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Pensar la clínica psicoanalítica con niños y adolescentes

durante el período de cuarentena por Covid 19


Conectados/Deprivados

Teresita Ana Milán

El ser humano sabe hacer de los obstáculos nuevos caminos,


porque a la vida le basta el espacio de una grieta para renacer

(Sábato, 2006, p. 149)

Al momento de escribir me encuentro cumpliendo un año de duración de la pandemia


por Covid 19, y advierto que un clima emocional diferente me acompaña para redactar un
tercer escrito sobre la situación. Lo que en el inicio de este fenómeno nos producía incre-
dulidad hoy nos permite reflexionar sobre la manera en que lo hemos transcurrido, a tra-
vés de experiencias nuevas, creativas y alentadoras, como también de otras resistidas e
ineficaces. Como analistas afrontamos el reto, convencidos que podíamos apropiarnos de
los recursos tecnológicos que se ofrecen como sustitutos posibles para suplir la distancia
que impuso el confinamiento social. Al respecto Díaz (2020 citada por Robledo, 2020)
afirma que “El Covid-19, es la primera pandemia virtualizada de la humanidad” (p. 1).
Asistimos a condiciones inéditas de emergencia y de riesgo que vuelven reales a las
amenazas sobre la estabilidad de la vida social, económica y cultural de la población. Las
experiencias de la historia pasada no alcanzan a dar cabal sentido a lo ocurrido en el
presente. En el inicio se vivió el impacto de un cambio vertiginoso. Para los niños y ado-
lescentes el fenómeno fue irrepresentable e imposible de insertar en la línea histórica de
sus cortas vidas. Los abuelos prestaron sus voces para contarles sobre la epidemia de

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poliomelitis, parálisis infantil, de la década del 50 sumado a las crónicas de antiguas en-
fermedades masivas. Los hechos que se sucedían, progresivamente, aportaron credibili-
dad y dieron razón para sostener la obligatoriedad del aislamiento social. Posiblemente, el
ícono del virus vaya a marcar la huella epónima de esta época Covid en la que todos, en
un entorno incierto y hostil, quedamos bajo cuidados, restricciones y prohibiciones.
Tanto la clínica psicoanalítica como la actividad educativa, se vieron exigidas a desa-
rrollarse en las plataformas digitales. Los analistas y los docentes contrariamos que educar
y psicoanalizar, serían tareas imposibles, aun sabiendo que los resultados nunca son com-
pletamente satisfactorios.
Nos constituimos como usuarios de línea para intentar mantener la continuidad de
nuestras acciones. Las transferencias terapéuticas así como las interacciones escolares se
han expresado de maneras diferentes a la etapa pre pandemia, siendo objeto de explora-
ción y de análisis sobre los efectos y las consecuencias del cambio de la presencialidad a
la virtualidad.

Clínica en línea

Los niños y adolescentes, nativos digitales, poseen ordenadores más eficaces y com-
plejos que aquellos manejados, en sus inicios, por los adultos; ese hecho ya determina
cambios en las relaciones intergeneracionales. Los pacientes nos preguntan si utilizamos
Facebook, Instagram, si conocemos la Play, como manera de verificar las vías de comuni-
cación que podemos tener con ellos. Los analistas nos involucramos activamente a fin de
participar de la realidad virtual y sacar buen provecho de sus posibilidades. Aún no alcan-
zamos a resolver las incógnitas sobre el estado mental tras una inmersión digital tan ma-
siva como la que ha favorecido el confinamiento. Aunque no sabemos suficientemente
sobre la trascendencia que las nuevas condiciones aportaron a la subjetividad de los niños
y adolescentes, hemos podido constatar que gracias a la tecnología recreamos el vínculo
terapéutico interrumpido y que logramos, parcialmente, compensar la pérdida del contacto
físico con ellos.
Inauguramos una experiencia multisensorial inusual por la cual mantenemos alertas las
ventanas de la percepción en conjunción con los diferentes sentidos. Nos encontramos
mutando al ritmo de la amplia gama que ofrece la tecnocultura que los adolescentes nos
convocan a adoptar y que, cada vez más, nos llevarán a conocer los avances tecnológicos
que se sucederán. En cuanto fue posible, ofrecimos el pase de todos los análisis a lo
virtual, recibiendo la negativa de algunos pacientes.

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Para mi sorpresa, los adolescentes casi no hablaban sobre el fenómeno Covid y sus
implicancias. Por el contrario sus padres, y otros pacientes adultos, traían descripciones y
comentarios referidos al desarrollo de la pandemia. El nene de 4 años dice “Papá yo voy
a salir a la calle cuando sea grande como vos”. La nena de 4 años que no quiso subir al
auto para ir a comer a la casa de la abuela diciendo “no debemos salir por el virus”. Otro
niño advirtió “no salgamos, afuera está el virus”.
En mi experiencia los adolescentes no lograron sostener, en el tiempo, la nueva con-
signa y debilitaron el compromiso que mantenían en las sesiones durante la modalidad
presencial. En un caso, llama la madre, de una adolescente de 15 años, para decir que
a la hija “no le gustan las sesiones virtuales que dejaría hasta que se puedan retomar las
presenciales”. La joven, que hasta entonces asistía con entusiasmo a la sesión semanal,
había desistido del tradicional festejo de cumpleaños a cambio de asistir al festival de
Lollapaloozza y viajar a Disney con sus amigas. La falta de esa experiencia, con carácter
de ritual en nuestra cultura, dejaba un vacío irreemplazable.
El aislamiento de la adolescente con su grupo de pertenencia más la virtualidad como
la única vía de contacto se replicaban en el presente terapéutico con la analista. Queda
en juego el interrogante sobre si es posible redescubrir nuevas expectativas y deseos para
reanudar las sesiones y revincularse.
En otra situación, habiendo establecido que la mejor conectividad la conseguíamos con
las llamadas por el teléfono móvil una paciente de 17 años insistía en utilizar el WhatsApp,
por lo que, era muy frecuente, que en el curso de la sesión, dijera: “No te oigo, se va la
señal”.
Cuando suspendieron el confinamiento, habíamos acordado con un adolescente de 16
años reanudar la presencialidad, pero el día agendado llovía y unos minutos antes recibí
un WhatsApp diciendo que era mejor seguir de modo virtual.
Actuamos como maestros de música con un oído muy afinado capaz de contener y
armonizar los sonidos y las voces que emergen de la presencia remota del cuerpo de los
pacientes en combinación con el despliegue de los distintos dispositivos informáticos y los
estímulos del ambiente doméstico. A veces comienza la sesión virtual y se escucha música
de fondo y el paciente dice: ”la puse para que haya onda”. De pronto irrumpen otras
voces: “Esa que grita es mi mamá, para que veas que lo hace todo el tiempo”.
En el comienzo de una sesión, por teléfono, un adolescente me dice: “Esperame porque
todavía estoy en un Zoom”. ¿Cómo considerar esta imposición de espera? La sesión puede
estar, en su inicio, impregnada por el estado mental del paciente que hasta segundos
antes estuvo conectado en otra comunicación. El apronte que dispone a entregarse al

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encuentro analítico se ha obviado. Falta el pre-comienzo de la sesión que distancia la
atención del mundo exterior y da lugar a la regresión (Carlino, 2014).
Se nos estimula el sentido visual ante expresiones como: “ahora podés ver lo que te
conté”. “Te muestro mi pieza”. Y, ¿qué miramos, solo eso o bien nos tienta la imagen
panóptica que nos ofrece la pantalla y por la cual incursionamos en un espacio antes
privado y ahora expuesto para ser visto? En el apremio de la sustitución de la presencia
por la pantalla, con estos pacientes se recrea el juego de las escondidas con los bebés,
allá y acá, que nos estimula a descubrir el contenido simbólico de lo virtual.
Un día fui sorprendida cuando una joven me preguntó: “¿Viste mi estado?”, ante lo cual
le pedí que me explicara de qué se trataba porque lo desconocía. Entendí lo importante
que era para ella que yo, a través de WhatsApp, pudiera conocer el ambiente en el que se
movía y los episodios que habían sucedido el fin de semana anterior a la sesión. La idea
de estar en línea y conectados para transmitir y captar imágenes de corta duración con
escenas que muestran diversos comportamientos, que se esfuman en pocas horas, están
destinados a mostrarse a los otros. La comunicación vehiculizaba un mensaje subyacente
a develar: el deseo de ser visto y que le cuenten como lo ven. Apelando a un recurso
tecnológico dejaba traslucir su necesidad de recibir una mirada confirmatoria de la identi-
dad que se iba perfilando.
Las pantallas nos ofrecen una oportunidad para repensar sobre nuestras prácticas de
hoy y también de las que teníamos hasta el comienzo de la pandemia. Estas circunstancias
que delinean un campo propicio para ser analizadas, a la luz de los conceptos psicoanalí-
ticos de la transferencia y contratransferencia, brindan un material muy rico sobre el
vínculo analítico. No obstante, pueden quedar inexploradas, en la virtualidad, por expo-
nerse en un plano concreto y caer bajo el efecto del predominio de lo sensorial. Es nece-
sario redefinir y reacomodar el encuadre, si es que en estos casos podemos denominarlo
así, para incorporar las nuevas tecnologías de comunicación a los dispositivos que nosotros
manejamos. Se trata de sobrellevar las discontinuidades e interrupciones que no configu-
ran veros “ataques al encuadre”, según el enfoque tradicional, sino movimientos de regu-
lación en el establecimiento de la cercanía a pesar de la distancia. Revisar la modalidad
de trabajo analítico en pandemia pone de relieve el esfuerzo que hemos invertido en man-
tener la continuidad a partir de analizar los obstáculos y detenciones. Ha sido imperioso
atender a las discontinuidades, para retomar después con propuestas más creativas en
torno a la reformulación de los parámetros del encuadre analítico. Se puso a prueba la
capacidad del analista para flexibilizar las maneras de atender a los pacientes guiados por
la confianza en el encuadre interior. La vivencia se asemeja a quien surfea en el mar,
atento a mantenerse en un inestable equilibrio, sin perder la línea, con el menor desgaste

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muscular posible, atento a la habilidad para volver a empezar después de la caída y con
el gozo por el disfrute.
Es importante poder distinguir la utilidad, que nos proveen los soportes tecnológicos
para proseguir con las sesiones, de la profundidad que se alcanza con ellos en la comuni-
cación analítica. Si bien aprecio el valor concreto que estos aportan añoro la cadencia que
se sucede de un modo espontáneo en una conversación cuerpo a cuerpo en la intimidad
del consultorio. El término conversación del latín conversari alude a “vivir en compañía” y
expresa sobre el valor de hablar, dialogar y comunicar.
En las sesiones virtuales se limita la auténtica relación, faltan esos sonidos y movimien-
tos casi imperceptibles que acompañan a los gestos, semejantes a los acentos, las pausas
en la prosa y en el verso. Estamos en conexión pero extrañamos la tonalidad musical que
emana del diálogo. Son cual pinturas planas y partituras atonales. Falta el aire que se
respira al mismo tiempo, que da envoltura a los cuerpos en presencia. El cuerpo, la
emoción, el gesto, la mirada, eso que nos hace humanos.

Los padres

Los pacientes adultos, en sesión, se manifiestan agotados, y asfixiados por el encierro.


El teletrabajo, el multitasking, ambos sostenedores del rendimiento laboral y económico,
sumado a la vorágine comunicacional, los incita a la búsqueda de sustituir las pretéritas
satisfacciones por nuevas alternativas y los enfrenta a rediseñar su cotidianeidad. Ellos
traen sus preocupaciones por cómo viven sus hijos el fenómeno de la pandemia. Hablan
sobre los cambios en los comportamientos y en las actitudes, los hábitos nocturnos, los
asaltos a la heladera, el retraimiento. La representación psíquica de éstos en la mente de
los padres es parte del material de nuestro análisis.
El adolescente de 13 años que inició el primer año de la escuela secundaria y pronta-
mente, antes de sentirse parte del pasaje escolar para inaugurar otra etapa, pasó a estar
en el hogar de manera sedentaria, aumentó de peso, y permanecía en su cuarto en con-
tacto con amigos en red. Como bien lo explica Byung-Chul (2012) “La hiperinformación y
la hipercomunicación no inyectan ninguna luz en la oscuridad” (p. 45). Los sistemas infor-
máticos proveen una cercanía digital que sostiene las relaciones y comunicaciones en la
red alejando al sujeto del espacio exterior, de sus semejantes, e intensificando el encuen-
tro consigo mismos. De algún modo la esfera íntima, o la zona de bienestar quedan de-
pendientes de la red.
Covid enfrentó a los hijos tempranamente con la finitud, la mortalidad. Una nena de 7
años con dificultades del sueño, se despierta a medianoche llorando y preguntando “¿se

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van a morir los abuelos?”. Pensar sobre la posibilidad de morir confronta con un vacío en
la vivencia existencial aun cuando se sabe que eso ocurrirá. La representación sobre la
muerte como parte de la vida se va incorporando al ritmo de la visibilidad de las cifras de
los fallecidos por el contagio y el miedo que se genera por los fracasos en los tratamientos.
Quien habita un cuerpo enfrenta la posibilidad de morir, aunque no pueda tenerlo como
un conocimiento cierto y seguro. El complejo de la muerte necesita ser metabolizado en
las familias para poder vivir la vida y darle sentido a las desapariciones de sus miembros,
sobre todo a los de mayor edad. Imaginariamente frente al Covid todos somos sobrevi-
vientes.
Otro ejemplo sobre la vinculación entre padres e hijos, en tiempos de pandemia, des-
cribe que para sobrellevar el aislamiento un grupo de familias organizaron una reunión al
aire libre con los hijos y sus compañeros de colegio; un niño de 8 años toma el celular de
su padre y encuentra un video pornográfico que es visto por los demás amigos. Exceso de
exposición, imágenes que incitan a la excitación y la satisfacción inmediata ponen al des-
cubierto lo que se pretende ocultar del mundo adulto.

La Escuela por Zoom

La educación a distancia cuenta con una importante tradición y en el presente cobró


una central actualidad. Una reflexión contemporánea sobre la experiencia de transitar la
pandemia, atento a sus efectos subjetivos y sociales entre los niños y adolescentes, no
puede eludir contemplar la relación de éstos con la escuela.
Lo primero que aparecía como respuesta ante la novedad de encontrar al docente en la
pantalla eran los titubeos para la revinculación (Pinto, 2020). Lo que hasta entonces era
solo una experiencia con los amigos en los juegos por la Play, se instaló como metodología
escolar. Pero, las pantallas apagadas, “los cuadraditos negros”, dejaron ver que algo de la
repetición y de la rutina teñía esas horas de enseñanza a la distancia. Aún en conexión
faltaba el interés de los estudiantes por participar de una manera activa en las experiencias
de aprendizaje. Eran frecuentes los comentarios, que ellos hacían, en referencia al hastío,
el aburrimiento, la indiferencia respecto a esas clases. Algunos niños que iniciaron el
aprendizaje de la escuela primaria no lograron, a fin de año, la lectoescritura ni a calcular
con facilidad. Una de estas niñas, que inició el primer grado en un colegio distinto al del
Jardín de Infantes, decía: “nadie me conoce, no me saludan”, lo que expresa la necesidad
de reconocimiento para la integración entre los pares. El aislamiento se puede asimilar a
una experiencia de deprivación winnicottiana, que aumenta los sentimientos de ajenidad

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al no ser recibido por otro. En este sentido se podría marcar una diferencia entre depriva-
ción y carencia siendo que en la primera se espera algo de alguien. El deseo de aprender
y de enseñar no sólo puede quedar sostenido por las plataformas. Los docentes también
se manifestaron exigidos y cansados por llevar a cabo los objetivos programados desde
sus hogares, transformados en escuelas, en la coexistencia de la enseñanza y la crianza
de los hijos.
El acento sobre la construcción del vínculo para encarnar la experiencia educativa es el
objetivo fundamental que reclama esta época. Maggio (2020) comenta que cada pro-
puesta, una clase, o cualquier otro recurso que se crea, configuran abrazos que sostienen
a los estudiantes en el sistema y garantizan su derecho a la educación.
De las mutaciones que nos beneficiarían la reforma de la enseñanza debería priorizar
el orden de la atención que los gobiernos emprendan para apuntar al desarrollo de una
ciudadanía preparada hacia el futuro. El pensamiento de Morin (2007) concibe a la ense-
ñanza como una misión destinada a preparar las mentes para el conocimiento humano,
para enfrentar las incertidumbres. El autor propone la figura de la cabeza bien puesta en
contraposición a la cabeza bien llena en respuesta a los desafíos que plantea la creciente
complejidad de los problemas en la era planetaria.
El espacio educativo y las interacciones reclaman realizar variantes en el encuadre lo
que requiere un diseño diferente en pos de una educación que atienda de una manera más
sensible, empática y profunda a las necesidades de toda la comunidad educativa (Pinto,
2020).
En conclusión, la crianza, la enseñanza y el análisis, tres tareas primordiales para el
desarrollo de las nuevas generaciones, convergen en una idéntica actitud: el cuidado de
sí y del otro unidos en un vínculo que se construye y se sostiene por la fuerza vital que
emerge en cada encuentro abierto a lo nuevo y diferente. Es indudable el beneficio que
los recursos informáticos han prestado en esta pandemia. El exceso de las conexiones o
en su extremo la deprivación emocional parecería coincidir con el paisaje Covid de niños
y adolescentes. La sutil armonía entre lo viejo y lo actual indica que las tradiciones y los
rituales en tanto acciones simbólicas que dan forma a una comunidad y cohesionan las
diferencias, conservan su vigencia para transmitir a los jóvenes parte del acervo cultural.
Desde una perspectiva ética psicoanalítica compartimos la idea de redescubrir, en cada
acto, lo genuino de la persona, no esperando que se nos presente la receta salvadora ni
las respuestas únicas para comprender la singularidad subjetiva. Recuperar el encanta-
miento que genera la humanidad, con la esperanza del triunfo de Eros, nos alienta a ir
tras la utopía de vivir.

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Resumen
La clínica psicoanalítica y la actividad educativa, se vieron exigidas a desarrollarse en las plataformas digitales.
Los analistas y los docentes contrariamos que educar y psicoanalizar serían tareas imposibles. Ha sido imperioso
atender a las discontinuidades para la reformulación de los parámetros del encuadre analítico. El deseo de aprender
y de enseñar no sólo puede quedar sostenido por la informática. El exceso de las conexiones o la deprivación
emocional parecería coincidir en el paisaje Covid de niños y adolescentes. Las ideas expuestas se ilustran con
observaciones clínicas y de la práctica educativa.

Palabras clave
Clínica psicoanalítica, Niños, Adolescentes, Covid 19.

Thinking the psychoanalytic clinic with children and adolescents during the covid-19 quarantine.
Connected/deprived

Summary
The psychoanalytic clinic and the educational activity were forced to develop on digital platforms. Analysts and
teachers argued that educating and psychoanalyzing would be impossible tasks. It has been imperative to attend
to the discontinuities for the reformulation of the parameters of the analytic framework. The desire to learn and to
teach cannot only be sustained by computer technology. The excess of connections or emotional deprivation
would seem to coincide in the Covid landscape of children and adolescents. The ideas presented are illustrated
with observations from clinical and educational practice.

Key words
Psychoanalytic Clinic, Children, Adolescents, Covid 19.

Pensez à la clinique psychanalytique avec des enfants et des adolescents pendant la période de quarantaine
pour Covid 19. Connecté/Privé

Résumé
La clinique psychanalytique et l'activité éducative devaient se développer sur des plateformes numériques. Les
analystes et les enseignants contredisent que l'éducation et la psychanalyse seraient des tâches impossibles. Il a
été impératif de s'occuper des discontinuités pour la reformulation des paramètres du cadre analytique. Le désir
d'apprendre et d'enseigner ne peut pas seulement être soutenu par l'informatique. Des connexions excessives ou
une privation émotionnelle semblent correspondre au paysage Covid des enfants et des adolescents. Les idées
présentées sont illustrées par des observations cliniques et des pratiques pédagogiques.

Mots-clés
Clinique psychanalytique, Enfants, Adolescents, Covid 19

REFERENCIAS

Byung-Chul, H. (2013). La sociedad de la transparencia (1ª ed, 2ª imp.). Herder. (Trabajo original publicado
2012).
Carlino, R. (2014). Reflexiones actuales sobre el psicoanálisis a distancia. Revista de la Sociedad Argentina de
Psicoanálisis, 18.
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formación de analistas. Mesa de diálogo. Asociación Psicoanalítica Argentina. Buenos Aires. Recuperado de

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https://apa.org.ar/Eventos/Mesa-de-dialogo-Deseo-oportunidades-y-tecnologias-desafios-de-una-epoca-en-y-
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Morin, E. (2007). La cabeza bien puesta. Bases para una reforma educativa (1ª ed., 6ª reimp). Buenos Aires:
Nueva Visión. (Trabajo original publicado 1999).
Pinto, L. (20 de octubre de 2020). Deseo, oportunidades y tecnologías: desafíos de una época en educación y
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Robledo, A., Giménez, A. (2020). Juventudes en tiempos de pandemia. En: Margen: revista de trabajo social y
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