La Conquesta Dels Maies, Astesques I Inques
La Conquesta Dels Maies, Astesques I Inques
La Conquesta Dels Maies, Astesques I Inques
Tras las caída de la capital azteca, Tenochtitlán, en 1521, Hernán Cortés mandó Pedro
de Alvarado a Guatemala con una caballería de 180 hombres montados, una infantería
de 300 soldados, 4 cañones y miles de guerreros aliados del centro de México; llegaron
en Soconusco en 1523. Alvarado conquistó la capital del reino quiché, Q’umarkaj, en
1524. Poco después, los españoles fueron invitados como aliados en Iximché, la ciudad
capital del reino kaqchikel. Las buenas relaciones no duraron debido a las excesivas
demandas tributarias en oro de parte de los españoles, y la ciudad fue abandonada unos
meses más tarde. Esto fue seguido por la caída de Zaculeu, la capital mam, en 1525.
Francisco de Montejo y su hijo, Francisco de Montejo «el Mozo», lanzaron una larga
serie de campañas contra las ciudades mayas de la península de Yucatán en 1527, y
finalmente completaron la conquista de la parte norte de la península en 1546.97 Sólo
los reinos mayas de la cuenca del Petén permanecieron independientes.98 En 1697,
Martín de Urzúa lanzó un asalto contra la capital itzá, Nojpetén, que culminó en la caída
de la última ciudad maya independiente.
En 1519 Hernán Cortés zarpó desde Cuba al frente de una expedición exploratoria de 11
navíos, más de 500 soldados y 16 caballos. Al llegar al territorio de Yucatán, Cortés
tuvo noticias de una tierra muy rica que se hallaba hacia el noroeste. Dirigiéndose hacia
allí, Cortés arribó a la costa oriental de lo que hoy es México, donde fundó Veracruz.
De ahí avanzó por tierra en dirección a Tenochtitlán, a pesar de haber recibido órdenes
de esperar refuerzos en la costa. Con la ayuda de una intérprete nativa de nombre
Malintzín (“la Malinche”), Cortés supo de Tenochtitlán, de su rey Moctezuma y de las
riquezas que poseía. Cortés también descubrió que las tribus que encontraba a su paso
resentían la autoridad que el imperio azteca tenía sobre ellas, y rápidamente les ofreció
su ayuda contra los tenochcas a cambio de obtener de ellos refuerzos, albergue y
alimentos. Los aliados más poderosos de Cortés fueron los tlaxcaltecas, quienes habían
resistido tenazmente los intentos de conquista de los aztecas.
El primer intento de tomar la ciudad en 1519 fue desastroso para los españoles. A su
llegada, los españoles fueron tratados como huéspedes honrosos, pero Cortés se dio
cuenta rápidamente de la situación desventajosa en que se encontraba, y tomó prisionero
a Moctezuma en su propio palacio. Cortés tuvo que defenderse luego de un ataque
español en la costa y de una sublevación indígena en la capital que cercó a los
españoles. Después de una batalla larga y sangrienta en la que murió Moctezuma
apedreado por sus súbditos y en la cual Cortés perdió gran parte de su ejército, los
sobrevivientes españoles tuvieron que abandonar la ciudad a oscuras en una retirada que
se conoce con el nombre de la “Noche Triste”. Casi dos años más tarde, Cortés regresó
con refuerzos y construyó barcos que le permitieron poner cerco a la ciudad construida
en medio del lago. El cerco acabó con la capacidad de resistencia de una población que
también había sufrido los estragos de las enfermedades traídas por los españoles, y
Tenochtitlán se rindió finalmente en 1521 con la captura del último rey azteca,
Cuauhtémoc. Las fuentes principales de la conquista de México son una colección de
cinco Cartas de relación escritas por Cortés al rey Carlos V, y una crónica redactada por
Bernal Díaz del Castillo—uno de los soldados de Cortés—titulada Historia verdadera de
la conquista de México.
A pesar de este comienzo exitoso, los españoles tuvieron que luchar por muchos años
para dominar totalmente el imperio incaico. En varias ocasiones la nobleza incaica logró
organizar sublevaciones que fueron apaciguadas por los conquistadores o sus
descendientes. Este largo período de resistencia acabó definitivamente cuarenta años
más tarde con la captura y muerte de Túpac Amaru, último heredero del reino, en 1572.
Otro factor importante que prolongó la inestabilidad política de la región fueron las
luchas violentas entre los propios conquistadores, quienes se disputaban el poder y las
riquezas adquiridas.