Tiemblen Dragones

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¡Tiemblen, dragones!

publicado por  Addy Góngora Basterra  el  3/08/2016

La versión en español del cuento "¡Tiemblen, dragones!" que hoy


compartimos, está tomada del libro "Cuéntame lecturas para todos
los días" (Editorial Castillo, 2009), antologado por Francisco Hinojosa.
Historia: Robert Munsch.
Ilustraciones: Michael Martchenko.

Elizabeth era una hermosa princesa. Vivía en un castillo enorme y


tenía muchos vestidos elegantes. Además pronto se casaría con su
novio, el príncipe Ronaldo.

Por desgracia, un dragón destruyó su castillo, quemó todos sus


vestidos y se llevó al príncipe Ronaldo. Elizabeth decidió ir tras el
dragón para rescatar a su novio. pero antes necesitaba encontrar que
ponerse. Buscó por todos lados y lo único que encontró fue una bolsa
de papel. Elizabeth se la puso y partió en busca del dragón.

Fue muy fácil seguirlo. Sólo tuvo que seguir su rastro por los bosques
quemados.

Después de un largo rato, Elizabeth llegó a una cueva con una gran
puerta y un aldabón enorme. Elizabeth tomó el aldabón y tocó tres
veces: ¡BANG, BANG, BANG!

El dragón asomó la nariz por la puerta y dijo:

—¡Vaya! ¡Una princesa! Me encanta comer princesas, pero hoy ya me


comí un castillo entero. Soy un dragón muy ocupado. Regresa
mañana.

Azotó la puerta tan fuerte, que Elizabeth por poco se queda sin nariz.
Elizabeth tomó el aldabón y llamó de nuevo a la puerta: ¡BANG, BANG,
BANG!
El dragón se asomó una vez más y dijo:

—Ya te dije que te fueras. Me encanta comer princesas, pero hoy ya


me comí un castillo entero. Soy un dragón muy ocupado. Regresa
mañana.
—¡Espera! —exclamó Elizabeth—. ¿Es cierto que eres el dragón más
listo y feroz del mundo entero?

—Sí— dijo el dragón.

—¿Es cierto —preguntó Elizabeth— que puedes quemar hasta diez


bosques con tu aliento de fuego?

—Desde luego —contestó.

El dragón tomó una gran bocanada de aire y lanzó tanto fuego, que
quemó otros cien bosques.

El dragón no tenía fuego ni para asar una salchicha. Elizabeth dijo:

—Oye dragón, ¿es cierto que puedes volar alrededor del mundo en tan
solo diez segundos?
—Por supuesto— le contestó.

El dragón tomó vuelo, dio un gran brinco y se elevó por los aires. Dio
la vuelta al mundo en solo diez segundos. El dragón regresó muy
cansado, pero Elizabeth gritó:

—¡Fantástico! ¡Hazlo otra vez!

El dragón se elevó de nuevo por los aires y dio la vuelta al mundo en


tan solo veinte segundos.

Cuando regresó, estaba tan cansado que se acostó en el piso y se


quedó profundamente dormido.
Elizabeth se acercó al dragón y le susurró suavemente:

—Oye, dragón...

Pero el dragón no se movió ni un poquito. Elizabeth levantó la oreja


del dragón y metió su cabeza dentro. Entonces gritó tan fuere como
pudo:

—¡OYE DRAGÓN!
El dragón estaba tan cansado que ni se inmutó. Elizabeth pasó por
encima de dragón y abrió la puerta de la cueva. Ahí estaba el príncipe
Ronaldo. Cuando la vio, el príncipe dijo:

—¡Elizabeth! ¡Estás hecha un desastre! Hueles a ceniza, tu pelo es un


asco y vienes vestida sólo con una vieja y sucia bolsa de papel. Ni
pienses que te dejaré rescatarme en esas fachas. Regresa cuando
parezcas una princesa de verdad.
—Ronaldo —respondió Elizabeth—, tu ropa es muy elegante y estás
muy bien peinado. Pareces un verdadero príncipe, pero en realidad
eres un patán.
Después de todo, Elizabeth y Ronaldo no se casaron.

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