Fundamentos Rousseaunianos en La Política Exterior de José Gaspar de Francia, Dictador Perpetuo Del Paraguay (1816-1840)
Fundamentos Rousseaunianos en La Política Exterior de José Gaspar de Francia, Dictador Perpetuo Del Paraguay (1816-1840)
Fundamentos Rousseaunianos en La Política Exterior de José Gaspar de Francia, Dictador Perpetuo Del Paraguay (1816-1840)
En este artículo se analizan los principios que guiaron la política exterior ejercida por José
Gaspar de Francia durante los cuarenta años que estuvo en el poder en Paraguay (1816-
1840) y ver la forma en que éstos respondían a principios ilustrados, específicamente a
la percepción negativa que tenía Jean Jacques Rousseau del sistema internacional.
This article analizes the principles that guided foreign policy during the 40 years that
Jose Gaspar de Francia held power in Paraguay (1816-1840) and reflects the manner
in which these responded to illustrated principles, especially Jean Jacques Rousseau's
negative perception of the international worldwide order.
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Historia Año0718-5456
2010, Vol. /4,Año
Nº 22010, Vol. 4, Nº 2; pp. 79-100 79
Fundamentos rousseaunianos en la política exterior de josé gaspar...
Introducción
2
«Parece que no sólo la asesinó –dicen refiriéndose a la esposa de Amin– sino que la descuartizó, pues conservaba
colecciones de láminas de los manuales anatómicos. Se dice que también mató a su hijo y le comió el corazón (...)»,
Smith, G., Ghosts of Kampala, Londres, 1980, p. 34. Citado por: Johnson, P., Tiempos Modernos, Traducción /
Leal, Aníbal, Editorial Vergara, Buenos Aires, 2000, p. 656.
3
Fujimoto, K., «El banquete del pequeño tirano», Qué Pasa, sábado 18 de junio de 2005.
El nacimiento de Paraguay a la vida independiente estuvo marcado tanto por las preten-
siones hispanas de mantener su dominio en la zona, como por las aspiraciones portuguesas
de ganar la adhesión de este territorio y, especialmente, por el interés de Buenos Aires,
después de la revolución del 25 de mayo de 1810, de mantener el vínculo con esta provincia
que había formado parte del virreinato de La Plata.
Sin embargo, el espíritu independentista, y un nacionalismo paraguayo en ciernes, echaron
por tierra estas aspiraciones extranjeras. El caso más significativo: la lucha contra Buenos
Aires. Existía, dice David Bushnell, «un resentimiento por la subordinación política y eco-
nómica»4 que tenía Asunción respecto a ella. El triunfo del Comandante Manuel Anastasio
Cabañas sobre las tropas enviadas desde Buenos Aires a cargo de Manuel Belgrano, el 19
de enero de 1811, en Cerro Mbaé –bautizado después de este hecho como Cerro Porteño–,
marcaría la pauta de cual sería la actitud guaraní de aquí en adelante frente a los interven-
cionismos e intentos de apadrinamientos.
Estos hechos se consolidarían a nivel interno cuando en el mes de mayo de 1811, los
criollos lograron desbaratar una conspiración realista a cargo del gobernador Bernardo de
Velasco y Huidobro y le exigieron gobernar junto a Juan Valeriano Cevallos y al doctor
José Gaspar de Francia hasta que se estableciera un Congreso5.
Esta primera Asamblea, celebrada el 17 de junio de 1811, contó con la presidencia de
Valeriano Cevallos, Pedro Juan Caballero y el doctor Francia. Este último estuvo a cargo
del discurso inaugural y, según el autor Justo Pastor, «aprovechó la ocasión para adelantar
algunas manifestaciones de su doctrina política, basada principalmente en las ideas de
Enciclopedistas y en el Contrato Social»6.
4
Bushnell, D., La América del sur española, en: Bethell, Leslie, Historia de América Latina, Tomo 5, La indepen-
dencia, Traducción / Solá, Ángels, Editorial Crítica, Barcelona, 1981, p. 83.
5
«El 16 se suscribió un acta que fue como la fe de bautismo de la República, firmada por Pedro Juan Caballero, José
Gaspar de Francia, Juan Valeriano de Cevallos, Juan Bautista Rivarola, Vicente y Manuel Iturbe, Carlos Agüello y
Juan Bautista Acosta», Pastor, J., Paraguay. Independencia y Organización del Estado (1811-1870), en: Levene,
R., Historia de América, Tomo V, W. M. Jackson Inc. Editores, Buenos Aires, 1940, p. 299.
6
Ibidem, p. 300.
Formada la primera Junta, ésta estuvo a cargo de Yegros, mientras que José Gaspar de
Francia ocupó, junto a otros, sólo el rol de vocal, escaño desde el cual comenzó a difundir el
carácter independiente de la provincia10. Quizá esta misma falta de protagonismo fue la que
motivó al Dr. Francia a retirarse de la Junta, regresando –asegura Pastor– por la insistencias
del Cabildo y algunos jefes militares11 para negociar con Manuel Belgrano.
Este hecho permite conocer otra de las facetas del doctor Francia: su capacidad negocia-
dora. Gracias a él se impusieron las condiciones que respondían a los intereses paraguayos
consagrados en el Tratado del 12 de Octubre de 1811 en el que Buenos Aires reconocía la
independencia de Paraguay y ambas provincias se comprometían a auxiliarse mutuamente
contra los enemigos de la libertad.
Este hecho no impidió que Francia volviese a alejarse de la Junta. Desde su retiro, según
Cardozo, «se dedicó a minar los prestigios de sus colegas, haciendo cundir la versión de
sus inclinaciones porteñistas»12.
7
Ibidem, p. 303.
8
Cardozo, E., Breve Historia del Paraguay, Editorial El Lector, Paraguay, 1996, p. 51.
9
Ibidem, pp. 49 y 50.
10
Un ejemplo de esto lo constituye el Tratado de octubre de 1811 firmado por el gobierno de Buenos Aires, en el
cual se reconoció la independencia de Paraguay, se regularon las relaciones y se suprimieron algunos impuestos.
La firma fue conseguida por el Dr. Francia, a quien le tocó negociar el tratado con los ministros plenipotenciarios
de Buenos Aires, Manuel Belgrano y Manuel Echevarría. Pastor, J., op. cit., pp. 305-307.
11
Ibidem, pp. 309-310.
12
Cardozo, E., op. cit., p. 53.
Nuevas tensiones entre las provincias aseguraron la reincorporación del doctor Francia
a la Junta por petición de sus seguidores, oportunidad que aprovechó aquél para imponer
sus condiciones: «los partidarios de Buenos Aires debían ser neutralizados y uno de los
batallones puesto bajo su comando»13. Se comenzaba así a delinear un estilo que predominó
durante su gobierno absoluto de Paraguay.
El poder del Dr. Francia, no obstante, sólo vino a consolidarse cuando éste diseñó un
reglamento de Gobierno que se inspiraba en el sistema republicano de la Roma antigua. Éste
establecía un consulado anual, integrado por dos miembros que debían turnarse en el poder
cada cuatro meses. Los designados para este cargo fueron Yegros y Francia, obviamente. Para
estos fines dos curules fueron instalados en el despacho de gobierno, uno con la inscripción
de César y otro con la de Pompeyo. Francia, relata Cardozo, ocupó el primero y se agenció
para que le correspondieran dos turnos de cuatro meses del período anual14.
Las diferencias y aspiraciones entre ambos personajes impidieron la aplicación del Con-
sulado. El bagaje cultural y político de Francia por sobre la preparación militar de Yegros,
desencadenó en una forma distinta de gobierno, aprobada por el Congreso el 3 de octubre
de 1814, consistente en una dictadura, también inspirada en el sistema romano, pero que
excedía ampliamente en el tiempo de mandato al modelo latino. De seis meses se aumentó
la duración en el cargo a cinco años. De esta manera, el Dr. Francia sepultaba cualquier
aspiración política de sus contendores.
¿Cómo pudo alcanzar tanto poder? John Hoyt Williams coincide con Justo Pastor en
que fue fundamental para la consolidación de José Gaspar de Francia el apoyo de las masas
mestizas que hablaban guaraní15. En ese mismo sentido Cardozo agrega: «Aquél continuaba
gozando de prestigio en el ejército, pero en las masas hizo cundir la creencia de que solamente
un hombre del carácter y talento de Francia serían capaces de afrontar la grave situación
ocasionada por la ruptura con Buenos Aires»16. Sin embargo, el apoyo no fue unánime y
las molestias surgidas entre quienes se oponían a la designación de él como dictador por el
plazo de cinco años se hicieron presentes en ese mismo momento, pero que desaparecieron
cuando la guardia del recinto se desplegó en un sospechoso movimiento17.
13
Ibidem, pp. 53 y 54.
14
Idem.
15
Hoyt Williams, J., Paraguayan isolation under Dr. Francia: a re-evaluation, Hispanic American Historical Review,
52/1 (1972), págs. 103-109, citado por: Bushnell, D., La América del sur española, en: Bethell, L., Historia de
América Latina, Traducción de Ángels Solà, Editorial Crítica, Barcelona, 1981, pág. 83. Cfr. Pastor, J., op. cit.,
pág. 311.
16
Cardozo, E., op. cit., p. 55.
17
Idem.
¿Quién era realmente Francia? José Gaspar Rodríguez de Francia nació en Asunción el 6
de enero de 176618. De sus tiempos escolares se cuentan innumerables anécdotas, quizás la
más significativa era que ya en aquellos años sus compañeros lo llamaban «El Dictador»19.
Hizo sus estudios superiores en la Universidad de Córdoba, obtuvo allí los grados de maestro
de Filosofía y doctor en Sagrada Teología20. También se destaca en sus biografías su gusto
por el derecho; Chaves asegura que fue abogado «de crédito»21. Gracias a estas experiencias
adquiriría según Pastor una «cultura sólida y fama cimentada»22 que le permitió convertirse
en el principal protagonista de los acontecimientos, «tanto por su autoridad moral como
por su ilustración»23.
Ya vimos el momento en que la vida de Rodríguez de Francia converge con la Historia de
Paraguay, hasta esta parte no existen grandes diferencias respecto al resto de los gobiernos
que se sucedieron en la mayoría de los países de Latinoamérica luego de la independencia
y durante el traumático proceso de la autodeterminación. Los rasgos distintivos se suceden
cuando las dos historias se confunden y comienza a destacarse la personalidad de Francia
y su particular proyecto político. Es más, la petición expresa por parte del Dr. Francia de
que el sueldo que le había asignado el Congreso como dictador fuese reducido a un tercio24
aparece como una mera anécdota de una personalidad particular, caracterizada por Fray J.
M. Velasco del siguiente modo:
18
El paraguayo Marco Antonio Laconich escribió un libro completo (98 páginas) dedicado a resolver el misterio del
año de nacimiento de José Gaspar de Francia llegando a la conclusión de que el año exacto fue 1766. Laconich,
M. A., El Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia, Supremo Dictador de la República del Paraguay, s/e, Asunción,
1976.
19
Chaves, J. C., El Supremo Dictador, Biografía de José Gaspar de Francia, Editorial Difusam, Buenos Aires, 1942,
p. 33.
20
Pastor, J., La vida solitaria del Dr. José Gaspar de Francia, Dictador del Paraguay, editorial Ateneo, Buenos
Aires, 1937, p. 24.
21
Chaves, J. C., op. cit., p. 30.
22
Pastor, J., Paraguay, p. 303.
23
Idem. Justo Pastor agrega a estos datos la ascendencia de Francia: «Era hijo legítimo –dice un documento– de padres
notoriamente nobles como fueron don García Rodríguez de Francia, nacido en Mariana, distrito de Río de Janeiro,
antiguo capitán contratado por la provincia y de doña María Josefa de Velasco y Yegros». Curiosamente se cita un
«documento» que avala la legitimidad de Francia, pero no se hace referencia a cuál. Pastor, J., Paraguay, op. cit.,
p. 303.
24
Ibidem, p. 312.
25
La cita supuestamente de J. M. Velazco aparece en el libro de Cardozo, pero sin ningún tipo de referencia, lo mismo
ocurre con algunos comentarios de José Gaspar de Francia que citaremos más adelante. Cardozo, E., op. cit., p. 56.
Con el transcurrir del tiempo, Francia se vio impedido de llevar a la práctica los principios
ilustrados que lo inspiraban debido a las trabas gubernativas que aún existían en el sistema
político paraguayo; por ello exigió para sí mayores poderes. Los diputados Miguel Ibáñez
y Miguel Noceda fueron quienes le facilitaron las cosas designándolo en 1816, Dictador
Perpetuo, «con cargo de ser sin ejemplar, vale decir, que debía ser el único»26. Se le aceptó,
agrega John Lynch, «porque pareció ser el único líder capaz de defender la independencia
de Paraguay»27. Una idea que, como habíamos dicho anteriormente, el mismo dictador se
había preocupado de inculcar.
De aquí en adelante podríamos enredarnos en la maraña histórica que cubre su gobierno
y que responde a las posturas políticas que están detrás de los historiadores que han abor-
dado el gobierno del doctor Francia y que se asemeja bastante, por citar un caso cercano, a
los estudios que se han hecho de Diego Portales, siendo muchas veces representado por las
facciones conservadoras como el formador del Estado en Chile y, por aquellas liberales que
critican este supuesto, como el autor de un gobierno basado en el personalismo28.
La descripción que hace del gobierno de José Gaspar de Francia su compatriota Adriano
Irala29 no resiste mayor análisis por la falta de rigor histórico y por tratarse de un conteni-
do cargado de nacionalismo30. Igualmente, aunque con un poco más de objetividad, otro
compatriota suyo, Justo Pastor, también es generoso en elogios para Francia: trabajador
incansable, fomentador de la agricultura y de la industria; organizador personal del ejército;
creó escuelas e hizo caminos; recto y honrado en las cosas públicas; de virtudes probadas y
carácter duro y recio; era célibe, austero y misterioso; nunca otorgó favoritismos; cobraba
una mínima parte del sueldo que le otorgó el Congreso; vestía con sencillez, etc.31 Y como
corolario de esta apología agrega:
26
Pastor, J., Paraguay, op. cit., p. 312.
27
Lynch, J., Las Repúblicas del Río de la Plata, en: Bethell, L., Historia de América Latina, Tomo 6, América Latina
independiente, Traducción de Ángels Solà, Editorial Crítica, Barcelona, 1981, p. 307.
28
Villalobos, S., Portales. Una falsificación histórica, Editorial Universitaria, Santiago, 2005, pp. 14-26.
29
Irala, A., La Ideología Política del Doctor Francia, Carlos Schauman Editor, Segunda Edición, Paraguay, 1988.
30
Algunos ejemplos: «Nuestra historia, desde sus más remotos orígenes, es una lucha constante frente a la naturaleza,
a los vecinos, a los hombres; José Gaspar de Francia blandió como ariete su idea clara de que el Paraguay, formando
parte de una comunidad americana, poseía idiosincrasia propia», Ibidem, pp. 5 y ss.
31
Pastor, J., Paraguay, op. cit., pp. 312-316.
32
Ibidem, p. 316. El destacado es nuestro.
Los paraguayos amaban con amor de patria su tierra, fértil y hermosa, que
defendieron constantemente contra enemigos internos y externos, que grandes
ríos, montañas y desiertos separaban y aislaban de otras comunidades, y que
sustentaban una economía no suficientemente próspera debido a la situación
mediterránea y a las anomalías fiscales, pero bastante para sus necesidades
y para una vida modestamente holgada y feliz37.
Continuando con el análisis de Cardozo, las primeras medidas de la Junta de 1812 apare-
cían como las indicadas para continuar con esta línea de desarrollo: Creación de la Escuela
Militar, una cátedra de matemáticas, y una Sociedad Patriótica Literaria, encargada de la
instrucción pública; reapertura del Seminario y adquisición de libros para una biblioteca
pública; también se tomaron acciones para promover la agricultura, el comercio, la nave-
gación y la población de los desiertos del Chaco38.
En contraposición a los intereses de la Junta, en uno de los capítulos de su libro, el mismo
Cardozo resume el «Vacío Cultural»39 dejado por Francia:
33
Pastor, J., La vida solitaria, op. cit., pp 103-107.
34
«Por delito de conspiración hizo fusilar a los próceres de Mayo, entre ellos Yegros, Iturbe y Montiel. El capitán
Caballero prefirió suicidarse. Antonio Tomás Yegros se refugió en el campo», Pastor, J., Paraguay, op. cit., p. 312.
35
Ibidem, pp. 312 y 313.
36
Cardozo, E., op. cit., p. 57.
37
Ibidem, p. 49. El destacado es nuestro.
38
Ibidem, p. 53.
39
Ibidem, p. 61.
llegó a pensar en abrir una biblioteca pública (...) En la etapa más difícil
de la vida nacional, se paralizó, durante un cuarto de siglo, el proceso de la
formación cultural, vacío que habría de ser de irreparables consecuencias
en el porvenir40.
Quizá el estudio más acabado y riguroso que se haya hecho sobre el periodo del Dr.
Francia sea el de Julio Chaves42 quien ha elaborado una historia de la época apoyado en una
serie de fuentes primarias y secundarias, apoyando cada uno de sus dichos en informes del
dictador a sus delegados como también relatos de los contemporáneos a él.
Si hay un punto en el que coinciden los historiadores que le han dedicado algunas líneas
a José Gaspar de Francia es en el fundamento ilustrado que guiaba su gobierno, principal-
mente la influencia de Jean Jacques Rousseau en su política interna.
Quien más se aventura en este ámbito es Justo Pastor quien asegura que la obra más
importante de Rosseau fue la principal inspiración para la obra del mandatario:
Razonaba como buen lector del Contrato Social, que «la naturaleza ha hecho
bueno al hombre y sólo la sociedad lo ha corrompido» (...) El Estado es fruto
del Contrato: la sociedad es su consentimiento43.
40
Ibidem, pp. 61 y 62.
41
Ibidem, p. 62.
42
Chaves, J. C., op. cit.
43
Pastor, J., La vida solitaria, op. cit., p. 86.
Así como ésta, existen continuas alusiones a la inspiración que tuvo Francia en J. J.
Rousseau, el autor va más allá y dedica uno de los capítulos a la aventurada comparación
de Francia con Robespierre como seguidores de Rousseau: «Dos discípulos de Juan Jacobo:
Maximiliano y José Gaspar»44. Y asegura a este respecto:
Otro autor, Cardozo, también hace referencia a la admiración que sentía el Dictador por
los romanos y por el ginebrino:
Respecto al primer punto –la admiración por Roma– ésta quedó de manifiesto en el fugaz
intento de llevar a cabo la conducción de Paraguay a través de dos cónsules. Una admiración
que pudiera no ser casual considerando que Rousseau la utilizaba como ejemplo de buen
gobierno. Así se desprende, por citar un caso, de la nota añadida a la edición del Contrato
Social de 1782: «Los romanos son los que menos a menudo quebrantaron sus leyes, y son
los únicos que las tuvieron tan bellas»47.
Más allá del análisis que hace Cardozo de la política interna de Paraguay, lo que a noso-
tros nos interesa es ver cómo la política exterior aplicada por el doctor Francia durante los
veinticuatro años que duró su Dictadura Permanente, y que estuvo marcada por la suspicacia
hacia sus vecinos, podría haberse inspirado en la concepción que tenía Rousseau sobre la
44
Ibidem, op. cit., pp. 73-82.
45
Ibidem, p. 76.
46
Cardozo, E., op. cit., p. 56. El destacado es nuestro.
47
Rousseau, J. J., El Contrato Social, Traducción de Enrique Azcoaga, Madrid, 1982, p. 49.
política exterior, para quien la realidad internacional se podía definir como un «violento
estado de cosas»48.
El contexto sudamericano aconsejaba al Dr. Francia temer posibles intervenciones y
mantener a su Paraguay «puro». Su mentor intelectual de igual manera teorizaba respecto
a las bondades de esta naturaleza incorrupta de los orígenes, un estado caracterizado por
«hombres agraciados por una naturaleza generosa, que les proveía de más bienes de los
que necesitaban; había espacio suficiente para impedir que sus deseos excedieran sus ne-
cesidades»49.
La sociedad de facto se contrapondría a este estado, puesto que no forma parte de su
naturaleza, sino que surge de una combinación de accidentes y necesidades físicas. La so-
ciedad representa para el ginebrino una «caída genuina que afecta a la humanidad después
de que aparecen los asentamientos, a medida que las comunicaciones y los contactos se
desarrollan, la propiedad se propaga, y la desigualdad se instala»50.
El hombre, según el análisis que hace Hoffmann de Rousseau, ha perdido la libertad
natural, como también su independencia y su inocencia original. «Su condición es el peor
de todos los mundos posibles, pues él no goza ni de la vieja y negativa libertad que está
perdida para siempre, ni de la nueva y positiva a la cual puede aspirar»51. Esta inseguridad
sería entonces la que gatillaría la violencia.
A partir de estos principios referidos a la naturaleza humana, uno puede extender este
análisis al ámbito internacional. Según Rousseau, dentro de éste los factores de inseguri-
dad serían dos: el primero, la dependencia económica, «como si fuera la manzana de la
serpiente»52, apunta Hoffmann. Y, como segundo factor, la desigualdad de los estados,
pues aquí se reproduce de la misma manera los problemas que surgen en la sociedad con
los hombres en donde la división del trabajo es combustible del conflicto social53. Ambos
juicios serían claves para entender por qué el Dr. Francia se oponía a la unión con cualquier
otra potencia de mayor envergadura.
La pequeñez de su estado, por lo demás, no significaba una desventaja. Los estrechos
límites a los cuales había sido reducido el estado paraguayo a partir de su independencia54
48
Rousseau, J. J., Extracto del Proyecto de Paz Perpetua del Sr. Abate de Saint-Pierre. En: Rousseau, J. J., Escritos
sobre la Paz y la Guerra, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1982, p. XII.
49
Rousseau, J. J., Discourse on Inequality, en Vaughan, C. E., The Political Writings of J. J. Rousseau, (Cambridge,
Eng., 1915) I, 159 sigs., 203 sigs. En: Hoffmann, S., Jano y Minerva, Ensayos sobre la Guerra y la Paz, Traducción
de Patricia Mc Elroy, Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 1991, p. 38.
50
Rousseau, J. J., L´esprit des Lois, Libro I, cap. 3, en: Hoffmann, S., op. cit., p. 39.
51
Hoffmann, S., op. cit., pp. 39-40.
52
Ibidem, p. 42.
53
Idem.
54
"La «provincia gigante de Indias» fue reducida extraordinariamente. El núcleo principal de su población se fijó en
las riberas del Río Paraguay desde su confluencia con el Paraná hasta las posesiones portuguesas del norte; en el
Centro, Cordilleras y Yerbales; hacia el Salto del Guairá y las riberas del río Paraguay desde su confluencia con el
Paraná hasta las posesiones portuguesas del norte". Pastor, J., Paraguay, op. cit., p. 308.
permiten imaginar que el doctor Francia haya visto que Paraguay cumplía con los requi-
sitos sugeridos por Rousseau para llevar a cabo un bueno gobierno. Uno de ellos: «No ser
demasiado grande para que pueda ser gobernado, ni demasiado pequeño para que pueda
sostener (...) Siendo, en general y proporcionalmente, más fuerte un Estado pequeño que uno
grande»55. En este sentido, no sería casual la constante oposición del mandatario paraguayo
de unirse a las provincias que conformaban el antiguo virreinato de La Plata, considerando
que el mismo ginebrino daba cuenta de lo perjudicial que resultaban estas conformaciones,
según como se puede leer a continuación:
La administración se torna más difícil cuanto mayores son las distancias (...)
Se hace también más onerosa a medida que los grados se multiplican, pues
cada ciudad, como ocurre con cada distrito, tiene la suya, que el pueblo paga;
luego vienen los grandes gobiernos, las satrapías, los virreinatos, que hay
que pagar en la medida que se asciende y siempre a expensas del desdichado
pueblo, y, por último la administración suprema, que lo consume todo56.
Para ello sería necesario que la suma de los intereses particulares no fuese
mayor que el interés común y que cada cual creyera ver en el bien de todos
el mayor bien que pudiese esperarse de sí mismo. Por tanto se requiere
una coincidencia de sensatez en tantas cabezas y una correlación de tantos
intereses que apenas se puede esperar del azar reunión casual de todas las
circunstancias necesarias60.
55
Rousseau, J. J., El Contrato Social, op. cit., p. 95.
56
Ibidem, pp. 95-96. El destacado es nuestro.
57
Rousseau, J. J., Juicio del Proyecto de Paz Perpetua. En: Rousseau, J. J., Escritos sobre la Paz y la Guerra, op.
cit., pp. 37-48.
58
Rousseau, J. J., Extracto del Proyecto de Paz Perpetua del Sr. Abate de Saint-Pierre. En: Rousseau, J. J., Escritos
sobre la Paz y la Guerra, op. cit., pp. 13 y sigs.
59
Rousseau, J. J., El Contrato Social, op. cit., p. 32.
60
Rousseau, J. J., Juicio del Proyecto de Paz Perpetua, op. cit., p. 42.
61
Cardozo, E., op. cit., p. 56.
62
Ibidem, p. 57. Cfr. Lynch, J., op. cit., p. 310.
63
Cardozo, E., op. cit., p. 59.
64
Pastor, J., Paraguay, op. cit., pp. 313 y 314. El cónsul finalmente sería aceptado luego de su insistencia y su
explicación de que la omisión no quería en ningún caso menoscabar la dignidad del gobierno ni dudar de su inde-
pendencia.
Cardozo también hace referencia a esta visita, los motivos de ésta y su resultado:
No es de extrañar que Francia, más que dudar del emisario de Brasil, haya querido evitar
una guerra por ser políticamente contrario a ella, quizás inspirado en el mismo Rousseau que
definía la guerra como el «efecto de una disposición mutua –entre dos potencias–, constante
y manifestada, de destruir al estado enemigo o al menos de debilitarlo por todos los medios
que se pueda»66. La guerra era, en definitiva, el peor tipo de violencia67 que surgía producto
sólo de la ambición del rey quien, en vez de asegurar la existencia de sus súbditos, «extrae
de ellos la suya»68.
El cálculo que debe haber hecho el doctor Francia era que un conflicto internacional podía
no sólo desestabilizar su país, sino también su gobierno. La oportunidad en que Paraguay
estuvo más cerca de un conflicto ocurrió en 1832, cuando el gobernador de Corrientes, Pedro
Ferré, en conflicto con Buenos Aires, solicitó el apoyo del dictador paraguayo. Éste, fiel a
su estilo, le contestó «que no deseaba ganar la reputación de entrometido y provocador sin
causa y sin necesidad y que sólo don Quijote andaba metiéndose en querellas ajenas»69.
Mantenía así una postura similar a la que sugería Rousseau en el Contrato Social cuando
éste se pregunta ¿qué pueblo resulta propicio a la legislación?: «el que sin mezclarse en
las querellas de sus vecinos puede resistir por su cuenta a cada uno de ellos (...) el que no
necesita de otros pueblos ni ellos de él»70.
La negativa de Francia de ir a la guerra, quizás inspirada en el sabio consejo del gi-
nebrino, desagradaría de tal manera a Ferré que ante la primera excusa –ocupación del
territorio misionero entre el Uruguay y el Aguapié ordenada por Francia para garantizar el
65
Cardozo, E., op. cit., p. 60.
66
Además hace notar que siempre se está en estado de guerra, aun cuando esta permanezca sin efecto. Rousseau, J. J., Que
el Estado de Guerra nace del Estado Social. En: Rousseau, J. J., Escritos sobre la Paz y la Guerra, op. cit., p. 57.
67
Hoffmann, S., op. cit., p. 43.
68
Rousseau, J. J., El Contrato Social, op. cit., p. 46.
69
Cardozo, E., op. cit., pp. 60 y 61.
70
Rousseau, J. J., El Contrato Social, op. cit., p. 101.
comercio con Brasil– declaró la guerra. Francia replegó sus fuerzas por la falta de militares
experimentados en la zona y más tarde le hizo saber a Ferré que: «el Paraguay no quería
ni paz ni guerra»71.
Finalmente, el gobernador de Corrientes tampoco contó con el apoyo necesario para
asegurar su victoria y la declaración quedó en nada. Ni paz, ni guerra, tal como lo estipuló
Francia, una afirmación que a simple vista puede ser imprecisa, ambigua, pero que también
aparece mencionada por Rousseau al momento de describir el estado de los hombres en
su relativa independencia: «No tenían entre ellos relaciones suficientemente constantes
para constituir ni el estado de paz ni el estado de guerra, y no eran por tanto, naturalmente
enemigos»72.
El temor a un conflicto de carácter internacional, como vemos, fue una preocupación
permanente durante las dos décadas que gobernó José Gaspar de Francia. A pesar de la se-
veridad que aplicó con sus enemigos políticos en el ámbito interno, fue lo suficientemente
astuto para impedir un conflicto externo, un mérito nada despreciable si uno considera que
los conflictos posteriores (Guerra de las Tres Fronteras y Guerra del Chaco) terminaron
desangrando a Paraguay.
A partir de estos antecedentes podemos decir que el aislamiento al cual relegó el doctor
Francia a Paraguay pudo haber tenido su causa en las concepciones que Rousseau tenía
respecto de los estados pequeños y su desconfianza sobre el sistema internacional. Éste
era visto por el ginebrino como un estado de naturaleza mundial donde prima el desorden
internacional a causa de la fragmentación de las soberanías. El ejemplo de Europa era una
muestra para este autor de que su condición era peor a que si no existiera ninguna sociedad
europea. Por lo tanto concluye, según Hoffmann, que: «era mejor estar aislado que ser
dependiente de otros»73.
El estado ideal internacional, la independencia y la autarquía se convierten, entonces, en
atributos de Estado. Sólo si el Estado es un todo absoluto puede el ciudadano ser autónomo
y, como corolario, Rousseau afirma respecto a esta condición: «La nación no será famosa,
pero será feliz. Otros no la mencionarán. Tendrá poco prestigio afuera. Pero tendrá abun-
dancia, paz y libertad adentro»74.
Una sociedad ideal, complementa Hoffmann, podría darse estando conformada sólo por
este tipo de sociedades que podrían reunirse, a su vez, en pequeñas confederaciones con
un fin eminentemente defensivo75 pero que, como veíamos, era inaplicable siquiera a la
realidad americana. De manera inconsciente, Adriano Irala realiza un comentario respecto
71
José Gaspar de Francia según Cardozo. Cardozo, E., op. cit., pp. 60 y 61.
72
Rousseau, J. J., El Contrato Social, op. cit., p. 48.
73
Hoffmann, S., op. cit., p. 45.
74
Rousseau, J. J., Discourse on Inequality, Vaughan, II, pág. 353, en: Hoffmann, S., op. cit., p. 52.
75
Ibidem, p. 53.
a la política del Dictador paraguayo que se ajusta de manera precisa al modelo confederado,
mencionado en el párrafo anterior:
76
Irala, A., op. cit., p. 10.
77
Truyol y Serra, A., Prólogo del libro Escritos sobre la paz y la guerra de J. J. Rousseau. En: Rousseau, J. J.,
Escritos sobre la Paz y la Guerra, op. cit., p. XII.
78
Hoffmann, S., op. cit., p. 53.
Efraím Cardozo también se refiere a esta excepción: «Desde 1823, el dictador permitió
a los comerciantes brasileños allegarse hasta Itapuá, donde efectuaban, bajo severo control,
un trueque que le permitía a Paraguay colocar los sobrantes de su producción y abastecerse
de los artículos que carecía»80.
Se trataba, en todo caso, de un comercio sumamente limitado. Francia parecía hacerse
cargo de la advertencia que entregaba Rousseau respecto a la dependencia económica: «Todo
pueblo que por su posición está colocado entre la alternativa del comercio o la guerra es
débil en sí mismo; depende de sus vecinos, depende de los acontecimientos; tiene siempre
una existencia incierta y breve. Subyuga y cambia de situación, o es subyugado y deja de
existir. No puede conservarse libre sino a fuerza de pequeñez o de grandeza»81. De esta forma,
se podría explicar que los barcos paraguayos terminaran pudriéndose en los puertos a raíz
de esta política de enclaustramiento que llevó a Francia a cesar todo tipo de navegación y
tráfico de personas: «Ningún paraguayo pudo salir del país y nadie ingresar a él, como no
fuera en calidad de cautivo»82.
El ejemplo más increíble –mencionado por Cardozo– fue el cautiverio del naturalista
francés Aimé Bonpland que fue capturado en 1821 por tropas paraguayas y mantenido en el
país durante diez años: «Francia sin darle ninguna explicación, le obligó a repasar frontera,
orden que cumplió con desgano, pues había sido muy feliz conviviendo con los campesinos
paraguayos»83. Las peticiones de Bolívar84, de Sucre, del Emperador de Brasil e, incluso,
79
Pastor, J., Paraguay, op. cit., pp. 313 y 314. Cfr. Lynch, J., op. cit., p. 307. Este autor advierte que también había
un tráfico desde Pilar a Argentina, se exportaba yerba y tabaco y maderas duras a cambio de armas y otras manu-
facturas, siempre bajo un estricto control gubernamental por parte del gobierno.
80
Cardozo, E., op. cit., p. 60.
81
Rousseau, J. J., El Contrato Social, op. cit., p. 99.
82
Cardozo, E., op. cit., pp. 57 y 58.
83
Ibidem, p. 59.
84
Simón Bolívar, asegura Cardozo, «ofendido por la ninguna respuesta de Francia a sus mensajes, concibió en 1825
el proyecto de conquistar Paraguay, para deponer al Dictador, liberar a Bonpland y entregar al país a Buenos
Aires. El gobierno argentino se opuso al plan, alegando serle odioso a una provincia ingresar en la unión argentina,
porque temía que el Paraguay al primer amago se entregara al Brasil y, finalmente, porque abrigaba esperanzas de
conquistar por las buenas “el corazón rebelde del gobernador Francia”», hecho que por lo demás nunca ocurrió.
Cardozo, E., op. cit., p. 60.
85
Dentro de las curiosidades mencionadas por Cardozo sobre el cautiverio de Bonpland llama la atención que, al
momento de ser liberado, el naturalista al llegar a Corrientes fue despojado de sus caballos. «‘Como se ve, ya no
estamos en el Paraguay’», escribió en su diario –según este autor–. La verdad era que, bajo la férula del Dictador,
reinaba el orden más rígido. «‘El contraste es en todo concepto sorprendente con los países que cruzado hasta
ahora –escribió Grandsir, enviado por el Instituto de Francia para gestionar la libertad de Bonpland–: se viaja en
el Paraguay sin armas; las puertas de las casas apenas cierran pues todo ladrón es castigado con pena de muerte,
y aún los propietarios de la casa o comuna donde el pillaje sea cometido, están obligados a dar indemnización.
No se ven mendigos; todo el mundo trabaja’». El Paraguay era un oasis de paz en medio de la crepitante anarquía
americana». Ibidem, p. 61.
86
Irala, A., op. cit., p. 8.
87
Pastor, J., Paraguay, op. cit., p. 315.
88
Lynch, J., op. cit., p. 307.
89
Irala, A., op. cit., p. 6.
90
Rousseau, J. J., Discourse on Inequality, Vaughan, II, pp. 486-492, en: Hoffmann, S., op. cit., p. 51. Hoffmann
aclara que si bien Rousseau promueve el espíritu nacional, se trata de una forma distinta a la que tendrán después
los nacionalismos modernos, Ibidem, pp. 50 y 51.
91
Lynch compara esta cifra con la del hijo del sucesor de Francia, Francisco Solano López, que aumentó las fuerzas
a 28.000 individuos. Lynch, J., op. cit., p. 310. Cfr. Cardozo, E., op. cit., p. 57.
92
Hay que evitar la tentación de creer que Francia aprovechó las reducciones guaraníes para el desarrollo de su modelo
político-económico. Éstas fueron mantenidas por los jesuitas en las riberas del Paraná y «formaron –dice Pastor– en
realidad una república aparte de la colonia civil que se forjó en Guairá», Pastor, J., Paraguay, op. cit., p. 308.
93
Rousseau, J. J., Critique of St. Pierre´s Project, Vaughan, I, p. 389 sigs., en: Hoffmann, S., op. cit., p. 44.
Conclusión
94
Idem.
95
Lynch, J., op. cit., p. 308.
96
Irala, A., op. cit., p. 8.
Dictador. No obstante, ello no impide que uno pueda considerar que un gobierno distinto al
llevado a cabo por este personaje, por lo menos en su política exterior, habría derivado en
cruentas luchas por mantener la independencia de su país respecto a Brasil o Buenos Aires
en una ecuación que, la historia lo demostraría más tarde en la Guerra de las Tres Fronteras,
no fue favorable a Paraguay. En ese sentido, haber sorteado con éxito enfrentamientos con
potencias mayores, fue un mérito incuestionable de la política exterior emprendida por el
Dr. Francia*.
Fuentes
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sobre la Paz y la Guerra, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1982.
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Rousseau, Jean-Jacques, L´esprit des Lois, en: Hoffmann, Santely, Jano y Minerva, En-
sayos sobre la Guerra y la Paz, trad. de Patricia Mc Elroy, Grupo Editor Latinoamericano,
Buenos Aires, 1991.
Rousseau, Jean-Jacques, Critique of St. Pierre´s Project, en: Hoffmann, Santely, Jano
y Minerva, Ensayos sobre la Guerra y la Paz, trad. de Patricia Mc Elroy, Grupo Editor
Latinoamericano, Buenos Aires, 1991.
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