Las Caras de La Pobreza (Arancibia)
Las Caras de La Pobreza (Arancibia)
Las Caras de La Pobreza (Arancibia)
Luís Arancibia
Manos Unidas es una Organización No Gubernamental para el Desarrollo (ONGD), católica y de
voluntarios, cuyo fin es la lucha contra el hambre, la pobreza, el subdesarrollo y las causas que
lo provocan. Desde su creación en 1960, todo su trabajo se ha centrado en dos actividades
complementarias:
Apoyo y financiación de proyectos en África, América, Asia y Oceanía para colaborar con el
desarrollo de los pueblos del Sur.
Sus fondos proceden de las cuotas de socios, una colecta anual en parroquias, aportaciones de
colegios, empresas, donativos esporádicos, etc.
Esta ponencia fue realizada en mayo de 1997 para el curso “Familia y pobreza: desafíos y
realizaciones” del Instituto Universitario “Matrimonio y familia” de la Universidad Pontificia de
Comillas (Madrid)
Octubre, 1997
Cuaderno de lectura Nº 4. Las Caras de la Pobreza
Contenidos
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Cuaderno de lectura Nº 4. Las Caras de la Pobreza
El concepto de Pobreza
EL CONCEPTO DE POBREZA
Pablo VI
La pobreza es un concepto muy amplio y complejo que excede la simple carencia de recursos
económicos y afecta a la totalidad de la persona y la comunidad desde distintas perspectivas. Es,
por lo tanto, una realidad que comprende muchos más y más variados aspectos de lo que
habitualmente se nos presenta.
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Cuaderno de lectura Nº 4. Las Caras de la Pobreza
El concepto de Pobreza
La pobreza, como decíamos arriba, es una realidad mucho más compleja que la escasez de
recursos económicos, aunque está íntimamente vinculada con el desigual reparto de los bienes.
Junto con ello, suele darse un fenómeno de baja autoestima personal, escasa dignidad
individual y colectiva, reducido nivel de organización comunitaria, pérdida de los valores e
identidad cultural, bajo conocimiento de los derechos humanos… Fenómenos que se dan con
más facilidad en un contexto de pobreza generalizada y que, a su vez, provocan la reproducción
de la misma. De lo que se carece, por tanto, no es sólo de recursos económicos, sino, en sentido
más global, de muchos recursos personales y colectivos que permiten una vida digna y otorgan
el espacio social necesario para participar en las dimensiones política, socio-económica y
cultural.
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Cuaderno de lectura Nº 4. Las Caras de la Pobreza
El concepto de Pobreza
El Informe 1996 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) insiste de
forma especial en este sentido, y lo apoya en ejemplos como el de Pakistán, país con un
crecimiento económico envidiable, pero donde el 61% de la población no llega a niveles
mínimos de salud, educación y nutrición. Ecuador y Marruecos tienen un ingreso medio por
persona similar (1.000 dólares), pero mientras el país americano ocupa el puesto 64 en el Índice
de Desarrollo Humano (IDH)1, para encontrar a Marruecos hay que bajar hasta el puesto 123.
El citado informe del PNUD acuña un término para expresar esta complejidad: POBREZA DE
CAPACIDAD, que refleja con más fidelidad las condiciones reales de vida de las personas.
Considera el PNUD que, más allá de la falta de ingresos, la pobreza consiste en la carencia de
tres capacidades básicas:
Mirar la situación de los países comparando la pobreza de ingreso con la pobreza de capacidad
aporta datos interesantes: el 21% de los habitantes de los países considerados en desarrollo
viven por debajo de la línea de pobreza de ingreso, pero el 37% está afectado por la pobreza de
capacidad.
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El Índice de Desarrollo Humano fue creado por el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) e incluye en su
composición tres indicadores: esperanza de vida, analfabetismo y nivel de vida digno.
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Magnitud de la pobreza
De los cerca de 5.600 millones de habitantes del planeta, un tercio vive en un estado de pobreza
absoluto, con niveles de ingreso y consumo por debajo de los mínimos establecidos (360
dólares USA por persona y año). Una quinta parte de la población del planeta sufre hambre y
una cuarta parte carece de acceso a agua potable.
La pobreza a nivel mundial constituye, como vemos, el fenómeno más significativo, el dato más
relevante de este mundo de finales de siglo. Cuando hablamos de pobreza a nivel mundial aún
hoy nos estamos refiriendo a las grandes mayorías del planeta. Lo habitual es la pobreza, con
mayor o menor severidad; nosotros seguimos siendo la excepción, la minoría. Y, contradiciendo
optimismos voluntaristas, la injusticia crece.
El Informe del PNUD señala que el crecimiento económico “ha fracasado para la cuarta parte de
la población mundial, en términos absolutos y relativos, de modo que 89 países están en peor
situación económica que hace 10 años”. La polarización económica se ha agudizado tanto entre
los países como en el interior de estos, de modo que “si se mantienen las tendencias actuales –
avisa el PNUD- la disparidad económica entre países industrializados y en desarrollo pasará de lo
injusto a lo inhumano”. Un dato escandaloso abona esta visión: la riqueza de 358
multimillonarios es superior a los ingresos anuales de los países donde vive casi la mitad de la
población mundial (45%).
Carencias educativas (son 130 millones los niños en edad escolar primaria sin escolarizar)
Carencias sanitarias (la tasa de mortalidad infantil en el Sur es del 97 por mil, seis veces
más alta que en los países del Norte)
Bajas expectativas de vida (la esperanza de vida en África se espera que descienda de 62 a
47 años hasta el 2000)
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El 70% de los pobres del mundo son mujeres. Este hecho está directamente relacionado, entre
otras cosas, con la discriminación que sufren en la educación (por cada 100 hombres que saben
leer y escribir, hay solo 69 mujeres), acceso al mercado de trabajo (53 mujeres empleadas por
cada 100 varones), salud o ingresos por sus ocupaciones. La UNESCO considera que las dos
terceras partes de los analfabetos del mundo son mujeres, y hay 18 países –Pakistán, Afganistán,
Yemen y Nepal encabezan la lista- en los que sólo una de cada ocho niñas van a la escuela.
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Es rural
Es indígena
La pobreza también tiene color de piel y está relacionada con la raza. No es casualidad que los
indios de Canadá tengan seis veces más probabilidades de morir que el resto de los
canadienses; o que en Perú su esperanza de vida sea 11 años menor que la de la minoría blanca
que detenta el poder; ni tampoco que en Australia la tasa de paro entre los aborígenes sea
cuatro veces mayor que la media nacional.
Una de las causas de la pobreza, e incluso de desaparición física para estos pueblos es la
privación de su hábitat, porque se les arrebatan sus tierras o porque se destruyen.
Las tierras son para los indígenas su medio de vida, no sólo porque les proporciona el alimento,
sino en el sentido mucho más amplio y literal de constituir el medio que hace posible su vida.
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La infancia constituye el sector de población que sufre de manera más dramática las
consecuencias de la pobreza:
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La geografía de la pobreza
Dentro de la pobreza generalizada que afecta a un tercio de la humanidad, hay algunas zonas
del planeta en las que ésta se presenta aún con mayor gravedad. Son los Países Menos
Avanzados, según Naciones Unidas, o los de renta baja, según las estadísticas del Banco
Mundial. La pobreza se concentra en algunas zonas del planeta:
En África Subsahariana hay casi 400 millones de personas en pobreza absoluta, lo que
representa un 62% del total de la población.
Asia Meridional y Oriental es la zona con un mayor número de personas pobres (casi 800
millones), que representan un 25% del total.
América Latina posee más de 150 millones de personas que viven en la pobreza absoluta.
Estos representan el 35% del total de la población del continente.
La lista de estos países se incrementa. Cuando nació la denominación (1971) eran 24; en 1990 ya
había 71. Y las condiciones de vida se endurecen: a mediados de 1995 revelaban que los
ingresos medios por persona y las tasas de alfabetización evolucionaban a la baja. Tendencia
que no cambiará si no se modifican los datos económicos: la ayuda a los PMA (Países Menos
Adelantados) se redujo del 0,09% del Producto Nacional Bruto de los donantes al 0,07% en los
tres primeros años de la década; en el mismo período, la deuda externa ha aumentado de
114.000 millones de dólares a 127.000 millones, y las condiciones del comercio internacional
para estos países se han endurecido en términos absolutos y relativos.
Sin embargo, la pobreza se presenta cada vez más como un fenómeno que carece de
nacionalidad y desconoce las fronteras, incluso las que tradicionalmente han existido entre el
Norte y el Sur.
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La pobreza y el subdesarrollo son realidades complejas, con múltiples y profundas causas que
nos remiten a la estructura misma de nuestro mundo. Hay que desterrar algunos prejuicios que
sitúan las razones de la pobreza en lugares equivocados:
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El PNUD señaló en su famoso informe del año 92 que la diferencia entre el 20% de población más rica y el 20% más pobre había
pasado de 30 a 1 en 1960 a 60 a 1 treinta años después.
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La pobreza no está causada por el azar, el infortunio y, menos aún, los designios divinos,
que van en un sentido muy distinto. No es casualidad la existencia de desigualdades e
injusticias en nuestro mundo, sino que posee causas concretas.
Las causas de la pobreza y el subdesarrollo nos remiten principalmente a lo que se han llamado
“estructuras de pecado” de nuestro mundo:
Unas relaciones internacionales injustas tanto a nivel político, como comercial, financiero,
cultural, tecnológico…, marcadas por el dominio de unos sobre otros, la dependencia de
éstos últimos, el predominio de la competencia sobre la colaboración…
Unas estructuras sociales, políticas y económicas en el interior de los propios países del Sur,
que reproducen, incluso con mayor virulencia, las desigualdades e injusticias que se dan a
nivel mundial.
También cada uno de los individuos, en la medida que somos seres sociales, en tanto que
nos conformamos con las situaciones de injusticia alimentándolas positivamente o no
oponiéndonos de una forma eficaz a ellas, somos cómplices con nuestra indiferencia,
nuestro comportamientos, hábitos, conductas y valores, de la injusticia y desigualdad, pues,
como señalan los obispos españoles, “en esas estructuras operan e influyen personas
individuales con su propia responsabilidad”. Creemos que “en sus decisiones personales o
públicas todos deben tener en cuenta esta relación de alcance planetario, esta
interdependencia entre sus comportamientos y la miseria y el subdesarrollo de tantos
hombres y mujeres” (Solicitudo Rei Socialis).
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Frente a esta realidad (que, como hemos visto, tiene causas identificables) se ha presentado la
cooperación al desarrollo como el instrumento que puede favorecer la erradicación de la
pobreza y el desarrollo armónico de los países del Sur. La cooperación para el desarrollo,
aunque relativamente reciente en España, existe desde hace varias décadas en otros países;
incluso podemos encontrarnos precedentes en siglos pasados. La consolidación de la
cooperación al desarrollo como una política activa y constante tiene lugar tras la II Guerra
Mundial.
Los factores que han ido manteniendo e impulsando esta vía de relación entre los países del
Norte y el Sur han sido, por orden cronológico, los procesos de independencia, sobre todo en
África; las reivindicaciones de los nuevos países y su papel en el escenario internacional a lo
largo de los años 70, con la petición de un nuevo Orden Económico Internacional y la
aprobación del 0,7%; a lo largo de la década siguiente, la importancia estratégica y en algunos
casos económica de estas áreas, y ya más recientemente, la internacionalización de la economía
y la aparición de problemas de orden global.
En el contexto amplio de las complejas relaciones entre el Norte y el Sur, la cooperación para el
desarrollo es un concepto ambiguo que abarca un conjunto muy variado de acciones, cuyo
objetivo principal es favorecer el desarrollo de los pueblos del Sur, derivándose, en principio,
beneficios para ambas partes.
Los fondos son cada vez más escasos (en 1994, en los países de la OCDE, fueron 57.737
millones de dólares, equivalentes al 0,30% del PIB, que es el mínimo de los últimos 20 años).
Son muchas las voces que cuestionan su utilidad, puesto que tras 50 años de
funcionamiento, se constata que muchos pueblos del Sur apenas han mejorado sus
condiciones de vida.
Los gobiernos de los países donantes tienen un interés menor cada vez sobre lo que sucede
en estas áreas (y en especial a la gente más pobre).
Se constata una desviación creciente entre los objetivos originarios de la cooperación (la
erradicación de la pobreza) y la práctica actual, que la convierte sobre todo en un
instrumento al servicio de los intereses del donante.
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I. La cooperación no es el problema, no
debe constituir el objeto de nuestro
trabajo. Este debe centrarse en el
desarrollo y la lucha contra la pobreza y
sus causas. La cooperación es un
instrumento, útil en ocasiones, pero
también hay otras herramientas. Dicho de
otra forma: lo más importante no es que
la cooperación sea de una u otra manera,
lo crucial es el desarrollo que se produce
como consecuencia de ésta.
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Una vez que hemos visto la realidad, hemos presentado muy brevemente donde se sitúan las
causas de la pobreza y hemos analizado las respuestas que se han dado para afrontar el
problema de la pobreza, queremos presentar algunas propuestas y pistas que orienten el
trabajo futuro a favor de la erradicación de la pobreza y sus causas.
Tenemos, pese a todo, la certeza de que este mundo puede y debe ser transformado, que estamos
llamados a vivir de una forma distinta, en la que libertad e igualdad no sean solo conceptos
utópicos para casi todos. Somos conscientes de que todos tenemos un papel que jugar en la
transformación de nuestro mundo, que todos participamos de las injusticias con nuestros
comportamientos individuales y sociales y que todos podemos, de igual manera, participar en las
soluciones.
El primer paso suele ser romper la indiferencia, abrir los ojos y contemplar el sufrimiento de
tantos hombres y mujeres como algo propio, no ajeno. Nuestra acción surge del
convencimiento de que no podemos permanecer indiferentes frente al sufrimiento de tantos
hombres y mujeres y queremos hacer nuestros “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las
angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres” (Gaudium et Spes 1).
Después aparecen las preguntas, el análisis y el pensamiento que nos obligan a salir de los
sentimentalismos y la reacción inmediata, pero poco duradera. Por último, aparece la acción, el
compromiso, la transformación individual como consecuencia de lo anterior y como aliento para
nuevas acciones.
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En este sentido, construir una auténtica cultura de la solidaridad en España es cada vez más una
prioridad básica para muchas organizaciones (y en particular en este caso para MANOS
UNIDAS). Hacen suya así la petición que hace 30 años planteó el presidente de Tanzania, Julius
Nyerere, a una organización británica: “Tome todos y cada uno de los peniques que tiene previsto
destinar a Tanzania y gásteselos en el Reino Unido explicándoles a sus conciudadanos las
características de la pobreza y sus causas”.
Hemos visto cómo las causas más profundas de la pobreza radican en las estructuras que
dominan nuestro mundo y que conforman unas relaciones a nivel internacional y nacional
marcadas por la dominación de unos sobre otros. La erradicación de la pobreza exige la
transformación también en el ámbito de las instituciones, las legislaciones, las políticas…, tanto a
nivel supranacional como al interior de cada Estado.
Esta tarea exige incrementar nuestra capacidad de análisis de la realidad y sobre todo nos
obliga a elaborar propuestas alternativas reales que impliquen mejoras en las condiciones de
vida de los pobres y faciliten su trabajo para salir de su situación. Sólo en la medida en que
seamos capaces de presentar diagnósticos y propuestas lúcidas y rigurosas tendremos una
capacidad de influir en los foros y espacios donde se definen algunas de estas políticas.
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