La Crónica El Rostro Humano de La Noticia

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La crónica: el rostro humano de la noticia

Pasos esenciales del género, desde laselección del tema hasta la escritura
final

Por ALBERTO SALCEDO RAMOS

Cuando el escritor Albert Camus dijo que el periodismo es el oficio más bello del
mundo, tal vez estaba pensando en la información como posibilidad narrativa. Si el
cronista es de raza disfruta su género como si fuera el mismísimo paraíso, pues allí
encuentra la posibilidad de contar historias perdurables que le permitan trascender el
mero registro de las cifras.

La crónica es, además, la licencia para sumergirse a fondo en la realidad y en el alma


de la gente. El escritor y reportero Mark Kramer describe ese estado de gracia de un
modo bastante certero: “me siento como el anfitrión de una fiesta con invitados
inteligentes, invitados que me importan”. El teórico Martín Vivaldi define la crónica
como “una información interpretativa y valorativa de hechos noticiosos”. Según él, se
trata de un género que “vale como relato y como juicio del cronista”. También el
ensayista Álex Grijelmo se refiere a la crónica como un género en el cual se combinan
la información y la “visión personal del autor”. “Se trata de una visión más profunda”,
añade el Manual de Redacción del periódico El Tiempo. “La crónica desarrolla un
aspecto secundario o de color de un acontecimiento que generalmente ya ha sido
objeto de tratamiento noticioso”.

En el libro Cómo hacer periodismo, de la editorial Aguilar, se afirma que la crónica,


al igual que los demás géneros periodísticos, “tiene la misión primordial de informar
sobre hechos noticiosos de actualidad”. La diferencia, de acuerdo con los autores, “es
que el cronista narra con tal nivel de detalles que los lectores pueden imaginar y
reconstruir en su mente lo que sucedió”.

La palabra crónica – nos recuerda Vivaldi – deriva de la voz griega cronos, que
significa tiempo. Se trata de contar un acontecimiento de interés general, de acuerdo
con un orden temporal. El manejo del tiempo no necesariamente debe ser lineal. El
cronista tiene licencia para comenzar por la parte de la historia que estime más
conveniente para sus necesidades narrativas. Por ejemplo, puede incluir al principio la
muerte del personaje y luego devolverse a contarnos cómo fueron las primeras horas
del día en que sucedieron los hechos. En todo caso, aunque los acontecimientos no se
narren en el mismo orden en que se presentaron, al lector le debe quedar claro qué fue
primero y qué fue después.

3 El tiempo no es un simple convencionalismo del género: es definitivo para el ritmo


y la credibilidad de la historia. Deja una huella importante en lo que somos y en lo
que hacemos. Es posible que todas las acciones que un ser humano cualquiera realiza
en su tiempo real, sean importantes para él. Pero no todas lo son dentro de la crónica
que escribamos nosotros. El cronista puede saltarse el momento en que el personaje se
cepilló los dientes e hizo la maleta, siempre y cuando considere que esas dos
actividades no le aportan nada a su relato.

La crónica no será jamás la tierra prometida de los notarios que simplemente se


limitan a dar fe. Tal vez porque, como advierte Martín Vivaldi, “no es la cámara
fotográfica que reproduce un paisaje sino el pincel del pintor que interpreta la
naturaleza, prestándole un acusado matiz subjetivo”.

“La crónica es el único territorio donde combaten con armas iguales la realidad y la
imaginación”, apunta el escritor y periodista Tomás Eloy Martínez. La frase alude a
un privilegio pero también contiene un reto. Por su despliegue de profundidad y de
creatividad estilística, pero también por el criterio informativo que demanda, la
crónica es uno de los géneros periodísticos más exigentes. Para dominarlo es preciso
combinar ciertas dotes de escritor con habilidades de investigador. “Probablemente se
trata del género más difícil de dominar”, sentencia Álex Grijelmo. “De hecho, en un
periódico de prestigio una crónica no la hace cualquiera”.

La elección del tema

1. Elige un tema que sea de interés humano y que, para bien o para mal, afecte al
mayor número posible de personas.

2. En este género el tema no debe provenir obligatoriamente de la realidad inmediata


– la noticia – pero en la medida en que sea actual tiene mayores probabilidades de
captar la atención de la gente. Los medios muy rara vez se aventuran a publicar una
historia que no tenga un gancho de actualidad. En el momento en que la Organización
Mundial de la Salud da a conocer un informe sobre la obesidad, podemos encontrar el
pretexto ideal para trabajar una crónica sobre un gordo -- anónimo o famoso -- que le
ponga rostro humano a las cifras. Es lo que en el medio se denomina “coyuntura” y
algunos teóricos como Álex Grijelmo llaman “percha”.

3. Es recomendable, además, que haya conflicto, es decir, obstáculos entre el


personaje y sus metas, enfrentamientos con otros seres o a veces consigo mismo,
choque con su entorno, dificultades en su rutina cotidiana. Una revisión cuidadosa nos
muestra que la vida corriente está llena de conflictos. Por ejemplo, una mujer cabeza
de familia que intenta sobrevivir y mantener a sus tres hijos con el sueldo mínimo, un
muchacho rechazado en la Base Naval por ser negro, un cirujano que practica una
delicada operación de páncreas, un hombre que no ha podido superar las secuelas de
un secuestro.

4. Procura que haya espacio para las emociones. Pulitzer decía: “hazlos reír o hazlos
llorar”. Un buen cronista sabe que las cifras más contundentes pueden resultar inocuas
si no hay un rostro que las haga más humanas. Sin el ánimo de volverse
melodramático, no hay que olvidar que escribimos para seres que tienen sentimientos.
5. Un elemento que puede potenciar tu tema es la curiosidad. No necesariamente se
trata de buscar que sea el hombre el que muerda al perro, como propuso el periodista
Charles Danah. También los ríos que no se desbordan, los choferes de bus que no se
vuelan los semáforos, la gente que llega puntual a las citas, los políticos que no se
roban ni un centavo y los partos normales, pueden ser excelente materia prima para un
buen cronista.

Simplemente, hay que saber aprovechar lo que cada uno ofrece, captando su esencia y
narrando con fuerza y con encanto. Pero sin duda lo curioso funciona como un valor
agregado. Abundan los ejemplos, como la historia de amor de un enano de 91
centímetros y una mujer de 1;75, escrita por Germán Santamaría. O una reciente del
periódico El País sobre un ladrón que se metió a robar en un hospital y se quedó
dormido.

6. Es recomendable que el tema que vas a tratar te apasione. Cuando escribes sobre
algo que no te interesa, puedes resultar frío, distante, errático. Si no sabes de béisbol,
vas a tener serios problemas para describir una jugada de “bateo y corrido”, y si
apenas hace dos horas te enteraste de quién es Joyce Caroll Oates, no te metas en el
lío de entrevistarla. En un medio de comunicación siempre existe la posibilidad de
trabajar una historia que no te agrada. Pero mientras te sea posible, evítalo. Ernest
Hemingway tenía una frase tan simple como sabia: “escribe sobre lo que conoces”. El
cronista, escritor y académico Juan José Hoyos, en su libro Escribiendo historias, el
arte y el oficio de narrar en el periodismo, nos recuerda que el narrador húngaro
Stephen Vizinczey sugiere plantearse siempre la siguiente pregunta: “¿de verdad me
interesa esto?” Hoyos añade otra cita inquietante del propio Vizinczey: “cuando era
joven perdí mucho tiempo intentando describir vestidos y muebles. No sentía el
menor interés por los vestidos ni por los muebles, pero Balzac experimentaba por
ellos una intensa pasión, que consiguió contagiarme mientras le leía, así que pensé
que debía dominar el arte de escribir excitantes párrafos sobre armarios, si quería ser
algún día un buen novelista. Mis esfuerzos estaban condenados y agotaron todo mi
entusiasmo. Ahora sólo escribo sobre lo que me interesa”.

7. Es importante desarrollar el instinto y confiar en él. De Truman Capote se burlaban


muchos colegas cuando se dedicó a escribir -- ¡durante seis años! -- sobre un caso
aparentemente menor de baranda judicial. El asesinato múltiple de la familia Clutter
(cuatro personas) pudo haberse quedado como un hecho de sangre común y corriente
si no hubiera caído en manos de un narrador excepcional como Capote, quien lo hizo
trascender gracias a la belleza de su relato, a la agilidad en el tratamiento de la trama y
a su agudeza para elaborar el perfil sicológico de los asesinos. Capote confió en su
instinto hasta las últimas consecuencias y el tiempo terminó dándole la razón.
Siempre hay que preguntarse, de cualquier manera, si la historia que se tiene entre
manos es verdaderamente interesante y, en caso de que la respuesta sea afirmativa,
tratar de establecer hasta qué punto puede resultar atractiva. Si algo te conmueve
profundamente o te hace reír o te hace enojar, es muy posible que produzca el mismo
efecto en las demás personas. Pero después te tocará saber recrear la situación.
El trabajo de campo

1. Una vez tienes el tema, lo que sigue es la investigación. Existe la opción de que te
lances a desarrollar el trabajo de campo de manera directa. Lo ideal es que saques un
poco de tiempo para documentarte previamente, bien sea a través de publicaciones --
escritas o audiovisuales -- o a través de personas que conozcan a fondo la materia
sobre la cual vas a tratar. De esa manera acumulas conocimientos que te permiten
explorar mejor a tus personajes y desenvolverte en el entorno que les tocó en suerte.
Si te corresponde trabajar un perfil de Jessica Lange, lo mínimo que debes saber es
que es una importante actriz de cine. Planear tu historia antes de afrontar el trabajo de
campo no implica que vayas con criterios preconcebidos e inmóviles, sino que
orientes tus pesquisas, prepares mejor tus preguntas, sepas por dónde moverte y a
quiénes buscar.

2. Existen las técnicas para desarrollar el trabajo de campo, pero como nos lo recuerda
el ya mencionado Juan José Hoyos, ninguna sirve si el investigador no tiene una
sensibilidad especial para relacionarse con la gente e interesarse por lo que ella
cuenta. El etnógrafo polaco Bronislaw Malinowsky, citado por el propio Hoyos, lo
resume así: “capacidad de sumergirse sin prejuicios en la cultura de los otros, con el
fin de comprenderla y aprehenderla”.

3. Es necesario saber observar. Todo el que tiene ojos, mira. Pero observar va más allá
de las meras pupilas. No es un ejercicio del ojo sino de la inteligencia y de la
sensibilidad. Es poder ver más de lo aparente. La observación es importante porque
permite describir a los personajes y recrear los espacios en los cuales se desenvuelven.

4. También es imprescindible saber escuchar. Estar pendientes de todo lo que los


personajes dicen.

5. Aparte de la observación, el trabajo de campo implica la realización de entrevistas.


Es importante planear los cuestionarios, para no dejar ningún aspecto esencial por
fuera y obtener información suficiente y de calidad. Ahora bien: no hay que ser rehén
de las entrevistas. No basta con escuchar al personaje diciendo que va a misa todos los
domingos: hay que procurar ir a misa con él, verlo actuar en ese escenario. El
testimonio es definitivo pero hay que ir más allá. La realidad no es sólo lo que oigo
sino también lo que veo. En ese sentido, es deseable acompañar a nuestros personajes
en los espacios por los cuales se mueven, pues no en todas partes se comportan de la
misma manera.

6. Muchos reporteros importantes, entre ellos Mark Kramer, aconsejan darle a las
entrevistas que se utilizarán en los grandes géneros narrativos – como la crónica, el
perfil y el reportaje – un tratamiento menos formal, más cercano a la conversación, a
fin de que los personajes se relajen y entreguen información de calidad, anécdotas, y
detalles reveladores y de interés humano.
7. Norman Sims, importante estudioso del periodismo literario, habla de la inmersión.
Es la capacidad de sumergirse en un tema tanto tiempo como sea posible y necesario,
para comprenderlo y recrearlo de manera cabal. No existe un tope que podamos
plantear como dogma. A veces te toca conseguir todo el material en una sola sesión de
trabajo y a veces puedes hacerlo en muchos días o inclusive meses y años. Eso
depende del tema, de tu tiempo y de tus objetivos, lo mismo que de la periodicidad del
medio (si es que trabajas para alguno). Lo cierto es que mientras más convivas con tu
materia, más posibilidades tienes de conocerla a fondo y describirla de manera
profunda.

8. Para conseguir información de calidad -- reveladora y de interés humano -- es


necesario generar confianza. Eso se logra cuando muestras conocimiento del tema y
una actitud de respeto. Pero también cuando tienes paciencia y, a fuerza de perseverar
en la interacción con tus personajes, ya no te ven como el periodista sino como parte
del paisaje.

9. No sólo el protagonista de tu historia tiene algo que contar. Muchas personas que le
conocen y que le han visto actuar en diferentes etapas de su vida, pueden aportarte
información valiosa que el personaje ha omitido, bien sea por olvido o por cualquier
otra razón.

10. Muchos grandes periodistas y escritores critican, con algo de razón, el uso de la
grabadora. García Márquez, por ejemplo, dice que “las grabadoras no oyen los latidos
del corazón”. Y Gay Talese afirma que “yo mismo he sido entrevistado por jóvenes
reporteros que manejaban grabadoras. Como permanecía sentado contestando sus
preguntas, podía verlos medio escuchando, tranquilos, relajados, porque sabían que
las pequeñas ruedas de plástico estaban girando”. También hay defensores de la
grabadora. Dicen que, al fin y al cabo, es una mera herramienta, como la libreta de
apuntes. El problema no es ella misma sino el manejo que le demos. Un bolígrafo, por
ejemplo, puede servir para escribir una novela formidable o para arrancarle los ojos a
la vecina. La grabadora puede permitirnos recordar sonidos, gritos, palabras, que
pueden servirnos después para la recreación de las atmósferas. Si se utiliza
razonablemente y el personaje está de acuerdo, ¿cuál es el problema? De todos
modos, lo importante es tener claro que no siempre se puede usar, ya que a veces
cohíbe o predispone a nuestros interlocutores.

Qué contar y cómo enfocar

1. Una vez has desarrollado la investigación, debes plantearte unas inquietudes


necesarias. Por ejemplo, ¿y ahora qué cuento y cómo enfoco todo este material? ¿Qué
selecciono y qué descarto? ¿Por dónde me meto? No se trata de salir del trabajo de
campo directamente hacia el computador. Es necesario que leas tus apuntes, los
analices, los subrayes, los clasifiques por temas y subtemas, si es posible, a fin de
saber con qué cuentas e ir determinando la posible estructura que le vas a dar a tu
historia. Si tu personaje es Maradona, por ejemplo, algunos de los temas podrían ser
los siguientes: la infancia pobre en el barrio Villa Fiorito, la primera pelota que pateó,
los amigos de adolescencia, el equipo que se arriesgó a contratarlo cuando no era
nadie, el campeonato mundial de 1986, anécdotas conmovedoras o divertidas, el gol
que anotó con la mano, el golazo que hizo driblando jugadores desde la mitad de la
cancha, los títulos con el Nápoles y su caída en las drogas, entre otros.

Cuando repasas tus apuntes, cuando interactúas con ellos, no sólo puedes clasificarlos
para tener un dominio panorámico y en detalle sobre la totalidad de tu material, sino
que además vas descubriendo el grado de interés y de fuerza que tiene cada uno. No
todo lo que se obtuvo en la investigación es digno de ser contado. Hay que saber
seleccionar los datos, de acuerdo con las necesidades informativas, el ritmo y el tono
de la historia, y de acuerdo también con su interés y su color humano. El secreto del
arte de narrar es el manejo de la elipsis, de los pasos de tiempo. Hay que eliminar todo
aquello que, aunque sea cierto, no le aporte nada a la trama. Robándonos una frase de
Alfred Hitchcock sobre el cine, es válido afirmar que “la crónica es la vida sin los
momentos aburridos”.

2. La revisión de los apuntes que te quedaron del trabajo de campo puede permitirte,
además, aclarar la entrada y el remate de tu historia, así como su enfoque e inclusive
el tono que puede resultar más conveniente, de acuerdo con el tema que tienes entre
manos.

3. El enfoque hace referencia a la ruta que vas a tomar para conducir al lector. Tu
criterio y tu olfato deben indicarte qué rasgos o qué elementos resultan más atractivos
para la gente. Con frecuencia hay que elegir un elemento novedoso que llame la
atención y sirva como gancho para el resto de la historia. Por ejemplo, Gonzalo
Arango, para presentarnos al ciclista “Cochise” Rodríguez y definirlo de una vez por
todas como una persona de supuesto mal gusto, empieza mostrándonos el corazón de
Jesús que hay en su casa, al que se refiere como “el más feo del mundo”. ¿Qué habría
pasado si principia por la última etapa que ganó “Cochise”, o por el número de trofeos
de su carrera ciclística? Sencillamente, le habría salido la misma historia convencional
que publican casi todos los redactores deportivos. En cambio, al elegir ese detalle
marcó de inmediato el destino de su relato, que no fue otro que explorar la psiquis y
los modales del personaje, para arrimarnos a una versión suya que estaba inédita hasta
entonces. Describir a gente famosa en espacios diferentes de los que se le conocen,
tiene un encanto evidente. Por ejemplo, si tu personaje es una monja a la que le gusta
el fútbol, es muy posible que te convenga enfocar más por el estadio que por el
templo.

Volvamos un momento a Maradona. Una periodista y escritora argentina, Alicia


Dujovne, escribió un perfil extraordinario sobre él, en el cual hay un capítulo
enfocado en el pie izquierdo del futbolista. Ella nos habla del pie cuando era niño y no
tenía zapatos, del pie caminando por entre montones de guijarros, del pie pateando
una pelota construida con calcetines, del pie como instrumento de la genialidad, del
pie como sinónimo de lo zurdo, de lo torcido, de la caída del personaje. Como en el
caso de “Cochise”, si la autora hubiera decidido hablar del mismo Maradona que
conocemos todos, su narración habría sido menos atractiva. De modo que no es bueno
sentarse en el computador sin tener claro cuál va a ser el enfoque de tu texto. Hay que
procurar, en lo posible, elegir ángulos inexplorados y que te permitan mayor
proximidad humana con los elementos de tu historia.

Algunas pautas para la escritura

1. Por muy lindo que escribas, ten presente que la crónica, aparte de valer por su
propuesta estética, es también un género informativo. Aquí no tienes que suministrar
la información a la manera esquemática de la noticia, pero al fin y al cabo debes
suministrarla. Finalmente, en tu crónica también hay un “qué”, un “dónde”, un
“cuándo”, un “cómo” y un “quién”. (A veces, incluso, también hay un “por qué”). Si
investigas y procesas la información de manera correcta, al lector le van a quedar
resueltos esos interrogantes, aunque utilices el lenguaje más literario que te sea
posible. Recuerda: no debes reemplazar hechos con retórica.

2. Dedícale tiempo a la redacción de la entrada. El primer párrafo no sólo debe servir


para enganchar al lector sino también para determinar el tono y el ritmo de la historia.
Martín Vivaldi considera que las mejores entradas son aquellas en las cuales: a) tienes
algo que decir, b) lo dices de la manera más ágil que te es posible y c) te callas en
cuanto queda dicho. Otros teóricos importantes, como Martínez Albertos,
recomiendan que el lead no exceda las 40 palabras. Esto no es un dogma pero
indudablemente las mejores entradas son aquellas que abordan el asunto de manera
contundente. No se trata de meter toda la información en el párrafo de entrada: a
veces basta una sola línea, un simple detalle bien puesto. Además, no olvides que
tienes la opción de desarrollar la historia a lo largo del texto. Ahora bien: en la
crónica, a diferencia de la noticia, no existe la camisa de fuerza de la pirámide
invertida, que te obliga a introducir lo más importante en la entrada e ir perdiendo
fuerza en la medida en que avanza el relato. Sin embargo, si escribes una crónica que
en los tres primeros párrafos no da una idea clara del tema que vas a abordar,
seguramente estás en serios problemas. Aparte de la economía y la contundencia, se
recomienda un estilo sugerente que llame la atención.

3. A continuación me permito transcribir algunos ejemplos de entradas que aplican los


criterios expresados hasta este momento:

a. “Esta aldea es tan pequeña como el cementerio de Kentucky, pero muchísimo más
aburrida”. (Hemingway describiendo un pueblo de África).

b. .“Batistuta es como una fiera que se la pasa enjaulada a pan y agua, de lunes a
sábado. El domingo lo sueltan en el área”. (Oswaldo Soriano, en perfil del futbolista
Gabriel Batistuta).
c. “Lo único que siempre dejo para mañana, es mi propia muerte”. (Gonzalo Arango
en la crónica que escribió sobre el rumor infundado de que se había suicidado).

d. “Trevor Berbick ya tiene la fórmula para ganarle a Mike Tyson, si acaso se


enfrentan de nuevo en un combate de revancha: un rifle”. (Crónica de la agencia de
noticias AP, sobre la pelea en la cual Mike Tyson le quitó el título mundial a Trevor
Berbick, en tan solo un minuto).

e. “Desde que volví de Ciudad del Este tengo una pesadilla que me persigue: regreso a
Ciudad del Este”. (Alberto Fuguet en una crónica de viajes).

Como se puede ver, todas estas entradas tienen en común la contundencia, la


brevedad, el no saturar el párrafo de datos informativos sino elegir una idea y
expresarla de manera sugerente.

4. Hay que procurar que lo que empieza bien termine bien. El remate es definitivo:
debe ser redondo, dejar la sensación de que el tema fue cerrado de la mejor manera
posible.

5. Tanto el remate como la entrada, así como el desarrollo del tema, son elementos
que se aprenden a fuerza de ejercicios y de constancia, leyendo, además, a los buenos
autores.

6. Algunas recomendaciones en relación con el estilo son las siguientes:

a) Claridad: se trata de expresar las ideas de manera transparente e inequívoca.


Cuando la frase está mal redactada, puede tener un significado diferente al que
pretende darle el autor. Hay que evitar las ideas confusas, los juegos de palabras que
no son entendibles, los párrafos oscuros.

b) Concisión: se trata de decir, ni más ni menos, lo necesario. Hay que evitar el rodeo
inútil.

C) Precisión: procurar ser exactos tanto en el uso del lenguaje como en la


reconstrucción de los hechos que se narran.

D) Sencillez: evita los rebuscamientos: la historia no está en el diccionario sino en la


vida corriente. He aquí un ejemplo del lenguaje amanerado que debes evitar si quieres
que tu prosa tenga fuerza y encanto (la frase fue sacada de un catálogo sobre Bogotá):
“hay que repensar la ciudad desde lo dialogante, para resignificar las nuevas
tendencias urbanísticas”. Con esos giros y ese tono podrás lograr un ensayo
académico muy serio y muy importante, pero jamás una buena crónica. Así de simple.
Pero, por otro lado, conviene tener presente el mandamiento del cuentista uruguayo
Horacio Quiroga: “inútiles serán todos los adjetivos que añadas a un sustantivo débil”.
La poesía no está en la grandilocuencia sino en el aprovechamiento estético de las
situaciones comunes y corrientes. Cuando no tienes la preparación para escribir en un
lenguaje literario, es preferible que narres de manera directa, escueta, en vez de caer
en una floja poetización que no constituye ningún aporte. La poesía, finalmente, no
consiste en mencionar las nubes ni en decirle “astro rey” al sol. Ni tampoco en
“fregarle la paciencia al crepúsculo”, como advertía con gracia al maestro Héctor
Rojas Herazo.

7. Evita incurrir en el culto del paisaje, especialmente cuando no resulte relevante


para tu historia. ¿A cuenta de qué ponerse a describir las nubes cuando tu personaje se
ha machacado un dedo con un martillo? Para explicar gráficamente los problemas que
se derivan de esa situación, imagínate un documental de televisión en el cual el
personaje está diciendo cosas interesantes, mientras el camarógrafo está empecinado
en mostrarnos una hermosa flor roja que se tambalea a la orilla de un riachuelo. Sí,
muy bonita la postal, pero no tiene nada que ver con la historia.

8. Húyele a los lugares comunes y a las frases obvias como si fueran el mismísimo
diablo. Evita expresiones de este corte: “era un día como cualquier otro”, “la hermana
república”, “la trágica muerte”, “negro como la noche”, “claro como el agua” y “por
esas cosas del destino”.

Micro crónica de Alberto Salcedo Ramos

Cuando yo era niño aprendía a ver con los oídos ciertas hazañas de nuestros
deportistas. Con los oídos vi varias peleas de Pambelé, narradas en la radio por
Napoleón Perea. Con los oídos, gracias al relato de Roger Araújo, vi como Junior
ganaba su primer título.

¿Quién iba a pensar que a estas alturas del siglo XXI iba a vivir algo parecido?
Cuando aterricé en México, el partido Colombia-Perú iba cero a cero. La fila de
inmigración era enorme y en ella iba ejecutivos colombianos que tenían planes de
datos activados. Me dediqué a mendigarle imformación al tipo de adelante.

-¡Gol de James!, gritó de pronto.

-¡Gol, hijueputa!, respondió el que iba a su lado.

El hijueputazo corrió de boca en boca a lo largo de la fila. Los colombianos, ya saben,


somos los únicos hablantes del planeta que le ponemos apellido a los goles: ni los
jugadores ni nosotros decimos “gol”, a secas. Tampoco nos basta con la palabra
“golazo”. Necesitamos pronunciar un “hijueputazo” despues de cantar el gol, como
hizo Freddy Rincón contra Alemania en Italia-90.

-Jueputa, empató Perú -bramó mi vecino.

Entonces nos miramos angustiados. Empezamos a averiguar los otros marcadores.


Cuando nos enterábamos de algo nuevo, lo multiplicábamos al instante.

-Faltan cuatro minutos.


Nunca habíamos visto tantos colombianos sentirse a gusto en una fila que no
avanzaba. Llegar a la cabina del guardia que nos iba a sellar el pasaporte era quedar
otra vez en el oscurantismo.

-Tres minutos de reposición - dijo alguien.

Un muchacho de acento antioqueño activó el cronómetro de su teléfono celular.

-¡Clasificamos! -gritó, por fin, el de adelante.

Cuando no se puede seguir en vivo el partido en el que tu selección se juega la vida,


hay que volver a interpretar ciertas señales de humo. Enterarse también es una forma
de ver. Mañana buscaré los goles en Youtube y los comentarios en la prensa. Esta
noche solo quiero imaginarme el partido. Como banda sonora le pondré el vozarrón
emocionado con el que Edgar Perea narró el nocaut de Rocky Valdez a Benny
Briscoe.

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