0% encontró este documento útil (0 votos)
36 vistas5 páginas

Texto Crespo

La crisis en la psicología social se manifiesta como una ruptura de convenciones sobre su objeto de estudio, métodos y presupuestos epistemológicos. Esto se debe a una puesta en cuestión de los principios de objetividad, realismo y racionalidad de la ciencia moderna, así como a la insuficiencia de la metodología experimental y a la revelación de fundamentos políticos e ideológicos subyacentes que han servido una función ideológica.
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
0% encontró este documento útil (0 votos)
36 vistas5 páginas

Texto Crespo

La crisis en la psicología social se manifiesta como una ruptura de convenciones sobre su objeto de estudio, métodos y presupuestos epistemológicos. Esto se debe a una puesta en cuestión de los principios de objetividad, realismo y racionalidad de la ciencia moderna, así como a la insuficiencia de la metodología experimental y a la revelación de fundamentos políticos e ideológicos subyacentes que han servido una función ideológica.
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 5

2.

La materia es esencialmente inerte y la fuente activa o sede inter­


na de la actividad racional y automotivada es una Mente o Conciencia.
Al ser inerte la materia sus propiedades esenciales son geométricas o me­
cánicas. Las actividades de la mente son inconmensurables con las de la
materia.
3. El conocimiento geométrico proporciona un vasto patrón de
certeza absoluta (el modelo euclideo). Esta es una idea que tiene su ori­
gen en Platón, y que, como hemos visto, desarrolla Lewin para la psico­
logía social. Como dice Toulmin « la mayoría de los epistemólogos filo­
sóficos han seguido contemplando la necesidad matemática como el
epítome del conocimiento y la certeza» (op. cit., p. 34).
Estos tres principios han definido el ideal de racionalidad propio del
saber científico. Esta racionalidad históricamente invariante se basaba en
la creencia sobre la existencia de principios universales del entendimien­
to humano.
Pero en los últimos años, según Toulmin (1977) la posición en las
ciencias naturales y humanas ha cambiado drásticamente. La física ha
roto sus lazos con la teología, de modo que todo aspecto de la naturaleza
se considera en evolución, desde el sistema planetario a la moralidad. La
idea hegeliana de un Espíritu humano en desarrollo histórico sobre el
fondo de una Naturaleza estática no tiene ya vigencia. Por otra parte, la
física ha despojado a la materia de sus caracteres «esenciales», que la se­
paraban de la mente, y finalmente, las geometrías no euclidianas se han
hecho tan aceptables como aquella. Esto es lo mismo que señalaba Jesús
Ibáñez (1992) cuando decía que el pensamiento objetivista es sustituido,
después de Heisenberg y Gódel, por el principio de reflexividad. Según
Toulmin, muchos de estos cambios son coincidentes con las propuestas
de Giambattista Vico en el siglo xvm, para quien «sólo se puede com­
prender totalmente lo que uno mismo ha hecho». La recuperación que
psicosociólogos como Shotter hacen de la obra de Vico, en esta época de
crisis de la psicología social, no es una mera curiosidad histórica. Vico
cuestionó la certeza geométrica y la pretensión de conocer normas in­
temporales al margen de sus contextos prácticos.

La crisis en el marco institucional de la psicología social

La crisis de la psicología social se manifiesta como una ruptura de


ciertas convenciones sobre el objeto propio de investigación, el modo de
hacer científico y los métodos considerados aceptables. En definitiva, se
trata de un cuestionamiento de los presupuestos epistemológicos de la

92
misma disciplina. Tal como antes he señalado, esta situación es debida,
en última instancia, a una puesta en cuestión de los principios de objeti­
vidad, realismo y racionalidad que constituyen el pensamiento científico
moderno. Sin embargo, hay algunas características peculiares en el caso
de la psicología social.
Existe una crisis metodológica, debida fundamentalmente a que la
metodología experimental se ha mostrado claramente insuficiente tanto
para responder a cuestiones empíricas 35 como para vincularla producti­
vamente a una teoría no reduccionista sobre la acción social. Una crisis
de tipo metodológico no habría tenido mayor importancia si no se hubie­
se puesto tanto énfasis en la psicología social por el método experimental
como garantía de cientificidad. Las cuestiones metodológicas (cómo se
puede saber) se convierten, con frecuencia, en asuntos epistemológicos
(qué se puede saber) y estos, en definitiva, son problemas ideológicos y
políticos (qué se puede hacer y con qué legitimidad).
Se ha hablado, en este sentido, de una crisis de confianza (Elms,
1975), de una pérdida de seguridad en el propio trabajo, así como de
una necesidad de dedicarse a temas socialmente relevantes. Con esta cri­
sis de confianza y la búsqueda de relevancia lo que se pone de manifies­
to, a mi entender, es una crisis más básica, sobre los criterios de legitima­
ción y validación social del trabajo de los científicos sociales y, en
concreto, de los psicólogos sociales.
Los posibles sentimientos de incomodidad o malestar de los científi­
cos podemos entenderlos no como procesos individuales y psicológicos,
sino como problemas sociales, originados por las modificaciones opera­
das en los últimos años en el sistema de relaciones intra y extra académi­
cas 36. En un excelente artículo, Katz (1978), plantea que la bifurcación
de la psicología social entre una rama psicológica y experimental y otra
más sociológica respondería al juego de dos tipos de fuerzas: políticas,
desde el sistema social, que proveen de legitimación en el mundo social
exterior, y científicas, desde la más estrecha base de las ciencias natura­
les, que proveen de legitimación en el ámbito de este subsistema. La his­
toria de la psicología social mostraría, según Katz, cómo las crisis socia­
les (guerras etc.) influyen en el predominio del primer sistema de
validación, externo y político, mientras que en épocas menos convulsas
se hacen dominantes los criterios de legitimación más académicos.

35 Esto fue notorio en el caso de la polémica entre la teoría de la disonancia y la teoría de la


autopercepción, que tuvo una gran importancia en los años sesenta. Ambas teorías recurrían a la
experimentación para mantener sus hipótesis, sin embargo, siempre era posible reinterpretar los
datos experimentales de modo que confirmasen cualquiera de las dos hipótesis contrapuestas.
36 Sería interesante considerar la incidencia de los disturbios sociales, y en especial estudianti­
les, de finales de los 60 en el cambio y «malestar» científico de los investigadores sociales.

93
Los fundamentos políticos e ideológicos, subyacentes a las concep­
ciones más habituales de la psicología social, han sido objeto de algunas
críticas. Para Hogan y Emler (1978), por ejemplo, «la psicología social
ha reflejado y promovido formas de individualismo y racionalismo, pers­
pectivas que a un nivel más profundo surgen de y proveen de apoyo a la
filosofía política liberal de los científicos sociales americanos» (p. 479).
Posición muy similar es la que defiende Philip Wexler (1983) para quien
la psicología social refleja una ideología liberal, y cuyo papel histórico ha
sido la ocultación de los problemas más profundos de la sociedad en
nombre de la ciencia. Para Wexler, en la línea de la sociología del cono­
cimiento y la sociología crítica, « la psicología social debería ofrecer una
comprensión de la experiencia que vaya más allá de la formalización de
la comprensión de sentido común» (p. 2), y que fuera más allá de la psi­
cología social convencional que «niega sistemáticamente el papel de la
represión y de su representación en el inconsciente y la forma en que los
significados socialmente construidos constituyen la formación de la iden­
tidad personal y de la interacción social. Pero la negación más importan­
te y penetrante es la eliminación de la estructura de relaciones sociales
de la teoría psicosociológica» (p. 4). Para estos autores, la psicología so­
cial ha cumplido una función ideológica, de justificación de unas posicio­
nes políticas liberales, por medio de la aceptación como naturales y no
cuestionables de los valores individualistas y racionalistas que caracteri­
zan la concepción del ser humano propia de la burguesía liberal. La psi­
cología social se hace ideología, precisamente por esa aceptación acritica
de la visión del mundo compartida por la comunidad científica, dándole
a esa visión carta de naturaleza y construyendo sobre ella el propio arma­
zón teórico y metodológico. Lo socialmente construido se transforma su­
tilmente en natural y obvio, haciéndose así opacas las determinaciones
sociales de nuestro objeto de estudio, contribuyendo con ello al manteni­
miento de los valores y creencias dominantes y del sistema de relaciones
sociales a la que éstos sirven de apoyo y cemento. La crisis de confianza
es, pues, una crisis social que en los últimos años han sufrido los ideales
liberales, de cuyos efectos no han quedado libres los medios académicos.
Intimamente ligada a la crisis ideológica se encuentra el cuestiona-
miento de los modelos de ciencia y de explicación que durante años se
han considerado como correctos. La construcción de una ciencia psico­
sociológica exigía su fundamentación sobre una explicación materialista
del ser humano y su acción. Pero la concepción materialista a la que, con
frecuencia, se ha recurrido es una concepción determinista, mecanicista
y reduccionista 37. El determinismo supone la presunción de que si cono-

37 Páez, Valencia y Echebarría (1992), basándose en Overton, señalan la existencia de diversas

94
cemos todas las condiciones antecedentes de un suceso, podremos pre­
decir dicho suceso; la indeterminación resulta, pues, de nuestra igno­
rancia y no de la existencia objetiva de hechos azarosos, libres e impre-
dictibles. El objetivo determinista es la explicación, fundada en leyes
causales universales, de todo suceso, en todo momento. El mecanicismo
implica la consideración de que los hombres son mecanismos, en los que
los acontecimientos mentales y de conciencia son puros epifenómenos,
comprensibles si se conoce el funcionamiento de la máquina.
Para Harré y Secord (1972) la psicología social debe abandonar el
modelo mecanicista sobre el ser humano, que la ha caracterizado durante
décadas, y remitirse a un modelo antropomórfico; «A fines científicos,
trata a la gente como si fueran seres humanos» (p. 84). El modelo meca­
nicista exige que la conducta sea explicable en términos de estímulos ex­
ternos, inmediatos o latentes, que se minimice la comprensión de los fac­
tores internos al organismo y que se considere que siempre que se de una
causa del mismo tipo se producirá el mismo efecto. El modelo mecani­
cista es el modelo subyacente al determinismo causal, según el cual,
como dice Melden (1961), «no sólo la elección, sino todos los otros fac­
tores psicológicos que aparecen en la acción, están cercados por los lími­
tes de la necesidad causal: mis percepciones, deseos, intereses, motivos,
necesidades, no menos que mis rasgos de carácter, que sé que tengo o he
tenido en otro momento del pasado. Mis elecciones pasadas, como mi
carácter presente, tenían que ser lo que fueron: dadas mis condiciones
causales antecedentes no podían ser otras que lo que fueron de hecho...
Sea cualquier cosa lo que ocurra, ocurre necesariamente como tal, dadas
las condiciones de su ocurrencia, el hecho o suceso es causalmente nece­
sario.» (pp. 4-5). Harré (1983) considera que el tratamiento de los seres
humanos como autómatas, explicables en su acción por medio de leyes
universales, es una cuestión empírica y política; empírica, porque habría
que verificar cuándo las personas se comportan sólo como mecanismos,
y política porque «las personas se inclinan a tratar de ser lo que las mejo­
res autoridades les dicen que son» (p. 297).
En una línea coincidente se sitúa un polémico artículo de Gergen
(1973), quien señalaba que las teorías psicosociológicas son un reflejo de
la historia contemporánea, y ello no por un defecto superable sino por el
carácter intrínseco del saber psicológico, que es un saber histórico. Los
procesos que son objeto de nuestro saber son procesos culturalmente

«hipótesis del mundo», una de las cuales es el mecanicismo. Estas hipótesis del mundo conllevan
una metáfora básica «que proporciona el marco para el análisis y comprensión de los fenómenos
naturales y humanos» (p. 41). Estos marcos metateóricos de la investigación, a los que denominan
«paradigmas», siguiendo a Overton y Reese (o.n.c.), «no están sujetos a evaluación empírica. Sólo
pueden resultar más o menos útiles para representar o comprender los fenómenos» (p. 42).

95
mediados, que no pueden ser concebidos como estables, y que por tanto
no responden a hipótesis atemporales y aculturales: «la psicología social
es básicamente una investigación histórica. A diferencia de las ciencias
naturales, trata con hechos que en gran parte no son repetibles y que
fluctúan marcadamente con el tiempo. No se pueden desarrollar princi­
pios de interacción humana al margen del tiempo, porque los hechos en
que están basados por lo general, no permanecen estables. El conoci­
miento no es acumulable en el sentido científico usual, porque tal cono­
cimiento no trasciende generalmente sus límites históricos» (p. 310).
Además, las teorías e interpretaciones están sometidas a un sesgo pres-
criptivo, ya que la asimilación que de este saber hace el público, cuyo
comportamiento se supone que se explica, modifica dicho comporta­
miento. Los sujetos no sólo son activos en la situación de observación, si­
no también en la recepción de interpretaciones. Las ideas de Gergen han
sido objeto de una intensa polémica en la que han intervenido Schlenker
(1974), Manis (1975) y Stryker (1983), entre otros.
Hoy en día se habla mucho menos de la «crisis» de la psicología so­
cial. Para algunos autores se trata de una etapa ya superada en el desarro­
llo científico de la psicología social. En mi opinión, sin embargo, no se
trata tanto de una etapa de la historia como de una característica del co­
nocimiento científico: la autocrítica y la reflexividad que nos hacen estar
en permanente estado de crisis.

LA PSICOLOGIA SOCIAL EN LA ACTUALIDAD

Algunas estadísticas sobre la psicología social actual

Entre los criterios de definición estadística del universo de la psico­


logía social se han utilizado, al menos, los siguientes: artículos de obras
de referencia como son los manuales, artículos publicados en revistas
consideradas como órganos de expresión habitual de los psicólogos so­
ciales, opiniones de los miembros de las asociaciones profesionales y
opiniones de investigadores prominentes.
Las estadísticas a partir de manuales tienen la ventaja de no referirse
a lo que es (la psicología social) cuanto a lo que se recibe. Si los manuales
es la fuente habitual de información para muchos estudiantes, podemos
suponer que la descripción que estos dan es la que los estudiantes reci­
ben. Dado que en nuestro país se han hecho buenas revisiones estadísti­
cas de este tipo me referiré a ellas principalmente. En concreto, sobre el
contenido de los Handbooks of Social Psychology editados por Lindzey y
Aronson en los años 1968 y 1985, Ibáñez (1990) ha realizado una esta-

96

También podría gustarte