Sarmiento Brandy U2T1a1
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HONDURAS
Sección: 0900
El hombre es una realidad activa que transforma tanto la naturaleza exterior como su propia
naturaleza, el hombre es el animal que menos leyes naturales posee, por lo tanto, no es la
naturaleza la fuente de criterios que impone una conducta moral a este. La naturaleza y el
hombre se interrelacionan entre sí y es aquí cuando ambos cobran su realidad y su
estructura definitiva.
El genero humano es el que esta vinculado directamente con la naturaleza, y son una
estructura unitaria, cualquier actividad social del hombre es una actividad transformadora
de la naturaleza. Todas las estructuras sociales han tenido un proceso histórico en el cual se
han apropiado de posibilidades anteriores y por lo tanto han logrado una evolución
ascendente para la humanidad. Han sido las distintas épocas por las que el hombre ha
pasado las cuales las que nos han dado las posibilidades de defendernos y poder controlar el
mundo natural. Cada vez somos mas dueños de la naturaleza externa y de nuestra propia
naturaleza y gracias a esto podemos mejorar la vida de nuestra a especie.
El criterio moral que encontramos en la relación del hombre con la naturaleza es que son
preferibles todas las posibilidades que conduzcan a un mejor aprovechamiento de la
naturaleza en beneficio de la especie humana. Por lo tanto, seria inmoral no usar las
posibilidades que nos da la naturaleza, para ayudar a nuestra especie, pero muchas veces no
podemos hacer uso de ella porque no queramos sino porque las grandes estructuras
económicas y sociales, han organizado su actividad social de manera que sea imposible
beneficiar a toda nuestra especie humana.
Pero para condenar moralmente estas estructuras tendríamos que preguntarnos por las
posibilidades que tiene la especie humana para organizarse de otra manera, pero al
preguntarnos esto entraríamos en la enajenación.
Tanto el subsistema económico, como el sociopolítico o el ideológico están enajenados
respecto a la actividad de los hombres que los han creado. El hombre no es dueño de su
actividad social, sino que ésta se independiza del control racional del género humano y se
convierte en una actividad aparentemente “autónoma”.
La ética se pregunta si le enajenación es moralmente mala o condenable, cualquiera podría
pensar que, si es condenable ya que supone una negación de nosotros mismos, pero antes
de hacer un juicio moral tenemos que pensar si es superable o no la enajenación en algún
momento histórico, ya que en épocas del pasado no había un desarrollo suficiente de los
medios técnicos para que el hombre llevara una vida racionalmente por el mismo. Por lo
tanto, la enajenación no es éticamente negativa cuando no es superable.
Pero todo cambia cuando el hombre dispone de posibilidades para llevar una vida social no
enajenada. Ya que los medios técnicos y productivos se han desarrollado lo suficiente y el
hombre puede dominar la naturaleza sin necesidad de enajenar su vida social. Entonces la
enajenación económica, sociopolítica o ideológica es ya condenable moralmente, porque ya
existe la posibilidad de que sea superada. Si el hombre no ordena u organiza todas sus
actividades sociales, teniendo ya la posibilidad de hacerlo, es porque el ha organizado su
actividad social de una manera inmoral.
Es por ello que los dos criterios que llega a plantear el autor son: “una actividad humana es
más moral en la medida en que opta por las posibilidades que más conducen a un dominio
armonioso y progresivo del hombre sobre la naturaleza, liberándolo de sus inclemencias y
facilitándole una vida segura y digna”. En segundo lugar, seria, “son moralmente valiosas
aquellas actividades humanas que optan por posibilidades conducentes hacia un mayor
control de los hombres sobre las estructuras de su actividad social, ya sea en el campo
económico, político o ideológico”. Estos dos criterios se interrelacionan entre si ya que no
hay liberación de la naturaleza si no hay liberación de lo social y viceversa.
Estos dos criterios que se han formulado sirven para juzgar la actividad socialmente
organizada del hombre y para valorar la conducta individual de los hombres. La conciencia
individual solamente es fuente de moralidad cuando forma parte del mundo social e
histórico. No se puede juzgar una actividad fuera de las posibilidades reales que la sociedad
le ofrece. La libertad individual es libertad concreta, y la concreción de esa libertad está
dada en buena medida por factores sociales que la delimitan. Para considerar moralmente
la ética individual, por tanto, es conveniente comenzar por situar socialmente la libertad
concreta del individuo. Una vez situada, se le pueden aplicar los criterios éticos que hemos
formulados y si una conducta individual hace omisión de estos criterios será moralmente
condenable. En definitiva, hay que afirmar que el uso ético de la libertad concreta
individual es aquél que contribuye, en la medida de sus posibilidades, a la liberación plena
del hombre.
Esto nos lleva a la formulación de un tercer criterio ético que nos sirve para valorar las
actividades individuales: “es éticamente más valiosa aquella actividad individual que tienda
hacia la liberación de una persona, aumentando así las posibilidades que se le ofrecen a su
libertad concreta”. Recíprocamente, es éticamente negativa toda actividad individual que
tienda a mantener o a estrechar los límites de la libertad individual.