Este documento resume la educación paleocristiana en sus primeros siglos. Se divide en dos secciones principales. La primera sección describe el contexto histórico del cristianismo primitivo y cómo interactuó con las culturas judía, griega y romana. La segunda sección detalla las características clave de la educación paleocristiana, incluida su falta de terminología pedagógica propia y su énfasis en la igualdad esencial de toda la humanidad. El documento también cubre los diferentes períodos de la era patrística y los des
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Este documento resume la educación paleocristiana en sus primeros siglos. Se divide en dos secciones principales. La primera sección describe el contexto histórico del cristianismo primitivo y cómo interactuó con las culturas judía, griega y romana. La segunda sección detalla las características clave de la educación paleocristiana, incluida su falta de terminología pedagógica propia y su énfasis en la igualdad esencial de toda la humanidad. El documento también cubre los diferentes períodos de la era patrística y los des
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Este documento resume la educación paleocristiana en sus primeros siglos. Se divide en dos secciones principales. La primera sección describe el contexto histórico del cristianismo primitivo y cómo interactuó con las culturas judía, griega y romana. La segunda sección detalla las características clave de la educación paleocristiana, incluida su falta de terminología pedagógica propia y su énfasis en la igualdad esencial de toda la humanidad. El documento también cubre los diferentes períodos de la era patrística y los des
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Tema 3
Educación paleocristiana
3.1. PUNTOS CLAVE DEL CONTEXTO HISTÓRICO
a) Ámbitos culturales del cristianismo Con la expresión educación paleocristiana se designa la labor misional y de formación religiosa llevada a cabo por las antiguas comunidades de los seguidores de Jesucristo, a partir del siglo primero de nuestra era y mediados del siglo VIII. Sus límites cronológicos se enmarcan desde el año 100 d.C. hasta el 749, año de la muerte de san Juan Damasceno, teólogo griego con el que puede darse por concluida la importante labor de formulación y asentamiento del dogma cristiano. El estudio y análisis de las obras de los autores que llevaron a cabo esta labor es lo que se ha llamado PATRÍSTICA, mientras que el estudio de su biografía y contexto histórico se ha denominado PATROLOGÍA. el cristianismo se presentó como una realidad radicalmente nueva y original, de naturaleza esencialmente religiosa: la existencia de una sola religión verdadera y de un único Dios, creador y salvador del hombre, omnisciente y omnipotente, que tenía su esencia en la fuerza creadora, universal y salvífica del amor. se presentó ante la historia con un cierto hálito de escándalo, perplejidad, contradicción y aparente ingenuidad: la humildad de un Dios hecho hombre que se proclama creador, omnipotente, que muere en una cruz, que resucita de entre los muertos y que lega su mensaje de salvación universal a doce discípulos, la mayor parte de ellos cuasi analfabetos, sin apenas locuacidad o experiencia retórica, y a los que encarga específicamente transformar el corazón del hombre. Un mensaje esencialmente religioso y pedagógico que se presentó ante tres escenarios diferentes. ante un ámbito religioso: el judío, circunstancia lógica si se tiene presente que la religión judaica dio solidez moral y espiritual al cristianismo al poseer una parte importante de su tradición histórica; en segundo lugar, se desarrolló ante un ámbito cultural y filosófico: el griego, que le prestó las armas culturales para su explicación y difusión; por último, se inició ante un ámbito político y social concreto: el romano, que, con matices al margen, facilitó su posterior desenvolvimiento y expansión. El ámbito judaico contenía la historia y tradición de la primitiva Revelación cristiana. Una tradición que Cristo no vino a enmendar sino a completar y perfeccionar. En cuanto al segundo de los ámbitos -el romano-, el cristianismo encontró tres ventajas que facilitaron su expansión. La actitud de tolerancia religiosa que el Estado romano dispensó hacía los pueblos sometidos. En segundo lugar, cabe aludir a la seguridad que ofrecía el entorno y las circunstancias culturales de la pax romana: una lengua de amplio alcance, una excelente organización administrativa e institucional y una red no menos importante de comunicaciones en todo el Imperio. Por último, cabe aludir al apoyo político e institucional de los emperadores romanos: fue Constantino, en el llamado EDICTO DE MILÁN, 313, quien refrendó la pervivencia del cristianismo al validar la libertad religiosa y de culto; finalmente el emperador Teodosio declaró en el 380 EL CRISTIANISMO COMO RELIGIÓN OFICIAL DEL IMPERIO, facilitando su estabilidad y expansión. Finalmente, el cristianismo tuvo que interactuar y asimilar valores e instrumentos de la educación y cultura greco- latina. Un proceso facilitado por cuatro elementos: el legado cultural grecorromano a que alentó intelectualmente la comprensión del mensaje cristiano; el esquema terminológico y conceptual de la paideia y de la humanitas permitió ahondar en la comprensión del misterio de la Revelación; la existencia de una lengua común facilitó su difusión; por último, el propio sistema educativo grecorromano sirvió de cauce óptimo para la propagación de la fe. b) Periodos culturales de la Patrística. La Revelación cristiana, aunque se contenía en el Antiguo y Nuevo Testamento, no era una religión de libro. Había nacido para ser transmitida a realidades culturales vivas y diversas. Tarea que en los primeros tiempos del cristianismo recayó bajo la autoridad magisterial de los Padres de la Iglesia, para después extenderse a otros cristianos, incluso laicos de virtud y fe contrastadas. Cristianos que con sus enseñanzas y escritos dieron lugar a lo que se ha dado en llamar ERA PATRÍSTICA. Su labor docente y misional no fue fácil y estuvo sujeta a las contingencias de su tiempo. Un proceso en el que pueden distinguirse cuatro periodos: un primero, que abarcaría los dos primeros siglos del cristianismo, vendría representado por los PADRES APOSTÓLICOS, así llamados por recibir sus enseñanzas directamente de manos de los discípulos de Cristo. Su primer exponente fue la DIDACHÉ [palabra griega que significa enseñanza] escrita hacia el año 70 d. C. Su autor es desconocido, planteó los cuatro puntos de la doctrina cristiana que consideró centrales para la enseñanza: las bases morales del cristianismo, los preceptos litúrgicos para la celebración del bautismo y eucaristía, ciertas reflexiones sobre la jerarquía eclesiástica y algunos párrafos alentando la esperanza en la segunda venida de Cristo. un segundo periodo los PADRES APOLOGISTAS. Su labor se llevó a cabo en el decurso de los siglos II y III. Una etapa en que el cristianismo ya se ha dado a conocer suficientemente, tiene cierta influencia en la cultura de su tiempo, y desde distintas instancias se generan dudas y contestaciones a su pertinencia y viabilidad. Se dirigió en primer lugar a los emperadores romanos, para explicarles, por qué no se adoraba a un dios humano, por qué no se participaba en cultos públicos paganos, o por qué los cristianos no se alistaban en el ejército. Otros se dirigieron a paganos cultos que compartían ideas comunes con el cristianismo. En tercer lugar, los apologistas combatieron las herejías de su tiempo, especialmente el gnosticismo y el montanismo. El tercer periodo se conoce como la Edad de Oro de la patrística. Una etapa que abarca los siglos IV a VI en el que la consolidación y estabilidad religiosa, garantizada por el Edicto de Milán (313) y la conversión del cristianismo como religión oficial del Estado (380), permitió a los Padres grecolatinos consolidar y despejar dudas sobre algunos aspectos centrales para la historia de la Iglesia. fue muy importante asentar los horizontes relacionados con la naturaleza divina, la trinidad de Dios y su encarnación humana. La libertad de culto permitió salir de la clandestinidad y construir grandes basílicas, se emprendió la evangelización progresiva de zonas rurales, gracias a la labor misional de los monjes; pudieron celebrarse abundantes concilios ecuménicos que asentaron canónicamente la naturaleza de la Iglesia y el modo de proceder del cristianismo. No faltaron tampoco herejías y controversias que marcaron divisiones eclesiales. El último periodo que cierra la pedagogía paleocristiana es la patrística tardía. Abarca desde el siglo VI hasta la primera mitad del VIII. Una etapa de declive, con un importante deterioro social y cultural, producido por la caída el Imperio romano de Occidente y las invasiones bárbaras. La patrística anterior ya ha dirimido buena parte de las grandes cuestiones de la Iglesia sobre la Encarnación de Cristo y la naturaleza de Dios. Ahora las disputas dejan de lado la dogmática para preocuparse más por el funcionamiento eclesial, la moral y el culto. 3.2. DIEZ CARACTERÍSTICAS DE LA EDUCACIÓN PALEO CRISTIANA El cristianismo careció de una terminología pedagógica propia. Estamos ante una doctrina esencialmente religiosa que para manifestarse recurrió a locuciones grecolatinas y muy ocasionalmente hebreas. Los cristianos acudieron a las escuelas romanas y helénicas, se formaron en ellas y de ellas sacaron los instrumentos lingüísticos para expresar los conceptos de una religión que aprendían en la familia, en la asamblea eclesial o en la catequesis. En segundo lugar, los responsables de la educación paleocristiana estaban persuadidos que no fue la cultura pagana quien configuró el cristianismo, sino que fue el cristianismo quien fue llamado a informar y transformar la cultura grecorromana. Una propuesta nueva y radical que supuso sustituir la concepción secular de la existencia por una concepción teocéntrica de la vida, donde el Dios creador, principio y en de todo lo que existe, se convertía en referencia de todo pensamiento o acción. La tercera característica fue una apuesta clara por una concepción antropológica nueva. El cristianismo consideró a la persona humana, ya fuese varón o mujer, «hechura de Dios». Esto significaba una revolución antropológica en la historia de la cultura. Se sostenía que, en todos los seres humanos, sin distinción de sexo, al ser creados por Dios, hay una IGUALDAD ESENCIAL DE NATURALEZA, DE ORIGEN Y DE DESTINO, lo que conllevaba importantes repercusiones de orden social y pedagógico. Esta igualdad ontológica conllevaba y exigía un proceso de perfeccionamiento que lo afrontó el cristianismo poniendo al descubierto los tres momentos fundamentales que en su doctrina jalonaban la historia del hombre: la creación, la caída y la redención humana. Por el momento de la creación, los Padres de la Iglesia apenas se interesaron. Por la caída se interesaron algo más por las consecuencias que generaban los males causados por el pecado original; MALES QUE INCAPACITARON AL HOMBRE PARA RETORNAR AL ESTADO INICIAL CON SUS PROPIAS FUERZAS. el tercer momento o educación propiamente dicha. Se trataba de una vuelta al estado primitivo, a la restauración de la imagen divina en el hombre. Una tarea en la que pusieron sus mejores empeños, y que sustanciaron en el ideal de una VIDA DE SANTIDAD. Ideal que quedó reflejado en la expresión griega en Christó paideia, que aparece a finales del siglo I en la primera Carta a los corintios de SAN CLEMENTE ROMANO. ¿Qué agentes intervenían en ese proceso? En primer lugar, el Pneuma o Espíritu de la verdad, que vivifica y corona a través de la gracia la labor educadora. El segundo agente es la figura de Cristo como maestro. La educación cristiana se distingue radicalmente de la educación pagana porque no es antropocéntrica ni independiente, pues se realiza «mediante la instrucción y la corrección del Señor». Sentencias que dieron lugar a una fundamentación cristocéntrica del magisterio paleocristiano, posibilitando que el Verbo encarnado fuese la causa principal de toda forma de enseñanza y aprendizaje, hasta el punto que sólo a él podemos denominar con propiedad maestro. El tercer agente educativo es el propio discípulo. Una figura que en el marco de una pedagogía religiosa debía poner todas sus posibilidades en la vivencia del mensaje evangélico. El cuarto elemento clave de la educación paleocristiana era la fe. Una variable fundamental sin la cual no se entendería nada del cristianismo. Los Padres de la Iglesia tenían claro que la antropología clásica había puesto en la inteligencia y en la voluntad la exclusividad del crecimiento pedagógico. Apostar por ese exclusivismo no sólo suponía limitar la naturaleza, sino olvidar el daño mistérico e insondable del pecado original. San Agustín sostendrá que negar esta verdad suponía un acto de idolatría, una manifestación de soberbia y una desobediencia manifiesta. Con el obispo de Hipona, dirán que Dios es el fundamento de todo lo que existe, es su principio, su causa ejemplar y su causa final. Él ha creado todo de la nada y nos ha dado la fe que es el conocimiento más seguro, más cierto incluso que la propia existencia. Y ese Dios habita en nuestra alma, que la ha creado a su imagen y semejanza. En consecuencia, el punto de partida hacia la verdad no está en el exterior, sino en la intimidad de la conciencia humana, que es donde habita Dios. El último matiz que cierra las características nucleares de la pedagogía cristiana hace referencia a la escatología de su fin. la perfección y felicidad eterna no se alcanzan en el más acá sino en el más allá. Un aspecto fundamental que no sólo pone al descubierto las contingencias y limitaciones esenciales de la cultura secular, sino que la situación del hombre en la tierra es la propia de un peregrino que no tiene su ciudadanía en este mundo sino en la ciudad divina. Una ciudad a la que se camina con las virtudes capitales de la fe, la esperanza y la caridad, virtud suprema que constituye la señal de identidad más genuina del cristiano. 3.3. CONTENIDO DE LA EDUCACIÓN CRISTIANA Estamos ante una educación eminentemente religiosa, cuyo fundamento está recogido en las Sagradas Escrituras compuestas por los libros del Antiguo y el Nuevo Testamento. Fue en el Concilio de Roma del año 382, bajo el pontificado del papa san Dámaso I, cuando los cristianos instituyeron de una manera definitiva el Canon Bíblico; esta versión fue traducida del griego al latín por san Jerónimo (la Vulgata) por encargo del mismo papa San Dámaso I, convirtiéndose en la primera Biblia en el sentido pleno de la palabra. A su conocimiento y vivencia los primeros cristianos lo llamaron en Christó paideia, o revestimiento de Cristo. El contenido del cristianismo vino caracterizado por cuatro principios. En primer lugar, por no ser creado por cultura humana o por un hombre genial sino por ser revelado por el mismo Dios. En segundo lugar, no estamos ante un contenido mensurable, abarcable o comprensible enteramente por el hombre. En tercer lugar, estamos ante un mensaje que trasciende al hombre, que es inmutable y universal. Su contenido lo forman una serie de verdades divinas que han ser recibidas y trasmitidas fielmente, no son discutibles y no admiten cambio sustancial en su contenido, aunque sí formulaciones o acomodaciones accidentales a los signos de los tiempos. Finalmente, el mensaje cristiano desborda el plano intelectual para ser vitalmente incorporado por cada ser humano. La doctrina de Cristo compromete la vida entera, una forma de hacer que une sólidamente al hombre con Dios por la fuerza del amor. La pedagogía paleocristiana se caracteriza por su dimensión secular; estamos ante un fin que se consigue construyendo la ciudad terrena, es decir, inspirando el mundo de sentido cristiano. La paideia cristiana huye así de la radical oposición que planteaba la paideia griega entre la formación intelectual y la dedicación profesional, y que solo parcialmente corrigió la humanitas romana. Desde el marco de estas consideraciones, los Padres de la Iglesia conformaron lo que podría ser el contenido de la enkyklios paideia cristiana. El artífice que en mayor medida contribuyó a esa clarificación fue sin duda ORÍGENES, que con sus ideas influyó decisivamente en su constitución. En su opinión, la educación cristiana debía basarse en el estudio de una tradición literaria doble: por un lado, debía prestarse atención a la Biblia, por otro, a las letras humanas griegas y latinas, tamizadas por las peculiaridades de la religión cristiana. 3.4. INSTITUCIONES EDUCATIVAS PALEOCRISTIANAS a) La familia La familia paleocristiana, aunque presenta muchas concomitancias con la familia grecolatina tiene una diferencia radical y determinante: mientras que en la Grecia clásica la familia se fundamentaba en la consanguineidad legítima, y en Roma se apoyaba en la sumisión jurídica a la autoridad del pater familias, en la pedagogía paleocristiana se definía por su carácter religioso y sacramental. Para el cristianismo es Dios mismo quien instituye, alienta y sostiene la familia desde el mismo momento de la creación hombre, para luego dar a esa unión un carácter de indisolubilidad. Estamos ante una relación que tiene su fundamento en el amor trinitario de Dios; que se concreta en la aceptación, donación y entrega de por vida entre un hombre y una mujer; que requería el consentimiento insoslayable de los cónyuges; y que se iniciaba con el signo sacramental de las nupcias matrimoniales. Un acto a celebrar en la iglesia y con el consentimiento del obispo. Estas ideas, constituyen una auténtica revolución para las costumbres familiares del siglo I después de Cristo. Las referencias del Nuevo Testamento al abandono de padres, hermanos y obligaciones familiares por seguir a Cristo parecen dejar la familia natural en un segundo plano. Los primeros Padres de la Iglesia [IGNACIO DE ANTIOQUÍA, y CLEMENTE ROMANO,] criticaron con vehemencia esas posturas excluyentes y pronto salieron en defensa del matrimonio como vía de santificación y colaboración con la obra creadora de Dios, a través de la descendencia y educación de los hijos. Esta aparente contradicción entre familia de fe y de sangre no era propia de la esencia cristiana. No se trataba de tener familia o no tenerla, la elección se planteaba entre ser cristiano y ser cristiano perfecto. Algunos pensaron que la elección por la virginidad y el celibato podía ser más óptima, pues descargaba de obligaciones familiares y posibilitaba una mayor dedicación a la oración y al culto. Otros, pensaron que el matrimonio era superior al celibato, pues se estaba ante una institución instituida y querida por Dios. El cauce que utilizaron no fue el templo, tampoco fue la sinagoga. Fue la casa romana, helénica o judía. Con el cristianismo, la domus romana, la oikos helena o la casa patriarcal judía siguieron existiendo como unidades sociales seculares; Comenzar en ese entorno y especialmente por el cabeza de familia era lógico; a su conversión seguía la del resto de su familia. Aunque no necesariamente a la conversión de los padres seguía la de todos los miembros de la casa. El cristianismo, por su misma esencia, reclamaba la libertad de las conciencias. Las fuentes paleocristianas y especialmente el Nuevo Testamento ofrecen muchos ejemplos de cómo las moradas cristianas se convirtieron en auténticas iglesias domésticas. Los primeros cristianos no tenían un templo propio, las casas familiares hacían las veces de asamblea eclesial. Desde el siglo II se encuentran huellas arquitectónicas de la religión cristiana en las catacumbas, con inscripciones algunos edificios dedicados al culto y caridad Los primeros lugares para el culto antes de la libertad religiosa decretada por el emperador Constantino mediante el Edicto de Milán en el año 313 d.C. son las domusecclesiae o casas de la Iglesia. Los ejemplos más antiguos excavados se encuentran en Arbela del siglo II y Dura Europos del siglo III. En la ciudad de Roma las casas dedicadas al culto cristiano se denominaban tituli porque su titular o dueño era un cristiano que cedía su propiedad para el culto. A partir del Edicto de Milán y hasta el siglo VII, la principal muestra de la arquitectura paleocristiana es la basílica, tomada de modelos grecorromanos civiles. b) El catecumenado A partir del siglo II, es muy habitual encontrarnos documentos con las expresiones catecúmeno o catecumenado [katejein, instruir de palabra]. Se trata de la persona o periodo de instrucción al que se somete a los que deseaban entrar en la comunidad cristiana por medio del bautismo. En los primeros tiempos del cristianismo, el bautismo de adultos era el más común. A quienes deseaban ser cristianos, las comunidades los sometían a varias pruebas y períodos de discernimiento o aprendizaje para asegurar su fe. Su temporalización y formas variaban según las épocas y lugares. Aunque cada Iglesia local tenía sus propias normas, el catecumenado presenta algunos rasgos esenciales comunes que lo configuran como una institución educativa ideal que satisfacía las exigencias de la formación cristiana. Aunque será la Tradición Apostólica de Hipólito de Roma (hacia 215) quien de una manera más clara asiente (nn. 15-22) y sistematice en tres partes las formas y modos del catecumenado. La primera parte se denominaba ENTRADA EN EL CATECUMENADO. Consistía en una presentación de los candidatos o simpatizantes [accedentes] por parte de los padrinos y en un examen de admisión ante la comunidad para verificar la sinceridad de sus actitudes, motivos y deseos; tras el visto bueno, los candidatos eran incluidos en el grupo de los catacúmenos [auditores, catechumeni] se formaban durante tres años compartiendo sus bienes con aquel que les instruía su formación se centraba en tres aspectos: la dimensión doctrinal (formación- ilustración), la moral (cambio de costumbres-conversión) y la ritual (introducción a la oración y los símbolos de la fe o Credo). La tercera parte era la ELECCIÓN PARA EL BAUTISMO Tenía lugar después de haber pasado por un segundo examen, donde padrinos y comunidad testificaban acerca de la conducta y preparación del candidato. Si se consideraban aptos, los candidatos [ electi, illuminati] eran sometidos a una preparación más intensa y definitiva al bautismo, que tenía lugar el sábado santo en la vigilia pascual. os responsables últimos de esta labor eran los obispos y después los presbíteros. Muy importante era la figura de los padrinos. A continuación, sobresalían los catequistas o doctores audientium, que podían ser clérigos o laicos, habían recibido su encomienda o misión por parte de la comunidad u obispo y tenían por función preparar e instruir a los catecúmenos. Los siglos III-IV constituyen el pleno desarrollo de la institución catecumenal y el momento cumbre de su autenticidad. A partir de la paz constantiniana y del reconocimiento del cristianismo como religión oficial del Estado romano se dieron una serie de transformaciones progresivas que empezaron a devaluar el sentido del catecumenado tal como se había mantenido hasta entonces: aumento del bautismo en niños y disminución del de adultos, conversiones masivas y reducción de su formación al tiempo cuaresmal, reducción de su contenido, aparición de nuevas instituciones formativas, etc. El resultado fue su práctica desaparición hacia los siglos V y VI. c) La escuela pagana Los cristianos no fundaron escuelas laicas para la recepción exclusiva de cristianos. se formaron en las escuelas paganas del Imperio, en ellas dieron clases y de ellas sacaron los conocimientos y los recursos didácticos necesarios para llevar a cabo su obra evangelizadora. Entrar en la escuela pagana no significaba aceptar su cultura y los fines a la que respondía. De hecho, algunos cristianos consideraron que la formación de dichas escuelas era extraña, cuando no incompatible, con la educación cristiana. De este primer rechazo a la sabiduría pagana, se pasó pronto a una aceptación selectiva de sus contenidos, por entender que pueden servir de base y preparación para los estudios cristianos. En esa línea, GREGORIO DE NISA [335-394) afirmaba que hay una parte esencial y básica de la formación, que no depende directamente de Dios, sino del hombre, pues éste, a través de su libertad personal, su esfuerzo y su inteligencia, ha de procurar engendrar en sí mismo la virtud natural, sin la cual no pueden darse las virtudes sobrenaturales. los cristianos de los siglos Ill y IV asistieron a las escuelas clásicas, fundaron escuelas abiertas y dieron clases en ellas. Fue Orígenes, a comienzos del siglo Ill, uno de los primeros cristianos en abrir una escuela de gramática para atender a las necesidades de su familia. A medida que se avanza en el tiempo y las conversiones crecen, los maestros cristianos están tanto en la enseñanza primaria como en la media y superior. Una función que sirvió para asumir el valor de la ciencia y del conocimiento, tal como lo había plasmado la tradición, y no para transformar la escuela clásica en una escuela religiosa. d) La escuela superior o catequética La pedagogía paleocristiana no impulsó ni creó escuelas elementales o de nivel medio y sólo excepcionalmente creó centros de cultura superior filosófico-teológicos. Por su propia naturaleza, la Revelación cristiana exigía reflexión, explicación y respuestas profundas a preguntas y temas que sólo podían abordarse desde la Filosofía y la Teología. Algunos derivaron en claras herejías: gnosticismo, montanismo, arrianismo, nestorianismo, monofisismo, etc.; otros, fijaron con solidez los sillares de la primigenia filosofía y teología cristianas. Uno de los primeros fue Justino mártir [c ll0-c l68], Padre apologeta laico que bajo su exclusiva responsabilidad fundó en Roma una de las primeras escuelas filosóficas destinadas a explicar y enseñar las verdades profundas del cristianismo. Alejandría: en el plano cultural, esta ciudad era muy superior a Roma y en ella se asentó tempranamente el cristianismo, fundando comunidades catequéticas para enseñar el primer cristianismo, como se hacía en todas las partes donde penetraba la iglesia. Es por ello por lo que en esa ciudad esta actividad se denominó de entrada escuela o Didaskalion En el 215, el obispo Demetrio encargó la dirección de la catequesis a Orígenes [185-254], quien pronto se vio obligado a desdoblar la escuela en un nivel superior, ante la asistencia de un público cada vez más extenso y exigente. Su discípulo Heraclas se ocupó de la catequesis y él asumió la escuela teológica. Una escuela a la que adaptó los métodos de la enseñanza superior helenística. Como base, una sólida formación literaria y filosófica para derivar posteriormente al estudio profundo de la Sagrada Escritura. Los ejemplos de las escuelas filosófico-teológicas asombrosamente no tuvieron continuación. Con la paz constantiniana del 313, la teología pareció invadirlo todo. No sólo los miembros del clero, sino los fieles cultos añadían a sus conocimientos profanos un extra de cultura religiosa que no surgía de instituciones religiosas superiores sino de los centros de cultura profana. Los fieles no reciben otra formación religiosa que la catequesis elemental impartida en el templo y en la predicación. El clero no se forma en escuelas sino por medio del contacto personal con el obispo y los sacerdotes de más edad. Por tanto, desde el punto de vista institucional asistimos a una regresión.