Fundamentos Rousseaunianos en La Política Exterior de José Gaspar de Francia, Dictador Perpetuo Del Paraguay (1816-1840)

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FUNDAMENTOS ROUSSEAUNIANOS EN LA

POLÍTICA EXTERIOR DE JOSÉ GASPAR DE FRANCIA,


«DICTADOR PERPETUO DEL PARAGUAY» (1816-1840)

Gonzalo Serrano del Pozo*


Universidad Andrés Bello, Chile

En este artículo se analizan los principios que guiaron la política exterior ejercida por José
Gaspar de Francia durante los cuarenta años que estuvo en el poder en Paraguay (1816-
1840) y ver la forma en que éstos respondían a principios ilustrados, específicamente a
la percepción negativa que tenía Jean Jacques Rousseau del sistema internacional.

Palabras Claves: Paraguay, Dr. Francia, Rousseau

rousseaunians bases on the foreign affairs


policy of josé gaspar de francia, perpetual
dictator of paraguay (1818-1840)

This article analizes the principles that guided foreign policy during the 40 years that
Jose Gaspar de Francia held power in Paraguay (1816-1840) and reflects the manner
in which these responded to illustrated principles, especially Jean Jacques Rousseau's
negative perception of the international worldwide order.

Keywords: Paraguay, Dr. Francia, Rousseau

* Candidato a Doctor en Historia, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Chile.


e-mail: [email protected], Viña del Mar - Chile.

IIntus
ntus-L egere H
-Legere istoria // issn
Historia Año0718-5456
2010, Vol. /4,Año
Nº 22010, Vol. 4, Nº 2; pp. 79-100 79
Fundamentos rousseaunianos en la política exterior de josé gaspar...

Introducción

La historia de Paraguay bajo la dictadura de José Gaspar de Francia (1816-1840) está


marcada por una serie de mitos que se han construido respecto a su figura y a su gobierno.
Para un lector desprevenido o poco conocedor de su historia, el mando que ejerció el Dr.
Francia sobre las tierras guaraníes aparece como una tiranía más, similar a la de otros autó-
cratas respecto de los cuales podríamos hacer una lista interminable. Basta con dos ejemplos
bastante contemporáneos, como el dictador de Uganda, Idi Amín Dada –a quien se acusó
de guardar en un refrigerador los pedazos de sus enemigos difuntos para comérselos2–, o al
actual mandatario de Corea del Norte, Kim Jong II, quien supuestamente se hace llamar «el
amado líder» y tiene a su país aislado del mundo, sin radio, televisión, ni prensa3.
De igual manera se ha tratado de etiquetar al Dr. Francia con la leyenda de haber «ce-
rrado» las fronteras paraguayas con el fin de dar rienda suelta a su tiranía. Sin embargo,
analizando los fundamentos que inspiraron su gobierno, hay detrás de su personalismo poco
de megalomanías, esquizofrenias o distorsiones similares, sino, por el contrario, argumen-
tos ilustrados que intentó plasmar durante los casi cuarenta años que estuvo al mando de
Paraguay, aunque con un estilo muy particular.
Nosotros nos centraremos en este artículo, específicamente, en aquellos fundamentos que
estaban relacionados con la política exterior ejecutada por Dr. Francia durante su gobierno,
para ver de qué manera ésta respondía a fundamentos ilustrados y, más específicamente, al
paradigma enunciado por Jean Jacques Rousseau en alguna de sus obras, dedicadas a las
relaciones internacionales.

2
«Parece que no sólo la asesinó –dicen refiriéndose a la esposa de Amin– sino que la descuartizó, pues conservaba
colecciones de láminas de los manuales anatómicos. Se dice que también mató a su hijo y le comió el corazón (...)»,
Smith, G., Ghosts of Kampala, Londres, 1980, p. 34. Citado por: Johnson, P., Tiempos Modernos, Traducción /
Leal, Aníbal, Editorial Vergara, Buenos Aires, 2000, p. 656.
3
Fujimoto, K., «El banquete del pequeño tirano», Qué Pasa, sábado 18 de junio de 2005.

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Para estos efectos, analizaremos la independencia de Paraguay y la llegada de Francia


al poder, su dictadura, la política exterior y cómo ésta puede encontrar algunos puntos en
común con los principios de Rousseau.
Resultó de vital importancia e inspiración para este trabajo, el estudio de Stanley Hoff-
man sobre el mismo Rousseau en su obra Jano y Minerva, Ensayos sobre la Guerra y la
Paz; como también la reunión de ensayos de Rousseau hecha por Antonio Truyol y Serra
respecto a este tópico: Escritos sobre la Paz y la Guerra; obviamente el Contrato Social;
algunos trabajos sobre José Gaspar de Francia y varios libros que trataban sobre la historia
de Paraguay durante este período.

1. La independencia de Paraguay y la llegada de José Gaspar Francia al poder

El nacimiento de Paraguay a la vida independiente estuvo marcado tanto por las preten-
siones hispanas de mantener su dominio en la zona, como por las aspiraciones portuguesas
de ganar la adhesión de este territorio y, especialmente, por el interés de Buenos Aires,
después de la revolución del 25 de mayo de 1810, de mantener el vínculo con esta provincia
que había formado parte del virreinato de La Plata.
Sin embargo, el espíritu independentista, y un nacionalismo paraguayo en ciernes, echaron
por tierra estas aspiraciones extranjeras. El caso más significativo: la lucha contra Buenos
Aires. Existía, dice David Bushnell, «un resentimiento por la subordinación política y eco-
nómica»4 que tenía Asunción respecto a ella. El triunfo del Comandante Manuel Anastasio
Cabañas sobre las tropas enviadas desde Buenos Aires a cargo de Manuel Belgrano, el 19
de enero de 1811, en Cerro Mbaé –bautizado después de este hecho como Cerro Porteño–,
marcaría la pauta de cual sería la actitud guaraní de aquí en adelante frente a los interven-
cionismos e intentos de apadrinamientos.
Estos hechos se consolidarían a nivel interno cuando en el mes de mayo de 1811, los
criollos lograron desbaratar una conspiración realista a cargo del gobernador Bernardo de
Velasco y Huidobro y le exigieron gobernar junto a Juan Valeriano Cevallos y al doctor
José Gaspar de Francia hasta que se estableciera un Congreso5.
Esta primera Asamblea, celebrada el 17 de junio de 1811, contó con la presidencia de
Valeriano Cevallos, Pedro Juan Caballero y el doctor Francia. Este último estuvo a cargo
del discurso inaugural y, según el autor Justo Pastor, «aprovechó la ocasión para adelantar
algunas manifestaciones de su doctrina política, basada principalmente en las ideas de
Enciclopedistas y en el Contrato Social»6.

4
Bushnell, D., La América del sur española, en: Bethell, Leslie, Historia de América Latina, Tomo 5, La indepen-
dencia, Traducción / Solá, Ángels, Editorial Crítica, Barcelona, 1981, p. 83.
5
«El 16 se suscribió un acta que fue como la fe de bautismo de la República, firmada por Pedro Juan Caballero, José
Gaspar de Francia, Juan Valeriano de Cevallos, Juan Bautista Rivarola, Vicente y Manuel Iturbe, Carlos Agüello y
Juan Bautista Acosta», Pastor, J., Paraguay. Independencia y Organización del Estado (1811-1870), en: Levene,
R., Historia de América, Tomo V, W. M. Jackson Inc. Editores, Buenos Aires, 1940, p. 299.
6
Ibidem, p. 300.

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Comienza así a delinearse un mapa revolucionario en el cual podemos encontrar a los


padres de la patria paraguaya y en el que se destacaron Fulgencio Yegros, jefe de la revolución
paraguaya; el capitán Pedro Juan Caballero, jefe director del movimiento revolucionario;
Vicente Ignacio Iturbe, uno de los precursores de la revolución, entre otros. Sin embargo,
José Gaspar de Francia fue, a juicio de Pastor, el verdadero «doctrinario de la revolución»7,
detrás del cual se ubicaron los anteriores.
Efraím Cardozo coincide con Pastor respecto del rol de Francia en la revolución, aunque en
términos menos decorosos: «Había manejado desde la oscuridad los hilos del complot»8.
El espíritu ilustrado descrito por Pastor contrasta sí con el que entrega Cardozo. Por
ejemplo, a propósito de la invitación hecha por Buenos Aires a Paraguay para que participara
como una provincia más en el Congreso general de éstas:

El doctor José Gaspar de Francia consideró inadmisible la pretensión de


Buenos Aires de asumir por sí sola el mando superior del Virreinato, pero
tampoco abogó a favor del caduco poder español. «Mis argumentos a favor
de mis ideas son éstas –dijo depositando dos pistolas sobre la mesa presiden-
cial del Congreso–: una está destinada contra Fernando VII y la otra contra
Buenos Aires»9.

Formada la primera Junta, ésta estuvo a cargo de Yegros, mientras que José Gaspar de
Francia ocupó, junto a otros, sólo el rol de vocal, escaño desde el cual comenzó a difundir el
carácter independiente de la provincia10. Quizá esta misma falta de protagonismo fue la que
motivó al Dr. Francia a retirarse de la Junta, regresando –asegura Pastor– por la insistencias
del Cabildo y algunos jefes militares11 para negociar con Manuel Belgrano.
Este hecho permite conocer otra de las facetas del doctor Francia: su capacidad negocia-
dora. Gracias a él se impusieron las condiciones que respondían a los intereses paraguayos
consagrados en el Tratado del 12 de Octubre de 1811 en el que Buenos Aires reconocía la
independencia de Paraguay y ambas provincias se comprometían a auxiliarse mutuamente
contra los enemigos de la libertad.
Este hecho no impidió que Francia volviese a alejarse de la Junta. Desde su retiro, según
Cardozo, «se dedicó a minar los prestigios de sus colegas, haciendo cundir la versión de
sus inclinaciones porteñistas»12.

7
Ibidem, p. 303.
8
Cardozo, E., Breve Historia del Paraguay, Editorial El Lector, Paraguay, 1996, p. 51.
9
Ibidem, pp. 49 y 50.
10
Un ejemplo de esto lo constituye el Tratado de octubre de 1811 firmado por el gobierno de Buenos Aires, en el
cual se reconoció la independencia de Paraguay, se regularon las relaciones y se suprimieron algunos impuestos.
La firma fue conseguida por el Dr. Francia, a quien le tocó negociar el tratado con los ministros plenipotenciarios
de Buenos Aires, Manuel Belgrano y Manuel Echevarría. Pastor, J., op. cit., pp. 305-307.
11
Ibidem, pp. 309-310.
12
Cardozo, E., op. cit., p. 53.

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Nuevas tensiones entre las provincias aseguraron la reincorporación del doctor Francia
a la Junta por petición de sus seguidores, oportunidad que aprovechó aquél para imponer
sus condiciones: «los partidarios de Buenos Aires debían ser neutralizados y uno de los
batallones puesto bajo su comando»13. Se comenzaba así a delinear un estilo que predominó
durante su gobierno absoluto de Paraguay.
El poder del Dr. Francia, no obstante, sólo vino a consolidarse cuando éste diseñó un
reglamento de Gobierno que se inspiraba en el sistema republicano de la Roma antigua. Éste
establecía un consulado anual, integrado por dos miembros que debían turnarse en el poder
cada cuatro meses. Los designados para este cargo fueron Yegros y Francia, obviamente. Para
estos fines dos curules fueron instalados en el despacho de gobierno, uno con la inscripción
de César y otro con la de Pompeyo. Francia, relata Cardozo, ocupó el primero y se agenció
para que le correspondieran dos turnos de cuatro meses del período anual14.
Las diferencias y aspiraciones entre ambos personajes impidieron la aplicación del Con-
sulado. El bagaje cultural y político de Francia por sobre la preparación militar de Yegros,
desencadenó en una forma distinta de gobierno, aprobada por el Congreso el 3 de octubre
de 1814, consistente en una dictadura, también inspirada en el sistema romano, pero que
excedía ampliamente en el tiempo de mandato al modelo latino. De seis meses se aumentó
la duración en el cargo a cinco años. De esta manera, el Dr. Francia sepultaba cualquier
aspiración política de sus contendores.
¿Cómo pudo alcanzar tanto poder? John Hoyt Williams coincide con Justo Pastor en
que fue fundamental para la consolidación de José Gaspar de Francia el apoyo de las masas
mestizas que hablaban guaraní15. En ese mismo sentido Cardozo agrega: «Aquél continuaba
gozando de prestigio en el ejército, pero en las masas hizo cundir la creencia de que solamente
un hombre del carácter y talento de Francia serían capaces de afrontar la grave situación
ocasionada por la ruptura con Buenos Aires»16. Sin embargo, el apoyo no fue unánime y
las molestias surgidas entre quienes se oponían a la designación de él como dictador por el
plazo de cinco años se hicieron presentes en ese mismo momento, pero que desaparecieron
cuando la guardia del recinto se desplegó en un sospechoso movimiento17.

13
Ibidem, pp. 53 y 54.
14
Idem.
15
Hoyt Williams, J., Paraguayan isolation under Dr. Francia: a re-evaluation, Hispanic American Historical Review,
52/1 (1972), págs. 103-109, citado por: Bushnell, D., La América del sur española, en: Bethell, L., Historia de
América Latina, Traducción de Ángels Solà, Editorial Crítica, Barcelona, 1981, pág. 83. Cfr. Pastor, J., op. cit.,
pág. 311.
16
Cardozo, E., op. cit., p. 55.
17
Idem.

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2. La dictadura de José Gaspar de Francia

¿Quién era realmente Francia? José Gaspar Rodríguez de Francia nació en Asunción el 6
de enero de 176618. De sus tiempos escolares se cuentan innumerables anécdotas, quizás la
más significativa era que ya en aquellos años sus compañeros lo llamaban «El Dictador»19.
Hizo sus estudios superiores en la Universidad de Córdoba, obtuvo allí los grados de maestro
de Filosofía y doctor en Sagrada Teología20. También se destaca en sus biografías su gusto
por el derecho; Chaves asegura que fue abogado «de crédito»21. Gracias a estas experiencias
adquiriría según Pastor una «cultura sólida y fama cimentada»22 que le permitió convertirse
en el principal protagonista de los acontecimientos, «tanto por su autoridad moral como
por su ilustración»23.
Ya vimos el momento en que la vida de Rodríguez de Francia converge con la Historia de
Paraguay, hasta esta parte no existen grandes diferencias respecto al resto de los gobiernos
que se sucedieron en la mayoría de los países de Latinoamérica luego de la independencia
y durante el traumático proceso de la autodeterminación. Los rasgos distintivos se suceden
cuando las dos historias se confunden y comienza a destacarse la personalidad de Francia
y su particular proyecto político. Es más, la petición expresa por parte del Dr. Francia de
que el sueldo que le había asignado el Congreso como dictador fuese reducido a un tercio24
aparece como una mera anécdota de una personalidad particular, caracterizada por Fray J.
M. Velasco del siguiente modo:

Genio hipocondríaco y atrabiliario; corazón lleno de amargura y de hiel;


espíritu egoísta; pensamientos caníbales; ideas tortuosas, engreimiento sin
ejemplar; audacia insufrible; presunción exclusiva; operaciones maquive-
lísticas25.

18
El paraguayo Marco Antonio Laconich escribió un libro completo (98 páginas) dedicado a resolver el misterio del
año de nacimiento de José Gaspar de Francia llegando a la conclusión de que el año exacto fue 1766. Laconich,
M. A., El Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia, Supremo Dictador de la República del Paraguay, s/e, Asunción,
1976.
19
Chaves, J. C., El Supremo Dictador, Biografía de José Gaspar de Francia, Editorial Difusam, Buenos Aires, 1942,
p. 33.
20
Pastor, J., La vida solitaria del Dr. José Gaspar de Francia, Dictador del Paraguay, editorial Ateneo, Buenos
Aires, 1937, p. 24.
21
Chaves, J. C., op. cit., p. 30.
22
Pastor, J., Paraguay, p. 303.
23
Idem. Justo Pastor agrega a estos datos la ascendencia de Francia: «Era hijo legítimo –dice un documento– de padres
notoriamente nobles como fueron don García Rodríguez de Francia, nacido en Mariana, distrito de Río de Janeiro,
antiguo capitán contratado por la provincia y de doña María Josefa de Velasco y Yegros». Curiosamente se cita un
«documento» que avala la legitimidad de Francia, pero no se hace referencia a cuál. Pastor, J., Paraguay, op. cit.,
p. 303.
24
Ibidem, p. 312.
25
La cita supuestamente de J. M. Velazco aparece en el libro de Cardozo, pero sin ningún tipo de referencia, lo mismo
ocurre con algunos comentarios de José Gaspar de Francia que citaremos más adelante. Cardozo, E., op. cit., p. 56.

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Con el transcurrir del tiempo, Francia se vio impedido de llevar a la práctica los principios
ilustrados que lo inspiraban debido a las trabas gubernativas que aún existían en el sistema
político paraguayo; por ello exigió para sí mayores poderes. Los diputados Miguel Ibáñez
y Miguel Noceda fueron quienes le facilitaron las cosas designándolo en 1816, Dictador
Perpetuo, «con cargo de ser sin ejemplar, vale decir, que debía ser el único»26. Se le aceptó,
agrega John Lynch, «porque pareció ser el único líder capaz de defender la independencia
de Paraguay»27. Una idea que, como habíamos dicho anteriormente, el mismo dictador se
había preocupado de inculcar.
De aquí en adelante podríamos enredarnos en la maraña histórica que cubre su gobierno
y que responde a las posturas políticas que están detrás de los historiadores que han abor-
dado el gobierno del doctor Francia y que se asemeja bastante, por citar un caso cercano, a
los estudios que se han hecho de Diego Portales, siendo muchas veces representado por las
facciones conservadoras como el formador del Estado en Chile y, por aquellas liberales que
critican este supuesto, como el autor de un gobierno basado en el personalismo28.
La descripción que hace del gobierno de José Gaspar de Francia su compatriota Adriano
Irala29 no resiste mayor análisis por la falta de rigor histórico y por tratarse de un conteni-
do cargado de nacionalismo30. Igualmente, aunque con un poco más de objetividad, otro
compatriota suyo, Justo Pastor, también es generoso en elogios para Francia: trabajador
incansable, fomentador de la agricultura y de la industria; organizador personal del ejército;
creó escuelas e hizo caminos; recto y honrado en las cosas públicas; de virtudes probadas y
carácter duro y recio; era célibe, austero y misterioso; nunca otorgó favoritismos; cobraba
una mínima parte del sueldo que le otorgó el Congreso; vestía con sencillez, etc.31 Y como
corolario de esta apología agrega:

Fue un César democrático, igualitario e inflexible (...) El pueblo lo respetó


por sus virtudes y porque vio en él a un centinela de la soberanía amenazada
(...) hijo inexorable de una tierra intransigente; un realizador del designio
colectivo, un intérprete de la voluntad nacional32.

26
Pastor, J., Paraguay, op. cit., p. 312.
27
Lynch, J., Las Repúblicas del Río de la Plata, en: Bethell, L., Historia de América Latina, Tomo 6, América Latina
independiente, Traducción de Ángels Solà, Editorial Crítica, Barcelona, 1981, p. 307.
28
Villalobos, S., Portales. Una falsificación histórica, Editorial Universitaria, Santiago, 2005, pp. 14-26.
29
Irala, A., La Ideología Política del Doctor Francia, Carlos Schauman Editor, Segunda Edición, Paraguay, 1988.
30
Algunos ejemplos: «Nuestra historia, desde sus más remotos orígenes, es una lucha constante frente a la naturaleza,
a los vecinos, a los hombres; José Gaspar de Francia blandió como ariete su idea clara de que el Paraguay, formando
parte de una comunidad americana, poseía idiosincrasia propia», Ibidem, pp. 5 y ss.
31
Pastor, J., Paraguay, op. cit., pp. 312-316.
32
Ibidem, p. 316. El destacado es nuestro.

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Para Pastor la pregunta respecto a lo positivo o negativo de su gobierno está de más, lo


que importa, en definitiva, es saber cuán bueno fue éste, tal como se desprende del capítulo
que le dedica en su biografía destinado a determinar si Francia fue «¿Profeta o César?»33.
No obstante aquello, el mismo autor critica el autoritarismo del Dictador: suprimió
libertades y castigó con crueldad a sus enemigos34, nunca tuvo piedad, ni fue generoso.
Gobernó solo y demasiado. Suprimió el Cabildo y los conventos35.
Efraím Cardozo, el otro historiador paraguayo citado en este trabajo, no sólo resalta la
dureza de Francia: implacable, sin compasión, se solazaba con el castigo36, sino que también
menosprecia su mandato a través de la contraposición de imágenes y hechos. La visión de
él es que la llegada de Francia habría puesto fin a una nación idílica:

Los paraguayos amaban con amor de patria su tierra, fértil y hermosa, que
defendieron constantemente contra enemigos internos y externos, que grandes
ríos, montañas y desiertos separaban y aislaban de otras comunidades, y que
sustentaban una economía no suficientemente próspera debido a la situación
mediterránea y a las anomalías fiscales, pero bastante para sus necesidades
y para una vida modestamente holgada y feliz37.

Continuando con el análisis de Cardozo, las primeras medidas de la Junta de 1812 apare-
cían como las indicadas para continuar con esta línea de desarrollo: Creación de la Escuela
Militar, una cátedra de matemáticas, y una Sociedad Patriótica Literaria, encargada de la
instrucción pública; reapertura del Seminario y adquisición de libros para una biblioteca
pública; también se tomaron acciones para promover la agricultura, el comercio, la nave-
gación y la población de los desiertos del Chaco38.
En contraposición a los intereses de la Junta, en uno de los capítulos de su libro, el mismo
Cardozo resume el «Vacío Cultural»39 dejado por Francia:

En la paz impuesta por el Dictador se extinguieron todas las manifestacio-


nes del espíritu público, aun las de orden cultural. El ambicioso plan de la
junta de 1812 fue totalmente olvidado. El Seminario fue suprimido, y cuando
también desaparecieron los conventos, el Paraguay ya no tuvo institutos de
enseñanza superior. Algún esmero se puso en la instrucción primaria y hasta

33
Pastor, J., La vida solitaria, op. cit., pp 103-107.
34
«Por delito de conspiración hizo fusilar a los próceres de Mayo, entre ellos Yegros, Iturbe y Montiel. El capitán
Caballero prefirió suicidarse. Antonio Tomás Yegros se refugió en el campo», Pastor, J., Paraguay, op. cit., p. 312.
35
Ibidem, pp. 312 y 313.
36
Cardozo, E., op. cit., p. 57.
37
Ibidem, p. 49. El destacado es nuestro.
38
Ibidem, p. 53.
39
Ibidem, p. 61.

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llegó a pensar en abrir una biblioteca pública (...) En la etapa más difícil
de la vida nacional, se paralizó, durante un cuarto de siglo, el proceso de la
formación cultural, vacío que habría de ser de irreparables consecuencias
en el porvenir40.

A la felicidad de los albores de la República mencionados anteriormente, se contrapone


el congelamiento del tiempo provocado por Francia y, con ello, el estancamiento del desa-
rrollo. El párrafo que describe su muerte entrega un esbozo de la imagen que tiene el autor
sobre el dictador paraguayo:

El doctor Francia falleció de muerte natural a la una y media de la tarde


del 20 de septiembre de 1840. Nada dejó dispuesto acerca de su sucesión, de
modo que los comandantes de los cuarteles se hicieron cargo del gobierno.
El pueblo se dividió en dos bandos: unos lamentaron su desaparición, otros
se lanzaron a la calle pidiendo congreso y execrando su memoria. Solemnes
fueron sus funerales, pero no se encontró sacerdote paraguayo que quisie-
ra pronunciar la oración fúnebre. Debió decirla el cura cordobés Manuel
Antonio Pérez. Tiempo después, manos vengativas destruyeron el túmulo
levantado para conservar sus restos, y éstos fueron arrojados a las aguas del
río Paraguay41.

Quizá el estudio más acabado y riguroso que se haya hecho sobre el periodo del Dr.
Francia sea el de Julio Chaves42 quien ha elaborado una historia de la época apoyado en una
serie de fuentes primarias y secundarias, apoyando cada uno de sus dichos en informes del
dictador a sus delegados como también relatos de los contemporáneos a él.

3. Su política internacional y los fundamentos rousseaunianos

Si hay un punto en el que coinciden los historiadores que le han dedicado algunas líneas
a José Gaspar de Francia es en el fundamento ilustrado que guiaba su gobierno, principal-
mente la influencia de Jean Jacques Rousseau en su política interna.
Quien más se aventura en este ámbito es Justo Pastor quien asegura que la obra más
importante de Rosseau fue la principal inspiración para la obra del mandatario:

Razonaba como buen lector del Contrato Social, que «la naturaleza ha hecho
bueno al hombre y sólo la sociedad lo ha corrompido» (...) El Estado es fruto
del Contrato: la sociedad es su consentimiento43.

40
Ibidem, pp. 61 y 62.
41
Ibidem, p. 62.
42
Chaves, J. C., op. cit.
43
Pastor, J., La vida solitaria, op. cit., p. 86.

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Así como ésta, existen continuas alusiones a la inspiración que tuvo Francia en J. J.
Rousseau, el autor va más allá y dedica uno de los capítulos a la aventurada comparación
de Francia con Robespierre como seguidores de Rousseau: «Dos discípulos de Juan Jacobo:
Maximiliano y José Gaspar»44. Y asegura a este respecto:

Es un aplicador de las doctrinas de Rousseau en el medio americano, en un


pueblo en formación. No trata de buscar la felicidad social, como quería Saint-
Just, sino de crear un Estado. A su sombra se va organizando la Nación45.

Otro autor, Cardozo, también hace referencia a la admiración que sentía el Dictador por
los romanos y por el ginebrino:

No buscó antecedentes en la historia nacional, sino en la de Roma. Y no hizo


sino desarrollar la teoría rousseauniana de la «voluntad general» hasta sus
últimas consecuencias, por el mismo proceso que llevó a Robespierre al mando
absoluto y al Terror. En el Contrato Social se propugnaba la suspensión del
poder de las leyes cuando lo requería la salud de la patria y el otorgamiento de
un «jefe supremo» de poderes de vida o muerte, pues «hay ciertas situaciones
desgraciadas en que no se puede conservar la libertad, sino a expensas de
los demás, y en la que el ciudadano no puede ser enteramente libre sin que el
esclavo sea sumamente esclavo». En aras de la libertad nacional, amenazada
por las pretensiones de Buenos Aires de restaurar el virreinato, había que
sacrificar todas las libertades individuales. Tal fue la doctrina oficial de la
dictadura de Francia46.

Respecto al primer punto –la admiración por Roma– ésta quedó de manifiesto en el fugaz
intento de llevar a cabo la conducción de Paraguay a través de dos cónsules. Una admiración
que pudiera no ser casual considerando que Rousseau la utilizaba como ejemplo de buen
gobierno. Así se desprende, por citar un caso, de la nota añadida a la edición del Contrato
Social de 1782: «Los romanos son los que menos a menudo quebrantaron sus leyes, y son
los únicos que las tuvieron tan bellas»47.
Más allá del análisis que hace Cardozo de la política interna de Paraguay, lo que a noso-
tros nos interesa es ver cómo la política exterior aplicada por el doctor Francia durante los
veinticuatro años que duró su Dictadura Permanente, y que estuvo marcada por la suspicacia
hacia sus vecinos, podría haberse inspirado en la concepción que tenía Rousseau sobre la

44
Ibidem, op. cit., pp. 73-82.
45
Ibidem, p. 76.
46
Cardozo, E., op. cit., p. 56. El destacado es nuestro.
47
Rousseau, J. J., El Contrato Social, Traducción de Enrique Azcoaga, Madrid, 1982, p. 49.

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política exterior, para quien la realidad internacional se podía definir como un «violento
estado de cosas»48.
El contexto sudamericano aconsejaba al Dr. Francia temer posibles intervenciones y
mantener a su Paraguay «puro». Su mentor intelectual de igual manera teorizaba respecto
a las bondades de esta naturaleza incorrupta de los orígenes, un estado caracterizado por
«hombres agraciados por una naturaleza generosa, que les proveía de más bienes de los
que necesitaban; había espacio suficiente para impedir que sus deseos excedieran sus ne-
cesidades»49.
La sociedad de facto se contrapondría a este estado, puesto que no forma parte de su
naturaleza, sino que surge de una combinación de accidentes y necesidades físicas. La so-
ciedad representa para el ginebrino una «caída genuina que afecta a la humanidad después
de que aparecen los asentamientos, a medida que las comunicaciones y los contactos se
desarrollan, la propiedad se propaga, y la desigualdad se instala»50.
El hombre, según el análisis que hace Hoffmann de Rousseau, ha perdido la libertad
natural, como también su independencia y su inocencia original. «Su condición es el peor
de todos los mundos posibles, pues él no goza ni de la vieja y negativa libertad que está
perdida para siempre, ni de la nueva y positiva a la cual puede aspirar»51. Esta inseguridad
sería entonces la que gatillaría la violencia.
A partir de estos principios referidos a la naturaleza humana, uno puede extender este
análisis al ámbito internacional. Según Rousseau, dentro de éste los factores de inseguri-
dad serían dos: el primero, la dependencia económica, «como si fuera la manzana de la
serpiente»52, apunta Hoffmann. Y, como segundo factor, la desigualdad de los estados,
pues aquí se reproduce de la misma manera los problemas que surgen en la sociedad con
los hombres en donde la división del trabajo es combustible del conflicto social53. Ambos
juicios serían claves para entender por qué el Dr. Francia se oponía a la unión con cualquier
otra potencia de mayor envergadura.
La pequeñez de su estado, por lo demás, no significaba una desventaja. Los estrechos
límites a los cuales había sido reducido el estado paraguayo a partir de su independencia54

48
Rousseau, J. J., Extracto del Proyecto de Paz Perpetua del Sr. Abate de Saint-Pierre. En: Rousseau, J. J., Escritos
sobre la Paz y la Guerra, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1982, p. XII.
49
Rousseau, J. J., Discourse on Inequality, en Vaughan, C. E., The Political Writings of J. J. Rousseau, (Cambridge,
Eng., 1915) I, 159 sigs., 203 sigs. En: Hoffmann, S., Jano y Minerva, Ensayos sobre la Guerra y la Paz, Traducción
de Patricia Mc Elroy, Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 1991, p. 38.
50
Rousseau, J. J., L´esprit des Lois, Libro I, cap. 3, en: Hoffmann, S., op. cit., p. 39.
51
Hoffmann, S., op. cit., pp. 39-40.
52
Ibidem, p. 42.
53
Idem.
54
"La «provincia gigante de Indias» fue reducida extraordinariamente. El núcleo principal de su población se fijó en
las riberas del Río Paraguay desde su confluencia con el Paraná hasta las posesiones portuguesas del norte; en el
Centro, Cordilleras y Yerbales; hacia el Salto del Guairá y las riberas del río Paraguay desde su confluencia con el
Paraná hasta las posesiones portuguesas del norte". Pastor, J., Paraguay, op. cit., p. 308.

90 Intus-Legere Historia / Año 2010, Vol. 4, Nº 2


Fundamentos rousseaunianos en la política exterior de josé gaspar...

permiten imaginar que el doctor Francia haya visto que Paraguay cumplía con los requi-
sitos sugeridos por Rousseau para llevar a cabo un bueno gobierno. Uno de ellos: «No ser
demasiado grande para que pueda ser gobernado, ni demasiado pequeño para que pueda
sostener (...) Siendo, en general y proporcionalmente, más fuerte un Estado pequeño que uno
grande»55. En este sentido, no sería casual la constante oposición del mandatario paraguayo
de unirse a las provincias que conformaban el antiguo virreinato de La Plata, considerando
que el mismo ginebrino daba cuenta de lo perjudicial que resultaban estas conformaciones,
según como se puede leer a continuación:

La administración se torna más difícil cuanto mayores son las distancias (...)
Se hace también más onerosa a medida que los grados se multiplican, pues
cada ciudad, como ocurre con cada distrito, tiene la suya, que el pueblo paga;
luego vienen los grandes gobiernos, las satrapías, los virreinatos, que hay
que pagar en la medida que se asciende y siempre a expensas del desdichado
pueblo, y, por último la administración suprema, que lo consume todo56.

Resulta interesante conocer el juicio de Rousseau sobre el establecimiento de una con-


federación, cuando éste era uno de los tantos proyectos que se presentaba para Sudamérica.
La ocasión para este pensamiento, los comentarios que el ginebrino realizó sobre el Proyecto
de Paz Perpetua del Abate Saint-Pierre57. Para éste una confederación aparecía como una
unión beneficiosa, especialmente cuando se logra establecer el arbitraje para los príncipes
confederados58. Esto, siempre y cuando se dieran una serie de condiciones que en la prác-
tica aparecían como imposibles, de la misma manera como era improbable la imposición
de una paz perpetua en Europa: «Si a pesar de todo este proyecto continúa sin ponerse en
práctica, no es porque sea una quimera; es porque los hombres son unos insensatos y porque
una de las clases de locura es estar cuerdo en medio de los locos»59. Rousseau, mucho más
escéptico, aclara:

Para ello sería necesario que la suma de los intereses particulares no fuese
mayor que el interés común y que cada cual creyera ver en el bien de todos
el mayor bien que pudiese esperarse de sí mismo. Por tanto se requiere
una coincidencia de sensatez en tantas cabezas y una correlación de tantos
intereses que apenas se puede esperar del azar reunión casual de todas las
circunstancias necesarias60.

55
Rousseau, J. J., El Contrato Social, op. cit., p. 95.
56
Ibidem, pp. 95-96. El destacado es nuestro.
57
Rousseau, J. J., Juicio del Proyecto de Paz Perpetua. En: Rousseau, J. J., Escritos sobre la Paz y la Guerra, op.
cit., pp. 37-48.
58
Rousseau, J. J., Extracto del Proyecto de Paz Perpetua del Sr. Abate de Saint-Pierre. En: Rousseau, J. J., Escritos
sobre la Paz y la Guerra, op. cit., pp. 13 y sigs.
59
Rousseau, J. J., El Contrato Social, op. cit., p. 32.
60
Rousseau, J. J., Juicio del Proyecto de Paz Perpetua, op. cit., p. 42.

Intus-Legere Historia / Año 2010, Vol. 4, Nº 2 91


Gonzalo Serrano del Pozo

Si Rousseau descartaba una confederación en una Europa madura políticamente, las


posibilidades para que algo similar se pudiese lograr en los países sudamericanos que se
habían lanzado a la vida independiente eran aún menores.
Resulta difícil determinar si este texto haya podido llegar a las manos del doctor Francia,
sin embargo, el vasto conocimiento de lo que ocurría en Europa pudo haber influido en la
decisión del paraguayo de negarse a que su República formara cualquier alianza. Sólo a partir
de esta convicción se entiende que pese a que durante su gobierno los enviados bonaerenses
hicieron denodados esfuerzos por obtener el concurso paraguayo en la consolidación de la
independencia y en la formación de su república, el Dictador ni siquiera se molestaba en
responder cuando era interpelado.
Algunos ejemplos:
Cuando uno de los próceres de la independencia argentina, Carlos María Alvear, le
solicitó a Francia tropas, yerbas y fusiles a cambio de soldados, éste se indignó a tal grado,
que no sólo dejó de responder las notas argentinas, sino que de ahí en adelante de Paraguay,
según Efraím Cardozo, «ya no salió una sola comunicación oficial»61.
De manera similar fue el trato de José Gaspar de Francia dado a José Artigas, quien creía
que la desconfianza mutua hacia Buenos Aires podía atraer al mandatario, sin embargo,
el «Dictador Perpetuo» no prestó mayor atención a la propuesta. El desaire diplomático
transformó a Artigas en enemigo de Francia, lo que se tradujo en planes para derrocarlo,
los que finalmente no se concretaron, quizás por el mismo hecho de que el bien informado
Dictador había fortificado la frontera con cuatro mil soldados62.
Bernardino Rivadavia, quien en ese entonces se desempeñaba como Ministro de Gobierno
de Martín Rodríguez, quiso acercar posturas entre Buenos Aires y Asunción, por esto tuvo
la delicadeza de que su emisario, el doctor Juan García de Cossio, llevara una misiva en la
que Rivadavia se dirigía a Francia como «Exc. Sr. Dictador Supremo, Perpetuo, Vitalicio de
la República del Paraguay», la estratagema resultó insuficiente. Rivadavia terminó relegado
a Corrientes, sin autorización para ingresar a Paraguay, mientras que sus emisarios fueron
apresados por Francia63.
Como corolario del celo fronterizo del doctor Francia por mantener impermeable su
República, basta con mencionar la prohibición de ingreso al cónsul del Emperador de Bra-
sil, Pedro I, porque éste, Manuel Correia da Cámara, no se refirió al mandatario paraguayo
como «Dictador Perpetuo de la República del Paraguay»64.

61
Cardozo, E., op. cit., p. 56.
62
Ibidem, p. 57. Cfr. Lynch, J., op. cit., p. 310.
63
Cardozo, E., op. cit., p. 59.
64
Pastor, J., Paraguay, op. cit., pp. 313 y 314. El cónsul finalmente sería aceptado luego de su insistencia y su
explicación de que la omisión no quería en ningún caso menoscabar la dignidad del gobierno ni dudar de su inde-
pendencia.

92 Intus-Legere Historia / Año 2010, Vol. 4, Nº 2


Fundamentos rousseaunianos en la política exterior de josé gaspar...

Cardozo también hace referencia a esta visita, los motivos de ésta y su resultado:

El emisario imperial procuró la alianza paraguaya para la inminente guerra


con Argentina, pero el Dictador le formuló reclamaciones sobre las trope-
lías brasileñas en las fronteras septentrionales, solicitó armas en compra y
exigió un tratado de formal reconocimiento de la independencia paraguaya.
Prometiendo satisfacer estas exigencias, Correia da Cámara viajó a Río de
Janeiro y regresó en 1827 ya habilitado para tal efecto –los primeros con-
tactos fueron de 1825–. Esperó en Itapuá hasta el 12 de junio de 1829, en
que el Dictador le comunicó su negativa a recibirlo nuevamente porque sus
actitudes «no manifestaban sinceridad y buena fe, sino más bien siniestros
fines y sospechosas intenciones»65.

No es de extrañar que Francia, más que dudar del emisario de Brasil, haya querido evitar
una guerra por ser políticamente contrario a ella, quizás inspirado en el mismo Rousseau que
definía la guerra como el «efecto de una disposición mutua –entre dos potencias–, constante
y manifestada, de destruir al estado enemigo o al menos de debilitarlo por todos los medios
que se pueda»66. La guerra era, en definitiva, el peor tipo de violencia67 que surgía producto
sólo de la ambición del rey quien, en vez de asegurar la existencia de sus súbditos, «extrae
de ellos la suya»68.
El cálculo que debe haber hecho el doctor Francia era que un conflicto internacional podía
no sólo desestabilizar su país, sino también su gobierno. La oportunidad en que Paraguay
estuvo más cerca de un conflicto ocurrió en 1832, cuando el gobernador de Corrientes, Pedro
Ferré, en conflicto con Buenos Aires, solicitó el apoyo del dictador paraguayo. Éste, fiel a
su estilo, le contestó «que no deseaba ganar la reputación de entrometido y provocador sin
causa y sin necesidad y que sólo don Quijote andaba metiéndose en querellas ajenas»69.
Mantenía así una postura similar a la que sugería Rousseau en el Contrato Social cuando
éste se pregunta ¿qué pueblo resulta propicio a la legislación?: «el que sin mezclarse en
las querellas de sus vecinos puede resistir por su cuenta a cada uno de ellos (...) el que no
necesita de otros pueblos ni ellos de él»70.
La negativa de Francia de ir a la guerra, quizás inspirada en el sabio consejo del gi-
nebrino, desagradaría de tal manera a Ferré que ante la primera excusa –ocupación del
territorio misionero entre el Uruguay y el Aguapié ordenada por Francia para garantizar el

65
Cardozo, E., op. cit., p. 60.
66
Además hace notar que siempre se está en estado de guerra, aun cuando esta permanezca sin efecto. Rousseau, J. J., Que
el Estado de Guerra nace del Estado Social. En: Rousseau, J. J., Escritos sobre la Paz y la Guerra, op. cit., p. 57.
67
Hoffmann, S., op. cit., p. 43.
68
Rousseau, J. J., El Contrato Social, op. cit., p. 46.
69
Cardozo, E., op. cit., pp. 60 y 61.
70
Rousseau, J. J., El Contrato Social, op. cit., p. 101.

Intus-Legere Historia / Año 2010, Vol. 4, Nº 2 93


Gonzalo Serrano del Pozo

comercio con Brasil– declaró la guerra. Francia replegó sus fuerzas por la falta de militares
experimentados en la zona y más tarde le hizo saber a Ferré que: «el Paraguay no quería
ni paz ni guerra»71.
Finalmente, el gobernador de Corrientes tampoco contó con el apoyo necesario para
asegurar su victoria y la declaración quedó en nada. Ni paz, ni guerra, tal como lo estipuló
Francia, una afirmación que a simple vista puede ser imprecisa, ambigua, pero que también
aparece mencionada por Rousseau al momento de describir el estado de los hombres en
su relativa independencia: «No tenían entre ellos relaciones suficientemente constantes
para constituir ni el estado de paz ni el estado de guerra, y no eran por tanto, naturalmente
enemigos»72.
El temor a un conflicto de carácter internacional, como vemos, fue una preocupación
permanente durante las dos décadas que gobernó José Gaspar de Francia. A pesar de la se-
veridad que aplicó con sus enemigos políticos en el ámbito interno, fue lo suficientemente
astuto para impedir un conflicto externo, un mérito nada despreciable si uno considera que
los conflictos posteriores (Guerra de las Tres Fronteras y Guerra del Chaco) terminaron
desangrando a Paraguay.
A partir de estos antecedentes podemos decir que el aislamiento al cual relegó el doctor
Francia a Paraguay pudo haber tenido su causa en las concepciones que Rousseau tenía
respecto de los estados pequeños y su desconfianza sobre el sistema internacional. Éste
era visto por el ginebrino como un estado de naturaleza mundial donde prima el desorden
internacional a causa de la fragmentación de las soberanías. El ejemplo de Europa era una
muestra para este autor de que su condición era peor a que si no existiera ninguna sociedad
europea. Por lo tanto concluye, según Hoffmann, que: «era mejor estar aislado que ser
dependiente de otros»73.
El estado ideal internacional, la independencia y la autarquía se convierten, entonces, en
atributos de Estado. Sólo si el Estado es un todo absoluto puede el ciudadano ser autónomo
y, como corolario, Rousseau afirma respecto a esta condición: «La nación no será famosa,
pero será feliz. Otros no la mencionarán. Tendrá poco prestigio afuera. Pero tendrá abun-
dancia, paz y libertad adentro»74.
Una sociedad ideal, complementa Hoffmann, podría darse estando conformada sólo por
este tipo de sociedades que podrían reunirse, a su vez, en pequeñas confederaciones con
un fin eminentemente defensivo75 pero que, como veíamos, era inaplicable siquiera a la
realidad americana. De manera inconsciente, Adriano Irala realiza un comentario respecto

71
José Gaspar de Francia según Cardozo. Cardozo, E., op. cit., pp. 60 y 61.
72
Rousseau, J. J., El Contrato Social, op. cit., p. 48.
73
Hoffmann, S., op. cit., p. 45.
74
Rousseau, J. J., Discourse on Inequality, Vaughan, II, pág. 353, en: Hoffmann, S., op. cit., p. 52.
75
Ibidem, p. 53.

94 Intus-Legere Historia / Año 2010, Vol. 4, Nº 2


Fundamentos rousseaunianos en la política exterior de josé gaspar...

a la política del Dictador paraguayo que se ajusta de manera precisa al modelo confederado,
mencionado en el párrafo anterior:

Jamás el doctor Francia quiso el aislamiento por el aislamiento ni la indepen-


dencia egoísta contra los derechos de los demás o los derechos de la sociedad
internacional. Todo lo contrario: Francia miraba desesperado el horizonte
americano y europeo para descubrir algún Estado tan independiente como su
República del Paraguay, que reconociese en pie de igualdad nuestra soberanía
recién conquistada y nuestra nacionalidad76.

Un sistema confederado limitado permitía, según Rousseau, proteger a los pequeños


Estados de las guerras desencadenadas por los grandes Estados: «Ya no cabía esperar im-
pedir el choque entre los grandes Estados, cabría por lo menos mantener a los pequeños al
margen de las contiendas de aquellos»77. A partir de esta idea uno puede entender el rechazo
permanente a las alianzas ofrecidas por Buenos Aires, las provincias y Brasil, todas más
grandes que la pequeña nación paraguaya.
Resulta interesante observar que la principal crítica que hace Hoffmann al ideal de
Rousseau es que éste es utópico, por las siguientes razones:

En primer lugar, porque difícilmente pueda lograrse en tanto el mundo entero


no esté cubierto de tales comunidades; en segundo lugar, porque aun si se
hubieran extendido en todo el planeta, sólo seguirían siendo como él quería
que fueran bajo condiciones que son difíciles de imaginar (...) la pequeña
comunidad debería ser no sólo autosuficiente, sino estar aislada. Si sus
ciudadanos tuvieran algo más que contactos accidentales u ocasionales con
extranjeros, entonces podrían estar tentados de volver hacia la mala práctica
de «compararse con otros a fin de conocerse uno mismo»78.

Evidentemente que la crítica de Stanley Hoffmann no considera la aplicación que intentó


llevar a cabo el doctor Francia en el lejano Paraguay y que en este trabajo hemos analizado.
A Hoffmann sólo le sirven los modelos de Suiza y Córcega como casos de estudio para
comprender la doctrina de Rousseau, pero no incluye, por ejemplo, la clausura de los ríos
realizada por el dictador paraguayo con el fin de mantener a Paraguay aislado.
Justo Pastor se refiere a esta política de aislamiento como norma fundamental del go-
bierno de Francia:

76
Irala, A., op. cit., p. 10.
77
Truyol y Serra, A., Prólogo del libro Escritos sobre la paz y la guerra de J. J. Rousseau. En: Rousseau, J. J.,
Escritos sobre la Paz y la Guerra, op. cit., p. XII.
78
Hoffmann, S., op. cit., p. 53.

Intus-Legere Historia / Año 2010, Vol. 4, Nº 2 95


Gonzalo Serrano del Pozo

Mantúvose firme en los límites tradicionales de la provincia en Fuerte Olimpo,


para vigilar ambas márgenes del río Paraguay y reivindicando los límites
hasta el marco de Jaurú; al sur tenía guarniciones en Pilar, en Formosa y
ejercía vigilancia sobre el Chaco hasta el Bermejo; en las antiguas misiones
del Paraná sostuvo las guarniciones y llegó a enviar como jefe a su propio
ministro Juan Silvestre Ayala (...) –aunque– mantuvo abierta la puerta de
Itapuá para el comercio con Brasil79.

Efraím Cardozo también se refiere a esta excepción: «Desde 1823, el dictador permitió
a los comerciantes brasileños allegarse hasta Itapuá, donde efectuaban, bajo severo control,
un trueque que le permitía a Paraguay colocar los sobrantes de su producción y abastecerse
de los artículos que carecía»80.
Se trataba, en todo caso, de un comercio sumamente limitado. Francia parecía hacerse
cargo de la advertencia que entregaba Rousseau respecto a la dependencia económica: «Todo
pueblo que por su posición está colocado entre la alternativa del comercio o la guerra es
débil en sí mismo; depende de sus vecinos, depende de los acontecimientos; tiene siempre
una existencia incierta y breve. Subyuga y cambia de situación, o es subyugado y deja de
existir. No puede conservarse libre sino a fuerza de pequeñez o de grandeza»81. De esta forma,
se podría explicar que los barcos paraguayos terminaran pudriéndose en los puertos a raíz
de esta política de enclaustramiento que llevó a Francia a cesar todo tipo de navegación y
tráfico de personas: «Ningún paraguayo pudo salir del país y nadie ingresar a él, como no
fuera en calidad de cautivo»82.
El ejemplo más increíble –mencionado por Cardozo– fue el cautiverio del naturalista
francés Aimé Bonpland que fue capturado en 1821 por tropas paraguayas y mantenido en el
país durante diez años: «Francia sin darle ninguna explicación, le obligó a repasar frontera,
orden que cumplió con desgano, pues había sido muy feliz conviviendo con los campesinos
paraguayos»83. Las peticiones de Bolívar84, de Sucre, del Emperador de Brasil e, incluso,

79
Pastor, J., Paraguay, op. cit., pp. 313 y 314. Cfr. Lynch, J., op. cit., p. 307. Este autor advierte que también había
un tráfico desde Pilar a Argentina, se exportaba yerba y tabaco y maderas duras a cambio de armas y otras manu-
facturas, siempre bajo un estricto control gubernamental por parte del gobierno.
80
Cardozo, E., op. cit., p. 60.
81
Rousseau, J. J., El Contrato Social, op. cit., p. 99.
82
Cardozo, E., op. cit., pp. 57 y 58.
83
Ibidem, p. 59.
84
Simón Bolívar, asegura Cardozo, «ofendido por la ninguna respuesta de Francia a sus mensajes, concibió en 1825
el proyecto de conquistar Paraguay, para deponer al Dictador, liberar a Bonpland y entregar al país a Buenos
Aires. El gobierno argentino se opuso al plan, alegando serle odioso a una provincia ingresar en la unión argentina,
porque temía que el Paraguay al primer amago se entregara al Brasil y, finalmente, porque abrigaba esperanzas de
conquistar por las buenas “el corazón rebelde del gobernador Francia”», hecho que por lo demás nunca ocurrió.
Cardozo, E., op. cit., p. 60.

96 Intus-Legere Historia / Año 2010, Vol. 4, Nº 2


Fundamentos rousseaunianos en la política exterior de josé gaspar...

del rey de Francia, no conmovieron mayormente al dictador paraguayo reticente a cambiar


su política con los «intrusos»85.
Coincidente con esta política, toda posibilidad del exilio estaba clausurada, de ahí que
muchos de los que se sentían perseguidos por la dictadura decidieran desplazarse desde
Asunción hacia el interior del país86.
Pastor87 y Lynch88 coinciden en que uno de los medios para consolidarse, tanto en el
ámbito interno como externo, fue un contacto directo entre el doctor Francia, su ejército
y una red de espías. Tenientes y soldados, agrega Adriano Irala89, debían obedecer por-
que cumplían el rol de brazo de la patria y tenían que asegurar la autonomía del espacio
geopolítico, emulando quizá al ejército de ciudadanos que era preferido por Rousseau:
«defensivo, incapaz de emprender una agresión (...), pero con mayor capacidad para ha-
cer insoportable la vida de un agresor»90. Lynch calcula el ejército de Paraguay en unos
3.000 hombres; 1.500 destinados a Asunción y el resto a las fronteras91. La aplicación del
modelo rousseauniano se le facilitaba al dictador considerando una población homogénea,
eminentemente mestiza92.
Sin embargo, la supuesta aplicación, por parte de José Gaspar de Francia, de este modelo
ideal planteado por J.J. Rousseau se encuentra con una contradicción vital, planteada por
el mismo Rousseau, y que está referida al uso político de la amenaza externa por parte de
los gobernantes, como un medio para acrecentar su poder: «esta competencia global (...)
da a los líderes políticos un buen pretexto para poner o conservar al hombre «encadenado»
(...) Más tarde, los príncipes logran impedir el desarrollo de los esfuerzos internos hacia

85
Dentro de las curiosidades mencionadas por Cardozo sobre el cautiverio de Bonpland llama la atención que, al
momento de ser liberado, el naturalista al llegar a Corrientes fue despojado de sus caballos. «‘Como se ve, ya no
estamos en el Paraguay’», escribió en su diario –según este autor–. La verdad era que, bajo la férula del Dictador,
reinaba el orden más rígido. «‘El contraste es en todo concepto sorprendente con los países que cruzado hasta
ahora –escribió Grandsir, enviado por el Instituto de Francia para gestionar la libertad de Bonpland–: se viaja en
el Paraguay sin armas; las puertas de las casas apenas cierran pues todo ladrón es castigado con pena de muerte,
y aún los propietarios de la casa o comuna donde el pillaje sea cometido, están obligados a dar indemnización.
No se ven mendigos; todo el mundo trabaja’». El Paraguay era un oasis de paz en medio de la crepitante anarquía
americana». Ibidem, p. 61.
86
Irala, A., op. cit., p. 8.
87
Pastor, J., Paraguay, op. cit., p. 315.
88
Lynch, J., op. cit., p. 307.
89
Irala, A., op. cit., p. 6.
90
Rousseau, J. J., Discourse on Inequality, Vaughan, II, pp. 486-492, en: Hoffmann, S., op. cit., p. 51. Hoffmann
aclara que si bien Rousseau promueve el espíritu nacional, se trata de una forma distinta a la que tendrán después
los nacionalismos modernos, Ibidem, pp. 50 y 51.
91
Lynch compara esta cifra con la del hijo del sucesor de Francia, Francisco Solano López, que aumentó las fuerzas
a 28.000 individuos. Lynch, J., op. cit., p. 310. Cfr. Cardozo, E., op. cit., p. 57.
92
Hay que evitar la tentación de creer que Francia aprovechó las reducciones guaraníes para el desarrollo de su modelo
político-económico. Éstas fueron mantenidas por los jesuitas en las riberas del Paraná y «formaron –dice Pastor– en
realidad una república aparte de la colonia civil que se forjó en Guairá», Pastor, J., Paraguay, op. cit., p. 308.
93
Rousseau, J. J., Critique of St. Pierre´s Project, Vaughan, I, p. 389 sigs., en: Hoffmann, S., op. cit., p. 44.

Intus-Legere Historia / Año 2010, Vol. 4, Nº 2 97


Gonzalo Serrano del Pozo

el autogobierno y perpetuar la tiranía debido a las «necesidades» que la guerra impone»93.


De esta forma, agrega Hoffmann, inseguridad internacional y tiranía se refuerzan94, de la
misma manera como ocurrió con Paraguay y el gobierno de Francia.
Como podemos ver, la idea de perpetuidad mencionada por el mismo Rousseau en el
párrafo anterior, nos puede servir para retratar el gobierno ejercido por Dr. Francia durante
tantos años. Coincidencia o no, el título de Dictador Perpetuo no sólo enorgullecía de
sobremanera al gobernante sino que, además, como pudimos ver en el caso del cónsul de
Brasil, no mencionarlo «menoscaba» la dignidad del Estado.

Conclusión

La falta de fuentes para analizar los testimonios directos de J. G. de Francia y la ausencia


de rigor histórico de los historiadores que se han centrado en el dictador paraguayo, permiten
sólo haber realizado un esbozo de muchos principios y hechos que, a nuestro juicio, parecen
ser más que meras coincidencias.
En este mismo sentido, sería irresponsable y poco apegado al rigor científico que debe
tener todo estudio histórico, afirmar con certeza que la política exterior de José Gaspar de
Francia estuvo influida por las ideas que tenía Jean Jacques Rousseau a tal punto de con-
vertirse en un experimento real de la teorías del ginebrino.
Resulta necesario recurrir a otro tipo de estudios para completar este análisis. Conocer, por
ejemplo, el acceso que tuvo Francia a las obras de Rousseau. La lectura del Contrato Social
resulta obvia, pero qué ocurre con otros escritos que pudieron haber inspirado o influido a
este paraguayo y haberle dado mayores luces sobre la política exterior. ¿Habrá tenido entre
sus manos los Escritos sobre la Guerra y la Paz? Una de las pistas nos la podría entregar
un análisis de su biblioteca, sin embargo, ésta no se conservó a causa de los saqueadores.
La inspiración real o no que haya tenido el doctor Francia para llevar a cabo un tipo de
gobierno bastante peculiar en Paraguay no impide que uno pueda utilizar su historia como
un caso de estudio en el análisis científico de las relaciones internacionales.
Aunque no podemos saber si con certeza el dictador paraguayo quiso reproducir ese estado
ideal al cual se refería Rousseau, sí estamos en condiciones de señalar que, como resultado
de esta política, el desarrollo económico y el nivel de vida de las personas fue bastante
bajo: «La masa de la población, señala Lynch, los afables y dóciles guaraníes –chacareros
desorganizados y campesinos apolíticos–, fueron espectadores pasivos de la dictadura de
Francia», en un régimen donde el Estado tenía para su beneficio, esclavos95.
La imagen que nos presenta Lynch no coincide entonces con la que nos presenta el juicio
benévolo de Justo Pastor, al cual hemos hecho referencia en repetidas oportunidades, menos
con el de Irala, que asegura que las cosechas sobraban de tal manera que llegaban a podrirse
en los graneros96. Pero sí con el de Cardozo que, se refirió al «vacío cultural» dejado por el

94
Idem.
95
Lynch, J., op. cit., p. 308.
96
Irala, A., op. cit., p. 8.

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Fundamentos rousseaunianos en la política exterior de josé gaspar...

Dictador. No obstante, ello no impide que uno pueda considerar que un gobierno distinto al
llevado a cabo por este personaje, por lo menos en su política exterior, habría derivado en
cruentas luchas por mantener la independencia de su país respecto a Brasil o Buenos Aires
en una ecuación que, la historia lo demostraría más tarde en la Guerra de las Tres Fronteras,
no fue favorable a Paraguay. En ese sentido, haber sorteado con éxito enfrentamientos con
potencias mayores, fue un mérito incuestionable de la política exterior emprendida por el
Dr. Francia*.

Fuentes

Rousseau, Jean-Jacques, El Contrato Social, Traducción de Enrique Azcoaga, Madrid,


1982.

Rousseau, Jean-Jacques, Extracto del Proyecto de Paz Perpetua del Sr. Abate de Saint-
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tucionales, Madrid, 1982.

Rousseau, Jean-Jacques, Juicio del Proyecto de Paz Perpetua, en: Rousseau, J.-J., Escritos
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Rousseau, Jean-Jacques, Que el Estado de Guerra nace del Estado Social, en: Rousseau, J.-J.,
Escritos sobre la Paz y la Guerra, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1982.

Rousseau, Jean-Jacques, Discourse on Inequality, trad. de C. E. Vaughan, The Political


Writings of J.J. Rousseau (Cambridge, Eng., 1915), en: Hoffmann, Santely, Jano y Minerva,
Ensayos sobre la Guerra y la Paz, trad. de Patricia Mc Elroy, Grupo Editor Latinoameri-
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Rousseau, Jean-Jacques, L´esprit des Lois, en: Hoffmann, Santely, Jano y Minerva, En-
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Buenos Aires, 1991.

Rousseau, Jean-Jacques, Critique of St. Pierre´s Project, en: Hoffmann, Santely, Jano
y Minerva, Ensayos sobre la Guerra y la Paz, trad. de Patricia Mc Elroy, Grupo Editor
Latinoamericano, Buenos Aires, 1991.

* Artículo recibido el 18/08/2010 y aceptado el 25/09/2010.

Intus-Legere Historia / Año 2010, Vol. 4, Nº 2 99


Gonzalo Serrano del Pozo

Bibliografía

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Chaves, Julio César, El Supremo Dictador, Biografía de José Gaspar de Francia, Editorial
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Fujimoto, Kenji, «El banquete del pequeño tirano», Qué Pasa, sábado 18 de junio de 2005.

Hoffmann, Santely, Jano y Minerva, Ensayos sobre la Guerra y la Paz, trad. de Patricia
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