Intención Literaria

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INTENCIÓN LITERARIA

QUIÉN ESCRIBE

Nadie sabe, a ciencia cierta, quién escribió las primeras manifestaciones de la literatura épica.
Se ha estudiado el tema sin llegar a una conclusión satisfactoria. Pero, con seguridad, el
pensamiento mítico estaba en la realidad de los antiguos pueblos, toda vez que la invención
heroica se encontraba en el fondo moral de las comunidades; sólo ellas pudieron dar constancia
sobre lo que era verdadero para su manera de pensar, aunque hubiesen elementos suficientes
en las ficciones que no resistían las leyes de la comprobación.

Ahora bien, los bardos o los aedos contaban toda clase de historias que determinaban y
estrujaban emotivamente el entendimiento de las masas. Como se puede comprender, estas
narraciones con rasgos de grandilocuencia, plagadas de actos heroicos y seres sobrenaturales,
dieron lugar a las primeras manifestaciones de la épica: nombre con el que se conoció el género
literario más antiguo, cuyo origen es eminentemente popular.

La creatividad estética de los hombres que lo hicieron público dio lugar a todo un universo de
inventivas y privilegios artísticos; declamadores improvisados iban de localidad en localidad,
llevando, informando y contando la historia de un héroe, historia que iba y venía en boca de
muy distintos voceros, quienes la cambiaban y combinaban con nuevos elementos anecdóticos.

El hablante resultaba inagotable en la verosimilitud que imponía a su fantasía o, por el


contrario, en el despropósito y en lo alucinante de sus versiones; entre más elementos de
interés, suspenso y ficción lograran, mayor atractivo tenían para el oyente.

Un buen día , alguien que tenía conocimiento de la palabra escrita, escuchó las narraciones y las
hizo suyas por medio de la caligrafía y asentó su contenido de manera objetiva. Así se dio punto
de apoyo a la historia y se concedió cierta imparcialidad. No se sabe si fue uno de los oradores o
algún espectador ajeno quien lo realizó, pero en el momento en que se dio orden y coherencia a
la versión escrita, nació la épica como literatura gráfica y quedó rezagada como literatura oral.

POR QUÉ

A la pregunta de por qué escribir, se puede responder de formas muy diversas. Algunos lo hacen
para comprender, otros para sobrevivir. Hay quien dedica su vida a la Literatura por vocación,
necesidad vital, deseo de inmortalidad o para poder vivir otras vidas. Existen muchas razones
para hacerlo.

Para Mario Vargas Llosa escribir es un complemento indispensable de la lectura que se ha ido
convirtiendo, con el tiempo, en una forma de vida en torno a la que organiza toda su existencia.
Fernando Iwasaki también alude a la lectura como el origen de su vocación. Esta pasión le llevó
a creer en la inmortalidad de la palabra escrita y en la escritura como el acto libertario más
poderoso que existe.
Es evidente que detrás de la épica, como de toda configuración artística, hay una necesidad
expresiva; el creador de toda inventiva maravillosa no puede permanecer hermético ante su
comunidad y necesita darla a conocer como algo especial, que no todos pueden concebir desde
sus limitaciones creativas. Quizá en sus orígenes, fueron las primeras veces que un emisor
artístico enviaba un mensaje al receptor que estaba presente, en ese caso, podía contemplar la
recepción que tenía su discurso y se empeñaba en que el que lo escuchaba quedara
emotivamente cautivado por la expresividad y la belleza de sus palabras. Entre las dos partes
(emisor y receptor) de la obra artística, se da un impacto, un extraño sortilegio que de alguna
forma cautiva a ambos. Acto mágico de simbiosis, armonía, emotividad y comunicación que los
embargaba de forma espontánea. Filtro maravilloso la palabra oral y el medio: la literatura.

PARA QUÉ

La literatura es un código de comunicación y, como tal, necesita expresarse para llegar hasta
otros que la sepan comprender. Como todo creador estético, el escritor no puede ser hermético,
necesita explayarse, comunicarse y llegar a otras mentalidades que tengan la apertura suficiente
para darle una merecida recepción. Cabe señalar que el objetivo principal del arte escrito es la
belleza, y ésta se debe dar a conocer para que el mundo en que vivimos sea más amable y
menos adverso; aunque, el discurso artístico puede plantear otro tipo de aspectos de orden
político, ideológico o social, no debe olvidarse que el fin primordial es estético. Si los escritores
establecen una denuncia y una proclama contra el mal proceder del sistema imperante, es aún
mayor su necesidad de comunicación. Ahora bien, en el caso del escritor épico lo que ofrece y
quiere comunicar es un mundo de posibilidades y fascinaciones, de dioses y de héroes, de
hombres y aventuras.

Homero, el gran autor de la Ilíada y la Odisea, inventor de una guerra idealizada que dio un
grandioso anecdotario de circunstancias y tribulaciones. De quien se encuentra en el terreno de
la duda su existencia y su autoría de las dos grandiosas epopeyas. Pero, en las obras demuestra
su necesidad de expresarse y comunicarse, su voluntad de cautivar al auditorio, su capacidad de
ficción y la belleza innegable de sus historias, compuestas con un marco amplio de ficciones,
grandiosidad de semblanzas y veracidad anímica de las conductas humanas; la soberbia, la
envidia, la intriga, el engaño, la seducción que están a la orden del día en el universo de
emociones encontradas de las obras.

La épica surge para deleite de los pueblos, tanto del que habla como del que escucha. Es una
forma de evadir el letargo cotidiano y remontarse espiritualmente a las sofisticadas atmósferas
de la riqueza estética. Escapar de las motivaciones estéticas es imposible, porque están
presentes en los diseños publicitarios, teatros, lecturas, conciertos, medios digitales, modulares,
televisores, discursos, textiles, diseños…

Orozco Torre, A. y Correa, A. (2018) Literatura Universal. México: Pearson, pp.66-69.

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