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MJ Educación en Roma

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INTEGRANTES:

Florencia Vaz Martins

Noelia Maciera

María José Santana

La educación en la Antigua Roma, desde los últimos siglos de la República

romana, era un mecanismo vinculado a los patricios que proporcionaba a sus

hijos una educación al modo griego. El paedagogus (palabra griega de la que

deriva la actual "pedagogo") era el esclavo que conducía al niño a la schola

("escuela").

En la primera enseñanza, el nutritoro Ptropheus era el responsable de

enseñar al niño a leer y de su educación hasta la pubertad. Debía

dirigirse a su padre llamándole domine (señor).

La schola (escuela) estaba regida por el calendario religioso; las clases se

daban por las mañanas y era mixta hasta los doce años. El grammaticus era el

responsable de enseñar a los adolescentes los autores clásicos, mitología,

geografía e historia; mientras que a las niñas, consideradas adultas a los

catorce años (domina en latín, kyria en griego), podían tener un preceptor

particular que le enseñara los clásicos.

La siguiente etapa de la educación tenía lugar en el gymnasium o palestra. En

Oriente, las principales materias eran la lengua griega, las obras de Homero,

retórica, filosofía, música y deporte. En cambio, en Occidente, se enseñaba

además latín, en detrimento de la música y el deporte. A los dieciséis o


diecisiete años, había una bifurcación en el camino de los jóvenes, que tenían

que decidirse por el ejército o los estudios.

La helenización es el proceso histórico de propagación de la antigua cultura

griega entre los territorios conquistados por los griegos o situados cerca de su

área de influencia, especialmente durante el Período Helenístico que siguió a

las conquistas alejandrinas del siglo IV a.C. Algunos autores han cuestionado el

concepto de helenización por considerarlo un término inadecuado para referirse

a un proceso mucho más complejo que una mera aculturación, tratándose más

bien de un intercambio cultural sincrético entre los griegos y los pueblos

subyugados o próximos a sus centros de poder. De cualquier modo, hasta el

ascenso de Roma (siglos l l y I a. C.) es posible hallar instituciones políticas y

estructuras socioeconómicas reconociblemente griegas desde Asia Menor

hasta España, haciendo notable la influencia helénica sobre amplios territorios

del Oriente próximo, Europa y el norte de África.

En un sentido amplio este proceso puede rastrearse hasta el segundo período

de expansión colonial de la Grecia arcaica que tuvo lugar entre los siglos VIII y

VI a. C., llegándose a construir colonias griegas en lugares tan apartados como

Italia, España, el sur de Francia, Siria, Turquía y Crimea durante la época. La

propagación de la cultura griega continuó después con las campañas de

Alejandro Magno y la posterior aparición de los reinos helénicos sucesores del

Imperio Macedónico en Asia y África. Una última fase de la helenización durante

la Edad
Antigua vendría dada a partir de la conquista romana de Grecia y la

consiguiente integración a Roma de elementos culturales propiamente griegos,

combinación que sentaría las bases de la tradición grecorromana de la que

la civilización occidental es legataria.

Época heroica-patricia.

En esta época la familia tenía una importancia fundamental. El padre, pater

familias, ejercía la máxima autoridad, aunque la madre también tenía un lugar

relevante (más que en Grecia), atendía a sus hijos en la primera infancia.

Desde los siete años el padre se ocupaba de la educación del niño, quien se

iniciaba en los aspectos de la vida civil acompañando a su padre a los

tribunales, a las sesiones del senado y a festines. Las niñas se quedaban en la

casa al cuidado de la madre aprendiendo los quehaceres domésticos.

A los 16 0 17 años entraba en el ejército y en la vida pública, pero antes había

dedicado un año al aprendizaje de ésta, el tirocinium fori. De ello se encargaba,

generalmente, un hombre político experimentado, viejo amigo de la familia, con

quien solía seguir después algunos años. En general, en la educación romana

de esta época predominaba un espíritu de sobriedad, de austeridad, de

laboriosidad y de disciplina que caracterizaba a la sociedad de la época. En

cuanto a los contenidos, se enseñaba educación física, con carácter premilitar

más que deportivo, y una educación jurídico-moral, basada en la Ley de las

Doce Tablas. Al mismo tiempo, aprendía lo que necesitaba un terrateniente,


como la agricultura y el cálculo. Era una educación para la vida y sin escuelas,

aunque con maestros privados.

En síntesis, en esta época:

El romano se educaba en la familia. Más que el aspecto

informativo tiene importancia el formativo. El niño romano se educaba en las

costumbres de los mayores por medio del legado de los antepasados. La

tradición tiene una importancia fundamental. El familiarizarse con las virtudes

era el fin y el contenido de la formación. Estas virtudes eran:

- Pietas: Respeto y devoción a los padres y a la divinidad.

- Constantia: Fuerza de ánimo y valor.

- Gravitas: Austeridad y seriedad de vida; sentido del honor y la dignidad.

- Fides: Valor físico, consagración al Estado. Honradez en las relaciones

con los demás.

El método empleado era activo: todo se aprendía en contacto con

la realidad, por imitación a los padres y antepasados.


El objetivo de la educación romana antigua era inculcar al niño un sistema

severo de valores morales, un estilo de vida, para la salvaguarda y el bienestar

del Estado.

Estos contenidos nunca fueron olvidados a lo largo de la historia y de la

educación romana. Las virtudes y las maneras de ser características de la

aristocracia campesina siguieron vigentes.

Las instituciones oratorias de Marco Fabio Quintiliano son los escritos

sobre una educación de la antigua Roma, contienen los preceptos principales

de una materia fundamental para la vida de los romanos, el arte de la oratoria,

arte que, traducido a nuestros tiempos, sería la defensa jurídica, el derecho, la

abogacía, la jurisprudencia. A Quintiliano regularmente se le cita como el

maestro de la oratoria, el constructor del orador perfecto, quien proporciona a

sus discípulos las herramientas del buen decir, las artes del convencimiento y

la técnica jurídica de la argumentación. Sin embargo, Marco Fabio Quintiliano

no sólo se preocupó del arte de la oratoria, quizá ni siquiera fue su principal

preocupación, pues como

se puede ver en Las Instituciones Oratorias, en lo que el maestro se enfoca es

en la formación integral del hombre romano, puesto que no es un sofista

ocupado de ganar el debate, sino un mentor centrado en la formación de

valores. Su ciencia es la axiología que prescribe una docencia para formar el

juicio del hombre, hombres juiciosos,

antes de formar hombres para el juicio.

Ser orador perfecto, a eso tiende la educabilidad de Quintiliano, no basta con el

buen decir, con la sagacidad en la argumentación, ni siquiera con el buen juicio


del litigante, se necesita estar dotado del arsenal que proporcionan las ciencias.

No se trata de lucirse en la palestra, con argumentos leguleyos o con la retórica

pomposa a la manera de un concurso de elocución, de lo que se trata es de

esgrimir contenidos sólidos, coherentes, consecuentes y consistentes, que sólo

pueden dar las ciencias; por ello, la formación del orador perfecto está

acompañada de la del erudito. Además, no basta con que el argumento sea

válido, sino que tiene que ser creíble, que la elocuencia esté al servicio del

convencimiento sin abandonar la idea socrática de la filosofía, el apego a la

verdad, del amor a la verdad. Es decir, abastecerse, pertrecharse.

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