Ensayo 1 Tomas de Aquino
Ensayo 1 Tomas de Aquino
Ensayo 1 Tomas de Aquino
Suma Teológica
Tomás de Aquino
Araceli Espinoza
Sección 14
Core: Ética
Andrés Stark
Cuando nos referimos a que el bien humano es un bien “de la razón” o “según la razón”
para Tomás de Aquino, entendemos, primero que todo, que las acciones humanas están
regidas por la razón, y es la razón la que nos permite distinguir el bien del mal. De esta
manera, a través del raciocinio podemos orientar nuestras acciones hacia el bien. Esto, si
bien puede leerse como una filosofía racionalista, tiene a la base la doctrina de la fe
católica, por lo que su fundamento es la creencia en Dios como el bien universal, el cual
impregna a todas las cosas de una bondad intrínseca o por defecto. El propósito de este
texto será profundizar en el vínculo que establece el autor entre el bien humano y la razón,
a propósito de sus reflexiones sobre la virtud y las leyes en base a las cuestiones 5, 18 y 92
de su obra Suma Teológica.
Primero que todo, cabe preguntarse si las acciones humanas, así como la obra de Dios,
también son por defecto todas buenas o también existen acciones malas. La respuesta que
da el autor es que las acciones humanas sí pueden ser malas porque “toda acción tiene tanto
de bondad cuanto tiene de ser” (de Aquino, 1485). Esto quiere decir que, si a alguna acción
le falta plenitud de ser, es decir, no es lo que debiera o podría ser, en ese sentido ya “es
mala” o “tiene maldad”, en el sentido de que desencadena resultados deficientes que no le
permiten desplegarse con todo su ser.
Más adelante en la cuestión 18, el autor afirma que el bien del hombre es “ser según la
razón”, esto es, actuar en conveniencia con la razón, mientras que el mal es lo que está
fuera de la razón. Entonces, los actos morales de los humanos, que proceden de la razón, se
calificarán de buenos o malos en tanto sean actos desplegados en base a la razón. Se podría
decir entonces hilando con lo anterior, que en la medida que estén fuera de la razón
perderían también plenitud de ser.
Hay ciertos aspectos de los actos que permiten evaluar si las acciones humanas se
encuentran actuando según la razón o no y permiten clasificar a los actos en buenos o
malos. Estos elementos son el objeto del acto, vale decir, la acción misma que se realiza;
sus fines, es decir, el propósito último que persiguen; y sus circunstancias, que se entienden
como todos aquellos eventos accidentales que ocurren alrededor del acto durante su
ejecución. Una acción puede estar en consonancia con la razón según su objeto, por
ejemplo, golpear a alguien sería un acto que, desde el punto de vista exclusivo de su objeto
estaría fuera de la razón, ya que agredir a otra persona provoca un daño al otro y por tanto
es un acto malo. Sin embargo, si este mismo acto lo realizó alguien para defenderse y poder
escapar de una persona que le quería robar, su fin sería bueno, ya que se estaría actuando en
defensa propia ante una agresión. Asimismo, se podría decir que este acto sería bueno o
malo según sus circunstancias, por ejemplo, en el caso de que esto se haya hecho para
defender a un tercero de un asalto o dentro del marco de una competencia deportiva de arte
marcial o deporte de contacto, donde las circunstancias lo harían bueno, ya que sería una
demostración de destreza frente al oponente. Lo que queda en claro respecto al pensamiento
del autor es que este análisis de los objetos, fines y circunstancias para diferenciar los actos
buenos y los actos malos es una forma de aplicar la evaluación de la bondad de los actos a
través de la razón.
Yendo hacia otro punto, el bien, plantea el autor en la cuestión 5, tiene “razón de fin” o
“razón de causa final”. Esto se entiende como que el bien puede ser considerado como un
fin en sí mismo. Eso sí, no sería cualquier tipo de fin, sino que estaríamos hablando del fin
más elevado. El bien para el autor es algo que todos apetecen, por lo que existiría una
motivación de las personas a perseguir el bien. Sumando esta idea con la premisa de que las
acciones humanas son buenas por su “ser según la razón”, entonces, lo apetecible del bien
sería lo que moviliza a las personas para que usen su raciocinio.
Por otra parte, el mal actúa como privación del bien, pero no es una privación absoluta que
acaba con toda la bondad que hay en las cosas, sino que algo deja de bien en estas. Así, las
cosas normalmente se encuentran en un intermedio entre el bien y el mal (de Aquino,
1485). Esto explicaría por qué podemos analizar un mismo acto, como el ejemplo de
golpear a una persona, desde tantas perspectivas distintas, porque en la realidad terrenal los
actos estarán más o menos privados de bien según los factores que nombramos
anteriormente, el objeto, su fin y sus medios.
El pensamiento del autor respecto a la ley también es un ejemplo claro de cómo piensa que
el bien humano está orientado por la razón. Tomás de Aquino argumenta que el seguir las
leyes nos hace virtuosos, ya que dice, citando a Dionisio, que la virtud de todo súbdito está
en acatar las leyes de su superior. Junto con esto, afirma que el propósito de todo legislador
es hacer buenas a las personas, por tanto, al seguir las leyes, las personas son inducidas a la
virtud (de Aquino, 1485). Las leyes son dictadas por un gobernante o legislador, por lo que
es el juicio de esta persona el que orientará lo que es permitido, promovido y prohibido
dentro de un gobierno. Este es el primer vínculo que se encuentra entre la razón y las leyes.
A propósito de esto, cabe profundizar respecto de la virtud, ya que, como se dijo
anteriormente, el cumplimiento de las normas de un régimen induce a la virtud de las
personas porque las induce a realizar actos buenos. Pueden existir muchos móviles que
conducen a acatar las normas, como el miedo al castigo de la ley, la costumbre o el impulso
a la bondad por sí misma. El autor plantea que esto último, si bien es lo más deseable, no
siempre moviliza a cumplir la ley. Sin embargo, también se puede cumplir la ley por
dictamen de la razón, y esto también conduciría a la virtud, ya que la razón hace buenos a
los hombres (de Aquino, 1485). Aquí se establece un claro vínculo entre la virtud, las leyes
y la razón. En consecuencia, toda persona que siga las leyes de su gobierno estaría obrando
según el bien.
El autor plantea en este punto una distinción, ya que el bien que hacen nuestras acciones al
seguir las leyes puede ser universal o relativo. Si el gobernante se rige por el bien
“verdadero”, que para Tomás de Aquino es el que estipula la justicia de Dios, las acciones
que se hagan enmarcadas por las leyes de ese régimen tendrán una bondad de validez
universal, ya que para el autor el regirse por la justicia divina es la única vía para alcanzar
el bien común. De lo contrario, si las leyes se basan solo en la razón del gobernante, el bien
que proponga esa legislación será un bien parcial, válido dentro de los límites del propio
gobierno, ya que no sería un bien absoluto, sino uno particular.
Como dijimos al principio, Tomás de Aquino plantea una filosofía racionalista con
fundamento en la fe católica que plantea que las cosas tienen una bondad por defecto, la
cual se expresaría en la medida en que estas puedan expresar su ser en plenitud. Para el
caso particular de las acciones humanas, el ser de las acciones es el “ser según la razón”.
Habrá bondad en las acciones en la medida en que se guíen por la razón, y habrá mal o
maldad en las acciones humanas cada vez en que este ser no se exprese en plenitud, esto es,
que se ejecuten fuera de los marcos de la razón.