Corrientes Del Pensamiento Ambiental

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1.

LOS PRIMEROS ANTECEDENTES EN MATERIA AMBIENTALISTA


El punto de partida puede situarse en 1866, cuando surge la Ecología como ciencia producto de los aportes realizados de
Ernest Haeckel quien definió que su campo se abocaba al estudio de las relaciones entre el medio ambiente, los seres
vivos y su distribución en el planeta (Silva Jatobá et al., 2009). Hacia el interior de esta área del conocimiento, el
ecocentrismo considera que la naturaleza posee valor en sí misma, que es de carácter intrínseco, independientemente de
las capacidades que ella pudiera tener para satisfacer las necesidades de las personas.
Las primeras corrientes en surgir hacia finales del siglo XIX fueron el Preservacionismo y el conservacionismo,
impulsados por el avance de las ciudades industriales en Inglaterra y Estados Unidos (EEUU) así como la explotación de
los recursos naturales, situaciones que tendían a la destrucción de los paisajes, la biota y a la pérdida de tierras públicas. El
primero de ellos, proponia el proceso de creación de reservas que tuvieran por finalidad la protección integral de la
naturaleza, cuyo objetivo fue el de preservar paisajes de gran belleza escénica en donde la intervención humana fuera
mínima.
El criterio “museístico” fue el aplicado por esta vertiente, siendo las zonas montañosas o los “paisajes monumentales” los
ejemplos característicos de ella (Caruso, 2013). De aquí emergen las propuestas de creación de parques nacionales (PN),
siendo el primer antecedente del mundo el de Yellowstone (1872) localizado en tierras estadounidenses. En el caso del
Conservacionismo, se consolida en los comienzos del siglo XX como una respuesta al aceleramiento del proceso de
industrialización que en esos años se evidenciaba en EE.UU., Inglaterra y otras naciones europeas. A diferencia de los
preservacionistas, además de propugnar por la creación de reservas naturales a partir de fines estéticos y la protección de
paisajes amenazados por la creciente industrialización, desde este enfoque se interesaba en la relación del hombre y medio
ambiente en los ámbitos urbanos.
2. EL PERÍODO DE POSGUERRA: LA GESTACIÓN DE LA IDEA DE CRISIS AMBIENTAL
En el contexto socioeconómico de la posguerra, el mundo atravesaba un momento de auge económico donde la
consolidación del fordismo (Sistema económico y social basado en la producción industrial en masa en el que los
trabajadores eran pagados con salarios relativamente altos con el fin de que pudieran comprar grandes cantidades de los
productos fabricados.) como modelo de acumulación impulsó un tipo de producción industrial destinada al consumo
masivo, apoyada en el uso intensivo de fuentes de energías basadas en el petróleo y la electricidad. En el plano militar se
implementó la energía nuclear para la producción de armamento.
Todo ello trajo aparejado modos más intensivos de explotar los recursos naturales con sus consecuentes efectos en el
ambiente (Silva Jatoba et al., 2009). En este sentido se expresa Leff (1994) al sostener que durante estos años surge la
percepción de la destrucción de la naturaleza, la cual comienza a configurar consciencia ambiental con relación a los
límites del crecimiento, la denominada irracionalidad de la lógica económica dominante y la destrucción de las bases
ecológicas de sustentabilidad del planeta.
En este marco se inscribe la repercusión planetaria de una serie de problemáticas ambientales que fueron percibidas y
difundidas como catástrofes ecológicas como, por ejemplo, la contaminación y destrucción producidas por el uso de
energía nuclear como arma militar en las ciudades japonesas de Nagasaki e Hiroshima (1945); la contaminación por
radiación como resultado de las pruebas de armas nucleares en el atolón de Bikini ente 1946 y 1958; la concentración de
smog en la ciudad de Londres (1952); el caso de la “enfermedad de Minamata” en Japón (1953); o bien los accidentes de
centrales nucleares como los de Liverpool (Gran Bretaña) y Kyshym (ex Unión Soviética) ambos en 1957. En la década
de 1960, emergió la problemática de las mareas negras que contaminaban el océano y las costas matando a la biota
marina.
. EL SURGIMIENTO DEL PENSAMIENTO AMBIENTALISTA: LA ECOLOGÍA PROFUNDA Y LOS "VERDES
los movimientos ambientalistas comenzaron a sucederse en las clases medias estadounidenses hacia finales de la década
de 1960.
Los movimientos ambientalistas que surgieron durante estos años y que perduran hasta la actualidad, se caracterizaron por
ser de esencia ecocentrista y en los que, de acuerdo con Fodalori (2005 y 2007), se pueden observar dos grandes
posiciones: la Ecología Profunda y los “Verdes”. Ambas impulsan como estrategia de acción la creación de ANP que
tiendan a asegurar grandes porciones de territorios que evidencien la menor cantidad posible de alteraciones
ecosistémicas, garantizando la protección integral de la biodiversidad, el mantenimiento de los servicios
ambientales, el establecimiento de corredores biológicos y la prohibición de actividades y presencia humana,
exceptuando las tareas de investigación. La Ecología Profunda, al igual que las tendencias conservacionistas y
preservacionistas de fines de siglo XIX, se basa en una filosofía que se construye sobre la base de valores intrínsecos a la
naturaleza a partir de los postulados de Alfred Leopold, quien hacia finales de la década de 1940, propone una ética de la
tierra holística, que trasvasa el espectro de los intereses humanos para además incluir a plantas, animales, aguas, etc.
Finalmente, la versión más extrema de esta corriente, se apoya en los postulados de la biología conservacionista, que
asigna a las leyes naturales el carácter de bueno o de mejor valor respecto las actividades humanas, dando lugar así al
fundamentalismo naturalista.
Por otra parte, los “Verdes” contempla a un conjunto de sectores que comparten principios comunes y que
estuvieron influenciados por las obras publicadas durante las décadas de 1960 y 1970. Abarca a los partidos
verdes europeos, por ejemplo de Gran Bretaña y Alemania, como así también a las ONG y tratados
intergubernamentales ecologistas como Greenpeace, Friends of the Earth, o la Convención Ramsar.
se incluyen dentro de esta vertiente a las posturas neomalthusianas, que basadas en las obras como las de
Ehrlich y Hardin, consideran que en el incremento descontrolado de la población mundial –en especial de los
países periféricos- se halla la principal razón de la crisis ambiental, puesto que induce a una creciente actividad
económica que produce escasez de recursos naturales, generación de residuos y deterioro ambiental. Por tal
motivo, las soluciones que desde aquí se proponen se vinculan con el control de la natalidad y la expansión de
la propiedad privada. De acuerdo con Fodalori (2005), cuatro son los presupuestos que estructuran a esta
vertiente. Uno de ellos, es concebir a la Ecología como ciencia rectora de lo social, producto de la difusión de
esta disciplina a partir de la posguerra y la proliferación obras con amplia repercusión mundial durante la
década de 1960 y 1970, como ya se indicó. Otro de los preceptos, se basa en que parten de un punto de vista
ético ecocentrista, que considera como esferas separadas a la naturaleza y a la sociedad cuyo relacionamiento
estaría dado por las leyes ecológicas. La primera es considerada como aquello que existe sin la intervención
humana, posee valores inherentes externos al hombre que debieran conducir su comportamiento. Por
contraposición, lo artificial sería todo aquello resultante del accionar y los procesos sociales. Ello permite
implementar un criterio de valorización frente a la problemática ambiental. Los límites físicos externos al
desarrollo humano es el tercer supuesto que articula a las posturas de los “Verdes”. Aquí se considera que tanto
el crecimiento económico como la reproducción de la población no pueden incrementarse indefinidamente
producto de la finitud material del planeta, la limitación es dada por el stock de recursos necesarios para la
producción y la capacidad de asimilación natural de los residuos de la actividad humana.
El último de los preceptos en los que se apoya la corriente de los “Verdes”, es en la creencia en el
individualismo liberal para generar cambios en los valores sociales. Para estos, un aspecto central para
modificar la realidad, y por ende la crisis ambiental, proviene de un acto de consciencia individual que conlleve
a una nueva ética y patrones de vida y de consumo diferentes que provocarán, a medida que vaya ganando
adeptos, una nueva sociedad.
En el Ambientalismo Moderado, se recuperan las demandas de las propuestas ecocentristas, sin la necesidad de
plantear un freno al desarrollo económico ni alterar las bases del modelo de acumulación. Desde esta
perspectiva se reconocen que la causa de los problemas ambientales radica en el implemento de tecnologías y
procesos que generan residuos y degradación. No obstante, consideran que a través de correcciones técnicas en
los procesos productivos se arribará al fomento de tecnologías limpias y energías sustentables. Esta es la
corriente ambientalista hegemónica, puesto que es la avalada por los organismos internacionales e instituciones
públicas. Asimismo, desde esta perspectiva se continuó abogando por la creación ANP incorporando la idea del
desarrollo sustentable en el plano de la conservación conocido como Enfoque Desarrollista (que junto al del
Desequilibrio), son los que actualmente predominan en Argentina en materia de gestión de unidades de
conservación por parte de los organismos públicos nacionales y provinciales con competencias en la materia.
Desde el Ambientalismo Neoliberal, los bienes naturales (agua, biota, etc.) son percibidos como rareza a partir
de la idea de escasez. Esta condición les atribuye valor de cambio, abriendo la posibilidad de convertirse en
mercaderías, situación en la que se apoya el capitalismo para obtener nuevas formas de lucro y de ampliación de
la acumulación mediante la mercantilización de la naturaleza. Aquí la conservación pasa a ser una problemática
que puede evaluarse como costo-beneficio, mientras que los recursos naturales son entendidos como objetos de
inversión y de formación de capital. Asimismo, los ecosistemas son fragmentados en sus componentes y
divididos entre propietarios con el fin de maximizar su potencial económico. se analiza la corriente de la
Ecología Política que busca elementos explicativos de los conflictos ambientales a partir de las relaciones de
poder desigual entre los diversos actores, que, respondiendo a distintas clases sociales, poseen motivaciones e
intereses diferentes. Asimismo, se critican las posturas de raigambre antropocentristas y ecocentristas, que bajo
narrativas ecologistas que pregonan el amor por la naturaleza, el cuidado ambiental y el desarrollo sustentable,
se han convertido en slogans de limitado efecto de construcción de una nueva racionalidad, consecuencia del
fraccionamiento de sus reivindicaciones. En cuanto a las ANP, se destaca el valor que poseen como instrumento
que garantiza la preservación de la biodiversidad, entendiéndola como un bien común socialmente valorado,
puesto que a partir de la delimitación territorial que aquellas plantean, dichos bienes son resguardados del
avance mercantilizador, privatizador y depredatorio que caracteriza al capitalismo neoliberal

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