7 Ecis A
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INTERACCIONES SOCIALES
1
Dr. Salvador Vega y León Mtra. Sandra Amelia Martí
Rector General Coordinación Editorial
ISBN en trámite
PRÓLOGO 10
Marina de la Torre 71
Control natural del espacio público
9
que cada autor incluido en este libro reorienta hacia los que ejercen la profesión pro-
yectual o hacia quienes son sus clientes porque demandan algún objeto de diseño.
Y se permite así que ésta siga siendo una inquietud que circule lo mismo hacia los que
se barajan las políticas públicas, que hacia los sectores de la distribución y el consumo.
Los investigadores que aquí escriben transmiten esa preocupación social por la dife-
rencia cultural. Ellos la han captado en un acucioso trabajo de investigación, un tipo
de trabajo con el que han querido modelar la amplitud y el interés metodológico que
el diseño debe asumir, es decir, para satisfacer la demanda de diversidad que le llega
de las interacciones sociales, cada día más activas y planetarias.
Este interés en la demanda social y esa voluntad de investigación sobre el diseño,
nos remitió también al recuerdo de sus pioneros. Cuando terminamos de ordenar los
ensayos que aquí aparecen, no pudimos sino hacer encomiosa evocación de los investi-
gadores que fundaron nuestra Universidad, y en especial en aquellos académicos que
en cyad han hecho prosperar la investigación, cuyo espíritu analítico, integracional
y procidemental intentamos plasmar también durante el proceso que llevó a la escri-
tura de este libro. Esto porque en nuestra memoria institucional está inscrita la idea
de esa “universidad contemporánea […] preocupada por un análisis de su articulación
en la estructura social” (Villareal et al., 2012: 11). Y también retomamos los primeros
planteamientos que se hicieron en la División de Ciencias y Artes para el Diseño, ex-
presiones reflexivas imbuidas de lo decisivo que son el reconocimiento de la demanda
social, y el examen problemático de un “estado de necesidad” y de la identificación de
las necesidades mismas en el proceso de diseño, que es –por ejemplo– una inquietud
que recorre la obra Contra un diseño dependiente: un modelo para la autodetermina-
ción nacional (M. L. Gutiérrez et al.,1992).
De esta manera, el presente libro reúne una obra que resultó del trabajo en equi-
po multi y transdisciplinario de varios investigadores. Cada uno aportó su contribución
con conocimiento del trabajo de los demás y con una amplia comunicación entre pares.
Aquí comparecen alumnos y profesores de los posgrados en Ciencias y Artes para el
Diseño, presentando resultados derivados de diversos seminarios u obtenidos en los
talleres. Concurren lo mismo colegas de diferentes ciencias que dan seguimiento a una
indagación en conjunto, que aquellos que reunieron los métodos y los enfoques en un
tránsito entre disciplinas; un tipo de realización surgida en el eclecticismo, en el cruce
de procedimientos y teorías. Así la manera de ser de este libro es la de un bricolage
en torno a un tema central; no obstante, detrás de cada página escrita hay una labor
de taller, donde, a manera de red, los distintos investigadores han revisado el trabajo
1
Este asunto ha tenido una larga evolución en la historia del diseño; evolución
analizada entre otros por Margolin (1999).
11
sección se comparten problemas tanto de patrimonio cultural como de contextos
públicos y de la vivienda. En el tercer apartado vemos cómo -la presencia africana
en América ha implicado una problemática espacial, atravesada por las fuerzas del
desafío al racismo y por la reconstrucción de la memoria cultural. No decimos más,
dejamos al lector ante estas páginas con la esperanza que le sean gratas y útiles.
13
PARTE I
LA CIUDAD Y SUS TRAMAS
SOCIOCULTURALES
LA OTREDAD COMO PRINCIPIO
DE UNA CIUDADANÍA GLOBAL
Patricia Ríos Cabello1
RESUMEN
La presente investigación pretende realizar un recorrido en torno a los
conceptos que, a través de los años, se han desarrollado acerca de la
otredad, y establecer cuál es su importancia en los inicios del siglo XXI.
Ello en un espacio donde los vínculos sociales se desvanecen con facili-
dad, y la concepción del tiempo, entendido como una serie de experien-
cias de felicidad y satisfacción personal, impide el fortalecimiento de
una colectividad. Será importante comprender el proceso de alteridad
y reconocimiento del Otro y los Otros en sus diferentes categorías, con
el fin de visualizar un proceso donde se ejerza la libertad responsable
que integre los objetivos individuales y la visión global.
En un mundo donde las distancias son cada vez más cortas y las
fronteras desaparecen es importante entender la estructura oculta en
las relaciones sociales, la causa de los conflictos y sus posibles solu-
ciones, todo con el fin de conformar una humanidad cimentada en el
valor de la hospitalidad.
1
Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey Ciudad de México, Can-
didato a Doctor en Estudios Humanísticos.
Metodologías para el diseño del espacio público, especialidad en parques urbanos.
El hombre es un ser histórico que se identifica y da cuenta de su vida de acuerdo con
el contexto en el que está inmerso y se enfrenta a la idea del Otro desde diferentes
perspectivas. Como menciona Hannah Arendt, ninguna clase de vida humana puede
ser posible sin estar vinculada directa o indirectamente con otros seres humanos
(Arendt, 2005). Todas las actividades humanas están condicionadas, ya que el hombre
vive en sociedades y por lo tanto parece esencial entender qué ocurre en el proceso
del reconocimiento y cómo es posible llegar a mitigar los conflictos que se presentan
debido a diferentes formas de pensar, de actuar y de ser, entre otras.
Cada ser humano nace y se desarrolla bajo diferentes características, las cuales,
en gran medida, se encuentran definidas por la coyuntura política, económica, social y
cultural en la cual se desenvuelve. Si bien los seres humanos tienen necesidades básicas
que comparten, surgen otro tipo de necesidades determinadas por el paradigma
cultural en el que cada persona se inserta. La diversidad que nace a partir de estas
diferentes situaciones evidencia la complejidad de la condición humana y la necesidad
de encontrar valores que vinculen a las sociedades separadas en cultura y espacio.
El objetivo final de mi investigación es realizar un análisis detallado del estado
del arte de la otredad desde el punto de vista filosófico, antropológico y sociológico,
y así, construir una estructura relacional que amalgame dichos conceptos y se pueda
detectar la forma de abordar la alteridad como proceso de reconocimiento y forma-
ción de una ciudadanía global.2
2
La presente investigación busca establecer las bases de la Otredad, para así, reflexionar en un futuro
los aspectos que deben integrarse al diseño y planeación de las ciudades del siglo xxi.
EL CONCEPTO DE HOSPITALIDAD
Kant argumentaba que la unificación de la especie humana era el destino que la natu-
raleza misma había escogido para el hombre, es decir, el horizonte final de la historia
universal (Bauman, 2007). Guiada por la razón y el instinto de conservación como es-
pecie, la humanidad está destinada a buscar ese horizonte y alcanzarlo. No obstante,
tarde o temprano, no existirá espacio vacío a donde se dirijan aquellos que se hayan
dado cuenta de que los lugares poblados están abarrotados. Así es que la naturaleza
exige acoger la hospitalidad como el precepto supremo, mismo que, todos, tarde o
temprano, tendrán que adoptar, puesto que se debe buscar la forma de terminar y
LA OTREDAD
Una verdadera ética inevitablemente tiene que enfrentar el problema del Otro para
trazar la actitud hacia él. El Otro en su extrañeza trae muchos problemas; sería más
fácil pensar que todos los hombres son iguales, pero concretamente todos son dis-
tintos, a la vez que (al menos en teoría) poseen los mismos derechos. Parafraseando,
son iguales y son distintos. Pero, ¿cómo es posible comprender al Otro sin romper su
particularidad? La cuestión del otro es una problemática muy especial y compleja. El
Otro constituye, destruye, ayuda y complica, posiciona y cuestiona. ¿Qué pasa durante
el encuentro con el Otro? Un mundo sin otredad no es pensable, sin embargo, en un
mundo de cambios y vínculos líquidos es posible que el colectividad haya desaparecido,
y el sujeto sea sólo una parte del entramado de la estructura social de la modernidad
que establece Michael Foucault (1990).
Se propone el acercamiento a la otredad donde la existencia del Otro es nece-
saria para realizar el reconocimiento del yo. Pareciera que en la actualidad existe una
contradicción entre dos de los fundamentos éticos más importantes del hombre. Por
un lado, “ama al otro como a ti mismo” y, por el otro, característico de la sociedad ca-
pitalista y posmoderna: “el interés propio en la búsqueda de la felicidad”. Sin embargo,
lo que aparentemente parecieran conceptos incompatibles parten del mismo punto.
Para el ser humano, lo más importante que existe es él mismo; por lo tanto se ama
y respeta más que a nadie en el mundo, hasta que encuentra un igual que por sus ca-
racterísticas y que, a través del proceso de alteridad, le permite experimentar empatía
3
Metodología de investigación de campo de la antropología social en la cual el investigador se convier-
te en observador participante para establecer el tipo de relaciones que se establecen en un espacio.
Otro
RECONOCIMIENTO DEL YO HISTÓRICO RESENTIMIENTO
individual
(Marc Augé)
4
Metodología de investigación de campo de la antropología social en la cual el investigador se convier-
te en observador participante para establecer el tipo de relaciones que se establecen en un espacio.
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ZONAS INTERMEDIAS, APERTURA,
CREATIVIDAD: EQUÍVOCO DE LA
METÁFORA ESPACIAL
Emma Ruiz Martín del Campo1
RESUMEN
En el ámbito de los estudios de los sujetos y sus formas de organiza-
ción social, la comprensión de las culturas como entidades separadas
y claramente delimitadas entre sí dio paso a la concepción de una
complejidad cultural en la que tramas simbólicas relativamente diferen-
ciadas interactúan y se influyen continua y mutuamente, dando lugar
a producciones híbridas. La reflexión sobre este permanente fluir del
cambio en los sujetos y sus creaciones culturales ha dado lugar a la
conceptualización de “espacios terceros” en los ámbitos de la psico-
logía, los estudios de la cultura y la geografía. En cada uno de tales
continentes del saber, un tal “espacio tercero” ha sido conceptualizado
de forma específica; sin embargo, en los tres casos hay una alusión a
un potencial innovador que puede llevar a los sujetos a nuevas produc-
ciones y/o interpretaciones en la comprensión de sí mismos, del mundo
y de los otros.
1
Profesora investigadora del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanida-
des de la Universidad de Guadalajara; doctora en Ciencias Sociales por la Universi-
dad Johann Wolfgang von Goethe de Frankfurt am Main; psicoanalista en práctica
privada. Miembro del sni, Nivel 2.
LOS SUJETOS, LAS CULTURAS Y LAS DIFERENCIAS
La evolución llevó a nuestra especie a desarrollar características que la distinguen de todos
las otras especies animales que habitan el planeta Tierra: esas características tienen
como destilado principal la posibilidad de crear cultura y modificar drásticamente el medio
circundante. La cultura y sus instituciones son orientadores fundamentales del compor-
tamiento, a falta de una dirección estricta de nuestra conducta por pautas instintivas.
Las niñas y los niños son mucho más inacabados al nacer que los cachorros de
otras especies. Durante su desarrollo, los infantes humanos pasan por un proceso de
socialización en el que van encontrando formas de mediar entre las exigencias de
su medio circundante y sus pulsiones (nombre que recibieron por parte de Freud los
instintos flexibilizados, sometidos a las influencias de las fantasías y los productos
simbólicos). En el mejor de los casos, llegados a la adultez, los adultos humanos nos
hemos vuelto capaces de participar en el quehacer cultural.
Antes de reflexionar sobre algunos aspectos del proceso de socialización y la
constitución de los sujetos, preguntémonos qué son las culturas.
En su libro Realidad y juego (1979), el psicoanalista Donald Winnicott dice no
estar seguro de poder definir la palabra “cultura”, y sin embargo afirma en seguida:
“Por cierto que el acento recae en la experiencia. Al utilizar el vocablo cultura pienso
en la tradición heredada. Pienso en algo que está contenido en el acervo común de
la humanidad, a lo cual pueden contribuir los individuos y los grupos de personas, y que
todos podemos usar “si tenemos algún lugar en que poner lo que encontremos” (Winnicot,
1979: 133); es decir, intervenimos, si logramos significar las practicas de la cultura a
la que nos adentramos y si ahí se nos da un espacio para la participación creativa.
Las culturas se generan a partir de símbolos compartidos que destilan, entre
otras cosas, en historia, lenguaje, tradiciones, configuración del hábitat existencial con
ciertas características de la distribución del espacio y las construcciones, expresiones
artísticas, etc. También ponen en juego mecanismos para mantenerse unidos: rituales,
fiestas, ceremonias, tabúes. A pesar de la cohesión cultural buscada por los sujetos
que se reconocen pertenecientes a una cultura determinada, no hay ninguna que sea
un ente cerrado. Si bien existe la tentación de interpretaciones puristas que fomentan
la xenofobia, la intolerancia a la diferencia, la realidad nos pone ante el incuestionable
hecho de las permanentes influencias recíprocas entre culturas diferentes que interac-
cionan, aunque también frente a la realidad de los choques culturales.
En los años 70, Clifford Geertz dejó en claro que toda cultura es el resultado de una
forma de ver el mundo, de interpretarlo. Cada cultura trata de apuntalar y dar fuerza a
Los fenómenos que poseen realidad en la zona cuya existencia postulo perte-
necen a la experiencia de la relación con objetos [afectivos...]. Se puede pensar en la
“electricidad” que parece engendrarse en un contacto significativo o íntimo, y que es
una característica, por ejemplo, de dos personas enamoradas. Estos fenómenos
de la zona de juego muestran una infinita variabilidad y contrastan con la relativa
estereotipia de los correspondientes, bien al funcionamiento personal del cuerpo,
bien a la realidad ambiental. (Winnicott, 1979: 132–133).
Las experiencias que tienen lugar en tal ámbito, potencial en tanto que abre a la
posibilidad de la creación, se dan sobre una base de confianza surgida de una relación
de amor y cuidados que fue punto de apoyo primordial para el desarrollo del sujeto, y
en el caso de adultos, en medios que permiten al sujeto entregarse sin fuertes presio-
nes externas a su actividad creadora.
Winnicott considera que la experiencia cultural tiene su precedente en el jugar,
en el acontecer en ese espacio transicional en el que la relación del niño con la madre
y posteriormente la del joven o el adulto con sus objetos amorosos interiorizados, no
está regida por normas, reglas o limitaciones rígidas. Ahí el acento recae, como ya
se dijo, en la experiencia, la permisividad de experimentar, crear, simbolizar lo vivido.
Al jugar se dan formas de comunicación que soportan los antagonismos y no hay un
sometimiento al tiempo cronométrico que rige otras actividades de la vida cotidiana
tendientes a la productividad. Hay un paralelismo entre el jugar del niño pequeño y la
creatividad de jóvenes y adultos que haciendo combinaciones de símbolos producen
obras artísticas y culturales, como la poesía, la pintura, la escultura, la arquitectura, etc.
Los procesos creativos no siguen un curso conscientemente preestablecido, el sujeto
entregado a la creación (por ejemplo la creación poética) se deja guiar por su intuición,
En el mismo texto, este autor apunta a la creatividad como una tercera vía que
permitiera conducirnos a los humanos hacia la serenidad: “Habrá de suceder que bus-
caremos en la ficción, en la literatura y en el teatro [en síntesis, en las diversas formas
de expresión creativa, apuntamos…] una sustitución de tales renuncias [las que nos
impone la vida, acoto…] Sólo en estos campos se nos cumple también la condición
bajo la cual podríamos reconciliarnos con la muerte”. (Freud, 1915: 2111).
Haremos ahora un rastreo de la potencialidad creativa en las tres concepciones
de “espacio tercero” de las que nos venimos ocupando.
Consideremos en primer término los espacios terceros transicionales en la con-
cepción de Winnicott. Postularlos fue el producto de la detallada observación de bebés
que estaban gestando paso a paso una imagen de sí mismos como separados de sus
madres. A partir del cariño y la atención recibidos se va estableciendo una confiada
relación del infante con la madre (entendida como la persona que es la principal res-
ponsable del bienestar del niño), confianza que tiende a irse haciendo extensiva al
medio ambiente; sin embargo, una madre amorosa tiene también una vida propia y,
por consiguiente, una intermitencia en la relación con su bebé. La frustración, cuando
el bebé se va descubriendo separado de la madre, es un motor de desarrollo porque
lleva a la gesta de símbolos y representaciones. Una condición sine qua non de la pro-
ducción simbólica es que se pierda, así sea pasajeramente, un objeto afectivo querido
que ha producido satisfacción. La oscilación entre el tener algo deseado y perderlo cí-
clicamente es motor de procesos de pensamiento, de imaginación y de diferenciación
progresiva de fantasía y realidad.
Winnicott extiende la concepción de creatividad, de la producción de los artistas,
hasta la producción de todas aquellas acciones que facilitan en los sujetos el encuen-
tro con la realidad.
El espacio tercero en esta comprensión psicoanalítica alude a la diferenciación
del naciente sujeto, de los otros que cohabitan con él su medio ambiente. El infante
en crecimiento gesta espacios y objetos transicionales que lo enseñan a distinguir que,
digamos, la madre, o el pecho que lo alimenta, representados en un objeto transicional,
Al norte del Río, el Sur adentro. I: La forma como inició todo / según di-
cen los relatos antiguos: / de pronto no tenía barro bajo mis pies / era la arena
que sostenía lo que era Yo / Tomé unos pocos y cuidadosamente preservados
/ mitos y entré / a este territorio de sumersión: / al norte de mi infancia / y de
mis tempranas historias de cada día / en la tierra donde crecí (aparador de luz
neón para el subdesarrollo) en la que íbamos / a la iglesia cada domingo / y
sacábamos / sonrisas de los chicos que rondaban el parque / y la maestra nos
decía que la Santísima / Virgen lloraría si tan solo teníamos / un pensamiento
impuro […] / y bailábamos alegremente y olvidábamos / que otros no estaban
invitados a nuestros clubs: / súbitamente / aquella realidad no era más / que una
distancia oprimente / la presencia eran / muros que gritaban “ahora estás en
América y tienes que / hablar Americano” / y cómo se aprende / a deshablar el
pasado / otro mundo tendría que ser olvidado / y la jornada borrada de alguna
forma / para ser capaz de tomar el desayuno cada mañana e / ir a la escuela y
/ pagar el pasaje del camión y / leer los mensajes de alienación: / siete u ocho
veces pasó Enero / antes de que pudiera entrar a una habitación y sentir / que
no era realmente de otro planeta […] II: el sur del presente: / quedó / subterrá-
neo por tanto tiempo / tan profundamente encubierto / en los repliegues del
alma / nunca pensé / que resurgiría / y sin embargo se filtró de tanto en tanto
/ retrocediendo / ante la mención de imposiciones / de frases que hacían burla
Reymundo Tigre–Pérez
Danza de cobre Ríos de raíces. A través de nuestro húmedo suelo / mojado
por nuestro destrozado pasado / nuestro / futuro / esclavizado […] Danza de Co-
bre / mirando adentro / como un lucero errante / vienes con el sol / y / no como
un espejo de Oro / radiante–materialismo / lleno / de / oscuridad. / Danza de
Cobre / que lloras por la suerte de tus indios pobres / rabiando / soñando / la
victoria / que ya no recuerdas / después de tantos / siglos de ser ultrajados / y
pisoteados como bestias… (Canto al Pueblo iv: 3–4).
Calles sin nombre. [...] Calles sin nombre / donde / como sombra en silencio
/ andan las almas Indígenas, / despojadas de sus tierras / y raíces / reducidas
a una miserable existencia / en el sagrado nombre del progreso (“probreso”:
mi significativo acto fallido al transcribir). / No tienes donde dormir / no tienes
donde comer / no tienes donde descansar. / Tu mente alimenta / tu entristecido
espíritu / con una lejana memoria de un amor / o / una / noble ilusión, / que en
la noche fría / sirve como manta / para cubrir tu solitaria / soledad, / caminas
en calles sin nombres / donde nadie ve que duermes en la tierra / o / en un /
ajeno piso, / y el agua / a lo menos sirve / de alimento / pues todo tiene / dueño.
/ Vives con la pequeña esperanza / de sentir una caricia que nadie quiera / por
su imperfección […] / Vestido / en las calles sin nombre / calles de los olvidados
/ que caminan con la muerte / que les niega su compañía […] / Calles sin nom-
bre / donde mis ojos enrojecidos /repletos de injusticias / brotan como ríos de
enrabiada / amargura / porque / destrozan a mi gente / tierra Indígena. / Por-
que nadie ve / cómo muere mi pueblo / ni las / falsas / bondadosas / blancas /
palomas / dolientes… (Canto al Pueblo iv: 8–9).
A MANERA DE CONCLUSIÓN
Las concepciones de Homi Bhabha, Donald Winnicot y Edward Soja, arriba expuestas,
aluden a “espacios terceros”, es decir, espacios de encuentro de los sujetos con lo
diferente subjetivo y cultural, en los que la posibilidad de experimentar lo nuevo sin
coerciones y de expresar con flexibilidad su respuesta ante ello puede ser motor de
transformaciones y potencial de gesta de innovaciones en la comprensión de sí mismo,
del mundo y de los otros.
La transformación subjetiva y cultural como proceso creativo que tiene lugar en
un nuevo medio social es un proceso arduo. Se logra cuando el desplazamiento de los
migrantes a la realidad hasta entonces desconocida no ha sido traumático en exceso,
cuando hay una acogida al menos regularmente hospitalaria en el contexto al que se
accede, y cuando se logra trabajar con los elementos conflictivos en juego en el en-
cuentro con lo diferente. En tal caso se dan negociaciones, en parte inconscientes, que
49
LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD
CULTURAL DE LOS JUARENSES EN
RELACIÓN CON SUS ESPACIOS
EMBLEMÁTICOS. MENSAJES,
RECORRIDOS Y VIOLENCIA.
Daniela Guadalupe Córdova Ortega1
RESUMEN
1
Licenciada en Diseño Gráfico; maestra en Ciencias y Artes para el Diseño, estudian-
te del Doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.
El doctor Eduardo Luis Espinosa dirigió su tesis de Maestría.
Ciudad Juárez, localidad ubicada en el extremo norte del país, en el estado de Chihuahua,
es una ciudad cuyos estudios históricos dan muestra de una región fronteriza conflic-
tiva que, del lado mexicano, ha estado marcada como portadora de una “mala imagen”
reproducida en los medios por más de un siglo2. Desde este planteo, que retomamos de
la literatura histórica y de los estudios culturales de la región, se empieza a notar que es-
pacio (frontera) e identidad social3 (sur) son dos factores para un análisis (García Pereyra,
2010; Pérez–Taylor, 2009; Valenzuela, 2010; Vila, 2004; León, 2007). Del análisis histórico,
nos limitamos a retomar cómo la identidad social y el espacio quedan implicados en
medio de las historias sensacionalistas de la prensa popular. Centramos nuestro interés
en la indagación de la identidad cultural y los espacios emblemáticos de Ciudad Juárez
que quedaron atrapados entre la violencia y su amplificación en los medios informativos.
La identidad socio cultural, tal y como aquí se analiza, tiene dos grandes polos colec-
tivos. Para trazarlos con sentido hemos seguido el modo categorial –por tipos colectivos
o categorías– con los que Vila (2004 y 2007), estructura su teoría de la identidad fron-
teriza. De una parte, tanto la ciudadanía (Tamayo, 2005), como el “hombre ordinario”
de la ciudad e “instituciones formales” (De Certeau, 2007) específicas, del lado mexicano.
De otra parte, las instituciones angloprotestantes con su mentalidad y sus re-
presentaciones denigratorias, las cuales comenzaron a expresarse en los medios a
inicios del siglo XX y que en la actualidad aún se deja entrever en los medios actuales.
El lado juarense, con su propia identificación, tiene una expectativa ante la visión de
los extraños (turistas y viajeros), perspectiva de otredad que termina de completar el
lado opuesto de la identidad, su diferencia.
Al respecto, nos interesa la llamada “atención oblicua” (Maigret, 2005) y la “duali-
dad” de los sujetos colectivos, con las que los lugareños se liberan, así sea en un nivel
4
2
El término “mala imagen” se retoma de Rutilio García Pereyra (2010). Con el apotegma atribuido a
Porfirio Díaz “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”, dan inicio las repre-
sentaciones centralistas “que consideraban inviable el desarrollo de expresiones culturales en el norte,
espacio que abría la puerta a la barbarie” (Valenzuela Arce, 2010: 274), todo ello en una “frontera ais-
lada” como la llamaría González de la Vara (2009: 103), siempre en medio de los conflictos de ambos
países. Es aquel un espacio excéntrico donde es México, pero no lo parece, y no son los Estados Unidos,
pero se aspira a serlo. “La border” es un espacio alejado de la “normalidad que cimienta y da sustancia
a ambas culturas nacionales” (García Pereyra, 2010: 9).
3
Término tomado de Gilberto Giménez (2000: 45). Se le suele llamar con diferentes sinónimos, todos
ellos evidencian el hecho de un identidad colectiva: una identidad cultural, socio cultural, grupal...
4
García Vázquez en una de sus clasificaciones de la ciudad, llama a ésta: “La ciudad dual, por su esen-
cia bipolar que se ve reflejada en el espacio urbano” (2004: 68).
5
“El desierto es visto desde el centro como una especie de frontera natural, donde el vacío, la nada se
hacen presente [...] Con ello la frontera se convierte en un espacio problemático para el centro del país
que no sabe a ciencia cierta qué hacer con este territorio” (Pérez Taylor et al., 2009: 13–14). Dichas
representaciones sirven de marco para las metáforas arriba mencionadas. Por ejemplo, Revueltas des-
cribe a Tijuana como “refugio de caínes” (citado en Valenzuela Arce, 2010: 279); Agustín Yáñez descri-
be a los norteños como libertinos y zafios, y alude a “mujeres malaentraña”, sin temor de Dios. Por su
condición de haber migrado hacia los Estados Unidos, “el norteño es el ángel caído, pecador, y faceto
que no puede reintegrarse a las redes íntimas” (citado en Valenzuela Arce, 2010: 279–281).
6
Al establecerse la frontera, la separación del territorio, más que mejorar la situación de los lugareños
acentúo sus conflictos. Recuérdese a los habitantes de El Paso, al querer limpiar a toda costa la per-
cepción de su ciudad ante ellos mismos y a los ojos de su nueva nación, pues “mientras que la mayoría
de las familias fronterizas construía el sentido del cotidiano desde actividades tradicionales (familia,
escuela trabajo, asociaciones mutualistas, sindicatos clubes sociales, espacios públicos y recreativos,
cine, etc.) algunos espacios públicos y periodísticos enfatizaban la dimensión sórdida [...]” (Valenzuela
Arce, 2010: 278). Esto se tradujo en estereotipos, representaciones y estigmas, como lo menciona
García Pereyra (2010: 49), que se encargaron de equiparar a la ciudad como una especie de limbo
donde prevalece el mal.
7
En épocas pasadas bastó con las pocas publicaciones periódicas que existían. Actualmente, el amplio
espectro mediático contribuye a lo que Salazar y Curiel identifican como una potencialización de la
fatalidad, ya que los medios de comunicación se han convertido en “los grandes escenarios donde inte-
ractúan actores–espectadores y que en gran medida terminan por sostener y encauzar el gran libreto
con el que se suscriben los marcos interpretativos de la violencia sistémica y los miedos” (2012: 90). Por
ejemplo, al introducir las palabras “Ciudad Juárez violencia 2010” en el buscador de Google, la cantidad
de respuestas referentes al tema es de 3 590 000 resultados, mientras que al hacer la búsqueda con
las palabras “Acapulco violencia 2010”, los datos generados de esta última son de 859 000 resultados.
Estas cifras ejemplifican de manera clara cómo es que las notas relacionadas con Ciudad Juárez, tienen
el efecto de una bala expansiva. (Nótese que sólo se toma como ejemplo un medio electrónico como lo
es Internet). [Aclaración: Se tomó como comparativo a la ciudad de Acapulco, por su localización al sur
de la República y por ser también una de las ciudades escenario del fenómeno de la violencia].
8
Cuenta la gente de una mujer que, mientras se cortaba el cabello, hizo un comentario despectivo
sobre los narcos, sin saber que uno se encontraba en la estética en espera de su mujer, por lo que al
escucharla, se molestó, se levantó, amenazo al estilista pistola en mano, y le exigió que la rapara, para
que la mujer aprendiera a quedarse callada.
9
Son mensajes con tono de advertencias o amenazas, dejados en diferentes puntos de la ciudad pre-
suntamente por las asociaciones del crimen organizado. Van dirigidos a la policía, los tres niveles de
gobiernos y a grupos delictivos contrarios.
10
Estructura de estilo tabloide–cartel, de corte amarillista, sin pretensiones de tradición, basado en la
idea de captar al lector con una primera página cuyos principales atributos son el título llamativo y la foto
emocionante, en este caso altamente explícita. Contenidos dedicados aproximadamente en un 75% a
la nota roja, presenta sus encabezados y notas con un lenguaje peculiar basado en el caló de la coti-
dianidad. El primer ejemplar de este periódico se tiró en agosto de 2005 y tenía un costo de $2.00 M.N.
11
Se imprimen 50 mil ejemplares de esta publicación de lunes a sábado. 5 mil ejemplares más que el
Diario de Juárez. (Hemeroteca del Diario de Juárez)
12
Periódico PM, La noticia a tiempo. “Asesinan a mamá e hija”, mayo 2011. Ciudad Juárez, Chihuahua,
núm. 1803 año 6. Portada. Archivo de la autora. El Diario de Juárez, “Perciben aquí crimen a la baja y
mejoría económica”, mayo 2011, Ciudad Juárez, Chihuahua, núm. 11802, año xxxvi. Archivo de la autora.
13
De Certeau establece la diferencia entre mapa y recorrido mediante la analogía de “el ver” o “el ir”.
Mientras que el mapa ofrece la posibilidad de observara los detalles en lo que se llega a un destino,
en el recorrido no se presta atención a los pormenores, sino que se trata de optimizar el camino; luego,
en éste es más importante la acción. (2007: 131)
14
Nodos: “Son los puntos estratégicos de la ciudad a los que puede ingresar un observador; consti-
tuyen los focos intensivos de los que parte o a los que encamina. Pueden ser ante todo confluencias,
sitios de una ruptura en el transporte, un cruce o una convergencia de sendas, momentos de paso de
una estructura a otra. Se les puede dar el nombre de núcleos” (Lynch, K., 2010: 62–63).
únicamente en la imagen industrial –ni en la mala fama– sino que invita a la posibili-
dad de atraer otro tipo de visitante.
El Pronaf se presenta como uno de los espacios de mayor legibilidad. La cons-
trucción –a manera de circuito– y la ubicación estratégica de este nodo (al Norte
por el Puente Libre) le permiten, junto con el Parque de El Chamizal, ser un punto de
referencia para la ciudad, ya sea en un sentido de salida o de llegada. Actualmente
se le puede considerar como la zona cultural de la ciudad, pues contiene a tres de los
15
El Centro Cultural Paso del Norte, el Centro Cultural de la Ciudad y el Teatro Gracia Pasquel (Centro
Cultural Universitario).
16
Según la página de la Dirección de Turismo del Gobierno del Estado, los deportes que más se prac-
tican en la zona es el sandboarding así como el “ciclismo de arena”.21 El Centro Cultural Paso del Norte,
el Centro Cultural de la Ciudad y el Teatro Gracia Pasquel (Centro Cultural Universitario).
17
Recordemos la debilidad que De Certeau le atribuye al sujeto de las tácticas.
CONCLUSIONES
Según Barcelata, la cultura se encuentra “en el territorio de la significación social
en el marco de la semiosis. Refiere a códigos significativos a sistemas y estructuras
simbólicas de representación y autoidentificación” (2011: 14); por lo tanto, es posible
trasladarla a los espacios en donde la investigación de la identidad cultural supone la
exploración de una construcción que se realiza en dichos sitios en un tiempo que co-
rresponde a una historia. Si nos abocamos al trabajo de la identidad de “sujetos de
la vida” de una ciudad como Juárez, en el contexto de los mensajes de la violencia del
crimen organizado, tenemos que identificar los sujetos y las construcciones significati-
vas con las que ellos se relacionan, es decir sus espacios. En esto último nos fueron de
mucha utilidad los parámetros que Sergio Tamayo y Kathrin Wildner señalan como
referentes para la comprensión de la identidad cultural en un espacio determinado,
dígase la definición de la identidad a través del reconocimiento, la pertenencia, la
permanencia y la vinculación, que nos permiten establecer el vínculo que existe entre
nuestros sujetos de estudio (los juarenses) y sus espacios emblemáticos.
Las acciones que definen a esos sujetos –siguiendo a De Certeau– las hemos
tomado en un corte social que los contempla como instituciones formales por un lado
y hombres ordinarios por otro; las analizamos como estrategias y tácticas respectiva-
mente para cada uno de los dos tipos de sujeto.
Mediante el seguimiento de los métodos cualitativos y de sus diversas herra-
mientas, en el trabajo de campo se trató con informantes, se aplicaron entrevistas,
se analizaron contenidos de medios impresos y de diversa literatura, se observaron y
registraron prácticas y conductas. Asimismo el estudio de la historia resultó determi-
nante para orientar nuestra investigación. Por lo tanto, podemos concluir que:
Al hacer una caracterización de las manifestaciones de la exacerbación de la
violencia en Ciudad Juárez, empezamos por analizar que en la trayectoria histórica de
RESUMEN
La configuración del espacio público tiene un rol importante en el desa-
rrollo de la vida comunitaria. Los edificios se convierten a través del
diseño de su forma y disposición en el territorio, como así también, a tra-
vés de sus atribuciones, en instrumento para potenciar o desalentar la
vida social en una comunidad. Por ello, las nuevas formas de apropiación
del espacio público en sus múltiples manifestaciones ofrecen un campo
interesante para la observación de los comportamientos humanos.
Ahora bien, una de las condiciones de habitabilidad del espacio
público está estrechamente asociada a la seguridad que su uso pueda
ofrecer. En este punto, las prácticas sociales asumen un rol fundamental.
Las siguientes líneas aportan un conjunto de reflexiones en relación con
el control y vigilancia del espacio público, fenómeno multidimensional
cuyo abordaje nos enfrenta a la compleja naturaleza de la seguridad.
1
Se agradece el apoyo de la Universidad De La Salle Bajío para el desarrollo del Proyecto
de Investigación, del cual es producto el presente artículo.Metodologías para el diseño del
espacio público, especialidad en parques urbanos.
2
Doctora en Arquitectura, adscrita a la Universidad de Guanajuato. Investigadora Na-
cional, Nivel i.
69
ESPACIOS Y MODALIDADES DE INTERACCIÓN
Las nuevas prácticas sociales están fuertemente condicionadas por el uso de las
nuevas tecnologías. El entretenimiento (en especial, la televisión), la comunicación
(principalmente mediante un servicio telefónico barato y casi universal, faxes y correo
electrónico) y la información (primordialmente, hoy, mediante Internet), han hecho po-
sible que muchas personas abandonen la vida cívica y social en sus calles residenciales.
Las nuevas relaciones sociales prescinden de la proximidad física y se asocian a redes
intangibles vinculadas al uso de las nuevas tecnologías y modalidades de encuentro
en los grandes centros de consumo.
Nuevos espacios públicos emergen como consecuencia de estas nuevas moda-
lidades de comunicación. A los espacios públicos tradicionales, escenarios de la
comunicación interpersonal (entre personas físicamente próximas), se superponen los
espacios públicos intangibles de las TIC (tecnologías de la información y la comu-
nicación). Pero el espacio público de la proximidad, precisa siempre de un espacio
de representación y de una disposición temporal. “Las calles y las aceras son los
principales espacios públicos de una ciudad, sus órganos más vitales”, indica Jacobs
(1967: 33), y aunque la mayoría de los contactos en las calles son ostensiblemente
triviales, su suma no lo es en absoluto. La suma de los encuentros casuales, triviales
y públicos a un nivel local, la mayoría de ellos fortuitos y espontáneos entre perso-
nas que coinciden en una relación determinada, da como resultado un sentimiento
de identidad pública entre las personas, una red y un tejido de respeto mutuo (pú-
blico) y de confianza, y también una garantía de asistencia mutua para el caso en
que la vecindad la necesite: la vecindad en general, o un vecino en particular (Jacobs,
1967: 60). Donde hay confianza hay aumento de posibilidades para la experiencia
y la acción. La confianza constituye una forma efectiva de reducir la complejidad
(Luhmann, 1979).
El espacio público comunicacional es el espacio intangible de las nuevas tecno-
logías de la información y la comunicación, las que representan nuevos modos de
articulación social. Los circuitos mediáticos adquieren más peso que los tradiciona-
les lugares en la transmisión de información e imaginarios sobre la vida urbana. Las
nuevas tecnologías profundizan el perfil mediático del ciudadano contemporáneo y
fortalecen la noción de espacio público como espacio comunicacional. Los nuevos
medios de comunicación e información separan la interacción social del lugar físico.
La nueva conectividad, donde impera el Internet, la red satelital y el cable, son determi-
nantes de una transformación invisible paralela a la de los espacios físicos que unen y
Marina de la Torre 71
sobre sus calles residenciales. Implican también, la responsabilidad de actuar ante la
eventualidad de un acto de violencia en dos sentidos diferentes: actuando sobre el
victimario para evitar el acto delictivo ante la inminencia del hecho o, asistiendo a la
víctima ante su inevitabilidad.
Retomando los argumentos de Ascher, la naturaleza gregaria del hombre lo im-
pulsa a vivir en la ciudad. En ella, los individuos cohabitan un espacio delimitado, cuyas
calles destacan por su carácter multitudinario. La presencia de personas en las calles
implica la potencial presencia de más victimarios y en consecuencia de más víctimas.
Ello es así, ya que la persona dispuesta a delinquir encuentra más oportunidades, fren-
te a un mayor mercado de víctimas disponibles.
Ambas posturas refieren a la importancia que, en términos de seguridad, cobra
el espacio público concurrido, sin embargo, el análisis de uno y otro autor, expresan
efectos contrapuestos. La complejidad del problema trasciende la cuestión cuanti-
tativa (número de víctimas potenciales versus número de controles sociales), e im-
pone la consideración de la calidad de los controles sociales informales, en cuya
efectividad y alcance intervienen, en principio, dos factores: a) el tipo de agentes
que detentan el control y b) los tipos de actividades que estos desarrollen en el
espacio público.
En primer lugar, si el control social informal es ejercido por el transeúnte ocasio-
nal que va de paso hacia otros destinos, las garantías de seguridad están restringidas
a los tiempos (efímeros) de su permanencia en las calles. Si el control social es ejerci-
do por los residentes del lugar, existen garantías de una seguridad más amplia, ya que
se instituye una suerte de vigilia colectiva sobre las calles residenciales. No se necesita
mucha gente sino, gente que controle eficazmente.
Para explicar el impacto del tipo de actividades (acontecimientos) que desarrollan
los agentes, en la eficacia de los controles, adoptamos la clasificación propuesta por
Jean Gehl (2006): a) actividades ambulatorias y b) estacionarias.
Las actividades estacionarias, tienen una mayor duración en el tiempo e in-
volucran generalmente un mayor número de personas (alcance), si las compa-
ramos con las actividades ambulatorias, de carácter efímero y menor alcance
(Gehl, 2004).
Y al respecto, resulta evidente que el ejercicio de los controles sociales informales
a través de actividades menos ambulatorias y más estacionarias (permanencia en el
espacio público), son más propias de la condición de residentes o usuarios habituales
del espacio público, y menos del transeúnte ocasional.
Marina de la Torre 73
emblemáticos de la ciudad histórica asumen, por el contrario, el estigma de la violen-
cia3 (Córdova Ortega, 2015: 5). Allí, la violencia real y percibida concurren y se apropian
del universo de la memoria.
También las calles concurridas de las colonias populares, representan una estruc-
tura de oportunidades favorables a la delincuencia. En ellas, la vida cotidiana desborda
hacia las calles residenciales. Berthalicia Bernal (2015: 16) da cuenta de la importan-
cia de estos espacios y sus diversos umbrales de interacción socioespacial (semico-
lectivo, colectivo y público), cuyas transiciones definen los límites entre lo público y lo
privado, y sus particulares modos de habitar (Bernal, 2015: 16).
Ejemplo de acción multitudinaria. Pensemos ahora en los espacios públicos de-
solados. En términos de inseguridad se perciben altamente peligrosos. El robo (apo-
deramiento ilegítimo de alguna cosa con el empleo de fuerza física) es más fácil en
espacios aislados. Sin embargo, las oportunidades de delinquir son más remotas y
están amparadas en la indefensión de la víctima, a la vez que en la ausencia de con-
trol social (ver Tabla 1).
Tal como veremos más adelante, distintos crímenes están facilitados por dife-
rentes tipos de espacios. El asalto callejero (hurto) es mas frecuente en espacios
concurridos; en contraste, el robo es más fácil en espacios aislados. En ambos casos,
el delincuente elige a su víctima entre las que se encuentran solas (y no en grupo)
3
La cita literal del texto de la autora indica: “El descrédito encuentra uno de sus muchos reflejos en
esos espacios representativos de la ciudad. El Centro Histórico y la Zona del Pronaf son algunos de los
espacios que pueden dar cuenta de ello. Por ejemplo el Centro Histórico, que pasó de ser un espacio
dinámico a uno en abandono con negocios cerrados. El miedo orilló a que los comercios que recibían
tanto a los locales como al turismo, cambiaran sus comercios a los espacios que se denominaron “zo-
nas seguras”. Por lo tanto la gente empezó a cambiar sus prácticas apropiándose de nuevos espacios.
Esto no es nada nuevo, dentro de esta dinámica de la violencia y de la exacerbación en los medios
pues ya había sucedido en el pasado en sitios como el Centro Histórico.”
Robo a
Fraude
transeúnte
Ofensas
Extorsión
sexuales
Los espacios públicos comunicacionales están más expuestos a los delitos contra la
integridad moral y psicológica de las personas, tales como fraude y extorsión; esto
último, si consideramos que la privacidad en la red es frecuentemente vulnerada con
fines alejados de la sociabilidad.
En contraste, los espacios públicos tradicionales, donde la interacción es “cara a
cara”, son vulnerables ante delitos tales como robo a transeúnte y ofensas sexuales, en
los que se atenta no sólo contra la integridad moral y psicológica, sino también física
de la persona. Sin embargo, profundizando el análisis de la relación espacio/crimen al
interior de esta categoría, advertimos la importancia de considerar aspectos compor-
tamentales que resultan determinantes en la seguridad del espacio.
Marina de la Torre 75
cual impacta en el espacio público. El resultado es la redefinición constante de la re-
lación espacio público/espacio privado.
Estrategias defensivas se implementan en la ciudad abierta, entendiendo por
ciudad abierta aquella que mantiene la condición pública de sus espacios comunitarios.
Las arquitecturas residenciales marcan una clara tendencia hacia la introversión;
es decir, a definir límites precisos entre lo privado y lo público. La sumatoria de acciones
individuales determina un universo generalizado de arquitecturas que se cierran.
Se impone entonces una relación bipolar público/privado. Los paramentos opacos
e inexpugnables que a lo largo de las calles residenciales construyen las arquitecturas
cerradas representan una desapropiación de lo público en favor del espacio privado.
Por otra parte, estrategias panópticas se implementan a través de los nuevos espacios
emergentes propios de la ciudad cerrada, conformada por los enclaves cerrados, es decir
aquellos que privatizan el espacio comunitario para uso exclusivo. El cierre de los espa-
cios comunitarios exige condiciones de control centralizado y formal (seguridad privada),
el cual otorga las condiciones de seguridad y previsibilidad necesarias que restablecen
la confianza sólo entre los vecinos de la comunidad. Las libertades ejercidas bajo
vigilancia representan una pérdida de la privacidad en favor de la seguridad del espa-
cio comunitario, el cual está lejos de recrear la vitalidad propia de un espacio ciudadano.
Las estrategias elusivas son comportamentales (Kessler, 2009) y comprenden las ac-
ciones tendientes a evitar circular por ciertos lugares considerados peligrosos y restringir
salidas en ciertos horarios. Si la percepción del entorno es amenazante se trata de evadir.
Otras consideraciones merece el espacio intangible de las redes sociales, en el
cual se establecen estrategias múltiples y flexibles donde “la gente decide cuáles son
las fronteras de su privacidad” (Zuckerberg, 2011).
A MODO DE CONCLUSIÓN
La configuración material del espacio público, como así también la diversidad de usos
que esta configuración promueve, es determinante del comportamiento humano que
allí tiene lugar. Este último, a su vez, resulta crucial en la instrumentación de los con-
troles sociales naturales; una de las condiciones (entre otras) para la promoción de es-
pacios públicos seguros, que tienen como fundamento la construcción de comunidad.
En ausencia de comunidad prosperan las acciones defensivas y elusivas que abdican
al espacio público en favor del espacio doméstico privado, a la vez que erosionan el
sentido de comunidad. El resultado es una relación circular, cuyos efectos acusan una
tendencia creciente de signo negativo.
77
DISEÑO CONTEMPORÁNEO Y
CULTURA JUVENIL.
LOLITAS EN MÉXICO
RESUMEN
Este texto concentra su mirada en la ciudad, como espacio que alber-
ga a grupos sociales con peculiares formas de pensar, sentir y obrar.
Específicamente se observa y entrevista a una comunidad de jóvenes
del Distrito Federal, México: las denominadas Lolitas, las cuales son re-
presentativas de los nuevos grupos urbanos que pertenecen a sistemas
de mundialización social. Observamos cómo estos jóvenes interactúan
en aquellos espacios urbanos donde se reúnen y en los cuales ellos
mismos suscitan variados movimientos y ocupaciones transitorias que
dan lugar a mapas móviles. En la Ciudad de las Lolitas, son parte de la
atmósfera urbano–cultural que se exhiben nómadamente.
1
Maestra Investigadora de la División CyAD, Universidad Autónoma de México, Uni-
dad Xochimilco. Dentro de sus intereses es realizadora de performance, artista visual,
editora e investigadora de las culturas juveniles.
…los vestidos que usamos y el nombre Lolita no tienen nada que ver con la parte
sensual que se le atribuye a la novela Lolita del escritor Vladimir Nabokov. La
palabra Lolita en occidente significa “niña sexualmente activa atraída por hom-
bres mayores”. Pero en Japón toma un significado diferente; se utiliza el término
para referirse a una persona inocente, femenina, como una muñeca. La idea es
exhibirnos en la ciudad con apariencia inocente, no sexual. (Akari, 2009)
Sus atuendos, accesorios y demás utensilios con que realizan sus “rituales” coti-
dianos derivan entonces de la cultura japonesa y el estilo postpunk. Algunos de sus
subgéneros son los kodonas, decoras y otros que quizá expliquemos más adelante.
Nuestro estudio inicial las abordó ante todo en relación con su comportamiento en
2
A partir de los años sesenta, la cultura fundamentalmente televisiva tendió lazos entre iconos de la
cultura popular japonesa y el mercado hispanoamericano, donde personajes como Astroboy, Godzila,
Ultraman, Meteoro y la Señorita Cometa fueron acogidos con inusitado éxito. La segunda oleada de
cultura pop japonesa, ya de series televisivas (anime), acompañadas por sus respectivos cómics se
dará durante la segunda mitad de los años 70, mediante personajes como Heidi, Remy, Candy Candy
y Sandy Bell (ya con una clara propensión a incidir en el público infantil femenino). En el imaginario
reciente destacarán los Mazinger Z, Pokémon, Transformers, etc, hasta derivar propiamente hacia el
manga y su complejidad psicosocial (inclusive patológica) que se sitúa más allá de las fronteras de lo
propiamente infantil.
Nosotros no contamos con tanto dinero como los jóvenes en Tokio. Ellos com-
pran su indumentaria; en cambio la mayoría de nosotros diseñamos y cocemos
nuestra ropa. Inclusive en Harajuku3 los encuentros son semanales y en México
tan sólo nos reunimos una vez al mes (Evelyn, 2010).
Posiblemente por esta escasez de recursos económicos, es que estos grupos se mani-
fiestan un tanto menos en el espacio real y mucho más en el espacio virtual por medio
de sus foros de encuentro, en donde dominan las reflexiones en torno a su identidad
(el ser y el deber ser, ante todo), lo mismo que infinidad de imágenes fotográficas
siempre brillante y alegremente retocadas, así como videos en los que de la misma
forma se muestran, ya mientras se transforman o bien dando cauce a sus pausadas y
relajadas actividades, aderezadas paradójicamente con dinámica, alegre y estridente
música punk. Sin embargo, algunos integrantes de la comunidad llegan a comprar
algunas prendas, calzados o accesorios en las tiendas virtuales de México o Japón.
Visto desde el punto de vista meramente mercadológico, estas prácticas dentro
del concepto Lolita evidencian que los jóvenes siguen siendo importantes sujetos de
consumo, tanto cultural como material, ya que por ejemplo el mercado creado alrede-
dor de la estética de este grupo ha sobrepasado fronteras, lo cual indica que a pesar
de los elevados costos de algunos productos, su consumo no cesa dada la gran carga
simbólica que estos comportan para sus compradores. Resulta entonces que vestidos,
bolsos, zapatos y demás complementos dejan de ser simple objetos para convertirse
en distintivos (insignias) dotados de significados. Si bien este consumo a su vez tiene
su lado negativo ya que como las propias Lolitas refieren, a veces llegan a caer en
extremos, en conductas obsesivas e incurren en gastos desmedidos a fin de obtener
aquello que aprecian.
3
Zona comercial que rodea a la Estación Harajuku en Tokio (Japón), la cual está situada sobre la Línea
Yamanote en el barrio especial de Shibuya de Tokio.
Nosotras las decoras somos un subgénero de las Lolitas tan importante como
las gothic Lolitas. Practicamos el comportarnos y vernos como niñas educadas
y cultas, estamos caracterizadas por un vestuario lleno de accesorios, entre los
cuales se pueden destacar figuras de Disney® y Hello Kitty®. Una de nuestras
actividades preferidas es jugar. Nosotras estudiamos en la prepa [bachillerato].
A veces nos permiten ingresar así a la escuela, pero en general nos piden que
no llevemos tantos accesorios. Ya en la universidad vamos a ir como verdaderas
decoras (Loli, 2011).
De esta manera, entre los grupos urbanos de jóvenes, más o menos abigarrados con
características específicas y con vestimenta, actitudes y gustos que los identifican, es
posible tomar muy en cuenta a las Lolitas, si bien no es un grupo que alcance a desci-
frarse de una sola mirada, pues en el mismo momento en que nos damos a la tarea de
catalogarlas, ellas parecen redoblar su estado de constante ebullición y apostarse ante
nuevos objetos de interés. Es decir que cuando pensamos que ya hemos comprendido
los subgéneros que las componen, generan otras subdivisiones, lo cual complica el tra-
bajo de construir un lazo de conexión entre esta subcultura y la ciudad que las alberga.
LUGARES DE ENCUENTRO
Como ya habíamos relatado, esta comunidad se reunía una vez al mes en el Parque
Hundido y antes y después de sus picnics y su obligado recorrido por su propio tianguis
sus actividades preponderantes eran comer y conversar, y solo a veces disfrutaban del
muy conocido juego “las traes”.
Situado en una de las zonas más bellas y con mayor estatus socioeconómico de
la ciudad, como su nombre lo indica, el Parque Hundido tiene una distribución espacial
El objetivo es que nos reunamos, y que no nos vean… Este parque es un lugar
hundido en la tierra y da como una sensación de sepultura, sobre todo obser-
vándolo desde avenida Insurgentes. Dentro de él nos ubicábamos primero a un
lado de la fuente principal, pero estábamos muy en contacto con la gente, ahora
nos reunimos al lado del Reloj de las Flores, un espacio no tan hundido y menos
circulado por personas (Kodona, 2009).
Es decir que decidieron reunirse en este sitio durante casi dos años, porque pese a
ser un espacio abierto, de alguna manera es un espacio poco visible. Ello hasta que
un domingo 24 de enero de 2010, aconteció un hecho que determinaría un nuevo
movimiento espacial del grupo. Ese día incursionó al parque un grupo de policías fe-
meniles. Permanecieron allí, durante toda la tarde, las rodearon, y finalmente ingresa-
ron y cuestionaron al área de venta de la comunidad. También inquirieron acerca de
la colectividad, los momentos en que se reunían, el motivo por el que se hallaban ahí,
etcétera. Fue un momento especialmente tenso, casi no jugaron, muchas no realiza-
ron sus picnics y se fueron temprano. A partir de ese momento, las Lolitas se cuestio-
naron si el Parque Hundido sería otro de los espacios socialmente sancionados para
sus encuentros.
Al día de hoy, ya no asisten más al parque y se declaran en un estado de itine-
rancia urbana. Pero al respecto nos relataron que esto se debió que el parque era en
realidad el cuarto espacio de la ciudad por donde transitaban, pues de dos anteriores:
la explanada del Museo Nacional de Bellas Artes4 y la Alameda Central, habían sido
4
En Internet convienen seguir la huella de Loreny Hernández, una de las iniciadoras del movimiento
Lolita en el Distrito Federal, o bien en Youtube acceder mediante la búsqueda del concepto “Harajuku
en México” o “Lolitas México DF”, a fin de explorar mediante video varias de las situaciones que en
este texto se exponen.
Soy kodona, que es la versión masculina de Lolita. En marzo o abril del 2008 fue
la primer experiencia de encuentro en Bellas Artes, allí fuimos: kodonas, Lolitas,
decoras y visuales. Nos sacaron de la explanada de Bellas Artes y también nos
corrieron de la Alameda Central. Nos sacaron argumentando que somos con-
taminación visual, estrafalarios... Somos una subcultura pequeña. Quienes se
toman la molestia de conocernos se percatarán de un mar de diferencia con los
emos, comunidad con la que nos confunden constantemente.
Después de que nos corrieron de la Alameda Central, nos fuimos al Barrio Chino,
allí intentamos varios encuentros, pero para permanecer en ese tipo de lugar o
lugares debes consumir. Ahora deseamos estar en el Parque Hundido, parece
ser un ambiente poco visible y menos controlado.
Las Lolitas y los kodonas somos niños felices, tú haces, tú creas la visión de lo
que es para ti una Lolita, entonces cualquier subgénero de ellas se adapta a
tu personalidad. Una característica que tenemos en común es que somos casi
todos estudiantes universitarios de diseño, arte o comunicación (Moi, 2010).
Como observamos, para ellas la espacialidad por donde transitan como comunidad es
fundamental y las transforma, ya que, por ejemplo, en el parque podían de algún modo
protegerse de las miradas que ejercen “control”, al tiempo que jugaban y se desplegaban
más tranquilas. Y contrastada esa experiencia con posteriores encuentros en cafés o en
otros sitios cerrados han notado que por supuesto se limita su expresividad corporal.
Ante esta casi incomprensible confrontación de intereses, podríamos decir, junto
con Fernando Torrijos (1998: 35) que “el espacio público es aquél que el habitante de la ciu-
dad –habitual o esporádico– puede utilizar sin más limitaciones que ciertas ordenanzas
legales y ateniéndose a normas de decoro aceptadas por el conjunto social; no existe allí
restricción de paso o de estancia, ni horario de visitas”. Pero la situación de las Lolitas
y otros grupos marginados confirma que en realidad estos espacios incumplen incluso con
esos sencillos mandatos que en teoría la democracia han depositado en ellos.5 Así
confirmamos que las calles, las plazas y otros lugares públicos ya no ofrecen con-
diciones para procesar de forma contenedora y negociada los síntomas de la diferen-
ciación social, pues cuando la exclusión social se instala en ellos desestabiliza sus
propiedades de apertura, transparencia y tolerancia, y las transmuta en instrumentos
de desconexión, ansiedad, control y vigilancia (Makowski, 2004).
Ante esto, la circunstancia de ser vigilados confiere a los grupos urbanos mino-
ritarios una atmósfera inquietante, pues el espacio público deja de ser un ámbito en
que se expresan formas abiertas y fugaces de convivialidad. Y resulta notable cómo
incluso este grupo de Lolitas, practicante de las reglas de civilidad, llega a ser cata-
logado como “sospechoso”, en principio tan solo por ostentar intencionalmente una
apariencia distinta.
Agregaríamos, desde la visión de Daniela Córdoba, que “este tipo de aconteci-
mientos encaminan hacia una táctica de des–identificación que se trata de estigma-
tización, salidas e intercambios de espacios… [ya que] dicho vínculo fuera utilizado de
manera táctica ante la situación de violencia de la ciudad. Ello desenlaza la ruptura de
los nexos entre la ciudad y sus practicantes” (Córdoba, 2012: 20).
5
Dentro del concepto de percepción del espacio público, se recomienda ampliar conceptos y categorías
por medio de uno de los artículos que integran este libro: “Espacio público y violencia urbana” de la
autora Marina de la Torre (p 67–89)
6
Solo a manera de ejemplo confróntese las notas: “Una ‘Lolita’ será la embajadora de la cultura pop
japonesa en el mundo” (04/03/2009). www.20minutos.es/noticia/454456/0/lolita/embajadora/japon.
En video: “Japón presenta a sus embajadoras de la cultura pop” disponible en: www.youtube.com/
watch?v=BoHstLgEUJY
Son pues esos afectos los que posibilitan hablar de una nueva geología familiar, de
una nueva trama familiar, en tanto que el grupo, la música, la imagen, el graffiti, se
van reconstituyendo también como las nuevas ecologías afectivas, nuevas formas de
habitar ese “otro” hogar; nuevas formas de coexistir en el mundo. Y es aquí, en el aquí,
cuando el sentimiento y la emoción sustituyen a los ideales de la razón, y la lógica
de la identidad sucede a la lógica del afecto; y es así como hemos arribado a la era
de las “tribus”, de las redes, y hasta de los grupúsculos, y que al decir de María José
CONCLUSIONES
Con el fin de iniciar reflexiones culturales sobre disciplinas que colindan y se entre-
cruzan con las prácticas artísticas y el diseño contemporáneo, es que analizamos
brevemente algunas nuevas ciudadanías juveniles. En ese sentido, las Lolitas son una
particular construcción cultural que se diferencia tanto de la mayoritaria uniformidad
que porta el común de las personas como de la singularidad de otros grupos juveniles,
por supuesto sin deslindarse de la era de la globalización, compuesta por objetos y
gustos que conforman parte de una cultura internacional–popular, en este caso que
se infiltra vía una fuerte influencia japonesa.
En cuanto a su singular cosmovisión, resulta importante señalar la relevancia que
para las Lolitas tiene la apropiación de otros lugares, mucho más que la de los propios
espacios físicos, ya que es a través de Internet, y en específico de sus redes sociales,
que han creado comunidades que se mantienen comunicadas a pesar de la distancia.
Es también primordialmente por medio de la Web que el mercado referente al concep-
to Lolita se mantiene a flote. Tenemos entonces evidencia inobjetable de que el uso
de estos espacios virtuales ha permeado la vida de los jóvenes, toda vez que se han
convertido en mucho más que un mero lugar de entretenimiento, y han pasado a ser
un medio concreto de nuevas formas de interacción, convivencia y recreación, por lo
que el estudio del uso que a esos espacios dan las muy diversas agrupaciones juveniles
resulta también un fructífero campo de investigación.
Lo dicho hasta el momento, junto con lo murmurado, lo indecible, o lo pensado
sobre la vida de las Lolitas en las calles de la ciudad, es todavía una senda abierta, un
conocimiento aún en vías de construcción, dado que además concebimos a la ciudad
habitada, como un gran texto que contiene fragmentos de otros intertextos, siempre
sujetos a reinterpretaciones, sin llegar a olvidar que tanto las ciudades como su habi-
tantes cambian en cada segundo del existir.7
7
Al respecto, señala David Navarrete: “el argumento dominante de la planificación metropolitana [es]
la cultura, el patrimonio y la historia, [pensados como] productos vendibles para atraer inversiones,
visitantes y habitantes, convenientes para hacer frente a la era de la globalización” (2012: 4). No obs-
tante el estudio de caso planteado no es observado como vínculo cultural juvenil resultante de la propia
globalización en numerosos países.
97
PARTE II
LA CIUDAD Y SUS TRAMAS
SOCIOCULTURALES
ESPACIO TURÍSTICO E
INTERACCIONES SOCIALES,
EL CASO PARISINO
RESUMEN
El espacio turístico ha sintetizado diversas transformaciones socio-
culturales de nuestro tiempo que inciden directamente sobre la natu-
raleza de las relaciones sociales. Por su parte, las ciudades son cada
vez más el marco predilecto de interacción en una sociedad mundial
que tiende a urbanizarse. Por medio de una investigación descriptiva
se indaga sobre los principios antropológicos y materiales del espacio
urbano turístico. El caso elegido para tal exploración es París. Se encontró
que los valores de consumo y la organización de los espacios urbanos
del turismo inciden directamente sobre relaciones sociales caracteri-
zadas por el detrimento de la alteridad y del contacto directo con el
lugar, los objetos y los individuos visitados. Concluimos entonces que
el turismo urbano sería una de las manifestaciones mejor acabadas de
los procesos contemporáneos de socialización.
1
Doctor en Urbanismo. Profesor del Departamento de Arquitectura de la Universidad de
Guanajuato. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores.
2
Es el caso de los barrios de la ciudad intramuros que perdieron el grueso de su base industrial como
Tolbiac, Glacier, les Gobelins, la Villete, la Chapelle, les Batignolles, Clichy et Oberkampf, entre otros
(SDAURP, 1965: 212).
3
Los espacios turísticos están equipados con carteles informativos, pantallas, letreros, “inserte su
tarjeta”, “elija su idioma”, “no fume” y “abordando en este momento”…De este modo, la mayoría de las
interacciones del turista pasan por cajeros automáticos, expendios de boletos o de bebidas y comidas,
por altoparlantes, por controles de identidad y de seguridad. Dispositivos en los que no se puede obser-
var al interlocutor o el interlocutor es una máquina. Es lo que evoca Marc Augé en el prólogo de los “No
lugares” con Pierre Dupont, un individuo que recorre miles de kilómetros sin ninguna interacción social.
Escucha a un vendedor de boletos, sigue las consignas de los carteles en las carreteras, pasa por un
control de identidad frente las ventanillas de Air France, recorre los duty free, toma el avión, sobrevuela
territorios, sumergido siempre en un espacio capsular.
4
En el caso de grupos de turistas que llegan a París en autobús, su estadía comprende sistemática-
mente medio día de visita antes de continuar su trayecto hacia otro destino, como Versalles o los
castillo de la Loire, el autobús circula durante 2 o 3 horas y marca las paradas de entre 10 y 15 mi-
nutos para tomar fotos y comprar recuerdos (souvenirs). Aproximadamente un tercio de turistas, unos
12 000 000 participan en ese tipo de excursiones en la capital francesa (CCIP, 2002).
Miranda, 2015) como para los visitantes (Navarrete y De la Torre, 2014). El atrio re-
cién descrito es un lugar inspirado en el Ágora griega, según los términos de Richard
Rogers, uno de los arquitectos diseñadores. Este espacio urbano se integra a un
edificio de escala monumental, por una apertura de fachadas sobre la calle Saint Mar-
117
CONSERVACIÓN DEL PATRIMONIO
CONSTRUIDO CON ADOBE EN LA
FRONTERA NORTE DE MÉXICO
RESUMEN
Desde mediados de los años noventa, instituciones de gobierno
de México y los Estados Unidos de América impulsan acciones de
conservación del patrimonio construido con tierra en la región fron-
teriza. Se trata de una iniciativa basada en procesos de participa-
ción comunitaria e interacción social destinada a rescatar los sa-
beres tradicionales y a transferirlos a las nuevas generaciones. En
el presente capítulo se analizan los resultados obtenidos en estos
procesos en los que de manera ininterrumpida por veinte años se
han realizado seminarios y talleres dirigidos hacia la preservación
sostenible de la arquitectura de adobe.
1
Arquitecto, maestro en Restauración Arquitectónica y doctor en Diseño con espe-
cialidad en Conservación Patrimonial. Profesor Investigador perteneciente al Depar-
tamento de Síntesis Creativa de la UAM Xochimilco. Consultor de Patrimonio Mundial
de UNESCO. Miembro del ICOMOS, de la Red Iberoamericana PROTERRA y de la
Cátedra UNESCO “Arquitectura de tierra”.
para mayor seguro y consolidación destas treguas se pobló este pueblo de Co-
lotlán el año de ochenta y nueve, a fin de que los indios chichimecos idólatras,
tan agrestes en su trato, tuviesen vecindad con gente política y de buen ejem-
plo, se tomó por medio, teniendo para ello consentimiento de Su Magestad, de
traer cantidad de indios casados de la nación Tlaxcalteca para que, poblado de
un gran barrio en estos pueblos, tuviesen los indios bárbaros que ansí mismo
poblaban otro conjunto, ejemplo y dechado para vivir cristiana y políticamente,
y para que viesen a los indios Tlaxcaltecos, cómo araban la tierra, cómo la sem-
braban, cómo hacían sus cosechas, cómo las guardaban en sus graneros, cómo
edificaban sus casas. (Mota y Escobar, 1966: 62)
COOPERACIÓN BINACIONAL
La conformación en 1995 del Seminario Internacional de Conservación y Restauración
de Arquitectura de Tierra surgió como respuesta ante la necesidad de documentar,
sistematizar y evaluar las diversas acciones en la materia, emprendidas en la región
fronteriza entre México y Estados Unidos. Por esta razón, este colectivo en un principio
se enfocó en la generación de investigaciones y el intercambio de experiencias sobre
la aplicación de mecanismos de preservación (Guerrero y Uviña, 2005).
Entre las principales conclusiones a las que se llegó en las reuniones realizadas en
los primeros años destacaban: la necesidad de realizar un registro del patrimonio
edificado en tierra, la difusión de este inventario y la creación de bancos de datos con
información histórica y técnica; asimismo, promover el estudio de los sistemas cons-
tructivos tradicionales y la identificación de los problemas causados por intervencio-
nes con técnicas y materiales incompatibles con la tierra; el estudio de los edificios
y su entorno natural, rural y urbano, la capacitación técnica, la realización de cursos
en escuelas básicas, y, sobre todo, la manifestación expresa de que la conservación
de este patrimonio no depende de soluciones tecnológicas sino de la participación de
la sociedad.
Se puso además en evidencia que los problemas que presentan las estructuras
de tierra no son resultado de las características intrínsecas de los materiales que la
constituyen, sino que se deben fundamentalmente a la pérdida del interés, sabiduría y
destreza de sus habitantes tradicionales.
Estas conclusiones incidieron directamente en el replanteamiento de la jerarquiza-
ción de los objetivos del SICRAT, de manera que se tomó la decisión de ampliar la con-
vocatoria de participación en las reuniones y, por otra parte, se planteó realizar actividades
prácticas en apoyo a los trabajos teóricos desarrollados (Ver figura 9 en página 117)
Ese momento de transición coincidió con la incorporación al colectivo de una
organización no gubernamental (ONG) de Nuevo México, denominada Cornersto-
nes Community Partnerships, la cual tenía varios años de experiencia en labores de
CONCLUSIONES
El Seminario Internacional de Conservación y Restauración de Arquitectura de Tierra
ha generado aportaciones sustantivas en el campo de la cooperación internacional, re-
lativas a la construcción de políticas de patrimonio cultural, pues más allá de las nocio-
nes tradicionales de los proyectos regionales o de las líneas de corto alcance espacial
y temporal, se ha consolidado como un ejemplo para la redefinición o identificación
de unidades culturales mayores e identidades regionales que en su reconocimiento y
puesta en valor, constituyen proyectos regionales entre en Norte de México y Sur de
Estados Unidos (Cebada, 2015).
Desde esta perspectiva es sugestivo impulsar la conservación de patrimonio
cultural relacionado con la tierra, a través de una visión integral y de un uso sos-
tenible, que en esta etapa genera espacios de formación e intercambio con perso-
nal encargado de sitios, museos y monumentos, especialistas, artistas y personas
coadyuvantes en la conservación de este tipo de patrimonio, pues esta forma de
ver la actividad permitirá que a mediano plazo se lleven a cabo estrategias integra-
les de largo aliento, a través de una participación social proactiva, como propugnan
las nuevas corrientes de la gestión del patrimonio (Campillo, 1998; Martinell, 2001;
Tresserras, 2001).
Entre los principales logros del Seminario podemos ubicar la valoración del patri-
monio de tierra, la integración comunitaria local, el trabajo colectivo, la recuperación de
saberes tradicionales, la divulgación de conocimientos teóricos y prácticos, el fomen-
to al trabajo interdisciplinar, la incorporación de trabajadores locales, el intercambio
cultural, la práctica de gestión comunitaria, la participación estudiantil, el aprendizaje
intergeneracional y la detonación de sinergias de conservación patrimonial y nuevos
proyectos y acciones (Guerrero y Uviña, 2004a).
129
2
2 Juárez en los ojos del mundo. 16 de marzo 2008. Ciudad Juárez, Chih.
130
3
3. Parque de los Venados, CDMX, 31 de agosto 2009 Día en que la comunidad recibe visitas especiales
4. “Loliday”, Hotel Geneve, CDMX, 5 de marzo 2010 Principales integrantes y organizadores del Loliday
Fotografías 3 y 4 de Sandra Martí 131
5
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144
LA URBANIZACIÓN Y LA MIGRACIÓN
EN ÁMBITOS RURALES: ESPACIOS
SOCIALES DE INTERCULTURALIDAD
RESUMEN
Partiendo de la reflexión en torno a cómo influyen los procesos de mi-
gración y urbanización en las formas de interacción, formas de relación
social y estilos de vida que establecen los habitantes de comunidades
rurales con características de migración internacional y conurbación con
una ciudad núcleo de una metrópoli, se trata de mostrar la complejidad
que van adquiriendo las diferenciaciones sociales en estos ámbitos y
sociedad rurales, y cómo se han generado un conjunto de patrones
y normas de comportamiento y valoración social más apegados a un
modo de vida urbano y externo a la comunidad. Se modifican las di-
námicas cotidianas, y emergen espacios y contextos de interacción
distintos a los tradicionales.
39
Maestra en ciencias sociales con estudios de doctorado en sociología. Profesora in-
vestigadora en el Departamento de Estudios Sociales, División de Ciencias Sociales y
Humanidades Universidad de Guanajuato Campus León, [email protected].
145
PRESENTACIÓN
Los procesos de urbanización generalizada y los movimientos migratorios que carac-
terizan a las sociedades contemporáneas son fenómenos sociales que han penetrado
fuertemente en el medio rural (Romero, 2001; Montes de Oca, 2008; Escobar, 2008;
Delich 2004 y 2007).
Si bien ambos fenómenos influyen en las comunidades rurales, es notorio cómo la
urbanización repercute en mayor medida en las áreas rurales que sufren procesos de
conurbación o tienen cercanía geográfica con una ciudad; mientras que la migración
lo hace mayormente sobre aquellas comunidades donde la salida de población se ha
convertido en un rasgo que las caracteriza. Tanto la urbanización como la migración
se convierten en factores que influyen en los procesos de interacción, adaptación, in-
tegración y formas de relación que emprende la población, tanto de la sociedad rural
como urbana, y que se manifiestan lo mismos en sus actividades productivas y formas
de integración económica, que en el tipo de vivienda, en la estructura y pautas de or-
ganización familiar, o bien en las estrategias de producción y reproducción social que
se emprenden en el interior de los diversos grupos domésticos, o asimismo en la forma
de vincularse con sus comunidades.
Las diversas formas de interactuar y relacionarse en estos diferentes ámbitos
constituyen espacios de multiculturalidad e interculturalidad, entendidos ambos como
dos modos de producción de lo social. Multiculturalidad supone aceptación de lo he-
terogéneo, de la diferencia y diversidad de culturas;40 una suerte de yuxtaposición
de etnias o grupos en una ciudad o nación. Interculturalidad, por su parte, remite a
la confrontación y el entrelazamiento, a lo que suceda cuando los grupos entran en
relaciones e intercambios; implica que los diferentes son lo que son en relaciones de
negociación, conflicto y préstamos recíprocos (García, 2004: 15).
En este trabajo se trata de reflexionar en torno a cómo influyen estos proce-
sos en las relaciones que se establecen en dos locaciones donde ocurren los fenó-
menos primeramente enunciados; es decir, se pretende profundizar en las interac-
ciones, formas de relación social y estilos de vida que establecen los habitantes de
comunidades rurales con características de migración y de conurbación. Una tiene una
fuerte tradición migratoria y se localiza en el sur del estado de Guanajuato; la otra
tiene una cercanía física con la ciudad de León, Guanajuato. No obstante, hacemos
40
Con base en una perspectiva multicultural, se proponen políticas relativistas de respeto que a me-
nudo refuerzan la segregación (Cfr. García, 2004: 15).
41
Se menciona indistintamente la relación campo–ciudad o relación rural–urbana para referirse a es-
tos dos espacios diferenciados. No se profundiza en una discusión sobre qué entender por lo rural o lo
urbano, sólo se toman como sinónimos lo rural con el campo y lo urbano con la ciudad. Pero haciendo
referencia a las sociedades, población y/o grupos sociales que los habitan y construyen.
42
Uno de los canales más efectivos de la influencia urbana sobre el campo es la incorporación de las
poblaciones rurales, en diversos niveles, en la red de comunicaciones y en los vínculos económicos y
de interdependencia con las poblaciones urbanas.
43
Por cambios socioculturales se hace referencia a las variaciones que se presentan en las estructuras,
en las relaciones y en la dinámica social y cultural que rigen la vida de las personas en un determina-
do espacio y tiempo. Son variaciones difícilmente perceptibles pero que se interpretan como simples
sobresaltos del desarrollo inevitable de las sociedades (Blanco, 2000: 25).
44
Gino Germani (1970) plantea la secularización como la última fase de la urbanización. Enmarca
los procesos de urbanización en tres categorías: a) la urbanización primaria que presenta una articu-
lación culta de las tradiciones y no contrasta la cultura rural y urbana; b) la urbanización secundaria
que modifica sustancialmente la cultura urbana y rural mediante el surgimiento de nuevos valores y
modificando la estructura social; y c) la secularización como condición básica del surgimiento de la
sociedad moderna industrial.
45
Bourdieu señala dos modos de existencia de la cultura: como símbolos objetivados bajo formas de
prácticas rituales y objetos cotidianos, religiosos, artísticos y como formas simbólicas y estructuras
mentales interiorizadas (Citado por Giménez, 2005: 401).
46
El medio rural ha sufrido transformaciones de largo alcance; la agricultura ha dejado de ser la base
del ingreso económico de las familias o grupos domésticos. La caída de sus ingresos y la precariedad
en sus condiciones de producción ha traído como una consecuencia la pauperización de un amplio
grupo de campesinos. (Giarraca, 2001),
47
Un ejemplo de estas dinámicas es el Programa Tres por Uno (Cebada y Schmidt, 2010).
48
Para profundizar más sobre los cambios que se dan en el interior de los hogares y en el ámbito comu-
nitario con la incorporación de las mujeres en actividades económicas se puede consultar a Mummert
y Ramírez (1998). Para profundizar más sobre los cambios que se dan en el interior de los hogares
y en el ámbito comunitario con la incorporación de las mujeres en actividades económicas se puede
consultar a Mummert y Ramírez (1998).
49
En algunas entrevistas realizadas a migrantes en su visita a la comunidad de origen nos hicieron el
comentario de que también se envía a los hijos a ‘México’ para “protegerlos” o “alejarlos” de las pan-
dillas. Vivían en Los Ángeles, EE. UU.
163
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RESUMEN
¿Cómo entender el impacto de la arquitectura sobre los procesos de
interacción socio–espacial de los individuos? Una de las tareas del ar-
quitecto es la creación de una estructura de relaciones sociales, eco-
nómicas y culturales, donde se combinan, ante todo, la memoria y la
identidad como espacios significativos para el ser humano. Tomemos
como ejemplo el diseño residencial, donde el acto de habitar se pre-
senta como una serie de experiencias que permiten el desarrollo con-
ductual y social de los individuos a partir de la forma en que disponen
de sus espacios, y donde existe desde un lugar adecuado para las ac-
tividades más vitales, hasta espacios totalmente inconexos y carentes
de disposición para la privacidad, la vivienda o a la socialización, todo
lo cual repercute en los sujetos, sobre todo en los niños, personas de la
tercera edad e individuos con capacidades diferentes. Esto exige una
visión más aguda a la problemática del diseño arquitectónico y urbano.
50
Egresada de la maestría y el doctorado en Ciencias y Artes para el Diseño de la
Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco. Especialista en Habitabi-
lidad del Espacio Residencial e Interacción socio–espacial. Investigadora indepen-
diente y docente.
165
“Si se ignora al ser humano la arquitectura es innecesaria”
Álvaro Siza.
¿Cómo entender el impacto de la arquitectura sobre el ser humano y los elementos que
producen la interacción social entre espacio e individuo? El concepto de impacto se
entiende como las consecuencias negativas y positivas que se ejercen sobre alguien
o algo; como resultado de una acción o actividad que interactúa recíprocamente con
su entorno. La relación ontológica entre el impacto del espacio y el ser humano se
podría explicar desde el esquema de los principios vitruvianos: utilitas, relacionado con
la función del espacio u objeto; venustas, sobre los componentes ontológicos, tanto
del espacio, como del usuario; y firmitas, relacionado con los aspectos constructivos y
sus cualidades materiales, que se encuentran interactuando con la alteridad y el deve-
nir del ser humano, para comprender la sinergia que existe entre espacio e individuo.
Forma–función–significado
Ergonomía
Función
Utilitas
Materiales
Perceptual Expresión Tecnología
Venustas Forma Firmitas Procesos
Simbólica
Costos
Usuarios
Figura 1. El esquema vitruviano muestra las interrelaciones entre los elementos de composición
del proceso creativo para la creación de un objeto de diseño. Fuente: Margolin, Victor (2005) Las
rutas del diseño, México: Designio, p.63.
EL ESPACIO HABITABLE
El espacio es el vacío delimitado por límites físicos o conceptuales, que contiene a
la experiencia cotidiana del ser humano, a través de su disposición como una de las
formas básicas de organizar las actividades de individuos y grupos. Incluye tanto ma-
nifestaciones materiales como procesos sociales que gobiernan la conducta humana.
Cada sociedad inventa y dispone de su espacio, pero se pueden distinguir diversos
elementos universales que representan la alteridad fronteriza del individuo. Tales ca-
tegorías son el habitar, el construir, el transformar y el representarse en el espacio. El
espacio requiere de estos elementos para materializarse como marco de vida.
Según Marión Segaud (2008), el habitar se define como un acto esencial que
requiere de la arquitectura. Esta autora demuestra que el espacio informa sobre las
interacciones sociales y modela a los individuos contribuyendo al orden social. Cons-
truir, se refiere a una forma de organizar la sociedad; constituye un acto voluntario de
asentamiento que remite al orden simbólico, y es el primer acto colectivo y urbanístico.
EL HABITAR
Habitar significa disponer de un lugar de permanencia donde el individuo se siente
seguro dentro de un espacio construido; significa construir, permanecer, residir, y tam-
bién nos orienta en cuanto a cómo debemos pensar; sin embargo, hemos perdido
de vista esos significados. Cuando hablamos de habitar, representamos una forma de
conducta que el ser humano lleva a cabo junto con muchas otras (Sarquis, 2006: 9). El
concepto de habitar tiene connotaciones espaciales y temporales con el objetivo de
disponer de espacios y construcciones. La palabra “habitar” etimológicamente remite
a habĭtus: “hábito” y ésta a “costumbre, destreza o dependencia”. La relación semánti-
ca entre habitar y tales conceptos se mantiene, en especial con el sentido de costum-
bre y temporalidad, es decir, una referencia hacia el momento en que sucede un acon-
tecimiento, estableciendo así un punto determinado en el registro del tiempo. El acto
de habitar, entonces, se relaciona con lo cotidiano y se constituye a partir del vínculo
que generan las relaciones entre el espacio/tiempo y los individuos que lo ocupan.
Dicha vinculación representa el sentido del hogar, y se constituye por una construcción
física que ordena un entorno y lo hace habitable mediante el uso del tiempo y el es-
pacio; la cual resulta al mismo tiempo una vinculación simbólica, ya que es a partir de
su significación, que el entorno se hace comprensible y aprehensible. El proceso de
uso y significación del entorno cotidiano no se limita a la apropiación del espacio ar-
quitectónico y sus estructuras envolventes, sino a la aprehensión de los objetos y los
espacios, los cuales se convierten en los medios que permiten configurar (funcional
y estéticamente) los escenarios de la vida doméstica, y poner en escena las rutinas y
rituales que constituyen a ésta.
La vivienda es la expresión más directa y evidente de la presencia humana. Los
nombres dados a cada espacio arquitectónico y sus funciones caracterizan las distin-
tas formas y componentes del sentido de habitar vinculado con el concepto de hogar,
Figura 4. Esquema sobre el proceso de apropiación del espacio. Fuente: Enric Pol, (1996) “La
apropiación del espacio” en Cognición, representación y aplicación del espacio, Publicaciones de
la Universidad de Barcelona
51
Chombart de Lauwe, en su investigación El proceso de apropiación del espacio como un proceso
de socialización (1976), sostiene que dicho proceso es una dinámica interactiva entre el individuo y su
ambiente para formar su persona; su estudio lo hace con niños de 6 a 14 años en ambientes urbanos
y rurales en Mountrouge, Francia.
LA VIVIENDA
Como ya lo habíamos adelantado, entendemos por vivienda el conjunto de espacios des-
tinados a proporcionar al ser humano protección y bienestar; pero es importante des-
tacar que ésta se conforma también por límites físicos y conceptuales practicados.
Luego, través de su disposición como una de las formas básicas de organizar las
actividades de individuos y grupos, incluye tanto manifestaciones materiales como
procesos sociales que gobiernan la conducta humana. Según Coppola (2004), variar
las relaciones internas de la vivienda en materia de espacios íntimos y privados signi-
fica cambiar el modo de uso de éstos, lo que modifica las relaciones sociales. En el
esquema de la Figura 5 se aprecian entonces las diferencias de interacción socio–es-
pacial de la vivienda.
Al respecto hemos de agregar que con la transformación que ha sufrido la con-
figuración de la vivienda vertical, es más que probable que los espacios fusionados
a lo largo de la evolución de la manera de habitar afecten para bien o para mal las
relaciones entre lo íntimo y lo privado (Ayala, 2009). Citemos como ejemplos la ane-
xión de la cocina a la estancia–comedor o la desaparición del área de estudio para dar
paso a una estancia más amplia. También se puede apreciar que algunos espacios
de transición han desaparecido, como el pasillo, cuya función era delimitar el habitar
privado y el íntimo entre sus ocupantes. Pero estas omisiones generan un sentimiento
de invasión a la privacidad, por la cercanía que existe entre las recámaras y el baño,
por ejemplo, con la estancia y la cocina; sintaxis ésta, producto de la reducción del
espacio habitacional.
Por otra parte, y en cuanto a lo social, los espacios reducidos también producen
una serie de conflictos familiares al limitar el proceso de apropiación del espacio, im-
pidiendo una buena convivencia familiar y un buen desarrollo. Los espacios limitados
muchas veces se traducen en violencia intrafamiliar, hacinamiento y promiscuidad, así
como en el desarrollo de patologías psicológicas y físicas, a lo que se deben sumar
los daños a la salud, consecuencia de una mala orientación de la vivienda o por la
utilización de materiales tóxicos para la construcción (oms, 1999). Esto nos conduce
a un cambio de condiciones formales que requiere una reflexión más profunda sobre
el modelo actual de la vivienda multifamiliar, más allá de su volumen, su forma y su
materia, y tomando en cuenta las necesidades humanas del individuo con relación al
uso del espacio y la apropiación de éste, para su sano desarrollo.
52
Bernal, Berthalicia (2013) La habitabilidad del espacio residencial con un enfoque hacia la infancia,
tesis doctoral en Ciencias y Artes para el Diseño, México, UAM Xochimilco.
183
184 Espacio, Cultura e Interacciones Sociales
PARTE III:
LA AFRICANÍA EN EL ESPACIO
185
EMOCIONES DE HOY, PARA
ENTENDER LAS AYER PADECIDAS.
SEDIMENTACIONES RACIALES:
UN RECUENTO ETNOGRÁFICO
Ivette Chiclana1
RESUMEN
A partir de las experiencias de trabajo de campo en la ciudad veracruza-
na de Orizaba, este artículo presenta un análisis de cómo las emociones
nos permiten profundizar en lo que denominamos sedimentación racial.
Formas de significar a los demás, a partir de un nudo político–religioso
que ha construido la idea de una ciudad de población eurodescendiente.
Éstas, a su vez, son construcciones atravesadas por los lineamientos
de una historia oficial que ha omitido la participación de los afrodes-
cendientes y que margina a la población indígena. La interacción en los
diversos ámbitos socioculturales será expuesta para demostrar cómo
esta sedimentación racial ha perpetuado al racismo como estructura
de valoración social.
1
Etnóloga por la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Obtuvo maestría y
doctorado en Antropología por el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la
Universidad Nacional Autónoma de México. Actualmente trabaja como profesora de
antropología en la Universidad de Puerto Rico.
Desde los relatos decimonónicos, la ciudad de Orizaba ha sido descrita como un es-
pacio de convivencia eclesiástica y civil, sostenida sobre la industria y el comercio.
No obstante, la ciudad ha sido también un espacio de desencuentros y conflictos
étnicos, a partir de la sociabilización de una particular forma de imaginar y definir
a quienes la viven (García Márquez, 1999). Se generó entonces un engranaje de in-
clusiones y exclusiones que exhibían a la ciudad como el espacio a partir del cual se
constituía una identidad demarcada por un biotipo: blanco y eurodescendiente. Por
lo mismo, la apuesta de comprensión sobre la interacción social en la ciudad, de-
mandaba salir de ese espacio, significado a partir del esplendor de las edificaciones
coloniales (mismas que, sin lugar a dudas, le han ganado un sitial en la geografía e
historia del país), para poder contemplar ese lugar dolido por los condicionamientos
raciales que expresan las personas con las que trabajamos, entre 2005 y el 2009
(Chiclana, 2011).
Michel de Certeau establecía que “la presencia y circulación de una represen-
tación (enseñada como el código de la promoción socioeconómica por predicadores,
educadores o vulgarizadores) para nada indica lo que esa representación es para los
usuarios” (1996: 21). De la misma forma, nombrar o identificar una representación,
no nos permite comprender los diversos modos en que las personas la reconfigu-
ran o integran en su cotidianidad. Tal disyuntiva hacía evidente la necesidad de un
acercamiento distinto a los procesos de significación que surgen de la interacción
social. Por otra parte, Ninna Friedemann (1999) propone a la etnoliteratura como
un eje metodológico de inclusión y reconocimiento del sistema simbólico que
conforma la memoria y la identidad; una pauta que nos permite comprender el
peso constitutivo de la tradición oral, fuera de las narraciones oficiales que han
privilegiado los procesos político–económicos y a las próceres de la nación como
únicos agentes históricos. A partir de este enclave, nuestro trabajo propone exponer
algunas experiencias significativas para la comprensión de lo que denominamos
sedimentación racial: un modo de reconfiguración simbólica, en donde los sen-
tidos superpuestos se acumulan a partir de la experiencia y las pautas sociocog-
nitivas que han construido a “lo racial” como parámetro de exclusión, a partir de
2
A lo largo del presente texto aparecerán una serie de citas en cursiva, mismas que recogen las voces
de las personas con las que compartimos. Puesteros de la plaza del mercado, albañiles y obreros de
construcción, vendedores de loterías, de juegos, de globos y artesanías, meseros, conductores de ca-
miones, guardias de seguridad y policías (algunos de los cuales tuvieron que intervenir en situaciones
caldeadas por lo racial). También platicamos con jóvenes escolares y sus madres a las salidas de las
escuelas y los colegios, en los parques y en el atrio de la iglesia; asimismo con jóvenes estudiantes
universitarios, procedentes de distintos barrios de la ciudad. Sostuvimos, de igual forma, un diálogo
recurrentemente con psicólogos, historiadores locales, artistas pictóricos y teatrales, personal de los
museos y archivos, con algunos directores de las facilidades culturales de la ciudad, así como con
algunos curas y diáconos de la iglesia San Miguel de Orizaba, donde llevamos a cabo también la in-
vestigación de los archivos parroquiales.
3
Queremos aclarar que nuestra particular forma de concebir la reflexión etnológica, incluye aquellos
elementos que tradicionalmente estuvieron fuera de la discusión antropológica clásica. El dolor, como
las demás emociones y sentimientos, son condiciones subjetivas que intervienen, y muchas veces,
pautan las condiciones que construimos y valoramos como objetivas. Por lo mismo, a nuestro entender,
son límites ontológicos de la acción humana y, por lo tanto, parte de la reflexión etnológica
4
La idea de una “ausencia de mezcla” entre muchas de las familias orizabeñas, fenotípicamente
blancas, fue constante.
Nada ha cambiado,
los mismos antiguos privilegios existen,
los propios libertadores se han encargado de que así fuera.
La América Hispana continúa siendo una colonia.
Leopoldo Zea
En una etapa posterior de nuestra investigación, nos propusimos recorrer las ruinas de
las diversas haciendas que existieron en la antigua jurisdicción de Orizaba. Para este
fin, a mediados del 2007, junto al compañero arqueólogo Carlos Jacome, acudimos
al Archivo Municipal de Orizaba a buscar referencias. La secretaria y la encargada
de los archivos, accediendo a nuestra petición, nos mostraron un libro que contenía
una imagen de la hacienda de Jalapilla, como la única que poseían. Pero además, con
esta referencia volvían a asegurar que sería en otros lugares de Veracruz, pero no
en Orizaba, donde encontraríamos material acerca de la vida de los esclavos en las
haciendas. Durante la conversación, una de ellas recordó a un “personaje particular”,
de quien quedaron en conseguirnos el correo electrónico. El licenciado Aquiles Rosas
nos fue referido como un “mulato”, quien tenía muy buenas conexiones con un nú-
mero de comunidades, pero “a quien no hay que creerle mucho lo que dice”. Es decir,
nos remitieron a este hombre quien hasta su muerte, en el 2008, estuvo centrado en
investigar la historia y el devenir de los afrodescendientes en el triángulo que forman
Huatusco, Orizaba y Córdoba, por las conexiones que había hecho durante su búsque-
da en las últimas tres décadas de su vida, pero desacreditaban sus interpretaciones
acerca de la población afrodescendiente del área. Esta opinión refleja los reductos
de la producción histórica y su omisión de los afrodescendientes en la historia ofi-
cial orizabeña, mismos que se expresan en la frase con que casi siempre terminaban
nuestras visitas, desde que iniciamos la investigación en el 2004: “Vayan, pero no van a
encontrar nada”.
5
Las haciendas (o ruinas de ellas) visitadas complementariamente fueron las Charcas, Tocuila, el trapi-
che del Molino, La Capilla (hacienda cafetalera), San Francisco Toxpan, San Miguel o Miguelito (fusión
del Ingenio de Tapia con el de Sapoapan), Nuestra Señora de Guadalupe, Ingenios de Ojo de Agua
Grande y Ojo de Agua Chico, el trapiche de Santa Ana, Nuestra Señora de La Concepción o La Concha,
El Potrero, y asimismo la hermosa y espectacularmente conservada hacienda de El Pacho, en Jalapa.
6
“Plataformeros” se les llama a los hombres que trabajan en las plataformas de enganche de las ba-
lanzas en las cuales se pesan las cañas cortadas.
205
LA CRIMINALIZACIÓN ENTRE DOS
AGUAS: LO TRANSCULTURAL Y LA
AMBIVALENCIA SOCIALIZADA
Eduardo Luis Espinosa1
RESUMEN
Este ensayo tiene como objetivo explicar dos facetas del vínculo que
existe entre el espacio de la ciudad y la criminalización de los afrocuba-
nos, es decir: 1) la confluencia entre dos aguas, entre lo “lo transcultural”
y la “ambivalencia socializada”, y 2) el vínculo urbano en que parecen es-
tar subsumidos, a un mismo tiempo, dos procesos simbólicos; dígase, la
racialización (Banton, 1967) dominadora y la reacción de la comunidad
negra subalterna. Se presentan, por tanto, los simbolismos espaciales
que los actores racializadores despliegan para perfeccionar la vigilancia
y el control en áreas locales muy pequeñas y focalizadas, en las que se
vislumbra la presumible amenaza delictiva de los negros. Al respecto,
se revela que esa obsesión racista se concentra en la criminalización
de rituales de rebelión y éxtasis, los cuales dan sentido a la resistencia
histórico cultural de la masa de actores que en un momento dado pu-
diese reclamar también para sí una identidad afrocubana.
1
Doctor en Ciencias Antropológicas. Profesor titular de la Universidad Autónoma
Metropolitana Xochimilco.
2
Es la casa familiar del sacerdote (padrino o madrina) de uno de los cultos de la religión afrocubana.
En esa morada el sacerdote oficia para sus ahijados de culto y para otras personas que tienen algún
interés religioso.
3
La mujer que en calidad de sacerdote apadrina a su ahijado en algunas de las consagraciones de
la religión afrocubana.
4
Es la Regla de Ocha, uno de los cultos de la religión afrocubana.
5
Cuartería, casas de vecindad, ciudadelas. Véase al respecto a Fernández (2010: 91 y ss).
6
Escoria: Se acuñó como sinónimo de un antisocial peligroso. Se usa a partir del éxodo de balseros
por Mariel en 1981. Por extensión, opositor, contrarrevolucionario.
7
Organización estatal integrada por los vecinos de una cuadra o zona para la vigilancia en favor del
gobierno y la solución de los problemas locales.
8
La policía política o Departamento de Seguridad del Estado.
9
Término tomado de Anderson (1983).
10
Aquí me baso en el punto de vista de Banton (1983), quien plantea que la discriminación racial se
debe a la desventaja en la competencia interracial.
11
Véase más sobre el asunto en Morales (2013).
4. ESPACIO Y PREJUICIO
La noche que relataba en el preludio de este ensayo, volvía a mi memoria cuando yo
colegía otros incidentes que eran indicio de criminalización y de acción policiaca ha-
cia los afrodescendientes. Son situaciones que ya forman parte de un paisaje común,
cosas dentro del horizonte de la vida. De la misma criminalización identificada, focali-
zada, aumentada en detalles, es objeto el sujeto que pudiese estar entre las categorías
más blancas por su piel y rasgos físicos, pero que mantiene cercanía con el negro.
Al afrodescendiente se le representa como si fuese un ser con un potencial peli-
groso. Se cree que él despliega ese potencial por un segmento espacial o parte de la
ciudad. Su caracterización por parte del racista, es siempre del tipo de una geografía
12
La presentación descriptiva de leyendas racistas se encuentra en Guanche (1996: 55–56), y Duharte
y Santos (1997).
13
Ésas son algunas de las deficiencias racistas que nos señala Morales.
14
Dicho en el sentido en que Bajtin (1982) plantea las fuerzas centrífugas del lenguaje.
15
Refrán que trata de acreditar al rumor.
16
El estudio más ilustrativo al respecto es de Morin (1982).
17
Sobre la ausencia de una instancia jurídica eficaz opinan Morales (2013) y Dos Santos en los res-
pectivos contextos de Cuba y Brasil.
18
Hablo del término introducido por Myrdal (1944). A partir de su investigación se han planteado
análisis de las tendencias racistas de “blancos pobres” de las ciudades hacia sectores étnicamente
diferentes; por ejemplo, el estudio que desarrolla Van Dyck (1988). Se trata de “un enfoque del racismo
de los blancos pobres obsesionados por el fracaso social” (Wieviorka, 1992: 39) y por la aprehensión
que le produce el ser expulsado de la modernidad (Wieviorka, 2009: 56–57), envueltos en el “temor de
llegar a confundirse con los negros” (Myrdal, 1994: 199).
19
Junto con el rechazo hacia el afrodescendiente hay una reacción de desagrado citadino hacia los
inmigrantes del interior de la país. Parecería ser que son esos inmigrantes quienes más llegan a la
capital, a pesar de las diversas restricciones internas para que cualquier ciudadano pueda instalarse
en esa ciudad. Sin embargo, no se debe desestimar la migración de habitantes de la periferia urbana
y zonas rurales de la ciudad hacia los centros donde hay más actividad económica y mejores posibi-
lidades de servicios.
20
Tema que, desde un punto de vista muy especializado, es tratado por Moore (1988; 2008).
21
Trato de precisar más los tipos de desventajas presentadas por Morales.
22
Esta voz se origina luego de 1990. Un término poco feliz para denominar a los inmigrantes de otras
partes del país, en especial los de las zonas orientales, hacia la capital de la República (Chacón Núñez,
2010).
23
Carabela se usó en la época de la esclavitud, para nombrar a quien es compañero de la misma pro-
cedencia étnica africana. Su contigüidad con la palabra socio (en la acepción de amigo) denota que
se trata de muy fraternos amigos de descendencia africana.
24
Guapos son bravucones, peleoneros, conflictivos. Véase al respecto Fernández (95 y ss).
25
Tal como en la literatura definen esos rituales Gluckmann (1963); Lewis (2003); Scott (2000).
26
Según Fernández (1993–1994), en esas riñas y disturbios, el único tipo de instrumento que, eventual-
mente, se utilizan son las piedras, los palos y los tubos de metal.
27
Son los resultados del éxtasis (Scott) y la rebelión (Gluckmann).
28
En los últimos 15 años se han tratado de reavivar cabildos, cofradías y quizá la idea integral de un
carnaval de corte afrocubano. Lo mismo ha ido sucediendo con las sociedades, clubes y agrupaciones
civiles.
8. REFLEXIÓN FINAL
Aquí he explicado la operación simbólica de la criminalización de los afrocubanos que
se vale de las representaciones que se tienen de ellos en distintos segmentos espacia-
les de la ciudad. En particular, esas partes son áreas de la vida urbana y barrios con-
ceptuados como de mayor presencia de población negra, y a las que se les atribuyen
mayor ocurrencia de delitos. Se trata, además, de zonas específicas, puntos, trayectos
y viviendas, mentalizadas por la racialización como lugares de peligro.
Nuestra explicación se inserta en una línea de análisis que capta la transferencia
de los simbolismos espaciales a la orientación de sentido de diversas acciones sociales
(por ejemplo, habitar, recorrer la ciudad, conservar el patrimonio y, en nuestro caso, la racia-
lización). Es un supuesto desarrollado por otros autores que participan en este libro
(Bernal, 2015; Córdoba, 2015; Guerrero, 2011; Navarrete, 2015). Ese traspaso entre
lo espacial y lo social que nos presentan esos colegas, entre todos lo contemplamos
como una operación de una acumulación de símbolos al estilo de la sinécdoque, que
lo que hace es mantener la connotación que da sentido a los procederes y roles que
asumen los actores; dos cosas que se hacen entendibles para ellos desde lo espacial.
En el tema que yo trato, lo que sucede es un reforzamiento de una significación
de lo somático, para agregarle al imaginario de la biología del ser discriminado cuali-
dades espaciales: la de un espacio representado como inferior y envilecido por la baja
condición del negro. Al mismo tiempo se trasmuta el simbolismo de la materialidad del
espacio a la atribución biológica de la raza del racializado, en un franco esfuerzo por
aumentar la referencia a una materialidad o terrenalidad de la raza. Pero a esa nula
existencia en la biología, y su vacío en cuanto a la comprobación científica, se le trata
de llenar, ilusoriamente, con el aumento de sintagmas que al significarla le dan cuerpo
229
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231
PROCESOS TRANSCULTURALES.
LA CASA–TEMPLO DE ESPIRITISMO
CRUZADO. SANTIAGO DE CUBA
RESUMEN
Nuestro estudio de los procesos transculturales en la diáspora afrocu-
bana empieza en las casas–templo de espiritismo cruzado en la ciudad
de Santiago de Cuba. Nuestra premisa teórica es, en síntesis, la com-
prensión de la memoria colectiva como el marco en que se soporta este
culto, en el cual se representan la ancestralidad y los muertos faneros-
cópicamente, ello en un espacio en el que se dramatiza la aflicción de
la diáspora africana con el fin de sanar y resguardar.
Tales creencias están fundamentadas en una concepción de lo
sagrado, misma que se cifra en el poder de los antepasados para ac-
tuar sobre la vida de los hombres. La práctica del espiritismo cruzado
se puede explicar a través de la fenomenología de lo sagrado, es decir,
lo trascendente, cuyos perfiles nos abren las puertas de la percepción
estética de la aflicción diaspórica, como la puesta en escena en la
casa–templo.
1
Departamento de Evaluación de la UAM Azcapotzalco. Eduardo Luis Espinosa ha
dirigido su tesis y junto con él ha realizado trabajo de campo para profundizar en el
estudio de la presencia africana en México.
LAS PRIMERAS CIRCUNSTANCIAS
Las culturas diaspóricas, gracias a su gran capacidad regenerativa, nos invitan a re-
flexionar sobre los procesos de construcción cultural más candentes en la actualidad:
lo inter–transcultural. Por ser “culturas en resistencia” demuestran una fortaleza sui
generis frente al dolor en la variedad de modos de ser y de actuar y en su recono-
cimiento de la multiplicidad de formas y procesos que den sentido–significado a la
aflicción diaspórica.
Nuestro estudio de los procesos transculturales en la diáspora afrocubana empie-
za en las casas–templo de espiritismo cruzado en la ciudad de Santiago de Cuba. La
motivación que nos abrió las puertas al tema fue la profunda aflicción que observamos
en el culto que se realiza en esas casas. Por un lado había una continua rememoración
litúrgica de los ancestros que sufrieron los rigores de la esclavitud; por otro lado, los
practicantes ejecutaban procesos de curación de sus dolores existenciales ante la
muerte, la enfermedad, el accidente, conflictos familiares y sociales, y crisis persona-
les. Contemplábamos entonces la aflicción de la diáspora africana situada de manera
contigua a los pesares experimentados por los practicantes.
La continuidad social es una continuidad estructural, pero las sociedades en sus
transformaciones, a lo largo del tiempo, mantienen elementos consustanciales a su
formación. Los individuos, los grupos y las instituciones participan de esa permanencia,
que les preserva culturalmente y les orienta simbólicamente.
Radcliffe–Brown (1965), quien fundamenta este asunto en antropología, nos dice
que la continuidad social puede admitir múltiples variaciones, mas no así la perma-
nencia estructural, toda vez que de esta última depende la conservación de los tipos,
arquetipos y símbolos. Esta forma de definir la prosecución simbólica es muy parecida
a la manera en que Alejo Carpentier (1984: 7 y ss) nos explica las constantes humanas.
Estas fundamentaciones nos permite considerar al espiritismo cruzado como parte
de una tradición que ha evolucionado hasta el presente, soportada por la elaboración
de una memoria colectiva transculturizada, al vaivén infinito de oleadas de esclavos
africanos raptados de su madre genésica: África.
2
La noción de bricolage parte de la obra de Lévi–Strauss, quien así define a una composición he-
teróclita de símbolos, en la que domina el conjunto sobre sus elementos particulares, resultado de
montajes y destrucciones en el tiempo. Por su parte, Bastide busca las fuentes del bricolage en el
trabajo de la memoria colectiva en circunstancias histórico–concretas, las cuales creemos que que-
dan totalmente planteadas en el desarrollo del concepto de transculturación de Fernando Ortiz, quien
nos refiere a la síntesis de cultura que se origina en el desigual contacto colonial de las culturas que
concurrieron a Cuba. Véanse Bastide (1970: 65 y ss), Lévi–Strauss (1984: 35 y ss) y Ortiz (1991: 86 y
ss). O asimismo otras obras de estos últimos autores.
3
Sabemos que en las construcciones culturales sincréticas incidió la diversidad étnica de los procesos
migratorios hacia Cuba, tal como es descrita, entre otros autores, por Guanche (1996).
4
“el [negro] traído a la fuerza como esclavo, por sólo entrar en el barco negrero y luego en el barracón,
ya no era un típico negro mandinga, guineo o congo tal como sus connacionales, sino un ‘negro’ mu-
tilado por el profundo trauma psíquico del violento arranque y un oprimido por la servidumbre que lo
deformaba si no lo destruía por aplastamiento” (Ortiz, 1965: 113).
Lydia Cabrera, en sus descripciones de las creencias y ritos afrocubanos, nos pone de
continuo ante la cuestión del sincretismo. Su narrativa, sustentada en el máximo de per-
misividad discursiva para con la experiencia del informante, la lleva a presentar la com-
binación cultural de distintas tradiciones como un imperativo del culto afrocubano. Así,
muy llamativo resulta el que nos diga: “El congo–Zarabanda, u Oggún, o San Pedro, nos
presenta un caso típico de lo que se entiende por ‘santo cruzado con palo monte: muerto
y santo, espíritu de hombre y de santo’. Un sincretismo congo–lucumí” (Cabrera: 128).
En general, en los cultos afroamericanos hay conservaciones culturales decisivas,
como la adivinación de Ifá, el culto a Ochosi y la cosmología animista.5 Alrededor de
esto último, Cabrera (s/f: 9) también nos dice: “Si al Monte no se le saluda, si no co-
bra, se pone bravo”. Pero también hay pérdidas culturales, que nos indican deidades
y ritos desaparecidos. Sobre este aspecto, Fernando Ortiz nos señala: “En ese trance
de su transculturación, ya los negros pierden sus viejos himnos tribales y gregarios”
(1981: 177). Por otra parte, se produjeron fusiones de cultos africanos y de éstos con
religiones o sistemas mágico–religiosos occidentales. Un ejemplo es la alternación de
“espíritu–espiritual” en los médiums espiritistas, donde se combina la creencia yoruba,
conga y de espiritismo, tal como la caracterizan algunos relatos etnográficos: “Así me
dice una iyalocha que ‘trabaja por lo espiritual’ y por quien se manifiesta, alternando
con Cachita –Mamá Caché– la Virgen de la Caridad del Cobre, el espíritu de un esclavo
gangá” (Cabrera: s/f: 24).
Bastide sugiere que en esos procesos de reconstrucción de la memoria
colectiva ha operado el olvido: “[Este] no ha sido causado tanto por el cambio
de lugar, ni por las adaptaciones necesarias del grupo a sus nuevas condicio-
nes de vida, o por la acción del tiempo que destruye todo, sino más bien por
la imposibilidad de reencontrar en Brasil, en un solo lugar, todos los actores
5
En cuanto a estas conservaciones culturales remito al lector a Bascom (1952), William R. (1952) y
Thompson (1984: 57 y ss).
Bastide (1970: 92) nos plantea que las ceremonias religiosas presentan siempre una
analogía con lo que se puede llamar teatro sagrado, donde cada actor está colocado en
su papel, y dice ciertas frases que están inscritas en el fluir de su memoria, de su discurso
sobre lo sagrado; hace además ciertos gestos determinados por una tradición ancestral.
Pero esas frases, bien entendidas, no tienen sentido sino es en el diálogo total, y los gestos
sólo tienen significación en su unión orgánica con el comportamiento de otros acto-
res –como los que encontramos en torno a la figura dramática del oficiante–muerto–.
Para ilustrarnos la construcción de la memoria colectiva, Bastide da el ejemplo de
la orquesta. Cada músico tiene su papel, cada uno tiene su partitura para interpretar
según una secuencia preestablecida. Así, el concierto no es una simple fusión de sonidos,
resulta del manejo de un sistema en donde cada individuo tiene una relación con el
otro en un conjunto estructurado.
Al tomar en cuenta la teoría de Bastide sobre la construcción de la memoria colec-
tiva del culto afroamericano, no podemos perder de vista que en su constitución coral
6
“L’oubli a été, dans le cas des religions afro–brésiliennes, commandé moins par le changement de
milieu, par le nécessaire adaptation d’un groupe à de nouvelles conditions de vie ou par l’action du
temps qui détruit tout, que par l’impossibilité de retrouver au Brésil, dans un même lieu, tous les acteurs
complémentaires” (Bastide, 1970: 93).
7
Al decir de Fernando Ortiz (1945–1946: 219–220): “una complejísima maraña de supervivencias re-
ligiosas procedentes de diferentes culturas lejanas y con ellas variadísimos linajes, lenguas, músicas,
instrumentos, bailes, cantos, tradiciones, leyendas, artes, juegos y filosofías folklóricas; es decir, toda
la inmensidad de las distintas culturas africanas que fueron traídas a Cuba”.
el africano creaba [...] una peculiar manera, no de ver (pues la visión es la misma),
sino de estar, de estar en el color, de estar en las distancias, estar en las luces,
en los sonidos; en las formas, los espacios y volúmenes; en el estar juntos. La
propia conciencia social religiosa era, en su base más primigenia, una forma en
el estar juntos; y los ancestros, las deidades, y las formas más primarias ani-
mistas eran más bien recursos para que tales poderes estuvieran en situaciones
ventajosas para el individuo, para que estuvieran a su más expedito servicio jun-
to a ellos, al grupo. Y el grupo fue, para el africano, una nueva organización social
que creaba en estas tierras, con gente a quienes ni siquiera hubiera conocido
antes. De aquí que tuvieran que descoyuntar sus propias tradiciones culturales
para sacar de ellas, en momentos, instrumentos de relaciones situacionales
nuevas para el africano. De aquí que las propias lenguas originarias fueran más
instrumentos incidentales para situaciones incidentales que medios de intelec-
ción y abstracción racional, como hubieran sido en África. De aquí también que
la música participara como recurso de relación más contundente para el asen-
tamiento de las masas esclavas” (León, 1990: 31).
Hay una noción de la existencia que motiva la conducta del creyente. Se trata
de lo que llamo plenitud vital10 […], fijo bajo un sólo término el contenido de las
narraciones con que, de común, los creyentes señalan lo que ellos creen más
importante en la realidad del hombre. […] el término plenitud vital engloba salud
integral, tranquilidad sicológica y desenvolvimiento social, que representan –se-
gún la perspectiva religiosa– las tres grandes aspiraciones del hombre, frente a
las cuales otra cosa es de poca monta. Como sucede en los mitos, el hombre se
convierte en creyente cuando comprende que esos dones no están a la mano.
Es preciso luchar por ellos con el auxilio de las fuerzas superiores, como mismo
lo hicieron los antepasados míticos y los antepasados históricos, seres míticos
y muertos. […] en el lenguaje de la Santería se dice que se lucha por esos dones
con el amparo de orishas y muertos. […] en Regla Conga, espiritismo cruzao y
catolicismo afrocubano se puede aludir también a fuerzas espirituales y santos”
(Espinosa, 2002: 147).
9
Academia de Ciencias de Cuba (1990: 129), “El espíritu es [...] conceptualizado como elemento central
en la comunicación de los médiums” (Hodge Limonta, 1991: 26).
10
Se refiere a Espinosa (1992).
Lo sagrado es esa lucha por la plenitud vital fundada por los antepasados míti-
cos, que acompañan con su presencia animada, espiritual, la existencia del hom-
bre. Es la verdadera inserción del hombre en la sociedad y la auténtica realidad
de la convivencia social. Constituye una lucha que sólo llegan a vislumbrar en su
sentido original, mítico, los hombres que son capaces de representarse el poder
de esos seres y que apelan a sus fuerzas día tras día. […] lo sagrado se ubica no
en la plenitud vital ni en los seres espirituales, sino en la lucha por esos dones en
la compañía ritual de esos seres. Cualquier hombre de hecho está acompañado
de esas ánimas, pero sólo el creyente lo está con plena conciencia, a través de
una relación ritual (Espinosa, 2002: 148).
Por medio de la iconografía, esa trascendencia permite un enlace con distintos puntos
en la geografía sagrada de la diáspora africana, que propicia al oficiante/muerto y a
los adeptos un viaje imaginario por distintas coordenadas asociadas a la cosmogonía
del culto. Ese viaje es concebido para la contigüidad y la confluencia con las fuerzas
ancestrales, fuerzas que permiten rememorar simbólicamente la curación del dolor
latente en la memoria colectiva desde el inicio de la diáspora; un dolor, como el que
descubre Ivette Chiclana (2015), latente hasta hoy en los antiguos pobladores negros
de Orizaba.11
11
Chiclana con sus indagaciones llega a “visualizar mejor lo que es ‘vivir en esclavitud”’. [Esto toma
forma en los datos que le revelan]: “Trabajadores con cuentos de horror y leyenda, con narraciones de
dolor y miseria, relatos de abusos e injusticias”.
12
Hemos creído conveniente auxiliarnos de los recursos plásticos de la fotografía, por las posibilidades
que aportan a nuestra investigación, lo cual concuerda en alguna medida con lo planteado en Espinosa
Delgado (2000: 8 y ss).
14
“Phanerons are distinct from phenomena in the following ways: 1) they need not be verifiable. The
phaneron can include fantastical situations, fictions, dreams, hallucinations, misapprehensions, appa-
ritions and spirit possessions of the human body and other mediums; 2) the smallest unit of a phane-
ron is the totality of what appears to the mind in any one encounter. This occurs through the cycle of
textual (i.e. significant) production from the conceived to the public. [...]
Subject and object, delinked by cartesian analysis, are rejoined in the phaneron. Other than Jungian
psychology, phaneroscopy is the only philosophical concept currently available to help explain discour-
ses threaded with the spiritual and para–normal, dimensions of belief and ‘reality’ excluded by the
concrete emphasies of First World social science”. (Tomaselli, 1999: 56).
15
El especialista ritual –como lo es el oficiante–muerto– experimenta “estados perceptivos” que lo po-
nen a mano con los antepasados que inciden en la vida, que le dan orden al mundo de los practicantes.
Aunque para una “lógica racional” esos estados de conciencia pueden parecer un caos, viéndolos desde
la óptica simbólica, se puede decir que se han generado en virtud de una disposición de la conciencia
“expandida” hacia representaciones que, a los efectos de la liturgia, permiten percibir los problemas
vitales objeto de tratamiento, de curación, sanación, en relación con entidades sobrenaturales (Pérez
Quijada, 1996: 52 y ss).
16
Para decirlo con las concepciones actuales de los estudios culturales del viaje y la diáspora africana,
el muerto en su revelación opera un viaje por “un espectro complejo y abarcador de las experiencias”
de la diáspora (Clifford, 1999: 13). Pero más que en el viaje, la práctica del espiritismo cruzado pone
énfasis en el medio de ese viaje, que metafóricamente, como un “cronotopo”, evoca la imagen en mo-
vimiento del buque negrero, en un proceso mental de reconstitución de la experiencia del africano, tan
dinámica como el movimiento aludido (Gilroy: 199: 4 y ss).
Esto quiere decir que en la casa de culto se abre un espacio en el que se simboliza
el dolor humano, el problema del mal y del sufrimiento llevados a la situación extrema
de la diáspora, pero de manera estimulante. Se tiene la convicción mágico–religio-
sa del carácter superador de estos antepasados frente a la agudeza de las penas y
pruebas. No en balde, en las casas–templo la figura del muerto principal suele ser un
cimarrón, por su capacidad para liberar y transformar.
En este punto inicial es necesario dejar claro el origen de la aflicción de los ante-
pasados. Esta tiene su origen en la esclavitud:
17
Para hacer esta caracterización, entre la amplia bibliografía que existe sobre el tema de la esclavitud
en Cuba, nos basamos fundamentalmente en Abad (1988), Barcia (1988), Le Riverend (1988), Ortiz
(1975), Pérez de la Riva (1975, 1977); Saco (1936–1945) y Torres Cuevas (1986).
18
Hemos considerado las distintas formas de la rebeldía del esclavo como parte de su adaptación
a la situación que encuentra con el régimen de esclavitud. En particular, nos fijamos en la figura del
cimarrón. Para este tema, entre la amplia bibliografía existente, nos apoyamos en García Rodríguez
(1996), Franco (1973), (1978); Oquendo (1988), Pérez de la Riva (1981) y La Rosa Corzo (1988), (1991).
Además nos sirvió restante la bibliografía que manejamos sobre la esclavitud en general.
El acto del médium permite ese viaje por tiempos y espacios. Al respecto, Felicitas
Goodman nos dice que la posesión de un espíritu debe entenderse como si el oficiante
prestase su cuerpo como vehículo para el transporte de este ser (Goodman, 1988: 12 y ss).
Es, justamente, lo que sucede en el drama ritual del espiritismo cruzado. Sólo
que ese transporte se da por las aguas del inconsciente de la memoria colectiva que
sentaron los deportados comerciales de la esclavitud, quienes dejaron su descenden-
cia biocultural en América. Esos antepasados acuden a la convocatoria litúrgica para
ayudar a que se expíen las penas de los hombres de hoy; para hacer caridad en la vida
19
“Lo material es observable o verificable, mientras que lo espiritual no parece que sea directamente
perceptible. La escisión entre materia y espíritu es fundamentalmente cosmológica”. (Panikkar, 1998:
20). “Los recuerdos reproducidos recurren al carácter inmaterial del hombre, la zona espiritual que afir-
ma que toda persona después de la muerte pasa a ser espíritu y por tanto, sus poderes se acrecientan
en el universo de lo invisible” (Brugal, 1998: 21).
20
La fotografía de Bavcar mueve a Benjamin Mayer Foulkes a retomar la alusión de Merleu–Ponty,
quien afirmaba que lo visible tiene en sí mismo una armazón interna de invisible. Esta indicación re-
sulta orientadora para nuestro trabajo de investigación. Para hacer visible esa armazón de lo invisible,
es necesaria la práctica de lo inteligible onírico, en donde existe un “permanente desbordamiento de
lo inteligible por lo inteligible mismo, desbordamiento éste que resulta de la obligada intervención de
la memoria y la imaginación en todo acto intelectivo”. (Véase Mayor Foulkes, 1999: 44).
259
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EL BAILE DE ARTESA, SU EXPRESIÓN
RÍTMICA Y LA IDENTIDAD CULTURAL
DE LOS AFROMEXICANOS DE LA
COSTA CHICA DE GUERRERO Y
OAXACA
Odilia Organista Mora1
RESUMEN
El baile de artesa constituye una danza afromexicana. Tiene una
marcada asimilación de elementos rítmicos africanos. Se baila en
la Costa Chica de Guerrero y Oaxaca. El proceso creativo afromexi-
cano ha contribuido a la construcción de la identidad cultural de los
pueblos negros de la región y a la recreación de sus retenciones
culturales africanas. Esos factores pasan por determinaciones de
espacio (región y cuerpo como “espacio motor”) y transculturación.
Las primeras han convertido el son de artesa en un emblema regio-
nal. Estimularon el valor esencial del ritmo, sobre cualquier otro va-
lor musical. Arraigaron culturalmente la producción de sonido, y con
ello, de ritmo con el cuerpo (en especial, con “la pisada”), y en conso-
nancia con los instrumentos que acentúan la percusión. Facilitaron
así la evocación rítmica de los ancestros, producto de la activación
de la memoria colectiva.
1
Maestra en Estudios Socioterritoriales. Su tesis de maestría fue dirigida por
Eduardo Luis Espinosa. Juntos han realizado trabajo de campo sobre interculturali-
dad y racismo en la Costa Chica de Guerrero y Oaxaca.
LA ARTESA
El baile de artesa es una danza que toma su nombre de la tarima sobre la cual se
ejecuta. Esa tarima, la artesa, está elaborada por lo general con madera de parota,
de una sola pieza, labrada con figura de cabeza y cola de caballo o toro. Su forma la
hace única en México, no obstante, en los últimos años unas pocas artesas en Costa
Chica han prescindido de esa imagen. A este baile también se le ha denominado con
otras expresiones: fandango de artesa, la artesa, son de artesa. En plural se dice sones
2
En comparación con nosotros Chiclana (2005), estudia la ciudad de Orizaba, Veracruz como un espa-
cio de convivencia y sociabilización entre los diversos sectores que ahí viven.
3
Además, en años recientes, se han conformado más grupos de baile y música de artesa como el caso
de la Universidad de los Pueblos del Sur con sede en Cuajinicuilapa, Guerrero., y el grupo Chambalé de
José María Morelos, Huazotitlán, Oaxaca.
CONCLUSIONES
El proceso creativo afromexicano del baile de artesa ha contribuido a la construcción
de la identidad cultural de los pueblos negros de la región de la Costa Chica, y a la
recreación de sus retenciones culturales africanas. Esos dos factores pasan por de-
terminaciones de espacio (región y cuerpo como “espacio motor”) y transculturación.
El baile de artesa se ha reconstituido del pasado al presente como un emblema
dancístico de la comunidad afromestiza de la región. El viejo baile de las bodas ha
pasado a ser expresión de la solera de la cultura negra en el área, del valor de los
antepasados en el presente, y de una propia historia oral y la pervivencia de ciertas
narraciones en los poblados. La representación incluye la manifestación del sentido de
sinergia de grupo indiviso que aporta el encuentro colectivo de los bailadores; la de-
mostración del virtuosismo de las parejas individuales; la competencia del movimiento
de un bailador respecto a otro; el contrapunto del hombre y la mujer, y el diálogo de
cortejo. La alegría se expresa sin alteración facial, y con un zapateado firme a ras de
la tarima. Pero a la vez, se hace el baile con el júbilo y la emoción de llegar a la retada,
al pique, al punto chusco de las comidillas locales.
El son de artesa a diferencia de otras danzas regionales tuvo posibilidades comu-
nicativas para hacerse emblema en los eventos representativos de la política de las
organizaciones afro de la región. Con relación a las otras danzas, el baile de artesa
comporta un montaje mucho más dúctil y comprensible; además de que se encuentra
menos debido a una circunstancia de fiesta patronal. Resulta asimismo más elegante
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