Antologia 1919 1946 La Emancipacion de La Mujer Sovietica 1a Ed.

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Antología (1919-1946)

La emancipación de la
mujer soviética
Prólogo de Lenin, interludio de Stalin y epílogo de Kolontái

ediciones
mnemosyne
Antología (1919-1946)

La emancipación
de la mujer soviética
Prólogo de Lenin, interludio de Stalin y epílogo de Kolontái
Colección COMUNISTA, n.º 1

0ª Edición, octubre de 2021

1ª Edición, abril de 2022

Imagen de la portada: adaptación de la cubierta del número 1


de 1926 de la revista bolchevique «Rabótnitsa» («La obre-
ra»).

Traducción del texto de Kolontái: Jordi Mesalles García

De las notas, el diseño y la edición, Ediciones Mnemosyne.


Nuestro trabajo puede ser reproducido, compartido y difun-
dido libremente mientras se den los créditos apropiados y sin
fines comerciales.

Ediciones Mnemosyne

www.ediciones-mnemosyne.es

[email protected]
NOTA EDITORIAL

Los tres folletos que recoge esta pequeña antología fueron pu-
blicados por editoriales comunistas: los dos primeros por Edi-
ciones Europa-América (el mayor y más estable proyecto edito-
rial de la Internacional Comunista en castellano) y el tercero
por las Ediciones en Lenguas Extranjeras de Moscú, que fue
durante al menos dos décadas (hasta la aparición de Progreso)
la editorial de referencia para la propaganda soviética interna-
cional. Siguiendo un sano principio colectivista, en ninguno de
los tres textos consta el nombre del traductor, y en el segundo
de ellos tampoco el del autor (probablemente un europeo occi-
dental; quizá incluso un español).

Nuestra edición de estos tres folletos busca ser lo más fiel posi-
ble a los originales en texto y formato. Sólo hemos modificado
la maquetación allí donde nos parecía pertinente para facilitar
la lectura; por ejemplo, le hemos dado sangría a los párrafos
que citan otros textos o discursos. Las notas al pie de los origi-
nales se incorporan tal como aparecen en los folletos; hemos
añadido notas propias, señaladas por la leyenda N. de la E., en
todas las citas de clásicos marxistas y obras de interés para el
lector que hemos logrado localizar. Al margen de esto, nos he-
mos limitado a corregir los numerosos errores de imprenta y
ortotipográficos, estandarizar los términos «técnicos» (v. gr.
koljós en lugar de coljós, casas-cuna en lugar de casas cunas) y
modernizar algunas grafías y expresiones. Por supuesto, el
sentido de los textos se conserva intacto.

En esta nueva edición incorporamos un texto de Lenin a modo


de prólogo, que sintetiza magistralmente el programa bolche-
vique en el frente de la mujer; un breve discurso de Stalin como
interludio, en el que el georgiano analiza el papel de la colecti-
vización en la independencia de las campesinas; y, a modo de
epílogo, un artículo de Kolontái, hasta ahora inédito en caste-
llano, en el que la dirigente comunista hace un breve balance de
las conquistas de las trabajadoras soviéticas.

7
Prólogo

V. I. LENIN

LAS TAREAS DEL MOVIMIENTO OBRERO FEMENINO


EN LA REPÚBLICA SOVIÉTICA*

Discurso en la IV Conferencia de obreras


sin partido de la ciudad de Moscú
23 de septiembre de 1919

Camaradas: Yo saludo con gran alegría a la Conferencia de


obreras. Me permito no referirme a los temas y a las cuestiones
que, naturalmente, más inquietan hoy a cada obrera y a cada
persona consciente de la masa trabajadora. Estas cuestiones más
palpitantes son la relativa a los cereales y la de nuestra situación
militar. Pero, como he visto por las reseñas de prensa de las
reuniones de ustedes que estos problemas han sido expuestos
aquí del modo más completo por el camarada Trotski en lo
tocante al aspecto militar y por los camaradas Yákovleva y
Sviderski en lo que se refiere a los cereales, permítanme que no
toque estos puntos.
Yo quisiera decir unas palabras acerca de las tareas generales
del movimiento obrero femenino en la República Soviética, tanto
de las relacionadas con el paso al socialismo en general como de
las que hoy se plantean en primer plano de manera singularmen-
te imperiosa. Camaradas: La cuestión relativa a la situación de la
mujer ha sido planteada por el Poder soviético desde el primer
momento. Yo creo que la tarea de todo Estado obrero que pase al
socialismo será de género doble. La primera parte de esta tarea
es relativamente simple y fácil. Se refiere a las viejas leyes que
colocaban a la mujer en situación de desigualdad con respecto al
hombre.

*Reproducimos el texto de V. I. Lenin según la traducción contenida


en sus Obras Completas de la Editorial Progreso, tomo 39, páginas
207-214.
9
Desde tiempos lejanos, los representantes de todos los mo-
vimientos liberadores en Europa Occidental, no durante dece-
nios, sino durante siglos, propugnaron la abolición de estas leyes
anticuadas y reivindicaron la igualdad jurídica de la mujer y del
hombre, pero ningún Estado democrático europeo, ni siquiera
las repúblicas más avanzadas, han conseguido realizar esto,
porque donde existe el capitalismo, donde se mantiene la pro-
piedad privada de la tierra y la propiedad privada de las fábricas,
donde se mantiene el poder del capital, los hombres siguen go-
zando de privilegios. Si en Rusia se ha logrado esto, se debe ex-
clusivamente a que desde el 25 de octubre de 1917 se instauró
aquí el poder de los obreros. Desde el primer momento, el Poder
soviético se planteó la tarea de actuar como poder de los traba-
jadores, enemigo de toda explotación. Se planteó la tarea de
suprimir la posibilidad de que los trabajadores fuesen explota-
dos por los terratenientes y capitalistas y de destruir el dominio
del capital. El Poder soviético aspiró a conseguir que los trabaja-
dores organizasen su vida sin propiedad privada de la tierra, sin
propiedad privada de las fábricas, sin esa propiedad privada que
en todas partes, en todo el mundo, incluso con la plena libertad
política, incluso en las repúblicas más democráticas, sumía de
hecho a los trabajadores en la miseria y la esclavitud asalariada,
y a la mujer en una doble esclavitud.
Desde los primeros meses de su existencia, el Poder soviético,
como poder de los trabajadores, realizó el cambio más radical en
la legislación referente a la mujer. En la República Soviética no
ha quedado piedra sobre piedra de todas las leyes que colocaban
a la mujer en una situación de dependencia. Me refiero precisa-
mente a las leyes que utilizaban de modo especial la situación
desventajosa de la mujer, haciéndola víctima de la desigualdad
de derechos y a menudo hasta de humillaciones, es decir, a las
leyes sobre el divorcio, sobre los hijos naturales y sobre el dere-
cho de la mujer a demandar judicialmente del padre alimentos
para el sostenimiento del hijo.
Hay que afirmar que es precisamente en esta esfera donde la
legislación burguesa, incluso en los países más avanzados, se
aprovecha de la situación desventajosa de la mujer, con-
denándola a la desigualdad de derechos y humillándola. Y jus-

10
tamente en esta esfera, el Poder soviético no ha dejado piedra
sobre piedra de las viejas leyes, injustas, insoportables para las
masas trabajadoras. Ahora podemos decir con todo orgullo, sin
exageración alguna, que, exceptuando la Rusia Soviética, no
existe ningún país del mundo donde la mujer goce de plena
igualdad de derechos y no esté colocada en una situación humi-
llante, particularmente sensible en la vida cotidiana, familiar.
Ésta fue una de nuestras primeras y más importantes tareas.
Si tienen ustedes ocasión de entrar en contacto con partidos
hostiles a los bolcheviques, o llegan a sus manos periódicos edi-
tados en ruso en las regiones ocupadas por Kolchak o Denikin, o
hablan con gente que se atiene al punto de vista de estos periódi-
cos, podrán escuchar frecuentemente de sus labios la acusación
de que el Poder soviético ha infringido la democracia.
A nosotros, representantes del Poder soviético, comunistas
bolcheviques y partidarios del Poder soviético, se nos echa en
cara constantemente que hemos violado la democracia, y como
prueba de esta acusación se aduce que el Poder soviético disolvió
la Asamblea Constituyente. A estas acusaciones respondemos
habitualmente así: no concedemos ningún valor a una democra-
cia y a una Asamblea Constituyente que surgieron existiendo la
propiedad privada sobre la tierra, cuando los hombres no eran
iguales, cuando el que tenía capital propio era el amo, y los res-
tantes, trabajando para él, eran sus esclavos asalariados. Esa
democracia encubría la esclavitud incluso en los Estados más
avanzados. Nosotros, como socialistas, somos partidarios de la
democracia únicamente en tanto en cuanto mitiga la situación
de los trabajadores y de los oprimidos. El socialismo se propone
en todo el mundo la lucha contra toda explotación del hombre
por el hombre. Para nosotros ofrece verdadero valor la democra-
cia que sirve a los explotados, a los que sufren la desigualdad. Si
al que no trabaja se le priva de derechos electorales, ésta es pre-
cisamente la verdadera igualdad entre los hombres. Quien no
trabaje, que no coma.
En respuesta a esas acusaciones, decimos que es preciso
comprobar cómo se practica en uno u otro Estado la democracia.
En todas las repúblicas democráticas vemos que se proclama la
igualdad, pero en las leyes civiles y en las leyes sobre los dere-

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chos de la mujer, en el sentido de su situación dentro de la fami-
lia y en el sentido del divorcio, vemos a cada paso la desigualdad
y la humillación de la mujer, y decimos que esto es una violación
de la democracia, y precisamente una violación de que son víc-
timas los oprimidos. El Poder soviético, en mayor medida que
todos los demás países, incluidos los más avanzados, ha puesto
en práctica la democracia al no haber dejado en sus leyes ni el
menor rastro de desigualdad de derechos de la mujer. Lo repito,
ningún Estado, ninguna legislación democrática ha hecho por la
mujer ni la mitad de lo que ha hecho el Poder soviético en los
primeros meses de su existencia.
Naturalmente, no bastan las leyes, y nosotros no nos conten-
tamos de ningún modo con decretos nada más. Pero en el te-
rreno de la legislación hemos hecho todo lo que de nosotros se
exigía para equiparar la situación de la mujer a la del hombre, y
podemos con razón enorgullecemos de ello. Actualmente, la
situación de la mujer en la Rusia Soviética, desde el punto de
vista de los Estados más avanzados, es ideal. Pero afirmamos
que, naturalmente, esto es sólo el comienzo.
Al tener que dedicarse a los quehaceres de la casa, la mujer
aún vive coartada. Para la plena emancipación de la mujer y para
su igualdad efectiva con respecto al hombre, se requiere una
economía colectiva y que la mujer participe en el trabajo produc-
tivo común. Entonces la mujer ocupará la misma situación que
el hombre.
Como es lógico, no se trata de igualar a la mujer en cuanto a
la productividad del trabajo, al volumen, a la duración y a las
condiciones del mismo, etc., sino de que la mujer no se vea
oprimida por su situación en el hogar diferente a la del hombre.
Todas ustedes saben que aun con la plena igualdad de derechos,
subsiste de hecho esta situación de ahogo en que vive la mujer,
ya que sobre ella pesan todos los quehaceres del hogar que son,
en la mayoría de los casos, los más improductivos, más bárbaros
y más penosos de cuantos realiza la mujer. Este trabajo es extra-
ordinariamente mezquino, no contiene nada que contribuya de
algún modo al progreso de la mujer.
En aras del ideal socialista, nosotros queremos luchar por la
plena realización del socialismo, y en este sentido se abre ante la

12
mujer un vasto campo de actividad. Ahora nos preparamos se-
riamente para desbrozar el terreno con miras a la edificación
socialista, pero la propia edificación de la sociedad socialista no
comenzará sino cuando nosotros, una vez conseguida la plena
igualdad de la mujer, emprendamos la nueva tarea junto con la
mujer liberada de este trabajo menudo, embrutecedor e impro-
ductivo. A este respecto tenemos labor para muchos, muchos
años.
Esta labor no puede dar rápidos resultados ni tiene nada de
efectismo brillante.
Estamos creando instituciones, comedores y casas-cuna mo-
delo, que liberen a la mujer del trabajo doméstico. Y es precisa-
mente a la mujer a la que más incumbe la labor de organización
de todas estas instituciones. Hay que reconocer que hoy existen
en Rusia muy pocas instituciones de este tipo, que ayuden a la
mujer a salir del estado de esclava del hogar. El número de estas
instituciones es insignificante, y las condiciones por las que hoy
atraviesa la República Soviética –las condiciones militares y las
del abastecimiento, de las que han hablado aquí a ustedes con
detalle los camaradas– nos estorban en esta labor. Pero hay que
decir que estas instituciones, que liberan a la mujer de su estado
de esclava doméstica, surgen en todas partes donde para ello
existe la menor posibilidad.
Decimos que la emancipación de los obreros debe ser obra de
los obreros mismos, y de igual modo la emancipación de las
obreras debe ser obra de las obreras mismas. Son ellas las que
deben preocuparse de desarrollar esas instituciones, y esta acti-
vidad de la mujer conducirá a un cambio completo de la situa-
ción en que vivía bajo la sociedad capitalista.
En la vieja sociedad capitalista, para ocuparse de política ha-
cía falta una preparación especial, razón por la cual era insignifi-
cante la participación de la mujer en la vida política, incluso en
los países capitalistas más avanzados y más libres. Nuestra tarea
consiste en hacer que la política sea asequible para cada trabaja-
dora. Desde el momento en que está abolida la propiedad priva-
da de la tierra y de las fábricas y ha sido derrocado el poder de
los terratenientes y los capitalistas, las tareas de la política para
la masa trabajadora y para las mujeres trabajadoras pasan a ser

13
sencillas, claras y plenamente asequibles para todas. En la socie-
dad capitalista, la mujer está colocada en una situación tal de
falta de derechos que su participación en la vida política es mí-
nima en comparación con el hombre. Para que cambie esta si-
tuación, es preciso que exista el poder de los trabajadores, y
entonces las tareas principales de la política se reducirán a todo
lo que directamente atañe a la suerte de los propios trabajado-
res.
En este sentido es necesaria también la participación de las
obreras, no sólo de las militantes del Partido, de las que son
conscientes, sino de las sin partido y de las más inconscientes.
En este sentido, el Poder soviético brinda a las obreras un vasto
campo de actividad.
Hemos atravesado una situación muy difícil en la lucha con-
tra las fuerzas hostiles a la Rusia Soviética, que sostienen la
campaña contra ella. Nos ha sido difícil luchar en el terreno
militar contra las fuerzas que están haciendo la guerra al poder
de los trabajadores, y en la esfera del abastecimiento contra los
especuladores, porque no es lo bastante grande el número de
personas, el número de trabajadores que acuden plenamente en
nuestra ayuda con su propio trabajo. En este sentido, el Poder
soviético nada puede apreciar tanto como el concurso de las
amplias masas de obreras sin partido. Ellas deben saber que en
la vieja sociedad burguesa se requería, tal vez, para la actividad
política una preparación compleja, inasequible para la mujer.
Pero la República Soviética se propone como tarea principal de
su actividad política la lucha contra los terratenientes y los capi-
talistas, la lucha por la supresión de la explotación, y de ahí que
en la República Soviética se abra para las obreras el campo de la
actividad política, que consistirá en que la mujer ayude al hom-
bre con su capacidad organizadora.
No necesitamos solamente la labor de organización de millo-
nes de personas. Necesitamos además la labor de organización
en la más modesta escala, que permita también trabajar a las
mujeres. La mujer puede trabajar asimismo en tiempo de guerra,
cuando se trate de ayudar al ejército y de realizar propaganda
dentro de él. En todo esto debe tomar parte activa la mujer para
que el Ejército Rojo vea que hay preocupación y desvelo por él.

14
La mujer puede ser útil igualmente en todo lo relacionado con el
abastecimiento: distribución de los productos y mejora de la
alimentación pública, desarrollo de los comedores que tan am-
pliamente han sido organizados ahora en Petrogrado.
Éstas son las esferas en las que la actividad de las obreras ad-
quiere verdadera importancia desde el punto de vista de la orga-
nización. La participación de la mujer es necesaria también en la
creación de grandes haciendes experimentales y en el control de
las mismas, para que esto no sea obra de unos pocos. Esta em-
presa es irrealizable si no participa en ella un gran número de
trabajadoras. Las obreras pueden perfectamente intervenir en
esta labor, además, controlando la distribución de los productos
y procurando que sea más fácil adquirirlos. Esta tarea es plena-
mente proporcionada a las fuerzas de las obreras sin partido, y
su realización contribuirá poderosamente al afianzamiento de la
sociedad socialista.
Una vez abolida la propiedad privada de la tierra y suprimida
casi por entero la propiedad privada de las fábricas, el Poder
soviético tiende a que en esta edificación económica participen
todos los trabajadores, no sólo los militantes del Partido, sino
también los sin partido, y no sólo los hombres, sino también las
mujeres. Esta obra iniciada por el Poder soviético puede progre-
sar únicamente cuando en ella tomen parte, en toda Rusia, no
cientos sino millones y millones de mujeres. Entonces, estamos
seguros de ello, se afianzará la obra de la construcción socialista.
Entonces los trabajadores demostrarán que pueden vivir y
pueden administrar sin terratenientes ni capitalistas. Entonces
será tan firme en Rusia la edificación socialista que no causará
temor a la República Soviética ningún enemigo, exterior ni inte-
rior.

15
Primer folleto

SOLOMIN

LA EMANCIPACIÓN DE LA MUJER EN LA U.R.S.S.*

Valentina Ivanovna Petrova es una obrera textil que ha traba-


jado desde 1909 en varias fábricas. La revolución ha producido
una brusca crisis en la vida de Valentina Ivanovna. De la antigua
miseria, opresión y privación de derechos no ha quedado el me-
nor vestigio. La Revolución de Octubre ha llamado a Petrova a
una nueva vida, a la edificación de la sociedad socialista. El fren-
te de batalla, el estudio, el trabajo activo sindical del Partido han
reeducado a Valentina Ivanovna Petrova. En 1929 la designan
para ocupar un alto y responsable puesto: vicedirectora de la
más grande fábrica textil, la «Trejgornaia Manufactura».
Pasados dos años, Petrova abandona a su querida «Trejgor-
ka». La abandona para ocupar el puesto, primero, de presidenta
del Soviet regional de Krasne Presnai, y luego, de secretaria del
Soviet Sindical de la ciudad de Moscú.
Esa exobrera textil era, en el pasado, una mujer poco cons-
ciente, actualmente una participante de gran talla, activa y orga-
nizadora de los sectores combativos de nuestra construcción
socialista. He aquí lo que escribe en su autobiografía:

En 1931, durante las fiestas de Octubre, fui miembro de la


comisión de recepción de los huéspedes extranjeros. Tuve
que conversar con ellos. Estaban asombrados de que una mu-
jer, obrera textil, haya destacado tanto. Pero no soy yo la úni-
ca; ejemplos de esta índole existen entre nosotros a millares.

*Reproducimos el texto de Solomin según la traducción publicada


por Ediciones Europa-América en 1933.
17
Precisamente ahora tiene la obrera la posibilidad de tra-
bajar en los puestos de responsabilidad. Desde 1917 se han
abierto ante la obrera amplios caminos en la administración
del Estado. Se están llevando a la práctica las palabras de Le-
nin: «Toda cocinera debe saber administrar el Estado».1 La
mujer es una copartícipe activa en la construcción socialista,
en la misma medida en que fue una activa combatiente en el
frente de la guerra civil y en el frente de la restauración de la
economía.
El Partido da la posibilidad a la obrera de forjar en sí
misma un combatiente de la construcción socialista. La obre-
ra marcha hoy al unísono con la clase trabajadora.
El Partido Comunista ha logrado grandes victorias. Ha
llevado a la clase obrera por el camino de la lucha y bajo su
dirección se han producido los magnos días de Octubre; bajo
su dirección hemos sabido vencer a los enemigos y a los ban-
didos blancos; hemos sabido restaurar nuestra economía
destruida, y, bajo su dirección, edificaremos el socialismo.
(La obrera en la construcción socialista)

Valentina Ivanovna Petrova no es una excepción. Su biografía


es característica y típica de muchas obreras trabajadoras soviéti-
cas. De la cocina, de los pañales, de lavar la ropa, hasta el trabajo
creador, organizador y dirigente; éste es el camino de muchos
millares de trabajadoras de la U.R.S.S.

1 Famosa paráfrasis del siguiente fragmento: «No somos utopistas.


Sabemos que cualquier peón y cualquier cocinera son incapaces de
asumir ahora mismo la gobernación del Estado. […] Pero nos dife-
renciamos de estos ciudadanos [los demócratas constitucionalistas]
en que exigimos romper sin demora con el prejuicio de que sólo los
ricos o funcionarios procedentes de familias ricas pueden gobernar
el Estado, efectuar el trabajo cotidiano de administración. Nosotros
exigimos que el aprendizaje de la administración del Estado corra a
cargo de obreros y soldados conscientes y que se emprenda sin de-
mora, es decir, que se empiece inmediatamente a hacer participar en
este aprendizaje a todos los trabajadores, a toda la población po-
bre.» LENIN, V. I.: ¿Se sostendrán los bolcheviques en el poder?
(1917); en Obras Completas, tomo 34, página 324. Editorial Progre-
so, Moscú, 1985. | N. de la E.
18
Dos años después de la Revolución de Octubre, Vladimiro
Ilitch [Lenin] decía en un artículo dedicado al balance de los dos
primeros años de existencia de la joven República:

En estos dos años, el poder soviético, en uno de los países


más atrasados de Europa, ha hecho por la emancipación de la
mujer, por igualarla con el sexo «fuerte», mucho más de lo
que han hecho todas las repúblicas avanzadas, ilustradas,
«democráticas» de todo el mundo en el período de ciento
treinta años (desde la época de la gran revolución francesa de
1789).2

Desde que Lenin escribió esas frases, han pasado trece años.
En el transcurso de esos años, el país soviético ha atravesado un
camino difícil y heroico. De país atrasado en todos los sentidos,
de país de miseria y falta de cultura, la U.R.S.S. se ha transfor-
mado en un país de técnica y cultura avanzadas, en un país de
trabajo emancipado.
No hay ni un rinconcito en la Unión Soviética donde obreros
y trabajadores no estén por la gran construcción socialista, por la
gran reconstrucción de toda su vida sobre principios nuevos,
socialistas, bajo la dirección de su partido.
El camarada Lenin hizo notar no pocas veces que la construc-
ción auténtica del socialismo comenzará sólo cuando las enor-
mes masas de mujeres trabajadoras se incorporen a ella.

Perseguimos el ideal socialista, queremos luchar por la


realización completa del socialismo, y aquí la mujer encuen-
tra un amplio campo de trabajo. La construcción de la socie-
dad socialista comenzará sólo cuando, después de conseguir
la igualdad plena de la mujer, comencemos la nueva labor de
la mujer emancipada del trabajo mezquino, embotador y po-
co productivo...3

2 Cfr. LENIN, V. I.: El poder soviético y la posición de la mujer


(1919); en Obras Completas, tomo 39, página 297. Editorial Progre-
so, Moscú, 1986. | N. de la E.
3 Cfr. LENIN, V. I.: Las tareas del movimiento obrero femenino en

19
Y más adelante:

La obra comenzada por el poder soviético puede avanzar


únicamente cuando, en vez de centenares de mujeres en toda
la Rusia, participen en la obra millones y millones... Entonces
la tarea de la construcción socialista estará cimentada tan só-
lidamente que no habrá enemigos dentro ni fuera de Rusia
que sean peligrosos para la República de los Soviets.4

En las condiciones capitalistas, la mujer se ve sometida a una


explotación más ruda que el hombre en las fábricas y talleres.
Una opresión suplementaria de la mujer son los grillos [grilletes]
de la familia, una carga complementaria es el eterno trajín en la
cocina, y, por último, la educación de los niños entregada por
entero en manos de la mujer. La mujer está privada de toda una
serie de derechos políticos, pero con la opresión que soporta, ni
siquiera la declaración de igualdad de derechos modifica prácti-
camente los destinos de la mujer, pues a la mujer proletaria no le
resta ni tiempo ni fuerzas para aprovecharse de ellos.
Los capitalistas no renuncian en absoluto al empleo del tra-
bajo femenino. Empléase el trabajo de la mujer en una escala
extraordinariamente amplia, constituyendo en Francia hasta el
40% del total de obreros: en Alemania, el 37%; en Checoslova-
quia, el 39%, etc. En todos los países capitalistas hay alrededor
de 60 millones de mujeres obreras, pero la incorporación de las
mujeres al trabajo en las fábricas y talleres conduce tan sólo a un
nuevo y cruel avasallamiento. Los capitalistas emplean en tan
vastas proporciones el trabajo femenino para agravar la explota-
ción. El salario de los obreros desciende de año en año, de mes
en mes. Pero hasta ese salario en descenso resulta un lujo exce-
sivo para las obreras. La obrera, por el mero hecho de ser mujer,
recibe en Francia el 56% del salario de un hombre; en Inglaterra,
el 46%; en la China, tan sólo el 8,25%.

la República Soviética (1919); en Obras Completas, t. 39, p. 211.


Editorial Progreso, Moscú, 1986. | N. de la E.
4 Cfr. Ibidem, pp. 213-214. | N. de la E.

20
La plaga del paro forzoso afecta dolorosamente a la mujer. Y
al quedar desocupada la mujer tampoco goza de los mismos
derechos que el hombre. En una serie de países la mujer recibe
un subsidio menor que el hombre; en otros (Polonia, Alemania)
una mujer casada sin trabajo está privada de todo subsidio si
alguno de los miembros de la familia trabaja o percibe subsidio.
En oposición al mundo capitalista, la Unión Soviética presta
una atención especial al saneamiento del trabajo femenino, a su
activa incorporación a la producción, a la instrucción, al trabajo
directo de la administración del país. Tras una equiparación de
la mujer en sus derechos con el hombre, siguió un período de
lucha por su emancipación efectiva. Sólo cuando la mujer obten-
ga, a la par del hombre, el acceso al trabajo productivo, pueden
ser alcanzados éxitos significativos en la obra de la emancipación
económica de la mujer.
En la U.R.S.S. crece cada año el enrolamiento en la produc-
ción de nuevos millares de mujeres trabajadoras, de esposas de
obreros, de miembros de sus familias.
En 1930 fueron incorporadas a la producción un millón de
mujeres; en 1931, cerca de millón y medio; en 1932, el mismo
número. El papel del trabajo femenino en la industria y en toda
la economía nacional aumenta incesantemente. La preparación
de la mujer para nuevas funciones de trabajo avanza con un
rápido ritmo. En 1930, las mujeres constituían la tercera parte
de los que recibieron una preparación productiva; en 1932 fue-
ron admitidas en las escuelas de aprendizaje fabril más de
300.000 jóvenes.
La mujer se aleja cada vez más de la cocina y se coloca en las
filas de los constructores activos del socialismo. Pues sólo por
este camino es posible alcanzar la equiparación en los derechos
económicos de la mujer.
A diferencia de los países capitalistas, el trabajo de la mujer
en las empresas soviéticas se halla bajo la constante vigilancia
de los órganos de trabajo. Más abajo examinaremos detallada-
mente todas las condiciones que alivian el trabajo femenino en la
U.R.S.S.
Pero no es suficiente enrolar a la mujer en la fábrica. Hay que
darle la posibilidad de trabajar en la producción, de dedicar la

21
noche al estudio y al trabajo social. La economía individual case-
ra no da esa posibilidad ni puede darla. La salida está sólo en la
reconstrucción socialista de las formas de vida.
Los éxitos de la Unión Soviética, la industrialización y la co-
lectivización del país, han hecho avanzar mucho la reconstruc-
ción de la vida social sobre principios colectivos. Las casas-cuna,
los lavaderos, los baños, los clubs, los comedores; todo esto
emancipa a la mujer, la libra de la esclavitud doméstica y le per-
mite participar activamente en la edificación socialista.
Una enorme porción de tiempo y de fuerzas de la mujer se
gasta en la cocina, se invierte en la preparación de la alimenta-
ción individual, en trajinar con los pucheros. El crecimiento
colosal de la red de la alimentación social en la U.R.S.S. coadyu-
va a la real emancipación de la mujer.
En 1928 había en toda la Unión Soviética 1.856 comedores
colectivos; en 1932, ese número llegó a 17.000. En 1928 fueron
abarcadas por la alimentación colectiva tan sólo 1.250.000 per-
sonas; en 1932 había ya 13.500.000.
El lavado de la ropa constituye uno de los aspectos más im-
portantes del trabajo físico que deja a la obrera extenuada. En
1930 fueron asignados para el renglón lavaderos comunales
8.000.000 de rublos; en 1931, 12.000.000, y en 1932 se inverti-
rán 27.000.000 de rublos.
Pero para colectivizar las formas de vida no es suficiente li-
bertar a la mujer de la cocina y del lavado de ropa. Si permanece
encadenada a los hijos, la mujer no puede luchar activamente
por la realización del plan de producción, no puede participar
activamente en la vasta vida social y política del país.
He ahí por qué el Partido y el poder soviético prestan una
atención especial a la construcción de una red de jardines infan-
tiles, de plazas de recreos, de casas-cuna, que adquieren una
importancia trascendental, en conexión con la incorporación
cada vez más amplia de las masas femeninas a la producción.
La resolución del Partido dice:

Es necesario desarrollar la construcción de una red su-


plementaria de jardines de infancia, de campos de juego y de
asilos, que asumen una función cada vez más vital para nues-

22
tra sociedad, en cuanto que entrará en la producción un nú-
mero cada vez mayor de mujeres. Esta red de asilos, campos
de juego y jardines de infancia deberá desarrollarse hasta el
grado de poder hospedar en el curso de dos años a todos los
hijos de los obreros ocupados en la producción. (Resolucio-
nes del pleno del Comité Central del P.C., celebrado en junio
de 1931)5

Para juzgar los beneficios reportados a la mujer por el poder


soviético, lo mejor es oír lo que cuentan ellas mismas, mujeres
trabajadoras, obreras de fábricas y talleres. Hace poco, un grupo
de obreras del combinado textil más grande, de la «Trejgornaia
Manufactura», exfábrica de Projorov, escribieron sus autobio-
grafías.
Sus palabras, sencillas e ingenuas, son una ilustración palma-
ria del grandioso proceso que se opera ante nuestra vista, el
proceso de la emancipación de la mujer.
Cedamos la palabra a las mismas obreras:

Tengo cuarenta y seis años. He nacido en la aldehuela Go-


lubino, de la provincia de Moscú, departamento Serpujov,
distrito Ulianinovskoi. Éramos una familia pobre; teníamos
una vaca, pero no teníamos caballo. El padre trabajaba en
Moscú de cochero; ganaba de cinco a siete rublos con comi-
da...
Mi madre murió en carnaval, y después de las pascuas,
una tía mía, que vivía en «Trejgorka», me llevó a su casa.
Como no tenía la edad, me aumentó un año, me dieron un
pasaporte y el director me colocó en la sección de tejidos.
Trabajé allí durante tres años, cobraba seis, siete, ocho ru-
blos. Vivía en los dormitorios de las muchachas. Una vida no
del todo cómoda: una tarima de un metro; bajo ella, un ca-

5Hemos sustituido la traducción presente en el original por una más


completa, extraída de: Resolución del pleno del C.C. del P.C. (b) del
15 de junio de 1931 sobre la economía urbana de la ciudad de Mos-
cú y sobre el desarrollo de la economía urbana de la URSS; en
CECCARELLI, P. (comp.): La construcción de la ciudad soviética,
pp. 191-210. Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 1972. | N. de la E.
23
jón: dos tarimas unidas y un pasillo de una anchura de unos
40 centímetros; no había mesa, y bajo la tarima había todo:
un balde, un bacín y una tina... Comíamos en la cocina, en la
caballeriza. Comíamos seis personas en una taza de madera...
La carne era de la peor, a veces encontrábamos gusanos
enormes... Muchos días ayunábamos...
Trabajábamos desde las cuatro de la madrugada hasta
las diez de la noche, y luego, de las diez de la mañana hasta
las cuatro.
Hasta 1905 todo andaba mal. Después de 1905 comenza-
mos a vivir un poco mejor. Pero no se puede comparar con la
vida actual, aunque atravesamos algunas dificultades. En
1905 ya se había insinuado que sonaría algún día la hora final
del capitalismo...
Antes temíamos pronunciar una sola palabra contra la
administración de la fábrica, y sobre el zar no abríamos la
boca; ahora no tememos nada; si hay hechos que criticar,
ninguna se muerde la lengua.
Mi hijo mayor está ahora en el Ejército Rojo; trabajaba en
la fábrica, sección de tejidos y aprendía el oficio de chófer.
Mi segundo hijo está aprendiendo el oficio de cerrajero en
la escuela de la Sección de Instrucción Pública de Moscú, y
mi hija hace poco se fue a estudiar química.

Así relata su vida anterior y actual la obrera de la «Trejgor-


naia Manufactura», una activa productora llamada Tatiana Iego-
rovna Doktsova.
He aquí lo que comunica sobre su pasado y su vida actual la
obrera Iroida Ivanovna Komisarova:

He nacido en una aldea grande, Chansk, de la provincia


de Kaluga, departamento Medinsk, distrito rural Virievsk.
A los doce años comencé a trabajar en la fábrica de Mes-
cherin, con un sueldo de 18 y más tarde de 80 kopeks. El di-
nero se lo entregaba a mis padres. Luego me permitieron vi-
vir con ellos y me concedieron la mitad de una tarima: dor-
mía allí con una muchacha. Luego, mi padre me envió a
Iversk: había allí gente inteligente que sabía agregar años. A

24
mí me agregaron dos años y medio, de modo que resultaron
diez y siete años, mientras que yo no tenía ni quince. Mi pa-
dre pagó por esa operación 50 kopeks. De nuevo comencé a
trabajar. No recuerdo cuántas horas trabajaba; sólo sé que
eran muchas.
Trabajé siempre en «Trejgorka». Cuando comenzó la gue-
rra, pensé que eso estaba mal. Muy bien, cuando apareció la
consigna «abajo la guerra». Era una alegría para todas las
viudas y huérfanos. Cuando llegó el, 1917, era tanta la alegría,
tal el regocijo...
En 1917, todos siguieron a los bolcheviques.
Yo fui elegida delegada del taller. Luego, en los años de
hambre, iba a inspeccionar los asilos de niños. Trabajé a con-
ciencia; me elogiaban, me llamaban al Partido. En 1930 era
miembro del Comité de fábrica y hasta de la presidencia; tra-
bajaba en el buró del taller. El verano de 1930 fui de excur-
sión a Orejovo-Zuevo a ver cómo trabajan allí, cómo cumplen
el plan.
No pienso ahora en Dios. No voy a la iglesia ni rezo; pien-
so y digo que nos embaucan, que nos engañan. De esta mane-
ra comencé a pensar después de 1917, al empezar a asistir a
las reuniones.
Siempre trabajábamos a destajo y también antes de haber
brigada de choque procurábamos trabajar bien; pero después
lo hacíamos mejor: no llegar tarde, no alejarse del banco de
trabajo, no faltar al trabajo. Y el salario ha aumentado.

Cedamos ahora la palabra a otra obrera de la misma fábrica:


Praskovia Etiepanovna Komarova:

Me casaron a los diez y seis años, en 1910, y comencé el


noviazgo a los quince y medio. Mi novio trabajaba en Moscú,
en la fábrica de Projorvsk, en la sección de percal.
En cuanto me casé fuimos a Moscú. Aquí mi marido com-
pró un abecedario y comenzó a darme lecciones.
Al principio alquilamos una pieza por ocho rublos; luego
nos resultó caro y tomamos un inquilino: un primo. Al cabo
de seis meses empecé a trabajar en «Trejgorka». Al principio

25
trabajaba en la sección de percal: ganaba 18 rublos. Luego me
pasaron a la sección de tejidos, donde necesitaban gente. Mas
tarde me trasladaron. A los cinco años, en vísperas de las
pascuas, hubo un despido de obreros, yo entre ellos, aunque
protesté y grité. Pronto me tomaron otra vez en la sección de
percal, y más tarde de nuevo a la sección de tejidos. Hasta el
principio de la guerra cobraba de 29 a 25 rublos, y mi marido
18 rublos. Trabajábamos sin salir, desde las cuatro de la ma-
drugada hasta las diez de la noche...

Llegó Octubre, y la vida de Komarova sufrió un cambio:

En 1925 me eligieron delegada del taller. Lo desempeñé


por seis meses, luego me reeligieron por otros seis. También
estaba en la sección femenina y comencé a convencerme de
que todo lo que se realizaba era necesario, y explicaba y con-
taba a las obreras todo lo que se decía en las reuniones. Las
reunía y les decía: «A ver si vigilamos mejor el trabajo...»
En los días de descanso enseñaba a las nuevas obreras,
que vinieron de los koljoses [granjas de propiedad colectiva].
Les explicaba para qué sirven los koljoses, qué es el Partido.
Muchas han ingresado ya en Partido, y las jóvenes, en la Ju-
ventud Comunista. Además, enseño a trabajar en las máqui-
nas; enseño a una obrera nueva cómo hay que trabajar en
una máquina de ocho lados, cuando ella ni siquiera sabe tra-
bajar en una. Hay mucho que hacer.
No ingresé antes en el Partido porque hay que asistir a las
reuniones, de lo contrario me retrasaría. Vivía en una habita-
ción sola y no había con quien dejar los hijos. ¡Qué miembro
del Partido seré yo si no puedo explicar nada! En cuanto me
dieron mejor habitación, me di cuenta de que ya podía ingre-
sar en el Partido. Antes, temía asistir a las reuniones. Pensa-
ba: ¿cómo iré? Pero la primera vez que se asiste, ya se siente
uno atraído. Vuelve uno de la reunión y como si ya lo supiera
todo.
Mi hija mayor tiene trece años; está en el quinto grupo; la
hija tiene diez años y el chico menor ocho. Se ocupa de ejerci-
cios físicos. En verano, la abuela quiso que fuera a comulgar;

26
pero él no quiso: «Vete sola», le dijo: ¡Oh! Él es un «octubris-
ta» y los mayores son pioneros. No les prohíbo nada a los
chicos; van donde quieren, es su voluntad. Asisten a reunio-
nes y yo sé que de esto va a resultar un bien. Si no asistiesen,
nada bueno resultaría.

Podríamos citar otras muchas autobiografías semejantes, que


evidencian con toda claridad la transformación que se ha opera-
do en la situación de las obreras.
La esclava antigua, que se sometía en todo sin chistar al ma-
rido, ligada estrecha y sólidamente a su hogar, es ahora un cons-
tructor activo, que goza de todos los derechos en la nueva socie-
dad socialista sin clases.
Toda la legislación y la labor práctica de los órganos soviéti-
cos tienden a asegurar a la mujer trabajadora una igualdad efec-
tiva, no formal en los derechos.

POR LA IGUALDAD JURÍDICA Y PRÁCTICA


DE LOS DERECHOS DE LA MUJER

La Revolución de Octubre ha establecido la completa igual-


dad jurídica de los derechos de la mujer.
El matrimonio por la iglesia constituye un asunto exclusiva-
mente personal de los ciudadanos que lo contraen, y no concede
ningún derecho jurídico. El registro del matrimonio en los órga-
nos del Registro civil (Sección de registro de las actas de Estado
Civil) no es obligatorio, pero «se establece (…), en interés del
Estado y del público, para facilitar la protección de las personas,
derechos, bienes e intereses de los esposos y de los hijos» (Art. 1°
del Código de Leyes sobre el matrimonio, la familia, la tutela).6
Los derechos de bienes de los esposos se definen por los si-
guientes artículos del Código:

6Citamos todos los artículos según la única versión castellana del


Código que nos es conocida: BALSELLS MORERA, P. (trad.): Códi-
go de familia soviética. Matrimonio, divorcio, familia, tutela y
adopción. Librería Bosch, Barcelona, 1933. | N. de la E.
27
Los esposos gozan, recíprocamente, de plena libertad para
elegir profesión u oficio. La dirección económica del matri-
monio se funda en el consentimiento de los esposos. El cam-
bio de residencia de uno de los esposos no crea en el otro la
obligación de seguirle. (Art. 9º)
Los bienes particulares de los esposos conservan durante
el mismo carácter. Los bienes adquiridos durante el matri-
monio se consideran bienes comunes a ambos cónyuges.
(Art. 10º)

En vez del procedimiento, largo y penoso para la mujer, del


divorcio en el pasado, aquí no tiene ningunas dificultades.

En vida de los cónyuges el matrimonio puede cesar, por


mutuo disenso o por unilateral deseo de cualquiera de ellos.
(Art. 18º)
La extinción del matrimonio, tanto si fue inscrito como en
caso de no haberlo sido, pero declarado por el juez (…) puede
inscribirse en el registro de actos de ciudadanía (divorcio).
(Art. 19º)

Son simples y áridas esas líneas de las leyes, pero ¡qué revo-
lución gigantesca han realizado en la situación social de la mu-
jer!
El camarada Lenin dio la siguiente característica de la legis-
lación soviética, en lo que respecta al matrimonio y a la familia:

La revolución más terminante realizada por el poder so-


viético, como poder de los trabajadores, en los primeros me-
ses de su existencia, es la legislación referente a las mujeres.
No ha quedado piedra sobre piedra en la República Soviética
de aquellas leyes que colocaban a la mujer en una situación
de subordinación. Me refiero precisamente a aquellas leyes
que aprovechaban especialmente el estado débil de la mujer,
colocándola en una situación de desigualdad de derechos y a
veces de humillación, es decir, leyes del divorcio y de los hijos
fuera del matrimonio, del derecho de la mujer a percibir del

28
padre de su hijo lo necesario para asegurar su existencia.7

La Revolución de Octubre, al libertar a la mujer, ha arranca-


do las raíces de un atributo vergonzoso e inalienable del sistema
capitalista. Nos referimos a la prostitución.
La prostitución es un compañero inevitable de la dominación
capitalista. A la par del desarrollo capitalista, florece también la
prostitución.
La lucha contra la prostitución en los países burgueses, si es
que se puede llamar así, se lleva por medio de la reglamentación.
Toda la hipocresía de esta institución hace tiempo que está des-
cubierta por los representantes de la misma burguesía. Ni un
Estado burgués se decide a jactarse de la disminución de la pros-
titución, como resultado de la reglamentación.
El examen médico de las prostitutas, para separar las enfer-
mas venéreas, es en la práctica una farsa.

En Hamburgo –escribe Feckseer–, las mujeres se aglome-


ran en una casa pública, donde se las admite en la cantidad
que permite la capacidad de la habitación. Las examinan por
grupos. El médico echa un vistazo a la boca, a los órganos ge-
nitales, y muy raramente utiliza el espéculo; durante el exa-
men no se lava las manos. A cada mujer se dedican unos
cuantos segundos.8

En la Rusia zarista, la situación de la mujer era mucho peor


que en los demás países capitalistas. Esto lo confirman en forma
nítida los relatos de las obreras arriba insertos. En la Rusia zaris-
ta no había de hecho lucha contra la prostitución.
El reglamento policíaco afirmaba con un cinismo excepcional
que están sujetas al examen sólo las que «pertenecen a las capas
bajas de la población, es decir, las criadas y las obreras» y como
resultado de esta lucha, el número de prostitutas era sólo en

7 Cfr. LENIN, V. I.: Las tareas del movimiento obrero femenino en


la República Soviética (1919); en Obras Completas, t. 39, p. 208.
Editorial Progreso, Moscú, 1986. | N. de la E.
8 Citado según el profesor V. Bronner: La prostitución y los medios

de liquidarla.
29
Moscú y Retrogrado, de 150.000.
El poder soviético ha modificado radicalmente la actitud con
respecto a la prostitución. La emancipación política de la mujer,
toda la suma de disposiciones en lo que atañe a la protección de
la mujer y de la madre; la incorporación de la mujer a la cons-
trucción activa; la lucha contra la desocupación de las mujeres y
contra su desamparo, han asestado a la prostitución un golpe
terrible.
Todavía en 1919, fueron formados órganos especiales, anexos
al Comisariado de Salud Pública y al de Seguro Social, para lu-
char contra la prostitución. Las medidas administrativas que la
milicia adopta no van dirigidas contra las prostitutas, sino contra
los dueños de antros, cafés, etcétera. En lo sustancial, los méto-
dos de lucha se reducían a luchar contra la desocupación, contra
el desamparo, a prestar ayuda a mujeres aisladas, singularmente
a mujeres embarazadas y parturientas. En 1923, se dio comienzo
a la organización de Profilacterios, que existen ya en todas las
grandes ciudades. Las prostitutas que aparecen son llevadas al
profilacterio, donde se les enseña a trabajar, las curan en caso de
hallar una enfermedad venérea; viven en casas comunas o colec-
tivas; después de terminar el período de enseñanza, se las envía
a las fábricas donde se incorporan a la vida social y de trabajo,
rompiendo para siempre con su pasado.
Como resultado de esas medidas, la prostitución sigue dismi-
nuyendo cada vez más. En 1928 existían en Moscú 3.000 prosti-
tutas. ¡Ni comparación con las cifras de la Rusia zarista! La
misma investigación realizada en 1931 dio una cifra nimia: 400
prostitutas.
El gobierno soviético ayuda por todos los medios a las muje-
res trabajadoras, en el sentido de asegurar una observancia fir-
me e inflexible de la legislación soviética, que establece la igual-
dad jurídica y de facto de la mujer trabajadora.
Desde 1924, se están creando los titulados consultorios jurí-
dicos, transformados ahora en gabinetes social-jurídicos, anexos
a los consultorios. El volumen de trabajo de esos gabinetes social
jurídicos es enorme.
Llegan aquí con toda clase de necesidades y de desgracias, en
demanda de un consejo, de una ayuda.

30
Aquí tenemos una mujer, agitada, con lágrimas en los ojos,
que cuenta que su marido no es un mal hombre, pero es un bo-
rracho perdido y todo su salario se le va en bebida, mientras la
familia pasa miserias. El consultorio invita al esposo, lo persua-
de, le explica lo funesto del alcoholismo, le aconseja el modo de
librarse de esa enfermedad. Suele suceder que ese método de
invitación y la conversación tranquila, insistente y explicativa de
parte del médico ejerce una influencia decisiva y advierte en el
hombre una crisis: deja de beber. En los casos obstinados el
asunto llega hasta el traslado a un dispensario antialcohólico
para su curación.
He aquí un caso: un padre oscuro e inculto trata mal a sus hi-
jos, los maltrata. De nuevo una invitación a la asesoría para con-
versar con él; el asunto pasa al Comité de Fábrica o a un tribunal
social de camaradas para ejercer una acción colectiva, y, por
último, si todo eso es en vano, el asunto pasa a la justicia. Y la
justicia en la U.R.S.S. defiende siempre los intereses de los hijos.
La promiscuidad en las viviendas origina choques, reyertas y
da lugar a toda una serie de procesos. Sucede muy a menudo que
los esposos, al divorciarse, debido a la falta de una vivienda libre,
se ven obligados a permanecer en la misma habitación, lo que
provoca, naturalmente, conflictos y la mujer recurre a la aseso-
ría. Ésta busca la forma de instalar a los esposos.
Sufre la mujer a causa de la educación de un niño retardata-
rio, sin resultado alguno, y entonces la asesoría social-jurídica le
ayudará a colocar su niño en la institución para niños defectuo-
sos mentales.
Muere el marido sin dejar parientes; la mujer, que acaba de
llegar de la aldea, ha quedado embarazada. Representa así un
«peligro social», pues en un momento de desesperación puede
abandonar a su niño en el umbral de la primera puerta. Una
mujer así necesita una atención especial. Se le presta una ayuda
material por intermedio de las organizaciones del seguro social
(Comisión de Saneamiento del Trabajo y de la Vida), la visita
una camarada del patronato, y poco tiempo antes de que dé a luz
la colocan en la Casa de la Maternidad.
Una parte considerable del trabajo de las asesorías corres-
ponde a los asuntos por alimentos.

31
De acuerdo con las leyes soviéticas, toda persona que resulte
padre de un niño debe sufragar los gastos de manutención de ese
niño, teniendo la madre por su parte el derecho de exigir esos
alimentos. Todavía en el período de preñez, la mujer puede pre-
sentar una declaración ante el Registro Civil, con respecto al
padre del futuro niño.
El gabinete jurídico-social ayuda a la mujer en la busca del
padre, corre con el asunto en los tribunales, ayuda a percibir los
titulados alimentos. Es muy vario el trabajo de los Gabinetes
Jurídico-Sociales de las asesorías, amplia y excepcionalmente
provechoso; enseña a la mujer a usar todos los derechos que le
fueron concedidos por la Revolución de Octubre.

LA NATALIDAD EN LOS PAÍSES CAPITALISTAS


Y EN LA U.R.S.S.

Desde fines del siglo XIX, se comenzó a notar un fenómeno


muy alarmante para la burguesía; declinaban lentamente los
nacimientos, pero seguían segura e inflexiblemente bajando.
El cuadro que sigue ilustra con toda claridad nuestro aserto.
Los nacimientos por cada mil personas eran:

1861- 1891- 1904-


1923 1926 1929
1880 1900 1913

Inglaterra 44,2 32,0 25,6 18,8 16,6 16,3

Francia 26,2 22,1 17,7 20,1 18,8 –

Alemania 35,3 36,1 31,0 21,0 19,5 17,0

Italia 37,6* 35,3 32,9 29,9 27,2 –

Serbia 44,3* 41,9 38,6 – – –

42,5 43,5
Rusia 48,6 47,6 45,5 –
(URSS) (URSS)
* 1861-1870

32
Hace mucho ya que las clases burguesas, con el fin de no
fraccionar las herencias, han limitado en sus familias el número
de hijos. El proletariado, que sigue depauperándose cada vez
más, también se ve forzado a reducir la natalidad. Las horribles
condiciones materiales en que le colocó el capitalismo le constri-
ñen a esto. Otro factor que fuerza a la mujer proletaria a emplear
ese procedimiento es el crecimiento de la aplicación del trabajo
femenino en las fábricas y talleres. Es imposible soportar la ex-
plotación capitalista en la fábrica y luego educar en las más indi-
gentes condiciones una numerosa prole.
La brusca declinación de la natalidad provoca la alarma entre
la burguesía. Se trata de que puede ir reduciéndose la cantidad
da los reclutas del ejército de reserva del trabajo. Todo esto ases-
ta golpes directos al bolsillo del capitalista, amenaza su política
de anexión de nuevos mercados. Comienza un nuevo viraje de la
opinión pública burguesa en el sentido de la protección de la
infancia. Crece, pues, la red de las instituciones filantrópicas
burguesas; establécense premios (Francia) por la mayor canti-
dad de hijos; en 1910-13, en vísperas de la guerra imperialista, se
debatían en una serie de parlamentos leyes sobre la protección
de la maternidad; se presta una atención especial a la lucha con-
tra la mortalidad infantil, y se persiguen con gran vigor los abor-
tos y los medios preventivos que destruyen el feto.
Son claramente evidentes las causas de una tal alarma de la
burguesía, como lo demuestran las manifestaciones de dos espe-
cialistas. El socialdemócrata alemán Tugendreich, escribe:

...Hemos conocido mejor el valor de la vida humana que


en los tiempos antiguos. La hemos calculado en signos mone-
tarios. No existe una tutela mejor remunerada que la que va
dirigida a la lucha contra la mortalidad infantil.

El «socialista» Hervé, dice con mayor franqueza aún:

Si nuestras mujeres parieran más soldados, Francia no


hubiera sufrido de la invasión enemiga y no hubiéramos sido
vencidos.

33
La guerra se ha llevado a la tumba decenas de millones de vi-
das humanas en plena flor de sus fuerzas y salud. Pero los anta-
gonismos del capitalismo, de resultas de esa guerra, no sólo no
fueron solucionados, sino al contrario, el nudo se ha enredado
con mayor fuerza. La burguesía se prepara nuevamente para la
guerra y necesita de nuevo carne de cañón. La lucha contra la
declinación de la natalidad se viene intensificando. Y encontra-
mos la explicación de esto en las siguientes palabras del repre-
sentante del imperialismo alemán, Neumann:

La población del país es un capital inagotable y es preciso


vencer por todos los medios la disminución de la natalidad,
que ha comenzado a notarse. Los primeros años después de
la guerra demostrarán si se logra ese objetivo. La Europa
Central necesita hijos, hijos, hijos. En el sentido militar y
económico, esto es la primera condición de la prosperidad.
La guerra ha demostrado con un ejemplo vivo, Francia, cuán
desamparado es el país cuyo crecimiento de la población ce-
sa, debido a la excesiva cultura y corrupción. Después de que
hayamos perdido en la guerra centenares de miles de hom-
bres, es preciso que al mismo tiempo que la noticia de la con-
clusión de la paz, se lance un llamamiento insistente en todas
las ciudades y en todas las aldeas dirigido a hombres y muje-
res: «¡Procread hijos!»

Sin embargo, en estos momentos, a raíz del recrudecimiento


de la crisis económica mundial, comenzaron a surgir entre las
filas de la burguesía, y de su fiel lacayo el socialismo, tendencias
hacia la limitación de la natalidad.
El proletariado —razonan los teóricos burgueses— se multi-
plica rápidamente, y en esto consiste la causa de todas las des-
gracias. La «buena» burguesía no puede alimentar la enorme
cantidad de bocas hambrientas. Por esto, produce la menor can-
tidad posible de pretendientes al pan y al trabajo. Lo que la bur-
guesía piensa, lo dicen en voz alta sus adláteres socialdemócra-
tas. Esto lo prueba el ideólogo de la II Internacional, Otto Bauer,
que exigía que los proletarios diesen menos hijos.
La burguesía ha cargado todos los fardos de la crisis sobre los

34
hombros del proletariado, condenándole a una degeneración
lenta, y por eso más horrible; y los socialfascistas vislumbran
una salida de la crisis, no en el derrocamiento del capitalismo,
sino en que... los proletarios procreen menos hijos.
Simultáneamente, comienzan a desaparecer también aque-
llos progresos en el dominio de la protección de la maternidad y
de la infancia, que existían anteriormente en la Europa Occiden-
tal. Toda una serie de instituciones infantiles (casas-cuna, casa
de niños, etc.) se suprimen una tras otra; se suprimen las leyes
sobre la protección de la maternidad promulgadas hace tiempo;
la crisis suprime autoritariamente todas las medidas en el domi-
nio de la protección del trabajo de la mujer y del niño.
Mientras que en todos los años de postguerra la declinación
de la natalidad era rápida e inflexible en todos los países capita-
listas, la Unión Soviética sigue dando como anteriormente los
más altos guarismos de la natalidad en Europa.
La causa fundamental de la declinación de la natalidad es el
régimen capitalista. La depauperación progresiva de la clase
obrera engendrada por el capitalismo es la fuente de la disminu-
ción de la natalidad.

¿POR QUÉ ESTÁ PERMITIDO


EL ABORTO EN LA U.R.S.S.?

¿Qué es lo que impulsa a la mujer al aborto? Hay distintas


causas para los distintos grupos de clase.
La causa principal que obliga a la dama burguesa a recurrir al
aborto es el deseo de no estropear su figura, de tener que ali-
mentar y cuidar al niño.
El vasto desarrollo de los abortos entre las mujeres de la pe-
queña burguesía refleja el destino de esa clase. La pequeña bur-
guesía que siente hundirse el terreno bajo los pies, intenta apla-
zar su naufragio mediante la reducción de la natalidad. Procrear
menos hijos, reducir sus necesidades hasta el mínimo, y de esta
manera, «ir pasando», vencer en la competencia con los gigantes
del gran capital. Pero no lo logran. No se detiene la acción de las
leyes económicas con abortos, y la pequeña burguesía sigue
arruinándose.

35
El sistema capitalista es la única causa fundamental de la di-
fusión en masa de los abortos entre las mujeres obreras. La re-
ducción del salario de año en año, la presión colosal del paro
forzoso, la racionalización capitalista, han extenuado completa-
mente las fuerzas de la mujer obrera, ya de por sí minadas por la
inanición: he ahí lo que impulsa a la mujer obrera al aborto. Dar
a luz a un niño, para dejarlo luego en completo desamparo, ya
que es necesario ir a trabajar a la fábrica; dar a luz a un niño sin
tener la posibilidad de alimentarlo; dar a luz a un niño y experi-
mentar junto a él todas las bellezas de la crisis capitalista. ¡No, la
mujer obrera no lo consiente más! Pero el capitalismo, que im-
pulsa a la mujer proletaria al aborto, le veda al mismo tiempo
recurrir a esa operación. El capitalismo teme que, como resulta-
do de la autorización de los abortos, la natalidad se reduzca a un
tal grado que el mundo capitalista quedará sin mano de obra
libre y sin soldados. Por esto, todas las fuerzas de la moral bur-
guesa, de la iglesia y de la justicia de clase van enfiladas contra el
aborto libre.
En todos los países capitalistas existen leyes contra el aborto.
La ley alemana reza:

Párrafo 218. La mujer embarazada que envenena el ger-


men o lo mata en sus entrañas, es condenada a trabajos for-
zados hasta cinco años. Si hay circunstancias atenuantes, la
culpable sufre un encarcelamiento no menor de seis meses.
Además, están sujetos al castigo todo el que emplea, consin-
tiéndolo la mujer embarazada, medios para producir el abor-
to o para matar el germen.
Párrafo 219. Condénase a sufrir la cárcel y trabajos forza-
dos, hasta diez años, a todo el que entrega a la mujer embara-
zada por una remuneración medios destinados a matar o a
envenenar el germen.

No menos severa es la ley francesa de 1923:

Párrafo 11. El que produce o intenta producir, mediante


alimentos, bebidas, procedimientos especiales de violencia u
otro cualquiera, un aborto con el consentimiento de la mujer

36
embarazada, sufre la condena de multa de 500 a 10.000
francos. Se castigará con cárcel, de seis meses a dos años y
multa de 100 a 2.000 francos, a la mujer que aborte o dé su
consentimiento para emplear métodos con ese fin, si el abor-
to llega a producirse. Los médicos, los enfermeros, las parte-
ras, los dentistas, los farmacéuticos, así como los estudiantes-
médicos, estudiantes farmacéuticos, empleados de farmacia,
herboristas, los que hacen vendajes y los que comercian con
instrumentos quirúrgicos, que enseñen como hay que hacer,
ayuden a hacer o hagan ellos mismos el aborto, serán casti-
gados con las sanciones que establece el párrafo 1. Además,
los culpables pueden ser privados de su diploma temporal-
mente o para siempre. Finalmente, el tribunal puede conde-
nar a los culpables a destierro con un plazo de dos a diez
años.

La ley italiana es análoga a la francesa.


¿Contra quién van dirigidas esas severas leyes? ¿Contra las
damas burguesas?
No. Pues ellas tienen la posibilidad de adquirir los mejores
medios preventivos, pueden consultar a los mejores especialis-
tas, respecto a los medios que hay que emplear. En caso de em-
barazo, tienen a su servicio a los mejores médicos especialistas,
los mejores sanatorios particulares, donde la operación del abor-
to se hace en un ambiente higiénico y con el menor peligro para
la salud.
Las leyes caen con todo su peso sobre la mujer obrera, que no
tiene noción de los medios preventivos y con harta frecuencia
carece de dinero para adquirirlos.
Y tienen que hacer el aborto en un ambiente repulsivo de
clandestinidad. Un médico charlatán, codicioso de ganancias,
una comadrona de baja calificación, y muy a menudo sencilla-
mente una partera, disponen del cuerpo de la mujer a su gusto. Y
los resultados son sencillamente horribles.
Horadamiento de la matriz, lesión del intestino, y como re-
sultado fiebre puerperal; un insignificante descuido en las nor-
mas de esterilización (aseo absoluto que excluye la existencia de
microbios) acarrea un envenenamiento general o inflamaciones

37
locales de la matriz, de los ovarios o en los órganos colindantes;
un raspado poco prolijo de la matriz acarrea peligrosas hemo-
rragias. Todo eso hace de la mujer muy frecuentemente un invá-
lido, dejando de lado ya que el aborto clandestino apareja una
alta mortalidad. Según cálculos de algunos sabios, mueren a raíz
del aborto titulado «criminal» hasta 300.000 mujeres. Todas
esas leyes no llenan sus finalidades.
¿Disminuye acaso la cantidad de los abortos?
Las cifras hablan con más elocuencia que las palabras. En
Alemania, se calcula la cantidad de abortos anuales, no por mi-
les, sino por millones.
Mientras a fines del siglo pasado, sobre cada cien nacimien-
tos había diez abortos, al finalizar la guerra imperialista esa cifra
alcanzó primero a 40 y luego a 60, y según algunos datos, duran-
te los últimos años el número de abortos ha superado al de los
nacimientos.
En América también se calculan en millones. Allí sólo en un
año se hacen dos millones y medio de abortos.
Además, en vista de la prohibición de los abortos, el cálculo
exacto se refiere tan sólo a las mujeres que, después de una infe-
liz operación clandestina, tuvieron que ser internadas en una
clínica o ser procesadas; toda la masa restante puede ser calcu-
lada solamente en forma indirecta.
Las cifras de la gran declinación de la natalidad en los países
de la Europa Occidental hablan también del crecimiento ince-
sante y colosal del número de abortos.
De modo que, en vez de una declinación, se observa un fuerte
aumento de la cantidad de abortos que se hacen clandestina-
mente, con todas las consecuencias funestas relacionadas con
esto. Tal es el balance de la política burguesa en la cuestión de
los abortos.
Las leyes sobre la prohibición del aborto no alcanzan su obje-
tivo ni en un mínimo grado. Pero, en cambio, mutilan y llevan a
la tumba a decenas y centenares de millares de mujeres proleta-
rias. El párrafo 218 y las leyes análogas están enfiladas contra la
mujer de la clase obrera.
El sistema capitalista conduce a la mujer a la necesidad del
aborto cuando el mismo sistema le veda hacer tal operación en

38
las condiciones higiénicas de las clínicas, colocando su cuerpo
bajo las sucias manipulaciones de las parteras y de las comadro-
nas.
¿Y en la U.R.S.S?
Como tiene por objeto transformar a la mujer obrera en una
mujer efectivamente libre; crear condiciones en que la materni-
dad no sea un yugo, una maldición, sino un júbilo, hacer el acto
de dar a luz más consciente, el poder soviético ha prestado siem-
pre una gran atención a los abortos. Antes de la revolución, los
abortos en Rusia se hallaban en manos de parteras analfabetas y
de médicos charlatanes, como en los países capitalistas. Por
consiguiente, el primer paso debía ser el de arrancar los abortos
de esas sucias manos, hacerlo lo menos nocivo para la mujer. Y
esto podía ser alcanzado por una sola vía: legalizar el aborto, es
decir, permitir a cada mujer obrera practicar el aborto; claro
está, que con ese solo medio no terminaba la lucha por la salud
de la mujer. Un paso ulterior fue la creación de condiciones en
las que no hubiera necesidad de aborto. Y por este camino se
desarrolla la labor de la organización de la maternidad y de la
infancia.
Más abajo insertaremos el texto del decreto, único en el
mundo, sobre la impunidad del aborto, promulgado el 13 de
noviembre de 1920 por el Comisariado de Salud Pública junto
con el de Justicia.

Durante los últimos decenios crece el número de las mu-


jeres, tanto entre nosotros como en el Occidente, que recu-
rren a la interrupción de su embarazo.
Las legislaciones de todos los países luchan contra este
mal mediante sanciones contra las mujeres que se deciden a
dar tal paso, así como contra los médicos que practican el
aborto.
Sin rendir resultados positivos, ese método de lucha ha
llevado esa operación a la clandestinidad, convirtiendo a la
mujer en víctima de gente codiciosa e ignorante que se ocu-
paban en realizar abortos, haciendo del secreto una profe-
sión.
Como resultado, hay hasta un 50 por 100 de enfermeda-

39
des por envenenamiento de la sangre con un 4 por 100 de ca-
sos fatales.
El Gobierno Obrero y Campesino tiene en cuenta todo el
mal de este fenómeno para la colectividad. Y lo combate con
la consolidación de la construcción socialista y la agitación
entre las masas de las mujeres obreras contra el aborto y
practicando en vasta escala el principio de la protección de la
maternidad y de la infancia, prevé la desaparición paulatina
de ese fenómeno.
Pero mientras las supervivencias morales del pasado y las
difíciles condiciones económicas del presente fuerzan aún a
una parte de las mujeres a decidirse a tal operación, el Comi-
sariado de Salud Pública y el de Justicia, velando por la salud
de la mujer y por los intereses de la raza en contra de los ra-
paces codiciosos e ignorantes, y considerando que el método
de represiones en ese dominio no alcanza en absoluto su ob-
jetivo, resuelve:
1. Se permite practicar operaciones gratuitas de interrup-
ción del embarazo en los hospitales soviéticos, donde está
asegurada su máxima inocuidad.
2. Se prohíbe en absoluto practicar esa operación a cual-
quier persona que no sea el médico.
3. Los culpables de practicar esa operación —partera o
comadrona— serán privados del derecho a ejercer su profe-
sión y serán entregados al jurado popular.
4. El médico que haya practicado la operación del aborto
como una práctica privada con fines de lucro, también será
entregado a la justicia.

Más tarde fueron formadas comisiones especiales de aborto,


con médicos y representantes de organizaciones sociales, los
cuales decidían en cada caso si tal o cual ciudadano tenía o no
derecho, según los indicios sociales o médicos, a practicar el
aborto.
Los indicios médicos para producir el aborto no son muy
amplios: estrechez, tuberculosis activa de los pulmones en el
segundo y tercer grado, especialmente tuberculosis de otros
órganos, como, por ejemplo, garganta; casos difíciles de cardía-

40
cos; algunos casos de profunda anemia, y otras enfermedades.
La cantidad de abortos por indicios médicos no es muy gran-
de.
En 1926 se calculan del 12 al 18 por 100. La masa fundamen-
tal la constituyen los indicios sociales. En primer término, se
resuelven favorablemente los permisos de aborto a las mujeres
sin parientes; desocupadas y obreras; luego, obreras con nume-
rosos hijos y mujeres de obreros; siguen las otras mujeres asegu-
radas y por último el resto de las ciudadanas.
A las esposas de los soldados rojos, obreras o esposas de
obreros a los que corresponden veinte rublos de salario por per-
sona y a las mujeres obreras por indicios médicos, el aborto se
les hace gratuitamente. En los otros casos, la remuneración se
percibe de acuerdo con su posición material. Con un salario de
20 a 25 rublos por cada miembro de familia, se cobran cinco
rublos por el aborto; con un salario de 40 a 50 rublos por cada
miembro de familia, 10 rublos; de 90 a 100 rublos, 25; con un
salario mayor de 100 rublos, 30 rublos.
Según datos de la ciudad de Moscú, en 1924 ingresaron en los
hospitales con un aborto ya comenzado, resultado de manipula-
ciones clandestinas, el 43 por 100, y ya en 1926 el porcentaje de
la misma categoría es el 12 y continuó declinando en los años
siguientes.
El objetivo fundamental de la ley sobre la legalización del
aborto —lucha contra el aborto clandestino— ha sido de esta
manera alcanzado.
Hemos logrado éxitos excepcionalmente grandes también en
el dominio de la reducción de enfermedades y mortalidad a cau-
sa de los abortos; los abortos practicados en los hospitales han
dado el 0,2 por 100 de enfermedad y ni un caso fatal. Estos son
datos de Moscú, pero pueden extenderse a toda la U.R.S.S.
Es difícil calcular cuántas decenas de miles de trabajadoras
fueron salvadas de la muerte y de distintas graves enfermedades,
como resultado de la política del gobierno soviético en la cues-
tión de los abortos.
Han pasado más de diez años desde la legalización del aborto
en la U.R.S.S., y ahora podemos decir, con toda franqueza, que el
balance habla en favor de la U.R.S.S.

41
La legalización de los abortos en la Unión Soviética no exclu-
ye, sino que presupone una lucha sistemática y metódica contra
los abortos.
Las organizaciones de protección a la maternidad y a la in-
fancia realizan un trabajo sanitario y cultural sobre el daño del
aborto, sobre sus consecuencias mediatas e inmediatas para el
organismo de la mujer.
Las asesorías femeninas sostienen una gran lucha contra el
aborto. Las mujeres pasan del hospital, donde se practica el
aborto, a la asesoría, donde se toman medidas contra la repeti-
ción del aborto.
La labor de las organizaciones de protección de la materni-
dad y de la infancia, en el sentido de prestar ayuda social y jurí-
dica a la mujer embarazada, tiene una enorme importancia,
puesto que va a las mismas raíces de los abortos.
La solución del problema del aborto en la U.R.S.S. no se re-
duce en manera alguna a la lucha contra las mujeres que recu-
rren a ese medio, sino que va dirigida a la creación de condicio-
nes en que la mujer no deba recurrir al aborto.
En la cadena de las disposiciones contra el aborto tiene no
poca importancia el empleo de medios preventivos.
En la U.R.S.S., tiene una amplia aplicación el empleo de me-
dios preventivos anticonceptivos en la lucha contra el aborto,
sobre una base científica.
El empleo de esos medios dista mucho de ser indiferente pa-
ra el organismo de la mujer.
Algunos de ellos, como la aplicación del yodo, representan
muy a menudo un peligro inmediato para la vida.
Finalmente, hasta los medios más inocuos, al ser empleados
en forma constante y prolongada, pueden resultar nocivos.
Por otra parte, la mayoría de los medios que se emplean hoy
día no son muy seguros, ni previenen en todos los casos contra el
embarazo.
Por lo tanto, el problema de esos medios preventivos ha re-
clamado un profundo estudio científico.
En 1925 fue organizada, anexa a la sección de protección de
la maternidad y de la infancia del Comisariado de Salud Pública,
una comisión especial compuesta de eminentes representantes

42
de la ciencia.
La comisión ha realizado un enorme trabajo para examinar
todos los medios existentes o propuestos. Una parte de ellos ha
sido terminantemente rechazada, otra parte es recomendada.
En una clínica especial se han establecido observaciones, pa-
ra ver la efectividad e inocuidad para el organismo de la mujer,
de tal o cual medio preventivo.
Desde 1925 se han comenzado a dar en las asesorías para
mujeres consejos con respecto a la aplicación de los medios anti-
conceptivos.
La ampliación del trabajo ha conducido a que se destaquen
días profilácticos especiales, y más tarde gabinetes profilácticos
especiales. Actualmente, existen en todas las asesorías femeni-
nas.
En 1930, de todas las mujeres que se dirigieron a la asesoría,
el 12 por 100 de ellas fue por consejos para la prevención del
embarazo. Esa cifra no es pequeña, si tenemos en cuenta que el
trabajo organizado en el sentido de recomendar contraconcepti-
vos comenzó solamente en 1925.
El médico plantea cada caso, a cada mujer, en forma indivi-
dual.
La constitución de la zona sexual femenina, enfermedades
anteriores y otras modalidades del organismo femenino, requie-
ren una individualización rigurosa para recomendarles tal o cual
medio anticonceptivo.
Las condiciones materiales y el ambiente doméstico exigen
también del médico un enfoque individual y le obligan muy a
menudo a sustituir un medio por otro.
En la asesoría femenina el médico no sólo recomienda me-
dios anticonceptivos, sino que enseña a la mujer a aplicarlos
debidamente, pues a veces es bastante complejo.
Pero después de enseñar la técnica de la aplicación de tal o
cual medio, la asesoría no la olvida. De vez en cuando, por in-
termedio del correo o de una compañera del Patronato, se invita
a la mujer a concurrir al examen para ver si se aplica correcta-
mente el medio anticonceptivo recomendado, si hace el efecto
necesario, si no provoca síntomas dolorosos.
La propaganda de los medios anticonceptivos se realiza tam-

43
bién por medio de publicaciones especiales. Esta penetra cada
vez más ampliamente en el campo, limitando la aplicación de
medios caseros, lo que es esencial, reduciendo la cantidad de
abortos clandestinos.
Las investigaciones en el dominio de los medios anticoncep-
tivos distan mucho de ser terminadas, y continúan en las institu-
ciones científicas.
Los resultados positivos del empleo de los medios anticon-
ceptivos, en el sentido de la reducción de la cantidad de abortos,
no son de esperar, por supuesto, en el acto, sino en el transcurso
de una serie de años y con su extensión entre las mujeres traba-
jadoras de la ciudad y del campo.

LA MUJER OBRERA EMBARAZADA ESTÁ RODEADA DE


LAS PREOCUPACIONES DE LA SOCIEDAD

La incorporación de muchachas adolescentes a la producción


en los países capitalistas apareja muy a menudo la mutilación
del organismo no robustecido aún. El estrechamiento de las
caderas y el encorvamiento de la espina dorsal, la posición irre-
gular de la matriz y los procesos inflamatorios de los órganos
genitales, la irregularidad de las menstruaciones, son resultado
del trabajo prematuro y violento.
Según datos del doctor Burhat (Alemania), si se toman las
enfermedades de los niños de catorce a dieciocho años, por 100,
las enfermedades de las niñas de la misma edad son de 174.
El trabajo demasiado prematuro y no protegido de la mujer
conduce a una vitalidad reducida de sus hijos. Así, por ejemplo,
el profesor Willbrand señala que la mortalidad de los hijos cuyas
madres han comenzado a trabajar desde muy jóvenes en la fábri-
ca capitalista, alcanza al 31 por 100, y la mortalidad de los hijos
de las mujeres que comenzaron a trabajar tarde en las fábricas es
tan sólo el 14 por 100.
Todos los daños profesionales —permanecer por largo tiem-
po en pie, levantar grandes pesos y, principalmente, la manipu-
lación de productos venenosos— aumentan notablemente el
porcentaje de los abortos y de los nacimientos muertos.
Pero tampoco los niños que nacen están libres de la influen-

44
cia de las condiciones en que transcurrió el embarazo de sus
madres. Ilustraremos este nuestro aserto con un hecho insignifi-
cante, pero que no carece de elocuencia.
El profesor Pinard hace mucho ha establecido la siguiente re-
lación entre el peso del recién nacido y el trabajo de la madre
embarazada:
El niño de una mujer que trabaja hasta el último día de su
embarazo tiene un peso promedio de 3.010 gramos.
El niño de la mujer que descansa diez días antes del parto,
pesa 3.290 gramos.
El niño de la mujer que descansa un tiempo más largo, pesa
3.306 gramos.
Todas esas conclusiones de la ciencia son conocidas ya desde
hace decenas de años. Pero los capitalistas se interesan tan sólo
por la mano de obra barata de la mujer y no por la protección de
la salud de la mujer obrera. El ejército de los millones de de-
socupados puede suministrar en cualquier momento un sustitu-
to de la obrera enferma o muerta. De ahí la menguada legisla-
ción sobre la protección del trabajo de la mujer y de la materni-
dad que existe actualmente en occidente. La licencia antes y
después del parto, con el salario completo, no está prevista por la
ley, y, por consiguiente, la mujer embarazada debe trabajar hasta
el último día. En Alemania, la ley establece tan sólo un subsidio
para el parto. Para obtenerlo es necesario estar registrado en la
caja no menos de diez meses antes del parto, durante los dos
últimos años; durante el último año, no menos de seis meses.
Durante diez semanas se da un subsidio a la mujer, y durante
doce semanas, un subsidio para amamantar; pero en el mejor de
los casos, todas las especies de subsidios no pueden ser superio-
res a las tres cuartas partes del salario básico (Ley de 1922).
Luego (especialmente en 1929), las proposiciones del subsidio
fueron algo elevadas; pero en 1932, no sólo fueron disminuidas,
sino que fue reducido también el número de las mujeres con
derecho a percibir el subsidio y la ayuda de la Caja de Previsión
Social. En general, fueron excluidos prácticamente todos los
desocupados. El empresario, el patrono en general, no tiene
ninguna obligación con respecto a la mujer embarazada y partu-
rienta. Ni que hablar de que se conserve el puesto de trabajo en

45
la fábrica para la mujer que se ausente a dar a luz. Si el patrono
conserva el puesto es tan sólo por su propia voluntad y no por
obligación. La ley burguesa reza que el hecho de dar a luz es un
asunto privado de los ciudadanos, y el Estado no se inmiscuye en
esto para nada.
Pero en Inglaterra, por ejemplo, una maestra no tiene dere-
cho a contraer matrimonio ni a tener hijos. El matrimonio, espe-
cialmente el embarazo, son causas legales para el despido. Y
claro es que es en vano hablar aquí de licencia antes y después
del embarazo.
En la U.R.S.S., las trabajadoras intelectuales gozan de una li-
cencia de cuarenta y dos días antes y después del parto; las tra-
bajadoras manuales, de una licencia de cincuenta y seis días. Los
ingenieros técnicos y agrónomos femeninos (aparte de los que
trabajan en las oficinas), una serie de especialidades del grupo
médico (médicas de distrito, etcétera), cajeras y vendedoras en la
tiendas, telefonistas y telegrafistas, mecanógrafas y taquígrafas
están equiparadas a este último grupo.
Esta ley se extiende no sólo a las que están ocupadas en las
fábricas y en las instituciones del Estado, sino también a las que
están ocupadas en el comercio del Estado, en las cooperativas y
en el comercio privado, en las cooperativas industriales, en los
trabajos de construcción, a las que trabajan en el servicio domés-
tico —niñeras, cocineras, etcétera—, a las que trabajan en las
sovjoses y particularmente en la agricultura; en general, en todas
las formas de trabajo. Actualmente se está tratando de extender
esa ley también a los miembros de los koljoses.
Las organizaciones de seguro social abonan durante las licen-
cias un subsidio igual al salario completo de las obreras de las
ramas fundamentales, y las tres cuartas partes y las dos terceras
del salario a las otras categorías.
Es preciso observar que todas las sumas por el seguro social
se forman exclusivamente con las cuotas de los patronos y no de
los obreros.
Por último, la mujer embarazada no sólo debe aprovechar la
licencia durante su embarazo, sino que está obligada a hacerlo,
pues en caso de haber en la fábrica mujeres después del séptimo
mes de embarazo, el patrono paga una multa. La inspección del

46
trabajo, el sector social de los Comités de fábrica y toda la colec-
tividad obrera vigilan la observancia de esas leyes.
Las que se hayan ausentado con licencia, conservarán su
puesto de trabajo, según el decreto.
El período de lactancia del niño, que tiene para él una impor-
tancia trascendental, origina nuevas preocupaciones en la ma-
dre.
Además de los intervalos generales en el trabajo, la mujer que
amamanta tiene derecho a un descanso de media hora cada tres
y media de trabajo.
Si en la empresa hay una gran cantidad de mujeres y las ca-
sas-cuna se encuentran lejos de la fábrica, se designan habita-
ciones especiales para las mujeres que deben amamantar a sus
hijos.
El nacimiento del niño representa una carga bastante pesada
para el presupuesto de una familia obrera. Por esto el gobierno
soviético se encarga de una buena parte de esos gastos.
Además del subsidio por todo el tiempo de la licencia, antes y
después del parto, cada mujer obrera goza de un subsidio que se
le entrega por una sola vez con motivo del parto, para el cuida-
do del niño, y otro subsidio para alimentarle.
¿Quién goza del derecho a obtener esos subsidios?
Todas las obreras y empleadas aseguradas de la industria, del
comercio, de las cooperativas, del transporte, de las sovjoses, las
que trabajan a jornal en economías privadas, si en los últimos
dos años han trabajado no menos de doce meses o si tienen una
antigüedad en el trabajo que da derecho al subsidio; todas las
esposas de los obreros asegurados (teniendo sus esposos las
mismas condiciones de antigüedad en el trabajo), las jubiladas y
las esposas de los jubilados, las pensionadas y las esposas de los
pensionados.
El subsidio se entrega según tarifas fijas, diferenciales según
las regiones de la Unión Soviética.
Con el fin de alentar el trabajo de emulación («udarniki») y
consolidar en la industria cuadros fijos, a las mujeres de las bri-
gadas de choque y a las que hayan trabajado dos o tres años en
una misma empresa, se les da un subsidio mayor que a las otras.
Durante los últimos tiempos, con el objeto de que las sumas

47
que se entregan a las madres vayan únicamente para las necesi-
dades del niño, el subsidio se entrega en productos. En vez de
dinero, se entregan diversos artículos: pañales, una camisita,
sábanas, una manta, una bañadera, etcétera.
Con el objeto de elevar la alimentación de la madre en el pe-
ríodo en que cría y mejorar con ello la alimentación del niño, el
Estado entrega durante los primeros amamantamientos un de-
terminado subsidio. Tienen ese subsidio todas aquellas personas
que reciben un subsidio para el parto. Esta categoría del subsidio
también se entrega actualmente en forma natural; en lugar de
dinero se entregan de las cocinas lácteas alimentos suplementa-
rios.
El poder soviético se ha planteado la tarea de librar a la mu-
jer del trabajo pesado y violento, de eliminar el daño profesional,
de crear condiciones higiénicas, no sólo en la vida social, sino
también en la producción.
Todo esto es posible tan sólo en el país del socialismo en
construcción. En el país de la emancipación de la mujer, en la
U.R.S.S.
De acuerdo con el Código del trabajo, se prohíbe en la
U.R.S.S. el trabajo nocturno a las mujeres menores de diez y
ocho años.
En toda una serie de ramas de la industria, reconocidas como
nocivas y pesadas, según una lista especial de Comisariado de
Trabajo (entre ellas los trabajos de las minas), se prohíbe, en
general, el trabajo de la mujer.
Los órganos de protección de la maternidad y de la infancia,
como toda la protección soviética de la salud, están dando estos
últimos años un viraje decisivo frente a la producción.
Los médicos de la Sección de protección de la maternidad y
de la infancia, junto con los de los centros sanitarios, van a las
fábricas y estudian atentamente su influencia sobre el organismo
femenino y especialmente sobre el organismo de la mujer emba-
razada. Indican a la administración de la fábrica la necesidad y
los medios de eliminar el daño profesional.
Para librar a la mujer de levantar cargas demasiado pesadas,
se buscan medios de máxima mecanización de todos los proce-
sos en el trabajo, y para librarla del polvo y de las emanaciones

48
venenosas, se mejora por todos los medios la ventilación y se
practica la hermetización.
Junto con las células sanitarias obreras, se lleva a cabo un
gran trabajo en el sentido de saneamiento de los talleres, de la
introducción del mínimo sanitario en los mismos: dar más luz,
más aire, agua limpia para beber, inculcar a los obreros costum-
bres y usos culturales, etc.
En casos especiales, siguiendo indicaciones de los médicos,
se buscan medios de trasladar a las obreras embarazadas a un
trabajo más fácil.

¿CÓMO ESTÁ PLANTEADO EN LA RUSIA SOVIÉTICA EL


ASUNTO DE LA AYUDA EN EL PARTO?

Desde el principio del embarazo, la obrera que visita la aseso-


ría es sometida a un estudio prolijo. Se tienen en cuenta todas
las particularidades patológicas durante los embarazos y partos
anteriores, pues pueden influir en el embarazo actual.
Todas las modificaciones en las caderas, los fenómenos in-
flamatorios, las inflamaciones en el cuerpo y en la zona genital
de la mujer, se examinan atentamente. Pero una importancia
extraordinaria, tanto para la marcha del embarazo como para el
parto y para la vitalidad del futuro niño, tiene el estado de todos
los demás órganos de la mujer embarazada.
Los cardíacos exigen un cuidado especial, curación, y a veces
traslado a otro trabajo; otras veces es necesario internar a una
mujer con esta enfermedad en una clínica, en una sala especial
de embarazadas, para observarla o para atender un parto prema-
turo.
Toda clase de exámenes (reiterados análisis de la orina, exa-
men de la presión sanguínea y pesaje) permiten diagnosticar los
calambres (convulsionas de una clase especial), la complejidad
extraordinariamente seria del embarazo, que muy a menudo
termina con la muerte de la mujer y del feto.
La tuberculosis y la sífilis requieren una lucha especial.
La alta mortalidad de los enfermos de tuberculosis activa, el
advenimiento frecuente (hasta el 30 %) del parto prematuro
entre las mujeres tuberculosas, son una grave amenaza a esas

49
enfermas embarazadas.
En los casos semejantes recurren a una curación sumamente
enérgica, son internadas en un sanatorio y con frecuencia (en los
primeros meses del embarazo) se les practica el aborto.
El niño nacido sano de una mujer tuberculosa corre el peligro
de contagiarse desde los primeros días. Por esto, en algunos
casos emplean el método Granche: se le aísla por un largo tiem-
po de la madre.
Pero en vista de que en la mayoría de los casos es imposible
un aislamiento de esta índole, todos los esfuerzos de los órganos
de Salud Pública van dirigidos a crear un ambiente higiénico en
la familia, de modo que el peligro de contagio para el niño dis-
minuya considerablemente. En una serie de grandes ciudades
(Moscú, Leningrado, Jarkov y algunas otras) se practica una
inyección especial de tuberculosis a los niños nacidos de madres
tuberculosas. Las observaciones han demostrado que esa inyec-
ción, junto con la mejora de las condiciones sociales, rinde exce-
lentes resultados: los niños no enferman de tuberculosis. Sin
embargo, son aún muy insuficientes estas observaciones para
permitir practicar esa inyección a todos los niños.
Gracias a una prolija investigación, se logra revelar también
la sífilis que no tenía síntomas manifiestos. Mediante una cura-
ción enérgica, se puede salvar el feto de la muerte. El consultorio
de niños, ya avisado de esto, toma al recién nacido en un registro
especial.
¿Cómo estaba planteado el asunto de la ayuda al parto en la
Rusia zarista?
La mayor parte de los trabajadores de las ciudades, y no di-
gamos en los campos, se veía obligada a dar a luz en sus casas,
utilizando los servicios de las comadronas o sencillamente de las
vecinas, y, como resultado, se originaba una enorme mortalidad
a causa de los partos y de las enfermedades subsiguientes, una
enorme cantidad de toda clase de enfermedades de los órganos
genitales, que mutilan para siempre a la mujer obrera.
Si en Rusia zarista la cantidad de camas para parturientas, en
el período de 1904 hasta 1914, aumentó de 3.900 a 7.500, es
decir, un aumento total de 3.600 camas, en la Unión Soviética y
sólo en la Rusia central (sin contar Ucrania, la Rusia Blanca y

50
otras Repúblicas), ya había, en 1924, 11.500 (en las ciudades,
7.700); en 1926, 14.500 (en las ciudades, 8.600); en 1929 había
en toda la Unión Soviética 20.700 camas para parturientas. En
1929 fueron prestados servicios para parturientas a domicilio a
265.000 mujeres; en los hospitales y en las maternidades,
796.000 mujeres.
En 1932, en las regiones industriales deben ser prestados
servicios de esta índole al 100 por 100 de las mujeres obreras
que los necesiten. Todos esos servicios durante los partos son
completamente gratuitos.
¿Cómo daba a luz antiguamente la campesina rusa?
Máximo Gorki tiene un hermoso relato que se titula El naci-
miento de un hombre.
Cuenta nuestro escritor que, durante una de sus deambula-
ciones por el Cáucaso del norte, en la costa del Mar Negro, tuvo
ocasión de encontrarse con un grupo de campesinos empobreci-
dos, extenuados, que vagaban desde la Rusia Central en busca de
trabajo. Y entre ellos, una mujer embarazada en vísperas de dar
a luz.
He aquí lo que dice Gorki:

Sentí un quejido apenas perceptible entre los arbustos, un


quejido humano, que siempre sacude fraternalmente el alma.
Al separar los arbustos, apoyada en el tronco de un nogal,
vi sentada a una mujer, con la cabeza, cubierta por un pañue-
lo amarillo, inclinada sobre el hombro, la boca enorme y de-
formemente distendida, los ojos desorbitados. Con las manos
sostenía su enorme vientre y respiraba tan extraña y horri-
blemente, que el vientre le bailoteaba convulsivamente. La
mujer se lo sostenía con ambas manos y gruñía sordamente
mostrando sus dientes amarillos de lobo.
—¿Qué, te han pegado? —le pregunté, inclinándome sobre
ella.
Encogió como una mosca sus pies desnudos y, moviendo
la pesada cabeza, gruñó:
—¡Vete, atrevido, vete!
Comprendí de lo que se trataba; ya lo había visto más de
una vez.

51
En medio de mi excitación recordé lo que sabía de esto, la
acosté de espaldas y le doblé las piernas.
—Quédate acostada, pronto darás a luz.
Corrí al mar, me subí las mangas de la camisa, me lavé las
manos y volví al lado de la mujer a oficiar de partero.
La mujer temblaba como una rama en el fuego, golpeaba
a su alrededor el suelo y arrancaba puñados de hierba que se
esforzaba por meterse en la boca. Yo debía contener las con-
vulsiones de sus pies, ayudar al niño y tratar de que no se lle-
nara de hierbas la boca, torcida y rugiente de dolor.
Gruñimos un poco los dos: ella entre dientes, yo también
en voz baja; ella, de dolor y seguramente de vergüenza; yo, de
turbación y de una torturada compasión.
Con sus manos débiles y retorcidas, me apartaba; yo tra-
taba de persuadirla:
—Vaya, tonta, no te apures...
Y he aquí un hombre en mis manos.
Le miré y me reí.
—¡Tanto gusto en verte!
Y se me olvidó lo que había que hacer.
—Corta... –susurra la madre con los ojos cerrados, el ros-
tro adelgazado, terroso, como el de un muerto, y los labios
azules, que se mueven imperceptiblemente:
—Con el cuchillo..., córtalo...
El cuchillo me lo habían robado en la barraca y mordí el
ombligo.
La mano, oscurecida, tantea su ropa, buscando el bolsillo
y sus labios ensangrentados susurran:
—N... n... n... fuerza... n... n... n..., una cinta en el bolsillo...
atar el ombligo...
Encontré la cinta, até, ella sonrió...
Después de arreglarse y descansar un poco, la campesina
se levantó, y, con el niño en brazos, se fue a alcanzar a los
campesinos, que ya estaban lejos.

Este pasado salvaje y penoso, ese ayer, entra cada vez más en
el dominio de las leyendas.
En 1913, la ayuda a las campesinas parturientas se prestaba

52
tan sólo en un 3%; en 1928, un 16%; en 1931, en los koljoses, en
un 30%, y en los sovjoses, en un 40%.
Esas cifras hablan, de una parte, del crecimiento colosal de la
ayuda a la maternidad en el campo, y por otra, demuestran que
el aumento de la red es aún insuficiente y lo mucho que hay que
hacer aún en este dominio.
Tanto el sistema de protección de la salud como los órganos
de protección de la maternidad y de la infancia, prestan especial
atención a la obra de ayuda a la maternidad en el campo.
Se está desarrollando toda una red de salas de maternidad y
se designan camas para las parturientas en los hospitales regio-
nales. Se están preparando nuevos cuadros de parteras para el
campo. Se están formando centros de obstetricia.

LOS CONSULTORIOS SON UN AUXILIAR SEGURO


EN FAVOR DE UNA MADRE SANA,
DE UNA GENERACIÓN SANA

La protección de la salud en la Unión Soviética presta una


atención especial a la profilaxis, es decir, al sistema de medidas
protectoras del trabajador contra posibles enfermedades. Este
principio se ha manifestado singularmente en el dominio de la
protección de la maternidad y de la infancia.
La organización de la protección de la maternidad y de la in-
fancia tiene por objeto enseñar a la mujer la higiene de la vida
sexual y luego la del embarazo; ayudarle en la lucha contra los
abortos, elevar el nivel general sanitario y cultural. Ayudar a la
obrera inexperta, caída en desgracia, consejos materiales y jurí-
dicos; estudiar la influencia que ejerce la fábrica en el organismo
de la mujer; sanear todo lo posible la fábrica; mitigar, y donde es
posible, eliminar, las enfermedades profesionales, y con ello
liquidar la causa de una considerable parte de enfermedades.
Tales son las tareas que tiene asignadas el sistema de protección
de la maternidad y de la infancia.
Todavía antes de nacer el niño hay que enseñar a la madre el
cuidado del mismo, fundado en las enseñanzas de la ciencia;
crear en la familia un ambiente sano para el niño y colocarlo
bajo la observación sistemática de los médicos.

53
Todas esas tareas, sumamente serias, se encargan en la
U.R.S.S. a la red ampliamente ramificada de los consultorios
femeninos e infantiles.
Los consultorios son en la U.R.S.S. creación del poder sovié-
tico, en todo el sentido de la palabra. La mortalidad infantil en la
Rusia zarista, en comparación con otros países europeos, ocupa-
ba el puesto más alto. Mientras en Europa la mortalidad infantil
seguía disminuyendo, aunque en forma lenta, Rusia no manifes-
taba esa tendencia de declinación.
El gobierno zarista no se inquietaba con preocupaciones so-
bre la protección de la madre y de la infancia. Esto era misión de
la filantropía burguesa y de la iniciativa privada de los médicos.
El primer consultorio, que fue durante mucho tiempo el úni-
co, fue inaugurado en 1904 en la ciudad de Kiev, gracias a las
gestiones del profesor Muratov.
En 1903 se organizó en la ciudad de Moscú una sociedad de
médicos para luchar contra la mortalidad infantil. En 1911, esta
sociedad pudo organizar varios consultorios. Más tarde fueron
inaugurados en las ciudades principales unas instituciones más.
En general, antes de la Revolución de Octubre había en todo el
vasto país unos 30 o 40 consultorios que prestaban servicios a
un porcentaje completamente nulo de mujeres y de niños.
Ésta es la herencia que le ha cabido en suerte a la Revolución
de Octubre.
Al mismo tiempo, el poder soviético recibió una enorme can-
tidad de huérfanos, de niños y madres desamparados como re-
sultado de la guerra, de la corriente de fugitivos, del colapso
económico y de la miseria.
Había que arrojar todas las fuerzas para la más rápida liqui-
dación de esa funesta herencia, y, en los primeros tiempos (1917-
1922), crecía en forma inusitada la red de casas de niños de dos a
cuatro años y de casas de madres y niños.
Luego se produjo un viraje en el sentido del aumento de la
red de instituciones del tipo consultorio.
Y los consultorios mismos sufren modificaciones pasando de
consultorios para embarazadas en su calidad de agregados a la
maternidad, a consultorios para mujeres con sus métodos de
dispensarios, penetrando en la fábrica, con un amplio trabajo en

54
todas las cuestiones relacionadas con la vida sexual de la mujer.
Desde 1923-1924, los consultorios, que eran antes institucio-
nes de tipo exclusivamente urbano, comienzan a extenderse al
campo cada vez con mayor amplitud, y viene a ser el núcleo en
cuyo torno se concentra todo el trabajo concerniente a la protec-
ción de la maternidad y de la infancia.
¿Qué representan los consultorios para la mujer en la actua-
lidad?
En la consulta, el médico no se limita a breves respuestas a
las preguntas que se le hacen, sino que conversa con ella am-
pliamente sobre la higiene del matrimonio, sobre las enferme-
dades venéreas, sobre el perjuicio de los abortos.
El trabajo cultural se realiza también por medio de la escuela
de madres, que se organiza en el mismo consultorio y por medio
de conversaciones con las obreras delegadas.
Un trabajo singularmente importante realizan los consulto-
rios respecto a las observaciones durante el proceso del embara-
zo.
Los médicos de los consultorios tienen el encargo de conce-
der la licencia durante el embarazo, es decir, todas las mujeres,
absolutamente, tienen que asistir, aunque sea por una sola vez,
al consultorio. Pero la labor de nuestros consultorios se ha arrai-
gado tanto, que el 70 al 90 % de todas las mujeres obreras emba-
razadas asisten en la ciudad a los consultorios varias veces. No
satisfacen en absoluto las tres o cuatro visitas que hacen las em-
barazadas, y por eso se realiza un trabajo insistente para que
esas visitas sean más frecuentes y con mayor anticipación.
En su primera visita al consultorio, la mujer recibe una serie
de consejos respectos al alimento, a la higiene del organismo, a
la higiene del cuerpo, a la conducta sexual durante el embarazo,
la manera más racional de vestirse, etc.
El examen médico de la mujer, sólo desde el punto de vista
de su embarazo, hace mucho que está desterrado de nuestros
consultorios. Todo el organismo de la mujer se somete a un pro-
lijo examen; se examina, se modifica el ambiente social y pro-
ductivo de la mujer embarazada en la medida de lo posible.
La mujer embarazada es enviada en caso de necesidad a un
hospital o a un especialista.

55
Se le toma el peso regularmente; se hace el análisis de su ori-
na; se determina su presión sanguínea; se examina la sangre por
medio de la reacción de Wasserman para determinar la existen-
cia o no de la sífilis.
Las mujeres embarazadas con dientes cariados son puestas
en cura, pues se ha comprobado en forma categórica el hecho de
que muchas enfermedades, y entre ellas las de postparto, depen-
den de las enfermedades de la boca.
Se seleccionan con anticipación las mujeres que pueden dar
partos anormales y son internadas en salas especiales.
Los consultorios no aguardan a que la mujer llegue a ellos. La
enfermera del Patronato la visita a domicilio.
Esta camarada realiza un trabajo cultural, esforzándose por
modificar el ambiente social de la embarazada. El trabajo del
Patronato data de algunos años, pero ya cuenta actualmente con
enormes progresos.
Desde el principio del embarazo, la mujer va preparándose
en el consultorio para el cumplimiento de su futuro papel de
madre. Las conversaciones con los médicos, el trabajo de las
enfermeras del Patronato, escuelas especiales para las madres,
volantes, folletos, carteles, rincones y exposiciones especiales
tienen por mira ese objetivo.
Un cuidado higiénico del niño de pecho y un amamantamien-
to regular desempeñan un enorme papel en la lucha contra la
mortalidad infantil.
Entretanto, aún se puede encontrar entre nosotros con fre-
cuencia, especialmente en las aldeas y singularmente en los pun-
tos remotos de la Unión Soviética, el antiguo temor al aire libre,
a bañar la criatura; se la envuelve en pañales sucios, etc.; alimen-
tan al niño con cualquier cosa, en cualquier tiempo, le introdu-
cen en la boca el chupete. Aún no se ha librado por completo
nuestra obrera, y especialmente la campesina, de una serie de
bárbaros prejuicios.
El consultorio, al trasladar a la mujer a la Maternidad, no
rompe las relaciones con ella.
La enfermera del Patronato visita a la parturienta que haya
dado a luz en casa o que acaba de llegar a la casa de Maternidad.
Luego, la mujer comienza a concurrir al consultorio, donde vigi-

56
lan el desarrollo normal de curación de sus órganos genitales,
previniendo una serie de enfermedades de postparto.
Otro cuidado del consultorio es el del niño.
Del mismo modo que los de la mujer, los consultorios de ni-
ños en la Rusia zarista se contaban por docenas y estaban con-
denados a una vida vegetativa, bajo el patrocinio de las socieda-
des filantrópicas burguesas. El primer consultorio de niños con
cocina láctea anexa fue inaugurado en 1910 por la sociedad «Go-
ta de Leche», organizada por una sociedad de médicos.
Esa misma sociedad pudo, en el transcurso de dos decenas de
años, antes de la Revolución, abrir unas cuantas decenas de esos
mismos consultorios, quedando realmente como una gota en el
mar de miseria, ignorancia y mortalidad infantil.
La Revolución de Octubre, que halló también en este dominio
casi un completo erial, ha construido una amplia red de institu-
ciones que abarcan en las ciudades del 70 al 100 por 100 de los
niños de pecho.
Es necesario recordar que tanto la asistencia a los consulto-
rios de mujeres como de los niños es absolutamente gratuita.
Si algún consultorio no está en condiciones de abarcar a to-
das las mujeres y niños de su barrio, entonces, en primer tér-
mino, se presta ayuda a las mujeres trabajadoras de las indus-
trias directrices, luego a las mujeres obreras de las otras ramas,
y, por último, a las empleadas.
En la Maternidad se confecciona una tarjeta del niño recién
nacido y se transmite al barrio en que vive la madre. Si al cabo
de una semana la madre no concurre con su niño al consultorio,
una enfermera del Patronato la visita a domicilio y la aconseja
que visite el consultorio de niños.
¿Qué representan esas instituciones?
El Consultorio de Niños tiene por objeto crear un ambiente
sano normal para el niño y lograr una enérgica reducción de la
mortalidad infantil. El Consultorio de Niños es una escuela para
las mujeres trabajadoras para el amamantamiento correcto del
niño, un cuidado regular y una educación acertada del mismo; es
una escuela para la elevación del nivel cultural de la misma ma-
dre y de toda la familia.
Al llegar al consultorio, la madre se somete a una transfor-

57
mación cultural intensa.
En el Consultorio hay una exposición donde la madre ve mo-
delos de vestuario racional para los niños, modelos de juguetes
que se pueden dar a los niños y otros que no deben dársele; hay
camitas que demuestran cómo debe ser arreglada la cama para el
niño, en la que éste pasa la mayor parte de su tiempo. Desde las
paredes nos miran carteles, cuadros, diagramas que explican
toda la importancia de la alimentación del niño y su método.
La enfermera de guardia, después de pesar al niño y exami-
nar a la madre para ver si no tiene alguna erupción sospechosa,
le enseña la manera de envolverle en pañales correctamente,
cómo hay que tenerlo en brazos, etc.
Durante la consulta del médico, éste imparte a la madre ins-
trucciones detalladas con respecto al amamantamiento, a la
alimentación, cuándo hay que comenzar la alimentación suple-
mentaria y qué clase de alimentos se le pueden dar, cómo hay
que bañarle, vigilarle, etc.
En el transcurso de todas las visitas, el médico vigila atenta-
mente toda la marcha del desarrollo del niño: su peso, el estado
estomacal intestinal y de otros órganos, su desarrollo mental,
etc.
Una atención especial se presta a las enfermedades sociales.
Los niños tuberculosos se van observando conjuntamente con el
dispensario para tuberculosos; se ponen todos los empeños para
el saneamiento de las condiciones sociales y de vivienda y se
presta ayuda material.
Se someten a una curación enérgica las mujeres sifilíticas.
Todo el trabajo que atañe a la alimentación regular se lleva a
cabo sobre la base de la lucha contra el raquitismo.
Como norma, los consultorios prestan servicios únicamente a
los niños sanos, enviando a los enfermos a las clínicas y hospita-
les. Pero las madres se acostumbran tanto a los consultorios que,
en caso de enfermarse su niño, recurren a «su» médico. Y es
necesario a veces atender a los niños enfermos, pero cuidando de
aislar a los niños enfermos de los sanos para evitar el contagio de
la infección.
Grupos de enfermeras del Patronato se consagran a las obre-
ras que visitan raramente los consultorios, a las menos cultas,

58
etc. Esas enfermeras, durante sus visitas, no sólo realizan un
trabajo cultural, sino que también enseñan prácticamente a las
madres la forma de cuidar al niño. Vigilan para que las madres
cumplan todas las prescripciones del médico, y, por último, con-
tribuyen a la modificación de las condiciones sociales de toda la
familia, ya por medio de la persuasión, de la enseñanza o bien
mediante los gabinetes jurídicos sociales.
Anexo a los consultorios de niños existen cocinas lácteas, que
proveen a los niños de pecho de alimentación suplementaria con
distintas mezclas que prescribe el médico como medio curativo.
Actualmente, a causa del enorme crecimiento del empleo del
trabajo femenino, el papel de esas cocinas lácteas cambia. De
apéndice de hospital o de botica agregada al consultorio, se
transforman en centros de alimentación infantil. Cada uno de
esos centros irá abasteciendo a centenares y miles de niños, no
sólo de pecho, y la comida no será tan sólo láctea, sino de varias
clases, especialmente a base de vitaminas, etc.
Al establecer que el subsidio para la alimentación se entrega
en especies, se fija también una paga diferencial, de acuerdo con
el salario, para alimentación.
Con un salario de quince rublos para cada miembro de fami-
lia, la alimentación suplementaria se entrega gratis; con un sala-
rio de 20 a 30 rublos, se abona el 50 por 100 del costo de la ra-
ción; con un salario de 30 a 40 rublos, el costo total; con un
salario de 50 a 60 rublos, se cobra dos kopeks más del precio de
costo por cada frasquito, etc.
Una parte considerable de los consultorios de niños prestan
servicios solamente a los niños de pecho, a los de un año de
edad.
Una tarea esencial se plantea para abarcar por completo
también a los niños mayores de tres y cuatro años de edad. Mu-
chos consultorios han organizado plazas de verano anexas a los
mismos, donde los niños pasan una gran parte de su día, aprove-
chando en gran escala el sol, el aire y el agua (duchas). Esas pla-
zas se construyen sobre la base de la «actividad» propia de la
población, tanto en el sentido de una cuota mínima como en el
sentido de designación de madres para hacer guardia en esas
plazas.

59
En conexión con la reconstrucción socialista del campo, la
organización de la protección de la maternidad y de la infancia
en la aldea se apoya en una base nueva. En vez de la anterior
aldea dispersa, los órganos de la protección de la maternidad y
de la infancia obtienen ahora puntos de apoyo para el desarrollo
de su actividad en los sovjoses y koljoses.
Si anteriormente los médicos de zona designaban algunas
horas o un día especial titulado «profiláctico», para atender a las
mujeres embarazadas y a los niños recién nacidos, para darles
consejos sobre higiene, ahora se organizan en los grandes koljo-
ses y sovjoses verdaderos consultorios. y en los de menor impor-
tancia, consultorios «primitivos», que trabajan dos o tres días
por semana.
Con el débil desarrollo de la ayuda a las parturientas en el
campo, son especialmente grandes las tareas de los consultorios
rurales en lo que concierne a la investigación y a la selección del
embarazo que transcurre anormalmente. La falta de cultura y la
ignorancia, los bárbaros prejuicios, costumbres y supersticiones
en lo que atañe a la educación de los niños fuerzan a los consul-
torios rurales a prestar una atención especial al trabajo cultural y
de esclarecimiento. Sus tareas son: enseñar a la campesina la
higiene del embarazo, enseñarles todo el daño que hacen las
parteras y la necesidad de que el parto sea asistido por una co-
madrona o en el hospital, destruir todos los prejuicios y enseñar
cómo hay que alimentar y cuidar en forma regular al niño. Du-
rante los últimos años penetra cada vez más en la práctica de los
consultorios rurales el trabajo en lo que concierne a los medios
anticonceptivos.
El consultorio en el campo no sólo presta servicios a la aldea
en que se encuentra instalado, sino que también designa grupos
que recorren las aldeas cercanas, establecen un vínculo estrecho
con los centros obstétricos que trabajan en los distintos puntos
de la región. Los métodos de dispensario de trabajo comienzan a
emplearse también en el campo. Los servicios de dispensarios
abarcan los principales grupos de las mujeres trabajadoras en los
sovjoses y koljoses. Desarróllase el trabajo de las enfermeras del
Patronato que atienden a la campesina durante su embarazo,
durante el periodo del parto y del amamantamiento. En las con-

60
diciones de atraso de la aldea, este modo de trabajar adquiere
una importancia excepcional. La red de instituciones de protec-
ción de la maternidad y de la infancia era en 1924 de 165 consul-
torios de niños, 95 de mujeres, 30 jurídicas, siete rurales; luego
comienza un fuerte aumento que ilustramos con un cuadro refe-
rente tan sólo a la República Soviética Rusa (Rusia Central).

En la ciudad 1927-28 1929-30 1931


Consultorios
595 772 1552
de niños
Consultorios
416 528 590
de mujeres
Consultorios
– 102 –
jurídicos
En la aldea
Consultorios
391 650 850
rurales

En las regiones industriales de toda la Unión Soviética había,


en 1930, 1.300 consultorios de mujeres y de niños, y en 1931,
2.140.
Como resultado de todo eso se ha obtenido un notable des-
censo de la mortalidad infantil.

Tanto por ciento de la mortalidad infantil


Moscú Leningrado
1911-1915 16,8 23,9
1922 24,5 22,8
1924 17,7 16,8
1926 13,4 14,2
1928 12,7 14,2
1929 12,7 13,6
1939 12,7 14,6

El mismo cuadro se observa en toda la Unión Soviética en lo


que respecta a la mortalidad infantil.

61
Tanto por ciento de la mortalidad infantil
1910 1928
Rusia 29,7 16,4
Ucrania 20,4 13,6
Rusia blanca 18,5 9,5

En estos éxitos desempeñan un papel, y no de los últimos, el


trabajo de los órganos de protección de la maternidad y de la
infancia, y particularmente los consultorios.

LAS CASAS-CUNA COMO INSTRUMENTO DE LA


EMANCIPACIÓN DE LA MUJER

La educación de los niños no es sólo un asunto personal de


los padres, sino de toda la sociedad. La educación de los hijos en
la familia significa una carga suplementaria para la mujer obrera
que trabaja en la fábrica, que le quita muchas fuerzas, apartán-
dola del trabajo social y de la vida económica. La tarea del Esta-
do soviético es libertar a la mujer trabajadora, aunque sea de una
parte de los trabajos y de las preocupaciones relacionadas con la
educación de los hijos; dar a los hijos una educación social colec-
tiva.
Las casas-cuna sirven para cumplir esa tarea.
El camarada Lenin dice en su artículo Una gran iniciativa:

La mujer continúa siendo una esclava doméstica, pese a


todas las leyes liberadoras, pues el menudo trabajo doméstico
continúa presionándola, ahogándola, embotándole su inteli-
gencia y humillándola; la encadena a la cocina y a los hijos;
derrocha su trabajo hasta la barbarie, mediante las minucias
improductivas que la enervan, acosan y la embotan. La ver-
dadera emancipación de la mujer, el verdadero comunismo
comenzará justamente cuando y donde comience la lucha de
masas (dirigida por el proletariado en el poder) contra la pe-
queña economía doméstica, o, mejor dicho, su transforma-
ción masiva en una gran economía socialista.
¿Es acaso suficiente nuestra preocupación por los brotes

62
del comunismo que ya existen en ese dominio? No, y mil ve-
ces no. Comedores colectivos, casas-cuna, jardines infantiles:
he ahí muestras de estos brotes, he ahí medios sencillos, co-
munes, sin nada suntuoso, grandilocuente y solemne que
prácticamente son capaces de emancipar a la mujer...9

El gobierno soviético ha recibido del viejo régimen un par de


decenas de casas-cuna en toda la vasta Rusia. Rápidamente se ha
desarrollado el trabajo médico en lo que atañe a la organización
de casas-cuna, y ya en 1919 había 186 (solamente en la República
Soviética rusa), y para principios de 1928, esa cantidad llega ya a
800. Y claro está que también la calidad del trabajo de esas ca-
sas-cuna ha mejorado enormemente. Luego, comenzando el
1930, se inaugura una nueva etapa de un desarrollo impetuoso
en el trabajo de las casas-cuna.
Se lleva a cabo la gran construcción socialista.
Falta mano de obra en el país.
Y he aquí que comienza a aumentar, al principio con lentitud
y luego cada vez con mayor rapidez, el empleo del trabajo de la
mujer.
Pero es poco poner a la mujer a trabajar en la fábrica. Es ne-
cesario que llegue a adquirir la técnica, es necesario que el banco
de trabajo se transforme en sus manos en un potente instrumen-
to para cumplir la consigna de «alcanzar y sobrepasar» a los
países capitalistas. Para tal objeto, es preciso estudiar. Las casas-
cuna deben dar a la mujer trabajadora la posibilidad de aprove-
char algunas horas del día para el estudio.
En la República Socialista, la mujer, una vez en la fábrica, no
se convierte en un apéndice de la máquina. Allí, en la fábrica, la
mujer viene a ser un partícipe activo en la vida política. La casa-
cuna brinda a la mujer la posibilidad de ser una activa construc-
tora de su propio Estado.
Las casas-cuna atienden, en primer término, a las obreras de
las principales ramas de la industria, y entre ellas a las mujeres

9 Traducción ligeramente modificada siguiendo: LENIN, V. I.: Una


gran iniciativa (1919); en Obras Completas, t. 39, pp. 25-26. Edito-
rial Progreso, Moscú, 1986. | N. de la E.
63
«udarnitki» (de las brigadas de choque). En 1932 se proyecta
asegurar con casas-cuna las necesidades de las obreras de las
principales ramas industriales en un 75 por 100 y de las otras
ramas de la industria en un 45 por 100, mientras que en 1931 se
satisfacían las necesidades de las obreras de las fábricas en el
dominio de las casas-cuna tan sólo en un 38 por 100. En el ramo
de transportes será abarcado este año el 75 por 100 de los niños,
contra el 65 por 100 del año pasado; en toda la economía nacio-
nal, el 58 por 100 en comparación con el 28 por 100 en año 1931.
Después de pasar en la casa-cuna hasta los tres o cuatro años,
el niño es trasladado a la institución de educación preescolar,
que se encuentra bajo la tutela del Comisario de Instrucción
Pública plazas infantiles, jardines infantiles, etc.
La red de instituciones de educación preescolar en las ciuda-
des industriales abarca, en el 1920, 476.000 niños; en 1930,
752.000; en 1931, 1.894.000, y en 1932 se proyecta abarcar más
de 3.000.000 de niños.
Se está elaborando ahora un plan para abarcar durante el se-
gundo quinquenio por todas las categorías de instituciones de
educación preescolar, a todos los niños de cuatro a siete años de
edad.
Se asignan muchos millones de rublos para el desarrollo de
las casas-cuna. Así, se ha invertido en 1930 en la construcción de
casas-cuna en los centros industriales 120.000.000 rublos; en
1931, 45.000.000, y en 1932, 52.000.000.
Por decisión del gobierno, se ha propuesto reservar en todas
las grandes casas en construcción una parte de la superficie para
casas-cuna y otras instituciones preescolares. Todas las empre-
sas industriales destinan una parte de la superficie de los fondos
de vivienda que les pertenece, así como del terreno de las empre-
sas, para casas-cuna. Aparte de las casas-cuna de fábricas y de
barrio, se organiza actualmente un nuevo tipo de casas-cuna en
las casas.
Todas las asociaciones domiciliarias y las cooperativas de es-
ta misma índole descuentan un 10 por 100 de los alquileres para
necesidades culturales y sociales y para las casas-cuna. No sólo
las casas que se construyen ahora, sino también en las otras
grandes casas se organizan por medio de esos descuentos y con

64
el concurso de los mismos padres, casas-cuna anexas. No menos
del 80 por 100 de esas casas-cuna se conceden a los hijos de las
obreras.
Surgen también casas-cuna cooperativas. Los inquilinos de
cualquier casa juntan sus propios recursos y organizan una casa-
cuna. De los hijos de obreros y empleados con altos sueldos se
percibe una paga igual al costo integro de su manutención, de los
otros niños se perciben una paga menor y los niños de las obre-
ras con un pequeño sueldo se mantienen gratuitamente.
Todo el trabajo de las casas-cuna está consagrado a la tarea
de atender a la mujer obrera para ayudarle en el cumplimiento
del plan industrial y financiero, ayudarle en la elevación de su
calificación y darle la posibilidad de participar activamente en la
vida social del país. Existen en consecuencia con esto varios
tipos de casas-cuna. El número de casas-cuna que atienden al
niño tan sólo durante ocho o nueve horas por día sigue disminu-
yendo. Ocupan su lugar las casas-cuna de horario más prolonga-
do, donde el niño se encuentra durante doce, catorce o diez y seis
horas por día. Gracias a esto, la mujer obrera puede dedicar
después de su trabajo en la fábrica algunas horas para asistir a
las escuelas, cursos, y puede cumplir su trabajo social. Este tipo
de casas-cuna viene a ser el predominante.
Pero el trabajo de tres relevos en la fábrica obliga a organizar
también otras categorías de escuela: de dos turnos o de un día
íntegro. En las casas-cuna de dos turnos, la existencia de un área
complementaria permite mantener dos turnos de niños y man-
tenerlos además simultáneamente en las horas en que el nuevo
turno de las obreras trae sus hijos y el turno anterior aun no los
ha retirado. Con el fin de no despertar a los niños de noche, hay
establecidas casas-cuna de todo el día, de donde la madre retira
su niño tan sólo los días de descanso.
Sin embargo, la categoría principal de las casas-cuna en el
presente no es la de todo el día, sino la del horario prolongado.
¿Cuáles son los factores fundamentales del trabajo en las ca-
sas-cuna de la U.R.S.S?
En las casas-cuna se acostumbra al niño a los procesos y há-
bitos del trabajo; por supuesto, en la medida de sus fuerzas y
edad. Para tal fin, se emplean los elementos de su propio cuida-

65
do. Con gran orgullo, los niños de tres y cuatro años se traen la
vajilla, el pan, retiran la mesa después del almuerzo, ayudan a
sus camaradas menores a comer con cuchara. Los juegos, que
desarrollan las capacidades motrices, con juguetes de material
fabril averiado, juegos con material de construcción, comunican
a los niños en una forma viva y amena las costumbres del traba-
jo.
Imitando a los mayores, muchos niños de tres o cuatro años
de edad adquieren elementos de religión, de chauvinismo nacio-
nalista, de distintos prejuicios y de groserías. El trabajo de las
educadoras, tranquilo y perseverante, la permanente comunión
con los grupos de niños y los juegos conjuntos de camaradas,
destierran paulatinamente las viejas costumbres y crean nuevas,
colectivas. En lugar de un niño caprichoso, envidioso y egoísta,
se elabora un niño tranquilo, alegre, ampliamente desarrollado,
lleno del sentimiento de camaradería: un pequeño hombre.
Los padres toman una parte activa en el gran trabajo de las
casas-cuna, así como la vasta colectividad soviética. Al principio,
los padres miraban con cierta desconfianza las casas-cuna, pero
ese hielo de desconfianza pronto se derritió. Se entablan cons-
tantemente conversaciones con respecto al cuidado y a la educa-
ción de los niños. En las reuniones de padres que se celebran
regularmente, concurriendo el personal de las casas-cuna, se
plantean distintas cuestiones sobre la vida de las casas-cuna y el
estado de los niños. Una enorme importancia educacional tienen
las guardias de las madres, en las que se enrolan en lo posible
todas las madres. La madre del niño pasa todo el día en la casa-
cuna, participa en el trabajo, recibe respuestas a todas sus pre-
guntas. Ve la enorme diferencia del régimen que el niño sigue en
la casa-cuna y la educación irregular doméstica, y ve el reflejo
benéfico del ambiente de la casa-cuna sobre su hijo. Está abierta
la brecha en su conciencia, y ahora a las enfermeras y los médi-
cos les resta consolidar, mediante un trabajo cultural y de escla-
recimiento perseverante, esa crisis producida, con el fin de esta-
blecer en la familia un buen ambiente cultural para el niño.
De este modo, la casa-cuna irrumpe en la vida social y la
transforma. En la U.R.S.S. no sólo los padres influyen sobre los
niños, sino que también estos últimos ejercen una acción de

66
reeducación sobre sus padres.
La casa-cuna introduce una nueva y viva corriente en la vida
de la aldea. La vieja aldea no conocía instituciones como la casa-
cuna. La mortalidad infantil entre los niños del campo, como
resultado de la depauperación de la enorme masa del campesi-
nado, de las horribles condiciones de pobreza, oscuridad e igno-
rancia, alcanzaba cifras tan angustiosas, que colocaban a Rusia,
en este sentido, en el primer puesto. Con gran dificultad se
abrían paso a través de la muralla de ignorancia las primeras
casas-cuna organizadas por los órganos de la protección de la
maternidad y de la infancia. En 1921 había en toda la Unión
Soviética 46 casas-cuna rurales; en 1923, 475; en 1925, 2.614, y
en 1927, 5.381. Pero también esas cifras palidecen ante el creci-
miento que hubo de tomar esa rama con el paso de la aldea a
rieles socialistas. La campesina se aparta cada vez más de su
horno y de los pañales; en los sovjoses se emplea en vasta escala
el trabajo asalariado de la mujer; en los koljoses, que abarcaron
en 1932 el 60 % de nuestro campo, las mujeres se emancipan del
yugo de la economía doméstica para ir a ocupar el puesto de
miembro de los koljoses en el mismo grado que sus maridos. Un
cuadro habitual de la aldea lo constituye ahora la mujer sentada
en el volante de un tractor, la mujer «brigadier» o el jefe de una
zona territorial, la mujer-jefe de corral, etc.
Crece y se ensancha la red de las casas-cuna permanentes. Si
en 1927-28 había en toda la Unión Soviética tan sólo 1.500 ca-
mas en las casas-cuna permanentes, ya en 1929-30 esas camas
alcanzan a 27.500; en 1931, más de 100.000, y en 1932, 250.000
camas.
En las casas-cuna de verano, que trabajan la temporada y que
se fundan para funcionar el período más difícil de la vida cam-
pestre, había en 1927-28 135.000 camas; en 1929-30, 465.000;
en 1931 cerca de 2.000.000, y en 1932, 4.200.000. Además, se
están creando grupos de casas-cuna, tituladas «primitivas», de
fácil traslado durante las faenas campestres, etc.
Es menester dar a la obrera la posibilidad de pasar en forma
cultural sus momentos de ocio. Y entonces surgen en los clubs
obreros y en los cinematógrafos mejor ordenados, salones para
niños. La madre que va al cine o al club entrega su niño a un

67
personal adecuado, y, segura ya de su suerte, puede dedicarse al
reposo y a la elevación de su nivel cultural. Y el niño, en el salón
de niños, encuentra a sus compañeros, todo un surtido de jugue-
tes, donde pasa su tiempo alegremente, mientras su madre está
ocupada, bajo la dirección de una educadora.
Una iniciativa curiosa y de valor excepcional se ha llevado a
cabo en las estaciones de Moscú, pasando de ahí a las estaciones
de los más importantes ramales ferroviarios. Durante los largos
viajes sufren singularmente los niños. No los alimentan a tiem-
po, es difícil encontrar los productos necesarios, no los acuestan
a tiempo. Una gran parte de las enfermedades de los niños sur-
gen debido a esos viajes.
Y he aquí que se han organizado en las estaciones de Moscú
salas para las madres y los niños.
Ante todo, el niño da con un «filtro», donde un médico o una
enfermera establece la salud del niño. Si se descubre en el niño
una pequeña infección, se les coloca en un aislador especial.
Los niños sanos siguen adelante. Es preciso quitar la tierra y
el barro del camino, y ahí están los lavaderos y las duchas. Lim-
pito, fresco, el niño, junto con su madre, va a una sala llena de
luz, que sirve tanto para comedor como para sala de juegos.
Juguetes de toda índole seducen a los niños y juegan cordial-
mente, bajo la dirección de una educadora. A los niños cansados
se los llevan a un dormitorio donde duermen en camitas limpias.
La madre puede ausentarse mientras tanto por algunas horas a
la ciudad.
Las penurias del viaje se mitigan también por la circunstan-
cia de que, de acuerdo con un convenio con la administración de
las estaciones, las madres que llevan niños consiguen boletos
fuera de turno.
No en vano, en los libros de registros que se encuentran en
todas las casas de niños en las estaciones, encontramos unas
notas como la que sigue:

He dejado a mi niño en la sala de la Madre del Niño, des-


de las cinco de la mañana hasta las cinco de la tarde. Fui a la
ciudad a arreglar mis asuntos. A mi regreso encontré el niño
bañado, saciado, alegre y ya no quería irse de allí. Las enfer-

68
meras son buenas. Una gran obra, una excelente obra ha he-
cho el poder soviético para los niños.
Firmado: Campesino koljosista, Rileev.
(Región de Saratov)

En la Unión Soviética está liquidada la enojosa subdivisión


de los niños en «legítimos» e «ilegítimos».
Esa subdivisión privaba a los hijos «ilegítimos» de todo de-
recho a bienes y de muchos otros derechos ciudadanos; acarrea-
ba la hostilidad hacia la madre del hijo «ilegítimo». Y esto es
característico, no sólo de la atrasada Rusia zarista, sino también
de los países capitalistas de Europa y de América, más avanzados
y cultos. Antaño, esos niños se titulaban «bastardos».
De ahí el enorme aumento tan típico para el capitalismo de
los niños abandonados. Abandonan a sus niños las madres que
se extenúan bajo el yugo del capitalismo, que no están en condi-
ciones de asegurar a sus hijos la vida y la salud.
Hasta la revolución de 1917, había en Rusia cerca de 70.000
niños abandonados. Se fundaban para ellos asilos especiales, que
en el fondo no eran otra cosa que estaciones para despachar a
esos niños lo más rápidamente posible a la tumba. Las condicio-
nes de los asilos eran tales, que la mortalidad alcanzaba en ellos
del 70 al 90 por 100. ¡Noventa por 100 de mortalidad!
En los países burgueses de Occidente, la mortalidad infantil
en los asilos no llega, por supuesto, a tales cifras horripilantes,
pero también allí supera a la del resto de la población infantil.

Tanto por ciento de la mortalidad infantil


entre los niños de un año en Alemania

1913 1923 1926


Total 15,1 13,1 8,9
Entre los «legítimos» 13,5 12 8,3
Entre los «ilegítimos» 21,8 23,6 13,7
Exceso de los «ilegítimos»
61 96 65
sobre los «legítimos»

69
De esta manera, la mortalidad entre los hijos «ilegítimos», no
solamente supera en mucho a la mortalidad entre los legítimos,
sino que ese exceso no se ha reducido en lo más mínimo durante
los años de la guerra y el período de postguerra.
En la U.R.S.S., en vez de 70.000 niños abandonados que hu-
bo en la época prerrevolucionaria, en 1927 hubo tan sólo 6.000
niños abandonados, o sea, una disminución en 12 veces. Un
progreso de esta índole se ha hecho posible, pese a los años de
guerra civil, del hambre y del colapso económico únicamente
gracias a la modificación radical de la situación de la mujer,
debido a su incorporación a la construcción socialista; merced a
las prescripciones con que rodea a la mujer trabajadora el go-
bierno soviético.
Ahora, cuando el bienestar de la mujer trabajadora se ha ele-
vado considerablemente, cuando está liquidado por completo el
paro forzoso y millones de mujeres están incorporadas al trabajo
social y útil, el número de los niños abandonados ha declinado
bruscamente y representa una cifra insignificante. Entre noso-
tros, la situación es tal, que no se trata de la lucha contra el
abandono de los niños, sino de la liquidación de ese fenómeno.
Claro está que desempeña un papel decisivo en esta cuestión
la política general del Partido y del Gobierno, encaminada al
creciente bienestar de los trabajadores; pero ¿cuáles son las
medidas que se adoptan especialmente por los órganos de pro-
tección de la maternidad y de la infancia?
Lo esencial es, diríamos, la profiláctica del abandono de ni-
ños. Durante las visitas en los consultorios y al apadrinar a las
embarazadas, se colocan en un registro especial y se presta una
atención singular a las «socialmente peligrosas» en el sentido
del abandono: las recién llegadas de la aldea que aún no han
hallado trabajo; las que se han divorciado; las solteras con poco
salario, etc. A ellas se les presta toda clase de ayuda: jurídica, en
el sentido de buscar al padre y conseguir el pago de alimentos,
etc.; ayuda material, en el sentido de vivienda, de subsidios,
mensuales, en la entrega de artículos, de cuidado del niño, etc.
Son muy importantes las primeras semanas después del par-
to, cuando la mujer se siente especialmente débil y desampara-
da. Luego se acostumbrará al niño y desaparece el peligro de

70
abandono. En virtud de esto, existen en la U.R.S.S. instituciones
especiales: Casas de la Madre y del Niño.
En esas casas, las mujeres trabajadoras sin parientes y singu-
larmente las «socialmente peligrosas», pasan dos meses antes y
dos meses después del parto. En un ambiente de hospital, la
mujer descansa, acumula fuerzas, antes para el parto y luego
para regresar al trabajo. Desde el momento de ingresar en esa
casa, aun antes del parto, la mujer cursa toda la ciencia de una
regular alimentación y cuidado del niño. Le enseñan en el mismo
lugar, en la práctica. La misma mujer también se somete a una
reeducación, en el sentido de adquirir y consolidar hábitos de
higiene. En el período más penoso y peligroso, la mujer recibe
un cuidado atento, y gracias a esa ayuda, ni siquiera piensa en
los primeros meses después del parto en abandonar a su niño, se
habitúa a él, siendo completamente tranquila, despreocupada,
en el sentido de las necesidades de su niño, pues ya le alimenta-
rán, le acostarán y le distraerán con un juego ameno. Por un
precio poco elevado, la madre puede almorzar y conseguir todo
lo necesario para alimentar a su niño.
Todas las categorías de las casas-cuna en la U.R.S.S. están
llamadas a emancipar a la madre de la esclavitud doméstica, a
luchar por una generación sana.

LA MUJER COMO ACTIVA CONSTRUCTORA


DEL SOCIALISMO

La mujer emancipada por la Revolución de Octubre se ha


arrojado ávidamente a la vida social-política. Los frentes de la
guerra civil han dado no pocos ejemplos de heroísmo y abnega-
ción de las mujeres proletarias por la causa de su clase. Explora-
doras, enfermeras, dirigentes del trabajo político o guardias
rojos rusos, se pusieron en primera fila para la conquista de
Octubre.
El frente de la construcción socialista ha exigido un esfuerzo
no menor y la mujer ha demostrado también en ese frente he-
roísmo y proezas sin par.
Millones de mujeres incorporadas a la producción permane-
cían como mano de obra auxiliar, sin instrucción alguna. En

71
cursos de muchas categorías, trabajan día tras día por elevar su
calificación y penetran también en ramas industriales y en pues-
tos de mando, en los cuales jamás habían osado soñar.
El crecimiento de la conciencia política de la mujer y de su nivel
cultural ha hallado su reflejo en la vasta participación de la mu-
jer en la emulación socialista, en las brigadas de choque. Algunas
fábricas dan los siguientes índices:

Mujeres Hombres
Construcción de
92% 67,5%
máquinas del Ural
Talleres de
90,3% 85,5%
Columna
Fábrica «Stalin» 79,8% 78,4%
Fábrica «Molotov» 83,7% 81%

Un número cada vez mayor de mujeres se designan para tra-


bajos de dirección. En la región de Moscú, solamente en la se-
gunda mitad del año 30, habían sido destacadas para trabajos de
dirección en las organizaciones económicas 77 obreras; para
trabajo sindical, 66; en la cuenca del Don fueron destacadas para
distintos trabajos 1.610 obreras
La mujer en la sección del Soviet, la mujer en la directiva de
la cooperativa; la directora de fábrica, de sovjós; la mujer inge-
niera, la mujer agrónoma, la mujer técnico, la mujer instructora,
la mujer brigadier. En todas partes, en los puestos de mando, en
las zonas responsables de combate, por doquier se puede encon-
trar a la mujer obrera, pues «ni vestigios han quedado entre
nosotros, en la Unión Soviética, de la desigualdad ante la ley
entre el hombre y la mujer».
Las fábricas de construcción de máquinas de Leningrado de-
signan para el trabajo de dirección en las instituciones en calidad
de compatibilidad socialista, a cien de las mujeres obreras
«udarnitzi» [de choque, que baten récords en la producción].
Ochenta de las mujeres obreras «udarnitzi» reciben premios.
En la ciudad de Zinovievsk, fue designada para el puesto de
vicedirectora de la sección del Soviet local una mujer de la fábri-

72
ca. Asimismo, fueron destacadas en calidad de ayudantes de
capataces en la fábrica «Estrella Roja» mujeres obreras.
El buró de la Central Sindical Soviética de Asia Central resol-
vió destacar para los puestos de dirección en la economía, en las
cooperativas y en el trabajo sindical a trescientas de las mejores
«udarnitzi».
En la ciudad de Chelabinsk, en la construcción «Pink», ingre-
saron al Partido 10 obreras; en el ramal ferroviario, 14; en la
fundición de hierro, 27. Siguiendo su ejemplo, ocho esposas de
obreros extranjeros, que trabajan en la Central Eléctrica regional
de la ciudad mencionada, presentaron una petición colectiva de
ingreso al Partido.
La emancipación de la mujer en la U.R.S.S. se evidencia con
mayor nitidez y relieve en lo que se observa entre las regiones
atrasadas nacionales.
La esclava oprimida de la «orilla» nacional —Asia Central,
Transcaucasia—, se ha asociado al trabajo productivo y socialis-
ta. La mujer del Oriente se ha quitado el velo. Las mujeres de
Uzbekistán, Turkmenistán, Tayikistán y otras repúblicas nacio-
nales se han incorporado activamente a la construcción socialis-
ta.
La fábrica N. I. de Bakú ha destacado para un trabajo de di-
rección a 27 obreras tiurlas. La fábrica de Azerbaiyán «Lenin»
destacó a 23 obreras de la misma nacionalidad para trabajos
sindicales de dirección.
Terminamos el presente folleto con una carta de la obrera de
la fábrica «La hoz y el martillo», camarada Mirokova, que nos
describe en forma clara los cambios ocurridos en la situación de
la mujer, que nos pasaban muy a menudo completamente desa-
percibidos.

Hace treinta años que trabajo en esta fábrica, y solamente


bajo el gobierno soviético comenzaron a destacarme para un
trabajo de mayor clasificación. Al principio, trabajaba en el
taller de corte de pernos luego, en tallado. Luego me han
puesto a trabajar en un trabajo en el cual las mujeres de antes
de la revolución ni siquiera pensaban. Actualmente trabajo
de maquinista en un martillo a vapor, en la herrería.

73
Estoy muy contenta de haber llegado a una situación en
que no tengo que inclinarme ante el capataz. Se acabaron las
groserías, el capataz es un camarada de los nuestros.
Me consideran en nuestro taller la mejor «udarnitza»;
tengo la enseña de ésta y una libreta de «udarnitza». Ahora
trabajo como miembro del Comité de taller en la protección
del trabajo. En 1929, ingresé en el Partido.
Cuido mucho mi máquina, que está siempre en perfecto
estado y orden.
Estoy muy orgullosa de ser una maquinista.

Todo esto se hace en la U.R.S.S., a fin de que la consigna de


Lenin, «cada cocinera debe aprender a administrar el Estado»,
encarne en la realidad. Y los éxitos de la U.R.S.S., en ese sentido,
son enormes. Actualmente, llegan a nuestro país decenas de
médicos y de hombres públicos, para ver qué y cómo hemos
hecho en la cuestión de la protección de la maternidad y de la
infancia, qué es lo que hemos hecho en la obra de la emancipa-
ción efectiva de la mujer. Y hasta nuestros enemigos más encar-
nizados deben reconocer nuestros éxitos.
Sin embargo, el trabajo no está terminado. Hay todavía lagu-
nas y fallas. Solamente mediante los esfuerzos mancomunados
de toda la colectividad trabajadora de nuestro país, bajo la direc-
ción de la vanguardia de la clase obrera, del Partido Bolchevique,
el país soviético logrará en el próximo quinquenio, con la cons-
trucción de la sociedad socialista sin clases, la completa encarna-
ción del postulado de Lenin.

74
Interludio

I. V. STALIN

EL TRABAJO FEMENINO LIBERADO*

Discurso en la recepción de las koljosianas


de choque de los campos de remolacha
10 de noviembre de 1935

Camaradas, lo que hemos visto hoy aquí es un fragmento de


la nueva vida, de la vida que llamamos vida koljosiana, vida so-
cialista. Hemos oído palabras simples de personas simples, de
trabajadoras: nos han dicho cómo han luchado, cómo han supe-
rado las dificultades para obtener éxitos en el terreno de la emu-
lación. Hemos oído a mujeres que no son mujeres normales sino,
diría yo, heroínas del trabajo, puesto que sólo las heroínas del
trabajo podrían obtener el éxito que han obtenido ellas. Nunca
ha habido antes mujeres semejantes. Yo ya tengo 56 años, ya he
visto bastantes cosas, he visto muchos hombres y mujeres que
trabajan. Pero nunca he encontrado unas mujeres así. Son seres
totalmente nuevos. Sólo el trabajo libre, sólo el trabajo koljo-
siano podía crear estas heroínas del trabajo en el campo.
Ni existían ni podían existir mujeres así en los viejos tiempos.
De hecho, sólo hay que pensar en lo que eran las mujeres an-
taño. Siendo todavía una niña ya era la última entre los trabaja-
dores. Trabajaba para el padre, trabajaba incansablemente y su
padre todavía le reprochaba: «yo te doy de comer». Cuando se
casaba, ella trabajaba para su esposo, trabajaba tanto como le
exigía su marido, y él le volvía a reprochar: «yo te doy de co-
mer». En la aldea, la mujer era la última entre los trabajadores.

* Reproducimos el discurso de I. V. Stalin según la antología La


mujer y el comunismo (traducción de La femme et le communisme,
Editions Sociales, 1951), ligeramente corregido según la versión
inglesa y el original ruso, y restituyendo el texto que figura en la
página 77, omitido en la traducción castellana. El título es nuestro.
75
Es concebible que con una existencia así no podía haber heroí-
nas del trabajo entre las campesinas. El trabajo estaba conside-
rado en aquel momento como una maldición para la mujer y ella
lo evitaba siempre que podía. Sólo la vida koljosiana podía hacer
del trabajo una cuestión de honor, sólo ella podía crear verdade-
ras heroínas en la aldea.
Sólo la vida koljosiana podía abolir la desigualdad y asegurar
a la mujer el lugar que le correspondía. Vosotros mismos lo sa-
béis muy bien. El koljós ha introducido la jornada de trabajo.
¿Qué es la jornada de trabajo? Ante la jornada de trabajo, hom-
bres y mujeres son iguales. El que más días ha trabajado más
gana. Aquí, ni el padre ni el marido pueden reprochar a la mujer
que es alimentada por él. Hoy, cuando trabaja y abastece las
unidades de trabajo, la mujer es su propio amo. Recuerdo una
conversación que tuve con muchas camaradas en el II Congreso
de koljosianas. Una de ellas, que era de las regiones del Norte,
me dijo:

Hasta hace dos años, no se me presentó ni un sólo pre-


tendiente. ¡Una mujer sin dote! Hoy, tengo 500 unidades de
trabajo, y ¿qué pasa? Que no puedo deshacerme de los pre-
tendientes. Todos quieren casarse conmigo. Yo observo dete-
nidamente y elegiré solo a uno.

Por medio de la unidad de trabajo, el koljós ha liberado a la


mujer y la ha vuelto independiente. Ya no trabaja para su padre,
cuando es una jovencita, ni para su marido cuando se casa, ella
trabaja ante todo para sí misma. Y eso es la liberación de la cam-
pesina, eso es el régimen del koljós, que hace de la trabajadora la
igual del trabajador. Sólo sobre esta base y en estas condiciones
podían aparecer estas magníficas mujeres. Por eso no considero
el encuentro de hoy simplemente como un encuentro ordinario
entre personas avanzadas y miembros del gobierno, sino como
un día solemne en el que han quedado a plena luz los éxitos y
capacidades del trabajo femenino liberado. Pienso que el go-
bierno debe honrar a las heroínas del trabajo, que han venido
aquí para exponer sus éxitos al gobierno.

76
¿Cómo debe celebrarse este día? Aquí, los camaradas Voros-
hilov, Chernov, Molotov, Kaganovich, Orjonikidze, Kalinin, Mi-
koyan y yo, hemos conferenciado y llegamos a la siguiente idea:
solicitar al gobierno que premie a nuestras heroínas del trabajo
con la Orden de Lenin, a las jefas de equipo con la Orden de
Lenin, y a las obreras de choque de base con la Orden de la Ban-
dera del Trabajo.
La camarada Maria Démchenko, por supuesto, tendrá que
ser destacada especialmente.
Voroshilov: ¡Buena muchacha!
Molotov: ¡La principal responsable!
Stalin: Creo que Maria Démchenko, como líder en este ámbi-
to, además de serle entregada la Orden de Lenin debería recibir
el agradecimiento del Comité Ejecutivo Central de los Soviets, y
las koljosianas de su equipo deberían recibir la Orden de la Ban-
dera del Trabajo.
Una voz: Están todas presentes, menos una. Está enferma.
Stalin: La enferma también debe ser premiada. Así es como
pensamos celebrar este día.
(Grandes y prolongados aplausos. Todos se ponen de pie.)

77
Segundo folleto

ANÓNIMO

LA NUEVA MUJER DE LA UNIÓN SOVIÉTICA*

En la U.R.S.S se concede a la mujer iguales derechos que


al hombre, en todos los dominios de la vida económica, pú-
blica, cultural, social y política.
La posibilidad de realizar todos estos derechos de la mu-
jer está asegurada por la concesión a la misma de derechos
iguales a los del hombre en cuanto al trabajo, al salario, al re-
poso, a los seguros sociales y a la instrucción, por la protec-
ción por el Estado de los intereses de la madre y del niño, por
la concesión a la mujer de permisos de embarazo, con disfru-
te del salario, por una vasta red de maternidades, casas-cuna
y jardines de infancia. (Artículo 122 de la nueva Constitu-
ción)1

Este artículo expresa, con la brevedad del estilo legislativo, la


posición de la mujer en la U.R.S.S., y esta declaración de la
Constitución es la expresión de una serie de hechos de la reali-
dad soviética, que representa una de las páginas más admirables
de la Historia de la Humanidad. La situación de la mujer soviéti-
ca ha provocado siempre el asombro y la admiración de los ob-
servadores extranjeros.

* Reproducimos el texto del folleto según la traducción publicada


por Ediciones Europa-América en 1937.
1 Hemos sustituido la traducción presente originalmente en el folleto

por la versión castellana «oficial»: Constitución (ley fundamental)


de la Unión de las Repúblicas Soviéticas Socialistas, páginas 106-
107. Editorial Partisdat, Moscú, 1937. | N. de la E.
79
Lo que más me impresiona –dice una mujer inglesa emi-
nente en los medios políticos británicos– es la igualdad abso-
luta entre las mujeres y los hombres. No hay nada en la
U.R.S.S. que me haya admirado tanto.

Se pueden contar por cientos comentarios como éste, hechos


por eminentes personalidades. Después de varias generaciones,
todos los reformadores sociales y todos los defensores del pro-
greso humano han anhelado la abolición de la desigualdad de
sexos. El programa soviético toma tal disposición desde su co-
mienzo, y seis meses después del establecimiento de la Repúbli-
ca Soviética de 1917, Lenin escribía:

Sin arrancar a la mujer de la atmósfera embrutecedora de


los trabajos domésticos, es imposible llegar a una verdadera
libertad, es imposible construir la democracia y más todavía,
el socialismo.2

Y, en consecuencia, uno de los primeros actos del Poder so-


viético ha sido dar a las mujeres derechos civiles y políticos igua-
les a los hombres. Pero el Gobierno soviético ha comprendido
que este derecho quedaría sobre el papel si no se creaban las
condiciones materiales que permitieran a las mujeres hacer uso
de él. Y como en realidad existe una cierta desigualdad biológica
entre los sexos, con desventaja para la mujer, el fin hacia el cual
ha tendido el régimen soviético ha sido crear una verdadera
igualdad que permita a la mujer contrarrestar esta desventaja.
Para llegar a este fin fue preciso transformar la manera de vi-
vir de estas mujeres, tanto en la casa como en el trabajo; trans-
formar la legislación social; asegurar una protección adecuada
con privilegios especiales para la madre; crear instituciones para
el cuidado de los niños, así como un plan minucioso para el en-
trenamiento de las mujeres en el trabajo social e industrial.
La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas tiene ya 20
años, y todo lo que se ha hecho durante este tiempo para que la
mujer pueda gozar plenamente de esta igualdad, es una larga

2 No hemos logrado encontrar la referencia exacta. | N. de la E.


80
historia: tan larga, que en este trabajo sólo puede darse un breve
esquema.
La situación de la mujer en la U.R.S.S. contrasta enorme-
mente con las de la antigua Rusia, de las cuales puede decirse no
tenían más derechos que [quienes se hallan en] una [condición
de] semiesclavitud. Hay unos viejos proverbios rusos que dicen:
«Las gallinas no son gallos, y las mujeres no son seres huma-
nos». «¿Quién debe ser golpeada? La chica de la casa. ¿Por qué
la chica de la casa debe ser golpeada? Porque es la chica de la
casa». Esto solamente da una idea de lo que en otro tiempo era
la mujer en Rusia.
También contrasta la situación de las mujeres rusas con las
de la mayor parte de los países burgueses. Es inútil recordar aquí
la actitud general de los países fascistas hacia la mujer. El hecho
de que en una nación avanzada como Francia las mujeres no
tengan derecho a votar es igualmente bien conocido.
Consideremos el derecho de la mujer soviética a un salario
igual que el del hombre por un trabajo igual, así como la facili-
dad de acceso a todos los empleos y oficios, a todas las funcio-
nes. Cuando se recuerda que en la mayor parte de los países la
mujer no tiene acceso a todas las profesiones y que, por otra
parte, es utilizada con salarios reducidos para competir con la
mano de obra masculina, se comprende por qué la mujer soviéti-
ca goza de una situación muy superior a las mujeres de otros
países.
El derecho al reposo que la Constitución concede a la mujer
en la U.R.S.S., es un derecho legal del que no gozan las mujeres
de los otros países.
En la Rusia zarista, las mujeres asalariadas ganaban la mitad
que los hombres, y casi todas eran analfabetas. El régimen sovié-
tico les ha dado no solamente un salario igual por un trabajo
igual, sino que ha hecho enormes esfuerzos para atraer un nú-
mero cada vez mayor de mujeres en la industria y en todas las
profesiones, levantando considerablemente su cualificación. El
analfabetismo de las mujeres trabajadoras se ha liquidado al
mismo tiempo que el analfabetismo en general; y hoy, no sola-
mente el número de mujeres alcanza el 40 por 100 de la cifra
general de los trabajadores asalariados, sino que cada vez más

81
cumplen ellas los trabajos de cualificación y ocupan los puestos
más importantes.
El régimen soviético ha librado a la mujer de los duros traba-
jos domésticos y le ha abierto el camino de las funciones públicas
más importantes. Hay un gran número de mujeres entre los
soldados de la construcción socialista y los héroes de la U.R.S.S.
El Gobierno soviético ha condecorado a 86 mujeres con las
distinciones más honoríficas de la U.R.S.S. Sin recurrir a estadís-
ticas fastidiosas, es suficiente decir que, en las escuelas y univer-
sidades, en las profesiones científicas, en la administración y en
todas las profesiones que requieren una mano de obra cualifica-
da, el porcentaje de mujeres ha crecido enormemente, y ellas
mismas han demostrado que no son inferiores al hombre. Hay
muchas mujeres inventoras, otras muchas que han llegado a ser
especialistas reconocidas en diversos ramos de la técnica, y el
número de las mujeres doctoras alcanza un 48 por 100 de la cifra
total de los médicos.
Todo esto no se ha obtenido fácilmente. Las mujeres no han
llegado a ser iguales a los hombres únicamente porque el Go-
bierno soviético lo haya decidido así. Una lucha persistente se ha
tenido que llevar a todas las esferas de la vida soviética, contra el
obscurantismo que impedía a las mujeres gozar de su igualdad y
de su libertad. Esta resistencia para considerar a las mujeres
como compañeras de trabajo sobre un pie de igualdad, se ma-
nifestó particularmente en los koljoses y entre los elementos más
atrasados de los sindicatos soviéticos.
La experiencia soviética ha probado que es totalmente falso
que las mujeres no puedan jugar un papel igual al de los hom-
bres en la industria y en la vida económica general del país, sin
que esto sea perjudicial a su salud.
En el trabajo obrero, la mujer sufre una cierta inferioridad
ante el hombre, pero en la U.R.S.S., donde este trabajo se lleva a
su grado máximo, de la masa de trabajadores salen ingenieros,
técnicos y obreros cualificados. Precisamente por esto, las muje-
res se muestran iguales a los hombres, y la participación en la
vida económica general favorece su desenvolvimiento psíquico y
cultural, pues mientras a las mujeres se les ha dado todas las po-
sibilidades de acceso a todas las profesiones, se les ha dado

82
igualmente la facultad de construirse una vida familiar y gozar
de ella, cumpliendo su misión de ser madre y cuidar de sus hijos.
En ningún sitio la vida de familia es tan apreciada como en la
U.R.S.S., ni más alegre, ni más estable. Y todas las medidas to-
madas recientemente por el Gobierno en lo que concierne a las
mujeres, no tienen más que un fin: el de reforzar, enriquecer y
estabilizar la familia. No hay un solo país donde la mujer sea
más protegida contra la irresponsabilidad de los maridos y de los
padres que en la U.R.S.S. Ésta es una de las razones más impor-
tantes de la ley promulgada últimamente prohibiendo el aborto y
que tiene por objeto proteger a la mujer contra la irres-
ponsabilidad de los maridos que olvidaban todas las ventajas de
la antigua ley sobre abortos.
En la U.R.S.S. no hay contradicción entre la maternidad y la
participación en la actividad industrial y social; al contrario, las
dos se coordinan en perfecta armonía y se completan mutua-
mente.

LA MUJER EN LA POLICÍA SOVIÉTICA

La mujer en la U.R.S.S. se encuentra en todos los departa-


mentos de la policía, donde ocupa los puestos más diversos, pues
tiene acceso a ellos lo mismo que los hombres.
Muchas son expertas en conocer huellas, otras se ocupan de
investigaciones criminales, otras dirigen las oficinas de la poli-
cía, etc. En Kiev, la capital de Ucrania, se ha hecho la experien-
cia, completamente satisfactoria, de emplear las mujeres en la
policía del tráfico urbano.
Estas mujeres policías prestan un gran servicio con los niños,
inculcándoles buenos hábitos en lo que concierne a la calle y a
los edificios públicos, preparándolos para ser buenos ciudada-
nos. Los departamentos especiales de las oficinas de la policía
para los niños vagabundos y ladrones, son modelo de confort, y
la solicitud que las mujeres policías testimonian a los niños ad-
mira a todo el mundo.

83
TRESCIENTOS MIL CASOS
DE ALUMBRAMIENTO INDOLORO

El profesor Lourié, de Sverdlovsk, que ha sido condecorado


con la orden de Lenin por sus notables trabajos sobre alumbra-
miento indoloro, ha declarado en una reciente conferencia en
Moscú, que el método del alumbramiento indoloro era ahora
practicado en toda la U.R.S.S., y que, en muchas ciudades, el 100
por 100 de los alumbramientos eran efectuados por este método.
Se han registrado 300.000 casos de estos alumbramientos al
final del año 1936.
El parto indoloro, según este profesor, ha reducido notable-
mente la mortalidad de las madres y de los recién- nacidos. Es
evidente que cuando el alumbramiento se efectúa por este pro-
cedimiento, las mujeres están asistidas durante todo el proceso
por el médico, la comadrona y la enfermera, que lo siguen con
atención y evitan casi siempre toda complicación.
En Tagil, provincia de Sverdlovsk, hay un joven especialista,
el doctor Pelvinov, que no ha tenido un solo caso mortal en los
1.000 partos que ha operado el año pasado.
Es preciso añadir que el profesor Lourié es el director del
nuevo Instituto de Alumbramientos indoloros de Sverdlovsk,
que puede tratar 12.000 casos al año y trata igualmente los casos
de esterilidad.

LA MUJER SOVIÉTICA Y LA MODA

La Casa de la Moda, en Moscú, acaba de organizar una expo-


sición de sus nuevos modelos de invierno. Han sido presentados
unos sesenta modelos, y un representante de la prensa soviética
preguntó a la señora Medvedeva, directora del taller de croquis,
en qué se diferenciaban estos modelos de los de las mejores ca-
sas de París.

Es que –nos contestó ella– hay tanta ligazón entre todos


los países, que no se puede vestir a la mujer soviética de tal

84
manera que tenga un aire excéntrico. Si se acortan las faldas
en París, nosotras las acortaremos también. Las faldas cortas
son mejores de llevar y hacen una silueta muy suelta. Lo que
hay es que el tipo de vestido que nosotras presentamos más,
es el que mejor conviene a las necesidades particulares de la
mujer soviética. Tomemos, por ejemplo, a María Federovna
como verdadero tipo de mujer soviética. Tiene una lección de
inglés por la mañana antes del trabajo; después de su jornada
de seis horas en la fábrica, se va a las cuatro y media de la
tarde al Stadio Dynamo, para ver las finales de patinaje; a las
siete y media se va al Teatro de Arte dé Moscú, y come con
unos amigos porque no tiene tiempo de comer en su casa.
Por eso quiere un vestido que sea, a la vez, de sport, de ma-
ñana y de tarde.

LAS VENTAJAS DEL RESTAURANTE COLECTIVO

Desde el advenimiento del Poder soviético, ha habido caluro-


sos defensores de una alimentación en común, y su propaganda
fue ingeniosa y persuasiva.
Hasta estos últimos tiempos, los trabajadores preferían co-
mer en los lugares de trabajo y en los comedores de las fábricas
por tres razones principales: primera, ganar tiempo; segunda,
economizar las raciones que percibían, cuando todavía existían
las tarjetas de aprovisionamiento; y tercera, que les costaba más
barato. El precio de una buena comida en un restaurante de
fábrica era inferior al que esta misma comida tendría hecha en
casa, teniendo además la ventaja de que era más variada y mejor
preparada. Pero ahora se ha operado un gran cambio. En el mer-
cado se encuentra de todo y está más barato. Hay variedad y
mejor calidad.
Y los más firmes partidarios de la alimentación en común,
comprenden muy bien que hay ahora una lucha verdadera entre
los adeptos de la comida colectiva y los que quieren volver a la
antigua tradición familiar. El Estado no hace presión alguna
sobre la población. Por otra parte, una presión hecha por el Es-
tado no tendría eficacia alguna cuando se trata de un problema

85
psicológico tan fundamental como el de saber de qué manera
hombre y mujer tomarán su comida.
Por otra parte, si se quiere hablar de presión del Estado, casi
se puede decir que se inclina del lado opuesto a la alimentación
en común, haciendo bajar los precios en el mercado y constru-
yendo alojamientos provistos de cocina y comedores cómodos.
Si la población de la U.R.S.S. desea poco a poco volver al vie-
jo sistema familiar, no hay para ello ningún obstáculo. Pero hay
argumentos irresistibles en favor de la alimentación en común, y
toda mujer emancipada sólo puede estar convencida de su valor.
La alimentación en común, más que ningún otro nuevo hábito
tomado después de la Revolución, librará a la mujer de su escla-
vitud ancestral. Esto, por otra parte, no la privará de la misión
que ella ha tenido desde hace muchos siglos de preparar el ali-
mento de su marido y de sus hijos. Porque si una mujer siente
por ello vocación, esta misión no será despreciada por el hecho
de que no sea ejercida por un grupo de familias y porque el tra-
bajo se efectúe de un modo más sistemático y más refinado.
Y al final, la cuestión económica de tiempo, de alimento y de
combustible, era una cuestión de orden práctico en la U.R.S.S.
Ahora los propagandistas la han convertido en una cuestión de
principios de sana economía. Una comunidad civilizada no debe
dilapidar su tiempo, su energía y su combustible, pues tiene algo
mejor que hacer: un trabajo de creación ilimitada y una alegre
utilización del tiempo de que uno puede disponer libremente.
La cuestión del gasto de energía y de combustible ha sido es-
tudiada científicamente. En 1927 se han establecido en diversos
pueblos, por un período que comprendía de julio a septiembre,
estadísticas de consumo de combustible en esta época del año.
Se ha comprobado que el gasto durante estos meses era de 9,22
rublos por familia media de 4,36 personas. Así, el gasto anual
por persona, por la cocción de alimentos en una familia, se ele-
vaba alrededor de 9 rublos. Y, por otra parte, se ha calculado que
por la alimentación colectiva el gasto anual por persona es de 4,1
rublos aproximadamente, o sea menos del 50 por 100. En los
pueblos, evidentemente, es preciso calcular que los gastos gene-
rales de instalación de los restaurantes colectivos son bastante
elevados y disminuyen algo la economía. Pero está reconocido

86
también que en ellos se consume bastante más 3 combustible por
persona.
En lo que concierne a la cuestión de tiempo, el examen de
«los presupuestos de tiempo» ha revelado que, para la prepara-
ción doméstica de dos comidas para 1.000 personas, se emplean
1.370 horas, y en un restaurante colectivo se emplean solamente
120 horas para el mismo número de comidas.
Es preciso aclarar que estas cifras han sido tomadas en un
período en el cual las cocinas estaban todavía muy poco mecani-
zadas.
Volviendo a la cuestión del gasto de tiempo, los defensores de
la alimentación colectiva han hecho cálculos, que dan cifras ver-
daderamente astronómicas. Se ha calculado que en un sistema
familiar se consumen cada año 700 horas por habitante en coci-
na, lavado y cuidado de los niños, esto es: 86.000.000.000 de
horas de trabajo en toda la U.R.S.S. Esto significa, pues, que
calculando sobre la base de una jornada de 10 horas, hay 30
millones de individuos que dan toda su actividad para un trabajo
doméstico, concebido bajo la forma familiar.
Otro cálculo ha establecido que 4.500.000 personas emplean
todos los días ocho horas para confeccionar la comida en forma
familiar, de toda la población de la R.S.F.S.R. (la República de la
U.R.S.S. que tiene 113.000.000 de habitantes). Así, pues, con la
alimentación colectiva no es preciso más que la sexta parte de
este tiempo, lo que permitiría a tres o cuatro millones de muje-
res emplearlo en un trabajo productivo.
Igualmente se hace intervenir la calidad y la variedad de los
platos, que pueden ser más fácilmente obtenidas con cocineros
profesionales.
Pero los partidarios cuentan sobre todo con la trans-
formación radical que está en vías de operarse en la vida de las
mujeres, y con los resultados que los restaurantes colectivos han
dado ya.
Es preciso inculcar en el público la idea de que es una necesi-
dad vital que el alimento sea sano y bien condimentado. Y el

3Por el sentido de la frase, entendemos que se trata de un error y


que el texto debería decir «menos». | N. de la E.
87
control de los restaurantes por los Comités de fábrica permite a
los trabajadores adquirir el sentido del valor de una alimenta-
ción sana y bien preparada.
Se han organizado campañas especiales para la alimentación
colectiva por medio de conferencias. Se han editado además, con
este fin, un gran número de carteles y folletos. En 1931, por
ejemplo, los folletos han sido editados en los koljoses y sovjoses
para incitar a la alimentación colectiva, y contenían muchos
detalles sobre la mejor manera de hacer funcionar las cocinas
comunales.
En las fábricas, se trata de llegar a que los trabajadores co-
man en el restaurante colectivo y no lo consideren como una
cosa excepcional. ¿Por qué desayunar una vez o dos en el restau-
rante y no tomar de allí todas las comidas? ¿Por qué no lo hace
igualmente la familia, ya que ésta es la manera más racional de
alimentarse? He aquí cómo se les presenta el asunto a los traba-
jadores.

LAS MUJERES DE LAS MINORÍAS NACIONALES

En Uzbekistán, el número de mujeres que han votado en las


últimas elecciones a diputados de Soviets ha aumentado consi-
derablemente. Mientras que en 1926 habían votado solamente
un 7,8%, en 1934 han utilizado el derecho a votar un 69,4%. En
Turkmenistán, la proporción fue de 9,5% en 1927 y 73,5% en
1934, y en Tayikistán, 22% en 1927 y 72,5 % en 1934.
Las mujeres de las minorías nacionales ejercen también la
medicina y la enseñanza, en cuyas profesiones son excelentes
profesoras. En 1935, en Transcaucasia la mayoría del cuerpo de
enseñanza primaria eran mujeres: el 85 % en las ciudades y el
45% en los pueblos.
En las escuelas secundarias se encuentran: en las ciudades,
un 46% de mujeres, y en los pueblos, un 19%. En Uzbekistán, el
porcentaje es igualmente elevado, y más de la mitad del cuerpo
de enseñanza está compuesto de mujeres.
En la República Tártara, antes del Poder soviético no había
más que ocho mujeres médico y ninguna de ellas era indígena.

88
Ahora hay 743, de las cuales el 30% son tártaras. Esta misma
proporción se encuentra en el personal de asistencia médica. En
Turkmenistán había en 1926, 24 mujeres que supieran leer y
escribir. En 1936, este porcentaje se ha elevado a un 18% en los
distritos rurales y un 72% en los urbanos. En la República Tárta-
ra, bajo el dominio zarista solamente había un 5% de mujeres
que supieran leer y escribir. Hoy hay un 70%.

LOS SINDICATOS SOVIÉTICOS Y LAS MUJERES

Los Sindicatos soviéticos desempeñan un papel muy impor-


tante en la organización de los servicios sociales y comunales.
Schwernik, secretario del Consejo Central de los Sindicatos de la
U.R.S.S., ha dicho:

Los sindicatos deben crear las condiciones que permitan a


la mujer hacer su trabajo con toda tranquilidad, sin ningún
cuidado superfluo.

Los Sindicatos ejercen su control sobre todos los ramos de


actividad de las instituciones de educación de los niños, partici-
pando directamente en la elección del personal administrativo y
de enseñanza. Igualmente toman una gran parte en el financia-
miento de estas instituciones.
En la U.R.S.S., todos los fondos del Seguro social están en
manos de los Sindicatos, y este fondo está depositado por las
empresas y no por los trabajadores. En 1935 los fondos del Segu-
ro social alcanzaban por año la suma colosal de 6.700.000.000
de rublos. El mayor porcentaje de este Seguro social va a los
cuidados de los niños.
En el curso de los últimos cinco años, la suma asignada por
los sindicatos a los servicios comunales para los niños ha au-
mentado en 74 veces la suma primitiva. En 1935 esta suma as-
cendía a 438 millones de rublos.

89
PROTECCIÓN A LA MATERNIDAD

El crecimiento de la protección a la maternidad puede juz-


garse por estas cifras. En 1929 fueron asignados 30 millones de
rublos para las mujeres embarazadas; en 1935, esta cifra aumen-
tó en 203 millones. Además, 82 millones de rublos han sido
destinados a casas-cuna y maternidades. Este aumento conside-
rable de gastos para la protección de la maternidad durante los
últimos años ha sido debido a la elevación del número de muje-
res que trabajan en el comercio y en la industria, e igualmente ha
aumentado el número de nacimientos en toda la U.R.S.S.
Una buena organización de los servicios ginecológicos es par-
ticularmente importante para salvaguardar la salud de la madre.
En 1935 había 42.800 camas en las Maternidades de la U.R.S.S.
Estas Maternidades son modelo en su género.
En los distritos rurales, el número de Maternidades es toda-
vía insuficiente. Actualmente sólo un 20% de las madres pasan
por sus servicios. Pero por pequeña que sea esta cifra, representa
un progreso considerable cuando se piensa que en 1913 solamen-
te un 4% de mujeres aldeanas podían ir a las Maternidades.

LA MUJER SOVIÉTICA Y EL DEPORTE

En la Rusia zarista, solamente un pequeño número de la ju-


ventud podía practicar los deportes. En la U.R.S.S., el movimien-
to de cultura física alcanzaba a 8.200.000 de personas en 1935,
número que aumenta cada año. En el año 1935, 2.000.000 de
mujeres tomaban parte en el movimiento de cultura física. En
septiembre de 1936, este número llega a 29 millones, inscritas en
los diversos clubs.

LA MUJER SOVIÉTICA QUIERE SER CULTA

El deseo de cultura ha sido firmemente experimentado por


las koljosianas de la Estación de Máquinas y Tractores del distri-
to de Georgievské, en su carta a Stalin:

90
Es evidente que nosotras debemos estudiar para ser aptas
antes de ocupar convenientemente las grandes granjas. No-
sotras vamos a estudiar todo el invierno para aprender a leer
y a escribir. Estudiaremos los rudimentos fundamentales de
la economía política y de la agricultura. Pero dadnos más li-
bros y más cuadernos, pues es muy grande el deseo de las
mujeres de estudiar. «Si yo no soy bastante educada –dicen–,
yo no puedo dirigir bien mi brigada.» Y todas dicen lo mis-
mo. Ahora que nosotras somos llamadas a tomar parte en la
administración de la vida pública, de la economía nacional, la
educación no es un lujo, sino una absoluta necesidad, como
el agua cuando se tiene sed.

LAS MUJERES EN LA ADMINISTRACIÓN DEL PAÍS

Daremos aquí las cifras comparadas [en miles] de elegidas en los


Soviets, entre 1926 y 1934:

1926 1931 1934


Soviets urbanos 18,7 43 50
Soviets rurales 122,6 317 329

En 1935, 380.000 mujeres eran miembros de los soviets ur-


banos y rurales, y representaban el 30% del número total de
diputados.

LA SERVIDUMBRE DE LA MUJER
EN LA RUSIA ZARISTA

Esta servidumbre está bien expresada por el extracto siguien-


te del Código civil:
La mujer está obligada a obedecer a su marido en todos
los aspectos, y no puede en ningún caso substraerse a su au-
toridad. Las mujeres no pueden ser contratadas sin la autori-
dad de sus maridos.

91
LENIN Y LA VIDA DOMÉSTICA DE LA MUJER

La mujer en la vida doméstica está sacrificada coti-


dianamente en mil pequeños detalles. El antiguo derecho del
hombre a ser el amo subsiste secretamente. Y en nuestro tra-
bajo entre las masas femeninas, hay que hacer un esfuerzo
considerable para la educación de los hombres. Es preciso
desarraigar hasta la última fibra de esta concepción secular
del hombre, dueño y señor, tanto en el Partido como entre las
masas.4

STALIN Y LA MUJER

La mujer representa la mitad de la población de la


U.R.S.S., que supone un inmenso ejército de trabajo, y su mi-
sión es educar nuestra infancia, nuestra futura generación, es
decir, nuestro porvenir. Por esto, nosotros debemos saludar
la actividad social creciente de las trabajadoras y su elevación
a los puestos dirigentes, como un signo claro del desenvolvi-
miento de la cultura.5

LA MUJER Y EL FASCISMO

En lo que concierne a la educación femenina, el punto


esencial es la preparación psíquica: primero, la formación del
carácter, y solamente luego la de la inteligencia, porque el
único fin de la educación femenina es la maternidad. (Hitler:
Mein Kampf)

4 Cfr. ZETKIN, C.: Del cuaderno de notas (1925); en Ellos conocie-


ron a Lenin, pp. 44-45. Editorial Progreso, Moscú, s/a. | N. de la E.
5 Cfr. STALIN, J.: Informe ante en XVII Congreso del Partido acer-

ca de la actividad del C.C. del P.C.(b)….; en Obras, t. 13, p. 354. Ed.


en Lenguas extranjeras, Moscú, 1955. | N. de la E.
92
En Berlín se han colocado por todas partes carteles concebi-
dos en estos términos:

A las jóvenes alemanas.


Vosotras no estáis hechas para el trabajo. Aprended a ser
mujeres. No dejéis al hombre en la casa, y volved a los cuida-
dos del hogar. Dejad el trabajo al hombre, que en caso con-
trario será indirectamente sostenido por vosotras. El dinero y
el seguro para la vejez no tiene ninguna utilidad si no habéis
dado a vuestra vida un sentido real. Sin esto, vuestro cuerpo
y vuestro espíritu no serán más que ruinas.

A las amas de casa.


No robéis a vuestros hijos y a vuestros maridos las horas
que reclaman de vosotras.

Goebbels, en una conferencia dada a los militantes del Parti-


do «nazi» el 12 de febrero de 1934, ha dicho:

La influencia de la mujer en la vida pública es el comienzo


de una decadencia aparente.
La preparación de la vida pública, los estudios y la educa-
ción, impiden a la mujer cumplir su misión natural; no es
preciso, pues, animarlas a seguir carreras intelectuales.

Según el líder nazi Gottfried Feder:

El judío nos ha robado la mujer para la democracia se-


xual. Nosotros, la nueva generación, debemos levantarnos
para matar al dragón, a fin de revivir lo que hay de más sa-
grado en el mundo: la mujer sometida y esclava.

«Dios ha creado la mujer para el amor y los cuidados domés-


ticos», ha dicho un miembro del Parlamento nazi de Baviera; y
lo que los nazis entienden por amor lo ha expresado claramente
Goebbels en su libro Michail:

La misión de la mujer es agradarnos y llenar el mundo de

93
niños. Esto es tan viejo, que ya se dice: «Entre los pájaros, la
hembra se hace bella para el macho y cubre los huevos; en
cambio, éste la protege y defiende contra los enemigos.

Si se admite que el mundo del hombre es el Estado, la lu-


cha y la capacidad de sacrificio a la comunidad, se ve clara-
mente que el papel de la mujer es de menor importancia. Su
mundo será el marido, la familia, los hijos y la casa. (Hitler:
Mein Kampf)

Cuando en abril de 1932 una delegación nacional de las orga-


nizaciones femeninas, deseosas de saber cuál sería la situación
de la mujer en el III Reich, se presentó a Hitler a fin de asegurar-
se de que el futuro Gobierno no aboliría la igualdad legal de la
Constitución de Weimar había concedido a las mujeres, éste les
respondió:

¿Qué ha hecho la Revolución de 1918 hasta aquí por las


mujeres? Todo lo que ha hecho fue transformar a 50.000 de
entre ellas en medias azules y en militantes de los partidos.
Bajo el III Reich, cada mujer tendrá la posibilidad de encon-
trar un marido.

LAS JÓVENES DE LA U.R.S.S.

«¿Cómo son las muchachas en la U.R.S.S.?»


He aquí una pregunta que nos ha sido hecha centenares de
veces desde hace dos años. ¿Están estas mujeres trabajando
siempre? ¿No se aburren? ¿Les gustan los trajes bonitos o son
ratas de biblioteca y pertenecen a treinta y seis comités? ¿Cómo
pasan su tiempo? ¿Cuáles son los conceptos de las muchachas
rusas sobre el amor, el matrimonio y la familia?
La joven moderna en la U.R.S.S. tiene muchos puntos de
contacto con las jóvenes de otros países, pero en otros difiere
completamente. Tiene la suerte de poder realizar en su vida
muchas cosas que las muchachas de otros países sólo pueden
soñar.

94
Tomemos como ejemplo a mi amiga Volya, entre los millares
de jóvenes que encuentro en todos los pueblos de la U.R.S.S.
Volya tiene 22 años; es risueña y siente la alegría de vivir.
Tiene grandes condiciones para la música y estudia en el Con-
servatorio de Moscú para ser pianista y crítico musical. Es hija
de un ingeniero de la industria petrolífera, pero esto no importa
porque las mismas posibilidades que tiene ella de seguir su voca-
ción, las tienen todas las muchachas de la U.R.S.S., sean hijas de
quien sean. El Gobierno soviético, los sindicatos y todas las insti-
tuciones públicas, velan por que las posibilidades de la cultura
comprendan no solamente la instrucción, sino que todo escolar,
al llegar a estudiante, reciba un modesto estipendio que le per-
mita cubrir sus gastos de habitación y de comida, y además tener
un poco de dinero para ir al cine de vez en cuando. A medida que
prosiguen sus estudios, esta pensión aumenta progresivamente.
Si vosotras conocierais a Volya, conoceríais a la joven soviéti-
ca de hoy.
Aunque tiene apenas 22 años, Volya está casada hace ya dos
años. Eugenio, su marido, algo mayor que ella, acaba de termi-
nar sus estudios de física.

EL CONFLICTO ENTRE EL MATRIMONIO


Y LA SITUACIÓN ECONÓMICA

La mayor parte de las muchachas rusas se casan jóvenes.


Ellas consideran el amor y el matrimonio, como las restantes
cosas de la vida, con una gran seriedad. En cuanto encuentran al
compañero deseado, nada las impide casarse. Las razones eco-
nómicas, que entre nosotros obligan muy a menudo a los jóvenes
a diferir su matrimonio varios años, allí no existen.
Como todos están seguros de encontrar siempre trabajo, la
base económica del matrimonio está asegurada, hasta para las
parejas como Volga y Eugenio, que pueden vivir su vida y seguir
estudiando.
La mayoría de las parejas de estudiantes prefieren no tener
niños en seguida. Pero si los tienen, los llevan a las casas-cuna,
donde los niños reciben los mayores cuidados, mientras sus

95
padres van a sus cursos o a su trabajo. Esto depende únicamente
de su deseo.
Volya, como la mayor parte de las jóvenes soviéticas, prefiere
tener una ocupación fuera de casa; pero esto no es obligatorio,
porque la que prefiere quedarse en casa es libre de hacerlo, y
muchas así lo hacen, sobre todo entre las de la generación ante-
rior. Pero entre las jóvenes es corriente buscarse otra vocación
además del matrimonio, y consideran esto a la vez como su de-
ber social y su derecho, puesto que el Gobierno soviético toma a
su cargo desenvolver todas las instituciones colectivas, tales
como restaurantes, casas-cuna, lavaderos, etc. Así las jóvenes,
ante su máquina, su encerado o en su obrador, están libres de
esta doble esclavitud a que están sujetas las mujeres que traba-
jan entre nosotros.
La joven soviética de hoy piensa con alegría en su trabajo y
en su futuro hogar. ¿Qué otros intereses tiene ella en la vida?
Tiene muchos. Como Volya, muchísimas jóvenes son fervientes
partidarias del deporte. Volya y Eugenio patinan y hacen juntos
esquí de invierno. En verano van con sus amigos a nadar, a pa-
sear al bosque y a remar por el Moskova. La mayoría de las jóve-
nes forman parte de su club de fábrica o de la oficina, en donde
ellas pueden disfrutar de excelentes «soirées» [veladas] artísti-
cas por muy poco dinero. Siguen además las conferencias técni-
cas, económicas y políticas; forman parte de sociedades teatrales
y musicales, donde pueden descubrir en ellas mismas una serie
de disposiciones y talentos insospechados.
«Pero ¿cómo se visten las muchachas? –me vais a pre-
guntar–. ¿Llevan vestidos bonitos?» Las muchachas soviéticas
son como todas las muchachas del mundo, y gustan de llevar
cosas bonitas. Es posible que esto en ellas no esté tan arraigado
como en una francesa o en una americana, porque hay otras
cosas más importantes que llenan su interés, pero es evidente
que, en todo caso, ellas gustan de las cosas bonitas.
Muchas jóvenes se maquillan, pero la mayor parte, no. Como
gozan de buena salud, tienen buenos colores y los ojos brillantes;
por eso no necesitan retocar su aspecto, tan agradable y vigoro-
so.

96
IGUALDAD SOCIAL COMPLETA

La joven soviética es sociable, cordial y amante de los niños y,


por consiguiente, sueña con crearse una familia. Al mismo tiem-
po, toma parte activa en la vida pública y, como sus compañeras,
es elegida para los Consejos o Soviets, como se llaman en la
U.R.S.S. También participa en la elaboración de las medidas que
proporcionan salud, cultura y dicha a la comunidad.
Una de las cosas que impresionan más a los que visitan la
U.R.S.S., es el ver a las mujeres en el trabajo.
Hay muchas mujeres chófer, ingenieras, conductoras de
tranvías, aviadoras, directoras de fábrica, escritoras, mecánicas,
etc., y para ellas ningún puesto está vedado.
La joven soviética moderna toma no solamente parte activa
con el hombre sobre una base de igualdad en los asuntos locales
y nacionales, sino en todos los acontecimientos internacionales.
Cree firmemente en la paz y en la importancia de las relaciones
amistosas entre todos los pueblos del mundo, y se muestra di-
chosa de encontrar jóvenes y mujeres de otros países a quienes
mostrar el mundo nuevo que está construyendo con sus compa-
ñeros, y en lo que ella pone tanta energía como amor.

LA IGUALDAD DE LA MUJER Y EL HOMBRE,


EN TODOS LOS DOMINIOS, FUE PROCLAMADA
POR LA REVOLUCIÓN RUSA

Hombres y mujeres tienen los mismos derechos políticos,


los mismos derechos en lo que concierne a la distribución de
la tierra, los mismos derechos en el matrimonio, respecto a
los hijos e iguales derechos en caso de divorcio. Se halla en
igualdad de condiciones para el acceso a todos los empleos,
poseen, igualmente, iguales salarios para un trabajo igual y se
hallan protegidos de igual modo en su trabajo. Se aprovechan
en igual medida de todas las realizaciones en el dominio cul-
tural, económico y técnico lo que permite a las mujeres al-
canzar la misma capacidad que los hombres.

97
La legislación soviética se basa en el derecho al trabajo, es el
trabajo el que proporciona derechos de ciudadano. Es el trabajo
quien libera a la mujer, quien la independiza del hombre y quien
ha abolido su inferioridad social.

EN LA ENSEÑANZA

La actividad de las mujeres se desarrolla constantemente y se


extiende a nuevos aspectos. El número total de mujeres emplea-
das en trabajo de utilidad pública es de 5.859.100, es decir, casi
la tercera parte del total de la población obrera de la U.R.S.S. La
distribución es la siguiente:

Industria 2.337.400
Sector cultural 1.063.400
Economía campesina 623.600
Comercio del Estado,
601.600
servicio de alimentación
Construcción 386.500
Vías de comunicación 220.700
Municipios 215.500
Instituciones del Estado 175.400
Correos y telégrafos 74.300
Varios 160.700
Total 5.859.100

Gran número de mujeres ingresan en las universidades y Es-


cuelas Superiores. Aunque ya hemos hablado algo, diremos que
el primero de enero de 1934, existían en:

98
Porcentaje de mujeres
Escuelas Superiores Medicina 71,4%
Escuelas Pedagógicas 49,3%
Escuelas de Agricultura 30,6%
Escuelas de economía social 34,9%
Escuelas industriales 19,8%

Sin embargo, no todas las mujeres actuales de la U.R.S.S. han


podido beneficiarse de esta escuela de trabajo y aún menos de la
enseñanza en los Institutos. El Gobierno soviético ha realizado
grandes esfuerzos para liquidar el analfabetismo, desarrollar la
cultura general y la calificación técnica de los adultos. El porcen-
taje de mujeres iletradas, que se elevaba al 87% antes de la revo-
lución, ha sido reducido a menos del 15%, comprendiendo las
ancianas, lo que de hecho reduce a casi cero el porcentaje de
mujeres analfabetas entre las jóvenes.
No hay que decir que grandes cantidades de obreras frecuen-
tan las diversas organizaciones culturales creadas en todo el país
soviético; el club de la fábrica en donde asisten a fiestas educati-
vas, conferencias literarias, científicas, políticas o técnicas; la
biblioteca instalada en cada casa obrera o en el parque de cultura
y reposo. En la fábrica se les entrega el periódico, redactado por
los técnicos, mediante el cual podrán elevar progresivamente su
calificación y aumentar su salario. Existen numerosos cursos por
correspondencia. El campo no está olvidado. El porcentaje de
estudiantes de origen koljosiano es muy elevado. Entre las «de-
legadas sanitarias», especie de enfermeras o revisoras de higie-
ne, más del 70% son de origen campesino.

LA VIDA DE FAMILIA

A veces se oye decir, a propósito de la mujer soviética: «La


vida de familia es imposible en la U.R.S.S. Si la mujer trabaja, el
hogar queda destruido».

99
Es preciso elegir. La «mujer del hogar» es, para la mujer, la
servidumbre con relación al hombre; es el abandono de sí misma
y la prostitución, en muchos casos, el día en que el mando se
aleja de la vida común, el renunciamiento a una cultura superior,
absolutamente inútil para el trabajo de casa, la perspectiva de un
empobrecimiento intelectual y moral progresivo, reducida a vivir
en un círculo estrecho en el que los cambios de pensamiento son
muy escasos, el desarrollo en el espíritu de la mujer y del niño,
que crece junto a ella, de un individualismo egoísta y pretencioso
opuesto al espíritu de solidaridad necesario en la construcción
del socialismo.
Todo lo que contribuye al desarrollo de la inteligencia y de la
conciencia de la mujer no puede encontrar su atmósfera adecua-
da en el hogar. Nadie ama a sus hijos como la mujer soviética.
Los niños, cuya educación controla el Estado, encuentran en
establecimientos especiales las mejores condiciones para su
desarrollo físico e intelectual. La madre soviética tiene el dere-
cho de vigilar el funcionamiento de estas instituciones y de visi-
tarlas cuando quiere. Al menor motivo puede dar la señal de
alarma en el seno de los comités de padres, de los que ella forma
parte, que controla estos establecimientos. Su aviso será tenido
en cuenta y la falta corregida.
Otra de las preguntas de la gente cándida es la siguiente:
«¿La facilidad del divorcio no lleva en sí el abuso? ¿Las relacio-
nes entre hombres y mujeres no pierden dignidad? ¿La mujer no
será la primera perjudicada?»
En la Unión Soviética la supresión de los privilegios sociales
ha abolido las barreras levantadas entre hombres y mujeres de
diferentes clases. Ningún cálculo, ningún prejuicio de clase pue-
de equivocar a una mujer ni quebrantar la armonía en la unión
que haya libremente verificado.
Todo se halla establecido para que las personas de los dos se-
xos establezcan su hogar en el que reinará perfecta y durable
tranquilidad: educación común de los hijos desde su más tierna
edad; el hábito por el hombre de considerar a la mujer como
igual, tan bien dotada, cultivada, tan socialmente útil como él
mismo; la costumbre también de asociarla, satisfecho, a todas
sus luchas y esperanzas; la propaganda realizada en favor de la

100
higiene sexual; la lucha enérgica y eficaz contra la prostitución;
el sentido en el que toda la colectividad dirige los problemas de
la educación; el potente y generoso movimiento de emulación
que lleva la gran masa de la población hacia la edificación de una
sociedad racional y justa. Todas estas condiciones sociales, en las
que hombres y mujeres se desarrollan, forman un clima ideal
que las prepara a conducirse en el amor con la serenidad y el
mismo entusiasmo que aporta para solucionar todos los proble-
mas de la vida nueva.
Bajo cualquier aspecto que se examine la vida de la mujer en
la U.R.S.S. hay que convenir en que su suerte es envidiable. Sea
en el dominio del trabajo, de la educación y de la cultura o de la
familia ella tiene en sus propias manos todos los elementos para
organizar su felicidad. Bien criada en su infancia, dotada de la
más amplia instrucción que sea capaz de recibir, cumple su labor
en condiciones de seguridad y rendimiento cada día mayores. Su
salario, sus ingresos aumentan. Dentro y fuera de su hogar es
respetada por todos. Y la maternidad no la asusta porque no
teme, hoy o mañana, dejar sin recursos a sus hijos.

101
Tercer folleto

T. SEREBRENNIKOV

LA MUJER EN LA UNIÓN SOVIÉTICA*

PRÓLOGO

En este folleto nos proponemos contar algunas cosas sobre la


mujer en la Unión Soviética.
Actualmente todo el pueblo soviético sostiene una guerra pa-
tria contra los invasores germanofascistas. En esta dura lucha, la
mujer soviética desempeña una importante y honrosa tarea.
Duro era el destino de la mujer en la Rusia zarista. Por unos
míseros céntimos la mujer se veía obligada a trabajar en los ta-
lleres y fábricas 12 y 13 horas diarias en durísimas e insoporta-
bles condiciones. Estaba privada de todo derecho y en continua
zozobra por su porvenir. Por temor a ser despedida, la mujer
frecuentemente ocultaba su preñez y daba a luz en el mismo
taller, junto al banco de trabajo, volviendo al día siguiente a éste.
En el centro del país, en Moscú, más de una tercera parte de los
hijos de familias obreras morían antes de llegar a tener un año. A
la edad de 30-40 años, la mujer obrera era ya una inválida. La
vida de la campesina era más dura aún: el trabajo agotador de
sol a sol, los constantes reproches y palizas del amo y del marido,
el analfabetismo; todo esto reducía a la mujer campesina a la
condición de esclava.
La Revolución de Octubre de 1917 en Rusia entregó el Poder
a los Soviets de Diputados Obreros y Campesinos. Los obreros y
campesinos crearon su propio Estado. El Poder Soviético cambió
radicalmente la vida de la mujer: la libró de la servidumbre y le
concedió los derechos que corresponden a todo ser libre, la in-
corporó a la vida activa, a la edificación estatal y económica del
país. La mujer soviética obtuvo la libertad e igualdad de dere-
chos.

*Reproducimos el texto de T. Serebrennikov según la traducción


publicada por Ediciones en Lenguas Extranjeras en 1943.
103
Ha comprendido y adquirido plena conciencia del origen de
la verdadera libertad y de la verdadera igualdad de la mujer; por
eso defiende tan decididamente su nueva vida.

Para nosotras no puede haber otra vida –dicen las obreras


del heroico Leningrado–, que la vida del ser libre. Esta liber-
tad nos la ha dado nuestra Patria libre, que nos sacó de la mi-
seria y de la mayor desigualdad; y nosotras estamos dispues-
tas a cualquier sacrificio para defenderla contra la vil agre-
sión.

En estas vigorosas palabras resuena la voz de millones de


mujeres soviéticas que se alzaron en defensa de su tierra, en
defensa de las grandes conquistas de la Rusia Soviética.
La mujer soviética defiende abnegadamente su Patria. De-
fiende el Poder conquistado a costa de la sangre del pueblo.
Ya en la primera Revolución Rusa, en el año 1905, muchas
mujeres tomaron parte en las huelgas políticas de masas que
abarcaron todo el país. Al lado de sus maridos, hermanos e hijos
luchaban en las barricadas; afrontaban los trabajos forzados, el
destierro, las cárceles, por la causa común: la libertad.
Durante la segunda Revolución Rusa, en febrero de 1917, las
mujeres estaban en las primeras filas de los luchadores. Pocos
días antes de la Revolución, el 23 de febrero (8 de marzo), en el
Día Internacional de la Mujer, tuvo lugar en Petrogrado la pri-
mera gran manifestación de mujeres exigiendo el pan, la paz y el
regreso de sus maridos del frente.
En las filas de los obreros y campesinos que lucharon por la
Revolución de Octubre había muchas mujeres. Ellas custodiaban
las fábricas, que servían de fortalezas para los obreros, organiza-
ban destacamentos de sanidad, efectuaban exploraciones, procu-
raban armas, realizaban una labor de agitación entre los solda-
dos.
Las mujeres prestaron una inmensa e inapreciable ayuda a la
República Soviética en su lucha contra los invasores extranjeros
y la contrarrevolución interior en el período de 1918-1920.
La economía del país estaba muy quebrantada; en todas par-
tes reinaba la ruina, el hambre y el frío. Las mujeres sustituyeron

104
a los obreros que marcharon al frente y pusieron de su parte
todo lo posible para asegurar la victoria del Ejército Rojo: traba-
jaban en los talleres y fábricas, en los campos, en las minas y
como fogoneras en las locomotoras. Se entrenaban en los ejerci-
cios militares, ingresaban en las unidades del ejército como en-
fermeras, exploradoras, tiradoras de ametralladora y como com-
batientes de filas. Lucharon heroicamente contra los más viles
enemigos de la joven República Soviética, los alemanes, que la
habían agredido en 1918. Muchas mujeres se destacaron en los
combates de Narva, donde las tropas alemanas, que trataban de
abrirse paso hacia Petrogrado, recibieron un golpe fulminante de
las fuerzas soviéticas.
Un brillante ejemplo de la participación de las mujeres en
masa en la lucha armada, lo constituye la defensa de Petrogrado
en 1919, cuando el enemigo se encontraba en los accesos de esta
gran ciudad. Toda la población trabajadora, como un solo hom-
bre, se lanzó en su defensa.
Después de un corto período de instrucción militar, 2.660
obreras marcharon al frente; cerca de 12.000 obreras marcharon
para realizar trabajos de retaguardia y de fortificación. Además
de esto, a las mujeres se encomendó la custodia de las empresas
e instituciones del Estado: la Central de Correos y Telégrafos, las
fábricas y los puentes. Las mujeres cumplieron valientemente
con su deber, contribuyendo con todos los medios a su alcance a
la derrota del enemigo y a la defensa de Petrogrado.
En la lucha por la Patria, las mujeres dieron pruebas de un
verdadero heroísmo. Bajo el incesante fuego enemigo, retiraban
del campo de batalla a los combatientes heridos y les cuidaban
solícitamente. Marchaban en las primeras filas, a pesar de que a
las mujeres que caían prisioneras los guardias blancos las some-
tían a los mayores escarnios y brutales torturas, las violaban y
ejecutaban.
La vida combativa de la obrera Balándina, enfermera del
Ejército Rojo, personifica la vida de centenares y millares de
mujeres soviéticas. Desde el año 1918 hasta el final de la guerra
civil, Balándina trabajaba como enfermera y propagandista del
Ejército Rojo en el frente Este.
Durante un combate, mientras atendía a los heridos, cayó

105
prisionera de las bandas de Kolchak. La condenaron a ser fusila-
da. En el camino hacia el lugar de la ejecución, Balándina logró
ganarse a los soldados que la escoltaban y junto con ellos volvió
a las filas del Ejército Rojo. Cerca de Ishim, el escuadrón en que
trabajaba Balándina quedó cercado. En el momento crítico, Ba-
lándina se lanzó hacia adelante, arrastrando con su ejemplo al
escuadrón, y el enemigo fue arrollado. En 1920, Balándina fue
enviada al frente Oeste. A pesar de la grave contusión que recibió
durante uno de los combates, no abandonó el ejército hasta el
final de la guerra civil.
Gran número de mujeres luchaban en la retaguardia enemi-
ga, en los destacamentos de guerrilleros. Muchas de las que
trabajaban en la ilegalidad perecieron en las cámaras de tortura
de los guardias blancos.
En 1920, en Odesa, los guardias blancos condenaron a muer-
te a 9 jóvenes comunistas que trabajaban en la ilegalidad, entre
ellos a dos muchachas: Ida Krasnoschókova y Dora Liubárskaia.
A pesar de los escarnios y torturas durante el interrogatorio, las
muchachas no dejaron escapar ni una palabra. Con absoluta
serenidad escucharon el veredicto. Las últimas palabras de las
acusadas fueron éstas:

Todo de lo que se nos acusa lo hemos hecho con plena


conciencia y estamos orgullosas de haber procedido así; no
intentamos pedir clemencia, estamos convencidas de que
nuestra causa triunfará.

Esta serenidad, esta firmeza y elevación de espíritu no las


abandonó hasta sus últimos momentos.
Es imposible leer sin emocionarse la carta de Ida a sus pa-
dres, escrita la víspera de su ejecución:

Queridos padres: Dentro de 24 horas seré ahorcada. Me


marcho de la vida con la conciencia tranquila de haber cum-
plido con mi deber. Sólo siento el no haber podido hacer mu-
cho más. Estoy muy animada, absolutamente tranquila, y no
sólo yo, sino también todos los demás. Cantamos, charlamos
sobre cuestiones políticas... Tengo 20 años, pero siento que

106
en estos últimos días me he hecho mucho mayor. Querida
hermana, no te entristezcas por mí; consuela a mamá... A tu
hijito le dejo como legado el hacer lo que no he logrado hacer
yo. En este momento tengo un solo deseo: que vosotros to-
dos, queridos míos, consideréis mi muerte como la considero
yo: de un modo consciente y no como algo terrible. ¡Adiós!
I. K.

Todos estos sacrificios no fueron en vano. Con su sangre, las


obreras y campesinas ayudaron a la joven República Soviética a
conservar y consolidar las conquistas de la Gran Revolución de
Octubre. En su ejemplo fue educada la nueva generación de mu-
jeres, que actualmente sostienen la heroica lucha contra las hor-
das hitlerianas.

LO QUE EL ESTADO SOVIÉTICO


HA DADO A LA MUJER

El cuarto de siglo de existencia del Poder soviético transfor-


mó por completo la vida de la mujer. La mujer en la U.R.S.S.
goza de todos los derechos, igual que el hombre.
A la vez que el Gobierno soviético proclamó la igualdad polí-
tica de la mujer, le concedió la igualdad económica: el derecho a
ocupar cualquier puesto, a realizar cualquier trabajo y a recibir la
misma remuneración que el hombre por igual trabajo. Lenin
lanzó la consigna: «Cada cocinera debe aprender a administrar
el Estado». La incorporación de todas las mujeres, incluso de las
que antes estaban más atrasadas, a la vida política, se convirtió
en una de las más importantes tareas de los Soviets.
La actuación en los Soviets, el trabajo en las fábricas, en los
campos y en las instituciones se convirtió en una escuela, en la
que se educó la nueva mujer soviética. La mujer llegó a sentirse
un miembro con todos los derechos en la sociedad soviética.
Actuando en los Soviets locales, las mujeres adquirieron la
capacitación necesaria para el trabajo en los órganos centrales
del Poder estatal. En las últimas elecciones generales, celebradas
en 1939, 457.000 mujeres fueron elegidas diputados de los So-

107
viets locales de trabajadores. Para los Soviets Supremos de las
Repúblicas Federadas y de las Repúblicas Socialistas Soviéticas
Autónomas, que integran la Unión Soviética, fueron elegidas
1.480 mujeres diputados. Entre los diputados designados para el
órgano supremo del Estado soviético —el Soviet Supremo de la
U.R.S.S.— hay 227 mujeres. Son las mejores representantes de
nuestro país, quienes, con su ejemplar trabajo, con su abnegado
amor a la Patria, se han ganado la confianza de los electores.
He aquí la vida de Praskovia Nikítichna Pichúguina, diputado
al Soviet Supremo de la U.R.S.S., una mujer de vanguardia en el
País Soviético.
Mucha miseria y desdichas sufrió durante el tenebroso pe-
ríodo de la Rusia zarista, cuando la mujer no tenía ningunos
derechos. Su padre servía como ayudante de portero en Petro-
grado. La miseria, el hambre, el frío, el húmedo y enmohecido
sótano, el estrecho patio, al que nunca llegaban los rayos del sol:
esto fue lo que ella conoció en su infancia. Luego su vida se hizo
más dura aún. Tuvo que marcharse a trabajar al campo, al servi-
cio de un amo; allí Praskovia Pichúguina llevaba a pastar los
terneros. Más tarde pasó a trabajar en el ferrocarril. Durante un
gran incendio, tan frecuentes en las antiguas aldeas zaristas con
sus techados de paja, sus padres perecieron entre las llamas y
Praskovia quedó sola entre gentes extrañas.
El Poder soviético trajo una nueva vida al campo. Se desper-
taron las dormidas fuerzas del pueblo. También se destacó
Praskovia Pichúguina. Era una persona bondadosa, magnífica y
enérgica trabajadora: sólo entonces la conocieron en el pueblo, y,
en cuanto la conocieron, le tomaron cariño. Las mujeres la eli-
gieron como representante suya y Pichúguina se dedicó al traba-
jo social. Creó una casa-cuna y organizó el trabajo para la liqui-
dación del analfabetismo. Los vecinos cada vez con mayor fre-
cuencia se dirigían a ella en busca de consejo y ayuda. En 1929,
Praskovia Nikítichna, con su marido y sus hijos, se trasladó a
Moscú y comenzó a trabajar como peón de albañil en la cons-
trucción de la gran fábrica de cojinetes de bolas «Shariko-
podshípnik». Pronto se familiarizó con el nuevo ambiente y,
como todos los obreros y obreras de la U.R.S.S., terminó un
cursillo de instrucción técnica, y poco después formó en las filas

108
de las mejores obreras de fábrica. Debido a su bondad, a su ini-
ciativa y su disposición de consagrar todas sus energías y todo su
tiempo al trabajo social, Pichúguina se convirtió en la persona
más popular y más querida de toda la fábrica.
Pichúguina fue elegida diputado del Soviet de Moscú; más
tarde, presidente del Soviet de Diputados de los Trabajadores del
barrio de Taganka de la ciudad de Moscú, barrio que cuenta con
230.000 habitantes. Pichúgina desempeñó perfectamente este
cargo y conquistó general aprecio como uno de los mejores diri-
gentes de los Soviets de barrio de Moscú. En las primeras elec-
ciones para el Soviet Supremo de la U.R.S.S., en 1937, P. N. Pi-
chúguina fue elegida diputado por el barrio de Taganka de la ciu-
dad de Moscú.
En la U.R.S.S. muchas mujeres ocupan altos y responsables
cargos en la administración del Estado. Por ejemplo, Chimnás
Aslánova es vicepresidenta del Soviet Supremo de la U.R.S.S., N.
G. Grek es presidenta del Soviet Supremo de la R.S.S. de Bielo-
rrusia; la turkmena Karandzháieva es Comisaria del Pueblo de
Justicia de la R.S.S. de Turkmenia. Estas mujeres salieron de la
masa del pueblo, habiendo experimentado toda la dureza de la
vida de antes de la Revolución. Nadezhda Grigórievna Grek aún
hoy recuerda cómo, a la edad de 10 años, comenzó a trabajar
como pastorcilla en la finca de un kulak, y, cómo en una ocasión,
cuando se le extravió un cerdo, el enfurecido amo la apaleó hasta
dejarla medio muerta.
La activa participación en el trabajo de los Soviets es sólo una
de las manifestaciones de la intensa actividad política y social de
la mujer en el País Soviético.
Cerca de 10.000.000 de mujeres están afiliadas a los sindica-
tos, que juegan un enorme papel en la vida política del país. En
1940, actuaban en los sindicatos 650.000 mujeres, habiendo
sido elegidas como miembros de los Comités Centrales, de los
Comités republicanos y regionales, de los Comités de fábrica y de
taller y de los grupos sindicales; 57 mujeres encabezaban los
Comités Centrales de diferentes sindicatos, ocupando los cargos
de presidente o secretario responsable de éstos.
Ya antes de la guerra patria del pueblo soviético, más de
100.000 mujeres eran miembros de las juntas directivas y comi-

109
siones de cuentas en las sociedades cooperativas de consumo. La
organización de koljoses abrió enormes posibilidades para el
desarrollo de la actividad política de las mujeres. Decenas de
millares de koljosianas son presidentas de koljoses, jefas de bri-
gada y de grupo. Amplias masas de muchachas y mujeres sovié-
ticas están afiliadas a diferentes organizaciones sociales y agru-
paciones juveniles, culturales, técnicas, científicas, deportivas,
de defensa, etc.
Completamente diferente es el cuadro que vemos en la Ale-
mania fascista: allí la mujer está privada de todo derecho, se
halla oprimida, convertida en una «máquina de reproducción».
Antes de la llegada de los fascistas al Poder, en el Reichstag ale-
mán había varias mujeres; pero los bárbaros fascistas consideran
que la mujer no debe tener ninguna participación en la vida
política y social. En el congreso fascista de Nüremberg, Hitler
declaró que «la presencia de la mujer en el Reichstag sería una
deshonra para éste», y ahora no hay ni una sola mujer diputado
en el Reichstag. Durante las llamadas «elecciones» ni siquiera se
incluye a las mujeres en las listas de candidatos.

EL TRABAJO LIBRE
DE LAS OBRERAS
Y KOLJOSIANAS

La base de las conquistas políticas de la mujer soviética y de


la general transformación de su vida está cimentada en la incor-
poración al trabajo de las vastas masas de la población femenina.

(…) La obra iniciada por el Poder soviético –decía Lenin–,


podrá ser llevada adelante sólo cuando, en lugar de centena-
res de mujeres en toda Rusia, participen en ella millones y
millones de mujeres.1

1 Lenin, Ob. compl., t. XXIV, pág. 472, ed. rusa. [Cfr. LENIN, V. I.:
Las tareas del movimiento obrero femenino en la República Sovié-
tica (1919); en Obras Completas, t. 39, p. 213. Editorial Progreso,
Moscú, 1986; en esta edición, p. 15. | N. de la E.]
110
Como resultado del gigantesco desarrollo de la industria en la
ciudad y en el campo, en el momento de la pérfida agresión de
los fascistas alemanes contra la Unión Soviética, más de 30 mi-
llones de mujeres participaban en la edificación del Estado so-
viético. Este enorme ejército de trabajo estaba formado por cerca
de 19 millones de koljosianas y más de 11 millones de obreras y
empleadas. En 1939, las mujeres constituían el 40 por ciento de
todos los obreros y empleados de la U.R.S.S., el 43 por ciento de
los obreros industriales, y en algunas ramas, por ejemplo entre el
personal pedagógico y médico, las mujeres formaban la inmensa
mayoría.
En la Unión Soviética rige ahora para todos los trabajadores
la jornada de 8 horas; en los oficios peligrosos, subterráneos y
perjudiciales para la salud, la jornada es sólo de 7 horas. Hasta
junio de 1940, la jornada era de 7 y 6 horas respectivamente.
Durante la guerra patria, por iniciativa de los mismos obre-
ros, fue promulgada una ley que permite prolongar la jornada en
los talleres y fábricas que trabajan para las necesidades de la
defensa, pero no más que en tres horas. Según la ley soviética,
por cada hora de trabajo extra, el obrero recibe paga y media.
Anualmente, la mujer soviética goza de un descanso de dos
semanas, recibiendo su sueldo. En algunas clases de trabajo, las
obreras gozan de un descanso anual de tres a cuatro semanas.
En todos los casos de incapacitación temporal para el trabajo
–sea a causa de enfermedad, por accidente o por la necesidad de
cuidar a algún miembro de la familia enfermo–, las obreras y
empleadas reciben un subsidio de la caja del seguro social, cuyo
fondo se forma con las aportaciones de las empresas e institu-
ciones. Lo mismo que todos los trabajadores de la U.R.S.S., las
obreras gozan de asistencia médica gratuita. Tienen a su disposi-
ción una amplia red de clínicas y hospitales, sanatorios para
enfermedades generales y especiales, casas de reposo.
En la U.R.S.S. se dispensa a la maternidad toda clase de aten-
ciones y cuidados. Todas las mujeres que trabajan gozan de un
permiso obligatorio durante el embarazo y después de dar a luz.
Las obreras y empleadas tienen cinco semanas de permiso antes
de dar a luz y cuatro semanas después, recibiendo su salario

111
íntegro. Las koljosianas reciben un permiso de cuatro semanas
antes y cuatro semanas después de dar a luz, conservando du-
rante estos dos meses la mitad de lo que les corresponde, tér-
mino medio, por las jornadas de trabajo ganadas y que les paga
el koljós. Durante el día las madres tienen intervalos especiales
para amamantar a sus hijos (cada tres horas, una media hora).
La ley soviética prohíbe despedir del trabajo a las mujeres en
cinta. La administración de la fábrica o institución está obligada
a pasarlas a trabajos más fáciles. Está prohibido emplear en
trabajo nocturno a las mujeres embarazadas o hacerlas trabajar
horas extra.
En la U.R.S.S. también se ha hecho mucho para aliviar el tra-
bajo doméstico de la mujer, para facilitar sus faenas en el hogar.
En todo el país existe una amplia red de instituciones que atien-
den a los niños de pecho y de edad preescolar (casas-cuna, jardi-
nes infantiles, comedores infantiles, etc.). De la magnitud alcan-
zada por este trabajo se puede juzgar por el hecho de que en
1940 fueron atendidos por las casas-cuna e instituciones prees-
colares más de siete millones de niños hasta la edad de 7 años.
Estas instituciones son de enorme importancia para el desa-
rrollo político, social y cultural de la mujer: así le queda tiempo
libre para participar en la vida social, para el estudio, para el
descanso, para el recreo, para la educación de sus hijos.
Según las leyes soviéticas, el trabajo de la mujer se paga con
arreglo al principio: «Igual remuneración por igual trabajo», y
no son raros los casos en que una obrera, habiendo dominado
bien la técnica de su oficio, gana considerablemente más que un
hombre que trabaja en el mismo oficio, pero que trabaja peor.
La mujer soviética está tranquila por su presente y su porve-
nir. Sus derechos están salvaguardados por el artículo 122 de la
Constitución de la U.R.S.S. que dice:

En la U.R.S.S. se concede a la mujer iguales derechos que


al hombre, en todos los dominios de la vida económica, pú-
blica, cultural, social y política.
La posibilidad de ejercer estos derechos está asegurada
por la concesión a la mujer de derechos iguales a los del
hombre en cuanto al trabajo, al salario, al reposo, a los segu-

112
ros sociales y a la instrucción, por la protección por el Estado
de los intereses de la madre y del niño, por la concesión a la
mujer de permisos de embarazo, con disfrute de salario, por
una vasta red de maternidades, casas-cuna y jardines de la
infancia.2

En estas palabras de la ley soviética queda jurídicamente


afianzado lo que la mujer ya había conquistado en la práctica.
En la Rusia zarista, por cada 100 mujeres obreras y emplea-
das, 80 trabajaban como sirvientas, jornaleras y obreras del
campo. Actualmente sólo 8 de cada 100 mujeres trabajan como
sirvientas y jornaleras. En la construcción de maquinaria, la
rama industrial que exige un trabajo más calificado, en 1939 las
mujeres constituían una tercera parte del número total de obre-
ros ocupados en esta industria, mientras que en la Rusia zarista
eran sólo el 2 por ciento.
También en el transporte ferroviario la mujer trabaja ahora
en sectores de importancia. En 1928 únicamente había en todo
el país 6 mujeres ayudantes de maquinista y ninguna maquinis-
ta. En 1939 ya había más de 4.000 mujeres que conducían per-
fectamente las locomotoras y cerca de 5.000 más que se prepa-
raban para el oficio de maquinista.
En el transporte mecánico urbano, así como en los servicios
de enlace y transmisiones –telégrafo, teléfono, correo, radio–, la
mujer ocupa una posición firme en las filas de los trabajadores
calificados.
Cualquier obrera en la U.R.S.S., si posee los correspondientes
conocimientos y capacidad de organización, puede ser designada
para un puesto dirigente en la administración: puede ser jefa de
brigada, contramaestre, ingeniera, jefa de una estación ferrovia-
ria, directora de una fábrica, etc.
A los trabajadores de la Unión Soviética los distingue un ras-
go admirable: es la nueva actitud hacia el trabajo. No trabajan

2 Hemos sustituido la traducción presente en el folleto por la versión


castellana «oficial»: Constitución (ley fundamental) de la Unión de
las Repúblicas Soviéticas Socialistas, páginas 106-107. Editorial
Partisdat, Moscú, 1937. | N. de la E.
113
para un dueño, sino en su propio beneficio y saben que cuanto
más productivo sea su trabajo, tanto más desahogada será su
vida, tanto más poderosa y rica será su Patria. La conciencia de
esto engendra un verdadero heroísmo en el trabajo. De una car-
ga pesada, de trabajo de esclavos, como era en la antigua Rusia,
el trabajo en la U.R.S.S. se ha convertido en «una causa de ho-
nor, de gloria, de valentía y heroísmo» (Stalin). En la emulación
socialista, que abarca a muchos millones de trabajadores de la
U.R.S.S., a las mujeres les corresponde un puesto de honor.
El movimiento stajanovista, que surgió en el año 1935, dio
magníficos resultados. Entre las mujeres obreras y empleadas
hay muchas stajanovistas, verdaderas heroínas del trabajo.
La iniciadora del movimiento stajanovista en la industria tex-
til fue la experta tejedora Eudoquia Vinográdova. Ya en 1935
Vinográdova batió el récord mundial, atendiendo simultánea-
mente 216 telares automáticos. Este triunfo cubrió de gloria el
nombre de Eudoquia Vinográdova en la Unión Soviética y la hizo
célebre en todo el mundo.
La vida de Eudoquia Vinográdova es un caso simple y típico
de la vida de muchas mujeres soviéticas. Ya en su infancia ella
soñaba con ser tejedora; le gustaba mucho visitar las fábricas
textiles, de las que hay muchas en su ciudad natal: Vychuga. A la
edad de 16 años ingresó en la escuela de aprendizaje de una
fábrica. Estudiaba con gran aplicación, leía mucha literatura
sobre este oficio y logró magníficos resultados. En 1931 terminó
sus estudios en la escuela, obtuvo el puesto de tejedora y, ya en
la fábrica, la encargaron de atender 16 máquinas. Al cabo de un
mes sobrepasó la norma de producción y comenzó a atender
mayor número de telares. Trabajaba siempre sin fallas. El «se-
creto» de su éxito consistía en que había ideado un nuevo y más
rápido procedimiento de atar los hilos y distribuyó mejor el con-
junto de telares que atendía.
En mayo de 1935, Vinográdova ya atendía 70 telares. Al
mismo tiempo que ella, luchaban por la alta productividad del
trabajo sus numerosas discípulas que trabajaban en diferentes
fábricas. En noviembre de 1935, para la fecha del XVIII aniver-
sario de la Revolución de Octubre, Vinográdova alcanzó un nue-
vo éxito: ya atendía 144 telares, es decir, había sobrepasado el

114
récord americano en un 150 por ciento. Sin darse por satisfecha
con esto, Vinográdova pronto pasó a atender 216 telares.
En 1936, siendo ya estudiante en el Instituto de la Industria
Textil, Vinográdova volvió a trabajar como tejedora durante mes
y medio. Alcanzó un nuevo récord mundial: atendía simultá-
neamente 284 telares automáticos. El Gobierno de la U.R.S.S.,
apreciando en alto grado los méritos de Vinográdova, la conde-
coró con la Orden de Lenin. Durante las elecciones para el Soviet
Supremo de la U.R.S.S., fue elegida diputado de este órgano
supremo del Poder soviético.
Otra mujer que goza de gran popularidad en el País Soviético
es Zinaída Tróitskaia, la primera mujer en el mundo conductora
de locomotoras y la primera mujer en el mundo jefe de una línea
ferroviaria. Hace relativamente poco tiempo que terminó la es-
cuela de aprendizaje y trabajaba como simple cerrajera. Gracias
a su capacidad, inteligencia y energía, pronto pasó a trabajar
como maquinista. Por una serie de grandes éxitos alcanzados en
el trabajo, el Gobierno de la U.R.S.S. la condecoró con la Orden
de Lenin. En 1939, Zinaída Tróitskaia ya era jefe del ferrocarril
de circunvalación de Moscú.
Es interesante comparar la vida de Zinaída Tróitskaia con la
vida de la primera mujer rusa que trabajó en el transporte ferro-
viario: O. S. Knushevítskaia. En 1863 fue nombrada cajera de la
estación de Viásniki. En 1913 se cumplieron 50 años que presta-
ba sus servicios en el ferrocarril, y aún seguía en el mismo puesto
de cajera.
Muchas mujeres soviéticas alcanzaron éxitos tan notables
como los de Eudoquia Vinográdova y Zinaída Tróitskaia.
La tejedora T. Odintsova, la pricipal «rival» de E. Vinográdo-
va; la mecánica ajustadora S. Fédorova; la obrera constructora
del «Metro» T. Fédorova, son conocidas en todo el país. Y así
podríamos citar centenares y millares de nombres.
También en la aldea soviética, en la que en el pasado la vida
de la mujer era sobre todo dura y difícil, surgió el hombre nuevo.
Con el régimen soviético y la creación de los koljoses, la vida
de la mujer campesina cambió radicalmente. Lo mismo que la
mujer soviética en las ciudades, la koljosiana goza de todos los
derechos políticos, del derecho a igual remuneración por igual

115
trabajo y está protegida por la legislación social.
En 1940, las mujeres realizaron cerca del 40 por ciento de
todos los trabajos del campo en los koljoses. La koljosiana ocupó
un importante puesto entre los cuadros calificados de la agricul-
tura. En 1940 había en la U.R.S.S. 27.000 mujeres conductoras
de tractores y 6.600 mujeres conductoras de segadoras-
trilladoras.
Igual que los hombres, las mujeres participan en la dirección
de los koljoses. En el mismo año 1940, 40.000 koljosianas traba-
jaban como directoras de granjas ganaderas y 42.500 como jefas
de brigada. Y hay que tener en cuenta que los jefes de brigada y
los directores de las granjas son los organizadores inmediatos
del trabajo agrícola. Cerca de 15.000 mujeres eran presidentas y
vicepresidentas de koljoses y cumplían a la perfección sus com-
plicadas tareas económico-administrativas.
La nueva aldea koljosiana creó sus propias heroínas del tra-
bajo, verdaderas innovadoras en la producción agrícola, conoci-
das no sólo en la U.R.S.S., sino también más allá de sus fronte-
ras. Tales son María Démchenko, Pasha Anguélina, Pasha
Kovardak y muchas otras.
María Démchenko, una simple koljosiana, fue la primera que
logró una extraordinaria cosecha de remolacha azucarera, como
no se había obtenido nunca hasta entonces en Rusia.
María Démchenko es hija de una familia de campesinos po-
bres. Durante los primeros años de su infancia, ella supo lo que
es la miseria. Pero el Poder soviético acabó con esta miseria. En
su aldea se organizó un koljós y María Démchenko, después de
terminar unos cursos agrotécnicos, pasa rápidamente a ocupar
su puesto entre los mejores koljosianos de choque. En 1934, ella
con su grupo logró recolectar 469 quintales de remolacha azuca-
rera por hectárea. El koljós la envía de delegada al Congreso de
koljosianos de choque, celebrado en Moscú, como la mejor kol-
josiana de choque. Ya en el Congreso, se enteró de que había
batido el récord de la Unión Soviética. Es la heroína del día; la
eligen para la presidencia del Congreso, y los dirigentes del Go-
bierno sencillamente cambian opiniones con ella. En este Con-
greso, María Démchenko se comprometió a recolectar con su
grupo, en la cosecha del 1935, no menos de 500 quintales por

116
hectárea. Las condiciones meteorológicas del año 1935 fueron
extremadamente desfavorables. En la primavera sobrevinieron
unas heladas que quemaron la mitad de los brotes; el verano fue
extraordinariamente seco: durante 106 días no cayó ni una gota
de lluvia; nubes de lepidópteros volaban sobre los campos y
destruían las plantas. Pero todas estas dificultades no quebran-
taron la tenacidad de las jóvenes koljosianas. La constancia y
porfía en el trabajo, el conocimiento de la agrotécnica, la firmeza
de ánimo y la habilidad vencieron todas las dificultades. El 23 de
septiembre de 1935, María Démchenko informó a J. V. Stalin
que había cumplido su promesa: ¡su grupo recolectó 523,7 quin-
tales de remolacha por hectárea!
Démchenko logró difundir ampliamente su experiencia, sus
procedimientos de trabajo, propagándolos incansablemente.
Algunas de las discípulas de Démchenko muy pronto sobrepasa-
ron a su maestra. Siguiendo a las koljosianas que lograron reco-
lectar 500 quintales de remolacha por hectárea, aparecieron
koljosianas que recolectaban 800 y 1.000 quintales por hectárea.
En 1939, la koljosiana S. Ketishvili, de Georgia, logró recoger
1.200 quintales de remolacha azucarera por cada hectárea. La
kirguisa Tesikbáieva recoge anualmente de 1.100 a 1.200 quin-
tales por hectárea. Desde el 1939, la camarada Tesikbáieva es
miembro del Instituto para el cultivo de remolacha de la U.R.S.S.
En su lucha por una elevada cosecha, todas estas koljosianas
no sólo se basan en sus grandes experiencias en el trabajo y en
su iniciativa, sino también en las últimas conquistas de la agro-
nomía, introduciendo en ésta sus modificaciones. El profesor de
agronomía Karpenko, antes de publicar su obra sobre el cultivo
de la remolacha, la entregó para su discusión a las koljosianas
que habían batido el récord en la recolección de remolacha;
aceptando luego una serie de modificaciones y enmiendas pro-
puestas por ellas.
Las koljosianas soviéticas dan cada vez nuevas recordistas en
su lucha por una elevada cosecha. B. Baguírova y A. Alíeva de
Azerbaiyán recogen de 151 a 155 quintales de algodón por hectá-
rea, sobrepasando en mucho a todos los récords mundiales. En
la parte noreste de la región de Novosibirsk, que es poco fértil, la
koljosiana A. Kartávaia recoge 907 quintales de patatas por hec-

117
tárea de terreno; en el distrito de Maríinsk, de la misma región,
la koljosiana A. Iúzhkina recoge 1.217 quintales. En el territorio
del Altai, el grupo dé A. Serguéieva recolectó 101 quintales de
trigo de primavera por hectárea: una cosecha inusitada en todo
el mundo. Podríamos citar infinidad de tales ejemplos. Además,
el número de koljosianas que recogen cosechas varias veces ma-
yores que la cosecha media aumenta de año en año y ya son
millares en cada región de la U.R.S.S.
Estos éxitos, que colocaron a la mujer koljosiana a igual altu-
ra que el hombre, no los consiguieron con facilidad. Tanto María
Démchenko como otras muchas mujeres de vanguardia en la
aldea soviética, tuvieron que vencer la desconfianza, y las burlas,
y, a veces, hasta la hostil oposición por parte de las capas más
atrasadas entre los campesinos y de los enemigos directos del
Poder soviético. Cuando Pasha Anguélina anunció que se mar-
chaba a estudiar a la escuela de tractoristas, sus vecinos se rieron
de ella. Pero Pasha no se desanimó por esto; terminó la escuela y
comenzó a trabajar de tractorista. Un año más tarde, organizó
toda una brigada de muchachas tractoristas: la primera en toda
la Unión Soviética. Muy pronto la brigada de Anguélina comenzó
a cumplir y rebasar sus normas, y conquistó el primer puesto en
el concurso de tractoristas de toda Ucrania. Cada año Anguélina
aumentaba el rendimiento de su brigada, habiendo llegado en el
1938 a roturar 1.302 hectáreas por tractor.
El ejemplo de mujeres como Démchenko, Anguélina y otras
entusiasmó y atrajo a muchas koljosianas. No hay ni una sola
rama de la agricultura que no se haya incorporado al potente
movimiento stajanovista que abarcó a todo el país. Cada año sur-
gen nuevas y nuevas heroínas del trabajo. Por ejemplo, la orde-
ñadora Melnichuk obtuvo durante un año 12.339 litros de leche
de cada vaca, y U. Barkova, 16.262 litros. La jefa de una brigada
de tractoristas, V. Bajóldina, organizando el trabajo inin-
terrumpido, por turnos, logró un rendimiento anual de 5.014
hectáreas (calculado como trabajo de roturación) por cada trac-
tor-oruga, y 2.100 hectáreas por cada tractor de ruedas, habien-
do economizado además 24 toneladas de combustible.
El Gobierno distingue a estas mujeres innovadoras con las
más altas condecoraciones de la Unión y el pueblo las elige para

118
los cargos de gobierno. P. Anguélina, M. Démchenko, A. Alíeva,
A. Kartávaia y muchas otras han sido elegidas diputadas al So-
viet Supremo de la U.R.S.S.

DESARROLLO CULTURAL
DE LA MUJER EN LA U.R.S.S.

La Patria no sólo concedió a la mujer soviética completos de-


rechos políticos, sociales y civiles, sino que también abrió, ante
ella, el camino del trabajo libre y creador, puso a su alcance to-
dos los bienes de la cultura y del saber, inaccesibles antes para
ella. En la antigua Rusia zarista, por cada 100 habitantes 73 no
sabían ni leer ni escribir. Las campesinas y obreras eran analfa-
betas casi en su totalidad. El Poder soviético, ya desde los prime-
ros años de su existencia, desenvolvió una decidida lucha contra
esta horrible ignorancia del pueblo.
Hoy, gracias a la enorme labor cultural desarrollada por el
Gobierno soviético, la U.R.S.S. se ha ido transformando en un
país de amplia instrucción. En 1938-39, el número de estudian-
tes –contando niños y adultos– en todas las ramas de la ense-
ñanza llegaba a 47.500.000 personas.
En esta general campaña por el saber, las mujeres del País
Soviético se encuentran en las primeras filas. La ansiedad que
por el estudio sienten las masas trabajadoras ha sido magnífica-
mente expresada por las koljosianas del distrito de Geórguievsk,
en su carta a Stalin en 1933:

Al tomar en nuestras manos la administración de la vida y


de la economía social, sentimos que la instrucción no es para
nosotras un lujo, sino una necesidad suprema, como el agua
para el sediento.

Lo mismo que estas koljosianas, millones de mujeres traba-


jadoras de la U.R.S.S. estudian con placer y tenacidad. El analfa-
betismo de la mujer ha quedado relegado al pasado, junto con la
falta de derechos y la humillación.
Pero sólo el saber leer y escribir ya no satisface a las mujeres

119
soviéticas; ellas continúan sus estudios en diferentes escuelas, en
cursos para adultos, en universidades e institutos.
Gran número de obreras y koljosianas asisten a cursillos téc-
nicos relacionados con su profesión, lo que les permite elevar su
calificación. En un plazo de cinco años –desde 1936 hasta 1940–
más de cinco millones de mujeres terminaron diversos cursos y
escuelas profesionales e industriales.
El desarrollo cultural de la mujer soviética se refleja igual-
mente en el aumento de sus demandas. La cultura, en sus más
diversas manifestaciones, ha penetrado sólidamente en su vida
diaria.
Antes de la Revolución de Octubre, la aplastante mayoría de
los obreros y obreras se albergaban en viviendas colectivas, hú-
medas, oscuras e inmundas, en estrechas barracas, incluso en
cuevas. Los campesinos vivían en pobrísimas y semiderruidas
isbas, techadas de paja y en las que muchas veces se encerraba
también el ganado. Completamente distinta es hoy la vida de los
trabajadores. Los obreros viven en casas nuevas, recientemente
edificadas, espaciosas y llenas de luz, con todo el confort mo-
derno. Tampoco va a la zaga de la ciudad la aldea koljosiana: las
casas de los koljosianos son amplias, los patios están limpios,
cada casa tiene su jardín y huerta.
Magníficamente está organizado en la U.R.S.S. el servicio sa-
nitario. No existe rincón del país, por alejado que esté, donde los
habitantes no reciban gratuitamente la asistencia médica nece-
saria. Por todo el país han sido construidos decenas de miles de
consultorios, policlínicas, hospitales, dispensarios, casas de ma-
ternidad, etc.
En la Rusia zarista, el deporte era una distracción de un
círculo muy estrecho de jóvenes adinerados. Hoy, la lucha por la
cultura física se ha transformado en un verdadero movimiento
de masas. Y en este enorme ejército de atletas soviéticos, las
mujeres forman casi una tercera parte.
Ha desaparecido el enorme abismo que existía en otros tiem-
pos entre la ciudad y el campo. La radio ha ligado los rincones
más alejados del país con todo el mundo. Periódicos, libros,
revistas, teatros y cines son no sólo patrimonio de la ciudad, sino
también de la aldea, no sólo de la obrera, sino también de la

120
koljosiana.
Las obreras y koljosianas no se limitan a leer los periódicos,
sino que envían a ellos sus propias correspondencias, descri-
biendo la vida de sus koljoses y fábricas, poniendo al descubierto
y criticando los defectos de su administración y de su vida coti-
diana. La mujer soviética, asimismo, escribe en la prensa sobre
cuestiones políticas y económicas. Basta señalar que durante la
discusión llevada a cabo por todo el pueblo del proyecto de ley
sobre la prohibición del aborto, sólo el periódico Pravda recibió
de sus lectoras más de nueve mil cartas, muchas de las cuales
fueron publicadas.
La nueva vida dio a la mujer del País Soviético la posibilidad
de gozar de los frutos del arte: teatro, cine, música, literatura,
museos. En 1938, cada obrera joven había asistido, por término
medio, no menos de cuatro veces al mes al teatro, cine, a algún
club o museo. Por cada 100 jóvenes koljosianas, en la edad de 16
a 25 años, 94 asisten con regularidad al cine y 72 al teatro, a los
conciertos y al circo. ¿En qué aldea de Rusia había antes de la
Revolución de Octubre club, cine o teatro?
Grandiosos son los éxitos alcanzados por la mujer soviética
en el terreno de la instrucción superior. En la Rusia de antes de
la Revolución, la mujer sólo tenía acceso a un círculo muy limi-
tado de profesiones y a muy pocos establecimientos de enseñan-
za superior, y hay que tener en cuenta, además, que en la mayo-
ría de los casos se trataba de mujeres pertenecientes a las capas
privilegiadas y acaudaladas. El Poder soviético abrió ante las
mujeres trabajadoras las puertas de todos los establecimientos
de enseñanza superior y les aseguró la preparación necesaria
para el ingreso en éstos.
El número de [mujeres] estudiantes en las escuelas superio-
res crece de día en día y en 1940, alcanzada elevada cifra de
384.000. Esta cifra es 13 veces mayor al número de mujeres que
estudiaban en las escuelas superiores de la Rusia zarista y muy
superior al número de muchachas que estudian en todos los
países de Europa juntos.
En la U.R.S.S. han sido creados cuadros de muchos millones
de mujeres de las más diversas especialidades: un enorme ejérci-
to de la intelectualidad femenina.

121
A fines del siglo XIX, en Rusia había en total 7.000 mujeres
con instrucción superior. Sólo durante los últimos 13 años
(1928-1940), en la U.R.S.S. terminaron sus estudios en la escue-
la superior 354.000 mujeres. A comienzos de 1939, había
6.000.000 de mujeres con instrucción media.
La mujer ha conquistado un sólido puesto absolutamente en
todas las profesiones intelectuales.
Más de millón y medio de mujeres trabajan en la enseñanza,
en la ciencia, en el arte y en la prensa.
Las maestras forman la aplastante mayoría entre el profeso-
rado, no sólo en las escuelas primarias, sino también en las es-
cuelas medias. Muchísimas mujeres ocupan cátedras en las es-
cuelas superiores.
La maestra soviética no sólo se ocupa de la enseñanza de los
niños, sino que forma ciudadanos soviéticos, patriotas ardientes
de su país, personas honradas, inteligentes y audaces.
Entre las maestras de la U.R.S.S. se encuentran muchas ver-
daderas heroínas del trabajo. En el acto celebrado en Moscú con
motivo de los 50 años de servicios en la escuela de la maestra
nacional A. M. Rúdnieva, junto con los pequeñuelos asistieron
personas ya de edad avanzada. Los viejos obreros felicitaron
emocionados a la homenajeada, y contaron cómo les había ins-
truido a ellos y a sus hijos y que ahora instruía a sus nietos.
El núcleo fundamental del numeroso ejército que trabaja en
el terreno de la Sanidad Pública está formado por mujeres: su
número se eleva a un millón doscientas mil. En los hospitales,
policlínicas, casas de socorro, dispensarios en las empresas, en
las casas de maternidad, en los sanatorios y balnearios, la mayo-
ría del personal médico son mujeres. A fines de 1939, en la
U.R.S.S. había 72.600 mujeres médicas, es decir, el 60 por cien-
to del total. En la Rusia zarista, el número de médicos era infe-
rior, 20.000, mientras que mujeres médicas había sólo 1.900, es
decir, 38 veces menos que ahora.
El mayor instituto traumatológico del país –el Instituto
Sklifasovski de Moscú– está dirigido por una mujer, la doctora
en Medicina Valentina Gorinévskaia, uno de los mejores ciruja-
nos soviéticos. Ella ha puesto al servicio de la Patria todo su arte
y sus conocimientos. Durante la campaña de Finlandia, en 1939-

122
1940, fue una de las primeras en dirigirse al frente. Las opera-
ciones más complicadas y de mayor riesgo fueron realizadas por
ella personalmente, tratando por todos los medios de salvar la
vida del combatiente. Muchos heridos, que se consideraban ya
sin salvación, fueron vueltos a la vida por ella.
También goza de gran fama en la Unión Soviética la doctora
en ciencias médicas M. M. Pokróvskaia, que trabaja en la esta-
ción provincial de Vorochílovsk en la lucha contra la peste bubó-
nica. Después de haber descubierto una forma especial, no pató-
gena, del bacilo de la peste bubónica, Pokróvskaia experimentó
sobre sí misma el descubrimiento hecho por ella: sin ningún
temor se inoculó el cultivo vivo de estos bacilos. Su audaz expe-
rimento abrió nuevos caminos a la lucha contra esta enfermedad
mortal. Hoy, M. M. Pokróvskaia hace los ensayos para obtener
un suero contra la peste bubónica.
En la Rusia zarista, el acceso a la ciencia era completamente
imposible para la mujer. Y si, a pesar de todo, algunas mujeres
de talento lograban abrirse camino hacia la ciencia, se veían
obligadas a abandonar su país natal, para poder dedicarse al
estudio de su materia predilecta, como, por ejemplo, la célebre
matemática Sofía Kovalévskaia. En la Unión de Repúblicas So-
cialistas Soviéticas, la mujer se ha transformado en una gran
fuerza en la ciencia. De sí misma, de sus capacidades y conoci-
mientos dependen sus éxitos en el terreno científico. En los Ins-
titutos de investigaciones científicas, donde se concentran los
mejores cuadros científicos del país, a comienzos de 1941 traba-
jaban 33.000 colaboradoras científicas, es decir, más de la terce-
ra parte del número total de investigadores científicos. Sólo en
1940, más de 600 mujeres recibieron altos títulos y diplomas de
doctoras en ciencias, doctoras en medicina, investigadoras cien-
tíficas superiores, etc.
Muchas mujeres de ciencia soviéticas gozan de fama mun-
dial, por ejemplo: la fisióloga L. S. Stern, miembro de la Acade-
mia de Ciencias de la U.R.S.S., la historiadora A. M. Pankrátova,
miembro correspondiente de la Academia de Ciencias de la
U.R.S.S.
La profesión de ingeniero o perito era para la mujer rusa una
materia completamente nueva, pero también en este terreno las

123
mujeres soviéticas lograron notables éxitos en un plazo suma-
mente breve. Sólo en la gran industria había ya en 1940 más de
170.000 mujeres ingenieros y peritos, mientras que en la Rusia
de antes de la Revolución la cifra no pasaba de 200 a 300 perso-
nas. Por cada cinco ingenieros o peritos en la U.R.S.S., hay una
mujer. En algunas ramas industriales, por ejemplo, en la indus-
tria química, el porcentaje de mujeres ingenieros es considera-
blemente mayor: aquí constituyen la tercera parte del número
total de ingenieros.
En cada empresa de la Unión Soviética pueden encontrarse
mujeres ingenieros y peritos que desempeñan de un modo ejem-
plar su trabajo y que aún hace poco tiempo eran obreras poco
calificadas e incluso obreras auxiliares. Se puede citar como uno
de estos numerosos ejemplos a la ingeniera Jlopotúnova. Cuan-
do se estaba construyendo la fábrica de tractores de Stalingrado,
trabajaba como peón de albañil: cargaba ladrillos, sacaba la
tierra, etc. Luego pasó a trabajar en el montaje de la fábrica y al
mismo tiempo comenzó a estudiar en unos cursillos técnicos.
Una vez puesta en marcha la fábrica, Jlopotúnova comenzó a
trabajar de tornera y ajustadora. Poco después, como buena
conocedora de su oficio, fue ascendida a jefe del taller de monta-
je. Al terminar sus estudios técnicos, continuó estudiando en el
Instituto de Metalurgia, y terminó recibiendo el título de inge-
niero.
No es raro encontrar en la U.R.S.S. a mujeres directoras de
grandes empresas.
Hay una serie de casos en que las mujeres se encuentran a la
cabeza de ramas enteras de la industria. Así, por ejemplo, L. G.
Evséieva, que antes era una simple obrera, hoy está al frente de
la Dirección Central de la Industria de la Seda.
La mujer soviética también ocupa un destacado puesto en el
arte. En los concursos internacionales para violinistas y pianistas
las artistas soviéticas alcanzaron los primeros puestos. Los nom-
bres de Lisa Guilels, Rosa Tamárkina, Marina Kozolúpova, Nina
Emeliánova, Tatiana Goldfarb son conocidos en el mundo musi-
cal europeo.
Entre los laureados con el Premio Stalin, que anualmente se
adjudica en la U.R.S.S. por los más destacados éxitos en el te-

124
rreno de la ciencia, la literatura y el arte, se encuentran no pocas
mujeres, por ejemplo: las artistas Bársova y Tarásova, la ingenie-
ra Posnánskaia y otras.

Yo vivo al unísono con mi pueblo –dice la famosa cantan-


te Valeria Bársova, diputado del Soviet Supremo–, y le con-
sagro lo mejor que poseo: mi arte, tomando de él lo mejor
que éste tiene: el entusiasmo creador, con el que forja su
nueva y magnífica vida. A esto y sólo a esto debo todo lo que
he logrado.

En estas palabras resuena la voz de todas las mujeres de la


intelectualidad soviética.

LA FAMILIA Y LA MATERNIDAD
EN LA U.R.S.S.

En la Rusia zarista, la mujer estaba privada de todo derecho y


se hallaba oprimida tanto en la familia como en la sociedad.

Mientras la mujer no se había casado aún, la considera-


ban, por decirlo así, como a una bestia de carga. Trabajaba
para el padre, trabajaba sin descanso, y, no obstante, el padre
siempre la reprochaba: «Yo soy quien te da de comer.»
Cuando se casaba, trabajaba para el marido, y trabajaba
cuanto éste le imponía, y, sin embargo, el marido le volvía a
reprochar: «Yo soy quien te da de comer».3

Así es como caracterizó Stalin la situación de la mujer cam-


pesina en el seno de la familia en el pasado.
El Poder soviético destruyó hasta los cimientos esa brutal
violencia ejercida sobre la mujer.
En la U.R.S.S. se ha creado un régimen completamente nue-
vo de relaciones familiares, purificado de la secular escoria, de la

3Cfr. STALIN: El trabajo femenino liberado, en la p. 75 de esta


misma edición. | N. de la E.
125
mentira, del engaño y del interés material. La familia soviética
está basada en el amor y en una profunda comprensión mutua,
en la plena igualdad entre el marido y la mujer.
En los tiempos antiguos, el marido era siempre considerado
como el jefe de la familia. El hombre soviético es completamente
ajeno a este concepto. Ambos cónyuges gozan de plena libertad
en la elección de su trabajo y profesión. En la U.R.S.S. no existe
en absoluto el terreno apropiado para matrimonios por interés.
Los bienes pertenecientes a los consortes, antes de efectuarse el
matrimonio, son, según las leyes vigentes, propiedad particular
de cada cónyuge, es decir que en caso de divorcio se devuelven a
sus respectivos dueños.
El matrimonio en la U.R.S.S. está basado en los principios de
la completa voluntariedad y se formaliza por medio del registro
civil. El casamiento por la Iglesia es considerado como asunto
privado de los contrayentes. Para registrar un matrimonio se
necesita únicamente la conformidad de ambas partes. Los jóve-
nes de ambos sexos que hayan alcanzado la mayoría de edad son
dueños de su destino y nadie puede impedir que una muchacha
se case con la persona elegida.
En los casos en que, por algún motivo, el matrimonio no re-
sulta feliz, la ley soviética permite el divorcio. En la práctica del
divorcio no se admite en absoluto el inmiscuirse en los asuntos
privados del marido y la mujer.
Los adversarios de la nueva vida predecían que un cambio en
las antiguas relaciones familiares conduciría inevitablemente al
quebrantamiento y a la destrucción de la familia y estimularía el
libertinaje, pero se equivocaron de medio a medio. Es cierto que
el Poder soviético anuló las antiguas leyes sobre la familia y el
matrimonio, leyes que socavaban y descomponían interiormente
la familia y condenaban a la mujer a ser una eterna esclava. Pero
como resultado de estas medidas se consolidaron más las rela-
ciones familiares. La U.R.S.S. creó una familia nueva, fuerte y
amigable, una familia a base de la igualdad, como antes no exis-
tía.
La moral soviética es rigurosa y pura. Al basar la vida matri-
monial sobre los principios de la completa igualdad de derechos
y del libre albedrío, el Estado soviético no admite una actitud

126
ligera con respecto al matrimonio. He aquí el motivo por qué en
la U.R.S.S. se lucha tan decididamente contra los enlaces matri-
moniales de breve duración, como contra un hecho anormal, que
desvirtúa el objetivo fundamental del matrimonio; la creación de
una familia sólida y unida.
Hace varios años, el periódico Komsomólskaia Pravda abrió
en sus páginas una discusión pública de los problemas del ma-
trimonio y de la familia. Las cartas de los jóvenes soviéticos –
mujeres y hombres– son las que mejor podrán explicarnos en
qué reside la firmeza y solidez de la familia soviética.

No puedo comprender a las personas que no sienten ape-


go por la vida familiar. Cada uno responde por su familia an-
te toda la sociedad. Yo amo a mi esposa, adoro a mi peque-
ñuelo; alegre regreso a casa después del trabajo y siempre
encuentro tiempo para dedicarlo a mi familia.
Una profunda amistad, aprecio mutuo y cariño: he aquí lo
que, a mi parecer, constituye la base fundamental para una
vida feliz» –escribe el estudiante P. A., joven comunista.

Aquí tenéis otra carta, la de la estudiante Olga Lukashévich:

Estoy terminando mis estudios en el Instituto de Metales


no Ferruginosos. Mi marido es mecánico. Cuando nació
nuestra hija, tuve que tomar vacaciones en el Instituto. Difí-
cil, muy difícil era para mí atender yo sola a la criatura y la
casa. Pero mi marido me ayudaba haciendo todo cuanto po-
día.
Cuando nuestra hijita había crecido un poco, la llevamos a
una casa-cuna. Lo más difícil había quedado atrás.
Ahora, volviendo la mirada hacia el pasado, ambos son-
reímos al recordarlo. Sonreímos de contento por no habernos
«acobardado ante las dificultades», porque ahora vivimos
bien y felices, porqué nuestra criatura crece sana y robusta.
Mi marido y yo somos los mejores amigos. Apenas yo
acabe los estudios y empiece a trabajar, él ingresará en el Ins-
tituto. Y cuán grande es mi deseo de poder darle cuanto antes
esta posibilidad.

127
En estas cartas está reflejado el perfil de la familia soviética,
fuente de alegría, de energía espiritual y de una gran fuerza vital.
Solícitas y severas son las leyes soviéticas que protegen los
derechos de la madre y los intereses del niño. Asegurar a cada
mujer una maternidad feliz: ésta es una de las más importantes
tareas sociales; y las leyes soviéticas sobre la familia están de
hecho subordinadas a esta tarea.
En la U.R.S.S., la crianza de los hijos corre a cargo de ambos
padres y en igual medida. Pero en caso de disolverse el matri-
monio, en caso de abandono de la familia por uno de los cónyu-
ges, el Estado soviético le obliga a participar en la manutención
de los hijos hasta la edad de 18 años, mediante el pago de una
cuarta parte de su salario, si se trata de una criatura; de una
tercera parte, si son dos los niños a mantener y, tratándose de
tres o más niños, la mitad del salario; esto se llama pagar por
«alimentos». Los padres que rehúsan el pago de alimentos son
castigados severamente por la ley, incluso con la privación de la
libertad por un plazo hasta de dos años.
El número de divorcios va disminuyendo de año en año, a pe-
sar de existir plena libertad de divorcio. En cambio, el número
de matrimonios en la U.R.S.S. aumenta de año en año. Por
ejemplo: durante los diez primeros meses de 1938 se efectuaron
100.000 enlaces matrimoniales más que durante esos mismos
diez meses en 1937. Esto testimonia el fortalecimiento de las
nuevas relaciones familiares en la U.R.S.S.
Completamente distintos, diametralmente opuestos son los
principios sobre los que se basa la vida matrimonial y de la fami-
lia en los países fascistas. Allí, la mujer es ante todo una esclava
sumisa de su marido, una máquina de hacer hijos, que produce
carne de cañón. En la Alemania fascista, la familia es para la
mujer una cárcel, lo mismo que la fábrica en la que trabaja. Los
bárbaros fascistas sacaron de entre los trastos viejos y el polvo
del remoto pasado una fórmula que rebaja y ofende la dignidad
de la mujer, la fórmula de las cuatro K, según la cual el ideal de
su vida debe ser: Küche, Kirche, Kinder, Kleider (cocina, iglesia,
hijos, vestidos). Los gobernantes fascistas la han erigido en ca-
non, privando a la mujer de todo derecho humano.

128
En la U.R.S.S., la mujer-madre, la mujer-educadora de sus
hijos, está rodeada de toda clase de atenciones y cuidados por
parte de todo el pueblo soviético. Al servicio de las madres se
encuentra una enorme red de instituciones: consultorios, casas-
cuna, jardines infantiles, comedores, etc.
La organización y el sostenimiento de las casas-cuna, para
niños desde 6 semanas hasta 3 años, y de los establecimientos
preescolares, para niños de 3 a 7 años, son considerados en la
U.R.S.S. como un asunto estatal de gran importancia, lo que,
precisamente, ha asegurado su incremento.
En 1940, las casas-cuna de tipo permanente, es decir, que
funcionan todo el año, tenían 890.000 plazas, mientras que en
1913 había sólo 550. Pero, además de ello, en los koljoses y so-
vjoses ha sido creada una gigantesca red de casas-cuna tempora-
les que funcionan en épocas de las labores agrícolas. En 1941,
estas casas-cuna atendían a 3.857.000 niños.
Enorme desarrollo ha adquirido en la U.R.S.S. la red de esta-
blecimientos de educación preescolar. En la Rusia zarista no se
hacía casi nada en este terreno, mientras que, en 1940, la
U.R.S.S. contaba con más de 54.000 instituciones preescolares –
jardines y plazas infantiles–, en donde vivían y se educaban
cerca de 2.300.000 niños.
Los padres pagan una cuarta o una tercera parte de lo que de
hecho cuesta la manutención del niño en el jardín infantil; el
resto es asignado por el Estado.
La mujer que trabaja puede hacerlo con tranquilidad, dejan-
do a su niño en la casa-cuna o en el jardín infantil.
Las formas sociales de educación no sólo no rebajan el papel
educativo de la madre, sino que, por el contrario, crean las con-
diciones más favorables para la educación de los hijos en el seno
del hogar, al mismo tiempo que libran a la mujer de las pe-
queñas preocupaciones domésticas. No menos importante es la
organización de los comedores colectivos, lo que libra a la mujer
del trabajo improductivo en la cocina.
Un aspecto muy importante de la ayuda prestada por el Esta-
do a la madre en la crianza de los hijos, son los subsidios que se
conceden en la U.R.S.S. a las madres de familia numerosa. Antes
de la instauración del Poder soviético, la familia numerosa era

129
una pesada carga, una maldición para los pobres. Pero ahora el
Estado ayuda a las madres que tienen muchos hijos. Los que
tienen seis hijos, al nacer el séptimo, octavo y noveno hijo, reci-
ben un subsidio del Estado durante los primeros cinco años de
vida, de dos mil rublos anuales por cada niño. Por cada hijo más,
la madre recibe de una vez cinco mil rublos, y, a partir del se-
gundo hasta el quinto año de crecimiento del niño, tres mil ru-
blos anuales.
La koljosiana Kroshenko dice:

Tengo ocho hijos, pero desde que soy miembro del koljós,
no conozco lo que son las privaciones. Como madre de fami-
lia numerosa, hace poco que he recibido del Gobierno un
subsidio de cuatro mil rublos para la educación de mis tres
hijos y cinco hijas. Me he convertido en una mujer célebre en
todo nuestro distrito.

Madres de familia numerosa como ésta hay muchísimas en la


U.R.S.S. y su número crece constantemente. De testimonio elo-
cuente pueden servir las enormes sumas que el Estado paga
anualmente como subsidio a las madres de familia numerosa. En
1938 se pagaron 922 millones de rublos; en 1940, 1.225 millones
de rublos. Durante el período de 1936 a 1940, él Estado pagó
4.410 millones de rublos a las familias numerosas.
Las madres soviéticas no sólo reciben ayuda material, sino
que se les proporcionan los conocimientos pedagógicos necesa-
rios, en las así llamadas Universidades de padres de familia.
Una de estas universidades –la de la ciudad de Gorki– ha or-
ganizado la salida de sus instructores a las aldeas, donde éstos
dan conferencias a los koljosianos y koljosianas sobre cuestiones
pedagógicas, sobre la educación de los niños, etc. Esta labor
tiene un carácter tan serio, que, en 1941, la Universidad de pa-
dres de familia de la ciudad de Gorki fue invitada a participar en
la Exposición Agrícola de la U.R.S.S., organizada en Moscú, en la
que encontraron su expresión todos los aspectos fundamentales
dé la nueva vida koljosiana.
Inmensos son los esfuerzos que prodiga el País Soviético al
cuidado de la salud de la madre y el niño.

130
Complemento natural de las leyes soviéticas de protección al
trabajo de la mujer y de la maternidad es la organización de la
asistencia médica y sanitaria y la ayuda a las parturientas. En
1940, en las casas de maternidad de la U.R.S.S. había 145.000
plazas, 21 veces más que en la Rusia zarista. Estas casas de ma-
ternidad disponen de todas las instalaciones necesarias y existen
incluso en los rincones más apartados del país.
Contrasta con este verdadero triunfo del humanismo la feroz
barbarie y el oscurantismo del «principio» fascista, según el cual
no se debe prestar ninguna ayuda médica a la mujer durante el
parto, ya que esto, según dicen, favorece el que queden con vida
los niños débiles, lo que impide el fortalecimiento de la raza.
En el año 1940 y a cargo del seguro social, 830.000 mujeres
pasaron sus vacaciones en casas de reposo o recibieron trata-
miento médico en sanatorios y balnearios. Cerca de 40.000 mu-
jeres embarazadas o lactantes fueron atendidas en las casas de
reposo instaladas para este fin por los sindicatos.
Además de ello, muchos centenares de miles de mujeres tra-
bajadoras gozan anualmente de un permiso de curación y de
reposo gratuito. Los sanatorios y casas de reposo de la U.R.S.S.
se han transformado en un auténtico patrimonio del pueblo.
El cuidado por la salud de la mujer y por el fortalecimiento de
la familia ha sido el motivo por el que se ha dictado la ley vigente
en la U.R.S.S. sobre la prohibición del aborto. Las mujeres de la
Unión Soviética tienen aseguradas todas las condiciones para
una maternidad feliz. No tienen por qué temer el aumento de la
familia. Saben que tanto ellas como sus hijos tienen asegurada la
ayuda del Estado.4
Como resultado de las medidas adoptadas por el Estado so-
viético para la protección y el fortalecimiento de la salud de las
masas del pueblo y, en particular, de las mujeres, han disminui-
do en gran escala las enfermedades y la mortalidad en la
U.R.S.S.
Sobre todo, ha disminuido en la U.R.S.S. la mortalidad infan-

4 Sobre la cuestión del aborto, ver especialmente el epígrafe ¿Por


qué está permitido el aborto en la U.R.S.S.? en el segundo folleto de
esta antología. | N. de la E.
131
til. La natalidad, en cambio, es muy elevada y tiende hacia un
continuo aumento. En 1937, hubo un 20 por ciento más de na-
cimientos que en 1936.

LAS MUJERES DEL ORIENTE


EN LA LUCHA POR UNA VIDA NUEVA

Amarga era la situación de la mujer rusa antes de la Revolu-


ción de Octubre, pero más infortunadas y oprimidas estaban aún
las mujeres de las nacionalidades esclavizadas por el zarismo.
Particularmente dura era la vida de la mujer en el Asia Central y
el Cáucaso.
Allí se consideraba a la mujer como propiedad privada del
hombre, como una esclava muda, condenada al encierro y a la
eterna sumisión, a las faenas caseras agotadoras y embrutecedo-
ras. Le estaba prohibido presentarse en lugares públicos y salir a
la calle con la cara descubierta. A nadie veía, nada conocía, ex-
cepto la casa de su marido, y allí tampoco tenía derecho alguno.
«Malo es el perro que ladra, mala es la mujer que ríe», esta bár-
bara moraleja refleja todo el horror de una vida de encierro.
La Gran Revolución de Octubre de 1917 hizo desaparecer
aquel ignominioso sistema de esclavización de la mujer en el
Oriente y la condujo por un camino nuevo a una vida de libertad.
Millones de mujeres uzbekas, tayikas, turkmenas, kirguisas,
tiurcas recibieron la libertad y se incorporaron a la edificación de
su grandiosa Patria.
La destrucción del régimen de vida antiguo, del régimen de
esclavitud, exigió enormes esfuerzos de parte del joven Estado
soviético. Las tradiciones esclavistas imprimieron también su
sello en la mentalidad de la propia mujer oriental, que aceptaba
con resignación su amargo sino y ni siquiera intentaba rebelarse
contra aquellas monstruosas formas de vida. Pero el Poder so-
viético despertó en ella la dignidad humana, le ayudó a incorpo-
rarse al trabajo productivo, a la vida política, social y cultural. En
el momento presente, las mujeres del Oriente soviético marchan
en primera fila en las labores agrícolas, en el trabajo koljosiano,
y se han afirmado sólidamente en todas las ramas de la in-

132
dustria.
En un plazo brevísimo –en total, un cuarto de siglo–, las mu-
jeres del Oriente soviético no sólo se han adaptado por completo
a la vida nueva como ciudadanas soviéticas libres e iguales en
derechos, sino que aprendieron a manejar las máquinas, los
tractores, a trabajar en las instituciones, escuelas, en los labora-
torios científicos, hospitales, etc. no peor que los hombres. De
entre sus filas han surgido verdaderos maestros, que abrieron
nuevos caminos en la producción. Entre ellas hay presidentas de
koljoses, encargadas de granjas, directoras de sovjoses, jefas de
taller, directoras de fábricas. Muchas de ellas han establecido
récords mundiales en una serie de ramas de la agricultura y de la
industria. Tomemos, por ejemplo, la célebre cultivadora de algo-
dón, la azerbaiyana Bastí Baguírova. Antes de la Revolución de
Octubre la vida de Baguírova en nada se diferenciaba de la de
centenares de miles de otras mujeres azerbaiyanas: una vida de
encierro, la «chadrá» (velo), sumisión de esclava al marido,
analfabetismo y completo desconocimiento de la vida. El Poder
soviético abrió ante ella un nuevo rumbo. En 1931, después de
ingresar en uno de los primeros koljoses, Baguírova no sólo al-
canzó una elevada productividad en el trabajo, sino que aprendió
a la perfección todos los métodos de la técnica moderna en el
cultivo del algodón. Al aplicarlos consecuente y tenazmente so-
bre su sector, Bastí Baguírova obtuvo una cosecha de algodón
como jamás se había visto en el mundo: 142,9 quintales por
hectárea. Ahora goza de gran popularidad en toda la Unión So-
viética. En 1937, el pueblo azerbaiyano la envió como diputada
suya al Soviet Supremo de la U.R.S.S.
Estos éxitos no serían posibles sin el enorme desarrollo cul-
tural alcanzado por las mujeres de las Repúblicas soviéticas na-
cionales. No hace mucho, en 1926, por cada 1.000 mujeres tayi-
kas sólo 5 sabían leer y escribir; y por cada 1.000 turkmenas,
sólo una. Pero hoy, la mayoría de las mujeres del Oriente soviéti-
co ya saben leer y escribir. Es más: en todas las Repúblicas del
Oriente soviético se han formado numerosos cuadros propios de
la intelectualidad femenina: maestras, médicas, agrónomas,
ingenieras, investigadoras científicas, artistas, pintoras. Gracias
a los notables éxitos logrados en su labor, la celebridad de mu-

133
chas de ellas ha trascendido de los límites de sus Repúblicas. La
azerbaiyana Remar Raguímova, que en otro tiempo conoció
todos los horrores de la vida de esclavitud, es hoy uno de los
mejores ingenieros de los yacimientos petrolíferos de Bakú.

En otros tiempos la gente creía en los milagros –dijo en


una reunión Kemar–, pero verdaderos milagros son los que
realiza el Poder soviético. Si alguna vez se me hubiera ocurri-
do decirle a alguien que pensaba ser ingeniera, sencillamente
me hubiesen encerrado en un manicomio. Y ahora soy inge-
niera.

Pero lo más notable en el progreso cultural de la mujer de es-


tos pueblos –para la cual antes estaba completamente vedado el
acceso a la cultura y al saber– no es sólo la asimilación de los
conocimientos, sino asimismo el movimiento creador para el
adelanto de la ciencia.
He aquí el relato sencillo de una de esas mujeres, de la ziria-
na María Vórsina:

Recuerdo como siendo aún una muchacha de dieciséis


años, partí de mi pueblo natal Ust-Bimi. Llevaba un vestido
de lienzo gris crudo, hilado y tejido por las manos de mi ma-
dre. Mi rostro, sin duda, debía estar bastante alterado cuando
llegué a la Universidad de Perm para rendir mis exámenes de
ingreso, ya que jamás había estado en una ciudad. Durante
mis estudios en la Universidad y después, cuando al terminar
me enviaron a Leningrado a prepararme para recibir el título
de profesora, en mis oídos sonaban continuamente las pala-
bras de mi hermano: «Estudia, María, estudia por todos nos-
otros.» Y yo ponía todo mi empeño: estudiaba por él, por mi
hermana, por mi madre, la cual siempre fue analfabeta, por
todas las zirianas que durante centenares de años no tuvieron
la posibilidad de estudiar... En abril de 1936, defendí mi tesis
en la Universidad de Leningrado a fin de recibir el grado de
candidato a doctor en ciencias químicas. Me temblaba la voz
al pronunciar las primeras palabras, pero mi tesis recibió una
alta calificación. Y ahí me tenéis, convertida en candidato a

134
doctor en ciencias químicas, docente de la Universidad. «Es-
to está muy bien –pensé–, pero es preciso seguir adelante, es
preciso que aporte algo nuevo a la ciencia.» Y seguí adelante.
Estudié lenguas extranjeras y ahora puedo leer toda la litera-
tura que hay editada respecto a mi especialidad. He escrito ya
cuatro trabajos científicos y ahora estoy preparando la tesis
doctoral.
El verano pasado visité mi pueblo natal. Los vecinos salie-
ron corriendo a mi encuentro, me rodearon; las mujeres me
besaban, los hombres me estrechaban la mano y decían:
«María, llegarás a ser profesora, y te lo agradecemos.»

La historia de María Vórsina no es un caso único. Por el con-


trario, su destino feliz es el caso típico de toda una generación de
muchachas soviéticas. Y en el cariñoso recibimiento prodigado
por los zirianos a su compatriota se refleja también el senti-
miento de todo el pueblo soviético, el justo orgullo por sus hijos.
El arte de los pueblos de la Unión Soviética, sus manifesta-
ciones artísticas populares, que en otros tiempos eran aplastadas
implacablemente, han alcanzado un gran florecimiento. En to-
das las Repúblicas de la U.R.S.S. han sido creados magníficos
teatros, escuelas y academias de arte. Y entre los artistas, can-
tantes y pintores de las Repúblicas nacionales, las mujeres ocu-
pan un puesto de honor. Muchas de ellas son artistas dotadas de
gran talento y capacidad, que se han hecho acreedoras a las altas
condecoraciones que les otorgó el Gobierno de la U.R.S.S., por
ejemplo: las uzbekas Tamara Jánum y Jalima Nasírova, la kazaja
Kuliash Baisétova y otras.
Así es como durante los veinticinco años de existencia del
Poder soviético ha cambiado de un modo irreconocible la vida de
las mujeres del Oriente soviético. Se ha llevado a cabo una pro-
fundísima revolución en el terreno social y cultural: ha sido
aplastado y destruido el viejo y sombrío régimen de vida de la
mujer del Oriente. Librada de la secular opresión y esclavitud, la
mujer ha obtenido en la Patria soviética todos los derechos, salió
al camino de una vida independiente política, social, económica
y cultural.

135
LAS MUJERES EN LA GRAN GUERRA PATRIA

La gran guerra patria no ha encontrado desprevenida a la


mujer soviética. Al mismo tiempo que se ocupaba en una labor
pacífica y creadora, la mujer del País Soviético no dejaba de
prepararse activamente para defender su Patria.
Centenares de miles de mujeres practicaban el deporte y se
entrenaban especialmente para recibir la insignia de «Apto para
el Trabajo y la Defensa». Millones de mujeres asimilaron los
conocimientos de enfermeras militares en los cursillos especiales
de la asociación «Apto para la Defensa Sanitaria». Turismo,
alpinismo, largas excursiones, carreras a distancia en esquís,
aviación, paracaidismo, planerismo: todo esto se ha convertido
en la distracción favorita de la juventud soviética y, entre ésta, de
las muchachas soviéticas. En este terreno, completamente nuevo
para ellas, las mujeres del País Soviético han dado ejemplos de
audacia y de completo conocimiento de la complicada técnica de
la materia, alcanzando una serie de récords mundiales.
No tiene precedentes en la historia el vuelo de las aviadoras
Valentina Grisodúbova, Polina Osipenko y Marina Raskova. En
septiembre de 1938, pilotando el avión «Ródina», cubrieron en
línea recta 6.000 km., estableciendo el récord mundial femenino
de vuelo a distancia. Esta hazaña las hizo merecedoras del hon-
roso título de Héroes de la Unión Soviética. La mayoría de los
récords femeninos mundiales de vuelo de altura también han
sido conquistados por las mujeres soviéticas; y, entre éstas, por
Polina Osipenko, una de las heroínas del vuelo del «Ródina».
Por boca de la Héroe de la Unión Soviética, Valentina Griso-
dúbova, las mujeres soviéticas hicieron la siguiente promesa:

Si el enemigo se atreve a atacarnos, unidas a todo el gran-


dioso ejército de hombres, al lado de éstos, hombro a hombro
con ellos, en el aire y en la tierra se alzará un numeroso y
magnífico ejército de mujeres del gran país socialista.

Y cuando llegó la hora de la dura prueba, las mujeres soviéti-


cas cumplieron con honor su promesa: tanto en la retaguardia
como en los frentes luchan valerosamente contra el enemigo.

136
LAS MUJERES,
COMBATIENTES
DE LA RETAGUARDIA

El peligro que se ha cernido sobre nuestra Patria multiplicó


las filas del enorme ejército del trabajo formado por las mujeres:
obreras, koljosianas e intelectuales. Ellas relevaron a sus mari-
dos, hijos y hermanos que marcharon al frente. La lucha a vida o
muerte contra los bandidos fascistas llenó de noble inspiración a
millones de pacíficas trabajadoras, que se transformaron en
verdaderas combatientes de la retaguardia, dispuestas a realizar
cualquier hazaña en el trabajo, cualquier sacrificio por la causa.
«Las máquinas en las que trabajaban nuestros compañeros
que marcharon al frente no quedarán paradas ni una hora, ni un
segundo», dijeron las obreras de Moscú, Leningrado, Ivánovo y
de los Urales. Y con ellas, todas las mujeres de la tierra soviética
pronunciaron esta promesa sagrada y se han adherido a la inten-
sa campaña de trabajo para ayudar al frente.
Como si fuera en el frente, con ritmos de guerra, trabajan las
patriotas soviéticas. Crece el número de las mujeres que atien-
den muchas máquinas a la vez.
Cuando comenzó la guerra y los hombres marcharon al fren-
te, la fresadora-ajustadora S. Berésina, de la fábrica «Freser»,
pasó a atender 18 máquinas –cosa nunca vista hasta entonces, ya
que antes lo normal era hasta 9 máquinas–, y trabaja sin la me-
nor falla. La stajanovista Símnoya, de una fábrica de instrumen-
tal, atiende 20 fresadoras semiautomáticas. Ejemplos como
éstos pueden citarse a millares.
También ha tenido una amplia difusión en los días de la gue-
rra la combinación de profesiones. La joven comunista Sóboleva,
obrera del taller de forja, trabaja a la vez como cortadora. A.
Babenko, P. Protásova, N. Petriakova, J. Zhógova y otras, obre-
ras de una fábrica metalúrgica, aprendieron las profesiones de
maquinista de grúa, de chófer, etc.
El sobrepasar las normas establecidas se ha hecho regla para
las obreras. En una fábrica de accesorios para automóviles y
tractores, las obreras comenzaron a rendir el doble de la norma
de trabajo y aún más. La obrera Vera Skvortsova, que trabaja en

137
la soldadura eléctrica de una fábrica de construcción de maqui-
naria, ingresó en esta fábrica ya durante la guerra: ahora rinde
cerca de tres normas y se apaña sola, sin el obrero auxiliar.
Popravka y Zánina, montadoras de la fábrica de calderas de
Kúibyshev, cumplen las normas establecidas en 500%.
Las célebres palabras de la orden del Comisario del Pueblo de
Defensa, J. Stalin: «Podemos y debemos limpiar la tierra soviéti-
ca de la inmundicia hitleriana», estimularon a los obreros de la
Unión Soviética para nuevas hazañas en el trabajo y dieron ori-
gen a un nuevo y magnífico movimiento: el de las obreras que
cumplen en 1.000 por ciento, y aún más, las normas estableci-
das. La primera de ellas fue A. S. Aristova, afiladora de instru-
mentos cortantes de la fábrica «Ordzhonikidse» del distrito de
Cheliábinsk, que cumple la norma en 1.450 por ciento. La deva-
nadora de una fábrica de artículos de electricidad de los Urales,
Raísa Kashtímova, llegó a rendir 30 normas por turno. La base
de estos extraordinarios éxitos está en la racionalización de los
procesos tecnológicos. Las patriotas stajanovistas se manifiestan
como audaces innovadoras en la producción.
Debido a que los hombres fueron llamados a las filas del
Ejército Rojo, las mayores dificultades surgieron en aquellas
ramas de la producción en que antes predominaban los llamados
«oficios masculinos», considerados poco accesibles para la mu-
jer. Sobre todo, hay gran cantidad de estos oficios en la industria
pesada: en las industrias metalúrgica, minera, hullera y petrolí-
fera, que tienen una importancia de primer orden para la defen-
sa del país. Las patriotas soviéticas lograron vencer estas dificul-
tades. Las obreras funden metal, descienden a las minas, traba-
jan en los yacimientos petrolíferos. En todas las empresas se han
iniciado cursillos técnicos intensivos para las mujeres. Rápida-
mente se preparan las obreras en profesiones antes desconocidas
para ellas.
Al despedir a los obreros metalúrgicos que se marchan al
frente, las obreras les dicen:

Volved con la victoria, que no tendréis escasez de metal.


Nuestras manos son pequeñas, pero hábiles. Fundiremos un
metal resistente. Mal lo van a pasar los fascistas.

138
Y las patriotas soviéticas confirman sus promesas con glorio-
sas hazañas. Desde los primeros meses de la guerra, las mujeres
trabajan con éxito en la industria metalúrgica como maquinistas,
laminadoras, fundidoras, etc.
Es sabido que el trabajo de los marineros, el trabajo en las
armadías de maderos exige una gran fuerza y resistencia física.
Pero las mujeres, llenas de decisión para vencer cualquier difi-
cultad, sustituyen con éxito a sus maridos y hermanos también
en estos oficios. En la flota fluvial del Yénisei trabajan más de
2.000 mujeres; en el Volga Central, 1,500. Las mujeres trabajan
no sólo como marineras, sino también como mecánicas, capita-
nas de barco, jefas de puertos. Durante el período de la guerra
40.000 mujeres se incorporaron a las filas de los ferroviarios.
El entusiasmo por el trabajo, que ocupa hoy espíritu de todas
las mujeres del País Soviético, es un reflejo de su ardiente patrio-
tismo, de su sentimiento de gran responsabilidad ante la Patria y
de su apasionado anhelo de entregar todas las fuerzas en defensa
de ella.
Cuando se trata de ayudar a la Patria, las mujeres de la Unión
Soviética, sin contar el tiempo, trabajan cuanto sea necesario
para la producción.

Si es preciso, trabajaremos día y noche; y, si llega el caso,


os ayudaremos con las armas en la mano. No os preocupéis
por nosotras, no estéis intranquilos; tenemos plena concien-
cia de nuestro deber ante la Patria, comprendemos toda la
seriedad y responsabilidad de la situación.

Así escriben las obreras, dirigiéndose a sus maridos, herma-


nos, padres e hijos que marcharon al frente.
No son raros los casos en que los obreros y obreras exigen
que, en las mismas empresas, en las habitaciones destinadas al
descanso coloquen camas, para, en caso de necesidad, no perder
tiempo en ir y volver a su casa, poder descansar allí mismo y
reanudar en seguida el trabajo.
Las mujeres de la aldea soviética, las koljosianas y obreras de
los sovjoses, tampoco se quedan a la zaga de las obreras de las

139
ciudades en su patriótico anhelo de trabajar.
Inmediatamente después de comenzar la guerra, el grupo de
tractoristas, diputados del Soviet Supremo de la U.R.S.S., for-
mado por P. Anguélina, V. Vajóldina, T. Mujórtova y P. Kovar-
dak, se dirigió a las mujeres y muchachas de la aldea soviética,
llamándolas a sustituir a los hombres que fueron movilizados.

En estos días difíciles –escribían ellas–, la gente soviética,


del más pequeño al más grande, debe trabajar y trabajará en
cualquier sector heroica y abnegadamente. Nosotras, las mu-
jeres y muchachas, tendremos que relevar a los hombres. Al
despedirlos cuando marchen a la sagrada guerra contra los
bandidos fascistas, les diremos: «Marchad, queridos, con va-
lentía al combate, aplastad implacablemente a los fascistas. Y
nosotras, mientras tanto, os relevaremos en la retaguardia,
en los campos, en las Estaciones de Máquinas y Tractores, en
los koljoses y sovjoses, en los tractores y en las segadoras-
trilladoras.»

Las mujeres de las aldeas soviéticas respondieron con ardien-


te entusiasmo a este llamamiento, en el que resonaba la voz de
su propio corazón. En la U.R.S.S. surgió un nuevo ejército de
muchos millares de tractoristas y conductoras de segadoras-tri-
lladoras. La mujer se ha transformado en fuerza decisiva en los
koljoses. Las koljosianas, lo mismo que las obreras, rebasan
sistemáticamente las normas establecidas.
Ese impulso patriótico para el trabajo, como jamás se había
conocido hasta ahora, ha llegado a dominar no sólo a millones
de obreras y koljosianas; se ha adueñado también de un enorme
ejército de amas de casa y las ha llevado a incorporarse a la lucha
por la causa de todo el pueblo: a la defensa de la Patria.
Las amas de casa –esposas y madres de los llamados a filas–
van a trabajar a las fábricas.
Por todas partes se organizan cursillos técnicos para las nue-
vas obreras, en los que éstas aprenden las más diversas profe-
siones. Con ayuda de los viejos obreros y obreras calificados, las
amas de casa asimilan rápidamente el nuevo oficio y llegan a ser
obreras calificadas y con frecuencia trabajan incluso mejor que

140
sus maestros.
Una ayuda inapreciable prestaron las amas de casa durante
la recolección de la cosecha. Centenares y miles de ellas partici-
paron en las labores agrícolas de los koljoses y sovjoses. Para
ayudar al campo en las faenas de la siembra y de la cosecha fue
enviada gente de las ciudades, en su mayoría mujeres: obreras,
empleadas y estudiantes. Sólo en la región de Chkálovsk trabaja-
ron en 1942 en las faenas de la recolección más de 92.000 per-
sonas venidas de la ciudad. Muchas de ellas se pusieron al volan-
te del tractor. La gran ayuda prestada por la ciudad contribuyó a
que la recolección fuera realizada a tiempo y sin pérdidas.
Especial empeño y abnegación muestran las amas de casa al
prodigar sus cuidados a los combatientes del Ejército Rojo. Du-
rante la legendaria y heroica defensa de Sebastopol, no quedó ni
una ama de casa de la ciudad que no participara en la lucha. Las
amas de casa organizaron más de cien brigadas de ayuda al fren-
te. Cosían gorros, tejían calcetines y jerséis, componían y lava-
ban la ropa, hacían botas; otras fabricaban armamento de gue-
rra, granadas de mano y de mortero, botellas con líquido infla-
mable. Estas valerosas mujeres se veían obligadas a vivir y a
trabajar bajo tierra, en las profundas galerías y refugios subte-
rráneos. Incluso las más ancianas expresaron su deseo de parti-
cipar en la obra común.
Las familias de los combatientes rojos reciben un subsidio del
Estado. «Nuestros maridos pueden combatir tranquilamente en
el frente. No tienen por qué inquietarse por nosotros. Con la
ayuda que nos presta el Estado soviético vivimos sin privaciones
ni dificultades», dice la obrera Tsvetáieva, compañera de un
combatiente rojo y madre de tres niños. Esta convicción fortale-
ce aún más el espíritu de las mujeres soviéticas, dispuestas a
trabajar dondequiera que las envíe a trabajar su Patria.
En este unánime y potente ímpetu de trabajo tampoco se
queda a la zaga de las obreras y koljosianas la intelectualidad
femenina soviética. Médicas, ingenieras, maestras, agrónomas,
investigadoras científicas, pintoras, concertistas, artistas, estu-
diantes; todas han reorganizado su vida y su trabajo según las
exigencias de la guerra, entregando todas sus fuerzas a la causa
de la ayuda al frente, a la causa de la defensa de la Patria.

141
El entusiasmo patriótico contribuye también a un extraordi-
nario progreso del pensamiento racionalizador científico y técni-
co. Las jóvenes ingenieras de una de las fábricas del Comisariado
del Pueblo de la Industria de la Electricidad idearon unos buriles
y accesorios especiales que solucionaron en gran medida el pro-
blema de la falta de mecánicos de alta calificación que necesitaba
la fábrica. La geóloga Kniaseva descubrió un nuevo yacimiento
de petróleo, producto de primera necesidad en la guerra. La
académica Lina Stern lucha con éxito contra el shock, restable-
ciendo el funcionamiento normal del corazón ya debilitado.
Las actrices de los mejores teatros soviéticos –del Gran Tea-
tro, del Mali Teatro, del Teatro de Arte, del Teatro de la Opera de
Leningrado y otros– ponen todo su talento, todas sus energías al
servicio del país. Se ha organizado gran número de elencos artís-
ticos que debutan en las unidades militares del frente, en la zona
de guerra y en la retaguardia.
El deseo de ayudar en todo lo posible al frente es cada día
más intenso. Millares de mujeres que se dedicaban al trabajo
intelectual –empleadas, maestras, etc.– marcharon a las fábri-
cas, a los bancos de trabajo, a empuñar el volante del tractor o el
timón de la segadora-trilladora.
Sin embargo, lo más característico de este heroico impulso
del trabajo femenino, de las obreras de la retaguardia, es su par-
ticipación en masa en la defensa del país. Decenas de miles de
mujeres de Moscú, Leningrado, Stalingrado y de todas aquellas
ciudades a las que se aproximó el enemigo, al primer llamamien-
to del Gobierno, fueron a levantar fortificaciones. Obreras,
maestras, ingenieras, actrices, investigadoras, empuñaban el
pico y la pala, para cortar el camino al enemigo, para ayudar al
Ejército Rojo en su lucha. En verano y otoño de 1942 un enorme
ejército de mujeres de todo el país marchó a cortar leña y a ex-
traer turba. Ellas abastecieron de combustible a las empresas, al
transporte, a sus propias casas. Ellas proveyeron a las ciudades
de combustible para todo el invierno.
Decenas de miles de mujeres son donantes. Entregan su san-
gre para salvar la vida de los combatientes heridos.
Confeccionan y recolectan regalos para los soldados del Ejér-
cito Rojo. Adoptan a los niños que durante la guerra perdieron a

142
sus padres y los rodean de cuidados y cariño maternal.
En los días de la heroica defensa de Sebastopol, el número de
mujeres que expresaron su deseo de adoptar niños era mayor
que el de los mismos huérfanos.
Las mujeres-combatientes de la retaguardia, con vista pene-
trante y ojo avizor vigilan las ciudades y aldeas, protegiéndolas
contra los ataques aéreos del enemigo.
Centenares de miles de milicianas de la defensa pasiva si-
guieron unos cursos especiales de sanidad. Durante los bombar-
deos, acuden rápidamente y con decisión, a lo militar, allí donde
se precisa su ayuda. Entre las milicianas se encuentran numero-
sas muchachas jóvenes y estudiantes.
La mujer participa activamente en la vigilancia y en la defen-
sa contra los incendios en las casas; toma parte y dirige los gru-
pos de autodefensa organizados en las ciudades de la Unión
Soviética. De día o de noche, durante los bombardeos, son las
que cuidan por todas partes del orden. Los grupos de autodefen-
sa designan a su vez destacamentos para la lucha contra los in-
cendios, primeros auxilios, etc.
Durante uno de los bombardeos de Moscú, en el patio de una
casa de madera de dos pisos cayeron varias bombas incendiarias.
Un minuto más tarde, todo hubiera sido pasto de las llamas;
pero el ama de casa, Antónova, apagó inmediatamente las bom-
bas con agua y arena.
Dos hermanas, obreras stajanovistas de una fábrica de Mos-
cú, Raísa y Alejandra Ivánchenko, ingresaron en un batallón de
caza. En la noche del 22 de julio de 1941, el jefe envió a 10 perso-
nas del destacamento para apagar un incendio. Entre ellas se
encontraba Raísa Ivánchenko. En el lugar del incendio ardía una
enorme hoguera, pero Raísa no se desconcertó; varias veces se
lanzó al interior del edificio envuelto en llamas y cada vez regre-
saba cargada con objetos de gran valor. Esto animó a las demás,
que siguieron su ejemplo, y poco después el incendio fue domi-
nado. Por su valentía y audacia, Raísa Ivánchenko fue condeco-
rada por el Gobierno de la U.R.S.S. con la Orden «Al honor».
Eugenia Zhuravliova, hija del heroico Leningrado, durante
los ataques aéreos del enemigo, salvó con sus manos quemadas a
decenas de víctimas de las ardientes llamas.

143
Penetrado de verdadero heroísmo está el trabajo de las obre-
ras de los talleres y fábricas de las ciudades cercanas al frente.

Cuando nos íbamos al trabajo no sabíamos si al regresar


encontraríamos enteras nuestras casas –contaba la obrera
leningradense Matvéieva–. En casa quedaban los niños. Pero
ni un solo día, ni una sola hora se interrumpía nuestro traba-
jo.

La valerosa vecina de Sebastopol, la estampadora Anastasia


Chaus, trabajaba junto a su máquina sin hacer el menor caso de
las explosiones de las bombas y de los proyectiles. Durante uno
de los bombardeos, Anastasia perdió una mano. Pero apenas se
había repuesto, regresó a su prensa y cumplía con una sola mano
de tres a cinco normas por turno.
Sin igual heroísmo, firmeza y energía demuestran las madres
que acompañan a sus hijos al frente. Les bendicen para las he-
roicas hazañas bélicas en la lucha contra el odiado enemigo.

Para ti no puede existir otra vida que la del hombre libre


—dice la madre al despedir a su hijo que va al frente—. Todo
lo que tienes, todo lo que posees y que te llena de orgullo, te
lo ha dado tu Patria, tu País Soviético. Tenlo presente y de-
fiende tu Patria con valor y heroísmo. No te preocupes por
nosotras. Haremos todo lo que podamos para ayudar a la vic-
toria del Ejército Rojo.

De esos mismos pensamientos y sentimientos patrióticos es-


tán llenas las cartas que envían al frente las madres y esposas de
los combatientes soviéticos.
María Nikítichna Zabolótnaia, de la ciudad de Sergó, cuyos
dos hijos se encuentran en el frente, escribe a uno de ellos:

Querido hijo Vitia: Te bendigo con la ira de la Patria mía.


Que mi amor maternal te ayude y resguarde de las balas. Si
encuentras a tu hermano Micha, ponte a su lado en cualquier
combate.

144
La moscovita Agrafena Platónovna, obrera taladradora, es-
cribe a su marido que está en el frente:

Querido mío: No te intranquilices por mí y sé implacable


con el enemigo. Siempre me sentía orgullosa de ti y estoy se-
gura de que con tu conducta en el frente no ofenderás mi or-
gullo... Combate lo mejor posible y escribe más a menudo.

Innumerables ejemplos del más elevado heroísmo entre las


madres soviéticas se pueden encontrar en la laboriosa vida coti-
diana del País Soviético.
La modesta guardavías de uno de los ferrocarriles vecinos a
la zona del frente, Sverkóvskaia, marchó a hacer su recorrido de
turno por la vía, dejando en la casilla ferroviaria a sus dos hijitos
de corta edad. Un buitre fascista, que rondaba sobre la vía, se
dirigió hacia la casilla y arrojó sobre ella su carga mortífera.
Entre los escombros de la casilla quedó lo más precioso que
tenía Sverkóvskaia: sus dos hijos. Pero el sentimiento del deber
ante la Patria se impuso sobre sus sentimientos de madre: la
guardavías debía detener lo más pronto posible el tránsito por
aquella línea. Sólo después de haber cumplido su obligación,
Sverkóvskaia regresó a su casa destruida, donde encontró a una
de las criaturas muerta y a la otra gravemente herida.
En esta hazaña de la modesta guardavías, en las sencillas y
naturales cartas de las madres, conmovedoras, pero inquebran-
tablemente firmes, se refleja la grandeza de todo el País Soviéti-
co: su indestructible voluntad de alcanzar la victoria, su inal-
terable fe en el triunfo.

LAS MUJERES DEL PAÍS SOVIÉTICO,


COMPAÑERAS DE COMBATE DE LOS SOLDADOS
DEL HEROICO EJÉRCITO ROJO

Miles y miles de patriotas soviéticas no se sienten satisfechas


sólo con trabajar en la retaguardia; ansían algo más: aspiran a
luchar en las primeras líneas del frente, quieren compartir con
sus maridos y hermanos el peligro de la lucha a muerte contra el

145
enemigo jurado.
La consigna de guerra: «Todas las mujeres sin excepción de-
ben estar preparadas para la defensa sanitaria», ha sido llevada a
la vida. Decenas y centenares de miles de muchachas y mujeres
ingresaron en los destacamentos sanitarios y estudian en los
cursos de enfermeras. Muchas de ellas se encuentran en el frente
desde los primeros días de la guerra y prestan sus auxilios a los
combatientes heridos. Los nombres de estas heroínas quedarán
grabados en la historia de la lucha de los pueblos soviéticos con-
tra el fascismo feroz.
Pueden citarse centenares de ejemplos de maravillosa auda-
cia, valentía y lealtad sin reservas de las sanitarias, enfermeras y
médicas que realizan hazañas heroicas para salvar a los comba-
tientes heridos.
En un terreno ocupado por los fascistas quedaron cinco sol-
dados rojos gravemente heridos. La sanitaria Claudia Pávlova se
abrió paso hacia ellos. Atándose a un combatiente sobre la es-
palda, Pávlova se arrastró 4 kilómetros y lo llevó hasta el puesto
de sanidad de primera línea. Y así durante todo el día, Pávlova
logró salvar a los cinco heridos.
La enfermera Tamara Kálnina, de 17 años de edad, pese a las
terribles quemaduras que sufrió, sacó de un camión envuelto en
llamas y bajo una lluvia de balas a 15 combatientes gravemente
heridos La heroica defensora de Sebastópol María Lesovaia, de
19 años de edad, salvó en un combate la vida de 21 heridos. Ella
los defendió contra 13 fascistas que intentaban acabar con ellos.
Otra muchacha de Sebastópol, G. Malenko, permaneciendo día y
noche en las posiciones, salvó la vida a 300 soldados rojos y
jefes.
Todo el País Soviético conoce el nombre de la sanitaria Elena
Kovalchuk. En un combate, en el que ella misma resultó herida,
vendó a 200 combatientes y sacó a 80 heridos de la zona de
fuego. En un combate, Kovalchuk retiró de la zona de peligro a
un jefe de compañía herido y le sustituyó en el combate. A la
cabeza de un destacamento, fue la primera en lanzarse al ataque
y, a pesar de haber recibido otra herida, no se retiró de las filas.
La aldea atacada fue conquistada por las tropas del Ejército Ro-
jo. El Gobierno condecoró a E. Kovalchuk con las Ordenes de la

146
Estrella Roja y de la Bandera Roja.
Un tren de sanidad, en el que la enfermera Elena Zhavorón-
kova y seis sanitarias conducían a 130 heridos graves, quedó
cercado. Pero Elena no se desconcertó: organizó la vigilancia del
tren y estuvo de guardia días y noches sin cerrar los ojos. Cuando
al cabo de tres días se agotó el pan en el convoy, Elena se puso en
contacto con las koljosianas de la aldea más cercana e inmedia-
tamente aparecieron leche, frutas, pan sopa e incluso algunos
cajones con macarrones. Después de dejar todo en orden, la
infatigable Elena llamó a una sanitaria, se disfrazaron de aldea-
nas y ambas marcharon en búsqueda de los suyos. El camino era
muy peligroso: un avión fascista, en vuelo rasante, disparaba
contra las muchachas. Sin embargo, Elena llegó hasta el lugar en
que se encontraban las unidades del Ejército Rojo, llevó hasta el
convoy 20 camiones y condujo a todos los heridos a la profunda
retaguardia.
Maravillas de heroísmo revelan las mujeres médicas. La doc-
tora Klítina, bajo un fuego graneado y en medio del fragor del
combate, se arrastraba de una línea a otra buscando a los heri-
dos. Sobre sus espaldas sacó de la zona de fuego a 20 soldados
salvándolos de una muerte segura.
Dos telefonistas –Eva Davidson y Liúda Stamberg– estaban
en su puesto cuando el enemigo pasó a la ofensiva. La casita en
que se hallaba instalada la estación telefónica, resultó encontrar-
se en la zona de fuego. Del Estado Mayor llegó el permiso de
retirarse del lugar de trabajo y marchar al refugio. No obstante,
las valerosas muchachas decidieron permanecer en su puesto.
Una de ellas, Eva Davidson, se subió al tejado y desde allí obser-
vaba el avance del enemigo, mientras que la otra trasmitía los
datos por teléfono a las unidades militares. Esto contribuyó a
que las tropas soviéticas terminaran con éxito la operación. Sólo
en el último momento, cuando el enemigo estaba ya muy cerca
de la estación telefónica, las valientes muchachas abandonaron
sus puestos, inutilizando previamente todos los aparatos, y se
marcharon hacia los suyos, a través de senderos ocultos del bos-
que.
Las mujeres del País Soviético no sólo ayudan a los soldados
del Ejército Rojo a combatir en el campo de batalla, sino que

147
ellas mismas combaten con bravura contra el enemigo.
Entre los defensores de Sebastopol, entre los héroes que in-
mortalizaron sus nombres, las mujeres combatientes ocupan un
puesto de honor.
Liudmila Pavlichenko terminó la escuela de francotiradores
ya antes de la guerra. En los combates por Odesa y Sebastopol,
tuvo ocasión de poner en práctica su habilidad. Audaz, vigilante
y cautelosa como es y conociendo a la perfección su arma de
combate (su fusil no falla nunca), Liudmila Pavlichenko se ha
transformado en un verdadero terror para los alemanes. Cada
día aumentaba la cuenta de los fascistas eliminados por ella; en
julio eran ya 309. Con orgullo y honor lleva Pavlichenko su título
militar: «Francotirador, cazador de invasores alemanes».
Nina Onílova maneja con maestría la ametralladora. Del
mismo modo que Pavlichenko, ella inició su vida militar en Ode-
sa y sobre todo se cubrió de gloria durante los combates por
Sebastopol. Onílova era un insustituible apoyo y ayuda de los
combatientes sebastopolianos, tanto, en la defensiva como en la
ofensiva. Ella eliminó con su ametralladora a más de 500 fascis-
tas. Hace poco, Onílova ha sido condecorada con la Orden de la
Bandera Roja. Al recibir la condecoración, pronunció las si-
guientes palabras, breves pero contundentes:

No sé pronunciar discursos; pero sí sé hablar muy bien


con los perros fascistas en el idioma de mi ametralladora.

Entre la gloriosa pléyade de las heroínas de Sebastopol mere-


ce destacarse otro nombre, el de María Baidá.
Al comienzo trabajaba como instructora en el servicio sanita-
rio de un batallón de infantería y ya allí se conquistó la fama de
audaz. Pero María Baidá ardía en deseos de lanzarse al combate.
Poco después la incorporaron a una sección de exploradores,
donde cambió la mochila de enfermera por el fusil automático.
Comentaron días ardorosos, preñados de peligros, y en uno de
ellos María se cubrió de gloria. Los alemanes avanzaban. María y
sus camaradas –armados con automáticos como ella–, se encon-
traban en las primeras líneas; había matado ya a veinte alema-
nes, cuando se le acabaron los cartuchos; corrió por la vía de

148
comunicación al punto de aprovisionamiento. Por el camino
encontró a un herido, le vendó y le ayudó a llegar hasta el puesto
de primeros auxilios, tomó varios discos con proyectiles y grana-
das e inmediatamente emprendió el regreso hacia la posición.
Por el camino divisó a cuatro alemanes que llevaban a un solda-
do rojo prisionero. Con sus certeros disparos mató a los cuatro,
salvando al combatiente rojo; sin detenerse un instante, se apre-
suró al lugar del combate. Ya habían caído cerca de cien hitleria-
nos, pero el enemigo seguía presionando. María resultó herida
en la cabeza y en un brazo por unos cascotes de granada, pero de
nada sirvieron los ruegos de que se retirara del lugar del comba-
te. Baidá volvió a empuñar su automático y disparó hasta que de
nuevo se terminaron los cartuchos. Herida por segunda vez,
marchó en busca de municiones y, nuevamente, como la vez
anterior, tropezó en el camino con cuatro alemanes. A tres de
ellos los mató allí mismo a tiros, al cuarto le aplastó la cabeza
con la culata de su automático. Recogiendo el arma de lino de los
muertos, la muchacha volvió a su puesto. De noche, cuando el
combate amainó, María recogió y vendó a los heridos (casi todos
los combatientes lo estaban) y los sacó del cerco. El camino pa-
saba por entre campos minados, pero la muchacha marchaba a
la cabeza, arriesgando su vida para salvar la de sus compañeros.
Pronto este puñado de valientes llegó a donde se encontraban los
suyos. El Gobierno soviético ha concedido a María Baidá el título
más honroso en el país: el de Héroe de la Unión Soviética.
¡Cuántas heroínas desconocidas ha hecho surgir la gran gue-
rra patria! En las cercanías de Stalingrado, unos alemanes qui-
sieron obligar a una mujer a que les ayudara a rodear una casa
defendida por los combatientes soviéticos. La mujer los condujo
directamente bajo el fuego de nuestros combatientes: «Disparad,
camaradas», gritó con todas sus fuerzas. Herida de muerte, las
últimas palabras que pudo decir a los combatientes rojos que
acudieron en su ayuda fueron: «A pesar de todo, los he llevado a
su destino».
En el diario de Willy Meine, suboficial alemán muerto en el
frente Noroeste, fue encontrada la siguiente anotación:

Al recorrer Nóvgorod, nuestros soldados encontraron en-

149
tre los escombros a una mujer combatiente. Cuando intenta-
ron quitarle el arma, ella se abalanzó sobre el oficial. Tres ro-
bustos soldados a duras penas lograron dominarla y sólo a
fuerza de golpes pudieron obligarla a que marchara adelan-
te... La rusa se negó a responder a las preguntas. Recibió la
muerte con una sonrisa despectiva, cruzando los brazos sobre
el pecho y negándose a que le vendaran los ojos.

A este testimonio del enemigo no hay nada que agregar. El


amor que profesa la mujer soviética hacia su Patria, el odio hacia
el enemigo es más fuerte que la muerte.
El heroísmo de la mujer soviética encontró su más alta expre-
sión en su participación en el movimiento guerrillero, en la lucha
que se lleva a cabo en la retaguardia de los alemanes. La guerra
de guerrillas trae aparejados un riesgo especial y extraordinarios
peligros. Pero la lucha de los guerrilleros en las regiones tempo-
ralmente ocupadas por el enemigo ha alcanzado proporciones
gigantescas. Numerosos ciudadanos soviéticos abandonaron las
aldeas y ciudades ocupadas, marcharon a los bosques y desde allí
continúan la lucha contra el odiado enemigo.
Igual que en los memorables días de la guerra civil de 1918-
1920, las mujeres que actúan en los destacamentos de guerrille-
ros cumplen las funciones de exploradoras, sanitarias y enferme-
ras, abastecen a los guerrilleros de municiones y víveres y luchan
como soldados de filas.
Jamás se extinguirá la estela del nombre de Zóia Kosmode-
miánskaia. Esta muchacha estudiaba en Moscú en la última clase
de la escuela media. Tenía 18 años cuando ingresó en un desta-
camento de guerrilleros, donde actuó bajo el nombre de Tania. A
fines de enero de 1942, fue hecha prisionera por los alemanes en
la aldea Petríschevo. Se negó a responder a sus preguntas. Las
fieras fascistas se ensañaron con ella torturándola y golpeándola
de manera monstruosa. Bajo las heladas del invierno, los alema-
nes la condujeron por la aldea sólo con la camisa y con las manos
atadas a la espalda. La golpearon, la martirizaron, la quemaron;
pero la muchacha no declaró nada, los tormentos no quebranta-
ron su espíritu, continuó guardando silencio. Marchaba serena y
valiente al encuentro de la muerte. Heroicas e inolvidables fue-

150
ron sus últimas palabras dirigidas a los koljosianos y koljosianas
que fueron obligados a presenciar la ejecución:

¡Camaradas! ¿Por qué estáis abatidos? ¡Sed valientes!


¡Luchad, aniquilad a los alemanes, quemadlos, hacedles la
vida imposible! No temo la muerte. ¡Es una felicidad morir
luchando por nuestro pueblo! ¡Adiós, camaradas! ¡Luchad,
no temáis! ¡Stalin está con nosotros! ¡Stalin vendrá!

Los koljosianos lloraban. El nombre de Tania perdurará por


siempre en el corazón del pueblo soviético.
La guerrillera Alejandra Martínovna Dreiman, de la ciudad
de Uvárovo, región de Moscú, fue salvajemente martirizada por
los alemanes. La torturaron, ante sus ojos mataron a su hijo
recién nacido, a fin de obligarla a decir dónde se encontraba el
destacamento de guerrilleros. Pero la fiel hija del País Soviético
no dijo nada.
Muchas guerrilleras soviéticas cayeron como heroínas, pero
su lugar vuelve a ser ocupado por millares de otras leales hijas
del pueblo, dispuestas a entregar sus vidas por la victoria de su
Patria.
Las mujeres del País Soviético son dignas compañeras de lu-
cha de los combatientes del heroico Ejército Rojo. La prensa
fascista, completamente enredada en su maraña de mentiras,
divulga la falsa noticia de que en el frente soviético combaten
batallones femeninos, debido a que en la U.R.S.S. se «han ago-
tado» ya las reservas de hombres. Claro es que este provocativo
embuste no inducirá a nadie a error. En la U.R.S.S. hay suficien-
tes hombres aptos para luchar; lo testimonia la gloriosa ofensiva
del Ejército Rojo. En la U.R.S.S. no existen batallones femeni-
nos, pero sí existe un inmenso ejército formado por las mujeres
de todo el pueblo, dispuestas en todo momento a marchar a la
defensa de su Patria: son las médicas, las enfermeras, las sanita-
rias, las bomberas y las guerrilleras; son las obreras y koljosianas
que trabajan en la retaguardia. Las mujeres del País Soviético,
todas a una, están dispuestas a empuñar el fusil en sus manos:
en esto reside su grandiosa e invencible fuerza.

151
LAS MUJERES DE LA U.R.S.S.
EN EL FRENTE ÚNICO ANTIHITLERIANO
DE LOS PUEBLOS AMANTES DE LA LIBERTAD

Las mujeres del País Soviético combaten no sólo por sí, por
sus familias, por su país. Ellas combaten por las mujeres del
mundo entero, por salvar a la civilización de la barbarie fascista,
por un luminoso futuro para toda la humanidad. Las ardientes
patriotas del País Soviético se destacan en su lucha como parti-
cipantes en el frente único de los pueblos amantes de la libertad
contra la tiranía hitleriana.
Las inmundas hordas fascistas siembran por todas partes la
muerte, la ruina y la esclavitud. Hitler envió sus aviones contra
las ciudades y aldeas de Inglaterra, Francia, Bélgica, Holanda,
Noruega, Grecia y Yugoslavia. Hitler extermina a la población de
los países eslavos. Por orden de Hitler, los soldados alemanes
ametrallan a las mujeres y a los niños indefensos. Las mujeres de
los pueblos amantes de la libertad saben que sólo aniquilando a
Hitler y su banda, que sólo haciendo desaparecer el fascismo,
podrán obtener la felicidad y el sosiego. Las mujeres de Inglate-
rra, América, China, y también las de los pueblos temporalmente
esclavizados por el hitlerismo, han ocupado ya su puesto en las
filas combativas.
Pero ahora, cuando la lucha ha entrado en su fase decisiva,
las mujeres tienen que multiplicar sus esfuerzos y aunar sus
acciones.
El 10 de mayo de 1942, se celebró en Moscú un mitin de las
mujeres de la U.R.S.S. participantes en la guerra patria, las que
se dirigieron a las mujeres del mundo entero con el siguiente lla-
mamiento.

Mujeres de Inglaterra, América y de todos los países


amantes de la libertad: Hoy, más que nunca es preciso unifi-
car nuestras acciones... Os exhortamos a adheriros a nuestras
filas en la hora de los combates decisivos contra el hitlerismo
sediento de sangre. Tened presente que en nuestros campos
de batalla se decide también vuestro porvenir.
El que quiera una vida de paz, que ayude a la guerra con-

152
tra el fascismo. El que quiera la felicidad de sus hijos, que
aniquile a los asesinos de niños.
¡Más aviones, tanques y cañones! ¡Más bombas y proyec-
tiles sobre la cabeza del monstruo hitleriano que quiere engu-
llirse a toda Europa, a todo el mundo!
¡Mujeres de los países ocupados por los fascistas alema-
nes! Empuñad en vuestras manos los fusiles y las granadas.
Se acerca la hora en que se romperán las ignominiosas cade-
nas que atan a vuestras queridas ciudades y aldeas. Si queréis
que esta hora de liberación llegue mañana mismo, seguid hoy
el ejemplo de las guerrilleras de las regiones soviéticas tem-
poralmente ocupadas por los alemanes. ¡Causad daño a cada
paso a los forajidos hitlerianos! Volad los depósitos y las vías
férreas de los alemanes, destruid sus comunicaciones, obsta-
culizad el trabajo de las fábricas y de los talleres que produ-
cen para los alemanes. Oponeos al saqueo fascista. ¡No per-
mitáis que vuestros padres, maridos e hijos ingresen en el
bandidesco ejército hitleriano!
Mujeres de Alemania: ¿Acaso no está claro para vosotras
lo que mañana le espera a Alemania si hoy continúa gober-
nándola el asesino Hitler? ¡Luchad por el derrocamiento de
la camarilla de aventureros de Hitler y Goering! ¡Detened el
envío de convoyes militares al frente, sabotead la industria de
guerra!
¡Mujeres de todo el mundo! ¡Adelante, al aplastamiento
definitivo de las bandas hitlerianas! El que ansía la victoria,
que contribuya a ella. ¡La victoria jamás llega sola, es preciso
conquistarla!
¡Fortaleced el frente único antifascista de las mujeres del
mundo entero!
¡En la gran guerra liberadora contra la tiranía fascista, las
mujeres del País Soviético, las mujeres del mundo entero
unidas a los pueblos de la U.R.S.S. y a todos los pueblos del
mundo amantes de la libertad, vencerán!

153
Epílogo

A. M. KOLONTÁI

LA MUJER SOVIÉTICA:
UNA CIUDADANA DE PLENO DERECHO DE SU PAÍS*

Artículo publicado en «La mujer soviética», 1946, núm. 5


22 de septiembre de 1946

Es sabido que la Unión Soviética ha conseguido avances ex-


traordinarios relacionados con la participación de la mujer en la
construcción activa del Estado. Incluso nuestros enemigos no
ponen en duda esta verdad universalmente reconocida. La mujer
soviética es una ciudadana de pleno derecho de su país. Al dar
acceso a la mujer a todos los campos del trabajo creativo, al
mismo tiempo nuestro Estado ha garantizado todas las condi-
ciones necesarias para que ésta pueda cumplir con su deber
natural: ser madre, maestra para sus niños y dueña de su casa.
Desde los primeros pasos de la legislación soviética se reco-
noció que la maternidad no es una cuestión privada, sino un
deber social de la ciudadana activa e igualitaria del Estado. Esta
disposición está establecida en la Constitución. En la Unión
Soviética se solucionó el problema más importante y complejo:
el uso del trabajo activo de la mujer en cualquier campo, sin
perjudicar a la maternidad.
Se le prestó una enorme atención a la organización de come-
dores públicos, jardines de infancia, campamentos de pioneros,
parques infantiles y guarderías: todas aquellas instituciones que,
como escribió Lenin, tienen realmente la capacidad de liberar a
la mujer, de reducir su desigualdad frente al hombre. En la
U.R.S.S. se crearon más de 7.000 consultas para mujeres y ni-
ños, de las cuales la mitad están situadas en zonas rurales. Se

*Publicamos el texto de A. M. Kolontái según aparece en la recopila-


ción Artículos y discursos seleccionados (ed. soviética de Politizdat,
1972), traducido directamente del ruso por Jordi Mesalles García.
155
organizaron más de 20.000 guarderías. Vale la pena recordar
que en la Rusia zarista en el año 1913 sólo había 19 guarderías y
25 jardines de infancia, los cuales, además, no estaban a cargo
del Estado, sino que estaban financiados con fondos de organi-
zaciones filantrópicas.
El Estado soviético proporciona a la mujer madre cada vez
más ayuda económica. Las mujeres reciben prestaciones y vaca-
ciones pagadas durante el periodo del embarazo y el parto. Al
volver de las vacaciones conservan su antiguo trabajo.
Las madres solteras y con muchos hijos reciben una presta-
ción estatal para la manutención y educación de éstos. En el año
1945 el estado pagó más de 2.000 millones de rublos por tales
prestaciones. Sólo en la R.S.F.S.R. [República Socialista Federa-
tiva Soviética de Rusia] más de 10.000 mujeres recibieron el
título honorífico de «Madre-heroína», y 1.100.000 mujeres fue-
ron condecoradas con la orden de la «Gloria de la maternidad» y
la «Medalla de la maternidad».
Las mujeres soviéticas supieron honrar la confianza y el cui-
dado de su Estado. Ellas han demostrado un gran heroísmo
tanto en el trabajo pacífico y creativo antes de la guerra como en
los años de lucha armada contra los invasores fascistas; también
ahora en la labor para resolver las grandiosas tareas del nuevo
plan quinquenal. Muchos sectores de la actividad industrial, en
los que predomina el trabajo femenino, son los más avanzados
en la ejecución de los planes. Los méritos de la campesina sovié-
tica, que llevó sobre sus hombros el peso principal del trabajo
agrícola durante la guerra, son enormes.
Nuestras mujeres dominaron profesiones que desde hace
tiempo se consideraban masculinas. Vemos mujeres maquinis-
tas, mecánicas, torneras, cerrajeras, trabajadoras altamente
cualificadas que controlan los mecanismos más complejos.
Las mujeres de la Unión Soviética, en igualdad de condicio-
nes con los hombres, avanzan en la ciencia, la cultura y el arte.
Ellas han ocupado una posición destacada en la educación del
pueblo y en la atención sanitaria.
En un país donde hace treinta años, de las 2.300.000 muje-
res empleadas, 1.300.000 eran sirvientas en la ciudad, y
750.000 eran jornaleras en el pueblo; en un país en el que casi

156
no había mujeres ingenieras, científicas, donde la definición de
la profesión de profesora estaba sujeta a condiciones ofensivas
para la dignidad de la mujer; ahora, en este país, 750.000 muje-
res trabajan como profesoras, 100.000 como médicas y 250.000
como ingenieras. La mitad de los alumnos de instituciones de
enseñanza superior son mujeres. Más de 33.000 mujeres traba-
jan en laboratorios científicos y en institutos de investigación,
25.000 mujeres poseen grados y títulos académicos, 166 mujeres
han sido galardonadas con el título honorífico del Premio estatal
por sus excepcionales logros en la ciencia y en el trabajo.
Las mujeres del país soviético ejercen en la práctica sus dere-
chos políticos. Sólo en el Soviet Supremo se contabilizan hasta
277 mujeres diputadas, y 256.000 mujeres han sido elegidas
para los órganos rurales, urbanos, provinciales y republicanos
del poder soviético.
Es sabido que en Rusia nunca ha existido el llamado movi-
miento de la mujer y que la mujer rusa no ha pasado ni por el
feminismo ni por la lucha sufragista. Ella nunca separó la lucha
por la igualdad de la tarea principal: la liberación de su país de la
opresión del zarismo, comprendiendo que la «cuestión de la
mujer» es inseparable de los problemas sociales y políticos prin-
cipales, de los cuales forma parte.
En Rusia casi no había organizaciones independientes de
mujeres con demandas y exigencias para las mismas. Es verdad
que se realizaron algunos intentos de este tipo durante el perio-
do de la primera revolución rusa del año 1905, cuando empeza-
ron a crearse organizaciones burguesas de mujeres de corte fe-
minista, e incluso se convocó un congreso de mujeres de toda
Rusia en el año 1908. Pero todos estos intentos no tuvieron éxi-
to. Las obreras y campesinas de vanguardia, junto con las muje-
res intelectuales, se unieron al partido revolucionario y marcha-
ron junto a sus camaradas masculinos a la lucha, no por unos
derechos limitados para las mujeres, sino por el derrocamiento
de la autocracia. Las obreras defendieron con devoción la causa
de los trabajadores en las huelgas masivas. Las estudiantes lleva-
ron a cabo un trabajo revolucionario ilegal, sin temer ni a los
calabozos de las prisiones del zar, ni a los trabajos forzados en
Siberia.

157
El 8 de marzo del año 1917, las mujeres de Petrogrado salie-
ron a las calles y fueron las primeras en levantar la voz de protes-
ta contra la guerra imperialista. Sus manifestaciones fueron tan
imponentes y formidables que incluso la propia policía del zar
estaba desconcertada, y los soldados dudaron en disparar a las
mujeres hambrientas, esposas y madres de sus camaradas que se
encontraban en las trincheras. Las mujeres exigieron: «¡Abajo la
guerra imperialista! ¡Devolvednos a nuestros maridos de las
trincheras! ¡Pan para nuestros hijos!». Ese día marcó el comien-
zo de la grandiosa revolución rusa, que terminó en octubre del
año 1917 con la victoria de los Soviets.
La mujer rusa, que luchaba heroicamente para derrocar el
antiguo régimen, por la victoria del poder soviético y del comu-
nismo, de hecho demostró ser una ciudadana digna del nuevo
Estado.
Era totalmente natural que, en los primeros decretos del po-
der soviético, el partido bolchevique implementara el punto de
su programa sobre la total igualdad en derechos de las mujeres
respecto a los hombres.
Pero el reconocimiento político y jurídico de la igualdad de
las mujeres de las repúblicas soviéticas aún no significaba que
toda la población de millones de mujeres de la atrasada Rusia
pudiera utilizar de inmediato esos derechos. Era necesario ense-
ñar a las mujeres cómo utilizar esos derechos para el bien co-
mún, para fortalecer y construir el Estado soviético y para un
futuro más feliz para sus hijos.
El pensamiento de cómo involucrar a las mujeres en el traba-
jo creativo para consolidar las conquistas de la revolución ocupó
a Lenin incluso antes de Octubre. Recuerdo mi conversación con
Lenin en abril de 1917, cuando él nos aconsejaba a nosotras, un
pequeño grupo activo de bolcheviques, que trabajáramos estre-
chamente con las grandes masas de soldados y otros grupos de la
población femenina de Petrogrado. Lenin decía que mucho de-
pende de su estado de ánimo: su apoyo a la revolución es de vital
importancia.
En octubre de 1917, en el Comité Central del Partido se formó
una oficina para el trabajo entre las mujeres. Yo, bajo la direc-
ción directa y la cooperación de Sverdlov, tuve que realizar un

158
amplio y masivo trabajo entre los soldados y las obreras. Pero
incluso entonces no se habló sobre ninguna organización de
mujeres independiente y por separado. El lugar de la mujer está
en las filas de quienes luchan por alcanzar los grandes ideales de
la humanidad, entre ellos la plena emancipación y la igualdad de
derechos de la mujer.
La victoria del poder soviético en octubre del año 1917 toda-
vía no significaba la derrota de la contrarrevolución. Por el con-
trario, 1918 fue el año en que se desencadenó la guerra civil y la
lucha contra la intervención de 14 países capitalistas. Rusia fue
devastada por una guerra de cuatro años, llegando la devasta-
ción de su economía al límite. El pueblo sufrió, pero luchó heroi-
camente por los derechos conquistados y por su joven Estado
soviético. En ese momento, más que nunca, el poder soviético
necesitaba la ayuda consciente y la colaboración de la amplia
masa de la población femenina en las ciudades y pueblos. En el
otoño del año 1918, el Comité Central del partido envió algunas
mujeres agitadoras y organizadoras a diferentes partes de Rusia
para explicar a los trabajadores sus tareas. El camarada Sverdlov
me envió a las regiones textiles al norte de Moscú: a Ivanovo, a
Orekhovo, a Kineshma. Recuerdo con firmeza las palabras de
Lenin. Él decía que incluso un luchador firme y valiente puede
llegar a titubear si, al regresar a casa, escuchara todo el tiempo
quejas de su mujer y en su rostro encontrara a un enemigo que
prosiguiera la lucha. Debemos formar políticamente a las muje-
res, debemos forjar en ellas un sólido apoyo en la lucha contra la
contrarrevolución y para fortalecer el poder soviético. Cada mu-
jer debe entender que, luchando por el poder soviético, lucha por
sus derechos y por el futuro de sus hijos.
Tratamos de explicar estas ideas e implantarlas en las am-
plias masas de mujeres. Esto no fue siempre sencillo, pero aun
así tuvo éxito.
Cuando mi viaje de campaña ya estaba a punto de terminar,
conocí a una trabajadora del textil muy interesante, Anuchkina.
Cuando nos sentamos para tomar una taza de té en su humilde
habitación en Kinshema, Anushkina sugirió que había llegado la
hora de convocar en Moscú un congreso de obreras y campesi-
nas de toda Rusia, que bajo la dirección del Partido definiera los

159
métodos de trabajo entre la amplia masa de mujeres. Anuchkina
decía que era necesario enseñar a la mujer soviética a ser pro-
ductiva para su patria soviética.
Con esa idea regresé a Moscú y me dirigí directamente al
Comité Central. Vladimir Ilich [Lenin] aprobó completamente
esta idea. Él dijo que, claro está, no es necesario crear ninguna
organización independiente de mujeres, pero es necesario poseer
un aparato correspondiente en el Partido que sea responsable
del trabajo de elevar la conciencia en las amplias masas de muje-
res y enseñar a las mujeres a construir el Estado soviético. Es
necesario incluir a las mujeres en los soviets locales de las ciuda-
des y de los pueblos, darles los conocimientos prácticos adecua-
dos. Hay que prestar especial atención al desarrollo de aquellas
instituciones que faciliten a la mujer la conciliación del trabajo
activo en los soviets con la maternidad.
Estas ideas y tareas de Vladimir Ilich sirvieron de base para
el trabajo realizado durante la celebración del Primer Congreso
de Obreras y Campesinas en Moscú en el año 1918.
En todos los países las mujeres lucharon en diferentes oca-
siones heroicamente por sus derechos, encontrando una fuerte
resistencia por parte de su competencia masculina y, sobre todo,
por parte de los gobiernos burgueses. Pero en ninguna parte del
mundo pudieron conseguir lo que, sin duda, cualquier ciudada-
na de todas las repúblicas soviéticas puede disfrutar.
Las mujeres de la Unión Soviética no tienen que exigir al go-
bierno derechos sobre el trabajo, la educación, la protección de
la maternidad. El propio Estado, el propio gobierno otorga a las
mujeres trabajo, abriéndoles ampliamente el sector público,
ayudando y recompensando a las madres.
Durante la invasión de los agresores nazis, las mujeres sovié-
ticas y las mujeres de otros países democráticos comprobaron de
primera mano la necesidad de luchar incansablemente contra el
fascismo hasta su completa erradicación. Sólo esto librará al
mundo del peligro de nuevas guerras.
La lucha por la democracia y la paz duradera contra la reac-
ción y el fascismo es la tarea fundamental hoy en día. El hecho
de aislar a las mujeres de esta tarea principal e importante, de
intentar encerrarlas dentro de organizaciones feministas «sólo

160
de mujeres», sólo puede debilitar el movimiento democrático de
las mujeres. Sólo la victoria de la democracia asegurará la igual-
dad de derechos de las mujeres.
Nosotras, las mujeres del País de los Soviets, entregamos to-
das nuestras fuerzas al trabajo creativo, al cumplimiento de las
grandes tareas del Plan Quinquenal, sabiendo que con esto con-
solidamos un baluarte de la paz en todo el mundo: la Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Al mismo tiempo, debemos seguir con atención todas las ma-
quinaciones de los reaccionarios, desenmascarando todos sus
planes e intenciones, y sus intentos de generar una fractura en
las filas de la democracia.
La unidad de todas las fuerzas democráticas es nuestra arma
más fiel en la lucha contra la reacción, por la libertad y la paz en
todo el mundo.

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ÍNDICE

7 / Nota editorial

9 / Las tareas del movimiento obrero femenino en la


República Soviética (Lenin, 1919)

17 / La emancipación de la mujer en la U.R.S.S (1933)


27 / Por la igualdad jurídica y práctica de los derechos de la mu-
jer
32 / La natalidad en los países capitalistas y en la U.R.S.S.
35 / ¿Por qué está permitido el aborto en la U.R.S.S.?
44 / La mujer obrera embarazada está rodeada de las preocupa-
ciones de la sociedad
49 / ¿Cómo está planteado en la Rusia Soviética el asunto de la
ayuda en el parto?
53 / Los consultorios son un auxiliar seguro en favor de una
madre sana, de una generación sana
62 / Las casas-cuna como instrumento de la emancipación de la
mujer
71 / La mujer como activa constructora del socialismo

75 / El trabajo femenino liberado (Stalin, 1935)

79 / La nueva mujer de la Unión Soviética (1937)


83 / La mujer en la policía soviética
84 / Trescientos mil casos de alumbramiento indoloro
84 / La mujer soviética y la moda
85 / Las ventajas del restaurante colectivo
88 / Las mujeres de las minorías nacionales
89 / Los sindicatos soviéticos y las mujeres
90 / Protección a la maternidad
90 / La mujer soviética y el deporte
90 / La mujer soviética quiere ser culta
91 / Las mujeres en la administración del país
91 / La servidumbre de la mujer en la Rusia zarista
92 / Lenin y la vida doméstica de la mujer
92 / Stalin y la mujer
92 / La mujer y el fascismo
94 / Las jóvenes de la U.R.S.S.
95 / El conflicto entre el matrimonio y la situación económica
97 / Igualdad social completa
97 / La igualdad (…) fue proclamada por la Revolución Rusa
98 / En la enseñanza
99 / La vida de familia

103 / La mujer en la Unión Soviética (1943)


103 / Prólogo
107 / Lo que el Estado Soviético ha dado a la mujer
110 / El trabajo libre de las obreras y koljosianas
119 / Desarrollo cultural de la mujer en la U.R.S.S.
125 / La familia y la maternidad en la U.R.S.S.
132 / Las mujeres del Oriente en la lucha por una vida nueva
136 / Las mujeres en la Gran Guerra Patria
137 / Las mujeres, combatientes de la retaguardia.
145 / Las mujeres del País Soviético, compañeras de combate de
los soldados del heroico Ejército Rojo.
152 / Las mujeres de la U.R.S.S. en el Frente Único antihitle-
riano de los pueblos amantes de la libertad

155 / La mujer soviética: una ciudadana de pleno dere-


cho de su país (Kollontai, 1946)

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