FICHA #05 Ustedes Serán Mi Pueblo
FICHA #05 Ustedes Serán Mi Pueblo
FICHA #05 Ustedes Serán Mi Pueblo
Al llegar al país de Canaán, Dios le volvió a hablar: A tu descendencia le daré eta tierra (Gn 12,7). A
Abrahán le inquieta el hecho de ser ya anciano y no tener todavía hijos, pero Dios lo tranquilizó: levanta la
mirada al cielo y cuenta, si puedes, las estrellas. Así será tu descendencia (Gn 15, 5). Dios cumplió su
promesa y Sara tuvo un hijo, Isaac, a quien Abrahán educó como heredero de la Alianza que Dios hizo con
él.
Abrahán confió siempre en Dios: a pesar de las dificultades, confió más en la Palabra del Señor que sus
recursos personales. Por eso los cristianos lo llamamos “padre de todos los creyentes” Es venerado por
judíos, cristianos y musulmanes.
En Egipto, José trabajó fielmente para un gran señor, pero, por una
falsa denuncia, fue encerrado en la cárcel. Al cabo de un tiempo,
“CONSTRUIMOS COMUNIDAD PROMOVIENDO LA PAZ Y JUSTICIA CON LUZ Y VERDAD”
pudo salir de ella porque interpretó unos extraños sueños del Faraón y este, agradecido, lo nombró primer
ministro de todo Egipto.
En cierta ocasión los hijos de Jacob tuvieron que ir a Egipto a comprar trigo, porque su país padecía una
gran sequía. Ellos no reconocieron que el egipcio que les atendía era José, pero este si se dio cuenta de
que eran sus hermanos y, finalmente, se dio a conocer. Ellos se asustaron, pero José los abrazó
emocionado. Entonces, hizo que su anciano padre, Jacob, y las familias de sus hermanos se trasladaran a
Egipto. Así es como los israelitas empezaron a vivir en Egipto.
Abrahán Sara
Rubén
Rebeca Isaac Simeón
Leví
Lea
Judá
Isacar
Zabulón
Esaú Jacob
Bilha Dan
Neftalí
Jacob tuvo doce
hijos con cuatro Gad
esposas. Zilpa Aser
De acá
provienen las José
doce tribus de Raquel
Benjamín
Israel.
2.1. Moisés
Moisés era un niño hebreo que, adoptado por la hija del faraón, creció como príncipe de Egipto. Ya mayor,
sufría viendo cómo se maltrataba a los hebreos. Un día, por defender a un israelita, mató a un soldado
egipcio y tuvo que huir a tierras lejanas.
En su nueva vida como pastor de ovejas, Dios le salió al encuentro de la siguiente manera: Moisés
descubrió en el monte una zarza que ardía sin consumirse. Desde el fuego oyó una voz<. Yo soy el Dios de
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tu padre Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. (…) Yo te envío al faraón para que saques de Egipto
a mi pueblo (Ex 3, 6-10), y le aseguró su protección.
2.2. LA PASCUA
Moisés volvió a Egipto y se presentó al Faraón, que se negó a
dejar en libertad a los hebreos y endureció aún más su trabajo.
Entonces Dios envió sobre Egipto desgracias terribles, pero el
corazón del faraón no cedía.
Al llegar al mar Rojo, que les cortaba el paso, descubrieron que por detrás se acercaba el ejército egipcio.
Entonces, Moisés extendió su bastón y un viento muy fuerte separó las aguas del mar hasta abrir un
camino seco delante de ellos. Cuando todo el pueblo había pasado al otro lado, el mar se cerró de y cubrió
a los egipcios.
Avanzando por el desierto llegaron al pie del monte Sinaí. Una nueve espesa, con truenos, relámpagos y
un sonido intenso de trompeta, cubrió la cumbre de la montaña. Allí Dios transmitió a Moisés los diez
mandamientos y otras normas para organizar el pueblo y rendir culto a Dios. Si el pueblo cumplía la ley,
Dios lo guiaría y lo protegería: sería su pueblo. Haremos todo lo que el Señor ha dictado (Ex 19, 8),
respondieron. Y ofrecieron sacrificios en un altar como sello de la Alianza de Dios con Israel.
Dios llamó de nuevo a Moisés al Sinaí para entregarle los mandamientos escritos sobre piedra. Pasaban
los días y no regresaba: la gente pensó que había muerto y que Dios los había abandonado. Entonces
fundieron con metal la figura de un becerro y le ofrecieron sacrificios.
Cuando Moisés regresó, se indignó porque el mandamiento principal de la Alianza era adorar
exclusivamente a Dios y los israelitas lo habían desobedecido para adorar a un ídolo hecho con sus manos.
Como consecuencia de su idolatría, los israelitas tendrían que permanecer cuarenta años en el desierto y
solo sus hijos entrarían en Canaán. Aun así, Dios no abandonó a su pueblo: lo alimentaba, le enseñaba a
cumplir las leyes de la Alianza y lo guiaban por medio de Moisés.
3.1. Josué
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Josué sucedió a Moisés al frente de Israel y mandó a los israelitas que cruzaran el rio Jordán para entrar en
Canaán, precedidos por el arca de la Alianza. Nada más pisar la Tierra Prometida, renovaron
solemnemente la Alianza.
La primera ciudad que conquistaron, con la ayuda portentosa de Dios, fue Jericó, cuyas murallas se
derrumbaron con el sonido de las trompetas y los gritos de los soldados. Después de Jericó, los israelitas
ocuparon una tras otra, las ciudades de Canaán, con cierta facilidad.
Y así, los descendientes de Abrahán, Isaac y Jacob se instalaron fijamente en la tierra que Dios les había
prometido hacía siglos.
David fue rey durante muchos años y convirtió a Israel en una nación importante. Estableció la capital en
Jerusalén y mandó trasladar allí el arca de la Alianza. Dios le hizo la promesa de que su descendencia reinaría
siempre en Israel y de que su reino sería eterno.
Sucedió a David su hijo Salomón, famoso por su sabiduría. Construyó un gran templo en Jerusalén para
guardar el arca de la alianza y ofrecer sacrificios a Dios. Era el lugar más sagrado de Israel, signo de la
presencia de Dios entre su pueblo.
XI CONFERENCIA
LA VISITA AL SANTÍSIMO
El salmista dijo en uno de sus admirables salmos estas magníficas palabras: “Yo me alegré cuando me
dijeron vamos a la casa del Señor”.
El rey profeta tenía la necesidad de ir a la casa del Señor… ¡Nosotras estamos allí!
El techo que nos cubre, refugia su tabernáculo; los muros que nos protegen, le protegen también. Él está
en medio de nosotras para alumbrarnos y conducirnos como en antaño la nube luminosa guiaba al pueblo
hebreo en el desierto.
Una casa religiosa por ser ella la casa de Jesús Hostia, debe ser una mansión de paz, de caridad y
recogimiento.
¡Qué respeto y qué fervor debemos tener nosotras al visitar al Divino Huésped, que comparte nuestra
casa!
Cuando el amor guía nuestros pasos… ¡Cómo son de ágiles! Cuando el corazón está ardiendo… ¡Qué
medios conoce él para aproximarse al objeto de su amor!
Seamos pues creativas para multiplicar las visitas a nuestro Señor; no para dar allí un tiempo que la Regla
nos ordena emplear en el trabajo; sino para no escatimar el tiempo que tenemos y darlo libremente al
Divino Maestro.
A menudo durante el día pasamos delante de la puerta de la capilla… ¿Qué nos impide hacer una
reverencia y arrodillarnos, abrir dulcemente esta puerta que oculta nuestro tesoro y enviarle una dulce
palabra de amor?
Empleemos con santa avidez el tiempo de la visita del cuarto de hora al Santísimo; no perdamos ni un solo
minuto de esto que la Regla nos da.
La Eucaristía es un alimento para nuestra alma en medio de las ocupaciones y preocupaciones del día,
llevemos todo a Jesús en el Tabernáculo: nuestras penas, alegrías, temores, esperanzas, luchas,
defectos, victorias. Allí hay para todo entendimiento, para todos comprensión y consuelo.
Allí está el Señor para aconsejarnos en nuestras dudas, para decirnos que Él tiene en cuenta nuestros
sacrificios, que Él bendice nuestro trabajo y que Él nos dará un día la recompensa eterna.
Nuestra vida religiosa, tomó el modelo de una la cristiana sabiamente ordenada y ofrendada por la
obediencia; pero bajo esta apariencia común escondemos un alma amante del Divino Maestro, un alma
interior, viviendo de la vida de Jesús Eucaristía.
Multipliquemos nuestros actos de amor, nuestras visitas al Huésped adorado y cada vez que vayamos a
estas audiencias amorosas con Jesús en el tabernáculo, salgamos como novios, según la palabra de san
Juan Crisóstomo
“CONSTRUIMOS COMUNIDAD PROMOVIENDO LA PAZ Y JUSTICIA CON LUZ Y VERDAD”
Vamos al trabajo, vamos al martirio, si hace falta. Jesús estará siempre con nosotras.
Así sea.