La Crónica El Rostro Humano de La Noticia
La Crónica El Rostro Humano de La Noticia
La Crónica El Rostro Humano de La Noticia
Pasos esenciales del género, desde laselección del tema hasta la escritura
final
Cuando el escritor Albert Camus dijo que el periodismo es el oficio más bello del
mundo, tal vez estaba pensando en la información como posibilidad narrativa. Si el
cronista es de raza disfruta su género como si fuera el mismísimo paraíso, pues allí
encuentra la posibilidad de contar historias perdurables que le permitan trascender el
mero registro de las cifras.
La palabra crónica – nos recuerda Vivaldi – deriva de la voz griega cronos, que
significa tiempo. Se trata de contar un acontecimiento de interés general, de acuerdo
con un orden temporal. El manejo del tiempo no necesariamente debe ser lineal. El
cronista tiene licencia para comenzar por la parte de la historia que estime más
conveniente para sus necesidades narrativas. Por ejemplo, puede incluir al principio la
muerte del personaje y luego devolverse a contarnos cómo fueron las primeras horas
del día en que sucedieron los hechos. En todo caso, aunque los acontecimientos no se
narren en el mismo orden en que se presentaron, al lector le debe quedar claro qué fue
primero y qué fue después.
“La crónica es el único territorio donde combaten con armas iguales la realidad y la
imaginación”, apunta el escritor y periodista Tomás Eloy Martínez. La frase alude a
un privilegio pero también contiene un reto. Por su despliegue de profundidad y de
creatividad estilística, pero también por el criterio informativo que demanda, la
crónica es uno de los géneros periodísticos más exigentes. Para dominarlo es preciso
combinar ciertas dotes de escritor con habilidades de investigador. “Probablemente se
trata del género más difícil de dominar”, sentencia Álex Grijelmo. “De hecho, en un
periódico de prestigio una crónica no la hace cualquiera”.
1. Elige un tema que sea de interés humano y que, para bien o para mal, afecte al
mayor número posible de personas.
4. Procura que haya espacio para las emociones. Pulitzer decía: “hazlos reír o hazlos
llorar”. Un buen cronista sabe que las cifras más contundentes pueden resultar inocuas
si no hay un rostro que las haga más humanas. Sin el ánimo de volverse
melodramático, no hay que olvidar que escribimos para seres que tienen sentimientos.
5. Un elemento que puede potenciar tu tema es la curiosidad. No necesariamente se
trata de buscar que sea el hombre el que muerda al perro, como propuso el periodista
Charles Danah. También los ríos que no se desbordan, los choferes de bus que no se
vuelan los semáforos, la gente que llega puntual a las citas, los políticos que no se
roban ni un centavo y los partos normales, pueden ser excelente materia prima para un
buen cronista.
Simplemente, hay que saber aprovechar lo que cada uno ofrece, captando su esencia y
narrando con fuerza y con encanto. Pero sin duda lo curioso funciona como un valor
agregado. Abundan los ejemplos, como la historia de amor de un enano de 91
centímetros y una mujer de 1;75, escrita por Germán Santamaría. O una reciente del
periódico El País sobre un ladrón que se metió a robar en un hospital y se quedó
dormido.
6. Es recomendable que el tema que vas a tratar te apasione. Cuando escribes sobre
algo que no te interesa, puedes resultar frío, distante, errático. Si no sabes de béisbol,
vas a tener serios problemas para describir una jugada de “bateo y corrido”, y si
apenas hace dos horas te enteraste de quién es Joyce Caroll Oates, no te metas en el
lío de entrevistarla. En un medio de comunicación siempre existe la posibilidad de
trabajar una historia que no te agrada. Pero mientras te sea posible, evítalo. Ernest
Hemingway tenía una frase tan simple como sabia: “escribe sobre lo que conoces”. El
cronista, escritor y académico Juan José Hoyos, en su libro Escribiendo historias, el
arte y el oficio de narrar en el periodismo, nos recuerda que el narrador húngaro
Stephen Vizinczey sugiere plantearse siempre la siguiente pregunta: “¿de verdad me
interesa esto?” Hoyos añade otra cita inquietante del propio Vizinczey: “cuando era
joven perdí mucho tiempo intentando describir vestidos y muebles. No sentía el
menor interés por los vestidos ni por los muebles, pero Balzac experimentaba por
ellos una intensa pasión, que consiguió contagiarme mientras le leía, así que pensé
que debía dominar el arte de escribir excitantes párrafos sobre armarios, si quería ser
algún día un buen novelista. Mis esfuerzos estaban condenados y agotaron todo mi
entusiasmo. Ahora sólo escribo sobre lo que me interesa”.
1. Una vez tienes el tema, lo que sigue es la investigación. Existe la opción de que te
lances a desarrollar el trabajo de campo de manera directa. Lo ideal es que saques un
poco de tiempo para documentarte previamente, bien sea a través de publicaciones --
escritas o audiovisuales -- o a través de personas que conozcan a fondo la materia
sobre la cual vas a tratar. De esa manera acumulas conocimientos que te permiten
explorar mejor a tus personajes y desenvolverte en el entorno que les tocó en suerte.
Si te corresponde trabajar un perfil de Jessica Lange, lo mínimo que debes saber es
que es una importante actriz de cine. Planear tu historia antes de afrontar el trabajo de
campo no implica que vayas con criterios preconcebidos e inmóviles, sino que
orientes tus pesquisas, prepares mejor tus preguntas, sepas por dónde moverte y a
quiénes buscar.
2. Existen las técnicas para desarrollar el trabajo de campo, pero como nos lo recuerda
el ya mencionado Juan José Hoyos, ninguna sirve si el investigador no tiene una
sensibilidad especial para relacionarse con la gente e interesarse por lo que ella
cuenta. El etnógrafo polaco Bronislaw Malinowsky, citado por el propio Hoyos, lo
resume así: “capacidad de sumergirse sin prejuicios en la cultura de los otros, con el
fin de comprenderla y aprehenderla”.
3. Es necesario saber observar. Todo el que tiene ojos, mira. Pero observar va más allá
de las meras pupilas. No es un ejercicio del ojo sino de la inteligencia y de la
sensibilidad. Es poder ver más de lo aparente. La observación es importante porque
permite describir a los personajes y recrear los espacios en los cuales se desenvuelven.
6. Muchos reporteros importantes, entre ellos Mark Kramer, aconsejan darle a las
entrevistas que se utilizarán en los grandes géneros narrativos – como la crónica, el
perfil y el reportaje – un tratamiento menos formal, más cercano a la conversación, a
fin de que los personajes se relajen y entreguen información de calidad, anécdotas, y
detalles reveladores y de interés humano.
7. Norman Sims, importante estudioso del periodismo literario, habla de la inmersión.
Es la capacidad de sumergirse en un tema tanto tiempo como sea posible y necesario,
para comprenderlo y recrearlo de manera cabal. No existe un tope que podamos
plantear como dogma. A veces te toca conseguir todo el material en una sola sesión de
trabajo y a veces puedes hacerlo en muchos días o inclusive meses y años. Eso
depende del tema, de tu tiempo y de tus objetivos, lo mismo que de la periodicidad del
medio (si es que trabajas para alguno). Lo cierto es que mientras más convivas con tu
materia, más posibilidades tienes de conocerla a fondo y describirla de manera
profunda.
9. No sólo el protagonista de tu historia tiene algo que contar. Muchas personas que le
conocen y que le han visto actuar en diferentes etapas de su vida, pueden aportarte
información valiosa que el personaje ha omitido, bien sea por olvido o por cualquier
otra razón.
10. Muchos grandes periodistas y escritores critican, con algo de razón, el uso de la
grabadora. García Márquez, por ejemplo, dice que “las grabadoras no oyen los latidos
del corazón”. Y Gay Talese afirma que “yo mismo he sido entrevistado por jóvenes
reporteros que manejaban grabadoras. Como permanecía sentado contestando sus
preguntas, podía verlos medio escuchando, tranquilos, relajados, porque sabían que
las pequeñas ruedas de plástico estaban girando”. También hay defensores de la
grabadora. Dicen que, al fin y al cabo, es una mera herramienta, como la libreta de
apuntes. El problema no es ella misma sino el manejo que le demos. Un bolígrafo, por
ejemplo, puede servir para escribir una novela formidable o para arrancarle los ojos a
la vecina. La grabadora puede permitirnos recordar sonidos, gritos, palabras, que
pueden servirnos después para la recreación de las atmósferas. Si se utiliza
razonablemente y el personaje está de acuerdo, ¿cuál es el problema? De todos
modos, lo importante es tener claro que no siempre se puede usar, ya que a veces
cohíbe o predispone a nuestros interlocutores.
Cuando repasas tus apuntes, cuando interactúas con ellos, no sólo puedes clasificarlos
para tener un dominio panorámico y en detalle sobre la totalidad de tu material, sino
que además vas descubriendo el grado de interés y de fuerza que tiene cada uno. No
todo lo que se obtuvo en la investigación es digno de ser contado. Hay que saber
seleccionar los datos, de acuerdo con las necesidades informativas, el ritmo y el tono
de la historia, y de acuerdo también con su interés y su color humano. El secreto del
arte de narrar es el manejo de la elipsis, de los pasos de tiempo. Hay que eliminar todo
aquello que, aunque sea cierto, no le aporte nada a la trama. Robándonos una frase de
Alfred Hitchcock sobre el cine, es válido afirmar que “la crónica es la vida sin los
momentos aburridos”.
2. La revisión de los apuntes que te quedaron del trabajo de campo puede permitirte,
además, aclarar la entrada y el remate de tu historia, así como su enfoque e inclusive
el tono que puede resultar más conveniente, de acuerdo con el tema que tienes entre
manos.
3. El enfoque hace referencia a la ruta que vas a tomar para conducir al lector. Tu
criterio y tu olfato deben indicarte qué rasgos o qué elementos resultan más atractivos
para la gente. Con frecuencia hay que elegir un elemento novedoso que llame la
atención y sirva como gancho para el resto de la historia. Por ejemplo, Gonzalo
Arango, para presentarnos al ciclista “Cochise” Rodríguez y definirlo de una vez por
todas como una persona de supuesto mal gusto, empieza mostrándonos el corazón de
Jesús que hay en su casa, al que se refiere como “el más feo del mundo”. ¿Qué habría
pasado si principia por la última etapa que ganó “Cochise”, o por el número de trofeos
de su carrera ciclística? Sencillamente, le habría salido la misma historia convencional
que publican casi todos los redactores deportivos. En cambio, al elegir ese detalle
marcó de inmediato el destino de su relato, que no fue otro que explorar la psiquis y
los modales del personaje, para arrimarnos a una versión suya que estaba inédita hasta
entonces. Describir a gente famosa en espacios diferentes de los que se le conocen,
tiene un encanto evidente. Por ejemplo, si tu personaje es una monja a la que le gusta
el fútbol, es muy posible que te convenga enfocar más por el estadio que por el
templo.
1. Por muy lindo que escribas, ten presente que la crónica, aparte de valer por su
propuesta estética, es también un género informativo. Aquí no tienes que suministrar
la información a la manera esquemática de la noticia, pero al fin y al cabo debes
suministrarla. Finalmente, en tu crónica también hay un “qué”, un “dónde”, un
“cuándo”, un “cómo” y un “quién”. (A veces, incluso, también hay un “por qué”). Si
investigas y procesas la información de manera correcta, al lector le van a quedar
resueltos esos interrogantes, aunque utilices el lenguaje más literario que te sea
posible. Recuerda: no debes reemplazar hechos con retórica.
a. “Esta aldea es tan pequeña como el cementerio de Kentucky, pero muchísimo más
aburrida”. (Hemingway describiendo un pueblo de África).
b. .“Batistuta es como una fiera que se la pasa enjaulada a pan y agua, de lunes a
sábado. El domingo lo sueltan en el área”. (Oswaldo Soriano, en perfil del futbolista
Gabriel Batistuta).
c. “Lo único que siempre dejo para mañana, es mi propia muerte”. (Gonzalo Arango
en la crónica que escribió sobre el rumor infundado de que se había suicidado).
e. “Desde que volví de Ciudad del Este tengo una pesadilla que me persigue: regreso a
Ciudad del Este”. (Alberto Fuguet en una crónica de viajes).
4. Hay que procurar que lo que empieza bien termine bien. El remate es definitivo:
debe ser redondo, dejar la sensación de que el tema fue cerrado de la mejor manera
posible.
5. Tanto el remate como la entrada, así como el desarrollo del tema, son elementos
que se aprenden a fuerza de ejercicios y de constancia, leyendo, además, a los buenos
autores.
b) Concisión: se trata de decir, ni más ni menos, lo necesario. Hay que evitar el rodeo
inútil.
8. Húyele a los lugares comunes y a las frases obvias como si fueran el mismísimo
diablo. Evita expresiones de este corte: “era un día como cualquier otro”, “la hermana
república”, “la trágica muerte”, “negro como la noche”, “claro como el agua” y “por
esas cosas del destino”.
Cuando yo era niño aprendía a ver con los oídos ciertas hazañas de nuestros
deportistas. Con los oídos vi varias peleas de Pambelé, narradas en la radio por
Napoleón Perea. Con los oídos, gracias al relato de Roger Araújo, vi como Junior
ganaba su primer título.
¿Quién iba a pensar que a estas alturas del siglo XXI iba a vivir algo parecido?
Cuando aterricé en México, el partido Colombia-Perú iba cero a cero. La fila de
inmigración era enorme y en ella iba ejecutivos colombianos que tenían planes de
datos activados. Me dediqué a mendigarle imformación al tipo de adelante.