Corpus 1 - Teoría
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movimiento debe ser desde el texto hacia la teoría y no al contrario, dado que es en las prácticas literarias donde se funda la teoría
(y los problemas que luego trabaja). Esto se encuentra ligado a lo que mencionábamos al comienzo sobre la importancia de pensar
la teoría a partir de la reflexión argentina y de las prácticas literarias de nuestro país (lo que de ninguna manera implica omitir el
análisis sobre la práctica internacional): “[…] los problemas teóricos que nosotros nos podemos plantear con todas las
herramientas e instrumentos que nos da la reflexión teórica internacional más avanzada tienen que ser los problemas que
nosotros, digamos, hacemos surgir de nuestras necesidades mismas” (73). Para ejemplificar, señala que el problema de la
autonomía de la literatura en la Argentina tiene que ver con la política. (Sobre Clases 1985. Algunos problemas de teoría literaria /
Josefina Ludmer de Annick Louis (ed), Buenos Aires, Paidós, 2015.)
4-Teresa Leonardi Herrán
La crítica literaria actualmente es un género literario que se suma a los otros en igual rango. (Entrevista en Fascículo 1- Una
literatura y su historia I. Palermo y Altuna)
5- Nicolás Rosa
La función de la crítica es leer lo negado por la misma literatura (la literatura es censura): las escrituras silenciadas, las obras
excluidas de los sistemas, las voces acalladas o aquello de cada texto que ha sido ensombrecido por las lecturas oficiales: aquello
intersticial entre el exilio y el destierro. Y es ahí donde reaparece la función política de la crítica (Los fulgores del simulacro, 1987)
6- Walter Mignolo
7-Néstor Groppa
Poeta se ofrece (con referencias)
Hace versos sencillos
Arregla verso deshechos, o corridos
Y camperas (la poesía)
También cola adjetivos vidriados (con garantía)
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Poeta sin máster
No confundir con otro Dr. en Literatura, ni licenciado, ni Filólogo, ni lingüista.
Respeta la tecnocracia literaria
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Poeta solamente licenciado en “gramática de los sentimientos”
No enseña a leer
Pero está en contacto con la Empresa Takara
Que interpreta las emociones de los perritos
…………………………………………………….
8-
... Todo enunciado concreto viene a ser un eslabón en la cadena de la comunicación discursiva en una esfera determinada. Las fronteras mismas del
enunciado se fijan por el cambio de los sujetos discursivos. Los enunciados no son indiferentes uno a otro ni son autosuficientes, sino que “saben” uno del
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otro y se reflejan mutuamente. Estos reflejos recíprocos son los que determinan el carácter del enunciado. Cada enunciado está lleno de ecos y reflejos de
otros enunciados con los cuales se relaciona por la comunidad de esfera de la comunicación discursiva. Todo enunciado debe ser analizado, desde un
principio, como respuesta a los enunciados anteriores de una esfera dada (el discurso como respuesta es tratado aquí en un sentido muy amplio): los refuta,
los confirma, los completa, se basa en ellos, los supone conocidos, los toma en cuenta de alguna manera…
…Un texto vive únicamente si está en contacto con otro texto (contexto). Únicamente en el punto de este contacto es donde aparece una luz que alumbra
hacia atrás y hacia adelante, que inicia el texto dado en el diálogo. “HACIA UNA METODOLOGIA DE LAS CIENCIAS HUMANAS”, Estética de la creación verbal,
Bajtín, M. (1982)
9- INTERPRETACIÓN Y SOBREINTERPRETACIÓN
Mi idea de la interpretación textual como una estrategia encaminada a producir un lector modelo concebido como el correlato ideal de un autor modelo
(que aparece sólo como una estrategia textual) convierte en radicalmente inútil la noción de la intención de un autor empírico. Tenemos que respetar el
texto, no el autor como persona de carne y hueso. “La sobreinterpretación de textos” en Interpretación y sobreinterpretación, Umberto ECO, 1995.
Así, todo acto de lectura es una difícil transacción entre la competencia del lector (su conocimiento del mundo) y la clase de competencia que determinado
texto postula con el fin de ser leído de modo económico. “Entre el autor y el texto” en Interpretación y sobreinterpretación, Umberto ECO, 1995.
…¿Por qué hacer literatura? ¿Por qué leer literatura? ¿Por qué editar literatura? ¿Por qué enseñar literatura? ¿Por qué insistir
en que la literatura forme parte de la vida de las personas? ¿Dónde está esto que llamamos literatura? ¿Dónde debemos
ponerla?
Esta tercera zona no se hace de una vez y para siempre. Se trata de un territorio en constante conquista, nunca conquistado del
todo, siempre en elaboración, en permanente hacerse; por una parte, zona de intercambio entre el adentro y el afuera, entre el
individuo y el mundo, pero también algo más: única zona liberada. El lugar del hacer personal.
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La literatura, como el arte en general, como la cultura, como toda marca humana, está instalada en esa frontera. Una frontera
espesa, que contiene de todo, e independiente: que no pertenece al adentro, a las puras subjetividades, ni al afuera, el real o
mundo objetivo.
Un territorio necesario y saludable, el único en el que nos sentimos realmente vivos, el único en el que brilla el breve rayo de sol de
los versos de Quasimodo, el único donde se pueden desarrollar nuestros juegos antes de la llegada del lobo. Si ese territorio de
frontera se angosta, si no podemos habitarlo, no nos queda más que la pura subjetividad y, por ende, la locura, o la mera
acomodación al afuera, que es una forma de muerte.
La condición para que esta frontera siga siendo lo que debe ser es, precisamente, que se mantenga indómita, es decir, que no
caiga bajo el dominio de la pura subjetividad ni de lo absolutamente exterior, que no esté al servicio del puro yo ni del puro no-yo.
La educación, en un sentido más generoso que la mera enseñanza, puede contribuir considerablemente al angostamiento o
ensanchamiento de este territorio necesario.
Es ahí donde está la literatura; ahí se abre la frontera indómita de las palabras.
MONTES, GRACIELA. La frontera indómita. En torno a la construcción y defensa del espacio poético, México,
FCE, 2001
11- La Literatura
La escritura es un programa (en rigor es siempre más de un programa) de actividad para la lectura, pero ésta debe aún recórrelo o, para seguir con Valéry,
ejecutarlo. De ese modo el texto literario sería el lugar en que se reúnen un componente inicial e invariable y un componente final, móvil. De ese modo, la
fecunda pregunta jakobsoniana (¿qué es lo que hace de un mensaje verbal una obra literaria?) podría quizá orientar mejor los estudios si se la sometiera a
esta corrección: ¿qué es lo que hace que un mensaje verbal sea leído como obra literaria?...
…Es claro que tomar en cuenta la experiencia estético-afectiva del lector, y sobre todo la del propio crítico, supone incorporar una dimensión
peligrosamente perturbadora que nos obligará a pensar desde una interminable fragilidad. Pero acaso los estudios literarios no sean en definitiva otra cosa
que una tensión entre la proximidad y la huida de una fragilidad ansiosa, persistente, negada y sin embargo instalada en el centro de un objeto que a cada
paso construimos y desplazamos. “EL PROBLEMA DEL VALOR EN LOS ESTUDIOS LITERARIOS”, Hablar de literatura, Raúl DORRA, 2000.
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Hemos venido hablando de las posibilidades de conocer la literatura desde una perspectiva semiótica, pero aún no hemos formulado directamente la
pregunta central: ¿qué es el conocimiento de la literatura? Pregunta nada fácil de interpretar, pues de inmediato nos conduce a diferentes proyectos de
respuesta. Decir de un texto que es literario implica realizar, por I01 menos, dos operaciones: una clasificatoria y otra valorativa. Esto es, implica postular
que tal texto pertenece a una determinada clase y al mismo tiempo que tiene un cierto grado de excelencia artística y de virtud estética. Tales afirmaciones
no por simultáneas dejan de representar procesos diferentes y aun de apuntar a objetos de conocimiento diferentes. En el primer caso quedamos situados
frente a un objeto inteligible y al que concebimos como susceptible de una descripción positiva; en el segundo caso quedamos situados frente a un objeto
sensible y generador de un cierto efecto que concebimos como efecto estético. Conocer el texto es en el primer caso decir cómo está hecho, qué principios
actualiza, qué leyes lo presiden y en el segundo caso es decir qué calidad tiene, cuánto más o cuánto menos vale en relación con otros textos, cuál es su
virtud irrepetible. En el primer caso se infiere lo general a partir del examen de los particulares y en el segundo caso se juzga lo particular a partir de un
conocimiento explícito o implícito de las leyes del género. Este segundo conocimiento, valorativo, es el conocimiento estético, y debemos observar que para
la conciencia literaria éste es el verdadero conocimiento porque se trata de una apropiación y, sobre todo, de un acto. “La proximidad y la distancia”, Hablar
de literatura, Raúl DORRA, 2000.
*¿Y cómo reflexionaron los estudios literarios académicos una relación que la literatura ya había planteado en términos que eran de necesaria y
constitutiva coexistencia, pero a la vez conflictivos? Antes de responder a esta pregunta, conviene advertir que, en efecto, la ficción literaria, la finisecular y
la de comienzos de siglo, muestra la incomodidad institucional de la literatura, porque en esas ficciones queda situada imaginariamente en un lugar que es,
al mismo tiempo, interno y externo respecto de lo que entonces constituía el gran medio masivo de difusión, el periodismo.
... Lo que queda como teoría es una afirmación del poder significativo del encierro, y por lo tanto, una teorización que eleva el profesionalismo académico
para ajustarse a la corrección política. Lo profesionalmente correcto. Me refiero a Stanley Fish y sus antifundamentalistas «comunidades interpretativas»
(1980). Las comunidades interpretativas son concebidas como interacciones intersubjetivas del mundo académico que no sólo construyen el sentido, sino
que construyen también los textos que interpretan. Son autosuficientes, pero no estáticas ni conservadoras: cambian, afirma Steiner defendiéndose de las
acusaciones de inmovilismo reaccionario, pero el cambio se debe siempre a razones de lógica profesional, vale decir, a la lógica de la institución
universitaria que sanciona con la aprobación o el desgaste los discursos que construyen paradigmáticamente el sentido. “La caja de herramientas o qué no
hacer con la teoría literaria”, Jorge Panesi, 1996.
*Cuando reitero machaconamente en mis clases de «Teoría literaria» (destinadas a alumnos del Profesorado y de la Licenciatura en Letras del Litoral) pero
en especial en las de «Didácticas de la lengua y de la literatura» (sólo para los estudiantes de Profesorado), que saber teoría literaria ayuda a decidir, lo
hago con todas las prevenciones y las alertas que el «espigón» desconstructivo despliega respecto de los alcances y los límites de cualquier formulación
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«teórica». Pero también con el convencimiento de que sólo teniendo una sólida posición teórica (unida, como sabemos, a las derivas críticas y a la lectura
literaria) podemos los profesores ocupar nuestro lugar como «autores del curriculum». Es decir, podemos «firmar»: rechazar el lugar de autómatas en que
se nos ha colocado desde la reforma menemista y también un poco después, en especial desde algunas gestiones provinciales y municipales (es la propia
teoría la que nos ha alertado respecto del saber como requisito básico para tramitar diferentes circulaciones del poder). “Los estados de la teoría”,
Gerbaudo, Analía