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Orar Es Fervor

El documento habla sobre la importancia de la oración y la comunión con Dios. Explica que orar no solo consiste en pedir, sino también en buscar una relación más profunda con Dios y en interceder por otras personas. A lo largo de la historia bíblica, Dios ha buscado diferentes formas de tener comunión con la humanidad.
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Orar Es Fervor

El documento habla sobre la importancia de la oración y la comunión con Dios. Explica que orar no solo consiste en pedir, sino también en buscar una relación más profunda con Dios y en interceder por otras personas. A lo largo de la historia bíblica, Dios ha buscado diferentes formas de tener comunión con la humanidad.
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ORAR ES FERVOR

Dios dijo a Moisés: "Mas si desde allí buscares a Jehová tu Dios, lo hallarás, si lo buscares de todo tu
corazón y de toda tu alma" (Deuteronomio4:29).
El hombre ha sido creado para desear la comunión con Dios. Existe un vacío en él que no puede llenar otra
cosa que no sea una auténtica relación íntima con su Hacedor. Sea lo que fuera lo que adquiera el ser
humano, no puede sustituir esa comunión que satisface la esencia misma del hombre, dando propósito a su
vida y alimentando la médula de su alma.

-Dios creó a Adán y le dio aliento de vida. El hombre fue antes un ser físico que un ser espiritual.
La dimensión espiritual de Adán lo hacía capaz de gozar de comunión y compañerismo con Dios en medio
del huerto "al aire del día". Sin embargo, el hombre perdió esa capacidad a causa del pecado; pero el Señor
todavía deseaba tener comunión con él y tomó la iniciativa revelándose a Abram.
-Abram llegó a ser el padre (Abraham) de los creyentes que tendrían la oportunidad de relacionarse
íntimamente con Dios.
-Luego, Dios manifestó su presencia física sobre la tierra en el Tabernáculo de Moisés; no obstante, salvo
pocas excepciones, sólo el Sumo Sacerdote podía entrar en la tercera parte de dicho Tabernáculo: el Lugar
Santísimo.
-Cuando por fin los israelitas reconocieron a David como rey, lo primero que éste hizo fue devolver el arca
del pacto, símbolo de la presencia divina, el centro de la adoración de Israel. Sin embargo, en vez de
colocarla en la tienda de Moisés, Dios pidió que se erigiese en Sion, el lugar donde estaba la casa personal
de David: "Porque Jehová ha elegido a Sion; la quiso por habitación para sí" (Salmo 132:13). En Sion
Dios tendría acceso directo al pueblo y comunión con él.
-Pero de nuevo, la adoración de Israel se convirtió en algo ritual; y Dios tomó otra vez la iniciativa para
restaurar su comunión con el hombre al venir en la persona de Jesucristo.
En la era de la Iglesia, hemos recibido el Espíritu Santo que nos guía al compañerismo y la comunión con el
Padre y el Hijo. Jesús dijo en cierta ocasión: "El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará
saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, yos lo hará saber"
(Juan 16:14, 15); y amplió: "Y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré
a él" (Juan 14:21). Luego, en el versículo 23, dijo: "El que ama, mi palabra guardará; y mi Padre le
amará, y vendremos a él, y haremos morada con él."

La oración de petición es importante para conseguir lo que necesitamos de Dios; no obstante, orar consiste
en mucho más que en pedir.
DIOS BUSCA NUESTRA COMUNION:
Jesús dijo: "¡Buscad y hallaréis!" Dios no es únicamente un centro de ayuda del que podemos obtener todo
cuanto necesitamos, por nobles que sean nuestros motivos; se trata de un ser vivo que busca nuestra
comunión: "Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en
espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren" (Juan 4:23).

-Por lo tanto, el siguiente nivel de oración, por encima del "pedir", es el "buscar". Esto no descarta en modo
alguno el pedir: lo mayor nunca excluye lo menor; ¡pero lo menor siempre está incluido en lo más mayor! El
apóstol Pablo vivía una vida de comunión con Cristo en la oración. Así testifica a la iglesia de Filipos:
"Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y
ciertamente, aún estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús,
mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo"
(Filipenses 3:7,8).
¿Cómo podía Pablo ganar a Cristo? Recuerde que la salvación es el don de Dios por gracia mediante la fe.
En Filipenses 3 Pablo se refiere a algo más que a recibir a Cristo y ser salvos; está hablando de tener una
comunión y un compañerismo más profundos con el Señor. Este tipo de oración no se otorga gratuitamente,
sino que debe buscarse; y por lo tanto requiere esfuerzo. ¿Qué recibía el apóstol de esa clase de comunión?
El mismo nos da la respuesta en el versículo 10: "A fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la
participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte." Y otra vez: "Prosigo a la
meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús" (versículo 14).
En el versículo 15, Pablo nos desafía a cada uno de nosotros diciendo: "Así que todos los que somos
perfectos (maduros), esto mismo sintamos.. ."; revelando así que la señal de la madurez espiritual es
querer alcanzar ese nivel en el que participamos en una comunión y un compañerismo íntimos con Cristo.
Dios es amor; y el amor requiere ser satisfecho por medio de tales cosas. De modo que la misma naturaleza
de Dios precisa aquello que nos ha dado el privilegio de poder ofrecerle: la comunión.
No necesito un despertador que me sacuda todas las mañanas antes de la cinco; simplemente oigo que
llaman a la puerta de mi corazón, y eso me despierta. Luego, escucho al Señor decir: "Cho, ¡ha llegado el
momento de nuestra reunión! Quiero tener comunión contigo." Sin embargo, esta constante relación con
Cristo no la obtuve sólo con pedir.

¿Y qué buscamos?
Debemos buscar al Señor, porque en Él se halla encerrada toda cosa preciosa: "En quien están escondidos
todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento" (Colosenses 2:3).
En Colosenses, Pablo concibe la iglesia como un campo en el que hay un tesoro escondido; aunque dicho
tesoro no es material, sino espiritual: se compone de sabiduría y conocimiento. Cuando los cristianos
jóvenes oran, se acercan al trono de la gracia, por lo general, en momentos de necesidad: van a Dios porque
quieren algo. Esto es al mismo tiempo bueno e importante. El Señor quiere que pidamos. Sin embargo,
muchas personas consideran a Cristo simplemente como una tienda a la que pueden ir con su lista de compra
y obtener todos los artículos apuntados en ella. No obstante, cada uno de los grandes misterios, las riquezas
del conocimiento, el origen del gozo total y absoluto, la esencia del amor, están esperando como un tesoro
escondido en Jesús. Los que son sabios venderán todo cuanto poseen y comprarán ese campo a fin de poder
obtener dicho tesoro. Moisés dijo: "Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; más las
reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre" (Deuteronomio 29:29). En la Escritura
está lo que todo el mundo puede ver; pero Dios quiere llevarnos a una comunión tan íntima consigo mismo
que le sea posible compartir con nosotros sus tesoros más recónditos de sabiduría y conocimiento. Un tesoro
no sería digno de ese nombre si se pudiera echar mano del mismo con facilidad; por lo tanto, el tesoro
espiritual de Dios ha de buscarse en oración.
Hace muchos años aprendí que el obtener los tesoros que Dios quiere darme requiere un esfuerzo: "Yo amo
a los que me aman, y me hallan los que temprano me buscan. Las riquezas y la honra están conmigo;
riquezas duraderas, y justicia. Mejor es mi fruto que el oro, y que oro refinado; y mi rédito mejor que la
plata escogida" (Proverbios 8:17-19).
El cristiano perezoso no está dispuesto a buscar; y por lo tanto nunca goza de la plenitud de la bendición que
Dios desea para El. Se requiere esfuerzo y disciplina para vivir a la puerta de la casa del Señor.
"Atended el consejo, y sed sabios, y no lo menospreciéis.
Bienaventurado el hombre que me escucha, velando a mis puertas cada día, aguardando a los postes de
mis puertas. Porque el que me halle, hallará la vida, y alcanzará el favor de Jehová" (Proverbios 8:33-
35).
Si no tiene usted una vida cristiana emocionante, es que no ha aprendido a buscar al Señor. Si su estudio de
la Palabra de Dios no le trae una comprensión renovada de la realidad espiritual, quizás no haya entrado
usted nunca en esa segunda fase de la oración: ¡busque y hallará!

ORAR ES INTERCEDER
Aunque orar significa pedir a Dios, y asimismo buscarle en comunión y compañerismo profundo, también es
interceder delante de El en el Espíritu Santo. De manera que la oración de intercesión es el tercer nivel en el
cual compartimos la carga de Cristo por una persona, circunstancia o necesidad de cualquier parte del
mundo. La intercesión representa ese tercer nivel de oración en el que podemos llegar a ser participantes de
los sufrimientos de Cristo.
Cuando oro en el Espíritu Santo, sé que algunas de mis oraciones son por personas y circunstancias de otras
partes del mundo. Tal vez yo no conozca la necesidad precisa, pero el Espíritu sí la conoce; y El me utiliza
para orar hasta que estoy convencido de que Dios ha satisfecho dicha necesidad.
Cierto amigo misionero me contó una historia milagrosa que muestra la importancia de la intercesión. Un
equipo evangelístico se encontraba en cierta ocasión en un desierto de África, y una tormenta de viento les
había obligado a salirse de su ruta, obstaculizando así su viaje. Dos días después habían agotado su reserva
de agua, y vagaban desvalidos por el desierto sufriendo de deshidratación. De repente, apareció una charca y
se salvaron. Más tarde, al volver al lugar de su liberación, vieron que no había allí ninguna charca. En el
momento de su mayor necesidad, alguien había estado intercediendo por ellos y Dios había realizado un
milagro.
En 1964, conocí a una señora que compartió conmigo su experiencia de intercesión por nuestra iglesia. Tras
fundar mi primera congregación fuera de Seúl, empecé una iglesia en el centro de la capital de nuestro país.
Veinte años antes de que yo comenzara dicha iglesia en Seúl, aquella mujer había tenido tres visiones de la
misma e intercedido por nosotros en el Espíritu después de cada una de ellas. Cuando la mujer oraba en
1944, estábamos todavía bajo la ocupación japonesa, y no existía siquiera el pensamiento de nuestra iglesia.
Sin embargo, el Espíritu Santo sabía ya que la Iglesia Sudaemoon -así se llamaba a causa de su situación
habría de convertirse en la Iglesia Central del Evangelio Completo.
Dios utilizó a aquella fiel mujer intercesora para que el Espíritu Santo descendiera sobre la zona años antes
de cumplirse la visión. Al igual que la simiente produce vida en el plano humano de la existencia, también el
Espíritu Santo lleva en sí toda la dinámica de la vida cuando se posa sobre un lugar determinado.
Este punto es tan importante que debo explicarlo con más detalle. En la concepción de un niño, el óvulo de
la mujer y el esperma del hombre poseen un código (genético) muy complejo, que es en realidad el
programa a desarrollar en el futuro; y cuando el Espíritu Santo engendra, también gran parte de la dinámica
de la vida la determina la voluntad de Dios que Él tiene el encargo de cumplir.
En 1944, nadie en el centro de Seúl se imaginaba que con el tiempo Dios establecería allí un instrumento
mediante el cual toda la nación de Corea se vería afectada por el evangelio. Sin embargo, el Espíritu Santo,
que conoce la mente de Dios, lo sabía; y por lo tanto levantó a un "guerrero intercesor" para orar en el
Espíritu veinte años antes de que la realidad de esa intercesión se hiciera evidente.
La mujer vio realmente que se trataría de la iglesia más grande del mundo. Era como Simeón y Ana (lea
Lucas 2:25-39): que sabían que el niño de tan sólo ocho días que tenían delante habría de ser el Mesías de
Israel.

¿Cuáles son las cualidades de un intercesor?


Simeón es un ejemplo perfecto de las cualidades que debe reunir un intercesor:
1. ¡Era piadoso! El que se dedica al ministerio de intercesión debe ser una persona entregada a la oración.

2. ¡Tenía paciencia! La Escritura dice que Simeón esperaba la consolación de Israel. Mientras la mayoría de
la gente buscaba una solución política, Simeón sabía que la solución para el pueblo judío había de ser
espiritual; por lo tanto, pudo esperar muchos años antes de ver el resultado de sus oraciones.

3. ¡Estaba lleno del Espíritu Santo! Sólo un hombre sobre el cual reposa el Espíritu de Dios puede llevar el
peso de la intercesión.

4. ¡Confiaba! A Simeón le había sido revelado que vería la respuesta a sus oraciones antes de morir; por lo
tanto, estuvo yendo fielmente al templo a diario durante muchos años, hasta que llegó el día en que llevaron
allí a Cristo.

5. ¡Era un hombre de visión! La profecía que dio acerca del niño Jesús maravilló a José y a María. De modo
que comprendía más acerca de Cristo que su madre natural y su padrastro. Así que antes del nacimiento de
Cristo el Espíritu Santo había levantado a dos fieles intercesores, que pasaron muchos años ayunando y
orando por la venida del Mesías, y a quienes Dios hizo vivir lo suficiente para ver el resultado de sus
oraciones; por lo que su ministerio de intercesión ha quedado registrado para siempre en las Escrituras.
La intercesión es necesaria para el cumplimiento de la voluntad divina. Eso no quiere decir que Dios sea
incapaz de realizar su voluntad, sino que Él ha decidido incluirnos en la realización de esa voluntad. Por lo
tanto, los que participan en un ministerio de intercesión se convierten, en realidad, en parte integrante del
cumplimiento de los planes y propósitos de Dios.

¿Por qué es necesaria la intercesión?


Antes de poder comprender la necesidad de la intercesión, debemos de entender qué somos en esta tierra los
seguidores de Cristo.
¡Somos la sal de la tierra! (Véase Mateo 5:13.)
La sal da sabor a aquellas cosas con las cuales entra en contacto. Job dice: "¿Se comerá lo desabrido sin
sal?" (Job 6:6). La iglesia debe actuar como sal en este mundo. Es nuestra presencia sobre la tierra
pecaminosa en que vivimos lo que impide que Dios la destruya, como hizo con Sodoma y Gomorra. El
Señor pone sobre nosotros la responsabilidad de detener el Juicio Final dando tiempo al hombre para que
acepte o rechace a Jesucristo como Salvador.
Igualmente, somos embajadores de Cristo (2 Corintios 5:20); y por lo tanto hemos sido enviados en calidad
oficial por nuestro gobierno (el reino de Dios) para representar sus intereses en suelo extranjero. La práctica
normal de dos gobiernos en guerra es primeramente retirar sus embajadores; de modo que el hecho de que
aún nos encontremos en esta tierra indica que Dios todavía está teniendo paciencia con el pecado del mundo
y que aún hay tiempo para predicar el evangelio.
La sal refrena asimismo el proceso de descomposición. Antes de que existieran aparatos frigoríficos, los
viajeros tenían que cubrir su provisión de carne con sal para asegurarse de que no se echara a perder. El
espíritu del anticristo ha estado activo desde el siglo 1. Juan escribía: "Y todo espíritu que no confiesa que
Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído
que viene, y que ahora ya está en el mundo. Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque
mayor es el que está en vosotros que el que está en el mundo" (l Juan 4:3, 4).
Ese espíritu del anticristo, que es el espíritu de la iniquidad, ha estado operando en el mundo cada vez con
mayor influencia; y por último producirá al anticristo mismo. El Espíritu Santo, por medio de la Iglesia,
detiene esas fuerzas contrarias a Dios, hasta que la fuerza positiva que representan los creyentes sea quitada
de en medio. A medida que vamos madurando, comprendemos que el ser cristiano no sólo implica
privilegios, sino también responsabilidades. Puesto que constituimos la barrera principal contra la influencia
de Satanás en este mundo, hemos de darnos cuenta de la importancia que tiene la intercesión por medio de la
oración.

Si no captamos la visión de nuestro papel como sal de esta tierra, y permitimos perezosamente que el mal
consiga controlar las circunstancias naturales que prevalecen en nuestros respectivos países, esa sal habrá
perdido su sabor. Si ello sucede, Jesús dijo que "no sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada
por los hombres" (Mateo 5:13).
Dios también nos ha llamado a ser un reino de sacerdotes, y como sacerdocio real hemos recibido autoridad.
La labor del sacerdote en el Antiguo Testamento era interceder por su pueblo delante del propiciatorio.
Así también nosotros, con nuestra intercesión, representamos el papel de sacerdotes neo testamentarios que
se ponen en la brecha por las necesidades del pueblo de Dios.
Dios ha determinado que sus hijos compartan el gobierno con Jesucristo. El no rige sobre nosotros sin
darnos ninguna responsabilidad; sino que ha delegado su autoridad para que le asistamos en el dominio de la
tierra: "Y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual
es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo" (Efesios 1:22, 23). Luego, en Efesios 2, Pablo
amplía nuestro papel de gobernantes: "Y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los
lugares celestiales con Cristo Jesús" (v. 6).
En el ejercicio de la autoridad espiritual, recibimos nuestro conocimiento y nuestra sabiduría naturales
avivados por el Espíritu Santo, así como el conocimiento espiritual que sobrepasa con mucho el nuestro
propio. Este conocimiento nos lo da el Espíritu (véase 1 Corintios 2:7-10).
El pasaje del Antiguo Testamento que más se cita en el Nuevo, es el Salmo 110. Para comprender mejor
como podemos usar nuestra autoridad en la intercesión, resulta muy importante que estudiemos este Salmo
cuidadosamente:
Jehová dijo a mi Señor:
Siéntate a mi diestra,
Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.
Jehová enviará desde Sion la vara de tu poder;
Domina en medio de tus enemigos.
Tu pueblo se te ofrecerá voluntariamente en el día de tu poder,
En la hermosura de la santidad.
Desde el seno de la aurora Tienes tú el rocío de tu juventud.
Juró Jehová, y no se arrepentirá:
Tú eres sacerdote para siempre
Según el orden de Melquisedec.
El Señor está a tu diestra;
Quebrantará a los reyes en el día de su ira.
Juzgará entre las naciones,
Las llenará de cadáveres;
Quebrantará las cabezas en muchas tierras.
Del arroyo beberá en el camino,
Por lo cual levantará la cabeza.

En este importante salmo, se representa a Cristo como supremo gobernante de la tierra y sumo sacerdote
según el orden espiritual de Melquisedec. Hebreos amplía el papel que se representa de Jesús como
sacerdote espiritual, cuando dice: "Viviendo siempre [Cristal para interceder por ellos" (Hebreos 7:25). El
dominio de Cristo es único, porque lo ejerce en medio de sus enemigos. David tenía un trono físico entre sus
adversarios. Así Jesucristo, sin contar con la clara posesión de los tronos materiales de la tierra, lo domina
todo por completo.
La vara, que en la Biblia es símbolo de autoridad, sale de Sion: el nombre que se da al pueblo de Dios. Por
lo tanto, la forma en que el mundo experimenta el dominio de Cristo en este tiempo presente es a través del
ejercicio por parte de la Iglesia de la autoridad que posee; particularmente en la intercesión.
Ahora que tenemos conocimiento de nuestro lugar espiritual en esta tierra como sal, sacerdotes reales y
copartícipes con Cristo en su trono, podemos comprender cómo obra y por qué es necesaria la intercesión.
Como vimos en la oración de Daniel, Satanás se opone a la voluntad de Dios, no sólo en lo referente a la
iglesia, sino al mundo entero. Habiendo recibido autoridad sobre esta era (al diablo se le llama "el dios de
este siglo"), todo su poder se dirige contra el pueblo de Dios, que, como hemos observado, está llamado a
ejercer la autoridad de Cristo.
Sabiendo que la Iglesia es el principal obstáculo para la realización de sus propósitos en la tierra, Satanás ha
salido para devorar como un león rugiente; a pesar de lo cual el evangelio de Cristo debe ser predicado y las
naciones traídas al conocimiento de Dios. Se trata de dos intereses en pugna;. y como hemos aprendido de la
historia, las guerras surgen a causa de los intereses contrarios entre las naciones.
Al interceder, el cristiano desempeña la función sacerdotal de proporcionar una base terrenal para los
intereses celestiales de Dios. Esta era se ha convertido en el campo de batalla para las dos fuerzas opuestas;
pero el Señor cuenta con un grupo en el suelo extranjero capaz de ejercer en este siglo la influencia de la era
por venir. Por lo tanto, el presente mundo natural puede colocarse bajo el control evidente del reino de Dios.
Mientras Israel hacía la guerra con o contra sus enemigos, Moisés levantaba las manos; pero cuando dejaba
que éstas decayeran, el pueblo de Dios sufría por ello. He aquí un símbolo claro de cómo opera la
intercesión.

El precio de la intercesión
Para comprender cuál es el precio de la intercesión, hemos de entender primero el sufrimiento presente de
Cristo. En el camino de Damasco, Pablo vio de repente una luz cegadora; y mientras sus compañeros oían
truenos, él escuchó aquella clara voz del cielo que decía: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?"
La respuesta de Pablo fue: "¿Quién eres, Señor?" y Cristo contestó: "Yo soy Jesús, a quien tú persigues."
Saulo, que después sería conocido como el apóstol Pablo, jamás pensó que estuviera persiguiendo al Señor
Jesucristo; sólo hostigaba a la Iglesia. Sin embargo, el Señor no le preguntó por qué perseguía a su pueblo;
sino por qué lo acosaba a Él.
Somos el cuerpo de Cristo; y lo que sentimos como miembros suyos, Él también lo siente como nuestra
cabeza. El daño y el sufrimiento nunca se han experimentado en la superficie de una herida; el verdadero
dolor se siente en el cerebro, que está situado en la cabeza. El cerebro puede proyectar ese dolor a la parte
del cuerpo que sufre el daño, a fin de que ésta haga los ajustes oportunos. Eso mismo sucede con el cuerpo
de Cristo: lo que nosotros sentimos, lo siente El igualmente; y si sufrimos,
El también sufre, aunque, como cabeza, su sufrimiento es más intenso.
Es cierto que los más próximos a nosotros son los que más nos pueden herir; y, lamentablemente, algunos
cristianos vuelven al mundo después de rechazar a nuestro precioso Salvador que murió por ellos. El libro de
Hebreos dice: "Crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio" (Hebreos
6:6). Por lo tanto, Cristo vuelve a sufrir el dolor que experimentó en la cruz cada vez que un creyente se
vuelve al mundo.

En la oración de intercesión, los cristianos comparten el sufrimiento de Cristo por una necesidad particular
de su cuerpo. Una vez, en África, cierto ministro estaba predicando en una gran campaña evangelística, y
durante la noche se despertó llorando. Al ponerse a orar, oyó que repetía una y otra vez un nombre extraño,
y al continuar en oración experimentó un dolor intenso. Después de varias horas desapareció la carga y cesó
la intercesión. Al día siguiente los periódicos publicaban una extraña noticia: durante la noche, una aldea
cristiana había sido asesinada en masa.
El nombre del pueblo era el mismo por el cual el ministro había estado llorando la noche anterior. Cristo
sufría el dolor de los suyos; pero pudo encontrar a alguien dispuesto a compartir su sufrimiento e interceder
en el espíritu.
Pablo dijo: "A fin de conocerle, y el poder de la resurrección, y la participación de sus padecimientos"
(Filipenses 3:10). En este pasaje, el apóstol indicaba que no sólo estaba dispuesto a disfrutar del poder de la
resurrección de Jesús, sino a tener comunión con El en sus sufrimientos.
En nuestra iglesia nos hemos comprometido a llevar a cabo un ministerio de intercesión. Hemos aprendido a
pedir; de modo que vemos suplidas nuestras necesidades. También estamos entregados a la oración
devocional; así que disfrutamos de comunión con nuestro precioso Señor Pero, más que nunca, nos
dedicamos a interceder; por lo cual estamos viendo un avivamiento en nuestro país y lo veremos en todo el
mundo.
No hay ningún otro lugar de la tierra que cuente con tres mil a diez mil personas ayunando y orando
ininterrumpidamente. Hemos tomado en serio la batalla que Dios ha mandado que peleemos, así como las
armas espirituales que nos asegurarán la victoria; y somos conscientes de que el campo de batalla es el
corazón de los hombres en todo el mundo. Tenemos asimismo la certeza de la victoria final que podemos
compartir con el Rey de Gloria.

¿Por qué puerta entramos con la intercesión mediante las oraciones?


Además de su sentido corriente de entrada a una casa o edificio, la palabra "puerta" tiene otro metafórico
que expresa el acceso a cualquier experiencia espiritual u oportunidad. Por lo tanto, Jesús dijo: "Yo soy la
puerta." Cristo es el medio para llegar al Padre.
Pablo empleó la palabra para describir una oportunidad: "Cuando llegué a Troas para predicar el evangelio
de Cristo, aunque se me abrió puerta en el Señor, no tuve reposo en mi espíritu ..." (2 Corintios 2:12-13).
Juan, escribiendo a la iglesia en Filadelfia, comparte la revelación recibida de Cristo: "Yo conozco tus obras;
he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar. .." (Apocalipsis 3:8).

Las puertas no representan únicamente oportunidades de predicar el evangelio de Jesucristo a comunidades


enteras; sino que también son oportunidades a nivel personal. Como el Señor confirma: "He aquí, yo estoy a
la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo"
(Apocalipsis 3:20).
Hay puertas que dan a naciones y grupos étnicos, las cuales es posible abrir. Cuando una de esas puertas se
abre, dichas naciones o grupos étnicos pueden recibir la fe y creer: "Y habiendo llegado, y reunido a la
iglesia, refirieron cuán grandes cosas había hecho Dios con ellos, y cómo había abierto la puerta de la fe a
los gentiles" (Hechos 14:27).
Entrar por una puerta de oportunidad significa enfrentarse a la oposición espiritual de los principados y
potestades que impiden que las naciones escuchen el evangelio y respondan a él: "Porque se me ha abierto
puerta grande y eficaz, y muchos son los adversarios" (l Corintios 16:9).
Sólo el Señor Jesucristo puede abrir una puerta que ha estado cerrada al evangelio: "Cuando llegué a Troas
para predicar el evangelio de Cristo, aunque se me abrió puerta en el Señor. .." (2 Corintios 2:12).
¿Cómo podemos abrir las puertas de la fe y de la oportunidad? Ya hemos visto que es el Señor quien debe
hacerlo. Sin embargo, Dios nos ha hecho miembros de su cuerpo; lo que significa que la Cabeza ha optado
por funcionar mediante los miembros que tiene en la tierra. De modo que necesitamos la intercesión para
oponernos a las fuerzas espirituales que mantienen cerradas las puertas. Una vez que las oraciones despejan
el camino, Cristo puede abrir la puerta y salvar a toda una ciudad, nación o raza. Pablo confirma esto:
"Orando también al mismo tiempo por nosotros, para que el Señor nos abra puerta para la palabra, a fin de
dar a conocer el misterio de Cristo, por el cual también estoy preso, para que la manifieste como debo
hablar" (Colosenses 4:3).
Cristo no sólo quiere abrir a su pueblo puertas de la oportunidad para predicar el evangelio, sino también de
revelación y conocimiento. Estas también son necesarias. Jesús repite continuamente: "El que tiene oído,
oiga." Esta expresión, dirigida a las iglesias de Apocalipsis capítulos 2 y 3, indica que muchas veces no
comprendemos lo que oímos. Hay que abrir las puertas del entendimiento para que nuestra mente pueda
captar lo que Dios desea revelarnos: "Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la
primera voz que oí, como de trompeta, hablando conmigo, dijo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que
sucederán después de éstas. Y al instante yo estaba en el Espíritu..." (Apocalipsis 4: 1, 2).

En Hechos vemos cómo Dios es capaz de abrir una puerta de oportunidad y de mantenerla abierta para que
podamos predicar el evangelio sin impedimento espiritual. Pablo había sido acusado y trasladado a Roma,
que en aquel tiempo era el centro del pecado, y el apóstol oraba y pedía a otros que intercedieran por él en
oración hasta que por último la puerta de Roma se abrió: "Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa
alquilada, y recibía a todos los que a él venían, predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor
Jesucristo, abiertamente y sin impedimento" (Hechos 28:30, 31). Así termina el libro de Hechos. Es
significativo que el Espíritu Santo "cierre" dicho libro con una puerta abierta. Naturalmente, la mayoría de
nosotros sabemos que Hechos acaba sin el final adecuado en cuanto a gramática; de lo que podemos deducir
que (puesto que Lucas era médico y tenía un dominio excelente del griego) el libro se está escribiendo
todavía, mientras la iglesia sigue realizando los "hechos" del Espíritu Santo.
Aunque sabemos que al final Pablo fue ejecutado, la historia oficial de la Iglesia primitiva termina con una
nota positiva. ¡Nadie puede impedir la predicación del evangelio cuando Dios ha abierto la puerta de la
oportunidad espiritual! A Dios le es posible incluso detener la oposición procedente de nuestros mismos
hermanos en Cristo. Es lamentable que gran parte de nuestra energía se malgaste debido a la falta de unidad
en la iglesia. En vez de luchar contra nuestro verdadero enemigo, el diablo, muchos creyentes pelean entre
sí. No obstante, una puerta espiritual abierta puede asimismo bloquear la oposición que surge de dentro.
Pablo también experimentó esto en Hechos 28: "Entonces ellos le dijeron: Nosotros ni hemos recibido de
Judea (el centro de la oposición a Pablo) cartas acerca de ti ni ha venido alguno de los hermanos que haya
denunciado o hablad~ algún mal de ti" (versículo 21).
Lo que resulta evidente es que por todo el mundo los cristianos necesitan comprender y llegar al tercer nivel
de la oración: la intercesión. iLlamad y se os abrirá la puerta!
Como ya dije antes, no podemos ser demasiado específicos al dividir los tres tipos de oración: es posible
pedir, tener comunión e interceder en la misma oración. Resulta difícil interceder sin estar en comunión con
Cristo. Nuestras peticiones tendrán más eficacia acompañadas de la ”Comunión~. Nuestra intercesión
incluye peticiones, compañerismo y comunión; sin embargo, SI comprendemos esos tres tipos de oración
podemos orar con mayor eficacia.
Cuando somos recién convertidos, tenemos el concepto de la oración como un medio para obtener cosas de
Dios; luego, con el tiempo, comenzamos a madurar y deseamos algo más. El sentimiento que produce la
novedad de nuestra experiencia ya no es tan fuerte, de modo que podemos pensar que estamos decayendo,
cuando lo que sucede en realidad es que se nos está destetando espiritualmente, a fin de prepararnos para la
comida de adultos. Entonces debemos tener comunión y compañerismo con Cristo a través de la obra del
Espíritu Santo.
Después que hemos comenzado nuestra relación personal con el Señor, empezamos a sentir lo que El siente.
No podemos seguir permitiendo que las cosas continúen como están, y nos alistamos de voluntarios en el
ejército de la oración. David profetizó: "Tu pueblo se te ofrecerá voluntariamente en el día de tu poder."
¿Por qué estamos experimentando un avivamiento continuo en Corea? Nos hemos alistado como
voluntarios para orar hasta que el evangelio sea predicado en todo el mundo. ¡Las puertas se abrirán al ser
atadas las fuerzas espirituales en el nombre de Jesús!

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