Resumen Cap. II
Resumen Cap. II
Resumen Cap. II
Esta etapa del pensamiento musical griego representa el reconocimiento del valor musical más
allá de la función ritualística, la perspectiva mitológica y las supuestas propiedades mágico –
curativas que se le atribuían. El discurso filosófico inaugurado por Sócrates, y que nos conduce
directamente a Platón y Aristóteles, se convierte en una filosofía más antropológica y,
consecuentemente, más política, y la argumentación musical de estos pensadores es reflejo de
este nuevo paradigma. Aunque aún persiste la concepción del ethos musical, esta teoría se
empieza a separar del misticismo pitagórico que la caracterizaba, y es utilizada por Platón y
Aristóteles respecto de la pedagogía y la psicología.
Las opiniones de Platón y Aristóteles sobre la música fueron generadas en una época de evolución,
en la que la actividad musical empezaba a percibirse de manera más social, y empezaba a fraguar
ciertos vínculos con la educación y el ocio. Los dos filósofos contribuyeron a colocar a la música en
este nuevo estrato, y esto fue dentro de un contexto de “confrontación” entre las ideas antiguas,
de carácter preponderantemente pitagórico, que entendían la música desde una perspectiva
mitológica, mística y matemática, y las concepciones modernas que concebían la música desde
una perspectiva más social, educativa y práctica.
En Platón puede observarse una posición contradictoria hacia la música. Por un lado, muestra una
actitud de censura y hasta desprecio por ella, por considerarla dentro de la categoría de
actividades que tienden a fomentar el placer sin sentido, la fantasía vacía y la deformación de la
verdad. Cuando hablamos de actividades, también nos referimos a cierta desvalorización de la
música que la equipara a oficios meramente artesanales. Por otra parte, en La República, Platón
reflexiona sobre el poder de la música en la formación del carácter de los hombres, y de cómo esta
práctica debe ser regulada por el estado en aras de tener una práctica pedagógica adecuada en la
educación de los jóvenes. En este sentido, la música es ponderada por Platón como una actividad
formadora y ejercitante del alma de manera análoga a la gimnasia respecto del cuerpo. Así pues,
música y gimnasia de convierten en los elementos fundamentales de la educación. Platón incluso
llega un poco más allá, al poner en boca de Sócrates en uno de sus diálogos, el calificativo de la
filosofía como “la música más excelsa”.
Por su parte, Aristóteles es heredero directo del pensamiento platónico, pero configura una
argumentación que trata de solventar las contradicciones que se observan en su maestro.
Comparte las ideas platónicas acerca de la música como elemento fundamental de la educación,
pero pondera su facultad de generar placer como algo positivo, y como algo útil a la educación en
sí, más que como algo ajeno. El estagirita concibe el ocio como una pausa necesaria en el proceso
educativo (Aristóteles consideraba que la educación tiene que “doler”), y al tener la música su
propio valor educativo al mismo tiempo que es un procurador de placer, se convierte en la
actividad recreativa perfecta. Para Aristóteles, la práctica musical tiene también un valor educativo
auto regulador, es decir, considera que es necesaria la práctica musical para saber distinguir la
buena música de la mala música. El ejercicio de la práctica musical más allá de estos fines, i. e. la
práctica por la excelencia y el virtuosismo en sí mismo, era considerada por Aristóteles como una
actividad que nos desvía de la virtud.
Otro importante pensador post aristotélico es Teofrasto, filósofo peripatético alumno del
estagirita, quien continúa desarrollando el pensamiento empírico en la música. Teofrasto se aleja
un poco más de las consideraciones éticas de la música, y se centra en comprender y explicar los
fenómenos armónicos y rítmicos desde una perspectiva estrictamente musical. Este mismo
pensamiento se encuentra en Cleónides, quien ya habla de la armonía en términos de ciencia
musical.