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FILOSOFÍA MEDIEVAL
TE PIDO PUEDAS LEER ESTA PRIMERA PARTE DE LA FILOSOFÍA DE LA EDAD MEDIA. TENDREMOS 1 SEMANA, PARA
PODER LEERLO. SI TIENES DUDAS TE PIDO PUEDAS ACUDIR AL DOCENTE.
La filosofía medieval se inicia con la irrupción del cristianismo en la cultura helenística romana. El cristianismo va entrando en
contacto con las filosofías en boga en sus primeros siglos de expansión, especialmente con el NEOPLATONISNO, utilizando
algunas de sus doctrinas para la explicación racional de sus dogmas.
En este momento se ha producido un encuentro entre Cristianismo y Filosofía, dando lugar a la filosofía cristiana que va a
caracterizar hondamente el pensamiento medieval.
Al comienzo, la filosofía cristiana va a ser elaborada por los Padres de la Iglesia. Este periodo que transcurre desde el S.I
hasta el S.VIII, recibe el nombre de PATRÍSTICA, su máximo representante será S. Agustín. Más tarde, en el S.IX, la filosofía
cristiana se va a elaborar en las escuelas y este periodo que se extiende hasta el comienzo del Renacimiento recibirá el nombre
de ESCOLÁSTICA. Su máximo representante será Sto. Tomás de Aquino.
La Patrística se caracteriza por la defensa racional del Cristianismo frente a los ataques de la filosofía pagana y por la aceptación
de las verdades filosóficas que convienen con la revelación cristiana. Es el primer intento de unificar la religión cristiana y la
filosofía.
-Periodo de formación, que se extiende desde el S.I hasta la celebración del Concilio de Nicea en el año 325. A este
periodo pertenecen: los padres apostólicos o primeros escritores eclesiásticos, discípulos inmediatos de los apóstoles; los
apologistas, o escritores preocupados por la defensa del Cristianismo, fundamentalmente frente a los ataques de la filosofía
pagana; los gnósticos o secta religiosa cuya pretensión de conseguir un conocimiento racional que superase la fe les llevó a la
herejía y, por último, los padres alejandrinos que llevaron a cabo el primer intento de exponer sistemáticamente el pensamiento
cristiano en términos filosóficos.
-Periodo de apogeo, que se extiende desde el 325 hasta el S.VIII. En este periodo se distingue la patrística oriental dedicada al
estudio de la existencia y atributos de Dios, y la patrística occidental en la que aparece la primera filosofía cristiana, labor
que realizará S. Agustín.
San Agustín ha ejercido una influencia decisiva hasta nuestros días. Las teorías fundamentales de la Edad Media se apoyan en él.
En la Edad Moderna, autores como Lutero, Descartes, Malebranche y Pascal retoman algunas de sus doctrinas.
Esbozo de la Escolástica:
El vocablo "Escolástica" se utiliza para designar la filosofía cristiana de la Edad Media elaborada en las Escuelas. Existían tres
clases de Escuelas, dependiendo del ambiente en el que se habían establecido: las monacales formadas alrededor de los
monasterios, las catedralicias fundadas en las catedrales y las palatinas establecidas en los palacios de los reyes.
La filosofía escolástica que se extiende desde el S.V hasta el S.XV puede dividirse en cuatro periodos: un periodo de transición,
que transcurre desde el S.V al VIII, un período de formación desde el S.IX al XII, un periodo de apogeo, S.XIII, y un periodo de
decadencia o de crisis, S.XIV.
El apogeo de la Escolástica, que -como hemos dicho tiene lugar en el S.XIII-, viene determinado por tres factores: la fundación de
las universidades, el establecimiento de órdenes mendicantes, principalmente la de los Dominicos y la de los Franciscanos, y el
conocimiento de Aristóteles, el factor más decisivo.
El conocimiento de las doctrinas de Aristóteles provoca una doble actitud frente a éstas: una postura de rechazo, por creerlas
peligrosas para la fe, y una actitud de aceptación, porque pueden servir de fundamento para el pensamiento cristiano.
Entre los que adoptan la actitud de aceptación y rompen con la tradición platónica se encuentran Guillermo de Auvernia que
sostiene un aristotelismo averroísta, y San Alberto Magno y Santo Tomás de Aquino que profesan un aristotelismo cristiano.
A diferencia de lo que había ocurrido con la filosofía griega, que había centrado su reflexión en torno a la determinación del objeto,
la filosofía medieval centrará su interés en Dios. La filosofía helenística había dado una orientación práctica al saber, dirigiéndolo
hacia la felicidad del hombre. Es el caso del estoicismo y del epicureísmo, que habían colocado a la ética en el vértice del saber. A
lo largo de los primeros siglos de nuestra era, la progresiva expansión del cristianismo y otras religiones mistéricas irá provocando
la aparición de otros modelos de felicidad o "salvación individual", que competirán con los modelos filosóficos. Frente a la inicial
hostilidad hacia la filosofía manifestada por algunos de los primeros padres apologistas cristianos, sus continuadores
encontrarán en la filosofía, especialmente a partir del desarrollo del neoplatonismo de Plotino, un instrumento útil, no sólo para
combatir otras religiones o sistemas filosóficos, sino también para comprender, o intentar comprender, los misterios revelados.
Surge de ahí una asociación entre filosofía y cristianismo o, más en general, entre filosofía y religión, que pondrá las bases de la
futura filosofía medieval, entre los cristianos, los musulmanes y los judíos. El tema fundamental de reflexión pasará a ser la
divinidad, quedando subordinada la comprensión e interpretación del mundo, del hombre, de la sociedad, etc al conocimiento que
se pueda obtener de lo divino. La fe, que suministra las creencias a las que no se puede renunciar, tratará de entrar en diálogo
con la razón. La inicial sumisión de la razón exigida por la fe, dejará paso a una mayor autonomía propugnada, entre otros, por
Santo Tomás de Aquino, que conducirá, tras la crisis de la Escolástica, a la reclamación de la independencia de la razón con la
que se iniciará la filosofía moderna.
El Cristianismo trajo consigo doctrinas radicalmente nuevas, ajenas a cuanto habían afirmado los filósofos griegos. Vamos a verlas
muy brevemente:
Por el contrario, y desde Parménides, la imposibilidad de que surja algo de la nada absoluta fue siempre considerada como un
principio racional incuestionable en la filosofía griega.
2. Pone a Dios en relación con la historia, en un doble sentido: a) En cuanto que Dios es providente y se ocupa directamente
de los asuntos humanos, de la marcha de la historia. b) En cuanto que Dios ha entrado en ella, se ha hecho hombre en un lugar y
en un momento bien determinado y preciso. Este hecho histórico constituye el centro de la historia, toda la historia adquiere
sentido y significación a la luz de este hecho. Por el contrario, la filosofía griega había puesto a Dios en relación con el universo,
bien como inteligencia ordenadora, bien como Motor y Fin, bien como razón cósmica. La noticia de que Dios se había hecho
hombre y había muerto crucificado por los romanos nunca fue ni podía ser asimilada por la filosofía griega, que la criticó
insistentemente como absurda y ridícula.
3. Proclama que posee la verdad revelada por Dios mismo. Al afirmarse de origen divino, la verdad cristiana se presentaba
como la VERDAD a secas. Por el contrario, la filosofía griega se había caracterizado por insistir en los límites del conocimiento
humano. Ningún filósofo pretendió haber alcanzado la verdad absoluta y total. La actitud del cristianismo desagradaba a los
filósofos griegos y les parecía primitiva e insultante, acostumbrados como estaban a considerar que una teoría es para
discutirla serenamente y no para defenderla fanáticamente hasta morir mártir por ella.
4. Defendió el monoteísmo. La filosofía griega nunca se pronunció de forma rotunda y precisa a favor del monoteísmo.
5. Afirma que Dios es omnipotente y su creencia en los milagros. Por el contrario, para los griegos el orden del universo se
caracteriza por su necesidad: los acontecimientos en el universo suceden como tienen que suceder.
6. Afirma que Dios es Padre. Nunca la filosofía griega había llegado a afirmar semejante afirmación.
7. Afirma que el hombre fue hecho a imagen de Dios, que el alma es inmortal y que al final de los tiempos los cuerpos
resucitarán. Según el cristianismo la historia se acaba con la resurrección final. El cristianismo concibe la historia como un proceso
lineal, abierto, en el cual Dios irrumpe dotándola de sentido. Por el contrario, los griegos afirman que los hombres vuelven a vivir la
misma vida con el mismo cuerpo y el mismo sitio, una y otra vez. Según la teoría griega de los ciclos, la historia se repite, los
griegos la interpretaban como un proceso cíclico, cerrado en sí mismo, un proceso en el cual no es posible la irrupción de ningún
factor extrahistórico que le preste sentido.
Durante el imperio romano se mantienen vigentes las cuatro grandes escuelas griegas de filosofía: platonismo,
aristotelismo, estoicismo y epicureismo. Pero la corriente platónica resultó ser la más fuerte. A partir del siglo III después de Cristo,
la única doctrina vigorosa y con filósofos de categoría es el NEOPLATONISMO. De ahí que se haya afirmado con razón que el
Neoplatonismo fue el único interlocutor de talla con que hubieron de enfrentarse los pensadores cristianos.
En sentido estricto, se denomina NEOPLATONISMO a aquella corriente filosófica de carácter platónico que se origina en el S.III
con la obra de Plotino (este es su fundador).
En el sistema filosófico de Platón había aspectos que no estaban perfectamente claros, que no habían quedado suficientemente
contestados, como por ejemplo, ¿cómo a partir de un principio único, supremo (Bien, Dios), se ha originado la pluralidad de los
seres materiales e inmateriales? Pues bien, los platónicos y neoplatónicos se enfrentaron a este problema insistiendo fuertemente
en la trascendencia del principio supremo situado más allá de toda realidad. El abismo existente entre este principio supremo -
cuya trascendencia subraya Plotino denominándolo UNO, LO UNO-, y el mundo sensible se salva tendiendo un puente de
realidades intermedias, cada vez más alejadas de aquel principio(más imperfectas, por tanto), y cada vez más próximas al
mundo sensible.
En la concepción neoplatónica de la realidad se cumple el denominado principio de plenitud según el cual la totalidad de lo real
constituye una cadena en la que no falta ningún eslabón, una sucesión sin hiatos de realidades cuya perfección disminuye a
medida que su lugar en la escala se aleja del principio primero. Entre Dios, lo Uno, y el Mundo sensible, hay, por tanto, realidades
espirituales intermedias.
Plotino propone un sistema en el que todas las realidades proceden sucesiva y descendentemente a partir del Uno: del principio
supremo o Uno procede inmediatamente el Pensamiento (Logos, Nous); de éste, a su vez, proviene el Alma Universal y así
sucesivamente en un proceso de descenso (y, por tanto, de degradación) que llega hasta la materia, último eslabón de la cadena
de lo real.
Plotino es sumamente importante por múltiples aspectos de su filosofía, pero nos limitaremos a subrayar la importancia de su
DOCTRINA DE LA EMANACIÓN.
A la pregunta: ¿Cómo ha surgido la pluralidad de lo real, si originariamente no existe más que un principio único, Dios, el Uno?, el
Cristianismo responde afirmando que proceden de la nada (Creacionismo), con lo cual se afirma la radical diferencia entre Dios y
el resto de los seres.; mientras que el Neoplatonismo afirma que el resto de los seres provienen de Dios, que emanan de él, lo
lleva consigo una CONCEPCIÓN PANTEÍSTA DE LO REAL.
El encuentro del Cristianismo con la filosofía griega permitió que aquél se formulara en un cuerpo doctrinal cuyos conceptos fueron
básicamente platónicos y esto por dos razones: porque la corriente platónica era la dominante y porque era la que ofrecía más
puntos de contacto con la doctrina cristiana. Vamos a ver a continuación cuáles son estos puntos, los más importantes:
b) La afirmación de Platón de que este mundo, el sensible, ha sido hecho a imagen y semejanza de las Ideas. El mundo como
vestigio o huella de Dios será una expresión permanente en el cristianismo.
c) La doctrina platónica de la participación, según la cual, todo lo que de real hay en los seres sensibles es, en definitiva,
participado de la auténtica realidad que no es otra cosa que las ideas. Al formular el concepto de creación, los filósofos cristianos
se servirán de esta idea de participación para subrayar por medio de ella la contingencia de lo creado y su dependencia en cuanto
a su ser del Creador.
d) Los cristianos creyeron encontrar la idea misma de creación prefigurada en el Demiurgo de Platón.
e) Tanto Platón (al situar la idea de Bien por encima y más allá del resto de las ideas), como el Neoplatonismo (al insistir en la
trascendencia del Bien, de lo Uno), ofrecían fórmulas importantes que el pensamiento cristiano supo aprovechar para
expresar el monoteísmo.
f) Platón había defendido la inmortalidad del alma formulando diversos argumentos a favor de la misma en su obra Fedón.
Estos argumentos serán acogidos y utilizados de buen grado por los filósofos cristianos. Aunque para Platón las almas existen
desde siempre y para siempre, sufriendo sucesivas reencarnaciones. El cristianismo acepta la inmortalidad del alma pero niega la
teoría de la preexistencia y las reencarnaciones.
g) Platón había insistido en que el verdadero lugar y destino del alma no se encuentra en este mundo, la vida no es sino un
periodo de purificación y preparación para la existencia posterior a la muerte. Esta concepción sería perfectamente asimilada por
el cristianismo.
h) Por último, Platón había expuesto a través de los mitos que las almas son juzgadas después de la muerte y son premiadas y
castigadas de acuerdo con la conducta observada a lo largo de la vida. Esta concepción será asimilada por el cristianismo, aunque
aportará la idea de que además del juicio personal tras la muerte, habrá un juicio universal al final de los tiempos.
La obra de San Agustín de Hipona supone la primera gran síntesis entre el cristianismo y la filosofía platónica. Aunque inspirado
por la fe, que se confunde con la razón, el pensamiento de San Agustín dominará el panorama filosófico cristiano hasta la
aparición de la filosofía tomista, ejerciendo un influjo considerable en la práctica totalidad de pensadores cristianos durante siglos.
IV.1.- LA RAZÓN Y LA FE
No hay una distinción clara entre razón y fe en la obra de San Agustín, lo que marcará el discurrir de todo su pensamiento. Existe
una sola verdad, la revelada por la religión, y la razón puede contribuir a conocerla mejor. "Cree para comprender", nos dice, en
una clara expresión de predominio de la fe; sin la creencia en los dogmas de la fe no podremos llegar a comprender la verdad,
Dios y todo lo creado por Dios (la sabiduría de los antiguos no sería para él más que ignorancia); "comprende para creer", en clara
alusión al papel subsidiario, pero necesario, de la razón como instrumento de aclaración de la fe: la fe puede y debe apoyarse en
el discurso racional ya que, correctamente utilizado, no puede estar en desacuerdo con la fe, afianzando el valor de ésta. Esta
vinculación profunda entre la razón y la fe será una característica de la filosofía cristiana posterior hasta la nueva interpretación de
la relación entre ambas aportada por santo Tomás de Aquino, y supone una clara dependencia de la filosofía respecto a la
teología.
IV.2.- EL CONOCIMIENTO
Aunque sin llegar a elaborar una teoría del conocimiento San Agustín se ocupará del problema del conocimiento, tratando de
establecer las condiciones en las que se puede dar el conocimiento de la verdad, según el ideal cristiano de la búsqueda de Cristo
y la sabiduría.
Ante el desarrollo del escepticismo defendido por la Academia nueva, con cuyas tesis había simpatizado anteriormente, San
Agustín considerará fundamental la crítica del mismo. Niegan los escépticos la posibilidad de alcanzar certeza alguna. Ante ello
San Agustín replica afirmando la necesaria certeza de la propia existencia: ¿puedo razonablemente dudar de mi existencia,
aun suponiendo que todos mis juicios estuvieran siempre equivocados? No, dice San Agustín, ya que aun en el caso de que
me engañarse no dejaría de existir (al menos el juicio "si fallor, sum" sería siempre verdadero, asegurando la certeza de mi
existencia); pero la certeza es triple, ya que el hombre existe, vive y entiende.
Pero ¿qué decir de las existencias reales? ¿Estamos ciertos de la existencia de algún objeto real, o hemos de limitarnos al
conocimiento de principios abstractos o de verdades matemáticas? Agustín responde que un hombre está al menos cierto de
su existencia. Aun suponiendo que dude de la existencia de otros objetos creados o de Dios, el hecho mismo de su duda muestra
que él existe, porque no podría dudar si no existiera. Ni sirve de nada sugerir que uno podría engañarse al pensar que existe,
porque “si no existes, no puedes engañarte en nada”. De ese modo, Agustín anticipa a Descartes: Si fallor, sum1.
Con la existencia acopla Agustín la vida y el entendimiento. En el De libero arbitrio observa que está claro para un hombre el que
él existe, y que tal hecho no estaría claro, ni podría estarlo, a menos de que dicho hombre estuviera vivo. Además, está claro para
ese hombre que entiende tanto el hecho de su existencia como el hecho de que vive. En consecuencia, está cierto de tres cosas:
de que existe, de que vive, y de que entiende. Los filósofos escépticos pueden parlotear acerca de los cuerpos sensibles y del
modo en que nos engañan, pero no pueden invalidar ese conocimiento cierto que la mente tiene de sí misma y por sí misma sin la
intervención de los sentidos.
“Existimos, y sabemos que existimos, y amamos ese hecho y nuestro conocimiento de él; en esas tres cosas que he enumerado
no nos perturba miedo alguno a equivocarnos; porque no las aprendemos mediante ningún sentido corporal, como aprendemos
los objetos externos”. San Agustín “La ciudad de Dios”
En ese conocimiento cierto que tiene la mente de sí misma y por sí misma, en la experiencia interior, asentará San Agustín la
validez del conocimiento. Así, no puedo dudar de la certeza de los principios del entendimiento, como el principio de no
contradicción; ni de la certeza de las verdades matemáticas. Tampoco puedo dudar de la certeza de la realidad exterior, en la que
vivo. No obstante la mente, buscando la verdad en sí misma, se trascenderá a sí misma al encontrar en ella las ideas,
verdades inmutables que no pueden proceder de la experiencia.
Distinguirá San Agustín varios tipos de conocimiento, asegurada su posibilidad: el conocimiento sensible y el conocimiento
racional; el conocimiento racional, a su vez, podrá ser inferior y superior. El conocimiento sensible es el grado más bajo de
conocimiento y, aunque realizado por el alma, los sentidos son sus instrumentos; este tipo de conocimiento sólo genera en mí
opinión, doxa, tipo de conocimiento sometido a modificación, dado que versa sobre lo mudable (puede observarse la clara
dependencia platónica del pensamiento agustiniano); al depender del objeto (mudable) y de los sentidos (los instrumentos)
cualquier deficiencia en ellos se transmitirá al conocimiento que tiene el alma de lo sensible. El verdadero objeto de conocimiento
no es lo mudable, sino lo inmutable, donde reside la verdad. Y el conocimiento sensible no me puede ofrecer esta verdad.
El conocimiento racional, en su actividad inferior, se dirige al conocimiento de lo que hay de universal y necesario en la realidad
temporal, y es el tipo de conocimiento que podemos llamar ciencia (como los conocimientos matemáticos). Ese tipo de
conocimiento depende del alma, pero se produce a raíz del "contacto" con la realidad sensible, siendo ésta la ocasión que permite
que la razón origine tales conocimientos universales.
El conocimiento racional, en su actividad superior, es llamado por San Agustín sabiduría; es el auténtico conocimiento filosófico: el
conocimiento de las verdades universales y necesarias, las ideas, siguiendo a Platón. Hay, pues, una gradación del conocimiento,
desde los niveles más bajos, sensibles, hasta el nivel más elevado, lo inteligible, la idea: “Las ideas son formas arquetípicas o
esencias permanentes e inmutables de las cosas, que no han sido formadas sino que, existiendo eternamente y de manera
inmutable, se hallan contenidas en la inteligencia divina”.
Las ideas se encuentran, pues, en la mente de Dios. ¿Cómo se alcanza el conocimiento de las ideas? Dado su alejamiento de lo
sensible, realidad en la que se encuentra el hombre, las ideas sólo se pueden conocer mediante una especial iluminación que
Dios concede al alma, a la actividad superior de la razón. El verdadero conocimiento depende, pues, de la iluminación divina.
¿Cómo interpretar esta iluminación? Según la llamada interpretación ontologista, la iluminación significaría que el alma contempla
directamente las ideas o esencias en la mente divina, lo que plantea problemas teológicos, dado que de alguna manera el alma
contemplaría la esencia divina.
Otras interpretaciones conciben la iluminación como un poder que Dios concede a la razón, una virtud especial por la que el alma
queda capacitada para alcanzar por sí misma las verdades eternas, pero que el alma no posee por naturaleza. Para otros la
explicación nos la daría el símil que establece Platón entre el sol y el Bien: la idea de Bien ilumina todas las demás realidades
permitiendo que sean captadas (presentándose así como la fuente del ser y del conocimiento).
La obra de Sto. Tomás de Aquino es el resultado de la síntesis de la filosofía aristotélica con la tradición filosófica y teológica del
cristianismo y, en cuanto tal, representa el momento cumbre de la Escolástica cristiana. Surgida en un entorno polémico,
suscitado por el desarrollo del averroísmo latino2, se irá, no obstante, imponiendo paulatinamente, hasta ser aceptada por
las altas jerarquías de la Iglesia.
El averroísmo se distinguió por tres afirmaciones o tesis, dos de las cuales eran de origen aristotélico y contrarias a la
doctrina cristiana.
En primer lugar, la eternidad del mundo, que parecía atentar abiertamente contra la afirmación cristiana de que el
universo fue creado por Dios.
La segunda tesis -también aristotélica- del averroísmo es que el alma individual, el alma de cada hombre, no es inmortal,
sino perecedera y corruptible. Solamente es inmortal el entendimiento, que está presente en todos los hombres, pero que es único
y el mismo para toda la humanidad.
La tercera tesis de los averroístas se concreta en su teoría de la doble verdad, a saber: que hay dos verdades, teológica o de fe
la una, y filosófica o de razón la otra: las afirmaciones, decían, de que el alma es inmortal y el mundo es creado son verdaderas de
acuerdo con la fe; las afirmaciones opuestas de que el alma es corruptible y el mundo es eterno son también verdaderas, pero
de acuerdo con la razón y la filosofía.
• El principio de que el fin último del hombre es la felicidad así como que la felicidad consiste en la contemplación.
• Tomás de Aquino acepta la creación del mundo por Dios, cosa que no hizo Aristóteles ,que decía que Dios no
creó al mundo, que el mundo es eterno, Dios es solamente el principio del movimiento del universo y el fin hacia el cual éste se
orienta.
• Tomás de Aquino también se aleja de Aristóteles en lo tocante a la inmortalidad del alma. En este punto se vuelve a
Platón afirmando que el alma es inmortal.
V.2.- RAZÓN Y FE
La relación del cristianismo con la filosofía viene determinada, ya desde sus inicios, por el predominio de la fe sobre la razón. Esta
actitud queda reflejada en el "Credo ut intelligam" de San Agustín, tributario en este aspecto del "Credo quia absurdum est" de
Tertuliano, y que se transmitirá a lo largo de toda la tradición filosófica hasta Santo Tomás de Aquino, quien replanteará la relación
entre la fe y la razón, dotando a ésta de una mayor autonomía.
No obstante, también santo Tomás será, en este sentido, deudor de la tradición filosófica cristiana, de carácter fundamentalmente
agustiniano, aceptando el predominio de lo teológico sobre cualquier otra cuestión filosófica, así como los elementos de la fe que
deben ser considerados como imprescindibles en la reflexión filosófica cristiana: el creacionismo, la inmortalidad del alma, las
verdades reveladas de la Biblia y los evangelios, y otros no menos importantes que derivan de ellos, como la concepción de una
historia lineal y trascendente, en oposición a la concepción cíclica de la temporalidad típica del pensamiento clásico.
Sin embargo, esa relación de dependencia de la razón con respecto a la fe será modificada sustancialmente por santo Tomás de
Aquino. A lo largo del siglo trece, el desarrollo de la averroísmo latino había insistido, entre otras, en la teoría de la "doble verdad",
según la cual habría una verdad para la teología y una verdad para la filosofía, independientes una de otra, y cada una con su
propio ámbito de aplicación y de conocimiento. La verdad de la razón puede coincidir con la verdad de la fe, o no. En todo caso,
siendo independientes, no debe interferir una en el terreno de la otra. Santo Tomás rechazará esta teoría, insistiendo en la
existencia de una única verdad, que puede ser conocida desde la razón y desde la fe.
Sin embargo, reconoce la particularidad y la independencia de esos dos campos, por lo que cada una de ellas tendrá su objeto y
método propio de conocimiento. La filosofía se ocupará del conocimiento de las verdades naturales, que pueden ser alcanzadas
por la luz natural de la razón; y la teología se ocupará del conocimiento de las verdades reveladas, de las verdades que sólo
puede ser conocidas mediante la luz de la revelación divina. Ello supone una modificación sustancial de la concepción tradicional
(agustiniana) de las relaciones entre la razón y la fe. La filosofía, el ámbito propio de aplicación de la razón deja, en cierto sentido,
de ser la "sierva" de la teología, al reconocerle un objeto y un método propio de conocimiento. No obstante, santo Tomás acepta la
existencia de un terreno "común" a la filosofía y a la teología, que vendría representado por los llamados "preámbulos" de la fe (la
existencia y unidad de Dios, por ejemplo). En ese terreno, la filosofía seguiría siendo un auxiliar útil a la teología y, en ese sentido,
Sto. Tomás se refiere a ella todavía como la "criada" de la teología.
Pero, estrictamente hablando, la posición de santo Tomás supondrá el fin de la sumisión de lo filosófico a lo teológico. Esta
distinción e independencia entre ellas se irá aceptando en los siglos posteriores, en el mismo seno de la Escolástica,
constituyéndose en uno de los elementos fundamentales para comprender el surgimiento de la filosofía moderna.
Como creyente y como filósofo, Tomás de Aquino considera que una tarea fundamental de la razón consiste en demostrar la
existencia de Dios. Al respecto se plantea dos cuestiones: a) ¿Es necesario demostrar la existencia de Dios? b) ¿Es
posible demostrar la existencia de Dios?
a) La primera cuestión puede parecernos actualmente ociosa: claro que es necesario demostrar la existencia de Dios, ya que
está lejos de sernos evidente e incontrovertible. Para Aquino, sin embargo, la pregunta no es ociosa, dado el contexto religioso e
intelectual en que se desenvuelve su pensamiento: de una parte, vive en el seno de una tradición en que la creencia
religiosa está plenamente vigente, creencia religiosa que se expresa en la convicción de que el conocimiento de la existencia de
Dios está imbuido de un modo natural en todos los hombres (San Juan Damasceno); de otra parte, y como veíamos en el capítulo
anterior, la corriente agustinista había insistido en que el alma humana puede encontrar a Dios en sí misma! por medio de un
proceso de interiorización, y en que es posible alcanzar el conocimiento de su existencia a partir de la comprensión de la idea de
Dios (argumento ontológico de San Anselmo).
Frente a la corriente agustinista, Aquino distingue dos tipos de verdades: las que son evidentes en sí mismas y para nosotros, y
las que, siendo evidentes en sí mismas, no lo son para nosotros. Al primer grupo pertenecen las proposiciones cuya verdad nos
resulta patente del mero análisis de los conceptos: así, la proposición "el todo es mayor que cualquiera de sus partes" es
evidente para nosotros ya que, para captar su verdad, nos basta con comprender los conceptos de "todo" y de "parte". La
proposición "Dios existe", sin embargo, pertenece al segundo grupo: es evidente en sí misma, pero no lo es para nosotros, ya
que carecemos de una comprensión adecuada de la naturaleza divina. Por ello resulta necesario demostrar la existencia de Dios.
b) En cuanto a la segunda cuestión, Aquino responde que es posible demostrar la existencia de Dios si se utiliza el
procedimiento adecuado, que consiste en partir de los seres del mundo, considerados como efectos, hasta llegar a Dios como
causa suya. Este tipo de demostración, que va del efecto a la causa, se denomina a posteriori (es decir, "a partir de la que es
posterior", ya que todo efecto es posterior a su causa. La demostración inversa, que va de la causa al efecto, se denomina a priori,
es decir, "a partir de la que es anterior"; pero tal forma de demostración es excluida por Aquino en el caso de la existencia de
Dios).
Resumiendo elementos tomados no sólo del aristotelismo sino también del platonismo y de otras fuentes, Aquino propone
cinco argumentos (cinco vías, como las denomina él mismo), cuyo recorrido llevaría a la afirmación de que Dios existe. Estas
cinco pruebas poseen una estructura similar, desarrollándose cada una de ellas a través de cuatro pasos sucesivos:
1. Constatación de un hecho de experiencia ("vemos" que hay cosas que se mueven, etc.).
2. Aplicación del principio de causalidad al hecho constatado ("todo la que se mueve es movido por otro", etc.).
3. Afirmación de que es imposible una serie infinita de causas (no puede haber una serie infinita de seres que mueven a otros y
que, a su vez, son movidos por otros, etc.).
4. Afirmación de la existencia de Dios (luego hay un primer motor, él mismo inmóvil, que es Dios, etc.).
La primera de las vías, la más genuinamente aristotélica, parte del hecho del movimiento para alcanzar la existencia de Dios como
motor inmóvil. La segunda parte del hecho de que hay causas causadas para culminar en la existencia de una causa incausada.
La tercera (inspirada en el filósofo árabe Avicena) parte de que hay seres contingentes (que pueden existir y no existir) y llega a la
afirmación de que hay un ser necesario (que no puede no existir), La cuarta (de ascendencia platónica) arranca de que hay seres
más y menos perfectos, de que hay grados de perfección, para concluir afirmando que ha de haber un ser sumamente perfecto.
La quinta, en fin, toma como punto de partida el orden que se manifiesta en el comportamiento natural de los seres del mundo
para terminar afirmando la existencia de una inteligencia ordenadora.
CULTURA GENERAL
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