Enfermería hospitalaria
básica
1er. Semestre
CASO CLINICO.
INTRODUCCIÓN
En la actualidad la relación entre la filosofía y la enfermería se enmarca en el actuar del profesional de
enfermería ante la misma sociedad; la filosofía tiene relación con la enfermería misma ya que
interviene en la generación del conocimiento, en las cuestiones epistemológicas, la interacción entre el
profesional de enfermería con paciente y la familia, en la misma contribución al desarrollo de las
comunidades y hasta en las políticas de salud (1). Existen múltiples referentes teóricos de enfermería
que basan su conceptualización en una perspectiva que parte de las ciencias humanas y que instan la
utilización de nuevos métodos para la investigación en enfermería, uno de ellos es la narrativa de
enfermería, que se sitúa en una situación de enfermería que ve la experiencia vivida por el individuo
como centro de la práctica y de la investigación (2). Se presenta a continuación una narrativa de
enfermería
Recuerdo muchas experiencias durante mi practica como estudiante de enfermería, sin embargo una
de las que me dejaron huella fue el caso de doña Paula, era una paciente de aproximadamente 87
años de edad, con diagnostico medico de diabetes tipo 2, a la cual le habían amputado sus miembros
inferiores años atrás, y además presentaba úlceras por presión en su región sacra y glútea, tenía una
complicación respiratoria y era ese el motivo por el cual se encontraba hospitalizada. Durante varios
días doña Paula estuvo internada en el servicio de medicina interna en un hospital, en Nayarit.
Obviamente, los cuidados de enfermería que doña Paula requería eran bastantes, ya que a pesar que
estaba consciente sus limitaciones físicas hacían que dependiera en gran manera de la enfermera y de
sus familiares. Sin embargo, lo que ella más necesitaba en ese momento era ser escuchada, tenía
tanto que decir, pero nadie a su lado dispuesto a escucharla.
Al conocer a la estudiante de enfermería que se encontraba a cargo de ella, se formó un vínculo
afectuoso y de empatía por ambas partes, una señora agradable, con muchas limitaciones físicas pero
con tanto que compartir a una estudiante de enfermería con mucho entusiasmo, con ganas de
cuidarla, conocer su historia de vida, y dispuesta a escuchar lo que ella tenía que decir. Recuerdo que
a pesar de su estado de salud ella sonreía, siempre positiva, ante todo. Cada vez que yo llegaba a la
habitación donde ella se encontraba, saludaba a los pacientes, pero en su peculiar forma de ser doña
Paula siempre esperaba a que yo (u otras enfermeras) escucháramos lo que ella quería expresar.
Buenas tardes doña Paula ¿Cómo se siente?, y ella no solo decía que bien, que estaba mucho mejor y
que ya mero se va a su casa y empezaba a hablar; siempre estaban sus hijas con ellas, por lo regular
eran dos personas las que se quedaban con ella.
Cuando los nutriólogos traían la comida, ella decía que no quería comer, cuando sus hijas le insistían
parecía que ella se hacía del rogar, era entonces cuando sus hijas me hablaban para que yo tratara de
convencerla; una vez en la habitación yo platicaba con ella, le hacía ver las cosas y le pedía de favor
que comiera para que se recuperara más pronto, y accedía a comer, era un momento muy
satisfactorio porque ella realmente comía. Sin embargo, el estado de salud de doña Paula se fue
deteriorando día con día.
En ese fin de semana, recuerdo que me dedique a buscar información sobe cuidados de enfermería a
pacientes con problemas respiratorios, y también los procesos de duelo, para poder entender la
situación por la que pasaban tanto la familia de doña Paula como ella misma. Paso un fin de semana,
el lunes que yo llegue nuevamente al hospital, la encontré en un aislado (no recuerdo el motivo por el
cual la aislaron), pero cuando entre podía ver en el rostro de sus hijas el cansancio, el dolor, el estrés,
la incertidumbre, recuerdo que les comente que si necesitaban algo me podían encontrar en la central
de enfermería, esta vez salude a doña Paula pero ella solo respondía con sonidos como si estuviera
quejándose de algo. Primera vez que enfrentaba una situación como esta, me sentía atada de manos,
me daba ansia saber que estaba sufriendo, que esta vez no podía expresar lo que sentía, que en mi
limitación humana no podía ayudar a restaurar la salud de esa persona como yo hubiese querido, solo
me quede con ella a un lado de la cama, la tome de la mano y sentía una sensación vaga dentro de mí
porque presentía que algo le iba a pasar, pero de algo estaba segura, que aunque mi presencia en ese
cuarto no iba a cambiar la salud de Paula, ella se sentía que alguien estaba ahí y de alguna manera la
hacía tranquilizarse. Finalmente ella logró conciliar el sueño y me retiré de la habitación, reiterando mi
compromiso con sus familiares.
No paso mucho tiempo cuando una de sus hijas me hablo para que las ayudara a cambiar el pañal, y
fui en distintas ocasiones, y en una de ellas una enfermera me dijo que ya no fuera, que no les hiciera
caso, pero yo no me sentía bien haciendo eso, no tanto porque no fuera mi responsabilidad sino
porque yo sentía que me necesitaban. Obviamente no le hice caso a la enfermera lo que me ocasiono
problemas con la enfermera. Sin embargo, no me arrepiento de lo sucedido porque horas después
doña Paula murió. Poco antes de que doña Paula falleciera, fui a administrarle medicamento, recuerdo
que una de sus hijas me pidió mi opinión, si su mama se recuperaría o no, lo cual me sorprendió
mucho, no esperaba que me preguntaran eso, yo no sabía que responder, y recuerdo que lo único que
dije fue que yo no podía saber eso, pero que tuvieran fe y recuerdo que les pedí de favor que no
preguntaran eso delante de ella porque ella entendía todo lo que estaban diciendo.
Después de que aplique el medicamento y movilice a Doña Paula, le dije que regresaría un momento
más. Cuando doña Paula falleció yo me encontraba en otra sala del servicio con otros pacientes que
estaban a cargo de la enfermera y de mí. Cuando supe que había fallecido fui a la habitación, estaba
yo parada junto a la cama y veía el dolor y el sufrimiento de sus hijas, yo quería de alguna manera
decirles algo que las consolaran, pero sabía que eso era imposible. Sin embargo, lo único que hice fue
poner mi mano en el hombro de una de sus hijas y le dije que la acompañaba en su dolor, ella me
contesto con un gracias entrecortado y me abrazó y lloró, después sus otras dos hermanas hicieron lo
mismo; al principio me sentí incomoda por que no esperaba esa reacción pero después entendí que
eso era el inicio de su proceso de duelo.
Posiblemente doña Paula en todas las limitaciones que poseía la que no toleraba era la de la
comunicación, para ella la necesidad de ser escuchada era apremiante; pudo haber hablado horas
cuando hubo la posibilidad, pero no había quien cubriera esa necesidad, ni siquiera sus hijas, todas
ellas cansadas, desveladas, con sus propios problemas y preocupaciones, que perturbaban su
tranquilidad y que no les permitía empatizar con su mamá.