Sanando Al Nino Interior Herido
Sanando Al Nino Interior Herido
Sanando Al Nino Interior Herido
“Tengas la edad que tengas, hay en tu interior un pequeño que necesita amor y
aceptación”
“He llegado por fin a lo que quería ser de mayor: un niño”. Joseph Séller
Todos tenemos o hemos tenido heridas emocionales, por ese motivo una parte fundamental
del viaje de sanación tiene que ver con la comunicación y sanación de nuestro Niño Interior
Herido. Con el poder, la experiencia y la capacidad que ahora tenemos podemos aprender a
escucharle, abrazarle, acoger sus sentimientos, educarle y ponerle límites saludables a sus
reacciones y comportamientos. Todo ese proceso forma parte del maravilloso trabajo con el
Niño Interno.
Es importante conectar con nuestro “Niño interior” para sanar sus miedos y conflictos, pero
también para recuperar todo su caudal de ternura y capacidad de amar.
Muchos de nosotros hemos vivido muchos años buscando el amor, la aprobación, la valoración
y el apoyo de otras personas. El Niño Interior Herido busca afuera aquello que más necesitó
recibir durante su infancia: un trato amoroso por parte de los adultos que le rodeaban y que
eran responsables de alimentarle y nutrirle para favorecer su crecimiento físico, psicológico,
emocional y espiritual.
El conectar con nuestro niño interior también es un proceso, un camino, de lo que es el trabajo
de desarrollo personal que todos tenemos que hacer para conectar aquellas partes de nuestra
personalidad individual previamente separadas o divorciadas. Para alcanzar nuestro potencial
hemos de reconectar con nuestro AMOR natural de nacimiento del que nos desconectamos.
Podéis hacer talleres específicos para trabajar con ese niño/a, empezar a conocerle y conectar
con él. En el taller se realizan ejercicios para trabajar la conexión Adulto-Niño. El trabajo con el
grupo es muy enriquecedor porque escuchar la historia de otras personas nos ayuda a
comprender que lo que nos ha pasado a nosotros no es nada raro. A su vez nos permite
compartir nuestras vivencias que pueden coincidir con las de otras personas y sus experiencias
nos pueden aportar una visión diferente a la que teníamos formada. Por otro lado, nos permite
compartir emociones y sensaciones y conocer herramientas que podemos aplicar en nuestro
día a día.
Después de ese análisis, que no es un trabajo de un día para otro, podemos reconciliarnos con
ese niño, pedirle perdón por haberlo tenido abandonado, darle el cariño que necesita,
preguntarle que quiere e integrarle con nuestro Adulto. Se pueden escribir cartas, hablar con
él…lo importante es poner la intención de establecer esa conexión, aceptarle tal y como fue,
abrazarle y darle todo nuestro amor.
En este viaje hacia nuestro interior es fundamental conocer un poco más a nuestros padres,
aceptarles por lo que hicieron y perdonarles en caso de sentir resentimiento o rencor hacia
ellos.
Os animo a que empecéis a conocer a ese pequeño, es un viaje maravilloso a vuestro interior,
muy gratificante, no os vais a arrepentir. Aunque en el camino encontréis cosas que no os
gusten y que tengáis que sanar, merece la pena volver a jugar otra vez, volver a reír y volver a
ser niño.
Podéis sanar todas sus heridas, pero también podéis recuperar su ternura, creatividad,
inocencia y su capacidad de amar.
Puedes pintar tu historia con el pincel que tú quieras y puedes poner a ese niño los colores que
tú elijas.
“Volver a ser niños es algo apasionante y las herramientas están en vuestro interior,
aprovecharlas y disfrutar”
Existe un niño interior rico o pobre dentro de ti. La cuestión es qué hacer con él. Es importante
asumir de forma plena nuestra responsabilidad, y acogerlo. Al final es nuestro adulto el que debe
tomar y acoger al niño interior, más allá de los padres originales.
El sanar nuestro niño interior nos permite liberarnos de nuestra carga neurótica. Somos hijos del
pasado y padres del futuro.
Dentro de un proceso terapéutico de calidad la persona se apropia de su niño interior, confronta si
es necesario con los padres originales y finalmente toma su vida en sus manos.
Para todo ello es necesario que nos conectemos con nuestro niño interior, que implica conectar con
el dolor original, para poco a poco sanearlo y para que el pasado deje de interferirnos y podamos
vivir de una forma plena.
Muchas personas a veces se resisten a conectar con su niño herido, pero es necesario pasar por el
sufrimiento para poder soltarlo y oxigenarlo.
1. Confiar: Para que su niño interior herido pueda salir de su aislamiento necesita confiar en
que usted estará allí para él. Esto pasa por no penalizarlo, juzgarlo, o despreciarlo, de
hecho ya sufrió bastante. Necesita de un aliado que le de apoyo para superar el maltrato
sufrido. Esta actitud es la entrada al trabajo.
2. Aceptar. Esta aceptación implica no minimizar su dolor y no justificar a los padres o
racionalizar de qué manera fue avergonzado. El hecho es que su niño fue herido y punto.
Es necesario no poner pomada, maquillaje o anestesia al dolor. Aceptar implica
exponerse a lo que hay.
3. Shock. Al conectar con la herida de tu niño interior es normal que quedes un poco
noqueado. Si eres honesto contigo mismo reconecerás que hay mucho dolor, quizás mucho
más del que te esperabas o imaginabas. Al conectarte al dolor original, todo esto es terrible
para ti, es buena señal, porque el shock es el comienzo del duelo. Es natural que flipes o
entres en shock viendo las dimensiones de la tragedia.
4. La ira. La ira es una respuesta al dolor recibido por los supuestos padres que debían ser
benefactores, pero quienes no fueron así en muchos momentos. Está bien estar enojado
aunque sea irracional, mas allá de las buenas intenciones paternas. Es necesario estar
enojado si quieres tomar y defender a tu Niño Interior Herido. El enfado sano defiende algo
o a alguien. No tienes por qué gritar o insultar (aunque es una legítima posibilidad). Es
saludable sentirse enojado cuando se siente el maltrato. Lo que es, más allá de
intenciones o dificultades paternas. "Sé que mis padres hicieron lo mejor que como adultos
con sus Niños Heridos podían hacer a la vez que soy plenamente consciente de que esto
me hirió profundamente y que ha tenido consecuencias perjudiciales para mí en mi vida, las
cuales algunas perduran y otras son montañas que tuve que escalar con mucho esfuerzo.
Desde esta ira tomo mi fuerza para acabar con la dinámica antigua y no tolerar el abuso que
dominaba mi sistema familiar. Ahora tengo la responsabilidad de sanar y defender la cura de
mi herida".
5. Tristeza. Se entra en el lamento, en la pena por lo que fue y por lo que no fue, por lo que
pudo haber sido y no fue posible. Fuimos víctimas. Aquí se entra en la tristeza por la propia
infancia y por uno mismo. En esta tristeza reconocemos nuestro sufrimiento, y empezamos
a destilarlo. El hielo empieza a deshacerse a base de lágrimas secas o húmedas, internas o
externas. Fuimos víctimas y fuimos traicionados. Después de la ira viene la
tristeza. Lamentamos nuestras necesidades de desarrollo insatisfechas.
6. Remordimiento. Cuando nos afligimos por algo, a veces entramos en preguntarnos qué
podríamos haber hecho de distinto. Esto sucede también cuando alguien se muere, el
remordimiento, aparece con más o menos intensidad, por ejemplo, tal vez nos hubiera
gustado haber pasado más tiempo con la persona fallecida o haberle manifestado quien
sabe qué. En este caso es necesario ayudar a nuestro Niño Interior herido a ver que no
había nada que él pudiera haber hecho diferente para modificar el resultado, su dolor
proviene de lo que le hicieron, no es suyo. Como decía Joan Garriga hace años “eras
demasiado pequeño para tener culpa”. Ríndete, tú eras inocente, la responsabilidad es del
adulto.
7. Soledad. En la herida nos sentimos plenamente solos. Fuimos nosotros los heridos, sin
acompañamiento ni consuelo posible. Esta es una soledad profunda como la de nuestra
herida.
Para ampliar nuestra conciencia es necesario pasar por nuestro túnel para poder salir de él, y sin
duda nuestra herida infantil nos limita si no trabajamos en ella. A veces es imprescindible
transitar el sufrimiento para salir de él.
Niñas y niños moldean su personalidad a medida que van creciendo y adaptándose a las
circunstancias que les rodean. Si hubiéramos nacido con un marco referencial distinto
seguramente tendríamos unas actitudes, comportamientos, patrones… muy distintos a los
que tenemos. Las circunstancias por las que atravesamos en edades tempranas modifican
la persona que éramos cuando nacimos y nos hace adaptarnos.
En ocasiones las personas no son conscientes de la mayoría de cosas que suceden
cuando están en esta primera infancia. Es por ello por lo que pensamos que tenemos unas
características que determinan nuestra personalidad desde siempre. Afirmamos que somos
de un modo u otro de manera natural sin darle mayor explicación, cuando lo que realmente
sucede es que todo se ha ido conformando de acuerdo a las distintas situaciones que nos
han rodeado desde nuestro nacimiento (e incluso previamente a este).
También viene cargado de creencias limitantes. Ya he hablado otras veces de este tipo de
creencias y de lo positivo y eficaz que es el trabajo con PNL e hipnosis para poder
cambiarlas por creencias limitantes. Todos esos “yo no sé”, “no soy capaz”, “yo no
puedo…” en gran medida vienen con nosotros y nosotras desde bien pequeños, de la
mano de ese niño interior herido que en su día no supo gestionar de otro modo lo que
sucedía a su alrededor.
El niño interior representa nuestra esencia y tiene que ver con cualidades como la inocencia,
pureza y alegría.
Seguro que en alguna ocasión has oído hablar del niño interior o puede que a lo
mejor no tengas ni idea de lo que esto significa.
Así que el trabajo con el niño interior es un trabajo de sanación a través del
corazón.
Todas nuestras heridas son infantiles, incluso las que suceden de adultos
vienen a ser una réplica de las que ya nos precedieron.
El primer paso para sanar el niño herido es reconocer esa parte en nosotros
para después darle protección desde nuestro yo adulto; no sé me ocurre una
metáfora mejor que la de la perrita que cuida de su cachorro o cachorros con
mimo y esmero, el cachorro es frágil y necesita mucho cuidado, atención y
protección, lo mismo sucede con nuestro niño interior.
Aquí tienes dos formas para ponerte en contacto con tu niño interior:
♥ Lleva las manos a tu corazón y desde ahí trae un recuerdo, ya sea del pasado
o del presente que te produzca una agradable sensación; puede ser una
sensación de ligereza, gracia, ternura o diversión.
Puedes hacer este ejercicio siempre que quieras o cuando algún día sientas que
una parte importante de ti ha sido vulnerada y tu niño interior te pide
sofocadamente que le reconfortes.
Nuestro niño interior o parte infantil sabe intuitivamente que es lo que le sienta
bien a nuestro espíritu, a veces no te va a demandar o susurrar grandes cosas,
si no que más bien te ayudará a recobrar la actitud de disfrute, juego y sencillez
que caracteriza a los niños y que les vuelve tan especiales.
Ahora imagínate a ti mismo como eres ahora. Imagina que estás entrando a la
habitación que tenías cuando eras pequeño, abres la puerta y ves a un niño
cabizbajo, inseguro. Ese niño eres tú cuando eras pequeño. En la habitación estás
tú, tal y como eres ahora, acompañado por un niño, que es el de la etapa de tu
infancia.
¿Y esto para qué sirve? Para sanarte de las heridas del pasado. Tu persona adulta
puede conversar, acariciar al niño que fue, usando la imaginación.
Acércate a ese niño herido, sensible, temeroso y pregúntale qué le pasa. Ahora
puedes comprenderle, besarle, abrazarle, darle protección, apoyo, amor… Hazlo,
trátate como te hubiera gustado que te trataran en la niñez. Dale cariño y
comprensión, abrázalo fuerte y dile que a partir de ahora estará a salvo, que lo
cuidarás y aceptarás como se merece.
Juega con él, diviértelo, deja que salga su espontaneidad. Sigue imaginando y
visualizando que te llevas a tu niño a donde le apetezca ¿Dónde deseabas ir
cuando eras niño? ¿qué capricho deseabas y no pudiste tener? ¿qué afectos te
faltaron?
Ahora tú le puedes dar lo que desee. Salir y divertiros, y cuando ya tu niño
interior se sienta motivado y alegre, vuelve a la habitación. Déjalo allí a salvo y
despídete de él, diciéndole que cada vez que lo necesite irás a ayudarle, a
comprenderle y a darle amor.
Los adultos que tienen a su niño interior saludable, no se reprimen cuando les
apetece hacer algo no propio de adultos, como por ejemplo, pasar por un parque
y montarse en un columpio, no les importará que la gente se extrañe.
Los adultos con el niño interior dañado, se reprimen cuando desean hacer cosas
propias de la infancia, desean dar una imagen correcta, seria, de adultos. No se
dan cuenta de que todos los humanos tenemos la necesidad de volver a ser
niños de vez en cuando. Y no es malo, no es inmadurez, sino que están dejando
que su niño interior se divierta.
Los adultos que tienen hijos pueden volver a divertir a su niño interior cuando
juegan con ellos, quién no ha oído aquello de que “al padre le gustan más los
videojuegos que al hijo…”. En cambio, las personas adultas sin hijos, se reprimen
más a la hora de hacer cosas propias de la infancia. Ya no le dan golpes al balón,
ni se ríen de cualquier tontería, es como en la edad adulta ya hay que ser correcto
y todo lo demás es de inmaduros.
Podemos encontrar mínimo dos tipos de niño interior: Un niño interior herido y otro más sano. Ambos
pueden convivir dentro de nosotros, en función de las experiencias que vamos viviendo en el presente más
inmediato. Conocer las diferentes partes de nosotros mismos es imprescindible para poder conectar con estos
dos
Además, este niño herido puede haber padecido traumas emocionales que le hayan hecho convertirse en
un hombrecito o mujercita demasiado pronto. Cuando aún no le tocaba por edad ni madurez. Por ejemplo,
se puede haber sentido excluido o poco querido en su familia, o puede haber sufrido bullying en su colegio.
Este niño interior está necesitado de afecto y de amor que nunca recibió.
Hablarle y empatizar con lo que sufrió: Este niño herido necesita sentirse comprendido,
visto y escuchado por nosotros. Mostrándole nuestro cariño con caricias verbales y descubriremos qué
efecto tienen nuestras palabras en él.
Abrazarle mentalmente y darle todo el amor que podamos: Nunca es tarde para
tener una infancia feliz y por tanto, nunca es tarde para que este niño reciba todo el cariño que no tuvo en
el pasado. Ahora es nuestra misión transmitirselo.
Realizar actividades que te ayuden a conectar con ese niño sano: Actividades
como: Bailar, teatro, o un deporte divertido pueden ser ejemplo de aficiones que nos hagan disfrutar a
partir de ahora.
Pasar tiempo con niños para inspirarte en su frescura alegría: Si tenemos hijos,
éstos son geniales para poder contagiarnos su felicidad. Sino también sirven: sobrinos, hijos de amigos, o
algún voluntariado con niños para poder recuperar nuestra frescura.
Dedicarte tiempo para cuidar de ti: No olvidemos el autocuidado, ya que, es una manera
también, de sanar a este niño herido que de alguna manera o de otra todos llevamos dentro. Cuanto más
mimos y tiempo de calidad pasemos con nosotros mismos mejor. Más fácil será ir sanando las heridas
emocionales de la infancia que nos pueden haber dejado huella.
Sólo necesita ser, vivir y experimentar para ir aprendiendo cómo gestionar las emociones que va sintiendo
internamente. Cómo adultos, nuestra labor es ayudar a este niño interno a que descubra lo maravilloso que es.
Sanar sus heridas por lo tanto pasa por abrazarle, tener empatía y aceptación hacia lo que vivió el niño herido.
De esta manera podrá convertirse en un niño sano y alegre con muchas experiencias para vivir plenamente.
Nuestro niño interior es nuestro “yo” en estado puro. Imaginemos ese niño
espontáneo, inocente, con miedos y angustias y que refleja naturalidad; ese es nuestro
niño interior.
Todos llevamos dentro el niño que un día fuimos y es él quién nos proporciona el
equilibrio entre la parte lógica y racional, y esa otra más libre, pura y alocada.
En este artículo te enseñaremos técnicas para la sanación de ese niño que grita en
silencio y que hoy por fin obtendrá atención.
Y es uno de los puntos a tener en cuenta en nuestra vida y de donde podremos activar
la sanación emocional.
Aún así, de vez en cuando, nuestro niño interno se asoma y nos recuerda ciertos
aspectos que deberíamos de tener en cuenta:
• Nos recuerda que no tenemos que dar tanta transcendencia a las cosas, que
restemos importancia a los problemas, y que paseemos nuestra libertad.
• Nos pide que lo quieras y lo mimes, demanda amor, ser abrazado y convertirse
en el punto de atención de tu vida, es decir, la autoestima.
Es de vital importancia trabajar con nuestro niño interior, ya que puede colaborar a que
nos desarrollemos en plenitud, ¿cómo?
Conseguir fundir un niño interior sano y tu “yo” adulto, da paso a un ser único, natural,
coherente en cuanto a la aceptación y ternura, es decir, da paso al equilibrio y paz
mental.
Mi niño interior, ¿está sano o herido?
Es posible que durante la infancia hayamos tenido algún trauma o herida emocional que
no se curó en su momento, y, que esto provoque que crezcamos con aprensiones,
miedos e inseguridades.
Revivir el dolor que producen ciertos recuerdos puede ser un proceso violento, pero
aunque encontrarte cara a cara con lo que te está molestando de tu ayer sea duro, no
abandones, porque ya verás que merece la pena enfrentarte a ese dolor.
En el momento que aprecies que sientes rencor, odio o tristeza de forma reiterada, o
que te veas que no sabes relajarte ni consigues manejar el estrés, o te realices auto
sabotajes llegándote a aislar por no sentirte lo suficientemente
bueno, seguramente está dañado, es aquí cuando debes sanar tu niño interior.
En contra, aquel que puede vivir con lo mínimo, y entiende el valor de dar sin recibir,
que regala sonrisas sin ningún motivo, sino porque sí, porque entiende que la vida lo
merece; se dice sigue manteniendo ese condón umbilical con su niño interior.
Esta puede ser sin lugar a duda una experiencia tan positiva que será capaz de curar
muchas brechas emocionales y fortalecer nuestra autoestima.
El hogar no podría ser otro que nuestro corazón, desde donde puede experimentar
ese amor y ternura que demanda.
Sanación del niño interior:
Viaja hasta tu niñez, reflexiona y obtén cada detalle de tu etapa infantil, cómo eras,
cómo era tu habitación, rebusca en tu interior y encuentra a ese niño que
fuiste. Cuanto más real consigas que sea esa imagen, más eficaz resultará el ejercicio.
El hoponopono es una gran técnica que nos ayudará a este encuentro interior.
Ahora que tienes bien definida la imagen de tu niño interior (que eres tu mismo cuando
eras chiquitin), jugando en tu habitación; imagina que entra en la habitación tu “yo”
actual y te encuentras con ese niño.
¿Qué ves? ¿Es un niño cabizbajo e inseguro? ¿Ves esa herida emocional? Si lo ves, acéptale y
perdónale
Recuerda que ahora tú puedes darle lo que desee, divertiros juntos; así
cuando ese niño vuelva a su habitación, volverá satisfecho, y ese niño
pensativo que encontraste la primera vez que abriste esa habitación,
se habrá convertido en un niño feliz.
Despídete de él y dile que cada vez que necesite de ti, no dude en
pedirte ayuda, que estarás totalmente disponible para él.
Seguramente te has dado cuenta que todos los patrones destructores, como las
inseguridades, miedos, etc, vienen de tu niño interior.
En ocasiones este viaje al pasado puede ser doloroso e incluso desgarrador, ya que
hurga en una herida sin cerrarse.
Pero una vez sanadas esas heridas, lo único que quedará es la cicatriz que te recordará
que algo nos hizo daño, pero que ya no nos duele.
Conclusión:
Solo cuando liberamos ese dolor, aceptamos lo que sucedió y ayudamos así a nuestro
niño interior a sanar.
No hay nada más saludable que dejar que tu niño sea espontáneo.