Ánimo
Ánimo
Ánimo
*** w93 15/11 págs. 12-13 Ande con ánimo en los caminos de Jehová ***
Ánimo para declarar el mensaje de Dios
5
El ánimo de Enoc puede ayudar a los siervos de Jehová de hoy a hablar animosamente acerca del mensaje
de Dios. Antes de que naciera Enoc, “se dio comienzo a invocar el nombre de Jehová”. Algunos eruditos explican
que los hombres empezaron a invocar el nombre de Jehová “de manera irreverente”. (Génesis 4:25, 26; 5:3, 6.)
Puede ser que el nombre divino se haya aplicado a seres humanos o incluso a ídolos. Por lo tanto, florecía la
religión falsa cuando nació Enoc, en el año 3404 a.E.C. De hecho, parece ser que era el único que ‘andaba con
Dios’ y seguía un derrotero de justicia según la verdad revelada de Jehová. (Génesis 5:18, 24.)
6
Enoc presentó el mensaje divino con ánimo, y es muy probable que lo hiciera predicando. (Hebreos 11:5;
compárese con 2 Pedro 2:5.) “¡Miren! —declaró este Testigo solitario— Jehová vino con sus santas miríadas,
para ejecutar juicio contra todos, y para probar la culpabilidad de todos los impíos respecto a todos sus hechos
impíos que hicieron impíamente, y respecto de todas las cosas ofensivas que pecadores impíos hablaron contra
él.” (Judas 14, 15.) Enoc tuvo el ánimo, o valor, de utilizar el nombre Jehová al presentar ese mensaje que
condenaba a los impíos. Y tal como Dios infundió ánimo en Enoc para que proclamara ese mensaje vigoroso, así
ha facultado a sus Testigos de la actualidad para que hablen con denuedo de Su palabra en el ministerio, en la
escuela y en cualquier parte. (Compárese con Hechos 4:29-31.)
*** w10 15/10 págs. 12-15 Las excusas: ¿cómo las ve Jehová? ***
Las excusas: ¿cómo las ve Jehová?
“LA MUJER que me diste para que estuviera conmigo, ella me dio fruto del árbol y así es que comí”, dijo el
hombre. Ante tal acusación, la mujer respondió: “La serpiente... ella me engañó, y así es que comí”. Estas
excusas que Adán y Eva presentaron a Dios marcaron el inicio de una práctica que ha plagado desde entonces a
la humanidad (Gén. 3:12, 13).
El castigo que Jehová impuso a nuestros primeros padres por haberle desobedecido deliberadamente
demuestra que no vio con buenos ojos aquellas justificaciones (Gén. 3:16-19). ¿Debemos concluir, por lo tanto,
que él no acepta ninguna excusa? ¿O considera que algunas son válidas? Y si así fuera, ¿cómo saber cuáles
acepta y cuáles no? Para averiguar la respuesta, primero tenemos que entender qué son las excusas.
Las excusas se definen como las razones que se presentan por haber hecho o dejado de hacer algo, o para
evitar realizar cierta cosa. En algunos casos son explicaciones válidas que se dan con el propósito de pedir
perdón por cierta falta cometida. Sin embargo, tal como lo ilustra el caso de Adán y Eva, también puede tratarse
de simples pretextos que ocultan la verdadera motivación. Debido a que la mayoría de las excusas suelen ser de
este tipo, no es raro que se las mire con desconfianza.
En vista de lo anterior, los cristianos deben tener cuidado al poner excusas, en especial cuando se trata de su
servicio a Dios, pues corren el riesgo de estar “engañándose a sí mismos con razonamiento falso” (Sant. 1:22).
Por ello, repasemos algunos principios y ejemplos bíblicos que nos permitirán “[asegurarnos] de lo que es acepto
al Señor” (Efe. 5:10).
¿Qué espera Jehová de nosotros?
Las Escrituras contienen los mandamientos que debemos obedecer los siervos de Dios. Por ejemplo, el
mandato que dio Jesús en el siglo primero de “[hacer] discípulos de gente de todas las naciones” sigue siendo
válido para todos sus seguidores hoy día (Mat. 28:19, 20). De hecho, es tan importante cumplirlo que el apóstol
Pablo exclamó: “¡Ay de mí si no declarara las buenas nuevas!” (1 Cor. 9:16).
No obstante, hay personas que, aunque llevan mucho tiempo estudiando la Biblia con nosotros, no se
deciden a predicar las buenas nuevas del Reino (Mat. 24:14). Otros participaban en esta obra, pero han dejado
de hacerlo. ¿Qué razones suelen presentar en estos casos? Veamos lo que hizo Jehová en el pasado cuando
algunos siervos suyos dudaron de que pudieran cumplir los mandatos que él les había dado.
Excusas que Dios no acepta
“Es demasiado difícil.” La predicación tal vez parezca una tarea imposible, en especial para quienes son
tímidos. Pero el caso de Jonás nos ofrece grandes lecciones. Jehová le mandó que anunciara la inminente
destrucción de Nínive, una comisión que lo hizo sentir intimidado. Y no era para menos, pues aquella ciudad era
la capital de Asiria, un imperio conocido por su crueldad y violencia. De seguro, el profeta se preguntó: “¿Qué me
va a pasar si voy? ¿Me irán a hacer daño?”. Por eso, en vez de ir a Nínive a cumplir su comisión, huyó en la
dirección contraria. Sin embargo, Jehová no aceptó las excusas de Jonás, sino que volvió a ordenarle que fuera
a advertir a los ninivitas. Esta vez el profeta cumplió su asignación con valentía, y Dios bendijo su labor (Jon. 1:1-
3; 3:3, 4, 10).
Tal vez a usted le parezca que la predicación es demasiado difícil. En tal caso, tenga presente que “todas las
cosas son posibles para Dios” (Mar. 10:27). Por eso, no deje de pedirle su ayuda. Podemos estar seguros de
que él nos dará a todos las fuerzas que necesitamos. Si nos armamos de valor, nos bendecirá (Luc. 11:9-13).
“Es que no tengo ganas.” ¿Qué puede hacer si no siente el deseo de cumplir con el ministerio cristiano?
Recuerde que Jehová puede llegar hasta lo más íntimo de nuestro ser e influir en nuestros sentimientos. Pablo
escribió: “Dios es el que, por causa de su beneplácito, está actuando en ustedes a fin de que haya en ustedes
tanto el querer como el actuar” (Fili. 2:13). Por lo tanto, pidámosle a Jehová que nos haga sentir el deseo de
servirle. El rey David le hizo una petición parecida: “Hazme andar en tu verdad” (Sal. 25:4, 5). Así pues,
implorémosle a Jehová que nos impulse a querer agradarle.
Claro está, hay veces que nos sentimos tan cansados o desanimados que tenemos que obligarnos para
asistir a las reuniones o salir a predicar. ¿Significa eso que no amamos de verdad a Jehová? Por supuesto que
no. Los siervos fieles de Dios de la antigüedad también tuvieron que luchar por hacer la voluntad divina. Pablo,
por ejemplo, dijo que para obedecer a Jehová tenía que “aporrear” su cuerpo, por decirlo así (1 Cor. 9:26, 27).
Aunque en ocasiones tengamos que obligarnos a cumplir con nuestro ministerio, podemos estar seguros de que
Dios nos bendecirá, pues sabe que lo hacemos por la motivación correcta: porque lo amamos. Además, así
demostramos que Satanás miente al afirmar que dejaremos de servir a Jehová si atravesamos dificultades (Job
2:4).
“No tengo tiempo.” Si alguien piensa que está demasiado ocupado para participar en el ministerio, es vital
que se replantee sus prioridades. Jesús dio un principio que debe guiar nuestros pasos: “Sigan, pues, buscando
primero el reino” (Mat. 6:33). Para cumplirlo, tal vez sea necesario que simplifiquemos nuestro estilo de vida o
que dediquemos menos tiempo al entretenimiento y más a la predicación. Las diversiones y otras actividades
personales tienen su lugar, pero no podemos usarlas como excusas para descuidar nuestro servicio. El primer
lugar en la vida de todo cristiano deben ocuparlo los asuntos espirituales.
“No me siento capaz.” Quizá usted crea que no tiene las habilidades necesarias para ser ministro de las
buenas nuevas. Pero no tiene por qué desanimarse: algunos siervos de Dios de tiempos bíblicos también se
sintieron incapaces de cumplir con sus asignaciones. Tomemos el caso de Moisés. Cuando Jehová le dio cierta
comisión, él le respondió: “Dispénsame, Jehová, pero no soy persona que hable con fluidez, ni desde ayer
ni desde antes de eso ni desde que hablaste con tu siervo, porque soy lento de boca y lento de lengua”. Aunque
Jehová le aseguró que lo iba a ayudar, Moisés le pidió que enviara a otra persona: “Dispénsame, Jehová, pero
envía [tu mensaje], por favor, por la mano de aquel a quien vas a enviar” (Éxo. 4:10-13). ¿Cómo reaccionó Dios?
No eximió a Moisés de su comisión, sino que nombró a Aarón para que lo ayudara (Éxo. 4:14-17). Además,
durante todos los años que siguieron, nunca lo abandonó y siempre le dio todo lo necesario para cumplir con sus
asignaciones. En nuestros días, Jehová puede impulsar a hermanos con más experiencia para que nos apoyen
en el ministerio. Y lo que es más importante, nos asegura en su Palabra que nos dará la capacitación necesaria
para realizar la labor que nos ha encargado (2 Cor. 3:5; véase el recuadro “Los años más felices de mi vida”).
“Me siento ofendido por lo que me hicieron.” Hay quienes dejan de predicar o asistir a las reuniones
porque están molestos por lo que les hizo algún hermano. Aunque esos sentimientos son comprensibles, ¿los
considera Jehová una excusa válida para caer en la inactividad espiritual? Pensemos en el caso de Pablo y
Bernabé. Sin duda se sintieron dolidos después de un serio desacuerdo que acabó en “un agudo estallido de
cólera” (Hech. 15:39). Pero ¿dejaron de participar en el ministerio? De ninguna manera.
Algo que no debemos olvidar cuando algún hermano, en su imperfección, nos ofende es que él no es nuestro
enemigo. El verdadero enemigo es Satanás; es él quien desea devorarnos. No le demos la victoria; más bien,
pongámonos “en contra de él, sólidos en la fe” (1 Ped. 5:8, 9; Gál. 5:15). Si tenemos una fe fuerte, podremos
superar las decepciones (Rom. 9:33).
Cuando las circunstancias limitan nuestro servicio
Como hemos visto, no hay razones bíblicas para dejar de cumplir con los mandamientos divinos, como el de
predicar las buenas nuevas. Sin embargo, sí pudiera haber razones válidas que justifiquen una participación más
limitada en el ministerio. Tal vez tengamos responsabilidades bíblicas que nos consumen mucho tiempo. O
puede que en ocasiones nos encontremos tan agotados o enfermos que no podamos hacer tanto como
quisiéramos. En estos casos, nos anima la garantía que nos da Jehová en su Palabra de que él ve nuestro
deseo sincero de servirle y toma en cuenta nuestras limitaciones (Sal. 103:14; 2 Cor. 8:12).
Por lo tanto, no nos juzguemos con demasiada dureza, ni a nosotros ni tampoco a los demás. Tengamos
presentes estas palabras de Pablo: “¿Quién eres tú para juzgar al sirviente de casa ajeno? Para su propio amo
está en pie o cae” (Rom. 14:4). En vez de cometer el error de compararnos con nuestros hermanos, recordemos
que “cada uno de nosotros rendirá cuenta de sí mismo a Dios” (Rom. 14:12; Gál. 6:4, 5). Tampoco olvidemos
que cuando le oramos a Jehová y le damos las explicaciones necesarias, debemos hacerlo con “una conciencia
honrada” (Heb. 13:18).
Servir a Jehová nos llena de alegría
Todos podemos sentirnos felices al servir a Dios, sean cuales sean nuestras circunstancias, porque él nunca
es irrazonable ni nos pide imposibles. ¿Cómo lo sabemos?
La Palabra de Dios nos dice: “No retengas el bien de aquellos a quienes se les debe, cuando sucede que
está en el poder de tu mano hacerlo” (Pro. 3:27). ¿Notó la expresión “está en el poder de tu mano”? ¿Qué nos
enseña sobre lo que Jehová espera de nosotros? Que él nos pide que hagamos lo que esté en nuestra mano;
no nos exige que logremos lo mismo que los demás. Así es, todo cristiano —sea que esté en su mano hacer
mucho o poco— puede servir a Jehová con toda el alma (Luc. 10:27; Col. 3:23).
[Ilustración y recuadro de la página 14]
“Los años más felices de mi vida”
Incluso si tenemos graves limitaciones físicas o emocionales, no debemos apresurarnos a concluir que nos es
imposible participar de lleno en el ministerio. Así lo ilustra el caso de Ernest, un testigo de Jehová de Canadá.
Ernest tenía un problema del habla y era muy tímido. Tras sufrir una grave lesión en la espalda, tuvo que dejar
su trabajo en la construcción. Sin embargo, vio esta situación como una oportunidad de dedicar más tiempo al
ministerio. Las exhortaciones que se daban en las reuniones para ser precursor auxiliar le llegaron al corazón,
pero se creía incapaz de lograrlo.
Para demostrarse que estaba en lo cierto y que realmente no podía ser precursor auxiliar, entregó una solicitud
para un mes. Pero para su sorpresa cumplió con la cantidad requerida de horas. Entonces pensó: “Sé que
no podré repetirlo”. Y para probar que tenía razón, llenó la solicitud para otro mes más. Esta vez también logró
alcanzar esa meta.
Ernest fue precursor auxiliar durante un año. Pero pensaba: “Estoy seguro de que nunca podré ser precursor
regular”. Una vez más quiso confirmarlo. ¡Y qué sorprendido se quedó cuando cumplió su primer año en este
servicio! Decidido a continuar, siguió sirviendo con gozo durante dos años más, hasta que falleció debido a sus
problemas de salud. Sin embargo, antes de morir les decía con lágrimas en los ojos a quienes iban a visitarlo:
“Los años más felices de mi vida fueron los que serví a Jehová como precursor”.
[Ilustración de la página 13]
Podemos superar los obstáculos que nos impiden predicar
[Ilustración de la página 15]
Jehová se siente muy complacido cuando le servimos de todo corazón, dándole el máximo dentro de nuestras
circunstancias
Mantengamos nuestro sentido de urgencia
“Predica la palabra, ocúpate en ello urgentemente.” (2 TIM. 4:2)
¿PUEDE EXPLICARLO?
¿Por qué era urgente la predicación en el siglo primero?
¿Cómo podemos conservar nuestro sentido de urgencia?
¿Por qué es más urgente que nunca predicar el Reino?
9. ¿Por qué podemos decir que Pablo predicó con urgencia durante su estancia en Éfeso?
9
El sentido de urgencia de Pablo se ve claramente en las palabras que dirigió a los ancianos de Éfeso sobre la
predicación que había efectuado en el distrito de Asia (léase Hechos 20:18-21). Parece que desde el mismo día
que llegó estuvo visitando a la gente de casa en casa para llevarle las buenas nuevas. Además, durante dos
años “pronunci[ó] discursos diariamente en la sala de conferencias de la escuela de Tirano” (Hech. 19:1, 8-10).
Es obvio que su sentido de urgencia se reflejaba en sus actividades diarias. La exhortación de ocuparnos
urgentemente en nuestro ministerio no tiene el objetivo de abrumarnos. Sin embargo, la predicación debe ocupar
un lugar prioritario en nuestra vida.
10. ¿Por qué podemos alegrarnos de que hace cien años hubiera cristianos que actuaran con urgencia?
10
El ejemplo de un pequeño grupo de Estudiantes de la Biblia que antes de 1914 inició una campaña de
predicación de las buenas nuevas ilustra lo que significa tener un sentido de urgencia. Aunque apenas eran unos
pocos miles, comprendieron la urgencia de los tiempos y se pusieron a predicar el Reino con entusiasmo.
Publicaban sermones en cientos de periódicos y presentaban un programa de diapositivas a color y de imágenes
en movimiento titulado “Foto-Drama de la Creación”. De ese modo llevaron las buenas nuevas a millones de
personas. Si no hubieran tenido ese sentido de urgencia, ¿cuántos de nosotros habríamos oído el mensaje del
Reino? (Léase Salmo 119:60.)
13. Ahora que hemos llegado a ser cristianos, ¿cómo podemos conservar nuestro sentido de urgencia?
13
En vista de que la mayor parte del mundo está sumida en un peligroso sueño espiritual, ¿cómo podemos
conservar nuestro sentido de urgencia? Recordemos que una vez dormíamos en la oscuridad espiritual, pero un
día nos despertaron. Entonces, el conocimiento de Cristo resplandeció ante nosotros, como señaló Pablo.
Y ahora tenemos el honor de iluminar a otros (léase Efesios 5:14). Tras mencionar eso, el apóstol escribió:
“Vigilen cuidadosamente que su manera de andar no sea como imprudentes, sino como sabios, comprándose
todo el tiempo oportuno que queda, porque los días son inicuos” (Efe. 5:15, 16). Compremos “el tiempo
oportuno” para realizar actividades que nos mantengan espiritualmente despiertos en medio de este mundo
malvado.
17, 18. a) ¿Cómo influye en nosotros conocer “el tiempo” en que vivimos? b) ¿Qué puede impulsar a las
personas a cambiar de actitud hacia el mensaje del Reino?
17
Nos queda muy poco tiempo para demostrar nuestro amor por Jehová y acabar la campaña de predicación que
él nos ha encargado efectuar en los últimos días. Las palabras de Pablo a los cristianos de Roma del siglo
primero cobran aún más significado en la actualidad: “Ustedes conocen el tiempo, que ya es hora de que
despierten del sueño, porque ahora está más cerca nuestra salvación que cuando nos hicimos creyentes” (Rom.
13:11).
18
Puede que algunas personas tomen conciencia de su necesidad espiritual al presenciar los sucesos predichos
para los últimos días. Otras comprenden que el ser humano necesita ayuda cuando contemplan el fracaso de los
gobiernos humanos ante los desastres económicos, las amenazas nucleares, los delitos violentos y la
destrucción del medio ambiente. Y aún otras abren los ojos a su necesidad espiritual por algo que suceda en su
propia familia, como una enfermedad grave, un divorcio o la muerte de un ser amado. Al participar en el
ministerio, tenemos la oportunidad de ayudar a tales personas.
19, 20. ¿Cómo han cambiado su vida muchos cristianos motivados por su sentido de urgencia?
19
El sentido de urgencia ha motivado a muchos cristianos a aumentar su participación en el ministerio. Por
ejemplo, un matrimonio joven de Ecuador decidió simplificar su vida tras escuchar el programa del día especial
de asamblea del año 2006, titulado “Mantengamos el ojo sencillo”. Hicieron una lista de cosas que
no necesitaban y, en tres meses, se mudaron de su apartamento de tres habitaciones a otro de una, vendieron
algunas cosas y se libraron de sus deudas. Al poco tiempo comenzaron a ser precursores auxiliares y aceptaron
la sugerencia del superintendente de circuito de servir en una congregación con mayor necesidad de
publicadores.
20
Un hermano de América del Norte escribe: “Cuando mi esposa y yo asistimos a una asamblea en 2006,
llevábamos treinta años bautizados. Mientras volvíamos a casa en el auto, analizamos cómo podíamos aplicar
los consejos sobre simplificar nuestra vida (Mat. 6:19-22). Teníamos tres casas, tierras, automóviles de lujo, una
lancha y una casa remolque. Sintiendo que habíamos actuado como cristianos imprudentes, nos propusimos
emprender el ministerio de tiempo completo. En 2008 nos unimos a nuestra hija en el precursorado regular.
¡Cuánta alegría nos ha dado colaborar más estrechamente con los hermanos! Hemos podido servir en lugares
con mayor necesidad de predicadores, y la experiencia de hacer más por Jehová nos ha acercado a él. Algo que
valoramos de manera especial es el privilegio de ver iluminarse los ojos de las personas cuando oyen y
entienden la verdad de la Palabra de Dios”.
*** km 2/00 págs. 3-6 Prediquemos las buenas nuevas con firme convicción ***
Prediquemos las buenas nuevas con firme convicción
1
A principios del siglo primero, Jesucristo dio a sus discípulos la comisión de predicar las buenas nuevas del
Reino y hacer “discípulos de gente de todas las naciones” (Mat. 24:14; 28:19, 20). Los testigos de Jehová se han
tomado muy en serio este mandato, de modo que, a finales del siglo XX, nuestra hermandad cristiana superaba
los 5.900.000 discípulos, esparcidos en 234 países. ¡Qué gran clamor de alabanza a nuestro Padre celestial!
2
Ya en el siglo XXI, nuestro Adversario trata insidiosamente de obstaculizar la principal labor que se nos ha
encomendado: predicar el Reino y hacer discípulos. Emplea las presiones de este sistema de cosas para tratar
de distraernos y de que consumamos tiempo y energías con un sinfín de preocupaciones e intereses superfluos.
En vez de permitir que este sistema nos dicte qué es lo importante en la vida, con la Palabra de Dios
comprobamos por nosotros mismos que lo primordial es hacer la voluntad de Jehová (Rom. 12:2). Eso implica
obedecer la exhortación bíblica de ‘predicar la palabra en tiempo favorable o dificultoso y efectuar nuestro
ministerio plenamente’ (2 Tim. 4:2, 5).
3
Cultivemos una firme convicción. Los cristianos deben “est[ar] de pie completos y con firme convicción en
toda la voluntad de Dios” (Col. 4:12). La palabra convicción se define como “convencimiento” y “seguridad que se
tiene de una cosa”. Los cristianos tenemos que estar convencidos de que la palabra profética de Dios es infalible
y de que estamos muy adentrados en el tiempo del fin. Nuestro convencimiento debe ser tan fuerte como el del
apóstol Pablo, quien dijo que las buenas nuevas “son, en realidad, el poder de Dios para salvación a todo el que
tiene fe” (Rom. 1:16).
4
El Diablo se vale de hombres inicuos e impostores, extraviados ellos mismos, para influir en otras personas
y extraviarlas (2 Tim. 3:13). Prevenidos de ello, tomamos medidas para reafirmarnos en la convicción de que
tenemos la verdad. Más bien que dejar que las ansiedades de la vida apaguen nuestro celo, seguimos poniendo
los intereses del Reino en primer lugar (Mat. 6:33, 34). Tampoco queremos perder de vista la urgencia de los
tiempos, tal vez pensando que el fin de este sistema está lejos. Cada vez está más cerca (1 Ped. 4:7). Aunque
creamos que en algunos países la difusión de las buenas nuevas no produce muchos resultados en vista del
testimonio que ya se ha dado, la obra de advertencia debe proseguir (Eze. 33:7-9).
5
Las cuestiones fundamentales en esta fecha tan avanzada son: “¿Me tomo en serio la comisión de Jesús de
hacer discípulos? ¿Manifiesto al predicar las buenas nuevas que estoy firmemente convencido de la realidad del
Reino? ¿Estoy resuelto a participar lo máximo posible en este ministerio que salva vidas?”. Al comprender dónde
nos hallamos en la corriente del tiempo, debemos prestar atención a nosotros mismos y a la predicación y
enseñanza que se nos ha encomendado, pues así nos salvaremos nosotros y se salvarán quienes nos escuchen
(1 Tim. 4:16). ¿De qué modo podemos fortalecer nuestra convicción como ministros?
6
Imitemos a los tesalonicenses. Al recordar la ardua labor de los hermanos de Tesalónica, el apóstol Pablo
les dijo: “Las buenas nuevas que predicamos no resultaron estar entre ustedes con habla solamente, sino
también con poder y con espíritu santo y fuerte convicción, tal como ustedes saben qué clase de hombres
llegamos a ser para con ustedes por su causa; y ustedes llegaron a ser imitadores de nosotros y del Señor,
puesto que aceptaron la palabra bajo mucha tribulación con gozo de espíritu santo” (1 Tes. 1:5, 6). En efecto,
Pablo encomió a la congregación de los tesalonicenses porque habían predicado con celo y fuerte convicción
pese a muchas tribulaciones. ¿Qué les permitió hacerlo? En buena medida, el celo y la convicción que vieron en
el apóstol Pablo y sus colaboradores tuvieron en ellos un efecto positivo. ¿De qué manera?
7
La vida misma de Pablo y sus compañeros de viaje testimoniaba que tenían el espíritu de Dios y que creían
sinceramente en lo que predicaban. Antes de llegar a Tesalónica, Pablo y Silas habían sido maltratados en
Filipos. Los habían golpeado, encarcelado y colocado en cepos sin someterlos a juicio. Sin embargo, esta dura
experiencia no hizo que su celo por las buenas nuevas perdiera intensidad. La intervención divina provocó su
liberación, llevó a la conversión del carcelero y su casa, y abrió el camino para que aquellos hermanos
prosiguieran con su ministerio (Hech. 16:19-34).
8
Fortalecido por el espíritu de Dios, Pablo llegó a Tesalónica, donde trabajó para cubrir sus necesidades y
luego se entregó por completo a enseñar la verdad a los tesalonicenses. No se retuvo de declarar las buenas
nuevas en toda ocasión (1 Tes. 2:9). La firme convicción con que predicó tuvo un efecto tan impactante en los
habitantes del lugar, que algunos abandonaron su anterior culto idólatra y se hicieron siervos del Dios verdadero,
Jehová (1 Tes. 1:8-10).
9
La persecución no impidió que los nuevos creyentes predicaran las buenas nuevas. Impulsados por su fe
recién adquirida y totalmente convencidos de las bendiciones eternas que les aguardaban, los tesalonicenses
proclamaron la verdad que con tanto entusiasmo habían abrazado. Fue tal la actividad de la congregación, que
las noticias de su fe y celo llegaron a otras zonas de Macedonia e incluso de Acaya. De ahí que cuando Pablo
escribió su primera carta a los tesalonicenses, sus buenos hechos ya fueran conocidos de todos (1 Tes. 1:7).
¡Qué ejemplo tan sobresaliente!
10
El amor a Dios y a la gente nos motiva. ¿Cómo podemos imitar a los tesalonicenses y mantener una
fuerte convicción personal al predicar las buenas nuevas hoy día? Pablo escribió de ellos: “Incesantemente
tenemos presentes su fiel obra y su vigoroso esfuerzo debido al amor” (1 Tes. 1:3, nota). Es obvio que sentían
un amor profundo y sincero por Jehová Dios y por la gente a la que predicaban. Esa misma clase de amor
motivó a Pablo y sus compañeros a impartir a los tesalonicenses “no solo las buenas nuevas de Dios, sino
también [sus] propias almas” (1 Tes. 2:8).
11
Del mismo modo, el amor profundo que tenemos a Jehová y al prójimo nos impulsa a desear participar de
lleno en la predicación, la obra que Dios nos ha encomendado. Ese amor nos lleva a reconocer que difundir las
buenas nuevas constituye una responsabilidad personal procedente de Dios. Meditar con actitud positiva y
aprecio en todo lo que Jehová ha hecho por nosotros a fin de encaminarnos a “la vida que realmente lo es”, nos
motiva a hablar con la gente de las maravillosas verdades que creemos de todo corazón (1 Tim. 6:19).
12
Mantenernos ocupados en la predicación hará crecer el amor que sentimos por Jehová y el prójimo, lo que
a su vez nos impulsará a incrementar nuestro ministerio de casa en casa y a participar en todas las demás
formas de predicación que estén a nuestro alcance. Aprovecharemos las oportunidades para predicar
informalmente a parientes, vecinos y conocidos. Aunque la mayoría de la gente rechace las buenas nuevas que
le llevamos y algunos se empeñen en obstaculizar la proclamación del Reino, sentimos gozo interior. ¿Por qué?
Porque sabemos que hemos hecho todo lo posible por predicar el Reino y ayudar al prójimo a obtener la
salvación. Además, Jehová bendecirá nuestros esfuerzos por encontrar a personas de corazón recto. Aun
cuando nos agobien las presiones de la vida y Satanás procure socavar el gozo que sentimos, continuamos
predicando con firme convicción y entusiasmo. El que todos hagamos lo que nos corresponde redundará en
congregaciones fuertes y celosas, como la de Tesalónica.
13
No nos dejemos vencer por las pruebas. También necesitamos convicción al enfrentarnos a distintas
pruebas (1 Ped. 1:6, 7). Jesús dijo claramente a sus discípulos que, si lo seguían, serían “objeto de odio de parte
de todas las naciones” (Mat. 24:9). Pablo y Silas vieron el cumplimiento de sus palabras cuando se hallaban en
Filipos. El relato del capítulo 16 de Hechos dice que los echaron en la prisión interior y los pusieron en cepos.
Por lo general, las cárceles principales tenían un patio, o vestíbulo, en torno al cual había celdas con luz y aire
fresco. En cambio, la prisión interior era oscura, y su ventilación, escasa. Pablo y Silas tuvieron que soportar la
oscuridad, el calor y el hedor de aquel espantoso lugar de encierro. ¿Puede imaginar el dolor que debieron sentir
estando inmovilizados en cepos durante horas, con la espalda en carne viva y sangrando a causa de los
latigazos?
14
A pesar de aquellos sufrimientos, Pablo y Silas permanecieron fieles. Su convicción sincera los fortaleció
para servir a Jehová sin importar qué pruebas afrontaran. Ese hecho se pone de relieve en el versículo 25 del
capítulo 16, donde dice que estaban “orando y alabando a Dios con canción”. Aunque se hallaban en la prisión
interior, estaban tan seguros de que contaban con la aprobación de Dios que cantaron lo bastante alto como
para que los demás prisioneros los oyeran. Hoy día debemos tener la misma convicción al encarar situaciones
que ponen a prueba nuestra fe.
15
Son muchas las pruebas que el Diablo nos impone. Algunos hermanos sufren persecución de parte de sus
familiares. Muchos se enfrentan a problemas legales. Los apóstatas son otra fuente de oposición. Están las
cargas económicas y la ansiedad por ganarse la vida. Los jóvenes se enfrentan a la presión de grupo en la
escuela. ¿Cómo podemos superar todas estas dificultades? ¿Qué se requiere para demostrar convicción?
16
Lo primero y más importante: tenemos que mantener una íntima relación personal con Jehová. Pablo y
Silas no se pasaron las horas que estuvieron en la prisión interior quejándose de su suerte en la vida o
compadeciéndose de sí mismos. Al instante oraron a Dios y lo alabaron cantando. ¿Por qué? Porque disfrutaban
de una íntima relación personal con su Padre celestial. Comprendían que estaban sufriendo por causa de la
justicia y que su salvación estaba en manos de Jehová (Sal. 3:8).
17
Nosotros también debemos dirigirnos a Jehová cuando afrontemos pruebas. Pablo nos anima a todos los
cristianos a ‘dar a conocer nuestras peticiones a Dios; y la paz de Dios que supera a todo pensamiento guardará
nuestros corazones y facultades mentales’ (Fili. 4:6, 7). Consuela saber que Jehová no nos dejará solos durante
las pruebas (Isa. 41:10). Mientras le sirvamos con verdadera convicción, siempre estará a nuestro lado (Sal.
46:7).
18
Otro factor esencial para demostrar convicción consiste en estar ocupados en el servicio de Jehová (1 Cor.
15:58). A Pablo y Silas los echaron en prisión porque estaban predicando las buenas nuevas. ¿Impidieron las
pruebas que siguieran haciéndolo? No, pues hasta en la cárcel continuaron dando testimonio, y una vez
liberados viajaron a Tesalónica y fueron a la sinagoga de los judíos a fin de ‘razonar con ellos a partir de las
Escrituras’ (Hech. 17:1-3). Si creemos firmemente en Jehová y estamos convencidos de que tenemos la verdad,
nada “podrá separarnos del amor de Dios que está en Cristo Jesús nuestro Señor” (Rom. 8:35-39).
19
Ejemplos modernos de firme convicción. En nuestro día existen muchos ejemplos sobresalientes de
hermanos que, al igual que Pablo y Silas, han demostrado firme convicción. Una hermana superviviente del
campo de concentración de Auschwitz habla de la fe y convicción inquebrantables de los hermanos que
estuvieron en ese lugar. Relata: “Durante un interrogatorio, un funcionario vino hacia mí con los puños cerrados.
‘¿Qué vamos a hacer con ustedes? —exclamó—. Si los arrestamos, no les importa. Si los enviamos a prisión,
ni se inmutan. Si los mandamos a campos de concentración, no les preocupa. Cuando los sentenciamos a
muerte, se quedan tan tranquilos. ¿Qué vamos a hacer con ustedes?’”. ¡Cuánto fortalece nuestra fe ver la de
aquellos hermanos en medio de circunstancias tan terribles! Constantemente buscaron la ayuda de Jehová para
aguantar.
20
Es probable que recordemos la convicción con que muchos Testigos han hecho frente al odio étnico que ha
surgido en los últimos años. Pese a encontrarse en situaciones peligrosas, los hermanos responsables están
decididos a velar por que al rebaño no le falte el alimento espiritual. Todos permanecen fieles, con la firme
convicción de que ‘sea cual sea el arma que se forme contra ellos, no tendrá éxito’ (Isa. 54:17).
21
Muchos hermanos y hermanas con cónyuges no creyentes también demuestran fe firme y aguante. Cierto
hermano de Guadalupe tuvo que soportar la enconada oposición de su esposa incrédula. A fin de desanimarlo e
impedir que asistiera a las reuniones cristianas, no le preparaba la comida ni le lavaba, planchaba ni arreglaba la
ropa, y se pasaba los días sin dirigirle la palabra. Sin embargo, una convicción sincera al servir a Jehová y las
oraciones solicitando su ayuda permitieron al hermano aguantar todo aquello. ¿Por cuánto tiempo? Por unos
veinte años, tras los cuales su esposa fue cambiando. Con el tiempo, tuvo la inmensa alegría de verla aceptar la
esperanza del Reino de Dios.
22
Por último, no olvidemos la firme convicción de los jóvenes que todos los días se enfrentan en la escuela a
la presión de grupo y otros desafíos. Respecto a las presiones para amoldarse a los demás, cierta joven Testigo
declaró: “En la escuela todo el mundo te anima a ser un poco rebelde. Los chicos te respetan más si te acercas
al límite”. La presión que afrontan los jóvenes es enorme. Tienen que resolverse de todo corazón a resistir las
tentaciones que se les presentan.
23
Muchos jóvenes mantienen integridad a pesar de las pruebas que afrontan. Un ejemplo es el de una
hermana joven de Francia. Un día, después del almuerzo, algunos chicos trataron de obligarla a que los besara,
pero ella oró a Jehová y se resistió con firmeza, de modo que la dejaron en paz. Más tarde, uno de ellos volvió y
le dijo que la admiraba por su valor. Ella le dio un buen testimonio tocante al Reino y le expuso las elevadas
normas que Jehová establece para los que desean obtener Sus bendiciones. En el año escolar también explicó
sus creencias a toda la clase.
24
Tenemos el inestimable privilegio de contarnos entre las personas que Jehová se complace en utilizar para
que hablen con firme convicción acerca de Su voluntad (Col. 4:12). Además, disponemos de la maravillosa
oportunidad de demostrar integridad frente a los ataques que como un león lanza el Adversario, Satanás el
Diablo (1 Ped. 5:8, 9). No olvidemos que Jehová emplea el mensaje del Reino para salvar tanto a quienes lo
predican como a quienes lo escuchan. Que nuestras decisiones y proceder en la vida demuestren que ponemos
el Reino en primer lugar. Sigamos predicando las buenas nuevas con firme convicción.