no le puedo hablar. En una inmobiliaria busco un piso para alquilarlo durante dos
meses, cerca de mi casa. Encuentro un pequeño apartamento que cubre mis necesidades.
Pago un mes y la fianza al contado, sin dar más información personal que la precisa. He
abierto una cuenta de correo E-mail, con datos ficticios, otra en un banco para tener tarjeta
y dinero disponible fuera del control de Mila. Y he adquirido una tarjeta prepago para móvil.
No puedo dejar nada para el fin de semana porque siempre me quedo en casa o voy de
excursión con Mila y los niños. El apartamento se puede ocupar inmediatamente; lo
contrato y recojo las llaves.

Traslado los equipos necesarios para instalar el centro de vigilancia. Tengo conocidos, en
la operadora de teléfonos, que me hacen el favor de instalar, sobre la marcha, una línea
física con acceso ADSL. Cuando todo está preparado enciendo los equipos y me pongo a
observar. Son más de las doce y Mila está por casa, También veo a Mariele, que va a casa
los miércoles y los viernes. Están realizando labores de limpieza. Todo parece normal, sin
embargo, en uno de los encuentros, en el salón, entre Mila y Mariele, se cogen de las
manos, van hasta el dormitorio, abrazándose y besándose. ¿Será posible? ¿Es que esta
mujer no se cansa nunca?

Se desnudan ambas, se tienden en la cama y siguen con los arrumacos y achuchones. Al


parecer a Mariele le va el fisting. “Puños en el sexo y/o ano”.

Se coloca en cuatro, Mila saca de su cajón un bote con algún tipo de lubricante y lo
derrama sobre el culo de Mariele, veo como chorrea hasta su sexo. Se inicia la
penetración con los dedos en la vulva, aumenta el número de dedos hasta introducir la
palma, con rotaciones, encoge el pulgar y poco a poco introduce el puño hasta la muñeca.
Mariele grita y se retuerce como una loca, alcanza, no sé si uno o varios orgasmos
seguidos. Se derrumba sobre la cama.

Ahora me toca a mí —. Mila besando a la chica.


La muchacha sonríe, se incorpora y abraza a Mila que se acuesta de espaldas sobre la
cama, la muchacha se acopla entre las piernas y lame el sexo de Mila que sujeta su
cabeza entre las piernas. Tras unos minutos Mila empuja a la chica, esta se levanta,
derrama el líquido del bote sobre el coño de Mila y mete los dedos de la mano derecha
rotándolos, sacándolos y metiéndolos, repitiendo los movimientos hasta meter su mano
dentro. Con la mano izquierda derrama más líquido e introduce sus dedos en el culo de
Mila.

¡¡La está penetrando con las dos manos, una por el coño y otra por el culo!!

Mi mujer no deja de sorprenderme. Ya no sé qué más podrá hacer. Varios minutos


después y tras algunos alaridos, mi mujer pone los ojos en blanco y con un estertor que la
levanta de la cama, cae rendida. Sus orgasmos son brutales. Mariele saca sus manos del
cuerpo de Mila y se tiende a su lado. Se besan tiernamente.

¿Qué siente Mila por las personas que la rodean? Parece querer sinceramente a los que
se acuestan con ella. Pero les cobra. Parece amar a sus hijos. Pero los prostituye.

Yo estaba convencido de que me quería. Pero me traiciona. Realmente. ¿Qué siente?

Descansan un rato, se levantan, y tras higienizarse reanudan su trabajo doméstico como si


no hubiera pasado nada. Llamo a Andrés y le invito a comer. Tomando café le entrego las
muestras.

— Están marcadas, la del padre el 1 y los hijos 2, 3 y 4, por orden de edad. Pertenecen a
un amigo que tiene problemas y me ha pedido el favor a mí, pero no puedo decirte quien
es. Por favor, total discreción — No queda muy conforme pero lo acepta.

— Cuánto va a costar para pedírselo a mi amigo.

— Ya veremos. Al ser una prueba múltiple tendré que consultarlo. Suele costar sobre 300
euros por comparación, pero aquí por lo que se ve es un padre con tres hijos ¿No?

— Si, así es.

— Serán menos de mil euros, no te preocupes por eso. ¿No serás tú el amigo? ¿Tienes
problemas con Mila? Sabes que puedes confiar en mí.

— Por favor, no me descubras. Sí, estoy teniendo problemas. Ya te lo contaré cuando


pueda hacerlo, pero ahora, te lo suplico, nada a nadie.

— De acuerdo. En cuatro o cinco días tendré los resultados.

— Gracias, no sabes el favor que me haces.

Normalmente los viernes vuelvo a casa alrededor de las ocho de la tarde. Hoy no será
distinto.

El fin de semana pasa sin pena ni gloria, el sábado lo pasamos en casa como siempre,
leyendo, viendo tele y charlando. Yo me centro en un supuesto proyecto de mi trabajo,
encerrándome en el pequeño despacho casero. El tiempo era bueno y el domingo
decidimos ir al campo a pasar el día.
Las últimas semanas han sido muy duras. Las más duras de mi vida.

Acabo de despertar y Mila está a mi lado, aún duerme. He decidido dejar pasar unos días
para reflexionar… Desde  que expuse las condiciones y las nuevas normas, no he
permitido que se hable de nada que no sea nuestra vida cotidiana… Como si nada hubiera
cambiado, excepto, claro está, que Ana no seguirá prostituyéndose y Mila tampoco… Por
ahora.

Ana, desde la puerta, nos mira, será por eso que me he despertado. Esta amaneciendo.
Hace señas con la mano para que vaya con ella.

En su habitación se tiende en la cama y la golpea con la mano, para que me acueste a su


lado. La pared está empapelada de posters. Cantantes, actores. Se acurruca contra mí,
siento el calor de su cuerpo junto al mío. Estoy boca arriba, ella sobre su costado derecho,
de lado, con su brazo izquierdo sobre mi pecho.

— ¿Qué te ocurre Ana?

— Me he despertado y no podía dormir.

—Pero algo te mantiene en vela ¿No?

—Sí, papa, lo que está ocurriendo, lo que estás haciendo.

—Sabias que algún día se descubriría todo, solo era cuestión de tiempo.

—Pero creo que has sido muy duro con mamá.

— ¿Tú crees? Yo pienso que he sido demasiado blando.

Durante unos minutos se hace el silencio.

—Dime Ana, ¿Cómo acabaste en manos de María? Cuéntamelo, pero sin mentir ni omitir
nada, ya sabes que al final me acabaré enterando.

Ana suspira profundamente, se separa de mí y colocándose boca arriba cruza los brazos
sobre el pecho.

—Acabas de adoptar una postura defensiva, ¿vas a mentirme?

—No papa, es solo que me da mucha vergüenza hablar de esto contigo.

—Pues no la tengas, después de lo que te he visto hacer, ya no hay motivos para la


vergüenza, necesito saber que pasó para que acabaras en las manos de esa mujer sin
escrúpulos y sus clientes y además, con el consentimiento de tu madre. Cuéntamelo con
todo detalle.

— ¿No me castigaras?

—No, no lo hare, eso es pasado y solo necesito saber a qué atenerme en el futuro.

—Pues veras… Hace unos meses, conocí a un chico del insti, Paolo, era del último curso.
Me gustaba mucho, era muy guapo y me decía cosas muy bonitas, salíamos juntos,
paseábamos, me invitaba a bailar y lo pasaba muy bien con él. Las otras chicas me
envidiaban y él me decía que las otras no le interesaban, solo yo era su chica. Estuvimos
algún tiempo saliendo,  sin hacer nada.

Pero una mañana me lo encontré, en los servicios, besando a Gemma, una harpía.

Me fui corriendo y llorando, pero él me alcanzó, me dijo que la otra no le interesaba, que
solo la quería para follar, porque a mí me respetaba y él tenía necesidades. Y que ella le
daba lo que yo no le quería dar.

Yo ya había visto a mama con hombres, sabía lo que hacía y como lo hacía, así que le dije
que lo que ella pudiera hacer, yo se  lo haría mejor. Y así fue. Se lo di todo.

Me llevo a su casa, en el barrio donde vive María, no había nadie, solos él y yo. Un piso
pequeño, de dos dormitorios, muy sucio, me dio muy mala impresión. Me dijo que no
echara cuenta, que solo lo utilizaban él y su hermano mayor, vivían solos ya que sus
padres eran de un pueblo de Galicia. Me cogió por la cintura y me llevo a uno de los
cuartos, había una cama, me dio miedo, sabía lo que iba a pasar allí y me eche a temblar.

Pero cuando me abrazó, desaparecieron todos mis temores. 

Me besaba como nunca lo había hecho antes, acariciaba mis mejillas,  mi cara, la cintura,
los pechos; yo estaba muy excitada, cuando deslizo su mano por mi sexo, encima del
pantalón, mi cuerpo se deshacía, creí que me moría. 

Tenía una sensación en el estómago, que no había sentido nunca y subía por el interior de
mi pecho, sentía mi cara arder.

Había visto penes de los tíos que estaban con mamá, en la tele y en internet. A ti, papa,
no te lo he visto nunca, pero cuando se desnudó y vi el suyo me pareció precioso, me
arrodille y se lo chupe, lo lamí, se lo mordí, le acariciaba los testículos y se la meneaba,
hasta que vi salir un chorro de leche, que me mojó toda la cara. Saque la lengua la probé y
me gustó. 

Él se dejó caer en la cama. Yo me desnude lentamente mientras lo miraba  ¡Era tan


guapo!

Me puse a chupársela hasta que se le puso dura de nuevo, me sentía muy excitada, él
estaba quieto, tendido, su pene apuntando al techo. 

Me monte encima, la coloqué en la rajita y me deje caer de golpe. 

Sentí… Como un pellizco, dentro de mí. 

Por un lado quería levantarme, irme, salir de allí. Pero algo, una fuerza desconocida, me
mantenía sobre aquella espada que se internaba en mis entrañas. Cerré los ojos y me
quede quieta, cuando deje de sentir el escozor empecé a moverme arriba y abajo y
adelante y atrás, primero despacio, luego… Luego ya no podía parar, hasta que exploté,
fue maravilloso. 

Allí deje mi virginidad.

No había sentido nunca nada igual. Me deje caer sobre su pecho y lo bese, me lo comí a
besos… Me sentía tan feliz.

Estaba aún sobre él, cuando oí una voz, tras de mí.


—Vaya, vaya, mi hermanito con una putita, que bien, vamos a follar.

Al principio traté de resistirme, pero Paolo me sujetó y su hermano empezó a acariciarme.


Me revolví, trate de zafarme, quería soltarme, pero Paolo me sujetaba y deje de oponer
resistencia. Lloraba. Mi querido Paolo me ofrecía a su hermano. 

Y me follaron los dos.

Sentí tanto dolor en mi corazón, que cerré los ojos y me abandoné. Ya no pensaba, solo
oía la respiración de los dos hermanos, sus gemidos.

            Llegó un momento, en que estaba sintiendo dentro de mí, el pene del hermano,
que era bastante más grande que el otro y el de Paolo en mi boca.  Tuve un orgasmo y
otro y otro y otro, incontables orgasmos. El placer iba y venía en oleadas.

Mi cuerpo se movía solo, adelante y atrás buscando la mayor penetración por la boca y mi
chichi. Explotó algo dentro de mí, una fuerte convulsión. 

Y me desmaye. No recuerdo nada más.

¿Fue una violación? Yo acepte hacerlo con Paolo, no quería a su hermano. Intente
negarme. ¿Me forzaron? Aun ahora, no lo sé. Porque en el fondo me gustó.

Cuando recuperé el sentido, los dos hermanos, asustados, habían llamado a María, la
vecina. Sabían que era una alcahueta y  no les denunciaría. La mujer se reía, les decía
que tenían una joya entre manos, que conmigo se podía ganar mucho dinero, que me
dejaran a su cargo que ella me enseñaría. Cuando se dieron cuenta de que les oía se
callaron y me ayudaron a levantarme.

Me vestí y fui con ella a su casa. Los chicos  se quedaron. Tenían miedo a que los
denunciara. María les dijo que ella lo arreglaría. Me explicó lo que me había pasado, que
ella me enseñaría a controlar las corridas, para que no acabara parapléjica de un
retortijón, decía y se reía mucho.  En aquel momento me pareció una buena mujer. 

Me dijo que fuera dos días después, a media mañana, me presentaría a alguien que me
ayudaría y me enseñaría muchas cosas. Pero yo no fui.

Vi una sombra en la puerta. Mila nos miraba y sonreía tristemente.

—Y a partir de ese día, Ana, mi hija, mi pequeña Ana, dejo de ser niña para convertirse en
mujer y en puta, como su madre… ¿Vamos a desayunar?

Nos levantamos y nos fuimos a la cocina los tres.

—Sígueme contando Ana.

Mientras Mila preparaba el café y las tostadas, Ana prosiguió su relato.

                                              

—Los días siguientes Paolo me esquivaba, no contestaba a mis llamadas y cuando me lo


encontré, en un pasillo del insti, salió corriendo, huyendo de mí. 

No lo entendía. Me había jurado que me amaba y ahora ya no quería ni hablar   conmigo.


Después supe, que María, le había prohibido seguir viéndome.
Unos días después fui a casa de Paolo para hablar con él. Pero no estaba o no quiso
abrirme,  me senté llorando en la escalera. Supongo que me oiría María, porque se asomó
al rellano y al verme se acercó, me cogió de la mano, sin hablar y me llevó a su casa. 

Había otra muchacha. Joven, rubia y muy guapa, con un vestido color beige. Nos
presentó.

            — Se llama Pamela. Tiene nombre de tiro, Pam. 

Nos reímos.

            Seguimos charlando,  al rato llamaron a la puerta, María fue a abrir.

            Pam abrió mucho los ojos y sonrió.

            — Este es el mío.

            — ¿Tu novio?

            — No tonta, mi cliente.

Nos callamos al entrar un señor de unos cincuenta años, alto, con barba y bien parecido,
acompañando a María.

            — Hola chicas, vaya, ¿hoy dos?— Dijo el señor, mirando a María.

— No don Armando, esta chica está de visita —Respondió la mujer.

— Qué pena, es muy guapa. Bueno… ¿Vamos?

Y cogiendo del brazo a Pam, se fueron a otra habitación y cerraron la puerta.

Yo me quede muy extrañada y María se dio cuenta.

— ¿Te gustaría ver lo que hacen?— Me preguntó.

Me encogí de hombros y le respondí.

— Bueno

Me llevó a otra habitación, donde descolgó un cuadro, había un agujero y me indico por
señas que callara y mirara por allí.

Lo que vi me dejo sin habla. Pam estaba arrodillada en un lateral de la cama, aquel
hombre, empujo su espalda hasta quedar con su cuerpo boca abajo, atravesada en la
cama, con las piernas colgando y los brazos estirados en cruz. 

El señor levanto su vestido, por atrás, mirando su pompis. De pronto empezó a darle
palmadas en el culo, sobre sus bragas, diciendo que había sido muy mala, había
suspendido las matemáticas y debía castigarla. Ella lloriqueaba, pero sonaba a falso. Más
bien se reía. 
Paró, le quito los zapatos y las medias, las olió, se las restregó por la cara  y se dedicó a
chuparle los dedos de los pies, la planta, le mordisqueaba los talones. Subía por las
pantorrillas, los muslos. Pam se moría de risa por las cosquillas. 

Luego le quito las braguitas, se arrodillo en el suelo y hundió la cabeza entre las cachas
del culo. Al ratito se apartó le dio la vuelta y le hizo lo mismo por delante. 

Pam empezó a dar grititos, estaba disfrutando. Yo me sentía rara, ver aquella escena me
excitaba, metí mi mano bajo la falda y acaricié mi cosa sobre las bragas y al poco de
darme me corrí.

            De pronto el señor se levantó, se bajó la cremallera y saco su cosa, muy tiesa,
se arrodillo de nuevo y continuó lamiendo la rajita al tiempo que se la meneaba. Se
levantó, se corrió sobre los pelos del pubis de Pam y  se dejó caer sentado en la cama. 

Pam se acercó a darle un beso, pero el señor la aparto de un manotazo. Se levantó,


abrocho su bragueta y se fue.

Al salir de aquella habitación me encontré con Pam, María había acompañado al señor a
la puerta.

— ¿Qué te ha parecido? ¿Por qué me has visto, no?

— Si, te he visto pero ¿Eso es todo?

— No Anita, ahora viene lo bueno.

Se acerca María y le entrega unos billetes, Pam los cuenta, doscientos euros.

— Jolines Pam, ¿doscientos solo por eso?

María nos miraba y sonreía.

— Si Ana, ya te dije que si tú quisieras podías ganar mucho dinero y aquí tienes la prueba
de que no te engañaba. Si quisieras tú podrías ganar mucho más — Me dijo.

— ¿Y qué tendría que hacer?— Pregunté.

— Algo para ti muy sencillo, disfrutar. Te he observado mientras mirabas… ¿Te ha


gustado lo que has visto, no?

— Si, ha sido muy excitante… — Sentía mi cara ardiendo, creo que de vergüenza…

Pam recoge su bolso y su chupa.


— María me voy que tengo clase, quedamos para el próximo jueves. Y tu Ana anímate
chica, te lo vas a pasar pipa y ya ves, dineritooo — Decía Pam, alegremente.

Nos besó y se marchó. María me cogió un brazo con suavidad. Y me invito a sentarme a
su lado en el sofá.

— Mira hija, este es un negocio para jóvenes, yo ya no sirvo, la edad es nuestra enemiga
más feroz. Así que aprovecha tu juventud… Si tú quieres te puedo concertar una cita  para
la próxima semana.

— Me da reparo, no lo he hecho nunca.

— Aparta los reparos, es lo mismo que hacías con el golfo de Paolo, pero ganando dinero.
Ya has visto a Pam.

— Bueno, por probar.

— Así me gusta, decisión. Vas a ser una estrella. Vente mañana antes de las once y no te
preocupes por nada. ¿De acuerdo? Pero no me falles. No me gustaría que se presentara
un señor aquí y no tuviera a nadie.

— No te preocupes, no fallare… FOLLARE… —Quise hacer un chiste.

Nos reímos las dos  y me marché.

Aquella noche casi no pude dormir. Por una parte, me sentía atraída por aquel mundo que
se abría ante mí, por el dinero, pero también tenía miedo. En el insti nos habían dado
algunas clases sobre sexualidad, yo ya lo había probado y me gustaba. Me hacía muchas
pajillas viendo videos en el ordenador. Cuando me lo hicieron Paolo y su hermano fue
genial. Aunque al principio no quería, después disfruté mucho. 

Pero esto era prostitución. Qué pasaría si se enteraban mis padres. ¿Y si alguien me
denunciaba?

A pesar de todo, a las once estaba en casa de María.

Había otra muchacha con ella,  de unos veinticinco años. Alta guapa, con un traje falda y
chaqueta rojo, medias negras y una pulsera de oro preciosa.

—  Esta es Marcela, Marce para los amigos y estará contigo en tu primera vez. Confía,
déjate llevar por ella y veras como pasáis bien

Llamaron a la puerta y María fue a abrir. Mientras Marce  cogía mis manos.

—  Ana eres preciosa, nos vamos a divertir. ¿Has besado antes a una mujer?— La
pregunta me pilló desprevenida.
 

— Si, a mi madre y a las amigas...

— No tontina, a otra mujer… ¿A mí me besarías?

Me miro a los ojos y tiro un poco de mis manos hacia ella, yo me acerque más, me besó
los labios, fue como una corriente eléctrica, ella abrió la boca y rodeo mis labios con los
suyos, sentí como un mareo y me deje llevar. 

Era de una dulzura, una suavidad, que me hizo sentir un latigazo de placer y me mojé. 

Entró María, acompañada de un hombre de unos cuarenta años, con una barriguita, como
la de mi padre, pensé, moreno, con algunas canas que lo hacían interesante; de facciones
varoniles, afeitado, pero con la cara oscurecida por la barba.

— ¡Vaya! ¡María! ¡Han empezado sin mí! Jajaja — Se reía al vernos besándonos.

Me quede un poco cortada, pero Marce se abrazó al señor y le dio un beso en la boca.

— Hola, hola, ¿A quién tenemos aquí?— Dijo el hombre, que  no dejaba de mirarme, yo
me sentía extraña… 

— Mira Ana, este señor es Pedro — Marcela nos presentó — Y  esta señorita se llama
Ana y nos va a acompañar. ¿Qué te parece?

— ¡Por mi magnifico! ¡Vamos! — Dijo Pedro con entusiasmo.

Marce se acercó, me pasó un brazo por la espalda y entramos en la habitación donde ayer
vi a Pam. Me quede de pie, sin saber qué hacer. 

Pedro entro y se sentó en el sillón que había al lado, a la derecha del cabecero de la
cama. Me miraba con curiosidad.

— Así que tú eres Ana… María me ha hablado de ti, me dijo que eras muy bonita… Pero
se ha quedado corta. Eres preciosa… Además; al verte he creído ver a otra persona que…
Fue importante en mi vida pasada… 

Yo lo miraba sin saber que decir. Marce cubrió la lámpara con un paño, dejando la luz
tenue de un tono salmón. 

Pedro me indico que me acercara con un gesto, me sentó en sus rodillas y con su mano
derecha, paso los dedos por mi mejilla, rozo mis labios con el pulgar, yo los separe un
poco.  

Paso la mano izquierda por mi nuca y acerco mi boca a la suya. 


Lentamente nuestros labios se unieron, abrí la boca y comenzó un forcejeo de lengua que
me volvía loca. La sensación en mi estómago y mi pecho era extraña, imposible de
explicar. Después me empujó hacia la cama, donde me esperaba Marce arrodillada, me
puse frente a ella y me puso las manos en mis hombros; me besó, bebía mis labios, mi
lengua…

Bajo sus manos acariciando mis brazos, hasta llegar a la altura de mis pechos y allí se
paró, rozaba mis pezoncitos con sus pulgares y yo me sentía en la gloria. 

Me desnudó, deteniéndose en todos los trocitos de mi piel, que descubría, al quitarme la


ropa, besaba, acariciaba y yo temblaba de la excitación que me embargaba.

Me quito las braguitas y puso su mano, abierta, acariciando mi cosa, un dedo se coló entre
los labios y toco mi botoncito. 

Fue como un castillo de fuegos artificiales. Vi luces de colores y me caí sobre la cama.
Apenas me había tocado y tuve mi primer orgasmo.

Se detuvo; cuando abrí los ojos, Pedro la desnudaba.

Me repuse un poco y contemple a Marce arrodillada en el suelo junto a la cama y con su


cuerpo sobre mí, entre mis piernas, que sobresalían y Pedro detrás la penetraba despacio,
sin prisa mientras ella, besaba mis muslos, subía mis piernas y paseaba la lengua desde
mi agujerito al pubis, sorbiendo los líquidos que salían de mi almejita sin parar. 

Mis pezones estaban duros como piedras, se erizaba mi piel, el placer iba y venía en
oleadas. 

Marcela se separó de mí, la mire a los ojos,  sonriendo, se acercó a besarme y acariciar
mis pechos con las yemas de los dedos, mientras dejaba libre mi cuerpo para ser
penetrado por Pedro. Al sentir su miembro dentro de mí, cerré los ojos, comencé a
moverme despacio, él se apoyaba en sus brazos estirados, con los puños cerrados, sobre
la cama. Fue fabuloso.

Impulsaba mi cuerpo hacia el suyo, para que me penetrara más y más, profundamente. 
No pude evitarlo, surgió de repente, desde lo más profundo de mí ser. 

Sentí un estallido de calor que envolvía mi clítoris, mezclado con un placer que se
propagaba por todo mi ser. Fue como si mi cuerpo explotara y se rompiera en mil
pedazos. 

Y perdí el sentido. 

Como la otra vez, la segunda en poco tiempo. Cuando recupere la conciencia. Pedro
estaba a mi izquierda y Marce a la derecha junto a mí. 

Marce me explicó que, en la mujer, no existe una sensación que se parezca a la


eyaculación del varón. Lo que se produce es un estallido de calor y placer alrededor del
clítoris, que se irradia por todo el cuerpo, acompañado de contracciones sin control de la
musculatura de todo el organismo, afectando, sobre todo al útero, llegando en ocasiones a
provocar espasmos y perder el conocimiento por un corto espacio de tiempo. Este era mi
caso, pero no entrañaba peligro alguno. También me dijo, que hacía años, estuvo
enamorado de una muchacha, a quien también le ocurría.  
Marce me dijo que controlara mi mente. Que pensara en cualquier cosa que no fuera
sexo. 

Si pensaba dedicarme a esto, no podía estar corriéndome continuamente, o acabaría en


un hospital. Durante toda la explicación, no dejaron de acariciar y besar mi cuerpo, que
comenzaba a responder de nuevo.

Y así lo hice. Cuando Pedro me penetro de nuevo, me dedique a pensar en el examen de


mates y aunque me daba mucho gusto, evité un nuevo orgasmo. 

Quien no pudo pararlo fue él, que se derramo dentro de mí como un torrente, mientras
Marce le acariciaba los testículos y lamia su culo.

Estábamos cansados, eran las dos de la tarde y habíamos estado tres horas casi sin
parar.  Pedro me entrego trescientos euros.

 El primer dinero ganado con mi cuerpo como ramera. María nos había preparado unos
refrescos y cervezas con pinchos de tortilla, que nos comimos con apetito.

— Ana, ¿Cómo te ha ido?— Preguntó la mujer.

— Ha sido fantástico María, yo no podía imaginar tanto placer, una pasada.

— Entonces…. ¿volverás?

— Cuando tú me digas. Me tienes a tu disposición.

Los cuatro brindamos y nos abrazamos.

Desde entonces he visitado la casa de María una o dos veces en semana.

Los niños estaban preparados para salir. Querían ir al teatro de marionetas.

Me los lleve y deje a Mila y Ana en casa.

El domingo cumpliendo con mis deberes de padre y amante esposo salimos todos a comer
en un restaurante cerca de Madrid. Como si nada hubiera sucedido.

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