La Sociologia Como Disciplina
La Sociologia Como Disciplina
La Sociologia Como Disciplina
Sociológica
Sociológica, año 18, número 52, pp. 227-279
Mayo-agosto de 2003
*
El traductor es Licenciado en Sociología por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la
UNAM; Maestro en Estudios Africanos por El Colegio de México; Diplomado en Política
Internacional por el Instituto Matías Romero y Doctor en Filosofía, especialidad en Desarrollo
por la Universidad de Tulane, EU. Ha sido profesor invitado por las universidades B. Juárez
de Oaxaca; Texas A&M en College Station, EU, de Nairobi en Kenya, África del Este, y de
Tulane en Louisiana, EU, entre otras. Actualmente es profesor-investigador titular “C” del
Departamento de Sociología de la UAM-Azcapotzalco, investigador nacional (SNI-nivel I) y
profesor invitado del Latin American Studies Program (LASP) de la Universidad de Iowa, EU.
Todos los comentarios son bienvenidos en el correo electrónico vmartibt@avantel.net. Revisión
técnica de la Mtra. Laura A. Moya López.
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1
Gertrude Lenzer introdujo el término “sociólogo” [“sociologue”] aproximadamente al mismo
tiempo que Whewell introdujo el término “científico” [“scientist”]. Como Robert Merton y
Gerald Holton dicen (Lenzer, 1975: parte II) la función del neologismo de Whewell se
relacionaba con la vocación de Mary Somerville por la unificación de las ciencias, una
preocupación que también estaba en el centro de los escritos de Comte. ¿Será posible que
John Stuart Mill, quien proporcionó un apoyo crítico a Comte en momentos difíciles de la
carrera de éste, hubiera sido un lazo entre los dos esfuerzos por lograr la unificación científica,
y entre los términos “sociólogo” y “científico” que emergió de tales esfuerzos?
2
Después de revisar unas 75 áreas de política pública, Steven Brint (1994) concluyó que “la
influencia de los expertos en la hechura de las políticas es de una especial importancia
secundaria”.
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4
En el original “...generalists, generalizers, and guardians of the general good” [T.].
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5
Aquí aprovecho la discusión sobre generalismo y especialismo de Hannan y Freeman (1990:
cap. 5).
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LAS VENTAJ
VENTAJAS DEL GENERALISMO
AJAS
Este persistente andar en los bordes les da a los sociólogos una ventaja
–Paul Starr (1974: 393-415) se ha referido a ello como “el margen de
la ciencia social”– de la que frecuentemente carecen los académicos
de disciplinas más paradigmáticas.8
Si el generalismo de la sociología es productivo desde el punto de
vista de la vitalidad intelectual del propio campo, entonces ha de ser
indispensable desde el punto de vista del conjunto de las ciencias sociales.
La sociología contribuye a la diversidad intelectual de las ciencias sociales
de la misma manera que la selva húmeda tropical contribuye a la bio-
diversidad, y en mucho lo hace por el mismo tipo de razones. La
sociología mantiene vivos los elementos de un pool de genes conceptuales
que con toda seguridad necesitarán algún día las demás ciencias sociales;
por eso cuida y alimenta ideas y métodos momentáneamente impopula-
res, que sus vecinas –las disciplinas especialistas/acarrea-paradigmas–
hoy descartan.
Existen muchos ejemplos de lo anterior, tanto sustantivos como
metodológicos. Por ejemplo, la sociología mantuvo viva la noción de
“institución” en las ciencias sociales mucho tiempo antes de que los
economistas decidieran que tenía algún valor. Ahora la economía
institucional está levantando revuelo y sus practicantes recurren mucho
a las profundizaciones sociológicas. Los sociólogos, que –como Erikson
y Smelser hacen notar– siempre se han sentido atraídos por los patrones
y las afinidades, han estado jugando un papel crucial en el desarrollo
de los métodos formales del análisis de redes sociales, mismos que cada
vez con mayor frecuencia entran en los repertorios de las demás disci-
plinas. Mirando hacia adelante, podemos anticipar que las disciplinas
hermanas de la sociología pronto redescubrirán la importancia del papel
del análisis estructural,9 subcampo en el que los antropólogos sociales
coincidieron con los sociólogos como pioneros, pero en el cual
posteriormente han mostrado muy poco interés. También sabemos que
el trabajo sociológico (tanto teórico como metodológico) en análisis
comparativo será, en última instancia, explotado por los académicos
de los campos vecinos. De ahí que, explorando y manteniendo las veredas
8
Las ciencias naturales han reconocido esto al adoptar los enfoques interdisciplinarios tan a
fondo que en muchas de las escuelas de medicina los títulos departamentales son casi una
ficción, al menos en lo que se refiere a las actividades de investigación. Sin embargo, en
general las ciencias sociales han permanecido más parroquiales.
9
“Análisis estructural” es otro de los nombres con que se conoce al análisis de redes
sociales. Véanse por ejemplo, entre muchos otros, los textos de R.S. Burt (1982) y David
Knoke (1990) [T.].
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10
Se refiere a los errores en que se puede caer al momento de la prueba de las hipótesis. Un
error tipo 1 se comete cuando se rechaza una hipótesis que debería haber sido aceptada, y se
incurre en un error tipo 2 cuando, por el contrario, se acepta una hipótesis que debería
haber sido rechazada [T.].
11
Estoy en deuda con la observación –de la cual esta aseveración surge– que alguna vez John
Simon hizo acerca del universo de las fundaciones filantrópicas. Sobre los factores estructurales
que influencian la capacidad de las disciplinas de cuidar sus fronteras, véanse los materiales
de Stephen Fuchs y Jonathan Turner (1986: 143-150); Mark A. Schneider (1983), y Thomas
F. Gieryn (1983: 781-795).
12
Acerca de que la sociología carece de un núcleo, véanse Crane y Small (Halliday y Janowitz,
1992); Jonathan Turner y Stephen Turner (1990), y Stephen Cole (1994: 133-154). Acerca
de libros de texto y curricula, véanse, respectivamente, Barbara Levitt y Clifford Nass (1989:
190-207), y Joan Huber (1995: 194-216).
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15
Claro está que la observación y la cuantificación no son mutuamente excluyentes; la
observación sistemática de campo puede producir datos cuantitativos muy valiosos. Sobre
este punto véase el trabajo de Albert J. Reiss (Halliday y Janowitz, 1992: 297-316).
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Hasta aquí la mayoría de los lectores podría encontrar muy pocas cosas
que objetar a esta descripción de la sociología como ciencia, excepto
quizá su falta de fuerza. Pero aquí tendríamos que esperar a que algunos
lectores objetaran acerca de que la relación de la sociología con la ciencia
es un asunto tanto de identidad como de definición. En este volumen,
Alan Wolfe (Erikson, 1997: 31-56 [T.]) es contrario al “enfoque de
ciencia natural” que él define por el uso de sus herramientas (“el método
experimental, la verificación de hipótesis, la acumulación de datos, el
entrelazamiento de proposiciones confirmadas en una teoría acerca
del mundo...”); mientras que Smelser describe una disciplina que se
ubica en la intersección de la ciencia, las humanidades y el arte, Wolfe
parece pensar que hasta que se introdujo como giro retórico “una muy
necesaria nota de excepticismo” fue posible que un entendimiento del
comportamiento humano riguroso, casi algorítmico, fuera la creencia
hegemónica. El resultado, argumenta Wolfe, habría sido “el fracaso de
un modelo científico basado en las ciencia naturales y su intención de
predecir mucho más de lo que ya era obvio...”
Este no es el lugar para enumerar lo que los sociólogos (y mucho
menos lo que todos los científicos sociales) han aprendido hasta hoy
acerca del mundo. Baste decir que un inventario de proposiciones expli-
cativas bien sustentadas sería una cosa realmente muy larga de contar,
y la lista de hallazgos importantes no lo sería menos. Eso sí: de seguro
habría muchas menos predicciones que enlistar, y serían muchos los
sociólogos comprometidos con el método científico que cuestionarían
que la predicción fuera una meta viable en tanto que opuesta a la
explicación. Pero como tanto David Patrick Moynihan (Erikson, 1997:
169-183 [T.]) y Daniel Bell (Erikson, 1997: 101-121 [T.]) demuestran
en sus contribuciones a este volumen, una feliz combinación de buena
teoría, observación inteligente e intuición aguda, puede hacer posible
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es un asunto que Giddens desarrolla con detalle dentro de sus planteamientos sobre la praxis
social, a su vez parte importante de su Teoría de la Estructuración. Los “agentes humanos”,
dice Giddens (1977: 87) “son seres humanos en tanto que agentes racionales que aplican de
manera reflexiva el conocimiento de sus contextos de acción en la producción de la acción.
La “predicibilidad” de la vida social no solamente “sucede”, sino que “se hace que suceda”
como resultado de la aplicación consciente de las habilidades de los actores, aunque enseguida
aclara que “El alcance de la racionalización reflexiva de la acción de los individuos concretos
está limitado de varias maneras”, lo que ocasiona muchos temas de discusión para la sociología.
Para una excelente revisión e interpretación de la teoría de la estructuración, del concepto
de praxis y de los planteamientos sobre la agencia humana en Giddens, puede consultarse en
español el libro de Ira H. Cohen (1996) [T.].
18
Sobre el asunto de las profecías que se auto-cumplen, puede consultarse también el libro de
E. Nagel (1961).
19
Wolfe critica un pasaje del libro de Wallace (1983: 4-5) en que se dice que: “en cuanto a su
práctica real, como en cuanto a su diseño abstracto, la sociología es una de las ciencias
naturales, esto es, está mucho más emparentada con la biología, la química y la física, que
con la filosofía, la poesía y la religión...” [T.]
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25
Andrew Abbott (1988: 189-196). Una tercera perspectiva no presentada en este volumen
relaciona esas perspectivas al centrarse en la forma en que las agencias generan estructuras
empotradas. Desde esta perspectiva, los sociólogos explican las estructuras cuando pueden
identificar las reglas de la interacción social y crear las representaciones matemáticas de
dichas reglas en la forma de modelos generadores de macroestructuras contra las cuales las
estructuras existentes puedan ser comparadas. Véanse los trabajos de Bruce H. Mayhew
(1984: 259-281), y de Thomas J. Fararo (1989).
La sociología como disciplina 263
Lo que no estaba tan visible a esas alturas del romance entre el gran
gobierno y la ciencia social era la fragilidad de la relación. Algunas de
las fuentes de esa fragilidad residían en la naturaleza misma de la ciencia
social. Como Bell hace notar, uno puede ser tan sofisticado como quiera
acerca de la diferencia entre explicación y predicción, pero en última
instancia, los políticos responsables y los que hacen las políticas deben
mirar al futuro y desarrollar programas con base en lo que observan.
del presidente Hoover en 1929... intentó explorar la amplitud y dirección de los cambios
registrados en diversas facetas de la sociedad norteamericana. Empleando datos cuantitativos
siempre que fuese posible, esos volúmenes y la correspondiente serie de monografías basadas
en el estudio principal, revelan las tendencias en tecnología, economía, estructura poblacional,
vida familiar, recreación, urbanización, educación y otros aspectos de la vida norteamericana”.
Los Hinkle terminan diciendo que “Por muchos años, el Recent Social Trends fue obra de
consulta imprescindible para las entidades gubernamentales y docentes de ciencias sociales
por igual. La obra quedó como un jalón en materia de investigaciones sociales” [T.].
31
Véase el mordaz análisis de Alvin Gouldner (1970: cap. 9) sobre la afinidad entre la sociología
funcionalista y el crecimiento del estado de bienestar.
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33
New York Times (domingo 25 de junio de 1995), p. 1. Huber (1995: 201) sugiere que la
tendencia de la sociología a atraer estudiantes activistas y con mentalidad reformadora le
resulta costosa a la disciplina porque tales estudiantes nunca dejan una buena impresión en
los empresarios que participan en los comités de administración de las universidades y los
colegios. Es probable que eso fuera cierto sólo en ausencia de un Estado activista orientado a
las reformas que legitimase y recompensara el trabajo de académicos y estudiantes inclinados
a las reformas.
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CONCLUSIÓN
NCLUSIÓN
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